Working Paper

22 de febrero de 2013

COOPERATIVAS Y SOCIEDADES LABORALES

CO-OPERATIVES AND “SOCIEDADES LABORALES” KOOPERATIBAK ETA LAN SOZIETATEAK

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 COOPERATIVAS Y
SOCIEDADES LABORALES

1. Las sociedades laborales son una figura
específica de la legislación española aunque, como
se sabe, sociedades de capitales participadas por
trabajadores existen en todos los países, con unos u
otros instrumentos jurídicos. Pero no es habitual
que estas entidades se configuren en torno a una
cultura jurídica y organizativa tan definida como las
sociedades laborales.
2. Al contrario de lo que sucede con otras
figuras de la economía social, como asociaciones de
prestación de servicios o mutuas, los puntos de
cercanía entre las cooperativas de trabajo y las
sociedades laborales son más bien organizativos
que formales.
3. En cualquier caso, desde un punto de vista
jurídico-societario, las sociedades laborales son, por
supuesto, sociedades de capitales, ya sea anónimas
o limitadas, con una específica regulación destinada
a asegurar su carácter “laboral”, entendiendo por
tal, en síntesis, el control mayoritario de las mismas
por parte de los trabajadores.
4. En este sentido, las sociedades laborales
resultan asimilables al conjunto de entidades de
capitales “cooperativizadas” a través de
disposiciones estatutarias o legales que aseguran el
control directo o indirecto de las mismas por los
usuarios o trabajadores de la empresa y una
determinada distribución del poder corporativo
entre ellos.
5. Aunque en países como España o Portugal
pueda resultar chocante, la cooperativización de
sociedades de capitales es una modalidad
reconocida y asentada en el Cooperativismo. Las
cooperativas francesas, por ejemplo, son
habitualmente sociedades anónimas o limitadas con
una específica regulación destinada a asegurar su
carácter “cooperativo”.
6. En el caso de las sociedades laborales,
puede decirse que son equiparables a las
cooperativas de trabajo desde el punto de vista de
la garantía legal de que el gobierno corporativo de
la entidad se encuentra mayoritariamente en
manos de los trabajadores de la misma. Tengamos
en cuenta que las opciones que, en este sentido,
existen en las propias cooperativas de trabajo son
similares. La legislación cooperativa exige
exclusivamente a este respecto que los socios
trabajadores dispongan de la mayoría del derecho
de voto, pudiendo el resto atribuirse a socios
usuarios o proveedores, a colaboradores o bien a
accionistas en el caso de las cooperativas mixtas.
7. La gran diferencia normativa entre
cooperativas de trabajo y sociedades laborales
radica en la distribución entre los propios
trabajadores del poder mayoritario detentado por
el conjunto de ellos. Mientras las cooperativas se
basan en el criterio “una persona – un voto”, las
sociedades laborales se basan en la adjudicación del
voto en proporción al capital aportado a la entidad
por cada trabajador.
8. Sin embargo, ambas legislaciones
introducen correcciones a estos criterios básicos.
Las sociedades laborales, al establecer que ningún
trabajador podrá ser titular de más de un tercio del
capital (limitación que tiene una mayor o menor
significación dependiendo del número de
trabajadores de la empresa).
Por el contrario, las cooperativas de trabajo
españolas mantienen como norma general
una regulación estricta basada en el
respeto del criterio “una persona-un voto”.
No obstante, lo cierto es que las
excepciones a este criterio a través del
“voto plural limitado” son cada vez más
amplias. El propio Estatuto de la Sociedad
Cooperativa Europea, en su artículo 59.2,
autoriza el voto plural de los socios en los
términos siguientes:

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 COOPERATIVAS Y
SOCIEDADES LABORALES

