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:: LA NIÑA MARIA ::

<< EL SUSTENTO DE LOS ANGELES >>


S i leemos los textos apocrifos llegaremos a la conclusión de la
existencia de un plan divino que facilitara en su día el nacimiento del
redentor. Este plan alcanzaria no solo a la madre de Jesús sino
también a sus abuelos maternos: Joaquin y Ana, que como sabemos
quedo embarazada ya a avanzada edad. Es curioso que esos textos
una y otra vez aludan a la existencia de unos angeles que cuidan de
que ese plan divino vaya cumpliendose a la perfección a fin de que
todas las piezas del engranaje funcionen correctamente y sin fallos.
Esos textos apócrifos no son otros que el Evangelio de Mateo, el
Protoevangelio de Santiago y el Evangelio de la Natividad de Maria.

Texto del Evangelio apócrifo de Mateo

María era la admiración de todo el pueblo; pues, teniendo tan sólo tres
años, andaba con un paso tan firme, hablaba con una perfección tal y se
entregaba con tanto fervor a las alabanzas divinas, que nadie la tendría
por una niña, sino más bien por una persona mayor. Era, además, tan
asidua en la oración como si tuviera ya treinta años. Su faz era
resplandeciente cual nieve, de manera que con dificultad se podía poner
en ella la mirada. Se entregaba con asiduidad a las labores de la lana, y
es de notar que lo que mujeres mayores no fueron nunca capaces de
ejecutar, ésta lo realizaba en su edad más tierna.

Ésta era la norma de vida que se había impuesto: desde la madrugada


hasta la hora tercia, hacía oración; desde tercia hasta nona, se ocupaba
en sus labores; desde nona en adelante, consumía todo el tiempo en
oración hasta que se dejaba ver el ángel del Señor, de cuyas manos
recibía el alimento. Y así iba adelantando más y más en las vías de la
oración.

Cada día usaba exclusivamente para su sustento el alimento que le


venía por manos del ángel, repartiendo entre los pobres el que le
daban los pontífices.

Frecuentemente se veía hablar con ella a los ángeles, quienes la


obsequiaban con cariño de íntimos amigos. Y si algún enfermo
lograba tocarla, volvía inmediatamente curado a su casa.

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Sin embargo a pesar de las alabanzas del apocrifo de Mateo quizas
las cosas fueran bastante más normales pareciendose más a una niña
normal que a la niña que nos pintan los textos. El hecho de que
aquella criatura hubiera sido seleccionada para servir de claustro
durante nueve meses al Hijo del Altísimo, no significa que la
Naturaleza tuviera que romper su equilibrio natural.

Por otra parte el protoevangelio de Santiago insiste nuevamente


en el alimento dado por los angeles a la niña maria al igual que lo
hace el de Mateo:

… Y María permaneció en el templo como una palomita, recibiendo


alimento de manos de un ángel …

¿Sería tan descabellado pensar que María —la que iba a ser madre
del Hijo del Altísimo— fue «vigilada» estrechamente por «aquellos»
que, precisamente, tenían encomendada parte de la realización del
«plan» cósmico de la Redención humana?

Si tal y como aseguran los Evangelios apócrifos, María fue


engendrada de forma misteriosa y no por la acción directa de
Joaquín, su padre, es lógico que «aquellos» que estaban
«supervisando» el citado «plan» se encargaran también de su
cuidado. Y muy especialmente en los siempre difíciles y delicados
años de la infancia.

Y la niña —María— «... diariamente tenía trato con los ángeles.


Asimismo gozaba todos los días de la visión divina, la cual la
inmunizaba contra toda clase de males...» (Libro (apócrifo) sobre la
infancia de María.)

Hay una preocupación especial en estos autores por recalcar la


idea de que la pequeña María recibía su comida de manos de
los ángeles. En el Evangelio apócrifo de Mateo, por ejemplo, esta
afirmación se repite por dos veces. Y lo mismo sucede con Santiago,
en su apócrifo de la Natividad.

Vamos a suponer que los apócrifos dicen verdad. Y vamos a


imaginar que esos ángeles bajaban cada día hasta el recinto
del templo para proporcionar el alimento a la niña. La pregunta
seria por lo tanto evidente: ¿Es que tenían alguna razón especial
para hacerlo? ¿Existía la necesidad real de vigilar la comida de
María?. ¿O es que se trataba —además— de otro tipo de
control o «chequeo»...?

