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Historia de Icaño

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Comisión Municipal de Icaño
Departamento Avellaneda
Santiago del Estero
Tels.: 03844-15671683 - 03844-482061
E-mail: icanioestero@gmail.com
Página web: www.icanio.com.ar
Luis E. Herrera
Comisionado Municipal
Juan Marcelo Navarro
Secretario Tesorero
Marcelo Farías
Coordinador Cultural

© - 2007 Julio Carreras (h)


© - 2007 Comisión Municipal de Icaño
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
El dibujo de portada fue realizado por Marie Buchfink.
Scaneado y fotografía de documentos gráficos y textuales
antiguos: Gustavo Tarchini.

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Julio Carreras (h)
Historia de Icaño

Comisión Municipal de Icaño


Dpto. Avellaneda, Santiago del Estero
www.icanio.com.ar
2007

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1. La cautiva

En el invierno de 1729 la joven Candelaria Torres fue


capturada por los aborígenes. Se dirigía hacia Fortín Mancapa,
en caravana con su familia y guardias, cuando fueron
emboscados y diezmados, unos once kilómetros antes de llegar.
Solamente se llevaron a la muchacha y a los caballos. El resto de
los viajeros, incluyendo su madre y soldados, maltrechos,
quedaron a un costado del camino esperando auxilio.
Candelaria tenía18 años, era una bella joven de cabellos
castaño claro y ojos verdes, muy agraciada por lo demás. Ya en
presencia del cacique, Tuczco Lonkorij, fue desnudada. Dos
guerreros le quitaron a tirones sus múltiples vestiduras
convirtiéndolas en pingajos. El cuerpo ondulante y túrgido de la
bella mujer hispana, jamás rozado por el sol o la tierra, quedó
como una amapola frente a los ojos de Tuczco Lonkorij, quien
ordenó a sus guardianes retirarse.
Candelaria era hija única del Sargento Mayor Federico
Torres, quien revistaba como subcomandante en el fortín, que
separaba la zona “civilizada” (hacia el Norte y Oeste) de la
“salvaje” (Sur y Este, ocupada por Lules, Tonocotés y unos
pocos Comechingones). Temblaba de frío y miedo ante el
majestuoso cacique, un hombre como de 40 años, broncíneo,
calzando chaleco de corderito sobre la camisa amarilla, rastra
constelada de oro a la cintura, bombacha marrón y botas de
cuero brilloso, que lo hacían parecer más gaucho que indígena.
─Luam suya amaipa cuyaj─, dijo el cacique, con voz que
sonó extrañamente profunda y calma.
─¡No entiendo su idioma! ¡perdón! ─gimió la muchacha
─¡por favor, no me mate!...

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─Seguramente tampoco entiende el quichua ─reflexionó, en
sorprendente español, Tuczco Lonkorij ─las hijas de los
conquistadores no necesitan aprender idiomas de esclavos….
La joven blanca, muy asustada, rompió en agudos sollozos,
como los de alguien a quien están lastimando, pese a no haber
sido tocada aún.
─¡No me mate por favor!¡No me pegue, por favor!... ─siguió
implorando, ahogándose con su propia catarata de lágrimas.
─Eres muy hermosa –constató con voz calma Tuczco
Lonkorij─. Si hubiera sido un español, ya te estaría violando…
¿Sabías que bajo la ley Tonocoté todas las cautivas en guerra
pueden ser usadas como esposas o esclavas, por el cacique u
otro que él designe?...
─¡Oh, señor… yo le serviré como su esclava… o lo que usted
disponga… pero por favor no me torture, ni me mate…
─contestó Candelaria, doliente.
─Ni te torturaré, ni te mataré, ni te esclavizaré, ni mucho
menos te tomaré como esposa…─ aseguró con voz firme
Tuczco Lonkorij: ─ te devolveré, mañana mismo, a tu gente…
¡toma, cúbrete!─ agregó, alcanzándole un gran poncho de lana
tejida con primorosos colores en rombos que se superponían.
Luego de eso, tocó un silbato de hueso que llevaba al cuello,
y en el acto aparecieron cuatro mujeres, todas jóvenes y bellas.
─Estas son mi esposa y mis hijas. Se ocuparán de vestirte
convenientemente. Vete con ellas y no temas.
Más tarde, la joven hispana, ataviada como una aborigen, con
pollera larga y floreada, blusa de lino y chaleco de corderito,
cenó con la familia del cacique y los ancianos. Usaban mesas y
banquetas, como los europeos, pero antes de sentarse a la mesa
efectuaban una breve ceremonia que la muchacha no entendió.
Apenas pudo hablar Candelaria se dirigió al cacique para
darle gracias:

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─Yo quiero agradecerle, señor, el haberme perdonado la
vida. ¿Cómo puedo hacerle alcanzar una paga?, le aseguro que
apenas llegue al fortín me encargaré de enviarle plata o
mercaderías, como usted prefiera…
─Te equivocas, joven blanca. No lo hacemos por ti, sino por
nosotros mismos. Los hombres blancos han violado y asesinado
a miles de nuestros hermanos, han concebido hijos huérfanos
arrebatando a nuestras hermanas y no los han reconocido,
llamándolos “guajchos”, que para ellos es como decir
animales… Y con eso están quebrantando la Ley Mayor, que no
es ley de hombres, sino la Ley que siempre ha sido y será…
Un anciano de cabellos largos y blancos habló cuando
Tuczco Lonkorij hizo una pausa.
─La Ley Superior, la de los Venerables Antiguos, la de los
que Son y Serán dice “no matarás sino en defensa propia o de tu
familia” y “no tomarás por la fuerza lo que por naturaleza
pertenece a tu hermano”…
Tuczco Lonkorij esperó unos segundos por sí el anciano tenía
algo más para decir, y cuando lo creyó oportuno afirmó:
─Y también dice, la Ley Antigua de los Tonocoté: “no harás
a otros lo que no quieres que te hagan a ti mismo…” Nosotros
sabemos que todos los seres, los animales, los árboles, las
tierras, las estrellas, las nubes y los ríos somos hermanos, y todo
ello es sagrado… Nos han sido prestados, por un tiempo, para
tomar de ellos lo que de verdad precisemos, pero nada más… El
huinca, por el contrario, arrebata lo que no usará, aniquila lo que
no debe morir, profana lo sagrado a cada instante… El huinca
terminará por destruir el mundo, y con él se destruirá también…
Esa reunión inesperada, que duró una hora, dejó a Candelaria
una impresión que no se borraría en toda su vida. Su universo
mental se abrió vastamente y llegó a dudar de si los salvajes no
eran ellos, los españoles, que venían a arrancar con sangre,

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torturas y fuego el espacio sagrado de aquellos legítimos
pobladores, quienes no sólo querían vivir en paz, sino también
sustentaban una cultura sensible y refinada, posiblemente
milenaria.
Al amanecer del día siguiente fue acompañada por cuatro
guerreros hasta unos cinco kilómetros del Fortín Mancapa,
donde la dejaron. Cuando perdió de vista la leve nube que se
difuminaba en la penumbra de la paloma hacia el sur, último
vestigio de su aventura entre los indios, la joven española se
sintió abismada. Dejó a su cabalgadura, originaria del fortín,
hallar por sí sola, con paso lento, el caminito entre los cebiles
que la llevaría hasta donde se atrincheraban sus familiares.

La narración anterior es imaginaria. Pero podría


perfectamente haber sucedido. Documentos históricos
formidables, como la famosa carta del Jefe sioux Seattle [1], o
las mismas investigaciones de los hermanos Wagner, hijos
adoptivos de Icaño, prueban que en todo nuestro continente
existía una cultura compleja y milenaria, mucho más
significativa de lo que la ciencia europea jamás estuvo dispuesta
a aceptar. Si entendemos como cultura “las formas de relación
de los seres humanos entre sí, con la naturaleza y con lo
sobrenatural”, al observar los fracturados pero cada vez más
contundentes indicios arqueológicos y antropológicos recogidos
en la región, podemos constatar que se trataba, no de una
sociedad “salvaje” sino antigua, ordenada, de costumbres
pacíficas y muy evolucionada.
En tanto los conquistadores españoles llegados a estas tierras
eran, bajo toda evidencia, sujetos crueles e inmorales en su
mayor parte. Millares de niños mestizos nacieron de las
violaciones de indias por parte de españoles, y debieron ser

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criados peor que muchos esclavos sin obtener jamás el
reconocimiento pleno de sus padres.
La imposición brutal de una religión extraña a los habitantes
originales quedó testimoniada en los Archivos Históricos de
Santiago del Estero, a través de las actas de numerosas
ejecuciones en la hoguera, luego de ser torturados, de mujeres y
hombres que, para los ojos del catolicismo en el poder,
practicaban “hechicerías”.
No haremos aquí una “defensa” a ultranza de las
comunidades aborígenes. Sabemos que también bajo alguno de
sus rigurosos regímenes, se efectuaron sacrificios humanos y –
como en todo ordenamiento estatal─ la razón se adecuaba
finalmente a la fuerza.
Se trata sólo de reubicar la perspectiva del asunto, para
recuperar una visión objetiva de la historia, distorsionada por
siglos de “investigación” y divulgación científica construida con
el propósito, consciente o inadvertido, de favorecer una
concepción eurocéntrica.
Así, pues, en las páginas que siguen se encontrarán una
profusa cantidad de datos que se lograron reunir sobre la historia
de Icaño, desde sus más remotos orígenes como parte de una
cultura milenaria, junto a los del período hispánico, hasta llegar
a la actualidad. Todos tratados con el mismo respeto y severidad
historiográfica, sin pretender poner uno u otro sobre los demás,
sino evaluándolos, objetivamente, por los aspectos que se nos
presentaron como los más trascendentes.

[1] La Carta del Jefe Seattle puede leerse en los Documentos, al fin
de este libro.

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Srta. Rómula Santillán, una de las primeras directoras de la Escuela
Provincial Nº 56 “Absalón Rojas”, de Icaño (Daguerrotipo de 1898).

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2. Resumen histórico

Icaño formaba parte de un complejo cultural andínico, cuyos


vestigios arqueológicos fueron localizados principalmente en
Sunchituyoj y Llajta Mauca. Su epicentro estaba en la zona
centro-sur de lo que es hoy Santiago del Estero, hace unos
1.500 años. La etnia pobladora de esta zona provenía a su vez de
culturas más antiguas, cuyos rastros pueden hallarse en la región
NOA hasta unos 3.000 años antes de Cristo.
Estas culminarían hacia el año 1.000 dC en la Cultura
Diaguita, de la cual era una cultura complementaria la Tonocoté.
Probablemente del cacán, lengua de los tonocotés, proviene el
nombre “Icaño”, cuyo significado no se ha podido desentrañar
fehacientemente aún.
Hay dos acepciones posibles, según nuestros homónimos
catamarqueños: “Tuna Roja” o “Pasto Seco”. Los investigadores
catamarqueños sostienen que podría ser una voz quichua. Sin
embargo, está determinado que la lengua quichua se
institucionalizó recién con la conquista española. Ello debido a
que los conquistadores utilizaban este idioma, por medio de
lenguaraces sometidos, para unificar el trato con todos los
aborígenes locales.
Algunos historiadores santiagueños, también adjudicándole
un origen quichua, han afirmado que la voz icaño proviene de
“icancho” (pajarito). Por nuestra parte no adherimos a ninguna
de estas suposiciones, considerando que el vocablo sea mucho
más antiguo y no haya llegado a nosotros su concepto original.
Los hermanos Emilio y Duncan Wagner, creadores de la
mayor parte de la colección que llegó a ostentar el Museo
Arqueológico de Santiago del Estero, sostienen que en esta
comarca existió una civilización muy superior a la encontrada
por los españoles. La llaman el Imperio de las Planicies,

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describiéndola como de un elevado sentido estético y religioso,
con un orden teocrático, vertical, que les permitió vivir durante
siglos en paz y prosperidad. Según sus investigaciones, se
adoraba una divinidad “proteiforme”, de aspecto femenino,
mezcla de mujer, pájaro y serpiente.

La Dra. Ana María Lorandi, auspiciada por el CONICET, efectúa


excavaciones arqueológicas en los yacimientos de Icaño (1967).

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Hacia el periodo de la conquista española, los pobladores
mayoritarios de esta región eran los Tonocotés, de origen
brasílido. Pero existían numerosos asentamientos lules, debido a
la expansión guerrera de esta etnia aborigen aproximadamente
desde el año 900 hasta el 1.500. Toda la región era sumamente
fértil, ya que estaba regada por un extenso brazo del Río Salado.
Los aborígenes cultivaban el maíz y otros vegetales
alimenticios; se nutrían también por medio de la caza y la pesca,
feraces, que ejercían racionalmente en la por entonces tupida
selva y el mencionado río.

Urna funeraria de la cultura Diaguita. Reproducción de Graciela


Zelaya.

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Hacia 1546 fue encontrada la comunidad de Icaño por los
remanentes de la expedición de Diego de Rojas, un grupo de
famélicos guerreros españoles comandado por Nicolás Heredia.
Lograron secuestrar a algunos lules, que bajo tortura les
señalaron los depósitos de maíz de los tonocotés, de los cuales
robaron lo suficiente como para alimentarse y seguir su camino
de regreso hacia el Alto Perú.
También al parecer uno de ellos les señaló cierta hierba, que
preparada con otros ingredientes actuaba como antídoto del
veneno utilizado por los tonocotés para untar sus flechas. De esa
manera muchos invasores españoles se libraron de seguir el
destino de Diego de Rojas, a la vez que restaron potencial
ofensivo a los aborígenes, quienes resistían con valor para
defender su tierra.
Los europeos introdujeron, además de su maquinaria bélica,
enfermedades desconocidas en estas tierras, como el sarampión
y las viruelas, que causaron verdaderos estragos entre la
población nativa.
A partir de entonces la invasión hispana fue indetenible. El
único recurso que podía demorar a tropas que contaban con
arcabuces y caballos preparados para la guerra era el veneno en
las flechas. Y por causa de una traición ese recurso finalmente
fue neutralizado, abriendo así el éxito en las batallas a los
ejércitos con mayor equipamiento, tecnología y poder militar.
Debido a esto es que hallamos hacia el año 1549 como
“dueño de indios” y regidor de Icaño a Juan Díaz Caballero,
feroz conquistador que imponía su dominio expansivo sobre los
pobladores originales a sangre y fuego.
Según el historiador santiagueño Alfredo Gargaro, “en 1692
se menciona una propiedad de 15 leguas por 3”, que existía

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desde el siglo XVI, asignada al español Bernabé Ibáñez del
Castillo.
En 1717 ya se encuentra el nombre de Icaño en padrones de
la conquista europea, atribuyéndole propiedad sobre tierras e
indígenas a la viuda de un capitán español, Josefa de la Cerda.
El ordenamiento colonial, continuado por los gobiernos
independientes de Ibarra y los Taboada, colocó a la población de
Icaño bajo el área jurisdiccional de El Bracho, dependiente a su
vez de Matará.
La tradición antigua informa sobre las “trincheras” que
fueron celebraciones aborígenes, efectuadas anualmente. Con el
tiempo, se fue dando una hibridación: los aborígenes habían
incorporado los caballos ─obtenidos de la población española─
y más tarde, los criollos adoptaron las celebraciones. Es muy
posible que para los aborígenes tuvieran un sentido religioso,
pues se encuentran en muchos de los actos que perduraron –
ausentes en otras culturas–, una clara sugestión ritual.
Posteriormente, ya en tiempos criollos, se las habría despojado
de su sentido originario, asimilándolas al Carnaval. Según
algunas versiones, al principio de la etapa criolla concurrían a
las Trincheras únicamente los hombres. Con el tiempo –ya
avanzado el siglo XX–, se abriría la participación a las mujeres.
Desde 1856 a 1867 el empresario de origen europeo Esteban
Rams y Rubert intentó la navegación del Río Salado y la
colonización de sus márgenes, con propósitos lucrativos. Luego
de varios ensayos, sus enviados lograron llegar desde Santa Fe
hasta el poblado de Navicha, desde donde no se pudo avanzar
más. El propósito era llegar a Salta y desde allí hasta el
Paraguay.
En 1870 el General Saturnino García, por entonces
propietario de una gran parte de los terrenos locales, mandó
efectuar un trazado urbano en el actual lugar de la estación de

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Icaño y le dio el nombre de Esteban Rams, en homenaje al
negociante, de quien era beneficiario y pariente.
Aún hasta 1885, aproximadamente, se recuerdan
enfrentamientos con aborígenes, quienes cada vez más
debilitados, no sólo por la derrota militar, sino por su vacío
existencial y el alcohol, igualmente secuelas de la dominación
hispánica, fueron finalmente desapareciendo.
La tradición considera “poblador fundacional del pueblo” en
esta etapa a Mariano Palavecino, quien durante la década de
1880 construyera una casa e instalase un molino en el espacio
denominado Las Trincheras.
En 1889 se instaló el ferrocarril Buenos Aires y Rosario, y en
1890 lo hicieron el Central Argentino y el Bartolomé Mitre.
En 1889 se establece también la firma Barbel, Nuttall & Cía,
poniendo un enorme aserradero para explotar los bosques
vírgenes que entonces existían. Con los gigantescos motores que
surtían al aserradero, se proveyó parcialmente de energía
eléctrica a la pequeña población y también se transportó agua
para riego.
Comienza la depredación sistemática del bosque, dejando, en
el transcurso de poco más de veinte años, lo que antes era una
selva plena de vida animal, convertida en páramos desérticos y
casi muertos.
Un artículo de Cristóforo Juárez nos informa de que el joven
Ricardo Rojas, a principios del siglo XX, se internaba en los
bosques de Icaño buscando inspiración para su obra inmortal: El
País de la Selva. A simple vista puede apreciarse ahora lo que
ha quedado de aquella Selva.
El primer comercio público de pan en Icaño fue instalado por
el señor Lorenzo Ponci, de nacionalidad italiana, en 1898. El 18
de agosto de 1890 se designó al primer comisario policial de la
localidad, Dn. José Lugones.

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El 15 de Julio de 1891, la cámara de Diputados de la
provincia de Santiago del Estero dicta una ley, mediante la cual
se designa a la urbanización, en forma definitiva, como “Icaño”,
recuperando su nombre ancestral.
La primera escuela pública se abrió el 1º de Abril de 1891,
con la concurrencia de 20 alumnos, que a fines de ese mes
habían llegado a 51. Su fundadora fue la Srta. Trinidad Luna.
Funcionó en un modesto edificio de adobe y ramas, cedido por
los vecinos, en el lugar actualmente utilizado para las
Trincheras. Hoy se denomina “Absalón Rojas” y está en el
centro de la población.
El 30 de julio 1896 se creó la Sociedad de Beneficencia, con
el propósito de crear un Asilo para pobres. También obtuvo
recursos para la construcción del edificio escolar. Su presidenta
fue Dña. Esilda S. de Nuttall.
En este periodo se establece también en Icaño don Isaac
Bercoff y su familia. Instalan una gran carpintería, que producía
muebles de alta calidad para toda la Argentina. Fundan también
uno de los primeros establecimientos de espectáculo culto en la
provincia, el cine-teatro Bercoff, que contaba a principios del
siglo XX con más de 350 butacas.
Emilio Wagner, científico francés de trascendencia
internacional, se radica para siempre en Icaño, sobre las
barrancas del Río Salado, poco después de 1900. Allí descubre
millares de piezas cerámicas de alto refinamiento, que lo
inducen a establecer su famosa tesis antropológica de la
Civilización Chaco Santiagueña. En 1952 el gobierno
provincial da su nombre y el de su hermano Duncan, principal
colaborador del sabio, al museo arqueológico de Santiago del
Estero. También una escuela de la provincia los recuerda; al
igual que el municipio, a través de una de sus calles, la
Biblioteca Pública y un Barrio.

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Ricardo Rojas, gloria argentina de la literatura, pasó
temporadas de vacaciones en Icaño, y se conservan sus cartas
manuscritas a distinguidos pobladores del lugar. Copias de estas
pueden apreciarse en nuestros Documentos.
En 1904, se editó el periódico “El Icañense”, dirigido por
Luis Contreras.

Estatuto original del Club Absalón Rojas (1908),


redactado entre otros por Antenor Mansilla y
Emilio Wagner.

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El Registro Civil se creó en 1907, su primer encargado fue
don Clemente Rodríguez. También había un polígono para la
práctica de tiro al blanco, que era administrado por el Ejército
Argentino.
En 1908 se creó el Centro Cultural Absalón Rojas, el que
tuvo como principales dirigentes a don Emilio Wagner y don
Antenor Mansilla. A través de este centro, se fundó la primera
Biblioteca Pública.

Una industria maderera de Icaño hacia 1910.

Santiago Stone, estadounidense casado con una chilena y


radicado en Real Sayana hacia 1895, establece aquí otro gran
aserradero y explotación forestal en los primeros años del siglo.
El primer club deportivo de Icaño, Atlético, se funda el 24 de
septiembre del año 1905.
En 1910, centenario de la Revolución de Mayo, se crea en
Icaño la primera Escuela Nacional, Nº 78. Su director es el
docente Juan E. Chazarreta.
En 1910, también, la primera farmacia fue instalada por un
inmigrante español, Mateo Rodríguez.

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En 1913 arriba Dn. Fabián Tomás Gómez y Anchorena,
Conde Del Castaño, arquetipo de toda una generación de
rastacueros argentinos, famosos por sus derroches faraónicos en
la Europa decadente del novecento. Descendiente de un
santiagueño, don Fabián quiso pasar la última etapa de su vida
con recato y modestia. Para ello eligió la comunidad de Icaño.
En 1920 llegaron inmigrantes europeos con el propósito de
colonizar tierras; algunos, de origen judío, se radicaron
principalmente en Mancapa y lo que sería después Colonia
Dora. En 1924 se instaló la primera usina eléctrica, por gestión
de don Rosmiro Mouriño.
El 30 de octubre de 1928 se inaugura la Escuela 442, de La
Costa, siendo su primera directora la Srta. Matilde C.
Dorbambide.
En 1930 se terminó la obra del Canal Polaco y en 1940 se
fundó la Sociedad Sirio Libanesa.
En 1948 se fundó escuela 605, conocida como la escuela de
los judíos inmigrantes.
El 9 de Julio de 1950 se creó el Club Social y Deportivo
“Alumni”.
Otros de los personajes destacados de esta población fueron
los hermanos Dib, quienes impulsaron creativamente la cultura
local.

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Fiesta de Gala con elección de la Reina (1958).

En 1966 comenzó a publicarse un periódico mensual,


“Tribuna Libre”, editado por la Escuela 800, donde José Dib
participaba con excelentes dibujos humorísticos.
En septiembre de ese mismo año, el radiotécnico Francisco
Mansilla introduce la televisión en Icaño.
En 1967 se formó la Asociación Amigos de la Estación Icaño
y en 1967, la Asociación Agropecuaria del Departamento
Avellaneda.
En 1979 fue creada la Cooperativa de Provisión de Agua
Potable, por Resolución de INAC e inscripta en el Registro
Nacional.
En 1982, se fundó la Cruz Roja Argentina (filial Icaño Nº68)
y un año más tarde se inauguró el servicio telefónico
domiciliario.

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En 1987 se creó el Colegio Secundario “Presidente Hipólito
Irigoyen” por Resolución Ministerial.
Icaño es en la actualidad una mediana urbanización, instalada
sobre la Ruta Nacional 34, en el departamento Avellaneda, a
ciento ochenta y cinco kilómetros de la capital de Santiago del
Estero.
Su población es de unos dos mil quinientos habitantes.
Se gobierna por una Comisión Municipal, a cuyo frente se
encuentra el Sr. Luis Eduardo Herrera. Durante su gestión se
construyó la Biblioteca Pública Emilio y Duncan Wagner,
además de otras obras edilicias, pavimentación y mejoramiento
arquitectónico del municipio.

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3. Etnias aborígenes prehistóricas

Imaginemos el almuerzo tonocoté. Las familias se reúnen


alrededor de varias anchas mesas redondas. Son varias, pues
era una comunidad en el sentido pleno, es decir no existía la
propiedad privada. Todo lo que se cazaba, cosechaba,
elaboraba, era compartido de acuerdo a las cantidades
existentes. Que nunca faltaban. Los tonocoté eran prósperos y
autosuficientes. No se conocía el hambre allí.
Los hombres jóvenes vestían un corto pollerín de plumas,
sobre las bragas de tela. Sobre los hombros, llevaban mantines
de hilo finamente bordados con imágenes simbólicas. Al cuello,
collares de piedras pulidas, blancas, azules, doradas. Los
ancianos, en cambio, solían calzar nada más que una larga
túnica tejida.
Las jóvenes mujeres también llevaban polleras cortas, hasta
cerca de las rodillas y en el torso especies de chombas sin
cuello, con primorosos dibujos en el pecho. Las ancianas,
túnicas talares. Sus collares combinaban piedras con huesos
delicadamente pulidos, con dibujos finísimos grabados en la
superficie.
Los niños, generalmente, sólo bragas y encima cortos
pollerines de plumas.
Se aprestan para comer.
Sobre las mesas redondas hay pasta de porotos en
abundancia, esparcida armónicamente aquí y allá entre las
anchas fuentes de madera, que contienen presas de venado.
También, en otras cazuelas, pueden verse trozos de carne de
ave, perdiz, recientemente cazada en abundancia y almacenada.

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Algunas mujeres visten finas túnicas tejidas, con dibujos
armónicos. Representan deidades: ojos, serpientes enlazadas,
manos, y la lechuza que llora. ¿Por qué llora la lechuza?
¿Presiente el tiempo que va a venir?
Los tonocoté comen mientras comentan las novedades de la
mañana y beben exquisitos licores elaborados en base a la
algarroba, los niños parlotean junto a sus padres y abuelos;
nada amenaza al parecer su tranquila vida sedentaria…

Los aborígenes que habitaron la región Noroeste de la


Argentina estuvieron asentados aquí desde unos dos mil
quinientos años antes de Cristo, según la mayoría de los estudios
científicos efectuados hasta hoy. Así Alberto Rex González, una
de las máximas autoridades argentinas, sitúa la evolución de
estas razas en los períodos y etapas que siguen:

Período Temprano: Del 2.500 A.C. al 650 D.C.


Período Medio: Del 650 D.C. al 850 D.C.
Período Tardío: Del 850 D.C. al 1.480 D.C.
Período Incaico: Del 1.480 D.C. al 1.550 (irrupción de los
conquistadores españoles).
Período Hispano Indígena: 1.550 D.C., posconquista con
culturas indígenas aún sin diluirse.
Período Colonial: Culturas indígenas incorporadas al sistema
colonial.

Acerca del origen remoto de estas razas no hay acuerdo


definitivo entre los científicos. Por una parte se sostiene como
hipótesis la inmigración de etnias asiáticas a través del estrecho
de Behring, descendiendo por la región hoy llamada Canadá
hasta poblar todo el continente americano. En cambio los
hermanos Wagner adherían a la posibilidad de una emigración

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más remota, proveniente de una región antiquísima ubicada en
el Océano Pacífico, cuyas razas, semejantes a las indoeuropeas,
habrían emigrado no sólo hacia la actual América sino también
hacia el Asia, África y Europa, conformando una unidad cultural
básica original en los primeros tiempos de toda la humanidad.
Un elemento clave en la doctrina de los Wagner es la unidad de
los continentes en un período milenariamente antiguo. Es decir
que nuestros territorios, con lo que hoy llamamos Asia y
Oceanía, habrían tenido continuidad, y por lo tanto el tránsito
por tierra era fluido, de un lado a otro.
El Dr. José Imbelloni, sustentador de una teoría parcialmente
distinta a la de los Wagner, citado por el prestigioso Dick Ibarra
Grasso, afirma:
“…concibo al poblamiento [de América] como la integración
de dos momentos. El primero fue el ‘deslizamiento’ por vía
terrestre (Behring), de las más antiguas formaciones
metamórficas del sector oriental del Mundo Antiguo. El segundo
una transgresión marítima de las más recientes formaciones, a
través de las guirnaldas insulares del Pacífico, hasta el litoral
occidental de América”.
En su libro Arqueología Comparada, Resumen de
Prehistoria, Emilio R. Wagner y Olimpia L. Righetti consignan
en cambio lo siguiente:
“Si damos una sencilla mirada a un mapamundi, encontramos
entre África, Australia, Asia y América, una extensa superficie
del globo cubierta por el Océano Pacífico, en donde no aparece
ningún otro continente, pero que tiene una infinidad de islas,
pequeñas en su mayoría ─aunque las hay de todos los
tamaños─, y cuyo origen es volcánico, en general. Esto nos da
de inmediato la impresión de que en aquel vasto espacio de los
mares, existió un continente actualmente sumergido bajo sus

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aguas a consecuencia de algunas de esas fluctuaciones de la capa
terrestre…

Etnias aborígenes del NOA y sus radios de influencia, hacia el año 1600.
Fuente: Rex González y otros.

“Las cumbres de sus montañas serían las que emergen


actualmente del fondo del mar formando esas innumerables islas
que allí existen. […]
“No podemos dejar de pensar, pues, que a medida que
aquellas tierras… desaparecían paulatinamente bajo los mares al
correr de los siglos, sus habitantes buscaron otros puntos del
globo para establecerse al amparo de las aguas invasoras.

