La economía del Perú, en los últimos años está creciendo a buen ritmo, con relación al
resto de países en Sudamérica y en comparación al mismo Perú de años atrás, sin
embargo, el hambre y la pobreza extrema son problemas aún no resueltos por el Estado,
entonces uno se pregunta ¿qué sucede?, ¿por qué, este supuesto bienestar económico no
se ve plasmado a lo largo del país y en toda su población, a pesar de los múltiples
intentos por parte de los diferentes gobiernos peruanos a través de la historia?. Sucede
que el Perú es un país centralista, es como el reflejo de lo que sucede en el mundo, los
países más importantes y sus ciudades, son los que gozan de la mayoría de beneficios
económicos en el mundo, más estos sólo conforman una minoría. Es así que los grandes
beneficios económicos, son capitalizados por muy pocos, generalmente por personas
que viven en la costa, y más aún por las personas de los distritos más acomodados de
Lima. Los Andes y la selva Peruana, por lo general son y han sido a lo largo de la
historia, zonas ajenas al crecimiento económico, y son el reflejo de lo que es el Perú
como nación. A partir de lo mencionado anteriormente podemos decir (aunque de
manera algo simplista) que el Perú está partido en dos, por un lado están los edificios
limeños y por el otro las pequeñas casa de adobe en la sierra. Pero esta desigualdad
económica tiene sus orígenes en base a otro tipo de desigualdad, la social. Este tipo de
desigualdad, tiene su origen en la Colonia y es de connotación racial, básicamente. Se
configuró entonces desde aquella época, una sociedad basada en el racismo, en la cual el
hombre de los Andes era siempre el más afectado, al ser considerado inferior al resto.
Fue entonces que a partir de este hecho (hasta hoy), las desigualdades tanto económicas,
y sociales, siguieron caminos paralelos generando como único resultado, la
marginación, el rechazo y el olvido de estas personas. Esto generó, aparte de los
evidentes problemas económicos, una grave crisis de identidad por parte de estas
personas. En busca de una solución ante semejante problemática, las comunidades
andinas peruanas, desde épocas coloniales, añoran una sociedad ideal, una sociedad
como la sociedad incaica, donde lo andino era lo predominante, donde no existía el
racismo pues todos eran iguales, dónde pese a rencillas entre algunos señoríos, los incas
mantenían la paz, y por supuesto (hasta donde sabemos) los índices de pobreza era
mínimos. A esta idealización del Imperio Incaico, y de lo nativo se le denomina “Utopía
Andina”, idealización que se remite a la época del incanato para encontrar en ella una
solución a los problemas económicos y más que todo sociales, del hombre andino
peruano. De esta manera se corrobora que, en cualquier época aquellos que soportan las
injusticias y marginaciones siempre han tendido a concebir sociedades en las que no
existen desigualdades, pasó con los griegos conquistados, pasó con los romanos en las
épocas de emperadores perversos, pasó con los judíos en plena Segunda Guerra
Mundial, e inclusive pasa en la Biblia y en los cristianos, desde los descendientes de
Adán y Eva en adelante, que añoran el paraíso; sin embargo, en el caso Andino-
peruano, estas concepciones no surgieron automáticamente como respuesta inmediata a
la conquista, ya que fueron el resultado de la convivencia y el enfrentamiento de lo
andino frente a lo occidental, y también el resultado de conflictos sociales1. A partir de
este proceso de interacción entre lo occidental y lo andino, una interacción que abarcó
desde lo cultural hasta lo fisiológico, es que surgen diversos enfoques del significado de
la Utopía Andina, para el campesino indígena peruano. En este texto, se presenta el
enfoque sobre el tema de: Carlos Iván Degregori, Licenciado en Antropología de la
Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga – Ayacucho, que además fue
comisionado de la CVR y director de la Escuela de Antropología de la UNMSM2; a
Alberto Flores Galindo, intelectual peruano de gran influencia y respeto, en sus
contemporáneos, cuyas reflexiones, generalmente enfocadas en el poblador de los
Andes han tenido una gran influencia en las ciencias sociales peruanas 3; también a
Manuel Burga, historiador de la UNMSM y doctorado en la Sorbone de París, que luego
de publicar varios libros de historia, economía y política social, finalmente incursionó
en el territorio de las mentalidades y antropología histórica4, y por último a Mario
Vargas Llosa, reconocido novelista peruano, que empezó a escribir sobre la
problemática indígena, luego de encabezar el grupo investigador de la matanza de ocho
periodistas en Uchuraccay5.
