INTRODUCCIÓN:
Durante la Restauración, las potencias europeas (G. Bretaña victoriana, Francia en su III República
y la Alemania de Bismark) impulsan políticas de alianzas e imperialistas rivalizando en la carrera
colonial por dominar el mundo. Europa se lanza a la conquista de África y Asia, mientras que EEUU
tras la guerra de Secesión, pone sus miras en las últimas colonias del imperio español del Caribe y
Pacífico: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. España, ve desmembrarse su imperio colonial; con poco
peso internacional económico y militar, no había conseguido entrar en el sistema de alianzas, y
aislada internacionalmente, no resistirá el empuje del imperialismo norteamericano. Vivirá, bajo la
regencia de Mª Cristina de Habsburgo y Lorena, una de las más graves crisis de su historia, “el
desastre del 98”, cuyos efectos harán replantear el panorama político, económico, social y cultural
entonces a través del movimiento regeneracionista.
Cuba y Puerto Rico en las Antillas, norte de Marruecos, Sahara Occidental, Ifni y Guinea Ecuatorial
en África, y cuatro archipiélagos en Extremo Oriente: Filipinas, Carolinas, Marianas y Palaos.
Durante el s. XVIII la preocupación de los Borbones por los dominios ultramarinos dio lugar a
una etapa próspera, con la reactivación del comercio y explotación de numerosas
plantaciones coloniales con mano de obra esclava, propiciando la aparición de un poderoso
grupo burgués criollo de raza blanca nacido en América, entre el que se fraguarán las ideas de
emancipación y proyectos de independencia.
A partir de 1810, las colonias españolas en América formaron los actuales estados
hispanoamericanos.
Las autoridades españolas en América y Fernando VII al recuperar la corona española en 1814,
negaron legitimidad a las juntas de autogobierno americanas. El virrey Fernando de Abascal, y
Pablo Morillo jefe de la expedición pacificadora, fueron los principales organizadores de la defensa
de la monarquía española.
EE.UU. compra Florida por cinco millones de dólares en 1821 adquiriendo posteriormente los
derechos sobre las pretensiones españolas en Oregón, como sobre los nuevos países americanos
(a través de influencia económica y política y con la anexión de Texas y el norte del nuevo
estado mexicano: Nuevo México, Uhta, California y Nevada).
Los movimientos populares de las colonias españolas profundizaron las insurrecciones para
enfrentarse al rey español en una guerra de alcance continental con el objetivo de establecer
estados independientes, que generalmente devinieron en regímenes republicanos. En las Guerras
de Independencia Hispanoamericana se destacaron Simón Bolívar y José de San Martín, llamados
Libertadores, que condujeron los ejércitos insurrectos que derrotaron definitivamente a las tropas
leales a la monarquía española, llamadas Realistas, en la batalla de Ayacucho en 1824. Se
acaba así la presencia española en la América continental.
En el Virreinato de Río de la Plata, donde jugó un papel decisivo JOSÉ DE SAN MARTÍN, se
consolidaron naciones independientes como Paraguay, en 1811, Argentina en 1816, Chile en
1818 y Perú en 1821.
México se independiza en 1821, bajo liderato de MIGUEL HIDALGO Y JOSÉ MARÍA MORELOS.
Solamente Las Antillas, islas de Cuba y Puerto Rico, y Filipinas permanecen siendo españolas,
colonias que perderemos definitivamente en el 98.
Destaca la política imperialista del gobierno largo de O´Donell (1856–1863), que tras una dura
represión de la disidencia, pudo volver a intervenir activamente en la escena internacional: se
ganó una guerra a Marruecos con las victorias de Tetuán y Wad-Ras que permitió ampliar
Ceuta y recuperar la plaza de Santa Cruz de la Mar Pequeña, capital de Ifni, en la costa
atlántica;
La bonanza económica de entonces fue empleada para lanzarse a una política exterior más activa,
estrechamente ligada al expansionismo de la Francia de Napoleón III: Se trató de pacificar
Filipinas, y tropas españolas secundaron a las francesas en las campañas de Indochina (1858-62)
enviaron una expedición de castigo a Conchinchina, donde habían sido asesinados varios
misioneros.
