1 Semana
El Principio y Fundamento según el P. Casanovas y en total fidelidad a San Ignacio, está puesto por el Santo
de Loyola a fin de poder alcanzar las disposiciones necesarias para hacer los Ejercicios Espirituales.
Dice San Ignacio, hablando de aquellas cosas que al ejercitante le impiden comenzar con generosidad a
buscar la voluntad de Dios, dice:
«Conviene probar de ayudarlo, y para este fin sirve mucho tenerlo otros tres o cuatro días entretenido en la
consideración del fundamento, y en el examen particular y general, y en conocimiento de cómo se peca de
pensamiento, obra y palabra, para que así vaya madurando»1.
1
Monumento Ignatiana, Ser. 2ª, pág. 791. Citado por CASANOVAS, op cit. t. I, cap. II.
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IVE – Ejercicios Espirituales 2
1 Semana
c) Principio es una norma, una regla (fulano de tal es un hombre de principios, tiene una regla de vida).
Nos dice el título del libro que los ejercicios son para ordenar la vida; y a renglón seguido, para que nos sirva
de norma segura con que distinguir lo ordenado de lo desordenado, nos da S. Ignacio el principio
fundamental, universal y eterno del orden puesto por Dios en el universo. Todo lo que caiga dentro de este
principio va a ser ordenado, y todo lo que quede fuera de él será desordenado.
Lo que se intenta hacer en ejercicios espirituales es una reforma de vida, y para ello es necesario tener
una regla, una medida o patrón. Esto es el principio y fundamento para el ejercitante.
FUNDAMENTO
Fundamento: base, cimiento. Cf. Mt 7: parábola de la casa edificada sobre arena y la casa edificada sobre
piedra... Según sea el fundamento tal será la solidez del edificio. Nos da así la clara idea de que si no llegamos
a comprenderlo no vamos a poder seguir construyendo el edificio espiritual de nuestra santificación, o sea de
la ordenación de nuestra vida según la voluntad de Dios.
“Las palabras Principio y Fundamento al sólo leerlas dejan en el alma la impresión de una cosa seria y
trascendental: en verdad es así, porque en ellas encontramos el principio de todas las verdades que han de
iluminar nuestra inteligencia y el fundamento de todas las leyes morales de nuestra vida. Pondré ahora la
piedra fundamental de los Ejercicios y la piedra fundamental de toda mi vida. Esta meditación me pondrá
frente a frente con Dios. Oiré sus primeras palabras; tocaré su obra; entraré en los ideales divinos”. Hurtado2
El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar
su ánima.
El Papá León XIII, alabando esto doctrina ignaciana, ya hablaba de meditación; decía: “por sí mismos, la
famosa meditación de la finalidad del hombre basta para enderezar por completo la sociedad”
Y con estos breves renglones S. Ignacio responde, partiendo de la verdad revelada, a dos preguntas que de
alguna manera han estado presentes en cada ser humano que ha pisado esta tierra: “de dónde venimos” y “a
dónde vamos”. Son preguntas que no podemos darnos el lujo de no saber la respuesta; y no solamente en la
teoría, sino vivir de acuerdo a esta respuesta.
Si encontramos algo nuevo en nuestra casa/colegio/trabajo; lo primero que nos preguntamos es “qué es”;
luego “quién lo trajo” (para saber qué intenciones puede haber tenido) y por último “para qué sirve”. Con
estas tres preguntas ya vamos a saber todo lo necesario para aprovecharnos de él.
Así también nosotros; sabemos que somos seres humanos, y tenemos que saber con la misma perfección
que venimos de Dios y a él tendemos.
PREÁMBULOS
2
SAN ALBERTO HURTADO, Un disparo... p. 161
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IVE – Ejercicios Espirituales 3
1 Semana
1º Ponerse en la presencia de Dios, “alzando el entendimiento arriba, considerando como Dios nuestro
Señor me mira”. *75+ en la soledad de mi pieza siéntame rodeado de Dios... "Dios que ve lo oculto" (Mt 6,18)
estará en íntima comunicación conmigo.
2º. Oración preparatoria: [46], pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y
operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad.
