NICOLÁS COPERNICO
(1473 - 1543)
“La figura titánica del viejo monje melancólico, parecía surgir de la sombría
planicie que lo rodea, rompiendo con su cabeza la neblina que lo envolvía para recoger
los primeros rayos del sol”. Con estos vigorosos trazos, definía la figura del legendario
Copérnico, el historiador E. F. Morton.
“Fácilmente puedo imaginar, Santísimo Padre, que tan luego alguien comprenda
que en mi libro afirmo la ejecución por parte de la Tierra, de ciertos movimientos
siderales hasta ahora desconocidos, clamarán inconteniblemente porque yo y mi teoría
seamos objeto de repudio. No me encuentro tan obcecado por mis conclusiones, para que
deje de considerar lo que los demás puedan decir de ella… Hay veces que he meditado
muy seriamente sobre los disgustos que conoceré por mi amor u una innovación que
parece un absurdo”.
Aún cuando se quiera hacer resaltar que la teoría de Copérnico contenía errores y
que fue presentada con una complejidad que la tornaba de muy difícil entendimiento
para el pueblo, la figura de aquel extraño canónigo, se asoma corno la de una de las más
importantes personalidades en la historia de la ciencia.
Copérnico llegó a ser canónigo y el cielo religioso para el cual miraba y tendía, no
tenía ningún paralelismo con el cielo — fenómeno mecánico y astronómico — cuyas
leyes físicas se propuso descubrir y fijar. Fué el quien tuvo el suficiente valor e
inteligencia para comprender que las ideas de ambos cielos, no tenían por qué ser
conflictivas.
Al condenar actuaba con sinceridad y, con la convicción puesta por encima del
razonamiento lógico y científico. Su convicción era la Biblia: “Josué ordenó al Sol (y no
a la tierra) que se parase en lo alto del cielo, para poder destruir a los enemigos del
Señor”. ¿Cómo entonces se podría creer que la Tierra es la que se mueve alrededor del
astro rey? ¡Blasfemias!
La mentalidad común de los hombres, y aún de los que poseían cierto grado de
cultura, no era de las más “clarificadas” ni receptivas a la ciencia. El descubrimiento de
América, el mejor conocimiento del Asia, la apertura de nuevas rutas de comercio, la
intensificación del tráfico marítimo y terrestre, y el término del monopolio veneciano y
genovés, si alguna ventaja trajeron para la emancipación del espíritu, también fueron
factores creativos de una nueva etapa oscurantista.
Una bula firmada por los más altos jerarcas de la Iglesia protestante se manifestó
al respecto:
“...no hay año sin saber de las más espantosas noticias provenientes de los reinos,
ciudades y poblados sobre los horripilantes medios con que el Príncipe de las Tinieblas se
vale para lograr su aparición carnal, con que sobre todas las cosas, trata de apagar la
maravillosa luz del Evangelio”.
“…la ciencia no es más de lo que es la ley y las opiniones de los hombres: injustas y
ventajosas, sanas y perversas, buenas y malas, pero jamás perfectas porque están rellenas
de errores y contradicciones”.
Sin embargo lo que a nosotros nos interesa de su obra, es el resumen que hace
(amargo y algo exagerado) de la ciencia, moral y costumbres de su época:
“Los poetas son unos locos, pues nadie en su perfecto juicio puede vivir de escribir
poesías… Los historiadores mienten, por eso la Historia muda según la generación, el
pueblo o país. La oratoria es la seducción del espíritu cuando el hombre llega al error de
caminar en la elocuencia… el ocultismo es una trampa, y su propio libro es falso y
mentiroso… los filósofos no hacen más que cultivar la diversidad que es mutuamente
anuladora de sus opiniones… las artes se encuentran viciadas por la falsedad y la
presunción… las cortes de reyes y príncipes son escuelas de corrupción, y refugio para la
maldad más detestable… los comerciantes son ladrones, los tesoreros infieles… La
medicina es el arte del homicidio casual, habiendo más peligro en el médico y sus
remedios que en la propia enfermedad”.
12
Grenoble, ciudad de Francia (Delfinado).
13
Astrolabio, antiguo instrumento para observar la altura de los astros.
14
Esfera armilar, reunión de círculos de metal o de cartón que representan el cielo y los diversos
movimientos de los astros.
