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EL PSICOANALISIS Y EL SEMBLANTE SOCIAL José Luis Tuñón

La vida en las ciudades es una dominante de occidente que nos lleva a considerarlas en
sus propiedades comunes, pero las ciudades no son todas iguales, su crecimiento o
decadencia, sus costumbres, los lazos entre sus habitantes, deben ser distintos en una
ciudad de labriegos emigrados, que en otra que explota materias primas o sirve de
soporte a una burocracia. De allí que, quizás, atender a sus diferencias podría servirnos,
a los que participamos del IOM, para entender las particularidades de la llegada del
psicoanálisis en las diversas ciudades donde se expande. Tendemos a creer en la
sincronía de esa expansión, pero el tiempo en juego está mas cerca de lo que Lacan
llamaba las profundidades del gusto.
La ciudad de Comodoro Rivadavia, de la que voy a ocuparme, fue fundada en 1901, un
año después de la aparición de “La Interpretación De Los Sueños”. Recibió
inmigraciones masivas sin arraigo ni tradiciones dominantes, abocadas a la explotación
del petróleo. Podemos suponer que ese proceso tomó la forma de un semblante, uno al
que vamos a llamar semblante social, resultado del tratamiento de esas masas por la
ciencia positiva, que sumadas al ejército y a la iglesia, dieron allí la garantía de
modernización. Ese semblante social, modeló las formas del malestar en la cultura que
permitieron el encuentro con el analista. Encuentro que debió esperar, en Comodoro,
hasta la década del ochenta para producirse, cuando de aquellas masas inmigrantes,
reguladas por el discurso de la ciencia, comenzaron a desprenderse las preguntas de la
histeria. El IOM, en Comodoro, se fundó unos años después de ese encuentro y sus
peripecias aún llevan su marca. Procuraremos precisar que condiciones “deben caminar
cien años en las profundidades del gusto para que la vía de Freud sea practicable.”(1),
según reza una célebre cita de Lacan. Para los fines de este trabajo, importa decir que
los semblantes cambian con la historia, al igual que los síntomas. Ya que, lo que camina
en esas profundidades, es el trabajo de envoltura que, tanto uno como el otro, realizan
sobre lo real del goce.
El semblante es una categoría introducida por Lacan cuando su enseñanza ya se
encontraba adelantada y reúne al registro imaginario y simbólico, cuyas funciones, en
ese trabajo de envoltura son coincidentes. El más estudiado es el semblante fálico, cuyo
trabajo de veladura regula las atracciones, rechazos e indiferencias que mueven la
economía libidinal. Lo tenemos frecuentemente en cuenta, ya que, buena parte de la

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clínica psicoanalítica se apoya en él. Sean las alternativas del ser o del tener, los
caminos de la identificación sexual o el modo en que estos precipitan en el síntoma.
Pero el semblante fálico, se apoya en la tradición, nombre que asume cuando se lo
historiza. Para funcionar requiere que se instalen primero algunas representaciones,
como la naturaleza original, la sangre, y mas tarde los padres, los linajes y las faltas y
finalmente hacer entrar todo eso en el derecho que regula la propiedad, bien por
excelencia del régimen fálico. Tratándose de un régimen propietario, la propiedad debe
establecerse primero, cosa que lleva tiempo y no ocurre si las disputas entre originarios
y venidos están todavía vigentes. Si bien puede decirse que este semblante ya habita en
la lengua, puesto que la lengua misma es su producto. Desde Saussure sabemos que la
lengua es una estructura de discurso que se realiza en el habla Y con Lacan, que no hay
discurso que no sea del semblante.
El régimen fálico ha tenido en nuestra ciudad un “reinado” breve. Los años setenta en
los que se consolidaron las familias venidas en la primera mitad del siglo XX y los
ochenta en los que, el regreso de la democracia y la salida de la dictadura, orientaron la
migración hacia “el interior” de muchos de nosotros. Para entonces ya se habían
establecido al menos tres generaciones familiares y sus novelas, ya que, aunque sea
obvio decirlo, los mitos familiares necesitan familias que los soporten. Pero también ya
habían venido quienes podían escucharlas en nombre del psicoanálisis. Se trataba
entonces de un retoño del llamado narcoanálisis de Fontana; ellos con sus sesiones
prolongadas, sus regresiones a los tiempos idos, el uso ritual de los fármacos, hicieron
lugar a la pregunta fundante de la histeria: ¿Es que en estas masas, todo vale lo mismo?
Allí, en la incipiente zona media del gusto comodorense, anidó desde entonces el
psicoanálisis.
Pero luego irrumpió la revolución liberal que desembocó en el crack del 2001. En
Comodoro tuvo como consecuencia la privatización de YPF y la expulsión masiva de
aquellas masas socializadas. A la crisis le siguió un nuevo poblamiento masivo, pero
signado ahora por el discurso capitalista cuyo empuje al goce caracteriza los tiempos
actuales, disolviendo todo semblante. El Estado en el que aún está vigente el semblante
social, se debate impotente procurando identificar a las nuevas poblaciones con las
categorías sociales que civilizaron en otra época. Pero es un impasse. No resulta. Por
todos lados rebalsa el goce. Las identificaciones disponibles caen ante el delirante
empuje a la satisfacción. Los recursos profesionales y técnicos van de reunión en
reunión para encontrarse cada vez con la impotencia.

