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Arthur Porges

“El Diablo y Simón Flagg”

Luego de muchos meses de la más intensa investigación y el estudio de incontables manuscritos


medio borrosos, Simón Flagg lo logró, contactó al diablo. Siendo una competente mediavalista, su
esposa probó ser invaluable en la tarea. Él, siendo un mero matemático, estaba difícilmente
capacitado para descifrar grafos en Latín, particularmente cuando términos complicados de
demonología del siglo décimo aparecían, por lo que fue afortunado que ella pudiera ayudarle.
Pasadas las primeras discusiones y malos entendidos, Simón y el Diablo se calmaron y comenzaron
a negociar. El Diablo no estaba muy feliz, Simón había declinado sin respeto muchos de sus
gambitos fácilmente detectando la trampa que se le tendía en cada uno.
- Supón que escuchas una propuesta distinta de mí. Sugirió Simón. Es algo directo.
El Diablo giró irritante su cola con una mano, así como un hombre haría con su llavero.
Obviamente se sintió injuriado.
- “Esta bien”, aceptó, con una voz poco amable. “No podría ser tan malo.
Escuchemos tu propuesta.”
- “Yo haré una pregunta”, comenzó Simón, y el Diablo mostró algo de felicidad, “será respondida
en menos de 24 horas. Si no lo haces, deberás pagarme $100,000. Eso es una suma modesta
comparado con lo que te piden. Nada de millonadas ni Helenas de Troya en pieles de tigre.
Naturalmente no habrá represalias de ningún tipo si yo gano.”
- “Ciertamente!” murmuró el Diablo. “Y tu que arriesgas?”
- “Si pierdo, seré tu esclavo por un periodo corto de tiempo. No tormentos ni pérdida de alma (al
menos no por $100,000). Tampoco haré daño a mis parientes o amigos. Sin embargo –aclaró–, hay
excepciones.
El Diablo no pareció muy complacido, jalando su cola bifurcada petulantemente, que, luego de
mostrar algo de dolor, dejó de hacer.
- “Lo lamento”, dijo sin mayor emoción, “Yo negocio únicamente con almas “, no tengo escases de
esclavos. La cantidad de servicio gratuito y de corazón que recibo de los humanos te sorprendería.
Sin embargo, te diré que haré. Si no puedo responder tu pregunta, no sólo recibirás los míseros
$100,000, te daré cualquier suma dentro de lo razonable. Además ofrezco salud y felicidad el resto
de tu vida. Si respondo tu pregunta, bueno, conoces las consecuencias. Es la mejor oferta que puedo
ofrecer”. Sacó un cigarro de la nada y le dio un buen golpe en silencio.
Simón se quedó viendo sin realmente ver. Pequeños indicios de sudor aparecieron en su frente. En
el fondo de su corazón, sabía cuales eran los términos del Diablo. Apretó la mandíbula, apostaría su
alma a una pregunta que ningún hombre, bestia o demonio pudiera responder en 24 horas.
- “Si incluyes larga vida, dentro de la oferta de salud y felicidad, tenemos un trato”.
El Diablo asintió con la cabeza. Tomó su cigarro de su boca, lo vió con algo de desagrado, lo tocó
con uno de sus dedos. Instantáneamente se convirtió en una enorme menta rosa, la cual se comió un
poco ruidosamente.
- “Acerca de tu pregunta”, dijo, “debe tener respuesta, o el contrato se invalida. En la Edad Media,
encontré gente que proponía trucos. Unos pocos llegaron con paradojas como una acerca de una
villa donde había un barbero que le cortaba la barba a todos aquellos y sólo aquellos que no se la
cortaran ellos mismos, ‘quien le corta la barba al barbero?’ es lo que preguntaban. Y como Russel
bien dijo, el “todo/todos” hace la pregunta sin sentido y la vuelve irrespondible”
- “Mi pregunta será solo una pregunta no una paradoja”. Le aseguró Simón.
- “Muy bien. La responderé… ¿De que te burlas?”
- “Nada”, respondió Simón, poniéndose serio nuevamente.
- “Tienes buenos nervios”, dijo el diablo
El diablo presentó el contrato y sacó una afilada navaja de bolsillo con la cual haría la incisión en el
dedo para firmar con sangre. “Espera un momento” –dijo el diablo– “permíteme esterilizarla,
podrías infectarte de algo”. El Diablo se la acercó a la boca y ligeramente sopló en la punta de la
navaja, volviéndola de un rojo intenso. “Ahí tienes, ahora un piquete y tendrás tu tinta. Firma en la
segunda línea, por favor; yo firmo en la otra”.
Simón dudó por un instante mientras veía la punta de la navaja al rojo vivo.
“Firma!”, urgió el diablo. Simón firmó.

