MÁL AGA
4 Ago st o de 2 010
NOVIAZGO
Y PREPARACIÓN AL MATRIMONIO
Autor: Ramón Acosta Peso
PRO F ESO R
2 R. ACOSTA, La luz que guía toda la vida. La vocación al amor, hilo conductor de la pastoral familiar, Edice, Madrid 2007
3 J. BARRACA, Vocación y persona. Ensayo de una filosofía de la vocación. Unión Editorial, Madrid 2003
4 J.J. PÉREZ-SOBA, “Presencia, encuentro y comunión”. En: L. MELINA, J. NORIEGA, J.J. PÉREZ-SOBA, La plenitud del obrar cristiano, Palabra. Madrid
2001, 359; IDEM, Amor es nombre de persona. PUL MURSIA. Roma 2001, 88-90
Los novios deben conocer que existe un plan de Dios, anterior a todo proyecto humano, para
cada uno de ellos, pues a cada uno les eligió y les quiso desde un principio 5. Todos expresamos
y vivimos en el tiempo y en el espacio un pensamiento y un amor singularísimo de Dios, sin que
otros pronunciada lo puedan suplantar. Se ha dicho justamente que cada persona es una palabra
de Dios de una sola vez6. Más que un plan, quiere tener una historia de amor concreta con cada
uno de estos novios.
Los novios saben que en su origen hay un acto de amor, que es un acto de Dios y un acto
creador. Por ese acto son llamados a la existencia, reciben el don de la vida. Los padres son
colaboradores de aquel amor infinito, con su alianza de vida y amor, un amor ciertamente
limitado.
Esta vocación al amor, que remite a un amor primero como a su fuente, se les hace consciente
por medio de una revelación, esto es, de una manifestación de aquél que les ha amado antes.
Esto nos conduce a una primera afirmación fundamental: el amor entre el hombre y la mujer se
manifiesta siempre como una respuesta a un amor primero.
Ayudemos a los novios a que descubran e interpreten en su propia vida este amor primero, al que
puedan responder, así ‘edificarán sobre roca’.
Los novios no están llamados a un amor cualquiera, sino a un amor verdadero. La verdad
del amor no está puesta al arbitrio humano, cualquier amor vivido no tiene por qué ser verdadero.
Resulta crucial presentar a los novios de hoy la conexión que existe entre estos dos términos,
siendo fundamental educarles para vivir en la verdad y en el amor (cf. 2 Jn 4ss). Nos recuerda
certeramente Pinckaers que sin la verdad, no hay felicidad ni amor que dure; mientras que
educarles en la verdad sin amor los resecaría8.
Por tanto, están llamados a un amor que respeta la persona en su verdad y así puede
‗construir‘; un amor que es capaz de crear el bien de las personas y de las comunidades y,
5 Esta elección es ante todo una concreción personal -«te he llamado por tu nombre, tú eres mío» (Is 43,1)-. Se me elige por quién soy, esto
significa ante todo que soy objeto de un amor de elección, un amor que se refiere a mi persona y no a mis cualidades. Este es el último
fundamento de la irreductibilidad de la persona. Es una elección eterna («elegida por Dios antes de la creación del mundo» Ef 1,4), libre (cf.
Jn 15,16; Mc 3,13) y gratuita (cf. Rom 9,11; 1 Cor 1,26-29); esto es, es desde siempre y para siempre.
6 Cf. D. TETTAMANZI, El hombre imagen de Dios, Secretariado trinitario, Salamanca 1978, 53
7 FC, n. 11
8 Cf. S. PINCKAERS, Las fuentes de la moral cristiana: su método, su contenido, su historia, EUNSA, Barañáin2 2000, 62
además, es capaz de darlo a los demás 9. De este modo, amor y verdad serán los que juntos
expresen la verdad completa de la persona, esto es, cómo está llamado a la plenitud. Esta
vocación al amor tiene como fin el don sincero de sí por el que el hombre encuentra su propia
identidad10. Se trata de la libre entrega a otra persona para formar con ella una auténtica
comunión de personas11.
Esto resulta fundamental para entender la pastoral familiar. En el seno de cada familia, cada
uno buscará de modo específico su propia plenitud de vida, esa «vida en abundancia» que se les
ofrece, y a la que se nos exhorta como padres y educadores en su acompañamiento.
Acompañarles en esta etapa es enseñarles a fortalecer su amor, a formar su amor, pues así podrán
«creer en el amor». Si, por el contrario, los novios no toman la decisión de vivir en la verdad de su
amor harán imposible esta comunión, viviendo una relación de dominio.
Acompañarles en esta etapa es mostrarles con nuestro propio amor lo que es una entrega, un vivir
para el otro, la aceptación de lo que somos, donde no cabe el egoísmo, la reserva ni el dominio.
En este plan de Dios que queremos transmitir a los novios, comprobamos que no estamos
hechos para la soledad, sino que somos portadores de una vocación a una comunión, la cual se
nos hará viva y comprensible en la propia experiencia del amor12.
La «antropología adecuada» de la que partimos tiene como afirmación primera el que la
persona sólo se puede conocer, de modo adecuado a su dignidad, cuando es amada (DPF, 28).
Nadie puede vivir sin amor. Los novios sólo llegarán a comprender lo que son y a descubrir un
sentido para su vida cuando se les revele el amor, cuando se encuentren con él, cuando lo
experimenten y lo hagan propio, cuando participen en él vivamente13.
De este modo, hombre y mujer no están hechos para sí mismos, sino que viven en la
búsqueda de algo más. Ser humano es amar a este ‗algo más‘ en el que empeñamos nuestra vida.
Queremos algo más que la vida, queremos amar y ser amados en la vida. El amor es esa
‗perfección añadida‘ que realza la mera existencia. No hemos recibido el don de la vida para
sobrevivir, sino para amar y ser amados, para crecer en ese amor, para ser transformados por ese
amor, para ser liberados y encontrar la felicidad 14.
Esta comunión a la que los novios son portadores se les da en promesa, por lo que han de
creer en ella, esperar poder alcanzarla y poner el amor necesario para el camino:
- Creer en su amor (fe). Será en esta experiencia del amor donde intuyan y se dejen
seducir por la belleza de dicha comunión. Por eso, si hay algo definitivo en este
momento, en el que confluyen dos vocaciones, es que ambos tengan una misma fe y una
esperanza.
- Esperar en su amor (esperanza). Han de comprender cómo se relacionan sus acciones
con la promesa intuida, con su destino. Será por medio de la esperanza, ese ‗hilo
invisible‘ que engancha el futuro prometido con el presente.
9 Cf. GrS, n. 14
10 GS, n. 24: «El hombre que es la única criatura en la tierra que Dios ha querido por sí misma, no puede encontrarse plenamente a sí mismo,
sino en el sincero don de sí».
11 GrS, n. 7; J. GIL LLORCA, La communio personarum en la "Gratissimam sane" de Juan Pablo II. Elementos para una antropología de la familia,
- Aprender a amar (amor). Sólo se puede enseñar a amar amando. No deben correr el riesgo
de tener una teoría del amor y no poseer suficientemente su arte. Lo primero en lo que han
de formarse es poseer la sensibilidad adecuada para descubrir y guardar los distintos ‗gestos
de amor‘ que llegan hasta ellos.
Acompañarles en esta etapa es ayudarles a que entiendan la experiencia del amor vivida como algo
que está llamado a ser mucho más de lo que es y de lo que sienten en ese momento.
Mostrémosles de forma gradual y personal por dónde va el camino que les puede llevar a buscar la
verdad de su amor, que les conduzca a su plenitud como personas y que puedan responder a su
propia vocación.
¿De qué modo pueden responder a esta llamada? Saliendo al encuentro del otro para donarse
a él. «El amor es „éxtasis‟, pero no en el sentido de arrebato momentáneo, sino como un camino
permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí»,
nos recuerda Benedicto XVI15. Sin ser amado y amar, la vida se malogra. Entregar la propia vida
es el riesgo de amar: fiarse de otro, ponerse en sus manos, expuesto a no ser correspondido. El
que ama, el que se confía a otro, se hace vulnerable. El que elude la aventura del don de sí, de
darse, pierde su vida; el que la entrega siempre gana, aunque pierda la vida al entregarla.
Continúa el Benedicto XVI: «Ahora el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya
no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el
bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más bien lo busca».
a. Llamados a la comunión
Esta promesa intuida que les puede permitir alcanzar una plenitud de vida se halla en la
comunión de personas. «La imagen de Dios está inscrita en el hombre también en cuanto ha
sido creado como ―varón y mujer‖ (cf. Gen 1,27). Con ello aparece cuál es el sentido que Dios
quiso dar a la existencia humana: la plenitud del hombre se encuentra en una comunión de
personas, cuyo primer vínculo viene significado por la complementariedad sexual. Así, en la
realidad de imagen de Dios está incluida también la corporeidad del hombre, como llamada
originaria a la comunión»16.
Hombre y mujer existen para crear entre ellos una comunión de personas, llegando a ser una
sola carne. La peculiaridad mayor de este encuentro es que la diferencia no es vista como
oposición, sino como una ocasión de comunión. La misma diferenciación sexual posibilita una
comunión enteramente personal que proyecta a la persona a su construcción. La atracción sexual
les desvela paulatinamente su misterio, ya que ella es una llamada a la comunión, cuya
especificidad propia es que aquellos que la sienten deben construirla, hacerla real, actual, porque
se les da solamente en promesa 17.
Esta experiencia fundante reclama promover una auténtica «pedagogía de la comunión»,
como preparación para vivir la condición de una ‗auténtica conyugalidad‘.
