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CERTIFICADO DE DEFUNCION

Existen dos momentos trascendentales en el peregrinar de una persona por el mundo. El primero de
ellos es el del nacimiento, cuando la autoridad nacional competente emite un acta mediante la cual
ese individuo adquiere deberes y derechos como ente social de ese Estado o país. La venida al
mundo de un ser humano constituye un motivo de regocijo y entusiasmo para la familia que ve en
ese nuevo ser la conjugación y perpetuación de la especie; la sociedad, por otro lado, agrega
un nuevo miembro, el que espera se convierta en ciudadano útil y productivo. Sin embargo,
desde el punto de vista legal, el evento de mayor significado que puede presentársele a una
persona corresponde al de la muerte. Ese doloroso episodio final debe ser constatado oficialmente,
muchas veces por un facultativo de la salud, a través de otro documento denominado certificado de
defunción.

Con el deceso de un ser humano se terminan todos los derechos y deberes legales contraídos
en vida por esa persona. Todo aquel que de una forma u otra estuvo relacionado con el
muerto sentirá de algún modo los efectos del fallecimiento.

El acta o certificado de defunción es un documento legal en el que se registra la muerte de una


persona. Definimos junto con la Organización Mundial de la Salud la causa de muerte como la
enfermedad, lesión o trauma primario que inicia y luego desencadena una serie de trastornos
funcionales y complicaciones, que de una manera secuencial conducen al deceso del paciente o
víctima. Ponemos gran énfasis en lo que de enfermedad o trauma básico primario, puesto que, con
suma frecuencia, muchos colegas ponen a un lado la entidad clínica o hecho traumático inicial y se
envuelven en las complicaciones del enfermo. De ahí que olviden el mal de fondo que arrastró poco
a poco al enfermo hasta conducirlo al sepulcro.

Llenar un certificado de defunción escribiendo paro cardíaco, edema pulmonar, paro respiratorio,
edema cerebral, arritmia cardíaca, u obstrucción intestinal, sin especificar y resaltar la enfermedad
de base que generó estos trastornos agonales o intermedios es engañar o burlar los propósitos
estadísticos y legales de tan valioso formulario.

Igualmente burlesco resulta informar que don fulano o zutano murió a causa de una asistolia. Hasta
donde sepamos no se ha reportado de alguien cuyos latidos y movimientos respiratorios no cesen
antes de convertirse en cadáver. Es por ello que no aporta información revelante el certificar que
perencejo falleció a causa de un paro cardiorrespiratorio. En ese papel se asientan las
informaciones que identifican al difunto, digamos edad, sexo, raza, estado civil, residencia, etc.
Se incluye en el formulario la fecha, hora y lugar del deceso.

Lo primordial en esa acta es documentar la muerte, haciendo figurar la causa y la manera jurídica
del desenlace fatal. No hay que olvidar que los datos que sirven de sustento para la elaboración
de las estadísticas de salud de un país como son la tasa de mortalidad y las causas principales
de muerte, son ex traídas de ese formulario de defunción. (Ver formulario Anexo)

La causa básica de muerte se define en Patología Forense como la lesión de naturaleza física,
química o biológica, que da inicio a una serie de trastornos fisiológicos que ponen fin a la vida
de un individuo. Pongamos el ejemplo de un transeúnte que es impactado por un automóvil,
sufriendo serios traumas múltiples.

El infortunado es hospitalizado a raíz de los golpes y perece luego de un sinnúmero de


complicaciones, entre las que citamos una pulmonía y una embolia pulmonar. Medico
legalmente hablando, la causa de la muerte es en ese caso, el trauma severo múltiple debido al
impacto del vehículo. Cualquier otro mal que se sobreañada al daño original y que contribuya o
precipite el fallecimiento no se convierte en causa principal o de base. El certificado de defunción
contiene un encasillado que se denomina el ABC de la causa de muerte. En la línea C se escribe
el nombre de la enfermedad o del acto físico, químico, o biológico responsable de alterar de
comienzo el estado de salud del sujeto. Lo que se derive de ese primer detonante dañino se le
conoce en medicina con el nombre de mecanismo de muerte.

Hemos definido la causa de muerte como la enfermedad primaria básica, trauma físico, o agente
químico que da origen a una serie de alteraciones de las funciones vitales del cuerpo directamente
conduciendo al fallecimiento. Toca en esta ocasión referirnos a los mecanismos mediante los cuales
el detonante mortal genera serias complicaciones orgánicas responsables en última instancia del
deceso de la persona. Veamos otro ejemplo común para así entender mejor este asunto. Equis
individuo recibe una herida punzo-cortante o puñalada en la parte anterior del lado izquierdo del
pecho, exactamente debajo de la tetilla, es decir, en el área del precordio, que es donde se aloja el
corazón.

