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Aleister Crowley: hermetismo ceremonial y emancipación

ética
Rocío Olivares Zorrilla

A Emiliano González y Beatríz Álvarez Klein

Nueve años después de su estadía en México, lo suficientemente larga como para


permitirle experimentar con las invocaciones daimónicas del siglo XVI efectuadas por
el mago de Isabel I de Inglaterra, John Dee, y el vidente Edward Kelley, además de las
consabidas excursiones de alpinismo a las que era tan afecto, Aleister Crowley, en
1909, incursionaba en el desierto del Sahara en compañía de su discípulo Victor
Neuberg.1 Para ese entonces, Crowley tenía 34 años y ya había escandalizado, a los 23,
a la sociedad académica de Cambridge con sus publicaciones pornográficas. Su
biblioteca oculta comenzó a crecer desde entonces, así como sus entrevistas y cartas con
autores como A. E. Waite y MacGreggor Mathers. Además, la relación estrecha y
abierta que había llevado con el famoso transvestita Jerome Pollit en ese mismo año de
1898, lo colocaba decididamente al margen del mundo de la norma, ya fuese sincera o
hipócrita. A pesar de que su relación con Pollit terminó ese mismo año, cuando
comenzó su relación con los adeptos de la Orden del Amanecer Dorado o Golden
Dawn, las relaciones de Crowley, tanto con hombres como mujeres, marcarán una
trayectoria memorable en relación con su legado. Así como múltiples sucesos
importantes habían tenido lugar en el año de 1898, a los 23 de Crowley, en 1909, a sus
34, además de esa extraordinaria excursión al Sahara, Crowley integró su revista y
grupo literario The Equinox. La riquísima producción coleccionada en los diversos
números de The Equinox puede hoy, afortunadamente, consultarse en línea. Acerca de
la naturaleza de algunos de esos textos hablaremos en esta ocasión.

1
Para consultar una excelente fuente de datos biográficos de Aleister Crowley, recomiendo The Eye in
the Triangle. An Interpretatation of Aleister Crowley, de Israel Regardie, editado por New Falcon
Publications, Tempe, Arizona, 6ª. reimp., 1997, con una introducción de Robert Anton Wilson y un
prefacio de Christopher S. Hyatt, Ph.D.
2

La adhesión de Victor Neuberg, también estudiante de Cambridge y poeta él mismo,


había comenzado a partir de que Crowley, después de la crisis que sufrió la Golden
Dawn, a la que ingresó por medio de Mathers, fundó, en 1907, su propia sociedad
ocultista, la Orden de la Estrella de Plata, cuyos componentes ya eran notablemente
distintos de los de la Golden Dawn, aunque sobre la misma plataforma de recuperación
del hermetismo neoplatónico antiguo y renacentista. La magia sexual y la invocación
daimónica fueron los rasgos distintivos de la orden de Crowley. La ñoñería cristiana de
muchos de los adeptos a la Golden Dawn, desde luego, no podía enfrentar el talante de
Crowley, y fue en ese momento cuando comenzaron a identificarlo con la magia negra y
satánica, ignorando cuáles eran los verdaderos alcances de su inclinación. Neuberg, por
el contrario, estaba fascinado por la personalidad y por las creaciones poéticas de su
maestro. En realidad, la sustancia de su relación con Neuberg y con la mayoría de sus
seguidores desde entonces, es decir, la sustancia más firme del propio Crowley, fue
siempre la literatura. Crowley mismo gozaba contando cómo William Butler Yates
balbuceó algunas frases corteses y cambió de tema al oír los poemas de su compañero
de orden leídos por él mismo. El joven mago estaba convencido de que Yates reconocía
en su interior que el mejor poeta de los dos era Crowley.

