Muchos son los factores que inciden en la producción frutal. Algunos, como las
condiciones ambientales, no pueden ser modificados por el hombre. Otros, como la
incidencia de plagas y enfermedades, nutrición, riego, entre otras, pueden ser controladas
con el fin de obtener buenos rendimientos.
Dentro de los factores que determinan este fenómeno, la difusión de giberelinas en frutos
semillados es el de mayor importancia. La presencia del fruto en el árbol implica la
síntesis de esta hormona, la cual inhibiría la floración durante la temporada siguiente. Las
giberelinas son compuestos naturales que actúan como reguladores de crecimiento y
desarrollo en los vegetales superiores (Talón, 2000).
Para enfocar aspectos en la floración de los Citrus, dos épocas se han señalado como
propicias para la aplicación de esta sustancia (Agustí, 2003), la primera durante receso (o
más bien parada) invernal y la segunda, de período más corto, en yema hinchada (estadio
01 BBCH) hasta con brotes de tres milímetros.
La disminución de floración puede ser también realizada por técnicas manuales como la
poda. Aunque no corrige la alternancia, sí aumenta la producción acumulada, regulando la
producción en los años consecutivos (Agustí, 2003). Por otro lado, guarda estrecha
2
relación con la calidad de la fruta, pues incrementa el ingreso de luz hacia el centro de
árbol, aumentando la tasa fotosintética, que en consecuencia genera un incremento en el
contenido de carbohidratos disponibles para el fruto en desarrollo (Tucker et al., 1994b)
1.2. Objetivos.
Objetivo general:
Objetivos específicos:
2. Revisión bibliográfica
2.1. Brotación.
En España, los cítricos presentan tres brotaciones por año siendo la de primavera la más
abundante (Talón, 1997) y la que aporta flores útiles a la cosecha, mientras que las otras
dos (principios y finales de verano) sólo presentan crecimiento vegetativo y muy
excepcionalmente flores que dan frutos comercialmente inaceptables.
2.2. Floración.
La inducción floral es una condición interna del ápice meristemático vegetativo de una
yema que conduce a su transformación en meristemo floral (Gil, 2000). Krajewski y Rabe
(1995a) lo definen como una serie de acontecimientos que accionan los procesos que
hacen a una planta capaz de florecer gracias la transcripción y expresión de genes
encargados de la floración, que ocurre antes de la iniciación floral.
Para que el meristemo quede inducido, debe existir un número mínimo de nudos
formados, el cual se genera a un determinado intervalo de tiempo, este ritmo
característico de cada especie, es el plastocrono, tiempo que transcurre entre la
formación de dos primordios vegetativos consecutivos (Baldini, 1992).
Luckwill y Silva (1979) consideran que la iniciación floral en manzano (Malus domestica)
está relacionada al plastocrono, en donde no existió floración cuando éste superaba los
siete días. Por otro lado, en el cultivar Cox´Orange Pippin observaron que la iniciación
floral comenzaba una vez formado cerca de veinte 20 nudos dentro del brote.
Los cítricos son considerados autoinductivos (Krajewski y Rabe, 1995a), esto acontece
durante el invierno frío en climas templados para producir una floración bastante
concentrada en primavera (Gil, 2000). Sin embargo, existen otros factores que promueven
la inducción floral en cítricos. Entre ellos, estrés hídrico, 40 a 60 días bajo esta condición
son suficientes para formar flores (Southwick y Davenport, 1986).
5
Agustí (2003) señala que el reposo vegetativo es el período de mayor sensibilidad en los
frutales cítricos a los procesos de inducción floral.
La mayor parte de las variedades de cítricos florecen profusamente una vez terminado el
reposo invernal, en condiciones subtropicales (Agustí et al., 2003). Sin embargo,
experimentos de defoliación, aplicación de giberelinas y de rayado de ramas, han
demostrado otras épocas de sensibilidad a la inhibición de la floración (Agustí, 2003).
Primo Millo (1985) afirma que la floración se verá favorecida si la planta pasa por un
período de bajas temperaturas, de falta de agua o de fotoperíodos cortos. Así mismo, las
altas temperaturas invernales alteran la formación de flores.
del meristema apical sería el factor de inducción, esto evidenciado tras el anillamiento de
ramas, lo cual promovió la formación de flores, dado la acumulación de azúcares sobre la
incisión (Goldschmidt et al., 1985).
