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GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898

INTRODUCCIÓN:

Durante la Restauración, las potencias europeas (G. Bretaña victoriana, Francia en su III República
y la Alemania de Bismark) impulsan políticas de alianzas e imperialistas rivalizando en la carrera
colonial por dominar el mundo. Europa se lanza a la conquista de África y Asia, mientras que EEUU
tras la guerra de Secesión, pone sus miras en las últimas colonias del imperio español del Caribe y
Pacífico: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. España, ve desmembrarse su imperio colonial; con poco
peso internacional económico y militar, no había conseguido entrar en el sistema de alianzas, y
aislada internacionalmente, no resistirá el empuje del imperialismo norteamericano. Vivirá, bajo la
regencia de Mª Cristina de Habsburgo y Lorena, una de las más graves crisis de su historia, “el
desastre del 98”, cuyos efectos harán replantear el panorama político, económico, social y cultural
entonces a través del movimiento regeneracionista.

EL IMPERIO COLONIAL ESPAÑOL ANTES DEL 98

El imperio colonial español estaba constituido por

Cuba y Puerto Rico en las Antillas, norte de Marruecos, Sahara Occidental, Ifni y Guinea Ecuatorial
en África, y cuatro archipiélagos en Extremo Oriente: Filipinas, Carolinas, Marianas y Palaos.

Durante el s. XVIII la preocupación de los Borbones por los dominios ultramarinos dio lugar a
una etapa próspera, con la reactivación del comercio y explotación de numerosas
plantaciones coloniales con mano de obra esclava, propiciando la aparición de un poderoso
grupo burgués criollo de raza blanca nacido en América, entre el que se fraguarán las ideas de
emancipación y proyectos de independencia.

La Guerra de la independencia española trajo incertidumbre sobre cuál era la autoridad


efectiva que gobernaba España. Ante la ausencia de una autoridad cierta en España y el
cautiverio de Fernando VII, los pueblos hispanoamericanos, muchas veces bajo dirección de
criollos, no aceptaron la autoridad de José I Bonaparte creando Juntas que asumieron el poder de
esos territorios, comenzaron una serie de insurrecciones desconociendo a las autoridades
coloniales, que en las reformas previas habían quedado reducidas a meros agentes de un gobierno
ahora en entredicho. En agosto de 1808 se reunió en Ciudad de México la primera junta
revolucionaria, a la que le siguieron levantamientos en todo el continente para formar juntas de
autogobierno. Hacia 1810 muchas regiones se proclamaron autónomas.

A partir de 1810, las colonias españolas en América formaron los actuales estados
hispanoamericanos.

Las autoridades españolas en América y Fernando VII al recuperar la corona española en 1814,
negaron legitimidad a las juntas de autogobierno americanas. El virrey Fernando de Abascal, y
Pablo Morillo jefe de la expedición pacificadora, fueron los principales organizadores de la defensa
de la monarquía española.

EE.UU. compra Florida por cinco millones de dólares en 1821 adquiriendo posteriormente los
derechos sobre las pretensiones españolas en Oregón, como sobre los nuevos países americanos
(a través de influencia económica y política y con la anexión de Texas y el norte del nuevo
estado mexicano: Nuevo México, Uhta, California y Nevada).

Los movimientos populares de las colonias españolas profundizaron las insurrecciones para
enfrentarse al rey español en una guerra de alcance continental con el objetivo de establecer
estados independientes, que generalmente devinieron en regímenes republicanos. En las Guerras
de Independencia Hispanoamericana se destacaron Simón Bolívar y José de San Martín, llamados
Libertadores, que condujeron los ejércitos insurrectos que derrotaron definitivamente a las tropas
leales a la monarquía española, llamadas Realistas, en la batalla de Ayacucho en 1824. Se
acaba así la presencia española en la América continental.
En el Virreinato de Río de la Plata, donde jugó un papel decisivo JOSÉ DE SAN MARTÍN, se
consolidaron naciones independientes como Paraguay, en 1811, Argentina en 1816, Chile en
1818 y Perú en 1821.

