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4.

ÉPOCA DE LA SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY – SAGOC

La historia de Coveñas ha estado ligada a grandes empresas y empresarios. Su magnífica


localización geográfica en el Golfo de Morrosquillo, su gran riqueza agrícola y ganadera, el tesón
de propios y de los foráneos radicados allí para crear riqueza, los abundantes recursos del mar,
las playas de blanca arena y el agua cálida sin animales marinos peligrosos, han sido atractivos
permanentes de la región.

También ha estado ligada al petróleo. Allí, después de Don Julián Patrón y de la Colombia
Products Co., se han instalado, trabajado y generado riqueza y progreso, especialmente en el
campo de la exportación de petróleo, las empresas: South American Gulf Oil Company, Empresa
Colombiana de Petróleos – Ecopetrol, Occidental de Colombia – OXI, ESSO (en transporte y
comercialización), Ocensa y otras que prestan servicios petroleros. Por ello, para lograr una
ubicación histórica del lector, conviene conocer por lo menos de manera general, los antecedentes
y pormenores de los desarrollos petroleros en Coveñas.

No se tratará de exponer aquí una extensa historia del petróleo ni de evocar los múltiples
acontecimientos legislativos, políticos, sindicales y sociales relacionados con ella, sin duda
importantes, trascendentales y vastos, sino de relatar los hechos que condujeron a que el puerto
de Coveñas fuera actor de excepción y partícipe de excelencia en dicha industria.

4.1 INICIOS DEL PETRÓLEO EN EL CATATUMBO COLOMBIANO

En 1894 el general Virgilio Barco, antiguo prefecto de la provincia de Cúcuta, Norte de Santander,
iniciaba exploraciones en el Catatumbo colombiano en búsqueda de tagua o marfil vegetal y se
encontró con el petróleo, ya conocido por los indígenas, que manaba espontáneamente de la
tierra en el sitio que llamó La Petrólea. Fue el pionero de los descubrimientos petroleros del país
y fue también el comienzo de otro de los acontecimientos que incluirían a Coveñas en la lista de
los lugares mas preciados por personajes, empresarios e industriales nacionales y extranjeros.

Figura 110. General Virgilio Barco, 1905

Fotografía tomada de: El pionero del petróleo en Colombia. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum
Company, Bogotá: N° 94, Mayo, Junio, Julio, Agosto de 1973, p. 2

116
El 15 de octubre de 1905 Barco firmó un contrato con el gobierno del presidente General Rafael
Reyes mediante el cual se le autorizó para explotar las fuentes de petróleo en alrededor de 200
mil hectáreas baldías de la región del Catatumbo, Norte de Santander, a pocos kilómetros de la
frontera con Venezuela y para elaborar hullas y asfalto por un término de 50 años, debiendo
presentar, a un año de la firma del contrato, los planos y estudios de la región, y con un plazo de
tres años para iniciar la producción; el Estado recibiría el 15% de las utilidades.

Con los recursos disponibles para la época instaló en las selvas del Catatumbo una refinería (que
por algunos detractores de Barco ha sido considerada un simple alambique), donde produjo la
gasolina llamada Luz de América, que fue usaba en los hogares de Cúcuta como combustible
para el alumbrado. El petróleo que manaba de la tierra en La Petrólea era sumamente fluido y en
algunos sitios era tan claro como la misma gasolina. Los comerciantes Logman y Martínez, de
Nueva York, para hacerle competencia a la gasolina de don Virgilio, trajeron a Cúcuta un
kerosene llamado Luz Diamante, pero no lograron desplazarla porque ese combustible producía
mucho humo y calor.

Figura 111. “Rancho pajizo que cubrió la primera planta destiladora rudimentaria usada por don Virgilio Barco para refinar
gasolina”. La Petrólea, 1905

Nota y fotografía tomadas de: El Pionero del petróleo en Colombia. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum
Company, Bogotá: N° 94, Mayo, Junio, Julio, Agosto de 1973, p. 2

Nueve años después, en 1914 el general Barco: “Vendió a Frank M. Kiser los derechos que le había
otorgado el Gobierno de Colombia para explotar petróleo en el Catatumbo, comprometiéndose el comprador
a seguir pagando al Estado el 15% de la producción, a emplear 5.000 obreros colombianos, a construir el
ferrocarril al Magdalena, a colonizar el Catatumbo y fundar nuevas poblaciones. Pero el Gobierno no
aprobó esta venta”.152

152
EL PIONERO del petróleo en Colombia. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 94 (Mayo, Junio, Julio, Agosto de
1973); p. 2

117
Anulada la venta de 1914: “[...] el general Barco traspasó el Contrato de su Concesión, en 1918, a la
Compañía de Petróleos Colombia, constituida en Bogotá el 11 de enero del mismo año por los señores
Wilson Greffths, Karl Mac Faden y Jorge Dubois. Este contrato fue aprobado el 6 de marzo del mismo año
por el Ministro de Obras Públicas, Dr. Jorge Vélez, también por 50 años a partir de 1905, con el mismo
15% de utilidad para el Estado y debiendo el General Barco ser socio de dicha compañía”.153

A pesar de las dificultades por las que atravesaba la legitimidad del contrato de Barco con el
Gobierno, la empresa norteamericana Gulf Oil Company, de los hermanos Andrew William y
Richard B. Mellon, de Pittsburgh, Pennsylvania, compró los derechos mayoritarios de la
Compañía de Petróleos Colombia el 5 de enero de 1926.

“El 3 de febrero de 1926 el Ministro de Obras Públicas, Dr. Carlos Bravo decretó la caducidad
de la Concesión Barco, argumentando que los planos presentados por don Virgilio en 1906 eran
un simple croquis, que no había establecido explotación en forma técnica y que no había pagado
al Estado el 15% de la producción”.154

“En 1927 el Congreso Colombiano expidió la Ley 84 que dictó un Código sobre Hidrocarburos,
disponiendo que la Nación se reservara la propiedad y el derecho de beneficio de hidrocarburos
en todo el país, tanto de los que estuvieran libres como de los que se hubieran adjudicado. En
virtud de esta ley (84 de 1927) el Ejecutivo Nacional dictó el Decreto 150 del 30 de mayo de
1928, suspendiendo la caducidad de la Concesión Barco producida en 1926. Pero en junio del
mismo año el Presidente de Colombia Dr. Miguel Abadía Méndez suspendió ese Decreto 150,
hasta tanto que la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado resolvieran las demandas
de los doctores Uribe Holguín y Camilo Bernal L., presentadas contra la ley 84 de 1927 y el
Decreto 150 de 1928. Mas el 4 de agosto de 1928 tanto el Presidente Dr. Abadía como su
Ministro de Industrias Dr. José Antonio Montalvo confirmaron la caducidad de la Concesión
Barco”.155

4.2 EL CONTRATO CHAUX FOLSOM. COMIENZOS DE LA COLPET-SAGOC

El 4 de marzo de 1931 Mr. Clarence S. T. Folsom, apoderado de los hermanos Mellon y en


representación de The Colombian Petroleum Co., ―Colpet― y The South American Gulf Oil
Company ―Sagoc― y el ministro de industrias Francisco José Chaux, firman el llamado
Contrato CHAUX-FOLSOM156 entre las empresas y la Nación, mediante el cual se otorgó a la COLPET
la exploración de los terrenos nacionales ubicados en el Departamento de Norte de Santander
durante 50 años (hasta 1981) y se otorgó a la South American Gulf Oil Co., SAGOC, el derecho
para construir el oleoducto requerido para el transporte, la estación terminal para el
almacenamiento y para la exportación a través del puerto en la costa atlántica colombiana que
fuera seleccionado para tal efecto. El estado colombiano recibiría el 6% del producto bruto si el
petróleo se entregare en especie o dinero en el puerto de embarque y el 10% en especie en el

153
Ibid., p. 2
154
Ibid., p. 2
155
Ibid., p. 2
156
MINISTERIO DE INDUSTRIAS. REPÚBLICA DE COLOMBIA. Contrato Chaux-Folsom y documentos relacionados con esta negociación. Bogotá. Imprenta
Nacional. 1931. 336 p. (El documento disponible solo contiene el contrato básico).

118
campo de producción. Ambas compañías concesionarias tenían también el derecho de construir
refinerías: “[...] para obtener gasolina y los demás productos refinados que [...] creyeran conveniente o
provechoso para destilar o refinar en petróleo colombiano con destino al consumo nacional”, 157 siendo
preferente el derecho de construcción de la refinería por parte de la Gulf.

Dados los antecedentes de dificultades en la legitimación de la Concesión Barco por la caducidad


decretada y la posterior suspensión de la misma, en los meses anteriores a la firma del contrato
Chaux Folsom se realizaron múltiples debates parlamentarios y confrontaciones legales que
finalmente terminaron por zanjarse favoreciendo los intereses de la Gulf Oil Company que,
convenientemente, habían comprado al General Barco los derechos de la Compañía de Petróleos
Colombia.

Incidentalmente debo comentar que The South American Gulf Oil Company era dueña del 75.3%
de las acciones de la Colombian Petroleum Company, The Carib Sindicate era dueño del 23.67%
de las mismas e “individuos colombianos” (los Barco) eran dueños del 1% de esas acciones. Las
directivas de la Colombian Petroleum Company eran: W. L. Mellon, F.A. Leovy, H. L. Stone, W.J.
Gthrie, W. T. Walace, E. C. Bothwell, H. A. Gidney, directivos de la Gulf Oil Company y A. H.
Bunker, directivo de The Carib Sindicate. No había en la junta representantes de los accionistas
colombianos. Por otra parte, la Colombian Petroleum Company era dueña de 1.997 acciones de la
Compañía de Petróleos Colombia y las otras tres (3) acciones del total de 2.000 eran de los señores
F.A. Leovy, W. T. Walace y Clarence S. T. Folsom, que formaban la directiva de la Compañía de
Petróleos Colombia.

Así, la Colombian Petroleum Company (COLPET) y la South American Gulf Oil Company
(SAGOC), llamadas en el contrato “la Colombian” y “la Gulf” respectivamente, compañías
anónimas constituidas en el estado de Delaware, Estados Unidos, ambas filiales de la Gulf Oil
Company se encargaron, desde 1931, del manejo: exploración, explotación, construcción del
oleoducto, transporte y posteriormente de la refinación y exportación del petróleo y los demás
hidrocarburos de la Concesión Barco. El 19 de junio de 1931 el Congreso de Colombia expidió la
Ley 80, dando aprobación al Contrato celebrado el 3 de marzo de 1931 con la Colombian
Petroleum Company y la South American Gulf Oil Company para explotar durante 50 años el
petróleo del Catatumbo.

En 1936 los propietarios de la Gulf Oil Company vendieron las acciones que tenían en la Colpet a
las empresas Mobil y Texaco quienes tomaron desde entonces el comando de la misma; la Sagoc
siguió siendo propiedad de la Gulf y, de hecho, contrariamente a lo que se pensaba, la Sagoc era
la mayor accionista de la Colpet; ambas continuaron su trabajo, la Colpet con la exploración de la
región del Catatumbo perforando los pozos petroleros y, en 1939 la Sagoc inició la construcción
del oleoducto Petrólea Coveñas, cuya vía paralela de mantenimiento fue una trocha que además
servía como vía de comunicación entre Coveñas y Sincelejo y era llamada popularmente “La
Gul”.158

157
Ibid., p 16.
158
“La Gul” fue el nombre popular dado a la trocha abierta paralelamente al oleoducto Petrólea-Coveñas, en alusión a las empresas Gulf Oil
Company (la principal) y South American Gulf Oil Co., llamada Gulf en el contrato; la Gulf construyó el oleoducto en 1939. N. del A.

119
Figura 112. Estación de bombeo y campamento de Sagoc en “Los Tanques” (Petrólea), primer punto del
oleoducto Petrólea Coveñas, con 412 kilómetros de longitud. Petrólea, Norte de Santander. 1938

Nota y fotografía tomadas de: El Catatumbo de ayer. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum Company,
Bogotá: N° 43, Junio de 1967, p. 2

Figura 113. Campamento de La Petrólea, Norte de Santander Figura 114. Construcción del oleoducto La Petrólea-
en 1938, primer sitio de explotación de petróleo Coveñas

Al fondo de la gráfica
puede observarse la
famosa sierra de
“Raspacolas”
marcando la frontera
con Venezuela; a la
derecha del frondoso y
milenario árbol (hacia
el fondo) se divisa el
pequeño hospital,
primero que funcionó
en la Concesión Barco.
El campamento fue
cedido por la Colpet al
Ministerio de Guerra
de Colombia en el año
de 1955. “En plena construcción del oleoducto de Sagoc, algunos
Nota y fotografía trabajadores se dedican a pintar y forrar la tubería antes de
tomadas de: El enterrarla”. La Petrólea, 1938.
Catatumbo de ayer.
En : Colpet al Día : Texto parcial y fotografía tomados de: El Catatumbo
Colombian de ayer. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum
Petroleum Company,
Company, Bogotá: N° 44, julio de 1967, p. 2
Bogotá: N° 34,
septiembre de 1966,
p. 3

La Sagoc construyó en el campo de exploración de La Petrólea las instalaciones industriales y


residenciales que constituyeron el sitio posteriormente denominado simplemente Petrólea,
alrededor del cual se situaron los asentamientos humanos que conformaron la población del

120
mismo nombre. En 1950 y debido al agotamiento del campo de La Petrólea y al descubrimiento
del nuevo campo de Tibú, la Estación de Bombeo se trasladó al I-21 en Tibú.

 TRIBU MOTILÓN-BARI DEL CATATUMBO

Como detalle de interés para los estudiosos de la historia, de la exploración petrolera y de las
vicisitudes de las comunidades indígenas, conviene decir que en el Catatumbo colombiano (y en
el venezolano), se encontraban desde tiempos inmemoriales los asentamientos indígenas de los
Motilones, tribus de cazadores y pescadores seminómadas que rondaban libres por sus
ancestrales territorios de la Serranía de los Motilones y extensas tierras aledañas. Los recién
llegados: empresa Colpet, trabajadores colombianos y extranjeros - para la época sin
normatividad ni entidad rectora de los recursos naturales ni del medio ambiente, ni de protección
para los pobladores indígenas y nativos -, a ojos de los indígenas eran claramente invasores y
depredadores. Así como los indígenas sufrían el embate de máquinas y personas que devastaban
su territorio, el desplazamiento de sus comunidades y el arrinconamiento hacia terrenos donde se
les limitaba la caza y pesca, los trabajadores también serían blanco de los ataques de los
motilones que los acechaban desde la espesura con sus largas flechas y arcos.

Para “suplir” semejante “interferencia nociva”, el contrato Chaux-Folsom había previsto que:

“El Gobierno les prestará a las Compañías contratantes la protección debida para prevenir o repeler la
hostilidad o los ataques de las tribus de motilones o salvajes que moran en las regiones de que
hacen parte los terrenos materia de este contrato, lo que hará por medio de cuerpos de Policía armada o de la
fuerza pública en cuanto sea necesario”.159

Los motilones o “salvajes” eran nada menos que los indígenas de la tribu Motilón-Bari, que
habitaba esos territorios de exploración petrolera. En Tibú han sido legendarios los relatos de
actores, testigos y sobrevivientes de innumerables sucesos y situaciones vividas y sufridas por los
trabajadores y por los motilones, especialmente en los primeros años de la Colpet en el
Catatumbo.

Los indígenas no eran considerados personas. Como bien puede deducirse del texto incluido en
contrato Chaux-Folsom, se les tenía por animales salvajes, y agresivos por añadidura. Aunque es
escalofriante referirlo y monstruoso reconocerlo, cuando el acoso de los indígenas hacia las
cuadrillas de trabajadores que perforaban los pozos se hacía insostenible, se organizaban equipos
para la “cacería de indios”. Grupos armados de trabajadores, seguramente secundados o
dirigidos por las “autoridades” de policía, para “repeler la hostilidad o los ataques” de los indios, se
internaban en la selva donde perseguían a hombres, mujeres y niños y simplemente los mataban.

Un relato, probablemente depurado de elementos que pudieran hacer entrever agresión alguna
hacia los indígenas y cuyo contenido y estilo solo refleja un ámbito de prevención y “defensa”
contra los ataques, se encuentra en la edición N° 51 del periódico Colpet al Día, cuyos apartes
transcribo (los resaltados son nuestros):

159
MINISTERIO DE INDUSTRIAS. REPÚBLICA DE COLOMBIA. Contrato Chaux-Folsom. Op. cit. Capítulo XVIII, ordinal b. El resaltado es del autor.

121
En 1931, en el área de la concesión no se encontraban habitantes civilizados salvo unos
pocos colonos agricultores esparcidos a lo largo de los límites del sur. La población indígena
consistía de unos cuantos centenares de Indios Motilones, tribu esta que se considera procede
de los Indios Caribes. Su única arma es el arco y la flecha, mortales a cortas distancias; aún
cuando las flechas no llevan veneno, generalmente causan graves heridas. Los Motilones tienen
una larga historia de hostilidad a las incursiones de los blancos desde los comienzos
mismos de la conquista española. Gradualmente se han visto obligados a retroceder a las
colinas al pie de la Sierra de Perijá. Hasta hace poco habían fracasado todos los intentos de
establecer contacto pacífico con ellos. Ha sido principalmente por su hostilidad que la
región ha permanecido prácticamente desconocida, y explorada solamente en pequeñas partes.

Todas las actividades exploratorias, salvo en la parte del extremo sur de la concesión, tuvieron
que acondicionarse a constantes amenazas de emboscadas. En los sectores más expuestos, los
principales campamentos tenían que estar fortificados, con personal armado de guardia por
las noches. Entre 1931 y 1956, 31 hombres fueron muertos y 110 heridos por las flechas
de los Motilones.

Ninguna introducción a los aspectos geológicos de la Concesión Barco puede desconocer las
dificultades y privaciones que encontraron quienes llevaron a cabo los primeros trabajos de
campo en la región. En un informe sobre los trabajos realizados en la semana que termina en
julio 20 de 1935, además de las labores de campo, se leen los siguientes apartes:

"Las actividades de los Indios aumentaron en el curso de la semana. El domingo visitaron el


campamento Cerrito, llevándose nuestros utensilios de cocina y una lona vieja que servía para
cubrir algunas provisiones. Las provisiones mismas se encontraron desparramadas por todas
partes y muchas de ellas arruinadas. Las demás lonas y estacas para las toldas habían sido
escondidas y pudimos recuperarlas".

"Los señores B. y B., salieron a tempranas horas del viernes con destino al campamento de
Ciénaga con su comisión, mientras que el suscrito con su cuadrilla salió en el segundo viaje del
Colibrí, aproximadamente una hora más tarde. Al llegar encontramos una flecha prendida en el
muelle y cuatro más en diferentes partes del campamento, evidentemente como señal de
advertencia. Yo me sentí obligado a hacer devolver al otro grupo. Encontramos que los Indios
venían siguiéndolas inmediatamente detrás. A unos 100 metros al norte del cruce del río,
donde el otro grupo había empezado su trabajo de ese día, hubo disparos contra nosotros.
Nosotros devolvimos el fuego con dos escopetas y dos revólveres.

El otro grupo, al oír los disparos y diagnosticar correctamente su causa, apresuró su regreso
hacia la trocha. Después de reunirnos con ellos, volvimos a la escena del ataque y recogimos
varios artículos que dejaron los indios al huir, incluyendo unas sesenta flechas, un hacha
nueva, un machete, y unos cuchillos rudimentarios.

Algunas de las flechas tenían puntas de acero (sic) [las puntas de las flechas eran de
materiales vegetales (cañas de gran dureza), aseguradas con finas cuerdas también de
origen vegetal; era literalmente imposible que los motilones pudieran haber elaborado

122
puntas o cualquier otra cosa “de acero”] y eran de un diseño excelente. Los dos grupos
juntos nos regresamos al campamento de Ciénaga, y sufrimos un nuevo ataque a una distancia
de aproximadamente un kilómetro del primer sitio".

"El procedimiento de los indios en estos ataques es esconderse detrás de unas palmeras, en un
sitio en que la trocha cruce una colina. Al haber pasado todo el grupo de la comisión, disparan
sus flechas, y emprenden velozmente la retirada, formando un movimiento de flanco en la
última instancia. Solamente dos o tres de nuestros hombres alcanzaron a ver a los indios
aunque inmediatamente después de sonar la alarma, nuestros propios disparos que
siguieron inmediatamente les dañaron la puntería".160

Uno de los sobrevivientes de las matanzas de indígenas fue Martín Seay, recogido indemne de los
brazos de su madre muerta y adoptado por Mr. Martín, uno de los norteamericanos de la Colpet,
de cuyo apellido derivó su nombre de pila. Martín fue criado en Tibú por su padre adoptivo;
viajó varias veces a Estados Unidos donde era visto como una rareza y visitaba los campos de la
Colpet-Sagoc en viajes de recreación; en su vida adulta y ya sin el amparo de Mr. Martín, fue
vinculado como trabajador de la Colpet y luego de Ecopetrol en Tibú, donde trabajó hasta su
jubilación y donde también murió hace pocos años.

Por la progresiva invasión de sus tierras y la disminución de la caza y pesca, los motilones se
aventuraban hacia las edificaciones de la Colpet en busca de alimentos. Durante algunas de las
incursiones de los indígenas se observó que ellos trataban de ingresar a las instalaciones
empujando las puertas; así que todas las puertas se hicieron entonces con la hoja abriendo hacia
fuera, con lo que se dificultaba el acceso porque no intuían o no deducían que la forma de
abrirlas era halándolas. De todas maneras, puertas y ventanas estaban protegidas (“fortificadas”)
con mallas para impedir la penetración de las flechas.

La pauperización de las condiciones de vida o de precaria supervivencia de los motilones recibió


un hálito de alivio con la llegada a Tibú del indigenista y filántropo holandés Bruce E. Olson,
legendario personaje quien, cual Bochica, se internara desde los 18 años en las tierras motilonas
para estudiar su cultura, protegerlos, enseñarles formas mas eficientes de cultivar la tierra,
fundamentos para mejorar su alimentación, sistemas cooperativos de asociación y un sinnúmero
de cosas prácticas y sencillas para el mejoramiento de su forma de vida, sin afectar de manera
intensa sus propias costumbres.

Olson pudo probar que no era un imposible “establecer contacto pacífico con ellos”; aprendió el
lenguaje de los motilones y, en su afán por no trastornar la cultura, no les enseñó ni inglés, ni
holandés, aunque si algo del español en el que él mismo se iniciaba; tampoco les inculcó creencias
religiosas del mundo exterior, a diferencia de otras comunidades religiosas que, aprovechando la
circunstancia de “pacificación” de los motilones hecha por Olson, llegaron a ellos para interferir
con sus visones del mundo, del cosmos y con sus creencias. La historia de este personaje – Bruce
Olson - y su vida compartida durante más de cuarenta años con los motilones, es un ejemplo de
dedicación, desprendimiento y altruismo que debe ser conocido y reconocido por la historia y
por las nuevas generaciones.
160
El PETRÓLEO. En : Colpet al Día: Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 51, febrero, marzo de 1968, p. 6-7, c. 2-4

123
Figura 115. Bruce Olson y dos motilones llevan Figura 116. Mauricio Kobaira Bobarishora y Bruce
mulas para los asentamientos indígenas de la Olson invitados a Estados Unidos por la UNESCO.
motilonia. Kilómetro 60, vía Rio de Oro, junio de Nueva York, diciembre de 1966
1967

Fotografía tomada de: Motilones reciben ayuda de San Fotografía tomada de: Colpet al Día : Colombian
Agustín (Texas). En : Colpet al Día : Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 37, diciembre de 1966,
Petroleum Company, Bogotá: N° 43, junio de 1967, p. 1. p. 2

Mas adentrados los procesos de colonización de las tierras de los motilones e “incorporados” a la
cultura occidental prevalente, con la acción decidida de Bruce Olson varios de los indígenas
recibieron educación fundamental, otros instrucción técnica y aún universitaria. Uno de ellos fue
Mauricio Bobarishora, quien acompañó a Bruce Olson hasta los Estados Unidos.

Los sucesos de devastación de las tierras del Catatumbo, las masacres de motilones, su
desplazamiento hacia terrenos inhóspitos y poco aptos para su subsistencia, la invasión de sus
tierras, la eliminación de las tribus y la consecuente afectación de su cultura, marcaron una etapa
oscura y triste, mas bien vergonzosa, de la historia del petróleo en Colombia, nunca bien
investigada y menos escrita y divulgada, como si su remembranza no fuese necesaria en esta
época y en todos los tiempos, para procurar la protección de las razas nativas y de su cultura.
Flaco servicio le había hecho a la raza humana el contrato Chaux-Folsom con su decisión de
“protección debida.... contra los motilones o salvajes” a las compañías, a expensas de la desprotección
rampante y el aniquilamiento de los nativos en desventaja. Pero esa es otra historia tanto o más
compleja e interesante que la que nos ocupa.

