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TOULMIN
CAP. 4: "EL PLAN DE LOS ARGUMENTOS"

Un argumento es como un organismo. Ambos tienen una estructura anatómica


tosca y una delicada, como si fuera fisiológica. Cuando la presentamos explícitamente
en todos sus detalles, puede ocupar una cantidad de páginas impresas o tomar, tal
vez, un cuarto de hora pronunciarla; y en ese tiempo o espacio uno puede distinguir
las fases principales, marcando el progreso del argumento desde la aserción inicial de
un problema en desorden hasta la presentación final de la conclusión. Esas fases
principales ocuparán, cada una, algunos minutos o párrafos y representan las
principales unidades anatómicas de un argumento -"sus órganos" por así decirlo-.
Pero en cada párrafo y cuando uno desciende al nivel de las oraciones individuales,
puede reconocerse una estructura más delicada, y ésa es la estructura en la cual los
lógicos más se han interesado. Es a este nivel sicológico que la idea de forma lógica
se ha introducido y es allí donde la validez de nuestros argumentos debe finalmente
establecerse o refutarse.
Ha llegado el momento de cambiar el foco de nuestra investigación y de
concentrarnos en ese nivel superior. Desde ahora, no podemos permitirnos olvidar lo
que hemos aprendido en nuestro estudio sobre la anatomía general de los
argumentos, porque aquí, como con los organismos, la fisiología detallada se muestra
más inteligible cuando se la explica en contraste con los conocimientos de las
distinciones anatómicas más toscas o generales. Los procesos fisiológicos son
interesantes por la parte que juegan en mantener las funciones de los órganos
principales en los que se encuentran y los micro-argumentos (como podrían ser
llamados, necesitan ser mirados de vez en cuando con un ojo en los macro-
argumentos en los cuales figuran, teniendo en cuenta que la forma precisa en la cual
los expresamos, para mencionar sólo los menos importantes, pueden verse afectados
por el rol que juegan en un contexto más amplio).
En el estudio que sigue, estudiaremos el funcionamiento de los argumentos
oración por oración, para ver cómo su validez o invalidez se conecta con la manera
de planearlos y qué relevancia tiene esta conexión con la noción tradicional de "forma
lógica". Es cierto que el mismo argumento puede ser expresado en varias formas
diferentes, y algunos de esos esquemas de análisis serán más ingenuos que otros -es
decir, algunos de ellos mostrarán la validez o invalidez de un argumento más
claramente que otros y harán más explícitos los fundamentos en los que se apoya y
la presencia de éstos en la conclusión. Cómo entonces, deberíamos diseñar un
argumento si queremos mostrar el origen de su validez? Y en qué sentido la
aceptabilidad o el rechazo de los argumentos depende de sus méritos y defectos
"formales"?
Tenemos detrás de nosotros dos modelos rivales, uno matemático y otro de
jurisprudencia. Es la forma lógica de un argumento válido algo cuasi-geométrico,
comparable con la forma de un triángulo o el paralelismo de las líneas rectas? O de
manera alternativa, es esto algo de procedimiento: es un argumento formalmente
válido, con la forma apropiada, como dirían los abogados, en vez de un argumento
diseñado en una apretada y simple forma geométrica? O la noción de forma lógica de
alguna manera combina ambos aspectos, por lo que el diseño de un argumento en la
forma apropiada necesariamente requiere la adopción de una particular diseño
geométrico? Si la última respuesta es la correcta, esto crea inmediatamnte un
problema adicional para nosotros: ver cómo y por qué el procedimiento conveniente
demanda la adopción de una forma geométrica simple y cómo esa forma garantiza a
su turno la validez de nuestros procedimientos. Suponiendo que los argumentos
válidos pueden ser moldeados en una apretada forma geométrica, cómo eso los
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ayuda a ser más convincente?
Esos son los problemas que serán estudiados en la presente investigación. Si
podemos ver la manera de desenredarlos, su solución será de alguna importancia,
particularmente para un entendimiento apropiado de lógica.
Para empezar, debemos ir con precaución y evitar los aspectos de los que
esperamos más adelante arrojar alguna luz, concentrándonos por el momento en
cuestiones de tipo más prosaico y directo, manteniendo nuestros ojos en las
categorías de lógica aplicada -en los aspectos prácticos de argumentación, y en las
nociones que requieren que empleemos, debemos preguntar qué características
debería tener el diseño de argumentos lógicamente sincero. El establecimiento de
conclusiones reúne una cantidad de asuntos de diferentes clases, y un diseño
práctico permitirá esas diferencias: nuestra primera pregunta es: Qué son esos
asuntos y cómo podemos hacerles justicia a todos sometiendo nuestros argumentos
a aserciones racionales?
Dos últimas observaciones podemos hacer a manera de introducción,siendo la
primera de ellas una pregunta más a nuestra agenda.
Desde Aristóteles ha sido habitual, cuando se analiza la micro-estructura de los
argumentos, presentarlos de manera simple, presentando tres proposiciones:
premisa menor, premisa mayor y conclusión. La pregunta que ahora surge es si esta
forma estándar es suficientemente elaborada o cándida. La simplicidad es por
supuesto, un mérito, pero no sería en este caso, haberlo comprado a un precio
demasiado caro? Podemos clasificar apropiadamente todos los elementos en nuestro
argumento bajo los tres encabezamientos, "premisa mayor", premisa menor" y
"conclusión", o son esas categorías engañosamente cortas en número? Hay siquiera
suficientes similitudes entre las premisas mayor y menor como para estar unidas,
juntas por el solo nombre de "premisas"?
Esas preguntas se aclararán por analogía con la jurisprudencia. Esto podría
naturalemente llevarnos a adoptar un plan de mayor complejidad del que estamos
habituados, porque las preguntas que aquí estamos formulando son, una vez más,
versiones más generales de preguntas ya familiares en jurisprudencia, y en ese
campo más especializado, se ha logrado una importante batería de distinciones. Por
qué clases de proposiciones preguntará un filósofo legal, cuáles son formuladas en el
curso de un caso legal, y de qué diferentes maneras pueden relacionarse esas
proposiciones con la solidez de un reclamo legal? Esta ha sido y es aún hoy una
pregunta central para los estudiantes de jurisprudencia, y nosotros pronto
encontramos que la naturaleza de un proceso legal puede ser propiamente entendido
sólo si marcamos varias distinciones. Las declaraciones legales tienen diversas
funciones distintivas: La declaración de derecho, la evidencia de identificación, los
testimonios sobre eventos en disputa, la interpretación de un estatuto o la discusión
sobre su validez, los reclamos de excención de la aplicación de una ley, el pedido de
atenuantes, los veredictos, las sentencias: todas esas diferentes clases de
proposiciones tienen su parte en juego en el proceso legal, y las diferencias entre
ellas están, en la práctica, lejos de ser una tontera.
Cuando volvemos del caso especial de la ley a considerar argumentos
racionales en general, nos enfrentamos al tiempo con la pregunta de si no deben ser
analizados en términos de un idéntico grupo de categorías. Si estamos por presentar
nuestos argumentos con completo candor lógico y por entender apropiadamente la
naturaleza del "proceso lógico", seguramente necesitaremos emplear una esquema
de argumentos no menos sofisticado que el que se requiere para la ley.

El esquema de un argumento: Datos y Garantías


Qué cosas entonces están comprometidas al establecer conclusiones para la
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producción de argumentos? Podemos, considerando esta pregunta en una forma
general, construir desde el principio un esquema de análisis que hará justicia a todas
las distinciones a las que el procedimiento apropiado nos obliga? Este es el problema
que se nos presenta.
Supongamos que hacemos una aserción y por ello nos comprometemos al
reclamo que necesariamente involucra cualquier aserción. Si el reclamo se realiza,
debemos estar capacitados para establecerlo -es decir, hacerlo bien, y probar que fue
justificable. Cómo se hará esto? A menos que la aserción fuese hecha de manera
irresponsable, tendremos normalmente algunos hechos a los que podemos apuntar
como soporte: si la demanda es puesta a prueba, dependerá de nosotros que
apelemos a esos hechos, que los presentemos como el fundamento sobre el cual
nuestra demanda se basa. Por supuesto, es posible que no logremos que el
desafiante esté de acuerdo con la corrección de esos hechos y en ese caso debemos
eliminar su objeción del camino con un argumento preliminar: sólo cuando el asunto
precedente o "lemma" como la llamarían los geómetras, ha sido manejado,
estaremos en posición de retornar al argumento original. Pero sólo necesitamos
mencionar esta complicación; supongamos que ya superamos esa cuestión; nuestra
pregunta es: cómo presentar el argumento original de manera más completa y
explícita. "Harry no tiene cabello negro" aseveramos; qué tienen para seguir?, se nos
pregunta. Nuestro conocimiento personal de que de hecho es rojo: ése es nuestro
dato, el fundamento que producimos como soporte para la aseveración original.
Petersen decimos, no debe ser católico romano; por qué? Basamos nuestra
observación en el conocimiento de que él es suizo, lo que hace muy improbable que
sea católico romano. Wilkinson, asevera el fiscal de la corte, ha cometido una
violación del Acta de Tráfico: en soporte de su afirmación, dos policías están listos
para testificar que le tomaron el tiempo manejando a 45 km p/h en una zona urbana.
En cada caso, la aserción original está apoyada por la producción de otros hechos que
se le relacionan.
Tenemos entonces ya una distinción para empezar: entre la afirmación o la
conclusión cuyos méritos estamos buscando establecer (C) y los hechos a los que
apelamos como fundamento de nuestra afirmación -a la que me referiré como
nuestros datos (D). Si la pregunta de nuestro oponente es "qué tienes para
continuar?", producir los datos o información en la cual se basa la afirmación puede
servirle como respuesta: pero ésa es sólo una de las maneras como nuestra
conclusión puede ser desafiada. Aún después de haber producido nuestra
información, nos podemos encontrar siendo interrogados con preguntas adicionales
de otro tipo. Se nos puede exigir ahora, no que agreguemos más información que
contenga hechos, que ya hemos presentado, sino mas bien que indiquemos la
relación de la conclusión con la información ya dada. Coloquialmente, la pregunta
ahora puede ser no "qué tenés para continuar?" sino "cómo llegaste a esto?".
Presentar un conjunto de información como la base para alguna conclusión específica
nos compromete con cierto paso; y la pregunta es ahora acerca de la naturaleza y
justificación de ese paso.
Supongamos que nos enfrentamos a este nuevo desafío; no debemos brindar
más información porque acerca de eso puede surgir inmediatamente la misma
pregunta, sino mas bien proposiciones de un tipo diferente: reglas, principios,
inferencias o lo que queramos, en vez de ítems adicionales de informaciones. La
tarea ya no es entonces fortalecer los fundamentos con los que construimos nuestro
argumento sino mostrar que, tomando esa información como punto de partida, el
paso de la afirmación original o de la conclusión es el apropiado y el legítimo. En este
punto, por consiguiente, lo que se necesitan son firmaciones generales, hipotéticas,
que pueden actuar como puentes y autorizar el tipo de paso al que nuestra
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afirmación nos compromete. Esto puede ser escrito brevemente (en la forma "si D,
entonces C); pero para ser honestos, pueden ser provechosamente expandidos y
hacerlos más explícitos: "Datos como D nos autorizan a establecer conclusiones tales
como C"; o alternativamente, "Dados los datos D, se puede considerar que C".
Llamaré Justificaciones (J) a las proposiciones de ese tipo, para distinguirlas de
la conclusión y los datos. (Estas justificaciones, se observará, corresponden a los
estándares prácticos de argumentos mencionados en nuestro trabajo anterior). Para
seguir con los ejemplos anteriores: el conocimiento de que el cabello de Harry es rojo
nos autoriza a descartar cualquier sugerencia de que es negro, teniendo en cuenta la
justificación "Si algo es rojo, no será también negro" (la verdadera trivialidad de esa
justificación está conectada con el hecho de que estamos interesados aquí tanto en
una aserción en contrario como en un argumento).
El hecho de que Petersen es suizo es directamente relevante para la cuestión
de su filiación religiosa, porque como probablemente diríamos "un suizo, puede casi
asegurarse, no será un católico romano" (el paso involucrado aquí no es trivial, por lo
que la justificación no es auténticable por sí misma).
Como en el tercer caso, nuestra justificación será ahora alguna afirmación
como la siguiente: "El hombre al que se la haya probado que manejaba a más de 50
km p/h en una zona urbana, podrá ser acusado de haber violado las leyes de
tránsito".
La pregunta sería hecha de inmediato, cuán absoluta es esta distinción entre
dato por un lado y justificación por el otro. Estará siempre claro que el que desafía
una aserción está exigiendo la producción de datos de su adversario o la justificación
que autorice su paso? En otras palabras, puede alguien señalar una marcada
distinción entre la fuerza de estas dos preguntas, "qué tienes para continuar?" y
"cómo llegaste a esa conclusión?". En términos gramaticales, la distinción puede no
ser absoluta, y la misma oración en inglés puede servir a una doble función: puede
utilizarse en una situación para transmitir una información, en otra para autorizar un
paso en argumentación y aún quizás en otros contextos, para ambas cosas a la vez
(todas estas posibilidades se ilustrarán en breve).
Por el momento, lo importante es no ser demasiado aburridos en nuestro
tratamiento del tema, ni comprometernos por adelantado en una terminología rígida.
En todo caso, encontraremos que es posible, en algunas situaciones, distinguir
claramente dos diferentes funciones lógicas, y la naturaleza de esta distinción se
sugiere si contrastamos las dos oraciones, "Siempre que A, se encuentra que B" y
"Siempre que A puede entenderse que B".
Ahora tenemos los términos que necesitamos para componer el primer
esqueleto de un modelo para el análisis de argumentos. Podemos simbolizar la
relación entre el dato y la afirmación, un soporte de la cual se producen por una
flecha, e indicar la autoridad de tomar el paso de uno a otro escribiendo la
justificación inmediatamente abajo de la fecha:

D → entonces C
puesto que
J (Ley de pasaje)

O para dar un ejemplo:

