clausewitziana
Hablar de los estrategas como André Beaufre y de Liddell Hart y sus teorías
estratégicas relacionadas con los términos clausewitzianos, requiere de un análisis
exhaustivo y propio en estilo, ya que serán tratados en los principios de la Guerra.
Naturaleza de la Guerra
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La aplicación es universal y su validez como teoría está asegurada en el tiempo.
Beaufre sostiene que la Fuerza Militar es uno de los posibles recursos disponibles al más
alto nivel del Estado para doblegar al voluntad de lucha del adversario. Otros instrumentos
relacionados con la Estrategia de Maniobras, son la aparición y uso de los términos de
Guerra psicológica, la Guerra de la información, la Guerra económica, la amenaza del
empleo de la fuerza, la política, etc. Beaufre no destaca ningún sistema o forma de fuerza
específica, aún siendo válidas sus teorías en todo el espectro de los posibles conflictos entre
estados, poseen vigencia en la época actual y futura. La fuerza militar tendrá una relevancia
mayor o menor, dependiendo del tipo de conflicto a enfrentar, y de la maniobra a nivel
político estratégico. Al haber formulado sus conceptos y teorías en el nivel de la estrategia
total, Beaufre ha superado, por este sólo hecho, la mayoría de las limitaciones de las
estrategias clásicas que lo precedieron. Continuando con Beaufre, encontramos que
partiendo del origen de la Guerra, el autor basa su correspondencia con los modelos 1, 3 y
5, en contraposición al definido por Clausewitz como “alcanzar la decisión para conseguir
el objetivo por el empleo de las fuerzas.
Bajo esta óptica, Liddell Hart sostiene que la confrontación directa se hará de fuerte
a fuerte y la decisión deberá producirse en el teatro principal”, es por ello que este estratega
adopta el concepto de Estrategia del objetivo limitado. Ello se debe a que en la estrategia
directa, se intenta conseguir la decisión sobre el objetivo político sin un enfrentamiento
directo, sino con el desgaste constante del adversario. Asimismo, no siempre será posible la
dislocación del enemigo o su destrucción por medio de la batalla. Si un Gobierno valora
que el enemigo tiene superioridad militar puede adoptar una estrategia de objetivo limitado.
En este caso el Gobierno, en su política de Guerra, puede actuar de las siguientes formas:
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Ante la imposibilidad de la destrucción del poder militar del enemigo, puede
asegurar el objetivo de su política de Guerra, apoderándose de un territorio y
usarlo para las negociaciones de Paz. La razón más usual para adoptar una
estrategia de objetivo limitado es la de esperar un cambio en el equilibrio de
fuerzas, cambio buscado y obtenido con frecuencia, mediante el agotamiento de
las fuerzas del enemigo, debilitándole por pequeñas acciones en lugar de por la
ejecución de golpes arriesgados. La condición esencial de esta estrategia, es que
el agotamiento del enemigo deberá ser desproporcionadamente mayor que el
propio y ello se puede lograr desgastándolo mediante las siguientes acciones:
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La victoria militar y las acciones militares durante la Guerra deben ser
políticamente aceptables, considerando que el propósito de la Guerra reside en
la Paz posterior.
De lo anterior, se puede observar que este principio hace relacionar las imposiciones
del nivel político con el nivel militar, delimitando el área de aceptabilidad de empleo de la
herramienta militar y constituyen, más que "interferencias", las exigencias que le dan
sentido a la acción militar, ya que ninguna estrategia se satisface a sí misma.
