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ay BREVIARIOS del Fonpo pr Cuzrura Econémica 185 EL TOTEMISMO EN LA ACTUALIDAD Traduccién de Francisco GonzAtez ArantmuRo El totemismo en la actualidad por CLAUDE LEVI-STRAUSS wr FONDO DE CULTURA ECONOMICA ‘MEXICO — BUENOS ATRES Primera edicign en francés, 1962 Primera ediion en espanol, 1965 IN 4 ¢ Lyn La edicién original de esta obra fue registrada por Presses Universiiaies de France, con ol tittle Le totenisme aujourd ha Derechos reservados conforme a la ley © 195, Fondo. de" Cultura Econdnica Av. de Ja Universidad, $73" México 12, D. B. Impreso_y hecho en México Printed and mae ‘it Mevioo BIBLIOTECA CENTRAL UNAM. Aiko de Uc Mlura/ Crornrwinioa) Get S las leyes Wogieas, que gobiernan en él iia mstanla endo insect son for su propia nataraleen eseneialmente in- Variables, y eomunes no solo cn todos 1os tlempos ¥en todos los Tagares, sino tate Bien" todos tos asuntos, coalesqeiera que Sean, itelusive sin mingina dstincidn ex irevtguellos gue Hamamos reales Jos que Hiamemos guiméticos: en el fondo. esas foyes se obvervan hasta en Tos. suctos.-. Avouste Coxmte, Cours de phifosophie positive, 52° leccién C:) 15493 INTRODUCCION Pasa con el totemismo lo mismo que con Ia his- teria, Cuando se ha empczado a dudar de que fuera posible aislar arbitrariamente algunos fend- ‘menos, y agruparlos entre si para hacer de cllos los signos diagnésticos de una enfermedad 0 de una institucién objetiva, los sintomas mismos han desaparecido, o han demostrado ser rebeldes a las interpretaciones unilicadoras. En el caso de lo que llamamos “gran” histeria se explica a veces este cambio como producto de la evolucién social Ta cual habria trasladado del terreno somético al terreno ps{quico la expresién simbslica de los trastornos mentales. Pero Ia comparacién con cl totemismo nos hace pensar en una relacion de otro orden entre las teorlas clentificas y el esta do de civilizacin, en la que el espiritu de los sabjos intervendria tanto y mds aun que el de los hombres estudiados: como si ocurriese que, so capa de objetividad cientifica, Ios hombres de ciencia tratasen, inconscientemente, de hacer que los segundos, ya se trate de los enfermos men- tales 0 de los que hemos dado en lamar “primi- tivos”, fuesen mas diferentes de lo que en verdad son, Las bogas de la histeria y del totemismo son contemporaneas, es decir, han nacido en el medio de una misma civilizacién; y sus semejantes y paralelas desventuras se explican, en primer lugar, por la comén tendencia mostrada por diversas Famas de la ciencia, hacia fines del siglo xix, a constituir por separado —y dan ganas de decir que en forma de una “naturaleza"— fenémenos humanos que los hombres de ciencia prefirieron considerar como exteriores a su universo moral, 9 10 INTRODUCCION con objeto de proteger Ia buena conciencia que no querian perder frente a este tiltimo. La primera leccién de la critica que Freud hizo de Ia concepeién de la histeria de Charcot fue la de convencernos de que no existe una dife- rencia esencial entre los estados de salud y los de enfermedad mental; que, a todo lo mas, entre unos y otros, la diferencia que se observa es Ia de una modificacién en el desenvolvimiento. de las operaciones generales que cada uno puede ob- servar por su propia cuenta; y que, por consi guiente, el enfermo es nuestro hermano, puesto ‘que solamente se distingue de nosotros en virlud de una involucién —menor en cuanto a su natu- raleza, contingente en cuanto a su forma, arbitra: ria por lo que respecta a su definicion, y, de derecho al menos, transitoris— de un desarrollo historico que, en lo fundamental, es el de toda existencia individual. ¥ es que era mas cémodo ver en el enfermo mental un ser perteneciente a una especie rara y singular, que seria producto objetivo de fatalismos externos 0 internos, tales como la herencia, el alcoholismo o la debilidad. De igual manera, para que el academicismo pictorico pudiese dormir sin que nada turbase su plicido suefio, era preciso que el Greco no fuese luna persona sana, capacitada para rechazar algu- nas maneras de representar el mundo, sino un enfermo, cuyas figuras alargadas diesen testimo- nio, solamente, de un defecto en la conformacion del’ globo del ‘ojo... En este caso, como en el anterior, se consolidaban, en el ordén de la natu raleza, lo que no eran sino modos de la cultura y que, si hubiesen sido apreciados como tales, habrian determinado, inmediatamente, la particu: arizacion de otros modos, a los citales se_les acordaba un valor universal. AI hacer del histé- INTRODUCCION, in rico del pintor innovador seres anormales, se daba uno el Iujo de creer que no nos incumbfan y que por el simple hecho de su existencia no po- \nfan en tela de juicio, no exigian la revisién de in orden social, moral o intelectual aceptado. |) _ En las reflexiones intelectuales que dieron na- cimiento a la ilusiOn totémica volvemos a encon- trat la influencia de los mismos motivos, y la | nuetta de recorridos semejantes. Sin duda alguna, ya no se trata, directamente, de la naturaleza (aunque, como veremos, aparezca frecuentemente €l recurso a creencias’ 0 a actitudes “instinti- vas"). Pero, Ia nocién de totemismo podia hacer posible el distinguir las sociedades de manera casi igualmente radical, ya que no siempre arrum- ‘Dando a algunas de ellas en Ia naturaleza (toma de partido que el término Naturvitker ejempli- fica excelentemente), si por lo menos clasifican- dolas en funeién de su actitud anfe Ta naturaleza, tal y como aquélla se expresa en funcién del lugar asignado al hombre en la serie animal, y a través del-conocimiento —o la supuesta ignoraincia— del mecanismao de la procreacién. Por tanto, no fue cosa del azar que Frazer amalgamase el totemis- mo y Ia ignorancia de la paternidad fisiolégica: cl totemismo aproxima el hombre al animal, y la supuesta ignorancia del papel desempefiado ‘por el padre en la concepcién culmina en la sustitt cién del progenitor humano por espiritus, mas préximos ain de las fuerzas naturales. Este “par tido de la naturaleza” proporeionaba una piedra do toque que hacia posible, en el seno mismo de Ja cultura, aislar al salvaje del civilizado, Para mantencr en su integridad y fundar, al mismo tiempo, los modos de pensamiento ‘del hombre normai, blanco y adulto, nada podia ser, por tanto, mas cémodo que el reunir fuera de él | 12 INTRODUCCION costumbres y creencias —en verdad, por demas heterogéneas y muy dificilmente aislables— alre- dedor de las cuales se efectuaria la cristalizacion, para formar una masa inerte, de ideas que hu: biesen sido menos inofensivas en caso de haberse tenido que reconocer su presencia y su actividad fen todas las civilizaciones, sin exceptuar la nues- tra, En primer lugar, el totemismo es la proyec- cin, fuera de nuestro universo, ¥ como por obra de exorcismo, de actitudes meniales que son in- compatibles con la exigencia de que cxista entre el hombre y la naturaleza una discontinuidad con siderada eseneial por el pensamiento cristiano, As{, se pensaba darle validez haciendo de la inversa un atributo de esta “naturaleza segunda” que, con vana esperanza de liberarse de ella, al mismo tiempo que de la primera, el jombre civil ‘ciona, con los estados ‘primitivos” o “arcaicos” de su propio desarrollo. En el caso del totemismo esto era tanto mas conveniente cuanto que el sacrificio, cuya nocién persiste en el seno de las grandes ‘religiones de Occidente, planteaba un dificil problema de la misma clase, En todo sacrificio esta implicita una solidaridad de naturaleza entre el oficiante, el dios y la cosa sacrificada, tanto si ésta es un ani mal 0 una planta, como si se trata de un objeto al que se maneja como si fuese vivo, pucsto que su destruccién tiene significado solamente en forma de holocausto. Por lo tanto, la idea del sax crificio Hleva en si misma, también, cl germen de tuna confusién con el animal, Ja ‘cual amenaza con extenderse mas alli del hombre, hasta tocar en la divinidad. Al amalgamar el sacrificio y el totemismo, se obtenia una manera’ de explicar al primero como una supervivencia o'un vestigio del segundo, y asi también una manera de esteri- INTRODUCCION 13 lizar las creencias subyacentes, desembarazando- las de todo Io que pudiese haber de impuro en una idea del sacrificio, viviente y operante; 0, por Jo menos, disociando esta nocidn, con odjeto de distinguir dos tipos de sacrificio, diferentes por su otigen y por su significacién. Al subrayar, al primer golpe, el cardcter sospe- choso de la hipdtesis totémica, estas conside- raciones nos ayudan a comprender su singular destino. Pues es cierto que florecié con una extraordinaria rapidez ¢ invadié todo l campo de la etnologia y de Ia historia religiosa. Y no obstante esto, comenzamos a descubrir ahora que Jas sefiales que anunciaban su ruina fueron casi contemporaneas de su periodo de triunfo: se estaba viniendo abajo ya en el preciso momento en que parecia estar mds firme, En su libro titulado L’état aciuel du probleme totémique —curiosa mezcolanza de informacion erudita, de parcialidad, inclusive de incompren- sién, aliadas a una audacia tedrica y a una inde- pendencia de espiritu poco frecuentes— Van Gen- hep escribia, para terminar su prefacio fechado cen abril de 1919: El totemismo ha puesto @ prueba ya la sagacidad y el ingenio de muchos sabios; y hay razones para reer que seguira ocurriendo lo mismo durante mis chos aos, EL pronéstico se comprende:: se hizo pocos afios después de la publicacién de la monumental obra de Frazer Totemism and exogamy, afios durante Jos cuales la revista internacional Anshropos man- tuyo abierta una tribuna permanente con cl tema del totemismo, que ocupaba un lugar importante en cada mimero, No obstante, hubiese sido diff 1 INTRODUCCION cil engaxarse més atin. El libro de Van Gennep habria de ser el ultimo trabajo de conjunto con sagrado a esta cuestion y, desde ese punto de Vista, sigue siendo indispensable. Pero, lejos de re- preseniar la primera etapa de’ una sintesis que hrabria de scguirse realizando, fue mis bien el canto de cisne de las reflexiones acerca del tote: mismo, Yen obras escritas en el espiritu de los primeros trabajos de Goldenweiser [1] desde- Rosamente hechas a un lado por Van Gennep, se habria de llevar a cabo, sin respiro, la empresa, hoy vietoriosa, de desagregacién. EL afo de 1910 proporciona un cémodo punto de partida a nuestto trabajo, iniciado en 1960: la Gistancia es precisamente de medio siglo, y fue en 1910 cuando aparecieron dos obras de’dimen- Siones por demés desiguales, aunque, en resumidas uentas, las 110 paginas de Goldenweiser [1] hu- biesen de ejercer una influencia tedrica mas Guradera quo los cuatro vokimenes de Frazer, fquc suman 2200 paginas... En el preciso mo- mento en gue Frazer publicaba, después de ha- berlos reunido, la totalidad de los hechos entonces conocidos, para fundar el totemismo como siste- ina y para explicar su origen, Goldenweiser ponia! en tela de juicio que se tuviese el derecho de superponer tes fendmenos: la organizacién en lanes, la atribucién a los clanes de nombres 0 de emblemas animales y vegetales, y la creencia on que existiese un parentesco entre el clan y sit {Gtem, puesto que Sus contornos no coinciden sino en una minoria de casos, y puesto que cada tno de ellos puede encontrarse presente sin los otros. De tal modo, Ios Indios del ‘Thompson tie. 3 Véase Ia bibliogvatia, al final del libro, INTRODUCCION 15 hen tétem, pero no clanes, los iroqueses, clanes con nombres de animales que no son tétem, en tanto que los yukaguires, que estén divididos cen clanes, poseen creencias religiosas en las que Jos animales desempefian un gran papel, pero lo hacen por intermedio de chamanes individuales y no a través de grupos sociales. El supuesto to- temismo se escurre de todo esfuerzo de defini. cidn de caracter absoluto. A todo lo mas, consiste en una disposicidn contingente de elementos no especificos. Es una reunion de particularidades, ‘mpiricamente observables en un determinado nti. mero de casos, sin que de ello se desprendan propiedades originales; pero esto no es una sin- tesis orginica, un objeto de la naturaleza social. Después de la critica de Goldenweiser, el lugar consagrado al problema totémico en los’ tratados estadounidenses no cesaré de disminuir con el transcurso de los aftos. En la traduccién francesa de la obra Primitive society, de Lowie, se dedican todavia ocho paginas al toiemismo: en primer lu gar para condenar la empresa de Frazer, y des- pués para resumir y aprobar las primeras ideas de Goldenweiser (y esto haciendo la reserva de que su definicién del totemismo como “social cidn de valores emocionales” es demasiado ambi ciosa y demasiado general: si los indigenas de Buin guardan frente a sus tétem una actitud casi religiosa, los t6tem de los Kariera de la Australia ‘occidental no son objeto de ningtin tabu, y no se les venera). Pero lo que Lowie Ie reproch sobre todo a Goldenweiser es el haber rectificado par cialmente su escepticismo, y admitido la existencia de una conexién empirica entre el totemismo y la organizacién en clanes: sin embargo, los indios Crow, los Hidatsa, los Gros Ventre y los apaches tienen clanes sin’ nombres totémicos, en. tanto 16 INTRODUCCION que los Aranda tienen grupos totémicos que son distintos de sus clanes. Y Lowie terminé di- ciendo: Confieso que no estoy convencido de que, a pesar de toda la perspicacia y de toda la crudicion de que se hha hecho gala con este fin, haya quedado suficiente mente demostrada Ia realidad del fenémeno totémico (1B), A partir de entonces, Ja liquidacién se acelers. Comparemos entre si’ las dos ediciones de la Anthropology de Kroeber. La del afio de 1923 con- tiene todavia numerosas referencias, pero el pro- blema no es tratado, como no sea para distinguir los clanes y las mitades, en su calidad de método de organizacién social, y el totemismo, como sis- tema simbdlico. No existe una conexién necesa- ria entre los dos; a todo lo més, una conexion de hecho que plantea un problema no resuelto. Y, no obstante las 856 paginas de la edicién del ano de 1948, cl indice que tiene sin embargo 39 pé- ginas—no contiené mas que una sola referencia, y no se trata mas que de una observacién inci- dental a propésito de una pequefia tribu del Brasil central, la de los Canella: ¢l segundo par de mitndes... no tlene que ver con jas aliamas matrimoniales: es de cardetet totemico, C'aicho de otra maners, lgimos animales 0 algunos Sojetos nauirales sitven’ para representar simbelica mente cada mitad (p. 396). Volvamos a Lowie: en su obra An introduction to cultural anthropology (1934), despacha el tote- mismo en media pagina, y su segundo tratado de sociologia primitiva, Social organisation (1948), ‘menciona una vez, de pasada, la palabra "totemis: mo”, para explicar la posicién del padre Schmidt, rworropucer6x " En 1938, Boas publica su General anthropology, tratado de 718 paginas redactado con la colabo- racign de sus alimnos. Ta discusign del problema del totemismo eabe en cuatro paginas, de la pier ma de Gladys Reichard. La autora sefala. que, bajo el nombre de totemismo se han reunido Fe némenos heterogéncos: repertorios de nombres ode emblemas, la creencia en la existencia de tina relacién sobrenatural con seres no humanos, prohibiciones que en ocasiones son de cardcter limenticio, pero no necesariamente (por ejem- plo, la de caminar sobre la hierba y la'de comer fn un tazén, en Santa Cruz; la de tocar un euer- rho 0 un feto de bisonte, o inclusive el carbon 0 él cardenillo, insectos y alimanas entre tos indios Omaha), y algunas reglas de exogamia, Estos fe rnémenos se vinctilan tinas veces a. grupos de pa- rentesco, otras a cofradias militares o religiosas, yrotras mis a individuos. En resumidas cuentas? Se ha escrito demasiado acerca del_totemismo. como para permitirse el dejarlo completamente a un lado... Pero las formas en que se manifiesta, en cada parte del mundo, son tan diversas, Ins semejanzas tan superficiales,”y los fendmenos ‘pueden aparecer fen tantos contexios carentes de una telacién con una consanguinidad real o supuesta, que es absolutamente imposible encajarlos en una sola categoria (p. 430), En su obra Social structure (1949), Murdock se exime de tratar Ia cuestién del totemismo ale- gando que interviene muy poco al nivel de las estructuras formales «.-stiponiendo que los grupos sociales tengan que ser ombrados, los términos. que designan animales tic. nen tantas posibilidades de ser wtllzados como cuales. guiera otros (p. $0). 18 INTRODUCCION Un curioso estudio de Linton, sin duda alguna, ba contribuido a determinar la creciente indife: rencia de los sabios estadounidenses en lo tocante aun problema que antafio habia sido tan debatido, Durante la primera Guerra Mundial, Linton habla pertenecido a la 42* divisién, 0 "Divisisn Arco iris", hombre elegido arbitrariamente por el estado mayor porque esta division reunia unidades provenientes de hhumerosos estados, de manera que los colores de sus regimientos eran tan variados como los del arco iris. Pero, desde que Ia. division Megé a Francia, esta esignacién paso a ser de uso corriente: ctiando se preguntaba a los soldados a qué unidad pertene- fan, respondian: "soy un aveo iri Hacia febrero de 1918, es decir, unos cinco o seis meses después de que la division hubo ‘recibido sti nombre, la opinién general reconocta que la aparicion de un arco iris constituia para ella un presagio Feliz. Tres meses mas tarde se afirmaba —inclusive a des: pecho de que exisiiesen condiciones meteorolégicas Incompatibles— que se vela un arco iris cada vez que la division entraba en accion En mayo de 1918, 1a 42 divisién estaba desple- gada cerca de la 77, que adornaba su equipo con su emblema distintivo, la estatua de Ia Libertad. La dlivisidn Arco iris adopts este uso, a imitacién de su vecina, pero también con la intencidn de distinguirse. Hacia ‘agostoseptiembre, el llevar una insignia con la imagen del arco iris s¢ habia vuelto general a pesat de ta creencia de que el portar insignias distintivas tenfa su origen en un castigo infligido a una unidad derrotada. De manera que, al finatizar Ia guerra, el ‘cuerpo expedicionario estadounidense estaba organi zado "en una serie de grupos bien definidos, a menudo celosos los unos de Tos otros, y cada uno de Tos ‘cuales. se caracterizaba por un ‘conjunto particular de ideas y de pricticas” (p. 298). EI autor enumera fos hechos siguientes: 1) Ja division en grupos cons. cientes de su individualidad; 2) el que-cada grupo sntRopucci6N, 9 Ilevase et nombre de un animal, de un objeto o de un fenémeno natural; 3) la utillzacién de este nom- bre como término de’ referencia, en las conversacio- nes eon los extrafios; 4) el portar un emblema, dibu- jado en las armas colectivas y en el equipo, © para €ladorno personal, y el taba impuesto sobre el uso del emblema por los demas grupos; 5) el respeto all “patrono” y a su representacién figurada; 6) Ia creem- cca confusa en su papel de protector y en su valor de presagio. “No existe pricticamente un solo investi tgador que, si encontrase este estado de cosas en una poblacion no civilizada, vacilara en vincular semejan- te conjunto de creencias y de costumbres al complejo totémieo... Sin duda, cf contenido de que tratamos ahora es muy pobre, cuando se compara con el tote mismo grandemente desarrollado de los australianos y de los melanesios, pero es tan rico como los com- lejos totémicos de las tribus de la América del Norte, En relacién con el verdadero totemismo, la diferencia principal estriba en la inexistencia de’ re- fglas de matrimonio y de creencias en un lazo de jacién, 0 de simple parentesco, con el tétem.” Sin embargo, observa Linton a moto de conclus! fas efeencias son funcién de la organizacién en clanes, mas que del totemismo propiamente dicho, puesto que’ no siempre 10. acompaftan, ‘Todas las criticas mencionadas hasta ahora han sido de autores estadounidenses; y no es que Concednon i Soli extadtntdepie un * prvilpial, sino que lo hemos hecho porque &: un hecho histdrico que la desintegracion el problema totéimico comenrs en Tos Estados Un tos (no obstante Ta exstencia de algunas paginas profitieas de Tylor, que no encontraron’ et0, y Seorva de fas cuales hablaremos mas adslante), Y porque alli ha sido tenazmente proseguida, Para Convencerse de que no se tata tan s6lo de un scontechmiento local nos bastard con observar 1 20 INTRODUCCION pidamente la evolucién de las ideas en Ingla- terra. En 1914, uno de los mais ilustres teéricos del totemismo, W. H. R. Rivers, lo definia como la coalescencia de tres elementos, Un elemento so- cial: conexién de una especie animal o vegetal, 0 de un objeto inanimado, 0 inclusive de una cla se de objetos inanimados, con un grupo definido de la comunidad, y, caracteristicamente, con un grupo exdgamo O clan. Un clemenio psicoldg co: la creencia en la existencia de una rolacién de parentesco entre los miembros del grupo y el animal, la planta o el objeto, la cual se expresa ‘a menudo mediante Ia idea de que el grapo hus ‘mano salié de él o de ellos por filiacién, Un ele- mento ritual: el respeto manifestado al animal, la planta o el objeto, el cual se expresa caracte- risticamente mediante la prohibicion de comerse cl animal o la planta, 0 bien de utilizar el objeto, salvo bajo determinadas condiciones restrictivas (Rivers, vol. IT, p. 75) Como a lo largo de esta obra analizaremos y discutiremos as ideas de los etndlogos ingleses contemporancos, por el momento opondremos aqui a la opinion de Rivers solamente lo que se dice en un manual de uso comin Como vemos, el término “totemismo” se ha wtilie zado para designar una increible variedad de relacio nes entre los seres humanos y las especies o fend menos naturales. Asimismo, es imposible Megara formular una definicién satisfactoria del totemismo, aunque esto se haya tratado de hacer muy a ments do... Toda definicion del totemismo es, 0 bien tan specifica que excluye muchos de los sistemas que, sin embargo, se laman cominmente “totemicos”, © bien tan general que comprende toda suerte de fené- rNTRODUCCIN a ‘menos que no podrian ser designados de tal manera (Piddington, pp. 203-204). ¥ después, el consenso mis reciente, tal y como esta expresado en la sexta edicién (1951) de Notes ‘and queries on anthropology, obra colectiva publi cada por el Royal Anthropological Institute:* En Ia acepeidn mds amplia del término, se puede hablar de totemismo cuando: 1) ta tribu 6 grupo. . cesta constituida por grupos (totémicos) entre los cus. Tes esti repartida la totalidad de la poblacién, y cada uno’ de los cuales mantiene algunas relaciones. con luna clase de seres (totem) animados o inanimados; 2) Tas relaciones entre los grupos soclales ¥ los seres, tu objetos son todas, generalmente, de la misma clase: 3) un miembro cualquiera de xin grupo no puede Galvo en circunstancias especiales, como la de la fadopeién) cambiar su pertenencic, A esta definicién se aftaden tres condiciones subsidiarias: Ja nocién de relacién totémica eva implicito que Gia’ se verifique entre un miembro cualquiera de la especie y un miembro cualquiera del grupo. Por re tela general, los micmros de tin mismo grupo tolémico no pueden casarse entre si. Se observa a menudo Ia existencia de reglas de cconducta obligatoria....a veces In prohibicion de co- mer la especie tolémica; a veces términos denomina- tivos especiales, el empleo de adornos o de emblemas, yuna conducta prescrita... (p. 192). Esta definicién es mas compleja y matizada que la de Rivers. Sin embargo, tanto la una como Ja otra consisten en tres puntos. Pero los tres puntos de Notes and queries difieren de los de 2 Por Jo. demés el texto proviene, sin cambios sot es, de ediciones: anteriores. 2 swrRODUCCION Rivers. El punto 2 (creencia en un parentesco con el t6tem) ha desaparecido; los puntos 1 y 3 (co- nexiGn entre clase natural y grupo “caracteristica- ””exdgamo, prohibicién alimenticia como forma “caracterfstica” del respeto) han quedado relegados, con otras eventualidades, a las condi- ciones subsidiarias. En lugar de elios, las Notes and queries enumeran: la existencia en el penss- miento indigena de un par de series, una de ellas “natural”, la otra social; 1a homologia de las re- laciones éntre los términos de las dos series, y Ia constancia de estas relaciones. Dicho de otra manera, del totemismo, al que Rivers queria dar lun contenido, no se conserva mas que una forms IL término totemismo designa una forma de orgs: icidn social y de practica magicoreligiosa cara. lerizada por la asociacion de algunos grupos (habi tualmente clanes © linajes) interiores una tribu, con ciertas clases de cosas animadas 0 inanimada: cada uno de los grupos estd asoelado a una clase dis tints (ibid.). Pero esta prudencia respecto de una nocién que nno nos resignamos a conservar sino después de aberla vaciado de su sustancia y, hasta cierto punto, después de haberla desencarnado, no da sino més alcance a la advertencia general que Lowie hace a los inventores de instituciones: Tenemos que saber si To que comparamos son reali- dades cultures, o solamente fantasmas, salle, do hhuestros modos Idgicos de clasificacién (Lowe [4], pal), EI transite desde una definicién conereta del totemismo hasta una definicién formal se remon- ta, de hecho, a Boas. Desde 1916, con la mira testa tanto en Durkheim como en Frazer, ponia antRopucci6N 2B en tela de juicio que los fenémenos culturales pudiesen ser reducidos a la unidad. La nocién de “mito” es una categoria de nuestro pensamiento, a cual utilizamos arbitrariamente para designar con un mismo vocablo intentos de explicacién de fenémenos naturales, obras de literatura oral, re- flexiones filosoficas' y casos de emergencia’ de procesos lingiiisticos a la conciencia del sujeto. |De igual forma, el totemismo es una unidad arti ficial, que existe solamente en el pensamiento del eindlogo y a la cual nada especifico corresponde fuera del mismo. Cuando se habla de totemismo, en efecto, se confunden dos problemas. En primer lugar, el que plantea la frecuente identificacion de seres humanos con plantas o con animales, y que nos yemite a concepciones muy generales acerca de las relaciones entre el hombre y la naturaleza. Estas ultimas interesan al arte y a la magia, lo mismo que a la sociedad y a la religién. El’ se- gundo problema es el de 1a denominacién de los grupos fundados en el parentesco, la cual puede hacerse con ayuda do vocablos que designen ani- males o vegetales, pero también de muchas otras ‘maneras. El término totemismo comprende sola-) mente Ios. casos de coincidencia entre ambos ordenes, ‘Ocurre que, en algunas sociedades, se aprove- cha tuna tendencia muy general a postular rela- snes intimas entre el hombre y los seres u obje- tos naturales para calificar, concretamente, clases de parientes, o de lo que’ se considera que son clases de patientes. Para que tales clases subsis- tan con una forma distinta y duradera, es nece- satio que estas sociedades posean reglas estables ‘de matrimonio, Asi pues, podemos alirmar que el pretendido totemismo stipone siempre Ia existen- - wpe - Py ENTRODUCCION cia de algunas formas de exogamia. A este res. pecto, Van Gennep ha interpretado mal a Boas: este tiltimo se contenta con afirmar que, 16 histéricamente, la cxogamia es anterior al tote- mismo, sin pretender que el segundo sea un re sultado o una consecuencia de la primera, La exogamia misma puede ser concebida y prac- ticada de dos maneras, Los esquimales restringen Ja unidad exogama a la familia, definida por lazos reales de parentesco. Como el’ contenido de cada unidad se encuentra estrictamente delimitado, la expansion demografica lleva consigo la creacién de unidades nuevas. Los grupos son estiticos; como se definen por comprensién, no tienen ca- pacidad de integracién, y subsisten'a condicion de proyectar —valga la expresién—, individuos hacia afuera. Esta forma de exogamia es incompatible ‘con cl totemismo, porque las sociedades que la practican estén desprovistas —al menos en este plan— de estructura formal, Por el contrario, si cl grupo exégamo es capaz de extensién, la forma de Ios grupos es entonces constante: el contenido de cada uno es lo que aumenta. Se torna imposible definir Ia pertenen- cia al grupo directamente, por medio de genealo- gias empiricas. Lo cual explica In necesiciad de 1) una regla de Tiliacién que no sea equivoca, tal como la filiacién unilateral; 2) un nombre, 0 por Jo menos una marca di- ferencial, trasmitida por filiacién y que sustituye al conocimiento de Ios lazos reales, Por regla general, las sociedades de esta tltima clase verdn como cl niimero de sus grupos cons- titutivos disminuye progresivamente, puesto que la evolucién demografica habré de’ provocar la extincién de algunos de ellos, Por carecer de un mecanismo institucional que permitiese Ja fisién INTRODUCCION 5 | de los grupos en expansién, lo cual restableceria el equilibrio, esta evolucién culminara en la for- macién de sociedades reducidas a dos grupos exé: gamos. Este podria ser uno de los arigenes de Jas organizaciones Hamadas dualistas. Por otra parte, las marcas diferenciales deben ser formalmente de la misma clase en cada socic- dad, a la ver que difieran la una de la otra por el contenido. Pues si no, un grupo se definiria por el nombre, otro por el ritual, un tercero por cl blasén... Sin embargo, existen casos de esta clase, en verdad raros, los’ cuales demuestran que la critica de Boas no se ha llevado lo suficiente- mente lejos. Pero iba por buen camino cuando sacé en conclusion que la homologia de las marcas distintivas de las divisio- nes sociales, en el interior de una tribu, demuestra ue su uso Se origin6 en una tendencia a la clasifica. cién (Boas (21, p. 323), En resumen, la tesis de Boas, mal interpretada por Van Gennep, se reduce a Sentar que la for- macién de un sistema, en el plano social, es la condicion necesaria del totemismo. Por esta ra- z6n excluyé a los esquimales, cuya organizacion social no es sistematica, y por eso exige la filia ccién unilineal (a la cual podemos afiadir Ia fix Tiacién bilineal, Ia cual es un desenvolvimiento, por composicién, de la primera, pero que a me. nudo se confunde erréneamente con la filiacién indiferenciada), porque sélo ella es estructural. Que el sistema recurra a nombres de animales y de vegetales es un caso particular de un mé- todo de denominacién diferencial, del cual sub: | sisten los caracteres, cualquiera que sea la clase de denotacién empleada. 