Harry nació → por lo tanto Harry es británico


en Bermudas
porque
Un hombre nacido en Bermudas será británico
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Como este esquema lo aclara, la apelación explícita en este argumento va


directamente de la afirmación de la información confiada como fundamento: la
justificación es, en un sentido, incidental y explicativa, siendo su tarea simplemente
registrar la legitimidad del paso involucrado y remitirlo a la clase de pasos más
amplios, cuya legitimidad está siendo presupuesta. Esta es una de las razones para
distinguir entre dato y justificación: los datos son apelados explícitamente, las
justificaciones, implícitamente. Además se puede señalar que las justificaciones son
generales, certificando la solidez de todos los argumentos del tipo apropiado y tienen
que ser, de acuerdo con esto, establecidos de manera bastante diferente a los hechos
que producimos como datos. Esta distinción entre datos y justificación es similar a la
distinción en las cortes judiciales entre cuestiones de hecho y cuestiones de derecho;
y la distinción legal es realmente un caso especial del caso más general -podemos
decir, por ejemplo que un hombre del que nosotros sabemos que ha nacido en
Bermudas es presumiblemnete un británico, simplemente porque las leyes
pertinentes nos dan una garantía para arribar a esa conclusión.
Un punto más general al pasar: a menos que en algún campo particular de
argumentación estemos preparados para trabajar con justificaciones de algún tipo,
será imposible en ese campo someter los argumentos a una evaluación racional. Los
datos que citamos si una afirmación es desconfiada, dependen de las justificaciones
con las que estamos preparados para trabajar en ese campo, y las justificaciones con
las que nos comprometemos están implìcitas en un particular paso desde los datos a
las afirmaciones que estamos preparados a tomar y admitir el paso-
Pero supongamos que alguien rechaza todas las justificaciones cualesquiera
sean los pasos autorizados, desde los datos acerca del presente y el pasado a las
conclusiones acerca del futuro; entonces las predicciones racionales se volverán
imposibles, y muchos filósofos han, de hecho, negado la posibilidad de predicción
racional sólo porque pensaron que podían desacreditar igualmente las afirmaciones
de todas las justificaciones de pasado a futuro.
El esqueleto del modelo que hemos obtenido hasta ahora es sólo el comienzo.
Otras preguntas pueden surgir ahora, a las que debemos atención. Las justificaciones
son de diferentes tipos y pueden conferir diferentes grados de fuerza a las
conclusiones que justifican. Algunas justificaciones nos autorizan a aceptar sin
equívocos una aseveración dados los datos apropiados -esas justificaciones nos dan
derecho, en los casos convenientes, a calificar nuestra conclusión con el adverbio
"necesariamente"; otras nos autorizan a dar el paso del dato a la conclusión, ya sea
tentativamente o sujeta a condiciones, excepciones o calificaciones -en esos casos se
usarán calificadores modales tales como "probablemente" o "presumiblemente". Esto
puede ser insuficiente; por lo tanto, simplemente para especificar nuestros datos,
garantías y aserciones, probablemente necesitemos agregar alguna referencia
explícita al grado de fuerza que nuestros datos confieren a nuestra conclusión en
virtud de nuestra garantía. En pocas palabras, a lo mejor tengamos que poner un
calificador. Nuevamente y con frecuencia se necesita en las cortes, no sólo apelar a
un estatuto dado a una ley común, sino discutir explícitamente la extensión a la cual
esa ley particular se adecua al caso bajo consideración; si deberá ser aplicado
indefectiblemente en ese caso particular o si hechos especiales pueden hacer del
caso una excepción a la regla o no en el que la ley pueda ser aplicada sólo sujeta a
ciertas calificaciones.
Si vamos a tener en cuenta en nuestro argumento estos rasgos también,
nuestro modelo se volverá más complejo. Calificadores modales (CM) y condiciones o
excepciones o pruebas son ambos distintos (Restricciones) de los datos y las
justificaciones, y necesitan que se les den diferentes lugares en el plan. Así como la
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justificación (J) no es por sí misma ni un dato (D) ni una aserción (A) puesto que
implica en sí misma algo acerca de ambos, es decir, que el paso de uno a otro es
legítimo, así a su vez, (CM) y (R) son distintos de (J) ya que ambos comentan a favor
de (J) en este paso. Los (CM) calificadores modales indican la fuerza conferida por la
justificación en este paso; las condiciones de restricciones (R) indican las
circunstancias en las cuales la autoridad general de la justificación debería ser dejada
a un lado. Para marcar estas distinciones adicionales, deberíamos escribir el (CM)
inmediatamente al lado de la conclusión a la cual califica (L) y las condiciones o
excepciones que podrían ser capaces de restringir la conclusión justificada (R),
inmediatamente debajo del (CM).

Para ilustrar: nuestra aserción de que Hary es británico, podrá ser


normalmente defendida apelando a la información de que ha nacido en las
Bermudas, y que esos datos apoyan nuestra conclusión, teniendo en cuenta las
justificaciones implícitas en el Acta de Nacionalidad Británica; pero el argumento no
es concluyente por sí mismo ante la ausencia de certezas acerca de su parentesco y
de que no ha cambiado su nacionalidad al nacer. Lo que nuestra informaciòn hace es
establecer que la conclusión se mantiene "presumiblemente" correcta y sujeta a la
apropiada condición.
El argumento ahora asume la forma:

D → entonces (CM), C
puesto que a menos que
J R
Harry nació → por lo tanto, presumiblemente Harry es británico
en Bermudas
puesto que a menos que
Un hombre nacido en Ambos padres fueran extranjeros/
Bermudas será británico El haya adoptado la
nacionalidad americana / etc.

Debemos remarcar dos distinciones más: la primera es entre la aserción de


una justificación y la aserción acerca de su aplicabilidad -entre "un hombre nacido en
las Bermudas será británico" y "esta presunción se mantiene correcta con la
condición de que sus padres no sean extranjeros, etc.". Esta distinción es relevante
no sólo para las leyes de nacionalidad sino también para entender las leyes
científicas o leyes de la naturaleza. Es importante en todos los casos donde la
aplicación de la ley pueda estar sujeta a excepciones, o donde una justificación pueda
ser apoyada apuntando sólo a una correlación general y no a una absolutamente
invariable. Podemos distinguir también dos propósitos que pueden servir como dato
adicional o pueden ser citados para confirmar o probar la aplicabilidad de una
justificación. Así, el hecho de que sus padres no sean extranjeros, es directamente
relevante de diferentes maneras. Un hecho es un dato que por sí mismo establece
una presunción de nacionalidad británica; el otro hecho, dejando de lado una posible
restricción, tiende a confirmar la presunción creada de ese modo. Deberemos discutir
de manera más completa adelante un problema particular acerca de la aplicabilidad:
cuando separamos una pieza de matemática aplicada en la cual se usa algún sistema
de relaciones matemáticas para esclarecer algún interrogante de física, la corrección
de los cálculos será una cosa, y que sean las apropiadas al problema, será otra
distinta. Entonces la pregunta "Es este cálculo matemáticamente impecable?" puede
ser algo muy distinto de "Es este cálculo relevante?" Aquí también la aplicabilidad de
una particular justificación es un problema. El resultado que podemos obtener al
1
aplicar esta justificación es otro asunto, y al preguntar acerca de la corrección del
resultado, tal vez tengamos que indagar ambas cosas independientemente.

El modelo de un argumento: apoyando nuestra justificación.


Debe ser discutida extensamente una última distinción que ya hemos tocado al
pasar, sumada a la pregunta de si es aplicable o en qué condiciones la justificación es
aplicable en un caso particular; también se nos puede preguntar por qué en general
esta justificación debería ser aceptada como portadora de autoridad. Al defender una
aserción, produciremos nuestros datos, nuestra justificación y las calificaciones y
condiciones relevantes: y así y todo, nos encontramos con que todavía no
satisfacemos a nuestro contrincante porque puede dudarse no sólo acerca de este
argumento particular sino también sobre la cuestión más general de si la justificación
(J) es aceptable. Presumiendo la aceptación general de esta justificación, nuestro
argumento no debería dudar de ser impecable -si los D realmente bastan para apoyar
C y está todo bien. Pero las justificaciones descansan o se apoyan en algo más? Poner
a prueba una aserción particular puede, de esta manera, llevarnos a la puesta a
prueba más general de la legitimidad de un amplio espectro de argumento. "Usted
presume que un hombre nacido en Bermudas puede ser considerado británico",
puede decir, "pero por qué piensas esto?" Detrás de nuestras justificaciones, como el
ejemplo nos lo recuerda, habrá normalmente otras certezas, sin las cuales las
justificaciones por sí mismas no poseerían ni autoridad ni circulación. A esas certezas
nos referiremos como los Apoyos (A) de las justificaciones. Este apoyo a nuestras
justificaciones es algo que tendremos que analizar muy cuidadosamente: la precisa
relación con nuestros datos, aserciones, justificaciones y restricciones merecen
mayor clarificación, porque la confusión a esta altura nos puede llevar a problemas
más adelante.
Deberemos observar particularmente cómo la clase de apoyo requerido para
nuestras justificciones varían de un campo a otro. La forma de argumento que
empleemos en diferentes campos:

D → ENTONCES (CM),C

puesto que a menos que


J R

no necesita variar mucho de campo a campo. "Una ballena será un mamífero", "un
bermudo, británico", "un árabe será musulmán". Aquí tenemos tres diferentes
justificaciones a las cuales deberemos apelar en el curso de un argumento práctico,
pudiendo cada uno justificar el mismo tipo de paso directo de los datos a la
conclusión.
Deberíamos agregar ejemplos de variadas fuentes tomadas del campo
sicológico, moral, matemático, para que haya variedad; pero en el momento en que
empezamos a preguntar sobre el apoyo en el que descansan nuestras justificaciones
en cada campo, comienzan a aparecer grandes diferencias. El tipo de apoyo al que
debemos apuntar si vamos a establecer su autoridad cambiará considerablemente en
tanto nos movamos de un campo de argumentos a otro. "Un ballena será (clasificable
como) un mamífero", "un bermudo será (a los ojos de la ley) un británico", "un árabe
será (una vez comprobado) un musulmán. Las palabras entre paréntesis indican qué
son esas diferencias. Una justificación es defendida relacionándola con un sistema de
clasificación taxonómica, otra apelando a los estatutos que gobiernan la nacionalidad
de la gente nacida en las colonias británicas, la tercera refiriéndose a las estadísticas
que recogen cómo las creencias religiosas se distribuyen entre las diferentes
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nacionalidades. Por el momento, podemos dejar abierta la pregunta más
controvertida, es decir, cómo establecemos nuestras justificaciones en los campos
morales, matemáticos y sicológicos; por el momento sólo intentamos mostrar la
variabilidad o la dependencia de campo del apoyo necesitado para establecer
nuestras justificaciones.
Podemos hacer lugar para este elemento extra en nuestro modelo
escribiéndolo debajo de la aserción de la justificación a la cual apoya (A):

D → entonces CM, C
puesto que a menos que
J R

dado que
A

Esta forma puede no ser la final, pero será lo suficientemente compleja para el
propósito de la discusión presente. Tomando un ejemplo particular: en apoyo a la
aserción "Harry es británico", apelamos al dato (D) que nos dice que nació en
Bermudas, y la justificación puede entonces ser establecida en las forma "los
hombres nacidos en Bermudas pueden ser considerados británicos". Dado que las
cuestiones de nacionalidad están siempre sujetas a calificaciones, requisitos y
condiciones, tendremos que insertar una palabra moderadora "presumiblemente"
(CM) enfrente de la conclusión, y nótese la posibilidad de que nuestra conclusión sea
restringida (R) en caso de que resulte que ambos padres fueran extranjeros o de que
él haya sido naturalizado americano. Finalmente en caso de que la justificación por sí
misma sea desafiada, el apoyo puede estar puesto en: esto registrará los términos y
fecha del decreto del Acta del Parlamento y otras previsiones legales que gobiernan
la nacionalidad de las personas nacidas en las colonias británicas. El resultado será
un argumento presentado como sigue:

Harry nació → entonces presumiblemente Harry es


británico
en Bermudas puesto que a menos que

Un hombre nacido en A menos que ambos padres fueran


Bermudas será extranjeros / él se haya naturalizado
generalmente un sujeto americano
británico

dado que

los siguientes estatutos y previsiones legales...

De qué manera el apoyo a las aserciones difiere de los otros elementos en


nuestros argumentos? Para empezar, las diferencias entre (A) y (J): las justificaciones,
ya vimos, son hipotéticas, pero el apoyo de estas justificaciones puede ser expresado
en la forma de aserciones categóricas de hechos, casi de la misma manera como se
puede apelar a los datos en apoyo directo de nuestras conclusiones. Mientras
nuestras aserciones reflejen estas diferencias funcionales explícitamente, no hay
peligro de confundir el apoyo (A) a una aserción con la aserción misma (J). Dichas
confusiones aparecen sólo cuando esas diferencias son disfrazadas por nuestras
formas de expresión. En nuestro ejemplo no debería haber dificultades. El hecho de
1
que estatutos relevantes hayan sido probados por la ley y contengan las
estipulaciones, puede ser corroborado simplemente yendo a los archivos de los
procedimientos parlamentarios concernientes y a los volúmenes relevantes de los
libros de estatutos legales: el resultado descubierto, que tal y cual estatuto decretado
en tal y cual fecha contiene una estipulación especificando que la gente nacida en las
colonias británicas con los padres apropiados debe ser considerada ciudadana
británica, es una directa aserción verdadera. Por otro lado, la justificación que
aplicamos en virtud del estatuto que contiene este previsión, es lógicamente de una
clase diferente. "Si un hombre nació en una olonia británica, se presume que es
británico". Si bien los datos sobre el estatuto pueden proveer todo el apoyo requerido
por esta justificación, la explícita aserción de la justificación en sí misma es más que
una repetición de esos hechos: es la moral general de carácter práctico, sobre las
formas en las cuales podemos argumentar sin peligro en vista de esos hechos.
También podemos ditinguir Apoyo (A) del Dato (D), si bien los datos a los que
apelamos en un argumento y el apoyo que brinda autoridad a nuestras justificaciones
puede también establecerse como una directa cuestión de hecho, los roles que esas
aserciones juegan en nuestros argumentos son decididamente diferentes. Deben ser
producidos datos de algún tipo si hay allí un argumento: una conclusión desnuda, sin
ningun información que la apoye, no es un argumento. Pero el apoyo al que
invocamos no necesita ser explícito -de todas maneras, para empezar: las
justificaciones pueden ser concedidas sin ponerse a prueba y el apoyo quedar
sobreentendido. Realmente, si exigimos las credenciales de todas las justificaciones a
la vista y no dejamos pasar ninguna sin ponerla a prueba, difícilmente los
argumentos podrían comenzar. Jones adelanta un argumento invocando una
justificación y Smith pone a prueba J1; Jones está obligado, como lemma, a producir
otro argumento con la esperanza de establecer la aceptabilidad de la primera
justificación; pero en el curso de ese lemma emplea una segunda J2; Smith pone a
prueba la documentación de esta segunda justificación y así el juego continúa.
Algunas justificaciones deben ser aceptadas provisionalmente sin puesta a prueba
adicional si el argumento va a estar abierto a nosotros en el campo en cuestión: no
deberíamos ni siquiera saber qué tipo de datos son los menos relevantes para la
conclusión si no tenemos al menos una idea provisoria de las justificaciones
aceptables en la situación confrontada. La existencia de consideraciones como ésas
establecerá que la aceptabilidad de las justificaciones más confiables es algo que
podemos dar por sentado.
Finalmente una palabra sobre las maneras como A difiere de CM y R: son
demasiado obvias como para que nos expandamos, puesto que los fundamentos con
respecto a una justificación generalmente aceptable son claramente una cosa; la
fuerza que la justificación otorga a la conclusión, otra; y las clases de circunstancias
excepcionales que pueden en casos particulares restringir las presunciones que las
justificaciones crea, la tercera. Ellas corresponden, en nuestro ejemplo, a las tres
aserciones (1) que los estatutos sobre la nacionalidad británica han sido de hecho
aprobados por la ley y dicen que....; (2) que Harry puede ser presumiblemente
británico; y (3) que Harry, habiéndose nacionalizado recientemente americano, no
está cubierto por los estatutos.
Debería señalarse un punto incidental sobre la interpretación a hacérsele a los
símbolos en nuestro modelo: esto puede arrojar luz en el ejemplo un tanto confuso
que usamos cuando discutamos el punto de vista de Kneale en probabilidades.
Consideremos las flechas que unen D y C. Puede parecer natural sugerir al
principio que esta flecha podría leerse como "entonces" en una dirección y como
"porque" en otra. Sin embargo son posibles otras interpretaciones. Como vimos
antes, el paso de la información de que Jones tiene la enfermedad de Bright a la
1
conclusión de que no puede esperarse que viva hasta los ochenta, no se invierte
perfectamente. Nos parece suficientemente natural decir "No se puede esperar que
Jones viva hasta los ochenta porque tiene la enfermedad de Bright", pero una
aserción más completa "No se puede esperar qui Jones viva hasta los ochenta porque
su probabilidad de una larga vida es muy poca porque tiene la enfermedad de Bright"
nos choca por engorrosa y artificial por el agregado de un paso extra que es
innecesario y trivial. Por otro lado, no nos importaría decir "Jones tiene la enfermedad
de Bright, por lo tanto, las posibilidades de que viva hasta los ochenta son débiles,
por lo tanto, no puede esperarse que viva tanto", porque la última oración es, por así
decirlo, inter alia -presenta una de las variadas y particulares moralejas que uno
puede trazar de la oración del medio, que nos habla de las expectativas generales de
vida.
Lo mismo en nuestro caso: leyendo a lo largo de la flecha de derecha a
izquierda o de izquierda a derecha, normalmente podemos decir ambos, "C porque D"
y "D, por lo tanto C". Pero algunas veces puede pasar que algunas conclusiones
generales además de C puedan ser justificadas dado D: donde esto pasa,
encontraremos a menudo natural escribir no sólo "D, por lo tanto C", sino también "D,
por lo tanto C', por lo tanto C", siendo la conclusión más general justificada en vistas
de la información D, de la que podemos inferir inter alia que C. Donde si éste es el
caso, nuestro "por lo tanto" y "porque" no son más reversibles., Si ahora leemos el
argumento hacia atrás, la aserción que obtenemos -"C, porque C', porque D" es aún
más engorroso de lo que la situación realmente requiere.