La intensidad de floración, como su distribución están determinadas en gran parte por las
condiciones ambientales (Agustí, 2003). Fotoperiodos cortos, bajas temperaturas y estrés
hídrico, favorecen la floración, mientras que altas temperaturas alteran la formación de
flores (Primo-Millo, 1985).
No todas las flores son funcionales, algunas se ven afectadas por parásitos o
enfermedades, mientras que otras sólo son masculinas (Krajewski y Rabe, 1995).
Monselise (1985) señala que la proporción de flores estaminadas varía según la variedad
y las condiciones de crecimiento.
2.3.5. Cosecha.
La carga frutal es un gran “sink”, de modo que el orden de prioridades entre sumideros es
típicamente el siguiente: semillas antes que partes pulposas de la fruta, esta igual a
ápices de brotes y hojas, los cuales son mayores que el cambium y éste a su vez, antes
que el almacenaje radicular (Paz-Vega, 1997).
La comparación entre árboles con alta (“on”) y baja (“off”) cosecha muestran diferencias
significativas en la intensidad de floración en la temporada siguiente, como también
muestra diferencias en el contenido total de nitrógeno, acumulándose más nitrógeno,
como nitrato, en hojas de árboles “on”, que en árboles “off”, lo que consecuentemente
conlleva un serio desbalance nutricional en estos árboles (Martínez-Fuentes et al., 2004).
Variedades que desarrollan semillas suelen presentar un comportamiento alternante en su
producción, mientras que en las variedades sin semillas se obtienen mejores cuajados
con floraciones moderadamente bajas o intermedias (Talón et al., 1999).
Cuando la cosecha es adecuada al tamaño y vigor del árbol, se forman suficientes brotes
vegetativos durante las dos brotaciones más importantes (primavera y verano), y estas
yemas se inducen en una proporción adecuada para asegurar la formación de flores para
el próximo año (Guardiola, 1992).
Por último, el tamaño final del fruto está determinado por diversos factores, tanto
exógenos, como endógenos, como lo son el estado nutricional, riego, incisión anular,
poda, control de floración, estimulación del desarrollo celular y aclareo (Zaragoza et al.,
1996).
9
Por otro lado, aplicaciones de 100 ppm de ácido giberélico nueve semanas después de
plena flor, redujeron un 45% el número de flores en árboles de manzano variedad
Braeburn, siendo sólo efectivo en madera de un año y no brotes tipo “spurs” (Mcartney y
Li, 1998)
Trabajos realizados por Davies (2002) en manzano variedad Braeburn, lograron reducir el
número de flores un 57%, en el tercio proximal del tallo, 31% en el tercio medio y 4% en el
tercio distal del brote, con dosis de 100 ppm de ácido giberélico.
King et al. (2000), observaron el alargamiento del tallo en plantas de Fucsia sp. entre un
25 a 30% con dosis de 30-100 ng/planta, de ácido giberélico, obteniendo la inhibición
floral. Resultado nuevamente obtenido en ensayos posteriores realizados por King y Ben-
Tal (2001) en la misma especie, esta vez analizando además la relación de los azúcares
con la floración.
Leite et al. (2003) obtuvieron el alargamiento del vástago en plantas de soya (Glycine
max) tras la aplicación foliar de 100 ppm de ácido giberélico, además de un aumento en el
tamaño de la hoja, lo que fue señalado por Sachs (1977) como los efectos del ácido
giberélico en control químico de la floración.
Por otro lado, Davies (2002) observó que aplicaciones de 100 ppm de ácido giberélico
afectaron el desarrollo del brote en manzano variedad Ramey York, aumentando su
longitud 18,7% en comparación con el testigo.
12
Kong et al. (2006) demostraron la relación existente entre la giberelina y la elongación del
tallo en plantas de espinaca (Spinacia oleracea). Aplicaciones de theobróxido (supresor
de la síntesis de giberelina) inhibieron la elongación del tallo, pero su efecto fue
contrarrestado tras la aplicación exógena de ácido giberélico.