26 INTRODUCCION Es aqui, tal vez, donde el formalismo de Boas yerra: si, como afirma, los objetos denotados de- den constituir un sistema, el niodo de denotacién, (para cumplir {mtegramente su funcién, debe ser, \también él, sistematico; la regla de la homologia, Tormulada por Boas, es demasiado abstracta y demasiado hueca como para satisfacer a esta exi- gencia. Conocemos sociedades que no la respetan, sin que por ello quede descartado que las sepa: raciones diferenciales mas complejas que utilizan no constituyan también un sistema. A la inversa, se plantea la cuestidn de saber por qué los reinos animal y vegetal ofrecen una nomenclatura privi legiada para denotar el sistema sociolégico, y cud les son las relaciones que existen Iogicamente entre el sistema denotativo y el sistema denotade. EI mundo animal y el mundo vegetal no son utili: zados solamente porque se encentren abi, sino Porque proponen al hombre un método de pensa- miento. La conexidn entre la refacién del hombre con Ia naiurateza y la caracterizacién de los gru- pos sociales, que Boas juzga contingente y arbi traria, no parece tal sino porque la vinculacién real entre los dos érdenes es indirecta, y porque pasa por la mente, Esta Gltima postuld una ho- mologfa, no por cierto en el seno del sistema deno- tativo, sino entre las separaciones dijerenciales que existen, por una parte, entre la especie x y Ia especie y, y por otra parte, entre el clan a y él clan b. Es sabido que el inventor del totemismo, en el plano tecrico, fue el escocés McLennan, en sus articulos aparecidos en la Fortnightly review th tulados “The worship of animals and plants”, donde se encuentra la célebre férmula: el tote- mismo es el fetichismo més In exogamia y la filiacién matrilineal. Pero bastaron treinta afios awtRoDuccION, 2 para que apareciesen no solamente una critica semejante, hasta en los términos, a la de Boas, sino también los desenvolvimientos que hemos esbozado al final del parrafo anterior. En 1899 Tylor publicé diez paginas acerca del totemnismo: sus “observaciones” nos hubiesen evitado muchas divagaciones, antiguas o recientes, de no haber ido, hasta tal punto, contra la corriente, Antes de Boas, Tylor deseo’ que al estimar el lugar y la importancia del totemismo se tonya en cuenta la tendencia del espiritu humano 2 agotar el universo por medio de una clasificacién (io classify out the universe) (p. 143), Desde este punto de vista, el totemismo puede definirse como la asociacién de una especie ani- mal y de un clan humano. Pero, sigue diciendo Tylor, quello contra Io que no vacilo en protestar es Ia manera como se han puesto Jos tétem en Ia base de la religidn, 0 poco menos. Al totemismo, entendido como fo que és, a saber, wn subproducte de la: teo- fa. del derecho, salido del inmenso contexto de Ja religién primitiva, se Te ha atribuido wna. importancia que ‘no guarda proporcién con su verdadero papel teoldgice (p. 1), Y termina asi Es mas prudente esperar... a que el t6tem haya sido reducido a las proporeiones que Te son proplas en los esquemas, teoldgicos de la humanidad. Y tampoco tengo la intencién de cmprender una discusién’ deta: ada de las observaciones socioldgicas de que se fecha mano para dar al {olemismo sina importancia socloldgica todavia mayor que la religiosa... La exo- gamia puede cxistir, y existe de hecho, sin el tote: 2B INTRODUCCION mismo... pero la frecuencia de su combinacién en Ins tres cuartas partes de la Tierra nos muestra cust, antigua y eficaz ha debido ser Ia accién de los totem para consolidar los clanes y para aliar unos con otros hasta formar el cireulo més amplio de la tribu (p. 148). | Lo cual es una manera de plantear el’ problema de la fuerza légica de los sistemas denotativos tomados de los reinos naturales, 1. LA ILUSION TOTEMICA Acnrrak, como tema de discusién, una categoria que nos parece falsa nos expone siempre aun riesgo: el de mantener, en virtud de la atencién que se le presta, alguna ilusién acerca de st reali- dad. Para rodear mejor un obstaculo impreciso, subraya uno contornos de los cuales se queria, solamente, mostrar la inconsistencia; puesto que, al enfrentarse a una teoria mal fundada, la or tica comienza por rendirle una suerte de home- naje. El fantasma, imprudentemente evocado con la esperanza de poderlo conjurar definitivamen- te, no habra desaparecido mids que para surgir de nuevo, y menos lejos de lo que uno se ima- gina del lugar en el que habia aparecido por vez primera. Tal vez seria mas prudente dejar las teorias obsoletas caer en el olvido, y no despertar a los muertos. Pero, por otra parte, y como dice el viejo Arkel,* ia historia no produce acontecimientos indtiles. Si durante tantos aiios grandes inteli- gencias han estado, por asi decirlo, fascinadas por un problema que hoy nos parece irreal, es. por- que, indudablemente, tras una falsa apariencia, se percataron confusamente de que algunos fend- menos, arbitrariamente agrupados y mal analiza- dos, eran no obstante dignos de interés. ¢Cémo podriamos Hegar a ellos, para proponer una inter- pretacién diferente, sin’ aceptar primero rehacer paso a paso un itinerario que, aun cuando no con- duzea a ninguna parte, incitaré a buscar otro camino, y quizés ayudaré a trazarlo? 1 En Peles of Mdlbande de Masetne, qe Debus convirtié en 6pera. [E.) . Fy 30 Lx ILUSIGN ToriNtICA Escépticos, al momento de partir, acerca de Ja realidad del’ totemismo, queremos’ precisar que emplearemos el término de totemismo, pero a la manera de una cita inspirada por los autores ‘que vamos a estudiar. Seria poco comodo ponerlo siempre entre comillas o afladirle el epiteto de “llamado” 0 de “supuesto”. Las necesidades del didlogo autorizan concesiones de vocabulario. Pero entrecomillados y epitetos estardn siempre sobre- entendidos en nuestro pensamiento, y no sera muy acertado oponernos tal 0 cual’ frase 0 ex: presign que parezca contradecir una conviccion netamente declarada, Dicho esto, tratemos de definir desde fuera, y en sus aspectos més generales, el campo semanti- co en el seno del-cual se sitian los fenémenos cominmente agrupados con el nombre de tote. /- En efecto, tanto en este caso como en otros, el { método que’ pensamos utilizar consiste en: 1. Definir el fenémeno que vamos 2 estudiar como una relacién entre dos 0 mas términos rea- les o virtuales. 2. Construir el cuadro de permutaciones posi- bles entre estos términos. \ 3. Tomar este cuadro como abjeto general de / un andlisis que, a este nivel solamente, puede Ie- gar acstablecer conexiones necesarias, puesto que tl fenomeno empirico contemplado al momento | de partir no era sino una combinacién posible entre otras, cuyo sistema total debe ser previa: \ mente reconstruido. EL término totemismo comprende las_relacio nes idealmente postuladas entre dos series, una de elas natural y la otra cultural. La serie na- tural comprende, por una parte, catégorias, por otra parte, individuos; la serie cultural compren- LA ILUSION ToTENICA 31 de grupos y personas. Todos estos términos han sido arbitrariamente elegidos. para distinguir, en cada serie, dos moos de existencia, colectivo © individual, y para evitar que se confundan las series, Pero en esta etapa preliminar podriamos Utilizar no importa qué términos, con tal de que fuesen distintos: Narumnusza Categoria Cunrum Grupo Hay cuatro maneras de asociar entre sf, de dos en dos, tgrminos provenicntes de series ‘diferen tes, esto es, de satisfacer con las minimas condi ciones la hipdtesis inicial de que existe una rela- cidn entre las dos series: 1 2 3 4 Navonnurzs Categoria Categoria Individuo Individuo currum Grupo Persona Persona Grupo A cada una de estas cuatro combinaciones co- rresponden fendmenos observables en una o en. varias poblaciones. El totemismo australiano, fen sus modalidades Tiamadas “social” y “sexual”, postula una relacién entre una categorfa natural (especie animal o vegetal, 0 clase de objetos 0 de fenémenos) y un grupo cultural (mitad, seccién, subseccién, cofradia religiosa, o el conjunto de las personas del mismo sexo); Ia segunda combi- nacién corresponde al totemismo “individual” de los indios de la América del Norte, entre los cus les el individuo, sujetindose a pruebas, trata de conciliarse una categoria natural. Como ejemplo 32 La ILUSION TorENICA de Ia tercera combinacién citaremos a Mota, del grupo de las islas Banks, en la que se piensa’ que cl nifio es la encarnacién de un animal o de una planta hallados 0 consumidos por la madre en el momento de tomar conciencia de estar embara- zada; se podria afiadir el ejemplo de alguna tribu del grupo algonquino, que Supone establecida una relacién particular entre el recién nacido y alain animal que se vio acercarse a la cabafia de la familia, La combinacién grupoindividuo encuen- tra sus ejemplos en Polinesia y en Africa, cada ver. que algunos animales (lagartos guardianes de Nueva Zelanda, cocodrilos sagrados y “margaye” del leGn 0 de la pantera, en Africa) son objeto de una proteccién y de una veneracién colectivas; es probable que los antiguos egipcios hayan te: nido creencias de esta clase, con las cuales estn emparentados también los ongon de Siberia, aun- que aqui ya no se trate de animales reales, sino de figuraciones que el grupo trata como si fuesen seres vivos. Légicamente hablando, las cuatro combinacio- nes mencionadas son equivalentes, puesto que han sido engendradas por la misma operacién. Pero solamente a las dos primeras se las ha in: cluido en el drea del totemismo (ademas se ha discutido para saber cudl era la primitiva y cudl la derivada), en tanto que las otras dos no han sido vinculadas al totemismo sino de manera in- directa, una en calidad de esbozo (lo que hizo Frazer ‘en cl caso de la isla de Mota) y la otra como un vestigio. Numerosos autores prefieren, inclusive, dejarlas completamente fuera. | La ilusién totémica procede, por lo tanto, en | primer lugar, de una deformacién del campo se- méntico al cua pertenecen fendmenos de Ia mis. ma clase. Se ha hecho hincapié en algunos aspec: LA ILUSIGN ToT#NICA 33 tos del campo a expensas de otros, para poderles conferir una originalidad y una extrafieza que no les pertenecian en puridad de verdad: se les ha- cfa misteriosos por el solo hecho de sustraerlos al sistema del cual formaban fntegramente parte como transformaciones. 2Acaso se distingufan, al menos, por una “presencia” y una coherencia mayores que en los otros aspéctos? Nos bastard con considerar algunos ejemplos y, en primer Iu gar, aquel que dio origen a todas las especulacio- nes acerca del totemismo, para convencernos de {que su valor aparente proviene de un mal fraccio- namiento de la realidad. Es sabido que a palabra f6tem ha sido formada ‘@ partir del Ojibwa, lengua algonquina de la re- gién situada al norte de los Grandes Lagos de la América septentrional. La expresin ofoteman, que aproximadamente significa "él es de mi pa Tentela”, se descompone en: o inicial, prefijo de Ta tercera persona; -f- epentética (para evi- tar la coalescencia de las vocales); -m-, pose- sivo; ~an-, sufijo de la tercera persona; por liltimo -ofe-, que expresa el parentesco ‘entre Ego y un hermano, hombre o mujer, y define, por lo tanto, el grupo exégamo en el nivel de genera- cién del sujeto. De esta manera se expresaba la pertenencia a un clan: makwa nindotem “el oso es mi clan”; pindiken nindotem: “entra, hermano de clan", ete. En efecto, los clanes de los Ojibwa evan sobre todo nombres de animales, lo que ‘Thavenet —misionero francés que vivi6 en el Cana- dé a fines del siglo xviit y a comienzos del xx— explicaba en funcién del recuerdo que cada clan eberfa de haber conservado de un animal que viviese en su lugar de origen: el mas hermoso, el de disposicién mas amable, el més temido, el més a4 ILUSION Toric comiin; o también, aquel al que se le daba habi- tualmente caza (Cuog, pp. 312-313), Este sistema de denominacién colectiva no debe confundirse con la creencia, que tienen también los Ojibwa, de que cada individuo puede entrar en relacién’con un animal que se convertiré en su espiritu guardién. El Gnico término atestiguado que designa a este espiritu guardidn individual fue transcrito como nigouimes por un viajero de mediados del siglo xix. Por Jo tanto, no tiene nada que ver con Ia palabra tétem, 0 con alguna otra expresién de Ja misma clase. En efecto, las investigaciones acerca de los Ojibwa demuestran ue la primera descripcién de la supuesta ins tucién del “totemismo” —debida al mercader ¢ intérprete inglés apellidado Long, a fines del glo xvinr— es resultado de una confusién entre el Vocabulario clinico (en el que los nombres de animales corresponden a denominaciones colecti- vas) y las creencias.asociadas a los. espfritus guardianes (que son protectares individuales) (Handbook of North American Indians, articulo “Totemism"). Esto es lo que pondremos de relie- ve mejor cuando practiquemos un andlisis de Ia sociedad Ojibwa. Estos indios estaban organizados, al parece! cen varias decenas de clanes patrilineales y pat locales, de los cuales cinco pudieran haber sido mids antiguos que Jos otros, pues, en todo caso, disfrataban de un prestigio particular. Un_mito explica que estos cinco clanes “primitivos” se Temontan a seis seres sobrenaturales antropomor fos, salidos del océano para mezclarse con 10s. hom: bores. Uno de ellos tenia los ojos vendados y no. se atrevia a mirar_a los Indios, aunque parecia tener ‘muchas ganas de hacerlo. Tneapaz de dominar st impulso, se quité por ultimo la venda y_su mirada 1A mLUSION TorEMaca 35 cay6 sobre un hombre que murié instanténeamente, como si lo hnubiese fulminado un rayo, pues a pesar de las amistosas disposiciones del visitante, sunt e. Entonces sus compaficros igaron a regresar al fondo de los mares. Los fotzos cinco se quedaron entre los indios y les pro- fcuraron muchas bendiciones. Son el origen do. los urandes elanes 9 t6tem: pez, grulla, somormujo, 050, alee del Canada © maria (Warren, pp. 4344), A pesar de la forma mutilada en Ta cual ha e- gado hasta nosotros, este mito ofrece un cons derable interés. Afirma, en primer lugar, que en- tre el hombre y el tétem no podria existir una relacion directa, fundada en la continuidad, La inica relacién posible debe ser “enmascarada”, y por lo tanto metaférica, como lo confirma el hecho, atestiguado en Australia y en América, de que al animal totémico se le designe, a veces, con un nombre distinto del que se le da al animal real, hasta el punto de que Ia denominacién del clan no da lugar, inmediata y normalmente, a una aSociacién, zoolégica © botéinica en Ia conéiencia indigena, En segundo lugar, el mito establece otra opo- siciéa, entre relacién personal y relacién colec- tiva. El indio no murié solamenie por haber sido mirado, sino también en virtud de la singular conducta de uno de los seres sobrenaturales, en tanto que los otros actuaron con mayor discre- clon y en grupo. A este doble respecto, la relacién totémica, de modo implicito, es distinguida de la relacién con el espiritu guardién, la cual supone una toma de contacto directa, como remate de una biisque- a individual y sotitaria, Por lo tanto es la teo- ia indigena misma, tal como la expresa el mito, Ja que nos convida a separar los tétem colectives La ILUSIGN TorENEIeA tus guardianes individuales, y a i sistir en el caricter mediato y metaférico de la| relacién entre el hombre y el epénimo del clan. Por tltimo, nos pone en guardia contra la tenta: cion de construir un sistema totémico mediante In adicién de relaciones tomadas cada una de ellas por separado, y uniendo cada vez un grupo de hombres con’ wna especie animal, siendo que la relacién primitiva se establecia entre dos siste- mas, uno de ellos fundado en la distincién de los grupos, y el otro en la distincidn de las especies, de tal manera que, de golpe, se ponen en corre- Iacién y en oposicién, por una parte, una plura- ridad de grupos, y por otra parte, una pluralidad de especies. ‘Segtin las indicaciones de Warren, cl cual era ‘un Ojibwa, los cinco clanes principales habfan dado nacimiento a otros clanes: Pez: genio de las aguas, siluro, lucio, esturién, sal- imén de los Grandes Lagos, chupador (pez rémora) Grulla: dguila, gavilin Somarmujo: gaviota, cormorin, oca silvestre Oso: lobo, lince Alice: marta, reno, castor. En 1925, Michelson anoté los siguientes clanes : marta, somormujo, éguila, salmon. (bull-head), 650, esturién, gran fince, ince, grulla, pollo, Alp hos afios més tarde, y en otra regién (la del Iago Vieux-Désert), Kinietz mencionaba seis clanes: genio de las aguas, oso, siluro, aguila, marta, por Ilo, Afiadia a esta lista dos clanes recientemente desaparecidos: el de la grulla y el de un ave in determinada, Entre los Ojibwa orientales de la isla Parry (en Georgian Bay, parte del lago Huron), Tenness re- constituyé, en 1928, una serie de clanes “aves”: La ILusi6w torsastea 37 grulla, somormujo, aguila, gaviota, gavilin, cuer- Vo; una serie de clanes “marniferos”: oso, cariba, ace del Canad, lobo, castor, mutria, mapache, orvillo; una serfe de clanes "peces”: esturién, luc Gio, siluro. Existia también otro clan: creciente de luna, y'toda una serie de nombres correspon- dientes a clanes hipotéticos 0 desaparecidos de la region: ardilla, tortuga, marta, pecan, vis6n, com teza de abedul. Los clanes que todavia vivian se reducian a seis: reno, castor, nutria, somormujo, haleén, gavilin. Podia ocurrir también que la divisién se hicie- se en cinco grupos, por subdivision de las aves en “eelestes” (guila, gavilin) y “acudticas” (todas Jas demas); y'de ios mamiferos en “terrestres” y “acudticos” (los que frecuentan las zonas pam tanosas, como los cérvidos del Canadé, 0 que son pescadores: pecan, vis6n, etc.). Sea lo que fuera, jamas se ha observado entre los Ojibwa la creengia de que Ios miembros del clan sean descendientes del animal totémico; y este titimo no era objeto de un culto, De tal manera, Landes sefiala que, aunque el. caribii hur Diese desaparecido completamente del Canada meridional, este hecho no preocupaba de ninguna manera ‘a jos miembros del clan asi designado: “no es mis que un nombre" le decian al investi gador. Al t6tem se Te daba muerte y se le comia con toda libertad, tan sélo tomando algunas pre- ‘cauciones rituales: permiso de caza, solicitado de antemano al animal y excusas retrospectivas. Los Ojibwa afirmaban, inclusive, que el animal se ofre cia de mejor grado a las flechas de los cazadores de su clan, y que por Jo tanto era conveniente interpelarlé Con el hombre del “tétem” antes de darle muerte. EI pollo y el puerco —animales de importa: 38 La nusi6x torsiatea cién europea— eran utilizades para atribuir un clan convencional al mestizo de mujer india y de hombre blanco (en razén de la filiacién patti Tineal que, de otra manera, los hubiese privado de clan). A veces también so les asignaba al clan fel Aguila, porque esta ave figura en el escudo de los Estados Unidos, popularizado por las mone- \ das. Los clanes migmos estaban subdivididos en \bandas, designadas por las partes del cuerpo del lanimal del clan: cabeza, grupa, grasa subcutié- nea, etestera. Reuniendo y comparando las informaciones pro- venientes de varias regiones (cada una de las cua: Jes no proporciona mas que una lista parcial, pues los clanes no estan igualmente representados por doquier), se adivina una divisién tripartia: fague (genio de las aguas, siluro, lucio, rémora, esturion, salmonides, etc, es decir, todos los cla. nes “peces"); aire (guile, gavilén y* grulla, so- mormujo, geviota, cormoréin, oca, etc.); tierra, {primero’con un grupo: caribi, alee del ‘Canada, reno, marta, castor, mapache; después con otro! pectin, visén, zorvillo, ardilla y por tltime con lun tefeero: 680, lobo, lince). No esta bien deter minado el lugar de la serpiente y de la tortuga. Totalmente distinto del sistema de las denomi. naciones totémicas, que esta regido por un prim cipio de equivalencia, el de los “espiritus” 0 manido se presenta en forma de pantedn jerarqui- zado. Entre los algonquinos, sin duda, existia una jerarquia de clanes, pero ésia no se basaba en la superioridad o en’ la inferioridad atribuidas a Jos animales epénimos, como no fuera por bro mear: “mi t6tem ¢s ¢1 lobo, el tuyo es el puereo. {Ten cuidado! jLos lobos’ se comen-a fos puer- cos!" (Hilger, p. 60). A todo lo mis, se observa- ban esbozos de especializaciones fisicas y morales LA ILUSION ToTEMICA 39 conecbidas a imagen de las proj as. Por el contrario, el sistema de los “espiritus” estaba ostensiblemente ordenado sobre dos ejes: el de los grandes y pequefios espiritus por una par te, y el de los espiritus benévolos y malévolos por otra, Encima de todos estaba el gran espiritu: ve- nian Iuego sus servidores; y después, en orden des- cendente —moral y fisicamente—, el sol y Ia luna, los 48 truenos que se oponen a las serpientes miti- cas, losdiminutos indios invisibles”, los genios de las aguas —machos y hembras—, los cuatro pun tos cardinales, por ltimo hordas de manidos, nombrados y no nombrados, que vagan por el cielo, la tierra, las aguas y el mundo cténico. En un sentido,. pues, los dos sistemas —los totem y los manidos— ‘son perpendiculares, uno apro- Ximadamente horizontal y el otro vertical, y coir iden en un punto solamente, puesto gue los genios de las aguas son los iinicos que figuran, sin ambigiiedad, asi en el uno como en el otro, Lo cual explica,’quizés, por qué los espiritus so- brenaturales, a quienes corresponde el origen de Jas denominaciones totémicas y de la divisién en lanes, en el mito que hemos resumido, son des- critos ‘como salidos del océano. Del sistema mando provienen todas las prohi- biciones alimenticias que han sido observadas en- tre los Ojibwa, y todos ellas se explican de la misma manera: prohibicién hecha durante el sue- fio, a un individuo, por un espiritu determinado, de consumir yna carne determinada, 0 una parte determinada del cuerpo de un animal, por ejem- plo la care del puerco espin, la lengua del alce del Canada, ete. El animal as{ prohibido no figu- ra, necesariamente, en el repertorio de las deno- minaciones clénicas. De igual manera, la adquis jon de un espiritu 40 1A TLUSION TorsMicA SISTEUA"uastoo® ‘sistema ty Lele, estar te “rare guardidn era la culminacién de una empresa es- trictamente individual, y se alentaba a los mucha- hos y a las muchachas para que la_realizasen cuando se acercaban a la pubertad. En caso de éxito, se conquistaban un protector sobrenatural, cuyas caracterfsticas y circunstancias de apari- ‘cién eran otros tantos indicios que informaban fa los interesados acerca de sus aptitudes y de su vocacién, Sin embargo, estas ventajas no queda- ban garantizadas mas que a condicién de com- portarse, con el protector, con obediencia y di crecién. A pesar de todas estas diferencias, la ‘confusién sufrida por Long entre t6tem y espiritu guardién se explica en parte por el hecho de que este iiltimo nunca era LA TLUSION TorEaca a tun mamifero o ave particular, como los que se po- dian ver, de dia, alrededor del wigwam, sino un s% Sobrenatural gue zepresentaba a toda la especie (J ness, p. 54). ‘Trasladémonos ahora a otra parte del mundo, cen seguimiento de Raymond Firth, cuyos andlisis han contribuido mucho a poner de manifiesto la extrema complejidad, y el cardcter heterogéneo de creencias y de costumbres reunidas con demasia- da precipitacién, bajo la etiqueta de totémicas, Estos analisis son tanto mas demostrativos cuan. to que versan sobre una region —Tikopia— de la que Rivers pensaba que proporcionaba la mejor prueba de la existencia del totemismo en Pol esi ‘Sin embargo, observa Firth, antes de formular semejante pretensién ces necesario saber si, por lo que respecta a los hom bres, la relacién [con especies © con objetos natura: Jes} abarea a poblacién en su conjunto o coneierne solamente a algunas personas y —por lo que respeeta a los animales 0 a los vegelales— si se trata de es pecies consideradas en su. conjunto también, 0 de in. dividuos particulares: si al objeto natural se Ie tiene por representante © por emblema del grupo hums hho; si se verifica, en una u otza forma, la nocién de Ia existencia de. ‘una identidad entre’ una persona por una parte, y una criatura o um objeto natural por otra), y,de una fillacién que los une; por ultimo, si cl interés puesto en un animal o una planta apunta hacia ellos directamente 0 se explica mejor por su supmesta.asociacién con espivitus ancestrales 0 con divinidades. En esie sitimo caso es indispensable | comprender qué concept tienen los indigenas de tal relacién (Firth (1, p. 192). 