México (1861); esta última acción, unida a la reincorporación temporal de Santo Domingo (1861-
65) pero República Dominicana, por su política interna y apoyo haitiano, se pierde definitivamente
en 1865. y a la Guerra del Pacífico contra Perú y Chile (1865-68), pueden interpretarse como una
tentativa de recuperar la influencia española sobre las antiguas colonias americanas.
En esa misma línea de poner las bases para una expansión colonial, O’Donnell lanzó también la
Guerra de África (1859-60), que dirigió personalmente hasta la ocupación de Tetuán; la campaña
le valió el título de duque, reconociendo Marruecos las posesiones españolas de Ceuta y Melilla,
además de adquirir el enclave de Ifni (capital, Santa María de la Mar Pequeña).
La crisis económica derivada de la subida del precio del algodón por la Guerra de Secesión
estadounidense, las malas cosechas y los pobres resultados de los intentos de modernización de la
agricultura (desamortización), infraestructuras (ferrocarril) acabaron con el régimen de O'Donnell y
su experiencia imperialista.
Las disputas entre progresistas, liberales y conservadores, que no aceptaban que el país tuviera un
estatus bajo a escala internacional, se hicieron frecuentes. El descontento creciente por la
inestabilidad y la perenne crisis económica llevó al estallido de la revolución que dio paso a
experimentos políticos y a la Primera República Española.
La posterior restauración monárquica de 1875 marcó un nuevo periodo, más favorable, cuando
Alfonso XII y sus ministros tuvieron cierto éxito en recobrar el vigor de la política y el prestigio
españoles, en parte por haber aceptado la realidad de las circunstancias españolas y trabajar mas
inteligentemente.
Cuba era entonces más fuente de prosperidad que de problemas, aunque en los 90 cambiarán las
cosas:
En 1892 España había impuesto una nueva política proteccionista elevando las tarifas arancelarias
para reservar el mercado cubano para los productos españoles, hecho que daña los intereses
económicos americanos en la isla.
El DESASTRE se desencadena durante la infancia del rey Alfonso XIII, cuando ejercía la
regencia la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda del rey Alfonso XII, siendo
presidente del gobierno español Práxedes Mateo Sagasta y presidente de Estados Unidos,
William McKinley.
España había mantenido el control de los últimos fragmentos de su imperio hasta el incremento
del nivel de nacionalismo y de levantamientos anticolonialistas en varias zonas, que se fueron
desencadenando durante la década de 1870.
La guerra se desarrolló en dos frentes en el Pacífico y en el Caribe.
Este conflicto se tornaría internacional a raíz de la implicación de los Estados Unidos, teniendo
lugar a la Guerra Hispano-estadounidense de 1898, cuando una débil España se enfrentó a un
Estados Unidos mucho más fuerte que necesitaba nuevos mercados para seguir ampliando
su ya fuerte economía.
La victoria americana fue fácil en Cabite y Santiago de Cuba. Las tropas americanas se
apoderaron fácilmente de las islas. (Almirante Cervera, natural de Medina Sidonia, Cádiz).
Las fuerzas eran desiguales; a la pujanza económica y militar americana solo se le oponía
un viejo y mal dotado ejército español. Eso sí, en España, fomentado por la prensa y la
burguesía catalana, estalló una gran campaña y ola de patriotismo. Las desventajas
militares de las tropas españolas eran: el medio hostil en que se desarrollaba la guerra, en plena
manigua (selva).
Las fuerzas opuestas estaban muy extendidas en el territorio, sus guerrillas se
concentraban y dispersaban rápidamente. Los soldados españoles no estaban entrenados
para hacer frente a una guerra de este tipo, ni contaban con los medios adecuados. Las
enfermedades tropicales, falta de aprovisionamiento y pertrechos causaron gran
mortalidad entre las tropas, por lo que la victoria española era difícil.
DESARROLLO DE LA GUERRA
La guerra en Cuba
La guerra estalla en 1895 y José Martí consiguió sublevar la parte oriental de la isla, la más
antiespañola. Cánovas envía a Martínez Campos para que combine la negociación con la
guerra, al no conseguirlo, lo retira y envía al general Weyler, que impuso su línea dura y
represiva: Consistía en dividir en tres el territorio de la isla por medio de trochas, o líneas
fortificadas que impedían el paso de los insurrectos, con lo que se facilitaba su eliminación,
concentrando a los campesinos en reservas vigiladas. Con la muerte de Maceo la guerra
estaba prácticamente ganada por España, pero la dureza y crueldad utilizada por Weyler
provocó una protesta internacional, lo que aprovecharía EEUU para intervenir.