México se independiza en 1821, bajo liderato de MIGUEL HIDALGO Y JOSÉ MARÍA MORELOS.

En el Virreinato de Nueva Granada y Venezuela, SIMÓN BOLÍVAR dirigió la independencia y


contribuyó de manera decisiva a la independencia de las actuales Colombia en 1819, Venezuela y
Perú en 1821, Ecuador en1822, Bolivia en 1825 y Panamá.

Solamente Las Antillas, islas de Cuba y Puerto Rico, y Filipinas permanecen siendo españolas,
colonias que perderemos definitivamente en el 98.

En lo que quedó del Imperio, los conflictos dinásticos, levantamientos absolutistas,


pronunciamientos liberales y luchas por el poder entre facciones liberales que sólo permitieron
ciertos periodos lo bastante estables para el desarrollo de una política exterior activa.

Destaca la política imperialista del gobierno largo de O´Donell (1856–1863), que tras una dura
represión de la disidencia, pudo volver a intervenir activamente en la escena internacional: se
ganó una guerra a Marruecos con las victorias de Tetuán y Wad-Ras que permitió ampliar
Ceuta y recuperar la plaza de Santa Cruz de la Mar Pequeña, capital de Ifni, en la costa
atlántica;

La bonanza económica de entonces fue empleada para lanzarse a una política exterior más activa,
estrechamente ligada al expansionismo de la Francia de Napoleón III: Se trató de pacificar
Filipinas, y tropas españolas secundaron a las francesas en las campañas de Indochina (1858-62)
enviaron una expedición de castigo a Conchinchina, donde habían sido asesinados varios
misioneros.

México (1861); esta última acción, unida a la reincorporación temporal de Santo Domingo (1861-
65) pero República Dominicana, por su política interna y apoyo haitiano, se pierde definitivamente
en 1865. y a la Guerra del Pacífico contra Perú y Chile (1865-68), pueden interpretarse como una
tentativa de recuperar la influencia española sobre las antiguas colonias americanas.

En esa misma línea de poner las bases para una expansión colonial, O’Donnell lanzó también la
Guerra de África (1859-60), que dirigió personalmente hasta la ocupación de Tetuán; la campaña
le valió el título de duque, reconociendo Marruecos las posesiones españolas de Ceuta y Melilla,
además de adquirir el enclave de Ifni (capital, Santa María de la Mar Pequeña).

La crisis económica derivada de la subida del precio del algodón por la Guerra de Secesión
estadounidense, las malas cosechas y los pobres resultados de los intentos de modernización de la
agricultura (desamortización), infraestructuras (ferrocarril) acabaron con el régimen de O'Donnell y
su experiencia imperialista.

Las disputas entre progresistas, liberales y conservadores, que no aceptaban que el país tuviera un
estatus bajo a escala internacional, se hicieron frecuentes. El descontento creciente por la
inestabilidad y la perenne crisis económica llevó al estallido de la revolución que dio paso a
experimentos políticos y a la Primera República Española.

Coincidiendo con La Gloriosa, El 10 de octubre de 1868, un grupo de hacendados reunidos en el


ingenio de La Demajagua y encabezado por Carlos Manuel Céspedes proclamó la libertad e
Independencia de Cuba. Al día siguiente ocuparon el pueblo de Yara, donde tuvo lugar el primer
encuentro armado con los españoles, siendo el Grito de Yara la acción inicial de la Guerra de
los Diez Años Tomaron Bayamo y establecieron allí la capital del gobierno revolucionario. A
este movimiento anticolonial se unieron hombres tan destacados como Calixto García y Máximo
Gómez. Los insurgentes organizaron un Comité Revolucionario de la República de Cuba cuya
primera medida fue la abolición de la esclavitud y el ingreso en el ejército independentista de
los libertos aptos para el servicio militar. Poco después fueron derrotados en Saladillo por
las tropas españolas. Hubo otros focos de insurgencia en La Habana y Cuatro Villas. La guerra
se extendió pasando por diferentes etapas, incluida una de exterminio y tierra quemada, en
la que se dio la orden de fusilar a todos los insurrectos. El general español Valmaseda acabó
por organizar una fuerte contraofensiva a la que sólo resistieron los mambís, en Camaguey y el
oriente de la isla.