3º. Composición de lugar, puede ser de utilidad leer el capítulo 1 de Gn (1-28) Hay que meterse en la escena,
como un esclavito...
3
SAN ALBERTO HURTADO, Ejercicio para una comunidad Jesuita, febrero de 1944; Un disparo... p. 163ss]
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IVE – Ejercicios Espirituales 4
1 Semana
seamos, por eso nos crea; con toda verdad podemos decir que nos crea por amor. La palabra Padre, respecto de
Dios no es alegoría, es una realidad muy superior a la paternidad humana. ¿Lo hemos pensado? ¿Agotamos esta
idea? ¿Descansamos en el pecho de nuestro Padre, como un hijo a quien su padre consuela, apoya, ayuda, ama?
Bien, mi Bien, ese es Dios; y no sólo eso, sino que el único Bien: ‘Nadie es bueno, sino sólo Dios’, como dijo
Jesús al joven del Evangelio (Mc 10,18). Fuente de todo bien es Dios, Bondad fontal. Todo lo que en la tierra nos
parece agradable, deleitable... es algo que fluye, no tiene en sí mismo su origen, supone una fuente de la cual
depende totalmente, y a la cual nos orienta: Dios. Dios solo es bueno.
Término, fin de todo bien, Dios. Bondad final. Toda actividad, todo deseo, toda esperanza que nos atrae nos
envía, nos remite a un bien ulterior no poseído, real (ya que real es nuestro movimiento, y una causa irreal no
puede explicar un movimiento real; un sol imaginario no explica una marea real) que nos atrae, nos mueve. Este
bien último, supremo hacia el cual tienden todas nuestras aspiraciones es Dios, bondad final. ‘Nos creaste, Señor,
para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (S. Ag.)
Dios ha sido la primera palabra, y será la última. A quien pierde todo lo humano, Dios le queda todavía, pero
¿qué puede quedarle a quien pierde a Dios? ‘Perderlo es perecer... ¿Qué te puede satisfacer si no te satisface
Dios?’. ‘Tarde te amé, hermosura siempre antigua y siempre nueva’, decía con nostalgia San Agustín. Y San
Bruno, y detrás de él los Cartujos, se fueron a los montes impenetrables clamando sin cesar ‘Oh Bondad, oh
Bondad, oh Bondad...’, y esta contemplación tan simple llenaba sus almas de inmensa paz, serenidad, amor”.
[Hasta aquí el p. Hurtado]
1 Gn 26 Y dijo Dios: « Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los
peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes
que serpean por la tierra. 27 Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y
hembra los creó.
La dignidad del hombre será colocada, por unos o por otros, según aquello que piensen del hombre.
"Muchas son las opiniones que el hombre ha dado y da sobre sí mismo. Diversas e incluso contrarias.
Exaltándose a sí mismo como regla absoluta o hundiéndose hasta la desesperación, de donde se sigue la duda y
la ansiedad"4.
De las cumbres al abismo. Así, por ejemplo, si nos fijamos qué han dicho del hombre aquellos que
consideramos los grandes pensadores, veremos que...
-Para Schopenhauer es el animal capaz de prometer y engañar.
-Para Hobbes el hombre es el lobo del hombre.
-Para Leibniz es un pequeño Dios.
-Para Pascal es una caña pensante.
-Para Rousseau es un animal corrompido.
4
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes, 12.
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IVE – Ejercicios Espirituales 5
1 Semana
Sin embargo, nada de esto es el hombre. Es, como dijo San Agustín, "un gran misterio", pero un misterio que se
dilucida a la luz de Dios como el capullo de la flor, cerrado durante la noche, se abre al sentir sobre sus pétalos el
calor y la luz del sol.
Por eso, porque se dilucida a la luz de Dios “Hay más verdades sobre el hombre en 20 líneas del génesis que en
miles de libros de antropología” P. Spic5.
Todo hombre es "persona"; es decir, una sustancia particular, puesta, por su misma esencia, en la cumbre de la
creación. Es la única sustancia creada de naturaleza racional, capaz, por tanto, de conocer y amar; conocer la verdad
y amar el bien; todo el Bien y toda la Verdad.
