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El celular.

Armando Rivera

Por mencionar solo un cachivache tecnológico, de los muchos que hay, que rigen, moldean,
cambian nuestra sociedad, abordaré el objeto teléfono “celular”, o móvil. tenemos la creencia, que
este cachivache brinda soluciones a nuestras anteriores necesidades de comunicación; sin
embargo, no las soluciona del todo pero si crea otras necesidades y da lugar a nuevos problemas.
El teléfono celular, o “cel” (a secas), se ha metido tan profundo en la cotidianeidad de las personas,
que también son cotidianos los cambios que provoca, de ahí su aparente transparencia.

Legalmente esta prohibido el uso del celular al conducir, para evitar accidentes. Sin embargo, hablar
por el celular o recibir y enviar mensajes, se prefiere por sobre la tarea de conducir. Lo horrible de
esto, es que pierde importancia el bienestar y la vida de conductores y otras personas cercanas. En
los hechos tiene más importancia el “estar comunicado” que la convivencia.

De origen el teléfono se inventa con el propósito de que las personas hablen entre sí. Pero hoy el
principal uso del celular por parte de los jóvenes es el envío y recepción de mensajes de texto. Los
mensajes se han afianzado como medio y fin de la interacción, dando lugar a un modelo de
comunicación, en constante y cambiante construcción, que establece nuevos campos y mecanismos
comunicativos (inclusive creando nuevos códigos lingüísticos) en los que los jóvenes se
desenvuelven con fluidez al “mensajearse”.

No parece exagerado decir que la persona ya se convirtió en accesorio del teléfono. Da la impresión
de que, paradójicamente, la persona está al servicio del objeto. Las personas están tan pendientes
de que no le falte ningún accesorio a su celular, o adquirir nuevos accesorios que aparecen en el
mercado, sin reflexionar si son necesarios para las personas y no solo para su celular.

Ya no es la persona sino su celular el que denota su calidad de vida. Al aparecer el teléfono celular
en la vida cotidiana daba un status social alto, pero conforme es más fácil poder adquirir uno
(actualmente es muy raro quien no tenga un celular), esto ha ido cambiando. Ya no basta tener un
celular, ahora es que marca tienes, correo electrónico, la definición de la cámara fotográfica, cuanta
memoria para música, conexión a redes sociales, navegación en Internet, ubicación en mapas, etc.
etc.. Contradictoriamente, el celular no alivia nuestras preocupaciones y gastos, sino que los
aumenta. Esto significa que no mejora nuestra calidad de vida, no aliviana nuestras cargas y
necesidades, sino que las hace mas pesadas. No basta con comprar el teléfono-cámara- reloj-
computadora sino que hay que comprar los servicios para que funcionen: timbres o alarmas, “tiempo
aire”, uso de la red, permisos para bajar fotos y música, todo en “cómodas mensualidades”.

Estos aparatos no son meramente cosas, son ya “integrantes” activos de la sociedad, a menudo
más importantes que las personas que los consumen. La presencia de estos cachivaches
tecnológicos, están modificando los modos de percibir y construir la realidad. Ya sonr considerados
un factor clave para comprender los modos en que las personas están pensando y viviendo su
realidad, da la impresión de que son imprescindibles. Por lo contrario, los usuarios, propietarios, las
personas, pasan a un segundo plano: son prescindibles, son los verdaderos accesorios.

La aparición del celular instaló necesidades que van más allá de su existencia, dejando la inquietud
acerca de qué nuevas necesidades se crearan en el futuro, si esas necesidades serán producto de
la incorporación de otras tecnologías a la vida cotidiana. ¿Cuándo atenderemos adecuadamente a
los viejos problemas de salud, educación, vivienda, trabajo y civilidad?

La sociedad posmoderna, se sigue esforzando en convencer a la gente de las bondades de sus


cachivaches, entre ellos el teléfono celular, que por millones se ofrecen en el mercado, sin tomar en
cuenta la cantidad de basura que se acumula constantemente, y que la tierra no puede asimilar. Su
consecuencia: ya no hay posibilidades para las comunidades y para las personas. Podemos
interactuar sin estos cachivaches tecnológicos que pronto dejan de funcionar o pasan de moda.
Cachivaches que están hechos para ser obsoletos o para volver obsoletos pronto a sus “usuarios”.

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