Ese día resolví con mis dos mejores amigos escapar por unos días de nuestras casas,
lejos de la ciudad y del agotador frenesí diario, que termina por acabar con nuestras
ilusiones y encarcelar nuestros sueños de libertad.
Éramos un trío bastante singular. Mi amigo, tan atractivo para las mujeres como
siempre, era quizá la persona que con más autoridad podía hablar de mí, sin temor a
equivocarse. Nunca le oculté mis pensamientos, ni mis emociones. No sé si el lo hacía,
pero parecía confiar en mí. Lo realmente importante, era que nunca nos traicionamos, y
guardábamos celosamente lo que sabíamos del otro.
Para completar el trío, estaba una muchacha. Nunca fue considerada como la más bella
de las mujeres que conocíamos, en mis conversaciones con mi amigo. Pero sin duda, su
inteligencia, su personalidad reservada y su talento para las artes llamaban la atención
de los dos en lo más profundo de nuestras mentes. Una mujer no tiene que ser bella para
ser amada. Basta que tenga un corazón de oro y un alma pura. Y eso yo lo sabía mejor
que nadie.
Por último, decidí recrear fragmentos de mi vida, narrando los hechos desde mi
perspectiva y revelando a los demás lo que sentía con el correr del tiempo. Pocos se
daban cuenta que hablaba de mi mismo. Y nadie valoraba la filosofía que solía mezclar
con los hechos reales. Estas líneas son sólo la continuación de mis memorias, y espero
que algún día alguien pueda mirar al horizonte y saber que existí y sufrí como cualquier
ser humano, pero que nunca quise llorar por temor a sumergirme en un mar de lágrimas.
Caída la noche, acampamos bajo los árboles más altos que encontramos. Mi amigo
estaba extenuado y fue el primero en quedarse dormido. Mi amiga y yo decidimos
contemplar por un momento el paisaje nocturno. De que servía escapar de la ciudad sin
contemplar la naturaleza?
Algunos años atrás me había enamorado profundamente de una muchacha que conocí.
Nunca se lo dí a conocer, por temor a la indiferencia. Siempre me he considerado de lo
menos atractivo e interesante que una mujer puede encontrar, así que dedicaba mis
noches a pensar en ella y llorar por ella. Mis sentimientos eran sinceros, pero, Qué
importancia tenían en ese momento? Si ella no se fijaba en mí, de que servía darlos a
conocer? No quería parecer un fracasado marginal ni un corazón roto, pese a que ya lo
era para mi mismo.
Los meses pasaron y con ellos el llanto. Cuando mis sentimientos por ella se
desvanecieron, comprendí lo importante que había sido esa experiencia para mí. Había
aprendido a querer a una mujer, mucho antes de sentir gusto físico por ella. Mi único
error había sido conocerla desde un principio. Todo lo demás era inevitable. Me prometí
a mi mismo no volver a llorar, y no he roto esa promesa.
Pasaron algunos años antes de posar mi mirada en otra mujer. Sólo que esta vez las
cosas fueron más superficiales. Me atraía mucho su hermosa figura, femenina y
seductiva como pocas. No me importó esta vez dar a conocer lo poco que pudiera sentir
por ella, así que le dije lo mucho que me gustaba. Fue mi primera negativa, obviamente.
Pero lo superé con franqueza y rapidez. A fin de cuentas, ella no era una mala persona, y
terminé estimándola más luego de su rechazo. No podía juzgarla por no fijarse en mí, y
comprendí que seguramente nadie nunca lo haría. Estaba condenado a vivir sólo. – El
amor va más allá del físico- dicen todos. Ya lo había dicho: conozco eso mejor que
nadie.
Por último llegó esa mujer que ahora estaba sentada a mi lado. No era, ni mucho menos,
la primera vez que me sentaba a solas con ella. Pero nunca le demostré mis
sentimientos: con tenerla como amiga era suficiente. Para qué arriesgarme a perderla?
Por un instante quise decírselo. Confesarle lo que sentía por ella. Hacerle entender que
había esperado todo este tiempo sólo por conocerla más, y poder encontrar algún
pequeño detalle que me hiciera desistir, que lograra hacerme olvidarla, y que para bien
o para mal nunca se hizo presente. Pero su actitud indiferente, sus palabras inmersas en
indiferencia nunca valorarían las mías. Me miraría a los ojos del mismo del mismo
modo que cualquiera de las muchas estrellas que nos rodeaban en ese momento
contemplan a un ser humano: como un ser lejano y silencioso, que nunca lograría
acercarse. Volvería con prisa al campamento, intentando alejarse de mí, avivando
solamente mi tristeza, y haciendo despertar en mí envidia y rencor hacia aquellas
personas que estimo.
