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Sexo: autocontrol o caos

J. Enrique Cáceres-Arrieta

El sexo es uno de los temas más controvertidos del que podamos hablar y
el talón de Aquiles del 99.99 por ciento de los seres humanos. Para no gustarte
el sexo deberás ser eunuco de nacimiento, tener un trauma o ser extraterrestre.
El sexo es la energía más explosiva que tenemos dentro. El sexo puede ser
aliado y servirnos como fiel siervo, o someternos como el peor de los tiranos.
Depende cómo lo utilicemos. El sexo es nitroglicerina que bien utilizada
brinda beneficios increíbles, mas si jugamos con ella puede explosionar y
costarnos la vida.

No recurriré a la mohosa fórmula del gastado y trillado “no” de


moralistas y fanáticos religiosos. No lo haré porque no crea en la abstinencia
sexual ni en la moral, sino porque está comprobado que por más que nos
prohíban más nos desinhiben. Cuanto más dicen “no”, algo adentro responde
“sí”. Somos rebeldes por naturaleza y lo prohibido nos atrae más que
cualquier cosa, pues “las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en oculto
es sabroso”, escribió Salomón.

Por consiguiente, en lugar de prohibir veremos algunos beneficios del


autocontrol. Analizaremos cómo canalizar y transmutar energías sexuales sin
tener que andar de coito en coito y de desespero en angustia, quemándonos
cual inmueble viejo de madera seca.

Es vergonzoso que gobiernos y profesionales de la salud sean


apologistas de la inmoralidad y hedonismo. En vez de apelar al autocontrol de
los jóvenes exacerban su instinto sexual, yéndose al polo opuesto de quienes
abogan por reprimir el deseo. No se trata de suprimir; tampoco de avivar. Creo
entender a los que propugnan por alborotar el impulso, porque el camino
ancho y espacioso del sexo egoísta es fácil. Es la vía de los mediocres; de los
que eluden el compromiso y no exigen lo mejor a la vida, esperando que ella
les dé primero para dar, en lugar de dar para recibir. Son del montón
tiranizados por el sexo. Desdeñan la excelencia para asirse a lo que se
consigue fácilmente. En teoría saben que lo bueno cuesta, mas lo que menos
les interesa es aplicarlo en el sexo.

La paga del autocontrol es invaluable. Ese proceso de espera forja el


carácter en el yunque de la paciencia, y sin dolor no hay ganancia. Crecer
conlleva dolor, y muchos quieren seguir siendo niños emocionales porque
anhelan triunfo sin sacrificio. Y sin el sexo controlado no hay crecimiento del
ser ni inteligencia emocional. No es posible cosechar fruto dulce y sano sin
sembrar buena semilla. Vivir “cómodo” en la mediocridad es el vericueto de
los conformistas resignados a lo mismo por no atreverse a cambiar malos
hábitos y defectos de carácter, debido a que esa es tarea del corajudo e
inconforme con la corriente generalizada que cosifica, automatiza y animaliza
al ser humano.

La excelencia es de los disciplinados que obtienen el máximo provecho


de sí mismos mediante el autocontrol; contrario a la ligereza y superficialidad
con que muchos toman la vida y el sexo. Si quiero ser el mejor atleta y ganar
la carrera, tengo que prepararme y ejercer dominio propio absteniéndome de
actividades y alimentos inadecuados para estar en condiciones. Si me
conformo con ser parte de la mediocridad, seré espectador arrastrado por la
corriente de la marejada que masifica a la sociedad y la ve como un número.

Contrario a lo que creen muchos, la historia humana demuestra que el


autocontrol -no la autocomplacencia ni el placer egoísta- es la simiente del
bienestar y prosperidad. Arnold Toynbee revela que “de entre las veintiuna
civilizaciones más notables de la Historia, diecinueve perecieron no por haber
sido conquistadas, sino por la decadencia interior”. Además de la corrupción,
el sexo sin compromiso y la perversión sexual han sido las causales
primordiales de la caída de imperios y civilizaciones. No hay como el sexo
desenfocado para arruinar a los niños, jóvenes, adultos, familias y naciones.