15 DCE, n. 6
16 FSV, n. 49
17 Cf. J. NORIEGA, “Preparación próxima al matrimonio”, en C.E.E., Preparación al matrimonio cristiano, Edice, Madrid 2001, 249
La pastoral familiar toma la iniciativa de la misma vida de las familias, acompaña a cada
persona en el descubrimiento de su propia vocación. Por ello podemos dividirla según los
tiempos propios de la familia en la medida en que se corresponden con los del desarrollo
personal, tal como aparece en la Familiaris consortio: Preparación al matrimonio (n.66),
Celebración (nn.67-68) y Postmatrimonial (n.69). No hemos de perder de vista la relación
interna de los tres tiempos. Se habla de «tiempos», y no sólo de ‗momentos de intervención‘
18 FSV, n. 62
19 DCE, n. 17b
20 Cf. 1 Cor 7, 7.17; CCE, 1603: «La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer según salieron de la
mano del Creador»; GrS, n. 18 « (Los Apóstoles) comprendieron que el matrimonio y la familia constituyen una verdadera vocación que
proviene de Dios mismo, un apostolado: el apostolado de los laicos. Éstos ayudan a la transformación de la tierra y a la renovación del
mundo, de la creación y de toda la humanidad». El matrimonio es una vocación divina, una co-vocación de dos personas.
21 CCE, n. 1632; Cf. GS, n. 49; FC, n. 71
22 R. ACOSTA, La luz que guía toda la vida, o.c., 165-178
como una estrategia de actuación ajena a la vida familiar y proyectada desde fuera, sino sus
propios tiempos de crecimiento que deben ser fortalecidos y ayudados 23.
Si el hilo conductor de toda pastoral familiar es la vocación al amor, sus tiempos han de
tener un paralelo existencial con los tres momentos fundamentales de la vocación personal como
son: el hecho de ser hijo, el de ser esposo y el de ser padre o formar una familia.
«Reconocerse como hijo, para convertirse en esposo y así llegar a ser padre y madre»
23 Recurriendo a un juego de palabras, tendríamos que diferenciar la nueva pastoral familiar de la ya tradicional de la “BBC”: Bodas, Bautizos
y Comuniones.
24 FSV, n. 76: «La relación de paternidad y filiación es la primera relación indestructible que el hombre experimenta y que ha de saber integrar
en su vida».
25 K. WOJTYLA, Pietra di luce, Librería Editrice Vaticana, Cittá del vaticano 1979, 100 : «Cuánto tiempo ha pasado antes de que consiguiese
entender que Tú no quieres que sea padre, si al mismo tiempo no soy hijo». El desprestigio actual de estas realidades proviene de
considerarlas meras funciones que ocurren sin más y no una tarea de la libertad en la que uno se entrega y conforma verdaderas relaciones
personales de comunión, más fuertes que la simple vinculación de naturaleza.
Éste es un punto de difícil comprensión en la cultura actual. No se trata ahora de una regla
impuesta extrínsecamente, sino de la dinámica inscrita en el amor. La paternidad y la maternidad
no se configuran ni como un proyecto puramente humano que haya de ser deliberado con cautela
en orden a construirlo desde las propias fuerzas, ni como un pretencioso derecho absoluto como
si el hijo fuese el objeto de una reivindicación. Ya no se ve como algo meramente electivo del
hecho de ―ser esposo‖, sino que son dimensiones de una misma vocación.
Acompañarles en esta etapa es constatar que la vocación al amor marca su propia biografía. Por
tanto, en el ser hijos para poder ser esposos y llegar a ser padres se esconde el itinerario
fundamental de comunión de amor en la historia de cada uno de ellos.
Evidentemente esta etapa va mucho más allá de la atención a los novios en los momentos
inmediatos a la celebración del matrimonio, se halla integrada en todo un proceso. Este salto
cualitativo es el paso «de la aceptación agradecida de una vida recibida en el seno de una
familia, como expresión del amor de unos padres, a la capacitación progresiva al don de sí, que
será la máxima expresión de la libertad» (DPF, 73). Buscaremos, pues, que los novios maduren
y se capaciten para una entrega y una misión muy específica: formar una íntima alianza de vida
y amor de la que brotará una familia.
Esto conlleva un proceso amplio y exigente de educación a la vida conyugal, la cual ha de ser
considerada en el conjunto de sus valores. Esta preparación se prolonga más allá de la
celebración del matrimonio, continua en toda la vida familiar, por lo que hay que considerarla
como estado permanente26. Nuestro papel en el acompañamiento de los novios no termina el día
que «abandonan a su padre y a su madre para formar una sola carne», sino que, con la prudente
distancia, les seguiremos acompañando en los difíciles momentos de ir construyendo una
familia. La finalidad propia de esta etapa es ayudar a cada persona a descubrir su vocación al
amor (conyugal o virginal) 27. Hemos de mostrarles el proyecto de Dios sobre el matrimonio y la
familia, para que estén en disposición de hacer que el existir diario de sus vidas se construya
como una respuesta afirmativa y comprometida a esa llamada personal de Dios. Con esta
perspectiva, el eje de la pastoral lo constituyen las mismas personas de los futuros esposos, que
han de descubrir conjuntamente su vocación al matrimonio y la familia, recorriendo el camino
integrador de la educación de su amor en esta etapa de su vida (DPF, 75).
26 Cf. PSM, n. 16
27 Cf. DPF, n. 261: Hemos de ayudar a nuestros hijos a descubrir su vocación esponsal; debemos respetar la vocación de cada uno de ellos,
así como proteger y animar la vocación a la vida sacerdotal y consagrada.
Para alcanzar esta finalidad, el proceso se va llevando a cabo de forma gradual y en varias
etapas. Este tiempo, por su propia especificidad tiene una estructura interna que responde
también a una triple división de tiempos que van a tener una gran importancia pastoral: una
preparación remota, una próxima y otra inmediata28. En este tema, sólo profundizaremos en
aquellas etapas que más directamente están implicadas en la etapa del noviazgo.
2. PREPARACIÓN PRÓXIMA (DPF, 95-111). Esta segunda etapa, que tiene lugar
en el tiempo del noviazgo, debe tener un carácter eminentemente misionero y
evangelizador y, dado que coincide con la época de la juventud, debe realizarse en
estrecha coordinación con la Pastoral Juvenil. Sus objetivos son:
Ayudar a una comprensión más plena de la fe y a testimoniarla en la vida.
Formar para una comprensión abierta del matrimonio y la familia, de forma que
no se conciba la intimidad familiar como un intimismo cerrado en sí mismo,
sino como la capacidad de interiorizar las riquezas humanas y cristianas de la
vida matrimonial con vistas a una donación cada vez mayor a los otros.
Ayudar a los novios a descubrir los valores y las exigencias vinculadas a la
relación interpersonal hombre-mujer en el plan de Dios sobre el matrimonio y
la familia, entre esos valores podemos destacar: la unidad e indisolubilidad del
matrimonio, el amor fiel, la ternura entrañable, la paternidad-maternidad
responsable, dimensión humana y cristiana de la sexualidad conyugal, la
educación de los hijos.
28 FC, n. 66
Se entiende por noviazgo el período de tiempo en que un joven y una joven comienzan una
relación amorosa, que los lleva progresivamente a madurar entre ellos la voluntad de
pertenecerse de manera total, exclusiva y definitiva en el matrimonio 29.
En los últimos tiempos el noviazgo ha sufrido diversas agresiones directas e indirectas. Se ha
cuestionado su validez como preparación adecuada y fiable al matrimonio; e incluso la misma
palabra ha caído en desuso... parece que pertenece a un lenguaje arqueológico. Se prefiere hoy
hablar de ‗tengo un chico/una chica; un amigo/una amiga‟; ‗salgo con...‘ En todas estas
expresiones, aunque sea inconscientemente se quiere subrayar al menos dos cosas: ignorar
cualquier relación con la sociedad, con la comunidad, y la misma orientación hacia el futuro; y
se subraya, la dimensión de la subjetividad libremente escogida e intensamente vivida en el
presente: ‗yo tengo‘, ‗yo salgo‘. Parece querer vivirse en un presente cerrado y posesivo.
En cambio, la Iglesia, últimamente ha valorizado aún más toda la riqueza del noviazgo, al
considerar el matrimonio como una «vocación» y el noviazgo como un momento determinante
que condiciona este estado de vida 30. La misma reflexión teológica muestra el tiempo de
noviazgo, no simplemente como un tiempo que transcurre (chronos), como un intervalo entre la
confirmación y el matrimonio, sino como tiempo de gracia, tiempo favorable (kairos), en el
cual Dios está ya presente y disponible para bendecir, ayudar, acompañar a los futuros esposos.
Es el tiempo de gracia en el que la persona descubre su vocación específica del matrimonio y se
orienta hacia ella.
Hay que reconocer una especie de ‘status’ eclesial del noviazgo: los novios se sienten con
una nueva identidad personal proyectada hacia el matrimonio. Una nueva identidad que está
llamada a ser vivida no sólo a nivel privado sino también en y con la Iglesia, como un auténtico
tiempo de gracia en el que ambos novios tienen la oportunidad de profundizar su amor, de
conocerse mejor, de reconocer el don que cada uno de los dos representa para el otro, y de tomar
conciencia de su nuevo protagonismo en la Iglesia y en la sociedad31.
El tiempo del noviazgo se convierte de este modo en un tiempo activo en el que se revisa
totalmente la propia vida y se la modifica para hacer que sea toda ella un instrumento vivo del
amor. Para ello es necesario superar el terreno inestable de la ‗espontaneidad‘ y adentrarse en el
terreno asumido del ‗compromiso‘ y de la apertura a la dimensión eclesial y social.
En este sentido, el noviazgo resulta ser un tiempo favorable para:
Renovar el propio encuentro con la persona de Jesús, con su mensaje y con su Iglesia.
