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ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

(Entra el Sr. Conejo muy apurado. Para en el centro del escenario y comienza a gritar muy angustiado)

Sr. Conejo: (Mirando el reloj) ¡Válganme, que tarde se me está haciendo! ¡La Reina! ¡Cómo se pondrá si la
hago esperar! (Alicia entra corriendo detrás del conejo)

Alicia: Por favor, señor... (El Conejo sale corriendo.) ¡Dios mío! ¡Qué cosas tan extrañas pasan hoy! Y ayer
todo pasaba como de costumbre. Me pregunto si habré cambiado durante la noche. Veamos: ¿era yo la
misma al levantarme esta mañana? Me parece que puedo recordar que me sentía un poco distinta. Pero, si
no soy la misma, ¿quién demonios soy? ¡Ah, este es el gran enigma! (Llora)

DANZA DEL LLANTO

Alicia: ¡Ojala no hubiera llorado tanto! ¡Supongo que ahora recibiré el castigo y moriré ahogada en mis
propias lágrimas! ¡Será de veras una cosa extraña! Pero todo es extraño hoy. (En ese momento entra un
ratón en una canoa) Oh, Ratón, ¿sabe usted cómo salir de este charco? ¡Estoy muy cansada de andar
nadando de un lado a otro! (EL Ratón no responde y se queda mirando a Alicia) Puede ser un ratón
francés, que llegó hasta aquí con Guillermo el Conquistador. Où est ma chat? (El Ratón da un salto
inesperado fuera del agua y empieza a temblar de pies a cabeza.) ¡Oh, le ruego que me perdone! Olvidé
que a usted no le gustan los gatos.

Ratón: ¡No me gustan los gatos! ¿Te gustarían a ti los gatos si tú fueses yo?

Alicia: Bueno, puede que no. No se enfade por esto. Y, sin embargo, me gustaría poder enseñarle a
nuestra gata Dina. Bastaría que usted la viera para que empezaran a gustarle los gatos. Es tan bonita y tan
suave, y ronronea tan dulcemente junto al fuego, y es tan hábil cazando ratones... ¡Oh, perdóneme, por
favor! No hablaremos más de Dina, si usted no quiere.

Ratón: ¡Hablaremos dices! ¡Como si yo fuera a hablar de semejante tema! Nuestra familia ha odiado
siempre a los gatos: ¡bichos asquerosos, despreciables, vulgares! ¡Que no vuelva a oír yo esta palabra!

Alicia: ¡No la volveré a pronunciar! ¿Es usted... es usted amigo... de... de los perros? Hay cerca de casa un
perrito tan mono que me gustaría que lo conociera! Un pequeño terrier de ojillos brillantes, con el pelo
largo, rizado, castaño que es de un granjero, sabe, y el granjero dice que es un perro tan útil que no lo
vendería ni por cien libras. Dice que mata todas las ratas y... ¡Dios! (el Ratón comienza a alejarse de ella)
¡Ratoncito querido! ¡Vuelve atrás, y no hablaremos más de gatos ni de perros, puesto que no te gustan!

Ratón: Vamos a la orilla, y allí te contaré mi historia, y entonces comprenderás por qué odio a los gatos y a
los perros. (Comienzan a entrar un pato, un dodo, un loro y un aguilucho todos con aspecto mojado,
quienes se agruparán de manera que escucharán la historia del Ratón) ¡Sentaos todos y escuchadme! ¡Os
aseguro que voy a dejaros secos en un santiamén! ¡Ejem! ¿Estáis preparados? Esta es la historia más
árida y por tanto más seca que conozco. ¡Silencio todos, por favor! «Guillermo el Conquistador, cuya causa
era apoyada por el Papa, fue aceptado muy pronto por los ingleses, que necesitaban un jefe y estaban ha
tiempo acostumbrados a usurpaciones y conquistas. Edwindo Y Morcaro, duques de Mercia y
Northumbría...»

Loro: ¡Uf! (Con aire de incredulidad)

Ratón: Con perdón (Frunciendo el ceño) ¿Decía usted algo?

Loro: ¡Yo no!


Ratón: Pues me lo había parecido (Continuando). «Edwindo y Morcaro, duques de Mercia y Northumbría,
se pusieron a su favor, e incluso Stigandio, el patriótico arzobispo de Canterbury, lo encontró
conveniente...»

Pato: ¿Encontró qué?

Ratón: Encontrólo (Enfadado). Desde luego, usted sabe lo que lo quiere decir.

