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Anita Mariposa

Kevin Morán

Anita Mariposa esta vez tiene que ir a la tienda de mascotas para comprar
la conejina diaria de su coneja que, en su hogar se muere de hambre, y que
no repara en comerse los periódicos regados que puede encontrar con tal de
saciar su hambre mas no su sed porque no la tiene.

Anita Mariposa es su nombre, y es extraño para todos que tenga un


segundo nombre de insecto. Esto la ha hecho ganarse enemigas que se
burlan de ella en el instituto. “Miren, la insecto llegó”, “sigues siendo una
oruga pequeña e indefensa”, “Te comerán los pájaros”, le gritaban en
algunas oportunidades, sus compañeros de celda, como ella dice.

“La conejina es muy cara”, decía en su mente, “si tan solo no tuviera a esa
coneja…” pensó, justo cuando el vendedor, Jaime, le daba los 8 kilos de
comida para conejo que la coneja margarita consume a diario. Jaime la
miró de pies a cabeza antes de llamarle la atención porque la chica parecía
en trance.

La autentica realidad es que a ella le desagrada su coneja, "es peor que


tener a tu enemiga viviendo contigo", piensa en ocasiones. Margarita fue el
regalo de su tío Alberto, por el quinceañero que nunca quiso. Tremenda
decepción fue la coneja, porque ella esperaba de su tío, que se pudre en
plata, dinero, euros aunque sea, pero no, el miserable tío le regalo una de
las tantas hijas bastardas de la coneja gigante que tiene en casa junto a los 4
machos que son su adoración.
Por eso y porque su madre la obliga, ella cuida de su coneja. Y tiene que
gastar del poco dinero que le da su padre para consentir a margarita, la
coneja parásito. Porque ella nunca fue la engreída, la engreída es ella, la
malvada coneja, a la que le tiene que limpiar el “popo” que deja por
cualquier parte de la casa.

Jaime le da su vuelto como buen empleado, y muy feliz además porque ya


falta poco para que le paguen el sacrificado mes de trabajo. El tipo vive en
Chosica. La sonrisa no se le borra del rostro y esto es algo que perturbaba a
Anita Mariposa. Verlo tan feliz la hacía sentir como el insecto que le
pusieron en el segundo nombre y porque sentía que no era feliz con su
coneja y que le pediría a su madre que sea jueza del divorcio a tal relación.
Luego la mataría y la convertiría en conejo guisado o conejo relleno. Hay
varias propuestas en la mente de Anita.

“Diablos, el cambio no me alcanza para un taxi”, decía resignándose a


subir a una combi. “no, al carajo, hoy camino y saco músculo”, las combis
le desagradan tanto como ver a un tipo sacándose los restos de comida con
un mondadientes.

Lo único bueno de las calles era que la mayoría tenía un puesto, pequeño y
cómodo, de música pirata que probaban sus cd´s con parlantes enormes.
Así ella se pasaba de canciones chicha hasta canciones de los 80`s, hasta
grupos ultra subterráneos.

Paró un momento por el peso de la conejina. “Ok dios, ponme alas, ahora”,
pensó mientras veía el cielo azul.
“Ok dios, nunca tanto”, se dijo a si misma mientras bajaba la mirada a la
tierra para buscar las asas de la enorme bolsa que llevaba. No estaban.
Desaparecieron los 8 kilos mientras ella hablaba con dios. “NOTA
MENTAL: NO INTENTES ACERCARTE A DIOS CUANDO LLEVES
CONEJINA O ALGO CUYO PESO SOBREPASE LOS 5 KILOS
PORQUE DESPERTARÁ LA CURIOSIDAD DE ALGÚN
MALECHOR”, anotaría más tarde en su diario.

Carajeando su mala suerte, vio en todas las direcciones y la gente seguía


haciendo su vida normal. El mercado nunca para. Y nadie sabía nada. O
eso sacó en conclusión cuando le preguntó a todas las personas que pudo.
“No sé”, “ni idea”, “uy, que penita”, “ para qué hablas con Dios!”, le
respondió un ateo después de contarle el problema y las consecuencias: su
coneja se la comería entera.

Amarga, Anita mariposa, se imaginó a su coneja en un buen arroz con


conejo.
Ahora se siente mejor.

“ya fue pues”, le terminó diciendo al ateo.

Camino a casa, sintió que alguien la seguía. Volteaba a cada rato para darse
de una vez con su stalker. “Es raro que yo lo tenga”, pensó, pero porsiacaso
le gritó una advertencia al acosador. No le importó la gente que caminaba,
en realidad no tenía que importarle, su padre la educó para que no le
interesara la opinión de la gente que no conocía, así sobrevivió a muchas
cosas.
Siguió la mirada al frente y empezó a caminar más rápido, hasta que llegó a
casa. Cuando miro la alfombra que dice: “TU MADRE ESTA EN CASA”,
porque en efecto, está en casa, se alegró mucho. Los 8 kilos de conejina ni
un gramo menos, estaba allí, en el suelo. Sintió como se liberaba de una
gran carga.

Anita Mariposa, le dará hoy, comida a la coneja margarita. Mañana,


también. “Cuando se la acabe estará lo suficientemente gorda para
convencer a mamá”, pensó.

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