ESQUEMA GENERAL
1.1. Legitimidad de la Doctrina Social
1.2. Carácter propio de la Doctrina Social de la Iglesia
1.3. Los principios permanentes de reflexión
1.4. El rol del Magisterio
1.5. Continuidad y renovación de la Doctrina Social
1.6. Obligatoriedad de la Doctrina Social
1.7. La Doctrina Social no es una tercera vía
1.8. La Doctrina Social no es una ideología
1.9. Las raíces de la Doctrina Social
1.10. Una multiforme acción social
1.11. Significación de la Doctrina Social para la vida de la Iglesia
1.12. Lo que hay que esperar de la Doctrina Social
Es sabido que existió y persiste aún una corriente eclesial que prefiere utilizar la
1
Conferencia Episcopal Latinoamericana, Documento de Medellín (1968), Documento de Puebla
(1979) y Documento de Santo Domingo 1992).
2
Conferencia Episcopal de Estados Unidos, Economic justice for all. Catholic Social Teaching and
the U.S. Economy, (1986).
3
Congregación para la Doctrina de La Fe, Instrucción Libertatis Conscientia (1986); Comisión
Justicia y Paz, al servicio de la comunidad humana, una consideración ética de deuda internacional
(1986); Congregación para la educación católica, Orientaciones para el estudio y enseñanza de la
doctrina social de La iglesia en la formación de los sacerdotes (1988).
expresión pensamiento social o enseñanza social en vez de doctrina social, debido a la
connotación dogmática de la palabra doctrina. Así por ejemplo, el Concilio Vaticano II
evitó la expresión doctrina social y Pablo VI prefirió hablar de enseñanza social. Juan
Pablo II ha vuelto a utilizar con absoluta libertad la ya clásica expresión doctrina
social.
¿Podría decirse que el Papa ha vuelto a utilizar la expresión doctrina social para
insinuar su carácter de obligatoriedad para toda conciencia cristiana? Sin pretender
ofrecer una respuesta definitiva, nos parece que los principios orientadores más
fundamentales, tales como el respeto a la dignidad de la persona, la solidaridad
universal y la opción preferencial por los pobres, tienen un grado de fundamentación
teológica tan fuerte que si un cristiano conscientemente los ignora o los niega con su
conducta pública, se ubica al margen del Pueblo de Dios. Estos principios y otros,
como prioridad del trabajo sobre el capital y la opción por una vía no violenta,
trazan, a nuestra juicio, las fronteras del legítimo pluralismo cultural y político para
los miembros del Pueblo de Dios.
Siguiendo esta lógica, Juan Pablo II puede afirmar que la doctrina social
pertenece al ámbito de la teología y especialmente de la teología moral9, lo cual
significa que su base de sustentación no es primariamente filosófica sino teológica.
Esto no significa, sin embargo, desconocer los valiosos elementos filosóficos que
sirven como fundamento a importantes afirmaciones de la doctrina social si se La
considera en toda su amplitud.
8
Cf., 535-537.
9
Cf. Sollicitudo Rei Socialis, 41.
presenta al hombre como criatura de Dios, imagen y semejanza de su Creador y
llamado a realizarse en comunicación con la mujer (prójimo), con la naturaleza, con
Dios. El hombre es, además, colaborador y mediante su trabajo llamado a dominar la
creación entera, no como depredador, sino como custodio inteligente y libre. Nos
ilustra, también, acerca de la rebelión primigenia, la ruptura de la comunicación y de
la comunión que introduce el desorden moral en el mundo: el pecado en su forma
personal y social.
Lo que la humanidad pre-cristiana nunca comprendió fue que todos los hombres
tienen fundamentalmente los mismos derechos y que, por consiguiente, al administrar
y practicar la justicia no está permitido ningún tipo de discriminación o de
segregación. Los contemporáneos de Jesús estaban convencidos de la desigualdad
natural entre los hombres y entre los pueblos. En este sentido obraban la justicia
dando a cada uno lo suyo, pero esta porción (lo “suyo”) era diferente según se tratase
de un romano, de un judío o de un gentil.
10
Ver, Sollicitudo Rei Socialis, 29-31
propiedad, etc.
