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EVANGELIO

PLENO

SEBAD-QUITO “Formando obreros para la mies”


SEMINARIO BÍBLICO Lucas 10:2

Seminario Bíblico de las


Asambleas de Dios

Materia:
Ética Cristológica

ALUMNO: Rubén Darío Cueca M.

PROFESOR: PASTOR Cristian Montenegro

02/06/2011

RUBÉN DARÍO C. M.
EVANGELIO
PLENO

SEBAD-QUITO “Formando obreros para la mies”


SEMINARIO BÍBLICO Lucas 10:2

I. ANTECEDENTES FUNDAMENTALES DE LA ÉTICA

1. Definición de Ética

¿Qué es la ética? La palabra "ética" viene de la palabra griega ethos, que


significa 'lo que debería ser' o 'un lugar de refugio', como una cueva, sólida y
absoluta. El diccionario define a la ética como (1) el estudio de normas de
conducta y juicio moral, o (2) el sistema o código de moral de un filósofo,
religión, grupo, etc. específico. El Dr. Albert Schweitzer definió a la ética como
'el nombre que damos a nuestra preocupación por el buen comportamiento'.

2. IMPORTANCIA DEL SER HUMANO EN RELACIÓN A LA


ÉTICA

2.1 LA IMPORTANCIA DE LA ETICA PARA EL HOMBRE

El hombre a través de su vida va realizando actos, la repetición de los actos


genera actos y hábitos que determinan las actitudes. El hombre de este modo,
viviendo se va formando así mismo. El carácter como personalidad es obra del
hombre, es su tarea moral, es el resultado de su carácter moral para toda su
vida, esto es a lo que definimos ética.
Todos debemos tener un comportamiento correcto en cada momento de la
vida ya que se nos presentan situaciones en las que hay que tomar decisiones
analizando lo bueno y lo malo de ellas, para así no perjudicar a los que nos
rodean.
No sólo en situaciones morales sino en todas ya que lo moral va en cada cosa
que hacemos. De aquí sale la importancia de asegurarse que lo que uno haga
sea lo correcto.
Tener una buena formación ética hará que se logre ser una mejor persona y ser
mejor, significará que puedan llegar a ser modelo para otras personas. Sí
hacemos malas acciones puede llevar a que las personas que te rodeen hagan
malas cosas de manera que ser éticos no solo te beneficiará a ti sino a lo
demás. Otro ejemplo es la juventud de hoy la cual tiene que preocuparse por
recibir una buena formación ya que somos el futuro y de donde todos nos
beneficiaremos o perjudicaremos.

Tomando aquello y volviendo a la ética, el hombre está llamado a realizar actos


buenos. Los cuales nos son guiados, por medio de la conciencia. La cual nos
clarifica, que actos son correctos e incorrectos. Por lo mismo, es que debemos
tender, a las virtudes. Las cuales son hábitos, que nos hacen más perfectos. Ya
que toda rama de la filosofía, al igual que la ética, tienden a la perfección del
hombre. A la finalidad de este, mirada desde una de estas ramas. Por qué las

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virtudes, ya que la ética señala, que la felicidad, es el fin último del ser humano.
La cual se consigue, por medio de la perfección del actuar del hombre.

2.2 ¿EXISTE UNA ÉTICA NATURAL?

LA ÉTICA NATURAL (LA NATURALEZA)

"Toda la naturaleza no es más que arte que desconoces, Toda casualidad, dirección
que no puedes ver; Toda discordia, armonía incomprendida; Todo mal parcial, bien
universal; Y, a pesar del orgullo, Y a pesar del despecho de la mente errada,
Una verdad es clara, Lo que es, es como debe ser".
--Alexander Pope

A. Definición Los "debería" se derivan de los "es"

1. Mortimer Adler denominó esto un intento de "obtener conclusiones en


el modo imperativo de premisas completamente en el modo
indicativo". Este punto de vista presupone que la originación del valor
se encuentra en los hechos, la observación de la naturaleza.
2. "Lo que es éticamente correcto está relacionado de alguna forma con lo
que es materialmente verdadero". (G. G. Simpson).

Por ejemplo: Un hombre pasa una luz roja. No puede sacar una conclusión de pasar o
no la luz roja sin tener un presupuesto o norma anterior con relación a esa opción
ética: "Uno no debe pasar luces rojas".

B. Implicaciones
1. Para tener verdaderos valores morales, las personas deben obtenerlos
de un lugar fuera de mundo real de la descripción.
2. Este punto de vista destruye los conceptos mismos del bien y del mal,
porque "lo que es" los contiene a ambos. Hablar del bien y del mal no
tiene sentido. Charles Manson dijo: "Si Dios es uno, ¿qué es malo?".
Baudelaire se lamentó: "Si Dios existe, entonces es el Diablo".
3. Este punto de vista no contesta la pregunta de la vida predadora/de
supervivencia en la naturaleza. Todo lo que llamamos "humano" sería
destruido si las personas practicaran esta ética natural
consistentemente y universalmente.
4. No muchos sostienen este punto de vista seriamente. T. H. Huxley
reconoció que, si bien la evolución es "verdadera", conduce a una mala
ética. Aun los evolucionistas escogen no vivir en un mundo así. En
cambio, contrabandean filosóficamente la ética cristiana

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arbitrariamente dentro de su sistema y la sostienen románticamente


sobre su base naturalista.
C. Si hemos de tener ética, debemos encontrarla fuera del mundo natural.

2.3 ÉTICA CRISTIANA: VALIDA Y ÚNICA

ÉTICA CRISTIANA: El bien o el mal residen en la misma naturaleza de las acciones,


según su adecuación a unos principios absolutos universales y constantes que la razón
puede deducir la naturaleza humana y del orden total establecido por el creador.

2.4 BREVE DESCRIPCIÓN DE LOS ORÍGENES DE LA ÉTICA

¿De dónde proviene la ética? En esta interrogación se unen dos cuestiones muy
diferentes, una sobre un hecho histórico y la otra sobre la autoridad. La inquietud que
han suscitado ambas cuestiones ha influido en la configuración de muchos mitos
tradicionales acerca del origen del universo. Estos mitos describen no sólo cómo
comenzó la vida humana, sino también por qué es tan dura, tan penosa, tan confusa y
cargada de conflictos. Los enfrentamientos y catástrofes primitivas que éstos narran
tienen por objeto —quizás por objeto principal— explicar por qué los seres humanos
han de someterse a normas que pueden frustrar sus deseos. Ambas cuestiones siguen
siendo apremiantes, y en los últimos siglos numerosos teóricos se han esforzado por
responderlas de forma más literal y sistemática.

Esta búsqueda no es sólo fruto de la curiosidad, ni sólo de la esperanza de demostrar


que las normas son innecesarias, aunque estos dos motivos son a menudo muy
fuertes. Quizás esta búsqueda deriva, ante todo, de conflictos en el seno de la propia
ética o moralidad (para los fines tan generales de este artículo no voy a distinguir entre
ambos términos). En cualquier cultura, los deberes aceptados entran a veces en
conflicto, y son precisos principios más profundos y generales para arbitrar entre ellos.
Se busca así 1a razón de las diferentes normas implicadas, y se intenta sopesar
recíprocamente estas razones. A menudo esta búsqueda obliga a buscar, con carácter
aún más amplio, un árbitro supremo la razón de la moralidad sin más.

Esta es la razón por la que resulta tan compleja nuestra pregunta inicial. Preguntar de
dónde proviene la ética no es como preguntar lo mismo acerca de los meteoritos. Es
preguntar por qué actualmente hemos de obedecer sus normas (de hecho, las normas
no agotan la moralidad, pero por el momento vamos a centrarnos en ellas, porque son
a menudo el elemento donde surgen los conflictos). Para responder a esta cuestión es
preciso imaginarse cómo habría sido la vida sin normas, e inevitablemente esto suscita
interrogantes acerca del origen. La gente tiende a mirar hacia atrás, preguntándose si
existió en alguna ocasión un estado «inocente» y libre de conflictos en el que se
impusieron las normas, un estado en el que no se necesitaban normas, quizás porque

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nadie quiso nunca hacer nada malo. Y entonces se preguntan «¿cómo llegamos a
perder esta condición pre-ética?; ¿podemos volver a ella?». En nuestra propia cultura,
dos respuestas radicales a estas cuestiones han encontrado una amplia aceptación. La
primera -que procede principalmente de los griegos y de Hobbes- explica la ética
simplemente como un mecanismo de la prudencia egoísta; su mito de origen es el
contrato social. Para esta concepción, el estado pre-ético es un estado de soledad y la
catástrofe primitiva tuvo lugar cuando las personas comenzaron a reunirse. Tan pronto
se reunieron, el conflicto fue inevitable y el estado de naturaleza fue entonces, según
expresa Hobbes, «una guerra de todos contra todos» (Hobbes, 1651, Primera Parte,
cap. 13, pág. 64) aun si, como insistió Rousseau, de hecho no habían sido hostiles unos
con otros antes de chocar entre sí (Rousseau, 1762, págs. 188, 194; 1754, Primera
Parte). La propia supervivencia, y más aún el orden social, sólo resultaron posibles
mediante la formación de normas estipuladas mediante un trato a regañadientes (por
supuesto este relato solía considerarse algo simbólico, y no una historia real). La otra
explicación, la cristiana, explica la moralidad como nuestro intento necesario por
sintonizar nuestra naturaleza imperfecta con la voluntad de Dios. Su mito de origen es
la Caída del hombre, que ha generado esa imperfección de nuestra naturaleza, del
modo descrito -una vez más simbólicamente- en el libro del Génesis.

En un mundo confuso, siempre se acepta de buen grado la simplicidad, por lo cual no


resulta sorprendente la popularidad de estos dos relatos. Pero en realidad los relatos
sencillos no pueden explicar hechos complejos, y ya ha quedado claro que ninguna de
estas dos ambiciosas fórmulas puede responder a nuestros interrogantes. El relato
cristiano, en vez de resolver el problema lo desplaza, pues aún tenemos que saber por
qué hemos de obedecer a Dios. Por supuesto la doctrina cristiana ha dicho mucho
sobre esto, pero lo que ha dicho es complejo y no puede mantener su atractiva
simplicidad tan pronto como se plantea la cuestión relativa a la autoridad. No puedo
examinar aquí con más detalle las muy importantes relaciones entre ética y religión
(véase el artículo 46, “¿Cómo puede depender la ética de la religión?”). Lo importante
es que esta respuesta cristiana no deduce simplemente de forma ingenua nuestra
obligación de obedecer a Dios de su posición como ser omnipotente que nos ha creado
-una deducción que no le conferiría autoridad moral. Si nos hubiese creado un ser
malo para malos fines, no pensaríamos que tenemos el deber de obedecer a ese ser,
dictase lo que dictase la prudencia. La idea de Dios no es simplemente la idea de un ser
semejante, sino que cristaliza toda una masa de ideales y normas muy comple~as
subyacentes a las normas morales y que le dan su significado. Pero precisamente nos
interrogamos por la autoridad de estos ideales y normas, con lo que la cuestión sigue
abierta.

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II. MORAL Y ÉTICA: UN FENÓMENO SOCIAL


2.1 La moralidad como fenómeno social

El sistema de bombeo mecánico, no es solo el sistema de levantamiento más utilizado


en el mundo, sino que también es el más antiguo. Por esta razón es muy común
escuchar ¿Qué hay de nuevo es este sistema? Y no hay una sola respuesta para esto.
Durante los últimos años han aparecido nuevas tecnologías en materiales, conexiones,
diseños de bombas y unidades de bombeo, así mismo el desafío de producir más
profundo, mayores caudales y muchas veces en diámetros de cañerías de
revestimiento restringidos, han llevado al límite a cada componente y a su vez ha
impulsado el desarrollo de nuevos productos y estrategias de operación.
Durante este curso se revisarán todos los conceptos teóricos y prácticos que hacen al
principio de funcionamiento del bombeo mecánico. Se contemplarán todos los
aspectos operativos tanto para el operador como para las empresas que brindan
servicios de provisión e instalación de equipos. Así mismo se analizará la criticidad de
sus componentes para poder maximizar así la vida del sistema. También se realizarán
diseños en forma manual y con software especializado, para fortalecer los conceptos
transmitidos.
Se acompañará cada clase con videos, fotografías, animaciones y piezas físicas (partes
de los componentes) para lograr un mejor entendimiento de los conceptos
transmitidos.
Sarta de varillas de bombeo. Modelos de cálculo por aproximación. Cinemática del
bombeo mecánico. Introducción a los métodos de aproximación. Cargas en el vástago
pulido. Concepto de torque. Desplazamiento del pistón. Sarta de varillas de bombeo.
Dimensiones y especificaciones técnicas de las varillas. Varillas API y No API. Análisis de
tensión en sartas de varillas. Diagrama de Goodman modificado. Factores de servicio.
Ecuación del diagrama modificado de Goodman para análisis de tensión. Varillas de
peso. Diseño de sartas con varillas de peso. Método API 11L. Comportamiento
dinámico de la sarta de bombeo. Procedimiento de cálculo y mejoras del método
API....

2.1.1 Descubrimiento de la moral a través del lenguaje

Lenguaje, experiencia y aprendizaje moral, propone una mirada de la pedagogía


moral como un proceso de autorreflexión y experimentación con el lenguaje. Un viaje
por las posibilidades y potencialidades comunicativas y expresivas de éste. Narrar,
dialogar, conversar, coordinar acciones, argumentar, interpelar, explorar y construir
nuevos significados, son algunas de las posibilidades que el lenguaje ofrece a las
personas para conocerse e inventarse a sí mismas, y para construir aquellas normas y
valores que permiten su convivencia en común.

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Se trata de una propuesta teórica, pero a la vez, de un programa educativo concreto.


Para lograr sus objetivos pedagógicos recurre a materiales y recursos diversos y
originales como la novela El hablador de Mario Vargas Llosa, la propuesta de los
cuentacuentos, la película La muerte y la doncella de Roman Polansky, ejercicios de
diálogos según el principio del discurso, la discusión de dilemas morales, la escritura
autobiográfica, el uso de aforismos y antipoemas, las llamadas "experiencias críticas"
en educación, entre otras.

2.1.2 Utilidad social de la moral

La actitud que siempre tomamos frente a la moral es de aceptación o rechazo aunque resulte
paradójico tan pronto echamos mano de la moral y la defendemos como la hacemos a un lado
para escaparnos de sus requerimientos

2.1.3 Universalidad del hecho moral

La reflexión de este artículo no se dirige a dirimir que máximas serían o no universalizables,


sino a estudiar qué significa la universalidad de la ley moral. En primer lugar, expresa la
exigencia racional de salir del mundo particular de cada uno y vivir en la realidad real. Quiere
decir también que la autonomía del sujeto ha de determinar en última instancia todos sus
actos. Y, finalmente, la universalidad hace relación a la intersubjetividad o reino de fines, que
constituye el mundo moral. De este modo, la universalidad de la ley moral se presenta como la
forma básica de la relación de la libertad consigo misma, el ámbito donde ha de realizarse el
acto individual libre

2.2 Semejanzas y diferencias entre moral y ética

El uso de la palabra Ética y la palabra moral está sujeto a diversos convencionalismos

Características

La palabra moral designa el hecho real que encontramos en todas las sociedades, a saber, un
conjunto de normas que se transmiten de generación en generación, que evolucionan a lo
largo del tiempo, que ofrecen diferencias con respecto a las normas de otras sociedades y de
otra época histórica y que se utilizan para orientar la conducta de los integrantes de esa
sociedad. En algunos casos son extrañas y son observadas con estricto rigor por los miembros
de dicha sociedad.

Los casos peculiares que se manifiestan en cada sociedad, cada cultura y civilización, son
tratados por la Antropología Social.

Cada sistema moral es un paradigma, es decir, un modelo universal.

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La palabra ética designa el hecho real que se da en la mentalidad de algunas personas, a saber,
un conjunto de normas, principios y razones que un sujeto ha analizado y establecido como
línea directriz de su propia conducta.

Nótese que el origen interno de la Ética contrasta con el origen externo de la moral.

No importa que los contenidos de la ética coincidan o no con los de la moral. Una persona,
recibe desde el exterior las normas morales, pero esa misma persona elabora en su interior las
normas éticas que él mismo otorga.

Semejanzas y diferencias.

Notemos en primer lugar en punto donde confluyen éticas y morales. En los dos casos se trata
de normas, prescripciones, debe ser. La moral es un conjunto de normas que la sociedad se
encarga de trasmitir de generación en generación. La ética es un conjunto de normas que un
sujeto ha esclarecido y adoptado en su propia mentalidad.

La diferencia: la moral tiene una base social, normas establecidas en el seno de una sociedad.

La ética surge como tal en la interioridad de una persona, como resultado de su propia
reflexión y su propia elección. La ética puede coincidir en su contenido con las normas morales
recibidas en su educación, pero también puede la ética ofrecer una fuerte diferencia en alguna
de sus normas. Esta crea una serie de conflictos internos en la mentalidad de una persona.

La moral en cuanto a estructura noética coercitiva

El sistema moral propio de una sociedad es, en el fondo, una estructura noética, un paradigma,
un conjunto de constructos o categorías que la educación se encarga de trasmitir de
generación en generación. El modo en que se trasmiten esas normas suele ser la coerción, el
miedo, el castigo, y en no pocas ocaciones, las humillaciones y las exageraciones en la tutela de
los padres a los hijos.

En algunos países se ha visto la necesidad de establecer leyes que limiten esa actitud coercitiva
de los padres respecto a los hijos.

La introyección, la inserción de normas y principios hasta los niveles inconscientes mecánica,


exigitiva y sin posibilidad de excepciones.

De hecho, la evolución de los sistemas morales es muy lenta, suele detectarse solamente de
siglo en siglo.

La ética en cuanto resultado de una reflexión personal

No necesariamente la ética ha de estar en descuerdo o en oposición con la moral recibida en la


cultura y la educación propia. El estudio de la ética podría reforzar y fundamentar los
principios recibidos por la educación de nuestros padres. Podemos señalar la principal
diferencia entre ética y la moral.

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La segunda diferencia entre ética y moral, ya no está en su contenido sino en el modo


como actúan en la conducta de una persona. La moral es un conjunto de normas que actúan
desde el exterior o desde el inconsciente. Una motivación extrínseca a la conciencia del sujeto.
La ética influye en la conducta de una persona pero desde su misma conciencia y voluntad. No
es lo mismo realizar una conducta porque es una obligación impuesta por la sociedad que
ejercer esa misma conducta porque “yo estoy convencido de la bondad de esa acción”

La tercera y definitiva diferencia entre ética y moral, está en la palabra valor.

En las normas morales impera el aspecto prescriptivo, legal, obligatorio, impositivo, coercitivo
y punitivo. “Ley sin coerción no es ley”, reza un antiguo adagio latino. En las normas éticas
destaca la presión del valor captado y apreciado internamente como tal.

El fundamento de la norma ética es el valor, más no el valor impuesto desde el exterior, sino el
valor descubierto internamente en la reflexión de un sujeto.

Verstand y Vernunft en el conocimiento de moral y ética.

La Verstand nos proporciona un conocimiento conceptual, la Vernunft nos proporciona un


conocimiento holístico, que tiende a la desestructuración. Los valores se captan por medio de
la Vernunft. Cuando una persona capta la definición de un valor está utilizando la Verstand,
cuando capta la esencia misma del valor sin necesidad de conceptos y de palabras, entonces
está utilizando la Vernunft.

Diferencias

El primer nivel está en la moral, es decir, en las normas morales cuyo origen es externo y
tienen una acción impositiva en la mentalidad del sujeto.

El segundo nivel es la ética conceptual, es decir, el conjunto de normas que tienen un origen
interno en la mentalidad de un sujeto, pueden coincidir o no con la moral, recibida, pero su
característica mayor en su carácter interno, personal, autónomo y fundamental.

El tercer nivel es el de la Ética axiológica que es el conjunto de normas originadas en una


persona a raíz de su reflexión sobre los valores.

LOS ACTOS HUMANOS

El hecho moral es un dato que nos ofrece la historia; sobre ello no cabe discusión alguna. La
Sociología se encarga de estudiarlo, describirlo y catalogarlo.

Unos actos poseen libertad y serán llamados actos humanos; otros carecen de libertad y serán
llamados actos del hombre.

Los primeros son ejecutados consciente y libremente; y los segundos carecen de ambas cosas.

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Los actos humanos, son los únicos que pueden juzgarse como buenos o malos desde el punto
de vista moral; los del hombre son amorales.

El concepto de libertad

La condición previa de la libertad en un individuo es la captación y asimilación de valores.

Se verá solo en función de valores.

En la medida en que un individuo amplía su horizonte axiológico, podrá ampliar paralelamente


el campo de su propia liberad. En la medada en que una persona permanezca ciega a ciertos
valores, podemos señalar una limitación en su libertado.

Así pues una persona que actúa libremente puede señalar con claridad cuál es el motivo de su
acción, que es precisamente el valor que lo movió a actuar. Los valores actúan como móviles o
motivaciones internas de la conducta humana.

La postura que niega la libertad es el determinismo.

Un aspecto fundamental en la vida de una persona es su proceso de liberación; que podrá


aumentar o disminuir.

La Verstand y la Vernunft son dos funciones cognoscitivas, ya descritas anteriormente, que


ejercen con respecto al valor.

La percepción de un valor en forma conceptual es la que se logra por medio de explicaciones


teóricas o descripciones más o menos distantes del objeto valioso.

La percepción de un valor en forma intuitiva es la que se logra por medio de una vivencia en la
cual se capta, se aprecia y se adopta ese valor como tal, dentro del mundo personal del sujeto
cognoscente.

Conclusiones

Existen una serie de valor que cada individuo posee, estas solo se lograran percibir en la vida
cotidiana.

Tenemos pues que la los valores depende de la libertad, ciertamente, es necesario la libertad

Y esta influye en la vida diaria, y no hace tomar decisiones concretas, como por ejemplo el
valor que debemos tomar acerca de un concierto, si es solo porque nos mandan ir a oírlo o
porque nos gusta, y tomamos el valor, la importancia de dicho concierto.

Tenemos pues que la libertad es algo que influye en la vida diaria

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Existe una libertad, de la cual no estamos hablando, es la que se obtiene en una fiesta, o en
vacaciones, donde simplemente se está rompiendo con las normas, mas no se tiene la libertad
conforme a valores.

La primera se puede denominar libertad de espontaneidad; no se trata de preocuparse de las


ataduras si no de las metas, eso es lo que vale en verdad, aunque ambas son necesarias, una
depende de la otra.

Por otra parte tenemos que el conocer la definición de valores, y saber cuáles son no nos
ayudará a llevarlos en práctica , pero está en nuestra libertad, tomar el conocimiento o tirarlo
a la basura.

Tenemos que el fin de conocer la felicidad en tanto a una definición, igual que los valores, y la
libertad, nos hacen reflexionar, y si de verdad, entiendes este curso y todas las discusiones que
con el conlleva, encontraremos que si se puede lograr una libertad, plasmada en el libro, que
es la libertad para, ya entendida gracias al libro.

Todas estas definiciones, tienen un fin, el conocer la felicidad, los tipos de felicidad que hay
nos hace creer en ella, mucha gente la tiene olvidada en la vida, y también pensar en que
algún día se podrá pasar a un nivel más alto de felicidad, creo que para esto, hay que
reconocer los valores, y saber cuál es la verdadera liberta, entonces descubrimos cual es la
causa de este resumen.

III. PRINCIPALES SISTEMAS ÉTICOS


3.1 Ética de virtudes

Las virtudes éticas


A lo largo de nuestra vida nos vamos forjando una forma de ser, un carácter, a través de
nuestras acciones. Para determinar cuáles son las virtudes propias PODEMOS HACER UN
análisis SOBRE la acción humana, determinando que hay tres aspectos fundamentales que
intervienen en ella: la volición, la deliberación y la decisión. Es decir, SI queremos algo,
deliberamos sobre la mejor manera de conseguirlo y tomamos una decisión acerca de la acción
de debemos emprender para alcanzar el fin propuesto. SE entiende que la voluntad está
naturalmente orientada hacia el bien, la deliberación no versa sobre lo que queremos, sobre la
volición, sino solamente sobre los medios para conseguirlo; la naturaleza de cada sustancia
tiende hacia determinados fines que le son propios, por lo que también en el hombre los fines
o bienes a los que puede aspirar están ya determinados por la propia naturaleza humana.
Estas dos fases establecen una clara subordinación al pensamiento de la determinación de
nuestra conducta, y exigen el recurso a la experiencia para poder determinar lo acertado o no
de nuestras decisiones. La deliberación sobre los medios supone una reflexión sobre las
distintas opciones que se me presentan para conseguir un fin; una vez elegida una de las
opciones, y ejecutada, sabré si me ha permitido conseguir el fin propuesto o me ha alejado de
él. Si la decisión ha sido correcta, la repetiré en futuras ocasiones, llegando a "automatizarse",
es decir, a convertirse en una forma habitual de conducta en similares ocasiones.
Es la repetición de las buenas decisiones, por lo tanto, lo que genera en el hombre el hábito de
comportarse adecuadamente; y en éste hábito consiste la virtud para Aristóteles. (No me
porto bien porque soy bueno, sino que soy bueno porque me porto bien). Por el contrario, si la

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decisión adoptada no es correcta, y persisto en ella, generaré un hábito contrario al anterior


basado en la repetición de malas decisiones.

Las virtudes éticas

Aristóteles distingue dentro del alma sensitiva las pasiones, que son movimientos transitorios
de la efectividad, las potencias, raíz activa de los actos humanos, y las disposiciones adquiridas
o hábitos, cualidades estables que otorgan al sujeto una facilidad para realizar ciertos actos.
Los hábitos buenos son las virtudes, y los malos los vicios; no son pasiones porque éstas, como
vienen dadas por la naturaleza, no son ni buenas ni malas; en cambio, los hábitos pueden ser
buenos o malos, pues son perfecciones o imperfecciones de las potencias, que se adquieren
libremente con el ejercicio.

Según Aristóteles, las virtudes morales no son ni un efecto innato de la naturaleza, ni algo
contrario a ella: el hombre está predispuesto a adquirirlas, al repetir muchas veces un mismo
acto. La naturaleza nos da más bien inclinaciones y potencias que luego nosotros debemos
actualizar: «practicando la justicia nos hacemos justos, practicando la templanza,
templados»’’.

El Estagirita señala que no puede darse la virtud moral cuando hay exceso o detecto: la virtud
implica justa proporción, justo medio entre dos excesos. Sin embargo, no se trata tan sólo de
un medio aritmético, cuantitativo, sino un justo medio relativo a nosotros. De esta manera, la
virtud es determinada por dos aspectos: por un lado por la objetividad bondad que encierra la
obra en sí misma, y junto a esto, por las circunstancias diversas que se refieren al sujeto. Por
ejemplo, respecto al comer habrá una cantidad excesiva, y otra insuficiente. La virtud consiste
precisamente en el justo medio entre los dos excesos, es decir, comer lo que para mí es justo,
ni demasiado ni muy poco"

El justo medio cuantitativamente es algo intermedio, pero a la vez, por su cualidad constituye
un extremo. Por tanto, si consideramos el justo medio bajo su aspecto de bondad, hay una
inversión: los virtuoso que se ha definido como un medio aparece ahora como un extremo,
como lo más elevado excelente".