4.3 LA SAGOC SE INSTALA EN COVEÑAS

En el contrato Chaux-Folsom no se menciona a Coveñas. Ello es obvio y lógico, porque para la


fecha en que se firmó (1931), solo se definieron las características generales del contrato y los
pormenores relacionados con la explotación de las tierras del Catatumbo, pero no se había
establecido cual sería el puerto de almacenamiento y exportación del petróleo que se
transportaría por el oleoducto; por tanto, tampoco se encontraba definido el trazado del

124
oleoducto ni el puerto terminal de almacenamiento y exportación, ni las condiciones en que sería
manejado dicho terminal de oleoducto.

Al respecto el contrato, en su capítulo VIII, indica: “El oleoducto o los oleoductos que se construyan
tendrán los ramales y líneas de conexión necesarios para el buen servicio corriente de la Empresa, serán
construidos íntegramente por territorio colombiano y tendrán su estación terminal en un punto de la
costa atlántica colombiana que libremente determinará la Gulf”.161

El oleoducto debía estar en servicio “completo y perfecto” tres años después que The Colombian
Petroleum Company hubiera obtenido la mínima producción fija de 3.000 toneladas métricas
diarias de producción total; para ello, la South American Gulf Oil Company debía construir y
mantener en servicio “por la ruta que ella misma determine” el oleoducto o los oleoductos necesarios
para transportar dicha cantidad de petróleo.

El Contrato Chaux-Folsom estableció claramente los límites y linderos de la Concesión otorgada a


la Colpet en el Catatumbo pero, por la razón de desconocer el trazado final del oleoducto y la
localización de sus estaciones, en relación con la Sagoc solo se indican aspectos generales tales
como:

La Gulf gozará en los terrenos que son materia del presente contrato y en las demás tierras
nacionales aledañas a la zona del oleoducto, sus ramales y terminales, de los derechos y
servidumbres que estime necesarios o convenientes para la cumplida ejecución del contrato, [...],
de manera que podrá construir y mantener en tales terrenos y tierras, oleoductos, estaciones de
bombeo, de almacenaje y terminales, dársenas, edificios para administración, para habitación de
empleados, bodegaje y demás servicios de la empresa, ferrocarriles, cables aéreos, carreteras o
caminos de herradura, líneas telegráficas, telefónicas y estaciones inalámbricas [...]. Tendrá
también el derecho de usar las aguas, piedras y maderas de los terrenos [...] y de las demás
tierras nacionales [...] y el derecho de usar las vías fluviales nacionales para el transporte de
materiales, provisiones y para el transporte de petróleo y sus derivados.162

Así que, poco tiempo después de firmado el contrato en 1931, fueron iniciadas las tareas de
exploración de la cuenca del Catatumbo mediante la perforación de pozos. En 1932 y entrando
por el Lago de Maracaibo, y remontando los ríos Sardinata y Catatumbo, llegaron a Petrólea los
primeros equipos para esas labores que iniciaron de forma inmediata. Entre 1933 y 1939 la Colpet
había perforado una cantidad apreciable de pozos y se encontraba prácticamente lista para la
explotación del crudo. En el curso de esos primeros años, entre tanto, la Sagoc se encontraba
realizando los estudios técnicos para la localización del puerto terminal del oleoducto, asunto de
crucial importancia para definir las actividades de trazado del oleoducto y los trámites
pertinentes a la adquisición de terrenos para la construcción del mismo.

Tales circunstancias de progreso de la explotación por la Colpet condujeron a que la Sagoc


acelerara su búsqueda del sitio terminal apropiado para su estación terminal del oleoducto. Para
ello, nada era mas propicio y adecuado que el puerto de Coveñas.

161
MINISTERIO DE INDUSTRIAS. REPÚBLICA DE COLOMBIA. Contrato Chaux-Folsom. Op. cit., p 12.
162
Ibid., p 9-10.

125
Entre 1937 y 1938, seis o siete años después de firmado el contrato Chaux-Folsom, se definió
como estación terminal del oleoducto y puerto de exportación a Coveñas. La Sagoc compró en
Coveñas el terreno de 2.632 hectáreas y 13 centareas que fue de la Colombia Products Co, y antes
de Don Julián Patrón, precisamente y ex profeso, la parte que incluía las construcciones realizadas
para el Packing House, con Rancho Grande, todas las instalaciones habitacionales y fabriles,
bodegas, talleres, plantas, club, hospital, la represa de Villeros, las vías ferroviarias, las
locomotoras y maquinaria que quedaba y el muelle (éste, por encontrarse en propiedad pública,
había pasado a ser de propiedad del Gobierno al momento liquidarse el contrato).163 También
estaba incluida en la compra la sede de la hacienda de don Julián Patrón Airiarte, la Casa Grande
de Madre de Dios, que no eran de la Colombia Products Co., sino de la viuda de Don Julián
Patrón.

La adquisición de Coveñas fue realizada tomando en cuenta las características del Golfo de
Morrosquillo y del puerto, apto para recibir embarcaciones de gran calado para la carga y
exportación de petróleo. Las inigualables condiciones estructurales de las instalaciones de la
antigua Colombia Products Co. que eran muy superiores a las expectativas de la Colpet-Sagoc
para instalarse, fueron argumentos decisivos para la compra.

En la época de la Sagoc en Coveñas, en el argot popular e incluso dentro de los mismos


funcionarios de la empresa, se decía y especulaba que los terrenos en los que se encontraba
asentada la compañía habían sido adquiridos por el gobierno y entregados en comodato o
concesión a la Sagoc; sin embargo, la documentación existente al respecto muestra, sin lugar a
dudas, que esos terrenos fueron adquiridos por la Sagoc mediante compra a la Colombia
Products Company.

Sobre la transacción existen registros documentales: uno, probablemente circunstancial, pero que
es una muestra que la propiedad sobre tales terrenos de Coveñas la tenía la Sagoc, corresponde al
plano de 1943 en el cual se anota: “SOUTH AMERICAN GULF OIL COMPANY – PROPIEDAD DE
COVEÑAS”. El otro registro, evidencia definitiva, es la misma escritura de venta de Coveñas. La
Colombia Products Co. se había disuelto legalmente como empresa en 1937, pero los terrenos que
había adquirido, que eran básicamente los de Coveñas, y donde había construido las
edificaciones, en 1938 aún se encontraban en proceso de liquidación por parte del liquidador de
la empresa, don Miguel Navas. Fue éste quien, a nombre de la sociedad Colombia Products Co.,
vendió a la Sagoc las 2.632 hectáreas y 13 centareas de Coveñas mediante la Escritura Pública N°
348 del 15 de junio de 1938, de la Notaría segunda de la ciudad de Cartagena. 164

El costo de la transacción de venta de los predios de Coveñas en 1938, incluyendo la totalidad de


las construcciones, maquinarias, instalaciones y anexidades, excepto el ganado, fue de doscientos
mil dólares (U.S. 200.000) o su equivalente en moneda colombiana al cambio del 181%, es decir,
trescientos sesenta y dos mil pesos ($362.000). Se observará que, para 1921, a mitad del proceso de

163
“El muelle construido en territorio de la nación por la empresa en el Golfo del Morrosquillo quedaba, acorde al articulo 682 del código civil,
de propiedad de la nación”. Nota de pie de página de: MACHADO, Op. cit., p. 64, 69
164
Escritura Pública N° 348 del 15 de junio de 1938, Notaría Segunda de Cartagena de venta de Coveñas por la Colombia Products Company a la
Sagoc. El documento original manuscrito, cuya trascripción textual se anexa, procede del Archivo Histórico de Cartagena, fotocopia del cual fue
cortesía de doña María Aguilera. Trascripción y Nota del Autor.

126
construcción de las instalaciones del Packing House, la Colombia Products Co., había realizado
inversiones por valor de $1.800.000 en la construcción de la planta, sin contar el costo de los
terrenos. Es probable que para el final de la construcción en 1923 el valor total de la inversión
realizada en construcciones y equipos estuviera frisando los $5.000.000. En cuanto al costo de los
terrenos se encuentra que: las 30 hectáreas cedidas por Don Julián Patrón fueron tasadas en
$20.000, que corresponde a un precio de $667 la hectárea, así que la venta de las 2.602 hectáreas
adicionales, si se vendieron a un precio similar, tendrían un costo aproximado de $1.736.000, con
lo que el valor total invertido sería de $6.736.000 (unos 5.5 millones de dólares de la época).
Entonces, la venta de todo lo existente allí, 16 años después, por un 5.3% del valor invertido,
significó una cuantiosísima pérdida para la Colombia Products Co. y sus socios y una evidente
ganancia para la Sagoc. Del ahogado, casi ni el sombrero recuperaron los socios sobrevivientes de
la Colombia Products Co.

Prácticamente todo estaba hecho y dispuesto para que casi cualquier empresa se instalara. El
puerto marítimo de Coveñas sería desde entonces el terminal que recibiría el petróleo extraído de
Petrólea y después de Tibú, en el Catatumbo y desde allí se exportaría a los mercados mundiales.

Con el comienzo de la construcción del oleoducto Petrólea-Coveñas en 1939 por la Sagoc también
se iniciaron los trabajos de acondicionamiento y habilitación del puerto y de las antiguas
instalaciones de la Colombia Products Co. para ajustarlas a la nueva destinación.

Se requirieron obras adicionales que mejorarían la estructura del matadero y de la envejecida


planta frigorífica y la construcción de algunas nuevas instalaciones y edificaciones propias de la
industria del petróleo. La Sagoc contrató los servicios de varias empresas nacionales e
internacionales; una de ellas, de las que se tiene documentación y registros, fue la barranquillera
Cornelissen & Salzedo. De acuerdo con los informes de esta empresa no fue necesario realizar
demasiadas construcciones nuevas sino remodelar las existentes e incluso demoler muchas otras
en las que los elementos y el tiempo habían producido daños irreparables y aquellas otras que no
eran de utilidad o interés para las actividades de la Sagoc.

Fue necesario construir las instalaciones para las nuevas plantas de energía, que ahora
funcionarían con aceite diesel, en reemplazo de las antiguas movidas por vapor; los tanques de
almacenamiento del petróleo crudo que llegaría por el oleoducto desde Petrólea; la estación de
bombeo de petróleo, instalaciones para radiocomunicaciones, oleoducto desde la estación hasta el
muelle y nuevas casas de habitación para los obreros y los empleados de la Sagoc.

La South American Gulf Oil Company (SAGOC), se instaló en Coveñas desde 1939 como campo
de exportación petrolera, con estructuras industriales propias de esa actividad: tanques de
depósito de crudo, estación de bombeo, talleres de mecánica, carpintería, bodegas, aeropuerto,
puerto marítimo con sus correspondientes lanchas y bongos, plantas de energía eléctrica, planta
telefónica, estación de radiomensajes, vías internas de comunicación, hospital, clubes para
obreros y directivos, casas de estilo norteamericano separadas unas de otras por amplísimos
espacios, con grandes habitaciones y servicios de agua, luz, alcantarillado; no quedaba mas que
ponerse a trabajar en la recepción, almacenamiento, mínimo procesamiento de crudo y abastecer
los buques petroleros para exportarlo a los mercados del mundo. Ingenieros, técnicos, empleados

127
y obreros extranjeros y colombianos habían llegado para permanecer y forjar, durante casi cuatro
décadas, toda una cultura de dedicación, trabajo, éxitos y fracasos, vicisitudes y satisfacciones
que demarcaron una época sin igual de esplendor y crecimiento personal y colectivo; que
forjaron sus familias en el sentido de pertenencia, en el valor del trabajo como bien supremo y
fuente de riqueza y de progreso en Coveñas.

Figura 117. Plano de los terrenos de la Sagoc. Coveñas, 1943.

PLANO PLEGABLE INSERTO


Por cortesía de Carmen Sierra Patrón.

128
Sobre las labores de remodelación, construcción y adecuación de las instalaciones de la Sagoc en
Coveñas existen dos informes bien descriptivos del estado en que se encontraban las
edificaciones y de lo realizado en ellas, presentados por Cornelissen & Salzedo para la South
American Gulf Oil. Co., uno de junio 17 de 1939 y otro de julio 31 de 1939. Ambos se acompañan
de sendas cartas de presentación dirigidas a la Sagoc.165 Tales documentos son piezas valiosas
para el seguimiento histórico del crecimiento de Coveñas.

4.4 VIVIENDAS Y SERVICIOS DE LA SAGOC

Las instalaciones residenciales y de servicios que había construido la Colombia Products Co.
entre 1919 y 1923 se habían deteriorado, la mayor parte por el paso inexorable del tiempo. Habían
sido cuidadas con esmero pero estuvieron cerradas entre 1925 y 1938 y no fueron sometidas a
ninguna clase de mantenimiento ni aseo; ello hubiera demandado de la disposición de un
cuantioso capital que los socios de la Colombia Products Co. no estaban en disposición de
sufragar y que, por otra parte, realmente no tenía mucho sentido. El comején, llamado “termitas”
por los norteamericanos, había hecho presa fácil de las hermosas casas y edificaciones de madera
de pino canadiense.

4.4.1 LA CASA GRANDE DE MADRE DE DIOS Y ÁREAS CIRCUNDANTES

La Sagoc dio a la Casa Grande de Madre de Dios gran importancia. Además de haberla tenido en
cuenta para incluirla dentro de los predios comprados en Coveñas, su estructura fue reconstruida
tratando de conservar sus características originales; desde la muerte de Don Julián en 1934 había
quedado prácticamente abandonada. Mediante las actividades de reconstrucción de esta
edificación y de las áreas circundantes se buscaba ponerla en condiciones habitables y utilizarla
como casa de recreo y esparcimiento, dadas sus características de frescura, su amplitud y la
belleza de sus áreas circundantes.

La atracción que había producido la mesa redonda de Don Julián a comienzos del siglo XX,
continuó en la época de la Sagoc, por ello, cuando en 1939 se realizaba labores de
acondicionamiento de las antiguas instalaciones de la Colombia Products Co., por indicación
expresa de los norteamericanos que dirigían el proyecto, la empresa contratista recuperó la mesa
redonda: “se reparó y reconstruyó una mesa grande, del tiempo viejo, de caoba; se hizo la parte circular y
la parte superior giratoria, y se dejó en condiciones perfectas”.166

Rafael Moré Bonfante,167 recién llegado de su natal Cartagena a trabajar a Coveñas, alrededor de
1945, conoció de primera mano la singular mesa. Ante la circunstancia que uno de sus hijos se
sentaba a la mesa rectangular de su casa a solicitar insistentemente “pásame esto o aquello”,
entorpeciendo la libre alimentación de los demás y la habitual y amena conversación a la hora de
comer, años después pidió a Américo Villalobos, carpintero de la Sagoc, que le hiciera esa misma
mesa redonda; y un día de 1958 se presentó en su casa con un camión y la mesa; dijo: “desde hoy
165
CARTAS e INFORMES de Cornelissen & Salzedo de junio 17 de 1939 y julio 31 de 1939. Original en inglés y versión en español.
166
INFORME de la empresa barranquillera Cornelissen & Salzedo de Junio 17 de 1939, ítem 1.
167
Rafael Moré Bonfante fue biznieto del general y político cartagenero Joaquín Fernando Vélez, por su abuela Carlota Vélez, hija de Joaquín, a
su vez prima de Carlos y Fernando Vélez Danies, ambos socios de Julián Patrón en la Colombia Products Co. Trabajó en la Sagoc hasta su
jubilación y fue alcalde de Tolú en 1972. Falleció en Coveñas en 1977. N. del A.

129
se acabó el pásame y pásame”. En efecto, se acabó. La mesa redonda con su plataforma giratoria,
hecha en pino canadiense de casi 200 años, que mas que madera parece roca, la conserva su
esposa en la casa de Tolú; otra mesa fue hecha por Américo para Carmen Sierra Patrón en la
misma madera.168 Se desconoce el destino de la mesa original de caoba; debe tenerla algún
amante de las cosas buenas y exóticas.

La empresa contratista demolió cuatro casas viejas que correspondían a las dos viviendas de los
peones de Don Julián Patrón en los sitios de San José y El Bobo, así como los correspondientes
pañoles donde se depositaba el coco recolectado en las coqueras de Madre de Dios. Tales
estructuras con techo de palma y paredes de bahareque ya habían sido abandonadas desde 1934
cuando murió Don Julián Patrón y, por ser de escaso valor técnico y práctico para la Colombia
Products Co., para entonces dueña de los terrenos, no tenía justificación destinar personal para su
cuidado; tampoco eran valiosas para los fines de la Sagoc.

Figura 118. Casa de Madre de Dios; estado en el que fue dejada la casa y la zona circundante después de la
remodelación de 1939. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

También se demolieron las ocho casas viejas sobrevivientes en el lado oriental de la Casa Grande
de Madre de Dios, que eran las viviendas de los trabajadores de la hacienda, de los carpinteros y
del personal de servicio doméstico de la Casa Grande de Madre de Dios. En total había doce
casas dispuestas alrededor de la Casa Grande, antes de 1939 ya habían sido demolidas algunas
cuatro de ellas y las restantes ocho fueron demolidas por Cornelissen & Salzedo, dejando solo la
casa Grande. En esa demolición también se incluyó el hermoso kiosco para el reposo vesperal de
los peones: El Ranchón.

La Casa Grande de Madre de Dios, que fue habitada por Antonio Camacho y su familia antes de
la reconstrucción, volvió a ser habitada por los mismos huéspedes, hasta la presente fecha.

“La compañía no utilizaba para nada la casa de don Julián Patrón en Madre de Dios. En la época de la
Sagoc y desde varios años antes vivía allí Antonio Camacho y su familia, tal vez porque Toño había
trabajado con la familia de Don Julián Patrón. Doña Merce de Patrón, la viuda de Don Julián iba mucho a

168
ENTREVISTA con Ana Sierra Patrón. Bogotá, enero de 2001

130
Coveñas y la compañía la quería mucho; sus deseos eran ordenes y seguramente fue por orden de ella que
los Camacho siguieron viviendo en esa casa”.169

Figura 119. Vista desde el muelle de la coquera aledaña a la Casa de Madre de Dios y del estado en el que
fue dejada la cerca de madera y la zona circundante en la remodelación de 1939. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler.

Desde 1925, por la falta de funcionamiento de la empresa, las instalaciones de la Colombia


Products Co. permanecieron deshabitadas. Por las mismas razones tampoco funcionaba el
hospital y los pocos trabajadores que merodeaban el campo se dedicaban a cuidar de las
instalaciones, a realizar escasas, ocasionales y menores tareas de mantenimiento (corte de grama,
aseo, recolección de basuras, etc.) y aprovechaban también para mantener, cerca del hospital y en
los patios de las casas de madera, pequeñas crías de cerdos en chiqueros y algunos gallineros
para su sustento y el de sus familias. Los contratistas demolieron los corrales de cerdo, viejas y
voluminosas estructuras de la Colombia Products Co., que estaban situados en el extenso y plano
terreno entre las instalaciones industriales de Rancho Grande y el hospital, contiguo y al Oeste
del aeropuerto que ya estaba en construcción.

En un área de terreno al Noroeste del nuevo aeropuerto y hangar para los aviones de la empresa,
que en 1939 estaba en construcción, en la zona de las casas de obreros, la Colombia Products Co.
había construido tres barracas para alojamiento de los peones de la planta, cada una con
capacidad para cincuenta personas; las barracas fueron utilizadas como parte de las edificaciones
que en ese mismo año construiría Cornelissen & Salzedo para la Sagoc, específicamente para
adecuarlas como viviendas de los obreros, mientras que sus baños exteriores se acondicionaron
como cocinas y baños de las primeras casas múltiples de la parte sur del campamento de obreros.
Por otro lado, en la parte del campo donde se construyeron las llamadas casas de los capataces,
primero existían numerosas casas de bahareque y palma que constituían prácticamente un
pueblo; eran las casas donde vivían los trabajadores de Don Julián Patrón. Un número
considerable de ellas se encontraba muy cerca de la playa, a unos cincuenta metros al Oriente del
muelle de ganados de Don Julián en La Troja. En este sector, por causas naturales de la estructura
costera y la forma de penetración e impacto de las mareas, el mar fue penetrando progresiva e
169
ENTREVISTA con Frank “Pacho” Arbouin. Bogotá, agosto de 2003.

131
inexorablemente y muchas de las casas fueron finalmente destruidas por el mar. Restos de ellas
los observamos durante los años de juventud cuando, en busca de peces, langostas y caracoles,
buceábamos cerca de la playa. Allí, en el fondo del mar, se encontraba multitud de troncos caídos,
restos de los horcones y maderamen de las casas, testigos yacentes de la época del negocio de
cocos y los comienzos del negocio de ganado. Solo algunas de esas casas, las que estaban situadas
en tierra mas firme, sobrevivieron durante muchos años y fueron reemplazadas en 1919 por las
18 casas de madera de un piso para los obreros con familia de la Colombia Products Co., las que a
su vez fueron demolidas veinte años después, en 1939 para construir las nuevas “casas para
capataces” de la Sagoc.

Figura 120. Panorámica de Coveñas desde la azotea de Rancho Grande. La zona despoblada entre las
bodegas y las casas del campamento, es el sitio donde estaba el corral de ganados y, en la época de la
Sagoc, el campo de béisbol. Coveñas, 1966

Foto del autor

El informe de las obras de Cornelissen & Salzedo describe también la remoción de las cercas del
viejo corral, asunto que corresponde a la demolición y retiro de la amplia estructura del cercado
de madera situada al Oeste de las instalaciones residenciales del campamento donde antes de la
Colombia Products Co., Don Julián Patrón hacía acopio del ganado que exportaba. Durante la
Colombia Products Co., se tenía previsto destinar el corral para encerrar el ganado que debía
traerse de los campos de pastos aledaños a las instalaciones y los grandes hatos de ganado que
enviarían desde toda la comarca, que se llevarían al sacrificio en la planta, los que nunca llegaron
ni fueron sacrificados. Es el mismo sitio donde funcionaría el diamante de béisbol en la época de
la Sagoc.

Otras casas de habitación de los peones de Don Julián que se encontraban diseminadas a la orilla
de la playa, entre la zona de casas nuevas y el muelle también fueron demolidas. Los desechos de
esas estructuras, así como las cáscaras de coco y material vegetal residual se llevaron a las
calderas para utilizarlas como combustible. Esta actividad de utilización de los vegetales secos
para las calderas era, por la época y además de la quema de basuras y desechos vegetales de poca
utilidad, la única actividad destinada a la utilización de materiales a fin de evitar la

132
contaminación ambiental y la acumulación de basuras; y ello porque era realmente útil e
indispensable para el funcionamiento de las calderas.

El matadero o casa de matanzas que se describe en el informe de Cornelissen & Salzedo NO


corresponde al Abbatoir (Matadero) de Rancho Grande sino a otras instalaciones y edificaciones
de muchísima menor envergadura construidas a unos quinientos metros al Suroriente de Rancho
Grande, y a unos cien metros del costado Suroriental de la pista norte-sur del actual aeropuerto,
donde estaban los corrales para ganado vacuno, lanar y de cerda y eran destinadas para el
encierro y sacrificio de ganado para la venta y el consumo local durante y después de la
construcción de la planta. Tales estructuras fueron remodeladas y conservadas por la Sagoc como
corral de ganado vacuno, de ovejas, chiquero de cerdos y matadero durante los muchos años de
su funcionamiento.

En los extensos campos alrededor de las instalaciones la Sagoc tenía sus propios hatos de ganado
vacuno, lanar y porcino, así como una buena cantidad de caballos y bestias de carga. Solo
mantenían la cantidad suficiente de animales para abastecer las necesidades de carne de la
empresa, de los trabajadores y para evitar escasez de ganado o eventual especulación en la
región; se mataba una o dos vacas semanales, que era suficiente para el consumo interno de los
comedores donde se preparaba la alimentación a los trabajadores solteros y para la venta a las
familias; los cerdos se sacrificaban en menor cantidad y también una que otra oveja de las
centenares que existían en los corrales de la Sagoc. Las ovejas, en número aproximado de dos mil,
y en cantidad siempre creciente por la gran fecundidad de estos animales, pastaban en los
campos aledaños a las instalaciones, especialmente en los prados del antiguo corral de los
ganados, donde mantenían el pasto corto, aunque siempre fecundo y donde no era raro ver parir
a las ovejas casi a diario, mientras se alimentaban.