Señala Benedicto XVI al principio de Deus caritas est que «no se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
29 Cf. Noviazgo, en Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Pamplona 1993, 687 ss.
30 Cf. LG nn. 11. 35; 41; GS, nn. 48. 49. 52
31 Cf. M. MARTÍNEZ-PEQUE, “Hacia un "status" eclesial del noviazgo”, Revista Española de Teología 56 (1996), 435 ss.
orientación decisiva»32. Ante tantas miradas y enfoques parciales sobre la realidad del
matrimonio, «Jesucristo revela al hombre la verdad íntegra sobre la persona, el
matrimonio y la familia»33. La Iglesia y la sociedad se juegan mucho en este período,
sin olvidar que aquellos que más se juegan son los mismos novios, ya que se trata de un
período que podría definirse como ‗el laboratorio de la futura felicidad y realización
personal‘.
Verificar la madurez de los valores humanos. El tiempo del noviazgo se revela como
un "itinerario", un camino que afecta a todos los aspectos de la persona y la obliga a
tomar conciencia de lo que todavía no es; y también la induce a transformarse según las
exigencias del amor y del proyecto de vida que Dios ha puesto en la experiencia del
amor. Pero no es un itinerario exento de obstáculos: entre ellos, destaca el significado de
la sexualidad y en particular el gesto físico del encuentro sexual.
Profundizar la vida de fe, en especial en lo referente al conocimiento de la
sacramentalidad de la Iglesia.
2. EL NOVIAZGO, UN DON
Durante el noviazgo dos personas --un ―yo‖ y un ―tú‖--, tratan de conocerse mejor, descubren
una promesa e intuyen un futuro en el que ambos se ven como protagonistas. Todo comienza
como un don, el regalo de la otra persona en mi vida, para convertirse también en una tarea: mi
vida para esa persona. Analicemos a continuación de qué modo esta relación amorosa es vivida
como una pasión y luego como una elección, para luego abordar los distintos dinamismos de la
persona que se ponen en juego.
32 DCE, n. 1
33 FSV, n. 45
atención. Algo ha cambiado dentro de mí‘. Quedarse instalado en este primer momento
afectivo da lugar al amor romántico.
2) «Conformación»: ‗Me voy conformando a la otra persona‘. Se supera la mera "impresión"
para pasar al conocimiento afectivo del otro. Contiene dos momentos que se mueven en una
circularidad:
a. Descubro la armonía existente entre ambos. Lo que ha cambiado en mi interior se va
haciendo semejante a lo que me ha seducido («coaptación»);
b. Acepto y consiento al ser amado, puedo decirle: "¡qué bueno que tú existas!". Me
alegro de lo que ha ocurrido. Se supera el ‗me gustas‘, pasa a despertar en mi lo
mejor que yo tengo («complacencia»). Considerarlo como el único momento
afectivo, termina en su falsificación: el amor cortés.
Lo más importante es comprender que algo acontece en nosotros, sin que intervenga
primeramente la voluntad. La característica mayor de esta transformación es que se da una unión
en el interior entre el amado (el bien que seduce) y el amante (la persona que padece su influjo).
Por ello se llama «unión afectiva», en cuanto es una unión en el afecto que nos permitirá
dirigirnos ‗intencionalmente‘ al amado.
EL DESEO: intención al bien
Tras la complacencia ante el amado, el deseo es la respuesta a la atracción que ejerce sobre
mí. El deseo está precedido por el amor. Para desear es necesario amar. Ahora se libera una
energía dirigida a alcanzar la plena posesión de lo que se le ha dado en prenda. Por su intensidad
psicológica, suele ser lo primero que aparece en la conciencia, y es una inclinación que activa
muchos mecanismos de mi persona. Busca llegar a la plenitud. Y no parará hasta que la
encuentre.
Su falsificación es el amor virtuoso, como el aristotélico, en el que el amor se convierte ante
todo una proyección de sí mismo que no alcanza al otro.
EL GOZO: La comunión como unión real
El amor, que me hace salir de mí mismo por el deseo, y se mueve hacia el amado, alcanza
una comunión (unión real) con él. Ya no basta sólo la presencia afectiva en mi interior, no basta
sólo el deseo; quiero la presencia misma del amado. Una vez que la encuentro, descanso y
alcanzo el gozo mayor: ‗estar con el amado‘, unirme a él.
las personas (por sí mismas) es esencialmente diferente de nuestro amor a las cosas. Las cosas
en realidad, en sentido propio, no las amamos, sino que las apreciamos en la medida que nos
sirven. A las personas a las que amamos tendemos a comunicar nuestros bienes, mientras que de
las cosas tendemos a adquirir lo que nos falta.
De este modo, podemos hablar de una verdad del amor, que supera la simple sinceridad de
los sentimientos, y que radica en la verdad del bien que deseamos para tal persona. Querer a la
persona por sí misma implica necesariamente querer aquellos bienes que le permiten subsistir en
sí misma. Sin la mediación de estos bienes el amor a la persona se convierte en un sentimiento
vacío.
Dimensión corporal-sensual
REACCIÓN Con una «excitación corporal»
Dimensión afectivo-psicológica
REACCIÓN «Emocionándose».
Dimensión personal
REACCIÓN La «admiración».
34 Cf. J. NORIEGA, El destino del eros, Palabra, Madrid 2005, 42-47. 144-145
RIESGO DE ABSOLUTIZARLA Perder la simpatía del afecto, el carácter lúdico de saber esperar en la
entrega
Dimensión trascendental
REACCIÓN El «estupor»
RIESGO DE ABSOLUTIZARLA Vivir la comunión con Dios sin tener en cuenta verdaderamente a Marta,
procurando vivirla por separado o imponiendo su propia vivencia espiritual.
Se trata en el fondo de una auténtica educación para la virtud. Virtus en latín significa
energía, fuerza, poder, excelencia. Y ya los clásicos asignaban una virtud al amor, esto es, una
excelencia, una energía al amor: se trata de la virtud de la castidad.
La integración de las tendencias somáticas y afectivas se denomina virtud de la castidad. En
cuanto tal, no significa, en modo alguno, represión del instinto o del afecto por la continencia o
ausencia de relaciones sexuales y afectivas. Se trata más bien de ordenar, reconducir, integrar los
dinamismos instintivos y afectivos en el amor a la persona. La castidad es la virtud que permite
asegurar el dominio del propio cuerpo para que sea capaz de expresar con plenitud la donación
personal38.
A ello se refiere Benedicto XVI, en Deus caritas est, cuando habla de la purificación del
amor39. El amor entre un hombre y una mujer, cuando se haya integrado y unificado, se torna en
un amor capacitado, fortalecido, capaz de iluminar la vida cotidiana con una luz nueva que le
haga sensible para descubrir cómo construir la misma comunión. La carne se ha dejado penetrar
por el espíritu y ahora nos encontramos con una carne espiritualizada, transfigurada. Sin este
proceso de integración la buena intención de los novios puede desvanecerse en un voluntarismo
falto de espíritu y de destino, dándose una ruptura interior.
38 FSV, n. 55
39 DCE, nn. 5-6
Esta promesa de comunión es lo que hace que puedan superar y trascender su propia historia
y sus carencias, sus deseos y proyectos, para ir trascendiéndose a sí mismos en orden a ser
capaces de entregarse y acogerse. Esta es la tarea primordial del noviazgo, al que podemos
definir como un auténtico entrenamiento para el verdadero amor. Pero en este camino surgen
muchas dificultades, e incluso se corre el riesgo de ‗probar‘ si el amor es verdadero.
del amor? ¿Por qué su libertad se encuentra enormemente débil en la construcción del
matrimonio y la familia?
Todo ello nos habla, en el fondo, de una crisis del joven, de un corazón enfermo que vive en
una cultura que le hace imposible la esperanza40. Los jóvenes de hoy se encuentran demasiadas
veces solos ante los desafíos de la vida, sin una ayuda en el entorno se sienten frágiles. Son las
crisis contrapuestas a lo que comentamos anteriormente:
La crisis del amor: Tiene su origen en el individualismo en el que la persona es incapaz
de encontrarse y de darse al otro. Esto se puede constatar en la crisis de la fidelidad:
cada vez es más raro encontrar un amor capaz de durar en el tiempo.
La crisis de la esperanza: Su origen radica en la clausura ante el futuro como posibilidad
gratuita, hay una pretensión de dominio en la lógica de un proyecto totalmente
controlable por el sujeto. Hoy es fácil de observar en la crisis de la paternidad: la
dificultad o rechazo a asumir la responsabilidad de dar vida a los hijos, lo que ya no es
algo natural, sino que se vive como una decisión a tomar: evitar el hijo o producirlo.
La crisis de la fe: Es en el fondo lo que encontramos, no se puede soportar la idea de ser
hijo (crisis de la filiación), pues parece una violación de la autonomía de su libertad.
¿Cómo podemos ayudarles a afrontar estas crisis? Hemos de ayudarles a descubrir la
dinámica interior que conduce desde el afecto al amor, y desde él al matrimonio, a la familia, a
la paternidad y a la maternidad, integrando el amor a la persona en todas sus dimensiones. El
don personal supone la entrega de la persona en su totalidad, sin reservas, en toda su riqueza:
«Es propio de la madurez del amor que abarque todas las potencialidades del hombre e
incluya, por así decir, al hombre en su integridad»41. Estos dinamismos que se van despertando
en la propia vivencia de los novios, son experimentados como propios, pero en una tensión entre
sí. Son dinamismos que pueden contraponerse dentro de la misma persona o en relación a la
persona amada. No se posee sobre ellos un control claro. Lo que la persona experimenta es que
estos dinamismos no se hallan integrados por sí mismos, que pueden reaccionar de modo
separado, desintegrándola y haciendo imposible el don de sí mismo y, por ende, la misma
comunión.