Para Aristóteles, la virtud ética está íntimamente ligada a la recta razón, pues ella señala el
defecto y el exceso que se ha de evitar, para alcanzar el justo medio. A su vez, la recta razón se
adquiere por la prudencia, cuyo criterio o norma viene a coincidir con el juicio de un «varón
sensato y experimentado».

Por lo tanto, la virtud ética se puede definir como la justa medida que impone la razón a los
sentimientos, acciones y pasiones, que sin el control de la razón tenderían hacia un extremo u
otro. Las virtudes éticas son, pues, hábitos adquiridos voluntariamente, por la repetición de
actos, y consisten en un justo medio tal como lo determinarían la recta razón de un varón
prudente.

«Es, por tanto la virtud un hábito electivo que consiste en un término medio relativo a
nosotros, determinado por la razón por la que decidiría el hombre prudente»’

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En las virtudes morales pueden distinguirse dos campos bien definidos:

a. 1ª la fortaleza, que aleja al hombre de la cobardía y la temeridad regulando el apetito


irascible;

2ª la templanza, que regula los placeres de los sentidos;

3ª la modestia o pudor, que versa sobre las emociones;

b. respecto al propio sujeto, las que regulan la parte no específicamente racional del
hombre son:
c. Respecto a sus semejantes, hay una multitud de virtudes sobre la convivencia
(liberalidad, veracidad, buen humor, amabilidad, etc., etc.) y además la justicia y la
equidad.

La virtud de la justicia tiene en Aristóteles un sentido muy preciso: es obediencia a la ley por
una parte, y por otra, es la relación de igualdad respecto a los demás hombres. Según el primer
aspecto, lo justo es lo conforme a la ley; pero en la ley hay tipos de normas:

a.
b. Las que tienen un origen natural y que en todas partes tienen los mismos efectos;
estas normas son inmutables y no dependen de las opiniones de los hombres. Se
llaman normas de ley natural, porque tienen la misma estabilidad que las propiedades
naturales, y expresivamente Aristóteles las compara al fuego, que «quema lo mismo
en Grecia que en Persia»;
c. Las normas que tienen su origen en el legislador humano se caracterizan porque
versan sobre cosas indiferentes, que se hacen obligatorias una vez establecidas por la
ley civil.

En cuanto al segundo aspecto, Aristóteles dice que la igualdad debe presidir el orden de las
relaciones humanas pues hay que dar a cada uno lo que se le debe, pero teniendo en cuenta
sus cualidades naturales, dignidad, funciones que ejerce; es decir, no se trata de una igualdad
aritmética, sino geométrica o proporcional.

De aquí su división de justicia distributiva y justicia y justicia conmutativa, según corresponda a


las relaciones del poder público con los ciudadanos o a las relaciones de los ciudadanos entre
sí. En resumen, la justicia es una virtud que regula la relación con los demás hombres y
comprende: 1º Justicia natural basada en la ley natural; 2ª justicia civil fundada en las leyes
civiles no escritas (costumbres) y escritas (justicia legal) y esta se subdivide en distributiva y
conmutativa.

Las virtudes éticas son:

Honradez: Es la rectitud en las acciones

Fortaleza: Es vencer los obstáculos con la ayuda de la inteligencia y la voluntad, ser capaces de
derrotar los miedos que nos impiden dar a nuestra vida su verdadero sentido.

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Gratitud: Es un sentimiento por medio del cual agradecemos a alguien por una favor u otra
acción.

Justicia: virtud que inclina a dar a cada uno lo que es suyo, o lo que le corresponde

Prudencia: Virtud que hace prever y evitar las faltas y peligros, es el buen juicio y la
cordura.

Lealtad: Es la fidelidad al compromiso de defender lo que creemos y en quienes creemos,


en los buenos y en los malos momentos

Responsabilidad: es la virtud o disposición habitual de asumir las consecuencias de las


propias decisiones, respondiendo de ellas ante alguien. Es la capacidad de dar respuesta
de los propios actos.

Generosidad: Es la virtud de servir con auténtico desprendimiento sin esperar nada a


cambio, buscando el bien de los demás. La generosidad consiste en actuar
desinteresadamente a favor de otra persona, con alegría y teniendo en cuenta la utilidad y
la necesidad de la aportación para esa persona, aunque cueste esfuerzo.

Humildad: Es la virtud de reconocer nuestras debilidades, cualidades y capacidades y


aprovecharlas para obrar en bien de los demás, sin decirlo.

Franqueza: Es una virtud que caracteriza a las personas por la actitud congruente que
mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones.

3.1.2 Epicureísmo
El epicureísmo es la escuela fundada por Epicuro de Samos en sus jardines de Atenas
(306 a.C.). De ahí que a los exponentes de esta corriente se los conocía también como "Los
del Jardín". Además de Epicuro, célebre por su finura y nobleza, en esta escuela se
destacaron Metrodoro de Lámpsaco, Apolodoro, Zenón de Sidón, Fedro y Lucrecio Caro.

Los epicúreos juzgaban el conocimiento en función de su utilidad para una vida feliz. Para
ellos, la búsqueda de la verdad por la verdad misma (la pura contemplación) carecía de
sentido. Por otro lado, los epicúreos creían que el conocer es percepción sensible, originada
en el desprendimiento de los cuerpos de pequeñas imágenes o efluvios que ingresan a
nosotros por los sentidos. Los conceptos no son más que un recuerdo del contenido común
de diversas representaciones, una consecuencia de la asociación de las representaciones
sensibles. El epicureísmo heredó el sensismo y el materialismo de Demócrito.

Los epicúreos afirmaban que el Universo se compone de infinitos elementos últimos


indivisibles (átomos). Los átomos sólo se diferencian entre sí por la forma y el peso y se
encuentran en un espacio vacío infinito. No hay nada fuera de esto (materialismo) [*]. Los
epicúreos creían que incluso el alma es material, que está compuesta de átomos. Que el
alma es una materia sutil que perece con el cuerpo como todos sus órganos. Que el número
de átomos que conforman el Universo se mantiene siempre igual. Que los átomos existen

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desde siempre y para siempre. Que el devenir no es sino la eterna reagrupación de los
átomos originada en una primera desviación repentina (declinatio) de su trayectoria
rectilínea por el espacio vacío infinito que los llevó a entrechocarse. Que esta desviación fue
un hecho fortuito, ocurrido no se sabe dónde ni cuándo, por lo que la desviación misma y el
devenir posterior carecen propiamente de causa y se deben más bien al azar.

No habiendo una causa, tampoco hay un destino. Por el contrario, se abre un campo
inmenso para la libertad, la cual puede introducir un nuevo orden en las cosas.

Para defender la libertad y el placer del temor que genera la creencia en los dioses y en la
vida de ultratumba, los epicúreos recurrían a la Teoría Atómica tal como la entendía
Demócrito (lo que implica una contradicción respecto del concepto de azar que ellos mismos
sostenían). El mundo, y lo que en él ocurre, se explica así por los átomos y las leyes que rigen
su movimiento, sin necesidad de recurrir a los dioses. Los dioses habitan en su mundo y
llevan en él una vida feliz, sin tener siquiera noticia de los hombres.

En el terreno de la Ética, sostenían que lo moralmente bueno es el placer, concepción


heredada de Aristipo. El sentido original de la palabra "bueno" es placentero. Nada tiene que
ver con la conformidad a un orden de ideas o a un orden natural de las cosas. Del mismo
modo, se denomina "malo" a lo que nos acarrea dolor. “El placer es el principio y el fin de la
vida feliz.” Los epicúreos entendían el placer de un modo sutil, alejado del sensualismo y el
desenfreno. Y siendo el placer la ausencia de dolor y la paz del espíritu, el mismo debe
buscarse en el reposo. Para los epicúreos los placeres espirituales están por sobre los
sensibles. El hombre no debe entregarse ciegamente a los placeres que se le ofrecen, sino
que debe utilizar la razón para evaluar si ese placer momentáneo no le acarreará luego un
dolor mayor. Sin razón y prudencia no se puede tener una vida feliz.

Epicuro, afirmó que es bueno todo lo que produce placer, pues el placer, según él, es el
principio y el fin de una vida feliz. Pero para que el placer sea real debe ser moderado,
controlado y racional.

Epicuro definió el placer como la satisfacción de las necesidades del cuerpo y la tranquilidad
del alma. El ser humano está compuesto de cuerpo y alma, y los placeres de la última son
superiores a los del cuerpo. En su opinión, la paz interior puede alcanzarse al reducir las
necesidades del cuerpo y acabar con las inquietudes y temores.

Para el Epicureísmo, lo malo es todo aquello que le produce dolor al ser humano. Son las cosas
que nos hacen o nos afectan en el sentido espiritual y corporal.

3.1.3 Estoicismo
El estoicismo es uno de los movimientos filosóficos que, dentro del periodo helenístico,
adquirió mayor importancia y difusión. Fundado por Zenón de Sitio en el 301 a. C., adquirió
gran difusión por todo el mundo greco-romano, gozando de especial popularidad entre las
élites romanas. Su período de preeminencia va del siglo III a. C. hasta finales del siglo II d. C.
Tras esto, dio signos de agotamiento que coincidieron con la descomposición social del Alto
Imperio romano y el auge del cristianismo.

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La filosofía estoica tuvo una notable influencia muchos siglos después de su desarrollo. En los
siglos XVI y XVII hay en Europa un vigoroso renacimiento de doctrinas estoicas que influirán en
Descartes, Kant y Hegel.

Los estodicos redujeron las cuatro causas aristotélicas a dos únicos principios:

1. Un principio pasivo: la materia


2. Un princpio activo: el logos universal.

El Logos no es inmaterial sino de naturaleza corpórea. Sólo es real lo que actúa o padece una
acción y como sólo un cuerpo puede actuar o padecer, todo lo real es corpóreo. La doctrina
estoica es estrictamente materialista. La materia carece de cualidades y es pasiva, siendo
equivalente a la materia prima aristotélica.

El principio activo es simultáneamente causa eficiente y también, en cierto sentido, causa


formal de cuanto acontece ya que contiene las "semillas" a partir de las cuales se desarrollan
todas las cosas. Solo falta la causa final aristotélica.

El principio activo (razón universal, fuego activo y artista que rige y produce todo y todo lo
penetra, es llamado "Dios". EL universo es, por tanto, un Todo animado y divino, lo cual se
corresponde con una visión panteísta del universo. Nada escapa a la ley inmanente que rige el
Todo porque los acontecimientos están determinados por una cadena causal inexorable. Esa
"necesidad" que rige el cosmos, es llamada destino o providencia pero no se corresponde con
el Hado ciego de la Mitología griega, es un orden necesario, pero absolutamente racional

Pananimismo e Individuación
El mundo, que es un ser animado y armonioso, posee vida propia:

El "gran año", que es un ciclo, parte del fuego original, se desarrolla por la aparición (a partir
del fuego) del aire, el agua, la tierra y todos los cuerpos que se componen de estos cuatro
elementos, volviendo finalmente al fuego.

Una con flagelación universal termina el ciclo del mundo, que vuelve a recomenzar de nuevo, y
como todos los acontecimientos de cada ciclo son necesarios, cada ciclo repite exactamente el
ciclo anterior.

Tampoco existen sino "individuos" concretos, los cuales son siempre diferentes entre sí, dice
Cicerón: "Cada cosa posee su propio carácter y nada es idéntico a otra cosa" Cada individuo
está caracterizado por una tensión interior, una manera de ser o estructura que no puede
repetirse en otro. Lo universal (del mismo modo que las Ideas en Platón o la forma en
Aristótles) carece de realidad. Pero aunque sólo existen individuos, éstos están ligados entre sí
y todo el mundo es una gigantesca armonía de correlaciones e interdependencias. Y una ley
rige a toda esta diversidad, surgiendo el concepto de "ley natural" y "providencia".

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Para los estoicos, carece de sentido hablar del mal en el mundo, porque nada de lo que sucede
puede ser un mal en sí mismo ya que juzgarlo así es consecuencia de la limitada visión que
tenemos del acontecer mundano.

3.1.4 Neoplatonismo

En sentido estricto, se denomina “neoplatonismo” a aquella corriente filosófica, de carácter


platónico, que tiene su origen aproximadamente en el siglo II con la obra de Platino, al cual
dedicaremos ya en un futuro algún artículo relativo a su vida, trabajo y obra.

El neoplatonismo se prolongaría, a su vez, en distintos lugares durante los siglos posteriores,


destacando neoplatónicos muy importantes, como Jámblico, Porfirio, Edesio de Capadocia, o
Proclo.

Tal y como hemos visto detalladamente en muchos post recogidos en este espacio, Platón
había distinguido dos mundos, el mundo inteligible (mundo de las ideas), y aquel mundo
sensible, construido a imitación de aquellas. Como ya sabemos, por encima de estas últimas
ideas colocó la idea de Bien, como realidad suprema y principio primero. Pero, además de
estos dos mundos, Platón había introducido asimismo en su sistema el demiurgo, que consistía
en el dios que construye el mundo sensible tomando como modelo las ideas. No obstante, y
como ocurre con toda hipótesis o teoría, en este caso naturalmente filosófica, existían
aspectos que no estaban del todo claros: ¿dónde se hallan las ideas?, ¿qué relación existe
entre el Bien y el demiurgo?, ¿cómo, a partir de un principio supremo, se ha originado la
pluralidad de los seres tanto materiales como inmateriales?

La actitud de la corriente platónica ante, por ejemplo, la última de ellas (relacionada con el
origen propio del resto de los seres a partir del principio supremo, Dios, el Bien), fue decisiva
para la contestación misma de las otras dos anteriores.

Efectivamente, tanto los platónicos como luego los neoplatónicos insistían mucho en esa
trascendencia del principio supremo situado más allá de toda realidad. Y es que, el abismo
existente únicamente entre este mismo principio supremo y el mundo sensible, se salva
tejiendo un puente de realidades intermedias, cada vez más próximas al mundo sensible, y
alejadas de ese principio determinado.

En esta concepción de la realidad se cumple el denominado como principio de plenitud, según


el cual la totalidad de lo real constituiría una cadena en la que no deberá faltar ningún eslabón,
cuya perfección disminuye a medida que su lugar en la escala se aleja del principio primero.

3.1.5 Ética kantiana o del deber

Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda
considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo de una buena voluntad
Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Kant

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La actitud de Kant frente a la problemática metafísica es por cierto, algo ambigua en tanto
afirma por un lado que no conocemos ni podemos conocer el absoluto (puesto que el
conocimiento humano se limita a la experiencia) pero, al mismo tiempo, considera al hombre
un ente dotado de razón, facultad de lo incondicionado, de manera tal que la metafísica es
considerada una necesidad natural en el hombre. El hombre no puede ser indiferente a la
problemática metafísica, tal es la razón por la cual siempre tomamos alguna posición al
respecto.

Kant busca resolver esta aparente contradicción, pero no en el plano gnoseológico sino en el
moral, en el campo de la razón práctica (es decir, la razón en tanto determina la acción del
hombre).

Si bien no podemos alcanzar el absoluto, sí tenemos cierto acceso a algo que se le acerca. Este
contacto de aproximación se da en la conciencia moral, o la conciencia del bien y del mal, lo
justo y lo injusto, lo que debemos hacer y lo que no debemos hacer. La conciencia moral, es
para Kant, la presencia de lo absoluto o al menos, parte del absoluto en el hombre.

La conciencia moral manda de modo absoluto, ordena de modo incondicionado, nos dice: "me
conviene ser amable con él porque así evitaré problemas", este sería un criterio de
conveniencia. La conciencia moral dirá: "debo ser amable con él porque es mí deber tratar bien
a la gente" y no importa si ello me cuesta la vida, la fortuna, o lo que fuere, el mandato de la
conciencia no está condicionado por las circunstancias. Puede suceder que uno no cumpla con
su deber, pero eso no le quita autoridad al mandato absoluto. El deber no supone
conveniencias, satisfacciones o estrategias, es un fin en sí mismo.

La conciencia moral es entonces la conciencia de una exigencia absoluta que no se explica y


que no tienen sentido alguno desde el punto de vista de los fenómenos de la naturaleza. En la
naturaleza no hay deber sino tan solo suceder, una piedra no "debe" caer, simplemente, "cae".

La conciencia moral

Mientras que en la naturaleza todo se encuentra condicionado por las leyes de la causalidad
en la conciencia moral rige un imperativo que no conoce condiciones, un imperativo
categórico. La conciencia moral dice 'no mentirás' ssin condicionar en modo alguno el
mandamiento, no establece circunstancias particulares bajo las cuales la ley tiene validez o no,
el mandanto es siempre absolutamente válido, de otra forma, no sería una exigencia moral.

Kant diferencia el imperativo categórico del imperativo hipotético. En este último, el mandato
se halla condicionado o reducido a una circunstancia determinada: 'si quiero ganar su
confianza, no debo mentir' porque si no es importante para mí ganar su confianza, mentir o no
mentir, deja de ser un mandato.

El deber
El deber refiere a que la 'buena voluntad', bajo ciertas limitaciones, no puede manifestarse por
sí sola.

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El hombre, no es un ente puramente racional, sino que también es sensible. Kant observará
que las acciones del hombre en parte están determinadas por la razón pero existen también
'inclinaciones' como el amor, el odio, la simpatía, el orgullo, la avaricia, el placer... que también
ejercen su influencia. El hombre reúne en su juego la racionalidad y las inclinaciones, la ley
moral y la imperfección subjetiva de la voluntad humana. Entonces, la buena voluntad, se
manifiesta en cierta tensión o lucha con estas inclinaciones, como una fuerza que parece
oponerse. En la medida que el conflicto se hace presente, la buena voluntad se llama deber.

Si una voluntad puramente racional sin influencia alguna de las inclinaciones fuese posible,
sería para Kant, una voluntad santa (perfectamente buena). De esta forma, realizaría la ley
moral de modo espontáneo, esto es, sin que conforme una obligación. Para una voluntad
santa, el 'deber', carecería entonces de sentido en tanto que el 'querer' coincide naturalmente
con el 'deber'. Pero en el hombre, ley moral, suele estar en conflicto con sus deseos.

Se distinguen así tres tipos de actos:

a. Actos contrarios al deber: En el ejemplo de la persona que se está ahogando en el río.


Supongamos que disponiendo de todos los medios necesarios para salvarlo, decido no hacerlo,
porque le debo dinero a esa persona y su muerte me librará de la deuda. He obrado por
inclinación, esto es, no siguiendo mi deber sino mi deseo de no saldar mi deuda y atesorar el
dinero.

b. Actos de acuerdo al deber y por inclinación mediata: El que se ahora en el río es mi deudor,
si muere, no podré recuperar el dinero prestado. Lo salvo. En este caso, el deber coincide con
la inclinación. En este caso se trata de una inclinación mediata porque el hombre que salva es
un medio a través del cual conseguiré un fin (recuperar el dinero prestado). Desde un punto de
vista ético, es un acto neutro (ni bueno ni malo).

c. Actos de acuerdo al deber y por inclinación inmediata: Quien se está ahogando es alguien a
quien amo y por lo tanto, trato de salvarlo. También el el deber coincide con la inclinación.
Pero en este caso, es una inclinación inmediata porque la persona salvada no es un medio sino
un fin en sí misma (la amo). Pero para Kant, este es también un acto moralmente neutro.

d. Actos cumplidos por deber: El que ahora se ahoga es un ser que me es indiferente... no es
deudor ni acreedor, no lo amo, simplemente, un desconocido. O pero aún, es un enemigo,
alguien que aborrezco y mi inclinación es desear su muerte. Pero mi deber es salvarlo y lo
hago, contrariando mi inclinación. Este es el único caso en que Kant considera que se trata de
un acto moralmente bueno, actos en los que se procede conforme al deber y no se sigue
inclinación alguna.

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3.1.6 Utilitarismo

EL UTILITARISMO EN EL XIX.

Por utilitarismo se entiende una concepción de la moral según la cual lo bueno no es sino
lo útil, convirtiéndose, en consecuencia, el principio de utilidad en el principio
fundamental, según el cual juzgar la moralidad de nuestros actos. Es posible encontrar
algunos esbozos de la doctrina utilitarista en A. Smith, R. Malthus y D. Ricardo, si bien se
trata de una doctrina moral y social que haya sus principales teóricos en J. Bentham,
James Mill y J. Stuart Mill. Para estos autores, de lo que se trata es de convertir la moral
en ciencia positiva, capaz de permitir la transformación social hacia la felicidad colectiva.

J. Bentham, como hiciera el epicureísmo, estoicismo y Espinosa, considera que las dos
motivaciones básicas, que dirigen o determinan la conducta humana, son el placer y el
dolor. El ser humano, como cualquier organismo vivo, tiende a buscar el placer y a evitar
el dolor. Sólo dichas tendencias constituyen algo real y, por ello, pueden convertirse en
un principio inconmovible de la moralidad: lo bueno y el deber moral han de definirse en
relación a lo que produce mayor placer individual o del mayor número de personas. Decir
que un comportamiento es bueno, significa que produce más placer que dolor. Al margen
de esto, según Bentham, los conceptos morales no son sino entidades ficticias. La
felicidad misma no sería sino existencia de placer y ausencia de dolor. Bentham
complementa este postulado básico con la aceptación de los siguientes supuestos o
principios, que constituyen su sistema:

1) que el objeto propio del deseo es el placer y la ausencia de dolor (colocando así el
egoísmo o interés propio como el fundamento del comportamiento moral);

2) que todos los placeres son cualitativamente idénticos y, en consecuencia, su única


diferenciación es cuantitativa (según intensidad, duración, capacidad de generar otros
placeres, pureza –medida en que no contienen dolor–, cantidad de personas a las que
afecta, etc.); y

3) los placeres de las distintas personas son conmensurables entre sí. En otros términos,
si el segundo principio suponía una indiferenciación cualitativa de los placeres para un
mismo individuo, este afirma una indiferenciación cualitativa inter individuos. En efecto,
si el origen o la modalidad de la sensación placentera (como la del dolor) son variables
irrelevantes, el bien global de una persona cualquiera queda determinado unívocamente
por el sumatorio de las magnitudes de las distintas modalidades de sensación. Esto tiene
también un corolario, y es que, si lo dicho se asume consecuentemente y la tendencia
natural de todo ser humano es hacia la maximización de su placer y minimización del
dolor, los medios elegidos para ello son irrelevantes prima facie. La cláusula prima facie
indica no que cualquier medio sea bueno, sino que (siendo las consecuencias las mismas –
en términos de satisfacción–) la elección de uno u otro sería moralmente indiferente.
Hechas estas asunciones, es fácil ver que los asuntos morales podrían dirimirse fácilmente
recurriendo a un simple cálculo utilitarista de las opciones o alternativas de acción
puestas en juego. Finalmente, la atención hacia otras personas (denominada en los

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sistemas morales tradicionales bajo los términos de altruismo, bondad, amor, etc.) tiene
cabida en el sistema de Bentham, pero en la medida en que satisfagan los postulados
anteriormente mencionados, es decir, en cuanto contribuyan a la satisfacción del interés
propio. En la medida en que una persona necesita ser amada, para así eliminar el dolor de
su soledad, en esa misma medida debe ocuparse de los demás, con el fin de que los
demás también se ocupen de uno: los deberes para con los demás, son deberes en la
medida en que los demás nos puedan resultar útiles.

J. Stuart Mill, por su parte, asume la máxima general utilitarista, según la cual, la
tendencia natural de todo individuo hacia la felicidad presupone el esfuerzo por
aumentar el placer y disminuir el dolor. Sin embargo, no coincide con Bentham en la
necesidad de admitir los tres principios anteriormente citados. Respecto al primero
arguye que la felicidad propia no es alcanzable totalmente sin, de una u otra forma,
procurar también la felicidad de los demás. Además, Mill admite el sacrificio, la renuncia
o el comportamiento, en general, no interesado como una actitud moral que, en ciertas
circunstancias, puede coincidir con la propia teoría utilitarista (matizando que dicho
sacrificio no constituye un bien en sí mismo, sino un bien en la medida en que contribuya
a la felicidad de los demás). Así, en El Utilitarismo, se nos dice: «En la norma áurea de
Jesús de Nazaret, leemos todo el espíritu de la ética utilitarista: "Haz como querrías que
hicieran contigo y ama a tu prójimo como a ti mismo"». Respecto a lo segundo, Mill no
cree en una indiferenciación cualitativa de los placeres; al contrario, habla de la necesidad
de distinguir placeres superiores de otros inferiores. Finalmente, reconoce que si esta
diferenciación cualitativa debe observarse en una misma persona, ya no podemos hablar
coherentemente de la comparabilidad de los placeres entre diferentes personas.
Ciertamente, es preferible (moral y utilitariamente hablando) una persona que ha
conquistado los placeres intelectivos, aunque insatisfecha en otros terrenos, a una
satisfecha en los placeres sensoriales, pero vacía de los contemplativos. En este punto, el
utilitarismo de Mill tiene rasgos de Aristotelismo, epicureísmo (que no hedonismo craso)
y estoicismo innegables.

Estas diferencias entre los sistemas de Bentham y Mill, ha permitido que se distingan
entre dos actitudes utilitaristas subyacentes a cada sistema: un utilitarismo psicológico
(Bentham) que pretende el análisis desapasionado —y no desprovisto de cierta ironía—
de las motivaciones del comportamiento individual y colectivo, y un utilitarismo idealista
(Mill) cuya pretensión es destacar que ciertos valores éticos tradicionales (libertad,
compasión, igualdad, etc.) son lo que más conviene (utilitaristamente hablando) al ser
humano.

3.1.7 Ética del superhombre

SUPERHOMBRE O SOBREHOMBRE

El hombre es un ser incompleto, pues todo animal da lugar a algo superior. Es un puente entre
el simio y el Superhombre, es algo que debe ser saltado, superado. El Superhombre es aquel
ser que tiene una moral de nobles, es un noble, y acepta la voluntad de poder: es un hombre
legislador, él crea sus propias normas, morales y de todo tipo, además es un hombre que

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somete las cosas a su voluntad, es un hombre vital ama la vida y este mundo. Además es un
ser que acepta el Eterno Retorno, pues cuando toma una decisión realmente la quiere tomar, y
no se arrepiente de sus actos. Sabe que la vida es en parte dolor y en parte placer, pero no
reniega de ello.