Pato: ¡Claro que sé lo que quiere decir! Cuando yo encuentro algo es casi siempre una rana o un gusano.
Lo que quiero saber es qué fue lo que encontró el arzobispo.

Ratón: (Haciendo caso omiso de la pregunta) «Lo encontró conveniente y decidió ir con Edgardo Athelingo
al encuentro de Guillermo y ofrecerle la corona. Guillermo actuó al principio con moderación. Pero la
insolencia de sus normandos...» ¿Cómo te sientes ahora, querida? (Dirigiéndose a Alicia.)

Alicia: Tan mojada como al principio (en tono melancólico.) Esta historia es muy seca, pero parece que a mi
no me seca nada.

Dodo: En este caso (solemnemente mientras se pone en pie), propongo que se abra un receso en la sesión
y que pasemos a la adopción inmediata de remedios más radicales...

Grifo: ¡Habla en cristiano! No sé lo que quieren decir ni la mitad de estas palabras altisonantes, y es más,
¡creo que tampoco tú sabes lo que significan! (En tono burlón)

Dodo: Lo que yo iba a decir (En tono ofendido), es que el mejor modo para secarnos sería una Carrera
Loca.

Alicia: ¿Qué es una Carrera Loca?

Dodo: Bueno, la mejor manera de explicarlo es hacerlo.

DANZA DE LA CARRERA LOCA

Dodo: ¡La carrera ha terminado!

Grifo: ¿Pero quién ha ganado?

Dodo: (El Dodo con un dedo apoyado en la frente y en postura de pensador) Todos hemos ganado, y todos
tenemos que recibir un premio.

Pato: ¿Pero quién dará los premios?

Dodo: Pues ella, naturalmente (señalando a Alicia con el dedo. Todo el grupo se agolpa alrededor de
Alicia, gritando como locos)

Todos: ¡Premios! ¡Premios! (Alicia no sabe qué hacer, y se mete desesperada una mano en el bolsillo, y
encuentra una bolsa de dulces)

Loro: Pero ella también debe tener un premio

Dodo: Claro que sí. ¿Qué más tienes en el bolsillo?

Alicia: Sólo un dedal


Dodo: Venga el dedal (Todos rodean a Alicia, mientras el Dodo le ofrece solemnemente el dedal) Os
rogamos que aceptéis este elegante dedal. (Todos aplauden. Entra el conejo nuevamente hablando solo)

Sr. Conejo: ¡La Reina! ¡mis queridas patitas! ¡Mi piel y mis bigotes! ¡Me hará ejecutar, tan seguro como que
los grillos son grillos! ¿Dónde demonios pude haberlos dejado caer? ¿Dónde? ¿Dónde? (Todos lo
observan un instante y continúan como si nada. Alicia se acerca a él)

Alicia: Disculpe…

Sr. Conejo: (Gritándola) ¡Cómo, Mary Ann, qué diablos estás haciendo aquí! ¡Corre inmediatamente a casa
y tráeme un par de guantes y un abanico! ¡Aprisa! (Alicia se lleva tal susto que sale corriendo en la
dirección que el Conejo le señalaba, sin poder explicar que estaba equivocado de persona.)

Alicia: (Al público) ¡Me ha confundido con su criada! ¡Vaya sorpresa se va a llevar cuando se entere de
quién soy! Pero será mejor que le traiga su abanico y sus guantes... Bueno, si logro encontrarlos. (Sale del
escenario por un lado y el conejo, quien vuelve a mirar su reloj muy asustado grita y sale detrás de Alicia.)

Pato: Hay gente loca.

Grifo: Es verdad… (Comienzan a retirarse de escena, mientras se ve ingresar a una oruga)

(Entra Alicia, quien permanecerá mirando un rato en silencio: por fin la Oruga se dirige a la niña en voz
lánguida y adormilada.)

Oruga: ¿Quién eres tú?

Alicia: Apenas sé, señora, lo que soy en este momento... Sí sé quién era al levantarme esta mañana, pero
creo que he cambiado varias veces desde entonces.

Oruga: ¿Qué quieres decir con eso? (Severamente) ¡A ver si te aclaras contigo misma!

Alicia: Temo que no puedo aclarar nada conmigo misma, porque yo no soy yo misma, ya lo ve.

Oruga: No veo nada

Alicia: Temo que no podré explicarlo con más claridad, porque para empezar ni siquiera lo entiendo yo
misma, y eso de cambiar tantas veces en un solo día resulta bastante desconcertante.

Oruga: No resulta nada.