42 LA ILUSION TorEMICA |. Este texto sugiere que a los ejes grupoindivi |duo, y naturalezacuttura, que ya hemos disti | guido, se debe afiadir un tercero, sobre el cual Se escalonen diferentes clases concebibles de re Taciones entre los términos extremos de los. dos primeros ejes: emblematica, de identidad, de fi- liacién, de interés directo o indirecto, etcétera. La sociedad de Tikopia comprende cuatro gru- pos patrilineales que no son necesariamente exé- gamos, Tamados kainanga, cada uno de ellos di- rigido por un jefe 0 ariki, que mantiene relaciones privilegiadas con los afuia, Este término desig: ‘na los dioses propiamente dichos, lo mismo que los espiritus ancestrales, las almas de los jefes precedentes, etc, En cuanto a la concepcién ind gena de la naturaleza, esta dominada por una Aistincién fundamental entre “cosas comidas”, kai, y “cosas no comidas”, sise € kai. Las “cosas comidas” consisten sobre todo en alimento vegetal y en pescado. De entre los vege- tales, cuatro especies tienen importancia primor- dial, porgue cada una guarda una afinidad par ticular con uno de los cuatro clanes: el flame "escucha”, “obedece” a sa Kafika; y la misma relacién prevalece entre el cocotero y el clan sa Tafua, cl taro y el clan sa Taumako, el arbol del pan y el clan sa Fangarere. De hecho, y como Ocurre en las islas Marquesas, se considera que cel vegetal pertenece directamente al dios del clan (que encarna en una de las numerosas varieda- des de anguila de agua dulce 0 de los arrecifes costeros), ¥ el ritual agricola se presenta, en pri mer lugar, como una solicitacién del dios. “Asi pues, ef papel que desempefia el jefe del clan es, sobre todo, el de “controlar” una especie vegetal. Es necesario ademés hacer una distincién entre las especies: la plantacién y la recoleccién del LA ILUSIGN Tor#attcA 43 fiame y del taro, 1a recoleccién del fruto del ér- bol del pan exhiben un caracter estacional. No ‘ocurre otro tanto con los cocoteros, que se multi plican esponténeamente y cuyos frutos maduran durante todo el afio. A esta diferencia correspon- de, quizis, la que s¢ observa entre las formas de control respectivas: todo el mundo posee, cultiva, recolecta las tres primeras especies, pela y con: sume su producto, en tanto que sélo el clan en- cargado celebra los ritos, Pero no existe un ritual clanico particular para los cocoteros, y el clan Tafua, que los controla, esta sujeto solamente a algunos tabies: para beber el agua de Ios cocos, sus miembros deben practicar un agujero en la corteza, en ver de romperla; y para partir el coco y extraer la pulpa sélo pueden utilizar una pie- ra, absteniéndose de cualquier util fabricado. Estas conductas diferenciales no son interesan- tes tinicamente por Ja correlacién que sugicren entre ritos y creencias por un lado, y por otro Jalgunas condiciones objetivas. Asimismo, prestan apoyo a la critica que hemos formulado contra la tegla de homologia de Boas, puesto que tres clanes expresan su relacién con las especies na- turales por medio del ritual, y el cuarto a través de prohibiciones y prescripciones. La homologia, si acaso existe, debe ser buscada a un nivel mas profundo, por Io tanto. Sea de esto Io que fuere, esta claro que la rele cién de los hombres con ‘algunas especies vege- tales se manifiesta, en Tikopia, sobre un doble plano: \sociolégico y religioso. Al igual que lo que pasa entre los Ojibwa, un mito cumple la fun- Gién de unificar los dos aspectos: Hace mucho tiempo los dioses no se distingufan de Jos hombres, y los dioses eran en el mundo los repre- 44 1a 1usi6N torfnaca sentantes directes do los clanes. Ahora bien, ocurrié que un dios extranjero, Tikarau, hizo una ‘visita, a Tikopia y los dioses del pais le prepararon un esplén- Gide Testin; pero antes organizaron pruchas de fuerza y de velocidad para medirse con su huésped. En lena carrera, este tiltimo fingid tropezar y declaro ‘que so habia herido. Pero mientras simulaba cojear, de pronto pegé un salto hacia la comida amontonada y se la Tlevo a las colinas. La familia de los dioses Se Tanz) en su persecucion; esta vez Tikarau se cay6 de verdad, de suerte que’ Jos dioses de los clanes pudieron quitarle un coco el uno, un taro el oiro, el tercero un fruto del drbol del pan, y los tltimos ‘un fame... Tikarau logré elevarse al cielo con Ja mayor parte del festin, pero Jos cuatro alimentos vogetales hhablan quedado’a salvo para los hombres (Firth 111, p. 286) Por muy diferente que sea este mito del de los Ojibwa, muestra tener con él algunos puntos en comin ‘que es necesario subrayar. En primer Iv- gar, se observard Ia existencia de 1a misma oposi. ‘cio entre una conducta individual y una conduc ta colectiva, calificadas negativamente la primera y positivamente Ia segunda con relacién al tote- mismo. En los dos mitos la conducta individual y malhechora cs de un dios Avido e indiscreto (el cual, por lo demas, no deja de tener semejanzas con el Loki escandinavo, magistralmente estudia- do por G, Dumézil). En ambos casos el totemis- ‘mo, en ewianto sistema, es introducido como fo gue resta de una totalidad empobrecida, lo cual puede ser una manera de expresar que los términos del sistema na valen mas que si son alejados los| tunos de los otros, puesto que son los tinicos que 1 BsteHbo estaka ya en pruchas cupid eg6 a, nues tras nanos tna Tecenifetma bra de Firth (3) en Ta gue SS"oueuttan otras versiones el tama mit. ILUSIGN ToUEMIEA 45 quedan para poblar un campo semantico primi- tivamente mas leno, y en el cual se ha introdu- cido Ia discontinuidad. Por dltimo, los dos mitos sugieren que el contacto directo (en un caso en- tre los dioses-tétem y los hombres; en el otro entre los dioseshombres y los tétem), es decir, Ja relacién de contigitidad, es contraria al espiritu de Ja institucién: ef tétem no se convierte en tal mas que a condicién de haber sido alejado pri mero. En Tikopia la categorfa de las “cosas comi- das” comprende también Ios peces. Sin embargo, no se aprecia ninguna asociacidn directa entre los clanes ¥ los peces comestibles. Cuando se intro- duce a los dioses en el circuito, Ia cuestion se complica. Por una parte los cuatro vegetales se consideran sagrados porque “representan” los dioses —el flame es el "cuerpo" de Kafika, el taro el de Taumako; el fruto del arbol del pan y el coco son Ins “cabezas” de Fangarere y de Tafua, respectivamente— pero, por oira patte, los dio" ses “son” peces, més particularmente ‘anguilas. As{ pues, volvemos a encontrar, en forma tras- puesta, la distincion entre totemismo y religion que habiamos visto ya en forma de tina oposi- cién entre semejanza y contigiiidad, Al igual que entre Ios Ojibwa, el totemismo de Tikopia se expresa por medio de relaciones metaféricas. En cambio la relacign entre el dios y el animal en el plano religioso es de orden metonimico. En primer lugar porque se dice del atua que en: tra en el animal, pero no que se transjorme en éste, y ademas porque la solalidad de Ja especie nno est nunca en juego, sino solamente un animal singular (0 sea una parte de la especie), en cl cual se descubre, por su conducta atipica, que sive de vehiculo a un dios. Por fin, esta clase 46 iLusi6N Tornare de acontecimiento se produce s6lo de manera in- fermitente e inclusive exeepcional, en tanto que Ja relacion —mis remota— entre especie vegetal ¥ dios ofrece un cardeter permanente. Desde este titimo punto de vista podria. casi decirse que 1a ‘metonimia corresponde al orden del acontecimien- to y la metafora al orden de la estructura (véase a este respeeto, Jakobson y Halle, cap. v).* Ove las plantas y Tos aaimales’comestibles no sean dioses ellos mismos est4 confirmado por otra Oposicién fundamental: Ia que existe entre atua Jralimento, En efecto, son los peces, insectos y epiiles no comestibles los que se designan con Clinombre de atua; sin duda, sugiere Firth, por- fue las criaturas inadecuadas para ser consumo Gas no pertenecen al orden normal de la natura- leva... En el caso de Jos animales no son, pues, Jos elementos comestibles, sino los no comestibles Jos que estén asociados a los seres. sobrenatu rales” (p. 300). Entonces, sigue diciendo Firth, si dehomos,talar tedos ests fensmenos como const ist at emf ald Geezer der nt positive, relacionada eon los alimentos vegetales ‘hincapié en Ta fertilidad; ofra negativa, que concicrne a los animales, y que otorga el primer Tugar a los que no se prestan a servir de alimento (Birth (13, p. 301). La ambivalencia atribuida a Tos animales se nos manifiesta como mas grande todavia, pues los Gioses practican varias formas de encarnacién ae ofa Reis at Asha rae Beiainse Years Weta ati rst Eig Ee sh ne ates cape, Cae ae LA ILUSION TorEMaiea 41 animal. Para los sa Tajua, el dios del clan es una anguila, que hace madurar los cocos de sus fic- les; pero también puede transformarse en mur. cilago y asi destruir los palmares de los otros Glanes, Lo cual explica la. prohibicién alimenti- cia relativa a los murciélagos, lo mismo que a la gallineta de los pantanos y a otras aves, y por liltimo a los peces, que estin en relacién particu. larmente estrecha’ con algunas divinidades. Es- tas prohibiciones, que pueden ser gencrales 0 es- tar limitadas a un clan o a un linaje, no ofrecen, sin embargo, un caracter totémico: no se comen cl palomo, por sus estrechos vinculos con el clan Tatumaco, pero no se tiene escripulo en destrul lo, por ef dafio que hace a los huertos. Por otra parte, la prohibicién esta limitada a los hijos ma- yores. Detris de las creencias y de las prohibiciones particulares vemos cémo se dibuja un esquema fundamental, cuyas propiedades formales subsis- ten, independientemente de las relaciones entre tal 0 cual especie animal o vegetal y un clan, sub- clan, o linaje, en ocasiOn de las cuales se mani- fiesta, Asf el delfin pose una afinidad especial con linaje Korokoro del clan Tafua. Cuando un a mal encalla en la playa esta familia le hace una ofrenda de alimento vegetal fresco Hamada puta “ofrenda sobre la tumba de un muerto reciente”. Inmediatamente después se cuece la carne y se reparte entre los clanes, con la excepcion de la familia en cuestién, para la cual esa carne es api porque el delfin es la encarnacién preferida de su ata. ‘Las Teglas del reparto del animal conceden 1a cabeza a los Fangarere, la cola a los Tafua, la par- te anterior del cuerpo a los Taumako’y la parte | \ a fuancrven SY" Br Cole de awa RE MUANEATA Soe: Bek uncom |} wae c ane IMGERLEY ae ‘TeRRITOR! Fanuc AUSTRALIA be occioeNTAL colaverton ansanies rocara MERIDIONAL ‘QueENsLAND. nueva cates “orm EL SUR 50 La ILUSION Toréimuca posterior a Jos Kafika: los dos clanes cuya espe- ie vegetal (ame y taro) es un “cuerpo” de dios tienen, pues, derecho a partes “cuerpo”, y los otros dos, cuya especie (frutos del cocotero y del Arbol del’ pan) es una “cabeza” de dios, re extremidades (cabeza y cola). La forma de un sistema de relaciones se extiende de manera cohe rente a una situacién que a primera vista podria parecernos por completo-extraita. Y al igual que en el caso de los Ojibwa, un segundo sistema de relaciones con el mundo sobrenatural, que encie- rra_prohibiciones alimenticias, se combina con una estructura formal, in dejar de|mantenerse claramente aparte, mientras que la hipdtesis to- t£imiea nos levaria confumirios, Las especies divinizadas, objetos de estas prohibiciones, cons- tituyen sistemas separados del de las funciones clinicas, las cuales estén en relacién con la ali- ‘mentacién vegetal: asi por ejemplo, el pulpo, asi- milado a la montafia cuyos torrentes al. precipi- tarse son como tentiiculos, y por Ja misma razén identificado con el sol por sus rayos; y las an- guilas, lacustres y marinas, que son objeto de una prohibicién alinienticia tan estricta que st sola vista provoca a veces cl vomito. De acuerdo con Firth podemos Megara la con- clusion de que en Tikopia no se concibe el a1 mal ni como emblema ni como ancestro ni como pariente. El respeto, las prohibiciones de las que algunos animales pueden ser objeto se explican, de manera compleja, por la triple idea de que el grupo proviene de un ancestro, que el dios encar- ha en un animal y que en los tiempos miticos cxistié una relacién de alianza entre el ancestro y el dios. El respeto por el animal viene de rebote. Por oira parte, las actitudes respecto de las plantas y de los anirnales se oponen entre si. Hay LA ILUSION TorEMTCA 51 rituales agricolas, pero no existen ritos de pesca © de caza. Los aiua se manifiestan a los hom- bres bajo forma animal, nunca vegetal. Las pro- hibiciones alimenticias, cuando existen, conciernen 4 los animales, no a los vegetales. La relacién de los dioses con las especies vegetales es simbélica, cn tanto que su relacién con las especies anima les es real; en el caso de los vegetales se establece al nivel de la especie, en tanto que jamas es atua tuna especie animal,’ sino solamente un animal determinado, en determinadas circunstancias par- ticulates. Por altimo, las plantas “mareadas” por conductas diferenciales son siempre comestibles; Jen el caso de los animales ocurre lo contrario. ‘Volviendo a encontrar, casi palabra por palabra, una formula de Boas, Firth extrae de una répida Confrontacién de los hechos de Tikopia con el Conjunto de las observaciones polinesias la Ie ‘cid de que cl totemismo no constituye un fend- meno sui generis, sino un caso particular, dentro del marco general de las relaciones entre'cl hom- bre ¥ los clementos de su medio natural (p. 398). Mas alejados de Ia concepcién clisica del tote: mismo, los rasgos de la cultura maori guardan tan directa relacién con los mencionados en el caso de Tikopia que refuerzan atin ms la demos- tracién, Si se respetan algunos Tagartos, como guardianes de grutas {unerarias y de arboles en Tos que se captura a los pajaros con trampas, es porque el lagarto representa al dios Whiro, que es Ta enfermedad y la muerte personificadas. Sin duda existe un lazo de filiacién entre los dioses y los elementos 0 seres naturales: de la unién de Ta roca y cl agua han nacido todas las varieda- des de arena, guijarros, formaciones de gres y de- més minerales: nefrita, sflice, lava, escoria; y 52 La ILUSION Torfaen también los insectos, los lagartos y las sabandijas. El dios Tanenui-aRangui y la diosa Kahuparauri cengendraron todas las aves y todos los frutos del bosque; Rongo es el antepasado de las plantas cultivadas, Tangaroa de los peces, Haumia de las plantas silvestres (Best), Para Jos maories el universo entero se despliega como de una gigantesca parentela en la que el cielo y la terra hacen las veces de primeros ancestros de todos los seres y do todas las cosus: el mar, In arena de Ia ribera, los bosques, las aves, Ios hombres. Se diria que el indigena se siente a disgusto cuando no logra establecer —y ojalé pueda hacerlo con el. mayer detalle posible— los Iaz0s de parentesco que lo unen ‘con los peces del océano, o con el viajero al que le fftece su hospitalidad. Con verdadera pasion, el mao- i de alta alcurnia escruta las genealogias, las com- ppara con las de sus invitados, tratando de’ descubrir ancestros comunes y separando las ramas en primo- jgénitas y menores, etc. Se cita el ejemplo de inde Viduos aya memoria conservaba, ‘en Buen. orden, genealogias en las que estaban incluldas hasta 1 406, personas (PrytzJohansen, p. 9). A Nueva Zelanda jamfs se Ia ha citado como depésito de ejemplos caracteristicos de totemis: mo. Pero constituye un caso limite que permite distinguir, en estado puro, categorias mutuamente exclusivas, cuya compatibilidad estaban_obliga- das a afirmar las hipdtesis totémicas, Precisa- mente porque los maories verdaderamente conci- ben los animales, los vegetales y los minerales jcomo ancestros suyos, no pueden desempefiar el papel de tétem. Al igual que en los mitos “evolu- cionistas” de Samoa, una serie de elementos que participan de los tres grandes érdenes naturales es concebida en continuidad desde un doble pun- to de vista genético y diacrénico. Ahora bien, si =—Te LA ILUSION TorEMIcA 53 los seres 0 los elementos naturales estan relacio- nados unos con otros como ancestros y descen- dientes y, todos juntos, se vinculan igualmente con los hombres, cada uno de ellos queda incapaci- tado para desempefiar por si solo el papel de an- cestro por lo que respecta a un grupo humano determinado, Para emplear una terminologia mo- derna diremos que el totemismo, en el que los lanes se consideran todos provenientes de espe- cies distintas, debe ser, en virtud de esto, pluri- genista (cn tanto que el pensamiento polinesio es monogenista), Pero este mismo plurigenismo ex- hibe un cardcter muy particular, puesto que, como en algunos pasos de baraja, el totemismo desplicga desde el comienzo de la partida todas sus cartas: no queda ninguna en reserva para ilustrar Jas etapas do la transicién entre el an- cestro animal 0 vegetal y su descendiente huma- no. Asi pues, el transito de uno al otro se concibe necesariamente como discontinuo (y todos. los dems transitos de Ja misma clase son, por afiadi dura, simultineos): verdaderos “cambios subi tos" ‘exclusivos de toda contigilidad sensible en- tre el estado inicial y el estado final. Alejadas lo mis posible del modelo evocado por las génesis naturales, las génesis totémicas se plasman cn aplicaciones, proyecciones © disociaciones; con- sisten en relaciones metaforicas cuyo analisis per- tenece més a una “etno-légica” que a una “etno- iologia”: decir que el clan A “desciende” del oso y que cl clan B “desciende” del aguila no es sino tuna manera conereta y abreviada de postular e tre Ay B una relacién andloga a ana relacion entre especies. Tal y como ayuda a aclarar Ja confusién entre las nociones de génesis y de sistema, la etnogra- fia maor{ permite disipar otra confusion —que ee 54 LA ILUSION Torxaca proviene de 1a misma ilusién totémica— entre la nnocién de tétem y la de mana. Los maories de. finen cada ser, o clase de ser, por su “naturaleza” © “norma”, (éka, y por su funcién particular, su comportamiento distintivo, tikanga. Asi concebi- das bajo un aspecto diferencial, las cosas y los seres se distinguen por el tupu, que les viene de dentro y cuya idea se opone a'la del mana, que les viene de fuera y constituye, por lo tanto, mas bien un principio de indistincién y de confusién: El sentido de mana tiene mucho en comin con el de ‘uupu, pero por lo que respecta a un significativo pun: to difieren' totalmente. Los dos términos evacan el desarrollo, ta actividad, la vida; pero mientras que tupu tiene que ver con’ la naturaleza de las cosas de los seres humanos, tal como se manifiesta desde dentro, mana expresa’ una participacién, una forms activa de acompailamiento que, por naturaleza, jamés esti ligada de manera indisoluble a una cosa singu: Jaro aun ser humano singular (PryteJohansen, p. $5) Ahora bien, las costumbres relativas a los ta bites (apy, que no debemos confundir con iupu) se sitdan también en el plano de una discontinul- dad que no nos autoriza a realizar la amalgama (a ‘menudo ‘ntentada por Durkheim y su escuela) entre las nociones de mana, ttem y tabi etine a las costumbres de rapw en una insti: ‘un profundo tespeto por la vida, un te ‘mor respettioso que inelta a los hombres ora a temer, ora a honrar. Este temor respettioso. no tiene come objeto Ja vida en general, sino Ia vida en sus mani festaciones particulares, y ni siquicra en todas: sols: mente la vida encerrada en el eiteulo del grupo de parentesco, extendido hasta abarear Ios huertos, los bosques y los sitios de pesca, y que encuentra su mas alta expresion en la persona del jefe, y en sus rique ‘as y lugares sagrados (Prytz-Toansen, p. 198). Il, EL NOMINALISMO AUSTRALIANO EN 1920, Van Gennep enumeraba cuarenta y un teorias diferentes del totemismo, las més imapor- tantes y recientes de las cuales se habian edifica- do, sin ninguna duda, sobre la base de los hechos australianos. Por tanto, no es sorprendente que haya sido a partir de estos mismos hechos como A.P. Elkin, eminente especialista contemporaneo de Australia, ha intentado una nueva solucién del problema, valigndose a Ia ver de un método em- pirico y deseriptivo, y de los cuadres analiticos definidos algunos aos antes por Radclifte-Browg. Elkin se ajusta tanto a la realidad ctnografica, que es indispensable recordar primero algunos datos clementales, pues a falta de ellos nos seria imposible entender bien su exposicién, Varias determinaciones de la radiactividad resi- dual del carbono 14 nos permiten ya hacer re- montar Ja entrada del hombre en Australia a an- tes del octavo milenio. Hoy en dia ya no se acepta que durante ese cnorme espacio de tiempo Ios in- digenas australianos hayan permanecido comple- tamente aislados del mundo exterior. En Ia costa Norte, por lo menos, debieron de producirse nu merosos contactos ¢ intercambios con Nueva Gui- nea (ya sea directamente, ya sea por las islas del estrecho de Torres) y con la Indonesia meridio- nal, Sin embargo, es probable que, relativamente hablando, las sociedades australianas, en su con- junto, hayan evolueionado en un compartimento stanco, en un grado mucho mis alto que cuales- ‘quiera otras sociedades del mundo. De esa ma- era se explican Ios numerosos rasgos que tienen ‘en comtin, sobre todo en el campo de la religion 5 56 EL NOMINALISMO AUSTRALIANO y en el de la organizacién social, lo mismo que la distribucién, a menudo caracteristica, de mo- dalidades que participan de un mismo tipo. Todas las llamadas sociedades “sin clases" (es, decir, sin mitades, secciones o subsecciones) oct pan una posicién periférica, en las costas de la tierra de Dampier, de a tierra de Amhem, del golfo de Carpentaria, de Ia peninsula del Cabo York, de Nueva Gales del Sur, de Victoria y de la gran babia australiana. Esta distribucion po- dria explicarse ya sea porque estas formas fuesen Jas més arcaicas y hubiesen subsistido en estado de vestigio sobre el contorno del continente, o ya sea —mas verosimilmente— como un resultado de la disgregacion marginal de los sistemas de clase Las’ sociedades de mitades matrilineales (sin secciones ni subsecciones) tienen una distribucién meridional; ocupan en masa el Sureste (sur de Qucensland, Nueva Gales del Sur, Victoria y el este de la provincia meridional), y también ‘una pequeria zona costera, al suroesté de la provincia ‘occidental, Las sociedades de mitades patrilincales (con secciones 0 subsecciones), se sitttan en el norte del continente, desde la terra de Dampier hasta Ta peninsula det Cabo York. Por iiltimo, encontramos ias organizaciones de cuatro secciones en el Noroeste (la regién de los, desiertos, y hasta en la costa occidental) y en el Noreste (Queensland), en ambos lados de la re- gién central, ocupada’ por las organizaciones de ocho subsecciones (desde Ia tierra de Arnhem y a peninsula del Cabo York, hasta la regién del Tago Eyre al sur), Recordemos rapidamente en qué consisten es tas organizaciones de "clases matrimoniales”. Esto wT HL NOMINALISMO AUSTRALIANO 37 es apenas necesario en lo tocante a las mitades, puesto que dstas se definen por la sencilla regia de que el individuo perteneciente a una mitad (por filiacién patrilineal o por filiacion matri neal, puesto que los dos casos se encuentran en Australia) obligatoriamente tiene que buscar su ceénytige en la otra mitad. Tmaginemos ahora dos grupos que residan en territorios distintos y sean fieles, cada uno por su cuenta, a la regla de la exogamia de las mita- des, y admitamos (puesto que es el caso mas fre- ‘cuente, aunque Ia hipotesis inversa arrojaria un resultado simétrico) que la filiacién sea matril neal. Para unirse, estos dos grupos deciden que sus miembros respectivos no podran buscar con yuge mas que en el otro grupo, y que la mujer y los hijos residiran con ef padre. Llamemos Dir rand y Dupont a las dos mitades matrilineales, y Paris y Lyon a los dos grupos locales. La regia de matrimonio y de filiacién seré: Durand de Paris = Dupont de Lyon Durand de Lyon = Dupont de Paris que se debe entender ast: si un hombre Durand de Paris desposa a una mujer Dupont de Lyon, los hijos serén Dupont (como su madre) y de Paris (como su padre). A esto es a lo que se Tle ma sistema de cuatro secciones o de tipo Kariera, por el nombre de una tribu de la Australia occi= dental. Pasamos a un sistema de ocho subsecciones ha- ciendo el mismo razonamiento, pero a partir de cuatro grupos locales en vex de dos. Utilizando tuna notacién simbdlica en la que las letras re presentan los grupos locales patrilineales y las i | 58 BL NoMxnuisago avsreaLziwo cifras las mitades matrilineales, y en la que, cus Guiera que sea el sentido de ia lectura (de iz Guierda a dorecha, 0 de derecha a izquierda), el primer binomio representa. al padre, el segundo la madre, ia flecha une el binomio de la madre on el de os hijos (sistema llamado Aranda), se obtendra el siguiente diagrama: 1 a 62; BL m= D2 err DI = Az: La razén de ser de esas reglas ha sido bien ex puesta por Van Gennep: sssla exogamia tiene como resultado, y_probable- mente como fin, vineular entre sf algunas sociedades especiales que, sin esto, normalmente no entrarian nun contacto mas estrecho que as albafiles de Rudn con los peluqueros de Marsella. “AT estudiar desde esto punto de vista. los cundros. matrimonia. les... se comprueba que el elemento positive de la exogamia es socialmente tan paderoso como su ele- mento negatvo, pero que acerca de este asunte, como fen todos los cédigos, no se especifien mas que lo fue esta prohibido...” Por sus dos aspectos indisolu- bles, Ia instituctén, por lo tanto, sirve para reforzar Ia cohesién, no tanto de los miembros del clan entre si, como de los diversos clanes centro de la. socie- did general, Se establece un entrecruzamiento mae trimonial, de generacién en. gencracion, tanto. mas Complicado cuanto que la tribu, unidad politica, existe desde hace mucho mas, tiempo y se ha repartido en fun niimero mis grande do. fraceiones, entrecruza- talento y mezcla alteros,cuya repuaridad y stoma periodico Ta exogamia sc enearga de asezurar (Van Gennep. p. 351), wT FL NOMINALISMO AUSTRALIANO Ey Esta interpretacién, que es también la nuestra (yéase Les structures élémentaires de ta parenté), sigue pareciéndonos preferible a Ia que Radeliffe- Brown ha sostenido hasta en sus altimos esc tos, y que consiste en deducir los sistemas de ‘cuatro secciones de una doble dicotomia: la de las mitades matrilineales (que no da lugar a debate) y la de las lineas masculinas en generaciones alternadas, nombradas 0 no nombradas. En efee- fo, en Australia ocurre frecuentemente que los Tinajes de hombres estén escindidos en dos cate- gorfas, una do las cuales comprende las gencra- jones de cifva par, y la otra las de cifra impar, contando a partir dé la del sujeto. De tal modo tn individuo varén serd clasificado en Ia misma categoria que su abuelo y su nicto, en tanto que ‘su padre y sti hijo perteneceran a a otra catego- ra. Pero esta clasificacién seria imposible de interpretar, a no ser que viéramos en ella una consecuencia directa o indirecta resultante del juego de las reglas de matrimonio y de filiacién ya complejas. Légicamente, no podemos hacer de lla un fenémeno inicial. Al contrario, toda so- Cicdad ordenada, cualesquiera que sean su orga- hizacién y su grado de complejidad, debe definir- se, de tina o de otra manera, con respecto a la residencia; por lo tanto, es iegitimo recurrir a tuna regla particular de’ residencia como a un principio estructural. ‘En segundo lugar, la interpretacién fundada en tuna dialgetica de la residencia y de Ia filiacién tiene la inmensa ventaja de permitir Ja integra cién de los sistemas australianos clisicos —Ka- Fiera y Aranda— en una tipologia general que no deja fuera ningdn sistema tildado de irregular. Si es inutil insistir aqui sobre este segundo as ecto, es porque esta tipologia general se funda 4 | 0 EL NOMINALISMO AUSTRALTANO exclusivamente en caracteres sociolégicos y hace 2 un lado las creencias y costumbres totémicas: éstas ocupan un lugar secundario entre los Karie- ra, y aunque no podamos decir otro tanto de los Aranda, sus creencias y costumbres totémicas, por importantes que sean, se manifiestan en un plan totalmente distinto del de las reglas matrimonia- les, sobre las cuales no parecen influir. La originalidad del intento de Elkin consiste precisamente en reanudar el estudio de las socie- dades australianas por el lado del totemismo. Pro- pone tres criterios para definir un sistema toté mico: la forma, o manera en que los tétem estén distribuidos entre los individuos y los grupos (en funcién del sexo, o de la pertenencia a un clan, a una mitad, etc.); la significacién, segin el papel desempefiado por el totem en Jo tocan te al individuo (como asistente, guardian, compa fiero, 0 simbolo del grupo social o del grupo cul tual ), y por iiltimo Ia funcidz, que corresponde al papel desempeniado por el ‘sistema totémico en el grupo (reglamentacién de los matrimonios, sanciones sociales y morales, filosofia, etc.). Por lo demas, Bikin otorga un lugar especial a dos formas de totemismo. El totemismo “indi- vidual” se encuentra, sobre todo, en el sureste australiano. Encierra una relacién entre el brajo y tal o cual especie animal, generalmente repti- les. El animal presta su ayuda al brujo, por una parte, a titulo de agente benéfico © malético, y or otra como mensajero 0 espia. Se conocen casos en los que el brujo exhibe un animal amacs- trado como prueba de su poder. Esta forma de totemismo ha sido observada en Nueva Gales del Sur, entre los Kamilaroi y los Kurnai, y en el Tertitorio del Norte, hasta la tierra de Dampier, EL NOMINALISMO AUSTRALIANO a Ja encontramos en forma de creencia en serpien- tes miticas, que viven en el interior del cuerpo de los brujos.’ La postulada identidad entre cl tétem y el hombre trae consigo una prohibicién ali ‘menticia, puesto que el consumo del animal eq valdria a un autocanibalismo. Mas exactamente, Ia especie zoolégica se nos aparece como un té mino mediador entre el alma de la especie y el alma del brujo. El totemismo “sexual” existe desde la region del lago Eyre, hasta la costa de Nueva Gales del Sur y de Victoria. Los Dieri relacionan los sexos con dos plantas. A veces se invoca también a algunas “aves”: murciélago y buho (Dieri); mur. ciélago y pajaro carpintero (Worimi); “reyezue- lo” (enuewren) y “curruca” (superbwarbler) (Kurnai); “reyezuelo” y murciélago (Yuin). En todas estas tribus, los citades tétem sirven de emblema a un grupo sexual. Si un tétem mascu- Tino 0 femenino es herido por un representante del otro sexo, todo el grupo sexual se da por in- ssultado y se produce entonces una refriega entre hombres y mujeres. Esta funcién emblematica descansa en la ereencia de que cada grupo sexual forma una comunidad viviente con la especie animal. Como dicen los Wotjobaluk: “la vida de un mureiélago es una vida de hombre”. No sabe- mos con mucha exactitud de qué manera interpre- taban los indigenas esta afinidad: creencia en la reencarnacién de cada sexo bajo la forma animal correspondiente, 0 en una relacién de amistad 0 de fraternidad, ‘o también a través de mitos en los que figuraban ancestros que llevaban nom- bres de animales. Salvo algunas raras excepciones encontradas en. a costa de Nueva Gales del Sur y de Victoria, el totemismo sexual parece estar asociado a las oe PL NOMINALISMO AUSTRALIANO mitades matrilineales. Lo cual explica la hipéte- ssis de que el totemismo sexual podria obedecer aun deseo de “marear” mas fuertemente el grupo Femenino: entre los Kurnai las mujeres obliga: ban a los hombres demasiado reservados a que Jes propusieran matrimonio dando muerte a un totem masculino: esto provocaba un combate, al que sélo podian poner fin los esponsales. Sin ém- argo, Roheim ha encontrado el totemismo se- xual a orillas del rfo Finke, entre algunos Aranda del Noroeste y entre algunos Aluridja. Ahora bien, los Aranda tienen mitades patrilineales de carécter ceremonial, disociadas a Ja vez de los cultos totémicos locales y de un totemismo de forma “concepcional” det cual volveremos a ha- lar. Sin embargo, otras costumbres 0 institu: ciones no carecen de semejanzas con la de los Kurnai, También entre los Aranda las mujeres tienen a veces Ia iniciativa: normalmente, para determinar el tétem de su hijo, declarando ellas mismas cul fue el lugar de la ‘concepeién; y en ocasién de danzas coremoniales especificamente femeninas y de inspiracion erdtica. Por altimo, al menos en algunos grupos Aranda, al t6tem ma: Terno se Ie respeta tanto como al del sujeto. El gran problema del totemisino es el que plan- ‘ean sus relaciones con las reglas del matrimonio, Se ha visto que éstas ponen en juego —en sus formas mas simples— divisiones y subdivisiones del grupo en mitades, secciones y subsecciones. No hay nada més tentador que inmterpretar esta serie conforme al orden “natural” 2, 4, 8. Las secciones serian resultado, entonces, de un desdo- Dlamiento de las mitades, y las subsécciones de un desdoblamiento de las sccciones. Pero gcuil es cl papel que le corresponde en esta génesis a lus es- 1, NOMINXALISMO AUSTRALIANO “a tructuras propiamente totémicas? Y, més general- mente, gqué relaciones existen en las sociedades australianas entre organizacion social y religion? A este respecto, Jos Aranda septentrionales han Namado la atencién desde hace mucho tiempo, pues, aunque poseen grupos totémicos, grupos locales y clases matriinoniales, no existe entre ellos ninguna relacién clara entre los tres tipos de estructura, que parecen situarse en planos di- ferentes y funcionar cada uno de manera inde. pendiente. En cambio en la frontera de Kimber. ley oriental y el Territorio del Norte se observa tuna coalescencia de las estructuras sociales y las estructuras religiosas; pero por lo mismo las pri. meras ya no se encargan de la reglamentacién de los matrimonios. Alli todo ocurre como si Jas subsecciones, secciones y mitades... (fueran] formas de totemismo, {un modo de definie] las re- Jaciones del hombre {ne con la sociedad sino] con Ja naturateza... (Etkin (21, p. 66). En efecto, en esta regién no se basan en la per tenencia al grupo, sino en Ja relacién de paren- tesco para permitir o prohibir el matrimonio. éNo ocmrre otro tanto en algunas sociedades de subsecciones? En la parte oriental de Ia tic- rra de Arnhem, las subsecciones poseen tétem distintos, 0 sea que alli las reglas del matrimonio ¥ las afiliaciones totémicas coincide. Entre Ios Mungarai y los Yungman del Territorio del Nor- te y de Kimberley, donde los t6tem estan asocia- dos a lugares que flevan un nombre y no a grupos sociales, las cosas vienen a ser lo mismo, gracias a Ta ingeniosa teoria de que los espiritus fctales tienen siempre cuidado de elogir domicilio en el seno de una mujer de la subseccién deseada, para 4 EL NOMINALISMO AUSTRALIANO que a coincidencia tedriea entre t6tem y sub- seccin sea respetada. ‘Ocurre todo lo conirario entre los Kaitish, los Aranda septentrionales y Ios Loritja del Noroeste. Su totemismo es “concepcional”, es decir, el t& tem atribuido a cada nifio no es ya el de su pa- Gre o el de su madre, ni siquiera el de su abuclo, ‘Sino el animal, planta o fenémeno natural aso- Giado por los maitos al lugar en el cual (o cerca Gel cual) 1a madre se dio cuenta del comienzo de ‘su embarazo, Sin duda esta regla, en apariencia arbitraria, es a menudo corregida’ gracias al cui- dado que tienen los espiritus fetales de elegir mujeres que pertenezcan a la misma subseccién que la madre del ancestro totémico. No obstante, Somo Spencer y Gillen Jo explicaron hace tiem- po, un nifio Aranda no pertenece necesariamente Al grupo totémico de su padre ni al de su madre y, conforme al azar del lugar en el que Ja futura Jnadre tomé conciencia de su estado, hijos de Jos mismos padres pueden pertenecer a t6tem diferentes. ‘Por consiguiente, la existencia de subsecciones no permite identificar sociedades que no hace mucho s¢ asimilaban en funcién tan s6lo de ese Griterio. A veces las subsecciones se confunden Gor los grupos totémicos, sin asegurar la regia. mentacién de los matrimonios, confiada a la de- terminacién del grado de parentesco. A veces las subsecciones funcionan como clases matrimo- niales, pero entonees ya no guardan relacién di- recta con las aliliaciones totémicas. Encontramos la misma incertidumbre en el caso de las sociedades de secciones. Unas veces €l totemismo es igualmente seccional, otras, ve- ces numerosos clanes totémicos estén repartidos fen cuatro grupos que corresponden a las cuatro _ HL NoINALISo AUSTRALIAN 65 secciones. Como un sistema sectional asig Jos hijos ina seeeién dlferente de la de custquic: ra de los padres (de hecho, la seccion alterny de fa de la madre, en el seno de la misinamitad, modo de trasmision al cul se da el nombre de Hlacgn matin Indinecta, nesta que los es Henan cat ue ec necesa aren 'ias soviedades de mitades, sin secciones ni sub- secciones, tienen una distibucion periferica, En eT Noroeste australian, a estas mites se tas ombra_con terminos que designan dos especies de canguros; en el Surocste, septn los nombres de dos ayes cacatia blanen y cormeja, © halcon y corneja; al Este segun los de dos variedades de cacatias, Blanca y negra respectivamente, etcetera, Este dualismo se extiende a toda la naturaleza ¥ asi, tedricamente al menos, todos Tos seres to. das las manifestacones estan repartidos entre las dos mitades: tendencia ya ostensible en los Arar da, puesto que los tiem que se han contado enixe ellos, y que pasan con mvicho de 400, estan FRrgrupadse ch ins 60 categories, Las mitades son necesariamente exogaraas, siempre ques respeten las replas do exogamia tolemica, de yparentesco y local. Por dito, las mitades pu den existir soles, como ocurre en las sociedades perifericas, 0 acompariadas de scociones, de sub- Sceciones 0 de ambas formas, Asi, las thibus do la region de Laverton tienen secciones pero no mnitades ni subseceiones; en la ticrra de Arner se mencionan tribus de mitades y de subseccio nes, pero sin secelones, Por sitio, los Nanglo- rer no tienen més que stbsecciones, sin mitedes Fl secciones, Parece, pues, que las mitades no provienen de una série gendtica, que haria de iss una condicion necesaria de las. secciones } | 66 EL NOMIN (como estas tiltimas, a su vez, serian la condicién de las subsecciones); que sti funcién no es ne- cesaria y automaticamente reglamentar los ma- trimonios, y que su cardcter mas constante esta en relacién con el totemismo, por biparticién det univers en dos categorias. {SMO AUSIRALIANO Consideremos ahora Ia forma de totemismo que Elkin lama “elénica”, Los clanes australianos pueden ser patrilinealés 9 matrilineales, 0 tam- bién “concepcionales” —es decir—, que agrupan a todos los individuos que se supone que fueron concebidos en el mismo lugar. Sin que importe a cul de estas clases pertenezcan, los clanes son normalmente totémicos, o sea qué sus miembros observan prohibiciones’ alimenticias respecto de ‘uno de varios tétem, y tienen el privilegio o Ia obligacién de celebrar ritos para asegurar Ia mul- ri in de la especie totémica. La relacién ‘que une los miembros del clan con sus t6tem se define, segtin las diversas tribus, como gencalé- ica (el totem es el ancestro del clan) 0 local (cuando una horda esta vinculada con sus tétem por intermedio de su territorio, donde se encuen- tran Jos sitios totémicos, lugares en los que se dice que residen los espiritus salidos del cuerpo del ancestro mitico). La relacién con el t6tem puede inclusive ser simplemente mitica, como en el caso de las organizaciones por secciones, en ag que dentro de su mitad matrilineal un hom fore pertenece a la misma seccién que el padre de su padre y posce los misinos t6tem que dl ‘Los clanes matrilineales predominan en la Aus- wralia oriental, Queensland, Nueva Gales del Sur, Ja parte occidental de Victoria. y “también una pequeria regién del suroeste de ia Australia oc- cidental, En efecto, de la pretendida ignorancia EL NOMINALISMO AUSTRALIANO or (que mas verosimilmente es una denegacién) del Papel que desempefia ef padre en la concepcién resulta que el hijo recibe de su madre una carne ¥ una sangre continuamente perpetuadas por lie hea femenina. Se dice entonces que los miembros de un mismo clan forman “una sola carne", y en Jas lenguas del este de Ia Australia meridional el mismo término que designa la carne designa también el totem. De esta identificaciéa carnal entre el clan y el ttem se desprenden a la vez la regla de exdgamia clinica en el plano social, y Jas prohibiciones alimenticias en el plano religio- so: lo semejante no debe confundirse con lo se- mejante, ya sea por consumo alimenticio 0 por copula. En tales sistemas cada clan posee generalmen- te un tétem principal y un némero muy elevado de tétem secundarios y terciarios, clasificados en orden de importancia decreciente. En el limite todos los seres, cosas y fenémenos naturales es tén englobados en un verdadero sistema, La estructura del universo reproduce la de Ia s0- ciedad, Encontramos los clanes de tipo patrilineal en la Australia occidental, el Territorio del Norte, la peninsula de Cabo York, y la costa, en los limi- tes que scparan Nueva Gales del Sur de Queens- land. Estos clanes son tolémicos como los clanes matrilineales pero, a diferencia de estos tiltimos, cada uno se confuinde con una horda local patr lineal y el lazo espiritual con el téiem ya no se establece carnalmente sino localmente, por inte medio de los sitios totémicos incluidas en el te rritorio de la horda. De esta situacion se desprem den dos consecuencias, segtin que fa trasmision, del t6tem se efectde también por linea paterna, © por ventura sea de tipo “concepeianal”, 6 EL NOMINALISMO AUSTRALIANO En el primer caso el totemismo patrilineal no aflade nada a la exogamia local. Religion y es: tructura social guardan una relacién arménica: desde el punto de vista de la posicion social de los individuos, se repiten, Es lo contratio de Jo que habiamos verificado en el caso de los clanes matrilineales, puesto que, como Ta residencia es ‘Siempre patrilocal en Australia, 1a relacién entre regla de filiacion y regla de residencia era en aque los casos disarménica, y los efectos respectivos se componian para definir una posicién social individdal nunca exactamente igual a la de_nin- jguno de los padres. Por otra parte cl totemismo Carece de relacién con la teoria indigena de la pro- ‘GreaciGn. El pertenecer al mismo totem expresa ‘Solamente tun fenémeno local: la solidaridad de la horda, ‘Cuando la determinacién del tem se realiza por el método concepcional (ya se trate, como entre los Aranda, del sitio de la concepcion, © del lugar del nacimiento, como en cl oeste de fa Aus- tralia meridional), la’situacién se complica: como la residencia no deja de ser patrilocal, lo mas probable es que la concepeién y el nacimiento se produzcan en el territorio de la horda paterna, Buardando asi a la regla de la trasmision de los totem un cardcter indirectamente patrilineal. No obstante, pueden producirse excepciones, sobre Yodo cuando las familias se desplazan, y en tales casos es solamente probable que el tétem de los hijos se cuente entre los de la horda paterna, Tré- tese de una consecuencia o de un fenémeno con- comitante, no encontramos regla de exogamia fotemica entre los Aranda (del Norte, por lo me- 1 Los términos avménico ¥ disarmdnica han sido. deft nidos,-y estudiadas sis Implicaciones, en la obra, Struc: tures’ élémentaires dela parente. EL NOMINALISMO AUSTRALIANO 69 nos). Estos diltimos confian la reglamentacién de Ja exogamia a las relaciones de parentesco 0 al sistema de subsecciones, totalmente independien- tes de los clanes totémicos.# Es notable que, de manera corrclativa, las prohibiciones alimenti cias sean mas flexibles, 0 hasta inexistentes (como entre los Yaralde), en las sociedades de clanes patrilineales, en tanto que las formas estrictas parecen siempre asociadas a los clanes matrili- neales. ‘Nos contentaremos con citar por no dejarla fue- ra, una diltima forma de totemismo descrita por Elkin: el totemismo “de suefio” (dream tore. mism) que se encuentra en el Noroeste, entre los Karadjeri y en dos regiones del oesté de la Australia meridional, entre los Dicri, Makumba y Loritja, EI totem “de sueiio” puede serle reve- lado a la futura madre cuando se percata de las primeras seftales de su embarazo, a veces después de Ia ingestion de una carne cuya esencia le pa- rece sobrenatural, por ser anormalmente grasien- a, El tétem “sofiado" sigue siendo distinto del tétem “cultual”, determinado por el lugar de na- cimiento del nif. Después de un largo andlisis, reanudado y com- pletado por otros trabajos y que aqui no hemos hecho sino resumir y coméntar brevemente, Eb kkin Iega a la conclusién de que en Australia existen formas de totemismo heterogéneas. Pue- den acumularse: por ejemplo, los Dieri, que viven, © A este respecto las observaciones de Spencer y Gillen se discuten aetualmente. En otra obra trataremos “de ‘nuevo est, Contentémonos’ con notar agi que inclusive en Ta interpretacion moderna, (Bikin (31), tas. Insti hes “Aranda signen estando.mareadas.diferencialmente i comparacion'con las deus vecinos del Norte 9: del 0 EL NOMINALISMO AUSTRALIANO en el noroeste de Australia meridional, poseen simulténeamente un totemismo de mitad, un to- temismo sexual, un totemismo de clan ‘matrili- neal y un totemismo cultual ligado a la residencia patrilocal. Ademas, entre estos indigenas el té ‘tem cultual del hermano de Ia madre es respeta- do por el hijo de Ia hermana, ademas del de su padre (tinico que él mismo trasmitira a sus hi- jos). Al norte de Kimberley encontramos asocis- dos totemismos de mitad, de horda patrilineal 1o- cal y de suefio. Los Aranda del Sur tienen cultos totémicos pattilineales (os cuales se confunden con los tétem de suefio) y también cultos toté- micos heredados del hermano de la madre, mien- tras que entre los otros Aranda lo que encontra- mos es un totemismo concepcional individual asociado al respeto por el tétem materno. Conviene por Io tanto distinguir “especies inre- ductibles”: el totemismo individual; el totemis- mo social, en cuyo seno habra que distinguir, como otras tantas variedades, los totemismos sexual, de mitad, de seccidn, de subseccion y de clan (sea patrilineal o matrilineal) ; et totemismo cultual, de esencia religiosa, que comprende dos variedades —patrilineal una, la otra concepcio- nal—; por ultimo, el totemismo de sueio, que puede ser social o individual. Ya vemos que Elkin comienza por una sana reac: ign contra las amalgamas, imprudentes 0 impt dicas, a Jas cuales han recurrido los tedricos del tolemismo para constituirlo en institucién tinica y recurrente en gran nimero de sociedades. Na- ie duda de que el inmenso esfuerzo de investi- gacién realizado por los etndlogos: australianos a ojemplo de Radcliffe-Brown, y singularmente por Elkin, seguira siendo la base indispensable FL NOMINALISMO AUSTRNLIANO a de toda nueva interpretacién de los hechos aus- tralianos. Sin sustraernos a la admiracién a que iene derecho una de las mas fecundas escuelas antropoldgicas contemporéneas, Jo mismo que su ilustre jefe, podemos preguntarnos si este diltimo, tanto en ei plano tedrico como en el metodolé- gico, no se dejé aprisionar en un dilema de nin- guna manera ineluctable. "Aunque su estudio se presenta en forma obje- tiva y empirica, parece que Elkin se propusiera reconstruir sobre el terreno devastado ‘por la critica estadounidense. Su actitud ante Radeliffe- Brown es més equivoca. Como veremos mas ade lante, Radcliffe Brown en 1929 habia hecho decla raciones acerca del totemismo en términes tan negativos como los de Boas; sin embargo, habia insistido todavia mas en los hechos anstralianos, proponiendo distinciones précticamente iguales las que después us Elkin, Pero en tanto que Radcliffe-Brown utilizaba estas distinciones para hacer pedazos, por asi decizlo, la nocién de tote. mismo, Elkin se orienta en otra direccidn: de la diversidad de las formas australianas de totemis mo no saca la conclusién —como Tylor, Boas y el propio Radcliffe Brown— de que la nocién de totemismo sea incongruente y que una revision atenta de los hechos conduzca a disolverla, Se limita a poner en tela de juicio su unidad, como si creyese poder salvar la realidad del toteraismo a condicién de reducirla a una multiplicidad de formas heterogéneas, Para él ya no hay un tole. mismo, sino varios, cada uno de los cuales existe como entidad irreductible. Fn vez de contribuir a destruir fa hidra (y sobre el terreno en que esta accién hubiese sido decisiva, en virtud del pa: pel desempefiado por Jos hechos australianos la elaboracién de las teorias totémicas), El a HL NOMINALISMO AUSTRALIANO corta en trozos y hace las paces con ellos. Pero fo ilusorio es la’ nocién misma de totemismo, y no solamente su unidad. Dicho de otra manera, Elkin cree que puede reificar el totemisino con sélo atomizarto. Parodiando la expresién, carte Siana podriamos decir que divide la dificultad 50 capa de resolverla mejor. EI intento pareceria inocuo y se lo podria cla sificar simplemente como teoria del totemismo uimero 42, 43 0 44 si su autor no fuese —a dife- reneia de la mayoria de sus predecesores— un gran etndgrafo de campo. En semejante caso la Teoria corre el riesgo de’ pegar de rebote sobre fa realidad empirica y disgregarla con el golpe. ¥ esto es Io que ocurre: se podria preservar la homogeneidad de la regularidad de los hechos ‘australianos (Io cual explica su lugar eminente en la reflexidn etnolégica) a condicion de renum lar al totemismo como a un modo sintético de Su realidad; si no, al conservar —inclusive en la pluralidad— el totemismo como serie real, se ¢o- Freria el riesgo de que los propios hechos’ queda. Sen infectados por semejanie pluralismo. En vez de permitir que la doctrina reventara para res petar mejor los hechos, Elkin disocia los hechos para que la doctrina quede a salvo, Pero al que- Ter conservar toda costa su realidad al totemis mo, corre cl riesgo de reducir la etnografia aus traliana a una coleccién de hechos heterogéneos, centre los cuales resulta imposible restablecer una continuidad. Pues zen qué estado habia encontrado Elkin 1a cetmografia australiana? Sin ninguna duda estaba f punto de sucumbir a los estragos del espiritu fistematieo, Como ya hemos dicho, era dema: do tentador considerar solamente Ids formas que parecian ser las mejor organizadas, colocarlas wTCr HL NoMMINALISMo AUSERALIANO TS en orden de complejidad ereciente y por fin sub- estimar decididamente aquellos de” sus. aspectos que como el totemismo Aranda no se dejasen integrar favilmente. Pero ante una situacién tal. se puede reaccio nar de dos maneras. Ya sea, como dicen los ine loses, tirando cl nifio junto com el ggua del bana, Fenunclando a toda esperanza de interpretacién Sstemélica antes que intentar reanudarla ha- siendo nuevos esfuerzos, va sea prestand sul clente conflanza a los esboros de orden entrevis tos para ampliar las perspectivas, y buscar ua unio do vista mas general que perinita integra Ins formas cuyas regularidad se Fecanace aque Mins cuya resistencia ala sstematizaciOn acaso se explique no por caracteres intrinsecos, sino orate han sco mat definides, snalizadas incom. Pletamente o contempladas desde un sngulo de- Imasiad estrecho. I problema se plante6 precisamente en estos términos, a propésito de las reglas del matrimo- hio y de los sistemas de. parentesco, y en otro trabajo nos hemos dedieado a formalar na ine terpretacién de conjunto que se prestase ada cuenta y Ta26n, a a ves, de los sistemas’ cuyo anilisis tedrico ya habla’sido hecho, y tambien de aquellos tenidos atin por iregulares 6 aberran- tes. Hemos mostrado que, « cordicion de can Bir ta idea que en general nos haciamos de las reglas de matrimonio y de los sistemas de paren. {esco, era posible ofrecer una interpretacton co hrerente del conjunto de los hechos de esta clase ‘Ahora bien, en el caso del totemismo. Elkin prefiere no volver poner en tela de. juicio la Fovidn (Con las reservas de sustituir la preten- flda “especie” socioldgica por variedades ifveduc- fibles que, por lo mismo, se convierten a su vez “ EI. NOMINALISMO. AUSTRALIANO en especies) y resignarse a que los fendmenos gueden sometidos también al fraccionamiento. Por el contrario, nos parece (aunque no sea éste el sitio adecuado para mostrarlo}® que hubiese ‘sido mejor empezar renovando la marcha descri- ta en el pérrafo anterior, tratando de ver si era posible ampliar el campo de interpretacion, y Iuego afiadirle dimensiones suplementarias con Ja esperanza de reconstituir un sistema global, pero integrando esta vez los fenémenos sociales ¥ religiosos, aun cuando la nocién sintética del to- temismo no hubiera de resistir semejante trata. miento. Volvamos ahora a considerar la progresién arit- miética de las clases, puesto que todo parte de ahi, Como hemos recordado, muchos autores 1a han interpretado como una’ serie genética. De hecho las cosas no son tan simples, puesto que ni Jas mitades se “transforman" en secciones ni és- tas en subseeeiones. El esquema l6gico no esta constituido por tres etapas, que podriamos su- poner sucesivas: 2, 4, 8; mas bien es de este tipo: tego o Secciones @ Sebseceiones Dicho de otra manera: las organizaciones: pue- den ser solamente de mitades, 0 de secciones, 0 de subsecciones, o también estar constituidas por 5 En otra obra trataremos esta cust, BL NOMINALISMO_AUSTRALTANO coy dos cualesquiera de estas formas con exclusion de la tercera, como lo ha demostrado Elkin. Pero ges preciso concluir que la raz6n de ser altima de estos modos de agrupamiento no puede encon- trarse en el plano sociolégico y que es preciso Duscarla en el plano religioso? Consideremos en primer lugar el caso mas sim- je. La teorfa de las organizaciones dualistas 1a padecido largo tiempo de una grave confusién entre los sistemas de mitades, empiricamente da- dos y observables en estado de institucién, y el esquema dualista, implicito siempre en las orga- nizaciones de mitades, pero manifiesto también cen otras partes, bajo formas desigualmente obje- tivadas, y que inclusive podria ser universal. Alto- ra bien, este esquema dualista es subyacente no s6lo a los sistemas de mitades, sino también a las seceiones y subsecciones; se manifiesta ya en el hecho de que secciones y subsecciones son siem- pre miiltiplos de 2. Por tanto es un falso proble- ma preguntarse si las organizaciones de mitades habrin precedido necesariamenie en el tiempo a Jas formas mas complejas. Pudieron hacerlo alli donde el esquema se hubiera ya concretado en institucién; pero el esquema dualista pudo tam- ign adquirir inmediatamente una forma mas des arrollada en el plano institucional. Por lo tanto es concebible que, segin las circunstancias, Ia forma simple nazca por reabsorcién de la forma, compleja, © que la haya precedido en el tiempo. Boas estuvo en favor de la primera hipdtesis,! pero ciertamente no corresponde al nico modo posible de génesis, puesto que personalmente he- mos visto, entre los Nanbikwara del Brasil central, constituirse ante nuestros ojos una organizacion 4 Véase ps 24. nt rx 6 BL NOMINALISMO AUSTRALTANO dualista, no por reduccién de grupos anterior. mente mas numerosos, sino por composicién de dos unidades sociales’ simples previamente ais- ladas. © sea que el dualismo no puede concebirse como una estructura social primitiva o anterior a otras, Al menos en estado de esquema propor ciona el sustrato comtin de las organizaciones de mitades, de secciones y de subsecciones. En todo caso no es seguro que el razonamiento pueda extenderse a estas tiltimas, puesto que —a dife- rencia del dualismo— no puede descubrirse un ‘esquema cuadripartito ni de ocho partes en cl pensamiento australiano independientemente de las instituciones concretas que manifiestan es tructuras de esta clase. En toda Australia los autores no citan mas que un caso en que la dis- tribucién en cuatro secciones (cada una designa- da por el nombre de una especie diferente de ga vilin) pudiera proceder de una cuadriparticion total y sistematica, Por otra parte, si las divisio- nes eh secciones ¥ subsecciones fuesen indepen- dientes de su funcién socioldgica, deberian en- contrarse en no importa qué mimero. Decir que las secciones son siempre cuatro, las subsecciones siempre ocho, serfa tautoldgico, puesto que su néimero forma parte de su definicién; pero es significative que la sociologia australiana no haya tenido necesidad de acufiar otros términos para caracterizar los sistemas de intercambio restrin- gido. Es verdad que se ha sefialado en Australia Ia existencia de organizaciones de scis clases: pro- vienen de sociedades de cuatro secciones que frecuentes matrimonios eritre sus miembros han Hevado a designar dos de sus secciones respecti- vas con el mismo nombre: - =r BL, NOMINALISMO. AUSTRALIANO n SOCIEDAD 1, soctEDaD 1 a (e=e) ‘ » =n h Es cierto que RadcliffeBrown ha mostrado que para la reglamentacién de los matrimonios Jos Kariera se preocupan menos de la pertenen- cia a la seccién conveniente que del grado de par entesco. Y entre los Wolamba (antes lamados Murngin) de fa tierva de Arnhem las subseeciones no desemperian un papel real en la reglamentar ign del matrimonio, puesto que éste es contraido con. la. prima cruzada. matrilineal, que. corres- Ponderia mejor a un sistema de cuatro secciones. Mas generalmente los consortes preferidos o pres: critos, si pertenecen normalmente a una clase dada (seccién 0 subseccién), no son los tnicos faite la ccupan, ‘De ahi Ia idea de que las seccior hes y subsecciones no tienen como funcion tnica —acaso ni siquiera principal— la de reglamentar Jos matrimontos: segtin varios autores, entre ellos Elkin, constiturian més bien um método.abre- viado’ para clasificar los individuos, en ocasion 4 las ‘ceremonias intertvibales, en categorias de parentesco correspondientes a las necesidades del Fitual Sin duda pueden cumplir esta funcién, a la ma- nera de un ‘codigo simplifieado, y asi mas facil do utilizar evando se plantean exestiones de equ valencia entre varios dialectos, entre varias lenguas. Por estar simplificado’ en relacion con los sistemas de parentesco propios de cada grupo, este codigo necesariamente ignora_ diferencia Pero si de veras ha de cumplir st funcidn, tam: poco puede contradecit Ios, codificaciones més B EL, NOMINALISMO AUSIRALIANO complejas. Reconocer que cada tribu pose dos cédigos para expresar su estructura social —el Sistema de parentesco y las reglas del matrimo- nio por una parte, y 1a organizacién en secciones © suibsecciones por otra— no quiere decir de ninguna manera, y hasta lo hace imposible, que estos cédigos esién destinados por naturaleza a trasmitir mensajes diferentes. El mensaje sigue siendo el mismo; solamente pueden diferir las circunstancias y los destinatarios Las subsocciones de los Murngin estén fundadas en tn sistema de matrimonio y de filiacion, y constitur Son eau esehcin una estrctura de pareateseo. Lie Yan s cabo una generazacion partir de fa estructa- To"ub porentesco’desarvoliada en Ta que el nimero Ge Ig Feces ex mucho mas leva al lasfcar fantos grupos de parientes.y designarios mediante diel: Medionte exe mbiodo de Feagrupae ment fos terminos de paventesco ae reduen 3 och, fate que el sistema de las subsecciones. compren- Re ocho divisiones (Warner, p. 117) EI método es particularmente ditil en ocasién de las asambleas intertribales pcilab anes a pera ea 6 ar ng rade emo us pers eal Ee a it ee Ga Tact Shy le Sei ot para npn sue ath cme a Pero —como lo hemos mostrado-en otra par- te— serfa un error sacar la conelusién de que contrariamente a la opinion de Jos autoves antiguos, EL NOMINALISMO_AUSTRALTANO p cl sistema de Jas secciones y las subsecciones no re glamenta Jos matrimonios... porque en resumidas cuentas os la relacidn de parentesco entre hombre ¥ mujer la que determina a quign habréin de desposar. entre los Murngin un hombre desposa una mujer Bi O'B2 si el mismo cs Al o A2 (ibid, pp. 122123). Sin duda, Pero: 1) entonces no puede desposar ‘a otra y asf cl sistema expresa, a su manera, la reglamentacién de los matrimonios a nivel’ de las secciones, si no ya de las subsecciones; 2) in- clusive al nivel de ias subsecciones encontramos sstablecida la coincidencia entre clase y rela cién de parentesco, con la sola condicién de reconocer que las dos clases de matrimonio se practican alternativamente; 3) “la opinién de los autores antiguos” se fundaba en la consideracion de grupos que, si quiz no habian concebido ellos mismos el sistema de subsecciones con todas sus implicaciones sociolégicas, por Io menos lo habjan asimilado porfectamente. No es éste el caso de Tos Murngin, a quienes no puede colocar- se en el mismo plano. Creemos por lo tanto, que no existe ninguna ravén para revisar la concepcién tradicional de Tas clases matrimoniales. Un sistema de cuatro secciones no puede ex: plicarse en su origen més que como un proced miento de integracién sociolégica de un doble dualismo (sin que sea necesario que uno de ellos sea histéricamente anterior al otro), y un si 1a de ocho subsecciones, como una Teduplica- cién del mismo procedimiento. Puesto que si no hay nada que obligue a que las organizaciones de euatro secciones fueran primero organizaciones de mitades, nos parece razonable admitir una re acion genética entre organizaciones de ocho sub- BIBLIOTECA CENTRAL UNAM. wy 80 EL. NOMINALISMO AUSTRALIANO secciones y organizaciones de cuatro secciones: ante todo porque si no fuese asi tendriamos que observar la existencia de organizaciones con un nuimero cualquiera de subdivisiones, y ademas porque si bien la doble dualidad es todavia una Gualidad, la triple dualidad exige la intervencién de un nuevo principio. Este puede descubrirse fn los sistemas de 6 clases del tipo Ambryn-Pem tecdte. Pero precisamente