Según Huang et al. (1990) el ácido giberélico inhibiría la formación de yemas florales al
disminuir el contenido total de ácidos nucleicos en las yemas durante el período de
diferenciación, por lo cual, se inhibiría la síntesis de DNA y RNA. Esta inhibición de
material genético implicaría una menor síntesis de proteínas involucradas en el desarrollo
floral (Bower et al., 1990; Goldschimdt y Samach, 2004)
Luckwill y Silva (1979) sugieren que este regulador de crecimiento promueve la inhibición
floral en manzano indirectamente al modificar la tasa de producción de nudos, proceso
directamente relacionado a la iniciación floral. Brotes vegetativos llegaron a formar 16
nudos, en cambio, brotes florales alcanzaron a formar 21 nudos a fines de temporada. Por
lo tanto, si el número crítico de nudos no es alcanzado para el final de la temporada de
crecimiento, el brote seguirá siendo vegetativo.
El ácido giberélico inhibe el desarrollo de la flor en plantas intactas, pero no tiene ningún
efecto en inflorescencias aisladas (King et al., 2000).
13
Por otra parte, Callejas y Reginato (2000), al igual que Fagoaga et al. (2007), señalan que
probablemente la aplicación exógena de giberelinas inhiba la inducción floral a través de
la promoción de una mayor síntesis y/o transporte de las auxinas.
Erner y Shomer (1996) enfatizan la importancia entre la relación hoja-flor, pues está
íntimamente ligada con la calidad de la fruta. Brotes mixtos favorecen el desarrollo frutal,
en cambio, brotes sin hojas provocarían el aborto casi total de los órganos reproductivos.
Las hojas jóvenes serían fuente de fotosíntesis, entregando la energía necesaria para un
buen cuajado de la fruta. Por otro lado, el sistema vascular de inflorescencias sin hojas es
cerca de un cuarto del sistema vascular de inflorescencias con hojas, además de tener un
cilindro central distinto del xilema (Erner y Shomer, 1996)
inflorescencias con hojas que en inflorescencias sin hojas (Talón et al., 1999), esto fue
demostrado por Sachs (1977) quien promovió el florecimiento tras retirar hojas jóvenes en
plantas de tabaco, bouganvillea y fuchsia.
Coneva y Cline (2006) observaron en plantas de pera variedad Red Haven que el mejor
resultado era obtenido con aplicaciones realizadas 13 semanas después de plena flor.
González et al. (2006) por su parte, determinó que aplicaciones 120-130 días después de
antesis en duraznero variedad Springlady disminuirían la magnitud de la floración entre
40-50%.
En cítricos existen dos momentos de mayor sensibilidad, una primera época durante el
reposo vegetativo, siendo máxima entre finales de noviembre y mediados de diciembre
(hemisferio norte), en dosis de 25 mg/l, debiendo elevar la concentración a dosis más
altas (50 mg/l) si la floración es abundante (Agustí, 2003).
Una segunda época de aplicación es yema hinchada (Estadio 01 BBCH), hasta brotes no
superiores de 3 mm, concentraciones de 10 ppm, sin embargo, el período de sensibilidad
en la segunda época es mucho más corto, siendo difícil acertar el momento más
adecuado (Agustí, 2003).
15
2.6. Poda
La poda es una práctica aceptada en el manejo de los cítricos, con el fin de mantener la
productividad de árboles más viejos, los cuales presentan mayor cantidad de madera
improductiva en las parte inferior de la canopia (Moss, 1973).
En general, la poda tiene dos objetivos esenciales, la primera es dar al árbol la forma más
favorable, con el fin de obtener producciones abundantes y equilibradas, segundo,
moderar y regular la producción de frutos, tanto en el tiempo como en todo el volumen del
árbol (Loussert, 1992).
La calidad del fruto se ve favorecida al eliminar ramas que se estorban y que impiden una
buena iluminación interior, mejora la distribución de los frutos en el árbol, consiguiendo
que se desarrollen también en su zona interior en donde adquieren gran calidad,
aumentando el tamaño medio de los frutos al eliminar ramas menos vigorosas que
producen frutos de bajo calibre (Rodríguez y Villalba, 2000).
Podas ligeras en años que florece poco y podas más enérgicas en años de mucha
floración, se consideran una alternativa viable ante la alternancia de cosechas (Rodríguez
y Villalba, 2000).
