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Conversación en el chupodromo

Kevin Morán

Sentados en el interior de ese cómodo, alcoholizado, y gran ambiente lleno


de señores que parecían estar en una paz absoluta, en el cielo, bebiendo de
el elixir de la vida sin saber si lloraban de felicidad o de tristeza, la verdad
se confundía la una de la otra. Este bar tenía la fama desde hace mas de 120
años de ser el "chupodromo" mas concurrido de la zona, presidentes, altos
funcionarios, bailarinas, espías, sacerdotes, y gente común y corriente
venia. Solo faltaba que el papa pisara este lugar regalando bendiciones a
quien con un bazo de cerveza le rindiera una oración.

— ¡Alberto!— lo llamo Andrea, su hermana, muy amarga.


— ¿Qué?— respondió casi inconscientemente con la cabeza pegada a la
mesa, con dos cajas de cerveza en el piso y unas cuantas botellas, las tres
últimas vacías y una a mililitros de terminar.
—Vamos a la casa, de una vez— le gritó como una madre.
— ¿Para que?— dijo con esa típica voz de borracho
—Es Vanessa, te está buscando.

Dentro de su alcoholizado estado, algo de sobriedad pareció aparecer de


repente, y pedir que no, que no se lo llevasen de este Olimpo, de este
valhalla lleno de caídos en acción y lamentadores de hechos.
—Vanessa se veía muy preocupada, y te esta buscando, ya sabes ella no
sabe que estas aquí, solo en casos extremos vienes a este lugar a perderte
con estos pecadores, ha! tengo la culpa por encubrirte cada vez que te
vienes a emborrachar— y le golpeó en la cabeza
—La vida, es una maravillosa experiencia, aterradora cuando una nueva
vida, viene de ti, sin querer— decía en su estado de trance.
— ¿Qué?— dijo Andrea aun sin entender de que demonios estaba hablando
— Noche de pasión tremenda.
— ¿Ah?— se rascaba la cabeza mientras alejaba a los borrachos que se le
acercaban.
—Ella me dijo...
—Bien hermano ¿Qué te dijo? — le preguntó esperando una respuesta
lógica y coherente.
—Que estaba embarazada...— dijo casi susurrándole a la mesa, Andrea a
duras penas logró escuchar, pero escuchó muy bien la parte de
"embarazada".
En ese momento dio el grito al cielo, todo el mundo la quedo observando,
al cantinero no pareció sorprenderle pero todos los demás le prestaron un
poco de su atención por tan solo un minuto. Andrea miró de izquierda a
derecha, y se tapo la boca, se acerco a el y le dijo al oído

— ¿Estás seguro?—su cabeza seguía contra la mesa y daba signos de


seguir vivo.
— ¡Ay! que digo, está borracho, no puede mentir.
— ¡Qué has hecho!— le gritó, de nuevo el cantinero que parecía saber lo
que ocurría.

El cantinero había trabajado aquí toda su vida, su padre y su bisabuelo


también lo hicieron. Los borrachos seguían tirados en el suelo, y el alma de
Alberto se encontraba dividida en muchas botellas de cerveza. Andrea trató
de levantarlo pero en vano fueron sus esfuerzos, y lo dejó sentado de
nuevo. Andrea salió corriendo de la cantina en busca de Vanessa.

Y como en un acto de resurrección, Alberto logró tomar un bazo y vertió en


ella lo último del néctar de la botella que quedaba pendiente.

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