En este sentido las enseñanzas de Liddell Hart nos permite precisar que la relación
del aparato político del Estado con el militar tiene el propósito de: “... el objeto de la
Estrategia es provocar la dislocación del enemigo, de la que puede seguir la disolución de
los ejércitos adversarios o la ruptura de su resistencia por la batalla” “(...) La dislocación
estratégica resulta de uno de los movimientos siguientes: a) que se trastorne las
disposiciones (despliegue) del enemigo y al obligarlo a un súbito cambio de frente disloque
la distribución y organización de sus fuerzas; b) que separe sus fuerzas; c) que ponga en
peligro sus abastecimientos; d) que amenace la ruta que lo une a su base o a su país (o la
región vital de él)” “(...) La dislocación psicológica surge de la sensación de verse cogido
en una trampa". También es importante resaltar que en el momento de analizar la situación
estratégica, se deberá: “(...) Más alejada aún de la verdad (...) es la tendencia rutinaria,
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especialmente característica de los reglamentos modernos, de considerar que la Guerra trata
principalmente de concentrar una fuerza superior”.
Continuando con los basamentos teóricos de Beaufre, encontramos que existe una
gran política que fija los objetivos a alcanzar de acuerdo a las metas señaladas por el interés
nacional; por su parte, la estrategia total define cómo el conductor político accionará con
los campos de acción, es decir, con todas las fuerzas de la nación para lograrlo. A
continuación, el gobernante indicará si precisa emplear una estrategia de disuasión
(amenaza con el empleo de los medios), o si alternará en el tiempo y espacio ambas
estrategias. En cada una de ellas detallará explícitamente si pretende emplear el modo
directo (preponderancia de la fuerza), el modo indirecto (preponderancia de los medios
diplomático, económico y psicológico, o si alternará ambos modos en tiempo y espacio.
Niebla y Fricción
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Lo atinente a la Niebla y Fricción, concebidos por Clausewitz como principios de
orden directo e influyentes en la Guerra, estando definidos en la incertidumbre: “(...) es la
dificultad de ver claramente, constituye una de las más potentes fricciones en la Guerra y
hace que las cosas aparezcan con visos distintos a lo que habíamos imaginado”.
Generalmente nos inclinamos más a creer lo malo que lo bueno, a exagerarlo sin visible
causa. El azar hace que en la Guerra aparezcan sin cesar las cosas de manera distinta a
como se las esperaba. La fricción: “(...) como la máquina militar, el ejército y cuanto a él
pertenezcan, es en el fondo bien sencillo, y parece, por lo tanto, fácil de manejar. Mas
reflexionando se ve que ninguna de sus partes está compuesta de una sola pieza; que todas
están compuestas de individuos, cada uno de los cuales conserva en todas partes su propia
fricción”.
Ante estos conceptos Beaufre, haciendo similitud con los llamados conflictos
silenciosos: “una aplicación de las acciones rápidas y brutales para luego detenerse,
alcanzando objetivos parciales, reemprendiendo sucesivamente la marcha”. Lo que sugiere
el privilegio de los grupos de inteligencia, una mayor comunicación entre analistas y
decidores, centralización de las instancias de concepción y planificación y
descentralización de las ejecutoras, centrados en la decisión ética: “complicar o confundir
el proceso de producción de decisiones del oponente para que no pueda obrar o
comportarse de un modo coordinado o efectivo”, permitiendo reducir la niebla o
incertidumbre. Sin embargo, la sorpresa no está asegurada en tanto haya una creciente
interconexión y domesticación militar de las nuevas armas.
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banalizarla, para así administrar las incertidumbres, sin apelar a los símbolos
convencionales del patriotismo de Guerra.
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una aplicación de forma diferente en todos los conflictos en que uno de los adversarios
pretendía lograr un resultado con medios militares que, por tal o cual razón (debilidad
intrínseca o disuasión de emplear otros más importantes), eran inferiores a los que se le
podían oponer, por lo que se denota la medición de la fricción de ambos contrincantes.
Centro de Gravedad
Clausewitz recalca la importancia de las fuerzas morales, toda vez que el objeto de
la Guerra reside en el convencimiento del enemigo con un propósito político. Al analizar
la resistencia del enemigo (esto es su poder militar) lo expresa como el producto de los
medios existentes y la firmeza de su voluntad.