¿Entonces de qué hablan los críticos de la abstinencia sexual como el


mejor método para detener el flagelo del sida? ¿Será que defienden su
desordenada conducta sexual? Dime qué defiendes con ahínco y te diré quién
eres, o en qué estás involucrado. Hablar de abstinencia es hablar de
autocontrol a fin de seguir las viejas reglas morales de destinar el sexo para lo
que originalmente fue creado: como procreación y disfrute sexual de la pareja
unida en matrimonio heterosexual. No hacerlo es buscar quebraderos de
cabeza, familias rotas y lágrimas de sangre. Pero como casi nadie aprende por
cabeza ajena, muchos se romperán la cabeza. Lamento que muchos no vivan
para contarlo. No por culpa del sida, sino -en el mayor de los casos- por su
irresponsabilidad y libertinaje, y gracias también a apologistas del sexo sin
compromiso.

Claro que la abstinencia es falible. El condón también lo es. Pero la


abstinencia sexual demanda de tu capacidad de autocontrol a fin de que seas
original (no una sombra y eco de una sociedad que glorifica no la vida sexual,
que es parte de tu ser, sino que rinde culto al acto sexual en el cual eres simple
máquina de hacer sexo) y seas también tú quien decida, no los que te
presionan para que optes por lo que ellos creen y practican. Lo irónico es que
la mayoría de los que defienden el libertinaje y alardean del sexo son malos en
la cama según se desprende de informes y estudios serios de conducta sexual
realizados por mujeres. Una vez una fémina me confesó que los hombres con
los que había estado “solo hacían sexo”. No sabían qué es hacer el amor. Los
animales hacen sexo. Los humanos tenemos la bendición de aprender y hacer
el amor.

Quien asegure que es fácil sobrellevar los ímpetus explosivos del sexo no
se conoce a sí mismo, tiene el inusual don continencia o miente
deliberadamente. (Sexo no es solo penetración. Es todo lo que encierra
excitación de genitales y zonas erógenas, haya o no descarga) No es sencillo
decir “no”, o “esperemos” cuando pareciera que existe un camino y un atajo
porque “todo el mundo lo hace”, o la libido se comporta cual bestia
desbocada, o la mujer de mis fantasías coquetea y me invita a realizarlas.
Cuesta ejercer dominio propio, hacer lo correcto y desatender una situación
sexual ofrecida en bandeja de plata. Poner límites es dificultoso pues a veces
redunda en hacer el papelón y ser visto como bicho raro. Pero mejor es gato
vivo que león muerto.

Moralidad y abstinencia son palabras repulsivas para no pocos, mas si


analizamos los beneficios y frutos que brindan, nos percatamos que vale la
pena el autocontrol y ser moral, sin caer en extremos. Como el atleta del que
hablamos, si la meta es ser un excelente profesional, debo aguijonearme y
redimir el tiempo, practicar hasta lograr la excelencia, comer libros y vivir
actualizado para ser cada día un poco mejor. El éxito que abarca el ser integral
no tiene caminillos, como sesgos no existen en el dominio propio. Si no estoy
dispuesto a costear el precio, quedaré rezagado y desapareceré entre
mediocridades.
Ciertos estudios mal encaminados indican que la abstinencia ha sido
poco efectiva ante el aumento del sida y los embarazos indeseados. Algunos
han hecho festín con tales datos para achacar tal descalabro a la abstinencia.
En breves términos, insinúan que el autocontrol es un fiasco. Estos señores
ignoran o no entienden que el fracaso no es propiamente de la abstinencia sino
de quien no somete sus instintos y la escasa o nula información sexual sensata
recibida en el hogar. También es debido al diario bombardeo a que nos
somenten los medios audiovisuales que glorifican al sexo y pasan por alto la
vida sexual que es parte de nuestro ser. (La fiebre no está en la manta; y el
enfoque dado a la abstinencia tiene mucho que ver con la respuesta positiva o
negativa del joven) Controlar apetitos sexuales no es para cobardes. Quien no
aprende a moderar instintos pagará un alto precio, pues la factura pasada por
el violentado autocontrol es fenomenal.