Está claro entonces, que Flores Galindo entiende a la utopía andina como una creación
colectiva, que a lo largo de la historia, las personas de los andes peruanos, y debido a
los problemas que le aquejaban (señalados anteriormente), han buscado y añorado para
defenderse contra la fragmentación de sus comunidades, el rechazo y la pérdida de
identidad. Es decir la imaginación colectiva terminó ubicando a la sociedad ideal. Los
incas se transformaron en un singular y dejaron de ser una dinastía, en otras palabras
eran (los Incas) el símbolo de un orden donde el país pertenecía a sus verdaderos y
antiguos dueños. Es entonces que el regreso del Inca apareció como una propuesta
cargada de argumentos mesiánicos y milenaristas. Sin embargo como el mismo dice:
Como podemos ver, Flores Galindo analiza a la utopía del campesino indígena peruano
pero sabe que de esa manera no será posible un verdadero cambio, es más admite que en
la actualidad no se podría dar un cambio de esa magnitud en nuestro país, es decir que
se instaure un nuevo Inca, y que nuestra economía este basada en el trueque. Flores
Galindo sabe que se necesita de algo más, se necesita de un proyecto organizado y que
involucre no solo al indígena sino a todos, a todo aquel que dice ser peruano. Lo que
Flores Galindo plantea al respecto es que hasta ahora las políticas gubernamentales que
han manejado al país sólo se han dedicado a destruir a lo tradicional o andino y
afianzarse en lo occidental, sin llegar a producir una sociedad desarrollada. Es así que él
afirma lo siguiente:
“Para Flores Galindo, la migración había hecho posible que los valores y
la cultura andina ocuparan la ciudad, contribuyendo a la conformación de
un vasto mundo popular urbano que se adaptaba a la modernidad a partir
de mecanismos andinos tradicionales de decisión colectiva. Era un nuevo
tipo de sociedad civil que no podía ser comprendido si solamente se tenía
en cuenta a la tradición liberal europea como la única tradición
democrática válida. Este mundo popular permitía pensar al socialismo no
como proyecto estatista, sino como un modelo de autogobierno de los
productores y permitía asumir al marxismo como un instrumento para el
desarrollo en que el hombre andino jugase un papel vertebral.” (Rénique:
2007)
6
Cfr. Vargas Llosa 1996: 294-295
Esta confrontación intelectual entre Vargas Llosa y Flores Galindo, se basa en torno a
un significado en particular de la utopía andina, y el significado es que esta es la
idealización del imperio incaico y de lo andino, el cual busca mediante una mirada al
pasado encontrar una posible solución al problema de identidad del hombre de los
Andes y del peruano en general; sin embargo si se presenta un enfoque distinto de lo
que significa la utopía andina para los indígenas peruanos, entonces centrarnos en lo
que dice Vargas Llosa y Flores Galindo, no abarcaría por completo el significado de lo
que es la utopía andina. Manuel Burga afirma que la utopía andina es como una
estructura estable de representaciones colectivas en el Perú, y cada grupo social, cada
sector social tiene una interpretación propia de lo que es esta utopía. Para el campesino
indígena es el perseverar andino, para que puedan conservar sus tradiciones y su cultura,
y que ésta no se limite entre ellos, sino que dicha cultura y tradición se expanda y
abarque así cada vez espacios más y más amplios, hasta confundirlos con la nación
peruana7. Burga entiende a la utopía andina ya no como el esperar de los indígenas en
que el cuerpo del Inca encuentre otra vez su cabeza, y que el Imperio Incaico se
unifique nuevamente y vuelva a gobernar sobre territorio peruano, es cierto que admite
que el campesino indígena añora aquella época milenaria, pero este ya no está
esperando a concretar dicha añoranza, pues de alguna u otra manera dicha añoranza se
viene concretando desde tiempo atrás, y esto mediante las manifestaciones culturales
que el hombre de los Andes siempre realiza, recordando de esta manera aquellas felices
épocas para ellos. Estas manifestaciones se ven hoy en día, y se les puede identificar
desde el escuchar la letra de un huayno, o ver por la televisión la fiesta del Inti Raymi o
la fiesta de la Pachamama. En este caso sí se puede afirmar que la utopía andina ya no
es utopía y más bien es una realidad tangible dentro de la sociedad peruana.
