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El feminismo occidental y la mujer árabe.

Del orientalismo
tradicional al relativismo cultural

Dra. Fawzia Kamel


Universidad de El Cairo

1. Introducción: mecanismos culturales que obstaculizan el desarrollo de la


mujer egipcia

Antes de hablar de mecanismos culturales quizás debería definir el concepto


de cultura en que se basan mis palabras. Me refiero a aquella "memoria colectiva"
que se expresa en un sistema de costumbres y tradiciones. La cultura, como fenómeno
social, se traduce en un concepto de vida que se sigue de forma espontánea. Pero las
experiencias del pasado deberían ayudar a realizar, no a paralizar, el desarrollo hacia
un futuro mejor. Para vencer los obstáculos culturales con que nos enfrentamos en la
actualidad, habría que comprender cómo participa el pasado inmediato en formar
nuestro presente.
Desde el primer momento me enfrenté con el gran problema de intentar
determinar la época en que vivimos en Egipto. ¿Se podría llamar “época de
modernización” como intenta convencernos el régimen actual? ¿O es capitalismo
bruto como lo prueba día a día el sistema mundial? Desde luego en nuestra zona no se
puede pensar en “el final de la historia” del que se habla en occidente. La historia es
interminable en nuestra zona dominada por la inestabilidad, la preocupación y el
miedo. Éste suele determinar nuestra visión hacia el futuro. En el siglo XX, Egipto
sufrió tres guerras (en 1948, 1967 y 1973), a parte de otros perpetuos conflictos y
guerras en países vecinos. Después de la guerra del 73, surge la fuerza del petróleo
árabe como nuevo motivo de más preocupación, debido al continuo intento de
dominio e imposición por parte del sistema capitalista.
En cuanto a los aspectos sociales, se observa la casi desaparición de la clase
media frente a dos clases sociales abismalmente diferentes: una minoría,
extremadamente rica, y una mayoría, pobre económicamente, marginada política y
socialmente, y “parada” culturalmente. Se habla de crisis moral, política y económica
junto a integrismo, extremismo y radicalismo.
El fuerte intento de dominar una sociedad cuyos principios son tan divididos
y relativos según la clase social y la tendencia política, matiza el régimen actual con
una clara doble moral e identidad. Bastaría señalar la cantidad de leyes que siguen
vigentes y bajo su sombra vivimos desde el pasado hasta ahora. Vivimos normas del
“socialismo nacionalista” desde la época de Nasser junto a leyes de la “abertura
económica” desde la época de Al-Sadat, además de normas antiterroristas y
anticomunistas. Siguen vigentes las leyes de protección nacional de un estado de
guerra desde el conflicto del 67 junto a las normas del Pacto de Paz de Camp David;
continua el toque de queda impuesto desde el asesinato de Al- Sadat junto a leyes de
libertad de prensa de estos últimos años. Hasta ahora siguen vigentes todas estas
medidas, normas y leyes contradictorias entre sí y nosotros lo tenemos que asumir a
pesar del cambio de circunstancias y épocas. Esta “lamentable” contradicción entre
las leyes que rigen nuestra vida cotidiana se refleja negativamente en todos los niveles
y escalas. Así, en nuestras sociedades se siente marcada estas diferencias y
contradicciones entre “ciencia y religión”, “identidad cultural propia y modernidad”,
“laicismo y fundamentalismo”, “sector público y sector privado”, “occidentalismo y
nacionalismo”, etc. La política se convierte en rivalidad entre las épocas y regímenes
de los presidentes que han gobernado consecutivamente nuestro país: Nasser, Al-
Sadat y Mubarak, estando éste último en vida no se puede revelar ni hablar todavía de
su época.
Ahora surge la pregunta: ¿y la mujer? ¿Qué posición ocupa la mujer dentro
de todo este caos?
Todos aquellos cambios políticos, económicos y sociales acarrean
necesariamente cambios que sufre la postura social y cultural de la mujer, según le
conviene a cada régimen. La identidad cultural de la mujer siempre estaba en juego.
En la escena social egipcia se pueden destacar tres discursos principales:
Fundamentalista, occidentalista y “apático por desconocimiento”. Cada discurso de
los antes citados quiere imponer su ideología en la escena política y cultural creyendo
poseer la verdad y nada más que la verdad. La mujer ha sido siempre, y sigue siendo,
la primera dañada y víctima de todo aquello. Los distintos discursos políticos e
ideológicos entienden muy bien lo que significa la mujer en una sociedad tradicional,
saben que la mujer es reproductora y portadora de la identidad de toda una sociedad,
por eso siempre quieren formar su discurso y cambio a través de ella. La mujer
(victima-verdugo) es la portadora de identidad social, es la que lleva y transmite las
costumbres y tradiciones. Así que cada y todo intento de cambiar y dominar la
ideología de la sociedad se empieza siempre por imponer sus condiciones sobre la
mujer como primer y fundamental paso. Por consiguiente, cuantas veces ha sido
violado el derecho de la mujer de poder decidir ella sola, aunque tampoco está
preparada para ello. Su memoria personal ha sido manipulada y desactivada. Tener
mujeres conscientes significaría cerrar la puerta ante movimientos como el
fundamentalista Wahabí surgido en Arabia en los años 50, este movimiento
retrógrado que no encontró mujeres bien preparadas que se opongan a ello.
Y ahora nos preguntamos: ¿puede el discurso feminista occidental ofrecer
salidas a la mujer árabe? O ¿borraría su identidad cultural copiándola otra con
que no se siente realmente identificada?