40 L. MELINA, “La cultura de la familia. Profecía y signo”, en Anales Valentinos 57 (2003) 1-12
41 DCE, n. 17
42 Cf. C.S. LEWIS, Los cuatro amores, Rialp, Madrid2 1993, 123-128
Es verdad que en el cristianismo el amor asume el valor de criterio último de acción. Pero
para ello ha realizado un proceso de purificación del amor, alcanzando una nueva visión de su
naturaleza y de la armonía que implica.
Ante este intento de idolatrar del amor, ¡qué contraria es la experiencia de los que
verdaderamente aman! Ya que cuando se descubren a sí mismos habiendo perdido el respeto de
la persona y usado de ella, no pretenden justificarse, sino que precisamente por el gran amor que
la tienen, se inculpan aún más su negligencia. El amor no justifica nada. Todo lo contrario, acusa
tremendamente.
instante que sólo puede justificar su pasividad con frases como: «No he podido resistirlo, me ha
seducido», «no puedo hacer nada por evitarlo»; pero con otras elude lo que un verdadero amor
implica: «No me supone responsabilidad alguna, no tengo por qué cuidarlo», por tanto es anti-
matrimonio institución, basta con «que lo vivamos espontáneamente».
En estas «parejas sentimentales», por consiguiente, será exclusivamente la intensidad lo que
mida la verdad propia de su amor. Al poner el acento en el estado afectivo del momento y no en
la construcción de una vida, pierden su valor en cuanto promesa de una comunión. Pierden el
sentido del tiempo como un elemento positivo del amor y, por el contrario, tienden a eternizar el
momento, por lo que es imposible que vean sus propias vidas como la construcción de una
historia. Otra consecuencia destructiva de este tipo de amor es que tiende a un prototipo de
fusión con el amado, que termina por anular a la persona.
afectivos, o existen mínimamente, sino de una relación que se dan en un contexto personal
afectivo más o menos directamente vinculado con un matrimonio futuro. La pregunta central
que surge es: ¿Basta haber alcanzado el segundo nivel del amor para que estas relaciones
sexuales sean expresiones verdaderas de amor? El enfoque moral de la cuestión se sitúa en la
relación que tales acciones tienen con la plenitud de una vida, en su unidad intencional, en forma
tal que puedan con ellas actualizar la vida buena.
LO QUE HACEN: Un acoplamiento sexual.
Es cierto que en tal acción desean una manifestación de amor, que puede ayudar a un
conocimiento mutuo más genuino, a un respeto más sincero, a una participación más estrecha de
sus vidas, a tener una actitud más positiva hacia la sexualidad. En su relación quieren expresar
más o menos esta voluntad de amor mutuo. Pero, ¿alcanzan a trasmitirlo?
En la conducta humana, ‗lo que‘ hacemos, depende en buena parte del ‗cómo‘ y ‗cuándo‘ lo
hacemos. Concretamente, si se usa la genitalidad en el contexto legítimo que le es propio, al
servicio del amor auténtico, ordenado a la vida, entonces no sólo es algo bueno, sino que puede
ser santo. En cambio -como escribe J. Leclerq- «los que buscan el goce físico antes del
matrimonio se dejan casi inevitablemente arrastrar hasta centrar en él sus sentimientos y llegan
así al matrimonio viendo ante todo en el otro un instrumento de placer que el matrimonio
permite siempre utilizar a voluntad. Cambiar de visión después del matrimonio resulta muy
difícil. La búsqueda del goce sexual antes del matrimonio inclina el espíritu a no ver en ello más
que una satisfacción personal y natural en sí. Con lo cual se le hace a uno mismo difícil
comprenderla en el conjunto de la vida». Es preciso, y relativamente fácil, cambiar antes, pero
mucho más difícil después.
LO QUE ELIGEN: Una entrega que no es en totalidad, es experimentarse
sexualmente, un probarse en el cuerpo.
Ciertamente desde el punto de vista exterior nos encontramos ante un mismo tipo de acto
que en el matrimonio, que pude ser vivido incluso con la misma intensidad afectiva. Pero, si
entramos en la perspectiva del sujeto que actúa, veremos que tienen una intencionalidad muy
diferente. Ello se debe a que no existe el marco de referencia por el que el lenguaje de la
sexualidad tiene sentido esponsal y que le viene dado por la determinación de la intención. Al
no existir el marco global de entrega realizada de la persona y de acogida del otro en la totalidad
de lo que la persona es, ya que falta un acto de donación mutua irrevocable que genera una
pertenencia recíproca, tal acto no puede dirigirse a expresar la donación de sí mismo, puesto que
no hay voluntad de donarse: esto es, voluntad en acto de entregarse. Por esta razón, la acción se
dirige inmediatamente a un experimentarse sexualmente, a un probarse en el cuerpo, a un
gozarse mutuamente. Cierto que también en el matrimonio se da un buscar experimentarse
sexualmente, pero se da en un marco de entrega actual, de subsistencia en una comunión
irrevocable, que es el alma y fin de esa experiencia, como veremos.
En las relaciones prematrimoniales, por el contrario, ese experimentarse sexualmente no
conlleva la intencionalidad de un subsistir común, de un entregar la libertad y asumir el destino
de la otra persona en totalidad. Por ello implica un tenerse sin recibirse, sin acogerse. Y no se
pueden acoger en verdad no porque no existan papeles, sino porque no se han entregado en la
totalidad de lo que ambos son, incluida la dimensión pública de la persona y la capacidad de
decidir en sentido contrario en el futuro. El verdadero amor no puede olvidar estos dos aspectos
de la persona, sino que está llamado a acogerlos: la persona también es relacionalidad y
temporalidad.
LO QUE PRETENDEN: Alcanzar una comunión de personas que es imposible de
este modo.
Esta segunda etapa de la preparación al matrimonio y a la vida familiar, que tiene lugar en el
tiempo del noviazgo, debe vivirse a la luz de la fe como un discernimiento vocacional. Puesto
que coincide con la época de la juventud, debe realizarse en estrecha coordinación con la
Pastoral Juvenil, pues la dimensión del amor esponsal es fundamental en todo el proceso y
marca un fin fundamental de toda esta pastoral. Por ello, el marco común debe ser la belleza de
44 Cf. Persona humana, nn. 6-7; y CCE, n. 2350: “Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver
un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y del a esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán
para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la
castidad”.
45 PSM, nn. 32-49; DPF, nn. 95-111; R. ACOSTA, “La luz que guía toda la vida”, o.c.,188-192
la vocación matrimonial como una vocación al amor que requiere el don sincero de sí sin
condiciones y la integridad de los significados personales de la sexualidad.
Es una importante etapa de evangelización, cuyos objetivos principales son capacitarlos para
el matrimonio mediante una educación integral, humana y espiritual. De este modo, les
ayudaremos a no separar fe y vida, a que tengan una comprensión abierta del matrimonio y la
familia, así como a descubrir los valores y las exigencias vinculadas a la relación interpersonal
hombre-mujer en el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia. Es importante que sepamos
transmitir toda la belleza que contiene esta llamada personal, formando a nuestros jóvenes para
que comprendan durante su preparación al matrimonio cual es el contenido de la vocación a la
que han sido llamados:
- El sentido del matrimonio como llamada a la santidad (LG, 41);
- la dignidad, misión y ejercicio del amor conyugal (GS, 49);
- el significado y alcance de la paternidad y maternidad responsable, con los
conocimientos médico-biológicos y morales que están en relación con ella (FC, 66; HV);
- el conocimiento de los elementos necesarios para una ordenada conducción de la
familia en lo que respecta a la educación de los hijos, sabia administración del hogar,
etc. (FC, 66);
- la grandeza de la misión de la familia como ―santuario de la vida‖ (EV, 92-94).
Además de los elementos comunes como son las catequesis y el asociacionismo juvenil, en
los que deben estar presentes como contenidos la vocación al amor y el modo humano de
descubrirlo, el más propio es el de los itinerarios de fe que se dirigen específicamente para el
noviazgo.
Tal y como indica su nombre, son de fe, no pueden reducirse a ser unos cursos de
comunicación afectiva o de recursos psicológicos para el conocimiento propio y del otro, deben
ser una auténtica profundización de lo que significa la fe en sus vidas.
Se trata de programar a modo de ―catecumenado‖ un “itinerario de fe” hecho en y con la
Iglesia en el que, en un proceso personal y a la vez comunitario, gradual y progresivo, se
acompañará a los que se preparan para el matrimonio. Ha de ir más allá de la transmisión de
unas verdades, debe consistir en una verdadera formación integral de las personas en un
crecimiento humano, en el que "cooperan inseparablemente la catequesis, la liturgia, la
experiencia de una comunidad cristiana y el empeño fraterno en una comunión viva de
experiencias"46.
Una programación adecuada de estos ―itinerarios de fe‖ exigirá dar una serie de pasos que, a
modo de etapas, ayuden a los novios en su incipiente relación de pareja a aprender a discernir y
asumir plenamente el proyecto de Dios en sus vidas, de modo que puedan vivir el noviazgo
como un auténtico tiempo de gracia.
Después de este período puede ser oportuna la celebración del rito de Bendición de los
novios47. También pueden incorporarse en los Cursillos prematrimoniales. Con ello manifiestan
que están dispuestos a vivir su preparación al matrimonio como un camino de fe, al mismo
tiempo sirve también para hacer ver que esa etapa de sus vidas tiene relevancia para la vida y
comunidad eclesial48.
A partir de ese momento tiene lugar la preparación inmediata. Como fruto de esa
preparación, los novios han de ser conscientes de la altísima dignidad del camino que están
llamados a vivir: cooperar con Dios en la revelación y comunicación del amor y de la vida
(DPF, 111).
