Armonía del lugar.

Una agobiante sensación inconclusa que se pasea por los pasillos del
espíritu. En vez de espíritu mejor debería decir: energía que se deposita sobre si misma
y se percibe, y se siente. Algo, no se que, disfruta del placer que emana el rastro de esta
sensación al transcurrir en el tiempo, ordenándolo en una extensa y remota planicie con
diversas formas danzando con su música . Otras cosas, que no tienen sentidos para ser
contempladas, quizás también se desparraman por la atmósfera. Una fotografía perfecta
del momento que se entiende, se trasforma en lo que soy.
Del resto, de lo otro, de todo lo que se extiende mas allá de la planicie, un grotesco
universo infinito que invade desordenadamente a ráfagas criminales todo lo que
permanece en esta fugaz suspensión animada, en este instante perfecto. Allá, lejos,
nubes de sombras atadas por un cordón insospechado hacia mi hacen vibrar la tierra con
un aire amenazador. Allá, mas allá de esta planicie, la irregular tempestad de suelos
inexactos. La daga más afilada apuntando hacia las venas como la púa que rasga las
cuerdas en la introducción de una melodía ascendente hacia la locura de la destrucción,
escucho tronar, y el rugir del universo en la inmediata lejanía del infinito, me rodea.
Al parecer me encuentro en alguna extraña callejuela al alejarme del camino que
transitaba. La quietud se hizo posible. No encuentro ni un grano de arena que se
desplace en las relativas arenas del tiempo. Todo lo que se percibe es la fanfarria
laberíntica de preguntas sin respuesta que se desparrama en un libro interminable.
Siento temor. El temor de caer preso en un enigma eterno sin posible salida hacia la
realidad. Siento el temor de la muerte y el de la incapacidad para poder seguir
percibiendo al mundo. Sin embargo nada de esto me aleja del momento.
Dudo hasta de la forma en que se ordenan estas letras en este incompleto enunciado que
pretende simplemente divagar o burlar a la muerte, o no se que. ¿Qué significa todo
esto? ¿Qué sentido tiene una explicación? ¿Podría este momento de alguna forma tener
fin? ¿Existe? ¿Es real? ¿Para que saber? ¿Por que?
Reconozco el paradigma de los infinitos números que hay entre el número uno y el
número dos. Así mismo reconozco la eternidad de diversos pasajes del pasado que ya no
son, pues ahora ya es presente. Sin embargo, aún a sabiendas de esta latente agonía,
dejo que el viento me arroje a este abismo de eternidad que puede que se acabe. Algo
me obliga a quedarme acá, algo que no me suelta y me deposita en este presente sin
tiempo. Como si no tuviera la posibilidad de hallarme separado de las cosas en el
preciso momento en que se conciben, siendo de esta forma que quedo despojado de la
pregunta. Porque no hay tiempo. No hay espacio. Ya no hay más lugar para tantas cosas
que suceden en el mismo momento. Cuando la razón nubla la percepción el instinto se
me revela y todo queda limitado a la sensación. Como si la existencia fuera una ruleta
atemporal desparramada en la comprensión de los sentidos surrealistas y el jugador
obnubilado en el paño, incapaz de apostar sus fichas para despojar la duda o el misterio,
deja pasar de largo a la lengua matemática del interior para que agonice. Es que tal vez
no exista un nombre para todo esto. Tal vez no exista nombre alguno para nada en
absoluto. ¡Tan desprovisto de comprensión se ve el hombre ante la inmensidad! ¡Que
lenguaje tan acotado e impreciso! ¡Que vulgaridad tan atroz la de desplegar el índice de
alguna explicación! Desde acá todo parece tan frágil. Yo podría dejar de existir en un
instante, o perder la continuidad del ser yo. Acá, donde todo permanece detenido para
poder ser apreciado. Esta irrepetible vez donde podría asegurar el norte de palabras
inconclusas al describir el color de la luz que atraviesa una rendija en esta caverna. Acá,
desde este pequeño frasco que pretende imitar a la vida. De este lado del cristal. Acá,
observando el prospecto de la etiqueta que dice: “siento paz, armonía y tranquilidad, y
todo parece estar en el lugar perfecto, todo tiene sentido, todo es perfecto.”
¡Que necedad tan profunda de hacer silencio y simplemente contemplar!