Antes de su viaje al norte de África,2 Crowley y Neuberg ya habían convivido algún


tiempo en la residencia principal de Crowley a orillas del lago Loch Ness, en Escocia.
Ahí renovaban las experiencias de su gran predecesor, Eliphas Levy, o Alphonse Louis
Constant, en el camino de la invocación de espíritus. Al parecer, comenzaron con las
formulaciones matemáticas de Abramelin, un mago del siglo XV cuya identidad no se
ha definido aún como real o ficticia, pero que supuestamente viajó desde Alemania
hasta Egipto, inspirando, como precedente del siglo XV a Potocki, Burton y otros.
Luego, en México, Crowley practicaría por su cuenta los itinerarios teúrgicos de John
Dee. Para comprender la naturaleza de estos ejercicios, es necesario partir de una
concepción animista de la naturaleza heredada de la Antigüedad, en la cual el hálito
divino que anima la materia no siempre está fijo y encarnado, sino que también
deambula por el mundo y puede sujetarse mediante llamados apropiados, por vía de las
palabras y los signos, con el fin de hacerlos encarnar, aunque sea temporalmente. Son

2
Además del libro de Regardie, este episodio de la vida de Crowley es ampliamente comentado por Alex
Owen, en su ensayo "Aleister Crowley in the Desert", de su libro The Place of Enchantment British
Occultism and the Culture of the Modern, Chicago, The University of Chicago Press, 2004, que puede
consultarse en línea: http://www.press.uchicago.edu/Misc/Chicago/642011.html
3

los llamados dáimones, ni buenos, ni malos, que obedecen al mago que sabe invocarlos.
En torno a estas invocaciones, que se construyen a partir de toda una combinatoria
convencional de los cuatro elementos básicos del universo y sus atributos con astros,
sustancias, piedras, plantas, animales, humores, colores, sonidos y todo lo susceptible de
clasificación y perceptible por los sentidos,3 incluyendo una fascinante diversidad de
signos y sistemas sígnicos existentes e inventados, está constituido el famoso tratado de
Cornelio Agrippa, De occulta philosophia,4 así como las tablas espagíricas de Paracelso,
dedicadas a la curación y que intentan recuperar, a su vez, la antigua medicina griega.
De occulta philosophia serviría de fundamento, en el siglo XIX, al libro Dogma y ritual
de Alta Magia de Eliphas Levy y a las propias especulaciones de Aleister Crowley. De
esta concepción parte la fabricación de los amuletos y de los homúnculos o golem, tan
importantes en la vida cultural de los hombres comunes de las épocas medieval y
renacentista. Fuese en el ámbito popular, como podemos apreciar en la amplia
recopilación de encantamientos del medieval Picatrix, o entre los letrados, como
Marsilio Ficino, el poder de los signos y las palabras, conectados con los atributos de las
diversas combinatorias, constituyen un repertorio virtualmente infinito no sólo de
encantamientos precisos para requerimientos y problemas específicos, sino también de
ceremonias o ritos por medio de los cuales los espíritus, los dáimones que pueblan los
elementos de la naturaleza, se tornan visibles y pueden actuar al servicio del invocante.

Al arribar a Argel con Victor Neuberg, Crowley enseñaba a su discípulo el camino de


ilustres predecesores suyos, desde el polaco Jan Potocki, quien partió desde Marruecos
en dirección al Cáucaso con un disfraz adecuado para confundirse con los diversos
pueblos árabes, pasando por el español Domingo Badía, conocido como Ali-Bei, quien
también cruzó el norte de África y llegó a la Meca a principios del siglo XIX, en busca,
bajo el disfraz de musulmán, de nuevas rutas comerciales, y llegando, finalmente, a su
memorable compatriota, Sir Richard Burton, quien sirvió de modelo cercano a Crowley.
De hecho, una de las lecturas más significativas para Crowley durante su estancia en
Cambridge habían sido las monumentales obras traducidas por Burton, La mil y una
noches y El jardín perfumado, libro este último en el que Crowley se inspiró para su
obrita, publicada hasta 1910, El jardín perfumado del satirista Abdullah, dedicado a

3
Una obra en la que puede estudiarse espléndidamente el proceso de formación de la antigua medicina
griega es Therapeia, de Luis Gil, editado en Madrid, por Guadarrama, en 1969.
4
Cornelio Agrippa, Filosofía oculta, Trad. de Héctor V. Morel, Buenos Aires, 2ª. ed., 1978.
4