Figura 122. En la hondonada teniendo como fondo


Figura 121. Ovejas pastando por las casas de la la estación de radio y el muelle, pasta un grupo de
orilla de la playa. Coveñas, 1950 ovejas. Un personaje no identificado y Carmen
Sierra están en primer plano. Coveñas, 1950

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

En los primeros años de la Sagoc la carne se vendía al público en el mismo matadero a través de
la “ventana para la venta al menudeo” que se hizo allí (realmente era una puerta holandesa).
Posteriormente, en particular cuando se puso en funcionamiento el nuevo comisariato, la carne
era llevada allí, donde se conservaba en dos cuartos fríos y se expendía a los habitantes de
Coveñas y de sus alrededores. Las ovejas eran sacrificadas mas frecuentemente para enviar su

133
carne a Cúcuta, Tibú y Barranquilla, sitios de estaciones y oficinas de la empresa desde donde los
trabajadores hacían pedidos de la apetecida carne de las ovejas de Coveñas.

Don Juan De la Cruz González ― Juan Paja 170 ―, era el capataz y encargado del cuidado de los
ganados, del mantenimiento de los corrales, de los pastos y de las labores de sacrificio de reses y
animales en el matadero; con él trabajaban en las labores de encierro Ilido Alvis Pestana, de
Sabaneta y Santiago – Chago ― Pestana. El equipo se volvía especialmente activo cuando llegaba
el avión, porque las vacas se salían de los corrales a pastar en la hierba al lado del aeropuerto e
incluso se metían a la pista, por lo que tenían que corretear el ganado y sacarlo de allí con
suficiente anticipación para permitir el aterrizaje seguro de la aeronave.

 LAS GUAYABAS DE DON JUAN

Don Juan de la Cruz González y la niña Olimpia Merlano Foliaco, su esposa, fueron personas
muy reconocidas por su bondad y buen trato. Querían mucho a los niños y eran especialmente
generosos en cuanto se refería a surtirlos de guayabas de los árboles que tenían en su patio. Los
niños vecinos eran ávidos de las guayabas de don Juan, que eran de pulpa rosada y dulce a
diferencia de las de otros patios que eran pálidas y desabridas; por ello, frecuentemente le tiraban
palos y piedras a las ramas que colgaban fuera de la cerca para bajar las frutas, cosa que no era
muy del gusto de don Juan. Cada dos o tres días recogía una buena cantidad de guayabas, las
guardaba en la nevera y, cuando veía los niños husmeando por allí con ganas de tirar palos, los
llamaba para entregarles una totuma de amarillas y frías frutas, que ellos entregaban en sus casas
para hacer jugo o dulce, porque no les gustaban las guayabas tan maduras y menos de nevera.
Don Juan, ya tranquilo con la generosa entrega, se desentendía del patio y entonces ellos
regresaban otra vez a tirarle palos a las guayabas.

La niña Olimpia era experta en labores de tejido de croché y hacía tapetes, manteles, suéteres y
cubrecamas para ellos y por encargo. Se sentaba en la terraza en su cómoda silla mecedora de
mimbre a tejer durante horas interminables, arrullada por la brisa del mar y el ronroneo de las
olas que morían a diez metros de su terraza. Allí esperaba a don Juan para el almuerzo y desde
su sillón daba a la sirvienta las instrucciones para la preparación de la comida. Como en Coveñas
nada se robaban, las sillas podían quedar toda la noche en las terrazas de las casas, con cojines
incluidos, sin que les pasara nada. Una mañana, después de despachar el desayuno de don Juan,
la niña Olimpia salió con su canastilla de hilos y tejidos a continuar su diaria labor en la terraza,
se sentó en el asiento de mimbre y allí permaneció hasta casi las diez de la mañana cuando ya era
hora de iniciar las tareas culinarias para el almuerzo. Se levantó a dar las instrucciones
correspondientes y cuando fue a poner la labor sobre el asiento se percató que había estado
sentada por mas de tres horas sobre una culebra que estaba enroscada sobre el cojín del asiento y
que permanecía, absorta y quizá anestesiada, en la misma posición. El escándalo fue mayúsculo y
varias personas debieron acudir en auxilio de la niña Olimpia para matar la inocente y
adormecida culebra.

170
A Don Juan de la Cruz González le decían “Juan Paja”, en alusión a su oficio en las “pajas” o potreros y también para distinguirlo
rápidamente del otro Juan González Ortiz, que era el cajero de la Sagoc y a quien entonces se le decía “Juan Caja”. N. del A.

134
La niña Olimpia también era experta en tratar el “mal de ojo”, condición o enfermedad que,
según se dice, es provocada en los niños por la “fuerza” o influencia que inconscientemente
ejercen algunas personas sobre ellos causándoles variados síntomas que van desde fiebre
persistente hasta diarreas y decaimiento. No hay conocimiento médico ni droga capaz de curar el
mal que es fácilmente resuelto con diversos rezos y ritos que solo conocen pocas personas
especialmente sensibles y por lo cual no reciben estipendio diferente de la discreta satisfacción
del deber cumplido. Sin exhibir truculencias ni artilugios, ante la presencia de un caso del mal, la
niña Olimpia procedía a buscar una ramita tierna de matarratón (el cogollo) con el cual iniciaba el
rezo susurrante e ininteligible mientras pasaba la ramita por la frente y el cuerpo del niño; a
medida que transcurría el rito las hojas, inicialmente saludables, se marchitaban, perdiendo su
vigor y su color hasta volverse casi secas y colgar, mustias, de la rama, como si hubieran sido
objeto de alguna energía negativa que, según dicen, absorbían. Simultáneamente el niño
recobraba inmediatamente su salud, volvía a su vida normal y la niña Olimpia a sus labores de
casa. No hacía alardes de tal poder ni hacía promoción del mismo, solamente lo ponía en práctica
cuando era requerida por sus vecinos.

No faltaban las visitas a la niña Olimpia durante su labor. Una vez hablaba animadamente con
una de las vecinas sobre las penurias que le hacía sufrir Juancho, como ella le decía, por su
adicción al Ron Blanco y su modo campechano y montaraz de vestir. La vecina acicateaba a la
niña Olimpia con las reconvenciones que debía hacer a Don Juan y daba sus debidos consejos y
recomendaciones al respecto; menos mal que solo era bebedor y no mujeriego.

Días antes había existido una tertulia preliminar sobre el tema entre doña Olimpia y la vecina, de
la cual se habría percatado sutilmente don Juan. Cuando estaban en la parte mas animada de la
charla, en el marco de la terraza, súbito, se aparece la delgada y recia figura de Don Juan de la
Cruz, cual Quijote, ensombrerado y en su brioso caballo; desde allí, dando un fuetazo al aire, que
hizo resoplar y encabritar al caballo, les lanza una imprecación: ― ¡Recojan la lengua, que se las
piso!, frase que hizo historia, no solo por la oportuna y descriptiva sentencia para las lengüilargas,
sino por el susto que ocasionó a la vecina que no volvió a aparecerse por allí.

Figura 123. La “niña” Olimpia Merlano Foliaco y su Figura 124. Rita González Merlano. Coveñas,
hija Rita. Cartagena, alrededor de 1952 alrededor de 1950

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

135
“Don Juan y la niña Olimpia fueron nuestros vecinos por muchos años. Fueron personas muy
buenas y serviciales. La niña Olimpia, que era de la alta sociedad de Corozal, tenía el problema
que, cuando a su hija Rita se le acercaban los enamorados, no quería que dijeran que don Juan
era el capataz que manejaba las ovejas y el ganado ni le gustaba que lo vieran mal vestido. Pero
ella misma tenía la culpa de su aspecto, porque lo vestía mal, o no hacía que se quitara la
abarcas de tres puntá y lo dejaba que anduviera siempre con un sombrero vueltiao sucio y un
fuete para corretear las ovejas y el ganado. Una vez que le llegó una visita de Corozal, le mandó
a Don Juan las medias y los zapatos para que se los pusiera y no se fuera a presentar a la casa
en abarcas frente a la visita; y le mandó la razón que, además, entrara a la casa por la puerta del
patio a cambiarse la ropa mientras ella entretenía a la visita en la terraza. Rita era una niña
muy hermosa, y la niña Olimpia no quería que nadie la volteara a ver porque era de la alta
sociedad de Corozal; en Coveñas tampoco era que tuviera muchos pretendientes porque
tampoco los había, por lo menos con las cualidades esperadas por la niña Olimpia”. 171

Fue una tragedia cuando a Rita le salió el acné de la adolescencia, de manera que su mamá le
hacía de cuanto remedio médico o casero le decían para curárselo. En el patio de su casa, además
de los árboles de guayaba, mango, cocos, guanábanas y anones, tenían un gallinero. ¡Quien sabe
que vecina le dijo a la niña Olimpia que lo “único” para el acné era la caca de gallina caliente, es
decir, recién puesta!, por lo que ni corta ni perezosa, procedió a tomar de la mano a Rita y llevarla
al patio para corretear las gallinas, que se defecaban del susto, y aplicarle rápidamente la caca en
cada una de las espinillas. Seguramente que ese remedio no tendría nada que ver con la tersura
de la piel y belleza natural de Rita, que es evidente en la foto de la figura 124.

4.4.2 LOS BARRIOS RESIDENCIALES

La Sagoc ordenó la construcción de nuevas edificaciones específicamente destinadas a ser los


barrios residenciales de los trabajadores. Para ello continuó con la misma estructura básica que
había tenido la Colombia Products Co. en cuanto a los sitios de emplazamiento de los barrios:
uno, el de los empleados de dirección y profesionales (extranjeros y algunos colombianos), era el
que se llamaría barrio de “arriba”, donde estaban construidas las edificaciones de madera y
donde se harían otras con mejores especificaciones. El de los obreros, situado en donde se había
planeado construir el complejo habitacional de la Colombia Products Co. y donde habían
construido las barracas para obreros solteros, que fue llamado El Campamento, y una tercera
sección, el barrio de los empleados de oficina, de bodegas, muelle y administrativo, en las
llamadas “cabañas para capataces” que no tenía nombre específico y quedaba inmediatamente
adjunto y al norte del campamento de obreros, en el mismo sitio donde estaban las diecisiete
viejas casas para los obreros con familia y una casa para funcionarios de la policía construidas en
1919 por la Colombia Products Co., todas las cuales fueron demolidas por encontrarse en mal
estado.

La empresa Cornelissen & Salzedo había hecho remodelaciones en todas las casas de madera
construidas en 1919 por la Colombia Products Co. para los empleados directivos; había
reemplazado las piezas dañadas por nuevas maderas y las dejó en perfectas condiciones
estructurales y de presentación, listas para ser habitadas.
171
ENTREVISTA con Ana Sierra Patrón. Bogotá, junio 23 de 2003

136
Las viejas y remodeladas casas de madera el barrio de arriba fueron ocupadas por los jefes
norteamericanos y los funcionarios colombianos de la Sagoc que llegaron a Coveñas desde 1938.
Estas edificaciones estarían destinadas a desaparecer por el deterioro progresivo resultante de la
invasión del comején. Es probable que la labor de refacción no hubiera sido muy exhaustiva o
que el comején fuera muy hábil o ávido por el pino canadiense porque, pocos tiempo después de
los arreglos, la destrucción producida por el comején volvió a las andadas y de allí en adelante se
debió tomar la decisión de demoler y vender las casas en vez de volver a repararlas o de hacerles
mantenimiento.

“La compañía no quiso saber mas de las casas de madera, así que decidió demolerlas o venderlas. El doctor
Alfredo Izquierdo compró una de esas casas. Él no trabajaba con la Sagoc sino con DOIMA, ― donde era
médico del ferrocarril de Girardot entre Esperanza y Hospicio ―, pero iba de visita a mi casa en Coveñas y
siempre se mostraba fascinado por ellas; cuando se enteró que se estaban vendiendo, compró una por $500 y
se la llevó desbaratada para Cali”.172

Unas pocas de esas casas de madera sobrevivieron hasta fines de los años 50. Al fin de cuentas, ya
se disponía de experiencia en la construcción de casas en mampostería en el campamento, sin que
el calor, que tal vez fue la razón principal para construirlas de madera, afectara en forma
apreciable a sus habitantes.

Figura 125. Casas de madera para los funcionarios directivos con familias. Coveñas 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Cornelissen & Salzedo, empresa que había sido contratada por la Sagoc para la adecuación de
las instalaciones habitacionales, industriales y de servicios de Coveñas, debía realizar la
remodelación de muchas de las estructuras deterioradas como las tres barracas construidas por
la Colombia Products Co.; de los talleres abandonados con poco uso y la adecuación de varias
otras, como el mismo edificio de Rancho Grande, que debía ser habilitado para oficinas. Además
y primordialmente, debía construir las casas de habitación para los trabajadores (obreros y
supervisores u oficinistas). Tales nuevas edificaciones residenciales, que se realizaron en el
172
ENTREVISTA con Frank “Pacho” Arbouin. Bogotá, agosto de 2003.

137
mismo sitio donde la Colombia Products Co. había planeado construirlas entre 1919 y 1921,
fueron diseñadas y construidas por el arquitecto e ingeniero don Federico Blodek Fischer en
1939.

Conviene detenernos en este personaje, cuya formación, experiencia y pensamiento creador hizo
que estas obras tuvieran la fortaleza que, en un medio relativamente hostil por los efectos de los
elementos naturales, las ha hecho perdurar con elegancia y funcionalidad.

Don Federico Blodek Fischer nació en Viena (Austria) el 23 de septiembre de 1905; se graduó
como ingeniero en la Universidad Técnica Superior de Viena en 1932 con Maestría en
Arquitectura y cinco años después recibió el título de arquitecto civil. De manera que su
desarrollo académico lo realizó en período previo a la Segunda Guerra Mundial. Durante su
relativamente breve permanencia en Europa después de graduarse, realizó trabajos en su patria
con la tutela de eminentes personajes de la arquitectura e ingeniería austriaca como Erwin Böck,
Paul Gutfreund y Hermann Neumann. En Europa y Asia trabajó con el arqueólogo y diseñador
Max Theuer en los planos del palacio de la embajada de la India en Estambul y en otros
desarrollos arquitectónicos en Budapest y Yugoslavia. Simultáneamente fue cultivando otra de
sus habilidades, la actividad como decorador, que le seguiría toda la vida como uno de sus
rasgos distintivos.

Figura 126. Ingeniero-Arquitecto Federico Blodek Fischer.


Diseñador y constructor de las casas de Coveñas en 1939

Fotografía por cortesía de Carlos Blodek, tomada de: “Federico Blodek – Arquitectura y Construcciones”

Fue el urbanista austriaco Karl Brunner, que trabajaba desde 1932 en Bogotá donde había sido
director de planeación, quien aconsejó a don Federico Blodek que viniera a Colombia. Así, en los
avatares previos a la Segunda Guerra, don Federico Blodek llegó a Barranquilla en 1939 donde
se incorporó a la empresa Cornelissen & Salzedo permaneciendo en ella por siete años como
ingeniero constructor y jefe de arquitectos. Durante ese período realizó importantes obras en
Barranquilla, Cartagena y, obviamente, las viviendas de la Sagoc en Coveñas en 1939. Para 1945
don Federico Blodek se trasladó a vivir y trabajar en Medellín donde su espíritu creador
contribuyó enormemente al urbanismo de la ciudad con destacadas obras que se describen en
detalle en el libro “Federico Blodek – Arquitectura y Construcciones”, editado en 1991 por sus
hijos Carlos Enrique y Jorge Germán Blodek Tuechler.

138
Federico Blodek fue, en palabras de Margaritainés Restrepo Santa María: “Sereno, estricto.
Transparente. Alejado del ruido. Arquitecto de pocas palabras. Pero defensor de la palabra empeñada.
Persigue primero los resultados, que el brillo equívoco del afán de originalidad. Se adapta a las necesidades
de la época, del lugar, de la gente que busca su trabajo. El diseño macro de una estructura o de una
lámpara de mesa, los sabe y los quiere manejar. Es amigo de tener bajo su control los más pequeños
detalles. Es su concepto del oficio de arquitecto integral.”173

Tal es la semblanza de este destacado personaje vienés que trajera a nuestra patria un acervo de
modernos conocimientos de la cimentada cultura europea y un espíritu creador que plasmó en
sus obras, como huella imperecedera, sin afán de figuración, como un precioso legado para la
posteridad.

Las dieciséis “cabañas para capataces” fueron construidas por Cornelissen & Salzedo en la parte
norte del campamento de obreros y al frente de la playa; originalmente se hicieron con una
estructura y disposición solo para el uso básico de los moradores, que debían ser los capataces,
pero que finalmente fueron ocupadas por los empleados colombianos (funcionarios de oficinas y
bodegas) ya que en realidad había pocos capataces y los existentes vivían en las poblaciones
cercanas.

Figura 127. Vista general (Norte) de las cabañas para capataces, que ocuparon trabajadores de oficina y administración.
Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

La descripción de tales cabañas, de cuyos pormenores en cuanto a dimensión comparativa de


espacios daremos cuenta adelante, se encuentra detallada en el respectivo informe de la empresa
contratista Cornelissen & Salzedo, disponible para consulta en un anexo.

Las cabañas estaban emplazadas sobre una superficie de concreto, elevadas unos 60 a 70
centímetros del suelo; con una terraza (llamada porche delantero), área espaciosa y muy
agradable a la que se ingresaba por una escalinata de tres escaños; una sala-comedor, una
habitación o dormitorio, un vestíbulo interior que conducía de la sala-comedor a la cocina y un
baño. No disponían de zona de lavadero. Debido a que estaban construidas con amplio espacio

173
Tomado de: Federico Blodek – Arquitectura y Construcciones Ltda. Medellín. Editorial Colina. 1991

139
entre ellas, las zonas aledañas fueron rápidamente cercadas por sus moradores en una clásica
acción de delimitación territorial, estableciendo amplios patios donde muchos de sus moradores
sembraron árboles de mango, guayaba, anón, naranja, limoneros, guanábanos, plantíos de yuca,
de plátano, huertas con eras para cultivar verduras, gallineros y hasta criaderos de zainos, entre
otros. Eran unas fincas en pequeño. Con los años, visto el crecimiento poblacional y las
necesidades de mayor comodidad de las familias que las habitaban, fueron ampliadas
progresivamente agregándoles una o dos habitaciones y baños, área de lavado de ropas e incluso
en una de ellas (la número 11 que habitó Marco Hawkins y después Julio Robinson), se realizó la
ampliación y cerramiento del porche con grandes ventanales de anjeo que le dieron un espacio
útil adicional.

Figura 128. Vista posterior (Sur) de las cabañas para capataces. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Un andén delantero, convenientemente dispuesto para dejar un área destinada al jardín


comunicaba cada una de las filas de casas. Los jardines marcaban la personalidad de los
moradores. Crotos, veraneras, margaritas, cortejos blancos y lilas, y otras diversas plantas
ornamentales cundían por doquier y daban vida y color a la barriada. Mientras unos jardines
eran elaboradas obras de arte por la profusión, disposición y cuidado de las plantas, otros tenían
solo lánguidos y descuidados arbustos.

Las cocinas de las “cabañas para capataces” tenían un diseño primario pero eficiente. En el
espacio cuadrado de 3 x 3 metros, muy bien ventilado por dos ventanas en las paredes exteriores,
se encontraban: un área de lavado y manejo de alimentos contigua a la estufa de carbón de tres
quemadores. El diseño consistió en una plataforma superior de ladrillos cubierta con azulejos
blancos; en la parte superior de la plataforma, tres aberturas cuadradas cubiertas con tres
parrillas de hierro, constituían los quemadores que se alimentaban desde la parte inferior con
carbón que se introducía desde el frente por tres aberturas correspondientes con los quemadores.
La chimenea situada sobre el conjunto, proveía de un sistema de escape del humo generado
durante las tareas de cocina. Años mas tarde, por la época de los años 60, las casas fueron dotadas
con nuevas estufas importadas a “gas” (Kerosén), también con tres quemadores, asunto que
mejoró la forma de cocción y evitó la emisión de humo de las estufas de carbón.

140
Los tejados de todas las nuevas casas fueron hechos con pequeñas tejas de cemento (con
dimensión de aproximada de 30 x 45 cm), con superficie exterior lisa, de color rojo e inferior
rugosa, que fueron elaboradas en máquinas individuales y con moldes de diseño especial que
permitía que “encajaran” unas debajo de las otras, no requerían de soporte ni fijación alguna y
resistían adecuadamente los embates de la lluvia y del viento fuerte. Sin embargo, en su informe
de 1939 la empresa contratista describe también varias reparaciones de tejados para reemplazar
los destruidos por una tormenta del 24 de julio del mismo año, en las recién construidas casas. Es
la primera noticia documentada de un suceso de tal naturaleza y magnitud en Coveñas. Hecho
similar se repetiría casi tres décadas después cuando en 1967 una especie de silencioso tornado
precedido por una leve llovizna, sin otros signos premonitorios, llegaría de noche y levantaría
íntegramente el techo (para entonces de Eternit) de la última de las casas de la orilla de la playa,
llevándose las tejas y las inmensas vigas de madera de diez o mas metros de largo a grandes
distancias, dejando intacto y en su sitio el cielo raso. Una parte de una de las láminas fue
encontrada en la copa de una alta ceiba a doscientos metros de distancia; una de las largas vigas
quedó clavada verticalmente en el patio de la casa trasera, entonces habitada por la enfermera
Argemira Picón, abriendo un hueco de un metro de profundidad. Ninguna otra casa o edificación
en Coveñas sufrió los embates del selectivo tornado; los vecinos, que no habían notado nada
anormal durante la noche no salían de su asombro ante la visión de la casa sin techo. Entre la
incredulidad y la sospecha de que “algo raro”, como por ejemplo que se hubieran robado el
tejado, pudiera haber ocurrido, el señor José Nieto, para entonces Jefe del Campo, asistió a la
escena y tomo nota y las correspondientes fotografías para explicar los costos de reparación que
se vendrían.

Las casas para los obreros fueron construidas en el campamento, sobre la misma plantilla
topográfica existente en los planos de la Colombia Products Co., pero en menor número que las
previstas por la desaparecida empresa. Primero se construyeron cuatro y mas adelante doce casas
múltiples, para un total de dieciséis, cada una para cuatro familias.

Figura 129. Casas de los obreros en el campamento de Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Figura 130. Edificación de “tipo viejo” para cocinas, baños


Figura 131. Edificación de “tipo nuevo” para cocinas,
y sanitarios de las casas de los obreros, adaptados de los
baños y sanitarios de las casas de los obreros en el
baños de las barracas de los obreros construidas en 1919
campamento de Coveñas, 1939
por la Colombia Products Co. Coveñas, 1939

141
Foto por cortesía de Muriel A. Keeler Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

El informe de Cornelissen y Salzedo señala que el “edificio existente” fue reconstruido; tal hecho se
refiere a que se utilizaron las barracas edificadas por la Colombia Products Co., como parte de la
construcción de las nuevas casas para los obreros; de hecho, la localización general de las casas
del campamento de los obreros conservó la misma estructura que tenían las antiguas, y las
barracas fueron reacondicionadas como las primeras viviendas múltiples para los obreros. Las
áreas de cocina y baños estarían situadas en la parte exterior de las áreas destinadas para
dormitorios, sala y comedor de los obreros.

Figura 132. Casas de la Sagoc y barracas de la Colombia Products Co. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

La edificación del extremo derecho corresponde a la primera barraca (de una fila de tres) de las
construidas por la Colombia Products Co. en 1919. Las edificaciones de menor altura entre las
viviendas de la derecha son los baños y cocinas. Obsérvese la diferencia entre esas edificaciones y
la del extremo izquierdo, que es el nuevo tipo de construcciones destinada para baños y cocinas
de las nuevas viviendas. Las demás casas, aún cuando tienen estructura similar, fueron
construidas por la Sagoc en 1939.

Todas las casas del campamento de obreros fueron construidas con la curiosa concepción de
situar el baño y la cocina fuera de las demás áreas, como si esos fueran lugares indeseados o
antihigiénicos que debieran estar apartados. Se observarán, como detalles un tanto
discriminadores, que no fue así la concepción de las “cabañas” para capataces donde los baños y
cocinas estaban incorporados interiormente, o el hecho que, mientras los baños y cocinas de
dichas cabañas tenían paredes recubiertas de azulejo, las casas de los obreros carecían de ellos.
Allí se reflejaba la inutilidad de realizar ahorros que finalmente se convertirían en mayores costos
cuando se hicieron acabados de inferior calidad que se sabía durarían menos que los de primera;

142
es claro que los azulejos en los baños y cocinas, además de proveerlos de una superficie mas
agradable, vistosa y aseada, le darían mayor durabilidad a los muros; mientras las paredes de los
baños y cocinas de las casas de los obreros debían ser repintados por lo menos cada año para
mantenerlos sin el verdín y sin las manchas grises veteadas y averaguadas que da la humedad,
los de las cabañas no requerían de mantenimiento diferente al diario u ocasional aseo casero.