Alicia: Bueno, quizás usted no haya sentido hasta ahora nada parecido, pero cuando se convierta en
crisálida, cosa que ocurrirá cualquier día, y después en mariposa, me parece que todo le parecerá un poco
raro, ¿no cree?

Oruga: Ni pizca.

Alicia: Bueno, quizá los sentimientos de usted sean distintos a los míos, porque le aseguro que a mi me
parecería muy raro.

Oruga: ¡A ti! (Con desprecio). ¿Quién eres tú?

Alicia: (Enfadada) Me parece que es usted la que debería decirme primero quién es.
Oruga: ¿Por qué? (Alicia comienza a encolerizarse a punto de gritar) Así que tú crees haber cambiado,
¿no?

Alicia: (Calmándose) Mucho me temo que si, señora.

Oruga: ¿Qué tamaño te gustaría tener?

Alicia: No se mucho en asunto de tamaños. Sólo que no es agradable estar cambiando tan a menudo.

Oruga: No sé nada. ¿Estás contenta con tu tamaño actual?

Alicia: Bueno, me gustaría ser un poco más alta. ¡Siete centímetros es una estatura tan insignificante!

Oruga: ¡Es una estatura perfecta!

Alicia: ¡Pero yo no estoy acostumbrada a medir siete centímetros! (Para sí misma) ¡Ojala estas criaturas no
se ofendieran tan fácilmente!»

Oruga: Ya te irás acostumbrando… (Comienza a salir de escena) Un lado te hará crecer, y el otro lado te
hará disminuir.

Alicia: Un lado ¿de qué? El otro lado ¿de que?

Oruga: De la seta (Gritando fuera del escenario)

Alicia: Y ahora, ¿cuál será cuál? (Da un mordisquito al pedazo de seta que tenía en la mano izquierda.
Siente un cambio repentino en su cuerpo) Por Dios, ¿qué me está ocurriendo? ¿Y dónde se habrán
marchado mis hombros? Y, oh mis pobres manos, ¿cómo es que no puedo verlas? (Entra una paloma
gritando, abalanzándose contra Alicia)

Paloma: ¡Serpiente! ¡Serpiente! ¡Serpiente!

Alicia: ¡Yo no soy una serpiente! ¡Déjame en paz!

Paloma: ¡Serpiente, más que serpiente! (En tono lastimero) ¡Lo he intentado todo, y nada ha dado
resultado!

Alicia: ¡No tengo la menor idea de lo que usted está diciendo!

Paloma: Lo he intentado en las raíces de los árboles, y lo he intentado en las riberas, y lo he intentado en
los setos (sin escuchar lo que Alicia le decía). ¡Pero siempre estas serpientes! ¡No hay modo de librarse de
ellas! ¡Como si no fuera ya bastante engorroso empollar los huevos! ¡Encima hay que guardarlos día y
noche contra las serpientes! ¡No he podido pegar ojo durante tres semanas!

Alicia: Siento mucho que sufra usted tantas molestias

Paloma: ¡Y justo cuando elijo el árbol más alto del bosque, y justo cuando me creía por fin libre de ellas,
tienen que empezar a bajar culebreando desde el cielo! ¡Qué asco de serpientes!

Alicia: Pero le digo que yo no soy una serpiente. Yo soy una... Yo soy una...

Paloma: ¿Bueno, qué eres, pues? ¡Veamos qué demonios inventas ahora!

Alicia: Soy... soy una niñita (Llena de duda).


Paloma: ¡A otro con este cuento! (Con desprecio) He visto montones de niñitas a lo largo de mi vida, ¡pero
ninguna que tuviera un cuello como el tuyo! ¡No, no! Eres una serpiente, y de nada sirve negarlo. ¡Supongo
que ahora me dirás que en tu vida te has zampado un huevo!

Alicia: Bueno, huevos si he comido. Pero es que las niñas también comen huevos, igual que las serpientes,
sabe.

Paloma: No lo creo, pero, si es verdad que comen huevos, entonces no son más que una variedad de
serpientes, y eso es todo. (Alicia se dispone a discutir pero se queda sin palabras) ¡Estás buscando
huevos! ¡Si lo sabré yo! ¡Y qué más me da a mí que seas una niña o una serpiente?

Alicia: ¡Pues a mí sí me da! Y además da la casualidad de que no estoy buscando huevos. Y aunque
estuviera buscando huevos, no querría los tuyos: no me gustan crudos.

Paloma: Bueno, pues entonces, lárgate (sacando a Alicia por un lado del escenario).