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Emigrando en grandes masas, por oleadas sucesivas que tal vez
fueron separadas por largos espacios de tiempo, y ayudados por
los medios de navegación de que disponían, ganaron las costas
más cercanas, en particular las de Asia, continente con el cual
podían tener ya relaciones o por lo menos el conocimiento de su
existencia. Al desplazarse llevaron consigo su religión, sus
industrias y sus artes, es decir, su civilización y su cultura, ya
muy evolucionadas. […]
“Esas olas inmigratorias que de su lugar de origen traían ojos
horizontales, se extendieron poco a poco sobre el continente
asiático. Allí se habrían separado originándose dos grandes
corrientes que más tarde dieron nacimiento a las naciones
civilizadas de América.
“Una tomó rumbo hacia el oeste de Asia, se extendió por la
India, el Mar Rojo y Egipto. También penetró en Asia Menor
por el Tigris y el Éufrates, pasó por el Mar Caspio llegando
hasta el Cáucaso, y al correr de los siglos siguió su marcha por
el Mediterráneo, el norte de África, el sur de Francia, Iberia, las
islas Azores, y por el continente de Atlántida, si aún existía, u
otras islas, ganó las Antillas y la costa de América Central.
Luego, por las Guayanas, llegó al Amazonas, y penetrando por
los grandes ríos, alcanzó las planicies del interior y los Andes,
hasta Chile y la Argentina.”
De tal manera, la teoría de los hermanos Wagner, formulada
sobre la base de más de 70.000 piezas arqueológicas obtenidas
de sus excavaciones en Icaño y otras zonas aledañas en el
interior de Santiago del Estero, sostenía que una antiquísima
cultura prehistórica, nacida en un continente del Océano
Pacífico, es el origen de toda civilización humana.

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4. La etnia aborigen de Icaño

Cada vez se conocen más pruebas de la existencia de


culturas milenarias en todo el Noroeste argentino. De acuerdo

Reproducción de urna funeraria de Sunchituyoj,


efectuada por la artista Graciela Selaya.

con esos datos, en el periodo medio de la cultura de Llajta


Mauca y Sunchituyoj ─a la cual pertenecía nuestra región─,
alcanzó su máximo florecimiento. Entre nosotros, los tonocoté,
podrían haber sido los herederos de esa raza antigua,
desaparecida, que los Wagner llaman “El Imperio de las
Planicies”. Dicha herencia posterior habría transcurrido desde el
año 500 después de Cristo.

- 29 -
Construían sus viviendas con forma semiesférica, de cañas y
finas ramas a las que daban la forma curvilínea. La estructura
vegetal era solidificada después con adobe. Estas casas solían
disponerse de un modo orbicular, alrededor de inmensos patios
comunitarios, sobre altos túmulos de tierra apisonada, que
mantenían las viviendas fuera de cualquier riesgo de inundación.
Los clanes se distribuían de esa manera con espacios arbolados
y huertas en medio, semejando especies de barrios
interconectados.
Estos aborígenes fueron avezados cultivadores de maíz y
ceramistas de diseños complejos. Las figuras antropomórficas
(con forma humana), embellecen con líneas estilizadas sus obras
artísticas, así como los pájaros o felinos. Tal arte antiguo es el
que dotó a la cultura santiagueña con algunos de sus más
hermosas figuras. Así la proverbial lechuza, que hoy se ve
repetida una y otra vez en tapices o cuadros modernos.
Dicha plástica, por tantos siglos ignorada, presenta una
evolución que hace pensar en artistas especializados, cuyas
líneas perfectas sobre las vasijas muestran síntesis o
abstracciones, que tomaron miles de años a los artistas de
Europa para llegar a comprenderlas. Así, Picasso, Braque,
Mondrian, Miró, observando parecidos diseños crearon su arte
contemporáneo, muchos de cuyos hallazgos compositivos
fueron ya conocidos por los aborígenes que poblaban la
superficie del ámbito geográfico que hoy llamamos “NOA”.
En el siglo XVI, a la llegada de los españoles, la cantidad
estimada de habitantes aborígenes de lo que es hoy Argentina se
distribuía así:
Chaco……………….……………………………50.000
Pampa…………………………………………….30.000
Noroeste…………………………………………215.000
Mesopotamia………………………………………20.000
Cuyo……………………………………………….18.000

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Patagonia…………………………………………...10.000
Nuestra región del Noroeste era, como se ve, la de mayor
densidad poblacional en todo el territorio.
Y de la región NOA, la mayor densidad se concentraba,
según las investigaciones, entre las etnias diaguitas, que
ocupaban lo que hoy llamamos Tucumán, parte de Catamarca,
una parte de Salta, y el noroeste de Santiago del Estero. A
continuación se habían abierto un espacio los Lule-Vilela,
seguidos más abajo en dicho ordenamiento geográfico, por los
Tonocoté.
Es evidente que existía un intenso intercambio económico y
cultural entre las tres regiones, constituyendo el centro –que se
ubicaba más bien al Oeste, en la región donde actualmente está
Frías e inicia su territorio Catamarca–, un espacio de gran
actividad hacia un periodo que fue calculado como en el año 500
después de Cristo –es decir unos mil años antes de la llegada de
los invasores españoles.
Hacia el norte de Santiago del Estero se ubicaban entonces
las etnias llamadas Diaguitas, compuestas por varias
parcialidades: pulares, luracataos, chicoanas, tolombones,
yocaviles, quilmes, tafís, hualfines.
Todos estos grupos tenían un intercambio cultural y
económico entre sí incluyendo un ancho espacio, hoy
denominado “Salta”, “Catamarca”, “Tucumán” y “Santiago del
Estero”. Un idioma los unía: el cacán. Probablemente de ese
idioma proviene la palabra “Icaño”.
La parcialidad étnica llamada Tonocoté habitó la región del
centro-sur de Santiago del Estero –incluyendo Icaño─ desde
unos 500 años después de Cristo.
Los Tonocotés llevaban una vida sedentaria y tranquila, en
pacífico intercambio con sus vecinos del Norte, ya mencionados
y del Sur, los Comechingones y los Sanavirones, distribuidos
por lo que llamamos hoy “Provincia de Córdoba”.
- 31 -
Repentinamente los Guaicurúes y otras tribus muy belicosas
provenientes de la región hoy denominada “Corrientes”, “El
Chaco” y “Misiones”, se lanzaron hacia el Oeste, empujando a
los habitantes originales de El Chaco hacia las montañas de
Salta y Tucumán, y otra parte hacia lo que es hoy Santiago del
Estero.
A partir aproximadamente del año 900 dC se comenzó a
sufrir constantes invasiones de esta otras etnias: los lules y los
vilelas. Ambas fueron denominadas en conjunto “Juríes” por los
españoles (la palabra “juri” proviene de “xuri” o “zuri”, como se
designaba al avestruz). Incluso los tonocotés, de rasgos y cultura
diferente, fueron englobados por los europeos dentro de esa
simplificación lingüística, mencionándolos en sus documentos,
frecuentemente, como “juríes”.
Con posterioridad a las primeras invasiones lules y vilelas del
900, se fueron produciendo mestizajes e intercambio cultural
entre estas dos parcialidades, con lo cual muchas de las
características de cada una quedaron sintetizadas en el primitivo
poblador de Icaño y serían transmitidas, más tarde, a todas sus
generaciones.
La etnia Tonocoté estuvo diseminada en la parte centro
occidental de la actual provincia de Santiago del Estero, en una
región llana formando un óvalo horizontal imaginario con
límites aproximados a las actuales localidades de San Pedro de
Guasayán, Suncho Corral, Los Telares y Bandera. Es decir,
rozaba en su extremo Oeste la hoy provincia de Catamarca y
hundía su extremo Este en la entonces muy selvática región del
Chaco Santiagueño. La vasta extensión ocupada por los
tonocotés estaba atravesada por los ríos Salado y Dulce. Este
asentamiento incluía a Icaño en su extremo sur. Más abajo se
desplegaban los comechingones, extendidos mayoritariamente

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en el norte de lo que hoy se identifica como la provincia de
Córdoba.
Estos últimos junto con los Quilmes, Lules y los Tonocotés,
estuvieron entre las etnias que mayor resistencia ofrecieron al
conquistador español, prolongando su denodada lucha contra el
avasallamiento europeo en algunos casos hasta ya entrado el
siglo XX.
Desde el punto de vista cultural, la etnia Tonocoté estaba
relacionada estrechamente con la denominada Cultura Diaguita,
como dijimos anteriormente, que comprendía a los pulares,
luracataos, chicoanas, tolombones, quilmes, tafís, hualfines, y
yocaviles.
Todas estaban aglutinadas alrededor de un elemento común:
su lengua, la cacá o cacán, que otorgaba unidad lingüística a
estos pueblos. Otros factores daban coherencia cultural a estas
comunidades, entre ellos la organización social y económica, su
cosmovisión común, así como aspectos raciales que definían una
identidad por encima de las variantes regionales.
Según el antropólogo Carlos Martínez Sarasola, en el
panorama indígena del territorio argentino la cultura Diaguita
fue la que alcanzó mayor complejidad en todos los aspectos,
cuestión que redundó inclusive en una importantísima densidad
poblacional. Se calcula que la población total del Noroeste
estaba constituida entonces por más de 200.0000 habitantes
(cerca del 75 % del total).
Era una cultura de agricultores sedentarios, poseedores de
irrigación artificial, por medio de canales y con andenes de
cultivos para sus productos principales: maíz, zapallo y porotos.
Los tonocoté eran criadores de llamas; como sus hermanos de
las zonas andinas; utilizaron a esos animales como proveedores
de lana para sus tejidos y también para carga.

- 33 -
También practicaban la recolección de algarroba y el chañar,
que almacenaban en grandes cantidades; en mucha menor
medida practicaban la caza.
Como cultura andina por hibridación, participaban del culto
al sol, la luna, la tierra, el trueno y el relámpago. Celebraban
rituales propiciatorios de la fertilidad de los campos y tenían una
elaborada ritualidad funeraria, testimonio de la devoción a los
muertos, como tránsito crucial en el ciclo de vida de la cultura.
Según esta, el alma se convertía en estrella, viaje para el que a
los difuntos se los enterraba con alimentos y bebidas.
Fumaban en pipa, de modo ritual, así como también
efectuaban otros rituales propiciatorios para los ciclos agrícolas,
así como para obtener la necesaria lluvia. El cebil era utilizado
para numerosas ceremonias mágicas, entre ellas la adivinación
del futuro.
Participaban del culto a la Pacha Mama o Madre Tierra, al
igual que en Perú o Bolivia.
El arte diaguita, dirigido muchas veces a lo religioso, es el
más acabado de nuestras culturas indígenas, no sólo en cerámica
sino también en metalurgia, según Martínez Sarasola. Esta
tesitura es sostenida asimismo por los Hnos. Wagner.
Entre sus diseños se encuentra también a la “mujer pájaro”,
divinidad presente en toda la región.
Los tonocoté aprovechaban el río Salado de diversas formas,
además de pescar en él. Por ejemplo, construían hoyas de
inmensas dimensiones (unos 100 kilómetros de largo, por 100
metros de ancho), que en época de crecidas se anegaba. Luego,
al retirarse el río, quedaba esta parcela gigantesca con suficiente
humedad como para ser cultivada, obteniendo gran provecho.
Dado que no se perseguía el lucro ni el comercio, no existían en
la cultura tonocoté personas a quienes les faltaran alimentos,
viviendas o vestuarios. Es decir que antes de la llegada de los

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europeos, no existían ni el hambre ni la miseria entre los
aborígenes.
Varias comunidades de esta cultura construían sus viviendas
en túmulos o montículos, la mayoría de ellos artificiales,
generalmente con formas circulares. Tales viviendas estaban
cercadas en su conjunto por empalizadas con fines defensivos.
Posiblemente dicha modalidad se inició al ingresar los lule-
vilelas en el territorio diaguita-tonocoté.
Sus principales industrias eran el hilado, el tejido y la
alfarería. “Los tonocotés eran hábiles tejedores, hecho que fue
aprovechado por los españoles para hacerlos trabajar en los
obrajes de paños […] sometidos al sistema de encomiendas”
(María Mercedes Tenti de Laitán, Historia de Santiago del
Estero).
En lo religioso adoraban un Ser Supremo, al cual ofrecían
rogativas para el florecimiento de los cultivos. Este Ser
configuraba un aspecto femenino, aunque sus rasgos eran
representados con rostro de lechuza y, a veces, un cuerpo de
serpiente.
La Dra. Zamudio, de la Universidad de Buenos Aires,
sostiene en su investigación que los tonocoté reverenciaban a
una entidad denominada Cacanchig: “(el cual para los
colonizadores o cristianizadores representaba al demonio),
poseían oráculos donde se realizaban ofrendas”. Esta misma
investigadora afirma que estos “clanes de aborígenes poseían
brujos, que hacían de intermediarios ante la divinidad”.
Los tonocotés no eran belicosos por naturaleza, pero las
constantes invasiones de los lules y vilelas, ya mencionadas, los
obligaron a desarrollar una cada vez más afinada técnica militar.
Usaban flechas envenenadas, por lo cual ciertas hipótesis sobre
la muerte de Diego de Rojas afirman que podría haber sido en
esta región donde el jefe invasor europeo fuese abatido. Se cree

- 35 -
que adquirieron técnicas militares también de sus vecinos del
Sur, los Comechingones, quienes sustentaban una organización
militar más avanzada.
La expansión incaica, que fue paulatina, se empezó a
consolidar hacia 1450, apenas poco antes de la conquista
española. Al parecer influyó poco en los habitantes de esta
región, expresándose principalmente a modo de acuerdos sin
guerra.
La introducción del quichua se dio tardíamente, a través de
los mitimaes, aborígenes colaboracionistas con los españoles, a
quienes ellos introdujeron entre los lules y tonocotés para
facilitar la conquista.
Emilio Christensen, escritor santiagueño, sostiene que
(posiblemente hacia la región hoy ocupada por el departamento
Robles y Capital de Santiago del Estero), existía “una
comunidad sedentaria –distinta de sus convecinas–, que en la
época del arribo de los conquistadores españoles, […] dependía
del Cuzco y hablaba su idioma (quechua)”. Según este autor,
desde allí se habría iniciado, poco antes de la llegada europea, el
proceso de quichuización paulatina sobre las culturas más
antiguas en la región.
De ser así, es probable que estos “mitimaes” santiagueños
hayan sido utilizados también como baqueanos y
quintacolumnistas entre los demás aborígenes, para someterlos
al invasor europeo.
Los Lule-Vilelas, por su parte, eran originarios de la que hoy
se llama Provincia del Chaco, con establecimiento habitacional
al sur de los Mataco-Mataguayos. Sus vecinos del Este, los
temibles Guaicurúes, los obligaron con sus invasiones a emigrar
hacia Santiago del Estero, Tucumán y Salta. Es en esta ocasión
que la etnia Lule podría haberse diferenciado de la Vilela, según
el antropólogo argentino Carlos Martínez Sarasola.

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Los Lules eran una cultura de cazadores y recolectores
nómadas ─aunque algunas de sus comunidades habían
incorporado técnicas agrícolas rudimentarias para la
subsistencia─; se alimentaban principalmente de jabalíes y
animales selváticos, aunque también disfrutaban particularmente
de la algarroba y la miel. Eran altos y muy elásticos en su andar.
Se los recuerda como guerreros feroces, solían devorar los
cadáveres de sus enemigos e iban a las batallas pintados de
jaguar.
La descripción que nos queda –de los españoles– acerca de
los Tonocoté, dice que se los consideraba de procedencia
brasileña y eran esbeltos, de rasgos bellos y estatura mediana.
Los europeos los describen como “sedentarios, agricultores,
hábiles pescadores y recolectores. Cultivaban el maíz, zapallo y
frijoles o judías. Sembraron en terrenos cercanos a los ríos, para
así utilizar el fértil limo que dejaban los desbordes de las aguas,
al retirarse tras su crecida anual. Criaban y cazaban llamas y
ñandúes”.
“Fueron muy hábiles en la pesca a mano”; según nos
cuenta el padre Lizárraga en su Descripción Colonial:
“...ceñidos de su soga a la cintura, están gran rato debajo del
agua y salen arriba con seis, ocho y más pescados colgados en la
cintura”. También pescaron con flechas.
En lo referido a su estética, estudios modernos indican que la
“edad de oro” Chaco-Santiagueña se inicia hacia 800 d.C. y
finaliza hacia el 1650. La integran dos conjuntos o tradiciones
alfareras llamadas Sunchituyoj y Averías. Se distinguen tres
fases:
1- Las Lomas (800 - 1200): surge Sunchituyoj, caracterizada
por la decoración en negro sobre blanco, negro sobre rojo y
tricolor, con el búho (lechuza) como motivo principal.

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2- Quimilí Paso (1200 - 1350): surge Averías, caracterizada
por la cerámica tricolor, de motivos geométricos y zoomorfos, y
la cerámica Negro sobre Rojo Brillante, con el motivo de manos
entrelazadas.
3- Oloma Bajada - Icaño (1350 - 1600) donde prevalece la
estética de Sunchituyoj. También registra cierta presencia la
Cultura de Averías (Yocavil Policromo), con sus motivos en
Negro sobre Rojo Brillante (famabalasto negro sobre rojo)
semejantes a los de la región Valliserrana.
La corriente cultural Santa María es contemporánea con el
auge estético de la Cultura Chaco Santiagueña. Los elementos
que componen a ambas trascendieron sus respectivas fronteras
en épocas antiguas, relacionándose entre sí.
La primera envuelve varias tradiciones alfareras. El tipo
Santamariano Clásico está separado en seis fases (O a V), con
motivos negros y rojos sobre fondo blanco, en las primeras
fases, llegando al negro sobre blanco en las últimas. Comienza
hacia el 800-1000 y es aniquilado por la llegada de los
españoles.
Ambas tradiciones comparten motivos figurativos y
geométricos: anfisbemas **, serpientes, triángulos escalonados,
grecas, rombos, reticulados, brazos y arcos superciliares al
pastillaje, manos entrelazadas y otros. Morfológicamente, en las
escudillas observamos que los tipos hemisféricos restringidos,
no-restringidos o abiertos, con cuello y sin cuello y bases
modificadas y no modificadas son comunes a ambas corrientes
estéticas aborígenes.

* Argentina indígena, vísperas de la conquista. A. Rex González y J. A.


Pérez. Editorial Paidós, 1987.
** Animales de dos cabezas (frecuentemente serpientes).

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5. Una economía sustentable

Los tonocotés practicaban un deporte al que denominaban


Chueca. Este era, según descripción hispana consignada por
Carlos Abregú Virreyra, muy semejante al que nosotros
conocemos por “Hockey”. Dos equipos, en los cuales cada
jugador llevaba una pértiga de madera, con la que trataban de
controlar una pelota de cuero, celebran competencias deportivas
muy parecidas a las que hoy vemos en los estadios.
No sólo deportes practicaban los tonocotés: en sus fiestas y
reuniones, así como en ceremonias culturales propias de su
comunidad, también presentaban refinados números musicales.
Desafortunadamente la música que compusieron no se conserva;
se cree que muchos de sus acordes y melodías perduraron en
nuestro folklore. Sí testimonian sus actividades musicales
numerosas piezas arqueológicas. A través de ellas se sabe que
ejecutaban al menos el pincullo, diversos tipos de ocarinas y
múltiples tambores.
Pero además de su cultura refinada y afición a la vida
tranquila y las fiestas, los tonocotés cultivaban buenas relaciones
políticas y culturales, principalmente con otras tres grandes
naciones indígenas, con quienes sostenían asimismo una suerte
de complementación económica.
Estas otras etnias eran los diaguitas, los sanavirones y los
comechingones. Los diaguitas se extendían desde el hoy
departamento Robles, aproximadamente, hasta Jujuy, pasando
por Tucumán, Catamarca y Salta. Estaban subdivididos en
pulares, luracataos, chicoanas, tolombones, yocaviles, quilmes,
tafís, hualfines.
Los sanavirones ocupaban aproximadamente desde donde
hoy están los departamentos Mitre y Rivadavia, extendiéndose

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en una superficie oval que ocupaba parte de la provincia de
Santa Fe y la provincia de Córdoba.
Los comechingones, buenos amigos de los tonocotés, no
tenían en cambio una relación armónica con sus
“comprovincianos”, los sanavirones. Los comechingones se
extendían desde los hoy departamentos Ojo de Agua y
Quebrachos hasta el centro de la hoy provincia de Córdoba.
Con los lules-vilelas, los tonocotés sostenían una relación
que atravesaba etapas muy conflictivas, pero una larga
convivencia obligada los había llevado en algunos casos a
integrarse. Habiendo invadido la región tonocoté los lules,
provenientes de El Chaco, hacia el año 900 después de Cristo, se
instalaron definitivamente en el Centro-Este de Santiago,
convirtiéndose al paso de los siglos, algunas de sus
parcialidades, en sedentarias.
La nación Lule se caracterizaba por su condición de
cazadores-recolectores, nómadas. Pero al tiempo de la conquista
–quinientos años después de su irrupción en Santiago del
Estero–, algunas de sus parcialidades, posiblemente por el
contacto con los tonocotés, se habían organizado en
comunidades agrícolas.
Los lules-vilelas eran una raza guerrera, de gran capacidad
bélica. Sus huestes iban al combate con el cuerpo pintado
imitando los colores del jaguar, y sus jefes principales llevaban
incluso cabezas de estos felinos a manera de yelmo. Utilizaban
el cebil, que fumaban en pipas, como alucinógeno y reputados
investigadores estiman que también lo aplicaban a ceremonias
mágicas. Tenían una relación muy conflictiva con los
guaicurúes, que los habían desplazado de El Chaco, e
igualmente, aunque algo menos, con los matacos.
Los diaguitas, en cambio, con quienes los lules debían a
veces lidiar hacia el noroeste, eran los herederos directos de una

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cultura milenaria y constituían el sector más complejo de la
organización política de entonces. Las numerosas comunidades
que articulaban la cultura diaguita eran agricultores sedentarios.
Trabajaban la tierra y parte de las montañas por medio de
canales, construyendo andenes de cultivo para sus productos
principales: maíz, zapallo y porotos.
Criaban las llamas y, además, aves domésticas, como cerdo
americano, patos y gansos. Edificaban grandes silos donde
almacenaban algarroba y chañar en voluminosas cantidades.
También practicaban la caza, pero no como una actividad
importante.
Los diaguitas eran los pueblos con mayor organización
social, con jefes de gran lucidez, que supieron organizarse
eficazmente para evitar el dominio de los incas y más tarde de
los españoles por mucho tiempo. Junto con los tonocoté y los
comechingones, fueron los últimos que el español logró
aniquilar, tres siglos después de su invasión.
La ciudad de Quilmes, en Buenos Aires, tomó su nombre del
campo de concentración que fue creado para desterrar a los
aborígenes del mismo nombre, una etnia diaguita. Estos fueron
reducidos por los españoles con el cobarde recurso del sitio, para
derrotarlos por hambre y sed, acantonados en sus fortalezas
tucumanas, ya a las puertas del siglo XIX.
Eran comunidades familiares extensas, vinculadas a su vez
por especialidades relacionadas con el trabajo artesanal,
arquitectónico, guerrero, cultural o agrícola.
En lo religioso adoraban al Sol, al Trueno y al Relámpago.
Celebraban rituales propiciatorios de la fertilidad de los campos
y el culto de los muertos, a quienes, como la mayoría de las
naciones aborígenes del noroeste, enterraban bajo el piso de sus
viviendas o en sus alrededores.

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El arte diaguita nos ha dejado hermosos ejemplares de
cerámicas y tallas de piedra, con diseños de animales sagrados:
ñandúes (anunciador de lluvias), batracios y serpientes,
asociadas también con el “agua del cielo”.
Los diaguitas practicaban, asimismo, el culto a la Madre
Tierra o Pachamama, de la misma manera que los aborígenes del
Perú o Bolivia. Ella es la Dueña de la Tierra: se le ruega “por la
fertilidad de los campos, el buen viaje de los peregrinos, el buen
parto de las embarazadas y la felicidad en todas las actividades
humanas”. Se le ofrecían los productos de la agricultura, el
primer bocado de comida y el primer trago. Esta Madre
poderosa iba asociada con la figura masculina de Pachacamac
(Dios del Cielo) o Viracocha, padre del Sol y de la Luna.
Todas las etnias del NOA compartían algunos mitos
centrales, como los del Sacháyoj, la Mayup Mamman y la Orco
Mamman. El primero, una entidad del bosque cuya misión era
impedir la tala indiscriminada de árboles o la caza de animales
“por diversión”, la Mayup Mamman protectora del río y sus
habitantes y la Orco Mamman, que custodiaba las montañas y
sus minerales de la depredación minera. En cambio otras
leyendas, como las de la Almamula o el Crespín, posiblemente
hayan surgido ya con la presión psicológica de los prejuicios
españoles sobre la mentalidad indígena.
Un factor muy importante es el manejo acabado que los
diaguitas tenían de la metalurgia: posiblemente sus poblaciones
eran las principales proveedoras, para todo el resto de las
naciones aborígenes, hasta Córdoba, de instrumentos de hierro,
cobre y bronce o aleaciones.
Al ingresar los tavantisuyus (civilización de los Incas) en
territorio de las hoy provincias de Jujuy, Salta, Santiago del
Estero, luego de algunos combates, establecieron al parecer
acuerdos de convivencia con los diaguitas. Esto ocurrió hacia

- 42 -
1480, durante el reinado de Tupac Yupanqui (hijo de
Pachacutec), considerado el Siglo de Oro de la cultura incaica.
Debido a estos acuerdos, se habrían establecido,
aproximadamente en los que son hoy los departamentos Capital,
Banda y Robles, comunidades de mitimaes (aborígenes quichua
parlantes, subordinados a los incas, que actuaban como
quintacolumnistas en las otras culturas, induciéndolos a la
adopción de sus costumbres). El propósito del Imperio Inca era
el de una “conquista intelectual”, que consistía en persuadir
paulatinamente a todas las comunidades aborígenes de la
conveniencia de su integración a la gran cultura imperial
incaica. Pero no tuvieron tiempo de completarla. El 15 de
noviembre de 1532, Francisco Pizarro y su ejército hicieron su
ingreso en el hermoso Valle Imperial de Cajamarca. Al día
siguiente, luego de masacrar por sorpresa a la guardia imperial y
a la corte que había concurrido para dialogar, Pizarro capturó al
Inca Atahualpa, poniendo así fin al imperio.
De los comechingones y los sanavirones, los otros grupos
en contacto permanente con los tonocoté de Icaño, puede decirse
también, en primer lugar, que eran aborígenes muy guerreros.
Los comechingones habían elaborado un complejo ritual
propiciatorio para la guerra y combatían únicamente de noche,
pues creían que de esa manera lo harían bajo la protección de la
Luna, a quien consideraban diosa. También usaban el cebil
como un elemento central de sus celebraciones mágicas.
Por lo demás, eran expertos agricultores, de maíz, porotos,
zapallos y otros vegetales, que obtenían en cantidad asombrosa
de extensos campos tratados con riego artificial. Altos, llamaron
la atención de los españoles porque los hombres presentaban
tupidas barbas, lo mismo que ellos.
Los sanavirones, adversarios de los anteriores, construían
viviendas de tamaños inmensos, por lo que los antropólogos

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deducen que convivían en ellas varias familias. Eran agricultores
preferentemente de maíz, pero practicaban también la
recolección de algarroba y chañar, así como la caza, la pesca y el
pastoreo de llamas.
Todas estas naciones solían cercar las extensiones donde se
levantaban sus viviendas, con nutridas empalizadas, realizadas
con grandes palos puntiagudos, como defensa contra invasiones.
El complejo étnico que constituían el conjunto de estas
naciones tenía un activo intercambio de bienes, tanto materiales
como culturales. Particularmente nuestra región –con eje en una
olla que comenzaba aproximadamente donde es hoy Santiago
Capital hasta alcanzar las cercanías de Malbrán–, era una región
de activísimo tránsito, donde se cruzaban constantemente grupos
de diferentes procedencias. Se practicaba el trueque, llevando y
trayendo diferentes productos alimentarios, instrumentos de
piedra o metal y ropas, tejidos o artesanías.
No existía la “pobreza”, en el sentido de que estas
comunidades aborígenes tenían perfectamente organizada la
subsistencia de todas sus poblaciones. Nadie podía pasar
hambre, pues la comunidad se hacía responsable de todos y cada
uno de sus integrantes.
Diego Fernández de Palencia, historiador español de ese
período, recorrió hasta 1570 esta región y la describe así:
Santiago del Estero “es una gran provincia, muy poblada y
con sus pueblos situados a media legua entre unos y otros”, que
poseen casas grandes y redondas y bien ordenadas, también
“con calles, además del gran número de sus habitantes, que
constituyen de ochocientas a mil casas en cada poblado”. Los
poblados –según este historiador que los vio por sí mismo–
“estaban defendidos por cercos y empalizadas, donde también
tenían hechos sus terreros, donde tiraban al arco”. Alrededor de
las viviendas había gallinas, patos y avestruces mansos; algo

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alejadas de las habitaciones estaban “las chacras de maíz o
corrales de ovejas como las del Perú [Rex González cree que se
refería a llamas y alpacas]… Los indígenas se cubrían con
vestidos de plumas que les caían por sobre sus hombros y
llegaban hasta la cintura, de manera que todo su vestido es de
pluma”. Aunque también había otros que hacían “sus trajes con
mantas tejidas y adornadas con lentejuelas de hueso, chaquiras
de hueso de buitre…” y las mujeres llevaban túnicas y cortas
polleras tejidas con hilado fino, presentando decoraciones “de
singulares dibujos”.
Además “…tienen hechos los pueblos a lo largo de una hoya
muy grande, de ancho de un gran tiro de piedra y el largo de 30
leguas (unos 150 kilómetros), de manera que cuando crece el
río, vacía en esta hoya y en el verano sécase y entonces toman
los indios de todos los pueblos mucho pescado; y en secándose
siembran maíz… de suerte que todo el largo de esta hoya es
chacra de todos los pueblos de la ribera del río.”
Quien describió así a Santiago del Estero se llamaba Diego
Fernández de Palencia, nacido en Sevilla en 1520 y fallecido en
1581. El Virrey del Perú lo nombró Cronista oficial, y en tal
carácter escribió su Historia del Perú, dos tomos que fueron
publicados, en España, en 1571.

