Rituales y espectáculos
Don Handelman
Es un hecho histórico que los mundos culturales del ritual se transforman en los del
espectáculo. La práctica del ritual es propia de los mundos culturales que están
organizados de modo holístico, mundos en los que la "religión" constituye un todo por
medio de clasificaciones taxonómicas completas del cosmos, en el que se basan las
premisas organizativas del orden moral y social. Estas taxonomías se consideran
"naturales", en el sentido de que la voluntad humana no puede cambiarlas. Cuando en
una taxonomía religiosa de tipo holístico desaparece una categoría, otra la reemplaza,
mientras no se den las circunstancias que hagan posible la separación de lo laico y lo
religioso. Cuando los ciudadanos de la antigua Roma perdieron la fe en la eficacia de
sus dioses tradicionales, divinizaron a sus emperadores (Momigliano, 1986). Un cambio
de clasificación hizo posible la continuación del ritual del todo cósmico. Sin embargo,
al principio de la era moderna en Europa, cuando la gente perdió la fe en la eficacia del
ritual (Burke, 1987), ya había roto en buena medida el holismo cósmico y había
organizado ya unos sistemas sociales seculares.
La ruptura histórica del holismo cosmológico hizo posible que emergiera una red de
ámbitos laicos relativamente independientes - político, económico, científico,
burocrático- cada uno con sus horizontes (Dumont, 1977). Los espectáculos públicos
modernos proceden de estos ámbito y reflejan su división. Hasta el momento, la lógica
del espectáculo carece de capacidad para actuar sobre estas rupturas de un modo
unificador.
Por el contrario, debido a sus lógicas, los rituales proceden tanto a la fragmentación
como a la reconstitución del holismo. Por lo tanto, los procesos internos de los rituales a
menudo pasan de situaciones de holismo -de uno mismo, comunidad, salud, lo humano
y lo trascendente- a la ruptura de éstas, con el fin de regenerar un yo reconstruido, un
nuevo ser social, una comunidad rejuvenecida, etc. Los procesos del ritual manejan las
categorías taxonómicas culturales. Desde el punto de vista taxonómico, el ritual hace
distinciones infinitas, dando valor a las más mínimas diferencias; pero lo hace así para
producir un cambio controlado debido a lógicas del funcionamiento inherente al hecho
ritual. Con estos fines se manejan las distinciones taxonómicas. Más adelante me
referiré al ritual Chisungu de los Bemba de Zambia para comentar la lógica de un ritual
por el que las muchachas se convierten en mujeres. En medios tradicionales, el ritual
puede ser la única manera de producir voluntariamente cambios controlados que tengan
repercusiones en el orden social.
Por el contrario, el espectáculo moderno se forma por medio de divisiones y
combinaciones taxonómicas de categorías para producir una variedad de "espejos a la
medida" para reflejar las posiciones de sus autores. Los espectáculos son un reflejo de
sus mundos culturales. La lógica interna del espectáculo taxonomiza y exhibe, la del
ritual taxonomiza y transforma.
En primer lugar, voy a pasar a comentar una metalógica del ritual que llamo
"transformación" y su aplicación a los sistemas culturales tradicionales. A continuación,
me referiré muy brevemente a la emergencia de una metalógica del espectáculo, que
llamo "exhibición".
Insisto en que el empleo que hago del concepto de espectáculo está íntimamente unido a
la relación entre la burocracia como sistema de clasificación y el estatismo. En función
de esto, el espectáculo en la era moderna debe su forma a esta relación. Por lo tanto, no
me refiero a distintos géneros de espectáculos públicos que en ocasiones pueden
depender menos de esta relación, pero que en diferentes grados pueden también
incorporar-elementos del espectáculo y sus antítesis, elementos de humor (Handelman
1992). Menciono algunos de estos géneros para dar una idea de la serie de fenómenos
que quedarán al margen de este artículo por falta de espacio. Así, el teatro y la ópera
están constituidos por clasificaciones estéticas que son una alternativa a las burocráticas.