CANCIÓN DEL GATO DE CHESHIRE

Alicia: (Entra hasta el centro del escenario) Me parece que he visto un lindo gatito. (El Gato ve a Alicia y se
limita a sonreír) Es cierto, es cierto, he visto un lindo gatito… Minino ¿podrías decirme, por favor, qué
camino debo seguir para salir de aquí? 

Gato: Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar.

Alicia: No me importa mucho el sitio...

Gato: Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes

Alicia: ... siempre que llegue a alguna parte.

Gato: ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo suficiente!

Alicia: ¿Qué clase de gente vive por aquí?

Gato: En esta dirección vive un Sombrerero. Y en esta dirección vive una Liebre de Marzo. Visita al que
quieras: los dos están locos.

Alicia: Pero es que a mí no me gusta tratar con gente loca

Gato: Eso no lo puedes evitar. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.

Alicia: ¿Cómo sabes que yo estoy loca?

Gato: Tienes que estarlo o no habrías venido aquí…

Alicia: ¿Y cómo sabes que tú estás loco?

Gato: Para empezar, los perros no están locos. ¿De acuerdo?

Alicia: Supongo que sí.

Gato: Muy bien. Pues en tal caso, ya sabes que los perros gruñen cuando están enfadados, y mueven la
cola cuando están contentos. Pues bien, yo gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy
enfadado. Por lo tanto, estoy loco.
Alicia: A eso yo le llamo ronronear, no gruñir.

Gato: Llámalo como quieras. ¿Vas a jugar hoy al croquet con la Reina?

Alicia: Me gustaría mucho, pero por ahora no me han invitado.

Gato: Allí nos volveremos a ver. (Disponiéndose a salir de escena) A propósito, ¿qué ha pasado con la Sra.
Paloma? Me olvidaba de preguntarlo.

Alicia: Ella sí que está loca, me ha confundido con una serpiente.

Gato: Y acaso no lo eres. (Desaparece del escenario)

Alicia: ¡Ehh! (disponiéndose a rebatir el tema). La Liebre de Marzo será mucho más interesante. Y además,
como estamos en mayo, quizá ya no esté loca... o al menos quizá no esté tan loca como en marzo.
(Comienza a salir del escenario) ¿Y si estuviera loca de verdad?

(Entra la Liebre de Marzo acompañada del sombrerero, quienes comienzan a arreglar el escenario como
quien va a recibir una visita. Entran una mesa, varios juegos de té y muchas sillas, y en una de ellas viene
sentado el Lirón dormido. Salen del escenario buscando algo más, mientras tanto se ve entrando a Alicia,
quien al ver las sillas desocupadas se dispone a sentarse)

Los tres: ¡No hay sitio! (gritando)

Alicia: ¡Hay un montón de sitio! (Indignada, se sienta en un extremo de la mesa.)

Liebre: Toma un poco de vino. (Alicia mira por toda la mesa, pero allí sólo hay té.)

Alicia: No veo ni rastro de vino.

Liebre: Claro. No lo hay.

Alicia: En tal caso, no es muy correcto por su parte andar ofreciéndolo.

Liebre: Tampoco es muy correcto por tu parte sentarte con nosotros sin haber sido invitada.

Alicia: No sabía que la mesa era suya. Está puesta para muchas más de tres personas.

Sombrerero: Necesitas un buen corte de pelo.

Alicia: Debería aprender usted a no hacer observaciones tan personales. Es de muy mala educación.

Sombrerero: (Hace gesto de enfado pero cambia su actitud automáticamente) ¿En qué se parece un
cuervo a un escritorio?

Alicia: Creo que sé la solución.

Liebre: ¿Quieres decir que crees que puedes encontrar la solución?

Alicia: Exactamente.

Lirón: Entonces debes decir lo que piensas.

Alicia: Ya lo hago. O al menos... al menos pienso lo que digo... Viene a ser lo mismo, ¿no?
Sombrerero: ¿Lo mismo? ¡De ninguna manera! ¡En tal caso, sería lo mismo decir «veo lo que como» que
«como lo que veo»!

Liebre: ¡Y sería lo mismo decir «me gusta lo que tengo» que «tengo lo que me gusta»!

Lirón: ¡Y sería lo mismo decir (Medio dormido) «respiro cuando duermo» que «duermo cuando respiro»!

Sombrerero: Es lo mismo en tu caso. (Se mantienen en silencio unos instantes, mientras Alicia intenta
recordar todo sobre cuervos y escritorios.)¿Qué día del mes es hoy? (Dirigiéndose a Alicia, sacando su
reloj del bolsillo y propinándole violentas sacudidas).