A la vez desarrolla una ética de la autorrealización, del desarrollo de sí mismo. Se trata, por
tanto, de una ética material. Entiende la felicidad como creación de sí mismo, como
autocreación en el juego de la experiencia sin límites. La ética de Nietzsche tendría dos
momentos:

1. La crítica a la moral.
2. La negación como alternativa.

Históricamente: Nietzsche investiga el origen de los conceptos “bien” y mal”. En su origen


encuentra una doble moral:
La moral de los señores: es la de los fuertes, creativos, dominadores. Estos forman una casta o
clase social que se impone a la clase de los débiles, de los inferiores, de los vulgares y
sometidos. El dominador ama la vida, es duro para sí y para los demás, y desprecia la debilidad
y la cobardía, el miedo, la humildad y la mentira. No se compadece ni es piadoso.

La moral de los esclavos privilegia la igualdad, la compasión, la dulzura y la paciencia. Es propia


de los oprimidos y los débiles que a menudo desprecian esta vida y se refugian en el más allá.
Según Nietzsche, se ha producido una transformación de los valores. La búsqueda socrática del
universal, y la aportación judeocristiana de la misericordia y la compasión ejecutaron una
traición sobre la moral de los señores, imponiendo una moral de esclavos como alternativa.
Hechos históricos como la revolución francesa o la expansión de la democracia vienen a
verificar y confirmar esta traición. La inversión o transmutación de los valores está consumada
y Nietzsche reivindica la moral de los señores. La moral y la religión son engaños, traiciones,
imposiciones.

El superhombre es el hombre nuevo que aparece tras la “muerte de Dios”. Nietzsche lo


concibe como el individuo fiel a los valores de la vida, al “sentido de la tierra”. Su
caracterización de esta figura humana es ambigua, dando lugar las siguientes tesis a peligrosas
interpretaciones, incluida la nazi: fue contrario tanto al igualitarismo cristiano como al
socialista (hay hombres inferiores y hombres superiores; el superhombre pertenece a este
segundo grupo); moral de la violencia: llega a atribuir al superhombre rasgos terribles (falta de
compasión, desprecio por los débiles, crueldad, gusto por la acción, el combate y la guerra); en
muchos textos emplea los calificativos más exagerados para criticar al judaísmo, al cristianismo
y reivindicar la ferocidad y empuje de los pueblos germánicos

EXPLICACION DE LA FUNDAMENTACION TEORICA


EL SUPERHOMBRE
Es el nuevo hombre después de la muerte de dios el cual es el sentido de la vida ya que es
capaz de crear sus propios valores y principios asimilando lo bueno y lo malo para su evolución
ya que a la vez hace las cosas porque tiene ansias de poder y que, por esa razón, los humanos

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evolucionarían hacia una súper-raza que todo lo puede, El súper hombre se caracteriza por
poseer la inocencia de un niño, ya que es el primer hombre, y posee el poder de crear valores.
Él se crea una fidelidad a la vida y a la tierra. Haciendo que no sea una nueva raza, sino un
nuevo modo de ser hombre.
Nietzsche explica la ética del esclavo diciendo que ellos Vivian bajo leyes, también describe la
forma de actuar y de ser de los esclavos.
Explica también la ética de los señores; una ética para fuertes personas creativas que viven
bajo su propio mando imponiendo una clase social ante los débiles, despreciando la cobardía,
el miedo y la humildad.
3.1.8 Ética marxista

La ética marxista procede de la teología, la filosofía, la biología, la economía, y la historia


marxista. Mientras que los humanistas seculares tienen problemas para llegar a un consenso
con respecto a sus creencias éticas, los marxistas no—principalmente debido a su determinado
enfoque hacia todas las cinco disciplinas referidas al principio. Este enfoque está arraigado en
el materialismo dialéctico y la lucha de clases. Aunque no existe ninguna base absoluta para los
ideales éticos marxistas, la mayoría de los marxistas creen que la visión dialéctica de la lucha
de clases es base suficiente.

Según la dialéctica marxista, todo en el universo—inclusive la sociedad—está en un estado de


cambio constante. Estos cambios están haciendo ascender a la sociedad hacia la eliminación
de todas las diferencias de clase, sociales y económicas. El próximo avance social en la historia
será el cambio del capitalismo al socialismo, el cual inevitablemente ocasionará cambios en los
ideales morales de la sociedad. La visión dialéctica de la historia dicta el choque de la tesis y la
antítesis—en este contexto histórico, el choque implacable entre el proletariado y la
burguesía. Los marxista-leninistas creen que la moral de estas dos clases es totalmente
diferente, y cuando el proletariado finalmente destruya a la burguesía, reinará una nueva
moral—una nueva moral para el nuevo sistema social.

Los marxistas creen que la "vieja moral" —la moral de la clase capitalista reinante—explota a
la clase obrera. Según esta visión, los viejos códigos morales religiosos deben ser
abandonados. Para Carlos Marx y Frederick Engels "No robarás" establece una sociedad en la
que algunos tienen propiedades y otros no. Tal establecimiento es la raíz del problema.

"Debe tenerse en cuenta constantemente," dice Howard Selsam, "que Marx y Engels negaron
que los ideales morales, las consideraciones morales, sean fundamentales en la vida humana y
la evolución social."1 En cambio, es la evolución biológica y social lo que determina la moral. Lo
que es correcto o incorrecto es determinado por lo que es mejor para esta evolución. Si la
clase burguesa dificulta la evolución biológica o social, la naturaleza dicta la eliminación de esa
clase.

Ética Marxista – La Evolución de la Moralidad


La inevitabilidad del cambio es la piedra angular de la ética marxista. Marx escribe en el
Manifiesto del Partido Comunista: "¿Se requiere una intuición aguda para comprender que las

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ideas, las visiones y las concepciones del hombre, en una palabra, la conciencia del hombre,
cambia con cada cambio de las condiciones de su existencia material, de sus relaciones
sociales y de su vida social?"2 Según la definición de Marx, nuestro estatus social y económico
está siempre cambiando, de acuerdo a las leyes de la dialéctica, así que nuestras ideas acerca
de la moral también deben estar en un estado de cambio continuo.

Lenin contesta la acusación de que la inevitabilidad del cambio tanto en la historia como en la
ética impide la existencia de un código moral en la filosofía marxista: "¿Existe eso que llaman
moralidad comunista?" Por supuesto que existe. A menudo se sugiere que no tenemos ética
propia. Muy a menudo, la burguesía nos acusa a nosotros, los comunistas, de rechazar toda
moralidad. Esto es un método para confundir el asunto, para echar tierra en los ojos de los
trabajadores y campesinos. ¿En qué sentido rechazamos nosotros la ética, la moralidad? En el
sentido que le adjudica la burguesía, quienes basan la ética en los mandamientos de Dios. En
este punto nosotros, por supuesto, decimos que no creemos en Dios, y que sabemos
perfectamente bien que el clero, los hacendados y la burguesía, invocan el nombre de Dios
para promover sus propios intereses como explotadores."3 En la visión de Lenin, la moralidad
comunista tuvo que evolucionar más allá de esa moralidad del caduco mito cristiano, utilizado
por la clase explotadora para suprimir a la clase explotada.

Sin embargo, cuando todas las diferencias de clases sean borradas, la visión de la moral
marxista necesariamente tendrá que cambiar de nuevo, porque promover una lucha de clases
ya no será la necesidad moral inmediata. Decimos "inmediata," porque la dialéctica es un
proceso eterno que conlleva una lucha continua de tesis/antítesis. La naturaleza siempre
cambiante de la historia dictará una nueva visión moral para los marxistas. Cuando los
marxistas dicen que no existe ningún sistema de moralidad que encaje con todos los tiempos,
incluyen el futuro en su filosofía, reconociendo que la historia cambiará de nuevo nuestras
percepciones de la vida después de que sean alcanzados nuestros objetivos presentes. Algo
puede ser moralmente correcto sólo en su contexto en la historia. Hoy, la acción moralmente
correcta es la necesaria para alcanzar la victoria del proletariado sobre la burguesía.

La nueva sociedad sin clases determinará la nueva moral, así como esta evolución hacia una
sociedad sin clases dicta la moral de hoy. Para los marxistas, la moral es la conducta que
armoniza con la historia a medida que fluye hacia una sociedad sin clases y más allá.

Ética Marxista – Revolución Moral

En la búsqueda de la moralidad marxista, la revolución es el medio más eficiente para crear


una sociedad sin distinciones de clases. De acuerdo con los marxistas, la revolución es
inevitable y es la única manera de derrocar a la burguesía y elevar al proletariado.

Los comunistas creen que su revolución es indudablemente moral. Andreyev dice: "Desde el
punto de vista de la moral comunista, la lucha contra todo lo que dificulte la causa de la
construcción comunista es moral y humano, y por esta razón consideramos que la lucha en
contra de los enemigos del comunismo es de una naturaleza moral."

Esta lucha de clases no es pacífica, así como la lucha para la supervivencia en la naturaleza no
es pacífica. De acuerdo con los marxistas, los críticos de la eliminación de la burguesía por

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razones evolucionistas sociales, omiten recordar el costo en muerte y sufrimiento causado por
la evolución biológica. La naturaleza acumula lo bueno y se deshace de lo malo. El más apto
debe sobrevivir biológica y socialmente. El no apto, junto con sus instituciones sociales, debe
perecer.

Marx afirma: "Los comunistas desdeñan ocultar sus visiones y objetivos. Declaran
abiertamente que sus fines pueden ser alcanzados sólo mediante el derrocamiento forzoso de
todas las condiciones sociales existentes." Perciben este derrocamiento forzoso como
moralmente correcto. Es correcto porque destruye los obstáculos para una sociedad
comunista. Moralmente hablando, los comunistas tienen un deber ético de trabajar para el
derrocamiento forzoso del capitalismo.

La obligación de trabajar para el derrocamiento de la burguesía puede muy bien incluir el


deber de matar. Khrushchev explica: "Nuestra causa es sagrada. Aquél al que le tiemble la
mano, que se detenga a medio camino, cuyas rodillas tiemblen antes de destruir a decenas y a
cientos de enemigos, pondrá en peligro la revolución. Quienquiera que salve unas cuantas
vidas de enemigos, pagará por ello con centenares y miles de vidas de los mejores hijos de
nuestros padres.

Los comunistas no pueden saber si sus acciones revolucionarias son las correctas para alcanzar
los objetivos marxistas. Según Lenin, cometerán errores, pero la causa vale el riesgo: "Incluso
si por cada cien cosas correctas cometiéramos 10.000 errores, nuestra revolución todavía
sería—y lo será en el juicio de la historia—grande e invencible. . . ."

Stalin adoptó la filosofía de Lenin, afirmando: "Para decirlo resumidamente: la dictadura del
proletariado es el dominio del proletariado sobre la burguesía, sin restricciones de la ley,
basado en la violencia, y contando con la simpatía y el apoyo de las masas trabajadoras y
explotadas." Consecuente con su retórica, Stalin anunció el 27 de diciembre de 1929, "la
aniquilación de los kulaks como clase." El periodista inglés, D.G. Stewart-Smith estima que el
comunismo internacional es responsable de 83 millones de muertes entre 1917 y 1964. Desde
una perspectiva marxista-leninista, si 83 millones de personas murieron para abolir las clases
sociales y la propiedad privada, valió el precio—fue hasta moralmente justo. Los marxistas
juzgan los resultados, no los métodos. Stalin, por lo tanto, actuó siempre dentro del código de
ética marxista-leninista. Utilizó medios que asumió servirían para alcanzar sus fines—la
destrucción de la clase enemiga—y de ser alcanzados esos fines alguna vez, los marxistas
tendrían que aplaudir a Stalin como un marxista con el concepto apropiado de la moral. Pero
Stalin no era el único con su moralidad. Lenin también defendió la eliminación de los kulaks
como clase, insistiendo que ellos no eran "seres humanos" y que fue necesario recurrir al
"terror económico.

3.1.9 Ética axiológica

La axiología o filosofía de los valores es la rama de la filosofía que estudia la naturaleza de los
valores) y juicios valorativos. El término axiología fue empleado por primera vez por Peul
Leupie en 1902 y posteriormente por Eduard Von Hartman en 1908.
La axiología no sólo trata de los valores positivos, sino también de los valores negativos,
analizando los principios que permiten considerar que algo es o no valioso, y considerando los

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fundamentos de tal juicio. La investigación de una teoría de los valores ha encontrado una
aplicación especial en la ética y en la estética, ámbitos donde el concepto de valor posee una
relevancia específica. Algunos filósofos como los alemanes Heinrich Rickert o Max Scheler han
realizado diferentes propuestas para elaborar una jerarquía adecuada de los valores. En este
sentido, puede hablarse de una ‘ética axiológica’, que fue desarrollada, principalmente, por el
propio Scheler y Nicolai Hartmann.
Desde el punto de vista ético, la axiología es una de las dos principales fundamentaciones de la
Ética junto con la deontología.( Deontología término introducido por Bentham —_Deontology
or the Science of Morality_, en 1834— hace referencia a la rama de la Ética cuyo objeto de
estudio son los fundamentos del deber y las normas morales. Se refiere a un conjunto
ordenado de deberes y obligaciones morales que tienen los profesionales de una determinada
materia. La deontología es conocida también bajo el nombre de "Teoría del deber" y junto con
la axiología es una de las dos ramas principales de la Ética normativa.

El fundador de la ética axiológica es Platón. Su tesis básica es: "El bien moral consiste en la
realización de los valores morales. Las preguntas son:

¿Qué son los valores morales? Son aquellos ideales que captamos en un acto de intuición, que
nos demandan su cumplimiento siempre perfectible y que determinan el valor de la realidad:
su dimensión de bienes.

¿Cuáles son? Para Platón, el valor más alto es el bien/belleza, cuyo cumplimiento es la fuente
de la perfección personal y de la justicia pública.

La justicia para Platón existe como ideal. Esto significa que:

- Es una existencia de algo que nos demanda su cumplimiento.

- Esta exigencia se puede asumir o rechazar libremente, y por eso es una exigencia moral.

- Este ideal se descubre en un acto propio diferente de la experiencia sensible de la realidad.

- El ideal es fuente del valor de la realidad.

- Los bienes son las cosas y personas en tanto encarnan los valores.

- Los ideales son la dirección de un inacabable camino de perfección.

Para la ética axiológica el bien consiste en la realización libre de un ideal, que solo captan
algunos, y que trasciende siempre su realización concreta.

3.1.10 Ética de la liberación


Por "Ética de la Liberación" se comprenden a dos obras filosóficas de Enrique Dussel,
expuestas en un lenguaje lógico con códigos metalingüísticos en un discurso estructurado. La
primera obra fue publicada en 1973 y la segunda en el 1988, siendo esta última una revisión

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hecha por el autor a partir de debates y ponencias entabladas con Karl Otto Apel y Jürgen
Habermas.

Dussel hace una revisión y reformulación de la Ética a partir de los postulados de la Filosofía de
la Liberación de forma que da operatividad histórica y práctica a dicha filosofía.

En la revisión de la Ética de la Liberación expone la idea central de lo que significa esa nueva
ética con la siguiente fórmula:

Quien reconoce responsablemente que las víctimas no pueden reproducir-desarrollar su vida ni


participar simétricamente en la discusión de aquello en la que están afectadas, está obligado a:
a) negativamente de-construir realmente las normas, acciones, instituciones o estructuras
históricas que originan la negación material de la víctima; y b)positivamente, transformar o
construir las normas, acciones, instituciones o las estructuras necesarias para que la víctima
pueda:
b.1) vivir humanamente
b.2) con participación simétrica
b.3) efectuando realmente las exigencias factibles o alternativas que consiste en
transformaciones, sean parciales o estructurales. Todas estas acciones transformativas las
denominamos praxis de liberación

Dussel divide dicha revisión en varias ponencias y/o artículos donde va desarrollando los
aspectos lógico formal de la Ética de la Liberación según la temática de los discursos de Apel y
Habermas (una forma de contestar a los cuestionamientos de estos filósofos), a la vez que
continúa con el discurso que estableció con la Filosofía de la Liberación

3.1.11Ética comunicativa

La ética comunicativa o dialógica, ha sido desarrollada en las últimas décadas del siglo XX
sobre todo por Apel y Habermas en Alemania. Es una ética formal, basada en él dialogo y la
comunicación. Estos autores preocupados por la justificación y la fundamentación de la ética
en una sociedad pluralista y demócrata como lo actual, colocan el énfasis en el procedimiento
para llegar entre todos a una normativa moral universal.

Según ellos, él diálogo es el único medio que nos queda para saber si los intereses subjetivos
puede convertirse en normas universales. Esta ética se fundamenta en la autonomía de la

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persona, que confiere al hombre el carácter de autolegislador, y en la igualdad de todas las


personas que les da derecho a buscar una normativa universal mediante el diálogo.

Para hacer posible la ética dialógica, todos los miembros de la comunidad se deben reconocer
con igual correspondencia como interlocutores con los mismos derechos y se debe obligar a
seguir las normas básicas de la argumentación.

Para esta ética no es la razón autónoma del sujeto la que desde su autor reflexión consciente,
reconoce el imperativo moral que debe cumplir. El imperativo está inscrito en el propio
lenguaje que utilizan los sujetos para comunicarse.

Cuando nos comunicamos sin interés estratégico estamos respetando unas normas:
a) Todos tenemos el mismo derecho a hablar.
b) La misma posibilidad de información sobre los temas a tratar.
c) Los argumentos que utilizamos tienen pretensión de ser válidos universalmente, es decir,
los roles son intercambiables.

Estas normas son las que permiten determinar la validez moral o no de una acción. La norma
moral surgirá del diálogo entre iguales, llamado medicación consensual argumentativa, un
diálogo donde se respetan los tres principios antes expuestos. Serán normas intersubjetivas,
producto de un diálogo en el que pueden participar todos los afectados, pues, en tanto que
personas con capacidad lingüística, son capaces de expresar y defender las propuestas.

Más importante que el resultado del diálogo es el diálogo mismo, ya que mientras dialogamos
respetando las condiciones del uso comunicativo del lenguaje, ya estamos respetando la
autonomía y la dignidad de cualquier ser humano.

Las normas son morales si:


a) Principio de universalización: la norma es fruto de un consenso acordado por todos los
individuos afectados.
b) Principio de la ética del discurso: sólo tienen validez las normas que son aceptadas por el
procedimiento de la mediación consensual argumentativa.

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IV. LA ÉTICA CRISTIANA


4.1 Enfoque de la Ética Cristiana en el Antiguo
Testamento

Los libros del Tanaj (Un equivalente casi exacto al Antiguo Testamento), los cuales cubren un
periodo de muchos siglos, reflejan una rica variedad de creencias y condiciones, desde su
principio como pastores de tribus nómades hasta la vida en ciudad, desde un clan henoteista a
la Ética del Monoteísmo y sus Profetas.

La Biblia hebrea como un todo, no permite ver sus enseñanzas, sobre ética bíblica, como una
sola unidad. Aun así, con un estudio minucioso se puede descubrir, un variado número de
temas éticos.
4.2 Carácter de la Ética en el Antiguo Testamento
El monoteísmo ético

El alto nivel ético del Pentateuco ha sido una de las evidencias que se ha pretendido aducir en
favor de un origen post-mosaico de la Ley. Sin embargo, no hay dificultad alguna en admitir el
origen mosaico de la Ley (cf. Jn. 1:17; 5:46), si se acepta que desde los principios mismos del
pueblo de Israel, Yahveh (o Jehová) se reveló como único Dios verdadero. En este caso, el
concepto hebreo de Dios no evolucionó desde un politeísmo primitivo, y la ética expresada en
la Ley de Moisés tampoco fue el producto de éticas anteriores, sino que fue directamente
revelada y tiene sus bases en el carácter, también revelado, de Dios.

El pueblo judío no tenía ningún concepto de la Ética como una disciplina independiente; para
él, la Ética no puede separarse de la teología. 1 Dios es justo, santo; el hombre tiene que serlo
también, tanto individual como colectivamente. Precisando más, de la misma manera que el
Dios de Israel se distinguía de los demás llamados dioses por su carácter moral, así también
tenía que distinguirse su pueblo de los demás pueblos como "gente santa" (Lev. 19:2; 20:26).

En los profetas se introduce con más fuerza y énfasis la idea de que la conducta justa y buena
se identifica con el conocimiento de Dios (Jer. 9:24; Is. 5:15; etc.)-2 Más aún, este conocer a
Dios en respuesta al haber sido conocido por Dios (1.a Cor. 8:3), adquiere a lo largo de toda la
Biblia un matiz de conocimiento experimental que equivale a una compenetración íntima,
marital. Así se comprende la estrecha relación de este conocimiento con la conducta. En Jn.
7:17, dice Jesús: El que QUIERA hacer la voluntad de Dios, CONOCERÁ si la doctrina es de
Dios". Y, a pesar de la omnisciencia divina, en este sentido experimental, afectivo, puede decir
el Señor a las vírgenes insensatas: "De cierto os digo, que no os conozco." (Mt. 25:12).

2. La voluntad divina

A) El propósito divino. La Ética del Antiguo Testamento forma parte del propósito divino
fundamental: el establecimiento del Reino de Dios, cuyo concepto completo sólo se revela en
el Nuevo Testamento.

B) El lugar del hombre. Creado a la imagen de Dios (Gen. 1:26-27), el papel primordial del
hombre es señorear la tierra como vicegerente de Dios (Gen. 1:28; Sal. 8:6-8). Pero esta

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autoridad tiene que ser ejercida en justicia, es decir, en obediencia a la voluntad divina.

3. El pecado humano

El reconocimiento del pecado del hombre es una característica distintiva de la Ética del
Antiguo Testamento. Los griegos, para calificar éticamente al hombre, hablaban de
"ignorancia"; Kant, de "irracionalidad"; los científicos evolucionistas, de un "residuo animal"
que aún queda en el hombre y que está llamado a desaparecer; pero el Antiguo Testamento
habla de "pecado", es decir, de rebelión contra la voluntad de Dios. Dios ha revelado cuál es la
conducta que le complace, y por eso la prescribe, y cuál es la conducta que le desagrada, y por
eso la prohíbe; el pecado es, pues, la violación de Su voluntad revelada. El profeta Samuel
destaca que la desobediencia es la causa de la condenación (1.a Sam. 15:23).

El Antiguo Testamento hace resaltar el principio de la responsabilidad moral del hombre


delante de Dios, y el de la justicia retributiva, ya que un Dios santo y justo tiene que castigar las
violaciones del orden moral divino. La revelación aumenta la responsabilidad moral del pueblo
de Dios (Am. 3:2).

4. La redención divina

La redención divina es el complemento y ejecución de la justicia divina.


A) El antiguo pacto es el medio destinado a cumplir el propósito divino. Dios hace su pacto
con Abraham el escogido (Gen. 12; 15:19; 22:15-18) y lo renueva con sus descendientes en el
Sinaí (Ex. 19). Es en este momento cuando la Ley divina es revelada a Moisés. El sentido ético
del pacto se nota en la figura del matrimonio, a la cual aluden muchos libros del Antiguo
Testamento (por ej. Oseas). Israel es la esposa de Yahveh (o Jehová) y debe ser fiel a El. Los
profetas se quejan de que Israel ha sido infiel yendo tras dioses ajenos, con las consecuencias
morales proporcionales a tal infidelidad (por ej. Jer. caps. 2 y 3). El pacto tenía implicaciones
sociales, además de las individuales. El amor al prójimo (Lev. 19:18) se expresa en muchas
leyes, como, por ejemplo, en las precauciones de seguridad en la construcción (Deut. 22:4,8);
en el trato a los siervos (Deut. 15:12-18), a los extranjeros (Lev. 19:33), a los pobres (Ex. 22:26),
etc.

B) El nuevo pacto. A Jeremías le es revelado que el Antiguo Pacto es una anticipación del
Nuevo Pacto (Jer. 31:31-34), por medio del cual los propósitos divinos se cumplirán en su
plenitud. De nuevo tiene una implicación social: la santidad del pueblo de Dios como tal
"pueblo", concepto que en el Nuevo Testamento habría de desarrollarse en la doctrina del
Cuerpo de Cristo.

4.2.1 La ley del pueblo de Israel

Su relación con la Ley.

Jesús dijo que había venido a cumplir la Ley, no a abrogarla (Mateo 5:17; Lucas 16:17).
"Cumplir significa completar en su plenitud, implicando un progreso; no significa guardar una
cosa en el mismo estado que antes". Jesús cumplió la Ley en su vida perfecta; en su muerte,
cumpliendo una vez para siempre sus aspectos ceremoniales y clavando en la Cruz cuanto en

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la Ley era instrumento de condenación para nosotros (Colosenses 2:14) y muro de separación
entre judíos y gentiles (Efesios 2:14-15); y en, su enseñanza ética, que reafirmaba el espíritu de
la Ley, haciendo resaltar sus más profundas implicaciones (Mateo 7:12).

"Lejos de abrogar la Ley el Señor exigía de sus discípulos una obediencia a ella que
sobrepasaba la de los escribas y fariseos (Mateo 5: 19-20)". Compárese el caso del joven rico
(Mateo 19:19), quien, sin embargo, había en realidad olvidado cumplir el primer
mandamiento, al hacer un ídolo de sus posesiones, puesto que le impidieron seguir a Dios.

Jesús restauró la ley moral a su justo lugar. Quitó lo que los hombres habían añadido, y que
muchas veces destruía el efecto de la Ley y oscurecía sus auténticas demandas, como en el
caso del Corbán (Mateo 15:1-9; Marcos 7:8-13). Desde el punto de vista de la misma Ley,
restauró el énfasis donde era debido, en los puntos más importantes, los cuales pasaban
desapercibidos a causa del desmedido interés que los escribas mostraban por dilatados
detalles (Mateo 23:23), aunque Cristo no despreciaba estos detalles. En el caso del Sábado, el
Señor demuestra la relevancia de la salvación y la mayor importancia de los deberes morales
en comparación con los ceremoniales (Mateo 12:1-12). En los "dos grandes mandamientos"
destaca los principios fundamentales de la Ley (Mateo 22: 37-40).

En el Sermón de la Montaña enseña la profundidad de la ley moral, la cual tiene qué ver no
sólo con las acciones, sino también con el pensamiento y con los deseos, de forma que la ira y
la lascivia de una mirada equivalen al homicidio y al adulterio respectivamente. "El Sermón del
Monte es la exposición última y más profunda de la Ley".

LA LEY DEL PUEBLO DE ISRAEL


1. Distintas acepciones del término «ley»
Los principales usos del término ley fueron definidos por Tomás de Aquino en su Summa
Teológica, y aún nos valen, con la adición del concepto de la "ley" científica.

A) La ley eterna. "No es otra cosa que Dios mismo... No es otra cosa que el plan de la divina
sabiduría, considerado como director de todos los actos y movimientos (de las criaturas)" Los
principios eternos de la naturaleza de Dios son las normas absolutas para la conducta del
hombre.

B) La ley natural. "No es otra cosa que una participación de la ley eterna en una creatura
racional". Podemos examinar el concepto pagano de esta ley y el concepto bíblico.