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6. Irrupción de los españoles

Fiebre. Si una palabra caracteriza al conquistador español


es esta. Vienen con fiebre de riquezas, fiebre de poder, fiebre de
sexo. Afectan paranoia hacia todo lo que los rodea en esto que
llaman “nuevo mundo” (en realidad un mundo muy antiguo),
ven plantas, animales, indígenas, insectos, tierra, sol, como
enemigos. Primero matan, después preguntan.
Lope de Aguirre, que a los 21 años desembarcó en Perú
atraído por las inmensas riquezas que se veían llegar a España,
constituyó un arquetipo extremo de esta oleada de cazafortunas
europeos. Werner Herzog lo inmortalizó en Aguirre, la ira de
Dios, una película que todos deberíamos ver.*
Estos aventureros, entre ellos se odian, se desconfían.
Gaboto, para sacarse de encima a Francisco César, lo manda
hacia lo que es hoy Santiago del Estero, diciéndole que aquí
vive “El Rey Blanco”. Este personaje mitológico reinaría sobre
un pueblo pacífico, en un ámbito paradisíaco, donde el oro y la
plata serían tan abundantes que hasta las copas que se usaban
en la vajilla cotidiana habrían sido hechas con uno de esos
metales. Este sería el primer delirante español que llega a
Santiago. Sólo encuentra selva, llanuras pobladas por indios
que se resisten, y comunidades organizadas que no se dejan
avasallar; pero de oro… nada. Sin embargo logra arribar al
dominado Perú y sigue difundiendo esa leyenda.
Tomándose de ella, Pizarro consigue librarse de su principal
rival, Diego del Almagro, a quien empuja a efectuar una gran
expedición hacia el Sur, en busca del Rey Blanco. Almagro, con
400 soldados españoles, 20.000 indios tavantisuyus sometidos y
varios sacerdotes, parte el 3 de julio de 1535. Entran a
principios del año siguiente a lo que hoy llamamos Jujuy, y muy

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pronto también a Santiago del Estero. Finalmente tuercen por el
Aconquija y se dirigen a Chile.
Vaca de Castro, gobernador del Perú, luego de aplastar de
un modo sanguinario varias revueltas aborígenes, en 1542,
comienza a desconfiar de sus capitanes, pues se han quedado
“sin trabajo”. Entonces, con astucia, decide diseminarlos hacia
otras regiones: al Este, al Oeste y al Sur, mintiéndoles que se
harían ricos. El argumento es siempre el mismo, “van a
encontrar reinos fabulosos, mujeres, poder, mucho oro y plata,
esclavos”.
Así, entre las pasiones tortuosas de sus capitanes y tres
sibilinas mujeres españolas, las ambiciones desatadas y las
constantes conspiraciones a su alrededor, parte el afiebrado
Diego de Rojas, con otro gran contingente de españoles, negros
e indios: sólo para encontrar una muerte espantosa en Salavina.
Durante cierto combate recibe un flechazo que le atraviesa el
muslo. Un veneno lo precipita en espantosos retorcijones,
nauseas, vahidos y delirios, hasta derrumbarlo definitivamente
después de varios días.
El primer desaparecido de la historia argentina no lo fue
durante la dictadura militar de Videla en el siglo XX, sino
mucho antes: en el mes de junio de 1555. Se dirigía hacia
Santiago del Estero, con los papeles que le había dado la
Audiencia de Lima, designándolo legítimo gobernador, contra
la usurpación de Francisco de Aguirre. Se llamaba Juan Núñez
del Prado. Nunca llegó a hacerse cargo, ni investigador alguno
pudo desentrañar, jamás, en qué tramo del camino desde
Santiago (de Chile) a Santiago (del Estero) desapareció.

El meticuloso historiador José Néstor Achával consigna que


la eliminación del invasor español Diego de Rojas (diciembre de

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1543) podría haber sido ejecutada por los tonocotés. Citamos
textualmente:
“Se internó [Diego de Rojas], luego, en dominio de los juríes,
después de haberse reunido con Gutiérrez y, en busca de
alimentos, trataron de llegar a ‘una gran provincia que había por
nombre Moquaxa’, en cuyo trayecto pasaron sed y hambre, pues
según afirma el cronista Cieza de León, ‘en el camino no había
agua, porque era seca de ella, sin haber otros árboles que
algarrobos’, lugar al que nombraron Salavina los cronistas
Diego Fernández y Gutiérrez de Santa Clara, que ha sido
ubicado en la parte sur de la Sierra de Guasayán en la provincia
de Santiago del Estero, región en la que vivían los tonocotés que
empleaban veneno en sus flechas.” (José Néstor Achával,
Historia de Santiago del Estero.)
En 1566 Francisco de Aguirre pasa probablemente por Icaño,
con el propósito de fundar Córdoba. Cosa que no llega a
concretar ya que, más o menos a la altura de lo que hoy es
Selva, fue traicionado por su lugarteniente. Este lo hace acusar
por cierto cura de “blasfemo”, para poder trasladarlo, preso, ante
el tribunal de la Inquisición en el Perú. Tal vez debido a las
grandes proporciones de aquella expedición, lograron atravesar,
sin mayores inconvenientes, una franja de la provincia aún
dominada casi totalmente por los aborígenes.
Es evidente que las etnias Tonocoté y Lule, pobladores de
Icaño, debieron haber ofrecido una dura resistencia a los
conquistadores, pues estos demoraron cerca de 30 años en
emprender decididamente su instalación en la zona, luego de
haber sentado sólidamente sus reales en Santiago.
Efectivamente, la fundación de la ciudad de Santiago del
Estero se efectúa entre 1550 y 1553, pero la primera
“encomienda sobre un grupo de pueblos sobre el Salado”, con

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asiento en Icaño, según documentos del Archivo de la Provincia,
se otorga al capitán Juan Díaz Caballero recién en 1589.
Las encomiendas, modo de explotación surgida por la
rebelión de Roldán contra Colón en 1498, consistían meramente
en la adjudicación de aborígenes a los españoles bajo
condiciones prácticamente de esclavitud. **
De la expedición de Aguirre provendrían estas primeras
asignaciones de tierra, una de tres leguas de ancho por 15 leguas
de largo, perteneciente a Bernabé Ibáñez Del Castillo, que los
documentos mencionan en 1692, pero existía desde antes, junto
a la del capitán Díaz Caballero.
Al parecer este capitán logró conservar la propiedad sobre
tierras e indios otorgada por el rey español, pero no se
encuentran otros papeles donde aparezca su apellido, hasta
finales del siglo XVIII, donde nuevamente un Díaz Caballero,
que estimamos su descendiente directo, es mencionado como
terrateniente local.
Uno de los padrones levantados por Alonso de Alfaro durante
el gobierno de Esteban de Urízar y Arespacochaga, con fecha 5
de abril de 1717, consigna como encomendera de Icaño a Da.
Josefa de la Cerda, viuda del capitán Diego Ramírez. En 1737,
el Cabildo de Santiago ordena levantar altares en varios pueblos
indígenas, entre los que figura el de Icaño.
La encomienda era un sistema de concesiones reales por el
cual se otorgaba a los encomenderos no sólo la propiedad de
grandes extensiones de tierras, sino también de sus habitantes.
Bajo una figura jurídica ambigua, según la cual el hidalgo
español debía “proteger” y “educar en la santa religión católica”
a los aborígenes, se los explotaba, en realidad, prácticamente
como esclavos, para provecho económico y servicio doméstico
de los conquistadores.

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Entretanto, el Archivo de la Provincia de Santiago del Estero
informa sobre Mancapa (hoy parte de Icaño) desde 1642: “El
Gobernador don Miguel de Sesse, habiendo quedado vacante la
encomienda de este pueblo [Mancapa] en 1642, por
fallecimiento del capitán Dn. Gonzalo González Cruzado, que la
poseía, se la otorgó a don Juan De Los Ríos, ‘por ser persona
noble nieto e hijo de pobladores de esta provincia y servicios y
ser de los beneméritos y estar casado con hija y nieta asimismo
de pobladores y conquistadores…” (Andrés Figueroa, Los
antiguos pueblos de indios.) Mancapa es una población situada a
unos quince kilómetros de Icaño, hacia el Noreste, y pertenece a
su actual jurisdicción municipal.
Continuando con Mancapa, el mismo Archivo de la Provincia
avisa que esta concesión a De Los Ríos fue revocada enseguida
por la Real Audiencia de Charcas, otorgándosela en cambio a
don Juan Suárez Cordero de Figueroa, por ser “hijo legítimo del
Capitán Gómez Suárez Cordero y de Dña. Valeriana Juárez
Vaviano…y bisnieta del Capitán Gonzalo Sánchez Garzón
descubridores y conquistadores desta provincia y primeros
pobladores de la ciudad de Santiago y de casi lo mas della y de
las personas de mas calidad mas lustre y mas caudal que
entraron a ella…”
Según Andrés Figueroa, director del Archivo Histórico, “a
don Juan Suárez Cordero de Figueroa debió suceder su hija,
Dña. María Suárez Cordero, casada con don Eugenio Santillán,
y poseía la encomienda desde 1699, a juzgar por un documento
de posesión de esclavos”.
En Mancapa estuvo instalado un fuerte, para custodiar el
punto fronterizo con el Chaco, y se lo consideraba como bastión
para “la lucha permanente contra los indios”. De este fuerte se
consigna como jefe, en 1727, al capitán Juan Porcel de Peralta,
designado por el gobernador español Joseph de Aguirre y Aráoz.

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Según el documento histórico se le asignaban cincuenta
soldados y “diez indios amigos”, con quienes debía ejercer
funciones de zapa y policía sobre los aborígenes de la zona.
En un documento con instrucciones existente en el archivo
histórico de la provincia, se recomienda a los soldados atacar
constantemente a los aborígenes, siempre que estos se presenten
en cantidades pequeñas, y perseguirlos hasta el exterminio. Es
decir que no existía la menor voluntad de convivencia por parte
de los invasores: los dueños naturales de la tierra eran vistos
sólo como un estorbo para sus ambiciones, a quienes había que
someter o eliminar. Un detalle singular es que la misma acta
recomienda al comandante de los soldados no olvidar por
ninguna causa, antes de cada salida para aniquilar indígenas,
rezar, en el Patio de Armas, el Santo Rosario, encomendándose
“a la Santísima Virgen”… y no dejar de rezarlo en ningún
momento, mientras se asesinaba a los aborígenes.
En este documento sobre Mancapa, se menciona también
como un punto referencial al poblado de Lasco. Este se
levantaba casi en el mismo lugar donde más tarde se establecería
el Fortín El Bracho, cuyo crecimiento como localidad incluiría
bajo su jurisdicción, hasta el siglo XIX, a Icaño.
Recién en 1763 encontramos otros documentos sobre Icaño
en el Archivo de la Provincia. Estos consignan como “su
encomendero en segunda vida” a Dn. Agustín Díaz Caballero,
hijo de don Joseph Díaz Caballero. Andrés Figueroa informa en
su libro Los antiguos pueblos de indios que desde entonces no se
encuentran más padrones sobre Icaño en la institución
archivística que dirigía. De paso, supone que la palabra Icaño
“corresponde a Chingolo o jilguero, pajarito que abunda en
nuestros campos”.

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Los europeos no eran nada tímidos en sus métodos de
dominación sobre los indios. Maximina Gorostiaga, tomando
datos también del Archivo General de la Provincia, narra que
Juan Ramírez de Velazco (gobernador desde 1586) y el Obispo
Francisco de Vitoria, establecieron la pena de muerte “en la
hoguera” en Santiago del Estero, para perseguir a los “infieles”.
Ramírez de Velazco, en aquel periodo, mandó “detener a 40
hechiceras o brujas para que sufran el castigo de ser quemadas
vivas” con el propósito de que “sirvan de escarmiento a los
brujos que se mantuvieran encubiertos”, según comunicaba en
carta al rey de España en diciembre de 1586.
“En Tuama –narra Maximina Gorostiaga–, es condenada a
morir y ser quemada una india llamada Juana Pasteles”. Se la
acusa de practicar hechicerías. “La pobre infeliz fue sacada de la
cárcel pública montada sobre una bestia, con soga al cuello y
llevada públicamente por las calles de esta ciudad, con la voz
del pregonero que manifestaba su delito, hasta el lugar de
extramuros, donde […] fue quemada para que su cuerpo
reducido a cenizas purgue el delito”. Emite la sentencia el
Capitán General Juan de Paz y Figueroa, encomendero de indios
y padre de la monja católica que después sería llamada “Beata
Antula”. La ejecución se cumple el 9 de noviembre de 1716,
como a las cuatro de la tarde, firmando quienes conducían el
asesinato como “testigos a falta de escribano público”: Juan de
Paz y Figueroa, Juan Díaz Caballero y Juan de Saavedra
Gramajo” (Archivo de la Provincia).
Este Juan Díaz Caballero, que actúa como testigo de la
“legalidad” de tal aberración, es el mismo que aparece como
primer encomendero de Icaño, antepasado de ese otro Agustín
Díaz Caballero, “propietario” asimismo de indios en la misma
localidad, ya en las postrimerías el siglo XVIII.

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Como ya lo señalase Bernardo Canal Feijóo, los españoles no
sólo oprimieron, torturaron o aniquilaron a las comunidades
indígenas, sino que también violaron sexualmente de un modo
sistemático a sus mujeres. Habiendo venido solos, sin familia,
eran verdaderos azotes de los lechos femeninos, embarazando
una y otra vez a las pobres aborígenes, sin reconocer luego a sus
vástagos. De esta manera, generaciones de santiagueños
mestizos fueron criándose sin padre.
Pese a estos métodos criminales y la superexplotación en las
estancias y obrajes, a que se sometía a los aborígenes, los
españoles no lograron exterminarlos por completo hasta unos
dos siglos después de su llegada. Icaño formó parte de los más
tenaces focos de resistencia, conservando comunidades
indígenas y tierras adonde no gobernaban por completo los
europeos hasta bien entrado el siglo XX. Se explica entonces la
fiereza y tenacidad de muchos de sus actuales pobladores –o
inmigrantes icañenses en Buenos Aires–: aún corre sangre
tonocoté o lule por sus venas.

* “Asusta y da temblor de nervios asomarse al abismo de la


conciencia de algunos hombres. El sólo nombre de Lope de Aguirre
aterroriza.
Fecundísimo en crímenes y malvados fue para el Perú el siglo XVI.
No parece sino que España hubiera abierto las puertas de los presidios
y que, escapados sus moradores, se dieran cita en estas regiones. Los
horrores de la conquista, las guerras de pizarristas y almagristas y las
vilezas de Godines, en las revueltas de Potosí, reflejan, sobre los tres
siglos que han pasado, como creaciones de una fantasía calenturienta.
El espíritu se resiente a aceptar el testimonio de la Historia.
[…] Lope de Aguirre se entusiasmaba como el tigre con la vista de
la sangre, y sus camaradas, que lo veían entonces poseído de la fiebre
de la destrucción, lo llamaban caritativamente el loco Aguirre.
[…] en 1553, después del asesinato del corregidor Hinojosa, se
alzó con Egas de Guzmán, y fue uno de los jefes de aquel
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destacamento que en una semana cambió tres veces de bandera: por el
rey, contra el rey y por el rey.
[…] Los expedicionarios, arrastrados por Aguirre y por las
bárbaras ejecuciones que éste realizara con los que le eran
sospechosos, reconocieron, no ya sólo por general, sino por príncipe
del Perú, a don Fernando de Guzmán. Un día reconvino éste a su
maese de campo por el inútil lujo de crueldad que desplegaba con sus
subordinados, y no pasó mucho tiempo sin que el vengativo Aguirre
asesinase también a su príncipe. Y seguido de doscientos ochenta
bandoleros, que él llamaba sus marañones, cometió inauditos
crímenes en la Isla de Margarita, en Valencia y en otros pueblos de
Venezuela, que entregó al incendio y al saqueo de los desalmados que
lo acompañaban.
La bandera de Lope de Aguirre era de tafetán negro con dos
espadas rojas en cruz. […] lucía por mote en su escudo de armas esta
leyenda: Piérdase todo, sálvese la honra […]
Una mañana levantóse el caudillo fuerte, título con que lo
engalanaron sus marañones, algo aterrorizado, y llamó a un fraile
domínico. Oyóle éste en confesión, y, tal sería ella, que se negó a
absolverle. Lope de Aguirre se alzó del suelo, llamó al verdugo y le
dijo con mucha flema:
–Ahora mismo ahórcame a este cura marrullero.
Por fin, desamparado de los suyos y acorralado como fiera
montaraz, se metió en un rancho con su hija, y le dijo:
–Encomiéndate a Dios, que no quiero que, muerto yo, vengas a ser
una mala mujer ni que te llamen la hija del traidor.
Y aquel infame, que fingía creer en Dios, rechazando a la Torralba,
que se le interponía, hundió su puñal en el pecho de la triste niña.
[…] Lope de Aguirre murió en diciembre de 1561, a los cincuenta
años de edad. Era feo de rostro, pequeño de cuerpo, flaco de carnes,
lisiado de una pierna y sesgo de mirada, muy bullicioso y charlatán.
(Ricardo Palma. Tradiciones Peruanas. Lima, Perú, 1875.)
** Los repartimentos de indígenas nacen, en realidad, durante el
tercer viaje de Cristóbal Colón, con la rebelión en la isla La Española
(hoy Haití y Santo Domingo) del alcalde Francisco Roldán. El

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Almirante había acordado con algunos caciques del lugar el pago de
un tributo en especie por cada indio comprendido entre los catorce y
los sesenta años, pero la institución no funcionaba plenamente por la
oposición de los naturales.
Es en ese momento cuando se produce la revuelta contra Colón de
algunos españoles descontentos […]. Los rebeldes se repartieron entre
ellos un número determinado de aborígenes aptos para el trabajo
personal y luego exigieron a Colón la aceptación de este régimen, en
vez de la tributación que éste había acordado.
Colón aceptó la imposición y así, de este modo tropical y laico,
forzado y violento, surgió la institución que tanto vendría a
caracterizar y marcar a nuestro suelo.
[…] La historia no ha puesto en [boca de Roldán] una frase tan
terminante y esclarecedora como la de Francisco Pizarro, “No he
venido a evangelizarlos sino a quitarles su oro”, pero […] en su
conducta está insita la codicia y anarquía que tanto arraigarían en
nuestra América, más que el afán espiritual […]. Los orígenes de
nuestra cultura autoritaria. José Ignacio García Hamilton. Albino y
asociados, editores. 1991.

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7. El Baqueano Eugenio Pérez

Lentamente españoles y criollos van haciéndose dueños de


las tierras, el agua, los animales y el bosque. Vencidos, los
tonocoté, lules y algunos que otros comechingones, apelan
ahora sólo a la rapiña para sobrevivir. De ser pueblos con
economías sustentables, pasan a ser parias, perseguidos. No
pueden estar demasiado tiempo en un lugar: son alcanzados por
la “civilización”, que para ellos significa sólo dolor, deshonra,
muerte.
Más tarde serían convertidos en mendigos. Aplicando los
conocimientos que la racionalista Europa ha dotado a los
hombres blancos, estos engañan a los aborígenes,
prometiéndoles una y otra vez trabajo, dignidad, vivienda.
Promesas que no cumplen.
Y luego los injurian: como en aquella descripción despectiva
que hace Di Lullo de sobrevivientes aborígenes, quienes luego
de haber pactado con el gobierno la paz bajo la condición de
trabajar en las estancias, son bestialmente explotados y luego
expulsados de ellas. Entonces peregrinan a Santiago, a solicitar
al jefe blanco sólo que cumpla con lo prometido: sólo le piden
trabajo. La descripción que hace Di Lullo nos provoca
vergüenza ajena, por lo racista:
“Unos cien indios fueron ocupados en la construcción de
acequias, otros en el desmonte y destronque de la estancia «La
Danesa», pero su trabajo no rendía ni el valor de los alimentos
consumidos” dice, haciéndose portavoz de los opresores, “pues,
aparte de ser flojos para la pala y el hacha, eran glotones en
exceso. Y como consecuencia de ello fueron despedidos y la
mayor parte se internó en el bosque, reintegrándose a la tribu”.

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Continúa Di Lullo: “Quedaron algunos pocos entre nosotros,
los cuales, en 1904 formaron grupos y se dirigieron a
entrevistarse con el Gobernador de Santiago del Estero D.
Pedro Barraza. Recorrían la larga distancia a pie, con un
pantalón por toda vestimenta, el busto y les pies desnudos, los
cabellos lacios, negros y largos atados en la nuca y la piel
cobriza del torso tornasolada y brillante. Algún tiempo después
se les vio volver con la promesa de procurarles trabajo y
vestidos con camisas y chaquetas viejas de la policía. Nunca
más se acordaron de ellos. Y se dedicaron a juntar huevos de
las aves silvestres, cueros de los animales que cazaban y los
entregaban en trueque por algunos litros de alcohol o
chuchearías, con lo que creían haber hecho un buen negocio,
pues, luego reincidían trayendo flechas, arcos y lanzas que
cambiaban con mercaderías en los boliches de la zona”.

Los españoles, combinando la fuerza con la astucia, habían


venido conquistando América Indígena desde México hacia
abajo desde dos siglos atrás, lo cual había sentado pautas. Una
de ellas era aprovechar los sistemas económicos productivos de
los indígenas, cuando les parecían convenientes a sus intereses.
Así, utilizaban con frecuencia las infraestructuras poblacionales
de los habitantes originarios, fundando pueblos pseudo europeos
donde antes habían existido comunidades aborígenes.
Es evidente que los predios del lugar que hoy denominamos
Las Trincheras, habían sido para los tonocotés un espacio
simbólico central en su existencia. Su cercanía con el Río
Salado, que incluso allí formaba numerosas lagunas y bañados,
había hecho de esta parte de la región una especie de “ribera del
Nilo” santiagueña, caracterizada especialmente por su gran
fertilidad.

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La hoya, que frecuentemente se menciona en la investigación
antropológica sobre los tonocoté, era una ancha acequia, poco
profunda y de unos 100 metros de ancho. Los aborígenes la
excavaban ocupando una larga extensión –más de 100
kilómetros– a lo largo del río Salado, comenzando
aproximadamente desde lo que hoy denominamos Malbrán hasta
la altura de La Cañada, en el departamento Figueroa.
Esta, como se recordará, era inundada naturalmente por el
río, pero el agua se retiraba periódicamente, dejándola
convertida en un espacio altamente fertilizado, en el cual se
podían sembrar todo tipo de plantas alimenticias con magníficos
rendimientos. También nos ha contado un español de “los
pobladores indígenas, que sacaban peces suficientes para
alimentar a todos”, recogiéndolos simplemente en la hoya
cuando se retiraba el agua. *
Pueblo religioso con deidades ligadas a la agricultura, es
natural entonces que también este espacio haya sido un ámbito
de ceremonias cultuales o festivas. Debido a ello, la conquista
de Las Trincheras por parte de los españoles, debió constituir el
quiebre definitivo de la resistencia aborigen. Si no en lo formal,
sí en su aspecto psicológico, ya que el invasor destruyó con esto
el eje de resistencia espiritual de las comunidades fundadoras.
Una vez que hubieron instalado dos o tres explotaciones
agrícolas, laboradas sin duda por prisioneros aborígenes, los
españoles constituyeron un núcleo invencible. En parte por la
inmensa superioridad de sus armas y recursos financieros, pero
también por haberse constituido en dueños inexpugnables del
“templo” tonocoté. Que estaba en donde hoy están Las
Trincheras.
Los primeros asentamientos españoles en Icaño se instalan
hacia fines del siglo XVI. Así, la del capitán Díaz Caballero,
consignada en 1589 y establecida probablemente con extensión

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hacia la zona de Mancapa, donde se impuso el primer fuerte.
Desde allí posiblemente los españoles fueron empujando a los
tonocotés hacia el sur, para arrebatarles el espacio de Las
Trincheras. Es posible que debido a ello, entonces, haya
adquirido ese nombre –seguramente español–: donde los
tonocoté celebraban antaño sus fiestas populares, los invasores
celebrarían más tarde sus victorias.
Un acta del 25 de mayo de 1692, citada por el historiador
Alfredo Gargaro, señala que desde tiempo atrás “existía un
beneficio de 15 leguas por 3 (tres)” del que “era propietario Dn.
Bernabé Ibáñez del Castillo”. Es posible que la propiedad de la
viuda de Cerda, mencionada en padrones de 1717, tuviese
mucho más de “8 indios” encomendados, como se ha
consignado en el documento. Esto podría haber sido un ardid,
para eludir una más onerosa gravación impositiva.
Debe de haberse dado una lucha denodada por el dominio de
las Trincheras, y posiblemente recién hacia el siglo XVIII se
logró un control español sobre ellas. Aunque los aborígenes no
dejaron de reclamarlas, una y otra vez, por medio de lo que
historiadores blancos llaman “malones”. Estos eran avances
armados de aquellos aborígenes, expulsados de su propia tierra,
y por lo tanto condenados a la indigencia, quienes buscaban
obtener recursos para subsistir por medio de esos ataques.
Pero Di Lullo consigna que Icaño -y toda la costa del Río
Salado- no pudo consolidar su establecimiento como población
hispana hasta 1889. En tan avanzado periodo los aborígenes aún
resistían, rodeando las poblaciones de blancos y mestizos, que
avanzaban inexorablemente sobre sus antiguas tierras libres.
Aunque su resistencia era ya sólo una especie de “piqueterismo”
con flechas y lanzas, desesperado. El moderno pueblo de Icaño
empezó a formarse, pues, definitivamente en ese último año de
los decimonónicos ochenta:

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“Y en la que es hoy calle principal se levantaron, las casas de
D. Antenor y D. Manuel Mansilla, la de D. Mauro Contreras, la
de D. Benicio Rojas, la de D. Rufino Cisneros y la de D.
Timoteo Pacheco. Un poco más allá moraban D. Celso Mansilla,
D. Pantaleón Céliz y la familia Iñiguez y en los aledaños D.
Wenceslao Gorosito, D. Clemente Rodríguez, D. Simón
Contreras y D. Olegario Córdoba” indica.
Su crónica menciona al señor Mariano Palavecino, “el
primero que construyó una casa en el lugar” instalando también
“una de las primeras atahonas”, hacia 1886.
Varias familias estaban asentadas en el famoso espacio
sagrado de Las Trincheras, o sus cercanías. Junto a ellos, la
selva, a la que alabaría, con sentimiento culposo, Ricardo Rojas.
Más tarde, el ferrocarril iría llevando a casi todos estos vecinos,
paulatinamente, a su vera, unos dos kilómetros al oeste.
Se describe a las primeras viviendas como “de adobe, la
mayor parte”, de aspecto terroso “se confundían con el color de
la gleba… Algunas tenían techo y piso de tierra apisonada y al
frente ostentaban un corredor sostenido por gruesos horcones
labrados de quebracho”. En la época en que el médico e
historiador Di Lullo visitaba Icaño ( hacia 1940) “Todavía
quedan algunas de estas primitivas casas”, dice: “Se las ve ya
viejas, con los muros chorreados y carcomidos, con el alero de
la galería combado por el tiempo, con las vigas y cumbreras
retorcidas y con el techo lamido por el viento, que sembró en él
hierbajos y cactus y que la lluvia hizo germinar”.
Di Lullo nos narra también algo de aquellos tiempos en que
el combate era cotidiano, y la historia del Baqueano Pérez.
“D. León Kahn que lo ha conocido, me ha suministrado
algunas noticias de su persona”, escribe. “Me ha contado que
por el año 1870, antes de la construcción del ferrocarril Gral.
Mitre, tuvo lugar en las cercanías de la actual estación Icaño el

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último malón de importancia de los innúmeros que efectuaban
los indios de tiempo en tiempo.
“Fue un lunes o martes de Carnaval, cuando los hombres del
poblacho habían ido a divertirse a alguna de las Trincheras,
quedando solas las mujeres y los niños. Durante ese malón, los
indios llevaron cautivas a varias mujeres y chicos, entre ellos a
un niño, llamado Eugenio, y conocido luego con el famoso
nombre de Baqueano Pérez. Cuando alcanzó la edad de 20 años,
la tribu, entre la cual había crecido, aprendiendo su dialecto y
sus costumbres, lo envió en calidad de lenguaraz al Fortín
Tostado, donde se encontraba de guarnición el Regimiento 6 de
Caballería de la Nación, encargándole hacer saber que la tribu
deseaba someterse […]
“Después de largas negociaciones, Eugenio fue incorporado
como Sargento en dicho regimiento y obtuvo la autorización,
por parte del Gobierno de Santiago del Estero, para traer la tribu
con la promesa de darle trabajo y alimentos. El Sargento Pérez,
poco después, llegaba al frente de 350 indios y acampaba
alrededor de la Laguna del Zapatero (parte integrante de la
estancia Libertad, frente a Casares, sobre la costa del Río
Salado)”. Y mientras esperaban que los blancos cumplan su
promesa de proporcionarles trabajo “allí vivió el campamento de
la pesca y de la caza”.
Algún tiempo más tarde pudo “distribuirse este plantel
humano según las necesidades de la zona”. Unos cien indios
fueron ocupados en la construcción de acequias, otros en el
desmonte y destronque de la estancia La Danesa… Pero pasado
un tiempo de ser súper explotados, fueron despedidos, “pues,
aparte de ser flojos para la pala y el hacha, eran glotones en
exceso”, según los estancieros.
Y aquí comienza la que sería una constante en la vida de los
aborígenes bajo la dominación pseudo europea: cada vez

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resultan más oprimidos, explotados, engañados, hasta llevarlos
hasta un grado de humillación que termina destruyéndolos, a
veces física, a veces psicológicamente.
La mayoría de los aborígenes fueron utilizados por los
estancieros y luego abandonados a su suerte: “la mayor parte se
internó en el bosque, reintegrándose a la tribu”. Tal como iba
ocurrir después, miles de veces, con el hachero o trabajador
golondrina santiagueño, que luego de ser trasladado como
animal, usado en condiciones infrahumanas, regresaría con el
cuerpo y el alma llenos de dolores, a buscar consuelo en “el
matecocido y la tortilla de la mama”.
Enseguida narra Di Lullo con desprecio inocultado su
condición de vagabundos, borrachos, trabajadores de a ratos,
recolectores otra vez, como quizá lo fueran hace miles de años.
Había nacido, por otra parte, una vil costumbre de la que
luego se aprovecharían muchos mercaderes extranjeros: obligar
a la gente humilde a entregar sus pequeñas producciones o
artesanías, a cambio de artículos comerciales de muchísimo
menor valor. Así, hasta el día de hoy pululan en el campo
santiagueño comerciantes “hábiles” que obtienen tejidos u otras
artesanías de gran valor a cambio de… harina, azúcar y yerba. Y
luego las venden en Buenos Aires a precios que superan en 100
veces las mercancías provistas, que a su vez ellos han obtenido
con provechoso costo al por mayor.
Sobre el Baqueano Pérez se cuenta que ya convertido en un
poblano más habitó como asalariado cierta estancia en la
vecindad de Averías “por 1907 o 1908, lugar donde moraba
Doña Isabel Farías de Farías, a un kilómetro escaso de la
estación, en un campo denominado El Descanso, que su suegro
había comprado al Gobierno de la Provincia y que luego se
dividió entre su esposo Gaspar Farías y su cuñado Bonifacio
Farías.