Esta es la huella que Dios ha dejado en el hombre al crearlo. Decir huella es quedarse corto: el hombre es con
toda propiedad "imagen" de Dios. "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza", dice Dios (Gn 1,26). "La
Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado 'a imagen de Dios', con capacidad para conocer y amar a su Creador,
y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla glorificando a Dios.
¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él? ¿O el hijo del hombre para que te cuides de él? Apenas lo has hecho
inferior a los ángeles al coronarlo de gloria y esplendor. Tú lo pusiste sobre la obra de tus manos. Todo fue puesto por
Ti debajo de sus pies (Ps 8, 5-7)"6.
La grandeza del hombre consiste, precisamente, en ser imagen de Dios. Y por ser esa grandeza tal, la fe se
ocupa de él: “Nuestra fe es profundamente antropológica”7. Y también la Iglesia: «El Concilio Vaticano II sigue
siendo un testimonio privilegiado de esta actitud de la Iglesia que, “experta en humanidad”, se pone al servicio de
cada hombre y de todo el mundo»8.
Quien no se hizo alguna vez esta pregunta: ¿para que estoy aquí? San Ignacio contesta: “para alabar, hacer
reverencia y servir a Dios Nuestro Señor”.
5
uno de los más grandes exegetas de la época de los 90 (citado por p. Ezcurra)
6
GAUDIUM ET SPES, 12.
7
JUAN PABLO II, Cruzando el umbral de la Esperanza, PLAZA & JANES, Chile, 19942, p. 56.
8
JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, n° 3
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IVE – Ejercicios Espirituales 6
1 Semana
Dios en el acto de crear no tuvo ningún otro motivo que su infinita bondad, la cual quería comunicar a la
creatura. Nosotros no agregamos nada a Dios.
Pero dado que libremente se determinaba a crear, forzosamente tenía que señalar un destino a las criaturas;
y considerando quién es Dios y lo que son las cosas criadas, éste destino no podía ser otro que la glorificación de
la divinidad.
Es incluso filosófica y teológicamente imposible que Dios hiciese algo que no tuviese como fin Él mismo; de
lo contrario diríamos que a Dios le falta algo, ya que buscaría su perfección en otra cosa distinta de Él. Y esto se
ve más claro en la creación, ya que antes de crear no existía otra cosa sino Dios, por lo tanto era imposible que
tuviese otro fin la creación que no sea Dios mismo.
Por tanto, que mi fin sea Dios se sigue del hecho de que Él es mi creador, de que Él es mi Señor.
Y además el hombre está llamado de una manera particular a buscar y unirse a ese Dios que lo creó, y esto
justamente por lo que dijimos arriba: que es su imagen y semejanza. “Lo semejante busca lo semejante”.
Y contemporáneamente el mismo hombre en su propia humanidad recibe como don una especial « imagen y
semejanza » de Dios. Esto significa no sólo racionalidad y libertad como propiedades constitutivas de la
naturaleza humana, sino además, desde el principio, capacidad de una relación personal con Dios, como « yo » y
« tú » y, por consiguiente, capacidad de alianza que tendrá lugar con la comunicación salvífica de Dios al hombre.
En el marco de la « imagen y semejanza » de Dios, « el don del Espíritu » significa, finalmente, una llamada a la
amistad, en la que las trascendentales « profundidades de Dios » están abiertas, en cierto modo, a la
participación del hombre. El Concilio Vaticano II enseña: « Dios invisible (cf. Col 1, 15; 1 Tim 1, 17) movido de
amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos (cf. Bar 3, 38) para invitarlos y recibirlos en su compañía
». JP II, Dominum et Vivificantem, 34
El hombre tiene sed de Dios y esto es algo que nunca nadie podrá arrancar de la naturaleza humana.