Alicia: Es día cuatro.

Sombrerero: ¡Dos días de error! (Amargamente a la Liebre de Marzo) Te dije que la mantequilla no le
sentaría bien a la maquinaria!

Liebre: Era mantequilla de la mejor.

Sombrerero: Sí, pero se habrán metido también algunas migajas.

Liebre: No debiste utilizar el cuchillo del pan. (La Liebre coge el reloj y lo mira con aire melancólico;
después lo sumerge en su taza de té y lo mira de nuevo.) Era mantequilla de la mejor, sabes. (Alicia había
estado mirando por encima del hombro de la Liebre con bastante curiosidad.)

Alicia: ¡Qué reloj más raro! ¡Señala el día del mes, y no señala la hora que es!

Sombrerero: ¿Y por qué habría de hacerlo? ¿Señala tu reloj el año en que estamos?

Alicia: Claro que no.

Liebre: El Lirón se ha vuelto a dormir (comienza a echarle te en la cabeza, quien empieza a sacudirla con
impaciencia, pero sin abrir los ojos).

Lirón: Claro que sí, claro que sí. Es justamente lo que yo iba a decir. (Medio abriendo los ojos) ¿Has
encontrado la solución a la adivinanza?

Alicia: No. Me doy por vencida. ¿Cuál es la solución?

Sombrerero: No tengo la menor idea.

Liebre: Ni yo.

Alicia: Creo que ustedes podrían encontrar mejor manera de matar el tiempo que ir proponiendo
adivinanzas sin solución.

Sombrerero: Si conocieras al Tiempo tan bien como lo conozco yo, no hablarías de matarlo. ¡El Tiempo es
todo un personaje!

Alicia: No sé lo que usted quiere decir.

Sombrerero: ¡Claro que no lo sabes! (Con desprecio) ¡Estoy seguro de que ni siquiera has hablado nunca
con el Tiempo!

Alicia: Creo que no. Pero en la clase de música tengo que marcar el tiempo con palmadas.
Sombrerero: ¡Ah, eso lo explica todo! El Tiempo no tolera que le den palmadas. En cambio, si estuvieras en
buenas relaciones con él, haría todo lo que tú quisieras con el reloj. Por ejemplo, supón que son las nueve
de la mañana, justo la hora de empezar las clases, pues no tendrías más que susurrarle al Tiempo tu
deseo y el Tiempo en un abrir y cerrar de ojos haría girar las agujas de tu reloj. ¡La una y media! ¡Hora de
comer!

Liebre: ¡Cómo me gustaría que lo fuera ahora!

Alicia: Sería estupendo, desde luego. Pero entonces todavía no tendría hambre, ¿no le parece?

Sombrerero: Quizá no tuvieras hambre al principio. Pero es que podrías hacer que siguiera siendo la una y
media todo el rato que tú quisieras.

Alicia: ¿Es esto lo que ustedes hacen con el Tiempo? (El Sombrerero se queda pensando)

Sombrerero: ¡Yo no! Nos peleamos el pasado marzo, justo antes de que ésta se volviera loca, ¿sabes? (y
señala a la Liebre).

Alicia: ¿Ah, si?

Sombrerero: Si. Sucedió durante el gran concierto que ofreció la Reina de Corazones, y en el que me tocó
cantar a mí.

Alicia: ¿Y que cantaste?

Sombrerero: Pues canté:

CANTO DEL SOMBRERERO

Liebre: Bueno. Lo cierto es que apenas había terminado la primera estrofa, mi querido amigo, cuando la
Reina se puso a gritar:

Lirón: (Imitando a la reina) ¡Vaya forma estúpida de matar el tiempo! ¡Que le corten la cabeza!

Alicia: ¡Qué barbaridad! ¡Vaya fiera!

Sombrerero: Y desde entonces, el Tiempo cree que quise matarlo y no quiere hacer nada por mí. Ahora
son siempre las seis de la tarde.

Alicia: ¿Es ésta la razón de que haya tantos servicios de té encima de la mesa?

Lirón: Sí, ésta es la razón. Siempre es la hora del té, y no tenemos tiempo de lavar la vajilla entre té y té.

Alicia: ¿Y lo que hacen es ir dando la vueltas a la mesa, verdad?

Lirón: Exactamente, a medida que vamos ensuciando las tazas.

Alicia: Pero, ¿qué pasa cuando llegan de nuevo al principio de la mesa?