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“Doña Isabel tenía a la sazón 75 años y era la personificación
de la vida de los fortines, pues nació y se crió en El Bracho”
dice Di Lullo. “De rostro indio y porte elegante, vestía
invariablemente de negro, una pollera muy amplia y muy larga,
que barría el suelo al caminar y un rebozo del mismo color con
que cubría sus cabellos blancos. Doña Isabel hablaba solamente
el quichua.
“Tenía un centenar de ahijados y más de cincuenta criados
que formaron hogar propio en torno de ella, a la que llamaban
«mama señora» siendo frecuentemente visitada, por ahijados e
hijos de crianza, los cuales al llegar hincaban una rodilla al suelo
y juntando las manos le imploraban la bendición, que ella les
impartía diciendo en quichua: «Que Dios te haga un Santo».
“Estas visitas a veces se prolongaban algún tiempo, pero los
ahijados o criados no permanecían ociosos, sino cuidando y
sembrando la tierra o dedicándose a los más diversos
quehaceres: el hilado, el tejido, la cosecha, la vigilancia del
ganado, la yerra, la confección de quesos y dulces, etcétera.
“Y para ellos Doña Isabel tenía una espaciosa cocina, dos
ollas de hierro de 50 litros de capacidad cada una, infinidad de
pavas y mates y una parrilla de dimensiones como no se han
visto otras.
“Doña Isabel conocería allí al Baqueano Pérez, el mismo que
muchas veces irrumpiera acaso en el Fortín El Bracho al frente
de su tribu”.
Según se cuenta el hijo de Doña Isabel era un atroz asolador
de indios. Durante una de sus correrías, cuando con un grupo de
criollos atacó una pequeña comunidad aborigen de la zona “la
partida sorprendió a los indios”, celebra Di Lullo, “que huyeron
dejando a sus hijos, a uno de los cuales alzó Gaspar de los
cabellos, a plena carrera y lo embolsó en la alforja, trayéndoselo
de regalo a la madre”. La ruda mujer rebautizaría al indiecito

- 63 -
como “Francisco”, integrándolo muy pronto a su numerosa
servidumbre.

* Historia del Perú. Diego Fernández de Palencia. España, 1571.

8. Bajo el influjo de Matará

“Icaño pertenecía a la jurisdicción del Bracho y era entonces


una importante zona ganadera”, dice OrestesDi Lullo
refiriéndose al periodo que va desde el siglo XVIII al XIX,
hasta la Ley provincial de 1891.
En El Bracho se había levantado un fuerte para defender las
conquistas de los españoles, que venían avanzando desde el
Norte y apropiándose de la tierra indígena palmo a palmo. En
el periodo hispano, era también llamado Lasco.
Con el tiempo, fue convirtiéndose en un “poblacho, más,
ganado al desierto”, frontera extrema en el combate contra los
indios, y dique de contención para sus ataques.
Actuaba también como protección para la zona más próspera
de la Provincia: Matará. De esta última, salieron quienes
gobernarían con dura mano y escasa proyección política a
Santiago del Estero, durante más de cincuenta años. Los Ibarra
y los Taboada.

Paulatinamente, fueron arribando familias completas a esta


región, luego de la primera oleada de guerreros y más tarde
viudas, que Aguirre importara de Chile. A lo largo del siglo
XVI, españoles que venían con el ánimo de establecerse
definitivamente en nuestras tierras, fueron formando lo que sería

- 64 -
más tarde la estructura social de una clase gobernante parasitaria
en Santiago.
Dependiente del Virreynato del Perú y la Audiencia de
Charcas, Santiago del Estero, tenía sin embargo cierta
autonomía, como casi todas las regiones, por causa de las largas
distancias que dificultaban el cumplimiento de directivas
emanadas de la autoridad central. Debido a ello, fueron
estableciéndose, además de las autoridades instituidas –
frecuentemente por el mero recurso del golpe militar– grupos
familiares que se mantuvieron constantemente ligados al poder
en la provincia.
Así, los Ibarra, de quienes los archivos históricos de la
provincia registran ya en el siglo XVI representantes poderosos.
En 1651, aparece un tal don Juan de Ibarra y Argañarás de
Murguía, quien fue “Maestre de Campo y Señor de las
Encomiendas de Ampata, Ampatilla y Atacama”. También “D.
Simón Gerónimo de Ibarra Argañarás y Busto” (1670), ambos
criollos, nacidos en la “ciudad de Matará”.
Dicha población llega a constituir, en el siglo XVIII, un
conglomerado económico y social mucho más importante que la
misma capital de Santiago. Poderosos grupos familiares se
disputan el dominio de esta comunidad, que tiene en el siglo
XIX “17.000 habitantes, mientras la Capital y los
Departamentos no pasaban de 10.000” (Di Lullo).
De Matará se nos informa que “en 1731 nace en este pueblo
D. Simón Gerónimo de Ibarra y Xeres que ocupará desde 1765 a
1781, durante veinte años, el cargo de Alcalde de Santiago del
Estero y de la Santa Hermandad en 1789”.
De esta raíz familiar proviene quien sería el gobernador de
Santiago durante 31 años, desde 1820 hasta su muerte, ocurrida
en julio de 1851: el brigadier general Juan Felipe Ibarra.

- 65 -
Más allá de las adhesiones o rechazos sentimentales que
pudiera provocar la personalidad de Ibarra, debe reconocerse
que no hizo otra cosa que prolongar el método de “gobierno”
inaugurado aquí por los primeros conquistadores, salvo raras
excepciones. Es decir, una mera administración de los recursos
existentes, para garantizar en primer lugar la existencia
privilegiada de las familias gobernantes, junto a una mezquina
distribución de los excedentes con el propósito
fundamentalmente de evitar alzamientos insurreccionales.
De tal modo Santiago del Estero vegetó durante siglos, sin
establecerse ningún tipo de industrias o sistemas racionales de
producción que permitieran algún desarrollo orgánico, en
ningún rubro.
Salvo en el período de Gerónimo Luis de Cabrera, quien
fundaría Córdoba partiendo de Santiago del Estero, y más tarde
bajo la caudillesca influencia del obispo Francisco Vitoria, no
hubo en esta provincia mayores intentos de organización
industrial o agrícola sustentable.
De tal obispo Vitoria, singularmente destaca una crónica que
“había tenido dificultades con el Santo Oficio Limeño”, por ser
“portugués, descendiente de judío natural, de señal conocido”*.
Esto ocurre en la década de 1580, en que el rey Felipe II asume
la conducción del Santo Oficio de la Inquisición en España y
Portugal, infundiendo un nuevo impulso a la persecución de
“herejes” en el por entonces decadente Imperio Español.
Ya en el periodo de la Independencia, ideas revolucionarias y
reivindicatorias se sustentan en las propuestas de los grandes
líderes. Como las de San Martín y Belgrano, de establecer un
gran reino en el ex Virreynato del Río de la Plata restituyendo
en el trono a un descendiente de los Incas. Finalmente, como
suele ocurrir, van prevaleciendo el sentido común, los intereses
particulares y el pragmatismo de cada caudillo provincial.

- 66 -
Santiago del Estero no es la excepción, y desde la
Independencia en adelante se establece, como ya dijimos, el
unicato de las familias Ibarra-Taboada, hasta casi finalizado el
siglo XIX.
Icaño por entonces permanece en un suspenso latente, apenas
como pequeñísimo poblado cuya única importancia está ligada a
su cercanía con El Bracho. Este con el tiempo se ha convertido
en el Campo de Concentración donde se destierra a los
enemigos de Ibarra, habitado por fantasmales soldados, que
trabajan sin paga, sólo por el derecho de obtener algunos magros
recursos de la tierra.
Los Taboada perpetuarían ese nefasto destino para este
“poblacho” y fuerte, donde se desterraba, torturaba, asesinaba o
se abandonaba a su suerte, entre las fieras, a los opositores de
los dictadores.
Dentro de este esquema, los pequeños conglomerados
poblacionales como Navicha, Yacasnioj o Icaño asumen sólo
una importancia subsidiaria.
Hasta 1851, en que el general Antonino Taboada emprende
su proyecto de navegación del Río Salado, período de 20 años
en que cobra súbita fama toda la región, incluyendo a Icaño.

- 67 -
En 1855 se efectúa la mencionada expedición,

comandada por Taboada y el marino estadounidense Thomas J.


Page. En el vapor de guerra “Water Witch”, junto a unos 25
hombres, descendieron el Río Salado desde la estancia de los
Taboada “situada a 18 leguas Este Nordeste de Santiago y 24
leguas Noroeste de Matará hasta Sandía Paso, situado a 45
leguas –que hicieron a caballo– de Monte Aguará, límite
extremo a que llegó el mismo Page desde Santa Fe con el vapor
«Yerba». El bote que usaron para para recorrer el Salado río
abajo fue transportado en carreta desde aquella arteria fluvial”.
La noticia de la navegabilidad del salado cunde, el gobierno
nacional condecora a Taboada, y se fogonea el entusiasmo ante
la posibilidad para las provincias de encontrar un cauce
alternativo al tapón regulado en el puerto de Buenos Aires por la
oligarquía porteña.
En ese horizonte es que aparece Esteban Rams, empresario
de origen europeo, que consigue grandes concesiones a cambio

- 68 -
de un trabajo que nunca terminó: establecer definitivamente una
vía fluvial a través de este río.
Desde antes de iniciar el trabajo, Rams ya recibe como
“indemnización” cien leguas de tierra, algunas de estas en el
actual territorio de Icaño. El entusiasmo es tan grande, que para
la firma de ese convenio se efectúa un acto público, con la
presencia de las principales autoridades provinciales, donde se
procedió a “inaugurar la obra de canalización, desmonte y
limpia del antiguo cauce del Río Salado (Juramento)”. El acta de
ese acontecimiento nos informa que “se procedió por el
expresado Cura y Vicario Foráneo a la bendición de la obra con
las ceremonias de costumbre en estos casos, después de lo que el
padrino del acto, S.E. el señor Gobernador, dió el primer
azadonazo dentro del mencionado cauce, y el primer hachazo a
uno de los árboles que allí había, continuando de la misma
manera los demás señores presentes, se cantó el Te Deum
invocando la protección del Altísimo para la consecución de un
fin que significa e importa la vida moral y física, no sólo de esta
provincia, sino también de todas las del interior”.

* “Antecedentes históricos de la economía argentina”. Por Vicente


Gesualdo, Buenos Aires. Revista Historia, “declarada de interés
científico y cultural por la Cámara de Senadores de la Nación”. Tomo
XIV, Nº 56, diciembre de 1994, febrero de 1995.

9. Esteban Rams y Rubert

Icaño tuvo protagonismo, pues, en este proyecto de


navegación alternativo imaginado por la Confederación
Argentina, ante las dificultades para enviar sus productos a
través del puerto de Buenos Aires. Esto debido al boicot
- 69 -
solapado o abierto que los porteños establecían sobre las
exportaciones del interior.
Una vez en vigencia la Constitución Nacional, en su sesión
del 20 de febrero de 1854 el Congreso proclamó la fórmula
Justo José de Urquiza presidente y como vice Salvador María
del Carril. De inmediato se declaró a Paraná capital de la
Confederación, al mismo tiempo que se federalizó la provincia
de Entre Ríos.
Todas estas medidas suscitaron mayor rechazo por parte de
Buenos Aires, el cual, “mediante su acción opositora, puso en
serios problemas económicos a la Confederación”. La secesión y
el activo contrabando operaron en detrimento del “pujante
desarrollo a que se aspiraba”. Buenos Aires hizo sentir la ventaja
que representaba el tener el puerto, que le posibilitaba un
contacto directo con los puertos de ultramar.
A las provincias litoraleñas sólo podían llegar barcos de
escaso porte, los cuales debían por fuerza trasladar su carga a
otros barcos de gran porte, construidos para soportar los embates
del mar durante las largas travesías. Se intentó superar estas
dificultades recurriendo al puerto de Montevideo. La idea de
apelar a los puertos chilenos de Copiapó y Cobija en el pacífico,
sólo fue viable para los productos de las provincias del noroeste
y de Cuyo. Fue en tal circunstancia histórica que comenzó a
barajarse la posibilidad de explorar el Río Salado, que abriría
también la posibilidad de comunicación con el Paraguay, por
entonces la mayor potencia de Sudamérica.
El marino norteamericano Thomas Page, durante el año 1855,
recorrió casi en toda su extensión este río, probando su
navegabilidad. Esta expedición tuvo una importancia
fundamental para los planes de la Federación Argentina, ya que
se constituyó en el origen de una serie de grandes proyectos
“para convertir el río Salado en la gran arteria fluvial de

- 70 -
América”. El 13 de julio de 1855 centenares de santafesinos
despidieron al norteamericano desde el puerto. En el vapor
“Yerba” iniciaba la navegación por el Salado. Junto a él estaba
el propio gobernador santafesino, Domingo Cullen y su familia,
en una clara muestra de apoyo al proyecto.
El historiador José Néstor Achával indica que la expedición
se emprendió “en una falúa” que había mandado a construir el
coronel santiagueño Antonino Taboada, y a la que el mismo
Taboada bautizara “General Urquiza”.
“[…] teniendo como jefe de la nave a don Lino Balbey
inició, el 10 de noviembre de 1856, juntamente con el
comandante de la Armada de EE.UU., don Thomas J. Page, el
reconocimiento del río Salado […] mientras Taboada marchaba
por tierra con fuerzas auxiliadoras” dice Achával en su Historia
de Santiago del Estero.
El vapor llegó hasta el paraje Monte Aguará donde debieron
seguir la navegación con botes debido a la bajante de las aguas.
“Con gran sentimiento deshago el camino, pero con haber
ascendido y demostrado la navegabilidad del río Salado hasta
Monte Aguará hemos obtenido algo. Su carácter uniforme, curso
firme y barrancas bien definidas; su creciente tal como lo
indican marcas en los árboles; la pampa firme a través de la cual
todo corre, todo induce a creer que es un río apropiado para la
navegación hasta un punto superior al alcanzado. Su explotación
completa es de importancia no sólo para la Confederación
Argentina sino para todo el mundo comercial”, escribió Page el
26 de julio de 1855, dos años después de la jura de la
Constitución Nacional en la propia ciudad de Santa Fe.
La idea era poner en comunicación con el océano Atlántico
las mercaderías de Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy
“cuyos productos hasta hoy han sido llevados al puerto de
Rosario por carretas de bueyes, empleando diez meses para ir y

- 71 -
volver, y los que ahora en botes pueden llegar al mismo puerto
en quince días y volver cargados de mercaderías en veinticinco”,
sostuvo Page.
El 14 de enero de 1856, la Casa Smith Hermanos firmó con la
Confederación Argentina un contrato para establecer una
compañía de Navegación a Vapor por el Salado. Debían
transportar tanto a las personas como mercaderías. El gobierno,
mientras tanto, cedería parcelas en las costas del río para
colonizar la zona. Pero ese primer acuerdo se rompió porque la
empresa capitalista no realizó ningún viaje exploratorio, como
indicaba el convenio firmado con la administración santafesina.
El 2 de junio de 1856, Esteban Rams y Rubert, ex proveedor
del ejército de Justo José de Urquiza, ganó la nueva licitación
para lograr la navegación del Salado.
El encargado de llevar adelante la expedición fue el mismo
baqueano Lino Balbey desde Matará, Santiago del Estero, hasta
Santa Fe.
El 28 de noviembre de aquel año, centenares de santafesinos
recibieron a la falúa “General Urquiza” casi como si se tratara
de héroes.
“El Río Salado o Juramento es navegable en toda estación,
desde Santa Fe hasta Sandía Paso, a cuarenta leguas de la ciudad
de Santiago del Estero. La sola dificultad se encuentra en el
estero de El Bracho, con el agua que se encuentra, y esa
desaparecerá con algunos trabajos, pues está muy baja” narran
las crónicas de la época.
Desde diciembre hasta junio el río se presenta navegable
hasta Salta. “Por medio de la navegación del Salado cuatro
provincias van a mudar de aspecto transformándose
completamente: Santa Fe, Santiago del Estero, Tucumán y el
Chaco”, se esperaba del proyecto. “Las provincias interiores se
pondrán en comunicación rápida con el océano y el Paraná,

- 72 -
beneficiando así las riquezas que duermen allí inexploradas,
atrayendo brazos y capitales. En seguida de la navegación del
Salado vendrá la del Bermejo, que establecerá nuevas relaciones
con la extremidad septentrional de la República y la misma
Bolivia, que tiene más interés en acercarse a nosotros que buscar
una difícil travesía hasta el océano Pacífico”, publicó el
periódico entrerriano “El Nacional Argentino”, al comentar el
viaje emprendido por Balbey, ahora empleado de Rams y
Rubert. Pero finalmente esta expedición no prosperó,
deteniéndose en el paraje de Navicha, “debido a la poca
profundidad del lecho en este tramo”.
El comerciante europeo, que ya había hecho buenos negocios
con la Confederación, se siente atraído por el inmenso polo de
desarrollo, que le parece avizorar en esta región. Esteban Rams
y Rubert, entonces “consiguió un préstamo bancario en París de
1.200.000 pesos oro, cuya garantía eran cien leguas cuadradas
de tierra pública otorgadas por la legislatura”.*
El 26 de enero de 1857, la nueva expedición solventada por
el empresario vuelve a intentar la navegación del río Salado.
Allí estaba, entre sus tripulantes, el ingeniero Rodolfo
Blandovsky, contratado por el gobierno nacional para levantar
un plano del río y recoger cualquier tipo de información sobre su
cauce.
Rams y Rubert, como ocurriría con los hermanos Wagner
más tarde, se sintió atraído por el clima especial y el
magnetismo de Icaño, que, no nos cansamos de repetir, por
entonces poseía frondosos bosques cubriendo la mayor parte de
su región. Imaginó allí una ciudad próspera, industrial, y se
propuso emprender una colonización con extranjeros,
preferentemente europeos. Era la tónica de esa segunda mitad
del siglo XIX: el pujante desarrollo industrial de Inglaterra,
Alemania y Francia, había sentado la convicción de que estos

- 73 -
pueblos llevaban en sí mismos una especie de gen del progreso.
Entonces se creía que la solución a todos los problemas
argentinos era traer como fuera ingleses, franceses, alemanes, o,
aunque más no fuera, italianos, otorgándoles todo tipo de
beneficios y gangas para seducirlos.
Se iniciaron las obras de limpieza del mencionado cauce “con
dos rastras compradas a tal efecto” y en noviembre de 1858
Rams presentó al gobierno nacional un plan en el que marcaba
“la imprescindible necesidad de encarar algunas obras de
mejoramiento y encauzamiento del Salado”.
Santa Fe promulgó una ley que concedía a la empresa tierras
para la colonización de las costas del Salado. Santiago del
Estero, por su parte, cedería cien leguas cuadradas con el mismo
objeto y la provincia de Salta comisionó al doctor Pablo Saravia
“para que procediera a construir un camino que uniera el Salado
con el Bermejo desde Miraflores”.
El 25 de diciembre de 1863 se inauguraron las obras de
“Canalización, desmonte y limpieza del antiguo cauce del Río
Salado”.
A fines de 1865, con el apoyo también del gobernador
santafesino Nicasio Oroño, Rams y Rubert inició un plan de
colonización de las costas del río en el que se comprometía a
establecer entre tres mil y cinco mil familias extranjeras. Pero el
17 de abril de 1867, Rams y Rubert murió.
Tanto “Taboada como el mismo Rams y las familias ligadas
al poder”, habían adquirido “a vil precio las tierras aledañas [al
río Salado] especulando con su valorización. Tiempo después,
con el ingreso del Ferrocarril, sus montes fueron talados para la
producción de durmientes y postes”. *

* Historia de Santiago del Estero. María Mercedes Tenti de Laitán.


1995.

- 74 -
10. Se consolida el nuevo pueblo

Rams y Rubert fracasa en todo sentido: ni logra remontar el


Salado, ni menos establecer un pueblo de gringos. Pero deja
flotando en el ambiente la idea que por entonces había ido
introduciéndose en las cabezas de los gobernantes. La de que el
“progreso” económico estaba directamente ligado con ciertas
razas emprendedoras, que habían demostrado en Europa ser
“las mejores”, a través del éxito económico obtenido en sus
países de origen. No se tenía en cuenta que los exitosos solían
quedarse en Europa, y sólo vendrían, en realidad, quienes allí
habían fracasado. O en todo caso, enviados de algunos
empresarios a quienes interesaba ampliar sus negocios,
llevándose los beneficios sin dejar, generalmente, casi nada a
cambio.
Pero un consenso generalizado entre las clases medias y las
opulentas, que incluía aún a facciones políticas enfrentadas,
sostenía el criterio de que franceses, alemanes, ingleses y
estadounidenses, eran en sí mismos, sin otro aditamento,
“agentes de progreso económico, social y cultural”.
La victoria de Mitre y Sarmiento, que dominan directa o
indirectamente el poder durante el último tercio del siglo,
consolida fuertemente estos prejuicios, llamados a tener
importantes consecuencias en toda nuestra historia nacional.
Icaño es pues uno de los tantos laboratorios donde se intenta
llevar a cabo tales conceptos. Hacia finales del siglo XIX es,
debido a ello, un hervidero de gentes de diferentes orígenes
extranjeros, empeñados en construir un polo de desarrollo
productivo de acuerdo con el esquema europeo.

En 1889 se estableció en Icaño la que sería fuente de trabajo


y desarrollo: Barbel, Nuttall y Cía. “Solamente Enrique Nuttall

- 75 -
y Guillermo Nial vinieron aquí”, narra la historiadora local
María A. de Abregú:
“John Barber atendía en Buenos Aires la venta de los
productos”. Como industria maderera, iniciaría también el
proceso de desmontes masivos, que lamentablemente con el
tiempo acabarían convirtiendo a esta zona, antes fresca y
húmeda, en calurosa y seca al extremo.

Don Asencio Bravo, uno de los


primeros pobladores en la re-fundación
de Icaño, durante la década de 1890.

Emilio Wagner escribiría, apenas unos años después, sobre


estos desmontes, describiendo su entorno: “…clima ardiente
pero sano, extensas llanuras boscosas que el hacha, poco a
poco, convierte en estepas de maleza espinosa y en salitrales,
salvo en la mínima parte de su suelo que ha sido cultivada”.
Como se ve, en menos de 200 años la conquista europea ha ido
borrando la antigua cultura agrícola y la selvática fertilidad de
esos campos.
Sigue el eminente arqueólogo y antropólogo:
“Actualmente esta región es de aspecto severo y rudo, pero
era completamente diferente antes de que por ella pasaran las
- 76 -
vías del ferrocarril, seguidas del hacha nefasta, como lo hemos
podido comprobar de visu, desde que la recorremos.
“[Antes] Sus esteros contenían enorme cantidad de peces y de
aves acuáticas y en sus inmensas llanuras y praderas, sus
extensos bosques y sus abras, vivían en paz multitud de
animales de pelo y pluma.
“Los «prosopis» (algarrobos) diversos, los mistoles y los
chañares aún no habían caído bajo el hacha y cada año
producían abundantes cosechas de frutos, que constituían para el
poblador, juntamente con el maíz, la base de su nutrición.
“Lo mismo ocurría, sin duda, en épocas remotas de la
prehistoria, pues si hemos podido comprobar que se ha
transformado de tal modo el clima en el término de cincuenta
años, se comprende que esta provincia, en el lejano pasado, haya
conocido ciclos lluviosos y que su aspecto haya sido más
ameno.
“…en regiones actualmente áridas y pobres, las excavaciones
arqueológicas que se realizan demuestran que allí mismo han
logrado desarrollarse, en otras épocas […] civilizaciones
florecientes y hasta exuberantes.
“Esto explica por qué, pueblos numerosos, han podido
prosperar antaño en Santiago del Estero, donde actualmente les
sería imposible vivir.
“Debido al bienestar que proporciona la abundancia, esos
antiguos pueblos de inmigración [aborigen] han conservado aquí
el grado de civilización avanzada con el cual llegaron a estos
parajes; así lo podemos apreciar en profusión en las
excavaciones que realizamos”.
El aserradero de Barber, Nuttall y Cía se estableció “pocos
metros antes de llegar a la actual casa de las señoritas Herrera”.
Contaba con “elemento mecánico y personal especializado de
origen inglés e italiano”. Los europeos se ocuparon de transmitir

- 77 -
sus conocimientos técnicos a numerosos criollos contratados por
la fábrica, que con el tiempo “resultaron hábiles quemadores de
carbón”.
La empresa se lanzó a “la explotación también de durmientes
de quebracho colorado, postes, rollizos, blancos y varillas”. Con
los mismos motores con que impulsaban sus gigantescas sierras,
los empresarios “accionaban una bomba, con la cual regaban
unos campos” donde hacían sembrar y cosechar alfalfa.
Además del aserradero, establecieron un comercio de Ramos
Generales “para uso de sus numerosos obreros”. El primer
panadero industrial de Icaño fue introducido por esta empresa de
productos forestales. Se trató de Lorenzo Ponci, italiano, quien,
contratado por la empresa, llegó junto con los obreros del
aserradero, en 1890, para proveer sus necesidades.
“Este señor trabajó varios años haciendo el pan francés para
abastecer a los obreros de la firma mencionada, en el año 1898
se independizó y estableció una panadería por su propia cuenta
en la casa que es ahora de la familia Ganem. Murió en el año
1902, dejando dos hijos varones que más tarde fueron llevados
y educados por el señor Antonio López Agrelo en Buenos
Aires”. (María A. de Abregú. Tribuna Libre, Octubre de 1966.)
Más tarde, ya hacia principios del siglo XX, llega Santiago
Stone, de origen estadounidense, quien crea también un
poderoso establecimiento industrial maderero.
Las familias que formaron las clases sociales más destacadas
en Icaño fueron, hacia fines del siglo XIX, las de Antenor y
Manuel Mansilla, la de Rufino Cisneros, las familias Rojas,
Luna, Garnier, Córdoba y Herrera.
En aquella década finisecular se había instalado también la
empresa de Isaac Bercoff e Hijos, que además de muebles de la
por entonces aún abundante madera, “se ocupaban de la

- 78 -
construcción de elementos para sulkys, carros, y herramientas
rurales”.
La empresa familiar se expandió más tarde conducida por
José y Benjamín Bercoff, bajo la denominación de
Establecimiento Bercoff SRL.
La gran carpintería instalada por ellos, proveía de muebles a
establecimientos comerciales todo el país. Sus productos
gozaban de un prestigio extraordinario, debido a su alta calidad.
Con los motores de su carpintería, además, proveyeron de
electricidad a todo el pueblo, convirtiéndolo en uno de los
primeros iluminados bajo este recurso tecnológico en toda la
provincia.
Fueron pioneros de la cultura en Icaño, instalando el primer
cine, en la época de las películas mudas. Con capacidad para
más de 350 personas sentadas, este cine permaneció hasta bien
entrado el siglo XX, constituyendo el principal centro de
información audiovisual para Icaño.
Un inmigrante español, Mateo Rodríguez., instala apenas
poco después de iniciado el nuevo siglo la primera farmacia
comercial. Rodríguez había venido con su familia de Almería,
directamente a Santiago del Estero porque un tío de su esposa
que según sus descendientes era contador, vivía en Icaño. En
1910 se instala definitivamente.
La actividad forestal trae una extraordinaria prosperidad a la
región. Se levantan numerosos negocios, alrededor de las
empresas, que contratan centenares de obreros, pues la
obtención de los inmensos tallos de quebracho y otras especies
forestales se hacía por entonces completamente a mano. Recién
luego de haberlos obtenido, quitándolos de los montes a golpe
de hacha, eran introducidos en los galpones. Allí, aún se
continuaba el trabajo por medio de otros obreros con hachas,

- 79 -
cuando se trataba de descortezarlos o trozarlos, para
posteriormente recién elaborarlos con máquinas.
Centenares de hombres solían trasladarse incluso de otras
localidades, acampando alrededor de las empresas forestales o
integrándose a sus acantonamientos.
Pero iba a ser una prosperidad efímera, que iba durar apenas
hasta los primeros años del siglo XX. En parte por ser las
empresas, en general, inversiones externas. Que si bien
instalaban estructuras productivas y un cuerpo gerencial en
Icaño, enviaban la mayor parte de sus ganancias afuera.
Tampoco se producía bienes para crear un mercado interno, sino
con el propósito de proveer, principalmente, a las compañías
ferroviarias, en manos de capitales ingleses, y a grandes
industrias de Buenos Aires u otras provincias y el extranjero. Se
trabajaba, casi únicamente como proveedores de materia prima:
“En Tartagal, en el Chaco salteño, se estableció en 1904 una
fábrica de propiedad de una subsidiaria de la Tanning Extract
Company, de Nueva York, la Argentine Quebracho Company,
que poseía unas 280.000 hectáreas de bosques. En Santiago del
Estero, en cambio, donde también abundaban los obrajes y
aserraderos, la fase industrial llegó tarde: sólo en 1941 se puso
una fábrica de tanino en Monte Quemado, y en 1942 otra en la
capital de la provincia”, dicen Eduardo Bitlloch y Horacio A.
Sormani, en su trabajo Los enclaves forestales en la región
chaqueño-misionera.
Hacia 1930 los bosques de la ancha región que rodea a Icaño
se van terminando, el Ferrocarril ha sido concluido y algunos
años más tarde reducirá sus prestaciones; muchos de los
capitalistas que invirtieron en la zona ponen pues sus ojos en
otros negocios. Y se estanca la población en una economía que
vuelve a ser de subsistencia, como en los primeros años de la
conquista.

