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Aduana en el paso “Los Libertadores”

Por: Cristian Cerón Prieto

Hace unos días viajé con mi pareja a Mendoza – Argentina. Gran extrañeza
me causó el hecho de que tuvimos que esperar cerca de 3 horas dentro del bus, una
vez que éste había llegado al control de aduana. Me preguntaba para qué tanta
vigilancia y control, seguramente las respuestas que me habría encontrado si lo
preguntaba a algunx de lxs pasajerxs del bus, iban a ser del tipo “porque alguien
podría llevar drogas”, o “porque si alguien estaba prófugx por razones judiciales ahí
le podrían apresar”, qué triste lo sentí. Pensar que dentro de un país se consuman
drogas y que con una política de supervisión en la aduana se evitaría el consumo,
lo consideré ridículo, además vulnera el derecho de la autodeterminación de las
personas sobre decidir consumir o no; y que si por razones judiciales se quiere
apresar a alguien, al parecer esa política supone al/la prófugx como sujetx
independiente de sus históricas realidades socioculturales que le conducen a
determinados actos penalizados por las leyes, con esta lógica, debiera entonces
penalizarse a todos aquellos grupos humanos donde el/la sujetx se haya
desenvuelto. Como si en el país vecino no ocurriesen esas mismas cosas.
Para qué la frontera, me pregunto. Me respondo que quizás para controlar y
administrar los cuerpos a sectores geográficos, de modo de gestionar de mejor
forma algunos principios del capitalismo como lo son la natalidad, la familia, los
intercambios culturales, y por último las mentes. Qué arrogancia.
De vuelta a la frontera, una vez terminada nuestra visita a Mendoza, al igual
que a la ida, tuvimos que descender del bus para declarar con nuestras identidades
el tránsito al otro país. Qué violento hecho. Una vez abajo del bus, tuvimos que
hacer una fila para entregar una copia de un papel que habíamos llenado de ida, el
papel de mi pareja era casi ilegible debido al escaso calco que éste tenía, al llegar a
la ventanilla, le pidieron que remarcara el papel con un lápiz. No teníamos lápiz, le
pedimos uno a la chica de la ventanilla, nos respondió que no podía pasarnos el
suyo, preguntamos en la ventanilla contigua y nos respondieron lo mismo,
seguimos preguntando por varias ventanillas, y nadie quería prestarnos un lápiz
para remarcar el maldito papel burocrático que “autorizaba” el paso de nuestros
cuerpos a otra posición geográfica, nos dábamos cuenta que finalmente no
teníamos la libertad de ir a donde quisiéramos si no respondíamos
satisfactoriamente a las demandas que a algún/a otrx había inventado. Lo más
sorprendente ocurrió cuando nos dirigimos a una policía para que nos prestara su
lápiz, ésta nos contestó que tampoco podía hacerlo y que era un deber nuestro
andar con un lápiz. Esto último fue lo más sorprendente, le dije que debiera ser un
deber del estado garantizar el derecho de tener un lápiz público para remarcar un
papel que ni siquiera nos servía para nosotros, sino que sólo para las lógicas de
control desde el estado... ¡qué decepcionante!
Finalmente nos pudimos conseguir un lápiz con el chofer del bus que por
apremio a continuar con el viaje nos lo prestó.

21 de Diciembre de 2010
www.cristianceron.blogspot.com

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