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LA PRODUCCION DE SOJA Y LOS AGRONEGOCIOS

TEXTO 1
ENTREVISTA

Entrevista a Norma Giarracca, socióloga, docente titular de la cátedra Sociología


Rural en la Universidad de Buenos Aires, coordinadora del grupo de trabajo de
estudios rurales del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), del
Instituto Gino Germani, y especialista en estudios de movimientos sociales y rurales.
(Entrevista: marzo de 2008, Diario La Capital de Rosario)

—¿Existe un campo o muchos campos en la Argentina?   


—No hay campo más heterogéneo, diferente por regiones, por sectores y por cultura
que el campo argentino. Donde existe un sector mediano muy importante, a
diferencia de Latinoamérica donde existen campesinos muy pequeños por un lado, y
grandes extensiones, empresas, por el otro. Esto no sucedió por generación
espontánea, sino por las políticas públicas, un andamiaje institucional a lo largo del
siglo XX que se desbarata con la desregulación del 1991, en el gobierno de Carlos
Menem.
—¿Cómo caracteriza al conflicto del campo?   
—Hay que pensar en la década del 90 para entender el presente. Muchos de los
productores de Federación Agraria —hoy la fuerza más activa en el paro agrario—
intentaron ingresar en una modernización y lo hicieron endeudándose con los
bancos. Luego muchos no pudieron pagar, la pasaron muy mal o directamente
perdieron los campos. Al cabo de unos 10 años, prácticamente dieron vuelta la
situación.
—Además de la devaluación de 2002, ¿qué cambió al campo en los últimos años?
—A partir del 96, la Argentina autoriza el uso de soja transgénica, aumentando
geométricamente la productividad, constituyéndose en uno de los 5 países del
mundo que la habilitan para su uso en gran escala. En total, son 19 los países del
mundo que la permiten, aunque 14 de ellos con restricciones.
—¿Los transgénicos son perjudiciales para la tierra, para el hombre?
—Todavía no se sabe, pero como existe algo que se llama "principio precautorio", la
mayoría de los países no lo usa hasta tanto se demuestre que no es malo para la
salud.
—El campo, a su vez, se tecnificó.   
—Claro, las escalas de 300 a 500 hectáreas hacia arriba de la zona Núcleo, luego
de la devaluación, ingresaron en un "mundo maravilloso", de la mano de las
multinacionales de agroquímicos, las maquinarias nuevas, la tecnificación. Los de 50
hectáreas, a su vez —sin escala propia para ingresar a ese "mundo maravilloso"—
ceden campos, los alquilan, a Grobocopatel y otros pools de siembra. Con todas
estas condiciones favorables se impuso una cultura de la soja, del éxito, que tiene
incluso productores llamados medianos y chicos ganadores —los de 300 a 500
hectáreas— para mostrar, pero cuyo sujeto principal lo constituye un núcleo selecto
que explota grandes extensiones.
—¿Quiénes cortan las rutas, los de 50 o los de 500 hectáreas, o todos?
—Hay de todo, aunque más bien le diría los medianos —300 a 500 hectáreas— y
algunos rentistas de 50 hectáreas. Y en los cortes está la gente de los pueblos, de
las ciudades intermedias, sobre las que impactó en parte la extraordinaria renta
sojera de los últimos años. Lo que no hay son campesinos en el sentido tradicional
del término.

—La pelea que están dando es a fondo, ¿por qué?   


—En parte, porque hay una memoria reciente, muchos vienen de grandes
padecimientos a fines de los noventa. Y ahora están mejor momento de los últimos
30 años.
—Entonces, ¿tienen miedo a volver a un pasado de sufrimiento o es, como dijo
Cristina, piquete de la abundancia?
—Ambas cosas, nadie quiere regresar cuando mejora, y mucho. El campo tuvo un
cambio cultural muy importante, ahora ceden la tierra a quien más le pague y no a
quien más se la cuide. Esa no era —hasta hace unos 15 años— una conducta
propia de un chacarero del sur de Santa Fe. Tuvieron un bombardeo muy grande —
empresas proveedoras del campo— y la soja les cambió la cabeza.
—Ahora bien, y ¿por qué sectores de clase media urbana apoyan esta rebelión de
origen sojero?
—La gente ve a un chacarero sacrificado que se levanta temprano, y no ve el
negocio principal de los pools de siembra y los grandes exportadores.
—¿Cómo ve la coordinación de las entidades del campo, principalmente Federación
Agraria y Sociedad Rural, que están caminando juntas, aunque tienen fundamentos
ideológicos distintos?
—Con Eduardo Buzzi —presidente de FAA— , cuando nos cruzamos por ahí, no
deja de reprocharme, "usted Norma no deja pasar oportunidad para hablar mal de
mí", me dice, y nos reímos. Pero la verdad es que la FAA tiene una postura política
algo hipócrita. Ellos defienden a los agricultores familiares, pequeños, son
conservacionistas, postulan que la soja desplaza a los campesinos, pero también
tiene a muchos sojeros entre sus bases que lo empujan a defender este sistema.
"Mis bases me exigen ciertas posturas, sino no puede ser presidente de la
Federación Agraria", me dice Buzzi. Entonces, Buzzi está con la CTA, con el
diputado Claudio Lozano, pero responde a sus bases sojeras, es un contrasentido.
En cambio la Sociedad Rural, que tiene principios claramente liberales, de no
intervención estatal, está en esta pelea por cuestiones puramente ideológicas, no
quiere que el Estado intervenga.