48 Sobre el sentido de esta bendición, el tiempo y modo de realizarse cfr. OcM, n. 471, en donde recuerda que nunca deber realizarse dentro
de la Misa para evitar toda confusión con la bendición nupcial. Una guía para esta celebración en el contexto de los CPM puede
encontrarse en DIÓCESIS DE MÁLAGA Y CÓRDOBA, “La Preparación al Matrimonio y a la Vida Familiar: Libro de los novios”, 77-81
49 I. GARCÍA DE ANDRÉS. “Pedagogía, núcleos temáticos, y tiempos del cursillo prematrimonial”. En C.E.E., Preparación al matrimonio cristiano,
o.c., 266
50 DIÓCESIS DE PAMPLONA Y TUDELA, “Curso de Preparación al Matrimonio”, Manual para Monitores. Pamplona 2000, 6
Concluyendo: se trata, pues, de ir más allá de las diversas modalidades de cursos o cursillos
de Preparación al Matrimonio, para proponer un itinerario que lleve a una experiencia de fe
transformadora de la vida. Un camino hecho en y con la Iglesia en el que prevalezcan la
experiencia, los contenidos y las formas de un nuevo tipo de acompañamiento a los novios que
les ayude a discernir y profundizar su vocación de pareja.
Por ello, es necesario proponer un itinerario de preparación al matrimonio en el que
"cooperan inseparablemente la catequesis, la liturgia, la experiencia de una comunidad cristiana
y el empeño fraterno en una comunión viva de experiencias 51. El principio que guía este
itinerario es eclesiológico. Como muy bien señala D. Tettamanzi, "el matrimonio es un
sacramento de la Iglesia: de ella brota y a ella conduce, a su edificación. Por consiguiente, su
preparación no interesa sólo a los novios sino a la Iglesia en todos sus miembros como pueblo
profético (desarrollando su misión original de anunciar la palabra), pueblo sacerdotal
(celebrando el culto santificante) y pueblo regio (educando a la libertad en la vida del Espíritu y
en la caridad)".
Este itinerario, para que se logre efectivamente el objetivo del crecimiento y maduración de
los novios, y su integración en la vida y la comunidad cristiana, ha de ser un itinerario que vaya
iluminado por la Palabra de Dios y que profundice en la vivencia de los sacramentos.
53 OcM, 1990, Prenotanda, n. 18: se mencionan la Confirmación, la Penitencia y la Eucaristía, en el apartado dedicado a la preparación al
Matrimonio. Del Bautismo, en el n. 7
54 CIC, can. 1065, art. 1
55 PSM, nn. 50-59; DPF, nn. 112-127; R. ACOSTA, “La luz que guía toda la vida”, o.c., 193-197
56 PSM, n. 32
Las parejas de novios que acuden a un CPM suelen formar un grupo heterogéneo, en cuanto a
trabajo, estudios, maneras de pensar, planteamientos religiosos, actitudes de fe, etc. Sin
embargo, tienen en común que van a casarse y que han decidido hacerlo por la Iglesia, aunque
las motivaciones pueden ser diversas. Coinciden también en el hecho de ser jóvenes y participar,
por consiguiente, aunque también a niveles muy diferentes, de los valores y actitudes que
normalmente se dan en la juventud actual57. En el Anexo 1 podemos ver una aproximación a la
realidad con la que nos llegan los novios. La cuestión es cómo podemos ayudar a los novios.
Una vez identificada nuestra vocación, lo más importante de la preparación al matrimonio es
la interiorización de valores, la integración de los diferentes dinamismos del amor, que
favorezcan el aprendizaje de patrones adecuados de relación interpersonal, que enseñen a tomar
las decisiones de forma compartida y a solucionar los inevitables conflictos, que den un
equilibrio entre intimidad y sociabilidad, etc. En otras palabras, que ayuden a construir a la
persona y a que sepan construirse juntas hacia su ‗gran proyecto‘. Mientras que la ‗verdad‘ no se
escriba en el corazón (cf. Jer 31,33; zf. Ez 36,26; cf. 2 Cor 3,3), será difícil que podamos
verificar nuestro camino. No se trata, pues, sólo de dar una información.
Nuestros CPM están diseñados, la mayoría de las veces, para transmitir un saber y no para
asumir un estilo de vida coherente con la vida matrimonial. Hay un error en considerar que basta
la sola información para cambiar patrones arraigados de comportamiento58. El solo
conocimiento no sirve para cambiar el comportamiento inadecuado. Ahora bien, nuestros CPM,
aunque sea otra la intención de quienes los dirigen, en su metodología y sus contenidos están
basados en esta falsa hipótesis: «El problema de los novios es falta de conocimientos. Si les
damos una información abundante eso garantizará que sus matrimonios sean mejores».
Cualquier aporte profesional en este tipo de preparación nunca debe reducirse a un
procedimiento de transmisión de una información con destino a un saber, sino con destino a un
mejor vivir. Recordemos en este momento los versos de T. S. Eliot en los Coros de ―La
Piedra”: «¿Dónde está la sabiduría que se nos ha perdido en conocimiento? ¿Dónde está el
conocimiento que se nos ha perdido en información?». En efecto, la información que se
transmite debe atravesar por un proceso complejo para que logre ejercer algún influjo en la
conducta de las personas. Hoy existen metodologías adecuadas 59.
57 Cf. DIÓCESIS DE MÁLAGA, “La Preparación al Matrimonio. Los Agentes de Pastoral Familiar”. “Un impulso decidido a la Pastoral Familiar”,
segunda línea de acción pastoral del PPD. Málaga 2002, 37. Se puede ver una aproximación a esta realidad en su Anexo 1: Análisis
sociológico de la realidad en torno al noviazgo, 97-107).
58 Por ejemplo, son numerosas las parejas que reconocen la necesidad de establecer una buena comunicación para que su vida matrimonial
sea más armónica y satisfactoria. Pero no por eso están dispuestas a desarrollar habilidades para mejorarla. Lo mismo puede decirse en lo
que respecta al ejercicio de la paternidad responsable, la práctica de la planificación familiar natural, etc.
59 Cf. Centro de Pastoral Familiar para América Latina (CENPAFAL). “La preparación al matrimonio en Latinoamérica”. Familia y Sociedad,
n.94, 26-32. Desarrolla una metodología que nos puede ayudar a comprender lo que exponemos. Se hablan de diversos pasos:
Por consiguiente, para hacer ese camino educativo -auténtico itinerario de fe-, los encuentros
con los novios no se pueden reducir a un ciclo de lecciones o de conferencias. Deben ser
tiempos de evangelización y de catequesis, de oración y celebración, de llamada al compromiso
y la caridad, sabiendo también interesar a los novios y estimularlos a hacer una significativa
experiencia de fe y de vida eclesial. Y como vida eclesial, la Iglesia debe ser un hogar para los
novios. Durante la etapa de la preparación próxima es donde tendría cabida el "Curso de
preparación al matrimonio y a la vida familiar". Que debería iniciarse cuando la pareja ha
tomado una decisión firme de compromiso e inician la preparación de la boda. Hablamos de al
menos un año antes de la celebración del sacramento. Esta preparación se completaría con una
‗preparación inmediata‘.
2. LOS OBJETIVOS
«Los objetivos fundamentales de estos cursos están en continuidad con los de la preparación
próxima: el conocimiento del matrimonio cristiano como un camino de santidad y la
adquisición de las disposiciones subjetivas para la recepción válida y fructuosa del sacramento»
(DPF, 117). Es muy importante hacer conscientes a los novios de lo que se pretende. Hemos de
presentarles esta nueva evangelización que les crea un camino de esperanza, sacarlos de las
rigideces normativistas y presentarles lo que la Iglesia quiere para ellos. Comentemos algunos
puntos60:
El objetivo básico de todo CPM debe ser la nueva evangelización de los novios. La
mayoría de las veces se trata de anunciar el Evangelio a quienes viven en un ambiente
alejado de la fe y de abandono de la práctica cristiana, salvo excepciones. Ayudarles a
profundizar en la fe, de manera que descubran la luz que aporta Jesucristo sobre la vida
del hombre y del matrimonio.
Integrar los valores humanos y cristianos en un camino unitario y progresivo de
formación a la luz de la revelación. Para ello, es necesario preparar convenientemente
a los jóvenes para las responsabilidades de su futuro. Los novios experimentan la
necesidad de construirse a sí mismos primeramente y a la vez ayudar a la persona
amada a construirse a sí misma.
Favorecer un nuevo encuentro de los novios con la Iglesia y su inserción en la
experiencia de la fe, de la oración, de la verdad y del compromiso de la comunidad
Primer paso: CONOCIMIENTO. Recibimos cada día una cantidad impresionante de información en nuestro trato con nuestros semejantes,
a través de la conversación, de los medios masivos de comunicación, de nuestra propia experiencia personal. Pero mucha parte de esa
información se pierde porque no se procesa, tan sólo una parte de ella se guarda para hacer uso de ella más tarde. Es la que se transforma
en conocimiento.
2º paso: INTERIORIZACIÓN. Parte de ese conocimiento que se archiva, aquél que tiene para uno un interés especial para nuestra vida
personal, es percibido por nuestra conciencia con especial nitidez. Es ya un conocimiento adquirido, asimilado y que comienza a volverse
como algo nuestro. No sólo lo interiorizamos sino que nos lo apropiamos.
3º paso: ACCIÓN EXPERIMENTAL O ENSAYO. Hasta ahora no hemos hecho uso de este conocimiento interiorizado. Lo único que
hacemos es anticipar en la fantasía. La fantasía imagina una experiencia que todavía no llevamos a la realidad y nos formamos
expectativas sobre sus resultados. Pero cuando nos atrevemos a actuar, a realizar esa experiencia, llega lo que podemos llamar ACCIÓN
EXPERIMENTAL o ENSAYO de un comportamiento en busca de los buenos resultados que imaginamos.