No pasemos inadvertido algo fundamental que es ignorado o no es


entendido por los enemigos del autocontrol que lleva a la abstinencia sexual
antes del matrimonio heterosexual: el autocontrol o dominio propio no es solo
aplicable en cuestiones sexuales, sino incluso en todas las áreas de la vida del
ser humano. Quien ignora u omite algo tan vital será un fracaso como persona,
sujeto e individuo, aun cuando en algunas áreas sea exitoso. Léase bien, el
autocontrol conduce a la disciplina. Y quien se disciplina en todo es un
genuino triunfador en la vida. Si comes de más, si haces más ejercicios de los
recomendados, si estudias y lees en exceso, si tomas más alcohol del que en
un momento equis requiera tu cuerpo por cuestiones de salud, si duermes
mucho, si trabajas demasiado, si descansas más de lo indicado, si haces con tu
cónyuge más sexo del debido; en fin, si no hay un equilibrio en tu vida, te
enfermarás y morirás más rápido de lo normal. El universo, el planeta, la
naturaleza y nosotros -la vida inteligente en la perfecta y hermosa creación-
tenemos un punto medio y debemos respetarlo. Los estudiosos revelan que si
ese equilibrio se rompiera en el universo y el planeta, moriríamos en cuestión
de segundos. De ahí que la mano del humano sea la causante del
calentamiento del planeta y otros fenómenos naturales que nos golpean
impíamente. Si tal punto de equilibrio se quiebra en la vida nuestra, estamos
en problemas. Sin equilibrio, autocontrol o sin templanza seremos náufragos
en el peligroso y embravecido mar de la vida. Una vida autocomplaciente o
indisciplinada jamás es motivo de satisfacción, pero sí de vergüenzas,
lágrimas y situaciones embarazosas. Los medios de comunicación social casi a
diario nos recuerdan esa grave realidad al hablarnos de situaciones
bochornosas y bestialidades contra niños e inocentes. El hedonismo es de los
mediocres y de los perdedores. Un barco sin rumbo encalla, es blanco de
tormentas, témpanos de hielo o hundimiento.

Ante la duda, un estudio biográfico de gente realmente exitosa y de


quienes fueron disolutos ayudará a disiparla. Al comparar biografías,
descubriré denominadores comunes contrapuestos: Los primeros tenían
valores morales objetivos y universales fundados en principios eternos, vida
espiritual equilibrada, sana y desarrollada; correcta autoestima, amor a sí
mismos, a la vida, al prójimo y al Creador, y respeto a los derechos ajenos.
Los otros, nunca pudieron someter al tirano sexo; algunos lograron prosperar
materialmente y alcanzaron fama, pero en su fuero interno eran niños muertos
de miedo, intentando acallar culpas, odios, amarguras, rebeldías, vacíos
existenciales. ¿Cuándo aprenderemos que inteligencia natural o sentido común
no es sinónimo de inteligencia emocional? ¿Que inteligencia no es lo mismo
que entendimiento?

El autocontrol sexual siempre ha rendido frutos y compensaciones,


mientras que una vida libertina, insisto, ha acarreado amargas, dolorosas y
destructivas consecuencias. Durante los primeros años de la revolución
bolchevique, se atentó contra el matrimonio y la familia. El divorcio se
obtenía por causas baladíes, el aborto era legal y facilitado; las relaciones
antes del matrimonio eran vistas con buenos ojos. Las relaciones sexuales
extramaritales se consideraban normales. ¿Qué crees que pasó? Pitirin A.
Sorokin responde: “Dentro de unos años, las hordas de niños salvajes y sin
hogar serían una amenaza real para la Unión Soviética. Millones de vidas,
especialmente muchachas, eran destruidas, el divorcio y el aborto llegaron a
su máximo apogeo. Los odios y conflictos producidos por la poligamia y la
poliandria se enfrentaron rápidamente, y lo mismo ocurrió con la siconeurosis.
El trabajo en las fábricas nacionalizadas se descuidó. Los resultados eran tan
alarmantes, que el gobierno se vio obligado a invertir su política. La
propaganda del „vaso de agua‟ fue contraria a la revolución, y en su lugar se
erigió la glorificación oficial de la castidad premarital, y la santidad del
matrimonio”.

¿Qué te parece? Eso es historia, y la cuenta un sociólogo ruso. Los rusos


aprendieron por experiencia propia que el sexo no es un apetito más del
cuerpo al que nos podemos entregar sin obtener amarga cosecha, y que si no
se controla arruina no solamente a la persona, sino también a la nación. El
vigor o fragilidad de una nación está en su gente. Sobre todo en los niños y
jóvenes. ¿De veras creemos que una sociedad libertina y sexualmente enferma
puede regir los destinos de una nación y engrandecerla? ¿O se ahogará en su
propio mar de disolución?