Ambigüedades en el silogismo
Ha llegado el momento de comparar las distinciones, de importancia práctica
que encontramos en el plan y en la crítica de argumentos, con aquellos que
tradicionalmente se han hecho en los libros de teoría lógica: vamos a comenzar por
ver cómo nuestras distinciones se aplican al silogismo o argumentos silogísticos. Para
el propósito de nuestro argumento presente, podemos limitar nuestra atención a una
de las muchas formas del silogismo, representada por el ejemplo honorable:

Sócrates es hombre
Todos los hombres son mortales
Sócrates es mortal
Este tipo de silogismo tiene ciertos rasgos especiales. La primera premisa es
"singular" y hace referencia a un individuo particular, mientras que la segunda es
"universal". Aristóteles mismo estuvo, por supuesto, más ocupado con silogismos en
los que ambas premisas fueran universales, porque según su criterio, muchos de los
argumentos que encierran teorías científicas son de esa clase.
Pero estamos intresados principalmente en argumentos en los que se aplican
proposiciones generales para justificar conclusiones particulares sobre individuos, así
que esta limitación inicial es conveniente. Muchas de las conclusiones que
encontramos tendrán una aplicación obvia -mutatis mutandi, a silogismos de otros
tipos. Podemos empezar preguntando: "Qué corresponde en el silogismo a nuestra
distinción entre datos, justificación y apoyo?" Si insistimos con nuestra pregunta,
encontraremos que las aparentemente inocentes formas usadas en los argumentos
silogísticos resultan tener una complejidad oculta. Esta complejidad interna es
comparable con lo que observamos en el caso de las conclusiones calificadas
modalmente: aquí, como antes, estaremos obligados a desenredar dos cosas
distintas -la fuerza de las premisas universales cuando son consideradas como
justficación y el apoyo del cual ellas dependen para estar autorizadas.
Para aclarar estos puntos, tendremos en cuenta sólo las dos premisas
1
universales en las que normalmente los lógicos se concentran -"Todos los A son B" y
"Ningún A es B" -pero también las dos otras formas de afirmación que probablemente
tendremos más ocasiones de usar -"Casi todos los A son B" y "Casi ningún A es B". La
complejidad interna de estas aserciones pueden ilustrarse primero y más claramente,
en los dos útlimos casos. Consideremos, por ejemplo la aserción "escasamente
algunos suecos son católicos". Esta aserción puede tener dos aspectos distintos:
ambos están propensos a ser operativos al mismo tiempo cuando la aserción aparece
en un argumento, pero ellos pueden sin embargo, distinguirse.
Para empezar, puede servir como una simple observación: en ese caso, puede
estar igualmente bien escrito en la forma completa: "la proporción de suecos que son
católicos es menor a 2%", a lo que podemos agregar una referencia entre paréntesis
sobre la fuente de nuestra información ("De acuerdo a las tablas de Almanaque de
Whiltaker").
Alternativamente, la misma aserción puede servir como una genuina
justificación inferencial. En ese caso, será natural expandirla de manera diferente,
como para obtener la aserción más cándida: "un sueco puede ser considerado casi
con certeza como un no católico".
Sólo si miramos la oración simple "Escasamente algunos suecos son católicos",
por sí misma esta distinción puede parecer bastante tonta: pero si la aplicamos al
análisis en un argumento en el cual aparece como una premisa, obtenemos un
resultado de cierta significación, así que construyamos un argumento de forma cuasi-
silogística, en el cual esta afirmación figura en la posición de premisa mayor. Este
argumento podría ser, por ejemplo, el siguiente:

Petersen es sueco
Escasamente algunos suecos son católicos
Por lo tanto, casi con certeza, Petersen no es católico

La conclusión en este argumento es sólo tentativa, pero en otros aspectos el


argumento es exactamente como un silogismo. Como hemos visto, la segunda
afirmación puede ser expandida en dos formas, por lo que se convierte en "la
proporción de suecos que pueden ser considerados católicos es menor al 2%" o
también "un sueco puede ser considerado casi con certeza como un no católico".
Veamos ahora qué pasa si sustituimos cada una de las sucesiones expandidas por
turno, por la segunda de nuestras tres afirmaciones originales. En un caso,
obtenemos el siguiente argumento:

Petersen es sueco
Un sueco puede ser considerado casi con certeza como un no católico
Por lo tanto y casi con certeza, Petersen no es católico.

Aquí las sucesivas líneas corresponden en nuestra terminología a la afirmación


de un dato (D), una justificación (J) y una conclusión (C). Por otro lado, si hacemos la
sustitución alternativa, obtenemos:

Petersen es sueco;
La proporción de católicos suecos es menor al 2%
Por lo tanto y casi con certeza, Petrsen no es católico.

En este caso, nuevamente tenemos los mismos datos y conclusiones, pero la


segunda línea ahora presenta el apoyo (A) para la justificación (J) que queda por sí
sola no declarada.
1
Por una cuestión de prolijidad, podemos ahora vernos tentados a abreviar
estas dos versiones expandidas. Si lo hacemos, podemos obtener respectivamente,
los dos argumentos:
(D) Petersen es sueco
(J) Un sueco no es, casi con certeza, católico
(C) Por lo tanto Petersen no es, casi con certeza, católico.

(D) Petersen es sueco


(A) La proporción de suecos católicos es ínfima
(C) Por lo tanto Petersen no es, casi con certeza, católico.

La relevancia de nuestra distinción de la concepción tradicional de "validez


formal" debería ya hacerse patente y en breve retornaremos a la cuestión.
Volviendo a la forma "Ningún A es B" ("Ningún sueco es católico"), podemos
hacer una distinción similar. Esta forma de afirmación puede también emplearse de
dos maneras alternativas, ya sea como soporte estadístico o como una justificación
inferencial. Puede servir simplemente para reportar el descubrimiento de un experto
en estadística -la proporción de católicos suecos es de hecho cero- o
alternativamente, puede servir para justificar el trazado de conclusiones en los
argumentos, volviéndose equivalente a la afirmación explícita "un sueco puede ser
considerado, casi con certeza, como un no católico".
Nuevamente se abren las correspondientes interpretaciones si miramos un
argumento que incluye nuestra afirmación ejemplar como premisas universales.
Consideremos el argumento:

Petersen es sueco
Ningún sueco es católico
Por lo tanto, con certeza, Petersen no es católico

Esto puede ser entendido en dos formas: lo podemos escribir en la forma:

Petersen es sueco
La proporción de católicos suecos es cero
Por lo tanto, con certeza, Petersen o es católico

o alternativamente de la forma:

Petersen es sueco
Un sueco no es, con certeza, católico
Por lo tanto, Petersen no es católico

Aquí nuevamente la primera fórmula equivale en nuestra terminología, a poner


el argumento en el forma "D, A, por lo tanto C"; mientras que la segunda fórmula es
equivalente a ponerlo en la forma "D, J, por lo tanto C". Entonces, según estemos
trabajando con un "escasamente algún" argumento o un ""no" argumento, la forma
de expresión habitual tenderá en uno u otro caso a ocultarnos la distinción entre una
justificación inferencial y su apoyo. Lo mismo será en el caso de "todo" y "casi todo".
Allí también la distinción entre "Todos y casi todos los A se ha encontrado que son B"
y decir "Cualquier A puede ser tomado, con certeza o casi con certeza, como B" es la
distinción que se oculta por la forma simplificada "Todos los A son B". En el
1
funcionamiento práctico, esta crucial diferencia puede pasar inadvertida o no ser
señalada.
Nuestro esquema de análisis, en oposición más complejo, evita esta falla. No
deja lugar a ambigüedades: en el esquema se dejan lugares completamente
separados para la justificación y para el apoyo del que depende su autoridad. Por
ejemplo, nuestro "escasamente algún..." argumento deberá presentarse de la
siguiente manera:

(D) Petersen es sueco → Por lo tanto CM → C (Petersen no es católico)

Puesto que (J)


(un sueco puede ser considerado casi con certeza como no católico)
Porque (D)
(la proporción de católicos suecos es menor al 2%)

Se necesitarán las correspondientes transcripciones para los argumentos de


los otros tres tipos.
Cuando teorizamos acerca de los silogismos, en los que se evalúa una parte
central por proposiciones de las formas "Todos los A son B" y "Ningún A son B", será
conveniente mantener está distinción. La forma de la afirmación "Todos los A son B"
es así engañosamente simple: puede estar usando tanto la fuerza de una justificación
y el contenido fáctico de su apoyo, dos aspectos que podemos producir al expandirlo
de diferentes maneras.
Algunas veces puede ser usado estando solo, en sólo una de esas formas a la
vez, pero a menudo y especialmente en argumentos, hacemos que la simple
afirmación cumpla con las dos tareas a la vez, y encubrimos por cuestiones de
brevedad, la transición del apoyo a la justificación -de la información fáctica que
presuponemos a la licencia inferencial que dicha información nos justifica a emplear.
La economía práctica de este hábito puede ser obvio; pero con propósitos filosóficos
deja la estructura efectiva de nuestro argumentos insuficientemente simple.
Hay un claro paralelo entre la complejidad de las afirmaciones del tipo
"Todos..." y la de las afirmaciones modales. Como antes, la fuerza de las afirmaciones
es invariable para todos los campos de argumentos. Cuando consideramos este
aspecto de las aserciones, la forma "Todos los A son B" podrá siempre ser
reemplazada por la forma "Un A puede con certeza ser tomado como B", y esto será
verdad sin importar el campo; son igualmente correctos "Todos los suecos son
católicos", "Todas las ballenas son mamíferos" y "Toda mentira es reprochable" -en
cada caso, la afirmación general servirá como justificación autorizando un argumento
de la misma forma, D → C, ya sea que el paso va desde "Harry nación en Bermudas"
a "Hary es un ciudadano británico" o desde "Wilkinson mintió" a "Wilkinson actuó de
manera reprochable". No debería haber ningún misterio sobre la naturaleza del paso
de D a C, siendo que la fuerza total de la aserción general "Todos los A son B", así
entendida, es la de autorizar justamente esa clase paso.
En contraste, los tipos de fundamentos o apoyo que sustentan una justificación
de esta forma dependerá del campo de argumentos: aquí se mantiene el paralelo con
las aserciones modales. Desde este punto de vista, lo importante es el contenido
fáctico, no la fuerza de las aserciones "Todos...". Aún cuando una justificación de la
forma "Una A puede con certeza ser tomada como B" debe mantenerse válida en
cualquier campo en virtud de algunos hechos, la clase de hechos en base a los cuales
cualquier justificación tendrá uso corriente y cuya autoridad variará de acuerdo al
campo de argumentación en el cual opera; por lo tanto, cuando expandimos la forma
simple "Todos los A son B", para hacer explícita la naturaleza del apoyo que se usa, la
1
expansión que debemos hacer también dependerá del campo con el que estemos
trabajando. En un caso, la aserción comenzará "La proporción de A encontrada como
B es 100%"; en otro, "Los A están regulados por estatuto a ser contados
incondicionalmente como B"; en un tercero, "La clase de B incluye taxónomicamente
la entera clase de los A"; y en un cuarto, "la práctica de considerar A lleva a las
siguientes consecuencias intolerables", etc.
Sin embargo, a pesar de las notables diferencia entre ellos, todas estas
elaboradas proposiciones se expresan en ocasiones en la forma simple y compacta
"Todos los A son B".
En el caso de las formas "Casi todas los A son B", "Escasamente algunos A son
B", "Ningunos A son B", pueden hacerse similares distinciones. Usadas para expresar
justificaciones, difieren de "Todos los A son B" en sólo un aspecto: donde antes
escribimos "con certeza", ahora debemos escribir "casi con certeza", "casi con
certeza no" o "ciertamente no". De la misma manera, cuando estamos usándolas
para establecer no garantías sino apoyos: en los casos estadísticos, simplemente
deberemos reemplazar "100% por, supongamos, "al menos 95%", "menos del 95%"
o "cero"; en el caso de una ley o un estatuto, se reemplazará "incondicionalmente"
por "sólo excepcionalmente", "sólo en circunstancias excepcionales" o "en ninguna
circunstancia"; y en casos taxonómicos reemplazar "la totalidad de la clase de los A"
por "toda menos una pequeña sub-clase", "sólo una pequeña sub-clase" o "ninguna
parte de". Una vez que hayamos completado las formas "todas..." y "ninguna...", de
esa manera, la dependencia del campo de apoyo para nuestras justificaciones estará
tan claro como sea posible.