2.
En 1979 estalla la revolución iraní, y las imágenes de decenas de miles de
mujeres cubiertas con el chador que salieron a la calle en protesta contra la política
represiva del último shah, despertaron en Occidente un interés inusitado por la
situación de la mujer en el mundo islámico y por extensión en el Mundo Árabe. Se
multiplicaron artículos y libros sobre la situación de la mujer árabe aunque a veces se
alimentaban de imágenes estereotipadas de la mujer árabe como ser sometido a la
opresión permanente en una sociedad patriarcal, "fundamentalista" y retrograda, como
se ve en algunas películas de gran éxito comercial que contribuyeron a perpetuar estas
imágenes en el subconsciente colectivo de Occidente. Por extensión, la frecuente
confusión entre "lo islámico" y "lo árabe", contribuyó a distorsionar el conocimiento
que de la mujer árabe tenía el público occidental.
La revolución iraní coincide con los inicios de una transformación igualmente
radical en el mundo académico y en todo lo relacionado con el estudio de la mujer en
el Tercer Mundo en general y el mundo árabe en particular. La punta de lanza de esta
renovación fue la publicación del libro Orientalismo de Edward Said en el mismo año,
1979.
Las nuevas tendencias de pensamiento, llamado subalterno, que se
alimentaban del nuevo academicismo de Michael Foucault y Edward Said, se
profundizaron en los caminos abiertos en décadas anteriores por la sociología de
inspiración marxista. Este giro posmodernista es la transformación mas importante en
las ultimas dos décadas en los estudios sociales.
El campo de los estudios sobre la mujer en el mundo árabe e islámico sufrió
una transformación radical y extremadamente positiva. Se permitió el desarrollo de
nuevas líneas de pensar y abrir puertas para la reflexión y el estudio de temas, hasta
entonces, marginados en el entorno académico occidental.

3.
En occidente, para las ciencias sociales y el orientalismo tradicional, hasta
bien entrada la segunda mitad del siglo XX, el estudio de la mujer en el mundo árabe
ocupó un lugar marginal. La mujer que aparecía retratada en los estudios occidentales
sobre el Mundo Árabe quedaba reflejada en un mero accesorio social. Se refería a la
mujer árabe solo para poner de manifiesto el carácter tradicional de las sociedades
árabes. Igualmente, la marginación y el analfabetismo de amplios sectores de
población femenina eran frecuentemente atribuidos al hecho islámico como causante
de todos los males de las sociedades árabes.
Lo que ocurría es que el orientalismo tradicional en Occidente se basaba en las
ideas de los representantes coloniales que, como Lord Cromer de la autoridad inglesa
en Egipto o las autoridades francesas en Argelia colonial, sostenían que la
degradación de las sociedades árabes solamente podría ser remediada con la
introducción de modelos de comportamiento occidentales. El termino modernización
se convertía de esta forma en sinónimo de occidentalización, y se hablaba de la
liberación de la mujer en términos exclusivamente eurocéntricos.

4.
Tras la descolonización el primer problema al que se enfrentaron los
historiadores del Mundo Árabe fue precisamente la definición de su objeto de estudio:
¿Qué es lo necesario estudiar? La sociología de orientación marxista dio la respuesta:
para hacer un estudio histórico, social o político de un determinado conjunto social no
debe ser limitado por el conocimiento textual "limitado" del investigador. La
contribución más significativa del pensamiento marxista es haber cuestionado la
prioridad de lo textual sobre lo social que caracterizaba el pensamiento orientalista
tradicional. Los estudios llamados "subalternos" en Occidente alimentaron nuevas
corrientes de pensamiento que favorecieron el estudio de lo social y las experiencias
del sujeto en su contexto social.

Otra contribución del pensamiento marxista en los estudios sociales, es la


inclusión de la mujer como categoría de estudio, junto a otros grupos antes
marginados por el academicismo occidental.
Esto mismo tuvo dos consecuencias:
1) abrir la puerta para la inclusión de estudios sobre lo marginal, la
mujer, los obreros, campesinos, etc.
2) Contribuir, involuntariamente, a que el estudio de la mujer en el
Mundo Árabe se haya mantenido como ente académico separado de proyectos de
investigación generales. En este sentido, es significativo que quienes estudian temas
relacionados con la mujer son, en su mayoría, mujeres.