Cuando el diablo hubo firmado su línea, se frotó las manos, volteó a ver a Simón con una mirada
que dejaba entrever cierta posesividad y dijo jovialmente. “Bueno, ¿cual es la pregunta?. Acabemos
rápido esto y aun me quedará tiempo para otro cliente esta noche.”
“Esta bien”, dijo Simón. Tomo un respiro profundo y entonces:
“Mi pregunta es esta: ¿Es cierto el Ultimo Teorema de Fermat?”, dijo Simón.
El diablo se quedó sin aliento. Por primera vez se le notaba algo de inseguridad.
“¿El último qué de quien?”, preguntó con una grave voz.
“El último teorema de Fermat. Es una proposición matemática de un matemático francés del siglo
diecisiete, que decía que había probado. Sin embargo, nunca escribió su demostración, y hasta estos
días nadie sabe si el teorema es cierto o falso”. Los labios de Simón se torcieron un poco mientras
veía la expresión del diablo y le decía: “…y bien, ¿cual es la respuesta?!”.
“¡Matemáticas!”, exclamó el diablo. “¿Crees que tengo tiempo para desperdiciarlo aprendiendo
semejante cosa?, He estudiado el Trivium y Quadrivium, pero de álgebra, ¿que clase de pregunta es
esa?” agregó resentido.
El rostro de Simón estaba extrañamente inmutable, pero sus ojos brillaban. “Tu preferirías correr
75,000 km y traer cargado una piedra del tamaño de una montaña, supongo”, se burló Simón. “El
tiempo y el espacio son cosas fáciles para ti, ¿no es así?. Bueno, lo siento yo prefiero esto. Es una
tarea simple.” Agregó con blanda voz. “Es una simple cuestión de enteros positivos”.
“¿Qué es un entero positivo?” preguntó el diablo con una llamarada. “¿O un entero?”
“Para ponerlo de manera más formal”, Simón dijo ignorando la pregunta del diablo. “El Último
Teorema de Fermat dice que no hay enteros a, b, c que puedan satisfacer la ecuación a n+bn=cn para
cualquier entero n mayor que 2.”
“Pero que significa…”
“Tu das las respuestas, ¿recuerdas?”
“Y quien va a juzgar la resupuesta, ¿tu?”
“No” –respondió Simón dulcemente– ” dudo que esté yo calificado para eso, incluso después de
estudiar el problema durante años. Lo enviaremos a cualquier journal matemático de prestigio, y los
referees decidirán. Y no te puedes echar para atrás, el problema es obviamente soluble: o bien es
cierto, o es falso. Nada de tonterías de lógica multivaluada. Simplemente determina si es cierto o
no, y demuéstralo en 24 horas. Después de todo, un hombre –perdón– demonio de tu inteligencia y
vasta experiencia seguramente puede hacerlo en ese lapso de tiempo.”
“Recuerdo haber tenido días difíciles con Euclides cuando estudié en Cambridge” dijo el diablo.
“Mis pruebas siempre estaban mal, y era siempre obvio al final de cuentas. Se veía en los
diagramas. Pero puedo hacerlo. He hecho cosas mas difíciles antes. Una vez fui a una estrella
distante y traje medio kilo de neutronium en solo dieciséis …”
“Lo sé.”. Interrumpió Simón. “Eres bueno en esos trucos”
“¡Nada de trucos!”, fue la furiosa respuesta. “Es una técnica tan difícil, pero no importa. Me voy a
la biblioteca, para este momento, mañana…”
“No,” corrigió Simón. “Firmamos hace media hora. Regresa mañana en exactamente 23 horas y
media. Pero no te corro”, agregó irónicamente mientras el diablo veía el reloj. “Siéntate y bebamos
un trago, conoce a mi esposa antes de que te vayas.”
“Nunca bebo mientras trabajo, ni tengo tiempo de conocer a tu esposa… ahora”. Y el diablo se
desvaneció.