Ahora bien, no tenemos que ir a Rusia para darnos cuenta de que el sexo
mal dirigido o desenfocado es causal de crímenes pasionales, violaciones
carnales, pedofilia, homosexualidad, lesbianismo, prostitución infantil, trata de
blancas, pornografía, bestialismo, orgías, bacanales, promiscuidad, incesto,
madres solteras, embarazos indeseados, sida, infecciones venéreas,
rompimientos de hogares, divorcios, niños huérfanos de padres vivos,
infidelidad, problemas de faldas, niños abandonados y mendigos en las calles,
delincuencia infantil. ¿Qué más tiene que pasar para comenzar a pensar en
serio en cuanto a cómo dirigir y encauzar nuestro sexo? Ya lo expresé, la
fuerza y grandeza de una nación está en su gente, pero temo que muchas de
esas gentes son enfermas sexuales. Tiranizados por el sexo. Ellos creen que
juegan con el sexo; en realidad, el sexo juega con ellos y les somete. Ya es
hora de aprender a controlar nuestras bajas pasiones antes de que nos
destruyan y arruinen al país que aseguramos amar.
Alrededor del sexo se ha tejido un sinnúmero de tabúes, medias verdades,
falacias y mitos. Uno de esos mitos es que el sexo es una “necesidad”
biológica. Eso es reduccionista y confunde despertar hormonal y deseo con
necesidad o tener existencial. Lo primero es dirigible y voluntario por ser un
deseo; lo segundo, esencial para vivir. Asimismo, quien piensa y enseña que el
sexo es una “necesidad” biológica no conoce la sicología y naturaleza
humanas y todavía sustenta su pensamiento sexual con mohosas teorías de
hace varias décadas. Si el sexo fuese una “necesidad” biológica, los que
cuidamos nuestra sexualidad hubiésemos muerto. ¡Los viudos sin pareja
habrían perecido! ¡Pobrecitos aquellos que ya no pueden tener relaciones
sexuales por el paso de los años, enfermedad o accidente! Quien sostenga que
el sexo es una “necesidad” biológica ve al hombre y a la mujer como
animales, en quienes el sexo en efecto es una necesidad biológica. Contrario al
animal, el humano tiene poder de decisión frente al impulso. De ahí que
debamos impedir que los liberales sexuales nos engañen con campañas a favor
del condón.

El humano tiene varios tipos de memoria. En la memoria uno están


acuñadas las necesidades fisiológicas, a saber: alimentación, ingesta de agua,
respiración, excreción, sueño. Perezco si falta una de ellas. Aquí no aparece el
sexo; entonces, ¿dónde está? ¿Ves que eso de que el sexo es una “necesidad”
biológica es una falacia? El sexo es instintivo como sicológico. Por
experiencia me inclino a pensar que muchas veces es más sicológico que
instintivo. Gran parte del sexo está en la mente. Entra por los ojos (oídos, en la
mujer) y se aloja en mi mente y emociones. Masters y Johnson llamaron
“respuesta sexual humana” al conjunto de acontecimientos sico-fisiológicos en
respuesta a ciertos estímulos. Depende de mí qué haré con dichos estímulos
internos o externos. Me sirvo de ellos o ellos me someten.

En cuanto a que el instinto sexual es una “necesidad” biológica, Shere


Hite escribe: “Esta glorificación del „impulso sexual‟ masculino y las
„necesidades‟ del orgasmo del varón, equivale a justificar a los hombres en
cualquier cosa que tengan que hacer para conseguir el coito -incluso la
violación- y define al macho „normal‟ como uno que está „hambriento‟ de
coito”. (2) En pocas palabras, el impulso sexual es más una función de deseo
que de “necesidades”. Es más condicionamiento y factores sicológicos que
base biológica.
Hite agrega: “[...] Si un hombre experimenta un fuerte deseo físico por
conseguir el orgasmo -una erección, por ejemplo- no hay nada en la
Naturaleza, nada físico, que lo impulse a tener ese orgasmo en una vagina [ni
en un ano]. La estimulación que siente está ligada al deseo de un orgasmo, y
no a cualquier deseo por el coito en sí mismo. El apremio que experimenta el
hombre es un deseo de una estimulación adicional del pene, o para lograr el
orgasmo, no un deseo de penetrar en la vagina de una mujer [ni en el recto de
un hombre] [...] Esta placentera conexión es aprendida, no innata [...]”. (3)

Antes de mi despertar sexual y de leer libros y revistas sobre sexo, mi


sexo dormía plácidamente como un niño pequeño en mis años de pubertad,
adolescencia y buena parte de mi vida adulta. Apenas empecé a alimentar esa
área mía, y tuve sexo con la que sería mi esposa, ¿qué crees que sucedió?
Despertó el “niño” y se transformó en un gigante. Sucedió como con esos
dormidos volcanes que hacen erupción y arrasan con todo lo que encuentran a
su paso. A ello se debe mi convicción de que mientras el niño y el joven no
alimenten su sexo con el indiscriminado bombardeo sexual de los medios y no
lo despierten teniendo sexo, no habrá dificultad que no puedan manejar solos.
En el momento en que despierten al gigante dormido y se activen sexualmente
el sexo los atará y esclavizará.

