PROLOGO
‘Durante el siglo xvi, acompafiando a los conquistadores, llegaron a América unos
seres extrafios cuya identidad es intrigante. Aunque parecen simples comparsas
en el gran teatro de la conquista, al detenernos a estudiarlos descubrimos que son
portadores de una inmensa carga simbélica. Es posible que sean también los
guardianes de antiguas claves que nos ayuden a entender la identidad de la
llamada cultura occidental. Estos seres mistericsos hicieron su entrada espectacu-
lar en el corazén mismo de la gran ciudad de Tenochtitlan —donde se extendia la
orgullosa plaza mayor de México sobre las ruinas de los templos aztecas— pocos
aiios después de haber sido conquistada por los espaftoles, Cuando en 1538 dos
ambiciosos monarcas europeos —-el emperador Carlos V y Francisco I de Fran-
cia— firmaron por fin la paz, después de muchos afios de sangrientas guerras, el
virrey de México y los conquistadores decidieron engalanar Ia plaza mayor con
Jos regocijos de una gran fiesta. Los representantes de la vieja y civilizada Europa
realizaron unos festejos cuyo extrafio simbolismo no puede menos que sorpren-
dernos: en medio de la gran polis representaron, ante los sin duda admirados ojos
de los nahuas conquistados, el maravilloso espectaculo del salvajismo occidental.
El primer dia de la magnifica fiesta, segiin cuenta el cronista Bernal Diaz. del
Castillo, “amanecié hecho un bosque en la plaza mayor de México, con tanta
diversidad de arboles, tan natural como si allf hubieran nacido”.* Parecia ocurrir
en a urbe un retorno magico y barroco de la naturaleza selvatica, invocada por los
civilizadores europeos ante los nuevos altares y palacios de la plaza cristiana. El
bosque artificial de la imaginacién europea se implantaba, como en un suefio, en
Ja ciudad conquistada. Era como un encantamiento:
Habia en medio unos arboles como que estaban cafdos de viejos y podridos, y
otros Henos de moho, con unas yerbecitas que parece que crecian de ellos... Y
dentro en el bosque habia muchos venados, y conejos, y liebres, y zorros, y
adives, y muchos géneros de alimafias chicas de las que hay en esta tierra, y dos
leoncillos y cuatro tigres pequefios...
El simulacro de bosque fue ideado por un caballero natural de Roma, descen-
diente de patricios segtin se decfa, a quien habiase encomendado la organizacién
de la fastuosa celebracién. Aunque fue el ingenio de los salvajes mexicanos el que
1. Historia verdadero conquista de a Nuc Espa, p. 607
2 Loe dt.se puso en obra para lograr el maravilloso artificio de un bosque en la plaza mayor
de la ciudad, los actores del teatro salvaje no fueron ellos. Otros extrafios salvajes
debian suplantar a los recién descubiertos y conquistados indios:
Y habia otras arboledas muy espesas algo apartadas del bosque, y en cada una
de ellas un escuadron de saivajes con sus garrotes anudados y retuertos, y otros
salvajes con arcos y flechas; y vanse a la caza..., y salen ala plaza mayor, sobre
matar Ja caza, unos salvajes con olros revuelven una cuestion soberbia entre
ellos, que fue harta de ver como batallabana pie; y desde que hubieron peleado
un rato se volvierona su arboleda.’
2Quiénes eran estos hombres salvajes que festejaban con su exotismo grotesco
Ja paz firmada en Aigues-Mortes por los soberanos europeos? Una representacin
de dos de ellos puede verse todavia hoy en la fachada plateresea de la casa de
Montejo, en Mérida, Yucatén. A todas luces no son una imagen de los indigenas
americanos: son auténticamente europeos, originarios del Viejo Mundo. Son hom-
bres barbados desnudos, con el cuerpo profusamente cubierta de vello, armados
de unos garrotes similares a los bastos del antiguo juego de naipes, Qué hacian
estos salvajes europeos en la tierra de los salvajes americanos? :Por qué los con-
quistadores europeos llegaron acompaftados de un hombre salvaje?
En este libro me propongo investigar la identidad del hombre salvaje europeo.
