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CENTRO DE ESTUDIOS POLITICOS DE LA CAMPORA
No hay espacios para la duda, las opciones son claras y contundentes: continuamos
avanzando en el camino iniciado por Néstor Kirchner, profundizando las
transformaciones realizadas durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y
consolidando un nuevo relato nacional y popular, o decidimos dar marcha atrás, bajo
distintos ropajes, a recorrer senderos probadamente antipopulares.
Estamos convencidos que no sólo hay que militar para asegurar el triunfo eleccionario
que garantice la continuidad de la gestión gubernamental y de las transformaciones
estructurales que se están realizando, sino que también es fundamental organizar,
potenciar y conducir las capacidades técnico-profesionales de los cuadros de la
organización de cara al trasvasamiento generacional necesario para consolidar
definitivamente el proyecto nacional y popular iniciado en el 2003.
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abrió las puertas para discutir el rol de los equipos políticos-técnicos en la construcción
de la realidad efectiva.
Por esto, el mejor aporte que podemos hacer a su consolidación es poner nuestro
conocimiento y nuestra experiencia al servicio de las necesidades del proyecto
colectivo, convencidos que se puede hacer una gestión de calidad, eficiente y eficaz
sin por ello tener que bajar banderas. Consideramos que la clave está en la
integralidad y solidez del proyecto que nos engloba y en la definición de que es
necesaria una gestión de carácter militante.
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Participar del proceso de formación política de la militancia del espacio.
Proveer de insumos argumentales y documentales a la militancia territorial sobre
temas que requieran difusión.
Realizar publicaciones periódicas en distintos formatos y para distintos públicos.
La tradición nacional y popular representa nuestro acervo de cultura política con mayor
densidad. En ella es posible encontrar los principios y fundamentos que encarnan
nuestras banderas a lo largo de la historia de la Nación.
Por esta razón, aparece la convicción militante, hoy más que nunca, de reafirmar
nuestro proyecto en estas cuatro banderas cargadas de mística y de sueños, que
llevan el peso incalculable del valor de tantos hombres y mujeres de nuestra tierra que
imaginaron, traspiraron, e incluso dieron su vida por este proyecto de patria libre, justa
y soberana, en el marco de una Latinoamérica unida.
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Conmemoramos 200 años de la Revolución de Mayo, donde iniciamos nuestro camino
hacia la soberanía. A diferencia del Centenario, la historia nos encuentra en la senda
soñada por los patriotas de aquella gesta.
Una de las claves más tangibles del modelo iniciado en el 2003 es la recuperación de
la política nacional y popular. Es decir, el ejercicio de tomar decisiones en favor de un
proyecto que privilegie los intereses del conjunto de la población y en especial
represente un beneficio concreto hacia los sectores populares.
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que han impuesto los organismos multilaterales, principalmente las del Fondo
Monetario Internacional (FMI), que condujeron a nuestros países a crisis recurrentes
con impactos sociales devastadores; requiere un decidido apoyo a la diversificación y
complejización del aparato productivo promoviendo industrias dinámicas e
innovadoras, donde el capital nacional no rentista y las PyMEs juegan un rol
fundamental; requiere generar e implementar mecanismos para controlar y
redireccionar las estrategias de los grandes grupos concentrados, nacionales o
extranjeros, para que en lugar de buscar rentas socialmente improductivas
aprovechando su posición dominante, dediquen sus esfuerzos a mejorar su
competitividad asumiendo inversiones de riesgo en el país y generando empleo de
calidad; requiere hacer grandes esfuerzos para desarrollar el sistema educativo y de
ciencia y tecnología, para recuperar el control de las principales fuentes del trabajo de
calidad y de la competitividad genuinas; requiere extraer y aprovechar las rentas
extraordinarias originadas en recursos naturales al servicio del desarrollo del conjunto
de las fuerzas productivas y sociales; requiere la consolidación de una infraestructura
que sustente los procesos de expansión y conecte la economía a lo largo y ancho del
territorio nacional; requiere la recuperación del mercado interno para apuntalar la
generación de valor agregado local.
Estos principios básicos, abandonados durante la década del noventa en nuestro país,
han sido recuperados con más fuerza que nunca en el proceso iniciado en el año
2003. Desde entonces, Argentina ha transitado un cambio trascendental en su modelo
económico, abandonando las recetas basadas en la acumulación vía especulación
financiera con graves consecuencias en cuanto a destrucción del aparato productivo,
de puestos de trabajo y distribución del ingreso, dando paso a un modelo basado en el
desarrollo productivo con eje en la expansión de la industria y el trabajo nacional,
sustentado en la generación de competitividad genuina, apoyado en el fortalecimiento
del mercado interno y en un adecuado manejo macroeconómico.