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TEXTO 2:
Chacareros y contratistas, la nueva clase media del interior
Por Héctor Huergo (Diario Clarín, 30 / 03 / 08)

Esta raza de nuevos productores se caracterizaba por cierta tendencia autista,


acostumbrados a la soledad de la siembra en una noche de invierno por la
señora llevándole un sándwich o cebándole un mate en la cabecera. Como en
todo el mundo, su punto de partida es una raya entre dos jalones: la lluvia y
los precios. Por eso están colgados de los pronósticos meteorológicos y de
los informes del mercado. Pero los mueve una mística extraña en una
sociedad que clama por la asistencia estatal. Estos chacareros, la nueva clase
media del interior, con una ambición de crecimiento que suena “desmedida”.
Es cierto, son ambiciosos, jugados, le vieron la pata a la sota y apuestan lo
que tienen en una siembra. No repararon mucho en el “modelo económico”
vigente. Así, tras la crisis de precios de los 80, se lanzaron a un crecimiento
cada vez más acelerado a partir de mediados de los 90. En apenas diez años,
entre 1996 y el 2007, duplicaron la producción física de granos: pasaron de 45
a 95 millones de toneladas. Nadie creció de esa manera.
Cuando llegó la oleada de la biotecnología, la abrazaron por las enormes
ventajas que ofrecía. Así, cambió también la composición de la producción,
con el avance fenomenal de la soja. Esta se convirtió en la abanderada del
desfile: en 1996 se cosecharon 15 millones de toneladas, ahora 45. Tres
veces más. Los cereales, trigo, maíz, sorgo, cebada, más girasol y maíz,
pasaron de 30 millones de toneladas a 45. Un 50% en diez años. Esto
desmiente la idea de que la soja está desplazando a los cereales: crece más
rápido porque es más rentable, y es la señal que dan los mercados.
Como la soja vale el doble que los demás granos, la producción agrícola se
triplicó en valor, a precios constantes. Y ahora se suma el alza de las
cotizaciones internacionales. Si el valor de la producción agrícola a mediados
de los 90 era de US$ 7.000 millones, ahora roza 30.000. Como en una huída
hacia delante, crecieron en la convertibilidad, digirieron la crisis del 2002 y
retomaron tras la devaluación.
Esta es la base económica de los chacareros modernos. Constituyen una red
de 300.000 productores chicos, medianos y grandes, acompañados por sus
proveedores de insumos, equipos y servicios. La agricultura argentina está
transformada: el productor ya no está sometido al límite de su chacra. Más del
70% de la producción se realiza en campos alquilados. Un tractor y una
sembradora permiten sembrar 50 hectáreas por día. Así, brotó la figura del
contratista, profesionales que constituyen clave distintiva de la nueva
agricultura argentina. Siembra, protección de cultivos y cosecha se realizan
por contratistas. Los “pooles” son, en su gran mayoría, pequeñas
organizaciones que alquilan campos y siembran con gran eficiencia. Los que
se organizaron bien, ganan dinero. Aunque pagaban de hecho un impuesto a
las ganancias superior al 60%, que sube al 80% con el nuevo esquema de
retenciones.
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TEXTO 3:
El Paro según el MOCASE (marzo 2008)

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero envió un comunicado donde