- 80 -
11. La primera escuela

Con la intuición aguda que caracteriza a los artistas,


Ricardo Rojas percibe el futuro doloroso que se avecina para
Santiago: el desierto más áspero, en el lugar donde otrora
campeaban los exuberantes bosques y sus innumerables
animalitos naturales. También por su vinculación con el poder –
era hijo del gobernador que otorgase las primeras concesiones
de cientos de miles de hectáreas, “vendidas” por precios más
baratos que los durmientes que de ellas se iban a extraer, a
empresas forestales que las devastarían. Lo cual establece
analogías sugerentes entre este miembro de las clases
dominantes con otro “visionario” contemporáneo, Al Gore.
Quien desde el poder estadounidense intenta hoy frenar la
debacle ambiental terrícola. Con ese bienintencionado objetivo,
estimamos, fue escrito posiblemente su libro más famoso, El
País de la Selva.
Prevalecía entonces en la Argentina la poderosa visión
institucional impuesta no sin grandes crímenes * por Alberdi,
Mitre y Sarmiento: aquella que consideraba como sinónimo de
“atraso” a la selva, al indio, y a todo lo naciona genuinol –
incluyendo el criollo–. Esta concepción, en cambio, al europeo
–particularmente de origen inglés, francés o alemán– lo veía
como el “redentor”, que vendría a borrar definitivamente las
“bárbaras” tradiciones, aborígenes e hispánicas, propias de
pueblos “indolentes”.
Esta visión incluía una idílica exégesis de la industria, con
sus máquinas motorizando la sociedad y geométricos campos,
verdeando de cultivos “rentables” llamados a sustituir al “feo,
rústico” monte nativo, como requisito básico para el desarrollo
social.

- 81 -
La educación –que debía “empezar de cero”, prácticamente–
era el instrumento ideado para “civilizar” a los millones de
pobladores de la ancha Argentina, pues, con la “ayuda” de
“generosos” inmigrantes, a quienes se otorgaba todo tipo de
prebendas y facilidades.

Personal directivo y docente de la Escuela “Absalón Rojas”, durante la


visita del Inspector Olegario Noriega (1929).

Nuestra escuela de Icaño no fue la excepción, por cierto. La


carta del ministro de gobierno, Pablo Lascano, a la presidenta
de la sociedad recaudadora de fondos para su construcción, es
una verdadera pieza de colección en tal sentido. Con arrobo
Lascano describe la fascinación sentida cuanto con el
gobernador –Adolfo Ruiz– recorren la campiña santafesina,
colonizada por gringos: “campos que hasta ayer fueron
moradas incultas del salvaje, son hoy centros de población
civilizada”, se extasía.
Aún con tales prejuicios, en la práctica, la escuela pública
fue una bendición real para nuestros paisanos. El acceder al
- 82 -
ejercicio de la actividad intelectual, así como a destrezas que
por largo tiempo les habían sido negadas, posibilitaria que
muchos de estos criollos o sus descendientes, se convirtieran
más tarde en importantes defensores de nuestra identidad
nacional.
La primera escuela que tuvo Icaño inició sus actividades el
1º de Abril de 1891, con veinte alumnos ─aunque cuando cerró
su inscripción, el 29 del mismo mes, contaba ya con 51─. Según
investigación efectuada por la señora Olga Mitre de Bercoff, en
1972, las gestiones fueron iniciadas por la señorita Trinidad
Luna “quien con fecha 28 de febrero de 1891, escribe al
presidente del Consejo General de Educación una carta”. (Ver
Documentos).
En la carta, la señorita Trinidad Luna informa que desde el 1º
de abril de ese año está en funcionamiento la institución
educativa. Esta comienza a desarrollar sus actividades en un
“rancho” ubicado en Las Trincheras, donde concurren varones y
mujeres. Se utilizan como bancos tablones, “facilitados por los
vecinos, sostenidos por troncos de árboles”. Los primeros
alumnos inscriptos fueron:
Nemecio Belizán
Pablo Banegas
Segundo Díaz
Francisca Ledesma
Emilia Pacheco
Dámazo Farías
Absalón Farías
Leoncio Farías (h)
Domingo Trejo
Hipólito Belizán
Elisea Aymeric
Manuel Ignacio Castellanos

- 83 -
Magdalena Banegas
Nazario Ríos

La fundadora, Srta. Trinidad Luna.

Trinidad Luna, la fundadora, se había desempeñado hasta


1890 como preceptora reemplazante en la escuela de Vuelta de
la Barranca. En 1891 asume la conducción de la nueva escuela,
Nº 56, de su propio pueblo, Icaño.
Pero luego del primer ciclo lectivo “se retira por razones
personales” y en 1892 esta escuela permanece sin funcionar. En
1893 asume provisoriamente la señorita Florentina Corvalán, a
quien, en 1894, reemplazaría nuevamente la señorita Rosa
Acosta.

- 84 -
El propósito inicial era denominar a esta escuela con el
nombre de “José de San Martín”, formándose incluso una
comisión de vecinos para ello. Pero este proyecto fue
modificándose al transcurrir los años, como se verá. Influiría
decisivamente en esto la asiduidad de Ricardo Rojas, quien
estaba empeñado en exaltar a lo largo y lo ancho de la provincia
el nombre de su padre.
El 31 de julio de 1894 asume la dirección la señorita Carmen
Hoyos. Como subdirectora se designa a Carlota Hoyos. La
docente designada por el Consejo General de Educación
continuaría en funciones, dirigiendo la escuela de Icaño hasta
1896.
Carmen Hoyos desarrollaría además una intensa actividad
social en Icaño, integrando como Secretaria la Sociedad de
Beneficencia. Esta comisión decide alquilar una casa para
alojarla junto a su hermana Carlota, directora y subdirectora,
respectivamente, de la Escuela 56. Además, esta comisión
asigna una subvención de $ 60, que tienen el propósito de
adquirir útiles escolares.
El 18 de octubre de 1896, impulsadas por la Sociedad de
Beneficencia comienzan las obras para construir el edificio
escolar en Icaño. Con este motivo, se efectúa el acto de
colocación de la piedra fundamental, con la presencia de
autoridades provinciales y la Banda de Música oficial de la
Provincia de Santiago del Estero. El vice gobernador, Melitón
Bruchman, asiste al acto en representación de la máxima
autoridad estatal.

- 85 -
Maestro Pedro Abregú, director en 1905.

El entonces Ministro de Gobierno, Dn. Pablo Lascano, es un


eximio escritor santiagueño. Como tal, escribe una conceptuosa
carta a la presidenta de la Sociedad de Beneficencia Dña. Esilda
S. de Nuttall, de la cual reproducimos algunos párrafos:
“Una escuela que se proyecta es el futuro templo erigido al
culto de una religión sublime: la de la enseñanza, y allí donde
los vecindarios se agrupan con su óbolo para cuidar esas casas
de verdadera beneficencia, debemos hallarnos presentes todos
los que fiamos el éxito de nuestras empresas a la educación de
las masas.
“Vengo de recorrer en compañía del Sr. Gobernador, largas
extensiones de la provincia de Santa Fe y Córdoba entregadas a
la colonización y traemos las impresiones más gratas del
espectáculo abierto ante nuestros ojos.

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“[…] Los habitantes de Icaño comprometen la gratitud
pública iniciando obras como la que hoy se inaugura, y la piedra
fundamental que colocan en medio de las alegrías generales, es
el principio de grandes transformaciones en el poder moral,
político y social.
“Ruego a la Sra. Presidenta hacer presentes estos
sentimientos a los vecinos de Icaño y aceptar los [sentimientos
(tachado)] de mi distinguida consideración” (Ver carta completa
en Documentos).
En 1897 asume como directora la señorita Honorata
Gorostiaga. En el flamante edificio, ese año, el Ingeniero
Baltasar Olaechea y Alcorta, presidente del Consejo General de
Educación, inaugura simbólicamente un aula. En tal
circunstancia se designa patrono de la Escuela al notable hombre
público y gobernador de la provincia, Dn. Absalón Rojas.
Ricardo Rojas, hijo del mencionado gobernador y ya famoso
escritor nacional, efectúa numerosos viajes a Icaño, en gran
parte por sus gestiones para dotar de un busto con la efigie del
destacado gobernador santiagueño a esta escuela.
En 1899 es designada directora de la Escuela Nº 56 la Srta.
Rómula Santillán, y por sus eficientes gestiones, el
establecimiento es elevado a la categoría de “Elemental”.
En 1902 la sucede en la dirección el maestro Cipriano Báez
Messa. Bajo su gestión escolar, se establece oficialmente el
nombre de “Absalón Rojas” para la más importante escuela
pública provincial de Icaño.
En 1905, es director el docente Dn. Pedro Abregú. Por sus
gestiones se crea en el mismo establecimiento la Escuela
Nocturna, que la Provincia pone también bajo su dirección.
1908 encuentra ya como director a Dn. Manuel Luna. Es en
este periodo que “se concreta por fin el anhelo de los docentes,

- 87 -
inaugurándose el busto de Dn. Absalón Rojas”, realizado por un
artista nacional.
En 1910, centenario de la Revolución de Mayo, “los docentes
son gratificados con la entrega de una hermosa medalla de plata,
conmemorativa”, por parte del Consejo General de Educación
de la Provincia.
Durante ese mismo año, el 12 de agosto, “en un marco de
entusiasmo por los resultados notables de la Educación Pública”,
se crea también en Icaño la primera Escuela Nacional, a la que
se otorga el Nº 78. Es designado como su primer director el
docente Dn. Juan E. Chazarreta.
En 1912, los registros de la Escuela Absalón Rojas nos dan
noticia de estar constituido el cuerpo docente de la siguiente
manera:
Director, Manuel Luna; Vice Directora, Ameliana
Maldonado de Cortes; maestros: Benita Maldonado de Rojas,
Máxima de Carranza, Prudencia Herrera, Alejandro Costas,
Rolendia Rojas, María Luisa Pacheco. Profesora de Música:
Ermelinda Rojas.
El 8 de marzo de 1911, la escuela Absalón Rojas, de Icaño, es
nuevamente elevada de categoría, llevándola a la de “Inferior”.
En 1913 el personal se renueva parcialmente, quedando
como director el Maestro Normal Nicolás Blanes; su vice
directora es la señorita Aidée Mittelbach. A las maestras de
grado, se agregan María García, Gennaria Rojas y Ambrosia L.
de Blanes.

- 88 -
Maestro Alejandro Costas, director (1918)

1919 encuentra ya como director al maestro Alejandro


Costas, mientras que el personal docente se integra con Benita
Rojas, Prudencia Herrera, Irene Herrera, Rosalía Vivas,
Angélica Encalada, mientras continúa como maestra de música
la señorita Hermelinda Rojas.
En 1923 asume como directora la docente Prudencia Herrera
de Cisneros. Son maestras de grado Tomasa Pacheco,
Teodomira de Contreras, Valentina de Giménez, Inés Vieyra,
Negalina de Boixados, Juliana Herrera, Alba Mansilla. Maestra
de Labores: Srta. Victoria Herrera.

- 89 -
Un grupo de alumnos de 3er grado con su maestra, Sra. Valentina C. de
Giménez. (1936)

En 1940 la peste bubónica azota la provincia de Santiago del


Estero. Se hace sentir en Icaño, con casos fatales que alarman a
la población. Sin embargo, la escuela Absalón Rojas, por
entonces bajo la firme dirección de la Srta. Tomasa Pacheco, no
suspende el dictado de clases. Finalmente la crisis de salud
pública se supera.
Otra de las docentes destacadas en una larga lista es la Srta.
Inés Vieyra, quien en 1941 asume el cargo de Subdirectora con
carácter de “Ad Honorem”.

- 90 -
Inés Vieyra.

El 1º de Abril de 1941 se celebran las Bodas de Oro de la


Escuela Nº 56 “Absalón Rojas”. Con ese motivo se efectúan
importantes actos culturales y celebraciones conmemorativas.

Tomasa Pacheco

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En 1942 el personal docente se integra de la siguiente
manera:
Directora: Tomasa Pacheco. Subdirectora: Inés Vieyra.
Maestras: Segunda V. de Migueles, Juliana Herrera, Irma V. de
Dib, Modesta V. de Tiberti, Negalina V. de Boixados,
Valentina C. de Giménez, Teodomira de Contreras, Sara
Angélica Rodríguez, Victoria Spat y Victoria Herrera. Blanca
Irurzum, inspectora del Consejo General de Educación consigna
que el edificio escolar “se encuentra en estado lamentable”.
Debido a ello el cuerpo de docentes inicia una campaña con el
propósito de obtener la restauración de las instalaciones
educacionales. La incorporación al personal escolar de la Sra.
María Luisa Názer de Gallo, docente de gran lucidez,
contribuiría posteriormente al logro de esos objetivos.

Srta. Juliana Herrera

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En 1944, en tanto, la escuela Absalón Rojas es elevada
nuevamente de categoría, llevándola a la de “Superior”. En
conmemoración a ello, se inaugura la Pirámide de Mayo, obra
escultórica realizada por el prestigioso artista provincial Roberto
Delgado.
En 1945 la escuela pierde a “una excelente educadora e hija
de este pueblo”, la Srta. Juliana Herrera.
El 9 de Julio de 1950, Año del Libertador General San
Martín, se coloca la piedra fundamental del monumento que esta
escuela ha de erigir en homenaje el héroe máximo de la
Argentina.
En 1952 asume por concurso el puesto de directora la Sra.
María Luisa Názer de Gallo. El 23 de septiembre de 1953 se
crea el cargo de Celadora, designándose para esa
responsabilidad a la Srta. María Luisa Farías.
En 1954, asume el cargo de directora la Sra. Irma Villarreal
de Dib. Durante este período se produce la demolición del viejo
edificio escolar, dándose comienzo a la construcción de las
nuevas instalaciones.
La Sociedad Cooperadora, presidida por la Sra. Sofía de
Bercoff, efectúa por su parte una fecunda acción de sostén y
complementa eficazmente la labor docente escolar.
El 18 de julio de 1955, siempre bajo la dirección de la Sra.
Irma V. de Dib, se comienza a efectuar el traslado de los
alumnos al nuevo edificio escolar. Por gestión de esta misma
directora, el Gobierno de la Provincia aprueba también el
Proyecto de Ampliación del edificio. El 6 de julio de 1956, es
designada vice directora la Sra. Irma Mitre de Bercoff.

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11 de septiembre de 1958. Conferencia a cargo de la Srta. Aída
Butazzoni. Asistentes: Sara Mansilla de Abate, Juan N. Gallo, Nélida
Valverde de Mansilla, Juana Ganem, Elena Neme Palavecino, Corina
Córdoba, Luisa del Valle Céliz, Alba Rosario del Valle Céliz, Julia Rita
Peralta, María Angélica Herrera, Irene Herrera de Palmas, Armando
Gerez, Valle de Gerez, Guido Sofanor Rodríguez, Olga Mitre de Bercoff,
Lina Carrizo de Mansilla, Paula Elmira Cisneros de Tayeh, Ana Lucía
Flora, María Ester Carrizo, Victoria Herrera, Sara Ester Nallar, Asma
Ganem de Neme, María Luisa Farías.

En 1963 se conforma la Sociedad de Ex Alumnos de la


Escuela Superior Absalón Rojas.
El 11 de mayo de 1965, se crea por fin el Jardín de Infantes.
Ese día se efectúa una lucida celebración escolar, encabezada
por la entonces directora interina, Olga Mitre de Bercoff. Se
encuentran presentes la presidenta del Consejo General de
Educación, Dra. Ana M. Victoria de Borges, la Inspectora de
Jardines Municipales, Sra. María Isabel R. de Páez, quien
también asume la representación del Centro de Residentes
Icañenses en Santiago del Estero. De entre las autoridades

- 94 -
locales, se destaca con un discurso alusivo el Encargado Escolar,
Dn. Benjamín Bercoff, a quien responde conceptuosas palabras
la presidenta del Consejo, Dra. de Borges. Finalmente se sirve
un almuerzo de camaradería en el que participa el personal
docente y vecinos de Icaño.
La primera maestra jardinera fue la Srta. Lidia Rosa
Metrafano, a quien sucedería la Srta. Teresa Magdalena Paz.

Club Estudiantil Literario “Patria y Tradición” (1962). Integrantes: Julia


Dib, Norma Díaz, Teresita Mansilla, Martita Pétulla, Yrma Cisneros,
Armando Dib, Tití Leal, Fredy Dib, Norberto Contreras. Asesoras: Lina
Carrizo de Mansilla, Dorita Nallar, Elisa Dib, Anita Flora.

El 3 de mayo de 1966 la Sra. Irma Villarreal de Dib, directora


de la Escuela Absalón Rojas, es ascendida a Inspectora de
Escuelas por la Provincia. La sucede en el cargo la Sra. Olga
Mitre de Bercoff. A través de su gestión se efectuarían
innumerables actividades culturales, viajes de estudio y otras
acciones educacionales de gran valor institucional. También se

- 95 -
reacondiciona y repara el edificio escolar, continuando una larga
labor de restauración comenzada años antes y que permite
contar con instalaciones adecuadas para el buen funcionamiento
de la institución. La comunidad entera presta colaboración para
estas obras, y la vereda del establecimiento es construida
íntegramente por alumnos de 5º, 6º y 7º grado, dirigidos por sus
maestros.
El 4 de agosto de 1970 se inauguran las refacciones
efectuadas, además de una ampliación consistente en una oficina
para la Dirección, una cocina, un salón comedor y dos aulas,
una de ellas destinada al Jardín de Infantes.
En 1970 se renueva después de 25 años la comisión
cooperadora, resultando elegido presidente el señor José Hons.
Integran esta comisión además las señoras Belkis Rodríguez,
Miguel Dib, Victoria Herrera y el señor Francisco Mansilla
como tesorero.
A partir de entonces la Escuela Absalón Rojas, primera
institución educacional de Icaño, naciente al mismo tiempo que
la oficialización de su carácter municipal, asume un destacado
rol en cada una de las actividades cotidianas de esta comunidad.

Numerosos son los nombres de vecinos icañenses que han


colaborado, de una u otra manera a la consolidación de esta
empresa colectiva. Posiblemente todas las familias de Icaño
alguna vez aportaron su granito de arena o esfuerzos importantes
para que esta obra trascendente fuese realidad. Por ello es que
no pudimos nombrarlos a todos, pero sirvan estas líneas para
significar que como de tantos otros logros, la comunidad entera
de icañenses debe sentirse orgullosa de su concreción.

* En el mes de marzo de 1862 Sandes sorprendió en los Llanos a


un campamento Chachista al mando del mayor Cicerón Quiroga,
cuyos componentes pasó a degüello cuidadosamente. En su parte –cita
- 96 -
obligada con referencia a este episodio– dice Sandes: “Quedaron en
nuestro poder el mayor don Cicerón Quiroga, jefe de infantería y siete
oficiales, los que fueron pasados por las armas al día siguiente; se
cuentan 3 hombres muertos”.
Esta matanza se lleva a cabo con la autorización escrita de
Sarmiento. Más tarde Mitre le echaría en cara este acto al sanjuanino,
reproduciendo la carta en que Sarmiento da cuenta de la masacre.
“Sarmiento –dice el historiador Rosa–, no pudo negarla, pero atribuyó
esa matanza y las que le siguieron, al ejército de Mitre, que él por un
acto de generosidad puso a cubierto de reproches”. (Los Coroneles de
Mitre. Ricardo Mercado Luna. Editorial Plus Ultra, 1974.)

- 97 -
12. El Conde de Icaño

“…me construí palacios, planté viñedos, me hice huertos y


parques y planté toda clase de árboles frutales, me hice
albercas para regar el soto fértil; adquirí esclavos y esclavas,
tenía servidumbre y poseía rebaños de vacas y ovejas; acumulé
también plata y oro, contraté cantores y cantoras y tuve un
harén de concubinas para gozar como suelen los hombres…
Cuanto los ojos me pedían se lo concedía, no rehusé a mi
corazón alegría alguna… Después examiné todas las obras de
mis manos y la fatiga que me costó realizarlas: todo resultó
vanidad y caza de viento… nada se saca bajo el sol.”
Qohelet (La Biblia). Siglo IV antes de Cristo.

El 25 de julio de 1918 un pequeño cortejo se encaminó hacia


el cementerio de Icaño bajo la llovizna. En un modesto cajón de
algarrobo, reposaba el cuerpo sin vida de quien fuese durante 67
años el Conde Fabián Del Castaño. Había sido reconocido hacia
1875 con este título nobiliario, por el rey de España, luego de
que colaborase de un modo decisivo para la restitución de su
trono.
El féretro permaneció algunos años en el cementerio, pero
repentinamente se profanó su tumba y alguien se lo robó. Dicen
que vieron a un pequeño grupo de “porteños encopetados”, que
llegando subrepticiamente contrataron un peón para extraer los
restos, y se los llevaron.
Se supone que eran familiares del Conde –los Anchorena, de
Buenos Aires–. Esto permanece en el misterio hasta hoy. Como
muchas de las acciones en la historia de Fabián, singular como
pocas.

- 98 -
Pero veamos someramente los datos principales que
trascendieron en la vida de Fabián, por algunos llamado “el
Conde de Icaño”.

Dn. Fabián Tomás Gómez del Castaño y Anchorena.

Fabián Tomás Gómez y Anchorena nació el 29 de diciembre


de 1850, en Buenos Aires. Era hijo del santiagueño Fabián
Gómez del Castaño y la porteña Mercedes de Anchorena y
Arana.

- 99 -
Tomás acaba de cumplir tres años cuando muere su madre;
tres años después, siendo él un niño de seis, fallece también su
padre. A partir de entonces el niño será criado por su abuela,
Estanislada Arana de Anchorena, quien le designa instructores
particulares para atender su educación. “No concurre a ninguna
escuela, es educado en la casa por preceptores privados y se
desarrolla su incipiente personalidad colmada de mimos y
halagos”, dicen sus biógrafos.
En 1868 –aún no había cumplido los 18 años–, se enamora
perdidamente a una diva del Teatro Colón, Josefina Gavotti,
italiana, “a quien obsequia lo mejor del famoso bazar de Perasé,
una cupé con sus guarniciones y un collar de perlas traído de
Soufflot et Robert”, de París.
“Corre mayo de 1868, en Buenos Aires. Tiempos de la
presidencia de Sarmiento y de la Guerra del Paraguay”. Tristes
tiempos, en que centenares de inmigrantes europeos llegan
famélicos y se alimentan “a pan y cebolla” en el puerto de
Buenos Aires, hasta conseguir que el gobierno les asigne una
chacrita o la colocación como obreros de una fábrica. Y los
indios, convertidos en vagabundos o borrachos, cosechan el
desprecio de los hombres blancos, que los han arrojado a
sobrevivir en pequeños bolsones alejados de la civilización.
Pero las clases adineradas tenían entonces cómo eludirlos.
Gracias a las inmensas necesidades de carne de Europa y los
países industriales de Norte, un puñado de familias
terratenientes de Buenos Aires había acumulado fortunas
inmensas dedicándose al negocio de hacer criar, faenar y
exportar carne de vaca. Favorecidos por la Conquista del
Desierto, donde Roca y otros militares profesionales arrebataron
sus tierras a los indios luego de asesinarlos, para repartir
millones de hectáreas entre sus amigos y parientes, se había
formado esta oligarquía que, hacia fines del siglo XIX, brillaba

- 100 -
ante el mundo entero por su poder económico y sus dislates
exhibicionistas. La familia Anchorena era una de las
privilegiadas con estas prebendas.
Cierta noche en que se representaba el Fausto de Gounod en
el Teatro Colón, un miembro lateral de estos Anchorena se
enamoró de la soprano Italiana que lo interpretaba. Fabián
Gómez y Anchorena tenía entonces casi 18 años. Había
reservado uno de los primeros asientos, durante cada noche del
período que durase la representación operística, sólo para ver
desde lo más cerca posible a su amada. Ella era Josefina Gavotti,
una italiana con más de treinta años y casada ─aunque esto lo
sabría él bastante después.
La mujer se entusiasmó con los regalos recibidos y la fortuna
de su cortejante, debido a lo cual no tuvo reparos en cometer
bigamia, casándose con Fabián en Buenos Aires. Ello
despertaría las iras de su abuela, doña Estanislada, quien
inmediatamente pidió la anulación del matrimonio: “esta boda
es el gran escándalo social de la época; doña Estanislada pide
anulación del matrimonio por haber estado en la minoría de
edad y sin su consentimiento. En plena luna de miel (Fabián) es
conducido preso por haber obligado violentamente al cura a
realizar esa boda” (ayudado por un grupo de muchachones). Así
narra el incidente Carlos Páez de la Torre, en la revista First.
Pero finalmente la pareja quedó libre y partieron rumbo a
Europa, momentáneamente eufóricos. Muy pronto comenzarían
los problemas. Fabián y la Gavotti “no se entendían”.
Especialmente cuando él se enteró de que ella estaba
anteriormente casada –y no divorciada–, con un italiano. El 14
de enero de 1870 el diario La Nación reproduce los avisos que
estaba haciendo publicar en Europa este niño mimado de la
sociedad argentina, Gómez y Anchorena. En ellos se ofrecía un
millón de pesos (suma extraordinaria, en esa época de muy

- 101 -
gordas vacas argentinas), a quien “aportara datos de un tal
Fiori”, marido legal de la Gavotti. Cuando lo halló, el incipiente
play boy argentino tramitó y obtuvo inmediatamente el divorcio.
Los hados lo protegían. En 1873 falleció su abuela dejándolo
como único heredero de una gigantesca fortuna, calculada en
más de ochenta millones de pesos fuertes, cantidad que
provocaba mareos con sólo pronunciarla. El peso argentino era
por entonces una de las monedas más poderosas del mundo. La
herencia incluía estancias, mansiones en diferentes ciudades y
“manzanas enteras en el Barrio Norte” de Buenos Aires.
“Lógicamente –dicen los biógrafos porteños–, para sus ansias
de buena vida, la Argentina le quedaba chica, y Fabián se
trasladó a París”.
Allí comenzó a vivir una vida plena de exotismo y aventura:
“en su palacio a orillas del Arno, vive en compañía de un
príncipe tuareg, de una bailarina circasiana, de su amigo Felipe
Haymer y de una corte de ociosos, afectos a la vida regalada.
Allí, entre fiestas, comienza la leyenda de su riqueza
inagotable”. Viaja a través de toda Europa, haciéndose admirar
por donde va con su “prodigalidad de gran señor”. Para librarse
de los mendigos, que lo asedian, “ha hecho vestir con sus ropas
a un lacayo parecido a él y por su intermedio distribuye
limosnas a quien se las pide”.
En su palacio de la Ciudad Luz, celebraba banquetes donde
hacía servir “delicadezas”, como un salmón de dos metros
relleno de caviar. Pronto iba a comprar otro palacio más
gigantesco aún, en Madrid. Su dispendiosidad, elocuencia,
ingenio y atildamiento lo habían convertido ya en un “perfecto
dandy” (hoy se lo denomina playboy), célebre por sus aventuras
mundanas y lances amorosos. En ellos exagera sus despilfarros
y parece siempre sobreactuar. Pero esto agrada a la permanente
claque de su entorno.

- 102 -
Entonces ocurre uno de los hechos más importantes de su
vida: conoce a la destronada reina de España, Isabel II y a su
hijo Alfonso, parrandero y bon vivant como él. Alfonso era
“legalmente” hijo de la reina Isabel II y su primo, el príncipe
don Francisco de Asís de Borbón. Pero debido a la
homosexualidad de Francisco de Asís, diversas fuentes apuntan
como probables verdaderos progenitores al capitán de ingenieros
Enrique Puig Moltó o al general Francisco Serrano, ambos
conocidos amantes de su madre. El triunfo de la Revolución de
1868, que a través de un golpe militar derrocó a la Reina, los
había obligado a exiliarse en París. Durante los años de exilio
Alfonso completó su formación académica y militar en París,
Viena y Sandhurst (Inglaterra).
Fabián Gómez de Anchorena se convirtió en uno de los
preferidos de la Reina Madre, especialmente cuando juró poner
toda su fortuna, si era necesario, para restituir en el trono a los
borbones.
En 1870, su madre abdicó en favor de su hijo Alfonso. Las
dificultades internas de la I República, la prolongación de la
guerra con Cuba y el inicio de la tercera guerra carlista hicieron
que aumentara el número de partidarios de la causa alfonsina.
Tras el golpe de Estado del general Pavía, que acabó con la I
República, Cánovas del Castillo restauró la monarquía
borbónica, con el apoyo del Ejército, en favor de Alfonso. Con
la firma del Manifiesto de Sandhurst (diciembre 1874), el futuro
monarca se declaraba partidario de la monarquía parlamentaria.
El 29 de ese mismo mes, en Sagunto, el general Martínez
Campos proclamó como nuevo Rey de España a Alfonso XII
mientras que Cánovas del Castillo se hizo cargo del Gobierno en
espera de la llegada del nuevo rey, desde el exilio.

- 103 -
El rey Alfonso XII de España.