Las cabañas para capataces tenían rejas en las ventanas. La empresa contratista las describe como
“ventanas protegidas por rejas de hierro de tipo colonial español”. No eran tal: ni coloniales ni
españolas. Eran rejas planas de hierro, con varillas de perfil cuadrado. Una de ellas, la de la
fachada, estaba coronada con un discreto adorno a modo de vueltecillas en “S”, sin detalles tales
que hicieran sospechar algo español y menos colonial. Eran evidentemente fuertes y estaban
sólidamente ancladas a los muros; se les mantenía con frecuentes manos de pintura plateada,
llamada contraóxido. Pero nada de hierro puede resistir el embate del salitre, así que era
dramático ver como cada día iban brotando burbujas debajo de la pintura de las varillas
plateadas, que pronto descascaraban y mostraban la oxidada superficie del metal; de ahí en
adelante el perenne salitre continuaba su loca carrera de destrucción sobre la reja que se caía a
pedazos sin compasión.

Las rejas duraron años, pero las que se destruyeron, que fue ya en el ocaso de la Sagoc, no fueron
reemplazadas y en las casas existentes solamente podrán existir, a lo sumo, las situadas en el
costado Sur, donde están más protegidas del salitre.

Sin embargo, las ventanas de las casas de los obreros no disponían de la misma protección que,
incidentalmente, era innecesaria para la época porque, excepto por los vándalos que
aprovechando la soledad de Rancho Grande trataron infructuosamente de destruirlo, en Coveñas
no había ladrones.

Figura 133. Casa de “capataces”, para destacar las ventanas protegidas por rejas de hierro, planas, simples,
con varillas de perfil cuadrado soldadas entre sí. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

La amplitud y disposición de los espacios de las edificaciones es otro indicio de la diferencia que
se establecía entre quienes iban a habitarlas, como se muestra en el siguiente cuadro comparativo

143
de las dimensiones y características de las casas de habitación destinadas a los obreros, los
capataces y los empleados de mayor rango:

Cuadro 2. Composición y dimensiones de las áreas en las viviendas de los trabajadores.*

CASAS DE CABAÑAS DE CASAS DE


DETALLE OBREROS CAPATACES EMPLEADOS

Porche delantero 2.50 x 3.75 2.20 x 4.00 2.50 x 7.00


Porche trasero No No 2.30 X 7.00
Porche de los sirvientes No No 1.00 X 2.35
Sala y comedor 3.44 x 3.50 4.00 x 4.00 4.50 X 7.00
Cuarto de habitación 3.44 x 3.50 4.00 x 4.00 (2) 3.65 x 4.00
Cuarto del baño 1.50 x 2.00 1.80 x 3.00 1.80 X 2.87
Cocina 2.00 x 2.00 3.00 x 3.00 2.80 x 2.95
Despensa No No 1.00 X 2.00
Vestíbulo No 1.00 x 4.00 1.00 X 7.00
Closet No 0.65 x 1.60 (2) 0.85 X 1.00
Cuarto de los sirvientes No No 2.80 X 2.95
Baño de los sirvientes No No 1.00 X 1.80
Paredes del baño Estucadas Azulejo Azulejo
Paredes de la cocina Estucadas Azulejo Azulejo
Ventanas Exiguas, sin rejas Grandes, con rejas Grandes, con rejas
Piso Cemento pulido Azulejo Azulejo
Patio Inexistente Inmenso Grande
Tipo Multifamiliar Familiar individual Familiar individual
Posible ampliación No Si Si

• Detalles de composición y dimensiones tomados de los informes de la empresa


Cornelissen & Salzedo. Anexo disponible para consulta.

Para efectos prácticos esas distinciones y detalles “estadísticos” que solo ahora afloran a nuestros
recuerdos, eran intrascendentes y no afectaban en forma alguna la vida familiar de unos y otros
habitantes de las “cabañas” ni de las “casas de obreros”; Era claro también que tales aspectos de las
formas físicas de vivir no quitaban el sueño ni a los obreros, ni a los empleados administrativos,
ni a los directivos, ni a sus familias; aunque si era evidente la existencia de una distancia mas bien
artificial o abstracta, provocada por la misma diferenciación de clases entre aquellos que habían
tenido alguna preparación académica y los que no la tenían. Y también por las mismas posiciones
ocupadas dentro de la compañía. Mas probablemente las sutiles diferencias existentes entre los
grupos de población se referían a las maneras de ver la vida, de emprender la construcción del
futuro y de contribuir positivamente al desarrollo de la misma comunidad y de la familia en
particular, con la educación de los hijos y su orientación hacia la búsqueda de un futuro mas
promisorio, tarea que, con el transcurrir de los años y por los resultados en la preparación y
desarrollo de las nuevas generaciones, se vio que fue prácticamente tan productiva entre los

144
empleados administrativos como entre los obreros del campamento. Al fin de cuentas, todos eran
afortunados de tener la oportunidad de trabajar en la Sagoc y de vivir en mejores condiciones
que la mayor parte de la gente de la región, con vivienda gratis, agua, luz, transporte, servicios de
salud, educación y todos los demás artilugios y beneficios que una empresa petrolera podía dar a
sus trabajadores y familias.

Especialmente en los primeros años de instalación de la Sagoc, se suponía o esperaba que los
trabajadores vivieran solos o que fueran solteros (cálculo errado), por lo que se construyó, al
comienzo de la fila central de casas del campamento de obreros, la edificación destinada a ser la
cocina y comedor común para los obreros, que fue dotada con diez mesas y veinte bancos. De
hecho, vivirían en Coveñas muchos trabajadores solteros o sin su familia que requerían de esos
servicios y allí se les preparaba la alimentación que les suministraba gratuitamente la empresa.
Con el paso de los años una vez asentada la población de trabajadores y sus familias, ampliadas
las casas para dar albergue a la creciente población, la cocina–comedor fue perdiendo su asidua y
numerosa clientela; una parte de ella se destinó para el expendio de víveres que fue llamado “El
Mercadito”, y la otra parte, la “abierta hacia el exterior”, continuó sirviendo de comedor a
algunos de los trabajadores solteros. La edificación tenía paredes exteriores a media altura
(alrededor de 1.50 metros) y solo la sección de depósito de alimentos fue cerrada con malla
metálica y de anjeo.

Figura 134. En el campamento de obreros estaba la cocina-comedor, que después sería El Mercadito. Vista
Sur. Coveñas, alrededor de 1958

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

Las diez mesas con que fue dotada la cocina-comedor, construidas por Cornelissen & Salzedo en
1939, debieron pasar a la historia rápidamente porque para los años 60 ya se habían instalado en
El Mercadito unas mesas con superficie de hierro soportada en patas en forma de X en perfiles
angulares del mismo material y con sillas individuales flotantes cuyo sitio de asiento era circular
y estaba unido a la mesa por debajo con otro ángulo de hierro. Todo el conjunto unido con
soldadura eléctrica, sin un solo tornillo. Mesa y asientos que formaban un solo cuerpo y que eran
pesadísimas, indestructibles y prácticamente inmortales, como también eran invariables los
golpes que los comensales de turno recibían en las espinillas si a su ingreso a horcajadas sobre el
asiento no tenían la precaución de evadir los filosos bordes de los ángulos de hierro. Tales mesas,

145
por su material, tipo de construcción, tamaño y peso deben andar por allí, no muy lejos; yo
mismo he tenido la oportunidad de ver una de ellas en Tolú, intacta, perfecta, inmortal.

En el barrio de arriba, al Este de las viejas casas de madera, en 1939 se construyeron las siete casas
de La Herradura, en formación semicircular, destinadas para vivienda de los empleados de
mayor rango, trabajadores colombianos y extranjeros que tenían cargos de dirección: ingenieros,
médicos, odontólogos, capitán de puerto y visitantes. Fueron provistas de mejores prestaciones
estructurales, entre las que se destacan la existencia de dos dormitorios, cuarto y baño de
servicio, porche delantero y porche para “los sirvientes”, amplísima sala-comedor, despensa, dos
closet, (estos de mayor dimensión), y lo que es mas notable, una estructura arquitectónica mas
imaginativa y elaborada que daba a las viviendas y al conjunto habitacional un aire de distinción
y modernidad con el agregado de su disposición semicircular con vías vehicular y peatonal
adornadas con postes de faroles y bordeadas con abetos y mangos.

Figura 135. Casa de empleados en La Herradura, con arquitectura mas elaborada y atractiva.
Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

En las casas de La Herradura vivieron, entre otros: Arthur Larsen, en la casa número 1; Richard
Ramsoy y familia en la casa número 3; Carlos Giraldo, que administraba las tierras de la Sagoc;
una de las casas estaba destinada para el descanso de los pilotos (antes de la construcción del
nuevo Club); otra, la casa número siete, para el médico y su familia, otra para el Capitán de
puerto. Las demás eran utilizadas ocasionalmente por visitantes.

Antes de que en 1942 se construyeran otras nuevas casas de muchísimas mejores características
para el staff de ingenieros jefes de la empresa, el barrio de “La Herradura” era el mas atractivo y
de mayor categoría o estrato en Coveñas.

“Mi hermana Roquita (Roquelina) y yo nos metíamos a la casa de Carlos Giraldo en las casas de la
Herradura para comernos la gelatina que hacían y que estaba en la nevera de la casa, fue la primera vez que
conocimos la gelatina”.174
174
ENTREVISTA con Carmen Sierra Patrón. Bogotá, julio de 2003.

146
Figura 136. Conjunto de siete casas de empleados en La Herradura, dispuestas en forma semicircular con
espacio central a modo de parque donde se sembraron acacias y se instalaron faroles. Coveñas 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Por la necesidad de albergar mas cómodamente a sus funcionaros directivos y a sus trabajadores
y ante el embate del comején que había reiniciado su labor destructora de las casas de madera, la
Sagoc construyó en el barrio de arriba otras ocho nuevas casas frente a las viejas casas de madera.

“En la calle, frente a las casas de madera hay ocho casas que la Sagoc construyó en 1942. En la fila estaban
intercaladas cuatro casas sencillas y cuatro dobles. Las dobles, o principales, estaban destinadas a los
trabajadores que vivían con sus familias y las sencillas a otros trabajadores solteros; una era la casa de
huéspedes y otra servía como sede del club y sitio de proyección de películas”. 175

Figura 137. Conjunto de nuevas casas de mampostería del barrio de “arriba”, construidas en 1942.
Coveñas, alrededor de 1950

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

Las palmeras que presidieron la fila de las nuevas casas construidas en 1942 probablemente
fueron importadas o llevadas a Coveñas desde otro sitio del país ya que no existen de ese tipo, o
son muy escasas en la costa atlántica colombiana. Estas palmeras, observadas aún pequeñas en la
fotografía de la figura 135, son de la especie llamada “Palma real australiana”, cuyo nombre

175
ENTREVISTA con Frank “Pacho” Arbouin. Bogotá, agosto de 2003.

147
científico es: Archontophoenix Alexandrae (Etimología: Archontophoenix, del griego archontos =
jefe, caudillo y phoenix = palmera datilera y, aludiendo a su majestuosidad, Alexandrae, en honor
de la reina Alejandra (1844-1925), esposa de Eduardo VII de Inglaterra). Son originarias del este
de Australia. Su tronco esbelto y anillado la hace una de las palmeras más hermosas.

Figuras 138. Palma Real Australiana. Aspecto de las palmas del TIPO existente en Coveñas frente a las casas
construidas en 1942, para observar los detalles particulares de esta especie.

Fotografía tomada de: http://xyphos69.free.fr/index.htm, http://xyphos69.free.fr/fiches.htm, Ma Collection. y


http://xyphos69.free.fr/collection.htm, Fiches Palmiers. Incluidas con permiso expreso del autor de las fotos y de las páginas citadas.

Las palmas están conformadas en su parte inferior por el tronco, ensanchado en su base, que se
continúa con una porción cónica y semicónica donde se destacan anillos de color blanco grisáceo
que se interrumpen abruptamente a media altura para dar lugar a la parte superior del tallo,
también cónica (que ocupa la mitad del tronco en árboles jóvenes y un tercio superior en árboles
maduros), de textura muy lisa y de color verde intenso, al final del cual se desprende el follaje
con ramas palmeadas; en la intersección de la porción anillada y la verde se produce la
inflorescencia y de allí mismo emergen posteriormente los grandes racimos de pequeños corozos
amarillentos o rojo-amarillentos no comestibles que constituyen las semillas. Las hojas,
ligeramente arqueadas, conforman un penacho al final del tronco sobre un capitel dilatado
formado por las vainas; a menudo se remata el penacho con una espiga recta vertical que
corresponde a las hojas más jóvenes en crecimiento. Las palmas pueden crecer entre 15 y 30
metros de altura y tener un tronco de unos 20 cm de diámetro o mucho mayor cuando alcanzan
gran altura, pero su base siempre es mucho más gruesa.

Las palmas reales australianas de Coveñas adquirieron una altura descomunal ofreciendo una
bella decoración natural al lugar; permanecieron por lo menos hasta el año 1974 en el final de la
época de la Sagoc y, probablemente debido a su deterioro por la edad, los efectos del viento y el
sol canicular de Coveñas, fueron reemplazadas ya en la época de la Base Naval por árboles de
cocoteros nativos.

148
Figura 139. Dos aspectos de la arboleda de cocoteros sembrada frente a las casas construidas en 1942. Las
palmas reales australianas han desaparecidos para dar sitio a los cocoteros nativos. Coveñas agosto de
2004. Compárese con la fotografía de la figura 137.

Fotos del autor

Las nuevas casas de un piso, diseñadas con un concepto aún mas elaborado que las de La
Herradura, separadas entre sí por amplios espacios de verde prado y con patios sin límite ni
demarcación, tenían una gran amplitud en todas sus áreas y, para comodidad de sus moradores
fueron acondicionadas con la mejor dotación de equipos y elementos existentes en la época:
primero ventiladores de techo Westinghouse y luego acondicionadores de aire, estufas eléctricas,
neveras, congeladores, calentadores de agua, máquinas lavaplatos, lavadoras, teléfono, antenas
exteriores para recepción de radio (no había televisión), muebles de sala de fino mimbre, de
comedor y de alcoba, incluso vajillas, cubiertos y toda la lencería requerida para camas, cocina y
comedor; finamente encortinadas, solo requerían de la llegada de sus huéspedes apenas con los
baúles de ropa. Allí vivieron los ingenieros y técnicos norteamericanos y colombianos, entre
otros, Mr. Dick D. McCosham y familia, Mr. Irvin Charles Keeler y familia, José Gabriel Nieto con
su esposa Cecilia e hijas, Frank y Violeta Arbouin con su madre, don Enrique Gómez y su esposa
Ofelia. Una de las casas estaba destinada a los huéspedes que visitaban Coveñas y otra a servir
como club y cine para directivos antes de la construcción del nuevo casino entre 1964 y 1965.

La Sagoc importaba diversos artículos que llegaban a Coveñas en grandes baúles de fabricación
norteamericana; eran estructuras de fina madera aseguradas las uniones con tiras de cuero o de
otro material sintético, con fuertes herrajes en las esquinas y bordes, que le daban un toque de
elegancia y un aspecto recio, rematados con fuertes cerraduras. En ellos también traían sus
enseres personales los funcionarios norteamericanos que llegaban a trabajar con la Sagoc.

En los sótanos de Rancho Grande permanecieron incólumes muchos de esos baúles durante la
época de la Sagoc. Algunos de ellos fueron regalados por la empresa y aún existen en poder de
los cuidadosos propietarios.

Figura 140. Baúles norteamericanos donde traían la ropa y enseres los funcionarios de la Sagoc. Bogotá,
2003

149
Fotos del autor

A fines de la década de 1950 se construyeron otras edificaciones residenciales para los


trabajadores; primero, al Oriente del campamento se hicieron alrededor de cinco casitas de una
sola habitación, con una pequeña sala y baño (tal vez con una cocina), que se destinaron para
vivienda de algunos de los trabajadores solteros, por esa destinación, esta fila de casas fue
llamada desde entonces: “Macho Solo”. Poco tiempo después, inmediatamente por la parte
posterior y norte de Macho Solo, se construyeron otras dos filas de casas de dos habitaciones,
sala-comedor y amplios patios, que fueron habitadas por los obreros de mayor rango que los
habitantes del campamento (operadores de lanchas, de maquinaria pesada, buzos, etc.).

 MISTERIOSO BÓLIDO EN LA NOCHE.

El loco Sebas, porque todo pueblo que se respete debe tener por lo menos un loco, probablemente
había llegado de Tolú y merodeaba por las casas de Coveñas pidiendo comida. Llegaba muy
sucio y con la ropa hecha jirones, por lo que Washinton Romero le hacía quitar los andrajos, lo
bañaba con manguera en el andén frente a las casas de la playa y le daba ropa limpia. Su
predilección, entre sus inofensivas actividades de orate, era la Luna. Por ello, durante las noches
de luna llena, Sebas se acostaba en el andén y le cantaba a la Luna:
― “Luna, lunita, no te vayas a caer....”
― “La Luna se va a desgajar”.
Aunque era claramente inofensivo todos los niños le teníamos miedo al loco Sebas, pero desde la
terraza, con la puerta abierta para entrarnos rápidamente ― por si acaso ―, lo observábamos
furtivamente y oíamos sus cantos nocturnos que, en sus desvaríos, seguramente sabía o presentía
lo que pronto ocurriría.

Debió ser en una noche de 1958, con un mar tranquilo y cielo ligeramente brumoso pero sin
nubes cuando ocurrió un inquietante suceso. Eran las siete de la noche y como siempre, a esa
hora nos disponíamos a cenar. En el amplísimo patio lateral de la casa, un cocotero solitario
mecía lentamente sus palmas con la suave brisa nocturna. Al sentarnos a la mesa escuchamos un
extraño y profundo ruido de tonalidad baja pero de gran intensidad e intermitente que provenía
del exterior, razón por la cual salimos rápidamente por la puerta de la cocina hacia el patio
lateral. Ruidos de esa naturaleza o característica nunca los habíamos oído. En Coveñas solo se
escuchaban ruidos de gran intensidad provenientes de los buques que sonaban sus pitos o
sirenas (de tono bajo y alto volumen), con diversos códigos preestablecidos para iniciar o detener

150
el bombeo, solicitar visita del médico o del capitán de puerto, etc, pero este no era de esos ruidos,
como tampoco era el sonido de la sirena de tono agudo que llamaba a entrar o salir del trabajo.

El origen del ruido llenaba todo el espacio a nuestro alrededor y era difícil de localizar el sitio
exacto de su procedencia. Por los alrededores no se observaba artefacto o máquina alguna que
pudiera producir semejante fragor, por lo que dirigimos la mirada hacia el cielo. En la dirección
de las palmas del cocotero vimos, en la profundidad y lejanía del cielo, un objeto rectangular
semejante a un bloque de hielo de gran tamaño cuyos contornos eran muy difusos pero, entre la
aparente bruma, se podía delimitar la figura rectangular del objeto de color también blanco como
el hielo. Parecía latir de manera acompasada con el ruido, cuyo volumen o intensidad comenzó a
aumentar notoriamente. De manera casi simultánea vimos, girando alrededor de la Luna y muy
cerca de ella, lo que pensamos era una estrella, de color amarillo y tan lejana en el firmamento
como el satélite natural. La recién observada "estrella" súbitamente dejó de girar alrededor de la
Luna, se desprendió de ella y comenzó a moverse de manera vertiginosa hacia nosotros, hacia la
tierra; su tamaño y la intensidad de su luz amarilla de gran brillo, aumentaban de forma
fulgurante. Permanecimos unos minutos observando el curso de la “estrella” mientras el ruido,
procedente del objeto rectangular, continuaba aumentando. El bólido llegó súbitamente a nuestra
vista con increíble velocidad y, al aproximarse a la Tierra y hacia el objeto rectangular flotante,
siguió una trayectoria curva, como si hubiera sido desviado súbitamente, pasando sobre el mar, a
lo que creemos fueron unos 200 metros frente a nosotros y a una altura de 30 a 40 metros y, lo
mas extraordinario, produciendo una luminosidad tan intensa que la noche se hizo día. La
claridad fue tan intensa como impresionante y aterradora en medio de la noche. El objeto
luminoso pasó sin producir ruido de ninguna naturaleza, no produjo vientos ni cambios en la
temperatura del ambiente que fueran perceptibles por los múltiples testigos presentes.

Para el momento ya varias familias habían salido de sus casas y se habían congregado en la acera
para ver que sucedía, por lo que al llegar el meteoro y producirse la gran iluminación, la
conmoción fue total. Los mayores murmuraban oraciones o invocaciones a Dios y a los mas
pequeños nos dieron agua para "pasar el susto" mientras el bólido se perdió en el horizonte del
mar en dirección Noroeste a gran velocidad. El objeto rectangular pulsátil y ruidoso que primero
llamó nuestra atención, permaneció allí mismo después del paso del bólido, pero su sonido y la
misma imagen de “bloque de hielo” se fueron apagando progresivamente hasta desaparecer
simultáneamente alrededor de una hora después. Por días enteros escuchamos la radio,
revisamos los periódicos (que llegaban con ligero retraso traídos por el avión desde Barranquilla)
buscando algún relato o informe del suceso pero nunca encontramos la mas mínima alusión a la
aparición del bólido que en esa noche oscura nos causó tanto temor y alarma.

Todo pareció indicar entonces que el loco Sebas algo tenía de razón cuando cantaba:
― “Luna, lunita, no te vayas a caer....”
― “La Luna se va a desgajar”.
Con respecto al bólido, Pacho Arbouin tiene su propia versión: «El “meteorito” que fue visto en
Coveñas era un satélite que se les volvió loco a los gringos, se descontroló y pasó sobre Coveñas. Parece que
cayó en Venezuela».176

176
Ibid.

151
 UN PERSONAJE VESTIDO DE LYCRA

Con nuestros amigos de escuela por las noches contábamos cuentos del tío conejo, del tío tigre, la
tía tortuga, el tío armadillo y no se de cuantos otros “tíos” del monte que, cuando no existía la
televisión, y la radio solo era una caja de ruidos casi ininteligibles, nos deleitaban y eran
exquisitos acicates para nuestra imaginación infantil. Algunos de los cuenteros, los mas
grandecitos, relataban historias de miedo, donde actuaban La Patasola, La Llorona, El Hombre
sin cabeza del Cerrito de Piedra, la Madremonte, el Mohan y sabrá Dios cuantos otros personajes
que nos ponían los pelos de punta y nos obligaban a juntarnos mas en el círculo que habíamos
hecho para oír y contar los cuentos y a correr apresurados a acostarnos una vez terminada la
sesión, no sin antes haber revisado debajo de la cama por si alguno de los personajes estuviera
por allí.

Ya mas grandecitos, vencidos los temores de los cuentos infantiles, con nuestros hermanos y
amigos podíamos aventurarnos sin recelos, con una linternita de una sola pila, entre los mas
extraños y oscuros laberintos de Rancho Grande, recodos que muchos de los adultos ni siquiera
pensaron conocer.

Era 1965, siete años después del insólito suceso del misterioso bólido en la noche, cuando ya su
recuerdo parecía irse borrando de las mentes de las personas y el loco Sebas se había esfumado,
acostumbraba recorrer los más recónditos lugares de Coveñas en mi flamante bicicleta roja
brillante, marca Monark, entre otras cosas en la búsqueda de los mangos verdes que en época de
cosecha pululaban por millares en todas partes y que comíamos con sal y limón.