estos sistemas faltan en Australia donde los sistemas de 8 subseccio- nes no pueden, pues, ser resultado mis que de una operacién tipo 2'x 4, Entonces geémo interpretar los casos a los que recurre Elkin, en los cuales las subsecciones arecen ser puramente totémicas y no tener que ver con la reglamentacién de los matrimonios? En primer lugar, la explotacién que hace de es tos ejemplos no es absolutamente convincente. Limitémonos al caso de los Murngin. El sistema de las subsecciones entre ellos es tan poco ajeno la reglamentacién del matrimonio, que ha sido manipulado de manera ingeniosa y complicada con cl objeto exclusivo de restablecer la corres- jondencia: al instaurar las subsecciones Ios in- digenas han alterado su mecanismo (mediante Ja introduccién de una regla de matrimonio op- cional, llamada a funcionar aproximadamente una vez dé cada dos) a fin de anular la incidencia de a divisién en subsccciones sobre los. inter- cambios matrimoniales. La tinica conclusién que podria sacarse de este ejemplo es que, recurrien- 5 Se ha sostenido lo contravio (Lane), pero aunque un sistema do la clase Hamada Karadjeri eda funciona {eairieamente con tres linajes, nada en los hechos obser adios indica una tiparticdn cfectiva, puesio gue el pro: pio Eikin ha establecido Ta existoncla ‘de tn exarto tinaje (Ekin (3), tiraje de 196, pp, 77.79), EL NOMINALISMO AUSTRALIANO aL do a las subsecciones, los Murngin no han tra: tado de aplicar un método de integracién social mejor que el que practicaban anteriormente, 0 fundado en principios diferentes. A la vez que mantienen una estructura tradicional Ia han dis. frazado, valga In expresién, con prendas tomadas de poblaciones vecinas, empujados por la admi- racién que al parecer’ inspiran a los indigenas australianos las instituciones sociales muy com- plicadas. Conocemos otros ejemplos de tales préstamos: Antao los Murinbata tenian solamente mitades pa- tuilineales. Las subsecciones han sido introducidas recientemente, Tas han importado algunos indigenas excepcionalmente inteligentes y grandes viajeros, que se han insiruido en campamentes extranjeres hasta aprender perfectamente el mecanismo de las. sub: seeciones, Inclusive cuando no se las comprende, estas reglas disfrutan de un prestigio considerable, ‘aungue haya reaccionarios de ambas partes, Sin nin: ‘guna duda el sistema de las subseeciones ejeree un atractivo irresistible sobre estas tribus... Sinem. bargo, en virtud del cardcier patrilineal del sistema anterior, las subsecciones han sido torpemente asig wdas y’esto ha conducido a numerosos matrimonios inregulares desde un punto de vista formal, aun ‘que las relaciones de parentesco sean respetadas (re. swmido de Starner), Otras veces un sistema impuesto desde fuera permanece incomprensible: T. G. H. Strehlow cuenta la historia de dos Aranda meridionales clasificados por sus vecinos venidos del Norte en subsecciones diferentes, aunque ellos mismos se hubiesen Mamado siempre hermanos: Los dos meridionales habian sido colocados siempre en clases diferentes por estos rectén legates, porduc tino de ellos habia desposado a ne mufer orizinatia | | 82 EL NOMINALISMO AUSTRALIANO de un grupo de 8 subsecciones y el matrimonio estaba, hora “legalizado” en términos de una teoria ajena. Terminaron de darme estas explicaciones formulando severas observaciones acerea de los Aranda septei trionales, Io bastant huosos como para. impor ner st sistema al viejo territorio del Sur, donde los hombres habian evado una existencia regida por el sistema de las cuatro clases hasta donde podian re- montarse sus recuerdos y sus tradiciones: “el sistema de cuatro clases es el mojor de los dos para nos. ftras, gente del Sur; no comprendemos nada de las 8 clases. Es un sistema absurdo y que no sirve de nada, apenas bueno para esos locos que son los Aran dda del Norte. Pero nosotros no hemos heredado de hiuesivos antepasados esa costumbre estapida” (Strely low, p. 72). Postuilemos, por lo tanto, que cada vez que las seceiones 0 subsecciones han sido inventadas, co- piadas 0 apropiadas inteligentemente su funcion Fue primero sociolégica, es decir, que sirvieron Sirven todavia a menudo— para codificar en una forma relativamente simple y aplicable mas all de los limites tribales el sistema de paren- tesco y el de los intercambios_matrimoniales, Pero una ver. establecidas estas instituciones, co- mienzan a vivir una existencia independient como objeto de curiosidad » de admiracion esté- tica; como simbolos también, por su. complica- cién, de una clase de civilizacién mds elevada. En ‘miiltiples gcasiones han tenido que ser apropia- das para si mismas por poblaciones vecinas que Comprendian imperfectamente su funcién. En ta- Tes casos han sido ajustadas —aproximadamente ‘0 ni siquicra eso— a las reglas sociales precxis- tentes, Sit modo de existencia sigue siendo ideo 6gico, los indigenas ‘"juegan” a las secciones 0 a Jas subsecciones, 0 las toleran sin saber valerse IL. NOMINALISMO AUSTRALIANO 83 de ellas verdaderamente, Dicho de otra manera, ya la inversa de lo que cree Elkin, no es porgue ‘sean totémicos por to que deben declararse irre. gulares tales sistemas: es porque som irregulares por lo que no pueden ser més que totémicos, y el totemismo brinda —a falta de la organizacion social— el inico plano donde les es posible fun- cionar en razén de su caricter especulativo y gra- tuito. Y aun el término “irregular” no tiene el mismo sentido en los dos casos. Elkin invoca es: tos ejemplos para condenar implicitamente todo esiuerzo de Upologia sistematica, que tiende a sustituir por un simple inventario o descripcién empirica de modalidades heterogéneas. Pero para nosotros el irmino “irregular” no contradice Ja existencia de formas regulares; se aplica sola- mente a formas patolégicas, menos frecuentes de To que se complace uno en decir, y cuya realidad —suponiéndola claramente estabiecida— no po- dria ser colocada en ef mismo plano que el de las formas normales. Como decia Marx, el exantema no es tan positive como la picl. Detras de las cateyorias empiricas de Elkin, por Jo demas, ¢no podemos adivinar el esbozo de un sistema? Con justa razn opone el totemismo de los clanes mairilineales y el de los clanes pati ineales. En el primer caso cl tétem es “carne”; es “suefio” en el segundo. Por lo tanto es org nico y material en un caso, espiritual e incorpé- reo en el otro. Ademis el fotemismo matrilineal comprueba la continuidad diacronica y biologica del clan, es Ja carne y Ia sangre perpetuadas de generacién en generacién por las mujeres del Ii naje; en tanto que el totemismo patrilineal lo ‘que expresa ¢s “la solidaridad local de la hor el lazo externo, y ya no intemo, territorial, y ya no biolégico, que une sineréni- rtrAt co EL, NOMINALISMO_AUSTRALIANO camente —y ya no diacrénicamente— a los miem- bros del clan. “Todo esto es cierto pero ges necesario llegar a la conelusidn de que tenemos que vérnoslas con especies” sociologicas diferentes? Esto es tan incierto que la oposicién podria ser invertida: el totemismo matrilineal tiene también una funcién sincrénica, que es la de expresar en la simultar neidad Ia estructura diferencial del grupo tribal, al venir a residir en cada territorio patrilocal las esposas procedentes de clanes diferentes. El to- temismo patrilineal tiene a su vez una funcién diacrénica: expresa la continuidad temporal de Ia horda, al conmemorar periddicamente, por mi- nisterio do los grupos cultuales, la. instalacién de los ancestros miticos en un territorio deter minado. Lejos de parecer heterogéneas, las dos formas de totemismo parecen guardar, por lo tanto, una relacién de complementariedad. Se_pasa de la una a la otra por medio de transformaciones. ‘Aunque por medios diferentes, ambas establecen ‘una conexidn entre mundo material y mundo es- piritual, diacronia y sincronia, estructura y acon- tecimiento. Son dos mancras diferentes pero correlativas, dos formas posibles, entre otras, de manifestar atributos paralelos de la naturaleza y de la sociedad. Elkin entendid esto tanto que, después de ha- ber fraccionado el totemismo en entidades distin- tas, se esforzé por devolverles alguna unidad. Todas las clases de totemismo, saca en conclu sién, cumplen una doble funcién que es la de expresar, por una parte, el parentesco y Ia coope- racién del hombre con la naturaleza, y por otra, la continuidad entre el presente y el pasado. Pero la formula es tan vaga y tan general que ya no se [BL NOMINALISMO AUSTRALIANO 85 comprende por qué esta continuidad temporal tracria aparejado que los primers ancesiros de- biesen tener una apariencia animal, ni por qué la solidaridad del grupo social tendvia que afir- marse necesariamente en forma de una pluralidad de cultos. No es solamente el totemismo sino toda filosofia y toda religién, cualesquiera que sean, Ias que ofrecen los caractores mediante los cuales Elkin pretende definirlo: <+sna filosofia que... engendra Ia fe, a esperanza ¥ el valor suficientes para que el hombre, enfrentade { sus necesidades cotidianas, quiera perseverar y per- Sistir, lo mismo como individuo que como miembro de Ia sociedad (Elkin, (21 p. 131). gBran necesarias tantas observaciones, tantas indagaciones para llegar a semejante conclusién? Entre los andlisis ricos y penetrantes de Elkin y esta sintesis sumaria no se descubre ningun vinculo, El vacio que reina entre los des planos nos hace pensar, irresistiblemente, en cl que en cel siglo xvI11 se reprochaba a Ia armonia de Gré- ty, diciendo que entre sus altos y sus bajos podia pasar una carroza. III. LOS TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS AcaBaMos de ver cémo traté Elkin de salvar el totemismo: abriendo su frente para dejar pasar la ofensiva estadounidense mientras reagrupaba sus fuerzas sobre los dos flancos, cl uno apoyado tn un andlisis més fino, y cl otro en una sintesis més burda que los de sus precursores, Pero real mente esta estrategia refleja las principales in fluencias recibidas, que tiraban de él cn direc- clones opuesias: de Radcliffe-Brown recibid. un método de abservacién escrupuloso y el gusto por la clasificacién, en tanto que el ejemplo de Ma: Tinowski lo incité a las generalizaciones precipi- tadas y a las soluciones eclécticas. Los anilisis de Elkin se inspiran en las lecciones de Radcliffe: Brown; sui intento de sintesis es cercano al de Malinowski. Malinowski admite, en efecto, la realidad del totemismo. Sin embargo, su respuesta a los erie ticos estadounidenses no consiste, como la de Elkin, en restablecer el totemismo en Ios hechos, fa riesgo de fragmentarlo en entidades distintas, Sino en trascender de golpe el nivel de la obser vacién para captar intuitivamente el totemismo en su nidad y en su simplicidad recuperadas. Con este objeto, Malinowski adopta una perspec: tiva mas bioldgica y psicolégica que propiamente cetnolégica. La interpretacién que ofrece es natu. ralista, utilitaria y afectiva. Para él, el suputesto problema totémico se re- duce a tres preguntas a las que es facil responder cuando se las toma por separado. En primer lugar gpor qué el totemismo recurre a los an males y @ Jas plantas? Es porque éstos suminis- 86 105 TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS 37 tian al hombre su alimento, y la necesidad de alimentarse ocupa el primer higar en la concien cia del primitivo, en la que suscita emociones intensas y variadas. No es sorprendente ast que determinado nimero de especies animales y ve- getales, que constituyen la alimentacion basica de la tribu, se conviertan para sus miembros en centro fundamental de interés: Corto es el camino que conduce de la selva virgen al estomago, y-de ahi ala mente dsl salvaje: ct mundo Serle olece a este como tin cundro confuso eh el que destacan solamente Tes espocies animales ve les ties, yen primer hugar las que son ecomestbles inowski Uh. 27). Se preguntara qué es lo que funda la ereencia en tuna afinidad del hombre con las plantas y los ani males, los ritos de multiplicacién, las prohibiciones alimenticias y las formas sacramentales de conse mo. La afinidad entre el hombre y el animal es fae cilmente verificable: al igual que el hombre, el ani mal se desplaza, emite sonidos, expresa emociones, pose un cuerpo y un rostro. ‘Lo que es mais, sus capacidades parecen ser superiores alas’ del hombre: el ave vucla, el pez. nada, los reptiles mudan de piel. Entre’el hombre y ta naturaleza cl animal ocupa una posicién de intermediario, ¢ inspira al primero encontrados sentimientos : ad- miracién 0 temor, avidez alimenticia, que son los ingredientes del totemismo. Los objetos, inai mados —plantas, fendmenos naturales u objetos manufacturados-— no intervienen sino a titulo de “formacién secundaria... que nada tiene que ver con Ia sustancia del totemismo”. En cuanto a los cultos, corresponden al deseo de dominar a la especie,’ ya sea ésta comestible, itil © peligrosa, y Ia creencia en tal poder lleva 8 10S TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS consigo Ia idea de una comunidad de vida. Es preciso que el hombre y el animal participen de Ia misma naturaleza para que el primero’ pueda obrar sobre el segundo. De esto resultan “evie dentes restricciones", como la prohibicién de ma- tar 0 de comer el animal, asi como la afirmacién correlativa del poder, conferido al hombre, de provocar su multiplicacion. La diltima pregunta concierne a la concomitan- cia que existe en el totemismo entre un aspecto sociolégico y un aspecto religioso, pues hasta ahora sélo el primero ha sido considerado. Pero es que todo ritual tiende a la magia, y que toda a tiende a la especializacion individual © fa- En el totemismo ta multiplicacién magica de cada especie debe naturalmente convertirse en el deber 0 ‘en el privilegio de un especialista auxiliado por sus parientes préximos (p. 28). Como Ia familia misma tiende a transformarse en clan, la.atribucién de un totem diferente a cada clan no plantea ningin problema, ‘Asi, el totemismo va como una seda: El totemismo se nos manifiesta como una bendiciéa dada por la religion al hombre primitive, en suc fuerzo por sacar del medio lo que puede serle util, y fen su Icha por Ia vida (p. 28). Asi pues, el problema queda doblemente vuel to del reves! el totemismo no es ya un fendmeno cultural sino. “el resultado natural de condi nes naturales”, En cuanto a sui origen y por lo {ue toca n sus manifestaciones participa de la bio- Togia y de la psicologia, no de Ia etnologia. Ya no se trata de saber por qué existe el totemismo, allé donde existe, y con formas diferentes, cuya LoS TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS 89 ‘observacién, descripcién y anilisis no ofrecen mas que un interés secundarid, Bl tinico problema que podria plantearse —pero ¢se plantea?— seria el de comprender como es que no existe en todas partes. En efecto, cuidémonos mucho de imaginarnos que, por obra de los golpecitos de varita —harto ligeros, en las dos acepciones del término— del hada Malinowski, el totemismo se ha disipado como si fuese una bruma. El problema simple- mente se ha vuelto de espaldas. Y bien pudiera ser que de Ia escena Io tinico que hubiese des- aparecido fuese Ia etnologia, con todas sus con- quistas, su saber y sus métodos. Haacia los iltimos afios de su vida Radeliffe-Brown. habria de contribuir de manera decisiva a liqui dar el problema totémico, puesto que logeé aistar y revelar los problemas feales que se ocultaban ‘otras de las fantasmagorias de los tedricos. A esto Jo llamaremos su segunda teoria. Pero es indis. pensable examinar ante todo la primera, cuyo de Envolvimiento, mucho més. analitico y riguroso én principio que el de Malinowski, llega sin em- bargo a conelusiones muy semejantes. ‘Aungue sin duda alguna Radeliffe-Brown no to hhubiese reconocido de buen grado, su punto de partida se confunde con el de Boas. Como cste Ultimo, se pregunta por si “el término de tote- mismo, entendido en su acepcién técnica, no ha sobrevivido a su utilidad”. Al igual que Boas, y casi con las mismas palabras, anumcia su proyee- to, que consistiré en reducir el supuesto totemis: mo a un caso particular de las relaciones entre el hombre y las especies naturales, tal y como las formulani los mitos y el ritual. La nocién de totemismo ha sido forjada con 90 10S TOTEMISMOS FUNCIDNALISTAS elementos tomados de instituciones diferentes. Solo en Australia se deben distinguir varios to- temismos: sexual, local, individual; de mitad, de seccion, de subseccién, de clan (patrilineal y ma- trilineal), de horda, etc, Todo Io que estos sistemas totémicos tienen en co- ‘min es una lendeneia general a mentos de la sociedad mediante 1a Segmento con algunas especies naturales 9 con una joreidn de Ia naturaleza.. Esta asociacion puede co: rar un gran nimero de formas diferentes (Radcliffe. Brown [21 p. 122), Hasta ahora se ha intentado sobre todo remon- tarse hasta el origen de cada forma. Pero como del pasado de las sociedades indigenas lo igno. ramos todo 0 casi todo, la empresa sigue siendo cosa de conjetura y especulacién, Radcliffe Brown pretende sustituir las investi- gaciones histéricas por un método inductivo, ins- pirado en las ciencias naturales. Detris de la complejidad empirica, se tratara de llegar, por lo tanto, a algunos principios simples: ePodemes mostrar que el totemisme es forma espe: ial de un fenémeno universalmente presente en Tas Socicdades humanas, y que por consigulente aparece én todas las culturas, pero! eon formas” diferentes? tp. 133). Durkheim fue el primero que planteé el proble ma en estos términos. Aunque le expresa su res: peto, Radeliffe-Brown rechaza su argumentacién, ‘que procede de un andlisis incompleto de la no- cidn de lo sagrado. Decir que el totem es sagrado se reduce a cerciorarse de que existe una rela. cién ritual entre el hombre y su t6tem, admitiendo que por “relacién ritual” se entiende un conjunto LOS TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS 91 de actitudes y de conductas obligatorias. Por consiguiente, Ia nocién de sagrado no proporciona explicacién; remite solamente al problema ge- neral de las relaciones ritwales. Para que el orden social sea mantenido (y si no lo fuera no habria problema, puesto que la sociedad considerada desapareceria o se transfor- marfa en una sociedad diferente) es necesario ascgurar la permanencia y Ia solidaridad de los lanes, que son los segmentos de que est com- puesta la sociedad. Esta permanencia y esta solidaridad no pueden descansar sino en sen- Umientos individuales, y éstos reclaman para manifestarse eficazmente una expresién colectiva que debe fijarse en objetos concrstos sentimientos individuates de vineutacién 4 conductas colectivas, ritualizadas 4 objeto representativo del grupo Asi se explica el papel asignado en las socieda- des contemporaneas a simbolos como las bande- ras, los reyes, los presidentes, etcstera. Pero por qué recurre el totemismo a los ant males 0 a las plantas? Durkheim ha dado una explicacién contingente de este fenémeno: Ia per- manencia y la continuidad del clan requieren solamente un emblema, que puede ser —y debe ser, en el origen— un signo arbitrario, lo bastante simple como para que cualquier sociedad pueda concebir la idea del mismo, aunque carezca de medios de expresion artistica. Si ulteriormente se ha “reconocido” en estos signes la. represen: tacién de animales o de plantas, es porque los animales y las plantas se hallan presentes, son 92 1S TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS. accesibles, faciles de significar. Para Durkheim, por consigufente, el lugar que él totemismo da a os animales y a ios vegetales constituye una suer- te de fenémeno de efecto retardado. Era natural que se produjese, pero no ofrece nada de esencial, Por el contrario, RadcliffeBrown alirma que la ritualizacién de ‘las. relaciones entre el hombre y el animal proporciona un cuadro mas general y mas vasto que el totemismo, y en el interior del cual debid de elaborarse éste.” Esta actitud ritual ‘se ha observado en pueblos sin totemismo, como los esquimales, y se conocen otros ejemplos, igual- mente independientes del toternismo, puesto que Jos naturales de Jas islas Andaman observan una conducta ritual hacia las tortugas, que ocupan un lugar importante en su alimentacién, los indios californianos hacia los salmones, y todos los pue: los Articos hacia el oso. Estas conductas, de hecho, estén universalmente presentes en las so- ciedades de cazadores. Las cosas quedarian ahi si no apareciese nin: ‘guna segmentacion social. Pero en cuanto ésta se produzca, la segmentacién ritual y religiosa apa recera automaticamente. Asi en el catolicismo el culto de los santos se desarrollé con la organiza. elon de las parroquias y la individualizacion re- ligiosa. La misma tendencia esti cuando menos esborada entre Ios esquimales, con la divisién en “pueblo del invierno” y “pueblo del verano” y la dicotomfa ritual correspondiente, Bajo la doble condicién de admitir, como lo propone la observacién siempre y por doguier, que los intereses naturales suscitan conductas ri tualizadas, y que la segmentacién’ ritual viene después de la social, el problema del totemismo se desvanece, y cede’su lugar a un problema dife- 10S TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS 93 rente pero que tiene Ia ventaja de ser mucho mds general ePor qué la mayoria de los pueblos que Ilamamos pri- Initivos adoptan en sus costumbres y en sus mitos luna actitud ritual respecto de los animales y de las demas especies naturales? (p. 129). RadliffeBrown piensa que los anélisis prece- dentes han proporcionado la respuesta: 6s un hecho universalmente comprobado que toda cosa © todo acontecimiento que ejerce una influencia importante en el bienestar material 0 espi de una sociedad tiende a convertirse en el ob- jeto de una actitud ritual. Si el totemismo elige las especies naturales para servir de emblemas ocioldgicos a los segmentos de la sociedad, es simplemente porque antes de [a aparicién del to- temismo estas especies eran ya objeto de actiti. des rituales. De tal manera, Radeliffe-Brown invierte la in- terpretacién de Durkheim, segin la cual los trem son objeto de actitudes rituales (en el lenguaje de Durkheim, “sagradas"), porque primero se les hizo servir de emblemas socioldgicos, Para Rad cliffe-Brown la naturaleza es incorporada al orden social, en vez dé serle subordinada. En efecto, en esta etapa del desarrollo de su pensamiento Radcliffe-Brown naturaliza, valga la expresién, €] pensamiento de Durkheim. No puede admitir que un método ostensiblemente tomado de las iencias naturales conduzca al paradéjico resul- tado de constituir 1o social en un plano separado. Decir que la etnologia es justiciable por el mé- todo de las ciencias naturales viene a ser, para 41, tanto como afirmar que la etnologia es una ciencia natural. Por Io tanto no basta con obser~ var —como lo hacen las ciencias naturales, pero 94 Los TOTEMISMOS FUNCTONALISTAS en otro nivel—, con describir y clasificar: cl ob- jeto de observacion mismo debe participar de la hnaturaleza, aunque sea humildemente. La inter- pretacién final del totemismo puede darle prio- Fidad a la segmentacién social respecto de la segmentacién ritual y religiosa; asi la una como Ja otra siguen siendo, por la misma razén, fun- cién de intereses “naturales”. Segtin la primera teorfa de RadcliffeBrown, lo mismo que para Malinowski, un animal no llega a “totémico” mas que si empieza por ser "bueno de comer”. Sin embargo, el incomparable investigador que fue Malinowski sabia mejor que nadie que no se Tega a la solucién de un problema concreto a fucrza de generalizaciones. Cuando lo que estudia no es el totemismo en su conjunto sino la forma particular que adopta en las islas Trobriand, las, consideraciones biolégicas, psicolégicas y morales le dejan el campo libre a la emografia y hasta 4 la historia, Cerea de la aldea de Laba'i se encuentra un orificio, Hamado Obukula, por donde se dice que salieron de las profundidades de la tierra los cuatro clanes que forman la sociedad de las islas Teobriand. Primero salié la iguana, animal del clan Lukulabuta; después el perro, del clan Lu kuba, el cual ocupaba entonces el primer rango; vino 'Tuego el cerdo, que representaba el clan Malasi, actualmente cl principal; por tltimo, el tétem del clan Lukwasisiga: cocodrilo, serpiente © zarigtieya (opossum), segtin las versiones, El perro y el cerdo se echaron a vagar por aqui y por ali; el perro encontré en el suelo un fruto del Arbol noku, lo olisques y se lo comid. Enton- cces el cerdo Je dijo: “Has comido frato det roku, has comide basura, se ve que eres de,bajo linaje. 108 TorEMsrsMos FUNCIONALISTAS 95 Yo seré el jefe.” Desde entonces la jefatura per- tenece al linaje més. alto del clan Malasi, "En cfecto, el fruto del roku, que se recoge solamente ‘cuando hay escasez. de allmento es. considerado como un alimento inferior (Malinowski [2], vol IT, p. 499). ‘Segin palabras del propio Malinowski, estos animales totémicos distan ‘mucho de tener igual importancia en 1a cultura indigena, Decir, como lo hace, que Is insignificancia del nombrado prie mero —Ia jguana— y de los que Megaron al final —cocodrilo, serpienie 6 zarigiieya— se explican por el rango inferior asfgnado a los clanes ‘co. rrespondientes, esta en contradiecién con su teo- fa general del totemismo, puesto que esta expli cacién no es de orden natural, sino cultural: sociolégica, y ya no biolégica. Para dar cuenta ¥ razén dela jerarquia de los clanes Malinowski tiene, ademés, que recurrir a la hipétesis de que dos clanes provendirian de invasores Hegados por mar y los otros dos representatian gentes ‘del lugar: Aparte de que la hipétesis es historia, y por ende no universatizable (a la inversa. dela teorfa general, que aspira a la universalidad), su. ve que el perro y el cerdo podrian figurar en €1 mito a titulo de animales “eulturales” y_ Tos tres @ titulo de animales “naturales”, porque estin mis estrechamente asociados a la tierra, al agua, o al bosque. Si tuviésemos que lanzarios por éste camino, o por un camino paralelo, ten Griamos que referimnos a la elnozdologia de Ta Melanesia (es decir, a los conocimientos. positi- vos que Jos indigenas de esta parte del mundo tienen de los animales, a su manera de utilizarlos en los planos técnico 'y ritual, y a las creencias que tienen a su respecto) y no a prejuicios utili totistas, carentes de todo’ fundamento empirico 96 10s TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS particular. Por otra parte, me parece claro que relaciones como Ias que acabamos de mencionar ‘a manera de ejemplo son concebidas, no vividas. Al formularlas, Ia mente se deja gular mas por tuna finalidad te6rica que por un propésito pric- tico, En segundo Tugar, Ia basqueda de la utilidad “a toda costa” tropiezt con esos innumerables casos ‘en los que los animales o plantas totémicos no Ofrecen ninguna utilidad discernible desde el pun- to de vista de In cultura indigena, Para respetar los prineipios es necesario entonces hacer juegos malabares con la nocién de interés, darle cada vez un sentido adccuado, de tal manera que la exigencia empirica postulada al principio se trans- forma progresivamente en juego verbal, peticion de principio o tautologia. El propio Malinowski es incapaz. de atenerse al axioma (fundamento de str sistema, sin embargo) que reduce las especies totémicas 4 Ins titles, sobre todo comestibles: in- mediatamente le es necesario proponer otros mo- tivos: la admiracién o el temor. Pero ¢por qué nos encontramos en Australia t6tem tan heterd- clitos como la risa, diversas enfermedades, el ‘vémito y el cadaver? ‘Una obstinada aficién a las interpretaciones uti- litarias conduce a veces a extranas dialécticas. Asi_por ejemplo, la sefiorita MeConnel alirma que los totem de los WikMunkan (que viven en la costa del golfo de Carpentaria, en la Aus: tralia septentrional) reflejan intereses econémi- cos: las tribus de [a costa tienen como totem el ugongo, la tortuga de mar, diversos tiburones, cangrejos, ostras y ores moluscos, asf como el trueno “que anuricia la estacién del viento del Norte", la marea alta “que trae el alimento”, y un pajarillo “que se toma por protector de las 108 TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS 7 operaciones de pesca”. Las poblaciones del inte- rior tienen también tétem en relacion con su medio: ratas de las malezas, canguro. wallab; yorbe tierna “de la que se alimentan estos anima jes”, arrurruz, flame, etcétera. Ya es més diffcil explicar el afecto por la es- trella fugaz —otro tétem— "que anuncia la muer- te de un pariente", Pero, sigue diciendo nuestro autor, es que ademés, o en lugar de su funcién positiva, pulgosn "ies com or cocaine yas face len ‘rrs"parts tmp ins cngfctact oe oes los enmigan'6' is exraens Sieloe nel, p. 183). Mer oa Pe pee semana ae ae oe ola a aro SL sari pic Scbesy ca ana Ts rit girs Las moseas y los mosquitos son un azote tan grande aie 2 primera vista cuesta trabajo comprender coro Sue existen ‘eoremonias destinadas ® asepuray st mllipcacin. Si cmbargo, es prsio na oir Cetestabies en si misma, estan fatimaments asocia dos a io que el indigene desen cbtener por encima de i ) 98 LOS TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS todo en algunos periods del afio: una copiosa Muvia (p. 161), Lo cual es tanto como postular —y Ja formula podria extenderse a todo el campo del totemis- mo— que moscas y mosquitos no son percibidos como estintulantes, sino concebidos como signos. En el estudio que hemos analizado en un capi tulo anterior, Firth parece inclinarse también por las explicaciones utilitarias, Bl fiame, el taro, el coca, el fruto del drbol del pan son los articulos alimenticios principales de Tikopia y, en calidad de tales, se consideran infinitamente valiosos. Sin embargo, cuando se quiere comprender por qué raz6n se exchuye a los peces comestibles del sis: tema totémico, este tipo de interpretacion tiene que ser matizado: antes de la pesca, el pez cons Utuye una entidad vaga e indiferenciada; no esté abi, presente y observable, como las plantas ali- menticias en Huertos y campos. Asimismo, los ri tuales de pesca no estén repartidos entre los clanes; éstos los celebran solidariamente alrede- dor de las piraguas sagradas, por obra de las cuales los hombres se apropian de los peces: cuando se trata de las plantas alimentictas, ta so- tiedad ‘se interesa en. su crecimiento; cuando. se trata de los peces, se interesa en su captura (Firth 11], p. 614). La teorfa es ingeniosa, pero aunque la acepté- semos nos mostraria ya'que la relacién entre el hombre y sus necesidades sufre la mediacién de a cultura, y no se la puede concebir, simple- mente, en términos de naturaleza. Como observa el propio Firth, Ja mayorfa de las especies animales totémicas no 105 TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS 99 ‘ofrecen_un interés econdmico bien sefialado (Firth 11), p. 395), Inclusive en Io que concierne a jos alimentos vegetales, otra obra de Firth sugicre que las cosas son mas complejas de lo que reconoce la inter: pretacion utilitaria, La nocién de interés econé- mico trae consigo varios aspectos que es conve: niente distinguir y que no siempre coinciden entre si, como tampoco coincide cada uno de ellos con las conductas sociol6gicas y religiosas. Pode- mos asi clasificar las plantas alimenticias en orden jerrquico decreciente, segtin que se tomen en cuenta: el puesto que ocupan en Ia alimen- tacién (I), el trabajo necesario para su cultivo (1D, Ia complejidad del ritual destinado a asegu- rar su crecimiento (IIT), Ia complejidad de los ritos de recoleccién (IV), en fin, la importancia religiosa de los clanes que regulan las. especies principales (V), a saber: Kafika (fiame), Tauma- ko (taro), Tafua (cocotero), ‘Fangarere (Arbol del pan). “Resumiendo las indicacfones de Firth (cuadro IV), se Mega al siguiente cuadro: o mama ce taro tao fame = fame | Kafika ‘rbol del pan fame taro taro. Tatimako xcotero plaka cocotero drboldel Fangarere pan plitane —cacotero. plétano agit Tafa pulaka—plétano arbol del cocotero, (Aloeasia sp.) an sagt Arbol del sag plitano an fame sand pulaka_pulaka (Fisth (23, p. 65.) 