Alfonso XII llegó a Barcelona en el mes de enero de 1875


y tres días más tarde a Madrid. Con la restauración monárquica
se consolidó un sistema político dominado por el caciquismo de
la aristocracia rural y una oligarquía bipartidista: el Partido
Conservador, liderado por Cánovas del Castillo, y apoyado por
la aristocracia y las clases medias moderadas, se repartía el

- 104 -
poder político con el Partido Liberal, liderado por Sagasta, y
apoyado por industriales y comerciantes.
La consolidada amistad del joven Fabián Gómez y
Anchorena con el monarca le hará obtener el título nobiliario de
Conde del Castaño. Según Pilar Lusarreta, su primera biógrafa,
“como el padre santiagueño de Fabián, por su segundo apellido,
Del Castaño, podía tener lejano derecho a un título de nobleza,
el rey encargó a sus genealogistas realizar los zurcidos y
empalmes correspondientes… de allí salió un título para Fabián,
con escudo de armas y todo…”
En los años locos de su existencia, con el rey de España y el
conde de Tamames “forman un trío inseparable”. Fabián tiene
un yate, el “Enriqueta”, lujosamente equipado y siempre lleno
de un grupo de amigos que se titulan a sí mismos “Los
Peregrinos del Placer”. Juega desbocadamente a los naipes, a la
ruleta, a los caballos. Frecuenta los más caros cabaréts.
Sus amores son siempre tempestuosos. En 1878, visitando el
Museo de Armas, el marido de la bellísima joven húngara que lo
acompañaba los sorprende juntos e intenta matarlo. De un salto
Fabián Gómez y Anchorena se apodera de un gran sable
histórico que estaba en exposición y enfrenta a su agresor, que
portaba un cuchillo. Lo pone en fuga.
El Conde adquiere alhajas carísimas, de las cuales recubre
paredes enteras de su palacio en Madrid. Emprende una
obsesiva persecución de obras de arte, obteniéndolas a cualquier
precio.
Entonces, ya que tiene título de nobleza, quiere obtener su
propio feudo: en Europa, por supuesto. Así es que se pone a
financiar a movimientos revolucionarios de Los Balcanes, bajo
la promesa de ser coronado rey en caso de triunfar alguna de las
revoluciones que impulsa. Pero ninguno de los grupos a quienes

- 105 -
apoya logra el poder y otros sólo le sacan dinero para “vivir de
arriba”.

La marquesa Catalina de Henestrosa y


Chacón, primera esposa del conde Del Castaño.

Descreído entonces de sus posibilidades como soberano


europeo, se postula para diputado en el parlamento de España;
pero su partido no obtiene los votos suficientes. Entonces se
fatiga y abandona la idea de gobernar.
Enamorado otra vez, se casa con una joven marquesa
española, Catalina de Henestrosa y Chacón. Orgulloso de ella, la
trae a vivir a Buenos Aires, donde le ha preparado “una casa
fabulosa en la manzana de Esmeralda, Suipacha, Arenales y
Sargento Cabral”, una de sus propiedades.
Mas no bien llegados, ella empieza a sentirse mal de una
rodilla, afectada por un viejo golpe por una caída del caballo. La
dolencia se agrava y aunque consultan a los mejores médicos de

- 106 -
Europa, no queda más remedio –según ellos– que amputarle una
pierna. Lo hacen, y pese a ello Catalina, en poco tiempo, muere.
El desconsuelo de Fabián es grandísimo: anuncia que a partir
de entonces ingresará a un monasterio, para dedicar su vida a
Dios viviendo como un monje sin bienes. Pero pronto olvida ese
propósito y regresa, al parecer con más bríos, a la vida
desordenada. París, Venecia, Madrid, Roma; mesas de juego,
fiestas locas. Cabaréts. Cierta novelista cuenta una “anécdota
famosa” entre la oligarquía porteña, “la comida que ofreció al
Príncipe de Orange, donde una cocotte célebre, Cora Pearl,
surgió desnuda del interior de un pastel de hojaldre”. Sin
embargo Pilar Lusarreta dice que no estaba completamente
desnuda: colgaba de su cuello –afirma la historiadora– “un
collar de perlas, de ocho vueltas”, regalo de Fabián.
Finalmente la fortuna de Fabián Gómez y Anchorena, Conde
Del Castaño… se acabó. En 1890 –a los 40 años– el Conde se
encuentra en agudas dificultades económicas, ya. “Ordena a sus
administradores que empiecen a vender casas y tierras y giren el
importe. Así tira un tiempo más”, informa el periodista Páez de
la Torre. “Pero deberá volver, pobre, a Buenos Aires.”
Su abogado lo aloja –como ironía de la vida– en su casita de
la estancia de ocho leguas cercana a Mar del Plata, que Fabián le
había regalado, algunos años atrás. Con la decadencia
económica vienen aparejadas las fallas de salud. En 1897
aparece en La Nación una nota anunciando su fallecimiento,
junto a una enjundiosa reseña de su vida. Pocos días más tarde,
el director del diario recibe una carta, firmada por “Fabián T.
Gómez de Anchorena, Conde Del Castaño”, que desde el pueblo
de General Pirán agradecía “los para mí halagüeños conceptos
de mi anticipada necrología”. Pero les avisa que aún permanecía
con vida. Pese a ello, una aguda enfermedad ha obligado,

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extrañamente, a que le amputen una pierna: igual que a su
difunta esposa, la marquesa española.
En este período tan sensible de su vida, en que su
personalidad experimenta al parecer un vuelco místico, conoce a
quien sería el ángel guardián en la última etapa de su tan agitada
existencia. Una mujer viuda de la clase media alta, con quien se
relacionaría por intercesión de sus amistades.
Victoria Ponce, santiagueña, se convertiría en su tercera y
definitiva esposa. El 16 de noviembre de 1912, según consta en
el Registro Civil de esa localidad bonaerense, contrae enlace con
ella. Dulce y refinada, doña Victoria conserva su tonada, más el
aroma profundo de la cultura nortecina.
Por entonces ha logrado arreglar un litigio judicial con sus
tíos, los Anchorena, y obtiene como resultado una pensión
mensual, que les permitirá vivir sin lujos, pero dignamente, el
resto de su vida. Entonces decide trasladarse a Santiago del
Estero, la provincia natal de su señora y de su padre.
Hay diferentes versiones de los motivos que llevaron a este
hombre, que conoció las mayores ciudades de Europa, el lujo y
el placer de las cortes más ricas del mundo, a decidirse
finalmente por vivir en un pueblo tan modesto como el de Icaño.
Hay quienes dicen que su destino final era Añatuya, pero el
tren tuvo un desperfecto y debió detenerse dos días aquí. El
Conde y su señora, alojados en un pequeño hotel, se enamoraron
del lugar (por entonces todavía montuoso) y decidieron quedarse
para siempre.
Otras versiones apuntan que sencillamente el Conde decidió
venir directamente a Icaño, por haber conocido a personas
destacadas de esta población, como los Mansilla, en Buenos
Aires. Esta parece más pertinente, teniendo en cuenta que el
terreno le fue vendido por don.Antenor Mansilla, perteneciente a
una de las familias fundadoras de la actual comunidad de Icaño.

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Antes de construir su propia casa, se había alojado con su
compañera en el “Hotel Neme”, mudándose más tarde a la casa
solariega de otro amigo, don Erminio Sosa.
La casa y el terreno fueron escriturados a nombre de doña
Victoria. En el frontis de la vivienda, modesta pero cómoda,
hizo labrar un escudo, que decía “V. del Castaño”: por su
esposa. Las últimas descripciones de Pilar Lusarreta dicen que
“allí vivió hasta el 25 de julio de 1918, cuando un ataque
cardíaco terminó con su vida”. En esta etapa se lo describe como
“alegre, chistoso y aunque mantenía el orgullo de su linaje,
jamás dejó de atender con su habitual finura, a toda persona, de
cualquier categoría que fuese, que quisiera conocerlo” (Páez de
la Torre).
Orestes Di Lullo visita Icaño, hacia los años 40, y conoce
aquí a su anciana viuda. Dejemos por un momento la voz a ese
prestigioso cronista:
“Compraría un terreno a D. Antenor Mansilla, sobre el Canal
Rams y allí levantaría su pequeña casa, para él y la condesa del
Castaño y para una corte de cuatro mujeres y dos mocetones,
familiares de Doña Victoria, y con ellos asistiría a la coronación
de la obra, cuando el rústico albañil construiría el escudo, que
aún yace en tierra, desprendido del parapeto y que ostenta la
siguiente leyenda: «Casa fundada en 1915» y más abajo: «V. del
Castaño».
“Allí pasaría sus últimos años D. Fabián, al lado de Doña
Victoria y de los suyos, que le respetaban con adoración y a los
que nunca contó la historia de su vida. Allí, a orillas del Canal
Rams, a pocos kilómetros del Río Salado, viviría acunado por
sus recuerdos él que sólo recuerdos tenía de su pasada grandeza.
Allí, rodeado de humildes labriegos, de rostros curtidos por el
sol, de desarrapados pobladores, de viejitas y de niños, a los que
reunía de vez en vez en el patio de su casa; allí, cuidando de un

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par de burritos que él cubría personalmente con mantas como a
caballos de carrera, burritos que le servían para tirar de un
pequeño coche en que paseaba, sentado en un sillón, presidiendo
el ruedo familiar y amistoso, ya viejo, pero siempre pulcro,
acicalado, donairoso, manteniendo secreto su apellido materno,
hermético en sus referencias personales, D. Fabián Gómez de
Anchorena murió el 25 de Junio de 1918.”
Una de las grandes ventajas de residir en un poblado pequeño
y campesino es que con muy poco dinero se vive bien. La
modesta pensión de don Fabián Gómez –como se hacía llamar
en Icaño–, le alcanzaba para vivir dignamente e incluso para
retomar la costumbre de las limosnas. Al salir en su tilburí, con
doña Victoria, se dice que lo hacía detener donde había grupos
de humildes niños jugando para repartirles puñados de
moneditas. Tampoco dejaba pasar a un indigente por cerca de su
casa, sin convidarlo aunque más no fuera con una buena sopa.
Su don de gentes, su generosidad, la cordial atención que
ponía a cualquier problema que los vecinos le consultaban, lo
hicieron uno de los hombres más queridos de Icaño, durante el
tiempo vivido allí. Que fue sin duda el de mayor provecho de su
existencia, pues se había convertido en una especie de místico,
bondadoso y sabio.
Los vecinos lo estimaban y disfrutaban de su cordialidad. No
pocas veces recibía de regalo un cabrito carneado, ya listo para
ponerlo en el asador, pollos, tortitas regionales o un sinfín de
manjares que las artes de los campesinos saben tan bien
aparejar.
En ese ámbito amable y rodeado de cariño, don Fabián
falleció como quien se interna de a poquito en el agua tibia de
un río lustral. Una tarde doña Victoria regresó de una breve
salida que había hecho al pueblo y lo encontró sentado frente a
la ventana que daba al monte, mirando la lejana cortina de los

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árboles. No quiso molestarlo y siguió directamente a la cocina.
Pero al rato, con una repentina intuición, se acercó. Don Fabián
estaba casi frío ya, con los ojos abiertos y una sonrisa en los
labios.

“He visitado la tumba de D. Fabián” –relata nostalgioso, Di


Lullo–. “Ha llegado presuroso al cancerbero del viejo
camposanto en que reposan sus restos. Es un hombre bajo,
fornido, de cabellos blancos. Conoce el lugar en que fue
enterrado y conoció también a D. Fabián. Me ha mostrado «el
monumento, que no es suyo sino de un pariente de su mujer».
Hay una lápida, que tampoco le recuerda y en torno, pequeñas
tumbas, blancas, azules, rosadas y cruces.
“Y ante las tumbas, pequeños bancos de mampostería, y en
los caminos, pequeñas veredas de ladrillo y pastos y hierbas y
algunos algarrobos y más allá campos de cultivo, y muchos
árboles, y una cinta azul en el horizonte lejano.
“He querido, luego, conocer la casa de D. Fabián. La casa es
alta y ostenta una cornisa y un parapeto roídos. Posee una puerta
y una ventana. Y en torno, ni un árbol, ni una sombra. Nos
recibe la esposa de D. Fabián, Doña Victoria Ponce.
“Doña Victoria es una viejita enjuta. Doña Victoria está
pobremente vestida. Sus ojos tienen un lejano vivir. Sus cabellos
son blancos y bajo la piel fina y blanca los músculos son
flácidos y los huesos largos y angulosos. Doña Victoria,
orgullosa nos muestra el retrato de su esposo y el suyo, en la
época de su casamiento. ¡Han pasado muchos años! Lo veo en
su rostro surcado de arrugas, en su boca sumida, en sus ojos
tristes, ensombrecidos, nostálgicos”.
Según la escritora María Esther De Miguel, doña Victoria
Ponce anotaba las frases, cada vez más profundas que
pronunciaba el conde, en sus ahora serenas jornadas,

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contemplando el monte icañense, los pájaros que sobrevolaban
la oración o el horizonte. “El no tener nada te deja ver más
claro”, habría dicho una tarde de lluvia en que hubo tortas fritas.
Y enseguida agregó: “La vida me quitó todo, no para hacerme
más pobre sino para que tuviera más”.
Hoy no queda en Icaño casi vestigio alguno de la última
morada del dandy, señor de la nobleza española y finalmente
monacal conde Fabián del Castaño. Pero hasta los más jóvenes
saben quién fue. Su historia ha ido pasando, a través del relato
oral, de generación en generación. Y su nombre, en una calle, lo
recuerda.

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13. Apogeo de un modelo

El 1 de octubre de 1852 comienzan los trabajos para la


construcción del Ferrocarril Santiago-Valparaíso, en Chile. Su
proyectista y director es el Ingeniero estadounidense Allan
Campbell, quien ya había trabajado en la construcción de la vía
entre Caldera y Copiapó. Él determinó que la mejor opción era
una ruta que partía en Valparaíso y recorría Viña del Mar,
Concón, Quillota y luego cruzaba hacia Santiago por el paso
Tabón. Campbell inició las faenas con alrededor de trescientos
trabajadores, los que luego se fueron incrementando hasta
llegar a alrededor de 2.400 obreros en los últimos meses de
1853. Esto significó el lanzamiento de una gran cantidad de
trazados ferroviarios en la vecina república de Chile, siempre
con técnicos estadounidenses. Entre estos, hacia 1880, arriba el
joven Santiago Taylor Stone, quien se especializaba en puentes.
Stone encuentra afinidades entre su personalidad y el carácter
latinoamericano y decide quedarse. En su decisión influyó el
haber conocido y enamorarse de una bella joven, perteneciente
a la aristocracia de Santiago del Estero: Sara Mercedes de la
Cruz Sanhueza Eijos. Se casa con ella y decide venirse a vivir a
Real Sayana. Poco después, lo encontraremos conduciendo una
de las principales empresas madereras de Icaño. Su historia
representa un arquetipo de tantas otras del Fin de Siglo XIX:
Sudamérica se muestra entonces, para algunos extranjeros,
como una nueva Tierra Prometida.

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Un aviador y sus amigos de Icaño. Entre ellos, Dn. Emilio Wagner.

Las películas de Charles Chaplin eran seguidas por un nutrido


público en Icaño, cada fin de semana. Un operador francés,
Tinell, atendía la máquina luego de cobrar las entradas y cerrar
las puertas, ya con la sala llena. Los propietarios del cine eran
además industriales: la familia Bercoff, dueños de una
carpintería de fama nacional. Además, desde su establecimiento
fabril y comercial proveían de electricidad a todo el pueblo,
convirtiéndolo en uno de los primeros de la provincia que podía
usar esta tecnología.
Películas con André Deed y Max Linder, Quo vadis? (1912)
o Cabiria (1914) fueron vistas precozmente en Icaño.
Judith de Betulia, El gabinete del doctor Caligari (1919), y
hasta Un perro andaluz, de Salvador Dalí y Luis Buñuel, fueron
obras cuyas copias llegaron aquí, casi al mismo tiempo que en
las grandes capitales del mundo.
Como es natural, se habían conformado dos clases sociales
nítidamente diferenciadas: la de los terratenientes y empresarios,

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y la de los obreros o servidores. Por cierto, esta última era más
numerosa, aunque las actividades de la primera sobresalían,
hasta el punto que para las publicaciones de entonces parecen
ser las únicas que existieron. Entre estas dos franjas de la
sociedad prosperaba una amplia clase media, compuesta por
administrativos de las empresas, docentes o comerciantes,
actuando al unísono con los intereses del pequeño grupo de
poderosos que regía la vida institucional del poblado.
Las clases más humildes tenían su desahogo y expresión
principalmente en Las Trincheras, que se celebraban cada año en
diferentes lugares, dos o tres y hasta cuatro a veces.
Desde los sectores más pudientes se lanzó la iniciativa de una
Sociedad de Beneficencia, que además de asistir a los más
pobres o imposibilitados, emprendía otras obras de carácter
cultural, como el apoyo a la biblioteca pública, o educacional,
sosteniendo el crecimiento de la primera escuela.
En su Reglamento, la Sociedad –que aún en 1896, cuando se
crea, denomina al pueblo “Esteban Rams” –, dice que sus
propósitos son “la fundación de un Asilo para albergue de los
pobres de solemnidad, protección a los niños desvalidos y
fomento de la educación por todos los medios posibles y
practicar toda obra de caridad que pueda dentro de la esfera de
sus atribuciones”.
De los socios y socias, reglamenta que podrán ser “activas,
contribuyentes y honorarias”: la redacción da un carácter
eminentemente femenino a la Sociedad. “Serán activas –dice en
su capítulo III, Art. 3º– todas las personas de reconocida
honorabilidad, de nacionalidad Argentina y que abonen una
cuota de ingreso de cinco pesos m/n y un peso mensual”.
Serán “socias o socios contribuyentes todos los que soliciten
y paguen una cuota mensual a su voluntad no pudiendo ser
menos de cincuenta centavos”.

- 115 -
Mientras que “socias y socios honorarios” son quienes
“presten servicios de reconocida importancia a la Sociedad y
que a juicio de la Asamblea sean acreedoras a este título
debiendo ser acordado por mayoría de votos.”
La primera Comisión Directiva fue compuesta de la manera
que sigue:
Presidenta: Esilda S. de Nuttall.
Vice 1ª: Raimunda R. de Mansilla.
Vice 2ª: Teófila de Contreras.
Tesorera: Ana L. de López.
Pro Tesorera: Leona C. de Rodríguez.
Secretaria: Carmen Hoyos.
Pro Secretaria: Belisaria Rojas.
Vocalas: Alvida Rojas.
Benicia Rojas.
Suplentas: Cerviliana C. de Cisneros.
Micaela Chaparro.
Luisa Oliva.
La señora Esilda Scarrichia de Nuttall estuvo relacionada
desde su origen con la actividad cultural y educacional de Icaño.
Presidenta de la Comisión Fundadora de la Escuela pública,
tomó parte activa para la obtención de fondos destinados a la
construcción del edificio propio.
Hija de Ángel Scarrichia y María Josefa de Navia, nació en
Buenos Aires hacia 1862 y fallecería a los noventa años, en
1952. Se casó con el empresario Enrique Nuttall en la Iglesia de
la Concepción del barrio San Telmo, Buenos Aires, cercana ya a
sus treinta años. El matrimonio no tuvo hijos.
En 1889, con su esposo, se establecieron en Icaño, al frente
de la empresa Barber & Nuttall, primer establecimiento
instalado en esta localidad “para la explotación de los bosques

- 116 -
vírgenes”, según precisa su biografía, narrada por una sobrina-
nieta, Ivonne Scarrichia.

Don Antenor Mansilla.

Barber & Nuttall, a cuya conducción se agregaría el Sr.


Guillermo Nial, tenía como administrador al inglés John D.
Ross. Industria de gigantescas proporciones, instalaron en Icaño
el primer aserradero mecánico. Sus primeros operadores y
técnicos eran ingleses e italianos, a quienes encomendaron
transferir sus conocimientos para integrar a los obreros locales.
La explotación de esta empresa “abarcaba la fábrica de

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durmientes para ferrocarril, de quebracho colorado, postes de
quebracho, algarrobo y otras especies forestales, rollizos
blancos, varillas y carbón”. Según la Sra. Olga Mitre de Bercoff
“enseñaron a nuestros criollos a ser buenos quemadores”.
Aprovecharon la fuerza motriz de las máquinas del
aserradero para mover una gran bomba, con la cual regaban los
primeros alfalfares intensivos que se sembraron en Icaño.
Además de la industria forestal, los Nuttall instalaron una casa
comercial, dirigida por Francisco Machado y Miguel O´Keef,
que permaneció hasta el año 1903.
Es que Enrique Nuttall había quedado paralítico y debido a
esta calamidad le resultaba imposible enfrentar las múltiples
obligaciones que le imponían sus negocios. “Con toda entereza
y sacrificio, Esilda se encargó de cuidar y acompañar a todas
partes a su esposo”, incluso en el momento en que, “debido al
agravamiento de su enfermedad, debieron trasladarse
definitivamente a Buenos Aires” cuenta en los 70 su
descendiente santiagueña.
Otros de los primeros habitantes de la Icaño institucional
eran, según doña Olga Mitre: Mariano Palavecino, Eugenio
Miranda, Gregorio Palavecino, Leoncio Farías, Cayetano
Mansilla, Timoteo Pacheco, Victoriano Zarco, Bonifacio
Banegas, Gualberto Contreras, Dámaso Ramírez, Laureano
Sosa, Estanislao González, Nemecio Belizán, José Mendoza,
Justo Belizán, Benicio Rojas, Juan Asencio Bravo, Delicio Ávila
y Florentino Pogonza. Estas familias habitaban Icaño desde la
década de 1890. Otras familias destacadas de esa etapa fueron
las de Antenor Mansilla, Miguel López, Fidel Contreras, Miguel
Jorge, Lorenzo Poncio, y Mauro Contreras. Comisario en ese
periodo fue don José Lugones.
Entre los habitantes de principios de siglo XX destaca
también don Santiago Stone, hombre emprendedor y hábil que

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se había afincado en Icaño hacia fines del siglo anterior.
Santiago Taylor Stone, de origen estadounidense, habitó
originalmente Chile. Había arribado allí contratado para el
equipo estadounidense que construyó los principales
ferrocarriles del vecino país. Stone participó en la construcción
del Ferrocarril Central de Chile y la construcción del Puente
sobre el río Bío Bío. Terminado este, en 1889, se casó con Sara
Mercedes de la Cruz Herrera, de origen santiagueño. En 1895
decidieron trasladarse a Santiago del Estero, instalándose en
Real Sayana, donde adquirieron campos.
Stone y su esposa prefirieron, algunos años después, adquirir
propiedades y habitar en Icaño, zona que les pareció más
atractiva. De carácter comunicativo, los antiguos pobladores
recordaban al norteamericano Stone por sus emprendimientos
industriales. Hizo un canal que bautizó con su nombre, y al final
de este levantó un aserradero. Para que sus tierras, situadas al
otro lado de las vías del Central Argentino, tuvieran riego,
instaló una bomba que se abastecía del canal y distribuía el agua
por medio de extensas cañerías. Stone hizo venir a decenas de
estadounidenses, amigos suyos, para emplearlos en la
producción industrial de madera. Para alojarlos construyó una
casa de 600 metros cuadrados, junto a la suya, donde habitaba
con su familia. La empresa de Stone se especializó en proveer
de varillas y postes para la construcción y mantenimiento del
ferrocarril.
Un cronista local califica a Stone como “extraordinario y
sacrificado soñador” ya que estaba “empeñado en elevar agua
desde el río a las alturas salitrosas, por medio de tubos y canales
sin contar con más elemento motriz que las máquinas y calderas
a vapor del tipo Stephenson”. También menciona su empeño en
la plantación de eucaliptos.*

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La esposa de Stone estaba emparentada por línea directa con
José de la Cruz Herrera, fundador de la población que lleva su
apellido. Una ancha calle de Icaño, en tanto, fue denominada
“Santiago Stone”. Hacia el final de esa calle, lindando con la
ruta 34, Stone donó una hectárea de las tierras que le
pertenecían, para la construcción de la Escuela Nacional Nº 78.
Santiago Stone tuvo nueve hijos, de los cuales el menor nació
en Icaño. Al morir, se hicieron cargo de todo su patrimonio Luis
Sanhuenza, pariente directo de Sara De la Cruz, y su yerno,
Arturo Sieira.
Angel Villalba, destacado icañense nacido en 1910 y
emigrado al Chaco y Rosario, nos entregó sensibles
descripciones del pueblo en aquella época, desde la distancia.
Una de ellas dice:
¡Oh, qué misterios extraños
cuando el hombre es aún niño,
y de la madre el cariño
endulzan sus cortos años!
me ofrendó ella sin engaños
todo su amor y ventura
y está unido a su ternura
mi viejo pueblo de Icaño!

“Y apenas suelto el hilo del barrilete ya se traslada al tiempo


de…
Luz y hielo a batería
en aquél viejo taller
de don Emilio Garnier
que el progreso presentía.
Eran tres panaderías,
de Bercoff, Nassif y Luna
…con serenata perruna,

- 120 -
boliche y confitería!”
También nos informa Villalba –esta vez en prosa– de algunas
familias antiguas en la región, como los Carrizo, Pacheco,
Aymeric, así como de “el envidiable rastreador don Liborato
Villalba, o la típica verba castiza de don Nicolás Zarco Pérez”
[…] sin faltar –dice– “los que involuntariamente darían su
nombre al lugar de su residencia, tales como la laguna de
Ubicho, y de Doña Pumusha”. Y también sobre “un bombero
ferroviario, rosarino, de apellido Duarte”, al que apodaban “pata
de palo”, ya que tenía “una pierna artificial, de madera”.
En estas primeras décadas del siglo, según Villalba, no pasan
inadvertidos para Icaño “el desarrollo de la Primera Guerra
Mundial y el cometa Halley”, ya que los pobladores ilustrados
“sienten los efectos de la conflagración” a la distancia. Al
cometa Halley “no se lo ve como un fenómeno natural, y la
población icañense, religiosa por excelencia, lo consideran como
un castigo de Dios”.
También por causa de “la proeza del aviador Benjamín
Matienzo”, se hacen comentarios públicos acerca de que “Dios
se va a enojar, por culpa de esos aeroplanos”. Como
consecuencia, según se narra, los mayores “prohíben a los niños
remontar barriletes en Icaño”.
Villalba consigna que a principios de siglo “D. Isaac Bercoff
es autorizado a emitir cartoncitos de cinco centavos para dar
cambio”, en lugar de monedas.
“El primer comerciante criollo en ramos generales es don
Rufino Cisneros”, dice Ángel Villalba. Pero “la casi totalidad de
los comercios corren a cargo de los árabes, que ejercitan con
habilidad la herencia que llevan en la sangre. Los más
importantes negocios son los de Ganem, Nassif, Chemes,
Giménez, etc”. Sin embargo “las excelentes tierras son también
pobladas por árabes y es un gusto ver el verde esmeralda de los

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alfalfares de Elías Neme y de Miled Suaid. A su vez, los obrajes
requieren brazos fuertes para la leña, la madera y el carbón, y los
encuentran en los hijos de Icaño”.
La taba, las carreras cuadreras, las Trincheras, “don Segundo
y sus ciegos violineros”, eran las diversiones de esos hombres y
mujeres de carne y hueso que son los “hijos de Icaño”, criollos o
descendientes de aborígenes, a quienes se alude.
Entre los “bravos” de principios de siglo en esa tierra de
facones y entreveros, se menciona especialmente a Liberato
Villalba, Pancho Aymeric, Abraham Carrizo…
Y les dedica unos versos:
Carrizo juega la vida
en la famosa carrera
cerca de Joaquín Contreras
porque Aymeric lo convida.
Si habrá temblado en partidas
esa vieja “carrerana”,
que semana tras semana
eran bravas las tendidas!...
En 1924, Icaño recibe la visita del “mundialmente famoso
Farfán Circus” y vive un periodo de optimismo pues “ha visto
aumentar su agricultura y su ganadería, siendo muy conocidos
los Díaz, Nazario, Córdoba”; cuenta con el “hotel y billar Neme
**, donde también se hacen espectáculos de salón y allí se la
conoce a la enigmática Flor Azteca”. ***
También en aquél primer cuarto de siglo en Icaño tenía su
masitería “doña Catalina”, pero además “Icaño tiene puestos
permanentes en las carnicerías de su mercado, las verdulerías
del frente están habilitadas por Antonio Miguel y Alejandro
Tayeh; del otro lado de la estación está el aserradero de
Pernigotti”. Tiene dos herrerías: “la de Arrigoni y la de
Fernández” y el único carpintero del pueblo es “don Desiderio”.

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“Pero lo más extraordinario, la más grande sensación para
esos tiempos” asegura con entusiasmo Villalba “es la luz
eléctrica, traída por Mouriño que contando con un mediano
motor Crosley planta las primeras columnas y tiende los
primeros cables, haciendo que Icaño marche acorde con la
civilización”. La electricidad, entonces, “destierra al vejo farol y
sólo queda el recuerdo de que:
Llegaban sin hacer ruido
doña Mena y Angelina,
bajo el farol de la esquina,
por don Víctor encendido.
Y sobre un final reñido,
los hinchas de los campeones,
premiaban al viejo Stone
con su aplauso más sentido.

* “Icaño en mi recuerdo”. Ángel Villalba. Tribuna Libre, 1967.