BIOGRAFÍA DE COPÉRNICO
Dicho principio (el geocentrismo) era lección elemental en las escuelas, y con
mayor razón en la católica Polonia, donde un comerciante de nombre Koppernigk se
estableció en Thorn15, llevando con él, esposa y seis hijos. Hacía sólo seis escasos años
que dicha ciudad, que descansaba en una de las márgenes de Vístula, había sido cedida
por la Prusia occidental al reino de Polonia; de esta forma Nicolás nació polaco, aunque
fuese prusiano de sangre y formación, el 19 de febrero de 1473. Recibió la rudimentaria
educación de aquella época hasta que su padre falleció diez años más tarde. La familia
de Copérnico era grande en miembros, pero pequeña en recursos, hecho que llevó al tío
materno de Nicolás, Lucas Watzenrode (entonces sacerdote y luego obispo de
Ermland16), a hospedar en su casa a sus sobrinos. Los niños fueron preparados con
vistas a su enrolamiento futuro a una de las dos carreras compatibles con el alto cargo
de protector: el ejército o la iglesia.
Nicolás Copérnico supo acertar en su decisión, pues dicha universidad italiana era
un auténtico centro del liberalismo en materia de aprendizaje, allí campeaba la doctrina
del humanismo en los espíritus liberales de maestros y alumnos. Copérnico, además de
seguir el curso oficial de derecho canónico, se matriculó en los cursos de matemática,
física y astronomía, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los discípulos más
apasionados de un renombrado maestro que empleaba métodos revolucionarios en sus
clases de ciencia y pedagogía: Domenico de Novara20; quien a su vez era un predilecto y
devoto discípulo de Regiomontano21, el magistral alemán que sacudiera el mundo de
entonces con sus principios astronómicos.
18
Alberto Blar Brudzewski, también conocido como Wojciech Brudzewski o Alberto Blar de
Brudzewo (1445-1497), astrónomo, matemático y prominente profesor polaco en la Universidad de
Cracovia, donde permaneció por veinte años.
19
Frauemburgo o Frauenburg (ahora Frombork), ciudad del norte de Polonia, en la laguna del Vístula.
Catedral construida en el siglo XIV, diócesis de Ermland.
20
Domenico Maria de Novara, matemático y astrónomo italiano. Enseñó en la Universidad de Bolonia
(siglo XV). Uno de los primeros críticos sobre la exactitud de la Geografía de Tolomeo. Influyó mucho
en Copérnico.
21
Regiomontano, de nombre Juan Müller (1436-1476), famoso astrónomo y matemático alemán, nacido
en Unfind. Autor de un divulgado tratado de trigonometría plana y esférica. Es el fundador de la
trigonometría moderna.
teoría que patrocinaba, de que todos los “astros se movían alrededor de Hestía 22, que
sería un prodigioso e inexplicable cuerpo celeste, que estando libre en el espacio atraía,
calentando y vivificando los astros que se congregaban en sus cercanías”.
Ahora en Bolonia, era Domenico de Novara quien pretendía (una vez más)
cambiar la teoría ptolemaica, ampliando las dudas ya sembradas por Nicolás Oresme25 y
Nicolás de Cusa26, quienes también lucharon en pro de la hipótesis de los movimientos
terráqueos. Copérnico estuvo tres años en Bolonia. En 1500 se dirigió a Roma para estar
presente en las fiestas del Jubileo; su permanencia en esa fue breve, pues a pedido de su
tío y protector, retornó a Polonia para asumir sus funciones de canónigo en la sede de
Frauemburgo.
22
Hestia, diosa griega del hogar, equivalente a la Vesta latina. En este caso Filolao da ese nombre a su
desconocido astro en su sistema por él esbozado.
23
Aristarco de Samos, astrónomo griego (310-230 a. de C.), quien formuló por primera vez la teoría
heliocéntrica (la Tierra girando sobre sí misma y alrededor del Sol). Calculó las distancias y el tamaño de
la Tierra, el Sol y la Luna.
24
Claudio Tolomeo (¿90-168? d. de C.), astrónomo, matemático y geógrafo griego. Ideó varios aparatos
astronómicos y escribió Composición matemática o Almagesto, tratado astronómico vigente hasta la
revisión de Copérnico. Su Geografía alcanzó también popularidad y gozó de gran autoridad hasta el
Renacimiento. Su sistema astronómico consistía en colocar a la Tierra en el centro del mundo y
considerarla un cuerpo fijo, en torno al cual giraban el Sol, la luna y los planetas (teoría geocéntrica o
geocentrismo).