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PODER MILITAR
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Comparación entre ambos pensamientos
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Vigencia del pensamiento de los autores
Lidell Hart define a la estrategia como “el arte de organizar y aplicar los medios
militares a los fines de la política” y aclara que la estrategia no comprende simplemente el
movimiento de las fuerzas, sino también sus resultados.
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puede incluir en la aproximación indirecta el desembarco aliado en África del Norte en
1942 y la campaña de Serbia en 1918.
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último análisis, es al Gobierno adverso que se quiere convencer; pero, según los casos, será
más fácil actuar sobre los dirigentes (Chamberlain en Godesberg o Münich), escogiendo
aquellos argumentos a los que sean sensibles o por el contrario, actuar sobre tal o cual parte
de la opinión que tenga vara alta en el Gobierno, o sobre un Gobierno aliado que goce de
una fuerte influencia, o sobre la ONU por ejemplo. Si el envite es de poca monta
semejantes presiones pueden ser suficientes; si es de mayor importancia, pueden ser
necesarias acciones de fuerza. Pero entonces también la elección de los medios ha de estar
perfectamente adaptada a las posibilidades amigas y a las vulnerabilidades adversas; la
victoria militar clásica, por ejemplo, puede estar fuera del alcance o ser demasiado
peligrosa. En tal caso, ¿Se elegiría el medio de un levantamiento revolucionario destinado a
provocar una intervención internacional (como para los Sudetes antes de Münich), un
alzamiento revolucionario capaz de cambiar el Gobierno (como en Praga en 1950) una
presión económica insistente (como las sanciones económicas contra Italia en 1935) o una
larga campaña de guerrilla combinada con una acción internacional (como el Vietminh y
los fel-laghas)? ¿Cuáles serán las acciones posibles más capaces de influir decisivamente
sobre la psicología de los dirigentes adversos? Si por fin ha de emprenderse la acción
militar, ¿cuál será su objetivo? ¿Habrá que “destruir las fuerzas armadas enemigas”, según
la fórmula de Clausewitz? ¿Será posible? Y si no, ¿bastará con un éxito local (Campaña de
Crimea en 1854) y con cuál? ¿Qué clase de fuerzas armadas o qué región geográfica pasan
por ser decisivas desde el punto de vista del adversario (la Marina y la Aviación en
Inglaterra, el Ejército de tierra en Francia, etc.? ¿Será indispensable o inútil tomar la
capital? ¿Bastará con la amenaza de destruirla?, etc. En esta forma, se puede llevar el
análisis cada vez más lejos, hasta dar con aquellos medios que estén a nuestro alcance y
sean capaces de producir la decisión que se busca.
Los individuos y los estados han intentado practicar diversas formas de disuasión
por milenios y probablemente continuarán haciéndolo en el futuro. Sin embargo, la
disuasión se dio en las relaciones internacionales como política expresa, en su forma más
elaborada, justificada y guiada por una teoría, recién durante la llamada (era nuclear) de la
guerra fría. En los últimos años, bajo el signo de un notable mejoramiento de las relaciones
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Este-Oeste, la disuasión ha sido vista como una herramienta menos necesaria. Los
incentivos de ambos bandos para invadir u ocupar territorios, se han visto reducidos por la
disminución de la hostilidad ideológica y el mutuo beneficio de la seguridad cooperativa.
Por otra parte, no hay que olvidar que, no obstante las sucesivas reducciones de armamento
nuclear, aún existen grandes cantidades de ese material, que confirman la vigencia de la
Disuasión como modelo político estratégico en ese nivel.
Sin duda, que Beaufre provocó una revolución en el pensamiento estratégico que es
posible afirmar que después de Clausewitz es lo más novedoso y creativo. No en vano el
propio Liddell Hart, lo calificó como el tratado de Estrategia más completo publicado en
esta generación, superando a todos los anteriores. Tampoco en vano, el Vaticano lo analizó
exhaustivamente en la cuarta sesión del Concilio Vaticano II en 1966 y posteriormente
comentó en sendos documentos como, por ejemplo “La Constitución Pastoral sobre la
Iglesia en el Mundo actual”.