5.
Desde una perspectiva subalterna, un grupo de feministas ha criticado las
bases del discurso feminista occidental sobre el Tercer Mundo, sobre todo de la
universalización del discurso feminista sin atender a distinciones de carácter político,
cultural o histórico. Así que el primer riesgo del discurso feminista occidental
tradicional se resume en la reducción de la mujer y de sus distintas experiencias en la
misma categoría, la de objeto. La consecuencia lógica es que determinadas
situaciones de opresión de la mujer no pueden ser atribuidas exclusivamente a que son
mujeres, sino que un análisis profundo de su situación de dependencia ha de tener en
cuenta la compleja interacción entre elementos tan diversos como: la clase social, la
cultura, la religión y otras condiciones ideológicos.

6.
El relativismo cultural, presente en los estudios postmodernos y subalternos,
ha abierto un camino interesante pero lleno de sombras para el investigador. Es cierto
que cada cultura tiene sus peculiaridades, pero se corre el riesgo de adoptar un
relativismo tan absoluto que destruya la labor de una investigación académica.
El principio ético de relativismo surge en los años treinta en las corrientes
antropológicas norteamericanas, refleja una actitud de escepticismo hacia todo lo que
suponga un dominio de los valores occidentales, que comenzaron a entenderse no
como universales absolutos. Entonces se propuso el principio de Tolerancia.
Estos dos conceptos han sido utilizados por quienes defienden la necesidad de
analizar bajo un prisma diferente la situación de la Mujer Árabe y reclaman la
aplicación de principios específicos en su estudio alejados de defender el
"esencialismo" que caracteriza el feminismo occidental. Desde nuestro Mundo Árabe,
numerosas mujeres aun cuestionan términos tan generales como la igualdad.
Pero el rechazo a la validez universal de los modelos culturales e ideológicos
europeos lleva implícito el riesgo de caer en un tipo de relativismo ético y cultural tan
absoluto que puede dar al traste con muchas de las aspiraciones del feminismo árabe
contemporáneo en particular lo que se refiere a la igualdad ante la ley, la defensa de
los derechos fundamentales de la mujer. Hemos visto que nuestros gobiernos árabes
utilizan este tipo de relativismo cultural para justificar violaciones de los derechos
esenciales de la mujer ante la comunidad internacional.

En principio, la crítica del discurso feminista occidental tanto en su vertiente


liberal como radical ha contribuido a reformular los objetivos básicos, esenciales, del
feminismo árabe. Permitió elaborar programas feministas que tengan una base
geográfica, histórica y cultural específicamente árabes, y por extensión locales
(feminismo egipcio, palestino, magrebí, etc.). Esta diversificación ha permitido que
emerjan discursos alternativos de resistencia elaborados desde nuestro Mundo Árabe
por mujeres que han sido capaces de utilizar los mecanismos de nuestra propia cultura
para transformar nuestra propia tradición. Ejemplo de ello, la socióloga marroquí
Fátima Mernissi que analiza con detalle la relación de la mujer y el legado islámico
desde una perspectiva autóctona.

Entonces, si se quiere hacer un discurso académico valido sobre la situación


de la mujer árabe, habría que estar reevaluando constantemente la interacción de
términos como: cultura, política y economía, ideología y religión, colonialismo y
Estado-nación. No solo para conocer mas sobre la realidad de la mujer en el mundo
árabe, sino para contribuir a entender y solucionar numerosos de los problemas con
que nos enfrentamos de un modo respetuoso con lo diferente y alejado del
paternalismo de inspiración colonial.
Se impone, además, la necesidad de elaborar trabajos de síntesis que se alejen
de generalizaciones, tópicos, estereotipos. Estudios que contribuyan a conocer mejor
la realidad de la mujer árabe como participe activa en su sociedad.

Bibliografía

• ABU-LUGHOD, L.: Remarking Woman: feminism and modernity in the Middle


East, Princeton University Press, Princeton, 1998.
• AHMED, Leila: Women and Gender in Islam, Yale University Press, New
Haven 1992.
• CASANOVA FERNÁNDEZ , Vanesa: "Historia y discurso", Revista Nación Árabe,
nº 44, 2001.
• HATEM , M.: "Egyptian discourses on gender and political liberalization,
Middle East Journal, vol. 48, num. 4, 1994, pp. 660-676.
• LACOSTE-DUJADIN, Camille, Las madres contra las mujeres. Patriarcado y
matriarcado en el mundo árabe, Colección Feminismos, Madrid, 1993.

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