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EL RUISEÑOR

(Ahh cuántos ruiseñores están en la búsqueda del apego…)

En primer lugar se presentó el enamorado ruiseñor; estaba fuera de sí por el exceso de su pasión.
Expresaba un sentido en cada uno de los mil tonos de su canto y en los diversos sentidos se encontraba
contenido un mundo de secretos. Celebró, pues, los secretos del misterio, hasta el punto en que cerró la
boca a los otros pájaros. "Los secretos del amor me son conocidos -dijo-; toda la noche repito mis
cantos de amor. ¿No hay algún ser desgraciado como David a quien pueda cantar melancólicos salmos
de amor? Es en imitación de mi canto que gime la flauta y que el laúd parece hacer oír quejidos. Yo
hago sobresaltar lo mismo a los parterres de rosas que al corazón de los amantes. Sin cesar enseño
nuevos misterios; a cada instante repito nuevos cantos de tristeza. Cuando el amor me hace violencia,
hago oír un ruido parecido al de las olas del mar. Cualquiera que me escucha pierde la razón; está en la
embriaguez, no importa qué dominio guarde ordinariamente sobre él mismo. Si se me priva durante
mucho tiempo de la vista de mi querida rosa, me desolo y paro mis cantos, que revelan los secretos.
Cuando ella extiende por el mundo, al principio de la primavera, su suave olor, yo le abro alegremente
mi corazón y, por su horóscopo feliz, mis penas cesan; pero el ruiseñor se calla cuando su bienamada
no se muestra. Mis secretos no son conocidos por todo el mundo; pero la rosa sabe con certidumbre
cuáles son. Sumido por completo en el amor de la rosa, yo no pienso en absoluto en mi propia
existencia; sólo pienso en el amor de la rosa; sólo deseo para mí a la rosa bermeja. Esperar al
Simorg está por encima de mis fuerzas, el amor de la rosa es suficiente para el ruiseñor. Es para mí
para quien ella florece con sus cien hojas; ¿cómo, pues, sería yo desgraciado? La rosa que hoy se abre
llena de deseos por mí me sonríe alegremente. Aunque sólo se muestre a mí bajo el velo. Yo veo
incluso evidentemente que me sonríe. ¿Podría el ruiseñor quedarse una sola noche privado del amor de
un objeto tan encantador?"

Respondió la abubilla al ruiseñor: " ¡Oh tú que te has quedado detrás, ocupado con la forma
exterior de las cosas! deja de complacerte en un seductor apego. El amor de la carita de la rosa ha
clavado en tu corazón muchas espinas; ha manipulado en ti y te ha dominado. Aunque la rosa sea
hermosa, su belleza desaparece en unos ocho días. Ahora bien, el amor de algo tan evidentemente
caduco sólo debe provocar el hastío en las gentes perfectas. Si la sonrisa de la rosa excita tus deseos,
es para atraerte día y noche a los gemidos de la queja. Deja, pues a la rosa y sonrójate; pues ella se ríe
de ti en cada nueva primavera y no te sonríe"

LA PRINCESA Y EL DERVICHE
Un rey tenía una hija, bella como la luna y a la que todos tenían simpatía y afecto. La pasión estaba
continuamente alerta a causa de sus ojos medio cerrados por el sueño y por un dulce entusiasmo. Su
rostro tenía la blancura del alcanfor y sus cabellos la negrura del almizcle. Los rubíes del agua más
hermosa se secaban de celos ante el brillo de sus labios. Si manifestaba aunque fuera un poco de su
belleza, la razón se entristecía al no poder apreciarla dignamente. Si el azúcar hubiera llegado a conocer
el sabor de sus labios se habría coagulado o fundido de vergüenza. Por efecto del destino, un derviche,
cuya vista recayó sobre esta brillante luna, se prendó de ella violentamente. El pobre hombre tenía en
la mano un pequeño pan redondo, mientras que se había quedado en casa del panadero el pan que
habría podido alimentarlo. Pero cuando su mirada cayó sobre la mejilla de esta luna, él panecillo cayó
de su mano al camino. La joven pasó ante él como una llama de fuego y se alejó riendo. Cuando el
derviche vio esta sonrisa, cayó sobre el polvo sumido en la sangre. Tenía aún la mitad de su pan y la
mitad de su alma; fue privado de ambos al mismo tiempo. No tuvo reposo ni de día ni de noche; pero
guardó silencio y se contentó con llorar y arder. Cuando se acordaba de la sonrisa de esta princesa,
derramaba lágrimas como la nube que reparte una lluvia abundante. Este amor frenético duró siete
años, durante los cuales él durmió con los perros en la calle de su amada.
Las gentes de la princesa acabaron por darse cuenta de la cosa y, como eran de un natural malvado,
forjaron en común acuerdo el proyecto de cortarle la cabeza al derviche como se corta una vela. Sin
embargo la princesa llamó al fakir en secreto y le dijo: "¿Hay algún acercamiento posible entre una
persona como yo y una persona como tú? Pero sabe que mis gentes tienen algo contra tu vida; así que
vete y huye; deja de permanecer ante mi puerta, levántate y desaparece".
El desgraciado derviche respondió: "El día que me enamoré de ti, lavé mis manos de la vida. Que
millares de almas privadas de reposo como yo puedan sacrificarse por tu belleza a cada instante. Puesto
que me quieren matar injustamente, di una palabra en respuesta a la única pregunta que tengo para
hacerte. Puesto que tú eras la causa por la que me querían cortar la cabeza, dime ¿por qué te reías
de mí?" -" ¡Oh ignorante! -le respondió ella-, cuando he visto que ibas a deshonrarte, he reído de
piedad por ti. Me he permitido reír de piedad, pero no por burla." Ella habló y se retiró como el humo,
lejos del desolado derviche.

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