EL PERRO BLANCO
Cuéntanos una anciana, que vive en las afueras de Lurinchincha, que cerca de
la cabaña que habita, hay una acequia que cruza el camino y que llega hasta la
ranchería. A la orilla de la acequia crece una enredadera llamada “uña de gato”
y que, del interior de una enredadera, sale un perro blanco, de pelaje ondulado
y lleva, en el pescuezo, un hermoso collar de oro.
Este perro sale únicamente en las noches oscuras y permanece largas horas
sentado en el centro del camino. Todas las personas que pasan por ese lugar
tienen ganas de llevarse a tan bonito animal.
Cuando están cerca del perrito y se disponen a agarrarlo, el animal se pone en
dos patas y comienza a caminar en forma muy graciosa. Los siguen, pero por
más quieren alcanzarlo no pueden y termina perdiéndose del camino. Lo que
más les impresiona es la desaparición del perro de un momento a otro, y
muchos han perdido el habla o caído desmayados del susto que se han llevado
al verlo desaparecer en forma tan súbita.
LA CULEBRA DE ORO
Había un matrimonio campesino que era muy aficionado a comer camarones,
esos riquísimos camarones que tanto abunda en el rió San Juan que forma el
Valle de Chincha. La mujer, especialmente tenia “antojos” por saborear esta
clase de animal de rió y el esposo, que era muy complaciente en satisfacer los
deseos de su señora, no tuvo más remedio que preparar sus “ichiguas” o
“izangas”, (especie de canastas alargadas que se colocan en el rio para atrapar
camarones).Después de haber esperado más de tres horas, comprobó que en
las “ichiguas” habían caído algunos camarones, los suficientes para preparar un
buen cebiche de colitas y un sabroso chupe. Regresa a su casa y en el camino
se le atraviesa una víbora. Coge una piedra y con gran puntería, aplasta la
cabeza de ese repugnante animal. Contempla su hazaña y con el fin de
mostrarle a su esposa la culebra, la recoge y envuelve en una hoja de papel
periódico. Llega a su casa y entrega a su mujer dos paquetes, uno conteniendo
los camarones y el otro la víbora, pero sin acordarse de contarle lo ocurrido. La
señora toma los paquetes y con los camarones se dedica a preparar los potajes
de su predilección guardando el otro envuelto en la alacena de la cocina.A la
hora de la comida, después de haber hecho los honores a tan suculentos platos
y haberlos remojado con una botella de vino tinto, el esposo pregunto a su
mujer por el paquete que contenía la culebra, y ella le responde que estaba
guardado porque tan sólo tenía una varilla de metal en forma de culebra. El
marido, sorprendido, se dirige a la alacena para cerciorarse de las palabras de
su señora y, en efecto, encuentra una varilla de metal, color amarillo. La
culebra se había convertido en oro. Demás está decir la alegría que
experimentaron, porque en esta forma solucionaron, sus problemas
económicos, ya que con la venta del oro compraron una chacrita; que era la
mayor ambición de su vida.
LA CALAVERA DE LA LAVANDERA
Una pobre mujer, de oficio lavandera, tenia en su casa una calavera, a la que
había hecho la promesa de velarla todos los lunes, porque en ese día de la
semana ella se ausentaba de casa para entregar la ropa limpia y recoger a su
vez la ropa sucia para lavarla.
Su devoción por la calavera tenia por objeto que sirviera de celoso guardián en
los momentos que ella se encontraba en la calle y no permitir que le robaran los
objetos que poseía.
Era un día lunes, y la mujer estaba planchando la ropa que acababa de recoger
del cordel.
Estaba tan afanada en su tarea que se había olvidado de prender la vela a su
calavera. Y era día lunes. Al darse cuenta de su olvido, sale presurosa de su
casa para comprarle en el chino de la esquina.
Un hombre la vio salir y como sabía que la lavandera tenía ropa muy fina,
pretendió robársela penetrando con todo sigilo en la casa. Cuando estaba
haciendo un gran paquete con la ropa limpia, oye una voz que le dice: “Deja lo
que no es tuyo”. Pero él no hizo caso porque creyó que era su imaginación la
que estaba hablando en esa forma. Continuó arreglando el producto de su robo
y cuando se disponía a salir por la puerta de la calle, siente que la calavera
comienza a moverse y que le repite en tono más alto: “Deja lo que no es tuyo”.
El hombre soltó el paquete y salió corriendo a toda velocidad, presa de un
enorme miedo, hasta caer desmayado a pocos metros de su casa.
Cuando regresó la lavandera encontró el paquete en el suelo y al ladrón en
estado inconscientes. Llamo a la policía y él contó lo que había sucedido. En
esta forma la calavera cumplió con sus funciones de guardián, salvando a la
pobre lavandera, la que no dejó de velarla los días que tenia costumbre.
EL PUERCO DE PLATA
Cierto día, un chacarero, camino a su hogar después de haber vencido las
fatigosas tareas del campo, encuentra en su ruta un par de puercos, uno era
blanco y el otro colorado.
Se decide apoderarse de uno de ellos en vista que parecía no tenia dueño. Se
aproxima a ellos y, de un salto, agarra al chanchito blanco metiéndolo en su
costal.
Al colocar el costal sobre su espalda siente un gran peso, porque el chanchito
bien gordo y se dirigió a su casa pensando en los buenos kilos de manteca y en
los sabrosos chicharrones que comería al día siguiente.
Todo sudoroso y cansado llego a su choza, y después de haber descargado,
decide darle un vistoso al chanchito. Abre su costal y se da cuenta que el
animal se había convertido en plata. ¡Un verdadero chancho de plata! Jubiloso
llama a su mujer y, después de contarle sucedió “¡Que tal si chapo al puerco
colorado seguramente se habría convertido en oro!”.