Anda di halaman 1dari 3

Antes de que llegue el amanecer

Solía ser la frase tuya que parecía ser una frase trillada que odiaba
y repetías mientras trataba de dormir después de hacer el amor y
tus labios lo impedían y me recorrían hasta por lugares indecibles
para terminar riéndonos, y tú empezabas a vestirte, mientras a
través de los ventanales que cubrían toda la pared de tu
departamento posabas narcisamente mostrando tu cuerpo
desnudo desde un décimo piso en pleno centro de Lima, con un
brasier en la mano y mirando el reloj en tu muñeca que siempre
odié, mientras señalas a esos pirañitas robándole la cartera o la
billetera a cuanto ebrio cruza por la avenida solitaria y silente, y me
pedías que me vista de una buena vez, cansinamente, porque
sabías que el tramo iba a ser muy largo, y decías que me
acompañarías hasta el hall del edificio mientras esperaba una
caricia tuya en un susurro sobre mi cuello o mi espalda para
terminar por convencerme una vez más. Y descendíamos juntos las
gradas, maldiciendo y riéndonos porque si no se te olvidó fuimos
nosotros quienes malogramos dicho ascensor un maldito catorce
de febrero en que también adrede y estúpidamente se te ocurrió
porque no encuentro otro adjetivo más preciso, dirigirte con la
botella de un tinto casi vacío hasta el último piso que era el
siguiente y de varios tacazos destruir el switch -para terminar
haciendo el amor en dicho ascensor- que controlaba dicho aparato.
Y se volvió un hábito contar gradas, doscientosnoventaiocho,
doscientosnoventainueve, hasta que el azar nos vaticinaba una
coincidencia para terminar otra vez dentro del ascensor haciendo
el amor entre risas, maromas y sorpresas…

Y todo empezó o mejor dicho terminó cuando una noche me


pediste que te recoja de una fiesta en casa de tus padres, y entre
dichas maromas y sorpresas tus padres nos siguieron y
descubrieron mi sodomía y tu lujuria y en pleno ascensor, y ahí sí
que se terminó el conciliábulo del cual era yo parte y el estigma de
saberme una persona nada grata se generó.

Pero hubieras visto mi amor, la cara de antojo de tu madre, sin


faltarle el respeto claro, pero la hubieras visto, una salivita recorría
imaginariamente su boca, mientras tu padre con cara de cojudo
más que de antojo no sabía si reventarme el culo a patadas o
llenarse de una vergüenza que jamás imaginé existiese, o tal vez un
acto de evocación de una pose resabida, jeje, perdón amor pero así
fue, claro no lo viste porque fueron tus padres y lo único que hiciste
fue cubrirte el cuerpo con las manos y el largo de tu cabello que
dicho sea de paso no cubrió demasiado te diré.

Hiciste lo posible eso si es innegable, te esforzaste demasiado pero


indebidamente porque ya estabas muerta para mí así como yo para
tu familia, porque tu cuerpo se volvió un mero objeto que mi
cuerpo necesitaba, que pedía a coro y en silencio, que se ufano de
poseer, a pesar de que te quise y te quiero aún.

Siempre fue una hazaña llegar a ti, estar a tu lado aunque nunca lo
dije pero supuse que lo suponías, no te conté de la vez que después
de despedirnos una botella de whisky con pena en un bar frente a
tu edificio me dejó sin billetera, zapatos, ni aliento, y no sabes
cómo quise subir, llamarte, pero era todo inútil, te había perdido
ya. De las veces que recibía tus llamadas mientras te observaba
desde el restaurant frente al edificio y tu mirando a través de tus
ventanales, como buscándome, como sabiendo que te miraba,
porque te encantó ese juego, te encantaba que te seduzca, que te
describa, mientras yo te pedía que te desnudes y perfeccionábamos
ese juego hasta el día en que el restaurant entero me vio mirándote
y te vio allí, de pie y desnuda y tú nos viste, recuerdas, y te
escondiste disparada mientras yo no paraba de reír avergonzado.

Probablemente no lo sabías y no fue tu culpa, no supiste que me


querías como yo a ti, que nos necesitábamos, pero no arriesgaste,
me dejaste solo cuando más deseaba sentir tu mano junto a la mía,
y yo seguí caminando mientras tú te quedaste quieta, de pie,
mirándome tontamente y con pena desde un décimo piso, cuando
la pena la sentí yo y la sigo sintiendo cada vez que cruzo
raudamente en mi auto por esa avenida y no puedo evitar levantar
la mirada y buscarte como si fueses un ángel que no aprendió a
volar, que decidió quedarse enjaulada y con mucha tristeza, como
cuando vibra mi celular con un número desconocido que es el tuyo
y que decidí no volver a contestar porque ni siquiera eras capaz de
responder cuando lo hacía.

Y decidí no volver por ti cuando me hablaste de tus padres y esa


imposición estúpida de que eras una mujer casada y que deberías
actuar como tal, cuando debiste haberte escuchado y escuchado el
compás de tu corazón a mi lado; y solo me quedó despedirme en
silencio por última vez mientras contaba las gradas y trescientos
repetí, antes de que llegase el amanecer.

Cusco, 14 de Agosto del 2010

Anda mungkin juga menyukai