Un paciente no es sólo un número de historia clínica sino un ser humano con una
historia personal, la mayoría con una familia y un trabajo.
Desde el punto de vista psicológico, es importante que tanto el paciente como sus
familiares tengan conocimiento del problema de salud con la mayor claridad posible y
sin términos científicos que impidan la comprensión a personas que no son médicos.
El paciente y sus familiares también tienen derecho a conocer los tipos de tratamientos
disponibles para dicha afección y aquellos que se consideran más convenientes, dejando
la posibilidad de elegir al enfermo como la ley lo indica, o a sus familiares si éste no
estuviera en condiciones de decidir.
Cumplir con esta tarea creará un mejor vínculo con el enfermo y le dará la posibilidad
de intervenir en forma activa y personalmente en su curación o bien de prepararse a
enfrentar lo que fuera, sabiendo que puede contar con el apoyo de un médico sensible
con el que mantiene una buena relación.
Las noticias difíciles suelen provocar en los médicos mucha frustración, por lo poco que
a veces la medicina puede hacer con algunos pacientes, pero lo cierto es que si hacen las
cosas bien, las recompensas pueden ser muchas.
Y por ningún motivo un médico deberá juzgar o malinterpretar las reacciones del
enfermo o sus familiares, dado que ellos tienen el derecho de expresar sus emociones
que son parte del duelo normal frente a la situación de pérdida de la salud.