Jerome Pollit.5 Crowley se avezó en el arte del disfraz de jeque, beduino o sherpa, pues
su afición al montañismo lo llevó varias veces al Tibet y a otras regiones asiáticas. Esta
vez, con Neuberg, atisbando probables dificultades ocasionadas por la expresión
occidental y ñoña de su discípulo, decidió raparlo, dejándole sólo dos mechones a
izquierda y derecha del cráneo, a manera de cuernos, diciendo a los paisanos que se
trataba de un demonio que él había domado y tenía a su servicio. Con esta compañía, ya
tranquilizadora y aceptable para la comunidad, Crowley se internó en el Sahara con el
sistema o lenguaje enochiano de John Dee bajo el brazo. Con Neuberg a su vera, llegó a
una montaña, Da'leh Addin, donde ambos iniciaron una serie de rituales "etéricos"
recomendados por Dee para atraer a los dáimones. El procedimiento tenía como punto
central una piedra topacio, la cual recibía los ensalmos prescritos y los ejercicios de
concentración que Dee, ayudado por Kelley, reportaba en sus Mysteriorum Libri.6 En
ellos se daba cuenta de este lenguaje angélico, supuestamente recogido de las
revelaciones de un espíritu a través de la piedra. Estas fórmulas recibirían después la
denominación de "lenguaje enochiano", relacionado con el personaje bíblico arrebatado
por Dios en cuerpo y alma. El gran interés renacentista en este libro no canónico de la
Biblia explica por qué el lenguaje “angélico” del que hablan Dee y Kelley fue
identificado con el enochiano. Crowley traía consigo, además, los elementos que ya
Eliphas Levy había utilizado en sus sesiones necrománticas varias décadas antes: un
vino sacramental especialmente confeccionado, además de una precisa disposición de
objetos con atributos apropiados. Crowley había comenzado a experimentar con
sustancias psicotrópicas durante la estancia de John Bennett, un compañero de la
Golden Dawn, en su departamento de Londres. Para 1909 él ya utilizaba en sus rituales
el anhalolium lewinii, una sustancia extraída del peyote, como la mezcalina. Es
evidente, entonces, que él y Neuberg la ingirieron para su ritual invocatorio, en el que
recibieron la visita de un daimon. El ser se burlaba cruelmente de la pusilanimidad de
Neuberg, y luchando con él, lo condujo a un estado de paroxismo en el que Neuberg
experimentó la dispersión de su personalidad. En términos ramplones se podría decir
que Crowley y Neuberg tuvieron sexo, pero la experiencia fue mucho más que eso.
Todas estas apariciones tuvieron lugar durante la noche, en el seno de la montaña
africana, en la cercanía de una fogata y catalizadas por el anhalolium.

5
Ver Alex Owen, "Aleister Crowley in the Desert", op. cit.
6
Ver la excelente versión digital de Clay Holden de los Mysteriorum libri, de Dee, en http://www.john-
dee.org/
5

Cuando volvieron a Londres, ambos comenzaron febrilmente a publicar los sucesivos