Tampoco abordaremos los medios, a veces espectaculares, como el cine y televisión
cuya existencia se debe sólo a las modernas tecnologías y cuya metalógica suele ser la
de historias que no terminan nunca o se reciclan continuamente, que utilizan formas casi
burocráticas de clasificación. Así pues, tampoco entran los "sucesos propios de los
media" (Dayan y Katz 1992) -- acontecimientos puntuales que se transmiten en directo a
millones de espectadores, como la primera visita del Papa a Polonia y la llegada del
hombre a la Luna. El género del circo occidental es quizá el más independiente de la
relación entre la burocracia y el estatismo, porque el circo rechazaba la apropiación del
artista con fines estatistas (Handelman 1991, 222), y porque solía huir de los poderes
burocráticos institucionales del estado (ver Carmeli 1988).
El primer día de Chisungu, se cubre a las muchachas con mantas y se les hace
arrastrarse a gatas hacia atrás a la cabaña del ritual --el hecho de pasar por un túnel
oscuro, sin ver a nadie, es como el abandono de su antiguo modo de vida. En días
sucesivos, las mujeres mayores las maltrataban y escarnecían de forma inmisericorde;
cuando lloraban cesaban los malos tratos. Los malos tratos y las burlas tenían por objeto
que las muchachas se sintieran inseguras de sí mismas como hembras inmaduras y las
ayudaba a "desaprender" la inmadurez. Las burlas ponían de manifiesto que las
muchachas eran "inmaduras"; sus llantos demostraban su aceptación de esta
clasificación y su debilidad por estar así clasificadas. La intensidad del llanto dependía
de su relativa disposición al cambio y a la siguiente reclasificación como mujer madura.
La relación entre los malos tratos y el llanto (es decir, el desaprender) es teleológica y
regulable. Los malos tratos producían las lágrimas y este llanto era un indicador del
éxito de los malos tratos que a su vez las mujeres mayores podían intensificar o reducir
con miras a obtener los resultados deseados.
Durante los días de malos tratos y llanto, las mujeres mayores impartían a las
muchachas unos nuevos conocimientos necesarios para su crecimiento. Pero
intercalados entre estos procesos de desaprendizaje (llanto) y aprendizaje había unos
"exámenes" que las muchachas tenían que aprobar. Una mujer afirmaba que "por medio
de estos exámenes "ellas [las mujeres mayores] trataban de averiguar si las muchachas
habían crecido" (Richards 1982, 76). El éxito en los exámenes demostraba que el ser de
las muchachas se había formado, había cambiado en su esencia.
Así pues, estos exámenes eran "comprobaciones" para evaluar el progreso de las
transformaciones en las muchachas. La relación entre la "comprobación" (los
exámenes) y el aprendizaje también es teleológica, de autorregulación inherente al
ritual. Si una muchacha fallaba en un examen se alargaba el proceso del ritual hasta que
lo aprobaba. Las dos series de relaciones --malos tratos/llanto (desaprendizaje) y
aprendizaje/exámenes (comprobación) -- estaban en relación con otra. En las teorías de
las mujeres Bemba el aprendizaje y el desarrollo dependían del "desaprendizaje" de las
muchachas. Éstas, en tanto que material para reformar, tenían que hacerse maleables,
para que el aprendizaje y el desarrollo siguieran su curso con prontitud. En los primeros
días de Chisungu, tanto el "aprendizaje" como el "desaprendizaje" son activos. A
medida que el ritual va avanzando, mientras que el "desaprendizaje" va disminuyendo,
el "aprendizaje" va adquiriendo más importancia. También el llanto va disminuyendo
mientras sigue la "comprobación". Cuando las muchachas eran maleables e inseguras,
su reconfiguración aumentaba con seguridad e intensidad, y a la vez este progreso se
evaluaba periódicamente.
Hay que distinguir radicalmente los rituales de transformación, con su lógica interna de
cambio, de otros "sucesos públicos" (Handelman 1990), cuyas lógicas internas están
más próximas a los espectáculos. Los espectáculos se organizan como espejos-imágenes
para reflejar principalmente las imágenes vistas recompuestas del orden social. El
espectáculo simboliza el cambio al moderno orden social --el auge del estado, su
infraestructura burocrática, y el cambio al totalitarismo.