analiza el llamado paro del campo y aporta información vital para ver quién es
quién en este conflicto de la Argentina.
La actitud de los señores dueños de la tierra de la Argentina no deja de
sorprender por su reiterada e inveterada audacia en la defensa de sus
bolsillos, con una hipocresía digna de los mejores falsarios de la historia. La
acompaña una vez más la desorientada Federación Agraria Argentina, que
hace años no se atreve a separase de los oligarcas y hacer un planteo digno
de reclamo de tierras, de límites a la extensión de los latifundios, de cese y
recuperación de las enormes cantidades de tierras extranjerizadas y de
cambio general de la política agropecuaria.
Durante el largo ciclo de la convertibilidad y de la expansión de la sojización,
la FAA miró para otro lado, dejando hacer al "mercado" y al modelo neoliberal
que se cargó casi 300.000 productores pequeños y medianos, la mayoría de
ellos afiliados a ella.
Hace apenas poco tiempo se atrevió a cuestionar los lineamientos de la
Argentina sojera pergeñada por Henry Kissinger, el grupo Perriaux, la SRA,
AAPRESID, Cargill, Monsanto, Dreyfus, la FAUBA, Clarín Rural, Urquía y
demás demiurgos de la recolonización nacional. De tal manera, el tránsito de
la Argentina industrial tecnológica y científica existente entre 1945 a 1989, a la
Argentina factoría agro-exportadora actual, contó -luego de la Marcha Federal
de 1994- con la mirada complaciente de la FAA. Esta política permitió la
devastación de los pequeños y medianos productores y el tránsito de una
producción centrada en el desarrollo de alimentos en gran cantidad y de gran
calidad, hacia un "campo" que produce forraje barato –"pasto soja"- para
vender a China, India y la UE subsidiando de tal forma la industrialización de
estos países a costa de nuestra industrialización, nuestra producción lechera,
ganadera, porcina, frutal, hortícola, ovina y regional.
Se repite el modelo de siempre en el campo, donde la SRA -la vieja oligarquía
terrateniente- se opone a cualquier control por parte del Estado de su tasa de
ganancia lograda a costa del esfuerzo de toda la nación. La oligarquía
terrateniente implica por ejemplo que 6900 propietarios (familias, empresas o
empresas-familias) sean dueñas del 49.7% de la superficie cultivable y
productiva del país, o que según el Censo Agropecuario de 2002, 936
terratenientes poseen 35.515.000 Has (casi toda la superficie en cultivo), un
promedio de 38.000 has c/u. Por el contrario 137.021 agricultores poseen sólo
2.288.000 has, con un promedio de 16.7 has c/u. (2)(pág. 158)
En 1966 había más de 600.000 productores agropecuarios, hoy sólo restan
330.000.

Salir de la sojización
Impulsar la sojización depreda la mano de obra y la pequeña y mediana
producción, además de devastar al ecosistema y a la salud humana. El
sistema de la SD-sojaRR-herbicida glifosato, destruye 4 de cada 5 puestos de
trabajo existentes y sólo crea un puesto de trabajo cada 500-600 has, siendo
sólo viables y autosuficientes para este sistema, las explotaciones que
superan las 500 has según la región agroecológica. Por el contrario la
economía familiar genera 35 puestos de trabajo genuinos por cada 100has.
Pero el gobierno debe saber que salir de la sojización implica antes que nada,
redistribuir la tierra y repoblar el territorio nacional devastado por el pequeño
poroto. La soja no sólo no crea pueblos sino que los devasta y los liquida,
como puede verse en las miles de taperas que pueblan hoy nuestro campo y
los más de 1200 pueblos abandonados.
La 'pobreza' del 'campo'
Por último, de ¿qué paro del campo hablamos?. En todo el país sólo restan
330.000 explotaciones, las que sólo emplean a 310.000 trabajadores en
blanco que ganan alrededor de $1200 mensuales, mientras hay algo más de
700.000 trabajadores en negro que viven miserablemente y trabajan sólo un
período del año gracias al "poroto mágico". Ambos sectores prácticamente se
han visto imposibilitados de defender sus derechos ante el achicamiento
descomunal de las fuentes de trabajo que ha producido la sojización y la
numerosa destrucción de establecimientos que la acompañaron.
Para dar un ejemplo, sólo por arrendar 300 has el propietario recibe un
ingreso parásito (sin invertir ni arriesgar un solo peso) de 180.000 USS o unos
570.000 pesos por ciclo sojero. Esa descomunal masa de dinero, imposible de
obtener en cualquier otra actividad productiva -y ese es el diseño
multinacional para paralizar nuestra reindustrialización- no se destina a mano
de obra, ni inversiones productivas. Sí se invierte, en varias camionetas 4x4
por familia (hasta 6-7 en algunas), en casas suntuarias, en edificios de renta y
en "gatos finos" que ahora hacen su aparición en las localidades de la cuenca
sojera, para beneplácito de los productores. Por el contrario, los capataces
son echados, indemnizados y transformados en contratistas cuentapropistas
con lo cual el terrateniente dispone de las labores sin arriesgar un solo peso,
sin incluir costo social alguno y sin tener que poseer un parque de
herramientas de alto costo y nivel de mantenimiento, que lo obligaría a tener
mano de obra permanente.
A su vez, los trabajadores rurales son echados sin indemnización y
contratados en negro cuando se los necesita, muy poco tiempo por cierto. El
hecho que las dos terceras partes de los trabajadores vinculados a la
sojización trabajen en negro.

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