(a) El concepto pagano. Según Aristóteles, "es natural la regla de justicia que tiene
la misma validez en todas partes, y que no depende de nuestra aceptación de la misma".
Cicerón expresa así el concepto estoico: "La ley verdadera es la razón justa en concordancia
con la naturaleza... Es de aplicación universal, es inmutable y eterna...; quien la desobedece,
está huyendo de sí mismo y está negando su naturaleza humana." Está aquí implicado el
concepto de que existen principios de conducta independientes del tiempo, del lugar y de la
opinión, grabados en el corazón humano.

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(b) El concepto de las Sagradas Escrituras. La existencia de la ley natural es


aseverada en Rom. 2:14-15 e implicada en Rom. 12:17; 1.a Cor. 11:13-16 y en todos los textos
que enseñan la responsabilidad moral del hombre fuera del pueblo de Dios (por ej. Amos 1,
Rom. 1:18-22). Se trata de un conocimiento natural de lo bueno y de lo malo. Es de notar que
no se trata de una ley descriptiva, sino normativa. El hombre sabe por su conciencia lo que es
bueno, aunque no lo haga. Hay que tener también en cuenta las consecuencias de la caída. "La
percepción de la ley natural por parte del hombre caído está universalmente distorsionada en
mayor o menor grado". Este hecho ha inducido a algunos a abandonar el concepto de la ley
natural, creyendo que damos este nombre a las normas que hemos recibido en nuestra propia
formación moral. A pesar de ello, el hombre aún lleva en su interior este conocimiento moral
como aspecto importante de haber sido creado a imagen de Dios. S. T. Coleridge comparó la
ley natural a la luna, la cual, a pesar de sus irregularidades e imperfecciones, con todo nos guía
en nuestro camino, reflejando la luz del sol, con la esperanza de que éste se levantará pronto.

C) La ley científica. La importancia de esta acepción del término "ley" aquí, radica en
la confusión que ha surgido, desde el siglo XVIII, entre la ley natural y las leyes de la naturaleza.
A través de la observación científica, se formularon "leyes" naturales. El método fue aplicado al
hombre y su conducta, formulando una nueva ley natural, que era una especie de ley científica
de la naturaleza humana, en forma puramente descriptiva. "Lo que era natural en el Edén, fue
sustituido por lo que era natural en Europa".

D) La ley positiva. "Una ordenanza de la razón hecha para el bien común y


promulgada por el que tiene a su cargo la comunidad." n Son de este género las leyes humanas
promulgadas por las legítimas autoridades. El jurista Blackstone sostenía que ninguna ley
humana tiene validez si es contraria a la ley natural. Su relación con la autoridad divina y, por
lo tanto, con la ley eterna, está expuesta por Pablo en Rom. 13:1-6. Cuando la ley humana es
considerada como contraria a la ley natural, un sector de la comunidad puede verse obligado a
oponerle resistencia. Cuando una ley humana está en conflicto con la ley divina, un hijo de
Dios no tiene más remedio que transgredirla (Hech. 4:19).

E) La ley divina. "Es —según Tomás de Aquino— aquella revelación de la ley eterna
que está contenida en las Sagradas Escrituras."

4.2.2 El decálogo

EL DECÁLOGO HOY. En 1981 apareció la traducción francesa de un librito de Jan


Milic Lochman, teólogo checoslovaco protestante que huyó a Suiza después de
los sucesos de 1968, titulado ¿Hemos de seguir hablando aún de los
mandamientos? Es la pregunta que surge de la confrontación entre el evangelio y
la ley del AT: ¿los mandamientos son realmente un mensaje de liberación?; ¿nos
guían de verdad hacia la libertad, como lo hace el evangelio de Jesucristo?

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Pero la cultura moderna pone aún más radicalmente en cuestión el sentido de los
mandamientos o, más en general, de una ley moral objetiva, no construida por
nuestra conciencia. ¿Los mandamientos corresponden a una concepción legalista
de la moral? ¿Puede existir una norma moral universal que se identifique con el
código legislativo de un pueblo partitular, muy alejado de nosotros en el tiempo y
en la cultura? ¿No están las normas éticas en continua y radical evolución? No
intentamos recoger aquí los graves problemas que hoy se discuten tanto por
parte de la ética filosófica como por parte de la teología moral. Nos basta haber
aludido a ellos para traer a nuestra memoria toda una serie de interrogantes que
justifican un estudio siempre renovado del sentido de los diez mandamientos
bíblicos. No podemos contentarnos con aquella erudición elemental que nos
dieron en nuestra infancia. Por eso examinaremos primero el decálogo en el
contexto del AT, deteniéndonos en los pasajes clásicos del /Éxodo y del
/Deuteronomio. Luego veremos cómo el NT recoge e interpreta el decálogo.

II. ANTIGUO TESTAMENTO. 1. Dos FORMAS DEL DECÁLOGO. El decálogo se


presenta bajo dos formulaciones diferentes, en Ex 20,2-17 y Dt 5,6-21. Una
lectura sinóptica hace resaltar algunos añadidos de Dt respecto a Ex:

- como te lo ha ordenado el Señor, tu Dios", en el precepto sobre los padres y


sobre el sábado;

- "ni tu buey, ni tu asno..., de esta manera podrán descansar tu siervo y tu sierva


lo mismo que tú" en el mandamiento sobre el sábado;

- motivaciones del precepto sabático con la referencia al descanso de Dios


después de la creación (tradición P) en Ex y a la liberación de Egipto en Dt;

- "no desearás a la mujer de tu prójimo" se distingue en Dt de la prohibición de


desear la casa, el campo, etc., mientras que en Ex "la mujer" forma parte de los
bienes del prójimo que no hay que desear;

- hay además algunas otras diferencias menores, pero muy significativas, que
señalaremos en el comentario.

Partiendo de la observación atenta de estas dos redacciones del decálogo,


algunos autores han intentado reconstruir hipotéticamente, sobre la base de lo
que es común y teniendo en cuenta la formulación apodíctica prohibitiva, un
posible decálogo original (Urdekalog), que se remontaría a una época muy
antigua, e incluso a Moisés. Pero semejante empresa se ha revelado privada de
justificaciones reales y no ha llevado a ninguna conclusión. Un "decálogo original"
ideal es para nosotros inalcanzable.

Por otra parte, algunos antiguos testimonios, como Os 4,2 y Sal 81, 10-11, no nos
llevan más allá del siglo viii a.C. No existe ningún paralelismo verdadero
extrabíblico del decálogo que permita una comparación útil, al menos para las

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fechas. Ni el contenido de cada mandamiento ni la estructura de los diez


preceptos ofrecen argumentos convincentes para señalar una fecha concreta.

Así pues, la exégesis del decálogo no puede basarse en un hipotético "decálogo


original", sino que ha de partir de las dos redacciones de Ex y de Dt, que
presentan una formulación cronológicamente posterior —tal como la leemos hoy
nosotros—al siglo vlll a.C.

4.3 ENSEÑANZAS ÉTICAS DE LOS PROFETAS EN EL ANTIGUO


TESTAMENTO

4.3.1 Su relación con los Profetas.

Jesús vincula la Ley con los Profetas en puntos de ética (Mateo 5:17; 22:40). Es evidente que
considera que los profetas confirmaron la enseñanza de la Ley, y que El mismo posee el
ministerio profético, llamando al pueblo de Dios a volver a los principios morales de la Ley (por
ejemplo Mateo 23:23, que recuerda el espíritu de Oseas 12:6; Miqueas 6:8).

4.3.2 Eenseñanzas éticas de los profetas del antiguo testamento

Objetivos del ministerio profético

Los profetas hacían algo más que pronosticar el futuro. En realidad, el papel primordial del
profeta, de acuerdo con la etimología del término, es "hablar en nombre de otro"; en este
caso, de Dios. Así que el propósito inmediato de los profetas del Antiguo Testamento era
amonestar y aconsejar a sus contemporáneos. También sus predicciones tenían la finalidad de
sacar a esta gente de su estado de falsa satisfacción, de convencerle de pecado y de hacerles
volver a Dios y a Su ley. Los Profetas “luchaban para volver al pueblo a su lealtad hacia Jehová,
y para elevar las prácticas al nivel de la fe".

Dios habló por ellos (Miqueas 3:8) y en este sentido, su mensaje era nuevo; pero lejos de ser
innovadores, recuerdan al pueblo el pasado, es decir, el pacto (Oseas 6:7; 8:1), la ley (Oseas
4:6; Amós 2:4) y los actos liberadores que Dios ejecuta en favor de su pueblo (Oseas 11:1;
Amós 2:10; 3:1). En Oseas se plasma típicamente la figura de Israel como la esposa infiel de
Yahvé (o Jehová), que debe retornar a su primer amor.

Más tarde, destacan los profetas contemporáneos Jeremías y Ezequiel, que son enviados a dos
sectores del pueblo muy distintos entre sí.

Jeremías profetiza a Jerusalén bajo un juicio inminente, mientras que Ezequiel profetiza a los
desterrados que ya habían experimentado el juicio divino. Mientras Jeremías denuncia los
males de un orden civil y religioso corrompido, Ezequiel puede hablar de la restauración del
pueblo y de su culto a Yahvé (o Jehová).

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4.4 ENFOQUE DE LA ÉTICA CRISTIANA EN EL NUEVO TESTAMENTO

A la luz del Nuevo Testamento, Cristo está en el centro de la Historia de la salvación para toda
la humanidad, partiendo en dos la Historia (antes y después de Cristo), y la geografía (a la
derecha y a la izquierda de Cristo); de tal forma que el destino definitivo de todo ser humano
(su eterna salvación o perdición) depende sola y necesariamente de la siguiente alternativa:
CREER O NO CREER, es decir, aceptar o rechazar a Cristo como único Salvador necesario y
suficiente. Toda conducta y todo comportamiento ético del ser humano, está ya tipificada
como fruto de una de esas dos raíces: fe o incredulidad. Vea Juan 3:14-21; Romanos 3:19-31; 2
Corintios 5:14-21.

La ETICA CRISTIANA esta afincada en la vida eterna, en la vida divina; tanto que la vida del
cristiano es "participe de la naturaleza divina" ("Por medio de las cuales nos ha dado preciosas
y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina,
habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia." 2 Pedro
1:4), es decir, de la conducta moral de Dios. De este concepto ético que comparte la
participación de la naturaleza divina, arranca la temática moral de la Biblia, desde el primer,
"Seréis santos, porque yo soy santo" de Levítico 11:44, hasta el, "Todo aquel que tiene
esperanza en El, se purifica a sí mismo, así como Él es puro."

4.4.1 LA ENSEÑANZA ÉTICA DEL SEÑOR JESUCRISTO.

RELACIÓN ENTRE LA ÉTICA DE CRISTO Y LA DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Es imposible comprender el significado de la enseñanza de Cristo si se considera aparte de su


fondo histórico y religioso. Por tanto, al hablar de la Ética de Cristo, hemos de considerar:

Su relación con la Ley.

Jesús dijo que había venido a cumplir la Ley, no a abrogarla (Mateo 5:17; Lucas 16:17).
"Cumplir significa completar en su plenitud, implicando un progreso; no significa guardar una
cosa en el mismo estado que antes". Jesús cumplió la Ley en su vida perfecta; en su muerte,
cumpliendo una vez para siempre sus aspectos ceremoniales y clavando en la Cruz cuanto en
la Ley era instrumento de condenación para nosotros (Colosenses 2:14) y muro de separación
entre judíos y gentiles (Efesios 2:14-15); y en, su enseñanza ética, que reafirmaba el espíritu de
la Ley, haciendo resaltar sus más profundas implicaciones (Mateo 7:12).

"Lejos de abrogar la Ley el Señor exigía de sus discípulos una obediencia a ella que
sobrepasaba la de los escribas y fariseos (Mateo 5: 19-20)". Compárese el caso del joven rico
(Mateo 19:19), quien, sin embargo, había en realidad olvidado cumplir el primer
mandamiento, al hacer un ídolo de sus posesiones, puesto que le impidieron seguir a Dios.

Jesús restauró la ley moral a su justo lugar. Quitó lo que los hombres habían añadido, y que
muchas veces destruía el efecto de la Ley y oscurecía sus auténticas demandas, como en el
caso del Corbán (Mateo 15:1-9; Marcos 7:8-13). Desde el punto de vista de la misma Ley,
restauró el énfasis donde era debido, en los puntos más importantes, los cuales pasaban

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desapercibidos a causa del desmedido interés que los escribas mostraban por dilatados
detalles (Mateo 23:23), aunque Cristo no despreciaba estos detalles. En el caso del Sábado, el
Señor demuestra la relevancia de la salvación y la mayor importancia de los deberes morales
en comparación con los ceremoniales (Mateo 12:1-12). En los "dos grandes mandamientos"
destaca los principios fundamentales de la Ley (Mateo 22: 37-40).

En el Sermón de la Montaña enseña la profundidad de la ley moral, la cual tiene qué ver no
sólo con las acciones, sino también con el pensamiento y con los deseos, de forma que la ira y
la lascivia de una mirada equivalen al homicidio y al adulterio respectivamente. "El Sermón del
Monte es la exposición última y más profunda de la Ley".

4.4.2 LUGAR DE LA ÉTICA DE CRISTO EN EL EVANGELIO.

En la Biblia, la ética siempre tiene un fundamento religioso. Cristo enseñaba con autoridad
Divina (Mateo 7:28-29), empleando la forma imperativa (Juan 13:34), de manera que los
apóstoles pudieron hablar de la "Ley de Cristo" (1ª Corintios 9:21; Gálatas6:2; Santiago 1:25,
quien la llama "la perfecta ley, la de la libertad"). Exigía, pues, la obediencia, aunque sin
legalismo; sus mandamientos son para los que le aman (Juan 14:15). Esta obediencia tenía su
fundamento en una relación personal con El.

Aunque los escribas quieren muchas veces sacar de Él un pronunciamiento de índole jurídica,
Él nunca lo da, porque, "se preocupa más de las fuentes de la conducta que de los actos
externos". El exige la renovación interior. Lo que sale del corazón del hombre es lo que
contamina al hombre (Mateo 15:18-20), y por lo tanto es el corazón lo que hay qué renovar.

Los que en su conducta siguen el ejemplo de Él, ésos son sus hijos (Mateo 5:44-48), lo cual
implica la necesidad de un cambio radical en el hombre, que Jesús describe como un "nacer de
nuevo", (Juan 15:5; 1ª Corintios 2:14; Efesios 2:lss.). Lo que está formulando Jesús no es un
ideal abstracto de la justicia de por sí, sino la vida a la cual están llamados los hombres en
respuesta al amor redentor de Dios, y como hijos de Dios y partícipes de su Espíritu.

4.4.3 Enseñanza ética de Jesús.

Las enseñanzas éticas de Jesús son dadas, en su mayor parte, en respuesta a preguntas o
situaciones ("¿Quién es mi prójimo?", "¿Cuál es el mayor mandato de la Ley?", etc.).

De ahí que generalmente presentan un solo aspecto de la verdad, adecuado para una
determinada situación. Además, Jesús se deleitaba en expresar Su pensamiento de la manera
más aguda, y generalmente acompañado de una pizca de paradoja o exageración.

A menudo usa lenguaje simbólico, tan del gusto de la mentalidad oriental. "Cristo hablaba a
públicos semitas, y a la mente semita le era cosa desconocida el literalismo, tal como lo
entendemos en Occidente. Si no quería ser mal entendido por sus oyentes, se veía obligado a
emplear formas de lenguaje simbólicas... Al menos en un caso, reprendió de un modo explícito
a sus discípulos por haberle interpretado de manera literal (Mateo 16:6-12).

Se distinguen tres clases de enseñanzas en los evangelios:

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"Amarás al Señor tu Dios... Amarás a tu prójimo..." (Mateo 22:37-40). No hay otro


mandamiento absoluto que éste, el cual es la base y el resumen de la enseñanza ética de
Cristo en sus dos aspectos: amor a Dios, y al prójimo. El mismo Cristo dice que de ellos
depende toda la ley y los profetas.

ü El amor es en primer lugar el reconocimiento de la existencia y de los derechos del amado.

ü En segundo lugar, el amor tiene en cuenta el bien del amado en cualquier decisión en cuanto
a la conducta;

ü Y en tercer lugar, es una sincera preocupación por, y hasta una identificación con, los
intereses del amado.

Este es el sentido de la ágape cristiana, a diferencia del eros sensual y de la philía amistosa.
Este amor, ágape, cristiano, puede mandarse como obligatorio, incluso con referencia a los
enemigos, ya que no depende primordialmente del sentimiento ni de la emoción.

Las dos partes del mandamiento se encuentran ya en la ley mosaica (Deuteronomio 6:5;
Levítico 19:18), pero el Señor demuestra por primera vez la conexión entre las dos.

Se deben incluir también en este grupo los mandatos siguientes:

"Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced
vosotros con ellos; porque estofes la ley y los profetas" (Mateo 7:12). Se trata de una
ampliación del "amarás a tu prójimo como a ti mismo". Tenemos que ponernos en el
lugar del prójimo, para comprender sus pensamientos y sentimientos.
"Arrepentíos" (Marcos 1:15). La metanoia metánoia (que es el término griego que
solemos verter por "arrepentimiento") es más bien un cambio de mentalidad, cambio
de vida y de pensamientos: implica el renunciar al amor a sí mismo, (eje de la conducta
egocéntrica del hombre caído) por el amor de Dios. No es un acto momentáneo, sino
una actitud de constante transformación (Romanos 12:2).
"No juréis en ninguna manera... Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no, porque lo que es
más de esto, de mal procede" (Mateo 5:34-37). Se trata del juramento como
instrumento de la insinceridad, para hacer creer falsas afirmaciones. El Señor está
enseñando aquí la importancia de la sinceridad en el hablar, que no debe necesitar de
ningún juramento para que se le dé crédito. No se trata de una denuncia literal de
toda declaración solemne.
"No resistáis al que es malo" (Mateo 5:39). Es una revisión que el Señor hace de la ley
del talión. El griego to ponepo to poneró puede ser masculino o neutro, de modo que
puede traducirse de tres maneras: al mal, al malo, o al Maligno.

Se puede descartar el último por su evidente contrasentido, ya que al Maligno, o sea, al diablo,
hay que resistirle (Santiago 4:7; 1ª Pedro 5:9); de los dos primeros, al malo es más
comprensible de acuerdo con el contexto, que trata de personas. Tenemos qué guardarnos de
una interpretación demasiado literal, ya que Cristo mismo resistió al malo, o al mal, hasta
físicamente, como en el caso de la purificación del Templo.

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El contexto de la ley del talión indica que está enseñando a sus discípulos que renuncien a todo
deseo de venganza, como por ejemplo el que demostraron al querer hacer bajar fuego sobre la
aldea samaritana que no les recibió, lo cual el Señor no les permitió (Romanos 12:17-21). Otra
indicación de que el Señor no está enseñando la pasividad absoluta, es el consejo que da en
Lucas 22:36. Nótese que en Mateo 26:5 se refiere al uso injusto de las armas.

"Amad a vuestros enemigos" (Mateo 5:44). El griego echthroi echthroí significa


enemigos personales. El mandamiento, juntamente con el resto del discurso, se aplica
a las relaciones personales, más que a la política nacional o internacional. Es una
ampliación del "amarás a tu prójimo", en el mismo espíritu que el "no resistáis al
malo".
"No os hagáis tesoros en la tierra...; sino haceos tesoro en el cielo" (Mateo 6:19-21;
Lucas 12:33ss.). Compárese con la parábola del rico necio: "Así es el que hace para sí
tesoro, y no es rico para con Dios" (Lucas 12:21). La explicación sigue en Mateo 6:24.
“Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” Mateo 6:33. Después de enseñar
un principio general (mandato), a veces el Señor da un ejemplo concreto de su
aplicación. Así, después del mandamiento "no resistáis al malo", da cuatro ejemplos,
que no son reglas sino casos del modo en que actúa el espíritu no vengativo:

 "A cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra" (Mateo
5:39). Quiere decir: no repliquéis al insulto con insulto, bajando al mismo nivel del
adversario (1ª Pedro 2:23).

 "Al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa" (verso 40).
El deseo de venganza se ha de suprimir hasta el punto de estar dispuesto no sólo a
perder lo que es nuestro, sino a dar más.

 "A cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos" (verso 41). Se
refiere al derecho de los soldados romanos de obligar a cualquier persona civil a
acompañarles. Aquí la idea es: haced más que el puro deber.

 "Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses" (verso 42).
Recordando el contexto, se ha sugerido que el motivo para negar el donativo o el
préstamo podría ser el afán de vengar algún antiguo agravio. Deuteronomio 15:7-11 ya
recomendaba el espíritu generoso.

4.5 PRINCIPIOS DE LA ÉTICA A PARTIR DE LAS EPÍSTOLAS DE PABLO

Ética del Apóstol Pablo

Pablo nació de una familia judía acomodada, de la tribu de Benjamín, en Tarso de Cilicia (hoy
Turquía). Su nombre semítico era Saulo. No sabemos cuándo comenzó a llamarse con el
nombre latino de Pablo. Por ser Tarso una ciudad griega, gozó de ciudadanía romana. La fecha
de su nacimiento se calcula alrededor del año 3 A.D. Según se cree, Jesús nació alrededor del 6
o 7 B.C. Entonces Jesucristo sería sólo unos 10 años mayor que Pablo.

Aunque criado en una ortodoxia rigurosa, mientras vivía en su hogar de Tarso estuvo bajo la

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influencia liberal de los helenistas, es decir de la cultura griega que en ese tiempo había
penetrado todos los niveles de la sociedad en el Asia Menor. Se formó en las tradiciones y
culturas judaicas, romanas y griegas.

Después que él conoce de Jesucristo, y escribe sus cartas explica el cambio de vida que debe
experimentar toda persona después de aceptar a Cristo como salvador (Ef 4.17-32). Declara
que los que están en Cristo son una nueva criatura y que las cosas viejas, las formas de vida, y
aun las motivaciones deben ser hechas nuevas (2 Co 5.17). El cristiano debe ser un ejemplo de
vida para el mundo sin Cristo, tanto en su conducta personal como en su relación con la
familia, la sociedad y las autoridades (Ef 5.21, 6.9).
Pareciera que el apóstol describe nuestra sociedad moderna cuando dice: "Estando atestado
de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades.... quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los
que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se
complacen con los que las practican" (Ro 1.29-32; véase 1 Ti 3.1-5).

4.6 ÉTICA CRISTIANA SISTEMÁTICA GENERAL

Sistemas éticos.

 Sistemas éticos utilitaristas.

Todos los sistemas éticos utilitarios pueden considerarse “hedonistas”, es decir, su


principal meta u objetivo ético en la vida es la búsqueda del placer o bienestar, incluyendo
como placer la ausencia del dolor y el equilibrio emocional y psíquico, bien sea el propio
(Epicureísmo) como el propio y el del mayor número de personas (Utilitarismo).

Se trata pues de un sistema ético, basado en los propósitos y deseos del hombre y no en
valores absolutos y no cambiantes (teleológico), en el cual el bien es definido en términos de la
búsqueda del placer, no éticos (naturalista) y que se atiene sólo a los resultados (pragmático).

 Sistemas éticos idealistas.

Los idealistas, contrariamente a los utilitaristas (hedonistas) que consideraban que la única
virtud era el placer, mantenían que el único placer es la virtud.

Para éstos lo importante es el “motivo”y no los resultados, el cual tiene que corresponder con
el “deber” de la persona que se determina mediante su sentido moral el cual informa de
manera intuitiva de lo que es malo o bueno (intuicionistas) o a través de la razón práctica
(kantianos).

 Sistemás éticos dialécticos.

- Evolucionista

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Viene a indicar que “es bueno” (ético) todo aquello que tiende a la supervivencia”. La vida
viene a ser, pues, el sumo bien. Otro bien es la adaptación a las circunstancias , porque
favorece la supervivencia y proporciona placer.

- Hegeliana

Este sistema ético, también denominado “perfeccionismo” pone su énfasis en que lo bueno y
positivo del hombre, es decir lo ético, está en que el hombre “realice su conciencia de sí
mismo” hasta llegar a lo “Absoluto” (concepto que abarca la totalidad de la experiencia
humana) mediante las reglas que son marcadas por la “Voluntad del Gran Todo Ideal” y que
establece el Estado de la Nación, al cual deben de obedecer, incluso teniendo que actuar en
contra de sus propia conciencia.

- Existencialista o Moral de situación

El existencialismo viene a poner énfasis en el valor primordial de la existencia del hombre,


como un progresivo realizarse a sí mismo a golpes de decisiones, entre varias posibilidades,
donde las circunstancias, que en cada momento, condicionan el uso de su libertad y moralidad
de su comportamiento, donde el hombre, mediante su moral, tiene que hacerse cargo de su
realidad cotidiana y sus actos, sin tener que acudir a otras fuentes externas a la propia
capacidad autosuficiente de la madurez personal (existencialismo radical) o bien a través de la
acción humana inmanente a la realización de la personalidad moral (existencialismo moderado
de corte católico) o bien partiendo de su “obediencia de la fe” y un “comportamiento de
acuerdo a como define la Palabra de Dios en Gálatas 5:6 (existencialismo moderado de corte
evangélico)

 Sistemas éticos trascendentales.

En la ética trascendental se aplica alguna metafísica (fundamento primario) del


comportamiento humano considerándola como un sistema global que abarca toda la filosofía
(razones y causas de la existencia del ser humano).

Es la razón (sabiduría) la que debe de regir el cuerpo (considerado inferior y negativo) para
conseguir el comportamiento ético y justo que produce la felicidad, mediante el orden y el
control de sus apetitos (Platón) o mediante la “contemplación filosófica” (meditación de las
razones y causas del fundamento del ser humano), que está reservada a los filósofos, y el
alcance de la “virtud moral” que el resto de los humanos pueden alcanzar con la práctica
constante de “buenas acciones” (Aristóteles)

 Sistema ético teocrático o teológico.

La ética teocrática o teológica es ese conjunto de normas o reglas que establece el “bien”
identificándolo con la voluntad de Dios.

El elemento común con las otras éticas, que hemos definido, es:
- Que tratan de los mismos temas: la conducta humana y sus normas.
- Que tienen el mismo propósito: elaborar un sistema de buena conducta.

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4.7 Ética cristiana sistemática particular

Ética cristiana sistemática particular

La total consagración a Dios es la raíz de nuestra ética personal, tanto privada como social.

El Nuevo Testamento no sigue una ética de prohibiciones: i) el cuerpo humano es hechura de


Dios, es la carne la que hay que tener a raya; ii) el sexo y sus funciones fueron ordenados por
Dios; iii) el alimento no es malo, si no moralmente neutral y iv) la riqueza no es mala, lo que
importa es no darle un valor absoluto, haciéndola un ídolo.

La conducta cristiana se puede resumir como condescender con misericordia hasta el fondo de
la miseria del prójimo, sin mancharse de su pecado.

El cristiano debe aceptarse como es; respetarse a sí mismo y así será respetado por los demás;
ha de evitar todo lo perjudicial para su espíritu, alma o cuerpo; debe cuidar su propia vida.

