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LA DOCTRINA DEL HOMBRE


Quinta Parte: Capacidades y facultades de la parte inmaterial del hombre

Comprende los estudios del intelecto, la sensibilidad, la voluntad y la conciencia.

Salmo 32:1-5 Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su


pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo
espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir
todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi
verdor en sequedades de verano.
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a
Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.

Heb 4:16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar


misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

INTRODUCCION

Se ha venido estudiando la parte inmaterial del hombre en la creación y se examinó


cómo estaba constituida la parte inmaterial del hombre, en este punto, se examinaron los
textos Bíblicos y se miró la parte inmaterial del hombre bajo los conceptos de hombre
interior y hombre exterior. Se analizaron los elementos que constituyen la parte
inmaterial del hombre que son el alma, el espíritu, el corazón la carne y la mente. Esto
es lo que corresponde a la consideración de lo que es la parte inmaterial del hombre, es
decir, los elementos que constituyen la parte inmaterial del hombre. Ahora se centrará el
estudio en lo que hace la parte inmaterial del hombre, es decir, las capacidades y
facultades de la parte inmaterial del hombre.

Gran parte de esta verdad la podemos deducir de los textos de la Biblia que tratan sobre
las actividades de la parte inmaterial del hombre.

Generalmente se aceptan por parte de los filósofos y científicos, la clasificación de las


actividades de la parte inmaterial del hombre en intelecto, sensibilidad, y voluntad,
como la base de las operaciones del pensamiento. A estas tres actividades de la parte
inmaterial del hombre, habría que agregarle, aquella extraña y misteriosa función que se
llama la consciencia, esta consciencia se puede clasificar fácilmente con los elementos
que constituyen la parte inmaterial del hombre, y también con las actividades que él
realiza. La Biblia tiene mucho de que hablar de la consciencia del hombre, para sopesar
la importancia de este estudio, nomas miremos, los versículos 13 al 15 de la epístola a
los hebreos en su capítulo 9, para sopesar la trascendencia de la consciencia del hombre
con respecto a su salvación eterna:
Heb 9:13-15 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas
de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la
carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se
ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras
muertas para que sirváis al Dios vivo? Así que, por eso es mediador de un
nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las
transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa
de la herencia eterna.

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Este estudio responde dos grandes preguntas que son inquietantes para el ser humano:
1. ¿Cómo hacemos para acercarnos a Dios?
2. ¿Qué necesita el hombre para morar en la presencia de Dios?

Planteado esto, pasemos de una vez a estudiar las capacidades y facultades de la parte
inmaterial del hombre y para ello iniciemos con el INTELECTO:

INTELECTO. La decimocuarta edición de la enciclopedia Británica, define la palabra


intelecto como “un término general que se denota a la mente en relación con su
capacidad para entender”. Aunque este tema le corresponde propiamente a la psicología,
sin embargo, cuando se toma en cuenta esa comprensión aumentada que obra el Espíritu
Santo en la mente humana, el asunto entra en al campo teológico.

Nuestro Señor Jesucristo prometió una iluminación sobrenatural para los no


regenerados, cuando dijo en el evangelio de Juan capítulo 16 versos 7 al 11.
Jn 16:7-11 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no
me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De
pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no
me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya
juzgado

Este es uno de los pasajes más repletos de pensamiento entre los profundos discursos
de Cristo; estos versículos describen todas las partes del ministerio del Espíritu Santo
en el mundo: su operación con referencia a los individuos, tanto creyentes como
incrédulos. “Convencerá”, es decir, “probará la culpabilidad” es la idea de lo que el
Espíritu Santo hará en todos: en algunos para que se arrepientan y crean, en otros para
su condenación.

Esta iluminación del Espíritu Santo, evidentemente tiene el propósito de que el no


regenerado pueda vencer esa incapacidad de la cual se habla en 2 Co 4:3-4
2 Co 4:3-4 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden
está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los
incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de
Cristo, el cual es la imagen de Dios.

