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CAPITULO I
Era un frío atardecer, en una de las ciudades más importantes del Imperio
Dorado Germánica: Réole.
En eso, empezó a escuchar una voz, como hablando por teléfono, y como
a esas horas nunca había nadie allí, se le hizo muy extraño. Cuándo ladeó el
rostro para mirar hacia aquella dirección, divisó a un joven sacerdote de
largos cabellos plateados y ojos de color dorados, sentadito en uno de los
bancos de la estación. Nunca lo había visto antes. Ella pensó que lo más
seguro era que hubiera llegado en el ultimo tren.
El problema fue que el continuó hablando, más no tenía ningún teléfono
encima. En otras palabras, estaba hablando solo.
¿Acaso era un alcohólico? ¿O un drogadicto? Digamos que estas dos
posibilidades se pasaron por la cabeza de Rémeny, y si bien a simple vista
no parecía peligroso, decidió ir con cuidado. Ignorarlo, y alejarse de ahí lo
más rápido posible, no fuera a ser cosa que le llegase a hacer algo extraño.
De noche podía pasar cualquier cosa.
Cuándo el semáforo cambió su color a rojo para los peatones, y los autos
reanudaron la marcha, ella empezó a cruzar a toda prisa la avenida. Este
acto prácticamente suicida lo dejó más que frito ¿Acaso quería ser
atropellada?
Pero lejos estuvo de serlo. Rémeny logró esquivar a todos y cada uno de
los autos que venían a gran velocidad hacia ella. Y si bien no se salvó de
los constantes bocinazos, y de la rabia de los conductores ante tal
imprudencia, ella parecía divertirse mientras lo hacía. Como una niña
pequeña jugando en el carrusel. Su condición atlética era perfecta,
independientemente de que su forma de entretención no fuera muy normal
que digamos.
Cuándo finalmente llegó al otro lado de la avenida, la gente que la había
visto hacer todas esas acrobacias le aplaudió efusivamente, y ella realizó
una leve reverencia para ellos, como si estuviera en un circo.
Luego dio un profundo suspiro, y se dispuso a reanudar la marcha, ahora
mucho más tranquila. Total, el semáforo iba a tardar de uno a dos minutos
en volver a cortar para que pudiera cruzar la gente. Tiempo suficiente para
alejarse medio kilómetro, y dejar muy pero muy atrás a su acosador.
Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, sintió que alguien le tomó el
tobillo derecho con la mano, y un extraño escalofrío le recorrió el cuerpo.
Sintió como si se lo hubiera atrapado una serpiente, o algún bicho
altamente desagradable.
Más fue su sorpresa al ver que se trataba del mismísimo sacerdote. Se
había cruzado la avenida junto con ella, solo que a el lo habían chocado por
todas partes. Estaba hecho polvo.
Angel Avatar: Preludio al Apocalipsis I 23
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—Al fiiiin—suspiró finalmente, y luego cerró los ojos—. ¡Ese tipo era
un karma! ¡No me lo podía sacar de encima! Mira que venirse a esta ciudad
solo para violar jovencitas… ¡ES LO PEOR! Debería haberlo
denunciado…—. Aunque no tenía pruebas para hacerlo.
De repente se hizo escuchar una especie de chillido, y unas voces un
tanto sospechosas.
Al notar que se iba a caer, el tipo soltó el cuchillo, y ella finalmente cayó
boca abajo, siempre con los ojos bien abiertos.