La noción de "Premisas Universales"


La total implicancia de la distinción entre fuerza y apoyo, como se aplica a la
proposición de la forma "Todos los A son B" se volverá clara sólo después de que
agreguemos otra distinción, esto es, entre argumentos "analíticos" y "sustanciales".
Esto no puede hacerse inmediatamente, así que por el momento todo lo que
podemos hacer es sugerir la manera como la tradicional forma de presentar nuestros
argumentos -la forma de dos premisas seguidas de conclusión- puede distorsionarse.
Obviamente, este modelo de análisis está expuesto a crear una exagerada
apariencia de uniformidad por ejemplo, entre argumentos de diferentes campos; pero
lo que probablamente es tan importante como eso es su poder de distinción también,
de las grandes diferencias entre las cosas tradicionalmente clasificadas juntas como
premisas. Consideremos nuevamente los ejemplos de nuestro tipo estándar, en el
cual una conclusión particular es justificada apelando a un dato particulr sobre un
individual - la singular, premisa menor- tomadas junto con una general información
que sirve como justificación y/o apoyo -la premisa mayor o universal. Mientras
interpretemos las premisas universales como las que expresan el apoyo de las
justificaciones y no éstas, ambas, premisa mayor y menor son, en todo caso,
categóricas y fácticas: al respecto, la información de que ni un solo sueco se reporta
como católico va a la par de la información de que Petersen es sueco. Aún así, los
diferentes roles que se juegan en las argumentaciones prácticas por los datos de uno
y por el apoyo de las justificaciones de uno es mas bien desacertado etiquetarlas
como "premisas". Pero supongamos que adoptamos la interpretación alternativa de
nuestra premisa mayor, tratándola a la inversa, como justificación, las diferencias
entre premisa mayor y menor son aún más notables.
Una "premisa singular" expresa una parte de la información de la cual
dibujamos una conclusión; una "premisa universal" expresa, no una parte de la
información, sino mas bien una garantía de acuerdo con la cual podemos basar el
paso de nuestros datos a nuestra conclusión. Dicha garantía, por todo su apoyo, no
1
será ni fáctica ni categórica, sino mas bien hipotética y permisiva. Una vez más, la
distinción entre "premisas" y "conclusión" aparece insuficientemente compleja y, para
hacer justicia con la situación, uno necesita adoptar en su lugar al menos, las cuatro
distinciones entre "datos", "conclusión", "justificación" y "poyo".
Una forma en la que la distinción entre las varias interpretaciones posibles de
la "premisa universal" puede resultar importante para los lógicos, puede ilustrarse
refiriéndonos a un viejo rompecabezas lógico. La cuestión ha sido debatida a
menudo, si la forma de la aserción "Todos los A son B" tiene o no alguna implicancia
existencial: si esto es así, nos compromete a creer que algunas A existen. Las
aserciones de la forma "Algunos A son B" no dan origen a ninguna dificultad, pero el
uso de esta última forma siempre implica la existencia de "algunos ", pero la forma
"Todos los A son B" parece ser más ambigua. Se ha argumentado, por ejemplo, que
una aserción como "Todos los hombres con pies enfermos tienen dificultades para
caminar" no necesita ser tomada como si implicara la existencia de algún hombre en
esas condiciones: es una verdad general, es un dicho que se mantendrá verdadero
aún cuando por una vez, no hubiese ningún hombre con los pies enfermos, y no
dejará de ser verdad que la enfermedad impide caminar cómodamente sólo porque el
último hombre con pies deformes se haya sanado después de una cirugía.
Aún no nos deja conforme: no tiene entonces nuestra aserción fuerza
existencial? Seguramente, pensamos, los hombres con pies deformes deben haber
existido si estamos capacitados para hacer esta aserción?
Este acertijo ilustra muy bien la debilidad del término "premisa universal".
Supongamos que nos apoyamos en el modo tradicional de análisis de los
argumentos:

Jack tiene los pies deformes


Todos los hombres con pies deformes tienen dificultad para caminar
Por lo tanto, Jack tiene dificultad para caminar

En tanto sigamos, la presente dificultad estará propensa a volver, porque este


esquema de análisis deja poco claro si la aserción general "Todos..." se va a construir
como una premisa universal -justificación- o como un informe fáctico de nuestras
observaciones. Se construirá significando "Un hombre con pies deformes tendrá (se
espera que) dificultades para caminar" o significando "Todos los hombres con pies
deformes de los que se tiene registro, se encontró que tenían dificultades para
caminar"?
No estamos confinados, salvo por un viejo hábito, a emplear la forma "Todos
los A son B", con todas las ambigüedades que conlleva. Estamos en libertad de
desecharla a favor de formas de expresión que son más explícitas, aún cuando sean
más incómodas; y si hacemos este cambio, el problema de las implicancias
existenciales simplemente no nos traerá más problemas. La aserción "Todos los
hombres con pies deformes de los cuales se tiene registro..." implica por supuesto,
que allí hubo de todos modos, algún hombre con pies defectuosos; si no, no
tendríamos registros a los que referirnos. Mientras que la justificación "Un hombre
con pies deformes tendrá dificultad al caminar" igualmente por supuesto deja la
cuestión existencial abierta. Podemos sinceramente decir que sufrir de ese defecto
podría ser un impedimento para cualquier peatón, aún sabiendo que en ese momento
todos están mintiendo y que nadie era tan deforme. Por lo tanto, no estamos
obligados a responder; si se presenta así, la pregunta de si "Todos los A son B" tiene
implicancias existenciales: ciertamente podemos rechazar un directo sí o no. Algunas
de las aserciones que los lógicos representan en esta mas bien cruda forma tienen
implicancias como ésas, otras no. No se pueden dar respuestas completamente
1
generales a la pregunta, porque lo que determina si hay o no implicancias
existenciales en cada caso particular no es la forma en sí de la aserción, sino antes, el
uso práctico de esa forma según la ocasión.
Podemos decir que la forma "Todos los A son B" tiene implicancias
existenciales cuando se usa para expresar el apoyo a una justificación, pero no
cuando se usa para expresar la justificación en sí misma?
Aún esta forma de exponer el punto se vuelve demasiado prolijo. La otra cosa
que la excesiva confianza en la forma "Todos los A son B" tiende a ocultarnos son las
diferentes clases de apoyos que nuestras creencias generales puedan requerir, y esas
diferencias son importantes aquí. No hay duda de que la aserción de que todo
hombre con pies deformes de los que se tiene registro, encuentra en esta deformidad
un impedimento para caminar, que hemos citado aquí como apoyo, implica que hubo
gente así; pero podemos apoyar la misma justificación apelando a consideraciones de
otro tipo también, por ejemplo, por argumentos que expliquen desde principios
anatómicos de qué manera el defecto en los pies puede llevar a una discapacidad. En
estos términos teóricos, podríamos discutir las discapacidades que podrían resultar
de cualquier tipo de deformidad que podamos imaginar, incluyendo algunas de las
que no se conoce que nadie haya tenido: ese tipo de apoyo, en consiguiente, deja
abierta la cuestión existencial.
Nuevamente, si consideramos justificaciones de otros tipos, encontramos
muchos casos en los que el apoyo a una justificación no tiene, como se presenta,
implicancias existenciales. Esto puede ser verdad, por ejemplo, en el caso de las
justificacions apoyadas por previsiones estatutarias: la legislación puede referirse a
personas o situaciones que aún no han ocurrido: por ejemplo, para todas las mujeres
casadas que tendrán 70 años en enero de 1984; o alternativamente, a clases de
personas que no han existido, como la de los hombres que se han encontrado
culpables en ocasiones distintas, de diez diferentes asesinatos. Los estatutos que se
refieren a gente de este tipo pueden proveer apoyo a las justificaciones inferenciales
que nos autorizan a tomar todo tipo de pasos en los argumentos, sin que ni las
justificaciones ni sus apoyos impliquen algo sobre la existencia de gente como ésa.
Para resumir: su prestamos mayor atención a las diferencias entre justificaciones y
apoyos, y entre las diferentes clases de apoyos para una y la misma justificación y el
apoyo para justificaciones de diferentes tipos, y si rechazamos enfocar nuestra
atención hipnótica en la forma tradicional "Todos los A son B", podemos no sólo ver
que algunas veces esa última forma tiene implicancias existenciales y algunas veces
no, sino también entender por qué esto puede ser así.
Una vez que uno se ha acostumbrado a expandir aserciones de la forma
"Todos los A son B" y a reemplazarlas según la ocasión lo requiera por justificaciones
explícitas o aserciones explícitas de apoyo, uno puede encontrarse con un
rompecabezas que los lógicos han entresacado de la forma de aserción por mucho
tiempo. Las razones de esto nos ocuparán en un ensayo posterior: por el momento,
debemos remarcar que han hecho esto sólo a expensas de empobrecer nuestro
lenguaje y descuidando un gran número de indicios para la solución apropiada de sus
acertijos. Porque la forma "Todos los A son B" ocurre en argumentos prácticos mucho
menos de lo que uno puede suponer por los textos de lógica: realmente, deben
dedicarse muchos esfuerzos para entrenar a los estudiantes en las maneras de re-
expresar en esta forma especial las aserciones lingüísticas a las que están
acostumbrados, haciendo así esas expresiones lingüísticas aparentemente dóciles
para el análisis silogístico tradicional. No hay necesidad, como queja de esto, de
argumentar que el idioma es sagrado, o que provee por sí mismo el entendimiento de
una clase que no hubiésemos tenido antes. Sin embargo, en nuestras formas
normales de expresión, encontraremos muchos puntos lingüísticos que pueden servir
1
como indicios bien definidos, y son pertinentes en este caso, para llevarnos en la
dirección correcta.
Donde los lógicos, en el pasado, comprimieron todas las aserciones generales
dentro de su predeterminada forma, el discurso práctico ha empleado habitualmente
una docena de diferentes formas -"Todo A es B", "Cada A es B", "Un A será B", "Los A
son generalmente B" y "El A es B", siendo ésta sólo una selección. Contrastando con
estas expresiones, en vez de ignorarlas o de insistir en que todas se salen de la línea,
los lógicos deberían haberse visto atraídos por estas distinciones que nosotros
encontramos cruciales. El contraste entre "Todo A" y "Ningún A" por un lado, y "Algún
A" y "Un A" por el otro, apunta inmediatamnete hacia la distinción entre datos
estadísticos y las justificaciones de las cuales ellas pueden ser el apoyo. Las
diferencias entre justificaciones entre campos diferentes también se refleja en las
expresiones. Un biólogo difícilmente usará las palabras "Todas las ballenas son
mamíferos", mientras que tales oraciones como "las ballenas son mamíferos" o "la
ballena es un mamífero" podría naturalmente decirse o escribirse. Las justificaciones
son una cosa, el apoyo otra; apoyar haciendo una observación enumerativa es una
cosa, apoyar por clasificación taxonómica otra, y nuestra opción en las expresiones,
aunque sea a lo mejor sutil reflejar esas diferencias con exactitud.
Aún en el campo tan remoto como el de la ética filosófica, algunos viejos
problemas se han generado exactamente de esa manera. La práctica nos lleva a
reconocer que las verdades éticas generales pueden aspirar cuanto más, a
mantenerse válidas en ausencia de efectivos contra-reclamos: los conflictos del
deber-ser son rasgos inseparables de la vida moral. Donde los lógicos demandan la
forma "Toda mentira es reprochable" o "Todo mantenimiento de una promesa es
justo", los modismos replican "Mentir es reprochable", y "Mantener una promesa es
justo". El "todo/a" de los lógicos conlleva expectativas desafortunadas, que en la
práctica están ocasionalmente ligadas a desilusiones. Aún las justificaciones más
generales en los argumentos éticos están sujetas, en situaciones inusuales, a
excepciones y así, sólo a las más fuertes se les puede autorizar conclusiones
presuntivas. Si insistimos en "todo/a", los conflictos de deber nos llevan a paradojas,
y mucho de teoría moral se involucra para sacarnos del pantano. Poca gente insiste
en poner en práctica las consecuencias de insistir en los "todo" extras, porque para
hacerlo, uno debe recurrir a medidas arriesgadas: puede hacerse sólo adoptando una
posición moral excéntrica, como el pacifismo absoluto, en el cual un principio
solamente es admitido como genuinamente universal, y este principio es difundido
por toda suerte de penalidades, en presencia de todos los conflictos y contra-
reclamos que podrían normalmente calificar su aplicación. El camino desde unos
buenos puntos sobre lógica y expresiones, a los más difíciles problemas de conducta,
no es después de todo, demasiado largo.

La noción de validez formal


Los principios morales del estudio de argumentos prácticos nos ocupará en la
parte final del ensayo. Pero hay una tópica -con la cual este ensayo comienza- sobre
la que ya estamos en condiciones de decir algo: llamémosle la idea de "forma lógica"
y las doctrinas que intentan explicar la validez de los argumentos en términos de esa
noción de forma. A veces se argumenta por ejemplo, que la validez de los
argumentos silogísticos es una consecuencia del hecho de que las conclusiones de
esos argumentos son simplemente "transformaciones formales" de las premisas. Si la
información de la cual partimos, como se expresa en la premisa mayor y menor, nos
conduce a una conclusión por medio de una inferencia válida, esto es así porque la
conclusión resulta simplemente de mezclar las partes de las premisas y acomodarlas
luego en un nuevo esquema. Al dibujar la inferencia, reordenamos los elementos
1
dados, y las relaciones formales entre esos elementos según aparecen, primero en
las premisas y luego en la conclusión, de una manera u otra, nos aseguran la validez
de la inferencia hecha.
Cómo se ve esta doctrina, si ahora hacemos nuestra distinción central entre los
dos aspectos de la forma de aserción "Todos los A son B"?
Consideremos un argumentos de la forma:

X es un A
Todos los A son B
por lo tanto, x es un B
Si expandemos la premisa universal de este argumento como una justificación,
se convierte en "Algunos A pueden ciertamente ser tomados como B", o más
brevemente, "Un A es con certeza un B". Sustituyéndolo en el argumento,
obtenemos:

X es un A
Un A es con certeza un B
por lo tanto, X es con certeza un B

Cuando se pone el argumento de esta forma, las partes de la conclusión son


las mismas que las partes de las premisas, y la conclusión puede obtenerse
simplemente mezclando las partes de las premisas y reacomodándolas. Si esto es lo
que significa cuando se dice que el argumento es "formalmente válido", aún debe
decirse algo más: dado que se emplea la correcta justificación, cualquier argumento
puede expresarse en la forma "Dato", "justificación", por lo tanto, "conclusión, y en
concsecuencia, volverse formalmente válido. Para una apropiada eleccíón de la
expresión, esto es, cualquier argumento de esos puede así expresar que su validez es
aparente simplemente por su forma: esto es igualmente verdad; cualquiera sea el
campo de argumento -no hay diferencia si la premisa universal es "Todos los
múltiplos de 2 son pares", "Todas las mentiras son reprochables" o "Todas las
ballenas son mamíferos". Cualquiera premisa así puede ser escrita como una
justificación incondicional, "Un A es con certeza un B" y usarse en una inferencia
formalmente válida; o, para poner el punto menos desviado, puede ser usado en una
inferencia, la ciual es tan sólida que su validez se vuelve formalmente manifesta.
Por otro lado, si sustituimos el apoyo por la justificación por ejemplo,
interpretando la premisa mayor de otra manera, no habrá más lugar para aplicar la
idea de validez formal en nuestro argumento. Un argumento de la forma "Dato,
apoyo, por lo tanto, conclusión", puede, con propósitos prácticos, estar en orden.
Podríamos aceptar sin ninguna duda el argumento:

Petersen es sueco
La proporción registrada de católicos suecos es cero;
por lo tanto, con certeza, Petersen no es católico.

