“Cuatro”. No, no eran dos dados marcando un número que me iba a enviar a una misión arriesgada. Era la
hora de mi encuentro con Mario Vargas Llosa, una misión arriesgada pero anhelada, más aún desde que el
novelista recibió el Premio Nobel de Literatura. Aquí nuestro diálogo.
ALONSO ALEGRÍA DICE QUE USTED, CON LIBROS Y ESPECTÁCULOS COMO LAS MIL
NOCHES Y UNA NOCHE, HA CREADO UN GÉNERO LITERARIO Y QUE ESO ES MÁS
IMPORTANTE QUE ESCRIBIR UNA OBRA MAESTRA...
(Ríe). Bueno, no creo que lo que he hecho sea tan original. Contar cuentos es, quizás, la
tradición más antigua que existe. Es, incluso, anterior a la literatura. Los seres humanos
empezaron a contarse cuentos desde que apareció el lenguaje. Al principio, contar cuentos era
una actividad que, seguramente, estaba más vinculada a la religión. Imagino que era una
manera de explicarse lo que no entendían y, al mismo tiempo, una manera de pasarla bien, de
defenderse de la soledad, del aislamiento, del misterio, de los miedos del mundo…
¿POR QUÉ ESTE ACTO 'REBELDE’ TAMBIÉN SIGNIFICA UNA MANERA DE SACARNOS DE
LA BARBARIE?
Porque la vida en comunidad es algo que demoró mucho en asentarse. Una de las formas
como las gentes empezaron a participar, a manifestar un tipo de solidaridad es viviendo en
colectividad esas historias que contaban los cuentacuentos. Eso establece un tipo de
comunicación, primero, y, luego, una solidaridad entre los seres humanos. Al principio, el
individuo está solo, inerme, desconfiando de todo, incluido sus propios semejantes. Creo que
una de las formas de la comunicación que va creando la comunidad son aquellas historias que
compartimos, que vivimos juntos, a partir de la fantasía que nos transmite, primero, un juglar
o un contador de historias y, más tarde, la literatura.
Es una actividad que hace avanzar al mundo hacia la civilización. Salir de sí mismo, ser otro,
vivir otro tiempo de experiencias es una manera de descubrir que el mundo está mal hecho,
que el mundo es insuficiente para aplacar todo los anhelos, deseos, apetitos que tenemos. Y
esta es una manera de aplacarlos de una manera ficticia, figurada. Cuando uno escucha algo
que nos conmueve pasa a ser el personaje de esa historia y empieza a vivir vidas distintas. De
esto nace una actitud de crítica, de insatisfacción frente al mundo: ese es el motor del
progreso, de la civilización, del cambio.
USTED TAMBIÉN HABLA DEL EROTISMO COMO OTRO ELEMENTO QUE NOS SACA DE
ESTA ANIMALIDAD PRIMIGENIA…
El erotismo establece unas reglas de acuerdo a un pacto o contrato. Una pareja o un grupo
instituyen unos ciertos códigos que, si son aceptados libremente por todos, deben ser
respetados por los demás. Pero, para eso, es fundamental la privacidad. En el amor, tú no
puedes establecer unos códigos o unos cánones que sean válidos para todo el mundo, porque
en el erotismo se manifiesta profundamente la individualidad: lo que a uno estimula a otro lo
puede aburrir o adormecer. Eso pertenece al dominio de lo privado, donde caben todas las
variantes habidas y por haber.
Yo entiendo cómo funciona el mundo hoy. Pero, creo que la desaparición de las formas afecta
profundamente a la civilización. Así como la literatura, las artes son, fundamentalmente,
forma. Cuando las formas empiezan a perderse y desaparece el respeto a ellas, no solo
desaparece la formalidad sino, también, unos contenidos. Esto un escritor lo entiende muy
bien porque, si uno escribe, sabe que todo depende –el fracaso o el éxito de una historia o de
un poema– de la forma. En la vida contemporánea está desapareciendo el respeto a las formas
a partir de una consideración que me parece falsa: su abolición incrementa la libertad. Por
ejemplo, en una sociedad moderna si desaparece la legalidad –y la legalidad es el respeto de
las formas– lo que viene no es la anarquía sino la barbarie. Bueno, yo creo que en las distintas
manifestaciones de la creatividad humana y en las distintas instituciones pasa lo mismo.
Hombre, las formas pueden cambiar, evolucionar –y eso es la civilización– pero creo que en
nuestra época hemos dado un paso que va, peligrosamente, más allá.
en las sociedades más avanzadas, donde hay mayor comprensión y tolerancia hacia las
distintas formas del amor. Paradójicamente esto, que parece haber sido una conquista en el
campo de la libertad, en otro campo –el del placer– ha significado un empobrecimiento. En
fin, es un tema muy complejo, que hay que desarrollar con mucho cuidado, con mucha
prudencia, pero tiene que ver con 'la civilización del espectáculo’.
(Ríe). La gloria obedece a razones que son muy circunstanciales. Hay tantas gentes 'gloriosas’
que vivieron una gloria que no resistió una generación. Una de las cosas más interesantes que
escuché en mi vida me ocurrió en Cambridge. Un gran hispanista inglés dio una conferencia
absolutamente maravillosa: 'Los bestseller en el tiempo del Quijote’. Allí comparaba –
haciendo estudios de tirajes, de testimonios de época– lo que había ocurrido con el Quijote y
con algunas obras contemporáneas. Para mi gran sorpresa, el Quijote fue una de las obras
menos exitosas de su tiempo, al menos durante sus primeros años. Los contemporáneos de
Cervantes, con muy pocas excepciones, no distinguieron el Quijote de otros textos, libros que
hoy nadie lee salvo los eruditos. Fíjese, quién iba a decir por aquella época que, años después,
Miguel de Cervantes iba a ser considerado el creador más importante de la lengua española.
Esto nos da una idea de lo efímera que puede ser la gloria.