número de The Equinox, un testimonio extraño y seductor de creatividad poética,
artística y teatral que acompaña una diversidad de textos inspirados en los viejos
grimorios rescatados por Eliphas Levy, la Golden Dawn y otras sociedades secretas.
Este periodo duraría cuatro años, durante los cuales las representaciones crowleyanas de
los Ritos de Eleusis7 fueron un acontecimiento en la Inglaterra de ese tiempo. Por ese
entonces, Crowley ya se había divorciado de su mediúmica Rose Kelly, a través de la
cual un espíritu le había revelado en 1904, en El Cairo, El libro de la ley, una de sus
obras centrales, de gran aliento poético. En 1910, Leila Waddell, una neozelandesa y
virtuosa violinista, se vuelve la compañera clave de Crowley. Su aspecto es ya un
preludio del ideal femenino de la década de los sesenta: alta, esbelta, de larga cabellera
negra cayendo a los lados de su rostro, de ojos profundos y pómulos salientes, de piel
apiñonada y dotada de un notable talento como intérprete, Leila se convirtió en el
corazón de los Ritos de Eleusis, dedicados a Dionisios y a Démeter y Perséfone y
encarnando la teoría de Crowley sobre la nueva era de Horus, vital, lúdica y
voluntariosa como el hijo, era que sucede a la de Osiris o del padre, sacrificial y
sangrienta, a su vez sucesora de la era de Isis o de la gran diosa de la naturaleza. Las
sesiones sólo podían ser asistidas por voluntarios decididos a aceptar todas las
consecuencias, aunque también fueron durante un tiempo una fuente de ingresos para
Crowley, Neuberg y Leila. En efecto, las damas adineradas anhelaban danzar
desaforadamente al son del violín gitanesco de Leila. La sensualidad despertada por
colores, aromas de incienso, ropajes y objetos cuidadosamente seleccionados a partir de
tablas de correspondencias antiguas o generadas por el propio Crowley y, por último,
pero no menos importante, por sustancias generalmente líquidas con que los presentes
comulgaban, todo ello conducía al grupo a momentos climáticos en que Neuberg, como
médium, era poseído por algún dios antiguo que acudía al llamado colectivo. Crowley
se había inspirado en los rituales de MacGregor Mathers y su esposa, Moina, en las
sesiones parisinas de la Golden Dawn en 1898, donde ambos intentaban revitalizar el
culto a Isis recitando el Libro de los muertos y acompañando la invocación con danzas
dedicadas a las fuerzas elementales. Sin embargo, Crowley fue más allá de la mera
invocación, él y su grupo buscaron la personificación y la transformación mágica a
través de la representación. A lo largo de los diez números de la revista The equinox,

7
Se puede consultar el comentario de J. F. Brown sobre estas representaciones en "Aleister Crowley's
Rites of Eleusis", publicados en Drama Review, vol. 22, núm. 2, jun, 1978, pp. 3-26.
6

podemos identificar un trasfondo astrológico sobre el cual se erigen, destacando entre


los ensayos puramente discursivos sobre hermetismo, las obras dramáticas como
verdaderas construcciones alegóricas que se hermanan con el teatro simbolista y
sinestésico de Maeterlinck por sus atmósferas sobrenaturales alusivas a lo ritual, pero
que lo superaban por su poder catártico y terapéutico sobre los espectadores y
participantes. Aleister Crowley apostó absolutamente todo al poder de la representación,
encarnando los espíritus de la cultura del pasado y haciendo presente el legado de las
religiones de oriente y occidente, en un afán fáustico de total deificación y pleitesía a los
dioses interiores, fundamentalmente Pan, el dios de la totalidad órfica. El sesgo sensual
y sexual de los Ritos de Eleusis será convertido en un escándalo público que no inmutó
al grupo ni mucho menos a su cabeza intelectual. Antes bien, al año siguiente, 1911,
Crowley se puso en contacto con la sociedad alemana Ordo Templi Orientis, la cual,
además de ser de corte masónico, experimentaba con las doctrinas tántricas. La magia
sexual que Crowley había estado cultivando encontró finalmente el marco que la
afincaría. La O.T.O. había recibido el entrenamiento de un faquir árabe y dos yoguis
hindúes y había hecho de la magia sexual el interés central de la orden, publicando sus
experiencias en la revista Oriflamme. En 1912, Crowley fundó la rama inglesa de la
O.T.O., sumiendo en ella su propia Orden de la Estrella de Plata. Nueve años más tarde
sería nombrado el jefe de la O.T.O. a nivel mundial. Los amplios, prolijos e
impresionantes conocimientos que Crowley tenía de las diversas doctrinas herméticas
de Europa, Asia y África lo colocaban en un nivel tan superior a los otros adeptos que, a
pesar de que siempre hubiese algunos que protestaran contra sus tendencias “negras”,
confundidas con el satanismo, acababa por imponerse el respeto y admiración de las
distintas sociedades secretas con las que tuvo contacto.