No está de más señalar que mi noviazgo (si lo hubo) y posterior


matrimonio fueron una crónica de dos fracasos anunciados por varios factores,
pero adelantarnos a intimar sexualmente minó la relación y diluyó la mayor
intensidad y profundidad sexual que hubiésemos podido vivenciar sin haber
probado antes, porque el autocontrol -sostiene Norman Vincent Peale- nos
ofrece un “glorioso más”, en lugar de un “sombrío menos”, e incrementa el
poder erótico controlándolo y enfocándolo en su debida dimensión, tiempo y
lugar.

Hoy, después de varios años y de haber tenido otras relaciones, la vida


me enseñó que tener relaciones sexuales antes del compromiso y formalidad
del matrimonio trae aparejado un relajamiento de principios y deberes y un
desgaste de energía que erosiona las relaciones hombre-mujer en lugar de
robustecerlas. ¿Cuántos perduran en una relación sana y madura? ¡Pocos!
¿Cuántos de los que tienen relaciones íntimas antes del matrimonio se casan?
Muchos menos. ¿Cuántas parejas de relaciones rotas siguen tratándose como
amigos maduros? No conozco ninguna.

William Graham Cole escribió: “Los objetos robados pueden devolverse o


compensarse, las mentiras pueden ser retractadas y corregidas, la envidia
puede ser superada. Pero el acto sexual cometido con otra persona no puede
anularse. Las relaciones mutuas sufren un cambio radical, y la pareja afectada
nunca jamás volverá a ser lo que era antes. Algo indeleble les ha marcado”.
(4) ¡Qué comprometedor y embarazoso es toparse parejas casadas entre las
cuales algunos miembros estuvieron involucrados sexualmente! No deseo
estar en el pellejo de ninguno de ellos.

¿Acaso vemos la importancia de la fidelidad matrimonial? Aunque el


matrimonio no sea un condón -como escribiera alguien sarcásticamente en un
artículo vulgar, bufo y ligero- en él hay mayor seguridad de que no te peguen
una infección venérea ni el sida si los dos son fieles a sus principios, valores y
votos. Pero sobre todo si el Señor Jesús es el centro de esa relación. El
problema, mi amigo, no está en que el matrimonio sea un preservativo o no,
sino en el tipo de pareja que uno ha escogido para vivir el resto de su vida.

El sexo tiene esta particularidad: entre más actividad sexual tienes, más
quieres y menos posees de él, menos eres saciado. Pero él se apodera de ti: de
tus pensamientos, sentimientos, emociones, fuerzas; de tu ser. Y empiezas a
creer la mentira de que el sexo es una “necesidad biológica”. ¿Te has
preguntado a qué se debe que tantos no puedan ver al sexo opuesto sin ojos
lujuriosos? ¿O que los hombres no vean a la mujer en función de alcoba?

Pues bien, ese apoderamiento del sexo del ser humano es debido a que el
sexo no sacia hambres de afecto ni llena vacíos existenciales y sentimientos de
abandono que arrastramos y pretendemos llenar o resolver con sexo. Mujer, el
sexo tampoco acaba con el terror a la soledad.

Los límites fronterizos entre la sanidad y la enfermedad son endebles.


Cuando cruzamos la línea del sexo sano, vivimos obsesionados y buscando
reafirmar identidad sexual extraviada o inconclusa. Si vivo continuamente
reafirmando mi identidad sexual, hay conflictos de ese tipo. Aunque Freud
estaba equivocado en muchos puntos sobre la sexualidad, creo que tenía razón
cuando sostenía que al ser “castrados” incorrectamente ello afectaría nuestra
sexualidad; nuestro complejo de Edipo (o de Electra) estaría enmarañado. Si
sé que soy varonil, ¿qué necesidad hay de reafirmación sexual? ¿De andar de
cama en cama? El mujeriego va en pos de reafirmar su identidad sexual a
costillas de la mujer, y la mayoría de mujeres percibe el problema y se siente
utilizada. Por sentirse solas, por buscar un apoyo económico o porque son tan
enfermas sexuales como el hombre, muchas mujeres entran en el juego del
hombre que sin importarle los sentimientos de ellas las utiliza solo para
satisfacerse sexualmente.