Esta incapacidad de la persona no regenerada, consiste en que el evangelio está


disponible y revelado a todos, excepto a aquellos que se niegan a creer. La Biblia dice
que satanás es el «dios de este siglo». Su trabajo es engañar y aquellos que no creen
serán enceguecidos por él. El atractivo del dinero, el poder y el placer enceguecen a la
gente para ver la luz del evangelio. Todos aquellos que rechazan a Cristo, prefiriendo
una vida mundana, convierten a Satanás en su Dios. Contrario a esto, el Espíritu Santo
guía a los regenerados a toda la verdad. Sobre esta obra de enseñanza e iluminación del
Espíritu Santo habló Cristo, según se encuentra en:
Juan 16:12-15: "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis
sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la
verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que
oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque
tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso
dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber."

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Los discípulos no pudieron entender todas las palabras de Jesús, y necesitaban al


Espíritu Santo y más madurez para comprenderlas. El Espíritu Santo es el que guía al
creyente a comprender cuatro grandes eventos:
1. El significado de la cruz (1 P 2:24; 1 Jn 2:2),
2. La resurrección (1 Co 15:20),
3. La vida cristiana (Ro 6:4–5), y
4. Los eventos futuros (Ap 4–22)

Cuando el apóstol Pablo oró por los santos de Éfeso, en Ef 1:17-18, introdujo una
realidad vital, al pedir "para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria,
os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los
ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a la cual él os ha
llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en todos los santos".

En este caso, la palabra "entendimiento", en el verso 18, es una traducción del griego
Kardías, tal como aparece en los mejores manuscritos. Y el pensamiento que
evidentemente expresa es que el corazón, aunque generalmente se supone que es el
asiento de las emociones, es también asiento del pensamiento y de la voluntad, esto se
puede ver en la epístola a los romanos capítulo l verso 2l, cuando dice del hombre
incrédulo: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le
dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue
entenebrecido”

Se puede entender, por estos textos, que la recepción de la gran revelación por la cual
ora Pablo es mucho más amplia de lo que pudiera ser si estuviera restringida solamente
al intelecto o a las emociones. Esto lo corrobora también el uso del término
conocimiento, cuando dice “os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el
conocimiento de él”, aquí el término conocimiento emplea la palabra griega epignosis,
el cual trasmite la idea de un “pleno discernimiento”.

Toda la oración de Pablo tiene un propósito: "para que sepáis", y que. sepáis
mediante la capacidad peculiar del corazón, puesto que el corazón siente y entiende.

En Ef 1:17-18, Pablo oró para que los efesios conocieran mejor a Cristo. Él es nuestro
modelo y cuanto más lo conozcamos, más seremos como Él. Estudie la vida de Jesús en
los Evangelios que muestran cómo era cuando estuvo en la tierra hace dos mil años y
conózcalo en oración ahora. ¡El conocimiento personal de Cristo cambiará su vida!

La segunda función de la parte inmaterial del hombre es la sensibilidad.

SENSIBILIDAD. Esta otra función de la parte inmaterial del hombre se clasifica


propiamente como una parte importante de la psicología; sin embargo, hay mucho
que es emocional tanto en Dios como en el hombre, lo cual es teológico. En este
respecto, el hombre reflexiona sobre lo que es verdadero en Dios, o se lo imagina.
¡Cuán inmenso es el amor de Dios, y cuán real el amor y la devoción del corazón
humano!. En el caso de la sensibilidad, como en el del intelecto, el poder del
Espíritu Santo puede obrar y ampliar la capacidad del hombre. De esta manera
cuando el ser humano pone su fe en Jesucristo y lo confiesa como su Señor y
suficiente salvador, La Biblia enseña lo que escribe el Apóstol Pablo en Romanos
5:5 que "…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos fue dado"

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Las Escrituras declaran que la compasión divina puede hallar expresión por medio
del cristiano, y que dicha compasión no surge por motivo de la capacidad de los
cristianos, sino por el Espíritu que mora en ellos, así lo demuestran los siguientes
textos Bíblicos:
Gal 5:22-26 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no
hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones
y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No
nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos
a otros

1Co 13:1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo


a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
1Co 13:2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia,
y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo
amor, nada soy.
1Co 13:3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si
entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
1Co 13:4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no
es jactancioso, no se envanece;
1Co 13:5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda
rencor;
1Co 13:6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
1Co 13:7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
1Co 13:8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán
las lenguas, y la ciencia acabará.
1Co 13:9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;
1Co 13:10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se
acabará.
1Co 13:11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,
juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
1Co 13:12 Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara
a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
1Co 13:13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero
el mayor de ellos es el amor.