25
Nicolás Oresme (¿1323-1382) fue un genio intelectual y probablemente el pensador más original del
siglo XIV. Economista, matemático, físico, astrónomo, filósofo, psicólogo, y musicólogo; fue también un
teólogo dedicado y obispo de Lisieux, traductor, consejero del rey Carlos V de Francia y uno de los
principales fundadores y divulgadores de las ciencias modernas. Su argumento a favor del movimiento
terrestre es más explícito y más claro que el que fue dado después por Copérnico.
26
Nicolás de Cusa (1401-1464), cardenal y sabio nacido en Cusa, en la diócesis de Tréveris, Alemania.
Teólogo y filósofo, uno de los espíritus más profundos del siglo XV, es considerado el padre de la
filosofía alemana y, como personaje clave en la transición del pensamiento medieval al del Renacimiento,
uno de los primeros filósofos de la modernidad. Autor del célebre tratado filosófico De docta ignorancia.
En lo que se refiere a la Astronomía, para él la tierra no es el centro del universo ni está inmóvil sino en
movimiento, ni sus polos son fijos y los cuerpos celestes no son completamente esféricos, ni sus órbitas
circulares.
Pronto percibió que la comprensión de la mecánica celeste se tornaba más
comprensible y asequible aceptando los movimientos terrestres alrededor del sol, que
guardando la tradicional fidelidad a la inamovilidad de nuestro planeta. Estudiando el
cielo, ya desde el punto de vista de la rotación terráquea, muy pronto obtuvo
conclusiones científicas al respecto, hasta donde pudo llevarlo la atrasada ciencia
astronómica que imperaba en su época.
27
Tablas Alfonsinas, nombre dado a los registros astronómicos establecidos en 1252 por orden de
Alfonso X de Castilla. Dividían el año en 365 días, 49 minutos y 16 segundos. Contiene también la teoría
planetaria y los eclipses.
Ermland, quien no tardó en llamarlo a su presencia para enterarse por boca de su
protegido, lo que había de cierto en las habladurías.
Copérnico decidió poner todo en claro y hablar con Watzenrode, por lo que viajó
con toda su documentación respecto a la revolucionaria teoría de la rotación terrestre.
Fueron muchas y privadas las conversaciones que mantuvo con su tutor y superior
inmediato. El resultado posterior de dichas reuniones fue casi inesperado: el obispo
decidió no sólo apoyarlo en sus estudios, sino que le dió facilidades económicas para la
realización de los mismos. En 1506, y como una demostración palpable de la confianza
que le tenía, lo nombró su secretario particular y médico del palacio.
Durante aquel largo periodo en muchas oportunidades tuvo que suspender sus
estudios astronómicos, para representar al Cabildo de Frauemburgo en misiones
diplomáticas. Habiéndo incluso llegado a elaborar un tedioso estudio para lograr la
conversión de la moneda polaca, entre el pueblo de origen prusiano, que aún continuaba
usando la moneda de aquel reino, el trabajo fue realizado por pedido directo del rey
Segismundo I,29 gracias a él conocemos a un Copérnico versado en economía, teórico
tan profundo, realista y práctico en cuestiones monetarias, que años más tarde más de
uno tomó como propios sus estudios financieros, con el objeto de ganar un foro de leyes
económicas.
Con la misma despreocupación que siempre observó por los hechos materiales,
ningún caso hizo de quienes plagiaron su obra, a él le quedaba la satisfacción interna de
haber cumplido con lo encomendado. Es a partir de los cuarenta años que Copérnico se
compenetra más en el estudio de los datos y afirmaciones dejadas por Ptolomeo en sus
manuscritos; su íntimo deseo era probar que aquellos números y conclusiones tenía más
relación y lógica cuando eran aplicados a la teoría heliocéntrica que a la del
geocentrismo.
Es probable que este retorno a las consideraciones y cifras del viejo principio del
geocentrismo se debiera a que en Frauemburgo apenas si podía dedicar cinco meses a la
observación astronómica. En el resto del año la zona quedaba totalmente cubierta por la
espesa neblina que subía del mar Báltico; dificultad que le entorpecía las labores y que
en más de una oportunidad le haría desear la serena claridad que los cielos
mediterráneos le brindaron a Ptolomeo.
28
Epiciclo, círculo cuyo centro, según la opinión de los antiguos astrónomos, estaba en un punto de la
circunferencia de otro mayor.