Al igual que el varoncito reafirma su identidad sexual con ayuda de papá


y no de mamá, el hombre debería reafirmar su masculinidad en la transacción
con otros hombres, que en lo absoluto son relaciones homosexuales ni
bisexuales. Si no logra acudir a otros hombres para superar el conflicto, debe
ir a terapia.

La sexualidad es clave para el desarrollo del ser. Por tal razón toca
diferenciar sexualidad de actividad sexual. La primera se refiere al sentir; la
otra, al hacer. A menudo los obsesionados con el sexo -por condicionamiento
propio o ajeno- carecen de sentimiento sexual. Tanto la sexualidad como la
actividad sexual bien hecha son importantes, pero la primera es piedra
angular en mi vida sexual.

También es necesario distinguir entre el sentimiento sexual y la simple


excitación genital. El primero abarca lo sentido en todo el cuerpo. El
segundo, solo en los genitales. “[...] Una persona sexual es aquella consciente
de su sexualidad, pero sin que esa conciencia la cohíba. Tiene sentido de sí
misma sea hombre o mujer, ya que el sexo hace referencia a las diferencias
entre macho y hembra. Una persona sexual no necesita exagerar estas
diferencias ni negarlas, simplemente está orgullosa de ser hombre o mujer”.
(5)
En otras palabras, mi vida sexual consiste en sentir y aceptar mi sexo en
toda su magnitud y profundidad, pues a través de ella me enfoco en lo que
ocurre en mi mundo interior (sentimiento sexual) que vierto en mi pareja,
buscando mi satisfacción en la suya. (¿Será que podemos ver cómo la falacia
llamada “preferencia sexual” cae sola? Ya puedo imaginarme la cantidad de
críticas destructivas e insultos que vendrán por escribir esto) Como contraste,
está el acto sexual (excitación genital) en el cual soy actor que no se
involucra emocional ni sentimentalmente, pues para mí se trata de una
actividad del ego (intelecto) que hace, no de mi ser (yo) que disfruta. En
ninguna manera el sexo es malo, dañino es realizarlo fuera de las viejas
normas morales bíblicas. El sexo no es malo ni dañino si sé controlarlo, si me
enseñoreo del sexo, no él de mí. Vivir en desasosiego y angustia de cuándo
será mi próxima cópula no es vida, sino una muerte lenta, silenciosa y segura.

Unas palabras a los que sugieren educación sexual sin principios bíblicos.
Muchos fundamentan la educación sexual en el acto, no en la vida sexual. A
ello se debe que su educación sexual esté condenada al fracaso. No todo el
mundo está capacitado para enseñar educación sexual a niños y jóvenes pues
existen dos polos opuestos que evitar: el que ve el sexo como “pecado” o “mal
necesario” y el otro que pasa por alto que educación sexual sin principios
morales bíblicos es verter gasolina en el fuego. Lo que menos necesitan los
jóvenes que atraviesan por un despertar impulsivo sexual es que “autoridades”
y “expertos” sexuales les expongas ideas liberales incitantes a la
promiscuidad mediante el condón, en lugar de exhortarles a la
responsabilidad por medio del autocontrol.

Por lo arriba señalado en cuanto al niño y al joven bombardeados por los


medios y a su iniciación en relaciones sexuales prematuras y cuestiones de
malos hábitos y adicciones afectivas, es manifiesto que el autocontrol no es
tarea fácil. Mas en el tema que nos ocupa o en cualquier otro el autocontrol o
disciplina del cuerpo proporciona una satisfacción extraordinaria contigo
mismo al ver que a pesar de la presión de los medios y amistades no has
sucumbido, no porque no te guste el sexo opuesto, sino porque buscas y
esperas hallar lo mejor que la vida te pueda ofrecer; no lo que hace sentir
realizado en pocos minutos y un miserable todo el día, o porque crees en la
fidelidad a tu consorte y a tus principios.

El sexo puede ser la emoción más placentera del universo si se hace bien.
Y la satisfacción experimentada al ser fiel a la mujer que quiero y amo es
inexpresable. Cuando no vivo angustiado por las piernas, pechos y caderas de
una mujer que no es la mía. ¿Qué queda después de acostarme con otra mujer?
Quizá un dulce sabor de triunfalismo machista. Pero, ¿qué viene después? Si
aún tengo una conciencia viva, libre de callos y emancipada de un ego
enajenado, te aseguro que el remordimiento, la culpa y el no soportarme a mí
mismo serán la paga. Si la mujer es casada, la zozobra es mayúscula. No hay
mejor almohada que una conciencia tranquila. Y la paz mental imperecedera
no se compra en botica ni es inyectable.