Una tarde, alrededor de las cinco, cuando ya el sol buscaba su rumbo en el horizonte, regresaba a
casa en solitario tras una breve correría por el barrio de arriba. Me aproximaba a una breve
pendiente de la carretera entre el aeropuerto y las instalaciones de Rancho Grande, lejos de todas
las casas; allí, a ambos lados de la vía crecía silvestre una plantación de hierbas de finas y tupidas
espigas doradas, rezago de los antiguos pastos de Don Julián Patrón, que era podada
frecuentemente. Su altura no superaba los veinte o treinta centímetros; el campo estaba
desprovisto de arbustos y solo existía un joven árbol de mango no mayor de cinco metros de
altura, con su tronco aún bastante delgado. Cuando llegué a la cima de la pendiente vi que, a
unos 30 metros de distancia, exactamente frente al tronco del mango se encontraba parado un
personaje; era en muchacho, asumo que de no mas de 17 años, pero su aspecto era sumamente
extraño: de figura delgada y estilizada, su tez muy blanca y su cabello muy rubio, casi blanco,
como nunca antes lo hubiera visto; de facciones muy finas y cara angelical, estaba vestido con un
traje blanco-plateado enterizo, una especie de trusa, con mangas largas y sin cuello, ceñido al
cuerpo; el traje era ligeramente refulgente y parecía ser de un material que muchos años después
conocería como Lycra. Desde su sitio el personaje me vio, se percató de mi llegada y permaneció
inmóvil. No se que razón me llevó a detenerme por un momento en la cima de la pendiente
desde donde pude observar claramente al joven, rodeado del pasto, frente al mango. Extrañé no
solo que alguien estuviera en sitio tan inusual, sino también su rara apariencia, que no coincidía
con la moda de la época ni su aspecto racial correspondía al de ninguno de mis amigos o
conocidos ni al de ninguna persona de Coveñas. Tal vez, pensé, se tratara de algún visitante de
los norteamericanos. En todo caso, después del breve examen me dispuse a continuar mi camino

152
que, obligatoriamente, pasaría frente al joven; venciendo mi habitual timidez, pensé que sería
interesante entablar conversación con él, preguntarle si requería de alguna ayuda o, de alguna
forma saber quien era y qué hacía por allí. De manera que reanudé lentamente la marcha en la
bicicleta y me fui aproximando al sitio, el personaje me miraba y seguía inmóvil; a medida que
me acercaba fui distinguiendo y confirmando, de forma inequívoca, las características ya
descritas. Al llegar frente al sitio donde se encontraba, a unos cinco metros de la carretera, frené
la marcha e hice el habitual movimiento de descenso de la bicicleta, momento en el cual desvié la
mirada del personaje y al instante, cuando volví a mirar hacia el mango, el joven había
desaparecido. Quedé perplejo, mas no asustado, ¿dónde se había metido?, no había posibilidad
de esconderse detrás del tronco del mango ya que este era muy delgado; no había podido subir al
árbol con tanta rapidez y el follaje del árbol tenía tan pocas hojas que hacían visible todo lo que
en él se encontraba. No, simplemente desapareció. De la inicial perplejidad, después de constatar
que no estaba, pasé a la consternación y de ella al terror. Un frío glacial recorrió mi espalda y debí
experimentar un cambio de color similar al del personaje que se había esfumado. Monté en la
bicicleta y rápidamente puse llantas en polvorosa hacia la casa. Nunca conté este suceso a
persona alguna y solo años después, cuando leí o conocí experiencias de apariciones, fantasmas,
extraterrestres, etc., recordé los acontecimientos que aquí describo, sobre el personaje vestido de
Lycra que me asustó después que ya pensaba que no habría Patasola ni cuartos oscuros de
Rancho Grande capaces de hacerlo.

Figura 141. El autor se encuentra frente al árbol de mango en el sitio dónde fue observado el “personaje
vestido de Lycra”. Coveñas, agosto de 2004

Foto de Freddy Buitrago

La fotografía de la figura anterior indica el sitio donde el autor observó al personaje “vestido de
Lycra”. Para la época de la observación no existían las construcciones que actualmente ha
realizado la Armada nacional y la calle, ahora en cemento, solo era petrolizada. El árbol de
mango de la fotografía se encuentra exactamente en el sitio de la observación aunque
probablemente no se trate del mismo árbol que, para la fecha (2004) debería tener dimensiones
mucho mayores.

153
4.4.3 EL COMISARIATO

El comisariato de la Colombia Products Co. estaba situado cerca de la Casa Grande de Madre de
Dios. Allí funcionaba el expendio de mercaderías de uso diario de los obreros y empleados de esa
empresa durante la construcción de las instalaciones del complejo industrial entre 1919 y 1923 y
continuó funcionando, en menor escala durante varios de los años posteriores, para surtir a los
funcionarios que permanecieron al cuidado de las instalaciones. Era allí también donde se pagaba
el salario a los trabajadores. Durante las primeras actividades de producción de la Colombia
Products Co., después de constatar la inviabilidad del procesamiento de carne de ganado vacuno,
se realizó el sacrificio de cerdos para la venta local de los productos y la manteca se almacenó en
el comisariato con miras a venderla en latas en el mercado nacional. Las limitaciones inherentes
al transporte y el escaso mercadeo aplicado a dicho producto hizo necesario que finalmente esa
manteca debiera ser regalada a los pobladores de la región.

Figura 142. Oficina postal y comisariato. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

La Sagoc utilizó la edificación del antiguo comisariato durante los primeros años, pero su
localización alejada de las áreas residenciales y laborales y la identificación del nuevo deterioro
que el edificio estaba sufriendo por invasión del comején, asunto que además conspiraba contra
las condiciones de aseo requeridas para el almacenamiento y expendio de los alimentos,
determinaron que debía adecuarse un nuevo sitio para el comisariato. Así que el viejo
comisariato de madera fue desocupado, permaneció vacío y deshabitado hasta cuando, por los
años setenta, algún alma caritativa demolió la vieja estructura ya casi en ruinas, carcomida por el
comején y a punto de desaparecer perdida entre la alta maleza que le circundaba.

El nuevo Comisariato de la Sagoc fue instalado en 1960 en el sitio en donde originalmente estuvo
la planta de energía de la Colombia Products Co., edificación que fue remodelada para el efecto.
Figura 143. Inauguración del Comisariato de la Sagoc. Coveñas, 1960

154
Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón.

En la figura anterior se encuentran: a la izquierda y fondo, Washington Romero, primer


administrador del Comisariato. En primer plano, de izquierda a derecha: Violet Arbouin, Sr. y
Sra. Brown, Richard (Dick) Ramsoy, Muriel A. Keeler, Irving Charles Keeler y Elsa Bula, esposa
de Ramsoy.

Era un espléndido "supermercado" que nada tendría que envidiar a los de los años presentes,
donde se expendían productos de la mayor singularidad: víveres de la región o traídos de
Barranquilla por avión, carne de la mejor calidad, Jeans Lee, finas camisas y zapatos y, para los
estudiantes, estilógrafos Easterbrook, lápices y borradores Mongol, cuadernos, reglas, compases,
tinta Parker, todos importados de los Estados Unidos o traídos desde Barranquilla, por avión.

“El Comisariato que funcionaba en Coveñas fue primero de la empresa Sagoc, luego fue de la
Cooperativa Barco “Cobarco”; su primer administrador, quien trabajaba con “Cobarco” fue mi
esposo Washington Romero Paredes. 177

Figura 144. Inauguración del Comisariato de la Sagoc. Figura 145. Recepción luego de la inauguración del
Al centro Arthur Larsen, Superintendente, Sofía Ramírez Comisariato de la Sagoc. Coveñas, 1960
y Antonio Camacho. Coveñas, 1960

177
ENTREVISTA con Carmen Sierra Patrón. Bogotá, enero de 2002

155
Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

En la figura anterior aparecen, de izquierda a derecha: Washington Romero, administrador,


Carmen Sierra Patrón, Sra. Brown e hija y Mr. Irving Charles Keeler. El sitio es la estación de
bombas, donde continuó la recepción inaugural del comisariato por coincidir con otra celebración
en ese lugar.

Figura 146. Washington Romero, primer administrador del comisariato posa frente a uno de los vehículos
de los distribuidores de mercancías. Coveñas, 1960

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

El Comisariato fue inaugurado en su sede inicial en la edificación que tenía la Colombia


Products para las máquinas de energía eléctrica, cerca de los talleres de la Sagoc; después de mi
esposo, el administrador fue Lizardo Navarro Porras, quien todavía no trabajaba en la Sagoc;
después fue manejado por Genaro Bula quien fue su último administrador; para esa época ya el
comisariato lo administraba la Cooperativa Barco, “Cobarco”. Emiro Angarita lo compró a la
“Cobarco” y continuó con el servicio de abastecimiento de víveres y mercaderías en las mismas
instalaciones durante varios años hasta cuando una noche el comisariato se quemó con toda la
mercancías que tenía dentro, pero afortunadamente Emiro lo tenía asegurado.

Entonces las instalaciones del Comisariato se pasaron para una de las casas múltiples de los
obreros el campamento, porque se consideró que era mejor que funcionara allí donde vivía la

156
mayor parte de los trabajadores y sus familias. Emiro Angarita, hizo mucho dinero con el
negocio del Comisariato y, mientras tanto, mantenía su negocio de mercancías de contrabando
que traía de Panamá en una lancha a motor que tenía y en la cual viajaba allí con frecuencia,
pero ya en los últimos años ese negocio se le complicó porque varias veces le decomisaron las
mercancías y perdió mucha plata”.178

El incendio del comisariato fue otro de esos singulares acontecimientos que ocurrieron en
Coveñas que llegaban como para matizar periódicamente la cotidiana tranquilidad y que
producían, además de la natural conmoción, tema de conversación y de elucubraciones
populares sobre las causas y circunstancias del acontecimiento.

Como era de esperar, ocurrió por la noche. Debido a que las instalaciones estaban próximas al
taller de mecánica donde estaba situado el pito que, además de llamado al ingreso y salida del
trabajo servía de alarma, no mas se inició la conflagración cuando sonó el pito y los trabajadores
corrieron a la zona industrial para participar en la extinción del incendio. Como cosa curiosa, a
pesar de ser una instalación petrolera con manejo de petróleo y sus derivados, la Sagoc en
Coveñas nunca tuvo un carro Bombero, así que para la extinción de incendios se apoyaba en los
múltiples hidrantes que los trabajadores manejaban con especial pericia y en los extintores,
gigantescos por cierto, de los cuales existían muchos en puntos estratégicos del campo. Por
supuesto, el comisariato, que funcionaba en las antiguas instalaciones de la planta de
compresores de amoníaco y de turbinas de energía eléctrica del Packing House, se quemó
íntegramente, con toda la mercancía que tenía dentro. Mejor será decir que se quemó la
mercancía y la estantería dónde se encontraba, porque la edificación, de techo alto y muros de
ladrillo de los mismos de Rancho Grande, no sufrió el más mínimo deterioro. Emiro y Tulia, que
ya se encontraban en difíciles condiciones económicas derivadas de sus pérdidas en el negocio de
compra y venta de mercancías traídas de Panamá, se encontraron ante este nuevo revés que,
afortunadamente fue mitigado por el pago que recibieron el seguro del comisariato.

El incendio del Comisariato dio pié para que la Sagoc revisara las cosas y determinara que el
expendio de víveres estuviera fuera de las instalaciones industriales, asunto cada vez mas
necesario habida cuenta del crecimiento de las poblaciones cercanas y la existencia de un
permanente flujo de particulares dentro de la empresa para adquirir los productos del
comisariato.

El nuevo comisariato, que ya para entonces era un supermercado particular pero que por la
costumbre conservó su nombre, fue instalado nuevamente por Emiro Angarita y Tulia en una de
las casas múltiples del campamento de obreros, ocupando toda la edificación. Allí funcionó
durante varios años, proveyendo a los coveñeros de los víveres y productos que requerían cada
vez en mayor volumen dado el crecimiento de la población nativa y el flujo creciente de la
población turística flotante. Para entonces el Campamento era un sitio abierto al tránsito de todos
e integrado con la población general.

El mismo crecimiento demográfico condujo a la necesidad de nuevos negocios de suministro de


víveres y productos en la región, competencia que tal vez no fue bienvenida para el comisariato,
178
Ibid.

157
negocio que se fue deteriorando y terminó cerrándose. Emiro, que había sido un buen enfermero
en el hospital de la Sagoc en Coveñas, formado al lado de Braulio, su padre, y luego un próspero
comerciante, vio acabarse sus negocios y se fue a vivir a Sincelejo donde murió pocos años
después.

Diagonal a la estación de servicio que había instalado el señor Braulio Angarita para suministro
de combustible, en la esquina de las vías a Guayabal y Tolú, José Gabriel Nieto, jefe de la Sagoc,
instaló un nuevo supermercado, La Milagrosa, para la época muy bien estructurado y dirigida la
atención de forma acuciosa y diligente por su bella esposa Cecilia. Los esposos Nieto, oriundos
de Cúcuta, llegaron a Coveñas años antes desde Tibú, Norte de Santander. José Gabriel como jefe
de departamento en los últimos años de la superintendencia dirigida por el señor Keeler. A la
partida de este último en 1973, José quedó como jefe de campo y fue a los pocos años, también ya
próximo a terminar sus labores en Coveñas cuando instaló La Milagrosa que posteriormente pasó
a ser de propiedad de Diosa.

4.4.4 PRIMERAS ESCUELAS Y LA ESCUELA GOLFO DE MORROSQUILLO

La primera escuela instalada en Coveñas data de 1919 cuando la Colombia Products Co.,
simultáneamente con el inicio de las construcciones del Packing House de Coveñas se construyó
una edificación para la escuela cerca del matadero local de reses, al Oriente del actual aeropuerto
de Coveñas. En ella trabajó como maestra de la Colombia Products Co., Roquelina Patrón Gómez
hasta mayo 4 de 1924 cuando ella misma fue nombrada Directora de la Escuela alternada de
Coveñas por la Inspección Local de Instrucción Pública, nombramiento mas tarde ratificado por
la Inspección Seccional del Departamento de Bolívar.

“Mi mamá, Roquelina Patrón Gómez fue la primera maestra de Coveñas. Cuando la creación de la
Colombia Products Co., fue maestra nombrada por el gobierno; después de ella fue maestra la señora María
Herazo y años mas tarde Carmen Patrón Navarro. Ya en la época de Sagoc, la primera profesora contratada
por esa empresa fue Tulia de Fex”.179

Después de Roquelina Patrón, quien renunció en 1925 por encontrarse en embarazo, fue
nombrada como maestra la señora María Herazo, oriunda de Tolú, quien trabajó allí durante mas
de diez años.

Figura 147. De paseo por el aeropuerto de Coveñas Figura 148. En el corredor occidental de Rancho Grande se
aparecen, de izquierda a derecha: Olimpia Merlano, encuentran, de izquierda a derecha. Maruja y CARMEN
Blanca Herazo, MARÍA HERAZO, segunda maestra de PATRÓN NAVARRO, Ana Sierra y NN. Coveñas, alrededor de
Coveñas; Ana Sierra Patrón, NN y Blanca Saltarín 1940
Martínez, también maestra.

179
Ibid.

158
Foto por cortesía de Ana Sierra Patrón Foto por cortesía de Carmen Sierra

Alrededor de 1940 la Sagoc destinó una de las casas del campamento de obreros para la escuela,
que seguía siendo pública pero apoyada por esa empresa. Fue su maestra Carmen Patrón
Navarro.

“Mi hermana Carmen Patrón Navarro trabajó como profesora de la Escuela pública de Coveñas antes que
la escuela funcionara en Rancho Grande y fuera de la Sagoc. La compañía le acondicionó una casa del
campamento de obreros para que funcionara la escuela y, para que viviera, le dio a Carmen la casa Nº 25
frente a la playa, al lado de Alfredo Castro y su esposa Mery; (Alfredo trabajaba en la estación de
bombas)”.180

Figura 149. Niños de la escuela pública de Coveñas, alrededor de 1940

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

En la figura anterior están, entre otros: Margie Castro, de rizos claros, debajo y al frente de ella su
hermana Norma, de rizos negros, ambas hijas de Alfredo Castro.

A comienzos de los años cuarenta, ante el crecimiento de las necesidades de espacio para albergar
un creciente número de escolares y las dificultades de las maestras de la escuela pública para

180
ENTREVISTA con Maruja Patrón Navarr. Bogotá, marzo de 2003

159
obtener la dotación de elementos educativos, la Sagoc decidió destinar una parte de la edificación
de Rancho Grande para instalar la escuela.

La institución creada por la Sagoc para los hijos de los trabajadores y para muchos otros niños de
la región que no eran hijos de trabajadores fue denominada con el nombre que mas se ajustaba a
su localización: ESCUELA GOLFO DE MORROSQUILLO. Se instaló en el segundo y tercer pisos del antiguo
matadero de Rancho Grande.

Fue entonces cuando la Sagoc construyó la escalera frontal exterior de casi dos metros de ancho
que lleva en suave declive desde el primero hasta el tercer piso, con descanso en el segundo nivel,
y con barandales de tubos galvanizados en color amarillo; en el segundo piso funcionó la sección
femenina y en el tercero la sección de varones. La escalera de Rancho Grande estaba destinada
exclusivamente para el acceso a la Escuela Golfo de Morrosquillo. La compañía tomó bajo su
tutela la escuela para su sostenimiento integral.

Figura 150. Rancho Grande en la década de 1970. Varias


de las ventanas del cuarto piso y sus marcos habían Figura 151. Rancho Grande en la década de 1970.
desaparecido desde antes de los años 70

Foto del autor Foto archivo personal del autor

La figura de la derecha es una vista más hacia el Occidente que la figura precedente. La Bonga, el
árbol frondoso a la derecha de la edificación era el delgado arbolito que en el año 1939 se muestra
en la fotografía de la figura 39 del capítulo 3.

El haber asumido la Sagoc el manejo y funcionamiento de la Escuela Golfo de Morrosquillo fue


un hecho providencial y decisivo para la región. Además de dotarla de unas espléndidas
instalaciones en Rancho Grande, la compañía procedió a contratar a los maestros, a dotarla de
pupitres, escritorios, tableros, los materiales y elementos mas modernos para la enseñanza;
anualmente suministraba gratuitamente a todos los niños desde los mas elementales lápices y
cuadernos (inicialmente pizarras), hasta los libros de texto siempre nuevos y actualizados cada
año, compases, reglas, transportadores, sacapuntas, colores, borradores y todo lo imaginable
requerido por los escolares, sin ningún costo para los padres de familia, incluyendo a aquellos
que no tenían relación laboral con la Sagoc.

Figura 152. Violet Arbouin y Carmen Sierra Patrón frente Figura 153. Escolares bajan por la escalera de la escuela
a la escalera de Rancho Grande Golfo de Morrosquillo

160
Foto por cortesía de Carmen Sierra Foto por cortesía de Carmen Sierra

Las inmensas instalaciones de la escuela eran de tal magnitud que, organizados los salones de
clase, la mayor parte de los espacios sobraba y aún permitían que los escolares retozaran en horas
de recreo e hicieran educación física dentro de estas áreas, si bien el esparcimiento del largo
recreo vespertino se hacía fuera de la escuela, en los campos circundantes a Rancho Grande. El
horario de la escuela seguía aproximadamente el ritmo del horario de trabajo, aunque en ella se
ingresaba a las 7 de la mañana, pero siempre funcionó en dos jornadas con receso al medio día.

 LOS EDUCADORES.

Por la Escuela Golfo de Morrosquillo transcurrieron varias de las generaciones de niños


coveñeros que se nutrieron de las enseñanzas y experiencias de los profesores contratados por la
Sagoc.

Los maestros de la ESCUELA PÚBLICA DE COVEÑAS y después de la Sagoc en la ESCUELA GOLFO DE

MORROSQUILLO fueron entonces, en su orden:

De la ESCUELA PÚBLICA:

1. Roquelina Patrón de Sierra (entre 1919-1926). Cuyas realizaciones fueron expuestas


anteriormente.
2. María Herazo (aproximadamente entre 1926-1938)
3. Carmen Patrón Navarro (entre 1939- ?). Quien trabajó después en su natal Tolú como maestra
hasta su retiro y falleció de avanzada edad en Tolú en el año 2006.

De la ESCUELA GOLFO DE MORROSQUILLO:

Los profesores de la escuela Golfo de Morrosquillo eran maestros de excepcionales cualidades


académicas y personales.

161
TULIA DE DE FEX, quien trabajó sola y era la esposa de Hector de Fex, que manejaba el personal de
la Sagoc, anotando las horas y demás detalles del rol diario y mensual fue la primera maestra de
la escuela Golfo de Morrosquillo.

Figura 154. Durante un día de recreo en la playa aparecen,


de izquierda a derecha: Héctor de Fex, TULIA DE FEX,
Violeta Arbouin y Rafael Moré Bonfante. Coveñas,
alrededor de 1948

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

REBECA PELUFO MARTÍNEZ, fue la segunda maestra de la Sagoc en la Escuela Golfo de Morrosquillo.
Mujer de notable belleza y gran carisma quien también trabajó sola con pocos alumnos. Vivía en
la casa Nº 19 con su madre y hermanos.

Figura 155. Rebeca Pelufo Martínez, segunda maestra de Figura 156. José Pedro (Pepe) Yemail Tous. Director de la
la Escuela Golfo de Morrosquillo Escuela Golfo de Morrosquillo

Foto por cortesía de Ana Sierra Patrón Foto por cortesía de Álvaro Guarín

Después de Rebeca Pelufo llegó como director el profesor toludeño JOSÉ PEDRO YEMAIL (PEPE). Con
su llegada la escuela fue dividida en las secciones masculina y femenina. Pepe fue un personaje
de fino y agradable trato, siempre atento a los desarrollos de sus alumnos y colaboradores.
Estuvo en la dirección de la Escuela por pocos años y regresó a trabajar como educador en su
tierra natal donde murió siendo bastante joven. Pepe trabajó con PEDRO ORDOSGOITIA y DYDO HERAZO

162
BAENA; después llegó BLANCA SALTARÍN MARTÍNEZ, y luego CARMEN TORRENTE Y HERNANDO LANDAZABAL.
También fue maestro CARLOS TERÁN GARCÍA, hijo de Pascual Terán, trabajador de la Sagoc.

Figura 157. Primera comunión con profesores; de Figura 158. Blanca Saltarín Martínez. Coveñas, 1958.
izquierda a derecha, arriba: el director de la Escuela: José Maestra de la Escuela Golfo de Morrosquillo
Pedro (Pepe) Yemail Tous, las maestras Blanca Saltarín
Martínez, N.N y Dydo Herazo. Coveñas, 1958

Foto por cortesía de Ana Sierra Patrón Foto por cortesía de Ana Sierra Patrón

DYDO HERAZO provenía de familia de educadores (nieta de María Herazo); su buen genio para con
los niños y su trato afable y cariñoso fueron cualidades destacadas. Blanca Saltarín Martínez se
caracterizó por su profesionalismo y habilidad en la enseñanza, su buen humor y trato afable y
atento; trabajó con la Sagoc hasta su jubilación y luego con las hermanas de Santa Rosa de Lima,
congregación a la cual se unió años mas tarde y de la cual también se retiró y vive actualmente en
su natal San Juan Nepomuceno, departamento de Bolívar.

CARMEN TORRENTE fue la alegría personificada. Manejaba con especial propiedad no solo la
enseñanza sino también los variados programas que organizaba para la recreación y
esparcimiento de los escolares y profesores. Un infortunado accidente de tránsito sufrido durante
unas vacaciones la dejó parapléjica y desde entonces estuvo en su silla de ruedas al cuidado de su
inseparable y amorosa madre, doña Amada.

Ella era la persona especial para organizar cuanta presentación debiera hacerse: comedias
estudiantiles, obras de teatro, declamación de poesías en conmemoración de días patrios,
etcétera; entre las mas recordadas están: la presentación del Brindis del Bohemio; la
escenificación de las aventuras y vicisitudes de un sacerdote que viaja a tierras ignotas a
evangelizar “infieles”, basada en la interpretación de la canción “El Misionero”, que se hizo en el
entablado construido para esos actos en la sección femenina de la escuela, incluyó la
escenificación de la frágil lancha en la que llegaba a una isla remota e inexplorada, navegando
por un mar azul cuyas olas fueron simuladas con un primitivo mecanismo manual que consistía
en delgados palos de mangle extendidos a lo largo del escenario, paralelos entre sí y con tablas
triangulares dispuestas a modo de espinas lo largo de cada palo. Sobre los palos se extendió un
gran pliego de grueso papel arrugado pintado de azul y verde de diversos tonos. El movimiento
de las “olas” se conseguía mediante la rotación desordenada de los palos, realizada por
participantes ocultos y que producía gran ruido (no deseado) sobre la tarima.

163
Carmen era muy joven cuando sufrió el accidente y, como es natural, en los primeros años de la
rehabilitación se le veía deprimida y algo desesperanzada, pero era una mujer de gran fortaleza
de ánimo y logró superar con creces su limitación física, así que recuperó su habitual buen genio
y personalidad extrovertida y pudo continuar con sus labores de educadora, con lo cual
contribuyó grandemente no solo a la educación formal de sus alumnos sino a dar a todos un gran
ejemplo de superación personal y de la forma de vencer la adversidad.

Carmocha, como llamaban familiar y cariñosamente a Carmen, guardaba un secreto que solo en
este momento es de conocimiento público. Su hermana Yolanda vivía en Panamá con su esposo
Carlos Man y sus hijos; ellos regresaron a Colombia por los años 60 con el pretexto que se iban a
divorciar y querían organizar sus hijos, pero en realidad llegaron a traerle a Carmen a Claudio
Alberto, “Yayo”, que no era hijo de ellos sino de Carmen. Cuando ella sufrió el accidente se
encontraba en embarazo y a los pocos meses se fue a Panamá anunciando la realización de un
tratamiento médico, pero en realidad fue a tener su hijo allá, dejarlo con su hermana y cuñado y
regresar a Colombia a continuar con su trabajo.

Claudio Alberto, quien es el niño rubio que aparece en la fotografía de la figura 157 exactamente
detrás de Carmen, vivió en Panamá con sus tíos como hijo de ellos hasta cuando, luego de
escuchar furtivamente una conversación de Yolanda y Carlos, se enteró que su madre era
Carmen, asunto que le fue confirmado por ella misma cuando, antes de ser sometida a una
cirugía, se lo confesó al oído: “Yayo, tu eres mi hijo”. El vivió varios años en Coveñas al cuidado de
su verdadera madre, regresó a Panamá y ya adulto se fue a Italia donde vive en la isla de
Lampedusa como exitoso propietario del Club recreacional llamado Macondo.

