Para empezar, evoquemos al niño que ofrece a su madre las flores que
recogió en el campo y le dice jubilosamente: “Mira, soy yo quien las ha
recogido”. ¿Hay una frase más sencilla y un gesto más espontáneo que la
frase y el gesto del niño? Con todo, en ellos se esconde ya un mundo de
afirmaciones y de pensamientos: el niño se señala a sí mismo, se ofrece al
reconocimiento y a la admiración de la madre; su frase equivale a decir:
“Soy yo, este yo aquí presente, el que ha recogido las flores y, sobre todo,
no vayas a creer que ha sido mi hermano o la niñera”. Sin embargo, el niño
no repara en todo lo que su frase significa; sus afirmaciones de gesto, de
palabra y de entonación son afirmaciones espontáneas, no reflexionadas.
Este trastorno del conocimiento es tal que los hombres llegan a creer
lo que desean y quieren creer; y este hecho es tan importante en la vida del
género humano, que por sí solo explica muchos acontecimientos de la
historia.
la Enciclopedia
EL NUEVO TESORO DE LA JUVENTUD.