Las agresivas campañas de prensa de William Randolph Hearst, formarán parte de la propaganda
bélica de EE.UU. para justificar su entrada en el conflicto. Las últimas investigaciones no han
demostrado nada concluyente, pudiendo tratarse de un accidente o sabotaje externo, ni quién sería
el responsable, existiendo la teoría de que fueron los propios estadounidenses quienes provocaron
el incendio en el Maine para hundirlo, culpar a España y provocar una guerra para apoderarse de
las colonias, autodefiniéndose como defensores de los cubanos contra la tiranía española.
En América se insistía en la valentía de los héroes cubanos, a los que se mostraba como unos
libertadores luchando por liberarse del yugo de un gobierno y un país que era descrito como
tiránico, corrupto, analfabeto y caótico. Por su parte, los españoles, que no tenían ninguna
duda de la intención de EE UU. por anexionarse la isla, dibujaban a unos hacendados
avariciosos y arrogantes, sostenidos por una nación de ladrones indisciplinados, sin
historia ni tradición militar, a los que España debería dar una lección.
Esta guerra acabó con una humillante derrota española y la independencia de Cuba.
Paralelamente al conflicto cubano, en 1896 se produjo una rebelión en las Islas Filipinas. Esta
colonia había recibido escasa inmigración española y contaba con una débil presencia
militar, que se veía reforzada por un importante contingente de misioneros de las principales
órdenes religiosas. Los intereses económicos españoles eran mucho menores que en Cuba,
pero se mantenían por su producción de tabaco y por ser una puerta de intercambios
comerciales con el continente asiático.
El almirante Montojo estuvo al mando de la escuadra española que fue destruida por el
Escuadrón asiático de los Estados Unidos el 1 de mayo de 1898. Montojo resultó herido en esta
batalla, y uno de sus hijos también participó.
Las fuerzas navales estadounidenses, bajo las órdenes del comandante George Dewey, vencieron
a la Flota Española del Pacífico en la bahía de Manila, como ya había anticipado Montojo que
ocurriría: la mayoría de las naves españolas fueron hundidas u obligadas a rendirse. Montojo, para
contrarrestar el poco alcance de los cañones de los buques españoles, ordenó sacar del agua
algunas naves y llenar sus cañones de metralla pesada para conseguir así multiplicar el efecto de
los disparos. Cuentan las crónicas de la época que al ver Montojo la inminencia del fracaso en la
batalla, mandó quemar y hundir el resto de las naves que aún se encontraban a flote para impedir
que fueran tomadas por los americanos.
Montojo fue relevado y se le ordenó comparecer ante el Tribunal Militar Supremo en Madrid. Fue
juzgado y encarcelado, aunque más tarde, absuelto. Entre sus muchos defensores en el consejo de
guerra se encontraba el que fuera su enemigo, el almirante George Dewey, quien llegó a reconocer
a Montojo que, a pesar de la antigüedad de los barcos españoles, supo defenderse muy bien
con los pocos medios de los que disponía.
. A pesar de su absolución, Montojo fue dado de baja de la Fuerza Naval Española injustamente, ya
que la pérdida de la colonia de Filipinas era inminente por el estado obsoleto de las naves
españolas. Montojo hizo saber al Gobierno en varias ocasiones el precario estado de su
flota, sin recibir respuesta en ninguna de las ocasiones.
España se vio forzada a pedir un armisticio, y se firmó el Tratado de París, por el cual se
renunciaba definitivamente a Cuba y se cedían a EE.UU.: Filipinas, Puerto Rico y Guam.
Mediante dicho tratado España abandonó sus demandas sobre Cuba y declaró su independencia.
Filipinas, Guam y Puerto Rico fueron oficialmente cedidas a los Estados Unidos por 20 millones de
dólares.
Aunque durante las negociaciones España intentó incluir numerosas enmiendas, pidieron que
antes de ponerse oficialmente en marcha las conversaciones, se devolviera la ciudad de Manila al
gobierno español, ya que había sido capturada por los estadounidenses horas después de la
firma del protocolo de paz en Washington. Los norteamericanos se negaron a considerar esta
circunstancia.