Figura 159. Carmen Torrente poco después del accidente


es llevada al hospital por Antonio Camacho; detrás de Figura 160. Carmen Torrente en sus últimos años en
ellos la rampa sur de acceso al cuarto piso de Rancho Coveñas, aquí con Mr. Bowen.
Grande. Coveñas, 1958

Foto tomada del periódico Colpet al Día. N° 59,


Foto por cortesía de Carmen Sierra
Noviembre de 1968, p. 2

El descubrimiento del secreto de Carmen, relatado por su propio hijo, muestra además la faceta
de sacrificio de la recordada Carmen Torrente quien, ante una sociedad proclive a la
estigmatización de las mas naturales circunstancias humanas, debió permanecer alejada de su

164
mas caro amor y ocultando su secreto que llevó consigo hasta sus últimos días. A su retiro de la
Sagoc, Carmen se fue a vivir a Sabanalarga, de donde era oriunda y años después murió allí, con
el aprecio, cariño y recuerdo imperecedero de sus familiares, exalumnos y amigos.

Figura 161. Claudio Alberto Torrente, el hijo de Carmen, Figura 162. Claudio Alberto Torrente, el hijo de Carmen,
con su hija en Macondo Club de la isla de Lampedusa, con su esposa Simona en Macondo Club de la isla de
Italia. Lampedusa, Italia

Foto por cortesía de Claudio Alberto Torrente Foto por cortesía de Claudio Alberto Torrente

HERNANDO LANDAZABAL fue uno de los últimos directores de la Escuela. Oriundo de Cúcuta, pero
radicado en Lorica, se estableció y adaptó rápidamente en Coveñas con su esposa Ernestina
(Nesty) y con sus pequeños y hermosos hijos Hernando (Hernandito) y Ana Mercedes (Ani). Su
alta e imponente figura era comparable con su estatura como maestro, su afable personalidad y
su gentileza. Fue maestro de excepcionales cualidades docentes que dejó honda huella en quienes
tuvimos la fortuna de ser sus alumnos. Viajó con su familia a los Estados Unidos y se radicó allí
desde los años 60. De sus hijos, Hernando es arquitecto y Ana Mercedes es abogada; todos viven
en Estados Unidos.

Figura 163. A la izquierda, profesor Hernando Landazabal con su hijo Hernando y su esposa
Ernestina (Nesty); a la derecha, Ana Mercedes Landazabal (Annie). Coveñas, 1958

Fotos por cortesía de Ana Sierra Patrón

“En el año 1964 llegaron a Coveñas las Hermanas de Santa Rosa de Lima; primero la Madre
Caridad, que era la superiora, luego las hermanas Catalina, Amelia, Marina, y después llegaron las
hermanas Teresita, Purificación y Custodia. Ellas trabajaron inicialmente en las mismas
instalaciones de Rancho Grande durante algunos años, pero después la Sagoc construyó las nuevas

165
instalaciones de la Escuela Golfo de Morrosquillo frente a la Iglesia de Coveñas. Las monjas
instalaron su vivienda en la casa N° 24, que era donde vivían don Juan de la Cruz González de la
Ossa con doña Olimpia Merlano y su hija Rita. En esa misma casa tienen actualmente su vivienda y
capilla”.181

Figura 165. Salón de clases de la Escuela Golfo de


Figura 164. Hermanas de Santa Rosa de Lima. Coveñas,
Morrosquillo durante la Sagoc y la dirección de las
1964
Hermanas de Santa Rosa de Lima. Coveñas, 1965

Foto tomada de: Aprobados estudios primarios en el colegio Foto tomada de: Nuevo personal directivo en Escuela de
Golfo de Morrosquillo. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum Coveñas. Colpet al Día : Colombian Petroleum Company. Bogotá,
Company, Bogotá: N° 79, (Enero de 1971); p. 3. N° 18, (mayo de 1965) p. 2, c. 2-3

“Innegables beneficios se han derivado para la educación primaria en la Escuela “Golfo de


Morrosquillo”, de Coveñas, con el cambio operado en el personal directivo, ya que ahora se ha
confiado la dirección a las hermanas misioneras de Santa Rosa de Lima, pedagogas y
educadoras especializadas en el ramo y quienes inmediatamente después de asumir la dirección
iniciaron la ampliación de cursos y el aumento de los cupos en todas las aulas. El beneficio se
ha extendido también a los niños de los particulares, hasta el punto de que por lo menos un
mínimo de sesenta niños, no hijos de trabajadores, están recibiendo enseñanza y educación de
estas excelentes servidoras. Con la ampliación de los cursos hasta el quinto año elemental se ha
completado la enseñanza primaria, y como ésta se extiende a todo el personal escolar, la
instrucción pública de Coveñas ha ganado considerablemente”.182

Las Hermanas de Santa Rosa de Lima tomaron la dirección y manejo del colegio desde 1964. Se
les asignó la casa Nº 24 como vivienda y continuaron trabajando durante varios años en las
mismas instalaciones que la Sagoc había destinado en Rancho Grande para la escuela Golfo de
Morrosquillo. De forma similar a lo que había pasado con el comisariato, que se encontraba
dentro de las instalaciones de la empresa, con el tiempo fue visible la necesidad de sacar la
escuela, no solo por la seguridad misma de los escolares sino también con el interés de darle un
ámbito mas acorde con las labores educativas; así que la Sagoc construyó una nueva escuela que
se situó inmediatamente a continuación de las casas mas nuevas del campamento de obreros y
también al frente de la iglesia. Desde entonces funcionó allí la Escuela Golfo de Morrosquillo
como escuela primaria hasta hace poco tiempo cuando le fue cambiado el nombre por el de
Ismael Contreras.183
181
ENTREVISTA con Carmen Sierra Patrón. Bogotá, enero de 2002
182
NUEVO PERSONAL directivo en escuela de Coveñas. En: Colpet al Día: Colombian Petroleum Company, Bogotá: Nº 10, (Mayo de 1965); p.
2, c. 2-3.
183
La nominación de la Escuela Golfo de Morrosquillo como colegio Ismael Contreras se produjo Al parecer por una decisión del Concejo
municipal de Tolú, cuando Coveñas era Corregimiento de ese municipio y respondió a la exaltación del nombre de un personaje cuya
trascendencia, realizaciones o contribuciones a la educación, la cultura o el desarrollo de la región o de la institución son completamente

166
MARÍA ROMERO PAREDES.

• UNA NUEVA EDUCADORA PARA UNAS NUEVAS GENERACIONES.

Para mediados de la década de 1960-70 las Hermanas de Santa Rosa de Lima tomaron la
responsabilidad de continuar con la instrucción primaria en la Escuela Golfo de Morrosquillo
que pasó, de las instalaciones de Rancho Grande a la nueva escuela en la proximidad de la
iglesia. Los hijos de los trabajadores de Sagoc y los demás niños de Coveñas (incluidos los de
Guayabal y áreas próximas) continuaron recibiendo su educación primaria bajo la tutela de las
hermanas de esta congregación, como ya se ha descrito.

Mayito Romero, quien se había desempeñado como educadora en Sincelejo cuando esta ciudad
y la región estaban integradas al departamento de Bolívar, decidió formar parte de la
comunidad social y educativa de Coveñas desde 1968, trayendo sus conocimientos, su
experiencia y su don de gentes para instalar, frente a la casa Nº 23 de las construidas frente a la
playa por la Sagoc, uno de los centros educativos mas interesantes y novedosos de Coveñas. En
la casa habían vivido durante muchos años Washington Romero, Carmen Sierra y su hija
Raquel. Sus familiares, entre ellos Mayito, hermana de Washington, llegaban con frecuencia
desde Sincelejo para disfrutar de los atractivos de Coveñas y, particularmente, de la tranquilidad
que ofrecía a sus visitantes. Frente a la casa, en el sitio destinado para el jardín, bajo frondosos
árboles de matarratón y clemones de sombra refrescante instaló mesas, bancas y sillas para los
niños de kinder y primer año de enseñanza primaria.

El kiosco adyacente, también con mesa y bancas, ha sido parte del ámbito de trabajo de Mayito y
de instrucción de los niños quienes, a la sombra de estos árboles, con la refrescante brisa marina
y el suave rumor de las olas a solo cinco metros de sus sillas, cada año renovados, generación
tras generación, han disfrutado de sus enseñanzas y, sobre todo, de su habilidad como
educadora, su buen genio y su personalidad predestinada para la empatía con los niños.

Su escuela llegó a suplir, desde hace cuarenta años una de las mayores carencias de Coveñas, la
formación preescolar, que desde entonces permitió a los niños comenzar desde temprana edad
su incursión en el conocimiento y la socialización, todo ello en un contexto poco habitual de
enseñanza al aire libre, en un ambiente natural pleno de placidez y armonía.

Recientemente ha sido justa merecedora de un homenaje por sus cuarenta años de trabajo como
educadora al servicio de la niñez y, con ellos, de la sociedad coveñera.

Figura 167. María Romero. Nueva


Figura 166. María Romero. Coveñas, 1961
educadora. Coveñas, 2008

desconocidas; resulta por lo menos extraño que una institución pública educativa lleve el epónimo (nombre de una persona con el que se designa
un pueblo, una unidad, etc.) y honre a un personaje de quien no se conocen realizaciones precisamente destacadas que hayan conducido a dicho
honor. N del A.

167
Foto por cortesía de Carmen Sierra Foto del autor
Fotos por cortesía de Ana de Moré y Raquel Romero

Figura 168. Niños de la escuela de Mayito Romero. Coveñas, 1980

Fotos del autor

Con Mayito Romero se han formado un sinnúmero de niños y jóvenes desde los primeros años
de su vida, que han adquirido un singular bagaje educativo y cultural derivado del estilo de
formación educativa de Mayito. Todo ello desarrollado en un ámbito de frescura y naturalidad
que, antes que un distractor para los alumnos, se constituye en un estimulante para la
adquisición de conocimientos, la creatividad del espíritu y el crecimiento de los niños.

Figura 169. Celebración eucarística en el Kiosco del preescolar de Mayito Romero

Foto por cortesía de Raquel Romero

168
En el año 2008, a los cuarenta años de su actividad profesional como educadora, Mayito Romero
fue objeto de un merecido homenaje por parte de la alcaldía municipal y la comunidad de
Coveñas.

 ¡SE AHOGÓ JORGE AUSTIN EN LA BOQUITA!

Don Luis Atencio era un personaje singular. De talla alta (a la vista de nuestra estatura infantil),
musculoso, con voz gruesa y fuerte; a su gran tamaño se sumaba su fuerte personalidad por lo
que era hombre ideal para las labores de buzo con escafandra y las otras como maquinista de
equipos pesados. El mar era siempre un gran atractivo para los niños y muchachos de Coveñas
que con frecuencia se escapaban de la escuela para recrearse desnudos en el mar sin permiso de
los padres. No era frecuente vivir incidentes o accidentes en el mar pero muchos de los padres
limitaban expresamente los retozos de los jóvenes en el agua a los momentos en que podían estar
supervisados por adultos. El temor a un posible accidente y la circunstancia de que los jóvenes se
escapaban de la escuela para irse a bañar había hecho que Don Luis Atencio, seguramente
pensando en la seguridad y el futuro de los niños, desarrollara casi una obsesión por evitar tales
escapadas y baños fortuitos. Por ello, con cierta frecuencia y a diversas horas del día pasaba por
la playa para ver si encontraba niños retozando furtivamente. Para evitar ser descubierto en su
pesquisa dejaba el camión con que trabajaba detrás de las casas y, al encontrar los niños la
situación se tornaba entre jocosa y dramática. La gran figura de Luis aparecía súbitamente en la
playa frente a los bañistas, procedía a recoger toda la ropa que habían dejado en la playa, se
soltaba la correa del pantalón sacándola con un ruido parecido a un latigazo y procedía a llamar
a los niños por señas para que salieran a la playa. Mientras tanto, ya habiendo observado su
presencia, los niños estallaban en llanto, desazón, alaridos, gritos y súplicas hacia Luis Atencio,
pero finalmente iban saliendo, llorosos y con gritos lastimeros a recibir cada uno su dosis de
correa para después ser enviados sin ropa a sus casas.

Figura 170. Luis Atencio: Un hombre rudo con un gran corazón. Entre sus ocupaciones y responsabilidades como
soldador, buzo y maquinista sacaba tiempo para ser el ángel de la guarda de los niños. Coveñas, años 60.

Foto por cortesía de María Monterrosa

La obsesión y los temores de Luis Atencio, como conocedor de los peligros del mar, tenían sus
razones en la protección de los niños. Debido a que Luis Atencio los buscaba en varios sitios de la
playa, y no existía casi ningún sitio que escapara de su vigilancia y de su aparición súbita, los

169
muchachos optaron por ir a bañarse un poco más lejos. Las aguas de "La boquita" procedentes
del arroyo de Villeros que desembocan unos 500 metros al Oriente de las casas del frente de la
playa, bordeadas por manglares, oscuras por su tinte, eran casi siempre tranquilas porque su
caudal era mínimo y porque su salida al mar se cerraba frecuentemente en el bajamar. Su
situación relativamente apartada y más o menos oculta a la vista de intrusos, como don Luis, la
hacía el sitio ideal para las escapadas acuáticas de los muchachos. Los árboles de mangle
circundantes brindaban un atractivo adicional ya que se podían utilizar como trampolines o
plataformas improvisadas para realizar clavados en las quietas aguas. Vivienda de jaibas
moradas, caracoles y cangrejos rojos, con poca profundidad (1.5 metros máximo), "La Boquita"
encerraba un inquietante peligro: en su fondo existían troncos y rocas arrastrados por el arroyo y
palos caídos del manglar.

Un aciago día, un nutrido grupo de muchachos se escapó de la escuela y se fue a bañar a "La
Boquita". Jorge Austin era un muchacho moreno, más o menos musculoso y tendría alrededor de
14 años. En el fragor de la diversión y de manera inadvertida para sus compañeros, Jorge se subió
a uno de los mangles e hizo un "clavado" hacia las aguas. Los compañeros no notaron que no
había salido a la superficie, y solo varios minutos mas tarde se percataron de su ausencia; ante la
angustia general procedieron a llamarlo a gritos sin encontrar respuesta. Jorge estaba en el fondo
del agua. Un golpe en la cabeza lo dejó inconsciente y se ahogó en "La Boquita". Los muchachos,
no pudiendo hallar a Jorge, corrieron hacia sus casas para dar la alarma a sus padres y horas mas
tarde el cuerpo sin vida de Jorge fue rescatado del fondo del agua oscura. Desde entonces los
padres proscribieron de manera rotunda a los hijos la práctica de baño de mar sin permiso y sin
vigilancia y comisionaron a don Luis Atencio de manera clara y terminante para que aleccionara
con su inseparable correa a cualquiera de los muchachos que encontrara transgrediendo la
prohibición. Jorge Austin fue el primer ahogado y el segundo muerto que conocimos en Coveñas.

4.4.5 EL HOSPITAL Y SU PERSONAL

Como hemos visto, el Hospital de madera de la Colombia Products Co., estaba situado cerca de
las edificaciones de madera de oficinas, residencia, club, hotel, etc.. También fue
exhaustivamente remodelado por la empresa contratista y fue utilizado como tal por la Sagoc
durante los primeros años de funcionamiento. El consultorio odontológico originalmente
construido por la Colombia Products Co., no se encontraba dentro de las instalaciones del
Hospital, ni siquiera en la proximidad del mismo; estaba a unos cincuenta metros al Este del
hospital, en una caseta solitaria en un campo de pastos, con su debido anden de acceso, próximo
al sitio donde la Sagoc construiría las casas de “La Herradura” en 1939, que vinieron a hacer
compañía a las edificaciones del hospital y consultorio odontológico. Con el paso de los años, al
igual que las otras construcciones de madera, hospital y consultorio odontológico volvieron a
ser presa del comején.

En el caso particular del Hospital ya no brindaba las condiciones adecuadas para los
requerimientos de aislamiento, aseo y esterilidad de las zonas destinadas a cirugía, partos,
curaciones y demás actividades médicas y odontológicas, por lo que en 1949 la Sagoc procedió a
construir un nuevo hospital en mampostería, con las especificaciones técnicas y científicas de la
época para una edificación de esa naturaleza.

170
Figura 171. Hospital de la Colombia Products Co. y de la Figura 172. Nuevo hospital de la Sagoc. Construcción en
Sagoc. Coveñas, 1939 mampostería. Coveñas, 1980

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler Foto del autor

En 1940, dadas las dificultades económicas derivadas de la escasa exportación de crudo, la Colpet
había aplazado la construcción de un gran hospital en La Petrólea, que finalmente fue edificado y
dotado con los mas modernos equipos y personal; ese fue, en su época, el mas moderno centro
hospitalario de América Latina. Con tal experiencia, habidas las consideraciones de menor
volumen de personal para atender y menos requerimientos de servicios, la Sagoc construyó el
nuevo hospital en Coveñas con una estructura pabellonal, como los antiguos hospitales franceses,
con características similares pero de mucho menor tamaño que el de La Petrólea.

La edificación del hospital de la Sagoc en Coveñas mira hacia el norte desde la colina posterior a
Rancho Grande, al Oeste de la rampa sur del matadero. Está constituido por la sala de espera, las
oficinas de administración, consultorios médicos y odontológico, sala de inyectología, farmacia,
sala de cirugía, sala de rayos X y múltiples habitaciones individuales y colectivas para
hospitalización. Todas las áreas son de gran amplitud y comodidad y se transita hacia ellas por
amplios y ventilados corredores interiores.

El Departamento médico de las empresas Colpet-Sagoc se manejaba de manera conjunta entre las
dos filiales, de forma que se compartían equipos, medicamentos, servicios y personal.

Figura 173. Doctor Alfredo Landínez Figura 174. Doctor Víctor Salamanca, Figura 175. Doctor José Manuel
Salamanca, médico de Colpet - Sagoc. médico de Colpet - Sagoc. Tibú, 1965 Solano, médico de Colpet - Sagoc.
Tibú, 1965 Tibú, 1965

Fotos tomadas de: Contribución de Colpet y Sagoc a la Investigación Médica en Colombia. En : Colpet al Día :
Colombian Petroleum Company, Bogotá: N° 18, (mayo de 1965), p. 3
Entre los médicos que sirvieron a los trabajadores de Sagoc en Coveñas se encuentran: en los
primeros años de la Sagoc, los doctores Sánchez Puyana y Borda, quienes trabajaron con el doctor
Alfredo Landínez Salamanca; este último ejerció inicialmente en Coveñas durante varios años

171
trabajando en el hospital de madera, pasó después a trabajar en Tibú, regresando a Coveñas
esporádicamente; fue un personaje eminentísimo, miembro de academias internacionales de
medicina e investigador y escritor de artículos médicos en revistas internacionales. También
trabajaron allí los doctores Eduardo Pacheco Pérez, Adolfo Cumplido, Ricardo Rosales
Villadiego, Víctor M. Salamanca y por cortos períodos, el doctor Manuel Solano y Ernesto
Buitrago Mantilla.

Entre los odontólogos estuvieron los doctores Manuel A. Durán, quien mas asidua y
frecuentemente asistió a Coveñas y Juan González Lamadrid, que trabajaba en Tibú y solo
ocasionalmente iba a Coveñas.

Figura 176. Doctor Manuel A. Durán, Odontólogo. Tibú, 1966

Foto tomada de: Conferencias sobre cerámica dental. En : Colpet al Día : Colombian Petroleum Company, Bogotá: N°
35, (Octubre de 1966), p.2. c. 4

En sus comienzos, y durante más de quince años, la farmacia del hospital de Coveñas fue surtida
con medicamentos y productos importados ya que el desarrollo de la industria farmacéutica en
Colombia era exiguo y seguramente los norteamericanos preferían sus propios medicamentos a
los escasos que se producían en el país.

Entre los elementos curiosos que se importaban y que la Sagoc mantenía en el hospital y en
botiquines, estaban unas pequeñas cajas de alrededor de 10 x 5 x 2 centímetros, que llegaban
selladas de fábrica y que contenían diversidad de productos, a su vez empacados en ampolletas o
cápsulas colapsables para uso inmediato y para ser desechados, entre ellos: Merthiolate y
Mercurocromo para el tratamiento rápido de heridas y Amoníaco para reanimar pacientes
inconscientes. Por el reducido tamaño de las cajas, a veces no se sospechaba la naturaleza de su
contenido y era extraordinario ver surgir de ellas elementos de gran tamaño como gasas,
vendajes elásticos y férulas de mallas metálicas para inmovilizar miembros. Así que, con esas
cajas, se aprovisionaban conveniente y completamente los botiquines sin ocupar demasiado
espacio y el uso de los productos era, además de fácil, higiénico.

Después de 1956, cuando fue puesto en servicio el hospital de la Colpet en Tibú, Norte de
Santander, también se puso en servicio el laboratorio farmacéutico propio de la empresa, se
elaborarían allí numerosos productos para el consumo interno de los trabajadores y sus
familiares y llevarían de Tibú al hospital de Coveñas la mayor parte de los medicamentos

172
requeridos. De la propia producción de la Colpet, en la farmacia habría sustancias como:
expectorantes de guayacolato y bálsamo de Tolú, antiparasitarios de piperazina, elíxires
vitamínicos de complejo B, líquidos laxantes, aceite de bacalao, ungüentos analgésicos con base
en mentol, colirios oftálmicos, gotas antiespasmódicas con base en papaverina, aspirinas, tabletas
antipalúdicas de cloroquina, alcohol, merthiolate, mercurio cromo, tintura de Yodo, y otros
medicamentos inyectables, porque aún ampolletas se hacían en ese laboratorio. Los demás
medicamentos no producidos en Tibú se importaban y, en los años sesenta, se comenzaron a
comprar a los proveedores nacionales.

En la farmacia del hospital de Coveñas trabajaron, entre otros, César Martínez y Siervo Pinto
Munar. Este último pasó a trabajar con Ecopetrol en 1976 y todavía vive en Cúcuta manejando
una droguería de su propiedad.

Figura 177. César Martínez. Figura 178. Siervo Pinto Munar.


Farmaceuta. Tibú, 1968 Farmaceuta. Tibú, 1968

Fotos tomadas del periódico Colpet al Día. N° 52, abril de 1968, p. 2 y N°


51, febrero, marzo de 1968, p. 8

Para nuestra época parecerá increíble que una empresa petrolera, además de sus múltiples,
costosas y complejas actividades tuviera un laboratorio farmacéutico como el de la Colpet en
Tibú, pero para esos años los recursos disponibles en el país eran exiguos, mas aún en una región
tan inhóspita y alejada de las grandes urbes como era el Catatumbo colombiano, y era preciso
disponer in situ de la mayor parte de los recursos necesarios para mantener la calidad de vida de
los trabajadores y de sus familias; el laboratorio fue uno de dichos recursos.

En la administración del hospital de Coveñas, encargada los aspectos secretariales y de dotación,


mantenimiento y adquisiciones y de personal, estaba la señorita Violeta Margarita Arbouin,
personaje de ascendencia inglesa que vivía con su madre, doña Carmelita y su hermano Frank.

Violeta llegó a Coveñas en agosto de 1943 en compañía de su madre y hermano a vivir y a pescar
en el mar de Coveñas, pero un buen día se encontró con un médico del hospital, el doctor Borda,
quien le preguntó que: ella ¿qué hacía pescando?, y le dijo que se fuera a trabajar al hospital. Así lo
hizo y comenzó a trabajar en el hospital de madera como administradora desde septiembre u
octubre de 1943. En 1950 siguió en su mismo cargo en las nuevas instalaciones del hospital de
mampostería hasta su jubilación.

173
Violeta parecía un ama de llaves inglesa (esa era su ascendencia) y tenía siempre en la mano un
llavero de cadena larga con todas las llaves del hospital. Una vez que se levantaba de su escritorio
comenzaba a darle vueltas al llavero y el sonido emitido delataba la proximidad de su llegada.
Conocía como nadie más los pormenores del mantenimiento y dotación del hospital, que
manejaba con especial destreza; era la mano derecha de los médicos y, aunque no era enfermera,
por su habilidad, algunos de ellos le llamaban para que les asistiera en labores menores de
enfermería. Su dicción era moderadamente dificultosa, y se hacía mas notoria por el consumo de
Chiclet’s Adams, que contribuía a hacer ininteligible lo que decía; pero en el hospital le entendían
bien. Violeta fue una excelente persona y hábil trabajadora; cuidaba con esmero a su madre y
después de la muerte de su progenitora siguió viviendo con su hermano Frank, también soltero.

