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Absolutismos

Emilio del Barco


29/12/03
Nadie es respetable por encima de nadie. El respeto que nos debemos, debería ser
mutuo e igualitario. En el mundo del pensamiento, no hay verdades absolutas y únicas.
Todas son intercambiables.
Las religiones deberían ser conocidas, todas, sin excepción. Para que los jóvenes vayan
haciéndose una idea del mundo tan complejo en el que pueden meterse. Sería muy
conveniente que la historia de las religiones fuese comparada. Podría interesarnos saber
en nombre de qué Dios se han matado más hombres. La capacidad crítica de los
alumnos sería así estimulada y sus conocimientos del devenir humano acrecentados.
Si vivimos en un país con libertad religiosa, no puede reducirse la enseñanza a una sola
creencia. Los alumnos han de aprender que, existen y coexisten, miles de variantes
religiosas. Con tanto derecho, o ausencia del mismo, unas como otras. Estimular la
curiosidad es fundamental. La búsqueda de la verdad es, siempre, algo personal e
intransferible. La investigación ha de partir de motivaciones interiores. Inculcar, desde
el exterior, equivale a enseñar a no pensar.
Los absolutismos se producen cuando lo divino y lo humano se confunden. Aleccionar
que un gobernante ha sido instituido con el favor y la intermediación divina, se asemeja
a divinizar la institución. Este truco mágico ya fue usado por todos los gobernantes de la
antigüedad, para tener derecho de prevalencia. Desde los faraones egipcios a los
emperadores chinos o europeos.
Asociar la autoridad civil con la religiosa, acentuando la legitimación de los
gobernantes, mediante el acatamiento de un juramento religioso, otorga una dimensión
al poder civil que excede de sus potestades. La obediencia a los gobernantes debe ser
racional. No puede confundirse, en modo alguno, con el sometimiento a la divinidad.
De esa confusión y amalgama de poderes nace, con facilidad, el poder absoluto de los
tiranos. Las organizaciones religiosas, cuando apoyan a los gobiernos de las naciones,
deberían cuidar que ese apoyo no fuese incondicional. Porque eso ha derivado, en
demasiadas ocasiones, en secuelas irreversibles hacia tiranías lamentables. La historia
reciente de la Humanidad está llena de ejemplos. La aberración de confundir cuerpo y
alma, cielo y tierra, no puede conducir más que a la aceptación del poder absoluto de los
tiranos, cuando éste se legitima por los poderes religiosos. Independientemente de la
religión de que se trate.. Luego, la negación de complicidades, se vuelve increíble.
Emilio del Barco,, DELBARCO@teleline.es

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