29
Segismundo I El Viejo, rey de Polonia de 1507 a 1548.
prestaba desinteresadamente sus servicios médicos, los pocos que podían hacerle algún
presente, sabían que eso, lejos de servirle de reserva, iba a manos más necesitadas.
Invariablemente al terminar con sus deberes religiosos y médicos con la comunidad, se
aislaba en su constante estudio de las leyes astronómicas. En 1514 terminó un sumario
de sus conclusiones respecto de la tesis heliocéntrica, la que intituló: Nicolai Copérnici
de hipothesibus motuum cælestium. Desgraciadamente era demasiado pobre como para
poder acarrear con el costo de la impresión aparte que se mostraba muy receloso de
someter oficialmente sus conclusiones a la crítica de sus superiores y a la de los
exegetas cristianos. Si el dinero le faltaba, le sobraba paciencia y sabía emplear su
valioso tiempo. Hizo algunas copias manuscritas del trabajo y las repartió entre amigos
y antiguos maestros, a quienes sabía interesados por las leyes matemáticas, físicas y
astronómicas.
“No existe centro alguno para todos los círculos o esferas celestiales”.
“Todas las esferas (planetas) giran alrededor del sol, que es punto medio de ellos,
consecuentemente el sol es el centro del universo”.
Modelo de Copérnico
Tales circunstancias terminaron por retraer más aún a Nicolás Copérnico, a punto
de desilusionarlo y casi divorciarlo de la ciencia astronómica, lo que a su vez contribuyó
a que se hiciese más lenta la publicación de nuevos estudios en los que reafirmaba y
ampliaba su teoría.
Lo cierto es que en 1537 puso punto final a sus estudios y aglutinó sus trabajos y
deducciones científicas en un tomo que llamó Commentariolus, que fue distribuido en
forma discreta y casi tímida, diríamos. Entre sus deberes con sede canónica y los de la
medicina se arrastró su vida hasta el año de 1539, el que fue totalmente revolucionado
por la llegada de un joven; de una persona que le dió dio nuevo hálito de esperanza y
que le renovó su dormida fe por la investigación científica.
30
Juan Calvino (1509-1564), teólogo y predicador francés, propagador de la Reforma en Francia y
Suiza. Nacido en Noyón, estudió en París y en Orleáns. Perseguido por sus ideas religiosas, se refugió en
Ginebra (Suiza), donde instauró un estado teocrático. Fundó la Universidad de Ginebra. Expuso su
doctrina en Instituciones de la religión cristiana (1560), a la vez una de las obras más notables de la
literatura francesa. Su sistema religioso, llamado calvinismo, se distingue de las otras doctrinas
protestantes por el origen democrático que atribuye a la autoridad religiosa; la supresión completa de las
ceremonias; la negación absoluta de la tradición; el dogma de la predestinación; la reducción de los
sacramentos al bautismo y la Cena. El calvinismo se extendió sobre todo en Suiza, Holanda, Hungría y
Escocia.
Rheticus31 hizo un viaje especial desde Wittemberg—donde estudiaba
matemáticas en la Universidad Luterana—hasta Frauemburgo para conocer a
Copérnico. Rheticus era un protestante de alta jerarquía, era el protegido de
Melanchton, y contaba a la sazón con sólo 25 años. Su interés en Copérnico nace
cuando su maestro y tutor, leyera e hiciera severas críticas al Commentariolus, las que,
guiándose por su propio criterio no consideró acertadas. Con tenacidad digna de
encomio solicitó leer la copia de dicho tratado, con lo que, conforme avanzaba y se
compenetraba en el pensamiento coperniano, mayor admiración le merecía, juzgándose
obligado a reconocerle en sus trabajos una serie de aciertos científicos. Además
consideró que su obra no era conflictiva con las enseñanzas de ha religión; durante años
Rheticus mantendría esta polemizante posición.
Copérnico por su parte se sintió invadido por el entusiasmo que movía a este
joven, tanto que no pudo menos que hablarle y mostrarle su tesis definitiva. La que
constituía el trabajo de más de veinte años de pacientes observaciones, estudios y
conclusiones a que llegase como consecuencia de los principios iniciales, ya
establecidos en su Commentariolus; la obra era de tal importancia que el profesor
luterano no vaciló en homenajearlo, dándole el título de “el mejor y más sabio de los
hombres”. Testimonio doblemente valioso para el desmoralizado Copérnico, pues no
sólo provenía de un elemento contrario a su Iglesia, sino que constituía el definitivo
impulso que precisaba para culminar su tarea.