No obstante, hemos de reconocer una fuerte corriente de opinión adversa a este


singular personaje, cuyo nombre de pila había sido Alexander Edward y quien eligió
Aleister -inspirado en el pasado céltico, interés central de la Golden Dawn- cuando
tomó la decisión fundamental de su existencia al iniciarse en el camino de lo oculto,
pues no en vano el que había acuñado el término "ocultismo", había transformado
también su nombre, en el mismo momento crucial de su vida, por el de Eliphas Levy,
optando por la cábala y las vías de conocimiento de la cultura hebrea. Crowley se
consideraba una reencarnación de Eliphas Levy, así como Timothy Leary, décadas más
tarde, se consideraría una reencarnación de Aleister Crowley. Para esto debemos tener
7

presente que existen versiones probables de que fue Crowley quien inició a Aldous
Huxley en el consumo de la mezcalina. De alguna manera se repite en el trío Levy-
Crowley-Leary la historia, aunque en otro estadio, de los neoplatónicos Plotino,
Porfirio, Jámblico y Proclo, quienes fueron maestros y discípulos de una manera
sucesiva y personal, transmitiéndose su saber de manera directa, como si fuese un tesoro
heredado de padre a hijo. Levy, Crowley y Leary transmigran entre sí la estafeta de
renegados de una modernidad fundamentalmente desalada. En todas estas decisiones
trascendentales hay un común denominador: sobresalir de la generalidad, incursionar en
el difícil camino de los señalados, temidos y vituperados, siempre y básicamente más
allá de los cortos alcances, primero, por las clases media y pequeñoburguesa, luego, por
las masas amorfas de la modernidad. De ese caldo de cultivo gazmoño, hipócrita,
ignorante, prejuicioso, amarillista, difamatorio, cobarde, gris, desprovisto de
imaginación creativa, pusilánime, insidioso, poseído de una envidia afiebrada, nació la
leyenda negra de Aleister Crowley. Y cuando hablo de "leyenda negra" no me refiero a
ese aspecto oscuro y estremecedoramente revelador de sus peregrinas incursiones en los
experimentos herméticos, sino en una serie de anécdotas que los diarios de su tiempo y
muchas de las decenas de biografías suyas que circulan por los medios dicen de este
padre de la cultura psicodélica. En un momento dado, Crowley decidió deshacerse de un
conjunto de falsos adeptos que asistían a sus representaciones rituales ávidos de
escándalo y diversión superficial. Entonces los ahuyentó con una simulación de los ritos
sacrificiales que poblaban la fantasía popular prohijada por todos los Malleus
maleficarum. Los periódicos hicieron lo demás y comenzó la historia del hechicero
negro, que se anunciaba ya entre los elementos más débiles de la Golden Dawn. Luego,
en su retiro de Thelema, su abadía y centro de entrenamiento y formación doctrinal de
Cefalú, en Sicilia, cuando ya era cabeza de la O.T.O y, a la vez, dependía más de las
drogas que comenzó a consumir continuamente a partir de su estancia en los Estados
Unidos, la denuncia de una esposa celosa de un marido rendido ante la personalidad de
Crowley, quien había acudido a las autoridades italianas diciendo que Crowley había
hecho beber a su marido sangre de gato, ocasionó la expulsión de Crowley de la isla de
Cefalú por los seguidores de Mussolini. El susodicho joven había muerto
accidentalmente en Thelema en una época sin penicilina -no olvidemos que Fleming
reportó su descubrimiento en 1929, cuando el incidente en Thelema ocurrió antes de
1923-. Sin embargo, Crowley no se ocupó en desmentir el hecho. Puede rastrearse esta
actitud arrogante y rebelde de Crowley desde su deserción de la figura materna -quien
8