“Si lo permite la legislación del Estado
miembro en el que la SCE tenga su domicilio
social, los estatutos podrán estipular que el
número de votos de un socio esté
determinado por su participación en la
actividad cooperativa por medios distintos
de la aportación de capital. Los votos así
atribuidos no podrán exceder de cinco por
socio ni representar más del 30 % del total
de derechos de voto”
Por el contrario, en la legislación cooperativa
española, en la que el voto plural se va extendiendo
crecientemente, lo habitual es que lo haga de forma
limitada a determinadas clases de cooperativas,
entre las que –hasta ahora- no se incluyen las
cooperativas de trabajo. En cualquier caso, el
criterio generalizado de la legislación cooperativa es
que se excluya la posibilidad de que este voto plural
se atribuya en proporción al capital del que cada
socio es titular, al contrario de lo que ocurre en el
caso de las sociedades laborales.
9. Otros avances en el ámbito de la legislación
cooperativa han acercado también
conceptualmente ambas figuras. Así, las
cooperativas mixtas -en las que hasta un 49 por
ciento del derecho de voto puede distribuirse en
proporción a la titularidad de capital- suponen un
acercamiento teórico evidente entre cooperativas
de trabajo y sociedades laborales. En teoría, una
buena parte de las sociedades laborales podrían
estructurarse como cooperativas mixtas
manteniendo las proporciones de aportación de
capital y derecho de voto entre sus trabajadores.
10. De esta forma, vemos que la posibilidad de
que, desde un punto de vista legislativo, las
sociedades laborales fuesen incluidas en la
legislación cooperativa como “cuasi cooperativas” o
“cooperativas mixtas” no es difícil de plantear, si
existiera interés del sector o voluntad política para
ello. A la inversa, como ya hemos expuesto, no sería
conceptualmente ilógico que las organizaciones
representativas cooperativas admitieran como tales
cooperativas a sociedades de capitales
“cooperativizadas” a través de disposiciones
estatutarias que redistribuyesen igualitariamente el
derecho de voto, tal como ocurre en numerosos
países.
11. Sin embargo, las distancias sociológicas
entre sociedades laborales y cooperativas de
trabajo en España van más allá del ámbito jurídico y
se centran, fundamentalmente, en la diferente
cultura asociativa.
12. Lo cierto es que, en la práctica, el
funcionamiento interno de numerosas sociedades
laborales y cooperativas de trabajo es similar,
fundamentalmente entre las pequeñas empresas y
microempresas, que constituyen la gran mayoría de
sociedades laborales y cooperativas de trabajo.
13. No obstante, la evolución histórica de las
últimas décadas ha seguido un proceso paralelo
pero claramente diferenciado. Las sociedades
laborales surgen de forma acelerada en los
procesos de reestructuración empresarial de los
años 80, con una fuerte influencia sindical y han ido
asentando una cultura diferenciada de las
cooperativas de trabajo. En esta evolución cultural,
la utilización de la forma jurídica de sociedad
anónima o limitada se ha ido progresivamente
considerando como un valor positivo, desde la
perspectiva de sencillez jurídica y de cercanía a la
cultura jurídica “estándar”. No es infrecuente que
las sociedades laborales atribuyan a la legislación
cooperativa excesiva complejidad o incluso
dificultad de comprensión terminológica o
conceptual.
14. Bajo estos criterios diferenciadores, de
cultura jurídica o de evolución sociológica, las
respectivas organizaciones representativas de
cooperativas de trabajo y de sociedades laborales
han evolucionado en paralelo durante las últimas

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SOCIEDADES LABORALES

décadas, fortaleciendo y afianzando su respectiva de compartir, en buena medida, un mismo espacio

personalidad. sociológico.

15. No obstante, algunos hitos de los últimos
años pueden apuntar en distinta dirección. Por
un lado, el fortalecimiento del concepto de
“economía social”, y de la asunción de la
pertenencia a la misma tanto de cooperativas de
trabajo como de sociedades laborales, ha
empezado a crear una conciencia de compartir
espacios sociológicos y de posibilidad de trabajo
en común.
16. A la vez, han ido surgiendo experiencias
concretas de confluencia asociativa entre ambos
tipos de organizaciones, como ANEL en Navarra o
ASATA en Asturias, donde conviven tanto
cooperativas de trabajo como sociedades
laborales con aparente naturalidad.
17. De esta forma, son evidentes las
posibilidades teóricas de que, desde el ámbito
asociativo o desde el ámbito político, se definan
objetivos de actuación conjunta o de confluencia
entre ambas modalidades jurídicas.
18. Ello no significa que cualquier tipo de
actuación en este sentido sea correcta. Las
diferentes culturas jurídicas y sociológicas son
evidentes en muchos territorios, tanto en las
empresas como –sobre todo- en las organizaciones
representativas. Durante los últimos años, algunas
de estas organizaciones representativas han llegado
incluso a posicionarse entre sí como
“competidoras”, precisamente como consecuencia
19. De cualquier forma, sí hay algunas medidas
que podrían permitir una evolución natural de estas
posibilidades de actuación conjunta sin forzar
voluntades en ocasiones inexistentes. Por un lado,
la legislación cooperativa podría realizar un
esfuerzo de adaptación de la regulación de las
cooperativas mixtas –ya sea con ésta u otra
denominación- que facilitara que las sociedades
laborales se acogieran a esta modalidad. E intentos
similares podrían intentarse –incluso a nivel de
regulación estatutaria- en la legislación de
sociedades laborales.
20. A la vez, las organizaciones representativas
de sociedades laborales o de cooperativas de
trabajo, podrían sin dificultad –ya lo están haciendo
cada vez con mayor frecuencia- aceptar en su seno
a empresas de la otra familia jurídica que, por su
configuración jurídica u organizativa, no consideren
excesivamente lejanas desde una perspectiva
estructural.
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