Como consecuencia de este ensayo pueden darse diversos resultados: a) un mal resultado (por haber obrado en un mal momento, por no
acertar en la forma, o no encontrar respuesta en el otro); b) un buen resultado: logramos lo que anticipábamos en la fantasía y este logro
puede dejarnos diverso grado de satisfacción de acuerdo con las expectativas.
4º paso: CAMBIO DE CONDUCTA. Si se persiste suficientemente en la práctica de esta nueva conducta, ésta se va haciendo habitual y se
inserta en el estilo de vida. En la pareja ambos deben recorrer juntos estos cuatro pasos del proceso para lograr que su relación se vaya
enriqueciendo y mejorando su calidad. (D. MACE, Close Companions - The Marriage Enrichment Handbook Continuum - New York 1984,
61-66).
60 Cf. FC, n. 66
Se recomienda que la duración mínima de estas catequesis no debiera ser inferior a diez
temas o sesiones (DPF, 119), aunque bien pueden modificarse con cierta flexibilidad atendiendo
a los recursos de los distintos ámbitos pastorales, sin que con ello se renuncie a una exposición
adecuada y completa de todo el recorrido.
Así, los temas deben orientarse al conocimiento de la verdad moral y a la formación de la
conciencia personal, para que los novios estén preparados a la elección libre y definitiva del
matrimonio y lleguen a ‗sentir con la Iglesia‘. Es necesario, por tanto, guardar su sentido
enteramente eclesial, evitando presentar opiniones personales en temas en los que se juega la
verdad del matrimonio y la familia. La integridad de esta verdad exige el incluir los aspectos
evangélicos, eclesiales, morales y humanos del matrimonio. Ha de presentarse el núcleo del
mensaje cristiano como algo que afecta al sentido de la vida del hombre y origine una esperanza
en la vida nueva otorgada por Cristo64.
61 FC, n. 66
62 M.A. PARDO, “El matrimonio es una vocación. Claves de la espiritualidad matrimonial”, en C.E.E., Preparación al matrimonio cristiano, o.c.,
232
63 El número de temas dependerá del tiempo que se decida dar al curso. Los últimos materiales publicados en España nos ofrecen: 12
Granada (1998), 15 Pamplona (2000) y Toledo (2002), 12 Madrid (2003) y 10-12 Málaga-Córdoba (2007) temas respectivamente.
64 FSV, n. 171
Deberán, así mismo, ayudar a los novios a tomar conciencia de posibles carencias
psicológicas y/o afectivas; y ayudarles a descubrir en que aspectos pueden y deben crecer
humana y cristianamente. No debemos olvidar la formación para las tareas sociales y eclesiales,
para que los novios se reconozcan como sujetos con derechos y deberes respecto a la Sociedad y
a la Iglesia; y la espiritualidad esponsal y familiar que dimana del Sacramento 65.
Los contenidos y métodos de estas catequesis deben responder a los objetivos expuestos
anteriormente. Con la secuencia de los distintos temas hemos de presentarles un camino
progresivo en el que vayan descubriendo -se vayan descubriendo- cómo son protagonistas de
una historia de amor, a la que han sido invitados. Han de descubrir desde sus propias
experiencias lo que les constituye, lo que son y a lo que aspiran. En un momento posterior se les
presenta toda esta riqueza bajo la luz de Jesús en sus vidas. De este modo, se comprenderá como
la fecundidad de este amor les llevará mucho más allá de lo que puedan ser sus propios
intereses: a un darse continuo dentro y fuera de la familia. Desde esta perspectiva, podemos
distinguir cuatro grandes núcleos temáticos que giran en torno a la realidad humana y cristiana
del amor conyugal (cf. DPF, 118), y que a su vez se subdividen cada uno en tres temas más
específicos y básicos. Pueden tratarse con más o menos amplitud o incluirse unos dentro de
otros, e incluso alterarse el orden, según las sesiones programadas. Pero conviene resaltar que
deben tenerse en cuenta los cuatro grandes temas que se proponen.
Los contenidos que se ofrecen en el CPM, partiendo de la realidad humana del amor que
están viviendo los novios, tienen como objetivo fundamental ayudarles a interpretar esa vivencia
humana a la luz del Evangelio y a conocer y vivir el sentido cristiano del matrimonio y de la
familia.
66 DIÓCESIS DE MÁLAGA Y CÓRDOBA, “La Preparación al Matrimonio y a la Vida Familiar: Libro de los catequistas”, Caja Sur, Córdoba 2007; ID.,
“La Preparación al Matrimonio y a la Vida Familiar: Libro de los novios”, Caja Sur, Córdoba 2007
en las que se tienen en cuenta las diversas situaciones de fe con que llegan los novios 67. De este
modo, podríamos resumirlas en tres cursos tipo:
- Curso semanal: reuniones diarias (unas 2 horas) durante 9-10 días.
- Curso intensivo de 1-2 fin de semana: de viernes a domingo. Atiende sobre todo a
aquellos casos con problemas de asistencia en días laborables.
- Itinerario o Curso anual: con reuniones periódicas y trabajo de casa; con uno o dos
retiros, al menos uno de ellos interno.
Lo ideal sería que en cada Arciprestazgo se pudieran ofrecer las tres, aunque al menos las dos
primeras sí deberían implantarse. La tercera modalidad puede ser ofrecida por la misma
Diócesis. Pero este ideal no puede nunca alejarnos de la realidad que viven nuestros novios, sus
situaciones laborales, etc. Por ello hemos de darles facilidades y ser flexibles, sin que ello
signifique renunciar a lo que en verdad queremos transmitir, ni romper con un eje que los
estructure.
En un cursillo tipo, hay partes que nunca deben faltar, a saber:
La acogida. Hoy resulta crucial. Superando la imagen burocrática, la Iglesia debe mostrarse
cercana y acogedora, pues será en ella y con ella donde se realice esta preparación68.Unos
temas básicos, ofrecidos desde la propia experiencia de los matrimonios y otras personas,
que hablan más como testigos que como maestros, que den testimonio de un estilo de vida
más que la transmisión de un saber.
Una metodología que capte el interés y que logre la participación activa, estructurada en
cuatro ejes principales69:
- Verdad y Formación:
o Presentarles la verdad del plan de Dios, no como algo que les resulta exterior a
ellos, sino capaz de ser asumido en su vida cotidiana. Han de confrontar su
proyecto con la belleza y bondad del proyecto que Dios les tiene reservado y que
la Iglesia les presenta. Mostrar la verdad nos exige a los agentes de pastoral
familiar presentar con integridad y claridad la doctrina de la Iglesia que, de otro
modo, es difícil que la reciban en un futuro. No obstante, la Iglesia no sólo se
dirige a informar sobre cuestiones técnicas referentes a la naturaleza del
matrimonio y de la familia, sino que también, y principalmente, a formar su
amor, proponiéndoles no sólo la verdad, sino ofreciéndoles la posibilidad de
67 Cf. CONCILIO VATICANO II, Ad gentes, nn. 6. 13-15; cf. DPF, n. 113, se ha de tener en cuenta que las situaciones suelen ser complejas, y que
las fronteras entre una y otra situación no están, muchas veces, suficientemente claras y delimitadas:
De un primer anuncio de la fe, en aquellos que son no creyentes. En realidad, suelen ser parejas en las que los dos, o bien uno de ellos,
están algo alejados de la Iglesia. Requieren una asistencia y guía algo más particular, es necesario un mínimo de colaboración de su
parte;
De un proceso catequético para aquellos que son creyentes débiles. Aquí se sitúa la gran mayoría de los novios que acogemos. Hay
que provocar en ellos, a través del “cursillo prematrimonial” que sean capaces de un replanteamiento de su fe. Fundamento de un
auténtico matrimonio cristiano;
De una preparación para el sacramento del matrimonio en aquellos que ya están viviendo la fe y pertenencia a la Iglesia. Se puede
plantear el desarrollo de un auténtico itinerario de fe con ellos. Incluso, ofrecer un curso anual, con retiros, etc. Y ayudarles a concretar o
perfilar su “compromiso cristiano”, si aún no lo tuvieren, invitándoles a una incorporación "activa" en la Iglesia, a través de la parroquia,
movimientos familiares, etc.
68 Ibíd., 49-57
69 Destacan algunos momentos peculiares: la convocatoria; la acogida primera; la primera reunión; el desarrollo de los temas en las reuniones
sucesivas; la celebración final del curso; las celebraciones eucarística, penitencial, etc.; y la propuesta de un seguimiento después del
cursillo. Cf. DPF, n. 120; Cf. J. NORIEGA, “Preparación próxima al matrimonio”, o.c., 249-255
6. EL EQUIPO Y SU FORMACIÓN
Quienes se encargan del desarrollo de estos cursillos forman un equipo de agentes de pastoral
constituido por matrimonios de distintas edades y algún sacerdote. Así, rememorando a san
Pablo y al matrimonio de Aquila y Priscila (Hech 18,2), se presenta una realidad más completa
de la Iglesia, en sus distintas vocaciones así como en la riqueza que parte desde la experiencia de
cada uno. Del mismo modo, pueden estar presentes algunos expertos en determinados temas,
siempre y cuando mantengan esa conexión con el resto de la preparación, no como una
información técnica aislada.
La Delegación de Pastoral Familiar debe tomarse muy en serio la adecuada preparación de
sus agentes de pastoral, pues precisan una preparación específica en el evangelio del matrimonio
y la familia, ya que no basta con la buena voluntad o el dominio de una ciencia.