Sobre todo, se empleaban las premisas de taxonomía para hacer visible cada cosa del
mundo fenoménico. En palabras de Foucault, la vista se relacionaba con el discurso
gracias a la catalogación --la pormenorización y protección de todos los objetos de
conocimiento, por medio de la comparación y el contraste. El lenguaje de la ciencia
(Linnaean) ya no podía estar "mal construido" (Foucault, 1973, 158) porque la
taxonomía rellenaba, ordenaba y controlaba todo el espacio de los discursos de
clasificación; no quedaba ni el más mínimo intersticio. Las premisas de la taxonomía en
el pensamiento occidental sobrepasaron ampliamente la ciencia, para convertirse en
concepciones de organización política y control social. Por eso, las concepciones
políticas radicales de la sociedad perfectamente gobernada dependían de esquemas de
clasificación inventados (Eliav-Feldon 1982, 45). Las recomendaciones para atajar y
combatir un brote de peste en la Francia del siglo XVI son un ejemplo sorprendente de
cómo la taxonomía de la infección estaba clasificada en el territorio de la enfermedad
con miras a frenar ésta en su lugar y así corregirla y controlarla (Foucault 1979, 197).
Pero la idea de taxonomía en este caso era básicamente la de una forma estática de
conocimiento, visible y explícito, con sus reglas, pero sin contenido. La taxonomía
creaba, clasificaba y almacenaba la información pero apenas la trataba. Sin embargo, la
taxonomía, considerada como cambio por medio de la clasificación, y por eso, como la
organización del proceso, adquirió una importancia y un poder enormes con la aparición
de la burocracia moderna en los estados.
Hasta aquí, he esbozado implícita pero voluntariamente algunas analogías entre las
metalógicas del ritual y la burocracia (en los sistemas sociales tradicionales y modernos
respectivamente). Estas analogías están relacionadas con el significado de la taxonomía,
con la organización del sistema y con la producción voluntaria de cambios planificados
y dirigidos. Lo he hecho así para separar radicalmente el hecho del espectáculo del
ritual. En términos de sus metalógicas de posibilidades, los rituales y los espectáculos
no tienen en teoría nada en común (para la opinión contraria ver Ben-Amos y Ben-Ari
1995). Los rituales (igual que la burocracia) crean realidades consecuentes con sus
efectos. Pero los espectáculos son la otra cara de la burocracia, detenida por un trazo de
lapicero (o por una orden a la computadora, en la actualidad) que oculta su rostro tras
unos espectáculos llenos de colorido que reflejan impresionantes ficciones. Estas
ficciones ocultan la cara de la burocracia.
La metalógica del etos burocrático da prioridad al sentido de la vista sobre todos los
demás. Las burocracias producen, protegen y emplean innumerables textos, diagramas y
cuadros. En general, la clasificación depende de la vista. Por eso la burocracia es
también hermenéutica --sus procedimientos y explicaciones proceden de sus propias
premisas y están hechos de acuerdo con éstas. Así que, en un nivel superior de
organización, la burocracia es auto-exegética y contemplativa. Pero esta hermenéutica
implica siempre la contemplación, y de modo implícito tiende hacia el artificio del
espectáculo. La síntesis epistémica de lo visual, de la taxonomía y del sistema se resume
en innovadoras ideas como el panopticon de Bentham entendido como lugar de castigo
y trabajo. El nombre, de raíces griegas, quiere decir "de visión total". Aunque unos años
antes del panopticon hubo proyectos arquitectónicos parecidos, éste es el más notable de
todos ellos.
La concepción del siglo XVIII del Panopticon dio lugar a las primeras teorías sobre el
mapa taxonómico como territorio - para que el castigo de un delincuente declarado
fuera visto, oído y olido -- con la fuerza emergente de una lógica burocrática. En el
estado moderno esta visión panóptica se dividió en dos - en espectáculo y burocracia -.