Pero no puede haber ninguna pretensión de que la solidez de ese argumento


sea una consecuencia de cualquiera de las propiedades formales de sus expresiones
constitutivas. Separadas de otra cosa, los elementos de la conclusión y las premisas
no son las mismas. Por el tanto, el paso involucra algo más que revolver y reordenar.
Para el tema, por supuesto, la validez del (D, J, por lo tanto C) argumento no era
realmente una consecuencia de sus propiedades formales tampoco, pero de todos
modos en este caso uno podría establecer el argumento en una forma
particularmente ceñida. Ahora, esto no puede hacerse más: un argumento (D, A, por
1
lo tanto, C) no será formalmente válido. Una vez que revelamos el apoyo del cual
(como último recurso) depende la solidez de nuestro argumento, la sugerencia de
que la validez será explicada en términos de "propiedades formales", en cualquier
sentido geométrico, pierde su plausibilidad.
Esta discusión sobre la validez formal puede arrojar alguna luz en otros puntos
lingüísticos: uno en el que el uso corriente de los argumentadores nuevamente se
separa de la tradición lógica. El punto surge de la siguiente manera. Supongamos que
contrastamos lo que pueden ser llamados argumentos "que usan justificaciones" con
argumentos "que las establecen". La primera clase incluirá, entre otras, todas
aquéllas en las que un simple dato se menciona para establecer una conclusión
apelando a alguna justificación cuya aceptabilidad se toma por segura -son ejemplos,
"Harry nació en Bermudas, por lo tanto, presumiblemente (siendo que la gente
nacida en las colonias tiene el derecho a la nacionalidad británica), Harry es un
ciudadano británico"; Jack dijo una mentira, por lo tanto presumiblemente (siendo la
mentira generalmente reprochable), Jack actuó de manera reprochable; y "Petersen
es sueco, por lo tanto presumiblemente (siendo que escasamente los suecos son
católicos), Petersen no es católico". Los argumentos "que establecen justificaciones"
serán, en contraste, el tipo de argumentos que uno podría encontrar en ensayos
científicos, en los que la aceptabilidad de una nueva justificación se hace clara por
aplicarle un número de casos en lo que ambos, "dato" y "conclusión" han sido
verificados independientemente. En esta clase de argumentos, la justificación, no la
conclusión, es nueva, por lo tanto, está a prueba.
El profesor Gilbert Ryle ha comparado los pasos involucrados en estos dos
tipos de argumentos con, respectivamente, hacer un viaje por vías de tren ya
construidas y la construcción de una nueva vía: ha argumentado persuasivamente
que sólo la primera clase de argumentos puede ser referido como "inferencias",
basándose en que el elemento esencial de innovación en la última clase no puede
someterse a reglas y en que la noción de inferencia esencialmente involucra la
posibilidad de "reglas de inferencia".
La expresión que ha de tenerse en cuenta es ésta: que la distinción que hemos
señalado por los engorrosos términos "que usan justificaciones" y "que establecen
justificaciones" es comúnmente indicada en la práctica por la palabra "deductivo",
sus asociadas y oponentes. Fuera del estudio de familia de palabras, "deducir",
"deductivo" y "deducción" se aplican a argumentos de campos diferentes: todo lo que
se requiere es que esos argumentos sean de los "que usan justificaciones", aplicando
justificaciones establecidas a datos frescos de los que deriven nuestras conclusiones.
No hace diferencia con respecto a la propiedad de estos términos, que el paso de D a
C involucre en algunos casos una transición de tipo lógico, esto es por ejemplo, un
paso desde la información sobre el pasado una predicción sobre el futuro.
Sherlock Holmes nunca dudó en decir que había deducido que un hombre
estuvo en el este de Sussex por el color y la textura de los fragmentos de tierra que
dejó sobre la alfombra, y en esto, hablaba como un personaje de la vida real. Un
astrónomo diría igualmente sin esfuerzo que dedujo cuándo un eclipse ocurriría en
base a las pasadas y presentes posiciones y movimientos de los cuerpos celestes
involucrados. Como Ryle insinúa, el sgnificado de la palabra "deducir" es
efectivamente el mismo que "inferir"; así es que siempre que haya justificaciones
establecidas o un conjunto de procedimientos de cálculo por los cuales pasar de los
datos a la conclusión, deberíamos correctamente hablar de "deducción". Una
predicción singular, hecha de cuerdo con las ecuaciones estándar de dinámica
estelar, es en este sentido una deducción incuestionable; y en tanto Sherlock Holmes
también es capaz de producir sólidas y bien fundadas garantías para justificar sus
pasos, podemos admitir que él también ha hecho deducciones -a menos que uno
1
haya estado leyendo justo un texto de lógica formal. Las protestas de otro detective
de que Sherlock Holmes estaba equivocado, tomando por argumentos deductivos que
en realidad eran inductivos, lo presentará como falso e incorrecto.
La otra cara de esta moneda merece también un vistazo: es decir, la forma
como la palabra "inducción" puede usarse para referirse a argumentos que
establecen justificaciones. Isaac Newton por ejemplo, regularmente habla de
"interpretar una proposición general" por inducción. Por esto quiere decir "usando
nuestra observación de regularidades y correlaciones como apoyo para una nueva
justificación". Empezamos, él explica, por establecer que una relación particular se
mantiene en un cierto número de casos y entonces, "explicar su general por
inducción"; nosotros continuamos aplicándolo a ejemplos frescos por tanto tiempo
como podamos hacerlo con éxito: si nos metemos en problemas a causa de esto,
dice, tendremos que buscar modos de explicación de las aserciones generales
"sujetas a excepciones"; esto es, descubrir las circunstancias especiales en las que
las presunciones establecidas por las justificaciones están sujetas a refutación.
Una aserción general en teoría física, como Newton nos recuerda, debe ser
interpretada no como un dato estadístico sobre el comportamiento de un gran
número de objetos, sino mas bien como una abierta justificaciòn o principio de
cálculo: se establecen examinándolos en situaciones de muestra donde ambos, datos
y conclusiones son independientemente conocidos, después interpretados como
generales por inducción y finalmente aplicados como una regla de deducción en
situaciones nuevas para derivar nuevas conclusiones de nuestros datos. En muchos
tratados de lógica formal por otro lado, el término deducción se reserva para
argumentos en los cuales los datos y el apoyo positivamente generan la conclusión
-en los que, presentar todos los datos y apoyos y así denegar la conclusión nos
llevaría a una real inconsistencia o contradicción. Este es, por supuesto, un ideal de
deducción al que ninguna predicción astronómica podría esperar aproximarse; y si es
esto lo que los lógicos van a demandar de cualquier "deducción", no sorprende que
no estén dispuestos a llamar a tal cálculo con ese nombre. Aún así, los astrónomos no
están dispuestos a cambiar sus hábitos: han venido llamando a sus elaboradas
demostraciones matemáticas "deducciones" por mucho tiempo, y ellos usan el
término para marcar una distinción perfectamente genuina y consistente.
Qué vamos a hacer con este conflicto de usos? Deberíamos permitir a
cualquier argumento a contar como deducción lo que se aplica a una justificación
establecida, o deberíamos pedir además, que debería ser apoyado por una positiva
vinculación? No estamos listos todavía para determinar estas cuestiones. Todo lo que
podemos hacer por el momento es registrar el hecho de que en este punto, las
expresiones usuales, exteriores al estudio, tienden a desviarse del uso profesional de
los lógicos. Como veremos, esta desviación particular es sólo un aspecto de uno
mayor, el cual nos interesará a lo largo de nuestro cuarto ensayo, y cuya naturaleza
se aclarará luego de que hayamos estudiado una distinción final. Debemos ahora
retornar a la distinción entre argumentos "analíticos" y "sustanciales".

Argumentos analíticos y sustanciales


Esta distinción se aborda mejor con un prólogo. Nosotros remarcamos
anteriormente que un argumento expresado en la forma "Datos, justificación y por lo
tanto C" puede presentarse de una manera formalmente válida, no importa a qué
campo pertenezca, pero esto nunca se podría hacer, así parecía, por argumentos de
la forma "Datos, apoyos para justificación,por lo tanto conclusión". Retornando a
nuestra lista de ejemplos: si estamos dando información sobre el lugar de nacimiento
de Harry, podremos esbozar un conclusión sobre su nacionalidad y defenderla con un
argumento formalmente válido de la forma (D, J, entonces C). Pero la justificaciòn que
1
aplicamos en este argumento formalmente válido depende, su autoridad depende de
hechos sobre el decreto de ciertos estatutos, y por consiguiente, podemos expresar el
argumento de la siguiente forma: (D, A, entonces C); esto es:

Harry nació en Bermudas


Los estatutos pertinentes (J), indican que las personas nacidas de padres
británicos en las colonias, tienen derecho a ser ciudadanos británicos.
entonces, presumiblemente, Harry es ciudadano británico.

Cuando escogemos esta forma, no hay duda de que afirmamos que la validez
del argumento es evidente simplemente por las relaciones formales entre las tres
aserciones que lo componen. Presentar el apoyo de nuestra justificación en este caso,
inevitablemente implica mencionar Actas del Parlamento y similares, y esas
referencias destruyen la elegancia formal del mismo. También en otros campos, el
mencionar explícitamente el apoyo -ya sea que tome la forma de un dato estadístico,
que apele a resultados de experimentos o se refiera a sistemas taxonómicos- nos
impediría escribir el argumento y por lo tanto, su validez deberá manifestarse
solamente por sus propiedades formales.
Como regla general por lo tanto, podemos presentar los argumentos en una
manera formalmente válida de la forma "D, J, entonces C" solamente; los argumentos
de la forma "D, A, entonces C" no pueden expresarse así. Hay, sin embargo, una
especial clase de argumentos qque a primera vista parecen romper esta regla
general, a los que deberíamos bautizar argumentos analíticos. Como ejemplo,
podemos tomar el siguiente:

Ana es una de las hermanas de Jack


Todas las hermanas de Jack son pelirrojas
entonces Ana es pelirroja

Los argumentos de este tipo tienen un lugar especial en la historia de la lógica,


y deberemos prestar mayor atención a ellos; no siempre se ha reconocido cuán raros,
en la práctica, son los argumentos que tienen estas características especiales.
Como un primer movimiento, expandamos este argumento. como ya lo hemos
hechos con los otros tipos. Escribiendo la premisa mayor como una aserción de
apoyo, obtenemos:

Ana es una de las hermanas de Jack;


Cada una de las hermanas de Jack es (habiéndose chequeado
individualmente) pelirroja;
entonces Ana es pelirroja.

Alternativamente, si escribimos la justificación en lugar del apoyo, tenemos:

Ana es una de las hermanas de Jack;


Cualquier hermana de Jack será (puede tomarse) como pelirroja;
entonces Ana es pelirroja.

Este argumento es excepcional en el siguiente aspecto: si cada una de las


chicas ha sido chequeada individualmente para ver si son pelirrojas, entonces el pelo
de Ana ha sido especialmente chequeado en ese proceso. En este caso, por lo tanto,
el apoyo de nuestra justificación incluye explícitamente la información que estamos
presentando como nuestra conclusión; por lo tanto, uno muy bien podría reemplazar
1
la palabra "entonces" antes de la conclusión por "en otras palabras" o "es decir". En
tal caso, aceptar el dato y el apoyo es de esa manera, aceptar implícitamente la
conclusión también; si unimos datos, apoyos y conclusión para formar una sola
oración, arribamos a una tautología -"Ana es una de las hermanas de Jack y cada una
de sus hermanas es pelirroja y también Ana es pelirroja". Entonces, por una vez, no
sólo los argumentos de la forma (D, J entonces C), sino también los (D, A, entonces C)
pueden -así parece- establecerse de una manera formalmente válida.
La mayoría de los argumentos que en la práctica usamos no son, es duro
decirlo, de este tipo. Hacemos aserciones sobre el futuro y las apoyamos por
referencias a nuestra experiencia de cómo las cosas pasaron en el pasado, hacemos
aserciones sobre los sentimientos del hombre o sobre su estatus legal y nos
apoyamos en las referencias de sus expresiones y gestos o en su lugar de nacimiento
y los estatutos sobre nacionalidad; adoptamos posiciones morales y pronunciamos
juicios estéticos y declaramos nuestro apoyo a teorías científicas o causas políticas,
en cada caso produciendo como fundamento para nuestra conclusión, aserciones de
un tipo lógico diferente a la conclusión en sí misma. En todo momento que hacemos
algunas de estas cosas, no hay duda de que la conclusión ha sido considerada como
una simple reformulación en otras palabras de algo ya establecido implícitamente en
los datos y el apoyo: aún si el argumento puede ser formalmente válido cuando se
expresa en forma "Datos, justificación, entonces conclusión", el paso que hacemos al
pasar a la conclusión -desde la información que tenemos para confiar en datos y
apoyo juntos- es sustancial. En la mayoría de nuestros argumentos, la aserción
obtenida al escribir "D, A y también conclusión" estará lejos de una tautología -esto
puede ser obvio, donde la legitimidad del paso involucrado es transparente pero no
tautológico.
En lo que sigue, llamaré argumentos de estos dos tipos respectivamente,
argumentos sustancial y analítico. Un argumento del D a C será llamado analítico si y
sólo si el apoyo para la justificación que lo autoriza incluye, implícita o explícitamente
la información transmitida en la conclusión misma. Donde esto es así, la aserción "D,
A y también C" será como una regla, tautológico (esta regla está, sin embargo, sujeta
a algunas excepciones que estudiaremos brevemente). Donde el apoyo para la
justificación no contenga la información tranmsmitida en la conclusión, la aserción "D,
A y también C" nunca será una tautología y el argumento será sustancial.
La necesidad de algunas distinciones de esta clase general es obvia, y ciertos
aspectos de ésta han forzado por sí mismas la atención de los lógicos, aún cuando
sus implicancias nunca han sido consistentemente trabajadas. Esta tarea ha sido
descuidada por dos razones por lo menos. Primero, la complejidad interna de las
aserciones de la forma "Todos los A son B" ayuda a encubrir la total diferencia entre
los argumentos sustanciales y analíticos, a menos que vayamos al problema de
expandir estas aserciones, así que se vuelve manifiesto si serán entendidas como
presentando justificaciones o el apoyo a esas justificaciones, nosotros descuidamos la
gran variedad de argumentos susceptibles de presentación en la tradicional forma
silogística: debemos sacar a la luz la distinción entre el apoyo y la justificación
explícitamente en cualquier caso particular si queremos estar seguros del tipo de
argumento con el que estamos trabajando.
Segundo, no se ha reconocido cuán excepcional es que los argumentos sean
genuinamente analíticos y cuán difícil es producir un argumento que será analítico
pasadas todas las dudas: si los lógicos han reconocido estos hechos, deberían estar
menos listos para tratar a los argumentos analíticos como modelos a los que los otros
tipos de argumentos fueran a imitar.
En nuestro ejemplo sobre el color de pelo de Ana, podría fácilmente pasarse de
la clase de analíticos a la de los sustanciales. Si el apoyo para nuestro paso desde el
1
dato "Ana es la hermana de Jack" a la conclusión "Ana es pelirroja" es sólo la
información de que cada una de las hermanas de Jack es -habiéndose observado
antes- pelirroja, entonces -uno puede argumentar- el argumento es sustancial aún así
como se presenta. Después de todo, la tintura no es desconocida. Entonces, no
deberíamos reescribir el argumento de manera tal que manifieste su carácter
sustancial abiertamente?

Dato: Ana es una de las hermanas de Jack


Apoyo: Todas las hermanas de Jack son -esto ha sido previamente
observado- pelirrojas;
Conclusión: Por lo tanto, presumiblemente, Ana es pelirroja.

La jutificación con la que se cuenta, por la cual aquí se presenta el apoyo, será
de la forma "cualquier hermana de Jack puede considerarse pelirroja"; por las razones
dadas, esta justificación puede ser considerada como estableciendo algo más que
una presunción:

Ana es una de las


hermanas de Jack Por lo tanto, presumiblemente Ana ahora es
pelirroja

Puesto que cualquier hermana A menos que Ana se haya teñido,


de Jack puede ser considerada sea canosa, haya perdido el
pelirroja cabello

Teniendo en cuenta el hecho de


que todas sus hermanas han sido
previamente observadas (siendo
pelirrojas)

Entonces, parece que puedo defender mi conclusión sobre el cabello de Ana


con un incuestionable argumento analítico -sólo si en ese justo momento tengo a
todas las hermanas de Jack a la vista y así puedo apoyar mi justificación con la
seguridad de que cada una de las hermanas de Jack es pelirroja en ese momento.
Pero en dicha situación, qué necesidad hay de un argumento para establecer el color
de pelo de Ana? Y cuál es la relevancia del color de pelo de las otras hermanas? Lo
que hay que hacer ahora es usar nuestros ojos, no buscar una cadena de
razonamientos. Si el propósito de un argumento es establecer conclusiones sobre las
que no estamos muy seguros al relacionarlos con otra información sobre la cual sí
tenemos una gran seguridad, comienza a ser un poco dudoso que cualquier
argumento genuinamente práctico siempre pueda ser apropiadamente analítico.
Sólo los argumentos matemáticos parecen estar a salvo: teniendo la
seguridad de que seis o más enteros entre 1 y 100 contienen al menos un número
primo y también la información de que ninguno de los números entre 62 y 66 es
primo, puedo con facilidad decir que el número 67 es primo; y éste es un argumento
cuya validez ni el tiempo ni el flujo de cambios puede cuestionar. Este carácter único
de los argumentos matemáticos es significativo. La matemática pura es posiblemente
la única actividad intelectual cuos problemas y soluciones están "fuera del tiempo".
Un problema matemático no es un dilema; su solución no tiene límite temporal, y no
involucra pasos de sustancia. Como un argumento modelo para analizar por los
lógicos formales puede ser elegantemente seductor pero difícilmente podría ser
1
menos representativo.