Por otro lado hay quiénes interpretan de manera distinta el significado de la utopía
andina, en este caso no negando el concepto de Burga, pero sí confrontando en algunos
puntos a la interpretación de Flores Galindo, afirmando que las comunidades indígenas
(andinas) han pretendido y pretenden, afrontar sus problemas (desigualdades), y
cambiarlos, pero no recurriendo al pasado incaico, sino afrontando el presente, es decir,
el hombre andino de hoy quiere ser peruano, moderno, saber leer y escribir, pretender
ser nacionalista y hasta cierto punto criollo.8
7
Cfr. Burga 2005 : 19 y 428
8
Cfr. Degregori 1986: 55
Carlos Degregori, afirma que, los pobladores de los Andes reorientan casi por completo
sus principales objetivos, es decir dejan de mirar al pasado y en vez de esperar al Inca,
ellos mismos son el Inca en movimiento.
En la mayoría de autores, entonces podemos ver que pese a que su enfoque de utopía
andina es distinto, se pueden encontrar ciertas similitudes. Por un lado, Flores Galindo,
encuentra en la utopía andina, una solución al problema de identidad, pero de alguna u
otra manera basándose en el pasado, en la idealización de la sociedad incaica, una
sociedad en la cual, todo hombre andino, pese a ciertas diferencias, dependiendo de la
comunidad a las que pertenecían, era visto como uno sólo, por lo que sí existía una
identidad forjada. La interpretación de Burga va en este sentido también y aunque para
él la utopía andina son las manifestaciones culturales del hombre andino, y no dar una
mirada al pasado para que plasmado con el socialismo se instaure una nueva forma de
conducir al Perú, el fin es el mismo que el interpretado por Flores Galindo, es decir que
mediante la utopía andina se encuentre una solución al problema de identidad del
indígena peruano. Por otro lado Degregori, ve de manera diferente aquella idealización
de lo incaico, pues afirma que el hombre andino en la actualidad, busca integrarse a la
sociedad, saber leer y escribir, etc., es decir, la idealización no es de la sociedad incaica,
sino es una idealización y un añorar del bienestar, que en aquella época vivieron, pero
un bienestar que urge ser acoplado al Perú de hoy, un bienestar que necesariamente
tiene que estar acompañado por la educación. Ajeno a todos ellos Vargas Llosa
simplemente afirma que la utopía andina es arcaica, pero su enfoque al parecer está muy
politizado, y concentrado en criticar la perspectiva de Flores Galindo y sobre todo de
Mariátegui sobre la utopía andina, la interpretación por los otros tres expertos en el tema
acerca de la utopía andina, no le da la razón al pensamiento de Vargas Llosa. Estos tres
autores, señalan que el hombre de los Andes, añora un bienestar, y un reconocimiento,
propios de otra época, en busca de una solución a los distintos problemas que viven en
la actualidad, muchos heredados desde la época de la Colonia, en cuanto a cómo es
plasmada dicha añoranza es cuando se encuentran diferencias en las interpretaciones de
cada autor.
El tratar el tema de la utopía andina, no implica que todo lo que a ella concierne sea lo
que se debe de hacer en el Perú de hoy, se trata de entender el por qué, la mayoría de
peruanos, añoran y ven en el pasado incaico el tiempo ideal, a la sociedad inca, a la
sociedad ideal. Se trata además de adecuar el enfoque que se tiene de la utopía andina al
siglo XXI, que es lo que plantea Degregori, y lo que en forma de epílogo, Flores
Galindo también expresa en su libro, al decir que necesitamos de una utopía, que
sustentándose en el pasado, esté abierta al futuro.
BIBLIOGRAFIA
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2007 Mario Vargas Llosa: Biografía
(Consulta 16 de junio)
(http://www.mvargasllosa.com/biograf.htm)
BURGA, Manuel
2005 Nacimiento de una utopía: muerte y resurrección de los Incas. 2da. ed.
Lima: UNMSM. ; Jalisco: Universidad de Guadalajara.
CVR
2007 (http://www.cverdad.org.pe/lacomision/nlabor/comisionado07.php)
(Consulta 16 de junio)
DEGREGORI, Carlos
1986 Del mito del Inkarri al mito del progreso: poblaciones andinas, cultura e
identidad nacional, pp. 49-56
En: revista Socialismo y participación, No 36.
PORTOCARRERO, Luis
2007 Alberto Flores Galindo: la historia, la política y el socialismo
(Consulta 16 de junio)
(http://www.ciberayllu.org/Comentario/RP_FloresGalindo.html)
RÉNIQUE, José
2007 Flores Galindo y Vargas Llosa: un debate ficticio sobre utopías reales
(Consulta 25 de junio)
(http://www.andes.missouri.edu/andes/Historia/JLR_Utopias.html)