El cristiano que ama con amor divino tiene que amar a aquellos que son objeto del
amor de Dios. La amplitud de esta posibilidad es ilimitada. Este amor divino es la
fuerza impulsora del cristiano, y como consecuencia, en el cristiano deben elevarse
las emociones y la vida al nivel de lo espiritual.

La tercera función de la parte inmaterial del hombre es la:

VOLUNTAD. La voluntad es justamente uno de los principales temas de la


teología. No sólo aparece en la doctrina del hombre o antropología, sino también en
la doctrina de la salvación o soteriología. Y, por cuanto el hombre fue creado a
imagen de Dios, y refleja los atributos divinos, la voluntad del hombre está
directamente relacionada con las cosas de Dios. El hecho mismo de la voluntad es
una verdad teológica. Este último aspecto del tema corresponde específicamente a
la doctrina de la salvación o soteriología, y será considerado en su debido tiempo.

Aquí debemos anotar, sin embargo, que la voluntad actúa generalmente movida o
influida por el intelecto y las emociones, y la voluntad del hombre no es otra cosa
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que la experiencia de actuar sin necesidad consciente; sin embargo, no se puede


imponer ninguna necesidad que sea mayor que la que surge cuando el intelecto y las
emociones reciben influencias de un poder superior.

Con respecto a los que no son regenerados, la Biblia dice que Satanás obra en ellos
y les da energía, esto es lo que afirma:
Ef 2:1-1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros
delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la
corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el
espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,

Por otra parte la Biblia enseña de los que han sido regenerados que Dios es el que
produce en ellos "tanto el querer como el hacer”, como lo expresa
Fi1 2:13 “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el
hacer, por su buena voluntad”

Estos dos pasajes explican el caso de toda la humanidad y, por tanto, determinan la
verdad, realmente importante, de que no hay voluntad humana que sea libre en el
sentido absoluto de la palabra.

Cristo se dirigió a los que estaban bajo la influencia satánica, como lo están todos
los no regenerados, y les dijo:
Jn 5:39-40 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en
ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no
queréis venir a mí para que tengáis vida

Y también declaró:

Jn 5:21 Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así
también el Hijo a los que quiere da vida.

Jn 6:44-47 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le


trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas:
Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre,
y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino
aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os
digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

Esta acción de traer es evidentemente la conmoción que Dios causa en todo el


hombre interno, y lo experimenta el intelecto, las sensibilidades y la voluntad.

Por otra parte, la fe, o sea la confianza en Dios, es una obra divina en la mente, y
para ello, ahí está la bondadosa invitación: " ... al que a mí viene, no le echo fuera"

Jn.6:37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no


le echo fuera

Esa es la invitación más atractiva. Existe un principio según el cual el que ve al


Hijo, cree en El por causa de esa visión

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Jn.6:40 “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que
ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día
postrero"

Aparte de ese principio, nadie se inclina por naturaleza a creer. Para aquellos que
están sujetos a la voluntad de Dios siempre hay un cúmulo creciente de
conocimiento de la verdad a su disposición.

A este respecto dijo Cristo: "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la
doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta" (Jn.7: 17).

Jesús sabe que sus detractores realmente no desean conocer la verdad. Pero todo aquel
que confíe en El descubrirá que su mensaje es verdadero y confiable.

Los que procuran conocer la voluntad de Dios y cumplirla sabrán en forma intuitiva
que Jesús dijo la verdad con respecto a su persona. ¿Ha escuchado alguna vez a
predicadores y se ha preguntado si decían la verdad? Debe probarlos:
1. Sus palabras deben estar de acuerdo con la Biblia;
2. Sus palabras deben señalar a Dios y a su voluntad, no a ellos mismos

La cuarta función de la parte inmaterial del hombre es la:

CONSCIENCIA. La facultad de la consciencia es una de las mayores


manifestaciones de la parte inmaterial del hombre. Sin duda, no hay otra facultad
que revele más completamente lo que es la imagen de Dios en el hombre.

La estimación por parte de los hombres sobre lo que realmente es la consciencia


varía ampliamente.

Algunos sostienen que no es una parte integral del hombre, sino la voz de Dios que
habla directamente al que se ejercita en la consciencia.