Cómo se engañan muchos, y cuánto desean que los sigan engañando por
su conveniencia. Para seguir engañando y engañándose se ha inventado el
condón. Aclaro, no estoy contra el condón en el matrimonio instituido por
Dios como es el heterosexual, ello sería polarizarme. No discutiré su eficacia
porque sin ser perfecto es bastante aceptable. Pretendo hacer notar que el
dichoso condón aunque protege inhibe a la pareja; hay mujeres que no resisten
el condón o son alérgicas a algunos de sus elementos. Sabemos que el acto
sexual no es lo mismo con condón que sin condón. Una eyaculación con
condón no es igual que sin condón. Hay hombres que ni siquiera eyaculan por
el susodicho condón.

Cierto es que el condón con nonoxynol-9 brinda mayor protección contra


el sida y otras infecciones transmitidas sexualmente, y que el condón extra
sensible proporciona mayor placer. Pero, además de correr el riesgo de que se
rompa, te robará experimentar a plenitud el clímax de la expresión
inexplicable del sexo: el orgasmo. Lo más preocupante es que el uso del
preservativo es caballito de batalla para ser promiscuo o para hacer campaña
que no apela al autocontrol o responsabilidad de los jóvenes, sino como falsa
alternativa ante la tiranía de impulsos e instintos. Y ni hablar del gravísimo
peligro que hay después de usarlo por poco tiempo: te fías y no lo usas más.
Y... ¡puedes quedar frito! Por eso y por mucho más te digo que el autocontrol,
la fidelidad a tu cónyuge y respetar las viejas leyes morales vale la pena. Vale
la pena vivir en rectitud y honradez contigo mismo y con otros. La
satisfacción sentida al ver que no sucumbes ante el sexo egoísta es uno de los
placeres más indescriptibles que puedes experimentar. Te sientes señorial cual
Pavo Real de Java Ceilán e Indonesia, y te felicitas a ti mismo. En cambio, no
hay como un peso en la conciencia para enfermar a una persona saludable. ¿Te
has preguntado a qué se deben tantas enfermedades sin razón lógica y
orgánica alguna?

Entre los que promulgan liberalidad y condón todavía no he oído uno


que tenga la honestidad suficiente con el objeto de advertir a los niños y
jóvenes que el sida es una cadena que nadie sabe por dónde reventará. Esa es
la astucia de los que invitan a degustar el almíbar que oculta el veneno; los
que desean que creas que algo mal dirigido puede conducir a un feliz final. Ya
vimos que pasado poco tiempo de conocer a alguien que te alborotó los
sentidos y los genitales, no usas más el condón, confiando insensatamente en
esa persona, pero ¿qué de los que tuvieron relaciones con ella antes de que tú
llegaras, o del esposo o pareja de la susodicha? ¿Cuántas relaciones tendrá o
habrá tenido el señor don Fulano pareja de Fulana? ¿Qué de los demás que
están detrás de la cadena sexual de estos dos? (Los siete machos gustan de
vírgenes para deshonrarlas y alardear de su sexo y conquistas; otros son
gavilanes polleros que sacan provecho del jovencito hambriento de afecto
parental para iniciarlo en la homosexualidad. ¿Será que los furibundos
defensores de los “derechos” de los homosexuales ignoran las andanzas de los
depravados gavilanes polleros? ¿Cómo reaccionarían si alguno de ellos dañara
a su hijo?) Obvio, en la locura se nubla el entendimiento y se corren muchos
riesgos estúpidos e innecesarios, pero después puede venir el lloro y el crujir
de dientes. Lo sabio y sensato es no caminar por el filo de la navaja. Como
están las circunstancias en cuanto al sida, me atrevo a pronosticar que en
pocos años nuestra civilización meterá reversa en la loca carrera de la
inmoralidad sexual para volver a las viejas pero sabias normas morales que
tienen como fundamento la castidad bíblica. Muchos ignoran o han olvidado
que de la libertina y enferma “revolución sexual” de los 60 y 70 heredamos el
sida en los 80. Y muchas enfermedades (infecciones) de transmisión sexual
(ETS) que habían sido erradicadas han vuelto para quedarse. ¿Qué más tiene
que suceder para ajuiciarnos y retomar las “primitivas” pero sabias y eternas
normas morales?