100 105 TOTENISMos FUNCIONALISTAS El cuadro no corresponde al sistema totémico, puesto que el ndmero de plantas que figuran es mais clevado; el fiame, regulado por el clan mas alto, y cuyo ritual es también el mils complejo, tanto por Io que hace al cultivo como por lo que toca a la recoleccién, ocupa el timo lugar en cuanto a importancia alimenticia y el segundo por el trabajo exigido. El platano y la palma del sag, que no son “totémicos”, son objeto de un ritual mas importante, tanto para el cultivo como para la recaleccién, que el Arbol del pan y el c: cotero, que sin embargo son “totémicos”, eteétera, Es poco probable que RagcliffeBrown haya te- niga cabal conciencia de Ts evotucion de sit pen Sammiento en el transeurso de fos ultimos treinta aiios deve vida, puesto qc incsive ms eseritos iis tardios dan testimonio de una gran fide fad a sus antiguos trabajos, Por lo demas, esta evolucion no, suo progrsivamente: se" drt jue en él coexistcron siempre dos tenden limas veces tha, otras woves ofta, a0 afirmd ms epi el momento y Ta ocasion, A medida que fae envejeciendo, cada tendenela se precisd y Te Fino, con fo ta! fa oposickin se hia mas patente, po ev imposible decidit sivuna se habria im: Drcstoinalmente Tor Jo tanto, no nos debe somprender derasia do gue exactamente dict afios despucs de form far Su primers teoria del totemismo Radcliffe: Brown se haya opdesto a Malinoviski a propésito fe la magia, ¥ que la nterpretaelon que entonc propusiera de este fendmeno, muy semejante sin Embargos Ia otra, se halle To mds Tejos posible de sus ideas anteriores, Mis coherente en este caso, Matigowstt habia tratado el problema de Ta tha de Ia misma manera que et del totemnismo: 10S TOTEMTSMOS FUNCIONALISTAS LOL recurriendo a consideraciones psicolégicas gene. rales. Todos los ritos y précticas miigicos se Te. ducirfan a un medio del que el hombre se vale para hacer desaparecer o aicnuar Ia ansiedad que experimenta cuando se compromete en empre- sas de cuyo resultado no esté seguro. Asi la magia tendria una finalidad practica y afectiva, Observemos en seguida que la conexién entre magia y riesgo postulada por Malinowski no ¢s, de ninguna manera, evidente. Toda empresa lleva consigo un riesgo, aunque éste sea solamente el de fracasar o que el resultado no corresponda plenamente a las esperanzas del autor. Ahora Dien, en cada sociedad la magia ocupa un sector bien delimitado, que incluye algunas empresas ¥ se deja fuera Jas otras. Pretender que las prime. ras son precisamente aquellas que la sociedad considera de resultado incierto, seria ineurrix en peticién de principio, puesto que no existe un cri. icrio objetivo que nos permita decidir cudles son las empresas que las sociedades humanas con. sideran mas 0 menos arriesgadas, independien- temente del hecho de que algunas de ellas vayan acompafiadas de ritos. Se conocen sociedades en Ins cuales ciertas clases de actividad que traen aparejados indudables peligros son por completo ajenas a la magia. Tal es el caso de los Neindo, pequefia tribu banté de muy bajo nivel téenico ¥ econdmico, que leva una vida precaria en los bosques del ‘sur de Tangafika, y para la cual Ja apicultura forestal tiene fundamental impot- tancia: Habida cuenta det hecho de que Ia apicultura expone '@ numerosos riesgos: largas marehas nocturnas, en tun bosque hstil y encuentros con enjambres no me- ros hostiles a alturas vertiginosas, podria parecer asombroso que no vaya acompafiada de ningtin ritual 102 Los TOTPMISMos FUNCIONALISTAS Pero se me ha hecho ver que el peligro no da lugar necesariamente aun ritual. ‘Varias tibus_ que viven de la caza se Jangan contra las piezas mas grandes Sin muchas cetemonias, Yel ritual participa bien poco en Ja bisqueda cotidiana de alimentos de los Ngindo (CrosseUpeott, p. 98). Asi pues, no se ha verificado la relacion empirica postulada por Malinowski. Y, sobre todo, como Jo observa Radeliffe-Brown, cf razonamiento que propone (siguiendo a Loisy, por lo demés) seria jgualmente plausible si se invirticran los. térmi: nos, con lo cual se Tlegarfa a una tesis exactamen- te opuesta, a saber, que a falta del rito y de las creencias aso- Giadas, cl individuo no exporimentaria ansiedad; y que ef ito tlene como efecto psicolégice crear un Stnuimiento de inseguridad y de pelygro. Es poco Yerosimil gue un isleno de las Andamdn considerase peligroso comer carne de dugongo, de pucreo o de Tortuga sino cxistiese un conjunto de sitos especiales fiivo lin declarado es el de protegerlo contra estos pelieros For tanto, sana teoviaetnolpen afiema que la magia y la religion proporelonan al hombre contianza tna mismo, bienestar moral y un sentimiento. de se- fuuridad, poctiamos decir igualmente que dan origen en {fs hombres a miedos y anqustins que de otra manera rho eaperimentarfan (Radelife-Brown (31, pp. 148149) Por tanto, no se debe a que los hombres expe- rimenten ansiedad en algunas situaciones el que recurran_a la magia, sino que, porque recurren a la magia, estas situaciones son generadoras de ansiedad. Ahora bien, Ia argumentacién vale tam- bien contra Ja primera teorfa deb totemismo de Radcliffe-Brown, puesto que conduce a afirmar que los hombres adoptan una actitud ritual hacia LOS TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS 103 las especies animales y vegetales que despiertan cen ellos interés; entiéndase: interés espontaneo. ENo podriamos ‘asimismo decir (y la caprichosi- ‘dad de las listas de t6tem bien puede sugerfrnos- Jo) que es mis bien en razén de las actitudes rituales que guardan frente a estas especies por lo que los hombres se ven levados a descubrir interés en ellas? Ciertamente podria pensarse que en los co- mienzos de la vida en sociedad, ¢ inclusive hoy cn dia, individuos presa de la ansiedad hubieran inventado, y siguiesen inventando, conductas com- pulsivas semejantes a las observadk c6patas: sobre esta multitud de varia duales se cjerceria una suerte de seleccién social que, como lo hace Ia natural con las mutaciones, preservaria y generalizarfa las que fueran sitiles para la perpetuacién del grupo y el mantenimien- to del orden, eliminando las ‘otras, Pero esta hipétesis, dificilmente verificable en’ el presente y de ninguna manera por lo que toca a ua pasado Temoto, no afiadirfa nada a la simple comproba- i6n de que los ritos nacen y desaparecen irregu- Jarmente, Para que el recurso a la ansiedad proporcionase aunque s6lo fuera un esboz0 de explicacién, seria necesario saber primero en qué consiste la an siedad, y después cuiles son las relaciones que existen entre una confusa y desordenada emo- ion y conductas marcadas con el sello de la més rigurosa precisién y que se reparten entre varias categorias distintas. En virtud de qué mecanismo Ja primera engendrarfa las segundas? La ansiedad no es una causa; es la manera como el hombre percibe, subjetiva y oscuramente, la existencia en éI de un trastornd interior, del cual ni siquiera sabe si es fisico o mental. ‘Si existe 104108 tornaasutos rusctonaListas tina conexign intelgible, habré.que buscaria entre Ins conductas ariculadas y estructurae de des brdsn 0 trastomo cuya teoria ain esté por hacer Yyino entre estas conductas y el reflejo de fend Tnenos desconocidos sobre la pantalla de la seme Sibiidad. La psiquiatria,on a que se apoya impltetamente Maiinowski, se’ encargapor al misma do. ense amos que las eondactas de Tos enfermos. on Simbolicas y que'su interpretacién se funda en tina gramstica, es decit en tn codigo ajie, como todo cdigo, es oxtraindividual por naluralez, Eats ‘congetas pueden ir acompafadas de an: Siedng, no es In ansiedad la que fas produce. El ‘iclo fundamental de la tesis de Mallnovski re Side en tomar como causa lo que en la mejor de ins hipotesis no es sino tina onsecuenela, 0 ah Fendmeno concomitante Como la afectividad es ol Indo mas oscuro del hombre, existe constancemente la tentacién de Te cursir @ ella, ovidando que To quo es rebelde @ fn explicaciin no es adecuadlo, por ese. misind hecho, para servit de explicacign, Un dato no es Inicial porque sea incomprensible: este cardeter indica Solamente- que la expleacisn, st es que taste, debe buseatse en otro plano,’ De 10 con- trario‘nos contentaremos con ponerle al probleme Stra eliqueta, eroyendo habetlo resuelt ‘Gue esta Tiuston haya viciado las. rellesiones aceren del totemisio, basta ya para demostrario Gi prmer estado de’ Ia doctrina de. Radclitte Brown. Tambien ssraina ef intento de Presid en Totem y Tabi. Es sabido que Krocber habia Biado un poco de actitad hacla esta obra, veinte hoe despues. de’ haber: emperado .condenandola sus inexactitudes y su mctodo poco cientifieo. Bin embargo, en 1939"se acus6 de injustiia: cn 10S TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS 105 habria aplastado una mariposa con un martillo pilon? Si Freud renunciaba, como parece haberlo hecho, a considerar el asesiniato del padre como un acontecimiento hist6rico, podriamos verlo como expresién simbélica de una virtualidad recurren te: modelo genérico e intemporal de actitudes psicolégicas implicitas en fenémenos e institw ciones que se repiten, tales como el totemismo y los tabties (Krocber [3], p. 306). Pero la verdadera cuestion no esta abl. Al con- trario de lo que sostiene Freud, las coacciones sociales, positivas y negativas, no se explican, ni en cuanto a su origen ni en cuanto a su persis: tencia, como consecuencia de pulsiones 0 de emociones que reaparecerian con los mismos ca racteres en el transcurso de los siglos y de los milenios en individuos diferentes. Pues’ si la re- currencia de los sentimientos explicase la persis: tencia de las costumbres, el origen de las costum- bres deberia coincidir on la aparicién’ de los, sentimientos, y la tesis de Freud no. se habria modificado auinque el impulso parricida corres: pondiese a una situacién caracteristica y no a un acontecimiento historico.! No sabemos ni sabremos jamas nada del ori- gen primero de creencias y de costumbres cuyas raices se hunden en un pasado remoto; pero en lo que respecta al presente, lo cierto es que las conductas sociales no son manifestadas esponté neamente por cada individuo bajo Ia influencia de emociones actuales. Los hombres no obran, en su calidad de miembros del grapo, conforme a To que cada uno de ellos siente como individuo: 2A diferencia, de Kroeber, nuestra actitud frente a Totem y tabit mds Bien se a endutecida con tos anos: MeBse Hes structure clementairer dete parent pp d t t 106 Los TOTEMISMOS FUNCIONALISTAS ‘cada hombre siente en funcién de la manera en {que le ha sido permitido o prescrito comportarse. Las costumbres son dadas como normas exter. nas, antes de engendrar sentimientos internos, y esas normas jnsensibles determinan los. senti mientos individuales, asi como las circunstancias en gue podrin 0 deberin manifestarse. Por lo demés, si las instituciones y las cos tumbres extrajesen su vitalidad del ser continua. mente refrescadas y revigorizadas por sentimien- tos individuales, semejantes a aquellos en. los cuales se encontrarian su origen primero, debe- Nan insinuar una riqueza afectiva en perpetuo brotar que serfa su contenido positivo. Es sabido que no es asi y que la fidelidad que se les tiene Tesulta Tas mas de las veces de una actitud co Vencional. Sea cual fuere la sociedad a la que pertenezca, el sujeto rara ver es capaz de asignar luna causa’ a semejante conformismo: lo tnico {que sabe decir es que las cosas han sido siempre asi, y que obra como otros obraron antes que él Esta clase de respuesta nos parece ser perfectar mente veridica. Bl fervor no se trasluce en la obediencia y en la practica, como debiera ser el caso si cada individuo asumiese las creencias sociales porque en tal o cual momento de su existencia las hubiese vivido intima y_personal- mente. La emoei6n aparece, por cierto, pero cuan- do la costumbre, indiferente en sf’ misma, es violada. Pareceria ser que estuviésemos reuniéndonos con Durkheim ; pero en gtima instancia Durkheim Trace también que los fendmenos sociales. deri- yen de la afectividad. Su teoria del totemismo parte dela necesidad, y culmina en un recurso BI sentimiento. Como’ lo hemos mencionado ya, para él la existencia de ttem es resultado del Los ToTEMISMOS FUNCIONALISTAS 107 reconocimiento de efigies animales 0 vegetales fen lo que no empez6 siendo més que signos no figurativos y arbitrarios. Pero cpor qué los hom bbres se han puesto a simbolizar mediante signos sus afiliaciones eldsicas? En raz6n, dice Durkheim, de la “tendencia instintiva” que lleva “a los hombres de cultura inferior. .. asociados en una vida comin... a pintarse o a grabarse sobre el cuerpo imagenes gue recuerdan esta comunidad de existencia” (p. 332). En este “‘instinto” gr fico, por lo tanto, se basa un sistema que en cuentra su remate en una teoria afectiva de lo sagrado, Pero, al igual que las que acabamos, de eniticar, Ja tedrla de Durkheim del origen colec- tivo de Io sagrado, descansa sobre una peticién Ge principio: no son emociones actuales, experi mentadas en ocasién de las rouniones y de las ceremonias, las que engendran 0 perpetian los ri- tos, sino Ia actividad ritual Ia “que. suscita las emociones. Lejos de que la idea religiosa haya nacido “de medios sociales efervescentes y de esta efervescencia misma” (Durkheim, p. 313), éstos la. suponen. En verdad, las pulsiones y las emociones no explican nada; son siempre resultado: sea de la potencia del cuerpo, sea de la impotencia de la mente. Consecuencias en ambos casos, jamés son causes, Estas no pueden buscarse més que en el organismo, como s6lo la Biologia sabe ha- cerlo, o en el intelecto, tinica via abierta lo mismo 4 la psicologia que a Ia etnologia. ISS IV. HACIA EL INTELECTO Los TyteNst del norte de ta Costa de Oro estan divididos en lanes patrlineales que observan prohibiciones totemicas distintas. Este rasgo les £5 comtin con las poblaciones del Alto Volta, © inclusive con el conjunto de las del Sudén cel Asntal, No se trata solamente de tina, semejanea formal: las especies animales més. comuamente prohibidas coinciden en toda In extension de este Vasto territorfo, al fgwat que los mitos invocados para dat sina explicacién de estas prohibiciones, Tas prohibiciones totémicas de los Tallensi com- prenden aves como el canario, Ia trtola, In ga- Hina, doméstica; reptiles como el. cocodrilo, la serpiente, la tortuga (terrestre y actttiea); sigue hos peces; el gran saltamontes} roedores: la ar dila'y Ta Hiebre; rumiantes: Ia eabra y el borrego: camfvoros como el gato, cl perro y'el Ieopardo por ditimo, otros animales: mono, jabal, etestera Es imposible descubrir algo de comin a todas estas Griaturas.Algunas ccupan un gar importante en i vida economies indigen, como fuente de alimento, oro desde este punto de vista en stv mayoria no alen nada. Muchas. peeporeionan un. plato selecto i'fjuienes tienen dewscho. a consumirlas; fa carne de'las otras es desdefada, Ningun adulto comeria de Nien prado salfamontes, canatios 0. peqtefias sc Pontes comestibien,¥ silo los mies pequefon, que Se-comen todo To qe encuentran, estarian-dispaestos snhacra A vara epee is conidera elie Sas verdaderammente-o en umn plano magico: ast por jeimpo el cococrio, la seriente, et leopaedo 9 todas tas testss feroes, En camblo muchas son Perf tamente Inofensivss, tanto. desde el panto. de vista privtico como magico, Alganas tienen sm hagar cn liinagro foktore de os alfens, como ocurre. con 108 : MACIA BL INTELECTO 109 seres tan diferentes como el mono, Ia tértola y el gato... Dicho sea de paso, los clanes que tienen al gato por totem no muesttan ningtin respeto hacia los gatos domésticos, y Ios perros domésticos no re- ciben un trato diferente de quienes pueden y de quie- Ines no pueden comérselos, Los animales totémicos de los Tallensi no for ‘man, pues, una clase, ni en sentido zooldgico, ni en sentido ‘ulilitario, ni’ en sentide magico. Todo Io ue podemos decir es que, en general, pertenecen a especies salvajes o domésticas harto comunes (Fortes, pp. 141-142). Henos aqui bien lejos de Malinowski. Pero sobre todo Fortes arroja una luz muy clara sobre un problema que desde Boas se habia sospe- chado detris de las ilusiones. suscitadas por el totemismo. Para comprender las creencias y pro- hibiciones de esta indole no basta con atribuirles tuna funcién global: procedimiento simple, con creto, facilmente trasmisible en forma de habitos contraidos desde la infancia para poner de ma- nifiesto Ia estructura compleja de una sociedad Pues todavia se plantearia una cuestién, proba: blemente fundamental: ¢cémo nos explicamos ¢ simbolismo animal? y sobre todo, gpor qué wn determinado simbolismo en vez, de ‘otro, puesto que ha quedado establecido, por lo menos nega. tivamente, que la eleccién de algunos animales no es explicable desde un punto de vista utilitario? En el caso de los Tallensi se procedera por etapas. Hay animales individuales, 0 inclusive, a veces, especies geograficamente localizadas, que son objeto de tabiies porque se las encuentra en Ja vecindad de altares consagrados al culto de determinados ancestros. No so trata de totemis- mo, en el sentido dado habitualmente a este ter mino. Los “tabies de la tierra” forman una 10 HACIA BL TNTELECTO categorfa intermedia entre estos animales o espe- ies sagradas y los t6tem: asi los grandes reptiles Cocotrilo, pitén, lagarto arboricola 0 acuati- co— a los cuales ho se puede dar muerte dentro del fecinto de un altar de la tierra. Son “gente de la Tierra”, entendiéndolo en el mismo sentido fen que se dice que los hombes son gente de tal 0 de cual aldea, y simbolizan el poder de la Tierra, Que puede ser benéfico © maléfico. Se nos pre- Senta ya el problema de saber cémo es que algunos animales terrestres han sido clegidos y én cambio otros no: Ja serpiente pitén es espe- Gialmente sagrada en el territorio guardado por tun clan determinado, el cocodrilo en el de otro dan. Ademds el animal es algo mas que un sim- ple objeto de prohibicién: es un ancestro cuya Gestruccién seria tanto como un asesinato. No es que los Tallensi crean en la metempsicosis, Sino que Jos ancestros, sus descendientes huma- nos y los animales sedentarios estan unidos todos por un lozo territorial: “Los ancestros... estan Espiritualmente presentes en la vida social de sus descendientes, de la misma manera que los ani males sagrados estan presentes en fas charcas Sagradas 0 por el rumbo con el cual el grupo esta identificado” (p. 143). Por lo tanto, la sociedad Tallensi es compara- ble a un tejido, cuya urdimbre y cuya trama corresponderlan ‘respectivamente a las localida- des ya los linajes. Aunque intimamente mez- Elados, estos elementos constituyen, no obstante, realidades distintas, acompafiadas ‘de sanciones y simbolos rituales particulares, dentro del marco general ofrecido por el culto de los antepasados. {os Tallensi saben que un individua, en cuanto persona social, acumula multiples papeles, cada Uno de los cuales corresponde a un aspecto 0 a Pero zeudl es el tema psicoldgico comin a todas «estos formas de simbolisito animale Para los Tallent jos hombres y sus ancestros estin comprometidos coum Tuch infin. "Los hombres por mei de los Sictificios tratan de forzat a los auicestros, 0 de. ga. narse su buena voluntad. Pero la conducta de los ncostros es Imprevisible. Pueden hacer daito; y se Imponen a la atencién de tos hombres mas por ia mae neva repentina que tienen cle amenazar la seguridad Cotidiana, que por el Intermedio de tna. bonevolente proteceion. A través de una intervenciin agresiva fn los asinios humanos preservan el orden social Sea lo que fuere lo que hagan, los hombres no pueden jamas ordenar nada, o imponerse, a los ancestros, Como los animales de Tos tos 0 del bosque, estos son nquietos, enganiadores, estén presentes por doquier’ suconducta es imprevisible y"agresiva. "Las relacio gs entre log hombres y Tos animales, to coma se mervan en 1a experiencia, proporcionan un simbolo fdecuado de tas relaciones entre los hombres ¥ 103 Jncestros ea el plano de la causalidad mistica (P- 43) En esta confrontacién, Fortes encuentra la ex- plicacién det lugar sobresaliente concedido a los 12 HACIA EL INTELECTO animales carniceros: aquellos agrupados por los Tallensi bajo la designacion de “portadores de colmillos”, que subsisien y so protegen.atacan- do a los dems animales e inclusive a veces a Jos hombres: “su lazo simbélico con la agre sividad potencial de los ancestros es evidente”. Por su vitalidad estos animales son también un simbolo conveniente de la inmortalidad. Que este simbolismo sea siempre de una sola clase, tes decir, animal, tiene su explicacién en el cardcter fundamental de este cédigo social y moral, cons. tituido por el culto de los ancestros; y que se uti- licen simbolos animales diferentes Se explica por ‘el hecho de que este cédigo comprende distintos aspectos. En su estudio acerca del totemismo en la Poli- nesia, Firth se habia visto levado ya hacia esta clase’ de explicacién eae ca Me aie ne arene ae pe ee nS een eeorerery a ee ae ete oiaeedioas 1 cae oar ata eile es Sey Se fe ain Set cr oe ra ae ieee eae 2 Estas interpretaciones de Firth y- de Fortes son mucho mas satisfactorias que las de los soste- nedores clasicos del totemismo, o Tis de sus MACHA BL INTELUCTO 113 primeros adversarios, como Goldenweiser, puesto que escapan al dobie peligro de recurrir a lo arbitrario oa una evideneia ficticia, Es claro que en los Mamados sistemas totémicos las espe- Gies naturales no proporcionan cualesquiera de- nominaciones a unidades sociales que podrian haberse designado igual de bien de otra manera; yono esté menos claro que al adoptar un epénimo animal o vegetal una unidad social no afirma implicitamente que entre ella y cl exista una afk nidad sustancial —que descieada de él, que ella participe de su naturaleza, o que de ‘él se ali ‘mente... La conexién no es arbitraria; y tampoco se trata de una relacion de contigiiidad. Falta que, como lo presienten Firth y Fortes, estuviera fundada en la percepcién de una semejanza. Aun asi, falta saber on qué consiste esta semejanza, y en’ qué plano es aprehendida. ¢Puede decirse, como lo hacen los autores recién citados, que es de orden fisico 0 moral, con lo cual trasladaria- mos el empirismo de Mélinowski del plano orgie nico y afectivo al de la percepeién y el juicio? Se observard ante todo que esta interpretacién no es concebible mas que en los casos de socie- diades que desligan la serie totémica de Ta serie gencalégica, aunque reconozcan en ambas igual importancia: una serie puede evocar a otra, por Que no estén ligadas entre si. Pero en Australia Jas dos series so confunden, y la semejanza intuie tivamente percibida mencionada por Fortes y Firth seria inconcebible por la razon misma de esta contigiiidad. En gran niimero de tribus de la ‘América del Norte y del Sur, no se postula nin- guna semejanza, ni implicita’ ni explicitament Ta conexién entre los ancestros y los animales es externa e hisidrica: se conocieron, tropezaron, chocaron © se asociaron. Esto es lo que dicen 4 ACTA EL INTELECTO también muchos de los mitos africanos, inclusive Tallensi. Todos estos hechos incitan a buscar la conexién en un plano mucho més general, y los autores de que hemos venido hablando no podrian foponerse, puesto que la conexién que ellos mis- ‘mos sugicren es solamente inferida En segundo lugar, Ia hipétesis tiene un campo de aplicacién muy restringido. Firth la adopta para Ja Polinesia, en virtud de la preferencia al ‘observada por Ios t6tem animales; y Fortes reco- noce que vale sobre todo para algunos animales “portadores de colmillos”. {Oué haremos con los otros, y qué haremos con los vegetales, allt donde ocupan un Iugar més importante? Qué haremos, por fin, con los fenémenos o con los objetos naturales, con los estados normales 0 patolégi- cos, con los objetos manufacturados, todos los cuales pueden servir de tétem y desempefiar un papel nada despreciable, y hasta esencial, en algu- nas formas de totemismo australiano e indio? Dicho de otra manera, Ja interpretacion de Firth y de Fortes es doblemente estrecha. Empie- za por estar limitada a las culturas que poseen un culto muy desarrollado de los ancestros, ast como una estructura social de tipo totémico; y encima, entre aquéllas, a las formas de totemismo principalmente animal, o aun restringido a cler- tos tipos de animales. ‘Ahora bien —y a este res- pecto estamos de acuerdo con Radcliffe-Brown ho acabaremos de aclarar el supuesto problema totémico imaginando una solucién de campo de aplicacién limitada y después manipulando los casos rebeldes hasta que los hechos tengan a bien plegarse a nuestra intencién, sino alcanzando ‘en conjunto un nivel suficientemente general en el que todos los casos observades puedan figurar como modos particulares. ACTA BL INTELECKO us Por dltimo, y sobre todo, Ia teorfa psicolégica de Fortes se apoya en un andlisis incompleto. Es posible que, desde cierto punto de vista, los animales sean comparables en general con los an- cestros. Pero esta condicién no es necesaria, y tampoco suficiente. Si se nos permite In expre- sidn, no son las semejanzas sino las diferencias fas que se parecen. Entendemos por esto que no hay, en primer lugar, animales que se parezcan enire si (porque todos participan del comporta- miento animal), ni ancestros que se parezcan entre si (porque participan todos del comporta. miento ancestral), y luego una semejanza global tentre los dos grupos, sino por una parte animales que difieren unos de otros (porque pertenecen f especies distintas, cada una de las cuales tiene tun aspecto fisico y hace un géncro de vida que Je son propios), ¥ por otra hombres —entre los que los ancestros constituyen un caso. partic. lar— que difieren entre si (porque estin distri buidos entre segmentos de Ia sociedad, ocupando cada uno una posicién particular en la’estructura social). La semejanza que suponen las llamadas representaciones totémicas se establece entre es- tos dos sistemas de diferencias, Asi Firth como Fortes han realizado un gran avance al pasar del punto de vista de la wlilidad subjetiva, al de la anatogia objetiva, pero una ver efectuado este pro- fgreso queda todavia por hacer el transito desde Ja -anafogia externa hasta la homologia interna La idea de una semejanza entre hombres y totem