Por otro lado, y muy lejos de la posición anterior, está la noción de que la
consciencia no es más que una inclinación de la mente, que le ha quedado por la
disciplina de la niñez.

La Escritura no apoya ninguno de estos extremos. Debe observarse, sin embargo,


que la voz de la consciencia, cuando es normal aunque sea hasta cierto grado,
siempre es leal al ideal divino, y esto a pesar del hecho de que en el hombre hay
mucho -especialmente en la carne- que es contrario a Dios.

La consciencia no está sujeta a la voluntad, sino que más bien se sienta a juzgar la
voluntad y todos los demás aspectos de la vida del hombre. La unidad del ser del
hombre es, sin embargo, real, a pesar de los diversos elementos de su naturaleza
inmaterial: alma, espíritu, corazón y mente; y a pesar de los diversos modos de
expresión de esa naturaleza inmaterial: intelecto, sensibilidad, voluntad, memoria y
consciencia.

Todos estos elementos y manifestaciones se articulan perfectamente para formar


una experiencia que se llama vida.

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La mente puede originar pensamientos; la memoria puede retenerlos; el espíritu


puede discernir el valor de ellos; y el alma responde a dichos pensamientos; pero la
consciencia juzga esos pensamientos con respecto a su valor moral.

Naturalmente, sólo una pequeña parte de lo que experimenta el hombre es de


carácter moral y, por tanto, no siempre se ejerce la consciencia. A veces, según lo
demande la ocasión, la consciencia puede convertirse en un tormento, en un azote
insoportable. En esto parece que cada individuo identifica más o menos a Dios. El
individuo entiende que Dios sabe lo que sabe el individuo. Es poco lo que se
preocupa la consciencia de que otros sepan lo que constituye su propia carga,
cualquiera que sea el caso.

El testimonio de la Biblia con respecto a la consciencia es que ella puede ser


natural, si corresponde a los no regenerados, y sobrenatural, si corresponde a los
regenerados.

La consciencia del no regenerado es corrompida


Tit 1:15 “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e
incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están
corrompidas”

La consciencia del no regenerado es mala


He 10:22 “acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe,
purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua
pura”
La consciencia del no regenerado es acusadora, como lo muestra el relato de la
mujer adúltera
Jn 8:9 “Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno,
comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la
mujer que estaba en medio”
La consciencia del no regenerado es está cauterizada
l Ti 4:2-3 “por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la
conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios
creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que
han conocido la verdad”

Por otra parte, la consciencia sobrenatural, que es la del cristiano, es mucho más
compleja. En efecto, surge una cuestión real sobre si es verdad que el cristiano vive
según su consciencia. Se argumenta que el cristiano es influido por el Espíritu Santo
que mora en él, el cual se aflige o no se aflige, según la vida que lleva el cristiano.
No hay ninguna descripción más vívida de la experiencia de alguno que haya
entristecido al Espíritu como la que escribió David con respecto a sí mismo en el
Salmo 32:2-4:
"Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque
de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en
sequedades de verano."

Dios quiere perdonar a los pecadores. El perdón ha sido siempre parte de su


naturaleza amorosa. Lo anunció a Moisés (Éxodo 34.7), lo reveló a David y lo
mostró dramáticamente al mundo por medio de Jesucristo. Estos versículos hablan
de las diferentes acciones que expresan el perdón de Dios: perdona la transgresión,
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cubre el pecado, no nos inculpa de pecado. Pablo citó estos versículos en Romanos
4.7, 8 y mostró que podemos tener la misma experiencia gozosa de perdón por
medio de la fe en Cristo

Continuando el tema de la conciencia, el apóstol Pablo afirma significativamente


que su consciencia le daba testimonio en el Espíritu Santo
Ro 9:1 “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio
en el Espíritu Santo”

Según esto, parece que el Espíritu emplea la consciencia como medio de impresión
y de expresión. Tal vez éste sea el descubrimiento de la verdadera relación entre el
Espíritu Santo y la consciencia del cristiano.

Teniendo esto en mente, podemos considerar ciertas verdades reveladas con


respecto a la consciencia del cristiano. La consciencia se purifica. Está escrito:
Heb 10:1-2 Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la
imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se
ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De
otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios
una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado

Aquí no hay ninguna indicación de que el cristiano no es consciente del pecado que
hay en su vida y que no -confiesa. Se enseña, más bien, que todos los pecados
pasados, habiendo sido perdonados como parte de la salvación, han dejado limpia
la consciencia, de modo que ya no recrimina.