Dicha herida sería la causa básica de defunción. Ahora bien, mencionar solamente la estocada fatal
no resulta suficiente para una comprensión detallada y científica sobre la cascada de
acontecimientos anatómicos y fisiológicos que se derivaron tras la inserción en el cuerpo de la hoja
del puñal. Fue necesario penetrar la piel y los tejidos blandos del tórax para luego llegar la cavidad
donde se aloja la bomba cardiaca. Lo siguiente sería la perforación del miocardio con la
consiguiente salida de sangre desde las aurículas o los ventrículos del corazón. Quizás se laceró
también la arteria aorta en su tronco. La profusa y rápida salida de líquido sanguíneo hacia el
interior del saco pericárdico impediría que el corazón cumpla con su función de contraerse y de
dilatarse provocando lo que en medicina se conoce con el nombre de taponamiento cardíaco. Ello
conduciría a una falla aguda del sistema de bombeo de sangre y un colapso circulatorio.
Tendríamos de esa forma el siguiente orden de alteraciones: herida punzo-cortante que produjo
laceración aórtico-cardiaca, lo que a su vez tuvo como consecuencia una hemorragia interna,
seguida de un taponamiento cardíaco, con falla aguda y colapso circulatorio terminal.

Como se puede apreciar los médicos de emergencia, conocedores de las consecuencias que se
derivan de una puñalada en zona precordial tratan de obtener sangre en lo inmediato, al tiempo que
remiten al paciente al quirófano para una cirugía torácica de urgencia con el propósito de suturar las
heridas causadas por el arma durante su trayectoria fatal por el interior del organismo, deteniendo
así el derrame sanguíneo.

Consideremos el caso de una señora de 60 años que padece de osteoporosis, o reducción del
contenido de calcio en el tejido óseo lo que se expresa en un aumento de la fragilidad de sus huesos.
De repente sufre una fractura de la cadera la cual es operada por lo que la paciente debe permanecer
internada por varias semanas. Resultado de su prolongada inamovilidad en cama se le forma un
coágulo en las venas de las piernas. Se fragmenta el trombo venoso lo que facilita su traslado a
través del torrente sanguíneo hasta los pulmones en donde bloquea las arterias pulmonares
provocando una catástrofe clínica denominada trombo embolismo pulmonar agudo fatal. Bajo estas
circunstancias tendríamos que la causa básica del fallecimiento lo sería la osteoporosis. Las
complicaciones, digamos la fractura, flebotrombosis y el trombo embolismo pulmonar
corresponden a los mecanismos o alteraciones mediante las cuales se llegó a la muerte.

Ejemplos de mecanismos de muerte son: fallo renal, insuficiencia cardiaca, falla hepática, edema
pulmonar, hemorragia interna, shock, derrame pleural, septicemia, edema cerebral y las várices
esofágicas, entre otras. En todas ellas hay un común denominador, ninguna constituye una
enfermedad de base o primaria, en tanto que cada una representa una complicación de una causa
básica específica.
Un paro cardíaco, una arritmia del corazón, una falla renal, un paro respiratorio, constituyen
mecanismos pero jamás deben ser considerados causa de muerte. Lo importante es poder
establecer siempre el desencadenante básico que ha originado la serie de disturbios fisiológicos
que han conducido al deceso.

Conociendo la causa básica de la muerte se establecen programas preventivos de salud, en tanto que
sabiendo de las complicaciones o mecanismos de muerte se evita el agravamiento de la enfermedad
o trauma una vez estos se han producido.

Como se ve, no es lo mismo causa básica que mecanismos de muerte; estos últimos se señalan
como alteraciones anatómicas y fisiológicas que resultan como un efecto directo del trastorno de
base.

Alguien con agudo razonamiento reflexivo ha postulado que existen variedades en la forma en que
se nace y sin embargo se describen las mil modalidades de abandonar el mundo de los vivos. De su
parte, Joan Manuel Serrat asegura que “Sabe el hombre donde nace mas no donde va a morir”.

Desde el punto de vista judicial se mencionan dos grandes categorías en los fallecimientos de las
personas. Una de ellas es la denominada muerte natural, la cual comprende todos los decesos que
son el resultado una o varias enfermedades en cuyo origen no ha intervenido de por sí la mano del
hombre. La otra categoría corresponde a las muertes violentas. Dentro del ámbito de la violencia
mortal tenemos los siguientes capítulos: homicidio, suicidio y accidente.