objetivamente percibida, nos plantearfa ya un pro- bblema en cl caso de los Azandé, que cuentan entre sus t6tem, animales imaginarios: serpicnte em- penachada, serpiente arco iris, leopardo de agua, animal-trueno (Evans-Pritchard [1] p. 108). Pero, 16 MACHA Th INTELECIO inclusive entre los Nuer, cuyos tétem corres. ponden todos a seres u objetos reales, es for- 7080 reconocer que Ia lista es harto abigarrada: leén, cobe untuoso (un bovino), lagarto moni tor, cocodrilo, diversas scrpientes, tortuga, aves. truz, garza, pajaro durra, diversos frboles, pay calabaza, diversos peces, abeja, hormiga roja, rio y arroyo, ganado de pelaje diversamente mat- cado, animales monérquidos, cuero, cabrio de armazén, curerda, diversas partes de los cuerpos de los animales, por ultimo, varias enfermedades, Cuando se consideran estos tétem en conjunto se puede decir que ningiin factor usilitario bien des- tacado rigid su eleccidn. Los mamiferos, peces, aves, plantas y objetos mas tiles para los Nuer no figuran fenire stis t6tem. Las observaciones sobre cl totemis- mo Nuer no confirman, por lo tanto, In tesis de quie- nes ven en el totemismo, principal o exclusivamente, Ja expresin ritual de intereses empiricos (Evans. Pritchard (33, p. 89). El razonamiento esta explicitamente dirigido contra Radcliffe-Brown, y EvansPritchard recuer- da que habia sido formulado ya por Durkheim a propésito de teorias andlogas. Lo que sigue podria aplicarse a Ja interpretacién de Firth y Fortes: En general Jos t6tem de los Nuer tampoco son las ceriaturas que podrfamos esperar en virtud de poseer alguna particularidad Hamativa susceptible de amar av atencién. Antes bicn, las criaturas que han dado Inspiracién a Ia imaginaciin mitpoyeticn “de Tos ‘Nuer, y que ocupan el lugar principal en sus cuentos, no aparecen como tétem sing raramente y de manera poco significativa (ibid, p. 80). . Nuestro autor se niegn asi a responder a la cuestién —que hemos encontrado coristantemen- HACIA EL ENTELECTO 47 te, como una suerte de Lettmotiy desde el co- mienzo de nuestra exposicién— de saber por qué los mamiferos, aves, reptiles y arboles ‘se han convertido en simbolos de las felaciones entre el poderio espiritual y los linajes. Todo lo més, sefiala que creencias difusas pueden determinar que algunos seres cumplan esta funcién: las aves ‘vuelan y estén por ello mejor capacitadas para ‘comunicarse con el espiritu. supremo que mora cen el ciclo. La argumentacién no se aplica a las serpientes, aunque a su manera sean también manifestaciones del espiritu. Los arboles, que no abundan en las sabanas, son considerados como bondades divinas, gracias a la sombra que ofre- cen; los rios y los arroyos tienen relaciones con el espfritu de las aguas. En cuanto a los animales monérquidos y Jos que lucen un pelaje de aparien: cia Iamativa, se cree que son los signos visibles de una actividad espiritual excepcionalmente po- derosa, ‘A menos de recaer en un empirismo y un natue ralismo que Evans-Pritchard rechaza con sobrada raz6n, es preciso reconocer que estas considera: clones indigenas tienen poco alcance. Pues si no aceptamos que las aguas sean objeto de actitudes rituales en virtud de su funcién biolégica 0 eco. némica, su supuesta relacién con el espiritu de las aguas se reduce a una manera meramente verbal de expresar el valor espiritual que se les presta, y ésta no puede ser Ja explicacién, Y lo mismo ocurre con los otros casos, En compen- sacién Evans-Pritchard ha sabido profundizar en algunos anilisis que le permiten desmontar pieza por pieza, valga la expresiGn, las relaciones que en el pensamiento de los Nuer, unen ciertas cla ses de hombres con ciertas especies de animales. Para definir los gemelos los Nuer emplean for: us ACI bl INTELECTO mas que a primera vista parecen contradictovias. Por una parte dicen que los gemelos son “una persona” (ran); por otra afirman que los geme- los no son “personas” (ran) sino “aves” (dit). Para interpretar correctamente estas formulas ¢s preciso recorrer paso a paso el razonamiento que Smplican, Los gomelos, manifestaciones de po- der espiritual, son en’ primer lugar “hijos de dios” (gat kwoth) y —por ser el. cielo morada divina—, también Se les puede Hamar “perso- nas de lo alto" (ran nhial). Por aqui contrastan con los seres humanos comunes, que son “per- sonas de abajo” (ran piny). Como los pajaros son, por si mismos “de lo alto”, los gemelos se identifican con ellos. Sin embargo los gemelos - pti geiwae™ ° jigwen siendo seres humanos: aunque pertenecen a lo alto”, relativamente son “de abajo”. Pero la misma distincién se aplica a las aves, puesto ‘que algunas especies vuelan menos alto y menos bien que otras: a su manera, por consiguiente, y 1actn BL INTELRCTO uy ‘ungue globalmente sigan perteneciendo “a 10 alto, las aves también pueden vepartirse sein jo alto y lo bajo. Asi se comprende, por qué los gemelos reciben ‘nombres de aves. “terrestres: Pintada, francolin, eteétera Ta relacién ast planteada entre los gemelos y Jas aves no se explica ni mediante un prineipio de participacion, a Ta manera de Léy-Bruht, i por considernciones utlitarias ‘como Tas invoca- ss por Malinowski, ni tampoco por Ia intuicion dle una semejanca sensible admithla por Firth y Fortes. Nos encontramos en presencia de tna serie de encadenamientos légicos que unen rela Ciones mentales, Los gemelos no “son aves" por ‘que se confundan con ellas, 0 porque se les! par fezean, sino porque los gemelos son, en relaclon con los, demds hombres, lo que las "personas de Jo alto” ante las “personas de abajo” y, en rela- cién con Iss aves, fo que Ins “aves dle abajo” son por relacién a las “aves de To alto” Por to tanto ‘Scupan, como Tas aves, una. posieién intermedia entre cl espitita supremo y los humanos ‘Aungue no haya sido expresamente formulado por Evans-Pritchard, este razonamiento lo cond fe a uina importante conclusion, Pues esta clase de infereneia no se aplica solamente a las rela- ciones particulares que los Nuer establecen entre Jos gemelos y las aves (tan estrechamente analo- ges, por lo dems, a las que los indios Kwakiutt de fa Colombia Briténica conciben entre 10s. g2- melos y los salmones, ate esta sola conexién basta para sugerir que’en ambos casos el funda- mento reside en un principio mas general), sino a toda relacién postulada entre gripos humanos 3 especies animales. Como ha dicho cl propio Isvans-Pritchard, esta relacion es de orden metato- rico (ibid., p. 90: poetic metaphors). Los Nuer 120 HACIA BL neTELECTO hablon de las especies naturales por analogia con sus propios segmentos sociales, tales como los linajes, y la relacién entre un Tinaje y una especie totémica es concebida conforme al modelo de Jo que ellos llaman buth: relacion entre linajes colaterales descendientes de un ancestro comin, ‘As{ pues, el mundo animal es pensado en términos de mundo social. Existe la comunidad (cieng) de los animales carnfvoros —le6n, leopardo, hiena, chacal, perro salvaje y perro’ doméstico— que comprende como uno de sus linajes (thok dwiel) Jas mangostas que se subdividen en sublinajes variedades de mangostas, de pequefis felinos, ete Los herb{voros forman una colectividad 0 clase (bab) que comprende todos los bévidos : antilo- pes, gacelas, bilalos y vacas; y las liebres, borre- gos, cabras, etc. El “pueblo sin pies” agrupa I Linajes de ‘serpientes y el “pueblo de los. fos” retine todos Ios animales que frecuentan las co- rrientes de agua y los pantanos: cocodrilos, Ts- gartos monitores, todos los peces, las aves acud- ticas y_pescadoras, y, ademas,” los indigenas Anuak y Balak Dinka, que no crian ganado y son pescadores y hortelanos en las orillas de los ios. Las aves forman una vasia comunidad sub dividida en varios Tinajes: “hijos. de’ Dios” Drinos, de los hijos de Dios", “hijos 0 hij nobles” (ibid. p. 90). Estas clasificaciones te6rieas sirven de base a las representaciones totémicas Por consiguiente la relacién totémica no puede bus- carse en la naturaleza propia del totem, sino en las asociaciones que evoca en 1a mente (ibid, p. 82). Férmula a Ja cual EvansPritchard ha dado re- cientemente una expresién més rigutosa: HACIA HL ETELECTO 121 Sobre las criaturas se proyectan nociones, y_ sent ‘mientos euyo origen no se encuentra en ellas, sino en otra parte (Evans-Pritchard (4), p. 19)- Por fecundas que sean estas concepciones, des. piertan sin embargo dos reservas. En primer ugar, el andlisis de la teoria indigena de los ge- melos esta demasiado estrechamente subordinada a la teologia propia de los Nuer: La férmula {que asimila tos gemetos a péjaros) no tEadave una oelacion disten entre Tos gemctos das fives sing una Telacién riadiea entre fos. gemeles, Eee" Bios. Ps en telacton on Dios como los omelos 9 las aves tienen carieter comin... (Evans: Pritchard (31, D132), La ervencia en una divinidad suprema, sin em- bargo, no es necesaria para que se establezcan relaciones de esta clase, puesto que nosotros mismos las hemos puesto en evidencia en socie- dades de espiritu mucho menos teolégico que la de los Nuer) De aqui que al formular de esta manera su interpretacién Evans-Pritchard corra el riesgo de resiringirla: al igual que Firth y Fortes (aunque en menor grado) presenta una interpretacién general en el lenguaje de una so- ciedad particular y asi limita sw alcance. En segundo lugar, Evans-Pritchard no parece haber medido la importancia de la revolucion efectuada, algunos afios antes de la publicacién de Nuer religion, por Radcliffe-Brown con su se- 1 Compérese desde este punto de vista el esquema de fa po ilb' de Ia presente obra con el que. ofveeimos en agosto dsival (Anvaro 1958499 de ta Reole Prat que 'des Hautes Etudes, seccion de Clencias religiosas, p. 20. Repitticado en el atdmero 179 de Les Temps mo: dernes, marzo de 1861, p. 109). 122 HACIA EL INTELECTO gunda teorfa del totemismo. Esta tiltima difiere mucho mis radicalmente de la primera de lo que en general han crefdo los etdlogos ingleses. A nuestro juicio no solamente consuma Ia liquida- cidn del problema totémico: saca a Ia luz el verdadero problema, que es planteado a otro ni- vel y en términos diferentes, y que atin no habia sid6 claramente percibido, aunque su presencia, en ltima instancia, pueda considerarse la causa profunda de las intensas inquietudes que el pro- blema totémico ha provacado en el pensamiento etnoldgico. Seria dificil de creer, en efecto, que numerosos y grandes ingenios se esforzaran sin motivo razonable, aun cuando el estado de los conocimientos y tenaces prejuicios les impidiesen tomar conciencia, 0 no les dejasen ver més que tuna apariencia deformada, Por eso ahora tenemos que volver nuestra atencién hacia esta segunda teorfa de RadcliffeBrown. Sin que el autor mismo se haya encargado de subrayar su novedad, esta teoria aparece veinti- ds afios después de la primera en la Huxley Memorial Lecture for 1951, titulada “The compa- rative method in social anthropology”. De hecho RadcliffeBrown la ofrece como un ejemplo de ese método comparativo que es el tinico que pue- de permitir a Ia antropologia formular “propos clones generals”. De la misma manera hal sido introducida ia primera teorfa (véase p. 90). Asi pues, entre la una y la otra hay continuidad en el plano metodoldgico. Pero la semejanza ter mina alli. Todavin en 1960 Evans Pritchard parecta eveer que Ja contribucign de RadelifeBrown al problema del tote mismo se redueta a su articulo de 1929. (Eau Pritchard Ei, p. 19, ne) HACIA EL INTELECTO 123 Las tribus australianas del rio Darling, en Nue- va Gales del Sur, tienen una division en dos mitades exdgamas’ y matrilincales llamadas res- pectivamente halvon (eaglehawk) y corneja (crow). Podemos tratar de dar una explicacion histor ‘ca de semejante organizacién social: por ejem- plo, dos poblaciones enemigas podrian haber de- cidido un dia concertar la paz y, para mejor asegurarla, haber convenido en qiié, en lo suce- Sivo, los hombres de un grupo desposarian a las ‘mujeres del otro grupo, y reciprocamente. Como nada sabemos del pasado de las tribus en ‘cuestién, esta clase de explicacién esta condenada ano porder su caracter gratuito y de conjetura, Por lo tanto, tratemos mas bien de ver si en otras partes existen instituciones paralelas.. Los Haida de Jas islas de la reina Carlota, en la Co- Jombia Britdnica, estan divididos en mitades ma- trilineales exégamas, a las cuales Iaman, respec- tivamente, Aguila (eagle) y cuervo (raven). Un mito Haida cuenta que al comienzo de Jos tiem- pos, el Aguila era duefa y sefiora de toda el agua del mundo, que guardaba encerrada en una cesta hermética, El cuervo robé la cesta, pero mientras volaba por encima de las islas el agua se derram6 sobre la tierra: de esta manera fueron creados los lagos y rios en donde las aves sacian su sed desde entonces, y que vinieron a poblar los sal- mones, que constituyen el alimento principal de Jos hombres. Las aves epénimas de estas mitades australia- nas y norteamericanas pertenecen por lo que thames visto a especies muy proximas y_simétri- ‘camente opuestas, Ahora bien, existe en Australia tun mito muy parecido al que’ acabamos de resu- mir: en otro tiempo el halcén tenia encerrada el agua en un pozo tapado por una gran piedra | | | i } it viscta eh ereLero gue levantaba cvando queria beber. La comeja Jo sorprendio.en estos manejos yy querienda be: bra su ver, evantd Ia piedra, 3 rate la eabera infesteda de alimafas “encima del agua ys clvide de volver a tapar el poro. Toda el gua Se'salid del oro, dio osigea a la ted hidvoura: fica de la Australia orfental_y los plojos de la comeja se transformaron en peces de los que a. turlmente se alimentan Tos. indigenss, Sera hecesario quc, como los aficionados a las recon trucciones historeas, imaginemos ‘antiguas rla- Giones entre. Austratia y Amériea para explear estas analogias? sto seria olvidar que las mitades exdgamas australianas ~-matrlineales y patilinealese- son designadas freeuentemente con nombres. de aves yque en la propia Australia, por eonsiguicme, Tas tribus del'rio Darling no heen sino ejempl Fear tuna situacton general, Encontramos lac cata blanca opuesia Ia cormeja en Australia oesidental, ta encatin blanca opscsta a la nesta tala provincia de Victoria, Lav aves totem estan ‘uy difundidas tambien en Metanesia; las itor des de algunas eribus cle Ia Nueva Inlanda llevan los nombres, respectivamente, del dguila de nar ¥ del gavilén pescador. Generalizando. todavia nis se vinculartn fos hechos presedentes con los focantes al totemivmo sexual (y ya no de init, des), denotado asimismo por aves ‘0. animales asimiados: en Australia otiental el mureelago eel totem masculino, en tanto gue Ia lect es €I femenino; en Ia parte septentrignal de Nuova Gales del Sur estas {unciones estin confiadas, respectivamente al mreiélago yuna especie. de Climacteris. Por ultimo, ocurte que el dvalismo australiano’se manifiesta en el plano de las Bo. neraciones, es decir que un indlviduo se coldea MACIA EL INTELTCTO 125 en la misma categoria que su abuelo y que su nic- to, en tanto que su padre y su hijo caen en Ta categoria opuesta. Las mas de las veces estas mitades formadas por generaciones alternas ca recen de nombre. Pero cuando lo tienen, pueden llevar nombres de aves: por ejemplo, en Austra- lia occidental, martin pescador y abejaruco, 0 también pajaro rojo y pajaro negro AAsf se ha ampliado Ja pregunta que formutamos al comienzo —por qué tudos esos pijaros. Ademas de las mitades exégamas, otras clases de divisiones dus listas son denotidas por referencia a un par de aves. Y lo que es ms, no siempre se trata de aves, En Australia las mitades pueden verse asociadas tam bign a otras parejas de animales: dos especies de ccanguros en una region, dos especies de abejas en otra, En California una mitad esta asociada al co- yote, la otra al galo montés (RadelitfeBrown (41, p. 13). El método comparativo consiste precisamente fen integrar un fenémeno particular en un con- junto que el progreso de la comparacién hace ‘cada vex mas general. Y para terminar nos en- frentamos al siguiente problema: gcdmo explicar que los grupos sociales o segmentos de la socie- dad se distingan unos de otros en virtud de la asociacién de cada uno de ellos con una especie natural particular? Este problema, que es preci- samente el del totemismo, oculta otros dos: como concibe cada sociedad Ia relacién entre los seres humanos y las demas especies naturales (proble- ‘ma exterior al totemismo, como To demuestra el ‘ejemplo de las islas Andamin); y cémo, por otra parte, los grupos sociales lean a ser identifi cados por medio de emblemas, de simbolos o de ‘objetos embleméticos 0 simbdlicos. Este segundo 126 Hagia HL ANTELECTO problema rebasa igualmente los marcos del to- temismo, puesto que desde este punto de vista un mismo papel puede serle asignado, segén la cla- se de comunidad considerada, a’una bandera, a un blasén, a un santo 0 a una especie animal. Hasta ahora la critica de RadcliffeBrown re~ nueva la que habia formulado en 1929, estricta- mente conforme, como lo hemos visto, con ta de Boas (véanse pp. 23 y 89). Pero su conferencia de 1951 hace una innovacion al proclamar que esta critica no basta, puesto que subsiste un pro- bblema no resuclto. Aun suponiendo que se pueda ofrecer una explicacién satisfactoria de la predi- leeeién “totémica" por las especies animales, fal- taria comprender por qué determinada especie es preferida a otra, 7d aie alee cas GDE tos GoaRS Sao ape vd apne coe Drie some ima fe ann cad, Cree farce aue preach See cnet gh Esto tiene decisiva importancia, Trae consigo 1a reintegracion del contenido a la forma y abre de tal manera el camino de wn verdadero anali- Si estructural, alojado por igual del formalismo Yael functonatismo, utes es un andlisis estracx {ural ef que lleva a cabo Radcliffe Brown, por una parte consolidando las instituciones cpn las re- HIAGIA EL INTELECTO 127 presentaciones y, por otra al interpretar conjun- tamente todas las variantes del mismo mito. Este mito, conocido en varias regiones de Aus- tralia, pone’ en escena dos protagonistas cuyos conflicios constituyen la materia principal del re- lato. Una version de la Australia occidental hace referencia a Haleén y a Corneja, el primero tio materno del segundo y también su suegro po- tencial en virtud del matrimonio preferente con la hija del hermano de la madre, El suegro real © potencial tiene derecho a exigir a su yerno y sobrino regalos de alimentos, y asi Halcén le or dena a Corneja que le traiga ‘un canguro wallaby. Después de una caza fructuosa Corneja sucumbo a la tentacién: se come la pieza y simula regresar con el rabo entre las patas. Pero el tio se niega a creerle, y le pregunta por su hinchado vientre Corneja dice que para calmar su hambre se ati- borré de goma de acacia. El Haleén, que sigue sin creerle, le hace cosquillas a su Sobrino hasta ‘que vomita la carne. A manera de castigo arroja al culpable al fuego y lo mantiene alli hasta que ‘sus ojos se enrojecen y sus plumas se ennegre- cen, en tanto que el dolor arranca a Corneja su chillido, caracteristico en lo sucesivo. Haleon de- creta que Corneja no volver a cazar por su cuenta, y que se vera reducido a robar la caza, Desde entonces las cosas han sido asi Es imposible comprender este mito, sigue di ciendo Radeliffe-Brown, sin hacer referencia al contexto etnogrilico. El australiano se considera “comedor de carne” y el haleén y la corneja, aves carnivoras, son Sus principales competido. res. Cuando los indigenas cazan incendiando los matorrales, los halcones aparecen en seguida para disputarles las piezas que huyen de las lamas: también ellos son cazadores. Posadas en las ra- 128 HACIA BL INTELECTO mas, no lejos de las hogueras del campamento, fas ‘cornejas esperan la oportunidad de robar algo del festin. Los mitos de este tipo pueden compararse con otros, cuya estructura es andloga, aunque hagan Intervenir animales diferentes. Ast por ejemplo, fos indigenas que viven en los limites de Ja Aus- tralia meridional y de Victoria cuentan que ef canguro y el wombat (otro marsupial, pero més pequefio), que representan sus. principales, ani- males do cava, antaflo eran amigos. Un dia Wom- bat se puso a hacerse una “casa” (la especie es terricola), ¥ Canguro se burlé de él y lo maltraté. Pero cuando por primera vez comenzé a lover y Wombat se cobijé en su “casa”, le negé la en- trada a Canguro, alegando que era demasiado pe- quefia para dos. Canguro, furioso, le dio a Wom Bat en la cabeza con una piedra, y le aplané el crineo. Y, Wombat se desquité ‘clavandole una Tanza en la grupa a Canguro. Desde entonces lar cosas no han cambiado: el wombat tiene la c2- beza aplanada y vive en una madriguera; el can guro tiene cola y vive a descubierto: Sin duda no se trata ms gue de uno de esos cuertos ae Se yeshamente a a “hata ser), ae UMfarradbr sabe contarin con el sono debido. Pero St Ghaminamos algunas dacenas do cusniss de la Ihison close desebrimos en eos un tema comin, tas Sela deren Ee ep el Tule as expresin en Términos de amistad de nfo, de slidarklud y de opoicion. Dicho de otra ‘Sonora ‘umivrso. de vide animal es wepeesen {haben forma de Telaciones soclates, como las que eval nls sociedad de Tos hombres (Radsite Brown (4,7. 10) * cuentos popu fades por Rudyard Kipling 1). AGIA A, ENTELECTO 129 Para obtener este resultado las especies natu ales se clasifican en parejas de oposiciones, y esto-no es posible mas que a condicién de elegir ‘especies que tengan por Ja menos un rasgo en co- min, que permita compararlas, EI principio es claro en el caso del haleén y de la comeja, que son las dos principales aves carnivoras, aunque difieran Ia uaa de la otra, la primera como ave de presa, Ia segunda como de- voradora de carrofia. Pero’ ¢cOmo interpretar la pareja murciélagolechuza? Radcliffe-Brown con- fiesa que primero le sedujo su cardcter comin de aves nocturnas. Sin embargo en tna region de Nueva Gales del Sur es un Climacteris, pajaro diutno, el que se opone al murciélago como tétem femenino: en efecto, un mito relata que fue el primero el que les ensefié a las mujeres el arte de trepar a los drboles. Alentado por esta primera explicacion que le proporcioné un informante, Radcliffe-Brown pre- gunta: “gqué semejanza hay entre el murciélago y cl Climacteris?”, a lo que el indigena responde, janifiestamente sorprendido por tal ignorancia! ‘pero {no ve gue los dos viven en los huecos de los troncos de Jos arboles!” Ahora bien, tal es igualmente el caso de la lechuza (night owl) y del chotacabras (night jar). Comer carne, vivir al abrigo de los arboles es un rasgo combn a Ja pareja considerada, y ofrece un punto de compa racién con la condicion humana Pero existe 4 Como vamos un poco mds allé del texto de Radelifie Broun, podri preatintarsenos de-qué manera Ia vida de fas aves que hacen snida.en los ngujeros de Jos Arboles fhave pensar en la condicida humavia. Ahora bien, se eo rnoce por Io menos vina trib atistraliana en. lage las Initades eran nombradas spin partes del arbol: "Entre fog Neouraba ‘la mitad: Gwalzaudthen esta dividida en fnurat (base) ¥ wangue (eitad), en tanto que la ited ct por consiguiente, la divisién “haleéncomeja’” zada (tao): pareja conyugal, dia entero, ao. 7EI gir ext dentfends om wingpo (cons). Estos nom SreeMgaasdan tescon cou tan afer aries ea Sb dada por Tos-érbolesy-audan alos emblas: trienlgs espectraments cetpados "en" ls camparch toe clboas i HAGIA EL INTELECTO 131 obsticulo para la integracién sirva mas bien para producirla. La demostracién de Radeliffe-Brown suprime de- ‘ivamente el problema en que estaban ence. rrados tanto los adversaries como los pactidatios del totemismo, puesto que s6lo podian asignar a las especies vivientes dos papeles: el de estimu: lante general o el de pretexto arbitrario. Los animales del totemismo dejan de ser, solamente © sobre todo, criaturas temidas, admiradas © co. diciadas \(su ‘realidad sensible deja traslueit: no- clones y relaciones concebidas por el pensamiento Feflexivo a partir de los datos de la observacion, Por uiltimo, se comprende que las especies natu. rales no sean elegidas por “buenas para comer" sino pox “buenas para pensar" “Entre esta tesis ¥ la que™la precedié media una distancia tan Brande que nos gustaria saber si RadcliffeBrown se dio cuenta del camino recorrido. La respuesta se encuentra quizés entre las notas de los cursos dictados por é1 en Africa del Sur, y en el texto inédito de una conferencia acerea de la cosmo. logia australiana, que fueron sus diltimas oportu nidades de expresar su pensamiento antes de mo. tir en 1955. No era hombre que admitiese de buena gana el haber cambiado de opinion, ni tampoco le gustaba reconocer posibles influen- cias. Y sin embargo es dificil no darse cuenta de gue los diez afios que precedieron a su Huxley Memorial Lecture se distinguieron por el acerca miento de la antropologia y la lingiist tural. Para todos aquellos que han pai fen la empresa, es por Io menos tentador creer que tal vez encontré eco en cl pensamiento de Radcliffe Brown, Las nociones de oposicién y de correlacién, de pareja de oposiciones, tienen 12 acta u ten4e7o tina larga histori; pero fueron la lingiistica es thucturaly, siguiendo sus huellas, ta antropotogta tuuctural lag que, volvicron a panerlas en un fagar honroso en el voeabulanio de las cencias Ihufnnnas; es notable encontrarlas en escritos de Iaplumna’ de RadeliifeBrown, con todas sts im- Pidasiones que, como. vimos, To. condujeron a Bhondonar sus’posiciones anteriores, marcades iWauvla gon ef sello del naturalismo 9 del emp sxino.’ Sin embargo el abandono de estes post lomey no se hizo sn alguna vucllacion durante Gn'breve momento. RadeliffeBrown no parecio ar seguro aceren del alcance de su tesis y de Satniider més ald del rea de los hechos aust ilanos: La concepeisn australiana de Jo que aqui designa: ros con el término de “oposicion” es una aplicacion particular de Ia asociacién por “contrariedad”, rasgo Universal del pensamiento hhumano que nos incita a pensar por parejas de contrarios: arriba y abajo, fuer te'y debi negro y blanco, Pero la nocién australiana fae oposicién combina la idea de una pareja de con- trarips con la de una pareja de adversarios (ibid., p. 118), Es bien cierto que una consecuencia —por Jo demas no enuneiada claramente todavia— del tructuralismo moderno deberia ser salvar Ia p: cologia asociacionista del descrédito en que ha caido. E] asociacionismo tuvo el gran mérito de esborar los contornos de esta légica elemental, Suerte de minim comin denominador de todo pensamiento, y s6lo le falté reconocer que se tra {aba de una légica original, expresion directa. de la estructura del espiritu (y detras del espiritu, sin duda del cerebro), y no de un producto pasivo fle la acid del medio sobre una ‘conciencia HACIN EL INTELECTO 133 amorfa, Pero contrariamente a lo que Radcliffe- Brown se inclina todavia a creer, es esta légica de las oposiciones y las correlaciones, de las ex- clusiones y las inclusiones, de las compatibilidades y las incompatibilidades, la que explica las leyes de la asociacién, y no al contrario: un asociacio- nismo renovado'deberia fundarse en un sistema de operaciones que no careceria de analogias con el algebra de Boole. Segiin muestran las con- Glusiones mismas de RadcliffeBrown, su. andli- sis de los hechos australianos lo condujo mas alld de una simple generalizacion etnografica, hasta alcanzar las leyes del lenguaje y del pen: samiento mismo. 