Liebre: ¿Y si cambiáramos de conversación? (Los interrumpe bostezando) Estoy harta de todo este asunto.
Propongo que esta señorita nos cuente un cuento.

Alicia: Mucho me temo que no sé ninguno. (Dice muy alarmada)


Sombrerero y Liebre: ¡Pues que lo haga el Lirón! (gritando) ¡Despierta, Lirón!

Lirón: (Despertando de un salto) No estaba dormido. He estado escuchando todo lo que decían, amigos.

Liebre: ¡Cuéntanos un cuento!

Alicia: ¡Sí, por favor!

Sombrerero: Y date prisa. No vayas a dormirte otra vez antes de terminar.

Lirón: Había una vez tres hermanitas, y se llamaban Elsie, Lacie y Tilie, y vivían en el fondo de un pozo...

Alicia: ¿Y de qué se alimentaban?

Lirón: (Reflexiona unos segundos) Se alimentaban de melaza.

Alicia: No pueden haberse alimentado de melaza. Se habrían puesto enfermísimas.

Lirón: Y así fue. Se pusieron de lo más enfermísimas.

Alicia: Pero, ¿por qué vivían en el fondo de un pozo?

Liebre: Toma un poco más de té.

Alicia: Hasta ahora no he tomado nada, de modo que no puedo tomar más.

Sombrerero: Quieres decir que no puedes tomar menos. Es mucho más fácil tomar más que nada.

Alicia: Nadie le pedía su opinión.

Sombrerero: ¿Quién está haciendo ahora observaciones personales?

Lirón: Era un pozo de melaza.

Alicia: ¡No existe tal cosa!

Sombrerero y Liebre: ¡Chst! ¡Chst! (callando a Alicia)

Lirón: Si no sabes comportarte con educación, mejor será que termines tú el cuento.

Alicia: No, por favor, ¡continúe! No volveré a interrumpirle. Puede que en efecto exista uno de estos pozos.

Lirón: ¡Claro que existe uno! (indignado). Así pues, nuestras tres hermanitas... estaban aprendiendo a
dibujar, sacando...

Alicia: ¿Qué sacaban?

Lirón: Melaza.

Alicia: (Prudentemente) Pero es que no lo entiendo. ¿De donde sacaban la melaza?

Sombrerero: Uno puede sacar agua de un pozo de agua, ¿por qué no va a poder sacar melaza de un pozo
de melaza? ¡No seas estúpida!
Lirón: Nuestras tres hermanitas estaban aprendiendo, pues, a dibujar (bostezando y frotándose los ojos, ya
que comienza a darle sueño)-, y dibujaban todo tipo de cosas... todo lo que empieza con la letra M...
¿Habéis visto alguna vez el dibujo de un «mucho»?

Alicia: Ahora que usted me lo pregunta, debo reconocer que yo no pienso...

Liebre: ¡Pues si no piensas, cállate!

Alicia: ¡Por nada del mundo volveré a poner los pies en este lugar! (Mientras se dispone a salir de escena)
¡Es la merienda más estúpida a la que he asistido en toda mi vida! (Entra el Sr. Conejo corriendo al centro
del escenario y grita)

Sr. Conejo: Damas, caballeros, animales y demás. Con ustedes, su majestad… la Reina de Corazones. (A
continuación entra el Valet de Corazones, quien llevaba la corona del Rey sobre un cojín de terciopelo
carmesí. Al final de este espléndido cortejo avanzaban el Rey y la Reina de Corazones. Cuando el cortejo
llega a la altura de Alicia, todos se detienen y la miran)

Reina: ¿Quién es ésta? (Al conejo quien se encoje de hombros. gritándolo) ¡Idiota! (volviéndose hacia
Alicia en tono cariñoso) ¿Cómo te llamas, niña?

Alicia: Me llamo Alicia, para servir a Su Majestad

Reina: ¿Y quiénes son éstos? (señalando al sombrerero, la liebre y el lirón)

Alicia: ¿Cómo voy a saberlo yo? ¡No es asunto mío! (La Reina se pone furiosa y empieza a gritar)

Reina: ¡Que le corten la cabeza! ¡Que le corten...!

Alicia: (Grita callando a la Reina de inmediato) ¡Tonterías! (El Rey le pone la mano en el brazo a la Reina y
le habla con timidez)

Rey: Considera, cariño, que sólo se trata de una niña.

Reina: (Calmándose) ¿Sabes jugar al croquet? (Preguntándole a Alicia)

Alicia: ¡Sí!