La poda a realizar depende, entre otros factores, de la edad de la planta (Vilches y Pérez,
1998). En plantas jóvenes el objetivo es favorecer el desarrollo de una estructura fuerte y
vigorosa que sea capaz de soportar el peso de una abundante cosecha (Zaragoza et al.,
1989).
En los agrios las reservas minerales y carbohidratos tienden a ser máximas hacia finales
del invierno, acumulándose en ramas y hojas, movilizándose una vez la llegada la
primavera (Vilches y Pérez, 1998).
Por todo ello, una reducción del follaje provoca una disminución de reservas, incidiendo
negativamente en la producción (Vilches y Pérez, 1998), aunque también otros factores
(hormonales, nutricionales, hídricos) podrían tener una influencia decisiva (Zaragoza et
al., 1997).
Para la obtención de una cosecha abundante es necesario que el árbol este asoleado y
aireado (Zaragoza et al., 1989), para esto, la poda se debe realizar en forma moderada,
17
Dependerá también del vigor de la planta la intensidad de poda, cuanto más vigoroso sea
un árbol, con menor intensidad deberá podarse, de lo contrario nuevas brotaciones
vigorosas sucederán a la suprimida, disminuyendo la capacidad productiva del árbol
(Zaragoza et al., 1997).
La poda debe llevarse a cabo en primavera, tras la recolección, una vez que el peligro de
frío haya desaparecido. Retrasar su ejecución a la época de plena floración no presenta
ningún inconveniente, ya que la eliminación de algunas flores favorece el cuajado de las
que quedan y la cosecha no se ve afectada (Agustí, 2003).
18
En cuanto a la intensidad de poda, sus efectos varían según sea una poda suave, o por el
contrario, severa. Tucker et al. (1994) como también Morales y Davies (2002), señalan
que tras realizar una poda intensa en plantas de cítricos, los brotes emergidos presentan
crecimientos vigorosos, siendo de mayor longitud y mayor diámetro. Sin embargo, Moss
(1973) indica que la primera brotación tras la poda, presenta crecimientos de menor vigor
en comparación con los crecimientos subsiguientes.
Otros factores que condicionan la respuesta vegetativa de los cítricos a la poda, son la
variedad, edad y vigor del árbol, los hábitos fructíferos, las condiciones de crecimiento, y
las prácticas de producción (Tucker et al., 1994).
Por otra parte, el tipo de inflorescencia se puede ver alterado por la poda. Krajewski y
Rabe (1995b) observaron en mandarina clementina el aumento de brotes vegetativos y de
inflorescencias con hojas en la brotación subsiguiente a la poda, lo que de igual forma fue
observado por Ariza et al. (2004) en lima mexicana.
No sólo puede alterar el tipo de inflorescencia, puede además alterar la distribución de las
flores y la fruta en la canopia. Una poda en altura (topping) regula árboles en seto
cambiando la distribución de la fruta desde el centro del árbol, hacia la parte más baja de
la canopia, condición ideal si se piensa en la cosecha (Krajewski y Rabe, 1995a).
19
Sartori et al. (2007) observaron en plantas de tangerina variedad Montenegrina que tras
realizar la poda, el número de frutos disminuyó, aumentando la calidad de éstos. Por otro
lado, ayudó a disminuir el ciclo alternante, pero señala que el ciclo no se rompe
completamente, debiendo podar los dos años subsiguientes.
Papel relevante tiene la luz en la producción frutal, pues proporciona la energía necesaria
para la fotosíntesis, formando una estrecha relación entre la tasa de crecimiento y la
radiación solar interceptada (Dewar, 1996). La radiación fotosintéticamente activa (PAR)
determina directamente la producción de fotosintatos y la cantidad de materia seca
producida, influyendo sobre el crecimiento, la productividad y la calidad de la fruta (Ferree,
1980; Raffo e Iglesias; 2004).
Gil-Albert (1992) señala que un árbol mal iluminado expresa la falta de energía solar a
través de un menor crecimiento vegetativo, tanto en el número como la longitud de sus
brotes, como también en el tamaño de sus hojas, resultando un menor desarrollo del árbol
y una menor intensidad en la actividad fotosintética.