Me callé, esperando solamente una palabra de sus labios que me hiciera creer que en lo
profundo, ella sintiera algo similar por mí.
Hay momentos en los cuales no somos consientes de lo que hacemos sentir a las demás
personas. En ese momento, ellos no detallaban a aquel muchacho, sentado sobre una
piedra, que ahora observaba la llama fijamente mientras los escuchaba conversar. Y que
por cada instante que pasaba y que sus cuerpos se juntaban, se sumergía más en la
nostalgia. Qué los podía interrumpir? Que podía impedir un romance a la luz de la luna
entre dos muchachos que se gustan, alejados de la sociedad y acompañados por un
Nadie que se encierra en el silencio?
Dejé pasar un poco el tiempo. Veía sus sonrisas, sus miradas siempre inquieras, sus
gestos de picardía juvenil. Notaba como sus manos se tocaban cada vez con más deseo,
y pude ver a través de la llama y la oscuridad como los labios de mi amigo se posaban
sobre los de ella.
La desesperación me venció por primera vez en mucho tiempo. Intentando escapar del
llanto, escapé de aquel lugar. Corrí sin rumbo fijo en medio de la noche, buscando
solamente la distancia, quería llorar en soledad, mientras otros destinaban la noche al
amor.
Me detuve al fin, sin saber en donde me encontraba. Evité llorar guardando lo único que
me quedaba de autoestima y esperanza. Y me dispuse a pensar en lo sucedido. Una vez
tras otra me vería obligado a repetir esa escena. Mi vida estaba condenada a girar en
torno a una mujer, para luego verla sonreir por amor a otra persona. Hasta que punto los
amigos logran entender estas situaciones? Que tanto podrían estos dos compañeros en el
camino entender mi situación? De nada valía pensarlo. Así lo entendieran, así intentaran
ponerse en mi lugar, no encontrarían una solución a mi vida. Darían alegría a sus
propias vidas sin darse cuenta que otra vida aparte nunca podría alimentarse de la
misma. No lo harían con intención de lastimar. Cada ser humano tiene derecho a buscar
su felicidad. Pero a personas como yo, se les negó la oportunidad de encontrarla.
Tardé un día entero en regresar a mi casa sin pasar por el campamento. La naturaleza no
podía vencerme con la sed y el cansancio. Al contrario, no se puede hacer llorar a un
cuerpo cansado y débil. Y eso fue exactamente lo que yo busqué.
Transcurrieron los días con absoluta normalidad. Dije la verdad a mis padres acerca del
escape, pero mentí acerca del motivo de mi regreso. No valía la pena enterarlos del
asunto.
Pasaron unos días sin hablarme con mis amigos. No quise llamarlos. No lograba olvidar
aquella noche, y por más importantes que ellos fueran para mí y yo extrañara su
amistad, no podía arriesgarme a crearme más dolor. Verlos juntos de nuevo sería avivar
mi tristeza. Y no podría aguantarme para siempre.
Cuando terminé, el muchacho me miró fijamente, y sonrió por un momento. “Nada pasó
entre los dos esa noche. Nos dimos un beso, pero… acaso alguien más se va a enterar?
Ella tiene novio, me lo contó esa noche. Pensé que Ud ya sabía..”
Cada vez que recuerdo esos momentos, confundo a mi corazón intentando decirle que
sentir hacia Ella. Me había ocultado lo de su novio con el fin de no herir mis
sentimientos. Seguramente siempre supo de los míos, pero no quiso alejarse de mí por
más absurdo que fuera cualquier posible intento mío por conquistarla. En todo caso,
jamás sería mía. Fuera a mi amigo o no, su corazón pertenecía a otra persona. El mío
podría desgastarse de tristeza por el resto de mi vida, porque sólo lo acompañaría la
soledad, y sólo podría escuchar los pensamientos de un muchacho sin esperanzas que
ahora contempla todas las noches la misma estrella sin dejarse llevar por la pasión,
porque sabe que nunca podrá acercarse a Ella.
Eldanior