DECADENCIA FINAL Y EL DESASTRE DEL 98

Cuba y Puerto Rico reportaban enormes beneficios a España por la exportación,


principalmente, de caña de azúcar y tabaco.

La posterior restauración monárquica de 1875 marcó un nuevo periodo, más favorable, cuando
Alfonso XII y sus ministros tuvieron cierto éxito en recobrar el vigor de la política y el prestigio
españoles, en parte por haber aceptado la realidad de las circunstancias españolas y trabajar mas
inteligentemente.

Establecida la Restauración borbónica y tras la 3º guerra carlista, el 12 de febrero de 1878,


Cánovas envía como capitán General a Martínez Campos, quien combinando guerra y
negociación, logra firmar la Paz de Zanjón con el insurrecto Vicente García . España acordaba
ciertas reformas políticas, con la doble promesa de abolir la esclavitud y abrir el proceso de
participación de los cubanos en la gestión de la colonia. Pero las Cortes españolas se niegan,
por lo que sería una paz relativa, ya que de inmediato se comienza una nueva guerra contra la
presencia española en la isla, la Guerra Chiquita, 1879. En 1880 derrotados los MAMBÍES
(insurrectos cubanos), por falta de apoyo, escasez de armamento y superioridad de las
tropas españolas, la solución del compromiso español no contentó a casi nadie: la abolición
de la esclavitud traerá la ruina de los pequeños propietarios. Será abolida formalmente por el
Partido Liberal de Sagasta en 1888; y la representación de diputados cubanos que iría a las
Cortes, cuestión que provocó discrepancias: un sector deseaba tener Cortes propias en la isla,
otros querían una perfecta homologación con el resto de España: misma administración y
capacidad representativa.

En Cuba se crearon dos grandes partidos: el AUTONIMISTA, cubano, que reivindicaba la


autonomía para la isla sin llegar a la independencia y UNIÓN CONSTITUCIONAL,
españolista.

Cuba era entonces más fuente de prosperidad que de problemas, aunque en los 90 cambiarán las
cosas:

En 1892 España había impuesto una nueva política proteccionista elevando las tarifas arancelarias
para reservar el mercado cubano para los productos españoles, hecho que daña los intereses
económicos americanos en la isla.

1893: Propuesta a las Cortes de la aprobación de un Proyecto de Reforma del Estatuto


colonial de Cuba que no prosperó. La ineficaz administración estimuló entre los cubanos su
deseo de emancipación e independencia, desarrollándose una clase intelectual que dio
conciencia nacional a los cubanos, destacando JOSÉ MARTÍ, fundador del PARTIDO
REVOLUCIONARIO CUBANO, pacifista pero que se irá radicalizando, con objeto de lograr la
independencia, consiguiendo apoyo exterior internacional, especialmente estadounidense.

1895: Estalla la Guerra de la Independencia en Cuba…

El DESASTRE se desencadena durante la infancia del rey Alfonso XIII, cuando ejercía la
regencia la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda del rey Alfonso XII, siendo
presidente del gobierno español Práxedes Mateo Sagasta y presidente de Estados Unidos,
William McKinley.

España había mantenido el control de los últimos fragmentos de su imperio hasta el incremento
del nivel de nacionalismo y de levantamientos anticolonialistas en varias zonas, que se fueron
desencadenando durante la década de 1870.
La guerra se desarrolló en dos frentes en el Pacífico y en el Caribe.

Este conflicto se tornaría internacional a raíz de la implicación de los Estados Unidos, teniendo
lugar a la Guerra Hispano-estadounidense de 1898, cuando una débil España se enfrentó a un
Estados Unidos mucho más fuerte que necesitaba nuevos mercados para seguir ampliando
su ya fuerte economía.