Como podrá notarse uno se plantea el cuestionamiento del modo jurídico de muerte una vez se ha
establecido con solidez científica irrefutable la causa básica de defunción. Esta última la hemos
definido como la enfermedad, proceso mórbido o fenómeno traumático que dio inicio a una serie
encadenada de trastornos fisiológicos que condujeron a un desenlace fatal irreversible. Con raras
excepciones, durante el peritaje medicolegal y como principio metodológico, uno no debe
formularse establecer el modo judicial sin haber previamente determinado, fuera de toda duda
médica razonable, el detonante que apagó la vida.

Nótese la importancia de mantener un estricto orden metodológico durante la investigación


medicolegal de un fallecimiento. Lo primero sería tratar de identificar la víctima. Si no sabemos de
quien se trata el muerto entonces se dificultará el recabar información, a través de familiares y
relacionados, acerca del domicilio, trabajo, o las actividades que el o la occisa realizaba al momento
de suceder el episodio fatal. De igual manera nos ayudará la identidad en aproximarnos a la última
vez que testigos confiables vieron en vida al fenecido. Dicha información conjuntamente con las
alteraciones post-mortem que presente el cadáver nos auxiliarán en las pesquisas sobre la fecha y
hora de la muerte.

Tan pronto la autopsia nos arroje los resultados sobre los daños orgánicos responsables de la
despiadada cascada que interrumpió de manera permanente el funcionamiento cerebral, es decir,
sabida la causa básica de defunción, estaremos en condición de analizar y sacar conclusiones
lógicas sobre las circunstancias que rodearon el acto fatal. La ausencia orgánica de daño traumático,
químico tipo tóxico o veneno, así como de toxinas bacterianas producto del bio-terrorismo, nos
colocan ante una probable manera de muerte natural.

La presencia de trauma pre-mortem severo en un órgano noble como lo es el corazón, pulmones,


riñones, hígado, vasos sanguíneos de gran calibre y cerebro en especial, alteración que la
experiencia médica nos indique su incompatibilidad con la vida, asegura que el caso en cuestión se
trata de un fallecimiento violento. Si se establece que el occiso recibió la lesión de mano de alguien
intencionado en aniquilar a su victima, concluiremos la manera de muerte como homicidio.
Si la causa básica es de nuevo violenta, comprobándose que la victima se infligió el daño con el
premeditado propósito de ponerle fin a su vida entonces clasificaremos el modo jurídico de muerte
como suicidio. Si el percance aconteció sin que el fenecido ni nadie tuvieran la intención de
causarle daño, diremos con propiedad que la manera de muerte es accidental.

Hay ocasiones en que a pesar de una exhaustiva investigación todavía no se logran atar todos los
cabos en un hecho fatal violento. Ante esa situación, es científicamente correcto, calificar el modo
judicial de muerte como indeterminada. Este término implica que el caso se mantiene abierto,
pendiente de evidencias o informaciones futuras que permitan ubicar de forma definitiva el tipo de
muerte violenta de que se trate.

Resumiendo diremos que la manera de muerte se refiere a las circunstancias que rodearon el
final, o mejor dicho, es el modo jurídico del fallecimiento. En realidad es lo que mas interesa a
las autoridades judiciales cuando intervienen en un caso de muerte violenta o sospechosa. Esta
puede ser natural o violenta. Se le denomina natural cuando es debida solamente a enfermedad
orgánica. La violenta como su nombre lo indica se refiere a la interrupción de la vida por causas
no naturales. Reiterando expresaremos que hay tres variedades de muertes violentas las cuales son:

1) Homicidio. Cuando una o varias personas privan de la vida a un individuo.

2) Suicidio. Cuando el occiso se ha privado de la vida intencionalmente.

3) Accidental. Cuando la muerte ha ocurrido como resultado de una acción involuntaria o


inadvertida.

El certificado de defunción debe ser llenado por el médico que atendió al enfermo en el
caso de una muerte natural. Si se trata de una muerte súbita, violenta o sospechosa, entonces
ese formulario debe ser llenado por el médico forense o el patólogo que realice la necropsia.

Es bueno enfatizar que un documento de la categoría del certificado de defunción no debe ser
tratado a la ligera o superficialmente; hay que estar consciente de lo que ese papel significa en
términos legales, así como de su importancia vital en lo que se refiere a estadísticas de
mortalidad y a salud pública preventiva.
Formulario correspondiente al certificado de defunción que ser llenado por la persona legalmente autorizada para
establecer la causa, mecanismos y manera de muerte de la persona.

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