Al estudiar la definición que plantea el autor, podemos extraer las siguientes ideas:
Impide que el adversario tome las armas, mediante la existencia de una amenaza suficiente,
que tiende a un resultado psicológico. Se trata, entonces, de que el eventual adversario mida
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el riesgo que corre con desencadenar la crisis, ya que la respuesta le producirá daños en el
orden político, económico, social y moral de los cuales no se recuperará fácilmente. Por
ello, el daño material y los factores psicológicos, juegan un papel decisivo en el modelo.
Estas ideas, constituyen el hilo conductor del concepto ya que nos vuelve a aparecer la idea
de sensatez del disuadido. Para el general francés, hay otro elemento que es fundamental
reconocer para involucrarse en una tarea disuasiva, cual es el factor nuclear. En efecto, con
la intervención de este factor nace un fenómeno nuevo debido a que ya no existe un
vencedor y un vencido, en atención a que los daños que ambos contendientes sufrirán serán
demoledores. Bajo esta consideración, Beaufre piensa que en este escenario se debe evitar
la acción militar y lograr la victoria paralizando al adversario mediante la acción indirecta.
En suma, no se trata solamente de atemorizar al adversario sino de que se trata, asimismo,
de ocultar el propio temor realizando acciones que demuestren lo contrario. Lo anterior,
porque existe conciencia absoluta de los daños que conlleva la guerra nuclear. A esta
situación se le bautizó como: “El equilibrio por el terror”; axioma, este último, que rigió
durante la guerra fría y que se supone fue lo que evitó el enfrentamiento nuclear entre
ambos estados.
En este punto, hay que detenerse para revisar lo que el autor nos señala respecto de
la disuasión nuclear, dada su vigencia, al menos en al ámbito teórico.
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optimista y los hechos de los años setenta, ochenta y noventa, hay que reconocer le
concedieron la razón en sus postulados de que la amenaza atómica garantiza más la paz,
que las armas convencionales. El General profundiza mayormente en esta idea debido a que
no le convence la disuasión clásica o convencional, expresando que “la carrera de
armamentos clásicos crea inestabilidad, en tanto que la carrera nuclear origina estabilidad”.
Sin embargo, no aplicable cuando se lleva a cabo en países que no tienen una disciplina
político-estratégica o están liderados por sectores fanáticos o descontrolados, poseídos de
visiones mesiánicas.
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Frecuentemente, se señala que el hecho de no haber tenido guerras durante tiempo
prolongado significa haber puesto en ejecución una exitosa Disuasión. Sin embargo, esta
argumentación es discutible debido a que hay un sinnúmero de causales en el mundo actual
que impiden los conflictos. Por ejemplo, la presencia e intervención de organismos
internacionales o una gran potencia, motivos económicos, falta de apoyo interno,
ilegitimidad de la causa, debilidad interna de uno de los estados, etc.
Por su parte, los equilibrios estratégicos, aceptados por muchos especialistas como
factores disuasivos, son factibles de alcanzar y de evaluar, cuando se refieren a material
nuclear ya que éste es mensurable y cuantificable. No obstante, sus defensores los proponen
para la disuasión convencional, lo que es de dudoso éxito, debido a que el material clásico
es muy dificultoso de cuantificar y comparar.
Ahora bien, nadie duda que este último material deba cuantificarse porque es
fundamental medir sus potenciales efectos en combate y no en el vacío. Desde esa
perspectiva, hay que recordar que la guerra clásica es compleja con muchos factores que
relativizan, potencian o disminuyen el empleo de las armas. Los conceptos de fricción,
desgaste, efectos multiplicadores y otros, tendrán particular gravitación. La guerra nuclear
“de la cual no hay experiencia” se supone que se rige por otras variables donde prima el
efecto del armamento en forma absoluta.