Los deberes conyugales son el amor mutuo, el “débito conyugal” y la paternidad responsable.
Los principales atentados contra la santidad del matrimonio son las relaciones sexuales
prematrimoniales, el divorcio, los matrimonios mixtos y el adulterio.

En la ética familiar, los deberes de los hijos a los padres son la obediencia y el amor
respetuoso; los de los padres hacia sus hijos son los de animarlos y estimularlos, así como de
educarlos debidamente.

Los deberes sociales de los cristianos como patrones y empleados son: los empleados deben
ser obedientes, sumisos, sinceros, trabajando de buena gana, no defraudando; los jefes deben
retribuir justamente, sin modo alguno de coacción; sin acepción de personas. Además, se
encuentran como deberes el respeto a la reputación ajena, así como la integridad y
responsabilidad en el desempeño de la propia profesión.

Los deberes cívicos del creyente son: i) debe esmerarse, en conciencia, en la obediencia y
sumisión a las autoridades; ii) pagar puntualmente sus impuestos; iii) honrar y respetar a las
autoridades y, iii) participar en la vida política.

V. LA ÉTICA LABORAL CRISTIANA


El Apóstol Pablo manda a Timoteo [1 Timoteo 6:1-2] que los siervos aprendan ética de servicio
cristiana, que honren a sus Amos y no sean respondones.

Hoy en día nosotros necesitamos redescubrir la ética laboral, para que a través de nuestro
servicio demos honra a Nuestro Dios y adornemos la doctrina del evangelio.

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"La Ética laboral Cristiana"


Es una bendición tener trabajo y dar trabajo. Es una bendición recibir trabajo pero mayor
bendición dar salario.

Dios tuvo que ensanchar el corazón de Salomón. El corazón es pequeño y no puede recibir las
cosas grandes que Dios nos quiere dar. Para que Salomón fuese el hombre más rico, tuvo que
ensanchar primero su corazón.
Salomón era yerno de Faraón. Tenía un tratado de libre comercio con Egipto. Su riqueza era
porque Dios le dio sabiduría. Una sabiduría práctica.

*Secretos de Salomón:*
Trabajo y administración de recursos. La Biblia enseña cómo administrar el fruto del trabajo.
Dios trabajó por seis días. Aun si fuese Dios tendría que trabajar y reposar.

*Algunos de los secretos de Salomón:* Proverbios y Eclesiastés.

1. Hay que dejar de perseguir las fantasías y trabajar productivamente.


Prov. 12:11 El que trabaja su tierra tiene abundancia de pan, pero el imprudente se ocupa de
cosas sin provecho”.

Si fantasea se le va el tiempo.

2. Dejar de buscar el dinero fácil. Comenzar a trabajar en algo honesto y diligente. Hay
demasiados engaños en el mercado para sacar dinero. Prov. 1:10 “Hijo mío, si los pecadores
quisiera engañarte, no se lo permitas, si te dicen ven con nosotros…” Salomón dice deja de
estar pensando como engañar a la gente.

3. Deje de dormir y comience a producir. *Prov. 6:6* /“Anda a ver a la hormiga


perezoso…” /basta de dormir y hay que comenzar a producir. La gente haragana, dormilona o
perezosa, no ganará ni producirá. Aunque tenga demasiado dinero hay que trabajar. No se
puede vivir en el ocio. Porque es el taller del diablo.
4. Deje de prestar y comience a ganar *Prov. 22:7 */“El rico se enseñorea de los pobres, y
el que toma prestado es siervo del que presta” Hay personas que siempre están prestando. En
lugar de bajar sus costos, aumentan sus deudas. Hay que vender algo, lo que no es útil, haga
manualidades, haga y venda comida.

5. Hay que dejar de malgastar en lujos inútiles y comience a ahorrar para su futuro.

No necesitamos más dinero sino administrar bien lo que tenemos. Si lo que tenemos lo
gastamos todo, teniendo más gastaremos más. No gaste su dinero en cosas superfluas que no
son necesarias. Muchas personas que reciben grandes cantidades de dinero, lo gastan
desmesuradamente, lo pierden todo al final porque no lo administran.

6. No limite su inversión, sino que expanda su corazón. *Ecl. 11:2*/“Reparte a siete, y aun a
ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra”. /Salomón, dice comparte, con el

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número uno, con el dos, con el tres, con el número cuatro. Te lo dice el hombre más rico del
mundo. Comparte con el cinco y aun dos más. Hasta el siete. Comparte aun con el ocho.

Muchas cosas que hoy recibe son el resultado de su siembra de mucho tiempo atrás. Puede
ver con certeza que ha sembrado y con certeza viene una bendición.

7. Pida consejo.*Prov. 15:22 */“Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; más
en la multitud de consejeros se afirman./ Aún el hombre más sabio entendía que parte de la
sabiduría era recibir el consejo de otros. Si va a iniciar un negocio, consulte a los que lo han
hecho. Consulte a personas con éxito. Rodéese de consejeros. Aunque usted sea inteligente,
busque consejo. Por eso muchas personas fracasan, porque no preguntan.

8. Planifique su trabajo y trabaje su plan. *Prov. 21:5*/“Los pensamientos del diligente


ciertamente tienden a la abundancia; mas todo el que se apresura alocadamente, de cierto va
a la pobreza.”

9. No caiga en la parálisis del análisis/. /*Ecl. 11:4 “*/El que mira al viento no siembra, y el que
mira las nubes no cosecha”. /Las personas que son demasiado analíticas, pierden la fe. Los
tiempos son difíciles para mucha gente. Si razonamos los tiempos, damos menos. Los que
confían en el Señor permanecen para siempre.

*Jesús enseño acerca del trabajo. *

Jesús es el modelo para todo. Si quiere saber qué piensa Dios, vea a Jesús.

1. Jesús enseño cuando tenía 12 años, que “En los negocios de mi papá me es necesario andar”
no hablaba únicamente de las cosas espirituales desde los 12 años hablaba que era importante
ocuparse en el trabajo. Hay que enseñarles a los hijos a trabajar aun con corta edad. No
necesariamente mandarlos a trabajar en la calle, sino darles trabajo en la casa, enseñarles sus
responsabilidades. Qué les toca, cuando les toca y no haga el trabajo por ellos.

2. Jesús enseñó que la acción es mejor que la intención. *Mateo 28:27* Es la historia de los 2
hijos. El hombre le dijo a su hijo “Ve a mi viñedo”. Padres: es permitido decirles a los hijos que
vayan a trabajar.
El hijo le dijo que no quería trabajar, el primero dijo no quiero y luego fue. El otro dijo si voy
pero nunca fue. El primero hizo la voluntad del padre, porque es mejor hacer que decir. De
qué sirve que un hijo le diga a su madre o padre poemas y cosas lindas y al llegar a casa es
perezoso y no hace nada. Es mejor una acción que una intención. Es mejor trabajar que agarrar
ánimos únicamente.

3. El trabajo hay que hacerlo con placer. *Juan 4:34 */“mi comida es hacer el trabajo del que
me envió y que termine su obra.” /Nadie come obligado, todos comen con placer. Todos
reciben sus alimentos gustosamente. Lo que dice Jesús es “Trabajar el trabajo que me dio mi
padre es un placer”, hay que trabajar con buena actitud. Trabaje como cuando come. Con
ganas. Así trabaje dice la Biblia. Al perezoso le cuesta hasta llevar la comida del plato a la boca.

4. Trabajar también implica terminar el trabajo. Solo si está muy satisfecho deja la comida.
Pero normalmente se come todo. Si va a hacer la obra de su padre hágala y termínela. No deje

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algo para terminarlo mañana o ·voy a irlo sacando. Mañana significa –hoy no- pero no significa
mañana tampoco.

5. Dice la Biblia que Jesús enseñó que los padres debemos decirles a los hijos en qué trabajar.
En Juan 5:17 Jesús dijo: “Mi padre trabaja, yo también trabajo”. Los papás debemos darles el
ejemplo a nuestros hijos del trabajo. Por ejemplo, si el padre recurre a mentiras, falsedades
para no atender a las personas, qué ejemplo le están dando a los hijos.
Para lo único que hay que ser lento es para la ira. Es importante dar el ejemplo.

6. Jesús enseñó que hay que hacer el trabajo que a uno le piden.
“mientras es de día, me es necesario hacer el trabajo del que me envió” que tan importante es
en la ética laboral cristiana hacer lo que le piden. Si no está dispuesto a hacer lo que le piden
no está apto para trabajar ahí. Quien se cree demasiado grande para hacer algo es demasiado
pequeño. Jesús hizo todo porque no era su voluntad sino la del Padre. Un principio laboral es
“Haga lo que le piden, aunque no sea de su categoría” no pregunte cuanto le van a pagar,
hágalo de buen gusto.

No cuestione por qué a usted, esto es un principio que Jesús enseñó.

7. Cuando uno aprende a terminar un trabajo, le traemos Gloria a Dios.


Juan 17:4 “Yo te he glorificado aquí en el mundo porque he terminado el trabajo para el que
me enviaste”.

No entendemos cuán importante es terminar el trabajo. Démosle Gloria a Dios con nuestro
trabajo.

8. Lucas 12:41-46 “*/Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también
a todos? Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre
su casa, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su
señor venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes.
Más si aquel siervo dijere en su corazón:
Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber
y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no
sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles.” /Al ojo del amo engorda el
ganado. Si te dan una responsabilidad aunque no esté la persona que supervisa haz bien el
trabajo aunque no te estén viendo.
Hazlo bien, utiliza bien los recursos. No comas en la hora de no comer.

9. Efesios 4:22-28 Ética laboral cristiana. Una de las virtudes más importantes para que un
trabajador le de Gloria al Señor. “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo
hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de
vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque
somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre
vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo
con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad/.”
Debe trabajar para compartir con el que tiene necesidad. Aquí está pasando a la persona de

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ser un parásito que se alimenta de los demás a una persona productiva que comparte lo que
tiene con alguien más”

10. No es correcto robar por necesidad. Nada justifica robar. Pablo dice el que robaba no robe
más. Hay gente que roba por placer. No es mejor uno ni el otro, ni el que roba por “necesidad”
que por “placer” ambos están mal. Cualquiera que sea la motivación. Hay gente que roba por
engaño. En Levítico 6: 1-5 el Señor le dijo a Moisés, cuando alguien peque, por robar o
engañar, o negar haber encontrado un objeto perdido, o cualquier cosa en que hubiere pecado
deberá restituir lo que robo.
Usted no puede decir “se me perdió”, si sabe dónde está. Si encuentra algo, devuélvalo porque
no es suyo. No es suerte ni bendición, es estorbo y prueba. Más vale que lo devuelva. Si le dan
vuelto de más devuélvalo, si le dan dinero de más, devuélvalo. Aunque le cueste dinero a
usted devuélvalo. Aunque sea poco. Devuélvalo porque no querrá ese peso sobe usted. La
Biblia dice “no engañe.” Santiago dice que la sabiduría de este mundo es mala. No debemos
robar y tampoco por engaño.

11. También puede robarle a Dios al no dar sus diezmos.

12. Robar por opresión. Por medios bajo presión. Delante del Señor esto es robo.

13. Se le roba a la empresa al llegar tarde, al usar los recursos, se le roba y deshonra a Dios
también. Si usted pregunta a alguna empresa cual es el primer problema, y le responderán que
es el robo. En todas partes hay robos. Hasta en las iglesias se roban las biblias, el papel de los
baños, el cable de la electricidad, las señales de tránsito para venderlas con los chatarreros.
Dentro de los cristianos, el que robaba, ya no robe. Haga algo honroso con sus manos.

La filosofía de Robin Hood no es correcta, si él quería ayudar al necesitado, debió haber


producido y dar. Pero no robar. En ninguna parte de la Biblia dice “roba para darle a otro”.

5.1 La Ética de trabajo

Ámbitos de significación del término "trabajo". Sentido social del trabajo: la profesión. El
significado humano del trabajo.
b) APROXIMACION AL PENSAMIENTO SOBRE EL TRABAJO. Significación premoderna del
trabajo. La transformación del sentido del trabajo en la modernidad: el auge de la
productividad. El reduccionismo de la moderna filosofía práctica. La articulación de la Filosofía
práctica clásica y sus límites.
c) EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFIA DEL TRABAJO. La perspectiva historicista y sus estructuras.
Riesgos de la sociedad configurada por el trabajo.
d) ELEMENTOS PARA UNA CONSIDERACION ETICA DEL TRABAJO. Principios antropológicos
fundamentales para una ética del trabajo.

La palabra trabajo -o sus equivalentes- tiene un origen remoto, pero su ámbito de significación
ha experimentado variaciones importantes a lo largo de la historia. Por eso no resulta muy útil
hacer análisis etimológicos. Aún hoy, lo significado con esa palabra es tan variado que no
parece pertinente tratar de establecer una definición precisa. Esto supone una cierta

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dificultad, pero a la vez exige realizar una reflexión sobre la realidad, que es de gran interés.

La razón que nos impulsa a evitar tomar como punto de partida una definición exacta del
trabajo, es que el trabajo se ha convertido en los últimos siglos en la referencia fundamental
para el entendimiento de la articulación social y consiguientemente, de modo especial a partir
de Marx, para la actividad política. Como la actividad política es la más amenazada por la
embestida ideológica, el trabajo mismo resulta muy frecuentemente entendido desde una
perspectiva ideológica. En nuestro mundo cultural el trabajo viene a ser una realidad
frecuentemente nombrada, pero escasamente observada en su verdadera realidad y en su
amplitud de significación humana.
Por eso nos proponemos explícitamente dirigir nuestra atención al trabajo para captarlo lo
más fielmente posible. Es muy probable que las consideraciones nuestras, precisamente por
pretender alcanzar con fidelidad la amplia realidad del trabajo, concluyan en una exposición
orgánica no perfectamente estructurada. Esto no es una limitación que deba inquietarnos,
pues la unidad de las consideraciones que se hacen en el pensamiento no debe buscarse tanto
en la mera coherencia interna de la construcción intelectual cuanto en la coherencia con la
realidad que se trata de entender.

Desde un punto de vista más bien descriptivo, puede afirmarse -manteniéndonos en un nivel
muy general- que las múltiples significaciones de la palabra trabajo coinciden todas en tener
que ver con la acción humana. El lenguaje ordinario denomina "trabajo" a cierto tipo de
acciones humanas, no a todas. También se designa con esa palabra al resultado de las acciones
que reciben esa denominación (por ejemplo, cuando se dice que un ensayo es "un buen
trabajo", o que hay que entregar "un trabajo sobre la termodinámica de la evolución). Así
mismo se llama trabajo al objeto de esas acciones humanas (por ejemplo, cuando decimos que
nos hemos propuestos "un trabajo para el fin de semana").
No cualquier actividad humana es denominada trabajo: hay acciones humanas que no se
denominan así. La delimitación entre estos dos tipos amplios de acciones no es fácil, y requiere
consideraciones más detalladas.

La amplitud de tipos de acción que son denominadas trabajo nos remite a cuestiones
importantes y fundamentales de antropología de la acción humana y de la configuración social.
Las formas de actividad propiamente humana son muy variadas y, en su fundamento,
muestran las diversas características de la condición humana
(1) Por su condición de ser corporal vivo, el hombre ha de realizar actividades en las que
atiende al "metabolismo de la vida": come, se lava, se protege del medio, etc.
Correspondientes a este ámbito de la actividad humana hay algunas acciones que se
denominan trabajo y otras no: comer es una acción humana que no es calificada como trabajo,
pero preparar la comida a veces sí.

Para realizar esas actividades el hombre cuenta con razón y manos que vienen a sustituir la
deficiencia que tiene el hombre respecto a los animales en lo que se refiere a la dotación
instintiva. Por su razón y sus manos el hombre no sólo realiza esas acciones de un modo libre,
no estrictamente predeterminado, sino que es capaz de usar instrumentos en cuanto tales, y
por tanto, es capaz también de idearlos y construirlos. Este "hacer instrumentos" o "fabricar
cosas" es considerado también trabajo, algunas veces, quizá la mayoría.

Aunque la denominación de trabajo sea común a los dos tipos de actividades que hemos

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referido hasta ahora, hay que reconocer que existe una diferencia importante: aunque, en
principio, la acción de fabricar instrumentos vaya en ayuda del metabolismo de la vida, no está
totalmente determinada por las exigencias de ese proceso ni se sume completamente en él. El
metabolismo de la vida es proceso, mientras que esos productos fabricados como
instrumentos permanecen estables al lado del proceso de la vida al que ayudan. Esos objetos
estables, expresión permanente de la racionalidad libre que los ha creado, configuran un
"mundo" estable, constituido por objetos, cosas permanentes.
La diferencia entre los dos tipos de actividades que hemos considerado se manifiesta patente,
pues el "trabajo", por ejemplo, de un cocinero, o de un encargado de limpieza, o incluso de un
médico, no deja nada tras de sí: es actividad que se sume completamente en el proceso vital, y
por tanto, son actividades que nunca se acaban como no se acaba el proceso de la vida.
Quienes realizan esos trabajos no pueden mostrar su "obra". Por el contrario, quienes fabrican
cosas que duran, sí pueden mostrar lo que han hecho: un arquitecto o un escritor, al poder
mostrar una obra estable, alcanzan en su actividad una dimensión que no aparecía en el caso
anterior.

Aún encontramos un tercer tipo de actividades que también se denominan trabajo, aunque
aparecen muy distantes de las anteriores. Son las actividades que se derivan no simplemente
del carácter metabólico-corporal de la vida del hombre, sino de su carácter plural. En efecto, la
condición plural no es accidental para el hombre, y su vida no es simplemente vida "junto a"
otros hombres, sino en el sentido profundo, que hemos visto en el capítulo anterior, es
verdaderamente "convivencia". La condición plural es fundamento de actividades específicas y
variadas, algunas de las cuales se denominan a veces trabajo. Así las actividades ordenadas a la
propia organización de la pluralidad humana, que no está como en los animales "sociales" -
abejas, etc.- predeterminada por la naturaleza, y requiere la actividad inteligente y libre del
hombre, suelen ser denominadas trabajo. Trabajo son en este sentido la actividad propia de
políticos, gobernantes, economistas, juristas, etc. Hay también otras actividades humanas que
sin ordenarse a la organización de la pluralidad tienen en la pluralidad humana su razón de ser
como son las múltiples formas de actividades educativas. Trabajo en este sentido es la
actividad del maestro, y la del discípulo. Sin embargo, la actividad de los padres que educan a
sus hijos no suele denominarse trabajo. Algunas actividades humanas que nacen directamente
de la pluralidad, como pasear y conversar con los amigos, participar en juegos colectivos, etc.
no se denominan en principio trabajo.

Sentido social del trabajo: la profesión

En el párrafo anterior hemos subrayado las expresiones a veces, algunas veces, suele, en
principio, porque manifiestan que las consideraciones realizadas en un nivel de reflexión que
podríamos denominar individual o esencial abstracto, se muestran insuficientes cuando las
comparamos con la consideración que de ellas se hace en la convivencia entre los hombres tal
como se expresa en el lenguaje ordinario.

En efecto, la actividad humana de conversar con los amigos no es considerada trabajo


generalmente, pero la amistosa charla del maestro con el discípulo que acude a consultarle o
con sus colegas, sí suele ser considerada trabajo en el ámbito correspondiente. Sólo una visión
muy restringida y productivista de la universidad podría conducir a menospreciar los
momentos de comunicación directa y amistosa. Por supuesto que esas conversaciones pueden
hacerse banales y, en ese sentido, constituir una "pérdida de tiempo", pero ¿quién en un

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ambiente universitario podría negar el calificativo de trabajo a la actividad que se desarrolla en


una conversación de seminario?
Análogamente jugar al ajedrez o al fútbol no será considerado trabajo si quien lo realiza lo
hace por puro esparcimiento, pero sí es considerado trabajo si el que lo realiza, lo tiene como
profesión.

Como profesión. He aquí una palabra estrechamente vinculada con nuestra noción de trabajo:
profesión. Incluso puede afirmarse que el trabajo se determina en su significación propia
cuando se le califica como trabajo profesional.

Parece que al formar nuestra noción de trabajo no tenemos ante la mirada sólo el individuo
humano con sus facultades operativas, sino que implícitamente alcanzamos a la persona como
inscrita en la pluralidad, en la sociedad humana.
Concebir el trabajo como profesión, calificarlo como trabajo profesional, quiere decir que la
actividad humana denominada trabajo no se considera sólo desde su raíz, en las facultades
operativas del hombre, sino desde el contexto social. Una actividad humana, lo podemos
afirmar, es considerada trabajo profesional cuando se ejercita, y en cuanto se ejercita,
formando parte del contexto social, es decir, en cuanto se inscribe en el conjunto de funciones
de la sociedad, a través de las cuales la misma sociedad se autoconstituye se auto mantiene, se
autodesarrolla.

La misma actividad, considerada desde el punto de vista de la persona individual,


transformarse de ser un mero esparcimiento, o incluso una pérdida de tiempo, a ser un trabajo
reconocido, profesado ante los demás cuando, por ejemplo, es aceptado por algún núcleo
social, y consecuentemente, remunerado.

En la sociedad en que vivimos no es pues el trabajo el que produce los medios para vivir. No
hay una relación inmediata y directa entre la actividad que se realiza y esos medios. La relación
está mediada por la función de la sociedad en su conjunto, que acoge la actividad de cada uno,
y, como conjunto, produce los bienes que reparte en forma de salario. Por esto, podría
afirmarse que, en cierto modo, recibir un sueldo es lo que en nuestra sociedad eleva una
actividad a la categoría de trabajo profesional. Esa inversión de causalidades está en la base
misma de gran parte de los conflictos personales y sociales en torno al "mundo del trabajo".

En esta perspectiva en que nos movemos, puede ser trabajo no hacer casi nada: la
denominación de trabajo no se da a una actividad atendiendo a su propia naturaleza
intrínseca, ni siquiera el tener de suyo una finalidad distinta de la propia actividad. "Tener
trabajo" no nos dice casi nada sobre la cualidad intrínseca de la actividad de la persona, sino
más bien de su integración dentro del conjunto social.

Ciertamente si se absolutiza el carácter de profesión del trabajo, el trabajo mismo resulta


totalmente funcionalizado en el conjunto de la sociedad y en consecuencia la persona misma
queda, en ese aspecto, absorbida por la colectividad. Pero aquí se está señalando un aspecto
importante que no puede ignorarse si se trata de atender a la realidad.

La perspectiva colectivista es fuertemente reduccionista, pero también es inadecuado tratar la


cuestión del trabajo desde una perspectiva esencialista, es decir, desde la pura esencia
metafísica del hombre, que inevitablemente considera al hombre en universal y, por tanto,

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como uno. Si queremos hacer justicia a la realidad del trabajo es necesario una atenta
consideración de la pluralidad humana, como peculiarísima pluralidad de "seres únicos", es
decir, de personas absolutamente dignas, que constituyen cada una de ellas, un todo de
sentido.

La noción de trabajo, lo mismo que la expresión bíblica "dominad el mundo" no remite


únicamente a la persona individual y a sus potencias activas.

El significado humano del trabajo

Encontrar una significación o sentido a algo quiere decir situarlo en una relación intrínseca con
una "fuente de sentido". Cuando alguna realidad se considera como significativa por sí misma,
las demás adquieren su significación por su conexión con ella. Esa conexión puede ser de
diverso tipo: de unión intrínseca, de finalidad, de perfección, etc.

Así por ejemplo, cuando lo que se considera significativo por sí mismo es el dinero (en cuanto
permite hacer lo que se quiere: lo cual quiere decir que lo significativo por sí mismo en el
fondo es lo que quiera proponerse la libertad incondicionada, no el dinero), cualquier actividad
adquiere significación, está suficientemente justificada, cuando se consigue mostrar su
conexión con el dinero. Mientras esa conexión no se ha alcanzado, las significaciones parciales
siguen reclamando un "para qué".

La fuente de significación auténtica ha de ser algo que tenga la cualidad de ser valioso por sí
mismo y no en función de otra cosa, es decir, no ha de ser un "valor relativo a otra cosa" sino
un "valor no relativo", "un valor absoluto". El único bien absoluto que hay en el mundo creado
por Dios es la persona humana en cuanto tal. En cuanto tal, es decir, como tal persona humana
y no como mero medio para hacer otras cosas, o como capaz de entender o de producir obras
de arte.
Entender cabalmente una realidad es, pues, ponerla en conexión con lo humano en cuanto tal.
En estas páginas trataremos de encontrar la relación que el trabajo del hombre tiene, no con la
producción de bienes de consumo, o con la conservación del medio ambiente, o con el
mantenimiento de las democracias liberales, sino con la propia humanidad del hombre. ¿Cómo
es esta relación? ¿Existe de verdad? ¿Es una relación necesaria? Aún si el hombre tuviera todas
sus necesidades cubiertas ¿tendría que trabajar? ¿Qué significa entonces el trabajo? Si parece
que en todas las actividades que se denominan trabajo el significado inmediato se toma de lo
que se causa fuera de la misma persona ¿cómo es afectada la persona?

Adelantando, de un modo muy general aún, lo que veremos más adelante podemos decir que
el núcleo del problema sobre la cuestión humana del trabajo radica en establecer de un modo
teóricamente claro -y que pueda orientar la práctica concreta- la relación entre la dimensión
productiva de la actividad y la dimensión inmanente o de afectación al hombre.

APROXIMACION AL PENSAMIENTO SOBRE EL TRABAJO

Significación premoderna del trabajo


En el mundo pre moderno -anterior al s. XVII- el trabajo es considerado sobre todo como la
actividad por medio de la cual el hombre trata de dominar la naturaleza para atender las
múltiples necesidades de su vida biológica. Esto incluye dos aspectos: uno primero, la

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intervención en la naturaleza, el encuentro "mecánico" o material con ella y, un segundo


aspecto que es la eficiencia de la propia actividad, la capacidad de conseguir objetivos o
producir cosas. El primero da a la palabra trabajo un matiz claramente de penalidad y esfuerzo,
porque la naturaleza se le presenta como inercia que se resiste al dominio y el hombre, sólo
penosa y fatigosamente, consigue imponerse. Podríamos decir que se trata de un matiz
negativo. El segundo, por el contrario, al considerar la eficiencia, tiene un matiz positivo.

Estos dos aspectos han quedado reflejados en casi todas las lenguas: hay en casi todos los
idiomas dos palabras distintas para significar el trabajo como enfrentamiento penoso con la
naturaleza y el trabajo en su aspecto de eficiencia; en castellano, trabajar y producir.