Peculiaridades de los argumentos analíticos


Para el final de este ensayo, todavía nos quedan dos importantes y principales
tareas. Primero debemos clarificar un poco más extensamente las características
especiales de los argumentos analíticos: después, debemos contrastar las
distinciones entre analíticos y sustanciales con otras tres distinciones cuya
importancia ya hemos visto:
1) Entre argumentos formalmente válidos y aquéllos que no lo son.
2) Entre los "que usan justificaciones" y los "que establecen justificaciones".
3) Entre los que conducen a conclusiones necesarias y los que conducen sólo a
conclusiones probables.
De la naturaleza misma de los argumentos analíticos deben discutirse dos
aspectos. Para empezar, debemos preguntar de qué base los argumentos de este
tipo dependen a la larga, para su validez; después de esto, debemos seguir y
considerar el criterio provisoriamente sugerido para distinguir argumentos analíticos
de otros -porque el "examen tautológico" arrojó, después de todo, insospechables
dificultades.
Para ver cómo surgen las primeras cuestiones, uno debería primero recordar
cuanto menos claramente de lo usual en el caso de argumentos analíticos, que
podemos distinguir entre datos y justificaciones -apoyo- entre la información desde la
cual argumentamos y la información que le da autoridad a las justificaciones, de
acuerdo con las cuales argumentamos: hasta dónde interesa la conclusión de que
Ana es pelirroja, la información de que Ana es la hermana de Jack tiene, a primera
vista, el mismo tipo de relación que dice cada una de las hermanas de Jack es
pelirroja. Esta similitud nos puede llevar a construir ambas piezas de información
como datos, y si lo hacemos, entonces la pregunta surge: qué justificación nos
autoriza a pasar de esas dos premisas juntas a la conclusión requerida?
Seguramente no podemos llegar de cualquier conjunto de datos a una
conclusión sin alguna justificación; por lo tanto, qué justificación podemos producir
para justificar nuestra inferencia en este caso? Este es un problema y podemos
atacarlo sólo de dos maneras: podemos aceptar la cuestión y producir una
justificación o alternativamente podemos rechazar la pregunta en la forma como se
presenta e insistir en remitirla para su reformulación (es argumentable, por ejemplo,
que tenemos una justificación perfectamente buena para pasar del primer dato a la
conclusión y que la segunda pieza de la información es el apoyo para esa
justificación). Por el momento, sin embargo, consideremos este problema en la forma
como aparece aquí.
La primera cosa por observar sobre este problema es el hecho de que es
completamente general. Mientras argumentemos solamente desde que Ana es una
de las hermanas de Jack a que es pelirroja, la pregunta qué justificación autoriza
nuestra inferencia? es una pregunta particular, relevante sólo para este argumento y
unos pocos más, pero si preguntamos, qué justificación nos autoriza a pasar de
ambas informaciones -que Ana es una hermana de Jack y que todas las hermanas de
Jack son pelirrojas, a la conclusión de que Ana es pelirroja, esa pregunta no está para
nada restringida a esa cuestión, porque puede surgir en exactamente la misma forma
para todos los argumentos de ese tipo, cualquiera sea su tema explícito. La respuesta
que se dará debe ser igualmente general y presentada de tal manera que se aplique
igualmente a todos los argumentos de ese tipo. Qué justificación diremos, autoriza
este paso particular? Los intentos de responder esta pregunta satisfctoriamente han
sido prolongados e inconclusos y no podemos seguirlos aquí: varios principios
diferentes de carácter general se han adelantado como las justificaciones implícitas
1
para pasos de este tipo -el "principio del Silogismo", el "Dictum de Omni et Nullo" y
otros. Pero bastante alejados de los méritos respectivos de sus respuestas rivales, los
filósofos no se han puesto de acuerdo sobre cómo esos principios generales
realmente nos autorizan a argumentar como lo hacemos. Qué clase de aserción es el
Principio del Silogismo? -ésta es la primera propuesta que necesita nuestra atención.
Hay tentación en decir que cualquier principio que avale todos los silogismos
parecidos debe entenderse como una aserción sobre el significado de nuestras
palabras -un análisis implícito de palabras pre-eminentemente lógicas como "todo" y
"alguna". Una consecuencia de esta opinión, a la cual estudiaremos en el capítulo
siguiente, ha sido el desarrollo de una mas bien limitada doctrina sobre la naturaleza
y alcance de la lógica. Si sólo los principios de inferencia correctamente así llamados
son aserciones sobre el significado de nuestras palabras, entonces (algunos han
argumentado) es erróneo aplicar el título de reglas de inferencia a otras clases de
aserciones generales también, las que están ocupadas en asuntos sustanciales y no
simplemente con el significado de nuestras palabras; como resultado, la noción total
de justificaciones inferenciales, como se ha presentado en este ensayo, ha sido
rechazada por confusa.
Ahora podemos acordar que no hay un paralelo exacto entre el "Principio del
Silogismo" y aquellas otras clases de reglas que rigen argumentos a los que dimos el
nombre de "justificaciones" y aún así sentir que esta conclusión va demasiado lejos.
Sin cuestionar al momento la necesidad de algún Principio del Silogismo, todavía
podemos objetarle el ser llamado aserciones sobre el significado de nuestras
palabras. Por qué no ver en él en todo caso, una justificación de un tipo tal que se
mantenga correctamente en virtud del significado de nuestras palabras? Este es un
avance a las formulaciones previas en, al menos, un aspecto, porque nos deja en
libertad de decir que otras justificaciones -aquéllas que argumentamos de acuerdo
con el campo analítico- se mantienen bien en virtud de otros tipos de
consideraciones. Los principios legales se mantienen firmes en virtud de decretos
estatutarios y precedentes judiciales, las leyes de la naturaleza de los científicos en
virtud de los experimentos y observaciones por los cuales fueron establecidos, etc. En
todos los campos, la fuerza de nuestras justificaciones es autorizar el paso de ciertos
tipos de datos a ciertos tipos de conclusiones, pero después de todo lo que hemos
visto sobre la dependencia de campo del criterio que empleamos en el asunto
práctico de argumentos, es sólo natural esperar que las justificaciones inferenciales
en diferentes campos necesiten establecerse por medio de diferentes clases de
procedimientos.
De acuerdo con esto, allí hay lugar para una adaptación -para que aceptemos
el Principio del Silogismo como la justificación para todos los silogismos analíticos, a
la vez reteniendo otro tipo de aserciones generales como justificaciones para
argumentos de otros tipos. Sin embargo, todavía permanece algo paradójico admitir
la necesidad de un Principio del Silogismo. Con argumentos de todos los otros tipos,
un hombre al que se le da el dato y la conclusión y que entiende perfectamente lo
que se le ha dicho, puede necesitar aún que se le exlique la autoridad (que permite)
ir de un paso a otro. "Entiendo cuál es su evidencia y entiendo la conclusión", puede
decir, "pero no cómo llegaste hasta allí". La tarea de la justificación es encontrar esa
necesidad para satisfacer a ese hombre; tenemos que explicar cuál es nuestra
justificación y si es necesario, mostrar de qué apoyo depende; y hasta que hayamos
hecho esto, todavía está abierto para él desafiar nuestro argumento.
Con argumentos analíticos, por otro lado, este tipo de situación es difícilmente
concebible: uno está tentado a decir de los argumentos analíticos (como con las
aserciones analíticas) que cualquiera que los entienda debe reconocer su legitimidad.
Si un hombre no ve la legitimidad de un paso analítico en cualquier caso particular,
1
no lo ayudaremos demasiado diciéndole algún principio tan general como el Principio
del Silogismo.
La indicación de que este Principio realmente es operativo para nosotros al
servir como la justifcación para todos los argumentos silogísticos, es por lo tanto
inadmisible. Ciertamente, si esto va ser requerido como justificación, esta es una
justificación que no requiere apoyo. Esto es aceptado por Aristóteles en el libro cuarto
de Metafísica, en el cual se aleja de su camino para rechazar cualquier demanda que
la ley de no-contradicción debería ser demostrada -él reconoce que ningún apoyo que
podamos producir podría agregar algo a la fuerza de este principio, y que todo lo que
necesitamos hacer en su defensa es alentar a un crítico a producirle una objeción
significativa.
Por consiguiente, déjennos intentar el curso alternativo: déjennos rechazar el
pedido a una justificación de prestar autoridad a todos los silogismos analíticos,
insistiendo a su vez, en que una premisa de cada silogismo de este tipo provee toda
la justificación que necesitamos. La información "todas las hermanas de Jack son
pelirrojas" podemos decir, sirve de apoyo para la justificación de que cualquiera de
sus hermanas pueda ser considerada pelirroja, y esa justificación limitada que nos
lleva de nuestra información inicial sobre Ana siendo hermana de Jack a la conclusión
sobre su color de pelo: "Esto es justamente analítico". Nuestra tarea ahora es definir
más cuidadosamente qué es exactamente aquí "justamente analítico", y resolver test
más claros de los que ya hemos presentados, para reconocer si un argumento es
analítico o sustancial.
Tres test se sugieren a sí mismos y debemos considerar ahora sus méritos.
Primeramente, está el test de tautología: en un silogismo analítico, con un "todo" en
la premisa mayor, los datos y el apoyo positivamente ocasionan la conclusión, por lo
tanto, podemos escribir "D, A o en otras palabras, C", confiados en que al presentar la
conclusión estaremos simplemente repitiendo algo ya establecido en el apoyo. La
pregunta es si esto es verdad para todos los argumentos analíticos: yo argumentaré
que no.
En segundo lugar, se presenta el test de verificación: debe, al verificar el apoyo
en el que implícitamente se ha confiado en un argumento ipso facto, incluir la
comprobación de la verdad de la conclusión? Esto no conduce universalmente al
mismo resultado como con el primer test, y probará tener un criterio más
satisfactorio. Finalmente, se presenta el test de la evidencia propia: una vez que un
hombre tiene un dato, apoyo y conclusión ya explicado, esclarecido, puede aún
presentar preguntas genuinas sobre la validez del argumento? Esto puede parecer, al
principio, contribuir a lo mismo que el primer test, pero como veremos, en la práctica
se corresponde más con el segundo.
Directamente puede mencionarse un tipo de ejemplo en el que el criterio
tautológico nos lleva a dificultades. Este es el "cuasi-silogismo" discutido antes, en el
cual los cuantificadores "todo" y "no" son reemplazados por los más restrictivos "casi
todos" y "escasamente algún". Como ejemplo, tomaremos el argumentos:

Petersen es sueco;
escasamente algún sueco es católico;
por lo tanto, con certeza, Petersen no es católico

Este argumento difiere del correspondiente argumento con "no":

Petersen es sueco
Ningún sueco es católico
por lo tanto, con certeza Petersen no es católico
1

Sólo porque se apoya en una justificación más débil y por eso termina en una
conclusión más tentativa,
(Escritas explícitamente como justificaciones, las premisas son,
respectivamente, "un sueco puede casi con certeza no ser considerado como
católico" y "un sueco puede con certeza no ser considerado católico").
La validez del argumento se manifiesta en cada caso y por el test de evidencia
propia, ambos deberían ser clasificados como argumentos analíticos. Si imaginamos a
un hombre que desafía el "escasamente algún" argumento y que exige apoyo
adicional para mostrar su validez, su solicitud será no más inteligible de lo que podría
ser en el caso del argumento con "no": él puede requerir en el primer caso, que la
conclusión sea fundamentada más firmemente, viendo que mientras sepamos sólo
que escasamente algunos suecos son católicos, la posibilidad de cualquier sueco
particular de ser de esta creencia no está excluida pasadas todas las preguntas, pero
la validez de ambos argumentos está seguramente cerrada a toda duda. Si es
incapaz de ver la fuerza de cualquiera de los argumentos, hay muy poco que
podamos hacer por él. Y si presenta los mismos datos y el mismo apoyo para la
conclusión negada, el resultado en cualquier caso será no sólo confuso sino también
incomprensible:

Petersen es sueco;
La proporción de católicos suecos es menos del 5%;
por lo tanto, casi con certeza/ciertamente, Petersen es católico.