Este pasaje bíblico nos presenta una prueba vital con respecto a la salvación de la
persona, y se puede aplicar a cualquier creyente que profesa ser cristiano.

Estrechamente relacionada con esta verdad está la llamada buena consciencia, que
se menciona seis veces en el Nuevo Testamento. Este aspecto de la consciencia se
relaciona con el estado del corazón del creyente cristiano o lo refleja.

La buena consciencia está libre de auto-acusaciones. Hay dos pasajes que sirven
para describir esta realidad. En 1 Corintios 4: 4, afirma el Apóstol: " ... de nada
tengo mala consciencia." En 1 Juan 3:20-22 se nos dice que la buena consciencia
es un factor importante en la oración. Así dice el pasaje: "Pues si nuestro corazón
nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y
cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus
mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él."

Evidentemente, esta forma específica de consciencia de que se nos habla en esta


porción la experimentaron los que eran fieles a Jehová en el judaísmo, como lo
expresó el apóstol Pablo
Hch 23:1 Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones
hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día
de hoy

De esta manera, la consciencia da testimonio


Ro.9:1 “y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo”
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y puede ser sin ofensa


Hch 24:16 “Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa
ante Dios y ante los hombres”

También es digno de notar el hecho de que la consciencia del cristiano


inmaduro puede ser impulsada hacia el camino del pecado por el ejemplo que
presentan los otros cristianos.

Está escrito:
1 Co. 8:10 "Porque si alguno te ve a tí, que tienes conocimiento, sentado
a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no
será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos?”

El Apóstol califica a la consciencia que es estimulada como consciencia herida:


1 Co 8:12 "De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e
hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis"

Con relación a la conciencia y la salvación eterna del ser humano, podemos entrar a
considerar dos grandes preguntas que son inquietantes para el ser humano:
1. ¿Cómo hacemos para acercarnos a Dios?
2. ¿Qué necesita el hombre para morar en la presencia de Dios?

En su libro “Comentario ampliado del nuevo testamento”, Tomo 133, David F. Burt,
presenta los siguientes comentarios: Para poder acercamos a Dios, tenemos que
encontrar una solución al pecado que alcance el nivel de la conciencia. El único
sacrificio que nos vale es uno que efectúe una limpieza total a nivel de los resortes
más íntimos de nuestro ser.

Los versículos siguientes de la epístola a los hebreos nos responden que,


precisamente, el sacrificio del Señor Jesucristo nos trae una expiación de los
pecados que satisface la conciencia, que hace al hombre perfecto ante los ojos de
Dios aun a estos niveles:
Heb 9:13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las
cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación
de la carne,
Heb 9:14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno
se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de
obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
Heb 9:15 Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que
interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el
primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.

Heb 10:19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar
Santísimo por la sangre de Jesucristo,
Heb 10:20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto
es, de su carne,
Heb 10:21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
Heb 10:22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe,
purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con
agua pura.

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“Hacer perfectos en cuanto a la conciencia”. ¿Es perfecto el creyente en


Jesucristo? A nivel de la conciencia, Sí. Tomemos buena nota del hecho de que
el autor está hablando de la perfección en cuanto a la conciencia, no en cuanto
al carácter o a la vivencia diaria. Cuando la Biblia habla de sacrificios de,
expiación, no está hablando de la transformación de nuestro carácter, sino de la
limpieza de nuestra conciencia de su culpa. En realidad, para que el hombre
pueda morar en la presencia de Dios, necesita ser libre de dos cosas:
1. De la culpa del pecado en su conciencia y
2. Del dominio del pecado en su vivencia

La purificación efectuada por el sacrificio de Cristo nos libra de la culpa, mientras el


don de una nueva vida por el poder del Espíritu Santo proporciona la solución al
dominio del pecado. Estas dos ideas son expresadas en los textos que acabamos de leer.

Cuando llegamos a comprender la grandeza y perfección de este sacrificio, entendemos


que todo lo que somos en la carne encuentra su ajusticiamiento en la cruz. Nuestro
castigo ya ha sido plenamente realizado en la persona de nuestro sustituto que fue Cristo
y en consecuencia, nosotros tenemos la conciencia limpia, de modo que podemos entrar
en la presencia del Padre.