Cuando el diablo justo salía, la esposa de Simón entró.


“¿Escuchando en la puerta de nuevo?” le reprochó Simón, sin resentimiento. “Naturalmente”, dijo
ella.
“Y, querido, -quiero saber- acerca de esa pregunta ¿es muy difícil? porque si no, Simón, estoy muy
preocupada.”

“Es difícil, y bastante.” Dijo Simón con cierta emoción. “Pero la mayoría de la gente no se da
cuenta al principio. Verás”, prosiguió Simón dándose su estatus de Senior Mathematician II,
“cualquiera puede encontrar dos enteros cuyos cuadrados sumen un cuadrado. Por ejemplo
3^2+4^2=5^2; o sea, 9+16=25. Ves?”
“Oh hoh.” Ella ajustó su corbata.
“Pero cuando intentas encontrar dos cubos que sumen un cubo o de potencias mayores, al parecer
no hay ninguno. Así que,… “ — concluyó dramáticamente –, “nadie ha sido capaz de probar que
esos números existan, ¿entiendes?”
“Claro”. La esposa de Simón siempre entendió matemáticas, aunque a veces no muy bien. De otra
manera la explicación le era repetida hasta que lo hiciera, lo cual dejaba muy poco para otras
actividades”.
“Haré algo de café” dijo ella y escapó.
“Cuatro horas después cuando se sentaban a escuchar La Sinfonía 3 de Brahm, el diablo reapareció”
“¡He aprendido lo fundamental de álgebra, trigonométrica, y geometría plana!”, anunció triunfante.
“Lo hiciste rápido,” complementó Simón. “Estoy seguro de que no tendrás problema con las
geometrías esférica, analítica, proyectiva, descriptiva y las no-euclidianas”.
“Hay tantas?”, gesticuló el diablo y no hablo muy fuerte.
“Oh, esas son solo unas pocas” dijo Simón con felicidad y tomo aire para decir “Te gustarán las no-
Euclidianas, ahí no tienes que preocuparte por los diagramas, ¡porque no te sirven para nada! y de
todas maneras tu ya odiabas a Euclides”
“Con un gemido que el diablo se desvaneció como una vieja película. Esposa de Simón se rió.
“¡Querido!”, cantó: “Estoy empezando a pensar que lo tienes en tus manos”
“Shh”, dijo Simón. “El último movimiento. ¡Glorioso!”
Seis horas más tarde, hubo un destello de humo, y el diablo estaba de vuelta. Simón tomó nota de
las crecientes bolsas bajo los ojos del diablo. –“He aprendido todas esas geometrías”, dijo el diablo
con gran satisfacción. “Está pareciendo más fácil ahora. Estoy listo para tu pequeño enigma”.
Simón negó con la cabeza. “Estás tratando de ir demasiado rápido, al parecer has pasado por alto
técnicas tan básicas como Cálculo, Ecuaciones Diferenciales, y diferencias finitas..”
“¿Voy a necesitar todo eso?”, el Diablo se quejó. Se sentó y talló con los nudillos sus párpados
hinchados, sofocando un bostezo.
“Y como saberlo”, respondió Simón, con voz inexpresiva. “La gente ha intentado prácticamente
todo tipo de matemáticas que hay en ese ‘pequeño enigma’, y sigue todavía sin resolverse. Pero, yo
sugiero…”, Pero el diablo no estaba de humor para el consejo de Simon Esta vez incluso hizo una
desaparición descuidada mientras seguía sentado..
“Creo que está cansado”, dijo la señora Flagg. “Pobre Diablo”. No hubo simpatía perceptible en su
tono.
“Así soy yo”, dijo Simón. “Vamos a la cama. Él no volverá hasta mañana, me imagino.”
“Tal vez no,” ella estuvo de acuerdo, y añadió con recato, “pero voy a llevar el encaje negro, por si
acaso.”