Ensayos de poda realizados en guava (Psidium guajava L.) por Singh y Singh (2005)
mostraron un incremento en la penetración de luz en árboles podados, mejorando la
actividad fotosintética, mientras que la humedad relativa interna de la hoja disminuye a
medida que se intensifica la poda.
La falta de luz afecta también la inducción y diferenciación floral, en razón del bajo nivel
de carbohidratos acumulados, y a la propia floración y posterior fructificación (Gil-Albert,
1992). Weastwood (1982) indica que muchas plantas responden a la longitud del día
llamado fotoperiodo, sin embargo, la inducción floral en la mayoría de las especies
frutales no es dependiente de este factor.
21
3. Materiales y métodos
La zona de Isla de Maipo tiene un clima mediterráneo semiárido, cuyo régimen térmico se
caracteriza por temperaturas que varían, en promedio, entre una máxima de enero de
28,2 °C y una mínima de julio de 4,4 °C. El período libre de heladas es de 231 días, con
un promedio de 11 heladas por año. Registra anualmente 1621 días-grado y 1147 horas
de frío. El régimen hídrico observa una precipitación media anual de 419 mm, un déficit
hídrico de 997 mm y un período seco de ocho meses. Se caracteriza por veranos secos y
calurosos e inviernos fríos, correspondiendo al clima del valle central (Santibáñez y Uribe,
1990).
Las plantas corresponden a naranjos variedad Tardío de Valencia (Citrus sinensis (L.)
Osbeck) injertadas sobre patrón Troyer (Citrus sinensis x Poncirus trifoliata) con más de
veinte años de edad. El marco de plantación es de 5x5 metros con una altura promedio de
cuatro metros. El sistema de riego del huerto es gravitacional con cuatro surcos por
entrehilera.
Cada tratamiento fue establecido en bloques compactos de 15 árboles, siendo los tres
árboles centrales utilizados para evaluar el efecto de los tratamientos. Los bloques fueron
separados entre sí por una hilera de árboles. Cada tratamiento fue repetido seis veces,
totalizando 54 árboles.
Para mejorar la penetración del producto se agregó 300 ppm de ácido cítrico, llevando el
pH del agua 7,9 a 6.
23
Se realizó un seguimiento al estado de las yemas una vez finalizado el reposo vegetativo,
con el fin de determinar la fecha de aplicación la cual coincide con el estado de yema
hinchada (estadío 01 BBCH). Para esto se muestreó ramillas del último flush de
crecimiento, durante tres semanas consecutivas, observando la evolución de las yemas.
Para esto, se marcaron nueve brotes por cada árbol, totalizando 648 brotes.
eliminando ramas insertadas hacia el centro de la copa. Se eliminó además ramas secas
y madera envejecida, dejando espacio para el crecimiento de nuevos brotes, se realizó
rebaje en altura en el caso que fuese necesario. Esta labor se realizó con herramientas
manuales.
Por ser una variedad de hábito compacto, se rebajó follaje en zonas muy densas,
entresacando brotes, cercanos entre sí, dejando ángulos más abiertos. Por último se
realizó un levantamiento de faldas entre 90 a 100 centímetros del suelo (Anexo 2).
Los árboles correspondientes al testigo fueron tratados sólo con ácido cítrico en igual
dosis utilizada para el tratamiento de ácido giberélico. Para la aplicación se utilizó una
pulverizadora de 1700 litros.
3.7. Mediciones.
Para la evaluación de los tratamientos se marcaron tres ramas por árbol en donde se
realizaron las siguientes mediciones, los datos obtenidos fueron registrados en planilla
Excel.
- Medición de brotes: se eligieron 10 brotes sin fruta al azar por rama marcada, totalizando
30 brotes por planta, registrando el número de nudos por brote, como también la distancia
entre ellos. Se utilizó pie de metro para registrar la distancia de entrenudos en milímetros.
Esta medición se realizó el 28 y 29 de marzo del 2007.
Figura 2. Tipos de inflorescencias: 1 flor solitaria (FS), 2 racimo floral (RF), 3 brote
campanero (BC), 4 brote mixto (BM), 5 brote vegetativo (BV) (Erner y Shomer,
1996).
