Del orientalismo
tradicional al relativismo cultural
2.
En 1979 estalla la revolución iraní, y las imágenes de decenas de miles de
mujeres cubiertas con el chador que salieron a la calle en protesta contra la política
represiva del último shah, despertaron en Occidente un interés inusitado por la
situación de la mujer en el mundo islámico y por extensión en el Mundo Árabe. Se
multiplicaron artículos y libros sobre la situación de la mujer árabe aunque a veces se
alimentaban de imágenes estereotipadas de la mujer árabe como ser sometido a la
opresión permanente en una sociedad patriarcal, "fundamentalista" y retrograda, como
se ve en algunas películas de gran éxito comercial que contribuyeron a perpetuar estas
imágenes en el subconsciente colectivo de Occidente. Por extensión, la frecuente
confusión entre "lo islámico" y "lo árabe", contribuyó a distorsionar el conocimiento
que de la mujer árabe tenía el público occidental.
La revolución iraní coincide con los inicios de una transformación igualmente
radical en el mundo académico y en todo lo relacionado con el estudio de la mujer en
el Tercer Mundo en general y el mundo árabe en particular. La punta de lanza de esta
renovación fue la publicación del libro Orientalismo de Edward Said en el mismo año,
1979.
Las nuevas tendencias de pensamiento, llamado subalterno, que se
alimentaban del nuevo academicismo de Michael Foucault y Edward Said, se
profundizaron en los caminos abiertos en décadas anteriores por la sociología de
inspiración marxista. Este giro posmodernista es la transformación mas importante en
las ultimas dos décadas en los estudios sociales.
El campo de los estudios sobre la mujer en el mundo árabe e islámico sufrió
una transformación radical y extremadamente positiva. Se permitió el desarrollo de
nuevas líneas de pensar y abrir puertas para la reflexión y el estudio de temas, hasta
entonces, marginados en el entorno académico occidental.
3.
En occidente, para las ciencias sociales y el orientalismo tradicional, hasta
bien entrada la segunda mitad del siglo XX, el estudio de la mujer en el mundo árabe
ocupó un lugar marginal. La mujer que aparecía retratada en los estudios occidentales
sobre el Mundo Árabe quedaba reflejada en un mero accesorio social. Se refería a la
mujer árabe solo para poner de manifiesto el carácter tradicional de las sociedades
árabes. Igualmente, la marginación y el analfabetismo de amplios sectores de
población femenina eran frecuentemente atribuidos al hecho islámico como causante
de todos los males de las sociedades árabes.
Lo que ocurría es que el orientalismo tradicional en Occidente se basaba en las
ideas de los representantes coloniales que, como Lord Cromer de la autoridad inglesa
en Egipto o las autoridades francesas en Argelia colonial, sostenían que la
degradación de las sociedades árabes solamente podría ser remediada con la
introducción de modelos de comportamiento occidentales. El termino modernización
se convertía de esta forma en sinónimo de occidentalización, y se hablaba de la
liberación de la mujer en términos exclusivamente eurocéntricos.
4.
Tras la descolonización el primer problema al que se enfrentaron los
historiadores del Mundo Árabe fue precisamente la definición de su objeto de estudio:
¿Qué es lo necesario estudiar? La sociología de orientación marxista dio la respuesta:
para hacer un estudio histórico, social o político de un determinado conjunto social no
debe ser limitado por el conocimiento textual "limitado" del investigador. La
contribución más significativa del pensamiento marxista es haber cuestionado la
prioridad de lo textual sobre lo social que caracterizaba el pensamiento orientalista
tradicional. Los estudios llamados "subalternos" en Occidente alimentaron nuevas
corrientes de pensamiento que favorecieron el estudio de lo social y las experiencias
del sujeto en su contexto social.
5.
Desde una perspectiva subalterna, un grupo de feministas ha criticado las
bases del discurso feminista occidental sobre el Tercer Mundo, sobre todo de la
universalización del discurso feminista sin atender a distinciones de carácter político,
cultural o histórico. Así que el primer riesgo del discurso feminista occidental
tradicional se resume en la reducción de la mujer y de sus distintas experiencias en la
misma categoría, la de objeto. La consecuencia lógica es que determinadas
situaciones de opresión de la mujer no pueden ser atribuidas exclusivamente a que son
mujeres, sino que un análisis profundo de su situación de dependencia ha de tener en
cuenta la compleja interacción entre elementos tan diversos como: la clase social, la
cultura, la religión y otras condiciones ideológicos.
6.
El relativismo cultural, presente en los estudios postmodernos y subalternos,
ha abierto un camino interesante pero lleno de sombras para el investigador. Es cierto
que cada cultura tiene sus peculiaridades, pero se corre el riesgo de adoptar un
relativismo tan absoluto que destruya la labor de una investigación académica.
El principio ético de relativismo surge en los años treinta en las corrientes
antropológicas norteamericanas, refleja una actitud de escepticismo hacia todo lo que
suponga un dominio de los valores occidentales, que comenzaron a entenderse no
como universales absolutos. Entonces se propuso el principio de Tolerancia.
Estos dos conceptos han sido utilizados por quienes defienden la necesidad de
analizar bajo un prisma diferente la situación de la Mujer Árabe y reclaman la
aplicación de principios específicos en su estudio alejados de defender el
"esencialismo" que caracteriza el feminismo occidental. Desde nuestro Mundo Árabe,
numerosas mujeres aun cuestionan términos tan generales como la igualdad.
Pero el rechazo a la validez universal de los modelos culturales e ideológicos
europeos lleva implícito el riesgo de caer en un tipo de relativismo ético y cultural tan
absoluto que puede dar al traste con muchas de las aspiraciones del feminismo árabe
contemporáneo en particular lo que se refiere a la igualdad ante la ley, la defensa de
los derechos fundamentales de la mujer. Hemos visto que nuestros gobiernos árabes
utilizan este tipo de relativismo cultural para justificar violaciones de los derechos
esenciales de la mujer ante la comunidad internacional.
Bibliografía