lo había bautizado en su adolescencia como "la bestia"-, algo más que lo hermanaba con
Eliphas Levy, cuya madre se suicidó al saber que su hijo abandonaba el seminario por
los estudios herméticos. Luego, su poesía pornográfica en Cambridge, su amasiato con
Jerome Pollit, y ya en las sociedades secretas, su original afán teúrgico y goético a la
vez, neutralizando, a sus 23 años, los dáimones que el cristianismo había dividido en
espíritus angélicos y espíritus malignos. Todo eso era demasiado para la sociedad
victoriana. Aun era demasiado para los adeptos del Dorado Amanecer, todavía
intensamente teñidos de romanticismo benevolente y respeto a la tradición cristiana,
quienes sólo intentaban sincretizarla, como antes lo había hecho Ficino, con los saberes
de la Antigüedad y las religiones exóticas. Love is the Law, Love under Will, será el
precepto de su Libro de la Ley, dictado por el daimon Aiwass a su primera esposa, Rose
Kelly. Anárquico y conquistador, Crowley transitó con pie firme por la vereda de la
fiera. Desde su ruptura con Mathers y su viaje a México, se volcó a una intensa
actividad literaria. Luego vino su viaje con Neuberg al Sahara, al que siguió su
celebridad teatral y el pavor público ante sus desplantes espectaculares. Ahora, en los
años veinte, Crowley se autoimpostasiaba como La Bestia. La deformación facial que
sufrió por el intenso consumo de morfina y heroína sirvió a su propósito histriónico, y
no faltó quien creyese a pie juntillas que se había graduado de mago crucificando a un
sapo después de bautizarlo como Jesucristo. Tampoco faltaron los comediantes baratos
que se burlaban de un hombre ya viejo que estaba demasiado lejos de sus alcances
intelectuales.

Pero… ¿qué había ocurrido realmente en la montaña de Da'leh Addin en 1909? En la


conexión de todas las cosas del universo, cuyas leyes analógicas exploraban dos
hombres partiendo de la experiencia empírica y del estudio teórico, en un ritual que
sintetizaba ambos procesos, los dos exploradores, hechos uno y vueltos todo,
transformaban la vida misma a través de la voluntad. Thelema, en griego, significa eso:
voluntad. Con esta acción fundamental se desataban de la moral adherida a cualquier
instancia que no fuese la pura voluntad del o los sujetos actuantes, y con ello, eran
radical e impecablemente morales. No había punto de llegada, sólo la pura acción, y
momentáneamente, el sobrecogedor espectáculo de la dispersión y el caos que, según
Crowley, era la verdadera cara de la oscuridad más profunda. Su encarnación fue ese
daimon de fuerza maligna que finalmente pudieron conjurar. Fue preciso atravesar esa
ordalía para tocar cada cual su propio centro con todas sus potencialidades en práctica.
9

En Neuberg el ritual tuvo efectos más duros, pero el suceso lo acompañó el resto de sus
días. Desde ese instante, el movimiento de los oficiantes fue consecuencia de ese
encuentro con su voluntad. Neuberg padeció el asedio de su propio fantasma proyectado
en Crowley y fue capaz de dominarlo. Crowley, por su parte, descubría a ese "otro" que
atisba desde la nuca del ángel guardián y, con ello, lo abordaba y conocía íntegramente,
resultando de todas esas direcciones cognoscitivas el vector que lo movería desde su
propio centro como se mueve una estrella.8

Crowley coronó sus años en este planeta con su monumental Libro de Thot y su
prodigioso Tarot crowleyano, pleno de poesía sexual gracias a la interpretación
iconográfica de Lady Frieda Harris. El Libro de Thot se publicó en 1944. Sin dejar de
escribir poesía, recopilada en su tercera y última antología, Olla, Crowley cedía cada
vez más a los efectos continuados de la heroína. Por ese entonces, Wilhelm Reich
atravesaba su propia ordalía de rechazo científico y persecuciones tanto nazis como
macarthistas con su teoría orgónica basada en la energía sexual. Crowley se había
fundado en ella para ejercer la aventura de la autoadivinación y acometer su peculiar
deificación: Do what you wilt shall be the whole of the Law; El todo de la Ley es hacer
tu voluntad.

8
Hay en línea un ensayo en español sobre Crowley bastante recomendable: "De Magia a Magick", de
Juan Sebastián Ohem, en http://www.ohem.net/thelema_magia_a_magick.htm

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