Reina: ¡Pues andando! ¡Todos a sus sitios! (Todos se ponen a correr en todas direcciones, tropezando
unos con otros, hasta llegar a ocupar sus sitios para empezar el partido. Los jugadores juegan todos a la
vez, sin esperar su turno, discutiendo sin cesar y disputándose las bolas de croquet. Al poco rato la Reina
cae en un paroxismo de furor y anda de un lado a otro dando patadas en el suelo y gritando a cada
momento «¡Que le corten a éste la cabeza!» o «¡Que le corten a ésta la cabeza!», aparece la cabeza del
gato de Cheshire, quien le habla a Alicia).

Gato: ¿Qué tal estás?

Alicia: Me parece que no juegan ni un poco limpio, y se pelean de un modo tan terrible que no hay quien se
entienda, y no parece que haya reglas ningunas... Y, si las hay, nadie hace caso de ellas...

Gato: ¿Qué te parece la Reina?

Alicia: No me gusta nada. Es tan exagerada... (En este momento, Alicia se da cuenta que la Reina está
justo detrás de ella, escuchando lo que decía, de modo que continúa diciendo)... tan exageradamente dada
a ganar, que no merece la pena terminar la partida. (La Reina sonríe y reanuda su camino).
Rey: ¿Con quién estás hablando? (Acercándose a Alicia y mirando al Gato con gran curiosidad).

Alicia: Es un amigo mío... el Gato de Cheshire. Permita que se lo presente.

Rey: No me gusta ni pizca su aspecto. Sin embargo, puede besar mi mano si así lo desea.

Gato: Prefiero no hacerlo.

Rey: No seas impertinente, ¡Y no me mires de esta manera! (Llamando a la Reina) ¡Querida! ¡Me gustaría
que eliminaras a este gato!

Reina: (Ni siquiera se toma la molestia en mirar a quien condena) ¡Que le corten la cabeza! (Entra
corriendo el verdugo quien se dispone a cortarle la cabeza al gato)

Verdugo: Majestad es imposible cortar una cabeza si no hay cuerpo del que cortarla; nunca he tenido que
hacer una cosa parecida en el pasado y no pienso empezar a hacerla a estas alturas de mi vida.

Rey: Nada de eso. Todo lo que tenga una cabeza puede ser decapitado.

Reina: Hay que solucionar este problema inmediatamente, de lo contrario, mandaré cortar la cabeza a
todos los que me rodean.

Alicia: Si el Gato es de la Duquesa. Lo mejor será preguntarle a ella lo que debe hacerse con él.

Gato: Lo mejor será que yo desaparezca. (Y desaparece de escena)

Rey: ¿A donde se fue? (Todos se miran confusos por la desaparición del gato y salen todos de escena en
su búsqueda. Comienzan a ingresar a escena los personajes y comienzan a transformar el escenario en
una sala de juicio. Van entrando el Rey y la Reina, quienes serán los jueces, los del jurado, el Sr. Conejo
con una trompeta y un pergamino, los condenados, el público y por último Alicia acompañada por un grifo.
Los del jurado comienzan a escribir afanosamente en una pizarra)

Alicia: ¿Qué están haciendo? (susurrándole al Grifo) No pueden tener nada que anotar ahora, antes de que
el juicio haya empezado.

Grifo: Están anotando sus nombres, no vaya a ser que se les olviden antes de que termine el juicio.

Alicia: ¡Bichejos estúpidos!

Sr. Conejo: (Gritando) ¡Silencio en la sala! (El Rey se coloca los anteojos y mira severamente a su
alrededor para descubrir quién era el que había hablado. Mientras que todos los miembros del jurado
comienzan a escribir «¡bichejos estúpidos!» en sus pizarras.

Rey: ¡Heraldo, lee la acusación!

Sr. Conejo: (Desenrolla el pergamino) La Reina cocinó varias tartas un día de verano azul, el Valet se
apoderó de esas tartas. Y se las llevó a Estambul.

Reina: (Al jurado) ¡Considerad vuestro veredicto!

Sr. Conejo: ¡Todavía no! ¡Todavía no! ¡Hay muchas otras cosas antes de esto!

Rey: Llama al primer testigo.


Sr. Conejo: (Da tres toques de trompeta y grita) ¡Primer testigo!

Sombrerero: (Sube al estrado con una taza de té en una mano y un pedazo de pan con mantequilla en la
otra) Os ruego me perdonéis, Majestad, por traer aquí estas cosas, pero no había terminado de tomar el té,
cuando fui convocado a este juicio.