« Bien sabe la Iglesia que sólo Dios, al que ella sirve, responde a las aspiraciones más profundas del corazón
humano, el cual nunca se sacia plenamente con solos los elementos terrenos » GS, 41
Marcelo Morsella, uno de los primeros seminaristas de nuestro Instituto, fallecido en olor de santidad, tenía
bien claro esto…
“La gente tiene sed de Dios y eso nunca dejará de ser así, porque así lo dispuso Dios, Él se ríe de los que
pretenden hacerlo desaparecer” MARCELO MORSELLA, Carta a Carlos, San Rafael, 17/9/84, Soy p.34
“El corazón del hombre está hecho para Dios. Si las cosas las orientamos a Dios, entonces sí nos darán
verdadera satisfacción y alegría acá, porque nos acercan a Dios cada vez más. El cielo y el infierno empiezan en la
Tierra, en el interior del hombre: o tiene a Dios dentro o no lo tiene” MARCELO MORSELLA, carta a un amigo, San
Rafael, 30 de noviembre del 84; Soy capitán triunfante de mis estrella p. 76.
“Siento la necesidad de escribir y de así desahogar esa sed de lo eterno” MARCELO MORSELLA, cuaderno de
anotaciones, 6 de agosto del 83; Soy capitán triunfante de mi estrella p. 31.
Muchísimos años antes de Cristo lo decía un filósofo griego, Sócrates “el haber sido llamado a la inmortalidad
es un gran privilegio, pero también es un gran peligro”. Y el Evangelio nos dice: “de que le sirve al hombre ganar
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IVE – Ejercicios Espirituales 7
1 Semana
el mundo entero si pierde su alma”. Absolutamente de nada. Sin lugar a dudas que el negocio más grande, el
único realmente de peso es el de salvar el alma.
Perdida nuestra alma, se pierde todo y para siempre. Por eso es importante meditar despacio y
profundamente esta realidad.
Dios se interesa por nosotros. Podemos decir que todo el universo se mueve para que yo me salve. Hasta el
último átomo se mueve para que yo me salve. No somos fruto de la casualidad sino de la causalidad.
Pero ese Dios que se interesa por nosotros no nos atropella. San Agustín decía: “el que te creó sin ti no te
salvará sin ti”.
¡Estamos llamados a la vida eterna! ¡Somos eternos... y por tanto tenemos que procurar con todos los
medios que tengamos a nuestro alcance la salvación de nuestras almas.
¿Y yo? Ante mí la eternidad. Yo, un disparo en la eternidad. Después de mí, la eternidad. Mi existir un suspiro
entre dos eternidades. P. Hurtado
Don Bosco: “Tengo una alma sola: si la pierdo, ¿de qué me servirá haber vivido?” (IV, 55)
Y tenemos que agregar algo más: la salvación de nuestra alma no es otra cosa que la felicidad perfecta, a la
cual cada ser humano tiende, todos queremos ser felices. Y el buscar la salvación de nuestra alma no sólo nos
lleva a la felicidad eterna en el cielo, sino que también nos hace felices aquí en la tierra, al menos en cuanto se
puede.
El concilio del Vaticano I nos enseña que Dios creó el mundo “para manifestar su perfección” (fin primario)
“por los bienes que distribuye entre las criaturas” (fin secundario).
Estos dos fines de la creación se hallan inseparablemente unidos entre sí; pues glorificar a Dios conociéndole
y amándole constituye la suprema felicidad de las criaturas racionales, imperfecta aquí en la tierra y perfecta en
el cielo.
“La gloria de Dios es que el hombre viva”. S. Ireneo
Por tanto podríamos formular esta primera parte del principio y fundamento de esta manera: “El hombre ha
sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y de esta manera ser feliz en la tierra (en
cuanto se pueda) y perfectamente feliz en el cielo”.
Podemos elegir no servir a Dios y no ser felices y condenarnos, o podemos elegir servir a Dios con nuestras
vidas, ser lo más felices que podamos en esta tierra y luego infinitamente felices en el cielo. Es negocio lo
segundo ¿no? Más vale pobre y sano que rico y enfermo.
Pero aunque parece tan fácil, sin embargo nuestra naturaleza caída necesita meditar estas cosas para
entenderlas bien y llevarlas a la práctica. Para eso estamos acá hoy.
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IVE – Ejercicios Espirituales 8
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“Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Cristo... manifiesta
plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación” (GS 22).
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