31
Rheticus, de nombre Joachim von Lauchem (1514-1576), astrónomo alemán. En su Narratio prima
(1540), divulgó las teorías de su maestro Copérnico.
Para los luteranos la Biblia representaba no sólo el contenido moral y religioso
sobre los que asentaban las bases de su religión, sino también verdades de orden general
que eran consideradas como absolutas y terminantes. Rheticus era catedrático de la
Universidad Luterana, era uno de los nuevos valores de la generación protestante, había
sido discípulo de uno de los más eminentes próceres de la Reforma; por lo que en esa
adhesión, decidida y amplia, a los principios de Copérnico había algo más que la
admiración a los nuevos teoremas astronómicos, existía, como ya lo habían previsto
eminentes teólogos luteranos, una sutil pero peligrosa oposición a los textos del Antiguo
Testamento.
Prueba evidente de los deseos divinos era que la voz de “Hágase” se refería sólo a
la Tierra y a los Hombres que la habitaban; poco o nada restaría de las Sagradas
Escrituras si aceptasen, por vía de la astronomía que el hombre no era el más importante
de los seres creados, y que la tierra no era el más importante de los mundos: el centro
del universo. Lo que el Creador había forjado el primer día de su magnificente obra,
tenía que ser el centro de todo. Afirmar lo contrario, era de hecho herejía.
Pese la insistencia y ardor con que Rheticus propugnó su idea, no pudo quebrantar
totalmente la prudencia de Copérnico, lo más que logró su reciente colaborador fue que
le diera autorización para que elaborara un compendio analítico de sus primeros cuatro
manuscritos, tarea que le insumió largos meses de trabajo, tanto así que sólo en 1540
pudo editar en Dantzig el resultado de su anhelado compendio: Narratio prima de libris
revolutionum.
¡Ellos eran sólo dos hombres trazando líneas y leyes especiales… en el silencio
del espacio!
Rheticus, era no solo muy joven para ceder, sino que además poseía la certeza
absoluta de estar luchando por lo irrebatible. En el verano de 1541 regresó a
Frauemburgo, donde permaneció hasta setiembre de ese año, luchando en todo
momento por convencer al ya anciano canónigo, de editar la totalidad de sus trabajos.
En su lucha de convencimiento Rheticus no vaciló en recurrir a los más altos jerarcas de
la Iglesia católica para que enviasen al escéptico y viejo Copérnico el estímulo que tanto
necesitaba. La palabra, el estímulo llegó, y resonó favorablemente en los cansados oídos
del canónigo de Frauemburgo, los que a decir verdad, ya estaban ablandados por la
tenacidad de Rheticus. Copérnico cedió y autorizó a su joven amigo para que enviase la
totalidad de su obra a un editor de Nuremberg, siendo este último vencido a su vez, por
la apasionada convicción de Rheticus, y, por la impresionante calidad de la tesis
elaborada por el genial Copérnico: en 1542 comenzó la impresión, asumiendo el
impresor todos los riesgos que de ello se desprendiese (los que no eran desdeñables, en
vista que contrariar a la ciencia y religión oficial era incurrir en herejía declarada).
“…creen importante elaborar tesis tan perturbadoras como la de ese astrónomo prusiano,
que mueve la Tierra e inmoviliza el Sol. En verdad, nuestros prudentes gobernantes
deberían disciplinar el espíritu desenfrenado de aquellos hombres”.
Copérnico por su lado, y, con el fin de suavizar cualquier crítica que pudiera
32
Juan de Sacrobosco, astrónomo inglés del siglo XIII, autor de un tratado de astronomía titulado
Tractatus de Sphaera (Tratado de la esfera), escrito en 1220.
33
Andrés Osiánder (1498-1552), teólogo protestante alemán, nacido cerca de Nuremberg.
despertar su obra en el Vaticano, redactó un prefacio (que muchos de sus biógrafos
consideran que fue sustancial y perjudicialmente alterado, por el revisor Osiander) en el
que dedicaba su obra al Papa Paulo III.
Portada de la obra de Nicolás Copérnico “De Revolutionibus Orbium Coelestium” (Sobre el movimiento
de las esferas celestes), en la edición de 1543.