** Di Lullo llama a este establecimiento de Icaño “una fonda,
llamado pomposamente Hotel Neme”. En su libro Viejos Pueblos.
*** La Flor Azteca. Fragmento de un cuento del cordobés
Norberto L. Romero, que al parecer la vio en su infancia, seguramente
en los últimos años de su actuación:
Y la luz subió un poco, pero no demasiado, y apareció un señor
vestido de negro como esos del teatro, con sombrero alto y bastón, un
hombre gordo y bajito que me recordó, nada más verlo, a don Cosme,
el de acá a la vuelta, el que se quedó viudo el año pasado; y dijo:
Señoras y señores, bajo este cielo rutilante de estrellas (que no sé por
qué lo dijo si había estado nublado y lloviendo casi todo el día y serían
las seis de la tarde), de este hermosísimo pueblo, que es Santa María,
van a ver ustedes, respetable público, por primera vez en su vida, algo
único en el mundo, un fenómeno de la vida humana... y dijo otras más
cosas de la naturaleza, que si se equivoca y no sé más, Bautista, que
ahora no me acuerdo, pero que otras veces ya te conté y no te acordás;
pero como nunca me escuchás, te lo tengo que repetir todo... Y se

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encendió una luz desde lo alto de la carpa, un rayo así, derechito y
amarillo, que caía directamente sobre la mesita, encima de ese bulto
negro, y el señor bajito dijo, haciendo un ademán y señalando al bulto
con el bastón: con ustedes... y sonaron unos tambores como en el circo
cuando los trapecistas van por el aire de un lado a otro como volando
y te parece que se van a estrellar en el suelo y despanzurrarse pero no
les pasa nada, y a mí se me encogió el corazón de miedo, y me
sudaban las manos, y no se oía ni el vuelo de una mosca... nada,
nada... Con ustedes, dijo el gordo, tachán tachán... “La Flor Azteca”.
Tiró del trapo y todo el mundo dio un grito de puro nervio, porque
sobre la mesa había una bandeja de plata así de grande con una flor
amarilla preciosa, como del tamaño de una pelota de fútbol, más o
menos. Entonces la gente respiró aliviada, pero también un poco
decepcionada pensando que eso era todo y que habían pagado la
entrada para ver una flor de trapo de morondanga, hasta que, de
pronto, la flor empezó a abrirse muy despacito y cuando tuvo los
pétalos totalmente desplegados, vimos en medio una cabeza de mujer.
Y la cabeza, aunque vos no lo creas, Bautista, era como de cera, con
los ojos cerrados, muy quietita como de muerto, y el pelo negro retinto
recogido a la nuca así y así, por todos lados para que se viera bien que
no había truco, porque debajo de la mesa no había nada, nada de nada.
Y la cabeza se estuvo así, muy quietita, como muerta mucho rato,
hasta que de golpe abrió los ojos y todos soltaron un grito de espanto.
Todos menos yo, que me había quedado muda y paralítica del susto. Y
la cabeza se puso a sonreír y a mirar al público, y el gordo empezó a
preguntarle cosas y ella respondía, porque hablaba como si fuera una
persona entera, como si tuviera el cuerpo completo, y tenía una voz
muy suave, como la de la ma, y el señor este bajito, que no paraba de
mover el bastón de un lado a otro, nos explicó que se trataba de una
princesa azteca (que hasta el día de hoy yo no sé si será cierto,
Bautista), que se había enamorado de un muchacho que no era de
sangre azul, o sea, que no era un príncipe, ni un rey, y que se querían
casar, pero el padre de ella, el rey, que parece que era muy severo y
cruel, le cortó la cabeza por celos y para evitar el casorio, pero como
el amor verdadero es algo tan fuerte, y ellos estaban tan enamorados

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como La Julieta y el Romeo, bajó un Dios Azteca del cielo, que no me
acuerdo cómo se llamaba porque era un nombre muy complicado
lleno de letras raras, y la convirtió en esa flor que teníamos delante. Sí,
ya sé que vos me dirás que eso era una leyenda y una mentira, pero yo
sentía, Bautista, que el corazón se me salía del pecho y la cabeza me
iba a explotar en cualquier momento; y como no veía muy bien a
pesar del pa que me tenía alzada, me estiraba cuanto podía y avanzaba
la cabeza. […]

- 125 -
14. Los Hermanos Wagner

La sala de la Sociedad de Estudios Americanistas de París


estaba completamente abarrotada por el público. Sobre la
pantalla, un aparato por entonces aún muy poco conocido
proyectaba imágenes magníficas, a todo color: ocarinas, urnas
funerarias infantiles, ollas de cerámica, tazas. Corría el año
1939. Un hombre delgado, calvo, con escaso cabello rubio
encanecido prematuramente y barba de sabio, disertaba:
–Estas elegantes fusaiolas –decía–, ornadas con motivos
simbólicos, que emplearon hace miles de años las morenas
hilanderas de Santiago del Estero, no se diferencian en nada (ni
siquiera en sus más mínimos detalles) de las que hacían girar en
sus blancas manos las princesas troyanas, cuya belleza y
virtudes domésticas ha celebrado el inmortal ciego.
Era Duncan Wagner, hablando de los descubrimientos que su
hermano, Emilio, había realizado y enfervorizaban a los
americanistas de Francia: la Civilización Chaco Santiagueña.
Las imágenes de la pantalla, eran primorosas pinturas de
Olimpia Righetti, bella joven santiagueña a quien los sabios
habían preparado para obtener, con su virtuosidad plástica, las
más hermosas reproducciones de miles de obras prehistóricas
halladas, en ocasiones fragmentariamente, en sus incesantes
excavaciones.
–Muchas de estas reliquias arqueológicas –continuó Duncan
Wagner–, son absolutamente idénticas a las halladas por
Schliemann en las ruinas de Troya.
Aquí un murmullo de asombro y algunos cuchicheos se
hicieron oír desde la sala.
–En la imposibilidad de extenderme lo bastante sobre un
tema que ofrece tanto interés, nos reduciremos a pediros sigáis

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con nosotros las peregrinaciones de dos de estos infatigables
viajeros: el ojo en la palma de la mano, y la muy conocida y
medianamente bullanguera svástica.
El rumor sorprendido del público y los comentarios en voz
baja cundieron esta vez de un modo más intenso aún: sobre la
pantalla había aparecido una lámina con dos bellísimas
reproducciones de milenarias pictografías santiagueñas. Era
verdad: las figuras mostradas allí perfectamente podrían haber
sido troyanas. Incluso superaban a aquellas en sugestión y estilo.
Poco antes el gobierno de la República de Francia había
otorgado a Emilio Roger Wagner, la máxima distinción que se
confiere en este país sólo a unos pocos elegidos: la medalla de la
Legión de Honor, designándolo con esta Caballero de Francia.
Emilio no necesitaba ya títulos nobiliarios: por nacimiento
había heredado a través de su madre los de la noble casa polaca
de los Miskiewicz. Su abuelo, conde Juan, había conocido al
anciano Goethe. Su abuela, pertenecía a la casa Ratziwill. Pero
la valoración de su descubrimiento extraordinario, la
comprensión del horizonte inmenso que esto abría a las
ciencias… esto, sí… le había arrancado lágrimas.
Es que Emilio, oficial del Ejército Francés durante la primera
guerra, se había encontrado al regresar a su querido Icaño con
que su patrimonio edificado durante 14 años había desaparecido
por las artes de su proclamado amigo, a quien como abogado
dejara en custodia. Que los descubrimientos efectuados con
sacrificio no eran reconocidos por la indiferente Academia de
Arqueología de Buenos Aires o ni siquiera en otras provincias
argentinas. Y que los gobiernos de Santiago del Estero,
enfrascados en otras cuestiones más “importantes”, le negaban
sistemáticamente hasta la mínima ayuda para continuar sus
descubrimientos.

- 127 -
Amargada su euforia victoriosa al regresar de Francia luego
de haber expulsado a los alemanes, Emilio no tuvo más remedio
que transferir su propiedad al abogado que decía haberlo
“defendido” de supuestos litigios, obteniendo una tan enorme
regulación de honorarios que el sabio no hubiese podido pagar
aún trabajando con ese único objeto por muchos años.
Ingenuo, impaciente por su obsesión de continuar sus
experimentos, aceptó entonces con alivio la sugerencia de su
“amigo”, el abogado santiagueño Napoleón Taboada, quien le
ofreció firmar como “prenda” la escrituración a su nombre de
los enormes terrenos de Mistol Paso: “hasta que juntara el
dinero para poder pagar”. Por cierto, le dijo que jamás lo iba a
molestar y podría seguir viviendo allí cuanto quisiera. Con
cierto regusto amargo pero a la postre feliz por sacarse de
encima ese fastidio, Emilio Wagner firmó la escrituración de sus
propiedades a nombre del abogado. Tal vez no sabía que así
estaba despojando a su familia, para siempre, de un patrimonio
que dotó a la nación argentina de muchos de los mayores
descubrimientos arqueológicos de toda su historia. Y
condenando a su única hija, también, al desamparo.
Vigoroso, aplicado, sistemático, infatigable, recreó la
prosperidad básica de su entorno familiar en Mistol Paso y se
lanzó nuevamente a su fabuloso empeño. Una tras otra
recuperaba piececitas fragmentadas que luego, como en un
rompecabezas, iban conformando mágicamente ánforas, ollas
rituales, vasos…Rostros, serpientes, lechuzas, estrellas,
esvásticas, ojos, iban apareciendo semana tras semana, año tras
año, formando ya un inmenso museo que mostraba las
maravillosas producciones de un arte elevadísimo y singular.
Pero detengámonos aquí y veamos ordenadamente quién era
Emilio Wagner y cómo llegó a Icaño.

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15. Enamorado de Icaño

“Icaño era su pasión.”


Orestes Di Lullo
Viejos pueblos (1946).

Emilio Roger Wagner había nacido en Ormiston, Escocia, de


padre francés y madre polaca, en 1868. Hizo sus estudios
secundarios en St. Michel, de Friburgo, Suiza. Más tarde estudió
en la Academia Militar de Saint Cyr – L´Ecole, de donde egresó
como oficial del Cuerpo de Dragones.
“La vocación por el estudio de las ciencias naturales –dice su
hermano Duncan– y el amor por la belleza y la antigüedad han
sido para mi hermano y para mí cuestión de herencia: la hemos
bebido, puede decirse al mismo tiempo que la leche materna”.
Según esas breves precisiones autobiográficas, su abuelo
materno “el conde Juan Mickiewicz, que siendo joven conoció a
Goethe en su olímpico retiro de Weimar”, obtuvo “de la
frecuentación a este ilustre escritor apasionado por la botánica, y
de los grandes profesores del Jardín del Rey, transformado en
Museo de París […] un vivo gusto por esas ciencias de por sí tan
atrayentes”.
De estas relaciones juveniles viene –según Duncan– que el
conde (su abuelo) “instalara bajo el cielo poco propicio de
Varsovia, tibios invernaderos, tan espaciosos como para que las
grandes palmeras y otras muestras de flora tropical se
encontrasen cómodas. Fue de los primeros en poseer en esas
tierras boreales, soberbias colecciones de orquídeas de las Indias
de la América del Sud”.
Duncan dice que el abuelo materno era un “gran señor
agricultor, industrial y armador”, a la vez que “coleccionista
entusiasta de antigüedades de la época clásica y del
Renacimiento”. Su fuente de recursos provenía de ricas minas
- 129 -
de oro y piedras preciosas que poseía en “el Ural”. Estas
industrias “le habían permitido lo mismo que ir a buscar a
Carrara y a Paros los mármoles para su palacio de Varsovia,
hacer venir de Cuba todo un cargamento de tierra vegetal
extraída de las vírgenes florestas de esta isla de clima tropical, a
fin de asegurar a sus plantas y flores preferidas las condiciones
de existencia más favorables”.
Del abuelo paterno, Carlos Raúl Wagner, Duncan dice que
“era a la par escultor, esmaltador y cincelador”. Dedicado a la
orfebrería “renovó asociado a Maurice Froment los métodos
envejecidos de la joyería de arte francesa, caída desde la
Revolución y el Primer Imperio en lo banal, lo convencional y
lo monótono”. Amigo de Honoré de Balzac, el prolífico escritor
comparó a Carlos Wagner con Benvenuto Cellini. Duncan
recuerda de su infancia junto a su hermano Emilio haber
admirado “sus colecciones de estampas y de mármoles antiguos,
que había reunido en sus viajes por Italia, Grecia y Egipto”.
Luego de haber hablado de su hermano Emilio y sus
ancestros inmediatos, Duncan nos deja apenas cinco líneas
referidas a sí mismo. Atraído en la adolescencia por la historia,
se dejó llevar muy pronto por “otras inclinaciones más vivas
[…], seducciones de los trabajos artísticos y literarios y sobre
todo ambiciones de riqueza y poder”, además de “gusto por la
aventura en todas sus formas”.
Entonces vuelve a su hermano, para decir: “No ocurrió lo
mismo con Emilio, el futuro explorador de la Mesopotamia y del
Chaco de Santiago del Estero. En él su inclinación al estudio de
la naturaleza” se convirtió en “una verdadera pasión, destinada a
ejercer una influencia decisiva sobre el curso de toda su
existencia”.
A los 27 años Emilio Wagner parte con su hermano a
Sudamérica. Interesado inicialmente por la entomología, el

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gobierno de Francia lo apoya en sus investigaciones
designándolo Encargado de Misión del Museo Nacional de
Historia Natural de París. En 1895 los Wagner recorren Santa
Fe; en 1889, Tucumán, y poco después, Santiago del Estero.
¿Qué sucedió en el alma de Emilio, al ingresar a los por
entonces tupidos bosques santiagueños? No podríamos decirlo.
Lo cierto es que desde entonces no abandonaría jamás esta
región.
Luego de su primera visita, en que alcanza a recorrer Icaño,
tierra de tonocotés, lules y comechingones, seguirá su viaje:
pero ya ha herido su imaginación, de un modo singular, el
espíritu de esta selva.
Parte para Misiones, donde recorre el Río Iguazú y la Banda
Brasileña (1892), sigue junto a su hermano por los estados de
Santa Catalina y Paraná, las Sierras del Mar y de Mantequeira y
el sertâo del Río Negro, en el Brasil (1893). Enseguida, Emilio y
Duncan regresan a Misiones, de donde parten para el Contestado
brasileño, surcan el Río Uruguay, el Río Alto Uruguay y el río
San Antonio (1894). Continúan por el río Alto Paraná en el
Paraguay (1894), para regresar nuevamente a Misiones (1895).
Otra vez en Brasil, recorren los estados de Santa Catalina y de
Paraná, además de los de Sierra del Mar, Sierra Verde, río
Carabatao, y Lapa Campos de Carapaava (1896). En 1898 los
hermanos Wagner reconocen El Chaco y de allí pasan, otra vez,
a Santiago del Estero. Emilio recorre el río Salado y queda
prendado para siempre de sus bosques y sus aguas. Decide
entonces quedarse aquí. Todavía efectúan expediciones a Sierras
de los Órganos, la Tijera, los Tres Hermanos y Laguna de
Moranguy Grande, en Río de Janeiro, Brasil (1899). Su
hermano en esa etapa preferiría quedarse en Brasil, donde muy
pronto lo encontramos afanado en empresas industriales
relacionadas con la Energía Eléctrica.

- 131 -
Emilio compra en 1.900 Mistol Paso, y aquí comienza la
principal aventura de su vida. “¿Qué raro misterio influye, qué
razón poderosa le ata a esta tierra, en la que más tarde había de
descubrir uno de los tesoros arqueológicos más importantes de
América?”, dice de él Di Lullo, que lo conoció: “Icaño era su
pasión. Cultiva la tierra, realiza obras hidráulicas para levantar
el agua del río, que, ahí al borde de la casa que construye, se
desliza, hondo y manso, cubierto de una densa siembra de
árboles. Allí, vive”.

16. La Civilización Chaco Santiagueña

En Vidas Paralelas, el griego Plutarco desarrolla las


biografías de hombres del mundo antiguo por pares, tomando a
un héroe romano y otro griego para mostrar similitudes salientes
en sus principales acciones.
En la vida de Emilio Wagner es difícil eludir la comparación
con el creador de la Teoría de las Especies, Charles Darwin.
Ambos fueron entomólogos –estudiosos de los insectos–.
Ambos aprovecharon viajes a Sudamérica para profundizar sus
estudios sobre la naturaleza. Y ambos, de un modo al parecer
repentino, dieron un vuelco dejando la actividad científica
desarrollada durante toda la primera etapa de sus vidas, para
pasar a otra distinta. Darwin se lanzó al plano más vasto y
extenso de la biología antropológica; Wagner al de la
Arqueología y ciencias de la Historia.
Pero las teorías desarrolladas por Emilio Wagner sugieren un
tercer paralelismo: este con su homónimo Richard, uno de los
más gigantescos compositores alemanes.* Con el compositor de
Parsifal lo unen otros aspectos menos difundidos, como su
proyección metafísica, o la escasa importancia que dieron a

- 132 -
cuestiones materiales, cosa que los llevó en muchos pasajes de
sus vidas a depender de pequeños canallas, que los sometieron a
humillaciones por sus carencias económicas.
Y todavía un cuarto: con el también alemán Heinrich
Schliemann, durante décadas tomado para la burla por los
académicos europeos debido a su teoría de que Troya había sido
un poblado real y no imaginario, como sostenía la ciencia de
entonces.

Hacia 1902 encontramos pues a Emilio otra vez en Icaño,


construyendo lo que sería su lugar en el mundo. Pese a esta
decisión, no deja de viajar con su hermano Duncan, todavía
enfrascados en investigaciones principalmente entomológicas.
Así, recorren Santa Fe, el río Las Garzas (1903); río Rabón y
Loma Negra, en Brasil (1904) y es entonces cuando Emilio
regresa a Santiago del Estero para terminar su casa y montar su
explotación agropecuaria en Mistol Paso.
Es en esta etapa de su vida, a los 36 años, que comienza a
gestarse en su imaginación el esquema de su tesis antropológica,
llamada a revolucionar las ideas de entonces. Admirado de los
fragmentos de vasijas antiguas y otros enseres de altísima
calidad estética, que encuentra casi en cada lugar donde excava
en Mistol Paso, se figura que estos dibujos no podrían haber
sido efectuados por “salvajes crinados cubiertos con pluma de
avestruz”, como se describía por entonces a los nativos con
desprecio. “Estas obras de arte –piensa Wagner– son semejantes
a las creadas por el neolítico helénico, incluso superiores”.
Su hermano Duncan describe así este momento:
“Mientras contemplaba (Emilio) los túmulos que diseñan en
el horizonte su perfil más o menos acentuados e interrumpen
algo la monotonía de los paisajes formados por planicies
cortadas por extensiones boscosas como sucede en el interior de

- 133 -
la provincia de Santiago del Estero, su interés se vio vivamente
solicitado por los fragmentos de vasos pintados de vivos colores
que él hollaba con su planta. Los resultados de las primeras
excavaciones le permitieron enviar al Museum de Paris cierto
número de piezas de cerámica, algunas marcadas con el sello de
rara y original belleza”. Según Duncan, las autoridades del
Museum de Paris “le rogaron proseguir esas investigaciones”.
Allí comenzaría entonces una verdadera maratón, no exenta
de sinsabores, entre obtener las pruebas con valor científico que
sostuvieran su magnífica tesis, cosa no poco trabajosa, para la
cual debía pasarse horas explorando, sin remuneración alguna, y
las exigencias de la imprescindible subsistencia cotidiana.
El estallido de la Primera Guerra Mundial lo coloca ante la
disyuntiva ética de acudir en defensa de su país o quedarse, a
proseguir con sus fascinantes investigaciones y construcción del
espacio paradisíaco donde había decidido fundar su hogar. La
decisión que toma define claramente su alta dimensión moral:
parte hacia su Patria, donde se alista como oficial voluntario.
Confía el cuidado de todos sus bienes a un amigo que se
presentaba como entrañable, Napoleón Taboada, un abogado de
Santiago. Cuando regresa, eufórico por la victoria francesa,
encuentra que su ganado ha desaparecido: fue llevado a una
estancia de los Taboada, en Pinto, y por manejos inadecuados,
no existe más. “Las pocas vacas que quedaron, están todas
engusanadas”, le contó Miguel Aymeric, su principal
colaborador. Y su “amigo del alma”, le presenta además una
situación equívocamente peligrosa, en la cual cae, llevado por su
bonhomía e ingenuidad.
Supuestamente el alemán Otto Wulff había reclamado el
pago de $ 200 de entonces por alquileres atrasados de un médico
italiano, amigo de Emilio, a quien saliera de garante. Parece que
al alemán lo impulsaba también animosidad política, dados los

- 134 -
enconos de guerra por los cuales Emilio había partido hacia
Europa a luchar contra el país del demandante. Entonces
Taboada, en vez de arreglar el litigio con un acuerdo (con
vender dos vacas de las centenares que había podría habérsele
pagado, dice la hija de Wagner), decide litigar contra él en los
Tribunales de Santiago. Gana el juicio, eximiendo con ello a
Emilio de pagar la deuda de su ausente amigo italiano y “salva
su buen nombre y prestigio”. Pero la regulación de honorarios
por tal “defensa” arroja a favor de Taboada la bonita suma de…
¡$ 25.000!...
La hija del sabio Emilio Wagner narra, en dolida crónica
todavía inédita, detalles de la sinuosa operación:
“Según Aymeric me expresó” dice Haydée Wagner,
“Taboada aprovechó muy bien la euforia de don Emilio que
volvía de ganar la guerra expulsando a los invasores de su
Patria. Entonces lo hizo transferir la propiedad, en prenda por
sus honorarios, sin más, cosa que don Emilio hizo pensando que
alguna vez la recuperaría. Nunca pudo aunque hasta los últimos
años de su vida lo deseara, según Canal Feijóo, que estaba en
esos trámites cuando don Emilio falleció en 1949”.
Pese a ello, Taboada permitió (con sospechosa generosidad,
según la hija de Wagner) que don Emilio habitara en la
propiedad, supuestamente hasta que pudiera juntar la cantidad
necesaria para recuperarla. Esta prenda maldita debe de haber
envenenado amargamente toda la vida del sabio. ¡Cuántas veces
en sus sacrificadas expediciones a la selva, con un solo caballo
donde cargaban los enseres de excavación con su hermano,
habrá vuelto a su mente esa preocupación constante,
principalmente por el futuro de su familia!... En carta a Canal
Feijóo, sintiendo ya acercarse el ocaso de su vida, don Emilio
prácticamente implora a Gaspar Taboada, administrador de esa
linajuda familia, para recuperar aunque más no fuera por caridad

- 135 -
la posesión plena de su campo en Mistol Paso. “Quiero que te
entiendas con Canal Feijóo” dice por carta a Taboada fechada en
diciembre de 1946 “para ver si me hacen condiciones y precio
acomodado para que pueda comprarles Mistol Paso, ya que
deseo aprovechar el año lluvioso y mis últimos años de
actividad, y buscar resucitar mi antiguo nido para tener en donde
descansar en paz, y dejar un hogar a mi hijita Haydée, que es
todo lo que queda de mí y de mi otra familia. ¡Vos sos
archimillonario y Napoleón está muy, muy bien!”, señala, en
una apelación que –como se vería luego de su fallecimiento– no
obtendría más que las típicas respuestas elusivas a que son tan
afectos árabes e hispánicos santiagueños. Pero que ocultan una
voluntad de rapiña implacable, pues la familia sería finalmente
despojada de todas sus propiedades.
Pero volvamos a 1918: finales de una guerra victoriosa para
Francia y Emilio, veterano oficial triunfante, con 50 años de
edad, sólo está obsesionado por aplicar todas sus fuerzas a
recuperar los años invertidos en el campo de batalla europeo. Le
importa casi únicamente la investigación científica. Monta como
puede una explotación de alfalfa, con sus propias manos
construye centenares de cajones para criar abejas, destinadas a la
producción de miel. Arregla las enfardadoras, construye
galpones para almacenamiento, abre canales para riego,
iniciándolos en el río. Mas anhela con ansiedad, únicamente,
encontrar suficientes piezas arqueológicas, que apuntalen su
teoría científica, y escribir los libros que leguen estos
extraordinarios hallazgos a la posteridad.
Cuenta con los títulos revalidados de Encargado de Misión y
Enviado Especial y Representante del Museo de Historia
Natural de París para la Argentina, Brasil y Paraguay, a los
cuales se agrega en 1919 el de Encargado de Misión del
Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes de Francia en la

- 136 -
América del Sud. Pero es poco probable que, además de abrirle
puertas oficinescas, le hayan dotado de alguna suma que le
alcanzara para sus investigaciones. Su hermano Duncan, en
conferencia de 1932, se queja elípticamente de la carencia de
recursos y apoyo oficial con que debieron efectuar sus trabajos
científicos: “lo que la previsión y la perseverante voluntad del
hombre mejor preparado para alcanzarlo no había logrado, un
capricho de la suerte estuvo destinado a ponerlo de golpe al
alcance de su mano”. Duncan describe este hecho fortuito, así:
“Una pequeña ocarina con sonidos más o menos melodiosos
fue encontrada en el borde de un sendero del Chaco por un
modesto leñador […] y en las proximidades algunos vasos
pintados con brillantes colores. Este descubrimiento, de por sí
insignificante, tuvo esta vez, el don de llamar la atención de la
prensa local y de algunas notabilidades de la capital de la
Provincia. Mi hermano se ofreció a verificar la verdad de los
rumores esparcidos, los poderes públicos entraron en
movimiento. Una pequeña suma fue puesta a disposición del
director del Museo Arqueológico, las primeras excavaciones
emprendidas se vieron coronadas del mayor éxito y desde
entonces no fueron jamás completamente interrumpidas”. **
Había recibido hasta entonces el desprecio de la comunidad
universitaria argentina. “…ni el eco de las vibrantes y proféticas
palabras pronunciadas […] por Francisco Moreno, ni la
exclamación emocionada de Juan B. Ambrosetti” a favor de los
descubrimientos de Wagner, “ni las palabras de Florentino
Ameghino lamentándose de que la pequeña colección que había
motivado el juicio hecho por Francisco Moreno «haya sido
perdida para la ciencia», ninguna de esas manifestaciones de los
grandes precursores de la arqueología argentina, había tenido la
virtud de despertar el interés de los representantes de la ciencia

- 137 -
oficial. El nombre de Santiago del Estero parecía que debía
quedar para siempre fuera de los fastos del Americanismo”.
En 1927, Duncan Wagner, desilusionado de sus actividades
empresariales en Brasil, había decidido unirse a la búsqueda
apasionante de su hermano. Orestes Di Lullo pinta así al
Duncan Wagner de esa etapa:
“Duncán, del secretariado de la Usina Central de Azúcar de
Pojuca, Brasil, pasa a la publicaci6n de su libro Le Banquet. De
la fundación de múltiples ingenios y colonias a la redacción de
la Revista Franco-Brasileña. De la empresa comercial al estudio
de la arqueología, con el mismo ahínco y la misma tenacidad de
su espíritu inquieto. Y si fracasa en sus afanes industriales y se
malogran sus propósitos, triunfa en cambio en vida de sus
afectos más caros, en el mundo de la ciencia y de la cultura,
ayudando a su hermano a salvar del olvido una de las
civilizaciones más antiguas del continente”.
Por su parte, el publicista y explorador francés describe esos
tiempos:
“…las primeras etapas de nuestro largo viaje han sido
realizadas en las condiciones más modestas y menos
confortables. Un pequeño grupo compuesto de cinco o seis
hombres, a lo más conducido por mi hermano y yo, veteranos,
es verdad de la maleza y de los bosques, era todo lo que
constituía el personal de la Misión.
“En calidad de medio de transporte poseíamos por todo y
para todo, un viejo caballo de buena raza criolla, valiente y
servidor acostumbrado, como sus amos, a afrontar con
ecuanimidad las rudas marchas y de un alimento casi siempre
insuficiente, como de costumbre”.
El tesón y la fortaleza de estos hombres son proverbiales. La
escritora Clementina Rosa Quenel los encuentra saliendo de la
tupida foresta, cubiertos de tierra hasta la cabeza, las manos

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partidas de tanto cavar, con la piel casi negra por el ardiente sol,
pero en el rostro brillando como gemas sus azules ojos por el
entusiasmo de los descubrimientos.

* Su hija Haydee dice que don Emilio Negaba cualquier relación


con el músico alemán Richard Wagner. Para acentuarlo aseguraba,
incluso, que su apellido se pronunciaba “Vagnég”, es decir, era
netamente francés. Ocurre que don Emilio sentía, también, algo de
aversión hacia los alemanes. Quizá las raíces de ello, fuera que su
origen familiar paterno provenía de la región Alsacia-Lorena, como se
sabe largamente asolada por los ejércitos alemanes.
** La Civilización Chaco-Santiagueña. Conferencia del Señor
Duncan Wagner, Vice Director del Museo Arqueológico de Santiago
del Estero, pronunciada en el Centro Naval de Buenos Aires el 23 de
Abril de 1932.

17. Mistol Paso

Emilio no había podido olvidar unos ojos de mujer


santiagueña durante los más o menos treintaiséis meses que
estuvo en la guerra. Lleno de fastidio cuando en la capital
Taboada imponía las condiciones de su expoliación, sólo
pensaba en volver a Icaño para buscarla. Una tarde, con el
pretexto de pactar algunos trabajos con su padre, a quien
conocía, Emilio fue a su casa con la esperanza de volver a verla.
Una frescura, una paz, un dulce confortamiento acarició su
corazón cuando la muchacha alta, delgada, de cabellos suaves y
rasgos delicados apareció como una maravillosa proyección de
sus ensueños por una puerta enmarcada en quebracho. Con
mano temblorosa recibió ese mate de plata que la hermosa mujer
le alcanzaba.