En sus investigaciones sobre el comportamiento sexual femenino, Kinsey


descubrió que las mujeres con experiencias sexuales prematrimoniales están
doblemente predispuestas a ser más infieles en el matrimonio que las que no
lo han tenido o las vírgenes. Eso lo sabemos los hombres, y, por tanto,
dudamos casarnos con la mujer que más rápido que ligero se acuesta con uno.
Mujer, nos gusta la mujer difícil; mejor, la que no accede a pesar de la presión
y manipulación sicológica. En nuestro interior intuimos que esa es la que
necesitamos.

Sicólogos, siquiatras y ministros religiosos revelan, además, que gran


cantidad de hombres que tienen relaciones sexuales prematrimoniales con su
pareja en el matrimonio recelan de la fidelidad de su esposa porque creen que
si ella fue capaz de relajar sus normas por él, lo hará con otro. Aunque tal
razonamiento es generalizador, no deja de ser cierto. Las probabilidades de
hacerlo otra vez son grandes.

Estudios informan que la mujer religiosa suele disfrutar más la sexualidad


que la irreligiosa por la oración y no temer ser abandonada; obteniendo esa
mujer y la pareja vivencias sexuales más profundas, pues una mujer cuyas
necesidades de amor, caricias, ternura y galanteo son atendidas, y cuyo tiempo
sexual y gustos se respetan, es una hembra que responde.

Debido a que la sexualidad es la mayor fuerza e influencia en nuestro


carácter y comportamiento, es insoslayable aprender a controlarme yo si no
quiero que el sexo me tiranice y arruine la vida. Poco se habla de que las
energías sexuales pueden ser canalizadas y transmutadas por medio de
ejercicios, deporte, creatividad y meditación espiritual. Los ejercicios de
bioenergética* son excelentes tanto para descargar energías negativas o de
cuidado (resentimientos, odios, amarguras, miedos, iras) acumuladas durante
años como también para encauzar el potencial sexual que llevamos dentro sin
tener que caer en libertinaje o inmoralidad, del cual nos tengamos que
arrepentir con lágrimas de sangre.

Para lograr autocontrol es preciso cuidar qué y cómo miro; alejarme de


personas, lugares, películas, telenovelas, libros, revistas que glorifican el acto
sexual y pasan por alto la vida sexual. Mantener la mente ocupada en crear
para apartarla de pensamientos sexuales. Si cohabito con mi novia, practicar
“formas débiles del hábito”. Esto es, hacer algo desagradable hasta romper
con esa situación. Ejemplo: en vez de repartir mis carnes, recurrir a la
autogratificación moderada, hasta canalizarla y desaparecerla con ejercicios,
meditación, oración, introspección. Aplicar también lo que Viktor Frankl
llama “intención paradójica”. Dejar de luchar contra obsesiones y en su lugar
ridiculizarlas, tratándolas con ironía. Así “se rompe el círculo vicioso, el
síntoma se debilita y finalmente se atrofia”. (6)

El autocontrol es provechoso y efectivo si postulo ser diferente y no


quiero andar por los caminos de la vida agobiado y lleno de culpas y
resentimientos. Ya vimos que nunca la inmoralidad y el desenfreno han sido
semillas apropiadas para dar frutos sanos y duraderos. Como contraste, está
demostrado hasta el cansancio que no obstante lo costoso del autocontrol o
disciplina del cuerpo ellos nos brindan jugosos y deliciosos frutos que al final
del camino nos permitirán darnos cuenta que valió la pena la espera, valió la
pena ser moral sometiendo a mi sexo. ¡Tú decides!
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* Bioenergética es una forma de entender la personalidad a través del


cuerpo y sus procesos energéticos. Estos procesos son la producción
de energía mediante la respiración, el metabolismo y la descarga de
energía en el movimiento, que son las funciones básicas de la vida
física.

Bibliografía

(1) Norman Vincent Peale. Pecado, sexo y autocontrol, p. 90. Editorial


Grijalbo, México, 1983.
(2) Shere Hite. El informe Hite: estudio de la sexualidad femenina, p. 488.
Plaza & Janés, Editores, S. A., España, 1988.
(3) Ibid, p. 489.
(4) Op cit., Norman Vincent Peale, p. 99.
(5) Alexander Lowen. Miedo a la vida, p. 120. Editorial Era Naciente,
Buenos Aires, Argentina, 1980.
(6) Viktor E. Frankl, El hombre en busca de sentido, p. 177. Editorial
Herder, España, 2001.

(Nota: Los derechos de autor están protegidos por leyes internacionales.


Prohibida la copia o transmisión sin permiso escrito del autor. Todos los
escritos y ensayos aquí presentados han sido escritos por el periodista J.
Enrique Cáceres-Arrieta)

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