J. Enrique Cáceres-Arrieta
El sexo es uno de los temas más controvertidos del que podamos hablar y
el talón de Aquiles del 99.99 por ciento de los seres humanos. Para no gustarte
el sexo deberás ser eunuco de nacimiento, tener un trauma o ser extraterrestre.
El sexo es la energía más explosiva que tenemos dentro. El sexo puede ser
aliado y servirnos como fiel siervo, o someternos como el peor de los tiranos.
Depende cómo lo utilicemos. El sexo es nitroglicerina que bien utilizada
brinda beneficios increíbles, mas si jugamos con ella puede explosionar y
costarnos la vida.
Quien asegure que es fácil sobrellevar los ímpetus explosivos del sexo no
se conoce a sí mismo, tiene el inusual don continencia o miente
deliberadamente. (Sexo no es solo penetración. Es todo lo que encierra
excitación de genitales y zonas erógenas, haya o no descarga) No es sencillo
decir “no”, o “esperemos” cuando pareciera que existe un camino y un atajo
porque “todo el mundo lo hace”, o la libido se comporta cual bestia
desbocada, o la mujer de mis fantasías coquetea y me invita a realizarlas.
Cuesta ejercer dominio propio, hacer lo correcto y desatender una situación
sexual ofrecida en bandeja de plata. Poner límites es dificultoso pues a veces
redunda en hacer el papelón y ser visto como bicho raro. Pero mejor es gato
vivo que león muerto.
Ahora bien, no tenemos que ir a Rusia para darnos cuenta de que el sexo
mal dirigido o desenfocado es causal de crímenes pasionales, violaciones
carnales, pedofilia, homosexualidad, lesbianismo, prostitución infantil, trata de
blancas, pornografía, bestialismo, orgías, bacanales, promiscuidad, incesto,
madres solteras, embarazos indeseados, sida, infecciones venéreas,
rompimientos de hogares, divorcios, niños huérfanos de padres vivos,
infidelidad, problemas de faldas, niños abandonados y mendigos en las calles,
delincuencia infantil. ¿Qué más tiene que pasar para comenzar a pensar en
serio en cuanto a cómo dirigir y encauzar nuestro sexo? Ya lo expresé, la
fuerza y grandeza de una nación está en su gente, pero temo que muchas de
esas gentes son enfermas sexuales. Tiranizados por el sexo. Ellos creen que
juegan con el sexo; en realidad, el sexo juega con ellos y les somete. Ya es
hora de aprender a controlar nuestras bajas pasiones antes de que nos
destruyan y arruinen al país que aseguramos amar.
Alrededor del sexo se ha tejido un sinnúmero de tabúes, medias verdades,
falacias y mitos. Uno de esos mitos es que el sexo es una “necesidad”
biológica. Eso es reduccionista y confunde despertar hormonal y deseo con
necesidad o tener existencial. Lo primero es dirigible y voluntario por ser un
deseo; lo segundo, esencial para vivir. Asimismo, quien piensa y enseña que el
sexo es una “necesidad” biológica no conoce la sicología y naturaleza
humanas y todavía sustenta su pensamiento sexual con mohosas teorías de
hace varias décadas. Si el sexo fuese una “necesidad” biológica, los que
cuidamos nuestra sexualidad hubiésemos muerto. ¡Los viudos sin pareja
habrían perecido! ¡Pobrecitos aquellos que ya no pueden tener relaciones
sexuales por el paso de los años, enfermedad o accidente! Quien sostenga que
el sexo es una “necesidad” biológica ve al hombre y a la mujer como
animales, en quienes el sexo en efecto es una necesidad biológica. Contrario al
animal, el humano tiene poder de decisión frente al impulso. De ahí que
debamos impedir que los liberales sexuales nos engañen con campañas a favor
del condón.
El sexo tiene esta particularidad: entre más actividad sexual tienes, más
quieres y menos posees de él, menos eres saciado. Pero él se apodera de ti: de
tus pensamientos, sentimientos, emociones, fuerzas; de tu ser. Y empiezas a
creer la mentira de que el sexo es una “necesidad biológica”. ¿Te has
preguntado a qué se debe que tantos no puedan ver al sexo opuesto sin ojos
lujuriosos? ¿O que los hombres no vean a la mujer en función de alcoba?
Pues bien, ese apoderamiento del sexo del ser humano es debido a que el
sexo no sacia hambres de afecto ni llena vacíos existenciales y sentimientos de
abandono que arrastramos y pretendemos llenar o resolver con sexo. Mujer, el
sexo tampoco acaba con el terror a la soledad.
La sexualidad es clave para el desarrollo del ser. Por tal razón toca
diferenciar sexualidad de actividad sexual. La primera se refiere al sentir; la
otra, al hacer. A menudo los obsesionados con el sexo -por condicionamiento
propio o ajeno- carecen de sentimiento sexual. Tanto la sexualidad como la
actividad sexual bien hecha son importantes, pero la primera es piedra
angular en mi vida sexual.
Unas palabras a los que sugieren educación sexual sin principios bíblicos.
Muchos fundamentan la educación sexual en el acto, no en la vida sexual. A
ello se debe que su educación sexual esté condenada al fracaso. No todo el
mundo está capacitado para enseñar educación sexual a niños y jóvenes pues
existen dos polos opuestos que evitar: el que ve el sexo como “pecado” o “mal
necesario” y el otro que pasa por alto que educación sexual sin principios
morales bíblicos es verter gasolina en el fuego. Lo que menos necesitan los
jóvenes que atraviesan por un despertar impulsivo sexual es que “autoridades”
y “expertos” sexuales les expongas ideas liberales incitantes a la
promiscuidad mediante el condón, en lugar de exhortarles a la
responsabilidad por medio del autocontrol.
El sexo puede ser la emoción más placentera del universo si se hace bien.
Y la satisfacción experimentada al ser fiel a la mujer que quiero y amo es
inexpresable. Cuando no vivo angustiado por las piernas, pechos y caderas de
una mujer que no es la mía. ¿Qué queda después de acostarme con otra mujer?
Quizá un dulce sabor de triunfalismo machista. Pero, ¿qué viene después? Si
aún tengo una conciencia viva, libre de callos y emancipada de un ego
enajenado, te aseguro que el remordimiento, la culpa y el no soportarme a mí
mismo serán la paga. Si la mujer es casada, la zozobra es mayúscula. No hay
mejor almohada que una conciencia tranquila. Y la paz mental imperecedera
no se compra en botica ni es inyectable.
Cómo se engañan muchos, y cuánto desean que los sigan engañando por
su conveniencia. Para seguir engañando y engañándose se ha inventado el
condón. Aclaro, no estoy contra el condón en el matrimonio instituido por
Dios como es el heterosexual, ello sería polarizarme. No discutiré su eficacia
porque sin ser perfecto es bastante aceptable. Pretendo hacer notar que el
dichoso condón aunque protege inhibe a la pareja; hay mujeres que no resisten
el condón o son alérgicas a algunos de sus elementos. Sabemos que el acto
sexual no es lo mismo con condón que sin condón. Una eyaculación con
condón no es igual que sin condón. Hay hombres que ni siquiera eyaculan por
el susodicho condón.
Bibliografía