71 Los primeros pasos de la vida conyugal necesitan de un acompañamiento pastoral delicado y discreto:
Advertir sobre las trampas que pueden sufrir estos jóvenes esposos, procedentes de una cultura difusa, de la agresión de los grandes
medios, y de las dificultades sociales.
Estos agentes deben ser capaces de inventar con creatividad formas nuevas de incorporación y de acompañamiento que miren a
prevenir y colmar las soledades a las que con frecuencia se hallan expuestos los jóvenes esposos.
Este acompañamiento pastoral les abre para una posible “formación permanente”, la única perspectiva a través de la cual pueden
conservar y hacer crecer su disponibilidad a vivir según la lógica del evangelio y en la dimensión ministerial que ello conlleva. (FC 69).
72 J. NORIEGA, “Preparación próxima al matrimonio”, o.c., 255.
73 FSV, n. 47
74 J. NORIEGA, “La fortaleza y la comunión”. Communio 22 (2000) 14-18
75 Cf. FSV, n. 62
76 Ibíd., n. 266
77 FSV, n. 45
ANEXO I
I. ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DE LA REALIDAD EN TORNO AL NOVIAZGO
El presente anexo va destinado a los organizadores y ponentes del curso. Lo que en él se ofrece son cosas muy
conocidas por todos, pero hacerlas presentes, más todavía reflexionar sobre ellas, puede ayudar a situarse en el
grupo, a ser realistas en el planteamiento de las charlas o encuentros y a interpretar posturas que pueden surgir en
los diálogos.
b. A nivel general
* Igualdad entre el hombre y la mujer. Aceptación por ambas partes hacia esta realidad que puede influir
fuertemente en los planteamientos del matrimonio y en la organización concreta de su vida. Muchas mujeres
han de seguir trabajando fuera del hogar.
* Libertad e independencia personal. En cuanto a maneras de pensar, opciones ideológicas, políticas, etc.
Autonomía en planteamientos de vida. Búsqueda de realización personal. Es la base del respeto mutuo y de
la tolerancia. Puede tener el peligro del indiferentismo, del "todo da igual". También de la cerrazón en la
propia postura. La búsqueda de una realización personal puede dificultar la vida del matrimonio si no se
íntegra en la realización de la pareja.
* Ética o moral también personal. Los propios valores o la propia persona como principio fundamental de
valoraciones éticas o morales.
- Difícil aceptación de códigos externos o normas impuestas, de criterios de valoración más generales y,
sobre todo, absolutos.
- Este planteamiento potencia la toma de conciencia personal, el considerar los compromisos y decisiones
como algo propio, conlleva también el riesgo del subjetivismo y del relativismo.
* Tolerancia en materia sexual. Consideración, en un sector muy amplio, de la sexualidad como algo que no debe
separarse del amor, pero al mismo tiempo amplia libertad en este campo también en bastantes de los
asistentes al curso.
- La inmoralidad, para no pocos, está exclusivamente en el uso de la misma por violencia, por imposición, o
simplemente en aprovecharse. En este sentido una buena parte ve como normales las relaciones
prematrimoniales.
- Consideran inmoral, o no ética, la infidelidad en el matrimonio.
* Vivir el hoy
- Esta actitud no es exclusiva de los jóvenes, pero puede vivirse en ellos con más fuerza. Se piensa poco
en el futuro. Algunos dan la impresión de vivir una vida sin proyecto.
- Aunque es lógico que no debe organizarse la vida pensando exclusivamente en el futuro, el planteamiento
maduro de una pareja que va a casarse, requiere un proyecto de matrimonio y familia, un proyecto de
futuro que transcienda el presente.
- Al vivir el hoy va unida también una actitud muy frecuente de hedonismo.
* La falta de trabajo
- Aunque esto no sea una actitud personal sino algo externo, en muchos jóvenes la falta de trabajo o la falta
de un trabajo estable provoca incertidumbre y hasta angustia.
- Contribuye al retraso en la emancipación de la familia y al retraso del matrimonio. Muchos no se casan
hasta que encuentran un trabajo con cierta garantía de estabilidad. Quizás por este motivo la media de
edad de los contrayentes en Navarra se aproxima a los 30 años.
* Diferentes niveles de fe
- Puede ser que alguna o alguno de los asistentes al Curso no sea creyente y haya acudido llevado por su
pareja, pero debe considerarse que la mayoría son creyentes, aunque con niveles diferentes de fe.
- En muchos casos esta fe será un mero rescoldo, cubierto de cenizas, pero que ahí está y que sin duda
puede avivarse, como también puede apagarse del todo.
- Todos hicieron un día la Primera Comunión y casi todos también se confirmaron, con su correspondiente
catequesis. No podemos pensar que toda aquella siembra se ha perdido. Puede haber semillas que
duermen en el fondo de su corazón dispuestas a germinar si el estímulo logra avivarlas. ¿Por qué no van a
poder hacerlo en algunos casos estos encuentros?
- Creemos también que el Espíritu Santo, que se hizo presente en sus vidas, sigue presente en la Iglesia
dispuesto siempre a "fecundar la tierra".
* Imagen de Dios
- En algunos y algunas, probablemente más cultivados catequéticamente, esta imagen será correcta,
aunque se planteen dudas y se sientan reticentes ante determinados "artículos de fe". Para otros, tal vez
la mayoría, la imagen de Dios es muy poco concreta. Es un Dios difuso o difuminado. En cuanto a
determinados artículos o dogmas de fe, estos creyentes prefieren no pensar en ellos. No los consideran
necesarios para ser creyentes. Otros, no los aceptan o abiertamente los rechazan.
- Todos, prácticamente, creen en Jesucristo, al menos como un superhombre. La mayor parte ven en su
persona una presencia especial de Dios, aunque no todos reconozcan en Él al Hijo de Dios y no
comprendan su resurrección.
* Concepto de Iglesia
- No faltan los jóvenes, ellos y ellas, que se consideran miembros vivos de la Iglesia, del Pueblo de Dios en
la tierra, integrados incluso y comprometidos en movimientos cristianos.
- Otros identifican a la Iglesia con el Vaticano, la Jerarquía o las Instituciones Eclesiales, con el consiguiente
rechazo hacia éstas como hacia cualquier otra estructura. Rechazo, o al menos desconfianza y
desvalorización. "Creo en Dios pero no en la Iglesia", suelen decir no pocos, muchas veces desde
prejuicios.
* Conciencia de pecado
- Débil conciencia de pecado, al menos de pecado como ofensa a Dios. Sí, conciencia de falta de
consecuencia con su persona o con sus principios. Sensibilidad ante la injusticia. Sensación, en general,
de culpabilidad difusa.
- Muy pocos aceptan los Mandamientos de la Iglesia. El único mandamiento válido para muchos de ellos es
"el del amor", aunque muchas veces desde planteamientos idealistas.
* Práctica religiosa
- No es necesario hacer en este punto muchas consideraciones porque es una realidad que está muy a la
vista. Es minoritario el grupo de los que pueden considerarse practicantes habituales, que acuden
ordinariamente a la Eucaristía dominical, aunque tengan sus fallos esporádicos.
- Es mucho mayor el número de los que sólo acuden esporádicamente, en determinadas circunstancias u
ocasiones del año, con muchos más fallos que asistencia. Se habla ya de "práctica de acontecimientos".
- Un tercer grupo, prácticamente no asiste nunca. "Para ser buena persona no es necesario ir a Misa". "Yo
me relaciono personalmente con Dios", suelen decir. No sienten la necesidad de celebrar su fe en
comunidad. La Eucaristía dice poco o muy poco a la mayor parte de los jóvenes. El ritmo semanal no les
va, o tal vez no van ellos con el ritmo semanal. Se empieza a abandonar la práctica y una vez
abandonada resulta muy difícil recuperarla.
- Debe tenerse también en cuenta que cuando deciden casarse los dos miembros de la pareja suelen estar
trabajando. Esto dificulta la asistencia. De hecho algunos días acude solamente él o ella, unas veces
porque realmente no pueden, otras porque tampoco hacen mucho por poder.
- Aunque dependiendo del ambiente cultural y religioso del que proceden, el nivel de formación puede ser
muy diferente, Los organizadores de estos cursos constatan que este nivel es bajo en muchos casos, no
solamente en cuanto a formación religiosa sino también en cuanto a formación humana en aquellos
aspectos relacionados con la vida de pareja y de familia.
En general se detecta también una fuerte apatía hacia todo lo que suena a preparación religiosa y crecimiento en la
fe.
El interés y la actitud hacia el curso suelen ser también diferentes:
- La mayoría lo aceptan con normalidad. Han decidido casarse de esta forma y en consecuencia aceptan los
requisitos exigidos. Uno de ellos es este curso que aunque no se exija como "conditio sine qua non", se
les presenta como muy interesante.
- En un extremo, y cubriendo una amplia zona, están los que asisten motivados e interesados.
- En el otro, y en una zona menos amplia, los que lo aceptan sin más y acuden con reticencias sobre “lo que
puede decirles la Iglesia”, sobre todo en ciertos temas.
- Casi todos lo han consultado o lo han comentado con otros novios que asistieron antes. La impresión que
les transmiten suele ser buena y este dato influye positivamente en su decisión.
- La actitud en general suele ser receptiva. Van a escuchar. Una disponibilidad participativa y activa se da
más fácilmente si el Curso se organiza en un ambiente conocido v.gr. propia parroquia, y con parejas
conocidas. También si el grupo no es numeroso.
- La acogida que reciban el primer día y el planteamiento inicial del Curso pueden contribuir a mejorar
sensiblemente la postura con la que llegan a él.
Por la acogida que encuentran, por la forma de tratar los temas, suelen quedar al final contentos del conjunto del
Curso. En más de una ocasión, se plantean volver a reunirse posteriormente para proseguir la formación78. La
propuesta suele ser bien acogida, pero luego resulta difícil ponerla en práctica.