Entonces, por el test de la evidencia propia, los argumentos del tipo


"escasamente algún" y "casi todos" tienen tanto derecho a ser clasificados como
analíticos como los argumentos del tipo "todos" y "ningún".
Pero si permitimos este paralelo, hasta dónde sirven los otros test para
reconocer rgumentos analíticos? Al chequear el apoyo para nuestras justificaciones,
nos preguntábamos, estaremos ipso facto, chequeando las conclusiones de nuestros
argumentos? (A esto le llamamos el test de verificación). Alternativamente, si
escribimos nuestros datos y apoyo y agregamos las palabras "y también C" -siendo C
nuestra conclusión- podría el resultado ser una tautología?
Los silogismos tradicionales satisfacen todos nuestros criterios igualmente
bien.
Chequear exhaustivamente que la proporción de católicos suecos es cero por
supuesto también involucra chequear cuál es la religión de Petersen, mientras que
además, la aserción "Petersen es sueco y la proporción de católicos suecos es cero, y
también Petersen no es católico" puede razonablemente ser llamado tautológico.
Pero cuando miramos a los cuasi-silogismos, encontramos que el test tautológico ya
no es aplicable.
El test de verificación todavía es apropiado para los nuevos casos, aunque se
aplica de un modo levemente Pickwickiano: al chequear exhaustivamente que la
proporción de católicos suecos era menos del 5%, deberíamos ipso facto, chequear
cuál es la religión de Petersen, sea que ésta es la católica o no. Por otro lado, la
aserción "Petersen es sueco y la proporción de católicos suecos es menor del 5% y
también Petersen no es católico", no es más tautológico: es mas bien genuinamente
informativo, porque la conclusión localiza a Petersen definitivamente en el 95% de la
mayoría.
Aún si insertamos el calificador modal "casi con certeza" en la conclusión, la
aserción resultante tampoco es tautológica -"Petersen es sueco, la proporción de
católicos sueos es menor al 5% y también, casi con certeza, Petersen no es católico".
1
Como resultado, cuando buscamos un criterio general para delimitar
argumentos analíticos de otros argumentos, el test de verificación nos habilitará para
clasificar cuasi-silogismos junto con silogismos tradicionales de una manera que no lo
hará el test de tautología. Por lo tanto, clasificaremos un argumento como analítico si
y sólo si este satisface el criterio -si, esto es, el chequear el apoyo de la justificación
incluye ipso facto, chequear la verdad o falsedad de la conclusión -y haremos esto ya
sea que el conocimiento del apoyo total verifique de hecho la conclusión o la
falsifique.
A este punto, dos comentarios se requieren sobre el caso Petersen. Una vez
que tengamos acceso al apoyo completo, ya no estaremos por supuesto, habilitados
a apoyarnos simplemente en el escaso porcentaje de las tablas estadísticas y nuestro
argumento original ya no estará en su lugar. Debemos basar nuestro argumento
sobre la probabilidad de Petersen de ser un católico en toda la información relevante
que podemos obtener: si de hecho poseemos el informe detallado del censo, el único
procedimiento apropiado es buscar a Petersen por su nombre y encontrar la
respuesta segura. En segundo lugar, la aserción "Petersen es sueco y la proporción
de católicos suecos es muy baja y Petersen no es casi con certeza, un católico",
podría ser enteramente tautológica si uno pudiera definir apropiadamente "certeza" y
"probabilidad" directamente en términos de proporción y frecuencia. Pero hacer esto,
como ya vimos, podría significar ignorar la función práctica del término "probabilidad"
y su parentesco con los calificadores modales. Esto podría también llevarnos a una
paradoja: como las cosas están, un hombre puede decir con propiedad "Petersen es
sueco y la proporción de católicos suecos es muy baja y aún así, Petersen es, casi con
certeza, un católico" -él podrá decir esto, por ejemplo, si conoce algo más sobre
Petersen, lo cual lo coloca en la minoría católica, mientras que, si la aserción original
fuera una tautología, esta nueva aserción podría calificarse como una contradicción
en sí misma.
Uno no puede entonces caracterizar los argumentos analíticos como
argumentos en los que la aserción "D, A y también C" es una tautología: en algunos
casos al menos, este criterio fracasa y no sirve para nuestros propósitos. Esto ayuda
a explicar una adicional doctrina filosófica -que aún los silogismos analíticos no son
válidos en virtud del significado de la palabra solamente y que el fracaso para
entender un argumento como ése es un signo, no de incompetencia lingüística sino
mas bien un "defecto de la razón". Supongamos que le decimos a alguien que
Petersen es sueco y que la proporción de católicos es suecos es, o cero o muy baja;
"por lo tanto", concluimos, Petersen no es, con certeza o casi con certeza, un
católico".
El fracasa al seguirnos: qué vamos a decir de él? Si el test de tautología fuera
adecuado, podría mostrar que no entendió realmente el significado de todas las
palabras empleadas: si dejamos de lado la óptica tautológica, esta explicación ya no
está abierta a nosotros. Ahora debemos decir en todo caso, que él está ciego a esto,
que fracasa al no poder ver la fuerza del argumento. En verdad, qué más podemos
decir? Esto no es una explicación: es una desnuda afirmación del hecho. El
precisamente, no sigue el paso, y la habilidad de seguir un argumento como ese es,
seguramente, una de las competencias racionales básicas.
Estas observaciones pueden aclarar los verdaderos estatus del Principio del
Silogismo. Este principio, lo sugerí, entra a la lógica cuando la segunda premisa de un
silogismo analítico es malinterpretado como presentando un dato en vez de una
justificación o su apoyo y el argumento es, por consiguiente (aparentemente) dejado
sin alguna justificación autorizada. El Principio del Silogismo es entonces sostenido
como si de alguna manera mostrara el fundamento final para la validez de todos los
argumentos silogísticos.
1
Cuando consideramos argumentos en otros campos, nos podemos encontrar
nuevamente yendo a través de la misma secuencia de pasos. Supongamos que
empezamos malinterpretando el apoyo de nuestra justificación por un conjunto
adicional de datos; una vez hecho esto, podrá parecer que estamos argumentando
directamente de los datos a la conclusión, sin que nuestro paso tenga alguna
autoridad; y esta falta se encontrará que afecta no sólo a uno sino a todos los
argumentos concernientes a ese campo. Para llenar estas grietas frescas adicionales,
necesitaremos invocar a principios generales: un principio básico que descanse
detrás de todas las predicciones científicas, otro que descanse detrás de todos los
juicios morales propiamente fundadas, etc. (éste es un tema que necesitamos
mencionar aquí sólo al pasar, puesto que tendremos que retornar a él en el último de
estos ensayos).
Ahor, si la habilidad para seguir silogismos y cuasi-silogismos válidos puede
describirse mejor como una competencia racional básica, y no se explica realmente
en términos de habilidad o competencia lingüística, a lo mejor no hay nada más que
decir en otros casos tampoco. La habilidad para seguir simples argumentos
predictivos, cuyas justificaciones son apoyadas por una experiencia suficientemente
amplia y relevante puede ser que deba tener que reconocerse como otra simple
habilidad racional, que la mayoría de los hombres poseen pero que falta en algunas
deficiencias mentales, y para otros campos, otras habilidades básicas. Se puede decir
esto para argumentos de todos los campos? Esta habilidad también consiste en
seguir y ver la fuerza de simples argumentos morales? o simples argumentos
estéticos? o teológico? A esta altura, arribamos directamente frente a un fundamental
problema filosófico: si todos los campos de argumentos semejantes están abiertos a
la discusión racional y si la Corte de Razón es competente para adjudicar
equitativamentee, cualquiera sea el tipo de problema en discusión.

Algunas distinciones cruciales


Una tarea mayor espera aún ser desarrollada en este ensayo: tenemos que
distinguir la división de argumentos entre analíticos y sustanciales de tres o cuatro
posibles modos de división. Los peligros resultantes de confundir estas distinciones y
más todavía, de manejarlos juntos, son serios y pueden evitarse sólo con cuidado.
Para empezar, la división entre argumentos sustanciales y analíticos no
corresponde para nada exactamente a la división entre argumentos formalmente
válidos y otros. Un argumento en cualquier campo puede ser expresado en una forma
formalmente válida, con tal que la justificación sea reformulada explícitamente como
justificación y autoriza precisamente el tipo de inferencia en cuestión. Esto explica
cómo los cálculos, aún cuando los datos sobre los que se argumenta son
observaciones enteramente pasadas o presentes y la conclusión argumentada sea
una predicción sobre el futuro. Por otro lado, un argumento puede ser analítico y no
estar expresado de una manera formalmente válida; ése es el caso, por ejemplo,
cuando un argumento analítico se escribe con el apoyo de la justificación en lugar de
la justificación misma.
La distinción entre argumentos analíticos y sustanciales no se corresponde
tampoco con la distinción entre argumentos "que usan justificaciones" y los "que las
establecen". En sólo muy pocos casos, los argumentos que establecen justificaciones
pueden ser presentados de manera formalmente válida: así el argumento "Jack tiene
tres hermanas, la primera es pelirroja, la segunda es pelirroja, la tercera es pelirroja,
por lo tanto, todas las hermanas de Jack son pelirrojas", puede decirse que es a la vez
establecedor de justificación, formalmente válido y analítico. Pero estas
características varían independientemente. Puede haber argumentos que usan
justificaciones y que las establecen ambas en el campo analítico y en otros campos,
1
como el sustancial; y uno no puede seriamente esperar hacer las dos distinciones
cortando a lo largo de la misma línea.
Nuevamente, algunas veces se ha pensado que uno podría marcar una clase
de argumentos "especialmente" lógicos por referencia a las clases de palabras que
aparecen en ellos. En algunos argumentos, por ejemplo, las palabras "todos" y
"algunos" juegan roles cruciales y argumentos así merecen consideraciones aparte.
Pero si los separamos de otros, debemos inmediatamente observar que la división
resultante no se corresponde más estrechamente que la división entre argumentos
analíticos y sustanciales. No todos los argumentos en los que la palabra "todo"
aparece en la premisa mayor o justificaciones son analíticos: lo serán únicamente en
los casos donde el proceso de establecer la justificación involucrará ipso facto,
chequear la verdad de la conclusión ahora a ser inferida con su ayuda; y no
restringiremos nuestro uso de "todo" a casos como ésos. La tarea de identificar
argumentos analíticos por lo tanto, no puede ser desempeñada mirando o buscando
palabras claves como "todo" o "algunas"; puede hacerse solamente observando la
naturaleza del problema bajo investigación y la manera como establecemos las
justificaciones relevantes para su solución.
Estas tres distinciones puede reconocerse con suficiente facilidad. La cuarta y
última distinción es, al mismo tiempo, la más controvertida y la más importante.
Dividir argumentos en analíticos y sustanciales no es lo mismo, yo sostengo, que
dividirlos entre argumentos cuyas conclusiones pueden ser inferidas necesariamente
o con certeza y aquéllos cuyas conclusiones pueden ser inferidas sólo posiblemente.
Como vimos cuando discutimos los calificadores modales, hay algunos argumentos
en los que la justificación autoriza autoriza el pasaje de D a C sin ambigüedad y otros
en los que el pasaje es autorizado sólo tentativamente, condicionalmente o con
limitaciones. Esta división se marca en la práctica con palabras como
"necesariamente" o "conclusivo" por un lado, y "tentativo", "probable", "provisional" o
"condicional" por el otro; y esto es bastante independiente de la división entre
analíticos y sustanciales. A pesar de esto, los teóricos lógicos se han visto tentados
para llevar estas dos divisiones juntas, identificando argumentos analíticos con los
necesarios o conclusivos y a los sustanciales con los tentativos, probables o
inconclusos. La pregunta crucial es si esta combinación puede ser justificada o si,
mas bien en la práctica, no tenemos ocasión de clasificar algunos argumentos al
mismo tiempo como sustanciales y conclusivos o ambos como analíticos y tentativos.
Si prestamos atención a la manera como estas categorías se emplean en la
práctica de argumentar, descubriremos muchas ocasiones para hacer uso de esas
clasificaciones cruzadas. Por ejemplo, un gran grupo de las justificaciones de acuerdo
con las cuales argumentamos en las ciencias explicativas nos autorizan a esbozar
una conclusión sin ambigüedad e inequívoca. Los argumentos en los que figuran son,
por consiguiente, ambos sustanciales y conclusivos y los científicos que hacen uso de
tales no dudan en incluirlos con las palabras "por lo tanto, necesariamente C". Los
argumentos de este tipo se encuentran comúnmente en matemática aplicada, como
cuando usando el método de óptica geométrica, uno calcula de la altura de una pared
y el ángulo de elevción del sol, cuán larga será la sombra arrojada a nivel del suelo
cuando el sol está brillando directamente en la pared -si se dice que la pared tiene 6
pies de alto y el sol está a un ángulo de 30º, un físico dirá que la sombra debe tener
una longitud de 10 pies y medio.
En su Ensayo filosófico en Probabilidades, Laplace presta explícita atención a
esta clase de argumentos sustanciales y aún conclusivos: "En la aplicación del
análisis matemático a física", dice, "los resultados tienen toda la certeza de hechos" y
los contrasta con los argumentos que se apoyan en las estadísticas y cuyas
conclusiones no son más que probables. Es significativo que dibuje su distinción
1
justamente de la manera como lo hace. Aplicando el sistema de mecanismos
newtonianos a un problema de dinámica estelar, nos recuerda, se nos conduce
normalmente, no hacia una completa batería de predicciones posibles, cada una con
mayor o menor expectativas de eventuales confirmaciones, sino a una sola, simple e
inequívoca solución. Si estamos preparados para reconocer que el mecanismo
newtoniano está bien establecido para el propósto del problema planteado, entonces
debemos aceptar esta particular conclusión como lo que sigue necesariamente de
nuestros datos originales.
El punto puede hacerse más riguroso: dada la presente posición de la teoría,
estamos autorizados a disputar la necesidad de la conclusión sólo si estamos
preparados a desafiar la adecuación o relevancia de la dinámica newtoniana. Esto
significa no sólo señalar que los argumentos en dinámica planetaria son sustanciales
(por lo que su solidez puede ser cuestionada sin contradicciones) sino también que
son de hecho informales, poco confiables; por ejemplo, atacando la dinámica de
Newton en sus propios fundamentos. A menos que estemos preparados para
sobrellevar este desafío con todo lo que esto significa; el astrónomo tiene el derecho
de ignorar nuestras objeciones y aducir que para sus propósitos, la teoría provee la
única respuesta confiable a su pregunta. La respuesta obtenida por esos métodos,
ciertamente debe ser la respuesta, nos dirá, porque es la respuesta a la cual nos
conducen los cálculos correctamente desarrollados, de acuerdo con procedimientos
bien establecidos. Sólo encontraremos estos argumentos sustanciales-conclusivos en
las ciencias elaboradas y técnicas. Cuando Sherlock Holmes le dice a Watson "Ya vez,
querido Watson, sólo pudo ser Joseph Harrison quien robó el tesoro naval" o "deduzco
que el ladrón debe ser alguien que vive en la casa", él no quiere decir que puede
producir un argumento analítico para establecer su conclusión: quiere decir mas bien
que la evidencia admite esa conclusión, apelando a justificaciones distintas de las
analíticas y a estándares diferentes a los analíticos.
Cuán ampliamente este punto de vista se desvía del de muchos lógicos
formales, lo estudiaremos en el siguiente trabajo. Para ellos es un lugar común decir
que ningún argumento puede ser a la vez sustancial y conclusivo. Ellos señalan que
sólo las conclusiones de los argumentos analíticos pueden ser apropiadamente
clasificados como necesarios y que las conclusiones de los argumentos sustanciales
nunca pueden ser más que altamente probables. No importa cuán bien establecidas y
basadas sean las justificaciones en las que se confíe para alcanzarlas. Por qué ellos
abrazan esta conclusión? Bueno, explican, uno puede siempre imaginar
circunstancias en las que pueda estar forzado a reconsiderar alguna justificación
sustancial: no importa cuán bien establecida cualquier teoría pueda aparecer al
momento, tiene sentido hablar de futuras experiencias, forzándonos a revisarla y
tanto cuanto el caso dure -como debe ser siempre en la naturaleza de las cosas- será
presuntuoso de nuestra parte llamar a cualquier conclusión encontrada de esa forma
como necesaria.
Podríamos escapar a esta incertidumbre sólo si la idea de tener que
reconsiderar una justificación inferencial da nacimiento a una contradicción positiva;
y esto nunca debería pasar excepto con un argumento analítico, cuya satisfacción fue
apoyada no por la experiencia sino por un requerimiento.
Si tenemos ocasión de reconocer en la práctica una clase de argumentos que
son a la vez sustanciales y conclusivos, también podemos reconocer una clase de
argumentos analíticos con conclusiones tentativas.
Los cuasi-silogismos una vez más nos proveen de un buen ejemplo. Como
queda claro de sus expresiones particulares, estos argumentos no son absolutamente
conclusivos: todo lo que nos autorizan a inferir es que Petersen no es, casi con
certeza, un católico. Al mismo tiempo, debemos aceptar esos argumentos como
1
analíticos por dos razones: satisfacen nuestro criterio primario de analiticidad - el
apoyo para la justificación empleada incluye una referencia implícita al hecho al cual
nos interesa inferir aún cuando nosotros mismos no poseamos todo el apoyo
detallado, y además la validez de esos argumentos debe ser evidente, así como se
presenten o sino de ningún modo- Si alguien pregunta sobre un cuasi-silogismo, es
ésta realmente una inferencia legítima? estaremos ante la imposibilidad de entender
como deberíamos, que nos está preguntando por un silogismo genuino. Una sola cosa
parece al principio contar en contra de llamar cuasi-silogístico a un argumento
analítico: el hecho de que datos y apoyo, tomados juntos son, para los estándares
lingüísticos, consistentes con la negación de la conclusión -No hay como vimos,
contradicción positiva en la suposición de que Petersen es sueco, de que
escasamente algún sueco es católico y aún así de que Petersen sea católico. Pero
entonces cómo uno podría esperar aquí una contradicción segura y positiva? La total
intención del modal "probablemente" es evitar cualquier compromiso seguro y éste
es su efecto sobreentendido, ya sea que aparezca en una aserción aislada o en la
conclusión de un argumento y ya sea que éste sea sustancial o analítico.
Así, aquí tenemos prima facie un caso de argumento que es analítico sin ser
conclusivo.
A esta altura, puede presentarse una objeción. Dando por sentado que los
argumentos cuasi-silogísticos son analíticos, no nos proveen sin embargo el ejemplo
requerido. Ud. reclama que son tentativos, pero se puede dar esa impresión sólo
suprimiendo algunos de los datos esenciales. Si se va a presentar explícitamente toda
la información que necesitan los argumentos como ésos para ser válidos, se volvería
claro que no son realmente tentativos sino que son tan conclusivos que uno podría
preguntarse: qué clase de información podría decirse que se ha suprimido? Y esto
podría, si se lo saca a la luz, remover todo lo que está inconcluso en esos
argumentos? Dos sugerencias deben considerarse.
Los argumentos cuasi-silogístico, debe decirse, son válidos sólo si podemos
agregar el dato (a) "... y no conocemos nada más relevante sobre Petersen" -dado
este dato extra, el argumento se torna analítico, llevándonos necesariamente a la
conclusión de que la probabilidad de que Petersen sea católico es pequeña. O,
alternativamente, se puede argumentar, debemos insertar el dato adicional (b) ".... y
Petersen es un sueco fortuito" -haciendo explícito este dato adicional- veremos que
un argumento cuasi-silogístico es realmente un argumento conclusivo disfrazado. No
podemos arribar a esta objeción por una negación directa sino sólo presentándola de
manera tal que su fuerza desaparezca. Por supuesto, hay que admitir que los cuasi-
silogismos pueden ser adelantados apropiadamente sólo si los datos iniciales a partir
de los que argumentampos, presentan todo lo que conocemos, todo lo relevante al
tema en cuestión: si representan sólo una parte de nuestro conocimiento relevante,
podemos ser llevados a argumentar no categóricamente sino hipotéticamente -"dada
la información de que Petersen es sueco, podemos concluir que las chances de ser
católico son pocas..." Pero esto significa que la aserción (a) fue un ítem esencial en
nuestros datos y que nunca debería haber sido omitido? Seguramente esta aserción
no es ya más una aserción de un dato sino una aserción sobre la naturaleza de
nuestros datos: podría naturalmente parecer, no como parte de nuestra respuesta a
la pregunta "Qué tenés para seguir?" sino mas bien como un comentario que
deberemos agregar a continuación; después de haber presentado el solitario dato
sobre la nacionalidad de Petersen.
La objeción de que hemos omitido la información (b), de que Petersen es un
sueco fortuito (o un sueco por azar) se puede tomar de la misma manera. La
información de que era pelirrojo o morocho, de que hablaba finlandés, podrían
llamarse "datos extras" sobre él, y podría posiblemente afectar, de una u otra forma,
1
nuestras expectativas sobre sus creencias religiosas. Pero la información de que era
un sueco por azar no es así, para nada. No es un dato extra sobre él, que pueda ser
relevante para nuestras expectativas; es en todo caso, un comentario de segundo
orden en nuestra previa información que indica que, por lo que conocemos, estamos
autorizados a presumir sobre Petersen cualquier cosa que las generalidades
establecidas sobre los suecos puedan sugerir. Entonces, una vez más, el llamado
dato adicional (b) termina siendo no un dato sino un comentario pasajero sobre la
aplicabilidad -en este hombre particular- de una justificación basada sólo en
generalidades estadísticas.
La división de los argumentos entre analíticos y sustanciales es, por
consiguiente, enteramente distinta a la división entre conclusivos (necesarios) y
tentativos (probables). Los argumentos analíticos pueden ser tentativos o conclusivos
y los conclusivos pueden ser analíticos o sustanciales. Al mismo tiempo, una
precaución terminológica se vuelve urgente: debemos renunciar al hábito común de
usar el adverbio "necesariamente" de manera intercambiable con el adverbio
"deductivamente" -donde se usa para significar "analíticamente". Porque donde un
argumento sustancial nos conduce a una conclusión inequívoca, tenemos el derecho
a usar la forma "D, entonces necesariamente C", sin importar el hecho de que la
relación entre dato, apoyo y conclusión no es analítica; y donde el argumento
analítico nos lleva a una conclusión tentativa, no podemos estrictamente decir más
que la conclusión sigue "necesariamente" -sólo podemos decir que sigue
analíticamente.
Una vez que caímos en la forma de identificar "analíticamente" y
"necesariamente", terinaremos diciendo que concluir un argumento con las
paradójicas palabras "....por lo tanto, Petersen no es, necesariamente probable un
católico". Realmente acaso sea mejor sacar completamente las palabras
"deductivamente" y "necesariamente" y reemplazarlas ya sea por "analíticamente" o
"inequívocamente", según lo necesite el ejemplo.