En el siglo XV hay que señalar la obra del dominico San Antonio de Florencia
(1389-1459), autor de una Suma Teológica en la que, según Schumpeter, por primera
vez encontrarnos una visión global de la vida económica 11. En la misma época las
intervenciones papales en materia social se hacen más frecuentes en forma de Bulas y
abordan temas como la trata de negros (Eugenio IV; 1433) y la usura (Calixto III, 1455;
León X, 1515).
En el siglo XVIII es muy importante la contribución del Papa Benedicto XIV (1740-
1758), quien se pronunció sobre la cuestión racial (Inmensa Pastorum, 1741), el
“derecho natural de los pobres a los bienes necesarios para la existencia” (Acerbi
plane, 1742), la usura (Vix pervenit, 1745). Extrañamente, la obra teológica más
importante de esta época, correspondiente a San Alfonso Maria de Ligorio (1696-
1787), no trata directamente el pensamiento social que, en general, no tiene en este
siglo representantes de importancia.
11
Cf. History of economic analisis, 95
12
Cf. La politique tirée des proles paroles de l’Ecriture Sainte.
Obispo de Maguncia, autor de un importante estudio sobre la cuestión obrera “Die
Arbeiterfrage und das Chisten tum” (la cuestión obrera y la cristiandad), publicado el
mismo año de la creación de la primera Internacional socialista (1864). Ketteler es tal
vez el mejor exponente del movimiento conocido como Catolicismo Social, en el que
participa una elite de sacerdotes, obispos, cardenales y laicos europeos y de los
Estados Unidos.
A partir de León XIII y hasta Juan Pablo II, elegidos Papas en 1878 y 1978
respectivamente, los documentos sociales son la mejor expresión de la enseñanza
social de la Iglesia en su formulación más sistemática.
La posesión por parte del Pueblo de Dios de una enseñanza social, desde el
umbral de su historia, estuvo siempre acompañada por la práctica de una Acción
Social que se expresó especialmente en obras asistenciales y educacionales. La
primera comunidad cristiana de Jerusalén instituyó la orden del diaconado para que
hombres consagrados, los diáconos, asumieran el trabajo asistencial (atención a las
viudas, huérfanos, desamparados en general), de suerte que los predicadores
pudieran dedicarse por completo al anuncio del Evangelio.
Si bien es verdad que, hasta muy entrado el siglo XIX, el énfasis eclesial ha
estado puesto en la acción social de corte asistencial, la Iglesia ha desempeñado un
importante rol en la defensa y promoción de los derechos humanos, en particular de
los indígenas y de los negros, en nuestra América morena. Basta recordar los nombres
de Fray Bartolomé de las Casas (1474-1566), quien llamó a nuestros nativos “señores
de estas tierras” y de San Pedro Claver (1580-1654), que esperaba con cariño a los
negros desembarcados después de horribles travesías. Tampoco faltaron acciones que
hoy llamamos de promoción humana o de desarrollo humano, entre las que
sobresalieron las reducciones jesuíticas del Paraguay. En Chile destaca la acción
asistencial y social de Alberto Hurtado.
Asumiendo todo este rico patrimonio de acción y de enseñanza social que sólo
hemos bosquejado, el Papa León XIII, mediante su Encíclica Rerum Novarum, llamada
la carta magna del cristianismo social, comienza a proponer en forma más sistemática
un conjunto de enseñanza en materia social, política, económica, que
progresivamente van constituyendo lo que podemos llamar el corpus de la doctrina
social de la Iglesia.
13
Juan Pablo II, Discurso Inaugural de la Conferencia de Puebla, III 7.
internacional, para organizar la convivencia humana conforme a las exigencias la
justicia social y del amor cristiano.
e) Un juicio critico acerca de las ideologías que significan una amenaza
para la libertad, la igualdad y la plena participación de todos y de cada uno de los
miembros de una sociedad en todas las tareas que tienen como meta el Bien Común.
f) La enseñanza social constituye, finalmente, un llamado insistente a
construir un nuevo orden social, una Civilización Amor que, sin confundirse con el
Reino de Dios definitivo, sea, sin embargo, su anticipación histórica.