España no tuvo más remedio que aceptar todas y cada una de las imposiciones
estadounidenses, ya que había perdido la guerra y era consciente de que el superior poderío
armamentístico estadounidense podría poner en peligro otras posesiones españolas en
Europa y África, temiendo que el conflicto se trasladara al otro lado del Atlántico y se pusieran en
peligro las islas Canarias, las islas Baleares y las demás posesiones en el norte de África y Guinea
Ecuatorial.
Se empezó a trabajar borrador final del tratado el 30 de noviembre y fue finalmente firmado el 10
de diciembre de 1898. Se firmó sin presencia de los representantes de los territorios
invadidos por Estados Unidos, lo que provocó un gran descontento entre la población de
esas ex-colonias, especialmente en el caso de Filipinas, que acabaría enfrentándose
contra EE. UU. en la guerra Filipino-Americana (1899-1913).
La crisis del 98 será un hecho clave de nuestra historia que marcará un antes y un después.
El concepto “desastre” es tomado del telegrama enviado por el almirante Montojo, que comandaba
la débil flota española en Filipinas.
El Tratado de París supuso un duro golpe pues se perdían los últimos jalones del imperio
ultramarino, pasando definitivamente a ser una potencia de segundo orden. Posteriormente España
intentaría compensar este fracaso con la explotación de Marruecos, dentro del reajuste colonial
internacional que se estaba produciendo.
Económicamente, el fin del imperio colonial español no supuso una catástrofe nacional, pues el
régimen monárquico continuó y la Hacienda pública consiguió cierto equilibrio tras los grandes
gastos que había supuesto la guerra colonial (Cuba sí sufrió grandes pérdidas materiales y
económicas). Afectó a las exportaciones textiles catalanas y a las importaciones de materias
primas baratas, agudizando el déficit de la balanza de pagos e incrementando el proteccionismo
comercial, aunque la repatriación de capitales compensó en algo los efectos negativos.
Pero la gran consecuencia fue de orden moral y anímico. España, que tuvo un imperio donde "no
se ponía el sol" perdía sus últimas colonias. No fue un hecho aislado en Europa, ya que otros
países vivieron similares situaciones ante el imperialismo británico. Francia capituló en Fashoda,
Sudán, pero la sociedad española vivió la pérdida de las últimas colonias como una catástrofe,
sufriendo una crisis moral e ideológica.
En cambio, este acontecimiento sumió a los españoles en una honda crisis de conciencia que afectó
a todo el tejido social y que tuvo su mejor expresión en la vigorosa reacción intelectual que centró
sus esfuerzos en la necesidad de recuperar el pulso perdido y de modernizar el país. Se debatieron
los grandes males del Estado y la decadencia del turnismo.
La Generación del 98, integrada por Unamuno, Baroja, Azorín, Maetzu, Benavente, Joaquín
Costa… literatos y pensadores que harán suyo el afán regeneracionista, criticarán, porque les
duele, los males de la oligarquía y del caciquismo y la necesidad de cambiar todo –política,
economía, sociedad, educación…- al considerar a su amada España como un país atrasado, inculto,
sin espíritu de trabajo. Parten de ideas básicas:
JUSTIFICACIÓN
España, en el contexto de reajuste colonial, iba a dirigir sus deseos imperialistas a Marruecos. Pero
sobre todo la crisis del 98 significó una depresión moral y anímica colectiva. Fue el fin de una
época y el inicio de otra, es el inicio de la crisis de la Restauración. En la práctica, los nuevos
gobiernos que sucedieron al desastre no llevaron a cabo las profundas reformas anunciadas y se
limitaron a dejar que el sistema del turnismo funcionara con cambios mínimos. Un sector importante del
ejército culpó del desastre a la ineficacia de los políticos, defendiendo mayor protagonismo del ejército
en la vida política del país. Sus ingerencias aumentaron y en 1923, el general Primo de Rivera
protagoniza un golpe de estado que dará comienzo a una dictadura de 7 años. Tras él, el general Franco
en 1936 provocará una guerra civil que sumirá a España en una dictadura militar de casi 40 años.