Los medievalistas saben muy bien que se trata de un estereotipo que arraigé en la
literatura y el arte europeos desde el siglo xi, y que cristaliz6 en un tema preciso
facilmente reconocible. Sin embargo, el mito del homo sylvestris desborda con
creces los limites del medioevo; si examinamos con cuidado el tema, descubrimos
un hilo mitico que atraviesa milenios y que se entreteje con los grandes problemas
de la cultura occidental. Lo verdaderamente fascinante del mito del hombre salva-
Je es que se extiende durante un larguisimo periodo de Ia historia, desde su.
antiquisima encarnacién en el Enkidu babilonico hasta nuestros dias.
Esta extraordinaria continuidad ofrece singulares problemas metodolégicos pa-
ra comprender Jas raices del mito y su larga evoluci6n; al mismo tiempo, nos
ofrece una gran oportunidad para explorar ampliamente las condiciones y proce-
808 que han auspiciado el surgimfento de la idea (y la praxis) de civilizacion, tan
estrechamente vinculada a la identidlad de la cultura occidental. El hombre llama-
do civilizado no ha dado un solo paso sin ir acompaiado de su sombra, el salvaje.
Es un hecho ampliamente reconocido que la identidad del civilizado ha estado
siempre flanqueada por la imagen del Otro; pero se ha creido que la imaginerta
del Otro como ser salvaje y barbaro —contrapuesto al hombre occidental— ha
sido un reflejo —mas 0 menos distorsionado— de las poblaciones no occidentales,
una expresién eurocentrista de la expansién colonial que elaboraba una version
‘exética y racista de los hombres que encontraban y sometian los conquistadores y
colonizadores. Yo pretendo, por el contrario, demostrar que la cultura europea
generé una idea del hombre salvaje mucho antes de la gran expansién colonial,
idea modelada en forma independiente del contacto con grupos humanos extra~
3.0p.cit.pp.607-8.43. Es una ironfa de la historia que fueran los indios mayas de Mani quiones en el siglo XVI
ssculpieran en la fachada barroca de la casa de Montejo, en Mérida, Yucatin, a dos
ombres salvajes peludos, armados con mazos.2. Un hombre salvaje armado de su garrote contempla Ine razae manstruosas de
Etiopia, dibujadas de acuerdo a las clasicas descripciones de Plinio.
3. En América dos salvajes barbados, con ramas floridas en las manos, sostienen
el escudo imperial de Carlos V. Capilla Real de Tlaxcala.4. Un ome yuna mujer salsjes custodian vn
‘ecude de arson un vital famenco pintada
Traci 150.5. Rubio, blanco y barbado, esie hombre salvaje amenaza al
alto de un inocente aguamanil aleman del afio 1500.
2‘Bos de otros continentes. Quiero, ademas, demostrar que los hombres salvajes son
una invencién europea que obedece esencialmente a la naturaleza interna de la
cultura occidental. Dicho en forma abrupta: el salvaje es un hombre europeo, y Ia
noci6n de salvajismo fue aplicada a pueblos no europeos como una transposicién
de un mito perfectamente estructurado cuya naturaleza s6lo se puede entender
como parte de la evolucién de la cultura occidental. El mito del hombre salvaje es
un ingrediente original y fundamental de la cultura europea!
En ningan momento pretendo negar o minimizar las profundas tendencias
etnocentristas y colonialistas presentes en la historia de las mentalidades euro-
peas. Estoy convencido de que la falta de una cabal comprensién de la historia
precolombina del hombre salvaje europeo puede oscurecer considerablemente
nuestra vision de la conciencia colonialista y de las imagenes occidentales sobre
los habitantes del Nuevo Mundo. Sin embargo, el mayor interés que a mi juicio
tiene el estudio de este grupo primitive imaginario europeo radica en las claves
fundamentales que nos proporciona para entender la civilizacién occidental, esa
idea indispensable pero escurridiza que se ha ido elaborando a lo largo de mile-
nios. Como antropélogo estoy interesado tanto en el andlisis de los mitos como en
el estudio de los llamados grupos primitivos. Al tratar de descifrar la identidad de
estos salvajes trafdos por los conquistadores europeos, se me ofrece la preciosa
oportunidad de aunar mis intereses para estudiar al hombre salvaje como mito; y
para mayor deleite tengo la posibilidad de estudiar la historia y la etnografia de
este mito en el contexto de la cultura que ha creado la nocién moderna de civiliza-