La victoria americana fue fácil en Cabite y Santiago de Cuba. Las tropas americanas se
apoderaron fácilmente de las islas. (Almirante Cervera, natural de Medina Sidonia, Cádiz).

ANÁLISIS DE LAS FUERZAS: DESVENTAJAS ESPAÑOLAS

Las fuerzas eran desiguales; a la pujanza económica y militar americana solo se le oponía
un viejo y mal dotado ejército español. Eso sí, en España, fomentado por la prensa y la
burguesía catalana, estalló una gran campaña y ola de patriotismo. Las desventajas
militares de las tropas españolas eran: el medio hostil en que se desarrollaba la guerra, en plena
manigua (selva).
Las fuerzas opuestas estaban muy extendidas en el territorio, sus guerrillas se
concentraban y dispersaban rápidamente. Los soldados españoles no estaban entrenados
para hacer frente a una guerra de este tipo, ni contaban con los medios adecuados. Las
enfermedades tropicales, falta de aprovisionamiento y pertrechos causaron gran
mortalidad entre las tropas, por lo que la victoria española era difícil.

DESARROLLO DE LA GUERRA

La guerra en Cuba

La guerra estalla en 1895 y José Martí consiguió sublevar la parte oriental de la isla, la más
antiespañola. Cánovas envía a Martínez Campos para que combine la negociación con la
guerra, al no conseguirlo, lo retira y envía al general Weyler, que impuso su línea dura y
represiva: Consistía en dividir en tres el territorio de la isla por medio de trochas, o líneas
fortificadas que impedían el paso de los insurrectos, con lo que se facilitaba su eliminación,
concentrando a los campesinos en reservas vigiladas. Con la muerte de Maceo la guerra
estaba prácticamente ganada por España, pero la dureza y crueldad utilizada por Weyler
provocó una protesta internacional, lo que aprovecharía EEUU para intervenir.

En el 1897 el gobierno de Sagasta, destituye a Weyler y pone al mando al General Blanco,


quien inicia una estrategia de conciliación, esperando el pacto con los separatistas y la
soberanía española sobre la isla, evitando el conflicto con EE.UU. Las medidas tomadas fueron:
autonomía de Cuba, sufragio universal masculino, igualdad de derechos entre peninsulares
e insulares y autonomía arancelaria. Las reformas llegaron demasiado tarde. Los
independentistas con apoyo estadounidense se negaron a pactar con el gobierno español y
aceptar el fin de las hostilidades.

El gobierno de los Estados Unidos, viendo la posibilidad de que el ejército


independentista en Cuba lograra derrocar finalmente al español, y con ello perder la
posibilidad de controlar la isla, se decide a intervenir:

El presidente americano Mckinley protestó firmemente por la dureza de Weyler al gobierno de


España e intentó comprar la isla por 300 millones de dólares, a lo que el gobierno, por
patriotismo se negó. Cuba y Puerto Rico eran sentidas desde la Península de manera similar a
como lo eran las Baleares o las Canarias.

Pero los americanos aprovecharon el incidente de la explosión y hundimiento del acorazado


Maine, atracado sin previo aviso en el puerto de la Habana, para mandar un ultimátum a
España: era una declaración de guerra. Acusan a España y le exigían la retirada de Cuba,
además de empezar a movilizar voluntarios antes de recibir respuesta. Por su parte, el gobierno
español rechazó cualquier vinculación con el hundimiento del Maine y se negó a plegarse al
ultimátum estadounidense, declarándole la guerra en caso de invasión de sus territorios, aunque,
sin ningún aviso, Cuba ya estaba bloqueada por la flota estadounidense.

Las agresivas campañas de prensa de William Randolph Hearst, formarán parte de la propaganda
bélica de EE.UU. para justificar su entrada en el conflicto. Las últimas investigaciones no han
demostrado nada concluyente, pudiendo tratarse de un accidente o sabotaje externo, ni quién sería
el responsable, existiendo la teoría de que fueron los propios estadounidenses quienes provocaron
el incendio en el Maine para hundirlo, culpar a España y provocar una guerra para apoderarse de
las colonias, autodefiniéndose como defensores de los cubanos contra la tiranía española.

