29/12/03 Nadie es respetable por encima de nadie. El respeto que nos debemos, debería ser mutuo e igualitario. En el mundo del pensamiento, no hay verdades absolutas y únicas. Todas son intercambiables. Las religiones deberían ser conocidas, todas, sin excepción. Para que los jóvenes vayan haciéndose una idea del mundo tan complejo en el que pueden meterse. Sería muy conveniente que la historia de las religiones fuese comparada. Podría interesarnos saber en nombre de qué Dios se han matado más hombres. La capacidad crítica de los alumnos sería así estimulada y sus conocimientos del devenir humano acrecentados. Si vivimos en un país con libertad religiosa, no puede reducirse la enseñanza a una sola creencia. Los alumnos han de aprender que, existen y coexisten, miles de variantes religiosas. Con tanto derecho, o ausencia del mismo, unas como otras. Estimular la curiosidad es fundamental. La búsqueda de la verdad es, siempre, algo personal e intransferible. La investigación ha de partir de motivaciones interiores. Inculcar, desde el exterior, equivale a enseñar a no pensar. Los absolutismos se producen cuando lo divino y lo humano se confunden. Aleccionar que un gobernante ha sido instituido con el favor y la intermediación divina, se asemeja a divinizar la institución. Este truco mágico ya fue usado por todos los gobernantes de la antigüedad, para tener derecho de prevalencia. Desde los faraones egipcios a los emperadores chinos o europeos. Asociar la autoridad civil con la religiosa, acentuando la legitimación de los gobernantes, mediante el acatamiento de un juramento religioso, otorga una dimensión al poder civil que excede de sus potestades. La obediencia a los gobernantes debe ser racional. No puede confundirse, en modo alguno, con el sometimiento a la divinidad. De esa confusión y amalgama de poderes nace, con facilidad, el poder absoluto de los tiranos. Las organizaciones religiosas, cuando apoyan a los gobiernos de las naciones, deberían cuidar que ese apoyo no fuese incondicional. Porque eso ha derivado, en demasiadas ocasiones, en secuelas irreversibles hacia tiranías lamentables. La historia reciente de la Humanidad está llena de ejemplos. La aberración de confundir cuerpo y alma, cielo y tierra, no puede conducir más que a la aceptación del poder absoluto de los tiranos, cuando éste se legitima por los poderes religiosos. Independientemente de la religión de que se trate.. Luego, la negación de complicidades, se vuelve increíble. Emilio del Barco,, DELBARCO@teleline.es