Como tesorera de la Junta, fue una de las gestoras e impulsoras de la construcción de la Iglesia
del Perpetuo Socorro de Coveñas. Permaneció soltera, se jubiló con la Sagoc y falleció en Bogotá
pocos años después.

Los primeros enfermeros de la Sagoc eran prácticamente empíricos; en su mayoría no habían


estudiado y, como otros trabajadores de la compañía, su actividad laboral respondía a su
experiencia y a los conocimientos adquiridos sobre la marcha o aprendidos de sus antecesores.
Entre los enfermeros y enfermeras - porque en los campos petroleros siempre había enfermeros -
se encuentran:

El señor Braulio Angarita y su hijo Emiro, que aprendió el oficio con su padre; la señorita Edna
Austin, hija del trabajador Ben Austin; Leonidas Vanegas, Pedro Lobo, Clelia de Durán, Argemira
Picón, Gladys Ruiz y Candelaria Herrera y un ordenanza de apellido Durán.

Edna Austin comenzó a trabajar en la Sagoc en 1944; era una mujer morena de excelente trato y
gran habilidad en su actividad como enfermera; todos los trabajadores y familiares la buscaban
para que les aplicara las inyecciones formuladas porque “la mano no se le sentía”; murió de
cáncer en Coveñas a temprana edad.

Pedro Lobo era de carácter jocoso, jovial, y disfrutaba haciéndole bromas de mal gusto a los
trabajadores hospitalizados y se aparecía en las habitaciones de los enfermos a primera hora de la
mañana con una bolsa para lavados que le ponían a todos y cada uno de ellos, tuvieran lo que
tuvieran, se lo hubieran recetado o no.

Pero cuando un día cayó enfermo y fue hospitalizado, el ordenanza (de apellido Durán),
aprovechó para “cobrarle” sus bromas a nombre de los trabajadores, así que, sigiloso, se acercó
hasta su cama y tocándole el trasero le dijo:

― “....Pedro, ¿Hoy amaneciste mujer?” (por: mejor), con el natural sobresalto y disgusto del
bromista hospitalizado.

Figura 179. Pedro Lobo. Enfermero de Figura 180. Argemira Picón.


Sagoc. Coveñas. 1958 Enfermera de Sagoc. Coveñas.

174
Foto por cortesía de Carmen Sierra Foto por cortesía de Álvaro Guarín
Patrón

Clelia de Durán fue una de las últimas enfermeras que llegó a trabajar con la Sagoc en Coveñas;
su paso fue breve porque se casó con el odontólogo Dr. Manuel Durán y se fueron para Cúcuta,
los dos fallecieron hace muchos años. Por algunos años Argemira Picón, de Ocaña, también fue
enfermera de la Sagoc. Vivió en Coveñas con su madre y actualmente vive en Bogotá.

Durante los últimos años de existencia de la Sagoc en Colombia, la prestación de los servicios de
salud de Coveñas fue contratada con el doctor Ricardo Rosales Villadiego, médico sincelejano de
gran experiencia que trajo al hospital a sus enfermeras: Gladys Ruiz de Useche y Candelaria
Herrera. Al finalizar la Sagoc su permanencia en Colombia todos ellos pasaron a ser empleados
de Ecopetrol, el Dr. Rosales en Cúcuta, donde dirigió el equipo de salud de esa ciudad y después
en Tibú, donde trabajó como médico Industrial hasta su jubilación; Gladys, natural de Magangué
fue trasladada a Tibú y Candelaria permaneció en Coveñas hasta su jubilación y aún vive allí.

El hospital de la Sagoc, que sirvió a los trabajadores y sus familiares, a los jubilados y a todas las
personas de la región que requirieran sus servicios, ― ya que la Sagoc no excluía a las personas
de la región de la opción de atención médica y hospitalaria ―, es también el hospital que hoy
sirve a los soldados de Colombia de la Base Naval ARC Coveñas.

 “ME LLEGARON UNAS VITAMINAS BUENÍSIMAS PARA LOS MUCHACHOS”

Papá, que era una especie de médico frustrado, no era sino oírnos estornudar para salir a
preparar alguna inyección “para la gripa”; siempre tenía a mano en la casa varias ampollas de
Bronquisol y preparaba la jeringa de vidrio y las agujas, que entonces no eran desechables, en un
recipiente de acero que era todo un aparataje especialmente diseñado para “esterilizar” los
implementos; todo lo hervía en agua en pocos minutos con la llama del alcohol y nos aplicaba
inyecciones con gran destreza a nosotros y a nuestros amigos. Porque también nuestros amigos
fueron pacientes víctimas (o afortunados) de sus frecuentes inyecciones cuando, estando de visita
en casa, les oía un estornudo o alguna tosecilla. Fue muy amigo y compadre de Braulio Angarita,
enfermero eficientísimo del hospital y excelente persona.

Figura 181. Braulio Angarita. Enfermero de la Sagoc en Coveñas

175
Foto por cortesía de Lucía Angarita

Cuando Braulio se jubiló de la Sagoc se fue a vivir a Guayabal, donde montó una farmacia y
prestaba sus servicios “médicos” a los pobladores. Solo que tenía la pérfida costumbre de avisarle
“oportunamente” a papá que: “me llegaron unas vitaminas buenísimas para los muchachos”, y “me
llegaron unas inyecciones de calcio”, anuncios que, conociendo su avidez y pasión por las
inyecciones, le hacía al paso cuando íbamos por Guayabal y se detenía a saludarlo, y que eran el
preludio de la nueva dosis de inyecciones que próximamente recibiríamos.

4.4.6 LA IGLESIA

PRIMERAS EVIDENCIAS: La primera iglesia de Coveñas fue construida en tiempos coloniales y de ello
no se tienen registros documentales que puedan dar luz sobre fechas, autores, nombre o tipo de
arquitectura. La información existente es, en primer término, oral, por parte de las pocas
personas que la han recibido por tradición de sus mayores; la otra, documental, es la encontrada
en el plano de la Colombia Products Co. de 1924, en el cual se muestra un hito que corresponde a
las ruinas de la iglesia de SAN FRANCISCO, localizadas en la parte nororiental, a 520 metros del
lindero oriental de las tierras de la Colombia Products Co., en lo que hoy es la esquina donde se
cruza la vía principal hacia Tolú con la calle hacia la playa, exactamente en los predios del centro
vacacional El Campano, de propiedad del ingeniero Hugo González, frente a la casa de la
hacienda Alicante.

Como reseñamos con ocasión del comentario sobre la iglesia al describir el plano de la Colombia
Products Co. de 1924:

“Carlos Toscano fue uno de los cuidanderos de las tierras de mi abuelo Julián; él decía que
frente a la casa de la hacienda Alicante existían las ruinas de una iglesia, la de SAN FRANCISCO,
que había sido construida por los españoles. Efectivamente, durante muchos años nosotros
conocimos las ruinas, que estaban casi ocultas entre una gran ceiba y un árbol de mamón que
habían crecido entre ellas. Para los años 50 todavía era posible reconocer el piso que era hecho
con mosaicos como cuadritos de cemento, una pila bautismal que permaneció oculta entre la
maleza durante muchos años y un pozo de agua que todavía existe allí. Estas ruinas estaban al
lado de la actual carretera de Coveñas a Tolú, en la esquina donde actualmente se encuentra el
centro vacacional de El Campano”.184

184
ENTREVISTA con Carmen Sierra Patrón, sobrina de Julián Patrón, extrabajadora de Sagoc y Ecopetrol. Bogotá, julio de 2003

176
De manera que la existencia de las ruinas y los testimonios son evidencias importantes para
considerar que efectivamente estuvo allí el templo colonial. Las ruinas se encuentran
aproximadamente a 250 metros de la orilla del mar, en un sitio firme rodeado de una vegetación
continental exuberante. De tales ruinas existentes en El Campano aún es posible observar algunos
vestigios que confirman la existencia de las construcciones allí realizadas, tales como los
fragmentos de un piso de diseño cuadriculado, cuyo material gris aparenta ser cemento (en cuyo
caso pueden ser construcciones de una época mas reciente); también múltiples estructuras
cuadrangulares a modo de bases o pilotes para emplazar columnas de madera, hechas con
argamasa y material marino calcáreo para compactación. Como explica el ingeniero Hugo
González, durante las excavaciones para construir el centro vacacional, los pilotes: “no estaban en
la superficie sino que fueron encontrados enterrados como a un metro de profundidad”.

Los pilotes cuadrangulares de argamasa se distribuyeron aleatoriamente por el recinto de las


recientes edificaciones como elementos decorativos y allí permanecen a la espera de personas o
instituciones que realicen un estudio arqueológico del área.

Figura 182. Dos vistas de fragmento de piso de diseño cuadriculado en


la localización de la Iglesia de San Francisco. El Campano. Coveñas,
diciembre de 2003

Fotos del autor

Durante las excavaciones para la construcción de las edificaciones y de la piscina se encontraron


múltiples osamentas, cadenas de hierro, grilletes y monedas de plata. Las osamentas fueron
retiradas del área de construcción, sin análisis ni catalogación alguna y enterradas en áreas
próximas donde no se edificó.

“Entre las cosas que se encontraron enterradas me parece importante mencionar unas
monedas de plata, las que llaman macuquinas185, en una de las cuales se leía claramente:
1630”.186

Figura 183. Estructuras cuadrangulares en argamasa, de soporte para columnas.

185
Con el nombre de "macuquina" se conoce en América Latina al tipo de moneda acuñada toscamente en forma manual y a golpes de martillo,
método utilizado ampliamente desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII. Se caracterizaron estas monedas por sus bordes irregulares y la
mala calidad de las inscripciones, motivos por los cuales hasta la época actual los ejemplares en buen estado suelen ser raros de hallar y de
elevado valor entre coleccionistas. http://es.wikipedia.org/wiki/Macuquina
186
Testimonio del ingeniero Hugo González, quien dirigió las excavaciones y construcciones de El Campano.

177
El Campano. Coveñas, diciembre de 2003

Fotos del autor

Un pozo artesiano de agua de la época colonial complementa las estructuras observadas


superficialmente, también hecho con argamasa y conservado de forma aceptable aún con el
agregado recientes de una cubierta de teja y reparaciones menores de las paredes interiores y
exteriores.

En el área se desenterraron además gran cantidad de ladrillos rojos de arcilla, que fueron
empleados para la construcción de pisos de varias de las habitaciones del centro vacacional El
Campano. Su origen también es incierto, máxime teniendo en cuenta que en el momento de su
hallazgo no formaban parte de ninguna construcción sino que se encontraban sueltos y al parecer
dispuestos para ser utilizados.

“Los ladrillos rojos estaban enterrados y se fueron recuperando individualmente (limpios,


sin cemento, indicando que originalmente habían sido sobrepuestos en el suelo como
adoquines). El apilamiento dentro del hueco fue realizado por los obreros al
recuperarlos”.187

Figura 184. Pozo de agua de la época colonial, parcialmente reconstruido. El Campano, Coveñas, diciembre de 2003

Foto del autor

Figura 185. Restos de las ruinas y fragmentos de material de construcción colonial reutilizados para
construir un muro cerca de la piscina. El Campano, Coveñas, diciembre de 2003
187
Testimonio del ingeniero Hugo González, 2008

178
Foto del autor

“En cuanto al origen de los materiales y del templo, yo he podido colegir que antes que la hacienda de Don
Julián había existido la misión franciscana para catequizar los indígenas que frecuentaban el paraje durante
sus frecuentes excursiones desde sus asentamientos permanentes situados mas hacia el interior. Así, la
hacienda habría recibido el nombre de la misión [Santa Bárbara de Cobeña]. Por eso considero que,
encontrando el registro de la fundación de la misión franciscana, hallaríamos no solo el origen del nombre
de la hacienda, sino el certificado de nacimiento del verdadero primer asentamiento humano en la región,
que sería de grupos de indígenas a principios del siglo XVII, antes que los peones de la hacienda a finales
del XIX (casi 300 años de diferencia). Sería importantísimo que pudiéramos acceder a los archivos
franciscanos en América”.188

La existencia de este templo en épocas coloniales origina más preguntas que respuestas. Para los
inicios de los negocios de cocos y ganados de Don Julián Patrón, alrededor de 1890, en sus
haciendas vivían solamente los vaqueros, peones y sus familias; esos fueron los primeros
asentamientos humanos permanentes de los que se tiene noción documentada en la región. ¿A
qué población estaría dirigida entonces la construcción de la iglesia de San Francisco?

Es claro que, antes de la época de Don Julián Patrón, por los años 1500-1600, existieron
asentamientos humanos; unos eran probablemente los indígenas nativos y otros los esclavos
traídos de África en la época oscura de la Colonia.

Debido a que las ruinas de la iglesia se encuentran dentro de los predios de la que fue llamada
Hacienda Santa Bárbara de Cobeña, hacemos nuevamente referencia a los comentarios de
Donaldo Bossa Herazo al respecto: “En 1634 [la hacienda] fue del Escribano Público y de
Gobernación de Cartagena Don Francisco López Nieto. Desde mucho antes de 1726 la poseyó el Capitán
Don Manuel de Melida y Pueyo, quien en 1693 era miembro del Cabildo de Cartagena, y era nieto materno
del escribano López Nieto”. Quedará por resolver esta parte de la historia.

Figura 186. Ingeniero Hugo González y la maqueta de su proyecto de plazoleta y/o espacio de encuentro para la
comunidad. Coveñas, 18 de julio de 2008

188
Testimonio del ingeniero Hugo González, 2008

179
Foto del autor y maqueta por cortesía de Hugo González

Residente por varios años e hijo adoptivo de Coveñas, Hugo González es uno de los personajes
cuyo sentido de pertenencia hacia Coveñas y su altruismo le han hecho concebir la interacción
social como el acto generoso de compartir los hechos y realizaciones. Y de vivirlos frente a la
comunidad. Por ello tiene un sueño que, como ingeniero lo expresa pragmáticamente con un
plan:

“En el predio esquinero de la carretera con la entrada a la playa, quiero proporcionar a la


población el espacio para una plazoleta que pueda a la vez que servir como punto de
encuentro a la comunidad y que se constituya en un atractivo turístico que promueva el
desarrollo urbano de esta parte del pueblo, que vendría a ser como la fachada distintiva de
Coveñas”.189

También las autoridades, las empresas y el sector turístico deben tener mucho que decir y, sobre
todo, que aportar para apoyar esta loable iniciativa.

LA NUEVA IGLESIA DE COVEÑAS

Por años, ni durante la época de los cocos y ganados de Don Julián Patrón ni en la de la Colombia
Products Co., ni en los primeros años de la Sagoc, período comprendido entre 1900 y 1940, nadie
pensó en una iglesia para Coveñas. Los personajes de las épocas estaban absortos en los negocios,
dedicados a la explotación de las riquezas naturales, agobiados por la febril actividad de las
construcciones del Packing House y preocupados por los inconvenientes de su funcionamiento,
dejando pasar el tiempo, reconstruyendo nuevamente el Packing House y construyendo nuevas
instalaciones petroleras. No había lugar ni tiempo para la iglesia.

Carmen Sierra Patrón, nieta de Don Julián, llegaría para subsanar el olvido religioso en que
estaban sumidos. A ella se debe la Iglesia de Coveñas; fue su inspiradora, su impulsora y, si
hubieran podido, hasta su constructora. Una vez empezó a trabajar en la Sagoc como Secretaria
de la Superintendencia, inició su gestión para conseguir la iglesia para Coveñas.

Antes de existir la iglesia, las actividades y ceremonias religiosas, escasas por cierto, se realizaban
en algunas de las casas con altares improvisados y, las más elaboradas, como los matrimonios, en

189
Entrevista con el ingeniero Hugo González. Coveñas, El Campano. 2008

180
el segundo piso de Rancho Grande, en los salones de clases de niñas de la Escuela Golfo de
Morrosquillo.

“Yo le pedí al señor Larsen un lotecito para hacer la Iglesia, primero le sugerí que fuera en el
campo de béisbol pero me dijo que allí no era posible porque era la vía de entrada de los aviones
y no se podían hacer edificaciones en ese sitio; también me dijo que era mejor que la iglesia
estuviera en un terreno cercano a los límites de la empresa para que después no hubiera
problemas con la segregación del terreno. Entonces anduvimos con él en el carro buscando el
lote donde poder construir la Iglesia y el lugar que finalmente seleccionamos fue dónde
actualmente se encuentra, en la parte superior de una colina, a unos cien metros al Sureste de
las casas de “macho solo”, con un amplio paraje plano. 190

Después de obtener la aprobación del señor Arthur P. Larsen para adquirir el terreno, que era
crucial, Carmen obtuvo que la Arquidiócesis de Cartagena, por medio de la Parroquia de San
Francisco de Asís de Sincelejo, a la sazón administradora interina de Coveñas, le apoyara el
proyecto y, el 7 de marzo de 1955 el párroco de esa iglesia, padre Carlos A. Torres, expidió un
Decreto parroquial mediante el cual se constituyó una junta directiva pro construcción de la
Ermita-Capilla de Coveñas que fue integrada por: Carmen Sierra Patrón como Presidenta; Tomás
Bustillo F., Secretario; Violeta Arbouin, Tesorera y Ester R. De Martínez (la samaria) Jefa de
agitación. 191

Así mismo, se nombró un “Cuerpo Consultivo” que fue integrado por las siguientes personas:
Carmen de Arbouin, Ofelia Estrada de Gómez y Tulia de Fex.

Se anotó en el Decreto Parroquial que: “Este cuerpo consultivo resolverá aquellos problemas de especial
gravedad que, a juicio de la Presidenta de la Junta, necesiten una particular intervención y un consejo
acertado”.192

La empresa Sagoc no solamente había dado su aprobación a través del señor Larsen, para
entonces Jefe de Sagoc en Cúcuta, sino también por parte del señor I.C. Keeler en Coveñas,
quienes estaban en disposición de aportar lo necesario para la obra, pero cuidándose de no
hacerlo todo, para que la gente actuara, contribuyera e hiciera propio el esfuerzo de la
construcción del templo fortaleciendo así el sentido de pertenencia.

Valdrá decir que ni el señor Larsen ni el señor Keeler eran católicos. Mr. Larsen abrazó la religión
católica cuando se casó en Colombia y el señor Keeler permaneció en su fe hasta el fin de sus
días.

La Junta comenzó a actuar en la legalización de la entrega del terreno y en la búsqueda de


elementos, materiales y recursos económicos con los cuales iniciar la obra; no fue fácil.

190
Ibid.
191
Doña Ester R. de Martínez, por ser de Santa Marta, fue conocida como La Samaria. Era especialmente conflictiva y tenía la costumbre de
meterse a opinar y controvertir en cuanto asunto hubiera a la vista. Como era revoltosa y tenía “la lengua larga” la pusieron precisamente como
jefa del Comité de Agitación. N. del A.
192
DECRETO parroquial que erige en Iglesia pública la construida en Coveñas. Octubre 4 de 1961. Del archivo personal y cortesía de Carmen
Sierra Patrón.

181
Organizaron rifas, tómbolas, bazares y buscaron personas generosas que pudieran hacer aportes
económicos para el templo. El tiempo transcurría inexorable y todavía no era posible iniciar las
obras. El 27 de Julio de 1955 el padre Torres escribe a Carmen Sierra comentándole sobre el
aplazamiento de la colocación de la primera piedra a que ella se refería en carta previa.

Cual si fuera una lucha de dilaciones, y pasados seis meses, en febrero 20 de 1956 se le envían al
señor Larsen los planos para su estudio y aprobación; tres meses después, en abril de 1956, el
señor Arzobispo de Cartagena don José Ignacio López, emite su aprobación a los planos
acotando: “...Teniendo en cuenta el próximo desarrollo de la población, podrían colocarse dos vigas frente
al presbiterio, a altura de cada umbral .... para que mas tarde se puedan quitar las paredes que quedan bajo
esas vigas y ensancharse la capilla con dos cruceros”.193

Para fines de año 1956, nada se había iniciado de la obra; la legalización de lo del terreno estaba
en “veremos” y en Noviembre 2 de 1956 Carmen Sierra envía nueva carta a Mr. Alexander
McNulty, para entonces Superintendente de la Sagoc en Cúcuta, solicitándole resolver “pronto el
problema del lugar donde debe ser levantada”, que era lo único que tenía demorado el inicio de las
obras.

El 8 de junio de 1957 finalmente se firma el contrato de comodato para la entrega gratuita del
predio a la Parroquia de Tolú, entre los señores Alexander McNulty, Superintendente de la Sagoc
y Jesús Gómez Alzate, Presbítero de Tolú.

“[...] la compañía Sagoc ha entregado a la parroquia de Tolú y esta ha recibido en comodato gratuito un lote
[...] para edificar en él un pequeño templo o capilla para el culto católico público; lote que [...] está ubicado
en el lado norte del oleoducto o pipeline de la Sagoc de Tibú a Coveñas, puerto que es parte del predio de
este nombre que la Sagoc compró por escritura pública número 348 de 1938 de la Notaría Segunda de
Cartagena [...]”.194

El contrato se envía al señor Keeler en Coveñas el 10 de junio de 1957. Los trabajos se iniciaron.
La primera piedra fue colocada por el señor Keeler en representación propia y de la Sagoc; se
habían obtenido recursos suficientes para la realización de la obra y la empresa había aportado
importantes materiales para ella; se hicieron las bases y cinco robustas columnas frontales fueron
adquiriendo forma, y con ellas las paredes y los calados de los grandes ventanales; y la entrada,
con una gran puerta de marco superior semicircular; campanario rematado con una estructura
piramidal coronada por la cruz y, dentro de él, la campana de bronce que hizo un maestro
artesano en Bogotá; las láminas de zinc importadas, que el salitre no podo comerse mientras
estuvieron guardadas en los sótanos de Rancho Grande, salieron de su recinto para cubrir la gran
estructura metálica que los soldadores de la Sagoc hicieron con dedicación y esmero como
soporte del techo.

Y todo fue creciendo y surgiendo día a día, con lentitud pero también con persistencia, porque el
aporte de trabajo de los empleados de la Sagoc lo hacían después de las horas laborales; se
193
CARTA del Arzobispo de Cartagena aprobando planos de la iglesia de Coveñas. Abril 6 de 1956. Del archivo personal y cortesía de Carmen
Sierra Patrón.
194
CONTRATO de Comodato entre la Sagoc y la Parroquia de Tolú para entrega del terreno donde se construiría la iglesia de Coveñas. Coveñas,
8 de Junio de 1957. Del archivo personal y cortesía de Carmen Sierra Patrón.

182
trajeron las baldosas en camiones desde Sincelejo; como altar se hizo una gran mesa y detrás,
pegada a la mesa se instaló una alta mampara de madera que dejaba un espacio útil entre ella y la
pared sur, allí se vestiría el sacerdote y se guardarían las ropas y objetos religiosos. Para esa época
la misa se celebraba en latín, con el cura de espaldas a los fieles. La disposición de la mesa y la
mampara fue providencial porque cuando se cambió la forma de celebración de la misas con el
sacerdote de frente a los fieles, no fue sino retirar la mampara, adosarla a la pared posterior,
hacer unos escalones detrás de la mesa y listo, así el cura quedaría de frente al los fieles.

Los fieles locales, que eran muchos, ya habían hecho sus aportes en las múltiples actividades
previas a la construcción: tómbolas, rifas y bazares de cuyas realizaciones fue gestora e
impulsora, con Carmen Sierra, Violeta Arbouin. Otros fieles transitorios venidos del interior del
país, vista la emoción y decisión de los coveñeros con su iglesia, también aportaron para ella.
Desde Medellín La señora María Escobar de Londoño envió de regalo los vasos sagrados en
agosto de 1960: Custodia, Cáliz, Patena y Copón. Carpinteros locales se habían dedicado
febrilmente a la construcción de las enormes bancas con reclinatorio; el sagrario, la imagen de
cristo crucificado, de la virgen y San José llegaron también oportunamente.

Figura 187. Iglesia del Perpetuo Socorro de Coveñas.


Día de su inauguración, Coveñas, 4 de octubre de 1961

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

El 4 de octubre de 1961, seis años, seis meses y veintisiete días después de constituida la Junta
pro construcción de la Ermita-Capilla de Coveñas, el señor Arzobispo de Cartagena, monseñor
José Ignacio López, entre la multitud congregada dentro y fuera de la iglesia, procedente de todas
las poblaciones cercanas a Coveñas, dio la bendición pontifical al templo y designó como titular
del mismo a la Santísima Virgen en su advocación del Perpetuo Socorro.

La iglesia estaba espléndida, lucía todas sus galas y estaba ornada de flores: cayenas blancas,
rojas, amarillas y rosadas; blancos lirios de la playa destacaban en los racimos; frondosos crotos

183
de hojas verdes y amarillas en materas traídas de los mas vistosos jardines de Coveñas; y
anturios, coloridas dalias y rosas traídas por avión acentuaban la belleza de la ceremonia.