En América se insistía en la valentía de los héroes cubanos, a los que se mostraba como unos
libertadores luchando por liberarse del yugo de un gobierno y un país que era descrito como
tiránico, corrupto, analfabeto y caótico. Por su parte, los españoles, que no tenían ninguna
duda de la intención de EE UU. por anexionarse la isla, dibujaban a unos hacendados
avariciosos y arrogantes, sostenidos por una nación de ladrones indisciplinados, sin
historia ni tradición militar, a los que España debería dar una lección.

Esta guerra acabó con una humillante derrota española y la independencia de Cuba.

Paralelamente al conflicto cubano, en 1896 se produjo una rebelión en las Islas Filipinas. Esta
colonia había recibido escasa inmigración española y contaba con una débil presencia
militar, que se veía reforzada por un importante contingente de misioneros de las principales
órdenes religiosas. Los intereses económicos españoles eran mucho menores que en Cuba,
pero se mantenían por su producción de tabaco y por ser una puerta de intercambios
comerciales con el continente asiático.

El independentismo fraguó en la formación de la Liga Filipina, fundada por José Rizal en


1892, y en la organización clandestina Katipunan. Ambas tuvieron el apoyo de una facción de
la burguesía mestiza hispano parlante y de grupos indígenas. La insurrección se extendió por
la provincia de Manila y el capitán general Camilo García Polavieja llevó a cabo una política
represiva, condenando a muerte a Rizal a finales de 1896. El nuevo gobierno liberal de Sagasta
de 1897 nombró capitán general a Fernando Primo de Rivera, que promovió una negociación
indirecta con los principales jefes de la insurrección, dando como resultado una pacificación
momentánea del archipiélago. Los independentistas también contaron con el apoyo
estadounidense, los cuales derrotaron a la escuadra española en la batalla de Cavite.

El almirante Montojo estuvo al mando de la escuadra española que fue destruida por el
Escuadrón asiático de los Estados Unidos el 1 de mayo de 1898. Montojo resultó herido en esta
batalla, y uno de sus hijos también participó.

Las fuerzas navales estadounidenses, bajo las órdenes del comandante George Dewey, vencieron
a la Flota Española del Pacífico en la bahía de Manila, como ya había anticipado Montojo que
ocurriría: la mayoría de las naves españolas fueron hundidas u obligadas a rendirse. Montojo, para
contrarrestar el poco alcance de los cañones de los buques españoles, ordenó sacar del agua
algunas naves y llenar sus cañones de metralla pesada para conseguir así multiplicar el efecto de
los disparos. Cuentan las crónicas de la época que al ver Montojo la inminencia del fracaso en la
batalla, mandó quemar y hundir el resto de las naves que aún se encontraban a flote para impedir
que fueran tomadas por los americanos.

Montojo fue relevado y se le ordenó comparecer ante el Tribunal Militar Supremo en Madrid. Fue
juzgado y encarcelado, aunque más tarde, absuelto. Entre sus muchos defensores en el consejo de
guerra se encontraba el que fuera su enemigo, el almirante George Dewey, quien llegó a reconocer
a Montojo que, a pesar de la antigüedad de los barcos españoles, supo defenderse muy bien
con los pocos medios de los que disponía.

. A pesar de su absolución, Montojo fue dado de baja de la Fuerza Naval Española injustamente, ya
que la pérdida de la colonia de Filipinas era inminente por el estado obsoleto de las naves
españolas. Montojo hizo saber al Gobierno en varias ocasiones el precario estado de su
flota, sin recibir respuesta en ninguna de las ocasiones.
España se vio forzada a pedir un armisticio, y se firmó el Tratado de París, por el cual se
renunciaba definitivamente a Cuba y se cedían a EE.UU.: Filipinas, Puerto Rico y Guam.
Mediante dicho tratado España abandonó sus demandas sobre Cuba y declaró su independencia.
Filipinas, Guam y Puerto Rico fueron oficialmente cedidas a los Estados Unidos por 20 millones de
dólares.