Naturalmente, en la vida diaria veremos la necesidad de acudir vez tras vez a la fuente
de nuestra purificación para recuperar la sensación de limpieza a la manera como lo
expresa el apóstol Juan en su primera epístola
1Jn 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad

Porque, al caer en el pecado, el sentimiento de limpieza desaparece y necesitamos ir a la


presencia de Dios en oración para confesarle a Dios nuestros pecados y como dice 1 Jn
1:9 “él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

De esta manera descubrimos en el sacrificio de nuestro Salvador Jesucristo una fuente


inagotable de restauración. Descubrimos la verdad de que la sangre de Jesucristo nos
limpia de todo pecado. Miremos más de cerca este hecho recorriendo los textos Bíblicos
a que hace referencia la epístola a los hebreos cuando dice en Hebreos 9:14 “¿cuánto
más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo
sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis
al Dios vivo?”

En estos versículos nos encontramos con el contraste entre el antiguo pacto y el nuevo,
entre los efectos limitados y superficiales de los sacrificios levíticos y los efectos
definitivos y profundos del sacrificio de Cristo.

En el antiguo pacto, había varias situaciones en las que, para efectos ceremoniales, el
hombre era considerado inmundo. Tal vez la más conocida de ellas era el contacto con
un difunto o un animal muerto. Cualquiera que tocase un cadáver, o aunque estuviese en
la misma habitación con él -es decir, casi todos los familiares inmediatos del difunto-,
quedaba inmundo durante siete días. Debía pasar siete días en «cuarentena religiosa», en
los cuales no podía acercarse al tabernáculo ni participar en el culto. Al tercer día de su
«contaminación», debía someterse a los ritos de purificación. De no hacerla, sería
considerado inmundo para siempre y cortado de la congregación de Israel.

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De hecho, los ritos de purificación no eran ajenos a los del Día de la Expiación. Por los
escritos del exégeta, escritor y filósofo judío Moses Ben Maimon (conocido como
Maimónides), sabemos que, al menos con el paso de los siglos, llegó a haber una
estrecha vinculación entre ellos. La purificación ceremonial llegó a ser requisito para el
sumo sacerdote antes de la realización de los sacrificios expiatorios. Maimónides dice
que, durante los siete días anteriores al Día de la Expiación, el sumo sacerdote tenía que
apartarse de la congregación encerrándose en el templo a fin de no contaminarse con el
mundo. Al tercer día y al séptimo, debía someterse a los ritos de purificación prescritos
en Números 19. Sólo así podía ejercer sus funciones sacerdotales y hacer expiación por
los pecados del pueblo.

He 9:14 combina elementos asociados con el Día de la Expiación (la sangre de los toros
y de los machos cabríos) con otros procedentes de los ritos de purificación (las cenizas
de la becerra). Esto parece confirmar lo que dice Maimónides: aun cuando no hay
ninguna asociación explícita en las Escrituras, la práctica levítica llegó a relacionar los
ritos de purificación con los preparativos para el Día de la Expiación.

En todo caso, necesitamos aclarar que aquellos ritos tenían que ver con la inmundicia
ritual, no con la culpa moral; pretendían quitar la impureza ceremonial, no los pecados.
Y consistían en lo siguiente. Una vaca alazana era sacrificada; es decir, una vaca de
color castaño rojizo. El simbolismo aquí es evidente: el rojo es el color de la sangre, y la
sangre estaba asociada con la purificación. El sacrificio debía realizarse, no en el lugar
habitual -el altar en el atrio del tabernáculo-, sino fuera del campamento (Números
19:3) No lo podía ofrecer el sumo sacerdote, porque aquel que lo realizaba quedaba
inmundo durante un día. Por lo tanto, siempre lo realizaba otro sacerdote.

El sacrificio comenzaba en primer lugar, cuando el sacerdote, degollaba la vaca, llevaba


la sangre al tabernáculo y rociaba con ella la parte delantera del mismo siete veces (He
19:3-4). Luego, se quemaba la vaca por completo -su cuero y su carne y su sangre, con
su estiércol-, arrojando sobre ella, mientras ardía, diferentes especias y maderas fra-
gantes (He 19:5-6). Una vez acabado el holocausto, el sacerdote debía recoger las
cenizas y guardarlas en un recipiente.