Rey: Debías haber terminado. ¿Cuándo empezaste? (El Sombrerero mira a la Liebre de Marzo, que, del
brazo del Lirón, lo había seguido hasta allí.)

Sombrerero: Me parece que fue el catorce de marzo.

Liebre: (Subiendo al estrado en compañía del Lirón) El quince.

Lirón: El dieciséis.

Reina: Anotad todo esto (Ordenándoselo al jurado).

Rey: Quítate tu sombrero (Al Sombrerero)

Sombrerero: No es mío, Majestad.

Rey: ¡Sombrero robado! (A los miembros del jurado, que inmediatamente toman nota del hecho).

Sombrerero: Los tengo para vender. Ninguno es mío. Soy sombrerero.

Reina: Di lo que tengas que declarar (Mirándolo severamente), y no te pongas nervioso, o te hago ejecutar
en el acto. (En ese momento lo mira como recordando algo y le grita al conejo) ¡Tráeme la lista de los
cantantes del último concierto!

Rey: Di lo que tengas que declarar, o te hago ejecutar ahora mismo, estés nervioso o no lo estés.

Sombrerero: Soy un pobre hombre, Majestad... y no había empezado aún a tomar el té... no debe hacer
siquiera una semana... y las rebanadas de pan con mantequilla se hacían cada vez más delgadas... y el
titileo del té...

Rey: ¿El titileo de qué?

Sombrerero: El titileo empezó con el té.

Rey: Querrás decir que titileo empieza con la T. ¿Crees que no sé ortografía? ¡Sigue!

Sombrerero: Soy un pobre hombre... y otras cosas empezaron a titilear después de aquello... pero la Liebre
de Marzo dijo...

Liebre: ¡Yo no dije eso!

Lirón: ¡Sí lo dijiste!

Liebre: ¡Lo niego!

Reina: Ella lo niega. Tachad esta parte.

Sombrerero: Bueno, en cualquier caso, el Lirón dijo... (Tratando de recordar)


Reina: ¿Pero qué fue lo que dijo el Lirón?

Sombrerero: De esto no puedo acordarme.

Rey: Tienes que acordarte, o haré que te ejecuten.

Sombrerero: (Cayendo de rodillas) Soy un pobre hombre, Majestad.

Rey: Lo que eres es un pobre orador (A manera sarcástica). ¡No importa! (Dirigiéndose al sr. Conejo) Llama
al siguiente testigo. (A la Reina) Realmente, cariño, debieras interrogar tú al próximo testigo. ¡Estas cosas
me dan dolor de cabeza!

Sr. Conejo: (Revisando el pergamino, grita) ¡Alicia! 

Alicia: ¡Estoy aquí!

Reina: ¿Qué sabes tú de este asunto?

Alicia: Nada.

Reina: ¿Nada de nada?

Alicia: Nada de nada.

Reina: Esto es algo realmente trascendente.

Sr. Conejo: Naturalmente, Su Majestad ha querido decir intrascendente..

Reina: Intrascendente es lo que he querido decir, naturalmente. (Comienza a decir para sí misma
«Trascendente... intrascendente... trascendente... intrascendente...», intentando decidir qué palabra suena
mejor).

Rey: ¡Silencio!, (Y comienza a leer su libreta) Artículo Cuarenta y Dos. Toda persona que sea
intrascendente tendrá que abandonar la sala. (Todos miraron a Alicia).

Alicia: Yo no soy intrascendente.

Rey: Sí lo eres.

Alicia: Bueno, pues no pienso moverme de aquí, de todos modos. Y además este artículo no vale: usted lo
acaba de inventar.

Rey: (Cerrando el libro severamente) Es el artículo más viejo de todo el libro. (Al jurado) ¡Considerad
vuestro veredicto!

Reina: ¡No! ¡No! Primero la sentencia... El veredicto después.

Alicia: ¡Valiente idiotez! (Alzando la voz) ¡Qué ocurrencia pedir la sentencia primero!

Reina: ¡Cállate la boca!

Alicia: ¡No quiero!

Reina: ¡Que le corten la cabeza! (Todos comienzan a rodear a Alicia)


Alicia: No, no… déjenme…

Hermana: ¡Despierta ya, Alicia! ¡Cuánto rato has dormido!

Alicia: ¡Oh, he tenido un sueño tan extraño!

Hermana: Realmente, ha sido un sueño extraño, cariño. Pero ahora corre a merendar. Se está haciendo
tarde. (Se levantan y salen del escenario)

FIN

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