Para el análisis de los datos se trabajó con los valores medios, siendo examinados por
ANDEVA simple, al existir diferencias significativas se compararon a través de un
contraste múltiple de rangos, utilizando el test de Duncan con una significancia del 5%.
27
4. Resultados y discusión.
Letras distintas en una misma columna indican diferencias significativas, según el test de
Duncan con α= 0,05
Esta situación se opone a lo observado por diversos autores (Luckwill y Silva, 1979;
García-Luis et al., 1986; Coneva y Cline, 2006), quienes señalan un menor número de
nudos por brote tras la aplicación de ácido giberélico.
Al existir una mayor división y elongación celular, por la estimulación generada tras la
aplicación de ácido giberélico (Goldschmidt et al., 1997; Taiz y Zaiger, 1998; Olszewski,
2002; Agustí, 2003), el tiempo que trascurre en la formación de dos nudos consecutivos
28
aumentó (Faust, 1989), es decir, los nudos se encuentran a mayor distancia entre sí,
generando brotes más largos.
Luego la reducción en el número de flores estaría más ligada a la elongación del brote
que a la reducción en el número de nudos (Dahanayake y Galwey, 1999; King et al., 2000;
King y Ben-Tal, 2001; Davies, 2002; Leite et al., 2003; McDaniel, 2004).
Letras distintas en una misma columna indican diferencias significativas, según el test de
Duncan con α= 0,05.
30
La mayor elongación del brote redistribuiría los fotoasimilados, alejándolos del ápice del
brote (King et al., 2000), lo que significa una menor síntesis de proteínas relacionadas en
la inducción floral (Huang, et al., 1990; Bower et al., 1990; Goldschimdt y Samach, 2004),
afectando consecuentemente la diferenciación floral, resultado expresado en una mayor
cantidad de brotes sin flores.
Como sea, la poda primaveral tiene un efecto vigorizante. Esto reflejada en la brotación
desarrollada tras la supresión de material vegetal, la cual es netamente vegetativa (Moss,
1973).
Cuadro 6. Número de flores por nudo y número total de flores en árboles de naranjo
variedad Tardío de Valencia tratados con ácido giberélico 10 ppm y poda. Isla
de Maipo, Región Metropolitana.
número total de
Tratamiento flores/nudo flores
1. Testigo 1,4 a 2305 a
2. Acido
giberélico 0,9 b 1440 b
3. Poda 0,9 b 1513 b
Letras distintas en una misma columna indican diferencias significativas, según el test de
Duncan con α= 0,05
La disminución del número flores es explicada, nuevamente, por el papel que juega el GA3
y su efecto en la elongación del tallo (Dahanayake y Galwey, 1999; King et al., 2000; King
y Ben-Tal, 2001; Davies, 2002; Leite et al., 2003; McDaniel, 2004). De esta manera se ve
afectada la diferenciación floral en el ápice del brote, debido a un menor contenido de
carbohidratos, requisito fundamental en este evento fenológico (Goldschmidt y Golomb,
1982, Goldschmidt et al., 1985; Agustí, 2004; Martínez-Fuentes et al., 2004).
Por otro lado, la poda redujo significativamente el número de flores en brotes generados
sobre ramillas del último “flush” de crecimiento. Cabe señalar que este manejo no tiene
relación con la inhibición de la floración, sin embargo, permite reducir en forma directa el
número de flores.
Moss (1973) señala que brotes generados después de podar no producen flores, sólo un
75% produce flores dos años después de la poda, de los cuales el 50% produce fruta.
Esto es respaldado por Morales y Davies (2002) quienes sugieren que los primeros
flushes de crecimiento producidos después de una poda primaveral generalmente no
florecen, lo que coincide con lo observado por Sartori et al. (2007) en plantas de tangerina
variedad Montenegrina, en donde la poda logró reducir significativamente el número de
flores en un año de alta carga floral (on).
Por otra parte, Krajewski y Rabe (1995b), como también Ariza et al. (2004), señalan que
la poda influencia la floración al aumentar el número de nuevos brotes y así de sitios
florecientes, sin embargo, estos sitios no formarían flores, sino hasta después de
transcurrido al menos un ciclo de crecimiento (Moss, 1973).
33
Letras distintas en una misma columna indican diferencias significativas, según el test de
Duncan con α= 0,05.