Aunque durante las negociaciones España intentó incluir numerosas enmiendas, pidieron que
antes de ponerse oficialmente en marcha las conversaciones, se devolviera la ciudad de Manila al
gobierno español, ya que había sido capturada por los estadounidenses horas después de la
firma del protocolo de paz en Washington. Los norteamericanos se negaron a considerar esta
circunstancia.

La deuda nacional cubana, que ascendía a mas de cuatrocientos millones de dólares.


España se negó a aceptarla, pero al final no tuvo otra opción y la responsabilidad de la deuda tuvo
que ser asumida por España.

España no tuvo más remedio que aceptar todas y cada una de las imposiciones
estadounidenses, ya que había perdido la guerra y era consciente de que el superior poderío
armamentístico estadounidense podría poner en peligro otras posesiones españolas en
Europa y África, temiendo que el conflicto se trasladara al otro lado del Atlántico y se pusieran en
peligro las islas Canarias, las islas Baleares y las demás posesiones en el norte de África y Guinea
Ecuatorial.

Tras un breve debate, la delegación estadounidense ofreció veinte millones de dólares el 21 de


noviembre y exigió una respuesta en un plazo de 48 horas. Eugenio Montero Ríos se sintió
insultado y dijo airadamente que él podría responder de inmediato, pero la delegación
estadounidense abandonó la mesa de conferencias. Cuando las dos partes se reunieron de nuevo,
la reina María Cristina había telegrafiado ya su aceptación de los términos. Montero Ríos
recitó la respuesta oficial:

“El Gobierno de Su Majestad, movido por razones nobles de patriotismo y de humanidad, no


asumirá la responsabilidad de volver a traer a España todos los horrores de la guerra. Para
evitarlos, se resigna a la penosa tarea de someterse a la ley del vencedor, por dura que sea, y
como España carece de los medios materiales para defender los derechos que cree que son suyos,
se aceptan los únicos términos que los Estados Unidos le ofrecen para la conclusión del tratado de
paz”.

Se empezó a trabajar borrador final del tratado el 30 de noviembre y fue finalmente firmado el 10
de diciembre de 1898. Se firmó sin presencia de los representantes de los territorios
invadidos por Estados Unidos, lo que provocó un gran descontento entre la población de
esas ex-colonias, especialmente en el caso de Filipinas, que acabaría enfrentándose
contra EE. UU. en la guerra Filipino-Americana (1899-1913).

Consecuencias del desastre del 98:

La crisis del 98 será un hecho clave de nuestra historia que marcará un antes y un después.

El concepto “desastre” es tomado del telegrama enviado por el almirante Montojo, que comandaba
la débil flota española en Filipinas.

El Tratado de París supuso un duro golpe pues se perdían los últimos jalones del imperio
ultramarino, pasando definitivamente a ser una potencia de segundo orden. Posteriormente España
intentaría compensar este fracaso con la explotación de Marruecos, dentro del reajuste colonial
internacional que se estaba produciendo.

Económicamente, el fin del imperio colonial español no supuso una catástrofe nacional, pues el
régimen monárquico continuó y la Hacienda pública consiguió cierto equilibrio tras los grandes
gastos que había supuesto la guerra colonial (Cuba sí sufrió grandes pérdidas materiales y
económicas). Afectó a las exportaciones textiles catalanas y a las importaciones de materias
primas baratas, agudizando el déficit de la balanza de pagos e incrementando el proteccionismo
comercial, aunque la repatriación de capitales compensó en algo los efectos negativos.

Pero la gran consecuencia fue de orden moral y anímico. España, que tuvo un imperio donde "no
se ponía el sol" perdía sus últimas colonias. No fue un hecho aislado en Europa, ya que otros
países vivieron similares situaciones ante el imperialismo británico. Francia capituló en Fashoda,
Sudán, pero la sociedad española vivió la pérdida de las últimas colonias como una catástrofe,
sufriendo una crisis moral e ideológica.