Era la tarde del día siguiente. Escuchar Bach parecía apropiado de alguna manera, por lo que tenían
Landowska.
“Diez minutos más”, dijo Simón. “Si no vuelve con una solución para ese entonces, hemos ganado
le voy a dar crédito, el Diablo podría haber obtenido un doctorado de mi escuela en un día, ¡con
honores!”
Hubo un silbido. Nubes sulfurosas haciendo hongos. El diablo se puso ante ellos, echando vapor
ruidosamente sobre la alfombra.
Tenía los hombros caídos, y sus ojos estaban rojos como la sangre, y una de sus garras, sin soltar un
fajo de papeles, se sacudió violentamente por la fatiga o nervios.
En silencio, con una especie de dignidad, arrojó los papeles al piso, donde las pisoteó brutalmente
con sus pezuñas. Poco a poco, entonces, su figura tensa se relajó, y una irónica sonrisa torcida
mostró.
“Tu ganas, Simón” dijo, casi en un susurro, mirándolo con respecto. “Ni siquiera yo puedo aprender
matemáticas suficientes en tan poco tiempo para tan difícil problema. Cuanto más me metí en ello,
peor se sentía. Factorizaciones no únicas, ideales-Baa! ¿Sabes? ni siquiera los mejores matemáticos
de otros planetas, todos muy por delante de los de aquí lo han resuelto ¿Hay un tipo en Saturno, que
parece algo así como un hongo sobre pilotes, que resuelve ecuaciones diferenciales parciales en su
mente, e incluso él me abandonó y se rindió”. El diablo suspiró. “Adiós”.
Simón dio un beso a su esposa muy fuerte. Un rato más tarde, ella se agitó en sus brazos.
“Querido”, le dijo mirando la cara de su abstracción-, “¿te pasa algo?”
“Nada, excepto que me gustaría ver su trabajo, para saber lo cerca que estuvo, he luchado con ese
problema durante tanto…”. Y se sorprendió cuando el diablo apareció de nuevo. Satanás parecía
extrañamente avergonzado.
Tenía los hombros caídos, y sus ojos estaban rojos como la sangre, y una de sus garras, sin soltar un
fajo de papeles, se sacudió violentamente por la fatiga o nervios.
En silencio, con una especie de dignidad, arrojó los papeles al piso, donde las pisoteó brutalmente
con sus pezuñas. Poco a poco, entonces, su figura tensa se relajó, y una irónica sonrisa torcida
mostró.
“Se me olvidó”, murmuró. “Necesito, …ehh….!” y se inclinó para los papeles dispersos, la
recolección y suavizado con ternura. “Sin duda, el problema te atrapa”, dijo, evitando la mirada de
Simón.
“Es imposible detenerse en este momento. ¿Y es que, si sólo pudiera probar un simple lema…”
Él vio el interés ardiente en Simón, y dejó caer su aire de disculpa. “Dices, “(gruñó), “que has
trabajado en esto, estoy seguro. ¿Has intentado fracciones continuas? Fermat debe haberlos usado
-permíteme-, por favor.” Movió a la Sra. Flagg. Se sentó al lado de Simón, metió la cola por debajo,
y señaló a una selva de símbolos.
La señora Flagg suspiró. De repente el diablo parecía una figura familiar, no muy diferente del
Profesor Atkins, colega de su marido en la universidad. Cada vez que dos matemáticos se reunieron
en un problema así… ella con resignación salía de la habitación con la cafetera en la mano.
Ciertamente, hubo una larga sesión a la vista. Ella sabía. Después de todo, ella era la esposa de un
profesor.

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