Una reducción en el número de flores, tiene en estricto rigor, como consecuencia una
disminución en el número de frutos (Luckwill y Silva, 1979; Southwick et al., 1995;
Turnbull et al., 1996; McArtney y Li, 1998; Salazar-García y Lovatt, 2000; Retamales et al.,
2000; García–Pallás y Blanco, 2001; Davies, 2002; Coneva y Cline, 2006; González et al.,
2007), sin embargo, la calidad de éstos se ve favorecida, expresada en un aumento del
calibre y un mayor contenido de azúcares y nutrientes (Erner y Shomer, 1996).
Si bien la poda redujo el número de flores, no tuvo igual efecto en el número de frutos, al
no existir diferencias con el testigo. Este resultado es totalmente opuesto a lo obtenido por
Krajewski y Rabe (1995b) donde la poda redujo el número de frutos en 50% además de
aumentar el tamaño de éstos. Sin embargo, no fue por efecto sobre la expresión floral,
sino por el retiro de flores mediante la supresión de ramas. Esto es respaldado por los
resultados obtenidos por Moss (1973) en ensayos realizados en naranjo variedad Tardío
de Valencia.
34
Para el aumento del cuajado como consecuencia de la poda, se sugiere como explicación
la existencia de redistribución de nutrientes en el árbol a causa de la eliminación de
“sinks” o sumideros que demandaban parte de la savia elaborada. La presencia de mayor
cantidad de carbohidratos participando en el cuajado de la fruta permitiría obtener un alza
en este evento (Martínez-Fuentes et al., 2004).
PAR (µmol/m2/seg)
Tratamiento Total incidente Periferia interior
Testigo 1963,47 a 59,5 a 9,022 a
Poda 1973,99 a 64,9 a 1360,3 b
Letras distintas en una misma columna indican diferencias significativas, según el test de
Duncan con α= 0,05.
No existe ninguna duda sobre los beneficios que entrega la poda con respecto a
iluminación del árbol. Muchos son los autores que señalan la importancia de la poda en
relación a la luminosidad y su incidencia en la actividad fotosintética (Zaragoza et al.,
1989; Gil-Albert, 1992; Tucker et al., 1994; Raffo e Iglesias, 2004; Parsons y Wheaton,
2006). Por otra parte, los valores de PAR registrados en árboles no podados (control) son
lo suficientemente bajos para evidenciar el emboscamiento en el interior del árbol. La
poda contrarrestaría esta situación, mejorando la penetración de luz, aumentando la
capacidad fotosintética y favoreciendo la formación de nuevos centros de producción
(Singh y Singh, 2005; Sharma y Singh, 2006).
35
5. Conclusiones.
La poda realizada a inicios de primavera redujo en forma directa el número de flores (sin
efecto en la diferenciación floral), lo que permitiría extender la época de poda.
6. Literatura citada.
Agustí, M., V. Almela, J. Pons. 1991. Efecto del 2,4-DP (ácido 2,4-diclorofenoxipropionico)
sobre el desarrollo y tamaño final del fruto de la mandarina Clementina fina (Citrus
reticulata. Blanco). Levante Agrícola. 30 (307-308): 4-12.
Agustí, M., J. Mehouachi, F. Tadeo, E. Primo-Millo, M. Talón. 2000. El uso del ácido
giberélico en citricultura. Levante Agrícola. 39(351): 159-162.
Agustí, M., A. Martínez; C. Mesejo; M. Juan; V. Almela. 2003. Cuajado y desarrollo de los
frutos cítricos. Seminario Internacional de Cítricos. Quillota. 24 de julio de 2003. pp 16-25.
Agustí, M. 2004. Fruticultura. 493 p. Ediciones Mundiprensa, Madrid, España.
Bower, J.P. J.G.M. Cutting, C.J. Lovatt, and M.M., Blanke. 1990. Interaction of plant
growth regulator and carbohydrate in flowering and fruit set. Acta Horticulturae. 275: 425-
434.
Coneva, E. and J. Cline. 2006. Gibberellic acid inhibits flowering and reduces hand
thinning of “Redhaven” peach. Hortscience 41(7): 1596-1601.
Davis, D. 2002. Inhibition of flower bud initiation and development Apple by defoliation,
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