Entre esos dos sentidos -esfuerzo penoso y eficiencia- el predominante en el mundo


premoderno es el primero, y por esto la idea de trabajo tiene un acento negativo. Es el
significativo acento que conserva aún en castellano del adjetivo "trabajoso" para indicar algún
objetivo o alguna actividad. Pero el calificar de "negativo" el significado trabajoso requiere una
explicación para evitar que la identificación entre negativo y penoso o trabajoso pueda dar a
entender que nos situamos acríticamente en una perspectiva hedonista.
Para los griegos, la actividad propiamente humana es la vida propia de la polis en cuanto tal, es
decir, la vida política. En contraste con esa actividad propiamente humana que es libre y
pública, se encontraba la actividad interna de cada familia que estaba dominada por las
necesidades biológicas. Los que allí viven -la mujer, los hijos, los esclavos- no tienen una vida
propiamente humana, porque su actividad no es libre, no manifiestan la singularidad de sus
personas, sino que se sumergen totalmente en el ámbito del proceso de atención a las
necesidades materiales, es decir, de la economía.
Está claro, pues, en esta perspectiva que la idea de trabajo tuviera una fuerte connotación
negativa, en cuanto que impedía el ejercicio de la actividad propia del hombre.

Si en algunas escuelas filosóficas de la antigüedad tardía (cínicos, estoicos) se llega a atribuir al


trabajo un valor de medio para la virtud, no se trataba propiamente de un cambio esencial en
la valoración, sino justamente de una insistencia en el carácter repulsivo de la actividad
penosa, por medio de la cual se alcanza la apatía

(2) La transformación del sentido del trabajo en la modernidad: el auge de la


productividad

La primacía del sentido de esfuerzo y sufrimiento sobre el sentido de eficiencia se invierte en


los comienzos del siglo XVII. El factor determinante de esta inversión es el cambio de
perspectiva que se introduce en la filosofía práctica y en la misma filosofía teórica.

El naciente desarrollo de las nuevas ciencias, que sustituye la pura contemplación de la


naturaleza por la intervención experimental planificada, lleva a dar una primacía a la acción
sobre la contemplación para alcanzar un conocimiento verdadero. Ya no se tratará de un mirar
atento y contemplativo para alcanzar la verdad de las cosas en sí mismas, sino en intervenir
activamente, en operar sobre ellas para hacerles entregar sus secretos. Esto significa que no
sólo ha cambiado el medio o el método para alcanzar el conocimiento, sino, y esto es lo más
importante en el fondo, ha cambiado el conocimiento mismo que se busca: ya no es la verdad
de las cosas, sus significados radicales, su sentido y finalidad, sino las leyes de regularidad en
su comportamiento.

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El hombre va construyendo aparatos cada vez más perfeccionados para penetrar los secretos
naturales. Consiguientemente el paradigma de la acción humana será esta intervención
victoriosa y dominadora sobre la naturaleza. No es que se pretenda primaria y explícitamente
el resultado práctico; lo que se pretende es ciertamente conocimiento, pero de tal forma que
esté íntimamente unido a la práctica, ya sea primariamente por la fundamentación de ese
conocimiento y por la comprobación experimental, ya sea por las perspectivas de dominio que
abre sobre el mundo.

Estos serán los factores que determinen la primacía de la productividad hecha posible por el
maquinismo técnico subsiguiente a las ciencias positivas recién nacidas. Por supuesto, en el
siglo XVII todo esto es más una perspectiva que una realidad, pero aun así será suficiente para
el nacimiento de una nueva mentalidad respecto a trabajo.

No sería ocioso señalar que esa nueva perspectiva no llevó a cabo sus objetivos
inmediatamente. Entonces el trabajo físico se hizo más duro, y las condiciones de los
trabajadores mucho más inhumanas que en los siglos precedentes. El proceso que culmina con
la aparición del proletariado no tiene ninguna unión de continuidad con los trabajos en los
siglos premodernos. Las peculiares condiciones de las clases obreras, que alcanzarán sus
condiciones extremas en el siglo XIX, son consecuencias directísimas del maquinismo
moderno, y tienen muy pocos rasgos en común con las condiciones de las clases menos
privilegiadas en la antigüedad o en los siglos de la Edad Media. A este respecto sería necesario
recordar que las notables mejoras de las condiciones de trabajo son mejoras no tanto respecto
a las condiciones anteriores al maquinismo, cuanto respecto a las condiciones que se
originaron en los comienzos del mismo maquinismo.

De todas formas, esas circunstancias tan duras aparecen en principio sólo como un precio que
había que pagar y que de hecho se paga, para poner en práctica la nueva imagen del mundo y
las perspectivas de dominio que se abren al hombre. En lo que a nosotros concierne, lo
interesante es que en esa época el hombre toma conciencia de la potencial eficacia de su
poderío. El sentido de la actividad es el desarrollo del propio poder eficaz de transformar la
naturaleza y, sobre todo, de producir. Esto quiere decir que la acción productiva no recibirá su
legitimación desde una finalidad distinta, ni desde una supuesta naturaleza humana, sino
desde sí misma.

En consecuencia el modo que tiene el hombre de entender su vida en sociedad se transforma.


Al privilegiarse la actividad productiva, los hombres preeminentes son los que producen,
mientras que aquellos que se dedican a las actividades más nobles según la antigua filosofía
práctica -políticos, juristas, clérigos, etc.- llegarán a ser denominados en el siglo XVIII por Adam
Smith como elementos pasivos.

La sociedad humana ya no es una pluralidad de personas que participan una visión del mundo
y que viven de una tradición humana común, sino un conjunto de elementos productivos que
están unificados por las correlaciones debidas a la organización del trabajo. La comunidad no
está unificada por ideas, sino por la organización laboral: la comunidad humana será sobre
todo una comunidad "socio-laboral".

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Locke formula por vez primera uno de los dogmas más claramente vigentes en nuestro mundo:
el acceso "natural" a la propiedad es el trabajo, y por eso, la propiedad será en principio tan
privada como el cuerpo mismo que sirve a la persona para trabajar. Las formas premodernas
de acceso a la propiedad (la herencia, la donación, la ocupación, la conquista, etc.), aunque en
cierto modo se mantienen, se considerarán sólo formas tradicionales, pero no la forma
natural. Además será el mismo trabajo que realiza el hombre con los elementos toscos que le
ofrece la naturaleza, lo que da a las cosas su valor.

Sobre la permanencia de estos principios dogmáticos, aun en nuestra visión del mundo actual,
no es necesario insistir. Como ejemplo puede señalarse que incluso en ambientes
intelectuales, que deberían ser los más atentos a la realidad menos dependientes de los
dogmatismos impuestos, se siguen encontrando profundas huellas de la valoración del trabajo
como productivismo. El conocido aforismo publish or perish, que, según parece, vige con
crudeza en algunos ambientes universitarios es, en la práctica, algo muy distinto de un
estímulo a la comunicación en la amplia comunidad científica. Si así fuera, es indudable que de
los libros y revistas que se editan muchos jamás verían la luz.

El reduccionismo de la moderna filosofía práctica

El planteamiento moderno con la privilegiada noción de la productividad no supone sólo una


inversión respecto al planteamiento clásico, sino que significa una profunda reducción. En
efecto, los clásicos distinguían en toda actividad humana dos aspectos:
Uno primero según el cual produce algo fuera de la potencia que actúa y en este sentido la
acción es transeúnte. Los griegos llamaban a la acción humana en este aspecto poiesis, y los
latinos, y la tradición cristiana, facere.
Un segundo aspecto según el cual la acción no es más que una modificación de quien lo realiza
y en este sentido la acción es inmanente (por ejemplo, el acto de conocimiento). La acción
humana en este aspecto inmanente era denominada por los griegos praxis; en latín agere.

Estas dos dimensiones se presentaban como irreductibles, y tienen medidas diversas:

La medida o la norma de la praxis es la humanidad del hombre, es decir, el agere correcto será
aquel que va cumpliendo al hombre según su verdad. La perfección o cualidad humana que
capacita al hombre para actuar rectamente, es decir, para que el efecto que su acción
repercuta en él mismo de modo que no sólo no lo destruya, sino que lo vaya realizando según
su verdad, es la prudencia. La prudencia capacita a la persona para que con su acción se vaya
haciendo mejor persona.

La medida del facere es la propia "idea" de la cosa que se trata de producir. La corrección del
trabajo que realiza quien construye una cosa o una maquinaria se mide por los "planos". Así un
facere logrado es el que realiza aquello que se había previsto. Cuando el resultado es
defectuoso, estamos ante un facere fallado, porque si el construir una mesa es tan defectuoso
que el resultado ya no tiene patas ni la tapa está horizontal no se puede hablar siquiera de
hacer mal una mesa, sino de un no haber logrado hacer una mesa. La cualidad personal que
capacita a la persona para un facere logrado es el arte. Por supuesto que todo actuar
propiamente humano revierte sobre la propia persona. También la acción productiva, tiene un
resultado permanente, es decir, crea una disposición en la propia persona, pero ese efecto
directo es el arte, es decir, la cualificación de la persona en orden a esa producción. Al ser

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cualificada por el arte la persona no se hace mejor en cuanto persona, sino en cuanto a la
producción de los efectos exteriores a los que el arte se ordena. Es decir, el arte hace mejor a
la persona no en sí misma sino sólo bajo cierto aspecto. Por el arte la persona se perfecciona
no como persona sino como médico, o como artista, o como político, o como periodista, etc.

La irreductibilidad del agere y el facere se advierte cuando se ve que una persona puede
conseguir gran perfección en el ámbito de la acción productiva, y sin embargo quedar a la vez
frustrado como persona. Se pueden realizar obras externas de gran perfección a costa de
dañar la propia dignidad personal. Y análogamente se pueden realizar otras defectuosas que,
sin embargo, han supuesto un notable ejercicio de virtud, y, por tanto, un perfeccionamiento
de la persona en cuanto tal.

El planteamiento clásico había alcanzado con notable profundidad los términos del problema
de la acción humana, que se expresan en las dos dimensiones de la acción, en la distinción
entre agere y facere, y puede decirse que en la primera modernidad el problema se soluciona
sin afrontarlo, es decir, negándolo implícitamente. De los dos polos de la acción humana, se
privilegia de tal modo uno de ellos que, de hecho, el otro resulta ignorado e incluso negado.

El resultado lógico es que la realización del hombre se sitúa en la producción de bienes. Podría
decirse que, aunque se rechace explícitamente todo intento de consideración de la verdad del
hombre, también aquí la Filosofía expulsada por la puerta vuelve a entrar por la ventana. El
hombre cumplido será el que produce, mientras que los que se dedican a actividades no
directamente productivas son considerados existencias parásitas e inútiles.

La articulación de la Filosofía práctica clásica y sus límites

El pensamiento clásico trató de mantener las diversas dimensiones de la acción humana y


establecer la articulación entre ellas.
La primera y más elemental articulación se establece al afirmar que la producción de cosas, es
decir, el facere, no es algo separado del agere, sino íntimamente relacionado con ella. Esta
relación es de finalidad. La mera producción de objetos, sean casa o libros, no tienen sentido
por sí mismas, sino en cuanto están ordenadas a la vida de la persona. Por tanto, el facere,
aunque tenga una medida propia en su orden, tiene ulteriormente una medida en la vida de la
persona. En la medida en que sirva a la vida, sea del modo que sea, la producción de cosas
adquiere un sentido humano. De esta manera, la más elemental articulación entre agere y
facere conduce a la que fue la articulación decisiva en la tradición cristiana: la articulación
moral.
La articulación moral acoge las distinciones que la Filosofía clásica advertía en la acción
humana, y mantiene la mirada atenta para detectar la pluralidad de dimensiones que hay en el
hombre activo.

El hombre, en efecto, tiene un campo muy amplio de acción: sus posibilidades operativas son
muy variadas. En cada una de esas capacidades hay, podríamos decir, una capacidad de
realización y, consecuentemente, una posibilidad de frustración. Incluso en cada una de las
capacidades activas se multiplican las posibilidades: quien ha elegido dedicarse a la Ciencia,
renunciando a sus posibles realizaciones en el campo del Derecho o de la Arquitectura, aún
deberá elegir, porque no tiene posibilidad material de cultivar todos los campos de la Ciencia,
como el que se dedica a la literatura debe elegir, porque no podrá leer todos los libros. Se ha

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dicho que el paso de la juventud a la madurez tiene lugar cuando se advierte que uno no tiene
ya un tiempo ilimitado por delante, sino sólo un determinado, aunque desconocido, número
de años, y que probablemente no podrá leer ni todos los libros que tiene en su biblioteca, es
decir, cuando se experimenta de un modo lacerante la verdad del aforismo clásico ars longa,
vita brevis.

Entonces se requiere una verdadera labor de discriminación entre las solicitudes que se
experimentan como consecuencia de las múltiples capacidades operativas. El hombre confía
en realizarse como hombre, pero ¿cómo se realiza en concreto ese cumplimiento? Si el
cumplimiento humano consistiera en la realización de todas sus capacidades activas, la
persona estaría irremisiblemente condenada a la frustración, porque efectivamente ars longa,
vita brevis. La experiencia demuestra que la realización humana no es tampoco la realización
del máximum de posibilidades activas. Más aun, que el afán absoluto de realización personal,
la búsqueda de la propia felicidad y cumplimiento no sólo es vana, sino que, llevada a la
crispación, engendra neurosis. Más bien se advierte que las vidas de personas que han
renunciado quizá a espléndidas posibilidades personales, sirviendo y amando a los demás, son
a veces vidas manifiestamente felices, cumplidas.

Parece que entonces somos conducidos a una situación de perplejidad: el cumplimiento del
hombre en cuanto tal ¿está sólo en la donación de sí y en la renuncia? Las inclinaciones
naturales que nos impulsan a realizar las capacidades activas que poseemos ¿son sólo un un
engaño?

A partir de estas cuestiones, los clásicos afirmaron la distinción que hacíamos más arriba: la
realización del hombre en sus diversas dimensiones sectoriales lo hacían bueno, lo cumplían,
en cierto aspecto. Pero sólo en la dimensión del hombre en cuanto hombre se hace el hombre
bueno -o malo- en sí mismo. A la dimensión del hombre en cuanto tal la llamaron dimensión
moral.

La plenitud humana no es el puro despliegue de su capacidad operativa. La persona no


encuentra la orientación para alcanzar su plenitud en la mera inclinación de las potencias
operativas hacia su actuación. Pero las capacidades operativas concretas, con sus dinámicas y
lógicas propias, aunque no sean determinantes de la ordenación del hombre a su
cumplimiento, sí son significativas.

De este modo, la realización de las posibilidades activas, no son una exigencia absoluta del
hombre en cuanto tal, sino sólo a través de su sometimiento y dirección a la razón moral. Así
se articulan íntimamente lo que podríamos llamar la "dimensión de realización", es decir, la
inclinación del hombre a realizar sus posibilidades, y la dimensión de entrega que podríamos
llamar la dimensión del hombre en cuanto tal, pues la dimensión ética es la dimensión de la
entrega, de la aceptación del hombre de su verdad como medida de su acción. Estas dos
dimensiones que, en principio parecen oponerse entre sí -mientras la realización se
experimenta con afirmación personal, la entrega aparece como negación de sí mismo en la
donación, abnegación-, en realidad se exigen mutuamente pues la dimensión de entrega tiene
su expresión en la dimensión moral, que no niega la realización, sino que la orienta y guía hacia
la verdad del hombre. Las capacidades humanas sin la razón moral serían ciegas, pero la
dimensión ética sin las potencias, con sus inclinaciones y con sus energías, sería vacía.

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PLENO

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Pero la razón moral sólo puede conducir la operación de las potencias si alcanza un
conocimiento de lo que éstas hacen, es decir, desde el conocimiento del significado de la
acción que se realiza.

¿Qué tipo de conocimiento pretendemos? Ya vimos en el capítulo primero que conocimiento


de la acción que necesitamos para realizar el dictamen moral es conocimiento del significado
humano de la acción, es decir, el conocimiento que capta de qué modo la propia persona es
involucrada en la acción. La afección humana de la acción puede ser más o menos inmediata, y
por esto requiere alcanzar de algún modo los efectos que esa acción tenga sobre la persona,
sea directamente, sea de modo indirecto, como efectos secundarios.

Los límites de la articulación clásica entre facere y agere provienen precisamente de los límites
que en la época premoderna existían para alcanzar la dimensión humana de la acción a través
de sus efectos. Por esto, su tratamiento de la acción era demasiado simple y tendía a una
consideración cerrada de la naturaleza del acto, y consideraba sus consecuencias, al menos las
secundarias y de largo alcance, como accidentales.

La causa de esta visión limitada hay que situarla en la concepción que los premodernos tenían
del mundo humano como algo ya definitivamente configurado en la organización social agraria
y urbana. Esto suponía que el marco de la interferencia del hombre con el mundo está fijado, y
que las acciones humanas no lo alcanzaban, pues los efectos potencialmente perturbadores de
ese orden eran absorbidos y anulados por los procesos generales: la organización u ordenación
del mundo humano era suficientemente fuerte como para digerir cualquier factor extraño o
cualquier perturbación.

Esta visión hacía que en esa época no existieran las condiciones que permiten entender el
trabajo como configurador del mundo.

Quizá en ninguna cuestión se muestra con tanta claridad el cambio de perspectiva que tiene la
modernidad como en el diverso tratamiento que tienen las llamadas omisiones en la época
premoderna, y en la época moderna. En la época premoderna las omisiones, aun voluntarias,
son propiamente omisiones y tienen un tratamiento explícito al lado de los actos de comisión.
La razón es que las omisiones quedan en el individuo y no afectan al mundo, que, de todos
modos, seguirá siendo como es. En la perspectiva moderna, cuando la conciencia del carácter
humano del mundo se acentúa progresivamente, las omisiones voluntarias pasan a ser
consideradas casi del mismo modo que los actos positivamente realizados. La responsabilidad
sobre el mundo y la historia se considera tan fuerte que cualquier actitud, sea de omisión o
comisión, se considera como contribuidora a la configuración del mundo.

EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFIA DEL TRABAJO

La conciencia de que es el mundo mismo el que se va configurando con la acción humana se


irá desarrollando a lo largo del siglo XVIII, que podría llamarse el siglo de la Historia. Lo que en
un principio se presentaba como una simple inversión de acción y contemplación, va calando
en todos los niveles de auto compresión del hombre, que desde diversas perspectivas se ve
como resultado de su propia acción. El siglo XVIII es también el siglo en que se ponen las bases
del idealismo transcendental con Kant, Schelling y sobre todo Fichte.

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Con estos dos elementos -el economicismo que alcanza su culmen en Adam Smith, por una
parte, y el idealismo transcendental por otro- Hegel elabora lo que podríamos llamar la
primera gran filosofía del trabajo, en el más amplio sentido.

El intento de Hegel es reconquistar las dimensiones de la acción humana -facere y agere- que
había señalado Aristóteles. Pero, a la vista del carácter no natural y fijo de la estructura del
mundo humano, trata de dar cuenta de la importancia que tiene el producto de su acción para
el hombre mismo. Si el trabajo humano produce cosas que quedan fuera, el hombre se aliena
en ese trabajo. Por esto la articulación entre facere y agere no puede ser, ni la meramente
instrumental, ni tampoco la articulación moral, pues, para Hegel en ambos casos el hombre
quedaría alienado en su trabajo al perder definitivamente la forma que da a su obra.

En esta perspectiva, las realizaciones de la actividad humana ya no son vistas como simples
productos del trabajo del hombre, sino como manifestaciones peculiares de un "espíritu" -
entendido como totalidad histórica- al que también el mismo hombre debe su propia
existencia determinada: cada hombre es "hijo de su tiempo", es decir es un producto, no de
unas condiciones naturales de esencia a histórica, sino de una mentalidad, de unas
costumbres, de una educación, que lo hacen esencialmente punto de condensación peculiar
del espíritu (la palabra espíritu significa totalidad histórica).

Pero la doctrina hegeliana no tiene importancia sólo como momento de la historia de la


filosofía, sino también en la determinación concreta de la historia a través de su decisiva
influencia en Marx. La izquierda hegeliana y en concreto Karl Marx llevará a cabo una
interpretación del pensamiento hegeliano que supone una transformación de la dialéctica de
Hegel al ámbito de la actividad trabajadora, de la intervención del hombre en la naturaleza,
que es vista como la realidad configuradora real del mundo. Cualquier otra dimensión de la
existencia humana es reducida literalmente a epifenómenos de las relaciones de producción.
Para Marx, la Historia, única ciencia reconocida, es el hacerse del hombre por el hombre, por
medio del trabajo; y el hombre no es más que el parto de la Historia, es decir el producto de un
proceso en el que lo realmente determinante ha sido la satisfacción de las necesidades
inmediatas a través de la actuación en la naturaleza.

Aunque tanto Hegel como Marx presentan sus reflexiones como explicación total de la
realidad, los límites de su planteamiento son muy graves. Tienen el mérito de haber
descubierto aspectos ignorados, y de haber afrontado problemas estrictamente nuevos, pero
en la medida en que se dejan embriagar por la novedad de lo descubierto, sus doctrinas son
necesariamente parciales, y, en tanto que elevan su perspectiva a criterio absoluto y reducen
todas las otras dimensiones a epifenómenos o derivaciones de sus postulados, sus doctrinas
son distorsionantes y falsas.

En esa perspectiva, la persona humana queda literalmente disuelta en la colectividad; no se


puede reconocer ningún aspecto, ni ninguna dimensión, ni ningún espacio de la persona que
no sea función de las relaciones sociales.

Y, por supuesto, si el hombre es disuelto como simple momento del devenir, la naturaleza
humana queda aún más disuelta en una total falta de significación propia. En el mundo no
pueden encontrarse, desde esa perspectiva, significaciones propias; es reino de una facilidad

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muda y neutra, simplemente sometida al dominio económico o productivo del hombre. Si


"todo fluye" es inútil tratar de encontrar significados supuestamente derivados de una
naturaleza permanente, que resulten interpelantes para la acción humana. No puede
reconocerse algo así como una "norma natural", o "ley natural". Tampoco tendría sentido la
búsqueda de una organización de la pluralidad humana a partir de "lo que el hombre es".

La perspectiva historicista y sus estructuras

El cambio inicial tiene lugar cuando en vez de sentirse el hombre situado en un mundo estable,
pasa a sentirse situado en medio de un mundo en el que todos los elementos van cambiando.
Cuando, por el desarrollo de la técnica, los objetos que el hombre ha construido y que
configuran su mundo -desde las ciudades y las casas, las ordenaciones legales y los planes de
estudios, hasta los objetos de uso más menudo y cotidiano, como la pluma o la máquina de
afeitar- son constantemente sustituidos por "otros mejores". Este fenómeno, que ha tenido
lugar desde siempre, era tan lento que, hasta hace poco, los cambios no eran particularmente
sensibles en el espacio de una vida humana. Sin embargo, desde hace unas décadas, la
capacidad de perfeccionamiento técnico es tan abrumadora que la mayoría de las cosas que
usamos ceden rápidamente su lugar a otras. Ya no tenemos un mundo configurado por
realidades estables, sino por industrias o procesos que nos proporcionan constantemente
otros objetos. La durabilidad ya no es una cualidad deseable, pues supondría un obstáculo
para la renovación. El famoso Volkswagen hace unos años se anunciaba como un coche capaz
de andar casi sin límite de kilómetros: aún se estaba en la perspectiva del mundo constituido
por objetos durables. Sin embargo, desde hace una década se ha dejado de hacer. Lo que se
pretende es que los objetos de uso cumplan su función cada vez más perfectamente y estén
prontos a ser sustituidos por los nuevos productos en cuanto sean elaborados. El desarrollo
técnico induce un mundo constituido por objetos de "usar y tirar". Los actuales relojes de
circuitos impresos constituyen un ejemplo típico. Su exactitud, y, por tanto, la capacidad de
cumplir su función es mucho más elevada que la de los más costosos relojes antiguos. Pero ya
no es concebible que, como antaño, un padre deje en herencia a su hijo el reloj.

Si, al principio de este capítulo, decíamos que hay una distinción entre las actividades o
trabajos humanos por los que el hombre atiende a las necesidades de la vida y no deja nada
tras de sí más que el mismo proceso de la vida, y aquellas actividades por las que el hombre
fabrica cosas pretendidamente durables, hemos de decir que esta distinción tiende a ser
disuelta por la técnica. Los objetos ya no son pretendidamente durables y cada vez se parecen
más a los metabolitos.

Aunque no cabe duda de las ventajas que la técnica ha proporcionado a la vida humana,
estamos ya muy lejos de la adoración del trabajo productivo que era característica de los
comienzos del desarrollo científico y técnico. Las reservas frente al ilimitado desarrollo de la
técnica no surgen únicamente de los miedos nuevos que invaden al hombre ante las
sobrecogedoras capacidades destructivas o manipuladoras que la técnica va ofreciendo. Ese es
su aspecto más elemental. La cuestión no nace sólo de los productos peligrosos que la técnica
permite fabricar, sino de la técnica misma en cuanto se alza como configuradora fundamental
del mundo. Lo que se cuestiona es si un mundo tan configurado por el trabajo es
verdaderamente humano, o, si más bien, la adoración del trabajo, la pasión por el trabajo no
puede situarnos en un entorno que se vuelva contra el hombre.

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No se trata, evidentemente, de añorar la idílica existencia campestre, sino de señalar los


límites humanos de esa laboriosidad, sin descanso y sin contemplación, sin reposo junto a
alguna trascendencia.

Ciertamente, no todo en nuestro mundo actual está sometido al dominio de la técnica. Aún
hay muchas cosas estables en el ámbito de nuestra existencia. Pero la cuestión no es lo que
hay de permanente, sino la mentalidad de cambio, de mejora, de progreso, que induce el
llamativo "usar y tirar" de tantas cosas. Es la mentalidad según lo cual lo nuevo es bueno y lo
antiguo es malo. La institución del "best seller" es una muestra de cómo, aun en el ámbito de
la literatura, las creaciones tienen una vigencia muy reducida, casi como los periódicos.
Algo similar podría decirse de la música: ya no se trata de crear "otra" música, además de la
que compusieron hace años. También aquí el cambio es más profundo. Quizá todavía se dice
de algunas composiciones que "quedarán". Pero la inmensa mayoría de las producciones
musicales están sometidas a la misma ley del metabolismo total; se consumen durante unos
meses y después ya queda anticuada, pierde vigencia y otras ocuparán su puesto.

Esta perspectiva tiene el valor positivo de mostrar algunas características reales de la


condición humana que no habían sido advertidas o señaladas en explicaciones intelectuales
anteriores, pero tienen, como decíamos, la limitación de su parcialidad, y cuando inspiran una
organización humana, es decir, cuando alcanzan una vigencia práctica, su parcialidad se
convierte en falsedad que falsea, es decir, maltrata la propia realidad humana.

Riesgos de la sociedad configurada por el trabajo

Podemos señalar dos características negativas del mundo configurado según la visión
omnideterminante del trabajo.