Estos logros no fueron obra del azar, ni del “viento de cola”, sino que se sustentaron
en la férrea decisión política de quienes condujeron este proceso, Néstor Kirchner y
Cristina Fernández de Kirchner. Luego de décadas, nuevamente, se puso la política
económica al servicio de la sociedad, retomando y buscando consolidar la histórica
bandera de la independencia económica. Esto se plasmó en medidas
complementarias y consistentes en el campo macroeconómico y productivo,
incluyendo la regulación de mercados concentrados y la política exterior, así como en
lo referido a desarrollo científico, tecnológico y de infraestructura, que se
retroalimentaron generando un entorno que volcó los esfuerzos sociales hacia las
actividades más deseables para el desarrollo del país, por su impacto en el empleo, el
crecimiento, la dinámica tecnológica, la agregación de valor local y la distribución del
ingreso.
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La independencia económica como concepto y como eje rector de la acción concreta
está más vigente que nunca si procuramos pensar y trabajar por una nación libre, justa
y soberana.
Se hace también necesario proteger a los sectores más indefensos, como son los
niños y los jubilados, quienes se encuentran excluidos de la obtención de ciertos
beneficios vinculados a la dinámica del trabajo. La respuesta a estos sectores debe
darse a través de la aplicación de políticas públicas, desde una construcción colectiva
de promoción, igualación y protección integral de derechos, que permita mejorar la
calidad de vida de los hogares más desprotegidos.
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articulando recursos y capacidades disponibles en el territorio para hacer efectivas las
oportunidades de inclusión real. El fortalecimiento de las capacidades personales y
sociales, el acceso a los bienes públicos básicos y la reconstrucción de las redes
sociales deben conformar los objetivos estratégicos de todas las políticas sociales. La
tarea no es sencilla pero, como dice nuestra presidenta Cristina Fernández de
Kirchner, “Mientras haya un pobre, un argentino que no haya conseguido un trabajo
decente y registrado, queda camino por andar”
Por otro lado, resulta fundamental para que se haga efectiva la justicia social que se
continué en la búsqueda de la memoria, la verdad, la justicia y el castigo a los
responsables civiles y militares de la sangrienta dictadura que tuvo lugar en entre 1976
y 1983, que generó condiciones de posibilidad para la implementación de las políticas
que se cristalizaron en la crisis social hacia fines del 2001.
La justicia social también debe ser una lente a través de la cual pensar las políticas de
seguridad. El aumento del delito es un fenómeno multicausal, resultante en gran
medida de la persistencia de importantes desigualdades sociales y altos niveles de
exclusión. En consecuencia, no hay solución posible al problema de la seguridad si no
se mejoran, como primera medida, las condiciones socioeconómicas de la población.
La represión, el endurecimiento de penas o al aumento del despliegue policial
territorial son políticas que se han comprobado ineficaces para prevenir y disminuir los
índices del delito y sólo pretenden dar una respuesta rápida y simple sin atender la
problemática de fondo.
En el mismo sentido, las políticas de la actual gestión ponen de relieve que uno de los
pilares fundamentales en los que debe basarse una amplia concepción de la justicia
social es la no criminalización de la protesta. Reivindicando, así, la movilización
popular como una forma legítima de participación dentro de un sistema
verdaderamente democrático.
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El nuevo proyecto nacional encabezado por Néstor Kirchner y Cristina Fernández de
Kirchner significó una ruptura respecto del paradigma neoliberal que caracterizó la
política exterior durante los anteriores gobiernos y llevaron a nuestro país a la
subordinación y dependencia con las grandes potencias hegemónicas. La llegada al
gobierno de Néstor Kirchner, dio inicio a una etapa en donde se reestablecieron y
ampliaron los márgenes de la autonomía nacional como un eje fundamental de la
política exterior, al mismo tiempo que el desarrollo nacional y la reducción de las
desigualdades sociales se configuraron como elementos a defender en el escenario
internacional.
En este sentido, el entierro del ALCA, promovido por los Estados Unidos para afianzar
su injerencia en la región y promover sus intereses nacionales, significó un duro golpe
a sus planes de intervención en los asuntos latinoamericanos y la recuperación de la
soberanía regional, hoy ampliamente fortalecida. Sin embargo, ello no implicó
desconocer la importancia del mantenimiento de relaciones con las potencias
desarrolladas, a través de relaciones responsables, revalorizando al mismo tiempo las
relaciones Sur-Sur, diversificando e intensificando vínculos políticos y comerciales,
otrora monopolizados por las potencias centrales, con los países en desarrollo y las
potencias emergentes.
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organismos durante la década pasada, nuestro país decidió la cancelación anticipada
de deuda con el FMI y, poniendo fin a la tutela de este organismo, recuperó su
independencia en el manejo de la política económica nacional.
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