El hecho de que quiera compartir o no, de que sea bueno o malo, depende de su
propia voluntad. Este individuo se agrupa en sociedades donde se establecen reglas de
convivencia prácticas, derechos y deberes en general, o sea, leyes que los rigen. Si el
individuo cumple con las reglas puestas por todos los ciudadanos, este no enfrenta
problemas con la ley, si rompe las reglas, debe sufrir los castigos establecidos. Esto es
todo lo que una sociedad civil exige. Pagas tus impuestos y cumples con las leyes.
Esta sociedad tiene una casta social dedicada a la seguridad y la protección en contra
de ataques ya sea internos por los desadaptados o externos invasores; son
profesionales dedicados a esto remunerados con un sueldo que paga la sociedad,
tienen horarios de trabajo y de resto son individuos comunes.
Si analizamos como Dios nos trata veremos que se parece mucho a esto, Dios no nos
impone ser bueno o malo, eso lo decidimos nosotros mismos. Al tratarnos así Dios nos
deja crecer y madurar fuertes y sanos y llenándonos de convicciones, principios y
normas de vida, bien enraizados y profundos. En fin un individuo único, maduro y
genuino, producto de vivir en una sociedad que le respeta y le deja crecer.