Si aquella criatura humana —María— había sido seleccionada para


acoger en sus entrañas a un ser tan diferente y elevado como Jesús,
parece necesario, más que lógico, que aquellos «ángeles» la
sometieran a un estricto control.

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En una época tan elemental, desde el punto de vista sanitario y de la
alimentación, no estaba de más —ni mucho menos— que un
«equipo» especializado fuera comprobando sus constantes
metabólicas y de crecimiento. Sólo así podía estar garantizado un
perfecto estado de salud. Cualquiera de las enfermedades
propias de la infancia, y que hoy se evitan merced al complejo
abanico de vacunas, y que indudablemente podían asaltar también a
la pequeña María, quedaba de esta forma conjurada.

Ciertamente, Maria, de niña, podría haber estado expuesta a una


desnutricion o una malnutrición, ya por una mala alimentación, o
porque la alimentacion que se le diera no incluyera componente
esenciales que evitaran la aparicion de enfermedades o porque se
sobrealimentara con algunos de esos componentes originando un
exceso de calorias.

Todo esto no debio de escaparseles a los “angeles” Era poco menos


que imposible que los «astronautas» explicaran a los padres de María
las auténticas razones de aquel meticuloso control, para lo que
determinaron que la niña fuera llevada al Templo, lugar este mucho
más apropiado para ese control que la misma casa paterna, y además
es más que probable que un control semejante recibiera Ana, su
madre antes y durante el embarazo.

El hijo de una madre desnutrida tiene más probabilidades de


nacer prematuro o enclenque, y su riesgo de morir o de ser
víctima de malformaciones neurológicas o mentales
irreversibles es mucho mayor.

La vigilancia de la salud de Ana y Joaquín, así como de sus abuelos y


demás ancestros, tuvo que ser otra de las «misiones» del viejo
«equipo» que se había responsabilizado del «plan» divino desde los
remotos tiempos de los patriarcas.

Si a este complejo abanico de razones higiénico-sanitarias añadimos


otras, la constante presencia de los «ángeles» —día tras día— junto a
la pequeña María está más que justificada.

Es posible que el suministro de esos alimentos por parte del


«equipo» eliminara los posibles riesgos de avitaminosis,
desnutrición, raquitismo, etc., que soportaba la población
infantil en aquellas fechas.

Y aunque la familia de María era rica, no podemos siquiera comparar


el valor nutritivo de los alimentos que pudieran ofrecer los «ángeles»
o «astronautas» con la rudimentaria dieta judía.

Pues bien, dicho esto ¿Qué aspecto tendrian esos angeles?. Los
«angeles» tenían que tener un aspecto absolutamente físico. Esa

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figura humana —esa materialidad, en definitiva—, terminaria por dar
confianza. ¿Cómo entender si no que los testigos hablaran con
ellos y que hasta la pequeña María fuera vista con un grupo de
«ángeles», como si se tratara de viejos amigos?.

Esa naturaleza física queda bien patente cuando el propio


Joaquín trata de invitar al «mensajero» que se le ha
aparecido en las montañas a entrar en su tienda y a reponer
fuerzas con un buen festín. Y aunque el ángel rechaza la
comida, al final desaparece de la vista del asombrado testigo
en «algo» que asciende hacia los cielos y que Joaquín, confunde
con el propio «ser sobrenatural». Aquel «ángel» necesitó de un
aparato o nave para elevarse, porque, simplemente, era de
naturaleza tan física como el propio y aterrorizado futuro abuelo de
Jesús, a quien acababa de dar un mensaje...

Sería del todo necesario que aquella niña fuera


acostumbrándose poco a poco a la presencia de los «ángeles»
que enfrentarle de golpe y porrazo—años más tarde— a estos o a
otros seres similares, encargados de velar por el éxito de misiones
tan sumamente delicadas como la llamada «Anunciación»,
«Concepción virginal» y posterior y no menos milagroso «Parto»...

Cuando especifica el Libro sobre la Natividad de María, que ésta


«gozaba todos los días de la visión divina, la cual la inmunizaba
contra toda clase de males» es posible que se esté refiriendo a
algo que entonces sólo podía ser asimilado por la mente
humana como un hecho divino o sobrenatural, pero que hoy —
en plena carrera espacial— podemos empezar a concretar, por
ejemplo, en el descenso de una de estas naves espaciales o en la
salida a tierra de sus ocupantes: los famosos «ángeles».

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