Confesaba luego, que durante largos decenios había dudado entregar su trabajo a
un impresor, tanto por pensar que era una obra modesta como por considerar que quizás
fuese más acertado difundir sus ideas conforme al sistema “pitagórico”, que “trasmitía
los secretos de la filosofía no por escrito, sino oralmente y sólo a sus amigos y
parientes. Mencionaba, igualmente, los nombres de dos eminentes prelados (aquellos
que habían hecho llegar hasta él palabras de aliento, a pedido del fiel Rheticus): el
cardenal de Capua, Nicolás Schonberg, y el obispo de Kul, Tiedman Giesse, “sólo con
ese poderoso patrocinio es que me decido a mandar mi humilde trabajo al impresor”,
sabiendo que el Papa, en su infinita sabiduría a infalibilidad sabría cerrar oídos a los
calumniadores de su tesis. Respecto a éstos, Copérnico les guardaba sitio preferencial en
su inteligente prefacio
“Si por ventura hubiere habladores, comodistas, que aunque ignoren toda la ciencia
matemática, sobre tales asuntos, y si osaren formular crítica y ataques a mi teoría,
teniendo por prueba algunos pasajes de las Santas Escrituras, que tergiversaran para servir
a sus propósitos, los ignoraré y despreciaré la condenación de ellos como algo propio de
hombres insensatos”
La dedicatoria, el prefacio en sí, fue más polemizante que la obra en sí misma.
Andreas Osiander, tomando muy en serio el papel de revisor, y pensando que una previa
explicación pudiera amainar las eventuales criticas, redactó él mismo un segundo
prefacio en el que dejaba sentado que más que como una nueva doctrina, se presentaba
el trabajo como hipótesis, más que como verdad científicamente comprobada.
El primer ejemplar de la edición de 1543, fue llevado con la urgencia que el caso
merecía hasta el lecho donde Copérnico esperaba dos cosas: el libro y la muerte. Sólo
tuvo hálito para ver con sus débiles ojos los caracteres gruesos de la portada, más tarde
le leyeron la primera página de su magistral tratado. Una hora después de esta emotiva
presentación Copérnico moría, siendo enterrado con aquel primer ejemplar de su
histórico Nicolai Copernici revolutionun liber primus.
La conmoción causada por la obra coperniana fue tal, que no sólo logró vencer el
inicial silencio, el rechazo total de científicos de la talla de Tycho Brahe 34, la risa de los
incrédulos o la cólera de los ofendidos exegetas sino que; De revolutionibus orbium
cælestium pasó a ser considerada como verdad inmutable, y a ganar autoridad entre los
más prestigiados y exigentes astrónomos de la época. Sus postulados hicieron verdadera
labor de zapa, durante la época en que el libro pasaba de la crítica a la alabanza. Sus
principios eran revolucionariamente sencillos:
“…los movimientos de los cuerpos celestes son circulares y uniformes; pues el círculo es
la forma más perfecta”.
34
Tycho Brahe (1546-1601), astrónomo danés. Formuló una teoría geocéntrica del Universo, una
transición entre el modelo ptolemaico y el coperniano: el Sol y la Luna giran alrededor de la Tierra
inmóvil, mientras que Marte, Mercurio, Venus, Júpiter y Saturno girarían alrededor del Sol. Sus
observaciones permitieron a su discípulo Kepler formular las famosas leyes sobre el movimiento
planetario.
De esta manera quería explicar que el aparente movimiento de los astros alrededor
de la Tierra, era en realidad el movimiento que ejecutaba la Tierra alrededor de su eje.
Siguiendo esta teoría, el aparente movimiento anual en tomo al Sol, era de hecho el
efectivo movimiento anual alrededor del astro rey.
Los censores eclesiásticos querían que las futuras ediciones del libro dejasen bien
en claro, a través de una explicación, que Nicolás Copérnico elaboró sólo una hipótesis,
sin haber nunca pretendido relatar un hecho comprobado.
La fuerza que tomaba la tesis de Copérnico era tal, que en 1620 fue permitido
tácitamente la lectura a los católicos del libro De revolutionibus, a través de una edición
especialmente preparada y de la cual se habían retirado nueve capítulos. Estos eran, a
entender de los estrictos censores, donde se resumían los errores, era donde se
presentaba la “hipótesis” como hecho comprobado. En el año de 1758 ya no aparece el
libro en el temido “Indice Religioso”, aunque no es sino hasta 1828 cuando levantan la
prohibición que pesaba sobre los tratados de Nicolás Copérnico.