La concepción interna de la burocracia es la de una hermenéutica de "horizontes
ilimitados, de puntos de vista no influidos por prejuicios" (Illich 1995, 52). Por eso, la
burocracia es capaz de crear en teoría cualquier realidad, y procesar sus contenidos. El
espectáculo es la concha externa, ilustrada, que oculta la concepción hermenéutica
interna del poder. El espectáculo es pues la máscara pública de la lógica burocrática,
mientras que esta lógica estructura el espectáculo por dentro. La burocracia oculta su
poder instrumental bajo la impotencia aparente del espectáculo.
Por ejemplo, los dirigentes de los estados nazi y soviético exigían que la estética pública
tuviera un objetivo ideológico; no obstante, lo hicieron en direcciones opuestas. Hitler
gritaba: "el Arte es una vocación poderosa y fanática", a la vez que insistía en que la
estética tuviera claridad de color y de forma, y fuera accesible, lógica, verdadera y
creada para el pueblo, de lo cual él era el árbitro (Wistrich 1986, 78-80). La fealdad y el
dolor fueron desterrados de las producciones estéticas públicas. La estética se
caracterizaba por una relación de tipo utilitario entre fines y medios. En el trabajo se
glorificaba la racionalidad técnica por medio de una estética que convertía la utilidad en
una "religión", en la que "El trabajador, como todos los demás sujetos de
Nacionalsocialismo, se convierte en un ornamento de los entornos técnicamente
preconcebidos y construidos" (Rabinbach 1976, 55, 68). En efecto, el régimen nazi se
propuso que los verdaderos alemanes se convirtieran en estéticos uni-formes, haciendo
de la vida cotidiana un espectáculo resumido y progresivo del orden social nazi.
Los espectáculos del estado ofrecen a la vista una disciplina tan impresionante que
abruman por su volumen y magnitud. En las concentraciones de Nuremberg (el día del
partido nazi que se celebraba una vez al año) participaban cientos de miles de soldados
en estricta conformidad con una planificación taxonómica consciente, de manera que las
divisiones entre sus unidades fueran claramente visibles. Las instrucciones para una
concentración, referentes al orden en el que los diversos grupos de reunión tenían que
incorporarse al desfile, mostraban hasta qué punto la simetría y sincronización estaban
planificadas como si se tratara de una coreografía. El tiempo, el espacio, el lugar, el
cuerpo y la postura, estaban totalmente coordinados, según categorías funcionales de
participación.
Por esta razón, si hay alguna dinámica interna en los espectáculos de este tipo, ésta es la
de simple suma (o resta) de módulos o de unidades que aumenten (o reduzcan) el
tamaño y volumen del acontecimiento. En este espectáculo, como en el de la
Concentración de Nuremberg, no hay ningún signo de interrogación - ninguna
inseguridad, ninguna nota discordante o contradictoria, nada de mezclas o paradojas, o
desafío. Al contrario, como en el imaginario Panopticon, abundan las exclamaciones,
todas clasificadas y regimentadas. Todas las categorías apuntan a la consistencia
abrumadora de la supremacía taxonómica; y así, cada módulo, cada elemento dentro de
cada módulo es el reflejo y la réplica de otro. No quedan cabos sueltos. En efecto, más
allá de la taxonomía, más allá de una anatomía del cuerpo político, no hay nada. El
estado sujeta un espejo muy pulido de gran claridad para sus ciudadanos y éstos tienen
una clara visión de sí mismos, tal y como deberían ser. Pero en esta ficción, las
categorías sociales significativas del estado soviético se dejaban fuera y por eso no
existían en este espejo del orden estatista. Por ejemplo, la existencia de minorías étnicas
y de otro tipo, las diferencias de edad y de sexo y de los híbridos de cualquier clase se
omitían. Si la composición del espejo influía en los espectadores, entonces entraban en
la anatomía exhibida del estado viéndose a sí mismos como los órganos y extremidades
metafóricos del estado soviético.
No obstante, quiero matizar lo que acabo de decir en dos sentidos. Primero, la inversión
es un caso muy limitado de cambio y segundo, el carnaval en el estado moderno está
taxonomizado de nuevo, reorganizado y reordenado por medio de la lógica burocrática.