La primera es que la sociedad se hace consumista, es una sociedad de consumo. Con esta
expresión no se trata solo de denominar una sociedad constituida por personas que en sí
mismas sean derrochadoras y no tengan la virtud de la templanza. El alcance de esa expresión
es más hondo. Se trata de una sociedad, de un mundo humano, en el que las realidades que lo
constituyen ya no son objetos estables destinados a ser usados de un modo duradero, sino
objetos de durabilidad breve respecto a la vida de la persona; por tanto, son objetos que
podrían denominarse de consumo.
Lo característico de este mundo es que esa poca durabilidad de las cosas no se debe a defectos
involuntarios en su elaboración, sino, como hemos visto ya, se debe a la estructura misma del
sistema de la primacía del trabajo, de la actividad productiva cada vez más plenamente
dominadora. El consumo, la renovación de sus objetos de uso, por parte de las personas, viene
a ser un requerimiento del sistema producido por la perfección material creciente. Si las
personas que viven en esa sociedad adoptasen una actitud "ahorrativa" y pusieran los medios
para conservar lo más posible sus objetos de uso, el sistema productivo se colapsaría.
Esta situación da lugar a un tipo humano cada vez más lleno de necesidades. Los sistemas de
propaganda se han afinado para engendrar necesidad de los nuevos productos más
perfeccionados, de modo que, si faltan, la vida parezca desprovista de elementos
fundamentales. La sociedad de consumo engendra hombres perennemente insatisfechos.

Es indudable que en esta sociedad, el hombre dispone cada vez de más instrumentos para

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hacer lo que quiera. Pero es justamente el carácter instrumental de los productos lo que
puede resultar obstáculo para dar una valoración humana a esa sociedad. En efecto, puede
afirmarse, que los instrumentos no son de suyo ni malos ni buenos, y que, en la medida en que
permiten al hombre alcanzar sus objetivos con menos resistencia material, son buenos. La
cuestión es que no se trata sólo de una situación en la que el hombre tiene mejores
instrumentos, es decir, no se trata de comparar situaciones en las que los instrumentos son
precarios, con otras en las que los instrumentos están más perfeccionados, sino de valorar una
situación en que los instrumentos van siendo progresivamente mejorados. Entonces se
advierte que, junto a la ampliación progresiva de intervenciones del hombre, se dan también
otros efectos, que no es seguro que hagan al mundo más humano.

Además de las necesidades crecientes, se induce en el hombre una actitud de confianza en el


dominio total de los procesos materiales de la naturaleza, de modo que para todas las
limitaciones y dolores que se encuentran en la vida casi se exige la solución por vía del dominio
científico-técnico. La primacía de la acción sobre la contemplación se traduce enseguida en
una preeminencia de la actitud intervencionista respecto a la actitud de la búsqueda del
sentido de los fenómenos naturales. En ningún ámbito de la vida se muestra tan claramente el
carácter corruptor de esa inversión como en el cambio de actitud respecto al dolor. Desde
siempre trató el hombre de encontrar el modo de mitigar sus dolores. Pero esa búsqueda no
era obstáculo para encontrar un sentido al dolor mismo. Actualmente, el dolor es casi
exclusivamente un desencadenante de la lucha del hombre por eliminarlo. El dolor en sí
mismo ha dejado de ser un misterio ligado estrechamente al misterio mismo del hombre y ha
pasado a ser una perturbación técnica que ha de ser tratada técnicamente por los expertos.
Ciertamente esta actitud ha conducido a progresos valiosísimos en la Medicina, pero ha
dejado, o corre el riesgo de dejar, al hombre literalmente indefenso ante el dolor inevitable. El
crispado recurso a psicofármacos en casos donde lo que se necesita es ejercicio de virtudes, y
los casos cada vez más frecuentes de suicidios por causas objetivamente nimias tienen raíces
comunes en la unilateral confianza en el dominio total del hombre sobre la naturaleza. La
sociedad de consumo es una sociedad destemplada que confía siempre más en la ayuda que a
la vida humana pueden prestar los artefactos, y se aparta consiguientemente del cultivo de
aquellas dimensiones vitales en las que la técnica puede prestar menos ayuda. La sociedad de
consumo es una sociedad superficial, sensual, trepidante y aburrida.

Si el desarrollo de la técnica es válido, lo es como correctivo de la situación en la que el


hombre era impedido para vivir humanamente por factores materiales. Pero cuando la técnica
llega a configurar de modo decisivo la sociedad, los correctivos que se necesitan son mucho
más poderosos, y quizá dolorosos.

Además de aburrimiento y crispación, la febril sociedad consumista da lugar a un


extrañamiento del hombre respecto de su trabajo, como no había existido nunca, y para el
que, además, no es fácil vislumbrar soluciones.
En efecto, la producción de artefactos funcionalmente cada vez más perfectos supone una
complejidad en el proceso productor que es difícilmente abarcable con una sola mirada. Más
aun, dada la matematización de muchos de los problemas de investigación básica, se ha
llegado a la paradójica situación en que muchas de las cosas que hace el hombre no las
entiende nadie. Las Matemáticas permiten proyectar gran parte de los problemas técnicos
sobre una base operativa de extraordinaria eficacia, pero que, aunque permita operar,

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enseguida se convierte en algo no inteligible: las Matemáticas, al principio son una ayuda para
elaborar con rapidez y precisión procesos conceptuales, pero cuando empiezan a desarrollarse
según sus leyes propias, dan lugar, enseguida, a operaciones que no son conceptualizables, y la
técnica se le escapa al hombre de las manos. Se hace problema "dominar el propio dominio".

Esta es la segunda característica negativa del mundo configurado por la técnica. La


complejidad del proceso de producción de esos productos tan sofisticados, requiere que cada
uno de los que intervienen realice sólo una mínima parte, desconociendo en la práctica lo que
realizan los otros que también intervienen en el mismo proceso.
La complejidad de lo que exige ser realizado por varias, o quizás muchísimas, personas podría
quizá ayudar a formar la conciencia de estar trabajando en equipo, pero en la práctica esa
pretensión resulta excesiva, pues supondría que cada uno de los que intervienen alcanza la
totalidad y es capaz de entender su trabajo precisamente como parte de un proceso cuyo
sentido reconoce y hace propio. Eso es una pretensión antropológica excesiva y, además,
resulta contraria a la propia tendencia del proceso donde, por la fragmentación en pasos cada
vez más pequeños, lo que se requiere de cada uno de los que trabajan en él es tan simple que,
como advirtió agudamente Marx, conduce a la anulación de la diferencia entre trabajo diestro
y trabajo inhábil.
Esta fragmentación del trabajo no es sólo debida a la complejidad del producto pretendido,
sino a la búsqueda de la productividad. En esto coinciden los análisis de Adam Smith y Karl
Marx: la productividad se debe a la división del trabajo más que al trabajo mismo.

La primacía del trabajo en la consideración de la sociedad, conduce a considerar la sociedad


humana como una organización laboral, es decir, como el artificio racional para articular la,
convivencia, de modo que los trabajadores confluyan en su labor para producir más y mejor.
Esa sería una articulación mecánica que hace de la política una técnica y de la sociedad un
edificio constituido según el modelo de las construcciones técnicas, en las que cada uno de los
elementos es ajeno al conjunto, encontrándose integrado en él sólo por factores extrínsecos.

Es posible que el empeño por superar las dificultades inherentes a este sistema social sea muy
difícil. Quizá la clave de todos estos problemas esté precisamente en la importancia que se le
ha dado al trabajo productivo. Aunque se disfrace de la necesidad imperiosa de "crear bienes",
la organización social basada en ese trabajo descansa sobre el tremendo error de considerar al
hombre sólo como un ser que trabaja, o destinado al trabajo. Esta idea es estrictamente
moderna, y, en los términos en que viene planteado hoy, es ajena a la visión cristiana del
hombre.

ELEMENTOS PARA UNA CONSIDERACION ETICA DEL TRABAJO

La perspectiva que debemos adoptar para el tratamiento ético del trabajo no puede ser
meramente mecánica, o económica, pues no nos interesa primeramente la articulación de las
fuerzas físico-químicas que indudablemente son siempre involucradas en el trabajo humano, ni
tampoco nos interesa directamente la productividad y las interrelaciones debidas o requeridas
para una mayor eficacia.

El tratamiento ético reclama una perspectiva desde la humanidad del hombre, es decir, nos
interesa, según habíamos visto en el capítulo primero, poner de manifiesto de qué modo la
humanidad del hombre está involucrado en las actividades denominadas trabajo, y, por tanto,

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de qué modo los diversos aspectos de esta actividad son materia de interpelación ética para la
libertad humana.

Principios antropológicos fundamentales para una ética del trabajo

Frente a las abundantes filosofías del trabajo basadas en la productividad del hombre, hemos
visto que lo que constituye al hombre en cuanto tal es su apertura a Dios. Sin esa apertura a la
trascendencia absoluta, la peculiaridad de la persona humana se volatiliza, ya no hay modo de
fundamentar adecuadamente ni la dignidad absoluta del hombre ni, por tanto, su radical
trascendencia respecto a la naturaleza de la que también forma parte.

5.2 Moralidad y moral como códigos de conducta

La conducta moral humana ¿Neuronas del bien y del mal?

“La invención de la moral”. Es el título de una conferencia que vi anunciada hace unos días. Y
me llamó la atención. Título que venía a cuestionar algo que parece tan absoluto y tan obvio
como la noción de lo que está bien o mal en lo que respecta a nuestra conducta. ¿Acaso la
moral depende del momento histórico? Según el conferenciante, filósofo e historiador, la
moral, así como la entendemos actualmente, es un concepto inventado a partir de la época de
Nicolas de Maquiavello (1469- 1527) y Jehan de Mandeville (1300-1372) y en contraposición a
las fórmulas moralmente discutibles preescritas por estos autores (véase, por ejemplo, en el
diccionario, “Maquiavélico”: que tiene características como la perfidia, la falta de escrúpulos y
la astucia.). Parece ser que desde un punto de vista histórico la noción de moral no ha existido
siempre, o al menos, no ha sido siempre la misma. Entonces, el criterio de lo que está bien o
está mal no es absoluto ni obvio.

La definición de moral (del latín moralis) o ética (del griego ethikos) en origen hace referencia
al consenso en las costumbres de un grupo social, o a una indicación para actuar de una
manera determinada pero no de otras. Estamos hablando de conducta. Entonces, ¿podemos
hablar de la moral en términos neurobiológicos? Creo que hoy en día, siglo XXI, la mayoría
coincidiremos en que sí. Sin embargo, algunos dirán que sólo en tanto en cuanto la moral
requiere los más altos niveles de razonamiento frío y objetivo, que supuestamente reside en
áreas “superiores” de nuestro cerebro. Según esta perspectiva, la moral nos aporta una serie
de reglas objetivas que nosotros asumimos y utilizamos en nuestra conducta social. Esta visión
da pie a considerar la moral como algo de corte sobrenatural (el Bien y el Mal), absoluto y que
nos viene dado (léase, moral religiosa). Incluso se ha visto en la moral humana algo que
enaltece nuestro cerebro y lo pone a años luz del cerebro del resto de los animales, incapaces
de distinguir el Bien del Mal. ¡Nada más lejos de la realidad! La verdadera perspectiva, según
recientes estudios en el campo de las neurociencias, es que la moral es una cualidad intrínseca
a nuestra conducta social, y que por tanto es subjetiva. El desarrollo adecuado de la conducta
moral requiere cualidades como la motivación y la emoción, y depende del funcionamiento de
áreas específicas de nuestro cerebro. Dicho sea de paso, según la neurobiología actual, el
razonamiento siempre implica un componente emocional (ver “El error de Descartes” Antonio
Damasio), y en muchos casos cuando éste falta se habla de patologías en la conducta (ver más
abajo).

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La capacidad de decidir si algo está bien o no en nuestra convivencia social diaria depende de
la correcta interacción entre áreas determinadas de nuestro cerebro. ¿Por qué sabemos esto?
Como en otros campos de las neurociencias, el conocimiento acerca de la conducta moral está
siendo posible gracias a los cambios documentados de esta conducta en pacientes con un
malfuncionamiento cerebral, en donde se pueden discernir lesiones concretas en áreas
específicas del cerebro. Ejemplos claros de cambios en la conducta moral se dan en pacientes
con daño en el lóbulo frontal. En un reciente trabajo de Antonio Damasio y sus colaboradores
(Anderson SW et al., Nature Neuroscience, 2, 1032-1037, 1999), se describe la historia clínica y
los resultados aportados por técnicas de imagen cerebral, de dos pacientes con lesiones en la
corteza prefrontal. En edad escolar, sus profesores observaban que estos sujetos “nunca
mostraban sentimientos de culpa o remordimiento por sus actos”. No se encontró en ellos
ninguna evidencia de empatía, culpaban a otros de sus dificultades sociales y eran incapaces
de tomar decisiones o evaluar las consecuencias de sus actos. La lesión en la corteza
prefrontal, sobre todo si se da a edades muy tempranas, tiene como consecuencia un
desarrollo anormal de la conducta moral en estos individuos. Estos sujetos mostraron, por otro
lado, capacidades intelectuales normales como, por ejemplo, aritmética mental, razonamiento
verbal, percepción visuoespacial. Según los autores, el daño en esta área cerebral puede
comprometer el papel crucial que juegan las emociones en la toma de decisiones en un
contexto social determinado. Además de estos estudios de lesión, otras investigaciones han
mostrado mediante técnicas de imagen cerebral que la activación de áreas como la corteza pre
frontal y la amígdala se correlaciona con el contenido moral (en algunos casos violaciones
morales) de fotos observadas por los sujetos sometidos a experimentación (Harenski CL and
Hamann S, Neuroimage, 2005). En base a estos y otros muchos estudios, actualmente hay
diferentes modelos que tratan de explicar cómo emerge el fenómeno de la moral a partir del
funcionamiento de nuestro cerebro (Moll J et al., Nature Reviews Neuroscience, 6, 799-809,
2005).

Hace varios meses vi anunciado un congreso que iba a tener lugar en Paris en Enero de 2005
titulado “La neurobiología de los valores humanos”. Y pensé que el futuro está más cerca de lo
que pensamos. Reconozco que dejar los Valores humanos en manos de algo tan maleable y
sujeto a cambios como es el cerebro, produce una incómoda sensación de desasosiego. ¿Se
cierne sobre la Humanidad un relativismo moral devastador? Porque..., ¿cuándo es alguien
bueno o malo? ¿Dónde quedan el premio y el castigo? ¿Cómo podemos recriminar a alguien
por actuar amoralmente si es víctima de una lesión en su cerebro? Creo que las sociedades de
un futuro no muy lejano tendrán que redefinir muchos conceptos como responsabilidad,
culpa, remordimiento y libertad. ¿Llegaremos algún día a asumir esto? ¿Llegaremos a asumir
que el único Juicio Final que va a tener lugar está ocurriendo constantemente en nuestro
cerebro?

5.3 La Ética de situación y las racionalizaciones

En la década del 1960 se discutió la ética de situación. Sus defensores afirmaron que la
respuesta ética que había que tener frente a una situación determinada dependía de la mezcla
concreta de factores que se diesen en aquella situación. En un caso de infidelidad, por
ejemplo, los expertos en ética de situación querrían saber, entre otras cosas, cuales son las
circunstancias del matrimonio. Los que se oponían a esta ética de situación se mostraron

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indignados ya que intuían que este razonamiento se podía utilizar para justificar cualquier cosa
que una persona quisiera hacer. Algunos de los que se oponían adoptaron una posición
absolutista: la infidelidad siempre es un error, sean cuales sean las circunstancias.

Paradójicamente, a veces, ignorando los factores específicos de la situación es cuando


creamos la oportunidad para que se den acciones interesadas.

Unos ladrones entran en un banco y obligan a clientes y personal a ponerse en fila contra la
pared y empiezan a quitarles las carteras, los relojes y las joyas. Dos de los contables del banco
forman parte de los que esperan su turno. El primer contable súbitamente pone una cosa en la
mano del otro.

Al hablar de ética. o moral de situación, conviene distinguir entre dos manifestaciones


diferentes, aunque muy ligadas entre sí, dentro de esta corriente moderna: de una parte, una
especie de existencialismo ético (V. EXISTENCIALISMO IV), que exagera el valor de la s., de las
circunstancias en el obrar moral; de otra la negación de toda norma moral objetiva que hace
del «amor» la única regla moral en cada circunstancia concreta. La primera fue analizada y
criticada por Pío XII en un discurso del 18 abr. 1952; la segunda, continuación de aquélla, es la
que está presente en la llamada teología de la secularización (v.). 1. Descripción de la ética de
situación en las enseñanzas de Pío XII. El papa Pío XII en una alocución a la Fédération
Mondiale des Jeunesses Féminines Catholiques, el 18 abr. 1952, analiza los rasgos
característicos de esta «nueva moral», a la que denomina existencialismo ético, actualismo
ético, individualismo ético y é. de s., moral que habrá sido preconizada por algunos teólogos
protestantes (K. Barth, F. Gogarten, etc.), llegando a influir en algunos pensadores católicos. El
rasgo predominante de esta «nueva moral» radica en el hecho de que el poder de decisión de
carácter ético ya no se basaría en leyes morales universales, sino más bien en circunstancias
individuales y concretas según las cuales la conciencia del individuo está llamada a actuar, pues
-se aduce- toda persona humana es única y la s. individual y concreta en la que se encuentra
no puede ser repetida. Resultado de ello es que la conciencia (v.) del hombre, y sólo ella, está
en condiciones de poder juzgar la decisión ética invocada en un caso determinado. La moral de
s. o moral de circunstancias, si bien no niega expressis verbis la validez universal de los
principios morales (v. LEY II y VII), los relega a un segundo plano, ya que, de acuerdo con su
doctrina, la conciencia del hombre está autorizada a tomar sus propias decisiones (que pueden
estar o no de acuerdo con los principios generales de la ley moral), según las circunstancias
individuales en las que el hombre se encuentre: la conciencia será «activa» y «creativa», no
meramente pasiva y receptiva, ya que a los ojos de Dios, afirman, la conciencia del hombre
tendrá prioridad sobre las leyes y preceptos. Es, por tanto, la conciencia la que debe decidir en
una s. determinada cuál es la decisión moral correcta. El hombre no puede fiarse de principios
morales abstractos que tendrán poca o ninguna validez en la s. individual concreta e
irreemplazable en la que él se encuentra. La é. de s. mantiene una «moralidad individual» en la
que el «yo» del hombre se enfrenta al «yo» de Dios. En esta confrontación personal, el
hombre toma su propia decisión y acepta el yugo de su responsabilidad individual. Dios, dicen,
espera del hombre que se guíe por buenas intenciones y quiere que su respuesta sea sincera,
ya que la acción en sí misma no le preocupa a Él. Se afirma que el hombre actual ha alcanzado
su mayoría de edad y por ello este tipo de moral se adapta a la medida de las necesidades que
esa madurez le impone. Ahora más que nunca está llamado a llevar sobre sus hombros todo el
peso de su responsabilidad personal y a no tomar decisiones morales per procura, es decir,

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confiándose en un código de leyes que le son impuestas desde fuera. Esta «nueva moral» -
dicen sus defensores- tiene la enorme ventaja de hacer al hombre mucho más consciente de
su libertad y responsabilidad; además, le protege de la hipocresía, de la fidelidad farisaica a las
leyes que habría sido la trampa de la moral tradicional. La é. de s., en la forma descrita, ha sido
presentada a veces como una protesta violenta contra una excesiva simplificación de los juicios
morales, como si la acción moral sólo se midiese, de un modo abstracto y frío, por la ley, sin
contar para nada con la intención del sujeto y con su situación concreta. Efectivamente, una
excesiva simplificación de los juicios morales podría llevar a la despersonalización del hombre,
dando a la esfera moral un carácter jurídico, duro e impersonal (v. LECALISMO). Conviene
recordar, sin embargo, que la doctrina moral católica siempre ha valorado debidamente el fin y
las circunstancias en el acto moral, sin dejar de afirmar a la vez que el fin o las circunstancias
no pueden justificar una acción intrínsecamente mala según la norma moral. Pío XII
refiriéndose a ese carácter universal de la norma moral recordaba que la ley moral comprende
y abarca todos los casos individuales. Es, por tanto, erróneo establecer una dicotomía entre la
ley misma y su aplicación concreta a los casos individuales. El odio a Dios, la negación de la fe,
el perjurio, la blasfemia, la idolatría, el adulterio, la fornicación, el robo, la masturbación, etc.,
están prohibidos siempre por Dios. Ninguna circunstancia, por muy sutil que ésta sea, puede
justificarlos. Sería erróneo creer que la moral tradicional descansa sobre principios abstractos,
desconectados de las circunstancias concretas en las que se encuentra el hombre. Por el
contrario, siempre se ha afirmado que las circunstancias particulares en las que se encuentra
el hombre proyectan luz sobre el modo en que deben aplicarse los preceptos morales. El
Pontífice hace tres consideraciones a las afirmaciones de los defensores de la é. des.: 1) la
buena intención, aunque es importante, no basta para garantizar el carácter moral de un acto;
2) el hombre no puede nunca causar un mal para conseguir que de su acción pudiese resultar
algún bien (cfr. Rom 3,8); 3) hay situaciones en las que un cristiano está llamado a sacrificarlo
todo, incluso su propia vida, con tal de no quebrantar una ley moral (ejemplo de los mártires).
Terminaba su breve exposición sobre la «nueva moral» subrayando que la moral tradicional ha
insistido siempre en la importancia de velar por la formación de la conciencia que lleva a la
auténtica madurez cristiana. Esto no obstante -añade- por muy maduro que pueda ser un
hombre, no debemos perder de vista el hecho de que Cristo es y sigue siendo nuestra Cabeza y
nuestro Maestro, y en consecuencia la auténtica madurez implica la libre aceptación de las
obligaciones morales, que son independientes de los caprichos y deseos humanos. 2. La moral
de situación según el pensamiento de los autores de la «teología de la secularización». Desde
la alocución de Pío XII, la é. des. va tomando una forma más virulenta. Bajo la influencia de
autores como Bultmann (v.), Bonhóffer (v.), E. Brunner (v.), Tillich (v.), Robinson, Fletcher, etc.,
se ha ido convirtiendo en un ataque abierto a la moral tradicional. Su ética está basada en una
regla de oro: sigue la norma moral o quebrántala, de acuerdo con las necesidades del «amor».
El «amor» es la clave de la ética de situación. Es una moral que sólo conoce una obligación:
amar. Hay un solo absoluto: el «amor». De la sabiduría tradicional hemos heredado muchas
reglas generales más o menos verdaderas. Para el «situacionista» ninguna de estas reglas es
absoluta. Sólo son buenas en cuanto su aplicación favorezca el «amor» en una s. concreta y
particular. Éste es -según ellos- el significado de kairós, es decir, el momento de decisión en el
cual el hombre descubre si la sophia, la sabiduría, puede servir al «amor» o no en esta
situación concreta. El legalismo (v.), aferrándose a la letra de la ley, según los «situacionistas»,
puede resultar inhumano. La é. de s., por el contrario, coloca a las personas por encima de los
principios y es, por tanto -según dicen-, esencialmente «humana». La moralidad considerada
únicamente como reguladora de los relaciones entre los hombres. Según los «situacionistas»,

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la moral trata de las relaciones humanas, entendiendo esto en un sentido restrictivo o


reduccionista. Expliquémoslo con más detalle.
1) En primer lugar porque se pone el acento sobre lo «humano», mientras que la moral
cristiana ha subrayado siempre que la obligación primaria es hacia Dios. Hay acciones
perversas dirigidas directamente contra Dios mismo (blasfemar, p. ej.); hay acciones que
ofenden a Dios al ser dirigidas contra los hombres (el robo). La moral de s. olvida que el pecado
(v.) es sobre todo ofensa contra Dios y lo considera sólo como una falta de preocupación por el
bienestar del hombre. No es meramente una diferencia de énfasis; es una diferencia esencial,
pues la glorificación de Dios a través de las buenas obras, y la ofensa a Dios a través del
pecado, quedan ahora sustituidas por una consideración pragmática de lo que es ventajoso al
hombre o a la humanidad. Por otra parte, el hecho de que ciertas obras puedan ser malas
aunque no incidan en otras personas (p. ej., la masturbación; v.) quedaría también
postergado.
2) La é. de s. supone además que la moral es un encuentro entre personas en el que no hay
ninguna relación a principios éticos, ya que -falsamente- consideran a éstos como
«despersonalizantes». Critica la moral tradicional por su tendencia de subordinar las personas
concretas a las reglas abstractas de conducta. «Cualquier cosa es `buena' sólo porque es buena
para alguien», dicen. Pretende ser, por tanto, una ética «personalista», caracterizada por su
calor y su humanidad en contraposición a la «frialdad» e «impersonalidad» de la moral
tradicional. La é. de s. se preocuparía por el bien concreto de un hombre concreto, hic et nunc,
rehusando sacrificar el bien del hombre en aras de las normas. Las normas serían para las
personas y no viceversa. Lo que la é. des. no tiene en cuenta es el hecho de que la auténtica
moral tradicional considera a las leyes morales no como normas abstractas, impuestas
arbitrariamente, sino más bien como bienes y valores concretos que reflejan la perfección de
un Dios infinitamente santo (v. B). Como ya se decía más arriba, el pecado no es algo que va
sólo dirigido contra principios abstractos, sino contra el Dios vivo y concreto. La regla de oro
del «amor». Según los «situacionistas», el legalismo consistiría en identificar el amor con la
obediencia a las leyes. Esta crítica estaría en parte justificada si por ley sólo se entiende ley
humano-positiva. Su error está en que la é. de s. no distingue claramente entre la ley divina y
humana, entre la ley natural y positiva (v. LEY VII). Despreciando olímpicamente las palabras
de Cristo: «Quien me ama, guarda mis mandamientos», afirman que las leyes hay que
obedecerlas o quebrantarlas según las exigencias del «amor». Estamos de acuerdo en que si
una persona ama de verdad su acción estará de conformidad con este amor, pero esto no nos
autoriza a identificar la prueba de amor -hacer el bien al prójimo- con el amor mismo. La
dificultad se ve todavía más agravada por el hecho de que el amor queda, finalmente,
equiparado con la justicia (v.): amar es dar a uno lo suyo, es decir, calcular en una situación
dada cómo se servirá mejor el interés de esta persona. Con el fin de captar el abismo que
separa la concepción del amor situacionista de la concepción cristiana, sólo necesitamos
comparar la afirmación de que «el amor es algo que nosotros hacemos por el prójimo» con el
capítulo 13 de la Epístola de S. Pablo a los Corintios: «Si yo doy a los hombres todo lo que
poseo... y no tengo caridad... no soy nada, nada me aprovecha». Es aquí donde la é. de s.
revela verdaderamente las fuentes de su pensamiento: comparte los dogmas fundamentales
del utilitarismo (v.) de 1. Bentham (v.) y 1. Stuart Mill (v.), cuyas únicas normas morales serán
un «amor» que tiende a conseguir el mayor bien para el mayor número de personas. Esto
implica un cuidadoso cálculo de las consecuencias mediatas e inmediatas de una acción cuya
justificación está precisamente en que aportará un aparente aumento general del bien. Nueva
jerarquía de valores. En tanto que la moral cristiana ha dado siempre prioridad a los valores o