Los peligros de la simplicidad


Este ensayo ha sido restringido deliberadamente al estudio prosaico de
diferentes clases de criticismos a los que están sujetos nuestros micro-argumentos y
a construir un modelo de análisis suficientemente complejo como para hacer justicia
a las más obvias diferencias entre esas formas de criticismo. Muchas de estas
distinciones serían tediosas si no estuviéramos mirando a un punto donde las mismas
probarán ser de importancia filosófica. Por lo tanto, en esta conclusión, nos podemos
permitir no sólo volver a mirar los fundamentos, principios planteados, sino también
hechar una mirada adelante para ver el tipo de valores que tendrán esas distinciones
y que darán una sentido a estas laboriosas preliminares.
Empezamos con una cuestión sobre "forma lógica". Esto tiene dos aspectos:
allí estaba la pregunta, qué relevancia podría tener la rigdez geométrica buscada en
el análisis tradicional de un silogismo para alguien que intenta separar los
argumentos sólidos de los que no lo son; y estaba la cuestión adicional de si, en
cualquier evento, el esquema de análisis tradicional de micro-argumentos -premisa
menor, premisa mayor y conclusión- era lo suficientemente complejo como para
reflejar todas las distinciones forzadas por encima de nosotros en la actual práctica
de evaluar argumentos.
Nosotros nos abocaremos a la última pregunta primero, desde la perspectiva
de la jurisprudencia.- Los filósofos que estudiaron la lógica de argumentos legales
hace tiempo que se vieron forzados a clasificar sus proposiciones en mucho más de
tres tipos y manteniendo nuestra mirada en la práctica actual de los argumentos, nos
vemos obligados a seguirlos en la misma ruta. En los argumentos prácticos hay una
1
buena media docena de funciones a ser desrrolladas por diferentes clases de
proposiciones: una vez que se reconoce esto, se hace necesario distinguir no sólo
entre premisas y conclusión, sino también entre aserciones, datos, justificaciones,
modalidades, condiciones de refutación, aserciones sobre la aplicabilidad o no de las
justificaciones y otras.
Estas distinciones no serán particularmente nuevas para aquellos que han
estudiado explícitamente la lógica de los tipos especiales de argumentos prácticos: la
tópica de excepciones o condiciones de refutación -por ejemplo, que fueron
etiquetadas como (R) en nuestro mdoelo de análisis. Ha sido discutida por el profesor
H.L.A. Hart bajo el título de "imposibilidad", "no factible", y ha mostrado su relevancia
no sólo en el estudio del contrato jurisprudencial sino también en las teorías
filosóficas sobre el libre albedrío y responsabilidad. (No es accidental que él llegase a
los resultados mientras trabajaba en la línea límite entre filosofía y jurisprudencia).
Los indicios de la distinción se pueden discernir aún en los escritos de quienes
se mantienen aferrados a la tradición de la lógica formal. Sir David Ross, por ejemplo,
ha discutido el mismo tema de la refutación especialmente en el campo de la ética.
Reconoce que en la práctica, estamos obligados a permitir excepciones a todas las
reglas morales, aunque sea sólo porque cualquiera que reconozca más de una regla
está expuesto en ocasiones a encontrar dos de sus reglas señalando en diferentes
direcciones, pero si está comprometido en el tradicional modelo de análisis de
argumentos, no tendrá categorías de argumentos supuestos o refutatorios (R), en
términos de los cuales poder contar para esta necesidad. El sale del problema al
continuar la construcción de reglas morales de acción como premisas mayores, pero
criticando la forma en la que están expresados normalmente. Si vamos a ser lógicos,
reclama, todas nuestras reglas morales deberían tener las palabras prima facie
agregadas a ellas: ante la ausencia de dichas palabras, no puede haber posibilidad de
admitir alguna explicación.
De acuerdo con esto, encontramos más natural buscar paralelos entre lógica y
jurisprudencia que entre lógica y geometría: un argumento claramente analizado es
tanto como uno en el que las formalidades de las aserciones racionales están
claramente presentadas y que está expresado en la "forma apropiada", como el que
se presentó en una ajustada forma geométrica. Hay una gran clase de argumentos
válidos que puede ser expresados en la prolija forma: "D, justificación, por lo tanto
conclusión", sirviendo precisamente la justificación como puente requerido para hacer
la transición del dato a la conclusión: pero llamar a eso un argumento formalmente
válido es sólo decir algo sobre la manera como ha sido expresado, pero no nos dice
nada sobre la razón de su validez. Esas razones deben entenderse sólo cuando nos
ponemos a considerar el apoyo de las justificaciones invocadas.
Yo sugerí que el modelo tradicional de análisis tiene dos serios defectos.
Siempre está propenso a llevarnos, como lo hizo con David Ross, a prestar muy poca
atención a las diferencias entre las vaiadas formas de crítica a la cual están sujetos
los argumentos, a las diferencias, por ejemplo, entre justificaciones (J) y refutaciones
(R). Comúnmente, las premisas particulares expresan nuestros datos, mientras que
las premisas universales pueden expresar justificaciones o el apoyo para esas
justificaciones; y cuando son presentadas en la forma "Todos los A son B", será muy
difícil entender siquiera qué función están desempeñando. Las consecuencias de esta
dificultad pueden ser graves como vimos antes, particularmente cuando permitimos
el otro defecto del modelo tradicional -el defecto que surge de oscurecer las
diferencias entre los variados campos de argumentación y el tipo de justificación y
apoyo apropiados para estos campos diferentes.
Hay una distinción central que estudiamos con cierta profundidad: entre el
campo de argumentos analíticos, que en la práctica son un tanto raros, y aquellos
1
otros campos de argumentos que pueden agruparse bajo el nombre de argumentos
sustanciales.
Como los lógicos lo descubrieron hace tiempo, el campo de los argumentos
analíticos es particularmente simple, ciertas complejidades que inevitablemente
padecerán los argumentos sustanciales, no necesitan aparecer en los analíticos; y
cuando la justificación de los argumentos analíticos se expresa en la forma "Todos los
A son B", el argumento completo puede ser presentado en el modelo tradicional sin
resultar dañado -de vez en cuando la distinción entre nuestros datos y el apoyo de
nuestras justificaciones deja de ser de importancia. Esta simplicidad es atrayente; y
la teoría de los argumentos analíticos con premisas mayores universales fue por
consiguiente captado y desarrollado con entusiasmo por lógicos de varias
generaciones. La simpleza tiene sus peligros. Una cosa es elegir como primer objeto
de estudio teórico el tipo de argumento abierto al análisis en los términos más
simples; pero será otra bastante distinta tratar este tipo de argumento como un
paradigma, y pedir que los argumentos en otros campos se conformen a estos
cánones, o construir de un estudio de las formas más simples de los argumentos
solos, un grupo de categorías con la idea de aplicarlas a argumentos de todo tipo:
uno debe empezar preguntándose cuidadosamente hasta dónde la simplicidad
artificial de un modelo elegido resulta en esta categorías lógicas también
artificialmente simple. La clase de riesgos que uno corre son obvios. Las distinciones
que parecen estar contadas a lo largo de la misma línea por los argumentos más
simples pueden necesitar ser manejados de manera separada en el caso general; si
olvidamos eso y nuestras recién fundadas categorías lógicas producen resultados
más complejos, podemos estar tentados a apuntar esos resultados como defectos de
los argumentos y no de nuestras categorías; y podemos terminar pensando que, por
alguna lamentable razón muy oculta en la naturaleza de las cosas, sólo nuestros
originales y especialmente simples argumentos son capaces de lograr el ideal de
validez.
A este punto, esos peligros pueden ser señalados sólo en términos por
completo generales. En los últimos dos ensayos de este libro, mostraré más
precisamente cómo han afectado a los resultados obtenidos, primero por los lógicos
formales y luego por los filósofos que trabajan en el campo de la epistemología. Yo
opino que el desarrollo de la teoría lógica comienza históricamente con el estudio de
una mas bien especial clase de argumentos -a saber, la clase de los argumentos
inequívocos, analíticos, formalmente válidos, con una aserción universal como
"premisa mayor".
Los argumentos de esa clase son excepcionales de cuatro modos diferentes, lo
que juntas hacen que sean un mal ejemplo para el estudio general. Para empezar, el
uso de la forma "Todos los A son B" en la premisa mayor oculta la distinción entre
una justificación inferencial y la aserción de su apoyo. En segundo lugar, con esta
sola clase de argumentos, la distinción entre nuestros datos y nuestras
justificaciones-apoyo deja de tener gran importancia (Estos dos primeros factores
pueden llevarnos a pasar por alto las diferencias funcionales entre datos,
justificaciones y el apoyo de éstas, y así ponerlas en un nivel y clasificarlas a todas
como "premisas"). En tercer lugar, siendo analíticos los argumentos de este tipo, el
procedimiento de verificación del apoyo en cada caso implica inmediatamente
verificar la conclusión, mientras que son también, en cuarto lugar, inequívocas, se
vuelve imposible aceptar los datos, el apoyo y aún así negar la conclusión, sin
contradecirse positivamente uno mismo.
Estas características especiales de esta primera clase de argumentos
escogidos ha sido interpretado por los lógicos como signos de un mérito especial y
consideraron que otras clases de argumentos eran deficientes en tanto fracasan al
1
mostrar todos los méritos característicos de esta clase paradigmática; y las
distinciones que en este primer caso son todas cortadas por una y la misma línea,
son identificadas y tratadas como una distinción sola. Las divisiones de los
argumentos entre analíticos y sustanciales, entre los que usan justificaciones y los
que las establecen, entre conclusivos y tentativos y entre formalmente válidos y no
formalmente válidos, están organizadas con propósitos teóricos en una sola
distinción, y el par de términos "deductivo" e "inductivo" que en la práctica, como
vimos, se usa para marcar sólo la segunda de las cuatro distinciones, se asigna
igualmente a las cuatro.
Esta inicial y amplia simplificación marca el comienzo tradicional de mucho de
la teoría lógica. Muchos de los problemas corrientes en la tradición lógica nacen de
adoptar el paradigma analítico como estándar en comparación con lo que todos los
otros argumentos pueden ser criticados. Pero lo analítico es una cosa, la invalidez
formal otra y ninguna de las dos es un criterio universal de necesidad, menos aún de
la solidez de nuestros argumentos.
Los argumentos analíticos son un caso especial y nos metemos en problemas,
tanto en lógica como en epistemología si los tratamos como algo más. Esta es la
pretensión que espero concretar en los dos ensayos que siguen.

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