Democracia y discusión
b) Que no existe un grupo (los "sabios", los "representantes de Dios") que por
derecho natural poseen el monopolio de las verdaderas soluciones.
Para los psicólogos sociales "clásicos" (Lewin, Lippit y White, French y Coch,
etcétera) la democracia remite a los procedimientos de información, discusión,
persuasión como opuestos a la imposición brutal por parte de una persona o grupo.
El régimen democrático exige que los individuos sepan y quieran aquello que
hacen y le den prioridad a los objetivos del grupo sobre los objetivos particulares. Si
esto es así, la democracia sólo funciona con ciudadanos virtuosos y competentes. En
otras palabras, la democracia es una cuestión de estructuras, de instituciones, de
reglas que, en cierta medida existen "fuera" de los individuos y al mismo tiempo, un
sistema de disposiciones, de inclinaciones, una cultura incorporada en los
ciudadanos. De este modo las prácticas democráticas no se deducen de las
"instituciones democráticas", sino de una combinación, de un encuentro entre
instituciones y predisposiciones interiorizadas en los sujetos.
Competencia y consenso
Todo juego requiere de reglas que los contendientes acatan y que definen las
jugadas permitidas y no permitidas para obtener el triunfo. Es decir, todo juego, toda
lucha o competencia se asienta sobre la aceptación de un mínimo común de ideas
que une a los contendientes rivales. Toda política requiere alguna forma de
consenso, esto es, de un conjunto aceptado de reglas y procedimientos para producir
la autoridad legítima, es decir, para definir al ganador del juego político.
Ahora bien. ¿Cómo se produce este consenso? ¿Se trata de una realidad
resultante de un contrato que los ciudadanos voluntariamente instituyen y mediante
el cual se obligan libremente a respetar un conjunto de regulaciones al juego político
como lo plantean los contractualistas o bien tiene un sentido completamente
diferente, esto es, no es el resultado de un contrato "artificial", sino un dato
constitutivo de una sociedad o de una cultura dada? Para los contractualistas el
consenso no se deduce de la estructura misma de la sociedad, sino que es una
realidad que se construye, que se hace mediante el acuerdo y la negociación
voluntaria de los actores sociales. En cambio, para sociólogos positivistas, como
Comte o Durkheim, la unidad de un grupo no puede ser el resultado de prácticas que
obedecen a intenciones explícitas y conscientes de los actores sino que se
desprende de la propia esencia de lo social y se presenta como conciencia colectiva,
o como cultura constitutiva de una sociedad. De allí la preferencia de estos
pensadores por las analogías organicistas. Estas dos maneras de concebir el
consenso (que son dos formas de concebir lo social) plantean dos formas típicas de
concepción de la autoridad. Para la primera, el hecho de estar de acuerdo expresa la
pertenencia a un mismo grupo de referencia, para la segunda, la obediencia y el
acuerdo se originan en la discusión, en el examen consciente de los argumentos y de
intereses que nos llevan a concluir en la pertinencia de una regla o disposición social.