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bienes morales (la justicia, la pureza, la generosidad) por encima de otros valores (p. ej., bienes
como la vida, la propiedad, etc.), la moral de s. tiende a trastocar completamente esta relación
y enfoca los valores morales como medios para la realización de aquellos otros valores. Esto es
cierto a pesar del énfasis que pone en el amor (un valor moral), ya que éste en realidad sólo es
un medio empleado para llevar a cabo la realización de bienes extra-morales tales como la
felicidad humana. Estos bienes -aunque nos imponen obligaciones morales- no son por sí
mismos los portadores de los valores morales. Una clave para llegar a entender la é. de s. es
percatarse de que, según ellos, el bien y el mal no son «propiedades» sino «atributos»,
concepción de la que se origina que la misma cosa pueda ser a veces buena y a veces mala.
Esta postura lleva a destruir uno de los criterios de la moral: la diferencia entre valores que son
intrínsecamente buenos (justicia, pureza) y aquellas cosas que reciben el carácter de buenas
porque pueden, p. ej., beneficiar a una persona. Para los «situacionistas» ninguna cosa puede
ser llamada buena ni mala en sí misma; recibirá su carácter de buena o mala de acuerdo con la
situación. De ello resulta que el adulterio o el aborto, la fornicación (que la moral cristiana ha
calificado siempre como males) pueden ser calificados de «buenos» en ciertas ocasiones y bajo
determinadas circunstancias. Los «situacionistas» no dicen que el adulterio sea
intrínsecamente bueno, sino que hay circunstancias que pueden hacer que lo sea, porque
contribuye a la realización de algún fin deseable. El aborto puede ser legítimo si realiza algún
bien; si sirve, por ej., a la salud mental de la madre. Aquí tenemos un caso claro de un dis-valor
moral (el aborto) que se ve «legitimado» porque puede servir -o se pretende que puede servir-
a la salud mental de la madre (un bien moralmente relevante). La prioridad absoluta que los
valores morales permanentes tienen sobre los valores moralmente relevantes es negada de
facto por los «situacionistas» (sobre esta terminología, cfr. D. von Hildebrand, Ética Cristiana,
o. c. en bibl. cap. 17 y 19; v. MORAL I, B). La é. de s. renuncia al carácter categórico de la ley
moral y lo sustituye por obligaciones hipotéticas: «si esta acción en particular resulta que sirve
para el amor, entonces debes realizarla». El resultado de este criterio de moralidad lleva en
definitiva a la tesis de que el fin justifica los medios. De acuerdo con su posición, el empleo de
cualquier medio puede ser legitimado si es para conseguir un bien: por ej., un desvalor moral
(el aborto) puede ser empleado legítimamente como un medio para la realización de un bien
moralmente relevante. Aquí es donde el abismo que separa la é. de s. de la moral tradicional
se hace más visible. Para la moral cristiana, ningún bien moralmente relevante, por muy
elevada que sea su categoría, y aunque pueda ser deseable, podrá justificar jamás un acto
moralmente perverso (esto es, un acto que en sí mismo y por sí mismo sea moralmente malo).
Hay acciones cuya inmoralidad es tal que están marcadas por un velo absoluto. Ninguna
circunstancia por muy importante que sea, ninguna «buena intención» puede legitimar nunca
tales acciones. Empero existen también acciones cuya naturaleza está modificada por las
circunstancias y por la intención con que se realizan. Si un cirujano al tratar de salvar la vida de
un enfermo le opera, y el paciente fallece durante la intervención, la muerte que resulta no
puede ser en modo alguno calificada de asesinato. 3. Conclusión. La é. de s. no es un
fenómeno aislado. Es más bien la expresión ética de una serie de ideas teológicas y filosóficas
bien organizadas que se están difundiendo en el mundo contemporáneo. Aun cuando no se
mencione el movimiento de la muerte de Dios, la é. de s. respalda tácitamente los principales
puntos de vista sustentados por esta corriente: nociones tales como pecado, ofensa a Dios,
recompensa o castigo, retroceden a un último término (o desaparecen del todo) siendo
reemplazadas por el «bienestar de la humanidad», el «futuro y el progreso del hombre». La
obligación moral primaria ya no es hacia Dios sino hacia sus semejantes, es decir, el hombre
está llamado por encima de todo «a servir al mundo», a beneficiar a la humanidad, a trabajar
por el progreso (v. SECULARIZACIÓN). Asimismo, deforma el sentido de la libertad del hombre,

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identificándola con una supuesta «llegada a la mayoría de edad», habiendo sido, por tanto,
liberado del yugo de las obligaciones formales que pudo estar legítimamente impuesto sobre
las anteriores generaciones En la é. de s. encontramos una abierta rebeldía contra la
concepción del hombre como criatura. La noción de «madurez» implica sutilmente que los
hombres ya no estamos atados por la obediencia, sino que ahora estamos totalmente
desarrollados para tomar la vida y el destino en nuestras propias manos. Ni Bentham ni J.
Stuart Mill jamás intentaron presentarnos una concepción auténticamente cristiana de la
moral, pero la moral de s. pretende ser fiel al espíritu del Evangelio. Es fácil ver que esta
pretensión está totalmente injustificada. Se menciona el nombre de Dios, pero de hecho Él no
juega ningún papel en las decisiones humanas: ni su santidad es el ejemplo y norma de las
acciones humanas ni sus mandamientos son tomados como expresiones válidas de su divina
voluntad. Bastaría recordar que en el Evangelio se da prioridad absoluta al amor de Dios:
«Amarás al Señor tu Dios, con todo tu espíritu, todo tu corazón, toda tu alma...» y el segundo
mandamiento es igual al primero: «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Si los
«situacionalistas» tuviesen razón al afirmar que amar es hacer bien a alguien, este tipo de
amor no puede aplicarse al amor del hombre para con Dios; en otras palabras, si su
interpretación del Evangelio fuese correcta el primer mandamiento perdería todo significado.
Esto pone en claro que la moral de s. niega la resonancia eterna de los valores morales;
implícitamente rechaza radicalmente las famosas palabras de Kierkegaard: «Lo ético es el
soplo mismo de lo eterno». V. t.: ACTO MORAL II; CONCIENCIA; EXISTENCIALISMO IV;
LEGALISMO; LEY; MORAL; SECULARIZACIÓN; SINCERIDAD.

5.4 Verdad y mentiras

En toda comunicación humana la mentira está inserta de alguna forma. A veces mansa y
necesaria como la omisión y otras terribles como la ocultación, tergiversación O exageración,
la mentira se transforma en un elemento más de la corrupción que agrava la crisis moral en la
que vivimos.
Los medios de comunicación, integrantes de la sociedad, también participan de la mendacidad,
a veces involuntaria, porque sólo se hacen eco de los mensajes sociales y, otras voluntarias,
cuando sus intereses particulares predominan sobre el interés general.
Aunque en las relaciones sociales las mentiras son un hábito, se debe tener en cuenta que la
mentira ‐‐como dice Luka Brajnovic tanto como la calumnia, el atentado a la buena fama o el
homicidio, es un delito moral porque es contrario a la sana razón. Son ejemplos claros de la
violación de los derechos de la persona a la vida, a la
propiedad, a la fama y a la información veraz. Quien roba, mata, difama o miente, comete
injusticia contra unos miembros de la sociedad y con ello atenta contra la convivencia social.
Buena fe y mala intención Los periodistas reciben crítica por decir la verdad y, también, por no
ajustarse a ella. Los medios son criticados por las mentiras que se hacen, a veces injustamente,
porque sólo son portavoces de los mensajes engañosos de los entrevistados, quienes abusan
de la buena fe de la prensa, manipulando a la opinión pública. Sucede a menudo que los
periodistas terminan siendo involuntariamente los hostiles o desestabilizadores del sistema
democrático, a través de la deformación o exageración deliberada de las fuentes.
También es cierto que más allá del compromiso con la verdad, el periodismo transgrede
normas de convivencia, incurriendo en mentiras que satisfacen apetencias e intereses
personales.

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Lee Brown en Responsabilidad Social de la Prensa dice que la sinceridad, veracidad y exactitud
son valores que hacen que el periodismo valga la pena. Por cualquier consideración de buena
fe un periodista está obligado a ser veraz. No hay excusa por falta de sinceridad o exactitud
que esté dentro de su controlo falta para obtener dominio de estas esenciales cualidades.

Generalmente en los temas económicos, con los rumores, suele haber políticas conspirativas
que se realizan por la prensa o a través de ella. Por eso los códigos de deontología periodística
condenan la emisión de despachos falsos de noticias, ya sea que tengan como propósito
influenciar las cotizaciones de mercancía, elecciones o la venta de valores. Alguna de la más
grande publicidad del mundo no ha sido más que un robo en forma de boletín de agentes de
prensa poco escrupulosos.
Se han hecho millones en el alza y baja de cotizaciones de bolsa causadas por mentiras de los
periódicos enviadas por los reporteros, dice Brown.
Se debe aclarar que en el periodismo, como en todas las demás profesiones, se cometen
errores. Por lo tanto, la falta a la verdad es, a veces, involuntaria o, al menos, no es un
atentado grave cuando la mentira carece de intención. Sobre ello, González Bedoya explica
que un rigorista absoluto definiría a la mentira como la "no concordancia del lenguaje con los
hechos". Sin embargo, con esta concepción desaparecería el humor, perderíamos a nuestros
amigos y seriamos insociables.
Es preciso, por tanto, para delimitar la noción de mentira, la distinción entre mentiras blancas
y negras, reservando la palabra mentira para el estricto o formal abuso del lenguaje: "una
declaración falsa hecha con el propósito de engañar".
Credibilidad y sinceridad Para el periodismo la ausencia de verdad es desastrosamente
contraproducente.
La consecuencia de la mentira es la falta de confianza... de credibilidad. Si bien es cierto que
las últimas encuestas dan a los periodistas como la clase social de mayor prestigio por delante
de los políticos, sindicalistas y militares, cabe destacar que estos resultados no deben tomarse
al pie de la letra, ya que los comunicadores saben también que su prestigio no se refiere a "la
excelencia de la información", sino simplemente a que el público ve en ellos a los dueños de la
imagen, como advertía una editorial de la revista "Criterio".
La información tendenciosa, con el agravante de la exageración del periodismo
sensacionalista, o la propaganda política deshonesta, que no estimula la participación del
ciudadano o lo educa políticamente sino que lo masifica, son fines malos en sí mismos porque
persiguen disminuir la libertad del destinatario. Por el contrario, también existe el deber de
ocultación siempre y cuando la información puede dañar moralmente al público. Pero la
ocultación en forma de una conjura o conspiración de silencio por antipatía, discriminación,
envidia, etc. es un grave delito ético, como dice Brajnovic en Deontología Periodística.
El código de ética periodística de EE.UU. dice que la buena fe hacia el lector es la base del buen
periodismo. Deben hacerse todos los esfuerzos para garantizar que el contenido noticioso sea
exacto, esté libre de prejuicios y se ajuste al contexto y que las opiniones estén presentadas de
una forma equitativa. El fundamento de la ética en el periodismo es la sinceridad. Es su actitud
hacia la verdad lo que distingue a un periodista ético de uno no ético. Naturalmente, no todos
los escritos pueden estar sin errores, pero siempre pueden estar sin errores deliberados.
Más allá de los errores, en el periodismo existen mentiras y muy grandes. Como la de Peter
Wolter de la agencia Reuter. Wolter fue detenido por la policía alemana en 1991, sospechoso
de haber trabajado para el servicio de espionaje de la ex‐Alemania Democrática.
Desarrollando trabajos periodísticos aprovechó para obtener documentos secretos del servicio
de contraespionaje de la ex‐Alemania Federal.

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Este caso sirve para alertar que en el periodismo mundial, tanto como en el nacional, a través
de organismos de inteligencia estatales o no, hay sujetos perniciosos que, infiltrados como
mansas ovejas, hacen indigna la labor profesional del periodismo.
Día a día se reconoce más el derecho del público a estar informado y a conocer opiniones
diferentes. Es un derecho que, si bien pertenece a los ciudadanos en general, o sea al quinto
poder, depende, en la práctica, de la ética y la libertad de los periodistas.
Es aquí donde nace el dilema de la ética periodística, un recurso de conciencia individual que
no puede ser regulado por organismos gremiales ni gubernamentales y que se pone a prueba
en todo momento.
La ética y la libertad dependen una de otra. Albert Camus decía que "cuando la prensa es libre,
puede ser buena o mala, pero es indudable que sin libertad, nunca podrá ser otra cosa que
mala... Para la prensa, como para el hombre, la libertad es la oportunidad de mejorar; en la
servidumbre está la seguridad de empeorar".
¿Quién controla?
Pero, ¿quién controla la ética en la prensa? En el seminario sobre ética periodística, en Puerto
Iguazú en 1989, el ex‐director de "La Voz del Interior" Marcelo García Remonda, manifestó que
"la idea (de la ética) depende totalmente de la libertad personal. Es un control que el individuo
ejerce sobre sí mismo. Es personal; es ∙un deber de toda persona a obedecer las leyes de la
lógica de la razón".

John Merrill, doctor en Filosofía de la Universidad de Missouri, solía explicar que "la ética
periodística es la parte de la filosofía que ayuda a los periodistas a determinar qué es lo
correcto en su actividad como tales; es principalmente una ciencia normativa de la conducta
voluntaria auto determinada. La ética tiene que ver con la auto legislación y auto coerción".
En definitiva, la ética no es otra cosa que la libertad responsable del periodista.
Corrupción informativa El periodista, víctima o cómplice de todas las presiones del medio, no
siempre puede mantener la posición ética como informador.
Así, muchas veces, se llega al objetivo justificando los medios: trampear a un entrevistado,
cobrar el espacio, prestarse a publicar ilícitos que no constan, ocultar las fuentes, inventar
historias, plagiar trabajos y, entre otros puntos, actuar con malevolencia haciendo de los
intereses creados el objetivo de la información.
En el seminario mencionado, el ex director de la revista "El Gráfico", Ernesto Cherquis Bialo,
dijo que "la ética no es una manera de informar sino una actitud frente a la vida. Cada uno de
nosotros sabe sobre sus obligaciones y éstas viven y laten en la conciencia de cada uno".
Sentenció en su oportunidad, al referirse a la responsabilidad social que le compete a la
prensa, que "lo que amenaza a la libertad y la democracia es la política sin ética. Pero la
libertad y la democracia también están severamente amenazadas por una información sin
ética".
En esos términos se advierte que las críticas más que constructivas fueron siempre muy
sonoras. Como la efectuada por la periodista italiana Oriana Falleció en julio de 1983, durante
su visita a Buenos
Aires. Sostuvo ‐‐‐en aquella oportunidad‐ que "los periodistas argentinos son cobardes frente a
los militares".
Otra fue la del periodista inglés Robert Cox cuando .era director del "Buenos Aires Herald", que
se tuvo que ir del país por graves amenazas. Dijo que "ese famoso dicho de que hay que cuidar
la fuente de trabajo es una infamia, le ha hecho muy mal a la prensa. Lo que se debe defender
es la razón por la que uno está trabajando. Escribir
u obviar cualquier cosa por cuidar el empleo, es cosa de cobardes".

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En un editorial de ese diario (3‐05‐81) se decía sobre los periodistas que "todavía hay muchos
que en privado palmean con gusto las espaldas de sus colegas, felicitándolos por defender los
intereses de la comunidad, pero se esconden de la luz de una admisión pública, cuando deben
tomar posición en las columnas de sus publicaciones".

Normas generales
Para muchos todavía la ética periodística es una gran nebulosa que se cierne sobre la prensa.
En cierta forma, la ética profesional está regida por normas judiciales generales, por el criterio
de los directores de los medios y por el buen sentido y la formación humana y profesional del
periodista.
John Merrill decía que la ética tiene que brindarle al periodista ciertas pautas básicas,
mediante las cuales pueda juzgar si sus acciones son buenas o malas, correctas o incorrectas,
responsables o irresponsables. Pero, a falta de reglas específicas, ya que el tema pasa por una
estricta filosofía popular o de vida, la prensa deberá regirse por la libertad colectiva y la
personal de los periodistas. Lo peor que le puede pasar a un hombre de prensa es renunciar a
su autonomía, a su autenticidad, porque entonces se convierte nada más que en un títere.

5.5 Dilemas de situación y no – situación

Un dilema moral es una narración breve, a modo de historia, en la que se plantea una
situación posible en el ámbito de la realidad pero conflictiva a nivel moral, y se solicita de los
alumnos o bien una solución razonada del conflicto o un análisis de la solución elegida por el
sujeto protagonista de la historia. Por regla general la situación se presenta como una elección
disyuntiva: el sujeto protagonista se encuentra ante una situación decisiva ante la cual sólo
existen dos, y nada más que dos, opciones, siendo ambas soluciones igualmente factibles y
defendibles. El alumno se encuentra, pues, ante una verdadera e inevitable situación
conflictiva.

5.6 COMO REDUCIR Y RESOLVER LOS DILEMAS DE LA


SITUACIÓN

Una zona del cerebro es la que se encarga de resolver los conflictos morales del individuo,
según un reciente estudio publicado por Nature

Los conflictos morales nos obligan a enfrentarnos inexorablemente a la toma de decisiones, en


un sentido o en otro lo que conforma dos partes iguales de nuestra propia naturaleza humana.
Sin embargo, esta clase de decisiones se ven afectadas por el funcionamiento de una zona
concreta del cerebro, que es precisamente el objeto de un estudio, publicado por Nature.

Según, Antonio Damasio, director del Instituto de Cerebro y Creatividad de la Universidad de


California del Sur, en Los Ángeles, y premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica del
año 2005, existe una zona del cerebro que nos ayuda a tomar decisiones morales que entran
en conflicto. Según Damasio y los investigadores participantes en el estudio de las
universidades de Harvard y Iowa, y del Caltech, en California, la duda y los prejuicios de la
mayoría desaparecen por completo en los individuos que presentan daños en una pequeña

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zona del cerebro, justo detrás de la frente, considerada el centro en el que descansan nuestras
emociones, la corteza prefrontal ventromedial (VMPC).

La principal novedad de este estudio, es haber demostrado que las emociones juegan un papel
destacado en la toma de decisiones que implican dilemas morales. Así, si ciertas emociones
están bloqueadas, cualquier persona sería capaz de tomar una serie de decisiones extremas,
con una frialdad que la mayoría consideraría como poco natural. Según Ralph Adolphs, “a
causa de su lesión, estas personas presentan emociones sociales anómalas en su vida real. Han
perdido la capacidad de empatía y de compasión”. Su compañero, Marc Hauser asegura que el
estudio demuestra el “verdadero papel que juegan las emociones en los juicios morales”.

Un dilema moral es una historia breve, en la que se plantea una situación que puede ser real y
que es conflictiva a nivel moral. El protagonista de la historia se encuentra en una situación
complicada ante la cual se puede actuar de dos formas distintas, pero igualmente válidas y
defendibles. Una vez que el problema ha sido planteado y bien entendido, hay que dar una
solución razonada del conflicto o hacer un análisis de la solución elegida por el protagonista de
la historia.

La resolución de dilemas morales nos ayuda a encontrar nuestros propios criterios morales a la
hora de actuar. También favorecen nuestra capacidad de reflexionar, razonar y expresarnos
con coherencia.

5.5.1 Modelo para tomar decisiones éticas

El "Personaje basado en la toma de decisiones de modelo" modelo, desarrollado por el


Instituto Josephson de Ética , se puede aplicar a muchos problemas comunes y también puede
ser utilizado por la mayoría de los individuos frente a los dilemas éticos.

Se trata de tres pasos:

1. Todas las decisiones deben tener en cuenta y reflejen una preocupación por los
intereses y el bienestar de todos los individuos afectados ("stakeholders").

El principio que subyace aquí es la regla de oro - ayuda cuando puede, evitar el daño
cuando se puede.

2. Los valores éticos y principios siempre tienen prioridad sobre los nonethical.

Cuando nos enfrentamos a una elección clara entre los valores, la persona ética
siempre debe optar por seguir los principios éticos.

Percibir la diferencia entre los valores éticos y nonethical puede ser difícil. Esta
situación ocurre a menudo cuando las personas perciben un conflicto entre lo que
quieren o "necesidad" y los principios éticos que puedan negar estos deseos Si algún

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tipo de racionalización comienza a ocurrir, esta situación es probablemente la


actualidad.

3. Es éticamente adecuado para la violación de un principio ético sólo cuando es


claramente necesario para avanzar en otro verdadero principio ético, que, según la
toma de decisiones de la conciencia, se produce el mayor equilibrio del bien en el
largo plazo.

Algunas decisiones requieren que priorizar y elegir entre los que compiten los valores
éticos y principios cuando es claramente necesario hacerlo debido a las opciones
viables sólo requieren el sacrificio de un valor ético sobre otro valor ético. Cuando este
es el caso, el tomador de decisiones debe actuar de una manera que va a crear la
mayor cantidad del bien y la menor cantidad de efectos adversos para el mayor
número de personas.

Un modelo de toma de decisiones éticas

Aclarar.

a. Determinar con precisión lo que debe ser decidido.


b. Formular y elaborar toda la gama de alternativas.
c. Eliminar alternativas claramente prácticas, ilegales e incorrectas.
d. Se obligue a desarrollar por lo menos tres opciones éticamente justificables.
e. Examine cada opción para determinar cuáles son los principios éticos y los valores
están involucrados.

Evaluar.

a. Si cualquiera de las opciones requiere el sacrificio de cualquier principio ético, evaluar


los hechos y las hipótesis con cuidado.
b. Distinguir hechos sólidos de las creencias, deseos, teorías, suposiciones, conclusiones
sin apoyo, opiniones y razonamientos.
c. Tenga en cuenta la credibilidad de las fuentes, sobre todo cuando son sus propios
intereses, ideológicos o parcial.
d. Con respecto a cada alternativa, considere cuidadosamente los beneficios, cargas y los
riesgos para cada actor.

Decida.

a. Hacer un juicio sobre lo que no es cierto y qué consecuencias más probables de


ocurrir.
b. Evaluar las alternativas viables de acuerdo a la conciencia personal.
c. Dar prioridad a los valores, para que pueda elegir el que los valores de avanzar y que al
subordinado.
d. Determinar quién será ayudado más y los menos perjudicados.
e. Considere el peor de los casos.

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SEMINARIO BÍBLICO Lucas 10:2

f. Considere si la conducta éticamente cuestionable se puede evitar cambiando objetivos


o métodos, o por obtener el consentimiento.
g. “Aplique tres "guías de la ética."
o ¿Estás tratando a los demás como te gustaría ser tratado?
o ¿Estaría cómodo si su razonamiento y decisión iban a ser publicados?
o ¿Estaría cómodo si sus hijos se le observa?

Aplicar.

a. Desarrollar un plan de cómo implementar la decisión.


b. Maximizar los beneficios y minimizar los costos y riesgos.

Supervisar y modificar.

a. Vigilar los efectos de las decisiones.


b. Esté preparado y dispuesto a revisar un plan, o tomar un curso diferente de acción.
c. Ajuste a la nueva información.

5.5.2 Como superar situaciones difíciles


Al momento de enfrentar una situación problemática o emocionalmente difícil, tendemos a
escondernos y encerrarnos en nuestro mundo, sin saber cómo reaccionar o qué soluciones
buscar. Usualmente, el apoyo emocional de nuestros amigos y familiares es la solución más
eficiente que pueda tener una persona que enfrenta este tipo de situaciones. Pero, ¿qué pasa
cuando los problemas o situaciones son muy personales, y no puedes o no deseas compartirlos
con tus seres queridos?

Para este tipo de situaciones, hay una alternativa interesante que consiste en aprender alguna
técnica de autoayuda que nos permitirá sobrepasar la situación con éxito, y aprender que en la
vida no todo es tan grave como parece. Otra alternativa excelente para este caso son los
famosos “grupos de apoyo” que pueden brindarte consejos, ayuda, o simplemente alguien con
quien desahogarte.

Al incorporarse a un grupo de apoyo para conocer personas que están pasando por los mismos
problemas que uno, puede tener un impacto positivo sobre nuestro propio bienestar
emocional, ayudándonos a superar las etapas de depresión y ansiedad típicas de las
situaciones difíciles (como la falta de empleo, una ruptura sentimental, la carencia de
perspectivas, problemas económicos, mudanzas, etc.). Además, un grupo de apoyo puede
fortalecernos de manera tal que podamos recuperar la autoestima, adoptar una actitud
positiva frente a las cosas, aumentar la motivación y sobre todo crecer como personas.

El ingreso a un nuevo grupo social puede implicar mucho más que un cambio de aire, puede
servir para encontrar la solución a nuestros problemas. Por ejemplo, si estamos buscando
trabajo, contactar con nuevas personas puede ayudarnos a establecer un vínculo que nos
permita insertarnos nuevamente en el mercado laboral. Lo mismo sucede cuando tratamos de
reponernos de una ruptura afectiva, el conocer gente puede ser el puntapié inicial de una
nueva relación.

RUBÉN DARÍO C. M.
EVANGELIO
PLENO

SEBAD-QUITO “Formando obreros para la mies”


SEMINARIO BÍBLICO Lucas 10:2

El pasar por momentos difíciles, no solamente nos afecta mentalmente, sino también
físicamente. Hay diferente tipos de reacciones en cada persona. Algunas personas, suelen
dejar de comer, otras hacen lo opuesto, comen incontrolablemente. La falta de ánimos
disminuye nuestros deseos de cuidar nuestra apariencia física. Aparte de descuidar nuestra
apariencia física, estas situaciones pueden convertirse en problemas más serios, como dolores
de cabeza, mareos, vómitos, alta presión, entre otros.

Comenzar el día con una predisposición positiva, involucra una serie de factores que deben
tenerse en cuenta tanto a nivel físico como mental. De esa forma nos podemos asegurar un
estado de bienestar y vitalidad para enfrentar con éxito las preocupaciones propias del trabajo
y la casa.

A. Lo primero que uno debe hacer al levantarse es mover rítmicamente los brazos y las
piernas, de manera tal que podamos estirar los músculos y acomodar los huesos, ya
que durante muchas horas han permanecido inmóviles.
B. Luego es aconsejable tomar un buen baño y posteriormente un desayuno bastante
abundante que incluya frutas y cereales.
C. Antes de salir de casa, conviene centrarse en una visión alentadora del día, pese a
todos los problemas que puedan llegar a presentarse. Así estaremos preparados para
liberar el estrés y las tensiones diarias de forma rápida y sin que ello nos afecte el
estado anímico con el cual comenzamos el día.

Debemos tener en cuenta que los pensamientos siempre condicionan nuestra forma de
conducirnos frente a la vida, y la manera de interactuar con las personas que nos rodean. Por
eso, es importante purificar la mente saturándola de pensamientos positivos y aislándola de
toda idea negativa. Esto sólo se logra si existe una verdadera conciencia de lo que implica
tener una actitud positiva frente a todos los avatares que nos presenta la vida día a día.

RUBÉN DARÍO C. M.

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