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Los psicoanalistas suelen encontrarse mas a su gusto donde la histeria hace oír aquella
pregunta por el valor. Y esto todavía puede hacerse en los islotes del semblante fálico,
pluralizados ahora como nombres del padre. Allí aún es posible encontrar las
referencias clínicas o culturales que nos son familiares. Pero ocurre que, en estos
tiempos, la pregunta por el valor está respondida de antemano por la identificación al
objeto. Y el psicoanálisis puede buscar refugio en lo que queda del semblante fálico, o
procurar servirse del impasse del semblante social que lucha con las nuevas
muchedumbres.
Lo que llamo semblante social es una variante del discurso de la ciencia, que se aplica al
tratamiento de las poblaciones que habitan las ciudades (epidemiología, demografía,
organización empresaria, recursos humanos etc.) Si recordamos el matema del discurso
universitario, podremos ver las consecuencias de poner al saber en el lugar del agente:
agente S2 ---------- a otro
verdad S1 --------- $ producción
Este agente se dirige a un otro proletarizado, que entra identificado a alguna de las
categorías sociales: analfabetos, solteros, excluidos, discapacitados, etc. ¿Cómo
articular allí el psicoanálisis. Dice Miller: “El psicoanálisis, y en tanto está
representado por un analista, es responsable de la presencia del inconsciente. Y
precisamente es responsable de inscribir el inconsciente en el campo de la ciencia, es
decir, de cernir la causa de la identificación.” (2) Pero en el discurso de la ciencia la
causa de la identificación está en el lugar de ese otro masificado que expulsa las
diferencias singulares que podrían hacer lugar a una pregunta por la verdad. Aunque
podríamos suponer que el sujeto dividido que se expulsa, es ese otro al que solemos
ofrecerle nuestro trabajo. Pero no es así, entre ese sujeto dividido y su verdad, cuya
búsqueda podría llevarlo a un análisis, hay una doble barra de impotencia
S2 ----------------> a
S1-------/ /-------- $
Impotencia
El sujeto dividido no puede tomar la palabra sobre su condición ya que el saber se
encuentra en posición de amo impidiendo formular las preguntas que darían paso a la
histeria. De ahí que, si bien en este semblante hay síntomas, llamados precisamente
sociales, estos adquieren estatutos epidemiológicos, como alcoholismo, inseguridad,
violencia etc. ¿Cuál es el semblante que conviene ofrecer a este discurso, sea por el lado
del sujeto dividido, pero impotente, o por el lado del desecho social?

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No puede ser el semblante de saber que tiene como verdad al amo ya que, el otro, sería
nuevamente puesto en el lugar del objeto, esta vez objeto de tratamiento. Tal vez
descompletarlo realizando el cuarto de vuelta que pone otra vez al amo en el lugar del
agente, poniendo a trabajar al saber y al sujeto dividido. Esta es la tarea que le
reclamamos a la política. Pero el saber en el lugar del amo, propio de las burocracias
que administran los programas sociales, y la política regulada por los profesionales de la
comunicación y la imagen, dificultan esta vía, si bien aún es posible su uso
maniobrando con la noción de autoridad.
La otra es ciertamente más difícil, consiste en ganar el lugar del objeto, lugar específico
del analista, y que puede conseguirse apelando al misterio de no querer nada en tiempos
de la urgencia generalizada. Alguien puede finalmente dejar de correr y preguntar:
¿pero a Ud. que le afecta? Como es la histeria quien hace esas preguntas, se puede ir a
su encuentro. La tercera, implícita en las otras dos es la vía del síntoma. Es allí donde el
semblante se conmueve y evoca al ideal y entonces hay una oportunidad para despejar
el lugar del objeto en juego, cuyo semblante puede ofrecerse. Como vemos las
oportunidades no son muchas: o el refugio defensivo en los islotes del semblante fálico,
pero a riesgo de quedar olvidado, como tantas otras cosas que han llegado al pueblo y se
han ido. O ir al encuentro de los estancamientos del semblante social y ver que puede
hacerse. Es en esos estancamientos donde el saber desbordado por el goce, cede su lugar
de amo y puede consentir al trabajo. Si nuestra operación resulta, es probable que nos
supongan un saber, que no es el expuesto sino el del inconsciente. Un saber que vale
solo para el sujeto que allí emerge. Pero en estos tiempos, donde nadie parece querer
saber nada, es un saber valiosísimo.
José Luis Tuñón
mailto:joseluistunon@gmail.com
BIBLIOGRAFIA:

(1)JACQUES LACAN, KANT CON SADE, Escritos I- Editorial Siglo XXI. 1988
JACQUES ALAIN MILLER, EXTIMIDAD, Editorial Paidós.2010
(2)JACQUES ALAIN MILLER, LOS USOS DEL LAPSO, Editorial Paidós. 2004
JACQUES ALAIN MILLER, PSICOANÁLISIS Y POLITICA, Ed. Grama. Buenos Aires
2004.
GERMAN GARCIA. EL PSICOANALISIS Y LOS DEBATES CULTURALES. Ejemplos
Argentinos. Col. Espacios del Saber. Ed. Paidós. 2005

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