La primera capacidad, que deben tener las Fuerzas Armadas para lograr rasgos
disuasivos, es la capacidad de ofensiva. En efecto, la disuasión en términos concretos es la
factibilidad potencial de emplearse ofensivamente, causando como mínimo efecto daños a
infraestructura vital del adversario. De esa forma, se les reconocerán las consabidas
capacidades de represalia y de respuesta al daño infligido. Por ello, las fuerzas deberán
contar con el material necesario y suficiente, de manera que por su sola existencia, refleje
aptitud e intención ofensiva. Asimismo, la organización y el balanceamiento de las fuerzas
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deben indicar la capacidad que mencionamos. Entre el material con que debe contar nuestra
Fuerza Armada -que espere tener rasgo disuasivo, aspecto no vinculado de manera expresa
en los documentos revisados en esta investigación- se encuentran los blindados e infantería
mecanizada, aviones de un radio de acción tal que son capaces de batir objetivos a distancia
y buques con capacidad de ataque y destrucción. Todos, ingenios netamente ofensivos.
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La tercera capacidad es tener un adecuado desarrollo logístico, que además
pueda ser garantizado con recursos económicos y materiales del propio país. La
potencialidad logística es el fundamento y respaldo de la capacidad ofensiva,
por lo que de tenerse se refuerza innegablemente la necesaria credibilidad
ofensiva. Todo en ello en consideración a la duración del prospectivo esfuerzo
bélico, es decir, dos meses, dos años o siempre (estados de excepción). De
manera, de mantener a toda costa el frente de batalla y el esfuerzo para bellum,
por supuesto bajo las premisas de mare liberum o claustrum, en los términos de
presencia o dominación de los espacios acuáticos.
Sin lugar a dudas se podrían agregar más requisitos, pero los nombrados son los
mínimos indispensables y, además, engloban a los demás.
Actualmente, Francia, ha adoptado una política de defensa, que intenta resolver las
llamadas hipótesis de compromiso (compromiso con la OTAN y la UE), contribución a las
operaciones internacionales y la aplicación de los acuerdos de defensa) que se articula en
una estrategia que como ya lo señalamos precedentemente se apoya en los siguientes
conceptos: disuasión, prevención, proyección - acción y protección. El primer concepto se
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ejecuta sobre la base de la componente nuclear, fundamentado en el pensamiento de
Beaufre acerca de la eficiencia de la disuasión nuclear. El segundo, fundado en la
información y las fuerzas en presencia. El tercer concepto, sobre la base de la proyección a
distancia del grueso cualitativo de las fuerzas, compuesta por una fuerza blindada, una
fuerza mecanizada, una fuerza de intervención blindada rápida y una fuerza de infantería de
asalto. El cuarto, por su parte, se trata de fuerzas capaces de superar las llamadas nuevas
amenazas en el interior del país, tales como terrorismo, narcoterrorismo etc.
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acercamiento tal que asegure las integraciones políticas y económicas. No hay que perder
de vista que la disuasión convencional puede convertirse en una competencia militar que se
traduzca en carrera armamentista y desequilibrio, precisamente porque el margen de
inseguridad les lleva a sus usuarios a intentar permanentemente corregir ese espacio de
debilidad. Por lo tanto es imprescindible tener los mecanismos para poder efectuar los
controles necesarios.
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Referencias Bibliográficas
Watts, B. (1985) “Clausewitzian Friction And Future War”. McNair Paper N° 52. Air
University Press U.S.A.F.
Clausewitz, Karl Von (1984). “De la Guerra”. Barcelona España: Editorial Labor.
Escuela Superior De Guerra Naval (1979) “General André Beaufre” Revista N° 11.
Imprenta Naval.
Vergara, M. (1989) "Disuasión y Presencia Naval", Academia de Guerra Naval, "Algo Por
Qué Luchar: el Control del Mar", Revista de Marina Nº 791, jul-ago.
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