Con respecto a la segunda matización, volveremos al Carnaval de Rio. Con respecto a la
primera, lejos de soliviantar el orden de manera consecuente, la inversión lo revalida y
refuerza. La inversión se ajusta al molde, a los cimientos para la forma de la inversión,
de cualquier cosa que se invierta. Por eso la inversión hace que su base sea importante y
es un discurso sobre su validez. Por ejemplo, la inversión de un orden social
estratificado es también un discurso sobre ese mismo orden de estratificación. La
inversión de sexo sigue siendo un discurso sobre el sexo, y así sucesivamente. La
inversión mantiene el modo del discurso y el orden que se invierte sigue siendo el
molde normativo de la inversión. Mientras haya un consenso sobre el mayor valor de la
base, el orden invertido no se autosostiene. La inversión queda invalidada como versión
inauténtica que remite a la base normativa de la que procedía.
El carnaval de Rio es uno de los mayores espectáculos del mundo moderno, un
acontecimiento transnacional que millones de personas conocen a través de la televisión
y que atrae a personajes famosos de muchos países. A través de numerosas inversiones
de individuos y de pequeños grupos, el carnaval escenifica las tensiones existentes tanto
en el orden social como en el orden moral de Brasil. Se divulga la existencia de aquello
que en la vida corriente se oculta y se valora menos, y se le da el mejor sitio: el espacio
público por encima del privado, la franqueza del cuerpo sobre el recato y el
recogimiento, la igualdad sobre la jerarquía, etc.(DaMatta 1991, 61-115). La principal
atracción del carnaval son los desfiles de las escuelas de samba (una forma de
asociación voluntaria), sobre todo el desfile de las escuelas de la confederación superior
que tiene lugar en el centro de la ciudad, desde el atardecer hasta el mediodía siguiente.
Este gran desfile (como otros, de menos envergadura) es una competición de gran
prestigio entre las escuelas. Participan en el gran desfile unos cuarenta mil bailarines.
Estas competiciones entre escuelas que en lo esencial son todos iguales, constituyen una
inversión de la preocupación cotidiana por la moral y la jerarquía social (DaMatta 1991,
112). Aunque la mayoría de los miembros de las escuelas son pobres, constituyen el
centro del espectáculo, de la contemplación de los espectadores más ricos que pagan la
entrada para presenciarlo desde altas tribunas a ambos lados de la pasarela. Cada
escuela emplea disfraces, música y baile para desarrollar el tema escogido.
Todo esto parece guardar escasa relación con la existencia configurante del etos
burocrático. No obstante, el estado ha "domesticado" a las escuelas inventando
taxonomías para racionalizar y controlar su existencia en el orden social y su carácter
dentro del carnaval. Antes, el ayuntamiento legalizaba la participación de las escuelas en
el carnaval, a cambio de una serie de medidas que insistían en el nacionalismo, la
unidad y el control sobre los desfiles y sus rutas. Los temas para el gran desfile se deben
sacar de la historia brasileña; no se permite la sátira, ni la parodia ni la crítica política o
de hechos actuales. En los desfiles, se penaliza a las escuelas si sobrepasan el tiempo
asignado a su exhibición o si la disciplina de sus ritmos musicales y pasos de baile no
son perfectos (Queiroz 1985, 5,16). Así también el cambio a un espectáculo en gran
escala ha producido enormes contingentes de bailarines más uniformes, vestidos con los
mismos disfraces haciendo pasos de baile muy sincronizados, sencillos y más breves,
que destruyen el arte de la samba como forma de baile innovador de las clases bajas
(Taylor 1982, 306). En los desfiles el orden es la base interna de la celebración del
carnaval (Queiroz 1985, 31). Los desfiles, por medio de la clasificación burocrática han
sido aislados del resto del carnaval, regulados y controlados. El orden turbulento ha
desaparecido del espectáculo. El alma del carnaval se ha convertido en una entidad
parcial que depende para su existencia de unas premisas estatales de orden. Pese a su
colorido y su animación, la distancia entre el carnaval y los espectáculos totalitarios
comentados antes se ha reducido considerablemente.
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