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El Ojo Breve / De geografías tropicales

Por

Cuauhtémoc Medina

(14-May-2003).-

No pasa un día sin que alguien me pida que lo lleve a un lugar de


la ciudad que no conozco; como si aparecieran calles nuevas todos
los días. Arte contemporáneo de Puerto Rico. X-Teresa Arte Actual
(Lic. Verdad 8, Centro). Hasta el 30 de mayo.

Hace unas cuantas semanas, el artista José Lerma notó un reflejo


tornasolado en un muro de X-Teresa Arte Actual. Era un arcoiris
definitivamente artificial: dos líneas paralelas que iban del rojo al
verde, y del turquesa al azul intenso, que habían aparecido ahí
como si la capilla se hubiera convertido en un gran espectrógrafo.

Buscando el origen de esa luz, el artista se topó con un automóvil


negro estacionado en la calle. El reflejo provenía de una
calcomanía con holograma, con la que las autoridades de esta
ciudad certifican que el carro ha pasado la verificación obligatoria
de emisiones contaminantes. Si las líneas de colores eran tan
precisas, es porque eran refractadas por una impresión hecha con
un rayo láser.

Tras observar que la proyección ocurría puntualmente entre las


11:00 y las 13:00 horas, Lerma procedió a registrar el pequeño
prodigio en una foto. Sería por demás abusivo atribuir al evento
mayor significado y, sin embargo, la obra suponía una larga
cadena causal. Como algunos de nuestros encendidos atardeceres
violetas, bien pudiera decirse que la obra de Lerma era el regalo
estético del smog.

(Es bueno recordar que al arte también le corresponde la provincia


inabarcable de lo intrascendente. Que uno de los placeres del arte
contemporáneo es la mezcla de lo complicado y lo fácil, lo fortuito
y lo artificioso, la teoría y lo inmediato.)
El placer por lo específico y lo modesto caracteriza el resto de las
intervenciones de No pasa un día..., la muestra de artistas
portorriqueños organizada por Michelle Marxuach. La exhibición
es una colección de ensayos de arte específico, que sacan su tema
de la precariedad del contexto, lo mismo el del país de origen de
los artistas que el de una ciudad, como la megalópolis mexicana,
que parece fluir por una sucesión de pequeños milagros.

José (Tony) Cruz y Chemi-Rosado-Seijo se sumaron a quienes han


sacado provecho a las particularidades de la capilla de X-Teresa, el
templo inclinado a unos pasos de Palacio Nacional. Cruz invita al
espectador a probarse una colección de zapatos tenis con las
suelas alteradas para compensar los 12 grados de inclinación del
edificio y así recorrerlo con el extravagante objetivo de recuperar
la vertical.

Rosado-Seijo, en cambio, construyó una cúpula de madera al pie


del ábside de una de las capillas del antiguo templo. La sección de
esfera no sólo cierra visualmente el círculo de la arquitectura
colonial: según los custodios de X-Teresa, la instalación puede
usarse como pista para patineta. En una inversión del orden
simbólico del templo, refuncionaliza el espacio de contemplación y
recogimiento para convertirlo en un territorio de hazañas
callejeras y malabarismos del cuerpo.

Desde que en 1998 estableció en San Juan M & M Proyectos, la


curadora Michelle Marxuach ha cumplido la clásica tarea de los 90
en la antigua periferia: convertirse en un curador/catalizador local.
Sacando dos bienales de la chistera, una multitud de exhibiciones
y proyectos colaborativos y comunitarios, metiéndose a codazos a
ferias y eventos internacionales y conservando (sobre todo) la
complicidad de los artistas, Marxuach ha provisto un punto de
referencia portorriqueño en el circuito artístico mundial. Tarea
que, aunque le pese a los resentidos en la pseudo-crítica y la
burocracia, fue el privilegio de aquellos pocos individuos que se
decidieron a sacudirse los vicios clásicos del subdesarrollo: la
apatía, la retórica de la nación, el culto anacrónico a la alta cultura,
la tentación del poder y la tristeza.

Como una especie de proemio a su muestra, Marxuach ha hecho


imprimir en el muro un listado de principios operativos. A pesar de
la época, desconfía de manifiestos, este madejo de frases resume
una sensibilidad común y extendida que nos invita a valorar "la
inutilidad", pues hoy en día "es difícil de conseguir".
Especialmente pertinente (y citable) me pareció su incitativa a
utilizar oportunistamente el espacio cultural global, sin
fetichizarlo: "Manipula el globalismo y lo que siga". Estética "de
geografías tropicales y subtropicales", que incita a "ser romántico",
evadir la concisión y perdonarse (y perdonar a los demás" por "la
falta de profesionalismo".

Entre esos epigramas, hubo uno que me pareció especialmente


emocionante: "Al final -escribe Marxuach-, lo más importante es
usar la luz disponible". Precisamente como Lerma sacó provecho
de un rayo fugaz colándose por el portón de una maltrecha capilla
mexicana.

Uno no acude a muestras como No pasa un día... con la pretensión


de repasar una antología, sino más bien buscando paladear
aciertos oblicuos y fallos heroicos. En parte porque la tarea de
obras como estas es refutar la idea de que el lugar de nacimiento
es un impedimento cultural.

Ese pudiera ser el sentido de La promesa de Jesús (Bubu) Negrón,


quien se trajo una ruinosa silla de ruedas de su madre para irla
jalando de bar en bar desde el Aeropuerto hasta la sala de
exhibición, para caer de bruces en X-Teresa derrotado por la
fidelidad a un acto absurdo.

Como el artista mismo afirma, la ordalia está llena de referencias a


Kawara, Richard Long, los Situacionistas y Francis AlÑs. Pero me
atrevería a añadir: todo ello bañado con un espíritu de bolero
autodestructivo, una derivé imaginada por José Alfredo Jiménez.

Valga la cita de Marxuach: "Todo intento de hacer arte


inevitablemente contiene rastros de lo patético". Extendámosla
para referir que el INBA condena a espacios como X-Teresa a usar
equipo de video tan estropeado que siempre hay un par de obras
"fuera de servicio".

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