78 Nosotros organizamos unas reuniones mensuales de seguimiento para que tengan el foro adecuado para progresar en todas las facetas
del matrimonio y la familia.
ANEXO II
II. SOBRE LA “ACOGIDA” y la “BENDICIÓN DE LOS NOVIOS”79
a. El tiempo de la Acogida
En nuestra sociedad, la pérdida de puntos de referencia es tal en los católicos que, un número creciente de ellos,
necesitan «re-posicionarse» en un momento determinado, y la preparación al matrimonio les da la ocasión para
ello. La acogida que la Iglesia les da en tal circunstancia, es fundamental, tanto para la Iglesia misma, como para
los novios.
Muchos de los jóvenes que piden el matrimonio se acercan a la Iglesia después de años; quizá, desde su primera
comunión. Traen una carga de prejuicios y desconocimientos. Si encuentran frialdad y burocracia, reforzarán una
imagen negativa de la Iglesia.
Es necesaria una acogida muy humana, con detalles de respeto y cercanía, queriendo ayudar y servir. Esto debe
hacerlo el párroco y los matrimonios que intervengan en la pastoral prematrimonial. Deben transmitir, porque lo
vivan, el calor de la ayuda y la comprensión. Los futuros matrimonios lo necesitan. Muchos preparan su unión con
las fatigas y las dificultades que les pone la situación social, laboral y económica. Traen ideas contrarias al
matrimonio y la familia, maneras de ver alejadas de la visión cristiana, carencias en su formación.
La acogida no es sólo una actitud, sino también un tiempo más o menos largo en el que hemos de crear el
ambiente necesario para que los novios puedan expresarse, superando su inseguridad y sus temores. No debemos
precipitarnos haciendo enseguida juicios sobre las motivaciones de los novios para pedir el matrimonio por la
Iglesia.
Debe quedar claro que la acogida es un servicio de la Parroquia a los novios, independientemente de dónde vayan
a participar en el curso.
79 DIÓCESIS DE MÁLAGA Y CÓRDOBA, “La Preparación al Matrimonio y a la Vida Familiar: Libro de los catequistas”, o.c., 49-57.
acoge, sin despreciar estas cuestiones, debe ir orientando la conversación hacia el terreno personal. No se trata,
por supuesto, de investigar detalles de la vida privada, sino de favorecer la expresión de lo que verdaderamente
van buscando al solicitar el sacramento.
- Se trata de hablar del acontecimiento o la circunstancia que están viviendo en ese momento y que les ha
traído a la Iglesia: la decisión de contraer matrimonio. Quienes en nombre de la comunidad acogemos a los
que vienen, hemos de ayudar a que aflore y se exprese el significado profundo de este acontecimiento que marcará
sus vidas. Este diálogo favorecerá la toma de conciencia de lo que se está viviendo, despertando el deseo de
enriquecerse con la reflexión en común y la escucha de la palabra de Dios.
- Los que acogen, no examinan, sino que dialogan, aportando en el diálogo su propia experiencia: cómo
viven ellos mismos, circunstancias parecidas, y cómo encuentran en el Evangelio la luz que les permite entenderlos
y vivirlos de un modo nuevo, más profundo y más humano.
- El que acoge y acompaña, lo hace en nombre de la Iglesia. Por eso, transmite su propia experiencia cristiana
y, sobre todo, la experiencia de la Iglesia a la que representa. El testimonio cristiano, ofrecido a lo largo de las
entrevistas o reuniones, no deja de ser, para los agentes de pastoral, una interpelación para su propia vida.
- En el diálogo personal, o en las reuniones de grupo, los novios podrán descubrir esa plenitud de vida y amor a la
que son llamados y, a la vez, su propia debilidad. Así estarán preparados para escuchar la llamada y abrirse al
don de Dios.
- Así, las entrevistas y el Cursillo serán una experiencia de Iglesia, en la que los novios descubrirán el
significado que la vida y el matrimonio tiene para los cristianos y se sentirán invitados a vivir su propio
matrimonio en esas claves cristianas, como un camino de crecimiento constante, en el seno y con la ayuda de la
comunidad cristiana.
En conclusión, esta etapa de acogida tiene como objetivo ayudar a las personas a abrirse a la Palabra de Dios, a
acoger el Evangelio como una buena noticia para ellos hoy y en su circunstancia concreta de novios.
En esta primera parte de la acogida deben celebrarse al menos dos entrevistas: una primera por iniciativa de los
novios y otra segunda, invitados por los agentes de pastoral.
- La primera entrevista se realiza en la parroquia cuando los novios acuden para “arreglar los papeles” de la
boda y fijar la fecha. Es muy conveniente que la tenga el sacerdote. En ella hay que explicar a los novios que la
preparación al matrimonio es algo más que la burocracia de los papeles. Como suelen venir con prisa, aparte
de que las horas de despacho parroquial no son el momento más adecuado para un diálogo reposado, se les
cita para una segunda entrevista más tranquila.
- La segunda entrevista se realizará en un lugar bien acondicionado para un diálogo tranquilo, ya sea en la
parroquia, ya sea en la casa misma de los agentes de pastoral, procurando siempre que sea un ambiente
acogedor y que inspire confianza. Conviene que en este caso actúe un matrimonio dinámico y abierto. La
entrevista debe desarrollarse como un diálogo espontáneo, sin que parezca que se les está sometiendo a una
especie de examen.
Terminada esta parte de la acogida, los agentes deberán disponer de los siguientes datos: una breve información
objetiva de los novios (nombre, edad, domicilio actual y futuro, tiempo de novios) y un juicio sobre su situación
(madurez personal, actitud religiosa, nivel cultural). Por otra parte, los encargados de realizar la acogida personal de
los novios que van a coincidir en el mismo curso, deben tener presente evitar la masificación.
80 ¡Atención al modo de llevar este diálogo! No debe primar el interés por corregir o rectificar, sino el de conocer a los participantes en
orden a enfocar el curso según las necesidades y posibilidades del grupo concreto y el de crear un clima de confianza y libertad. Tratad de
respetar las opiniones.
ANEXO III
III. DINÁMICA Y METODOLOGÍA DEL CURSO83
a. La convocatoria
Es importante programar el cursillo en cada parroquia, y en su caso en el ámbito arciprestal. Que las fechas estén
ya señaladas desde principio de curso. Cada parroquia deberá hacer el lanzamiento de convocatoria, tanto en los
paneles de publicación de anuncios como en los avisos oportunos en las celebraciones masivas.
Cuando los novios van apareciendo en el despacho parroquial para pedir el cursillo, los sacerdotes o encargados
de esta área pastoral, los reciben con cordialidad. Es bueno que el sacerdote que va a estar presente en el cursillo
los pueda saludar al menos.
Este primer momento es muy interesante que lo haga alguna pareja de casados agentes de Pastoral
Prematrimonial. Este primer contacto es muy importante, y debe hacerse en un ambiente adecuado de acogida,
actitud de escucha e interés en su proyecto matrimonial. No se trata de un interrogatorio, sino de una primera
empatía que provoque posteriores comunicaciones.
83;DIÓCESIS DE MÁLAGA Y CÓRDOBA, “La Preparación al Matrimonio y a la Vida Familiar: Libro de los catequistas”, o.c., 42-49; I. GARCÍA DE
ANDRÉS, o.c., 263-289
Realmente el tema se desarrolla en todos sus capítulos en el diálogo. La exposición inicial no hizo más que
provocar. Las diversas intervenciones van tocando muchos puntos diversos. Para que así sea, el equipo tiene que
haberse preparado muy bien, actuar compenetrados y ayudarse en los momentos difíciles.
Los ponentes cerraran la sesión con unas palabras que subrayen las mejores aportaciones de los novios, a modo
de conclusiones.
Conviene señalar algunos aspectos a tener en cuenta y que ayudan al mejor desarrollo del curso:
Al final de cada reunión se entrega una encuesta sobre el tema que se va a tratar en la sesión siguiente.
La pareja se la lleva a casa. Es para que intercambien sus puntos de vista antes de la siguiente reunión.
Los locales que se usan tienen su importancia. Los salones han de ser acogedores. Los asistentes bien
dispuestos para el diálogo, en círculo, viéndose unos a otros.
84 Conviene hacer esta felicitación de aniversario en los primeros años. Hay quien habla que en el primer año se da lo que se denomina
"paréntesis nupcial", en el que la pareja se repliega sobre sí mismo. Necesita un poco de tiempo para volver a abrirse a otras realidades
sociales y atender estas invitaciones pastorales.
Debe haberse hecho la acogida de la pareja, conocimiento del párroco o sacerdote encargado y del matrimonio
responsable de la acogida. Más adelante se ofrecen sugerencias.
3. Posterior al Cursillo
Cada pareja, junto al sacerdote o diácono que va a presidir la ceremonia, o en su defecto con algún matrimonio del
Equipo Responsable, prepararán la celebración litúrgica, escogiendo lecturas, etc. (Se puede seguir el guión del
tema 10º)
(Si se decide terminar el domingo antes del almuerzo, y emplear el sábado siguiente, se puede dejar para este último sábado
los tres temas del domingo y concluir con la Eucaristía. Así, se redistribuyen mejor los temas del viernes y sábado primero).
CCE Cathechismus Catholicae Ecclessiae GrS JUAN PABLO II, Carta a las Familias. 1994.
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PROFESOR
RAMÓN ACOSTA PESO. Licenciado en Medicina. Especialista Universitario en Pastoral Familiar
por el P.I.J.P.II (Madrid). Master en Ciencias del Matrimonio y la Familia por el P.I. Juan Pablo
II (Madrid).