Luego, la persona inmunda tenía que comparecer ante el sacerdote al tercer y séptimo
días de su período de inmundicia, para ser rociada con agua mezclada con las cenizas de
la vaca alazana. Sólo después de los siete días cesaba el tiempo de su inmundicia y
podía volver a integrarse en la comunión de Israel y acercarse al tabernáculo

He 9:14 sintetiza la solución ritual que Dios provee para dos problemas: el contacto con
la muerte, solucionado mediante las cenizas de la becerra, y el contacto con el pecado,
solucionado mediante los sacrificios expiatorios. Sin embargo, aquellos ritos solamente
podían proporcionar una purificación simbólica y superficial. En palabras del autor:
santifican para la purificación de la carne.

Nuestra única esperanza válida está en el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo.


Creemos que este sacrificio nos limpia de verdad, no sólo en la superficie, sino en el
corazón y la conciencia. En este versículo, el autor nos ofrece ciertas razones para
explicar la eficacia de este sacrificio.

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Antes de ver cuáles son las razones para explicar la eficacia de este sacrificio, sin
embargo, quizás valga la pena reafirmar nuestra fe en la proposición básica que este
texto afirma: que la muerte de Jesucristo en la Cruz nos limpia verdadera y
definitivamente.

Sin duda, no alcanzamos a entender la profundidad de esta afirmación y, a pesar de las


razones dadas por el autor, quedamos lejos de sondear el misterio de la expiación.

Hay dimensiones de la obra de Cristo que pertenecen a la eternidad. Debemos utilizar


los recursos mentales que Dios nos ha dado para explorar las razones reveladas en su
Palabra; pero, finalmente, lo que cuenta es que creamos en Jesucristo como nuestro
Sumo Sacerdote, reconociendo que nuestra purificación, redención y santificación
dependen del derramamiento de su sangre. Su sacrificio nos limpia y nos capacita para
entrar para siempre en la presencia de Dios.

¿Cómo, pues, puede la sangre de Jesucristo ser tan eficaz como para realizar esta
purificación en profundidad en todos los que creen en Él? Las razones son que el
sacrificio de Cristo es:
1. Un sacrificio inmaculado. Porque Jesucristo, se ofreció a sí mismo sin
mancha a Dios
2. Un sacrificio voluntario. Porque Jesucristo, se ofreció a sí mismo
3. Un sacrificio espiritual. Porque Jesucristo, se ofreció mediante el Espíritu
eterno
4. Un sacrificio eterno. El sacrificio de Jesucristo es de valor eterno, por que es
mediante el Espíritu eterno que se ofreció.
5. Un sacrificio eficaz. Es eficaz porque el sacrificio de Cristo es inmaculado,
voluntario, espiritual y eterno

Podemos concluir que Cristo realmente limpia nuestras conciencias para que podamos
servir al Dios vivo. He 9:14 está diciendo, implícitamente, que el acceso a Dios está
abierto, el velo ha sido rasgado, hay entrada en la presencia de Dios y tenemos el
privilegio de poder servirle de verdad.

Este es el sentido de nuestros «cultos». Al reunimos como iglesia local, es ante todo con
la finalidad de servir al Señor. Nuestra sola presencia en los cultos no es necesariamente
un acto de servicio, 16 porque podemos estar físicamente presentes y, sin embargo,
tener el corazón, el afecto o el pensamiento muy lejos del Señor. No servimos al Señor
si no entramos en espíritu y en verdad en su presencia.

Al reunimos, solemos ser conscientes de nuestro pecado y de nuestra indignidad de


estar en la presencia de Dios. Aunque limpios para siempre por la sangre de Jesucristo,
sentimos que necesitamos «lavarnos los pies»

Cuando confesamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, creyendo que Dios le
levanto de los muertos, Dios nos hace partícipe de gracia y misericordia como lo afirma
1 P 2:9-10 “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las
tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que
ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero
ahora habéis alcanzado misericordia”

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PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

1. ¿Cómo hacemos para acercarnos a Dios?


2. ¿Qué necesita el hombre para morar en la presencia de Dios?
3. ¿De acuerdo a Hebreos 9:14 como servimos a Dios?

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