El olor del incienso humeante se esparció raudamente por el recinto mientras el obispo se
paseaba por él bendiciendo a los fieles y a su obra; la campana de bronce sonó alegre y vivaz una
y otra vez, como queriendo recuperar los días perdidos sin su tañir y llamando, una y otra vez a
los fieles para indicarles que ya tenían su iglesia.

La Iglesia del Perpetuo Socorro de Coveñas es una ermita. No será tan exótica, elaborada y
aparatosa como las de antaño, pero si la que fue el sueño y el fruto de desvelos y peripecias, la
que se inició con el apoyo de Arthur Larsen e Irvin C. Keeler que, sin haber abrazado la fe
católica, dieron todo de si para que fuera un hecho.

Si las vicisitudes de Carmen Sierra Patrón fueron muchas para construir la iglesia, las que ha
debido pasar para que le celebren la misa han sido legendarias. No hay cura que se aparezca en
Coveñas que no sea identificado y acaparado inmediatamente por ella, no por interés de ninguna
naturaleza mezquina, sino porque debido a su espíritu emprendedor y a su fe inquebrantable, le
nace poder contar con un sacerdote que se acerque a la comunidad y le llegue al corazón de las
gentes con la palabra de Dios.

Figura 188. Iglesia del Perpetuo Socorro de Coveñas. Coveñas, 1961

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

En 1961, coincidiendo con la inauguración de la Iglesia del Perpetuo Socorro, se había organizado
la Gran Misión Católica Internacional. Llegó a Coveñas el cura español Eleuterio Larruscaín.
Nombre y apellido inolvidables, no solo por lo exóticos, sino también por la personalidad que lo
llevaba, un cura joven, “bien plantado”, carismático y bondadoso. De los escasos curas españoles
que no se consideraba superior a los “indios” a quienes venía a evangelizar. Estuvo varias

184
semanas en Coveñas predicando el evangelio por doquier, dictando charlas, conferencias,
enseñando el catecismo, celebrando misas en la nueva iglesia y dejando en los fieles una huella
imperecedera de dedicación y amor que se plasmó para la posteridad, como recuerdo y símbolo,
con la colocación de la Cruz de la Gran Misión frente al campanario de la ermita.

La Cruz de la Gran Misión Católica Internacional, hecha de madera, permaneció durante muchos
años frente a la ermita como símbolo del magno evento y como icono de recordación para los
coveñeros y visitantes. En años recientes, deteriorada por el tiempo y los elementos, fue retirada
y reemplazada por otra más pequeña pero igualmente emblemática y simbólica.

Sitio de reunión dominical para propios y extraños que buscan semanalmente el mensaje de la
paz y la reconciliación, la Iglesia del Perpetuo Socorro de Coveñas sigue siendo el sitio de
oración, recogimiento y reflexión para propios y visitantes de Coveñas.

4.4.7 LOS CINES

Para el esparcimiento de los trabajadores la Sagoc construyó un escenario para la proyección de


películas. En un apropiado declive del terreno casi al frente del club del campamento de obreros
construyeron, en la segunda mitad de la década de 1950, una gran estructura con escalones
gigantescos de concreto, a modo de graderías, cada uno en forma de arco, con techo de zinc
soportado por estructura metálica y sin paredes laterales, para evitar el calor; al frente de todo
ello, el gran telón: alto y majestuoso muro de concreto pintado de blanco para la proyección de
las películas. Era un cine magnífico, prácticamente al aire libre pero techado y solo se podían
proyectar cintas durante la noche. Antes de esta construcción se proyectaban películas de 8 mm
en las instalaciones del club de obreros, sobre un pequeño telón.

Las amplias gradas permitían circular por delante o detrás de los espectadores para buscar
ubicación, nunca difícil, ya que la capacidad del sitio superaba siempre al número de asistentes.
Esa misma situación hacía frecuente el enojo de las personas cuando los niños corrían o jugaban
entre las gradas y dificultaban ver la película. Los lugares preferidos por los espectadores eran los
superiores, pero casi cualquier lugar permitía ver con comodidad la película que se exhibía.

Las máquinas de proyección se instalaban en una caseta hecha especialmente y situada un poco
mas abajo de la parte media de los escalones. Eran manejadas por algunos de los trabajadores de
la compañía que habían aprendido su forma de operación, entre ellos el señor Julio Amin, que era
soldador y César Méndez, apodado el “mono Corea”. Inicialmente se instalaron dos máquinas en
este cine para proyectar las películas sin interrupción; las que al terminar la función eran
desmontadas para ser llevadas al día siguiente al club de empleados directivos y proyectar la
misma cinta, también sin interrupción, como en los cines actuales; pero con el paso de los días,
habida cuenta de las complejas maromas que tenían que hacer varias personas para armar y
desarmar las máquinas, empacarlas en cajas y trastearlas de un lado a otro para luego repetir el
proceso a la inversa, y el riesgo de daño que la movilización podría provocar en ellas, se optó por
dejar en cada uno de los dos cines una sola máquina permanente; desde entonces las películas se
proyectaron rollo por rollo, lo que dejaba un intervalo interesante para que los espectadores
pudieran comentar sobre la cinta, darse un respiro o caminata para estirar las piernas y descansar

185
de la dureza del concreto de los amplios escalones en el cine del campamento o tomarse un
refrigerio en el cine de directivos.

Las nuevas máquinas brindaban una imagen realmente fastuosa para la época, ya que eran de 35
milímetros y abarcaba toda la gran extensión del telón. La habitual calma de las noches de
Coveñas permitían escuchar perfectamente desde todos los ángulos el sonido emitido por unos
negros parlantes situados cerca de la caseta de proyección y unas bocinas accesorias bajo los
aleros del frente.

Las películas, siendo las últimas producciones eran en su mayoría mexicanas y en blanco y negro;
de charros, de novelones rosas con rancheras de Antonio “Tony” Aguilar y también
norteamericanas sobre las aventuras del Llanero Solitario, que nunca supimos por qué se le
llamaba Solitario si andaba en su caballo Plata y con su fiel amigo Toro; de vaqueros legendarios
como Gene Autri y Roy Rogers; de elegantes aventureros con Bat Masterson; otras también
mexicanas de lucha libre, con El Santo, El Enmascarado de Plata; de fastuosos bailes antiguos de
salón y de lo último en guaracha de los bailes de chachachá y merecumbé que hacía María
Antonieta Pons con unos vestiditos a modo de pantaloncitos calientes, mostrando la barriga con
unas discretas pero visibles “llantas” y haciendo sensuales movimientos de cadera que eran la
delicia de los caballeros y la estupefacción de las señoras ante tanta “vulgaridad”; hasta las
nuevas cintas de “ciencia ficción”, con Roldán el Temerario y su amigo el Dr. Zarkov, pasaron por
nuestros ojos y fueron la sensación de la concurrencia al cine de la Sagoc en Coveñas, que era
notablemente nutrida, pues llegaban espectadores de Guayabal, Punta Seca y El Porvenir, aunque
después tuvieran que regresar a pie en su tránsito por las oscuras carreteras, con los temores a las
culebras y, en especial las vicisitudes que implicaba el paso por El Cerrito de Piedra que no había
perdido su fama de sitio de aparición del hombre sin cabeza.

 UN HOMICIDA VA AL CINE

En un verano de 1959 volvíamos de paseo de Tolú. El camino, como siempre en verano, estaba
arenoso y en la primera etapa ya habíamos quedado atascados dos veces. Después de la segunda
varada seguimos unos pocos kilómetros sin percances y fue entonces cuando apareció en la vía
un caminante solitario. El hombre, desconocido y extraño en la región, era un joven de unos 25
años, complexión delgada, camisa azul a cuadros y pantalón gris. Era realmente raro encontrar
personas desconocidas en Coveñas y más aun en tránsito por tan poco concurrida y dificultosa
vía, por la cual no había transporte público; de manera que lo menos que podía hacer quien
transitara en vehículo por allí era prestarle el servicio de llevar a quien encontrara. Eso hizo que
recogiéramos al viajero. Además, podía ser de ayuda llevar una fuerza adicional para desenterrar
el carro si se atascaba. Lo recogimos y subió a la parte trasera del carro, junto a nosotros, que para
entonces éramos preadolescentes.

Le preguntamos hacia dónde iba, ― ¡a Coveñas!, contestó casi bruscamente ―, y permaneció en


silencio el resto del viaje que también transcurrió sin mas atascadas. Al llegar a Coveñas pidió
que lo dejáramos en la intersección de las vías a la entrada del campamento. Dio las gracias y nos

186
alejamos sin comentarios sobre el inesperado pasajero.

Tan pronto llegamos a casa dejamos las cosas que traíamos y nos dispusimos a salir nuevamente.
Era día de cine. Teníamos la costumbre de ver las películas desde el carro y quedarnos sentados
en la comodidad de sus sillas a la izquierda y en la parte superior del recinto. Nadie nos
interrumpía y permitía a mamá ejercer varios controles: uno, el mas importante, era el indicarnos
que cerráramos los ojos o que miráramos para atrás cuando aparecía María Antonieta Pons
bailando, al decir de la época, de manera “vulgar” y con vestidos de baño enterizos ajustados,
nada demostrativos, pero de ninguna manera "aptos" para nuestros ojos.

Ocasionalmente otras personas asistían en vehículos que estacionaban en la parte frontal, se


bajaban y se sentaban o se quedaban de pié. Ese día estaba en cine el recién nombrado capitán de
la Aduana de Coveñas. Se encontraba entre las pocas personas que estaban de pie en la primera
grada, en la parte superior de la instalación.

Mientras veíamos el inicio de la película se produjo un alboroto, con gritos y forcejeo en la


primera grada, dónde estaba el capitán. Un individuo se había acercado a él y lo había
acuchillado. El sujeto fue rápidamente capturado y el capitán llevado al hospital para curarlo. Al
perecer la herida no fue muy importante pero el cuchillo que usó el atacante era de grandes
dimensiones y pudo haberle hecho mayor daño. Todos se preguntaban entonces quién era el
agresor y de dónde había salido, ya que era un extraño en Coveñas.

Con la curiosidad esperada en una situación tan inusual en una comunidad en la que la violencia
era exótica, papá fue también a ver quien era el individuo.

¡El pasajero que recogimos en el camino!.

Viajó silencioso con nosotros en silencio, rumiando su plan, con el único propósito de llegar a
Coveñas para atacar al capitán, por razones que nunca conocimos y durante el viaje llevaba, junto
con su intención asesina, el arma que utilizó y que nunca le vimos, pero que nos conmocionó por
el gran riesgo al que estuvimos expuestos al recoger al pasajero homicida del cine.

4.4.8 CLUBES Y ACTIVIDADES DEPORTIVAS

Los clubes en Coveñas llegaron con la Colombia Products Co., y muy seguramente fueron los
extranjeros quienes promovieron y establecieron la idea de tales establecimientos en las empresas
y en las ciudades colombianas. Entre las instalaciones de la Colombia Products Co. el Club estaba
considerado desde el comienzo de sus actividades. Fue una de las edificaciones de madera
construidas en la zona de casas de familias, de solteros y de oficinas de esa empresa.

Figura 189. Grupo de empleados de la Sagoc y funcionarios de empresas contratistas con sus esposas con
ocasión de una reunión de navidad en el club de la Sagoc, recién instalada en Coveñas. 1939

187
Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

En la fotografía anterior aparece un numeroso grupo de directivos, empleados y sus esposas en


1939, frente a las instalaciones de la Sagoc. Al fondo se observa el tanque de agua. Esta imagen
proviene de uno de los informes de Cornelissen & Salzedo y se encuentra la siguiente leyenda:

“Día de navidad en 1939 en Coveñas, Colombia. Esta foto fue tomada después de una
agradable cena de navidad que fue posible por [cortesía de] Mr. C. S. Atwell (Gerente de
Colpet-Sagoc), quien envió los suministros desde Barranquilla por avión. (Pavo y aderezos,
pastel de carne picada y frutas, pastel de calabaza, budín de ciruelas, dulces de Navidad,
manzanas importadas, naranjas y nueces mixtas, y todo el resto de elementos).

En la foto aparecen, leyendo de izquierda a derecha las siguientes personas: T.J. Butler (Gerente
de Cornelissen y Salzedo), Mr. Whiteside (Sagoc), Pieter Molinar (C&S), L.C. Cardwell
(Engineeer’s Ltd.), Charles Hughes (Sagoc), J.M. Arrázola (Sagoc), Mr. Mead (Sagoc), T.L.
Gore (Petroleum Iron works), G.L. Ellerby (P.W.I), Mrs. G.L. Ellerby, Mrs. T.J. Butler, Julio
Borda (C&S), Mrs. L.C. Ellerby, Mrs. J.E. Beck, Mr. J.E. Beck (P.W.I), Glen Harshman
(Sagoc), James Collins (Sagoc), Rex R. Tabor (P.W.I.), Mrs. R.R. Tabor, O.J. Johnson (P.W.I),
Mr. S.M. Gillette (C&S), Mr. Mandell Sagoc), M.M. Palacio Bula (C&S)”. 195

La edificación del Club de los empleados de la Colombia Products Co. continuó sirviendo para
los mismos menesteres durante muchos de los años de existencia de la Sagoc. En el club, que
estaba situado en el barrio de arriba, se celebraban frecuentes reuniones sociales de los
empleados directivos de la Sagoc, fiestas de quince años, cumpleaños y agasajos.

Figura 190. Club de empleados directivos de la Colombia Products Co. y de la Sagoc. Coveñas, 1920

195
INFORME de Cornelissen & Salzedo. Julio 31 de 1939.

188
Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Cuando llegó la Sagoc se remodeló también el club como sitio de esparcimiento y diversión de
los empleados y sus familias y, sin duda, de juegos de cartas, billar, y tertulias verperales y
nocturnas al calor de los tragos en el correspondiente bar.

El Club, como las otras edificaciones de madera y a pesar de las exhaustivas reparaciones
realizadas en 1939, fue finalmente invadido nuevamente por el comején y, a fines de la década del
50 debió ser demolido.

Así, entre 1964 y 1965 la Sagoc trajo al ingeniero César Mariano Meléndez para hacer un nuevo
club para directivos en el barrio de “arriba”. Ya terminado fue una hermosa edificación con salón
central de reuniones, donde se proyectaban las mismas películas que en el cine del campamento
de obreros; tenía habitaciones para los empleados solteros, cocina, lavandería y su
correspondiente e infaltable bar.

La edificación fue construida entre el hospital (al norte) y las nuevas casas de mampostería para
directivos (al sur) y estaba custodiado por una manada de gansos blancos que, con su peculiar
andar rondaban por los alrededores de la cocina emitiendo estridentes graznidos tan pronto
detectaban la proximidad de cualquier animal o persona cerca al Club; y perseguían a todo quien
osara acercarse a la edificación. Ese club es el mismo que utiliza la Armada Nacional en su Base
de Coveñas para los oficiales.

Figura 191. Aspecto del nuevo club de empleados Figura 192. Los gansos custodios del club de empleados
directivos de la Sagoc. Coveñas, 1962 directivos de la Sagoc y una dama no identificada.
Coveñas, alrededor de 1965

Foto por cortesía de Raquel Romero Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón.
En el campamento de los obreros, al final y hacia el Oriente de la fila sur de casas, la Sagoc
también construyó un club. La edificación, que aún debe perdurar, es una estructura muy amplia

189
con dos salones, uno para el bar y las mesas de billar y billarpool y otro con mesas y sillas para
las tertulias y el consumo siempre generoso de licores, especialmente cerveza, a la que eran
especialmente adeptos los trabajadores al final de su jornada de trabajo. Así que el club era
fundamentalmente un bar que siempre tenía la música a un volumen altísimo, olía a cerveza y a
orines. Era la época en que el paquete de cigarrillos Pielroja costaban cincuenta centavos y había
billetes de esa denominación que tenían la imagen del presidente Alberto Lleras Camargo.

Así como mantenía la escuela con toda su dotación, la Sagoc patrocinaba el equipo de béisbol que
llevaría su mismo nombre. Este equipo fue famoso por la alta calidad de sus jugadores que se
batían en franca lid con las selecciones de béisbol de Bolívar; obtuvo los títulos de campeón local,
subcampeón departamental y, en un torneo internacional, el campeonato frente a varios equipos
nacionales y una novena venezolana. Varios de sus jugadores (Henry Ward, Antonio Bello y Félix
Peralta) formaron parte de equipos de primera categoría y Martín Eloy Austin, segunda base y
cuarto bate, que comenzó su carrera deportiva a los nueve años, fue integrante de la selección
nacional de béisbol consagrada como campeona mundial de la especialidad.

Figura 193. Equipo Béisbol Sagoc, antes de 1965

Foto tomada de: Equipo de Sagoc entre los pioneros del Béisbol. En: Colpet al Día : Colombian Petroleum Company,
Bogotá: N° 18, (Mayo de 1965), p. 6, c. 1-2.

En la fotografía de la Figura anterior aparecen, sentados de derecha a izquierda: Eloy Ronquillo,


director de deportes en Colpet-Sagoc; Félix Peralta, pitcher; Alfonso Mercado, primera base;
Camilo García, catcher; Emiro Angarita, catcher; José A. Carta, 2a base; Osvaldo Polo, mascota.
De pie, en el mismo orden: Gabriel Granados, reportero gráfico; Ricardo Hawkins, jardinero
derecho; Henry Ward, center field; Martín Eloy Austin, segunda base; José Pereira, primera base;
Néstor Carta, pitcher; Antonio Bello, tercera base; José Medina, pitcher; Hilario González, tercera

190
base; Ignacio Magallanes, entrenador; Andrés Picot, presidente del equipo. También están las
madrinas del equipo, señoritas Genoveva Audivet, Margarita Flórez y Edna Austin.

HENRY WARD. PELOTERO DE EXCEPCIÓN.

Henry Ward padre fue reconocido como experto piloto de la lancha Coveñas de la Sagoc, que
trajinaba en el proceso de atraque de buques, traslado de empleados entre el muelle y los
buques, en los viajes requeridos para las operaciones portuarias en Coveñas y en el traslado de
los trabajadores que vivían en Tolú y que en los fines de semana (sábados al medio día, porque se
trabajaba hasta el medio día del sábado), cuando regresaban a su residencia familiar en Tolú y
cuando volvían a Coveñas en la madrugada del lunes para reiniciar la semana laboral. Henry
Ward hijo fue formado para el trabajo con el ejemplo de su padre. También trabajó en la Sagoc
específicamente en la operación del remolcador Isla Fuerte, que era el remolcador mas grande y
poderoso en Coveñas y que realizaba el proceso de atraque de buques, con la ardua movilización
que exigía la delicada operación; hacía el traslado de los empleados entre el muelle y los buques
y actuaba en el movimiento de todo lo relacionado con las operaciones portuarias de la Sagoc
Coveñas.

Figura 194. Henry Ward, hijo. Coveñas, 2008 Figura 195. Henry Ward y cuatro de sus hijos. Coveñas.

Foto por cortesía de Raquel Romero Foto por cortesía de Álvaro Guarín

Henry también ha forjado su familia en la dedicación al trabajo honesto y en el aporte a la


construcción de la comunidad de Coveñas. Actuando como Center Field del equipo de Sagoc,
Henry participó con lujo de desempeño en diversos encuentros beisboleros en eventos
internacionales. En el 2008, en el disfrute de su jubilación, fue objeto de un merecido homenaje
por parte de la municipalidad y la sociedad coveñera a quien ha dejado en alto en su meritoria
vida.

4.4.9 LAVANDERÍA

El edificio de madera que había sido utilizado como cocina para el Hospital sería la LAVANDERÍA de
la Sagoc. Allí se situó la máquina de lavado “traída del Packing House”. Es una muestra adicional
sobre la conservación que se dio a los diversos equipos, mobiliario y elementos que no fueron
presa de los vándalos y que se encontraban en Rancho Grande durante el período de receso o
parálisis de las operaciones entre 1925 y 1938. La máquina de lavado y la mesa de planchado, esta
con grandes rodillos, que la Colombia Products Co. había importado desde 1919, finalmente
vendrían a cumplir su cometido en 1939, veinte años después. La lavandería funcionó en ese sitio

191
durante muchos años procesando la lencería del hospital, del hotel, del club, de las instalaciones
recreativas comunes y de los directivos solteros; mas tarde se instalaron sistemas individuales
con máquinas lavadoras y secadoras en el hospital, en el nuevo casino que reemplazó al antiguo
club y en cada una de las casas de los directivos, con lo que se hizo innecesaria la lavandería
central. Pero la lencería y ropa propias de las instalaciones de la empresa la siguió lavando y
planchando la señora Minerva Prioló en el nuevo Hospital y en el casino.

4.4.10 EL HOTEL-COMEDOR

El HOTEL-COMEDOR de la Colombia Products Co. se constituiría en la casa de huéspedes u hotel de


la Sagoc en los primeros años de su funcionamiento. Además, allí vivían y recibían la
alimentación los empleados solteros del nivel directivo de oficinas y administrativo, quienes
tenían confortables habitaciones en esta edificación.

Figura 196. Hotel y comedor de madera para los funcionarios directivos. Coveñas, 1939

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

La cocina estaba destinada para la preparación de los alimentos requeridos para los enfermos
hospitalizados y para los funcionarios solteros del nivel administrativo que vivían en el hotel y
era costeada íntegramente por la empresa. Esta edificación estaba situada inmediatamente detrás
del Hotel-Comedor. Allí se retiró la vieja estufa y se instaló una nueva cocina eléctrica, un
calentador de agua; se cambió la ventilación del techo y se instaló un gran ventilador metálico de
techo. Se construyeron los estantes, mesas, percha para los platos y las bandejas y se dejó la
edificación en perfecto estado para la preparación de los alimentos.

Además de las anteriores refacciones se realizaron reparaciones diversas para dejar en


condiciones habitables las llamadas “CASAS DE SOLTEROS” números 58, 59, 60 y 61; las “CASAS DE
FAMILIAS” números 62, 63, 64 y 65. Estas últimas ocho edificaciones, sumadas a las estructuras del

Hospital, Lavandería, Hotel-Comedor, Cocina y Club, completaban las trece edificaciones de


madera que finalmente construyó la Colombia Products Co., para vivienda y servicios de sus
empleados administrativos en lo que desde entonces fue conocido como el barrio de “arriba”.

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En el plano de 1924 de la Colombia Products Co. figuran solo once edificaciones, por lo que se
deduce que las otras dos se construyeron mas tarde y seguramente corresponden a: la LAVANDERÍA,
que quedaba detrás del Hospital y era utilizada como cocina del mismo (que no figura en el
plano) y la COCINA que se encontraba detrás del Hotel-Comedor, que tampoco figura en el
plano.196

4.4.11 INSTALACIONES ELÉCTRICAS Y DE PLOMERÍA

La Sagoc también contrató los servicios de la GENERAL ELECTRIC INTERNATIONAL de los Estados Unidos
para realizar todas las instalaciones eléctricas de las nuevas edificaciones y las reparaciones y
reemplazos del cableado deteriorado y los nuevos tendidos eléctricos. Fue la primera (y tal vez
única vez) que dicha empresa norteamericana llegara a Colombia para apersonarse de trabajos de
tal naturaleza. Con esa empresa, además de los trabajadores norteamericanos, llegaron los
elementos de esa marca (bombillos y lámparas, alambres, cables, tomacorrientes, switchs, tubería
eléctrica para instalaciones sobrepuestas y exteriores en las casas de madera y en algunas de
mampostería, faroles para el muelle y para las casas de la herradura, aislantes para el cableado en
los postes de energía, guayas, tornillería abrazaderas) y toda la gama de finos productos que
diseminaron en las instalaciones y que perduraron durante muchos años.

Para las edificaciones de madera la Colombia Products Co. había instalado una pequeña planta
eléctrica que funcionaba con ACPM. Esta planta de energía se encontraba en el edificio N° 57,
Casa de Solteros o mas bien Club, donde era utilizada como planta de emergencia ya que la
energía eléctrica del complejo y de las áreas residenciales y de servicios provenía de las plantas
generadoras movidas por vapor, situadas en el edificio contiguo al frigorífico de Rancho Grande.
Continuó siendo planta de emergencia en los primeros años de la Sagoc, para estas áreas de las
instalaciones.

La plomería de las instalaciones nuevas fue encargada también a un proveedor norteamericano:


TOM GAVIN, empresa que llegó con sus técnicos y herramientas para instalar los equipos sanitarios
de la misma marca que había instalado la Colombia Products Co.: Standard, norteamericana.
Tubería de hierro galvanizado, de uso para la época, fue importada de los Estados Unidos para
las instalaciones sanitarias de las nuevas casas y la refacción de las deterioradas en las casas de
madera y en Rancho Grande.

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INFORME de Cornelissen & Salzedo de Junio 17 de 1939, ítems 12 a 19.

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