'Y esto no es todo. Observamos ya que Radclif feBrown ha comprendido que/en materia de anélisis estructural es imposiblé disociar la for ‘ma del contenido:La forma no esté fuera, sino dentro. Para captar la razén de las denominacio- nes animales es preciso considerarlas concreta- mente, puesto que no estamos en libertad de trazar una frontera, més alla de la cual reinaria lo arbitrario. /BI sentido no se decreta, no se halla en ninguna parte si no se encuentra por doquiet: Es cierto que nuestros limitados conocimientos nos prohiben, frecuentemente perseguirlo hasta sus uiltimos réductos: asi Radcliffe-Brown no ex- plica cémo es que algunas tribus australianas conciben la afinidad entre la vida animal y la con- dicién humana en forma de Ja relacién de los gustos carnivoros, mientras otras tribus recurren a una comunidad de habitat. Pero su demostra- cién supone implicitamente que también esta di erencia es significativa y que, si estuviésemos suficientemente informados, podriamos ponerla en correlacién con otras diferencias que se pue- den descubrir entre las creencias respectivas de 134 HACIA EL INTELECTO los dos grupos, entre sus técnicas 0 entre las rela ciones que cada uno mantiene con el medio. En efecto, el método seguido por Radcliffe- Brown es tan sélido como las interpretaciones que le sugiere. Cada nivel de la realidad social se le manifiesta como un complemento indispen- sable, a falta del cual seria imposible comprender los oiros niveles. d.as costumbres remiten a las creencias, y éstas Temiten a las técnicas; pero los diferenies niveles no se reflejan simplemente ‘unos en otros: reaccionan dialécticamente entre si, de tal manera que no podemos esperar cono- cer uno sin haber estimado primero en sus rela- clones de oposicién y de correlacién respectivas las instituciones, las representaciones y las situa- ciones,> Asi en cada una de sus empresas prac- ticas Ia antropologia no hace sino poner de relieve una homologia de estructura entre el pensamien- to. humano en ejercicio y el objeto humano al cual se aplica. La integracién metodologica del fondo y de la forma refleja a su manera una in- tegracién mas esencial: la del método y la rea Tidad. V. EL TOTEMISMO DESDE DENTRO SIN DUDA RadeliffeBrown hubiese rechazado las conclusiones que acabamos de sacar de su demos. tracién, pues hasta el final de su vida, y como lo atestigua cierta correspondencia,’ se atuvo a una concepcién empirista de la estructura, Sin em- bargo, creemos haber trazado, sin deformarlo, el esbozo de uno de los caminos abiertos por’ stu conferencia de 1951. Aunque no Io hubiera segui- do, testifica la fecundidad de un pensamiento que, aunque asediado por la vejex y por la enferme- dad, llevaba en sf estas promesas de renovacién. Por més nueva que parezca en Ja literatura etnolégica la tiltima teoria del totemismo de Rad- cliffeBrown, é no fue, con todo, su inventor; pero es poco probable que se inspirara en pre. cursores cuyo lugar cae al margen de Ia reflexion etnoldgica propiamente dicha. Habida cuenta del cardcter intelectualista que hemos reconocido en esta teoria, quizé sorprenda encontrar que Berg- son defendié ideas muy semejantes. Y sin om: argo encontramos en Les deux sources de la morale et de la religion el esbozo de una teoria cuya analogia en algunos respectos con la de Radcliffe Brown es interesante poner de relieve. Por lo demés, esto daré ocasién de plantear un problema que’tiene que ver con la historia de las ideas y que permite también ascender hasta los postulados implicitos en las reflexiones acer ca del totemismo: gcémo se explica que un 1 Véase la carta de Radeliffe Brown sl autor del_pre- gem aha o's Tay TG elo 1 Rous Coe loceclin, ed, An appraisal of anthropotogy fodas, Chicago, 1868p. 108, 135 136 1 TOTEMISMO DESDE DEATRO fil6sof0, del-gue se sabe el lugar que concede a la alectividad ya la experiencia vivida, se. site cuando aborda tn problema etnolépico en el polo ‘puesto de los etndlogos euya posicion doctrinal es proxima a la suya en todos los demas respectos? En Les deux sources, Bergson aborda el tote mismo por la via del cuito de los animales, que reduce a una modalidad del culto de los espititus. El totemismo no se confunde con Ja zoolatria, pero de todos modos supone “que el hombre tra. {a tuna especie animal, o hasta vegetal, v a voces tun simple objeto inanimado, con una deferencia que no deja de parecerse a ia religion” (p. 192). Esta deferencia parece Tigada en el pensamicnto indigena a la creencia cn que existe una identi dad entre el animal o la planta, y los miembros el clan, ¢Cémo podria explicarse esta creencia? La gama de las interpretaciones propuestas se escalona entre dos hipdtesis extremas, y por lo tanto nos bastaré con examinarlas: ora una "par- ticipacién’”a Ja manera de Lévy-Brubl, que no se cuida gran cosa de los sentidos. miitiples, que ‘frecen, en las diferentes lenguas, las exprestones ue traducimos por el verbo ser, de significacion equivoca hasta eh nuestros idiomas; ora la reduce ion del tétem al papel de emblema y de simple designacién del clan, como hace Durkheim, pero ‘sin poder explicar entonces el Tugar ocupado por al totemismo en la vida de los pueblos que lo practican, Por lo demés, ninguna de las dos interpretacio- nes permite responder sencillamente y sin equi oco'a la cuestion planteada por Ia evidente pre- dileccién por las especies animales y vegctales, ‘Ast pues, nos vemos. levados a buscar lo que puede haher de original en la manera como el hom- bre percibe y concibe las plantas y los animales: EL, TOTEMISMO DESDE DENTRO 137 ‘Ala vez que la naturaleza del animal parece com- ‘entrarse en una cualidad unica, se diria que su ind. vidualidad se disuelve en un género. Reconocer um hombre consiste en distinguirio de los demas hom. bres; mas reconocer un animal de ordinario es darse cuenta de la espeele ala que pertencee,... Un animal pods ser harto concreto ¢ individual, pero se nos ‘manifiesta esencialmente como una cualidad, y esen- Ciaimente también como un género (Beryson, p. 192). Es esta percepcién inmediata del género a tra- vés de los individuos 10 que caracteriza la rela- jén entre el hombre y el animal o la planta; es ella también la gue ayuda a comprender mejor “esa cosa singular que es el totemismo”. En elec to, la verdad debe ser buscada a medio camino entre las dos soluciones extremas que acaban de ser recordadas: No podemos sacar mada en elaro de que se diga que tun clan es tal o cual animal; pero que dos clanes Comprendidos en una misma trib dehan ser nece- Sariamente dos animales diferentes, es cosa mucho mis instructiva. Supongamos, en efecto, que se que Fa sefialar. que estos dos clanes -constituyen dos especies, en Ia acepeién biolégica del término... se Tes dard... a uno de ellos el nombre de un animal ‘al otro ol de otro. Cada uno de estos nombres con- iderado por separado no era sino wna denominacién: tomades juntos equivalen a una afirmacién. Dicen, en efecto, que fos dos clanes son de sangre diferemté (Bergson, pp. 193194) No tenemos necesidad de seguir a Bergson has- ta el final de su teorfa, porque entrarfamos en un terreno més frigil. Bergson ve en el totemis- mo un medio de exogamia, que a su ver es efecto de un instinto destinado ‘a impedir las uniones biolégicamente nocivas entre parientes préximos. Pero si tal instinto existiese, seria superfluo el 138 TL TOTEMISMO DESDE DENTRO recurso a las vias institucionales, Ademds el mo- delo sociolégico estaria en curiosa contradiccién con el original zoolégico que lo habria inspirado: los animales son endégamos, no exdgamos; se umen y se reproducen exclusivamente dentro de los limites de la especie. Al hacer de cada clan tuna “especie” y al dliferenciarlos “especificamen- te” se llegaria, por tanto —si el totemismo esti viese fundado en tendencias bioldgicas y en senti mientos naturales— a un resultado contrario del ‘que se buscaba: cada clan deberia ser endégamo, como una especie bioldgica, y los clanes serian extrafios los unos a los otros. Bergson tiene tanta conciencia de estas dificul- tades que se apresura a modificar su tesis en dos respectos. Aunque sostiene la realidad dela necesidad que llevaria a los hombres a evitar las, uniones consanguineas, reconoce que no le co- rresponde ningun instinto “real y operante”. La naturaleza remedia esta carencia echando mano de la inteligencia, al suscitar “una representa: cién imaginativa que determina Ja conducta como lo hubiese hecho el instinto” (p. 195), Pero apar- te de que desembocamos aqui en plena metafi- sica, esta “representacién imaginativa", como aca- amos de ver, tendria un contenido exactamente inverso al de su objeto supuesto. Sin duda para superar este segundo obstaculo debe reducir Berg- son una representacién imaginativa a una forma: Ast pues, cuando {los miembros de dos clanes} de- claran que constituyen dos especies animales no hacen hincapié en la animalidad sino en Ia dualidad (ibid, p. 193). A pesar de la diferencia de sus premisas, Berg- son enuncia, anticipéndosele veinte afios, Ia com clusion de Radeliffe- Brown, EL, TOTEALISMO DESDE DENTRO 139 Esta perspicacia del filésofo, que le impone por encima de todo la respuesta exacta a un proble- ma etnolégico no resuelto atin por Ios etndlogos profesionales (la publicacién de Les deux sources €s apenas posterior a Ia primera teorfa de Rad- liffeBrown), es tanto mas notable porque se produce en ésta ocasién una verdadera contra- danza doctrinal entre Bergson y Durkheim, que Sin embargo son contemporaneos. El filésofo del miento encuentra la solucion del problema en cl terreno de las oposiciones y de las nociones; Durkheim, siguiendo un curso ine verso y por muy propenso que fuera a remontar- se siempre hasta las categorias 0 las antinomias mismas, buscaba esta solucién en el plano de la indistincién. En efecto, Ia teoria del totemismo de Durkheim se desenvuelve en tres tiempos, de Jos cuales Bergson en su critica se contenté con conservar los dos primeros. El clan empieza por fsignarse “instintivamente” un emblema (vease p. 107), que quizis no sea mas que un sumario dibujo, reducido a unos euantos rasgos. Ulterior- mente se “reconoce” en este dibujo una figuracién animal, y se modifica en consecuencia. Esta figuracién cobra al fin cardcter sacro por confu- sion sentimental del clan con su emblema. Pero gcomo es que esta serie de operaciones, que cada clan ejecuta por su cuenta e indepen dientemente de los otros clanes, puede organt zarse finalmente en sistema? Durkheim responde: Si el principio totémico tiene su se tuna especie animal_o vegetal determinada, no podia quedar localizado. El cardcter sagrado es contagioso en grado elevadisimo; asf se extendi6 del ser toté mico a todo lo que tuviese que ver con él de cerca © de Iejos...: sustancia que Io nutre... cosas que se le parecer... seres diversas con los cuales guarda 140 EL TOTENISMO DESDE DENTRO constante relacidn... Finalmente el mundo entero se hallo repartido entre los principlos totémicos de Ja misma tribu (Durkheim, p. 318). EL término “repartido” encubre manifiestamen- te un equivoco, pues un auténtico reparto no es resultado de una limitacién mutua c imprevista de varias Areas en expansién, cada una de las cuales invadiria Ta totalidad del campo sino cho case con los avances de las otras. La distribu. cidn resultante de esto seria arbitraria y contin: gente; procederfa de la historia y del azar, y serfa imposible comprender cémo es que distinciones ssivamente vividas, y experimentadas sin haber sido concebidas jamés, podrfan ser el origen de esas “‘clasilicaciones primitivas” cuyo cardcter sis- temitico y coherente establecié Durkheim con Mauss: Es preciso que esta mentalidad catezca de relacion on ta_muestra. "Nuestra, logica nacio de. esta, Io: fica... Hoy como antaflo, explicar es mostrar eéimo {ina cosa participa de una o de varias otras... Cuan fas veees tinge mediante lave interno trmtnos Tetcrogeneos, identficamos por fuerza eontrarion Sin dda fos términos que ast unimes no. son Tox ‘que ssocia el atstraliano’ fos elegimos conforme a tres eniterios y por farones distintas, pero e! camino smismo por el cual Ia mente los pone en relacion no differs esencfalmente Asi, entre Ia Waica del pensamiento religioso y 1a ogica’del pensamiento cientifieo no hay un abismo. Una y otra estin constituidas nar les mismos elemen: tos esenciales, pero desigual y diferentemente des- rrollads, To cue. parece rarncterizar sabre Todo. Ia primera es un gusto natural tanto por Tas confi siones intemperantes como por los contrastes vivos. Es de buen grado excesiva en ambos sentidos. Cuan. do pone en relacién, confunde; cuando. distingue, H: rormaisMo pesos vENIHO LAT pone. No conoee ni mestra ni matices: busca los glerencs, por consigulnte enple los recanismos logleos con ina suerte de tupeas, pero no ignores ninguno (Durkheim, pp. 340-342), en Si hemos citado por extenso estas lineas, sin duda ha sido en primer lugar porque son de la mejor de Durkheim: que admitia que toda vida Social, asi sea elemental, supone ch el hombre tina actividad intelectual’ cuyes,propiedades To males no pueden ser, por consigtiente, relejo de In onganizacion conereta dela. sociedad, Pero sobre’ todo el texto de las Formey elementarres, como os que hublésemos podido extracr. del se: gundo prefacio de las Régles y del ensayo sobre fas formas primitivas de clasficacion, senala las contradicciones inherentes ala perspectiva contra: Tia, adoptada demasiado a menudo por Durkheim cundo afirma el primado de lo social sobre cl intelecto. Ahora bien, es precisamente en la me- didi en que Bergson quiere ser lo contrario de un Socislogo, en la acepcion durkheimiana, del ter mino, como puede hacer de la categoria de genero ¥ de’ la ocién de “oposicion datos, mimediatos del entendimiento, utiizados por el orden social Para constituise. Y al pretender Durkheim dedus Gir del orden social’ las categorias Tas, ideas abstractas es cuando, para explicar este orden, lo ico que encuentra’ a su disposicidn son sent mienios, valores afectivos 0 eas vagas, como Jas de contagio y contaminacién. Por lo tanto su Pensamiento queda desgarrado entre exigencias Contradictovias. Asi se explica la paradoja, bien ejemplificada por la historia del totemismo, de ‘que Bergson se encientre en mejor posicion ‘que Durkheim para sentar os fundamentos de. Una verdadera Iogiea sociologic, y de que la psicolo. tia de Durkiteim, tanto como Ia de Bergson pero 192 [EL TOTEMISMO DESDE DENTRO de manera simétrica e inversa, tenga que rece rric a lo informulado. Hasta ahora la marcha del pensamiento de Bergson nos ha parecido estar constituida por retiradas stcesivas: como si, empujado a abrirse lun camino ante las objeciones alzadas por su te- sis, Bergson hubiese sido al fin arrinconado, a pesar suyo, contra la verdad del totemismo. Sin embargo esta interpretacién no llega al fondo de Ta cuestin, pues podria ser que la clarividencia de Bergson tuviese razones mas positivas y mas profundas. Si ha sabido comprender, mejor o Antes que los etnélogos, algunos aspecios del to- temismo cno sera porque su pensamiento exhibe curiosas analogias con el de diversos pueblos Ila. mados primitives, que viven o han vivido el totemismo desde dentro? Para el etndlogo la filosofia de Bergson recuer- da irresistiblemente la de los indios Sioux, y él Mismo hubiese podido notar la semejanza, por haber lefdo y meditado Les formes élémentaires de la vie religieuse. En efecto, Durkheim repro- Guce alli (pp. 284-285), una glosa de un sabio Da- Kota que enuncia con un lenguaje semejante al de Leévotution eréairice una metafisica comin a todo el mundo Sioux, desde los Osage del Sur hasta Jos Dakota del Norte, segin la cual las cosas y los seres no son sino las formas fijadas de la conti- huidad creadora. Citamos segin la fuente esta- dounidense: Cada cosa_al moverse, en un momento o en. otro, ‘aqui y-allé, pone un tiempo de detencién. EL ave Que wiela se detiene en un sitio para hacer su nido yen otro para descansar. E] hombre que anda se para cuando quiere. Asi el dios se ha detenido. El fol, tan brillante y magnifico, es un lugar donde se hha detenido. Ta luna, las estrellas, Ios vients —es allf deities ateens i sey non ioae cies denn, otis pies on es Iitlea? 2s Sry i igo ps Hen See eae ot de De Para subrayar mejor Ia u semejanza citaremos sin transicién el pérrafo de Les deux sources en que Bergson resume su metafisica Una gran comiene de energla creadors se la ln materia para oblener Io que. puede. Enlai. Sora de ln Pontos que dul ss detent $e! tachcen'a'mutstos oon pores tants ape dined Gece vets, at ng ac cciraiiradaychcnceoeea aati tia dicire una mid ‘de elementos ie $e coordoan pars cumpl malitud aC Sen ietajo de ongabaco sp eaeg, no ce a detnelin mamas acto Simson alone amas lento el ple aie determina ngtananeamen Ile ae artnos de tein se extn pars tees un dibujo (Bergson, p. 221). nee siesta ae eet iain Epon es guardaba una relacién de simpatia con el de las sel caee rman Se ce ea, ond em daugnces nters ala at Sa en a tes Lae sido ajenas a su temperamento, Radcliffe-Brown segufa el mismo camino al reducir el totemismo a una forma particular de um intento universal de coneiliar oposicién © integracion. Esta coum cidencia entre un etndgrafo de campo, conocedor admirable del modo de pensar de los salvajes, y un fildsoto de gabinete que en algunos respectos piensa como un salvaje, no podia producirse sino fen un punto fundamental que era necesario se- fialar. Radeliffe Brown tiene un predecesor mis remoto, y apenas menos inesperado, en la persona de Jean-Jacques Rousseau. Cierto es que éste sentia por Ja etnografia un fervor mucho mas militante que Bergson. Pero aparte de que los conocimien- tos etnogrificos eran todavia muy escasos en el siglo XVII, Jo que hace més sorprendente la cle Tividencia de Rousseau es que se anticipe varios afios a las primeras nociones accrea del totemis- mo. Se recordari que éstas fueron introducidas por Long, cuyo libro data de 1791, en tanto que el Discours sur Vorigine de l'inégalité es de 1754. Sin embargo, al igual que Radcliffe-Brown y que Bergson, Rousseau ve en la aprehension que el hombre hace de la estructura “‘especifica” del mundo animal y vegetal la fuente de las primeras operaciones légicas, y subsiguientemente Ia de 2 Valdsfa Ia pena ahondar en esta analogia. a Jengua Dakota no pose Una palabra para” designar’ el Uempo, pero sabe explicar de diversas formas mancras de ser et Bian, Para el pensamiento Dakota, en efecto, el tiem po se reduce uma diiracign on Ta-que no interviene Ia Tredidas es un bien disponible’ y' sin limite (Malan ‘MeCone, p- 12), . BL TOTERISMO DESDE DENTRO 145 tuna diferenciacién social que no puede ser vivida mis que a condicién de ser concebida. igine et les fondements de Vindgatité parmi les hommes es sin duda el pi mer tratado de antropologia general con que cuen- ta la literatura francesa. En términos casi moder- nos Rousseau plantea el problema central de la antropologia, que es el del trénsito de la natu raleza a la cullura, Mas precavido que Bergson, se guarda de invocar el instinto, que por perte- necer al orden de la naturaleza no podria permitir rebasarla, Antes de que el hombre se convirtiese en ser social el instinto de procreacién “inclina- cién ciega... no producfa mas que un acto pura- mente animal”. El paso de la naturaleza a la cultura tuvo como condicién el crecimiento demogrifico; pero éste no obré directamente y como causa natural, En primer lugar obligé a los hombres a diversificar ‘sus maneras de vivir para poder subsistir en me- dios diferentes, y a multiplicar sus relaciones con la naturaleza, Pero para que esta diversificacién y esta multiplicacion pudiesen acarrear_trans- Tormaciones técnicas y sociales, era preciso que se convirtiesen para él hombre en objeto y me- dio de pensamiento: Esta aplcacién witerada de los sores diversos a él mismo, y de los unos a Ios otros, tuvo que engen- drar naturalmente en el espiritu del hombre Ja per ccepcion de clertas relaciones. Estas relaciones que expresamos mediante las palabras grande, pequetio, fuerte, débil, rapido, lento, miedoso, atrevido, y otras ideas Somejantes, comparadas a su antojo y casi sin ppensarlo, produjeron al fin en él clerta suerte de re- flexién, mas bien una prudencia maguinal que le indicaba Ins precauciones mis necesarias para su seguridad (Rousseau [1], p. 63). 146 EL TOTEALISMO DESDE DENTRO La titima parte de Ia frase no se explica como un arrepentimiento: en el pensamiento de Rous- seau previsin y curiosidad estan ligadas como dos caras de ia actividad intelectual. Cuando reina el estado de naturaleza el hombre carece por igual de ambas, puesto que "se entrega al solo sentimiento de su existencia actual”, Para Rous- seat, por lo demés, la vida afectiva y la intelectual se oponen de la misma manera que la naturaleza y la cultura: estas iltimas estin alejadas por {oda a distancia que separa “las puras sensacio- nes de los més simples conocimientos”. Esto es tan cierto que a veces encontramos escrito de su pluma, en oposicion al estado de naturaleza, 9 el estado de sociedad, sino el “estado de razo- namiento” (loc. cit, pp. 41-42, 54). El advenimiento de la cultura coincide por lo tanto con el nacimiento del intelecto, Por otra parte la oposicién de lo continuo y lo discontinuo, al parecer irreductible en el plano biolégico por: que se expresa en Ia serialidad de los individuos en el seno de la especie y en la heterogeneidad de Jas especies entre si, es Superada en el scno de la cultura, que descansa en la capacidad que tiene el hombre de perfeccionarse: --facultad que... est en nosotros, tanto en Ia es: pccic como en ei Individuo; en tanto que un animal 8 al cabo de algunos meses lo que sera toda su vida, ¥ sit especie al cabo de mil afos lo mismo que era fen el primer affo de esos mil (Rousseau [11, p- 40) Entonces gde qué manera hay que concebir, primero, el triple transito (que verdaderamente no es més que uno) de la animalidad a Ta huma- nidad, de la naturaleza a la cultura, y de la afec- tividad a la intelectualidad, y luego esa posibili- dad de aplicacién det universo animal y vegetal LTOTEMISMO DESDE DENTRO 147 ‘a Ia sociedad, ya concebida por Rousseau y en Ia que nosotros vemos a clave del totemismo? Porque puestos a separar radicalmente los térmi- hos se corre el riesgo (como lo sabra mas tarde Durkheim) de no comprender ya su génesis. La respuesta de Rousseau consiste, conservando las distinciones, en definir la condicién natural del hombre por medio del tinico estado psiquico cuyo contenido sea indisociablemente afectivo c intelectual, y que Ia toma de conciencia basta para trasladar de un plano al otro: Ia piedad, 0 como dice también Rousseau, identificacién con otro, correspondiendo la dualidad de términos hasta cierto punto a la dualidad de aspectos. Como el hombre primitivamente se experimenta idéntico a todos sus semejantes (entre los. cua- les hay que colocar a los animales, afirma expre- samente Rousseau), adquiriré por consiguiente la capacidad de distinguirse como él ios distingue, es decir, de tomar la diversidad de las especies como sostén conceptual de la diferenciacién social. Esta filosofia de la identificacién original con todos los otros es Ia mas alejada del existencia- lismo sartriano que se pueda concebir, que a este respecto vuelve a la tesis de Hobbes. Ademas conduce @ Rousseau a singulares hipdtesis, como esa nota 10 del Discours en la que sugiere que los forangutanes y otros simios antropoides de Asia y de Africa podrian ser hombres indebidamente agregados al reino animal por los prejuicios de los viajeros. Pero le permite también formarse tuna concepcién extraordinariamente moderna del paso de Ia naturaleza a la cultura, fundado como vimos en la aparicion de una logi¢a operante por medio de oposiciones binarias y que coincide con las primeras manifestaciones del simbolismo. La aprehensién global de los hombres y de los ani- 148 EL TOTEAUISMO DESDE, DENTRO males como seres sensibles, en Io cual consiste la identificacién, precede y domina a la conciencia de las oposiciones: ante todo entre propiedades logicas concebidas como partes integrantes del campo, y después entre “humanos” y “no huma- nos" en el seno mismo del campo, Pero para Rousseau tal es también la generacién del len guaje: el origen de éste no esta en las necesidades sino en las pasiones, de lo cual resulta que el primer lenguaje tuvo que ser figurado: Como los primeros motives que hicieron hablar al hhombre’ fueron pasiones, sus" primeras. expresiones fueron tropos.. EL Lenguaje figurado fue el primero en mace, ¥ fo atime que se encontrd fe’ el sentido propio. No s¢ amo alas cosas por su verdadero nombre hasta que se Jas vio con su verdadera forma, Primero no se hablé mas quo en poesia; nose pened en Tazonar sino mucho’ tlempo ‘despucs. (Rousseau 12), p. 568). ‘Términos envolventes que confunden en una suerte de superrealidad los objetos de la percep- cién y las emociones que suseitan precedieron, por 10 tanto, a la reduccién analitica al sentido propio. La metéfora, cuyo papel en el totemismo hemos subrayado en repetidas ocasiones, no es tun tardio embellecimiento del lenguaje, sino uno de sus modos fundamentales. Colocada por Rous: seau en el mismo plano que Ia oposicion, consti- tuye con igual derecho una forma primera del pensamiento discursivo, Que un ensayo tittdado El totemismo en ta actua idad termine con unas reflexiones retrospectivas constituye una suerte de paradoja. Pero la para. doja no es sino un aspecto de esa ilusion totémica que un andlisis riguroso de los hechos que le EL TOTEMISMO DESDE DENTRO 149 sitvieron de primeros soportes permite disipar, mientras que la parte de verdad en ella disfra- zada destaca mejor en el pasado que en el pre- sente. Pues la ilusion totémica consiste ante todo en que un filésofo que no sabia de etnologia, como Bergson, y otro, que vivié en una época en la que la nocién de’ totemismo todavia no ha- bia cobrado forma, hayan podido antes que los especialistas contemporéneos —y en el caso de Rousseau antes inclusive del ‘‘escubrimiento” del totemismo— adentrarse en la naturaleza de creen- cias y costumbres con las que no estaban mayor ‘mente familiarizados, o cuya realidad nadie habia tratado atin de establecer. Sin duda el éxito de Bergson es consecuencia indirecta de sus prejuicios filosoficos. Tan aten- to como sus contempordneos a legitimar valores, se distingue por trazar a éstos su limite en el sen del pensamiento normal del hombre blanco, en vez de dibujarlo alrededor. As{ 1a légica de’ las istinciones y de las oposiciones le toca en suer- te al salvaje y a la "sociedad cerrada”, en Ta me- dida en que la filosofia bergsoniana le asigna un rango inferior frente a otros modos de conoci- miento: Ia verdad sale ganando, valga la expre- sién “por casualidad” Pero Jo que nos importa para la leccién que queremos extraer es que Bergson y Rousseau ha- yan logrado remontarse hasta los fundamentos Psicolégicos de instituciones exdticas (en el caso de Rousseau, sin sospechar su existencia) siguien- do un curso interior, es decir ensayando sobre ellos mismos modos de pensamiento tomados pri- mero de fuera, o simplemente imaginados. De- muestran de tal manera que toda mente humana es un campo de experiencia virtual para darse idea de lo que pasa en otras mentes de hombres, 150 EL, TOTBMISMO DESDE DENTRO cualesquiera que sean las distancias que las se- paren, Por el caracter extravagante que se le daba, exa- gerado atin mas por las interpretaciones de los observadores y las especulaciones de los tedricos, cl totemismo sirvié durante algin tiempo para reforzar la tensién impuesta a las instituciones primitivas para apartarlas de las nuestras, lo cual era especialmente oportuno en el caso de los fe- némenos religiosos, respecto de los cuales la con- frontacién hubiese puesto de manifiesto dema: das afinidades, Pues fue la obsesién de las cosas religiosas 1a que hizo que se colocase al totemis- mo en la religion, mientras se Ie alejaba Io mas posible —earicaturizindolo legado él caso— de las religiones lamadas civilizadas, por temor de gue éstas no se fuesen a disolver’ por contacto con él; ano ser que, como en la experiencia de Durkheim, la combinacion dé como resultado un cuerpo nuevo desprovisto de Ias propiedades ini- ciales tanto del totemismo como de la religién. Pero las ciencias, asi sean humanas, no pueden operar eficazmente més que con ideas claras 0 que se esfuercen por volver tales. Si se pretende constituir Ja religion en orden auténomo, que pide un estudio particular, seré necesario sustraerla a esta suerte comtin de los objetos de la ciencia. De haber definido a Ia religion por contraste, re: sultard irremediablemente que a los ojos de la Ciencia no se distinga mas que como reino de las ideas confusas, De ali en adelante toda empresa ue se proponga cl estudio objetivo de la religion estara forzada a elegir un terreno que no sea cl de las ideas, desnaturalizado ya y apropiado por Ins pretensiones de la antropologia religiosa. Slo quedarén abiertos los caminos de acceso afecti Vo —si no es que inclusive orgénico— y sociolé- EL TOTEMISMO DESDE DENTRO 151 gico, que no hacen sino dar vueltas alrededor de os fendmenos, _Inversamente, si se atribuye a las ideas reli- giosas cl mismo valor que a cualquier otro siste- ma conceptual, a saber, abrir acceso al mecanismo, del pensamiento, la antropologia religiosa queda. ¥é validada en sus faenas pero perdord su auito- nomia y especificidad, Es lo que hemos visto ocurrir en el caso del totemismo cuya realidad se reduce a ser ejemplo particular de ciertos modos de reflexion, Verdad fs que en él se manifiestan sentimientos, pero de manera subsidiaria, como respuesta a las lagunas ya las lesiones de un cuerpo de ideas que no llega jamds a cerrarse. El pretendido totemismo participa del entendimiento, y las exigencias a que responde, la manera como trata de satisfa- cerlas, son ante todo de orden intelectual, En este sentido no tiene nada de arcaico ni de remo- to. Su imagen es proyectada, no recibida; no toma su sustancia de fuera. Pues si la ilusién cubre una parcela de verdad, ésia no se halla fuera de nosotros, sino en nosotros. BIBLIOGRAFIA La sisiocnaria del totemismo es enorme, El lector no cencontrara en esta lista mas que los titulos eitados cen el texto de esta obra, Anthropos, Das Problem des Totemismus, t. IX, X, XY, 19181916. Borgson (H.), Les deux sources de la morale et de a religion, 88 ed, Paris, 1958. [Hay trad. es pafiola.} Best (E.), “Maori Religion and Mythology”, Dominion Musou, Bulletin mim. 10, seecién 1, Wellington, 1924, Boas (F.), ed, {1] General anshropotogy, Boston, Nue- va York, Londres, 1938, Boas (F.), (21 “The origin of totemism”, American Anthropologist, vol. 18, 1916. Comte (A.), Cours de’ phitosophie positive, 6 vol,, Po ris, 1908, Cesena! of the Ravel Antipatepeal sping’, Jounal of the Royel Anh opalagic Institue, vi. 86, parte TI, 1988. : Cuog (J. 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