En cambio, este acontecimiento sumió a los españoles en una honda crisis de conciencia que afectó
a todo el tejido social y que tuvo su mejor expresión en la vigorosa reacción intelectual que centró
sus esfuerzos en la necesidad de recuperar el pulso perdido y de modernizar el país. Se debatieron
los grandes males del Estado y la decadencia del turnismo.

Un clima de depresión colectiva se instaló en España y rápidamente se adueñó el catastrofismo


de los españoles. En un abrir de ojos los españoles se dieron cuenta de que éramos una nación
insignificante en el orden internacional, pobre y atrasada económicamente, y políticamente
dominada por el caciquismo. Esos eran los verdaderos males de España y había que regenerarla.
Aparece entonces el regeneracionismo y la generación del 98.

La Generación del 98, integrada por Unamuno, Baroja, Azorín, Maetzu, Benavente, Joaquín
Costa… literatos y pensadores que harán suyo el afán regeneracionista, criticarán, porque les
duele, los males de la oligarquía y del caciquismo y la necesidad de cambiar todo –política,
economía, sociedad, educación…- al considerar a su amada España como un país atrasado, inculto,
sin espíritu de trabajo. Parten de ideas básicas:

-REVISIONISMO ECONÓMICO -Reforma de Hacienda: Fernández Villaverde, incrementa la


recaudación con mayor presión fiscal para hacer frente a las deudas contraídas por la guerra.
Además, lograr el nivel europeo mediante las mejoras de la economía y la educación. España
está más cerca de África que de Europa entonces. –Costa: “despensa y escuela”.

-REVISIONISMO POLÍTICO –Polémica de las responsabilidades de la derrota. La oposición solicita


la condena de los culpables. Los republicanos protestan por el envío de tropas y acusan a Sagasta
de ser culpable. Revisión muy crítica del sistema de gobierno, centralizado, corrupto e incapaz
de resolver los problemas reales de España. Destacó Joaquín Costa, quien duramente criticó el
caciquismo en el medio rural y el sistema de la Restauración. Crecen los nacionalismos vasco y
catalán. El Protectorado de Marruecos se convertirá en el nuevo foco de fricción.

-REVISIONISMO SOCIAL –Necesidad de reformar la educación y cultura. En 1900, en torno al


60% de analfabetismo. Se pretendió impulsar la educación para transformar el país. Desde 1876,
la Institución Libre de Enseñanza intentó una renovación pedagógica europeísta propugnando
la libertad de cátedra: enseñanza laica, coeducación, espíritu crítico, experimentación,
desarrollo científico, contacto con la naturaleza, rechazo a enseñanza basada en la memorización
(tiene sus bases en el Krausismo). Su voz llegó al Parlamento en el 98, tomando conciencia de la
triste situación de maestros y escuelas, creándose el Ministerio de Instrucción Pública.

JUSTIFICACIÓN

España, en el contexto de reajuste colonial, iba a dirigir sus deseos imperialistas a Marruecos. Pero
sobre todo la crisis del 98 significó una depresión moral y anímica colectiva. Fue el fin de una
época y el inicio de otra, es el inicio de la crisis de la Restauración. En la práctica, los nuevos
gobiernos que sucedieron al desastre no llevaron a cabo las profundas reformas anunciadas y se
limitaron a dejar que el sistema del turnismo funcionara con cambios mínimos. Un sector importante del
ejército culpó del desastre a la ineficacia de los políticos, defendiendo mayor protagonismo del ejército
en la vida política del país. Sus ingerencias aumentaron y en 1923, el general Primo de Rivera
protagoniza un golpe de estado que dará comienzo a una dictadura de 7 años. Tras él, el general Franco
en 1936 provocará una guerra civil que sumirá a España en una dictadura militar de casi 40 años.

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