- 139 -
Algún tiempo después, sólo el suficiente para terminar de
reconstruir Mistol Paso, que había caído mucho después de la
“administración” Taboada, se casaron. Eladia González era hija
de un criollo icañense, hombre noble y sencillo, hachero que con
su familia alquilaban su fuerza de trabajo para tareas forestales.
El sensible francés había encontrado en ella aquél misterioso
refinamiento, la bella irradiación de la tierra, que en ninguna
otra mujer argentina, hasta entonces, percibiera. Y eso que él se
había manejado, desde que llegase 20 años atrás, entre las clases
que a sí mismas se denominan “altas”.
En todos los años que compartirían, desde allí, Eladia sería
para Emilio la encarnación viva de su entelequia: la Cultura
Chaco Santiagueña. *
En 1923 les nació la primera niña, a quien bautizaron Adela.
“Era tan bella que los vecinos de 100 leguas a la redonda venían
a verla”, narraban luego de su fallecimiento, dos años después.
Por algún misterioso sino de su existencia, Emilio y Duncan
parecían destinados al dolor.
Pero como el piloto del esquife atrapado por la tempestad en
alta mar, que se resiste a los furiosos embates del viento y el
agua congelante aferrado al timón, Emilio quiso tener otra hija y
junto a Eladia lo consiguió. En 1926 nació Haydee, quien los
acompañaría hasta el final y más tarde sería la mejor garantía
para que su lucha no se pierda.
Icaño era y tenía en los años 20 todo lo que un alma sensible
necesitaba para ser feliz. Haydée –hoy con 81 años– recuerda las
maravillosas tardes de otoño cuando con su padre y su madre
salían a tomar el té sobre la leve gramilla en la ribera del Salado.
“Poníamos un mantelito en el suelo”, cuenta, “mi madre
destapaba las canastillas donde había masitas, bizcochos, palitos
de miel, que había preparado... y en tacitas de porcelana, nos
servía el té...”

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Con el suave rumor del río como cortina armoniosa miles de
pájaros tejían infinitos tonos musicales entre la floresta.
“Los árboles eran tantos en Mistol Paso, tantos y tan
tupidos”, cuenta doña Haydee “que formaban larguísimos
túneles, sombrillas naturales sobre los caminos...”
El paseo hasta elegir un sitio donde tomar el té aquellas
tardes era un delicioso transcurrir por sobre alfombras de hojas,
“los algarrobos se juntaban en techo, los chañares, formaban
larguísimas sombrillas amarillas protegiendo los caminitos”.
Tía Cecilia, una francesa casada con Duncan, reprochaba a la
ya adolescente Haydee que una indiecita, a quien habían
adoptado luego de salvarle la vida en Brasil, aprendiera francés
y en cambio ella no. Pero Haydee aprendió quichua. A Haydee
le interesaba más conocer la lengua de su madre que la de los
europeos. No fue algo deliberado, sino natural. Allí aprendió
quizás que el amor enseña más que la racionalidad. Pues más
tarde sería autora del “Método Wagner”, de educación para los
más pequeños, que enseñaría a leer a miles de niñitos
santiagueños.
A su casa de Mistol Paso iban todo tipo de personajes,
muchos de ellos extranjeros. A veces se hacían fiestas. Se
escuchaba a Mozart, Vivaldi, Haendel, en tocadiscos a batería.
Se hablaba de los abuelos de los Wagner, por parte de madre
condes también de Ratziwill, aquellos que se rebelaron contra la
dominación del zar, y fueron perdiendo casi todo por causa de
esto.** “Por el lado de los Ratziwill vendríamos a ser también
parientes de Jacqueline Kennedy”, dice doña Haydee Wagner.
Pero cuando niña a ella sólo le importaba jugar junto al río, leer,
y aprender las melodiosas palabras del quichua, que oía hablar
también a su padre francés con los hombres que trabajaban el
campo.

- 141 -
Wagner era un hombre de costumbres austeras, disciplinado,
de mente pura, corazón noble y cuerpo sano. Durante horas
podía hachar un gigantesco árbol, hasta derribarlo, solamente si
lo necesitaba. Por lo general cuidaba hasta a las hormigas, en
Mistol Paso no se debía tocar nada de lo natural, salvo que fuese
estrictamente necesario. Cuando caía un árbol, por alguna
tormenta, don Emilio lo quitaba de en medio; se lo utilizaba para
leña, construcción de techos u otro fin, pero luego cuidaba
amorosamente la raíz. “Vamos a dejarle este gajito, este gajito y
este...” decía, mientras lo limpiaba “el pobre no tendrá fuerzas
para los más grandes, después de lo que le ha pasado, pero de
estos chiquitos se va a recuperar...” Y los árboles volvían a
crecer, recuerda su hija con emoción.
A don Celasio, uno de los trabajadores del campo, una tarde
se le acercó pues él fumaba y fumaba...
–¿Por qué fumas, Celasio?, le preguntó. Como única
respuesta el rudo campesino se encogió de hombros.
–No fumes, Celasio, te va a hacer mal... no es bueno fumar...
Celasio nunca le hizo caso. Y murió de cáncer a la faringe.
Doña Haydee Wagner recuerda que había un hombre, Geno
Córdoba, que se dedicaba a cazar aves, de las cuales luego
vendía sus plumas. “Tenía una escopeta muy antigua, de esas
que se cargaban por el caño... mi padre le regaló una flamante,
que había traído de Europa... en casa teníamos un armero, en la
pared, donde había todo tipo de escopetas, fusiles, y también
espadas...”
–¿Cuánto estás cobrando el kilo de plumas, Geno?–, le
preguntó don Emilio.
–Tanto don Emilio.
–¿Y cuántas de estas son un kilo de plumas?
–Y... más o menos esto, don Emilio– dice Geno, mostrando
una de las alforjas llenas que colgaban de sus hombros.

- 142 -
–No... eso es muy mucho... te están estafando, Geno... vení,
vamos a hacer una balanza y pesar...–le argumentó.
De su oficina sacó piolín y con una vara, dos tapas de cajas
de té y una moneda de oro improvisó una balanza.
–A ver, aquí vamos a poner las plumas, y aquí la moneda...–
dijo don Emilio. –La moneda de oro pesa tantos gramos,
entonces así, y así, vamos poniendo aquí hasta hacer un kilo...
“Así”, cuenta doña Haydee Wagner, “mi padre le indicó a
don Geno Córdoba cuánto era en realidad un kilo de plumas... y
desde entonces, don Geno empezó a irse para arriba,
económicamente...” se ríe doña Haydee.
También recuerda que otro francés, a quien los Bercoff
habían puesto como encargado del cine, solía llevar la máquina
de proyección a Mistol Paso para brindarles funciones privadas.
Tinell, que así se llamaba, proyectó la primera vez una película
de Chaplin, que Haydee, por entonces con 6 años, nunca olvidó.
“Tengo en la memoria cada detalle”, narra. “Después vi, en el
cine de Icaño, todas las películas de Chaplin”.
La existencia en Mistol Paso no estaba exenta de peligros.
“Un día”, recuerda, “vino a visitarnos don Santiago Ponce, cuyo
campo era vecino al nuestro... el día anterior lo había atacado
uno de los asesinos que habían matado a esa familia italiana, los
Becchero, en Malbrán...”
Santiago Ponce contó que la tarde anterior mientras tomaba
los últimos mates en su rancho, vio aparecer lentamente desde la
penumbra a un individuo. Su esposa y sus hijos chicos se
preparaban para dormir. “Pase, pase, amigo... sientesé... tome un
mate...”, invitó. Se había dado cuenta ya de que el otro no tenía
buenas intenciones, y era forastero, pero quería ganar tiempo,
dejándolo hacer. El otro pasó y se sentó en la punta de la silla.
Ponce le alcanzó un mate “que recibió con la punta de los
dedos”...

- 143 -
Rogelio Sosa, uno de los peligrosos asesinos que asolaban la
región.(Foto: El Liberal, 1931.)

–Tome, tome tortilla, sirvasé–, le dijo Santiago Ponce,


acercándose. “Y mientras le alcanzaba la tortilla, con el codo
empecé a tantear para atrás a ver si tenía el facón...”
El otro se dio cuenta de ese movimiento y en el acto sacó un
cuchillo grande. Entonces Ponce, que no llevaba el suyo, con
una mano le agarró la hoja, mientras con el brazo libre lo
envolvió por el cuello y lo volteó. La mujer con la chiquita
huyeron, por la ventana de la habitación, pero el varoncito,
como de diez años, respondió a los llamados de su padre y le
alcanzó un lazo de tiento. Con eso redujo al peligroso asesino, y
lo entregó a la policía.

- 144 -
Don Santiago Ponce con autoridades policiales. (Foto: El Liberal, 1931.)

“Mire, mire, cómo me ha quedado la mano, don Emilio”,


decía Santiago Ponce, mostrando los profundos tajos en su
palma.
“Hicieron mucha alharaca con la hazaña de Ponce”, cuenta
doña Haydee: “los jueces, los comisarios, se sacaron fotos, que
publicaron en el diario... pero don Santiago nunca cobró la
recompensa que había ofrecido el gobierno por los
delincuentes”, asegura doña Haydee Wagner.
Por esa misma época, mediando los años 30, la suerte de los
Wagner cambió. Debido a un acontecimiento fortuito –el
hallazgo de pequeñas piezas arqueológicas en el Chaco, la
participación de los Wagner en el discernimiento de su

- 145 -
Otra imagen de don Santiago Ponce, donde puede verse su mano vendada.
(Foto: El Liberal, 1931.)

antigüedad y la repercusión mediática que había tenido el


asunto–, algunos de los gobernantes santiagueños parecieron
comprender la importancia del asunto y comenzaron a apoyar
económicamente las investigaciones. Esto llenó de júbilo a los
hermanos Wagner y pese a que eran cantidades mínimas las que
recibían, jamás dejaron de mostrar su agradecimiento por poder
dedicarse casi a tiempo completo a buscar los indicios de su
amada Civilización Chaco Santiagueña.

- 146 -
Uno de sus sueños se concretó: en 1934 vio la luz la
magnífica obra concebida durante esos treinta años de esfuerzo
extraordinario. La Civilización Chaco Santiagueña “y sus
correlaciones con las del Viejo y Nuevo Mundo”, calificado
como “el libro más bello que se haya editado desde Santiago del
Estero”, presentaba preciosas ilustraciones a todo color, con
reproducciones exactas pintadas una a una, a mano, por Olimpia
Righetti. El libro causó admiración. Una ola de fervor
investigativo, el debate público por lo avanzado de las
propuestas, que muchos denostaron o intentaron descalificar,
recorrió el ambiente intelectual argentino. Y también tuvo sus
importantes ecos en Europa, particularmente en Francia, que por
esas investigaciones, muy pronto otorgaría su máxima
condecoración, la Legión de Honor y el nombramiento de
Caballeros, a los Wagner.
Ese periodo fue hermoso y feliz para todos. De aquí y allá los
invitaban a dar conferencias, iban y volvían a Europa, a otras
provincias argentinas, a Brasil, Paraguay, Chile... siempre
financiados por universidades, gobiernos o fundaciones, pues en
lo económico, seguían subsistiendo con recursos exiguos.
La pobreza parece ser el destino de los grandes talentos. Pero
si se la asume con serenidad, no actúa en su detrimento, por el
contrario, a veces parece darles más alas, mayor libertad. En la
última etapa de su vida, cuando su amada Eladia ya había
fallecido y él luchaba con la cicatería de los Taboada, para
dejarle aunque más no fuera la propiedad donde había crecido a
su hija, don Emilio a veces solía dejarse ganar por un cierto
escepticismo. En una de esas tardes, la entonces niña Haydee
recuerda haberle oído pronunciar: “Hija... el mundo se va a
morir de civilización”.

- 147 -
* Entelequia: En la filosofía de Aristóteles, fin u objetivo de una
actividad que la completa y la perfecciona. (Diccionario de la Real
Academia Española.)
** La insurrección estalló en Varsovia el 29 de noviembre de 1830.
Fue creado un gobierno autónomo, la dieta destronó al zar. Comenzó
la guerra polaco-rusa. El ejército del Reino, excelentemente preparado
y armado, luchó hasta septiembre de 1831. Tuvo que sucumbir a la
abrumadora fuerza humana y económica de Rusia. El fracaso de la
insurrección tuvo nefastas consecuencias: la supresión de Ia
constitución, la liquidación del ejército del Reino, el cierre de la
universidad y la construcción de una ciudadela en Varsovia. Se
recrudecieron las persecuciones de los polacos en Lituania,
Bielorrusia y Ucrania; muchos de ellos fueron castigados con destierro
y confiscación de bienes. Fue cerrada la universidad de Vilna.
También las autoridades prusianas (la provincia de Poznan) y las
austriacas (Galicia) aplicaron represalias contra polacos.
Tras el fracaso, alrededor de 10.000 polacos, entre ellos líderes y
soldados de la insurrección, emigraron a Francia. En París se
instalaron los poetas Adam Mickiewicz y Juliusz Slowacki, el
compositor Federico Chopin y el historiador Joachim Lelewel. Se creó
la Sociedad Democrática Polaca cuyos miembros se reunían para
discutir sobre las causas de la derrota y las posibilidades de continuar
la lucha armada. El duque Adam Czartoryski desarrolló una campaña
diplomática para mantener la actualidad de la causa polaca. Historia
de Polonia. Guerras e insurrecciones nacionales en el siglo XIX.
Embajada de la República de Polonia en La Habana. 2007.

- 148 -
18. Desde los 60 a la actualidad

Dibujo de José Dib (tomado de Tribuna Libre). Obsérvese la notable


calidad, teniendo en cuenta que este periódico se imprimía a mimeógrafo.

A principios de siglo, algunos de los hacendados locales


comenzaron a ejercitar la producción de cultivos agrícolas a
gran escala. Esta circunstancia se veía favorecida por la
ubicación de Icaño, entonces abundantemente regada por el
cercano curso del río Salado. Así pues, Icaño tuvo aún antes que
en la mayor parte de la república Argentina, prósperos cultivos
basados en este tipo de riego por inundación. También una
incipiente actividad ganadera, aunque en menor escala.
Su mejor época sin duda fue entre los años 1910 y 1930, en
que se unieron la actividad agrícola, ganadera, forestal y
comercial en esta región, movilizando un intenso mercado
comercial.

- 149 -
A partir de allí en adelante, sólo quedó la agricultura , dado
que los intereses forestales se habían modificado, dejando sin
sustento financiero a dicha actividad.
Pero también la agricultura enfrentaba ya un grave problema,
que terminaría por destruirla prácticamente en el transcurso de
algunos años: la disminución del riego.
Una crónica de la época nos cuenta que desde el año “1933
viene marchitándose progresivamente, disminuyendo su
población con el abandono consiguiente de viviendas e
instalaciones y lo que es peor, el ánimo de sus pobladores ha ido
decayendo frente a la impotencia e incertidumbre para conseguir
agua para el riego de sus tierras.” La crítica situación se agudiza
debido a “las cantidades decrecientes de agua que cada año trae
el Río Salado a esta zona, consecuencia de factores coincidentes
como ser mayores usos del Río Salado en sus crecientes de la
vecina provincia de Salta, grandes cantidades de agua perdida
por las fluctuaciones del río en bañados y disminución general
de lluvias en las fuentes” del río.
“La deforestación, el sobrepastoreo y las prácticas
inadecuadas de cultivo son también causas que producen la
mayor alteración del ciclo hidrológico”, nos indican además los
especialistas Carlos Moscuzza, Alejo Pérez Carrera, Juana
Garaicoechea y Alicia Fernández Cirelli, de la Universidad de
Buenos Aires. En su estudio “Relación entre las actividades
agropecuarias y la escasez de agua en la provincia de Santiago
del Estero”, señalan que este proceso se verifica “a través de la
disminución de los caudales disponibles y el deterioro de la
calidad del agua. […] La sobreexplotación del recurso, allí
donde es escaso, generalmente destinado a actividades
agropecuarias, provoca la salinización de suelos con pérdidas de
la productividad y trae como consecuencia el éxodo rural”.

- 150 -
Entonces una intensa movilización de productores agrícolas
de la región consigue lo que se presenta como una esperanza
luminosa: el Proyecto Dique de Embalse Figueroa y Jume
Esquina.
Desde el año 1936, en que comienzan los estudios por parte
del Estado Provincial para su realización y se dictamina su
“factibilidad”, no cejan los productores rurales y campesinos de
la región de movilizarse por tras de este objetivo.
Debido a esta fuerte presión, finalmente se logra que se
construyan las obras mencionadas.
“Con la construcción del Embalse de Figueroa se ha dado un
paso hacia delante para volver a nuestra zona la prosperidad de
antaño y crear una economía estable, en base a cultivos
respaldados por la seguridad de un aprovechamiento racional de
los canales del Río Salado”, celebra un comunicado de los
agricultores… ¡treinta años después!, en 1966.
Solicitan, además, continuar las obras “con la terminación del
canal alimentador con aguas del Río Dulce a esta zona y el
Embalse de Jume Esquina” para dar “alivio a la angustia que
soportan desde hace años los pueblos de Herrera, Añatuya,
Colonia Dora, Icaño, Real Sayana y circunvecinos”.
Para reforzar sus demandas, los agricultores de la zona
constituyen en 1967 la Sociedad Agrícola Icañense. En su
proclamación sostienen que se deja constituida “una sociedad
gremial, cuyo objetivo será la atención de los intereses
generales de la masa agraria”. Para reforzar su constitución,
llegan a Icaño los dirigentes Carlos de Arzuaga y Abel A. de la
Garma, presidente y coordinador de la Federación Agraria
Santiagueña, filial a su vez de la Federación Agraria Argentina
(FAA).

- 151 -
“De común acuerdo –según se consigna– y primera medida,
decidieron agilizar las gestiones para la prosecución de los
trabajos de unión de los ríos Dulce y Salado en Jume Esquina”.
El gobierno accede, y se construye el canal, que arrancando
en la progresiva del Km. 21,756 del canal matriz, alimentado
por el dique nivelador de Los Quiroga, debe dirigirse al
encuentro de la cuenca del Río Salado a lo largo de 60 Km.,
siguiendo una línea transversal respecto del Río Dulce.
Los primeros 30 Km. correrán ligeramente hacia el sur (punto
de cruce con el Ferrocarril Belgrano) para desviarse ligeramente
hacia el norte, en los 19 Km. restantes.
En la primera parte debe cruzar el departamento Banda, tocar
tangencialmente el departamento Robles, para entrar al
departamento Figueroa, donde terminará, en la depresión natural
que le servirá de vaso al Embalse Jume Esquina.
Este trazado prevé entregas para riego en los primeros 30
Km., respetándose las acequias por entonces existentes, las
cuales serían alimentadas por el canal. “En el curso inferior no
se ha contemplado ninguna toma para riego”, dice la
información del diario El Liberal.
Finalmente, el 3 de mayo de 1968 se inaugura el Canal de
Jume Esquina. Gobierna el país una dictadura militar, su
delegado local es el general Carlos A. Uriondo. Con lujo de
detalles en publicaciones de la época se describe la ceremonia:
“El significativo acto que marcará un nuevo horizonte para
aquellas poblaciones que se servirán del canal, que por derecho
les pertenece y está asegurada por los convenios firmados con
las provincias de Salta, Tucumán y Córdoba sobre distribución y
utilización de los ríos Salado y Salí-Dulce, se iniciaron con la
ejecución del Himno Nacional Argentino.
“Usaron de la palabra el vicepresidente de la Federación
Agraria y Sociedad Cooperativa Algodonera de La Banda, un

- 152 -
agricultor representante del departamento Figueroa y el
gobernador de la provincia, general Uriondo, para destacar la
importancia y significación de la obra.
“Luego el obispo diocesano, monseñor Manuel Tato,
procedió a la bendición de las aguas.
“Por último el gobernador y el Ing. Torreguitart, procedieron
a la apertura de las compuertas que dieron paso a las aguas por
el Canal de Jume Esquina.
“Al mismo tiempo la Banda de Música de la Provincia
ejecutó Diana y un avión de la Dirección Provincial de
Aeronáutica sobrevoló el lugar” (Tribuna Libre, Nº 12, Mayo de
1968).
Pero tanta fanfarria y alegría pronto se trocaría en decepción
y tristeza: a pocos días de inaugurarse, los agricultores reclaman
por los periódicos que… ¡el canal no tiene agua!
Tribuna Libre, publicación independiente de Icaño, informa
así sobre esta especie de burla oficial:
“A muy pocos días de levantarse las compuertas del canal
matriz revestido, para dar paso a las aguas del Río Dulce por
Jume Esquina al Salado, para que este último lleve el riego a las
fincas de los departamentos Taboada y Avellaneda,
insólitamente se interrumpe el curso libre del preciado y
esperado líquido en las regiones sureñas. […]
“Personas de reconocida seriedad de la localidad, Real
Sayana y Colonia Dora, así lo informan […] después de haber
recorrido el curso nuevo del canal, el que momentáneamente
mantiene seco su flamante cauce.
“Sin desvirtuar por completo la promesa del gobernador, hay
síntomas de inquietud por este extraño evento, suscitándose
verdadero escepticismo en la industria, comercio y agro,
habiéndose producido ya en este último el cambio esperado con

- 153 -
la preparación de acequias para riego, desmontes, adquisición de
semillas y roturación de tierras”.
Pronto este escepticismo se deslizaría hacia la amargura y
muchas familias comenzarían a abandonar, definitivamente, sus
campos, equipos de trabajo y viviendas, algunas vendiéndolos
por mucho menor valor y trasladándose a otras provincias.
Pero ¿qué había sucedido con el agua destinada a Icaño?
“…ocurrió lo inesperado”, nos informa Tribuna Libre. “Esa
masa de agua, largada entre la algarabía de los presentes en la
barrera 4 el día de la inauguración, fue desviada unos kilómetros
más adelante. En su casi totalidad se desplazó por el canal sud,
en dirección a Beltrán y Fernández.
“Para ello, en el tramo y puente construido en el cruce con el
canal sud y ruta 5, se colocaron tablas a manera de compuertas
provisorias […] De ese modo se contuvo el agua, que tomó por
el cauce abierto del canal Sud hacia Fernández”.
Estos bloqueos irregulares del agua en sitios no previstos,
además, provocaron acumulación de filtraciones en otros sitios,
desbordándose finalmente al acumularse y desperdiciándose por
hacerlo en zonas no cultivadas.
“Con la nefasta noticia –escribe el cronista–, el desaliento
nuevamente crea cierta psicosis de duda con respecto al riego,
mientras tanto otras familias abandonan definitivamente sus
tierras que laboraron por muchísimos años para trasladarse a
otros centros, porque tampoco creen que se produzca el milagro
capaz de transformar la fisonomía de esta zona abandonada por
los hombres del pavimento”.
Como suele ocurrir con lamentable frecuencia, el tiempo
otorgaría una vez más la razón a quienes reflexionaban con
escepticismo. Porque Icaño no recuperó jamás la prosperidad
agrícola que supo mantener incluso hasta entrados los años 50.

- 154 -
Pero como ninguna sociedad que se entrega a la depresión
puede llevar una vida prolongada, muchos icañenses se
desentendieron de estos avatares de la política y se entregaron
de lleno a tareas culturales, sociales o deportivas.

Poco tiempo después, hacia fines de 1968, se instala una


cabina telefónica. Esto renueva el optimismo en la comunidad,
que a partir de entonces ve crecer el área de las comunicaciones,
llegando en la actualidad a poseer telefonía domiciliaria,
inalámbrica e Internet.
La vida social de Icaño, entonces, continuó con sus ritmos
apacibles o intensos, de acuerdo a las épocas, con la celebración
anual de las Trincheras, reuniones sociales en casas de familia,
peñas y bailes.

Miguel Dib.

En 1966, en tanto, un técnico local, el Sr. Francisco Mansilla,


había provocado verdadera conmoción en Icaño al hacer
funcionar, en su taller, el primer televisor. Aunque las imágenes
eran aún bastante borrosas, muchos vecinos se apresuraron

- 155 -
pronto a comprar televisores, pues consideraron que enseguida
podría obtenerse una mejor señal. Y no se equivocaron. Este
sería el comienzo de la televisión en Icaño, que actualmente ha
alcanzado un nivel semejante al de cualquier ciudad moderna.
Mención especial merecen las instituciones del deporte, que
desde la década de 1950 comenzaron a desarrollarse cada vez
con más vitalidad en Icaño. Ellas son los clubes sociales y
deportivos Atlético y Alumni, que fueron creciendo a despecho
de tiempos difíciles que vivió la comunidad por causa de las
sucesivas crisis económicas locales.
El primero, Atlético, fundado a principios de siglo XX,
continúa hasta la actualidad con sus actividades deportivas. En
tanto Alumni, que se le sumó a mediados del siglo pasado,
pronto se convirtió en el contendiente obligado y representante
junto al anterior de la práctica deportiva en Icaño.
Luego de un periodo de cierta actividad gremial del sector
agrícola, que desemboca en el desengaño de las obras de riego,
toda la región, paulatinamente, se va introduciendo en una cada
vez más aguda crisis económica.
Puede decirse que desde los años 70 a los últimos del siglo
XX, una etapa vegetativa se abatió sobre Icaño, debido
principalmente a la bancarrota de la agricultura y ganadería de la
zona. Sin embargo, aspectos positivos pueden extraerse aún de
este período. Ellos son, por una parte, los emprendimientos
comerciales de algunos vecinos que se comprometieron con
Icaño, como los hermanos Russi, bonaerenses afincados aquí, o
la resistencia de algunas familias de agricultores, como la de don
Isidoro Pereyra , de La Costa.
No dejaron de surgir cultores del arte, representados por
valores originarios de Icaño, como Alfonso Nassif, quien llegó a
ocupar altos cargos en la Sociedad Argentina de Escritores
(SADE), o Shalo Leguizamón, folklorista destacado, residente

- 156 -
en Buenos Aires, que llevó la música de su tierra a escenarios
internacionales.
Ángel Leguizamón (“El Negro”) fue un famoso enfermero de
aquellos, que una población donde suelen escasear los médicos,
toman como sus “galenos de cabecera”. Resolvía todo tipo de
problemas, desde una infección, administración de
medicamentos a cualquier hora y hasta pequeñas operaciones.
Normalmente era quien atendía los partos, y aunque fuesen a
buscarlo a las tres o cuatro de la mañana, jamás se le escuchó
algún tipo de rezongo. Una calle de Icaño, muy merecidamente,
lleva su nombre.
Nuevamente en el área cultural, los resultados de cierta
introversión reflexiva, fue provocando un cambio en la
mentalidad de jóvenes generaciones, que tomaron conciencia de
la importancia de estudiar el pasado, no sólo el limitado por la
conquista, sino el de nuestros ancestros aborígenes, verdadera
clave para comprender los sentidos ocultos de esta región.
En los últimos años fue dándose un proceso de crecimiento
mesurado, pero sin pausa, concretándose una serie de obras de
mejoramiento edilicio, como la pavimentación de calles
céntricas o la construcción de un nuevo barrio, que ensanchó
notablemente la zona urbana de esta comunidad.
También es un hecho de singular trascendencia la
construcción de un edificio propio para la biblioteca municipal
Emilio y Duncan Wagner, dotada además con un completo
equipo informativo de seis unidades.
El apoyo dado a las actividades culturales, sociales y
educacionales desde el área gubernamental, ha generado un
clima de optimismo en la población, que augura cada vez
mayores concreciones.

- 157 -
Pues solamente con un pueblo orgulloso de sí mismo y de sus
raíces, con ánimo emprendedor, se puede afianzar una sociedad
equilibrada, culta y sustentable.

19. Las Trincheras

“Al igual que los lule-vilelas, los tonocotés eran gente


alegre, aficionada a cantar, a bailar y embriagarse”, nos dice
María Mercedes Tenti de Laitán en su Historia de Santiago del
Estero (1995).
Los Hermanos Wagner, por su parte,, señalan que:
“En numerosos lugares excavados, hemos recogido
constantemente estatuillas y efigies de terracota, modeladas en
relieve o en medio relieve, esculpidas en piedra o pintadas, de
una divinidad cuyas principales características son las
siguientes:
“―Su cabeza recuerda a la vez al pájaro y al hombre; sus
ojos derraman generalmente lágrimas humanas; su cara carece
de boca. (La “mujer sin boca”, así designada por los
arqueólogos europeos.)
“―Su cuerpo es a veces el de una serpiente, o de aspecto
ofídico, conformación que toma particularmente cuando se trata
de estatuillas.
“―Es divinidad trinitaria (hombre, pájaro y serpiente).
“―Suele ser andrógina, otras veces masculina o femenina,
aunque la mayoría de las veces su sexo no está indicado.
“―A menudo está colocada entre dos felinos, jaguares,
pumas o aguaráes, o entre dos águilas o dos palomas y también
entre dos serpientes o acompañada de serpientes.

- 158 -
“―Suele estar representada en forma simbólica de cono, de
lingam, de herma, de betilo, de menhir, etcétera.
“El Museo Arqueológico de Santiago del Estero posee 3.569
representaciones de esa divinidad trinitaria, la mujer pájaro.” *

Las Trincheras de Carnaval, en Icaño (2007).

Al pisar nomás el actual predio de Las Trincheras, un alma


sensible capta el hálito de lo sagrado. Este espacio disputado
entre españoles y aborígenes durante dos siglos, debe haber sido
el centro cultual de los pobladores originarios, desde milenios
atrás. Todo está dispuesto naturalmente para esa función.
Árboles gigantescos, que parecen abrazar y dar techumbre al
espacio, donde un arroyito amable invita a la mirada al ensueño
observando perderse entre las retamas el angosto brazo del río
Salado, que transcurre apacible a su espalda. En el medio de los
- 159 -
mayores árboles y junto al río, una pista natural, ovalada, y a su
alrededor, pequeñas lomas, de tierra maciza, que se muestran
como graderías formada para los espectadores de la ceremonia.
Ceremonia, sí. Quien observa desapasionadamente el lento
desfilar de centenares de jinetes, alrededor de la pista, mientras
en ella bailan las parejas los ritmos contagiantes de chamamés y
guarachas, no puede evitar un estremecimiento por la intuición
de estar contemplando un movimiento ancestral. Esto ocurre en
las actuales Trincheras de Icaño, que se celebran anualmente,
durante una semana, hacia mediados de febrero.
Varios pobladores de esta comunidad recuerdan vagamente
haber oído hablar a sus abuelos de “lo que les contaban su
abuelos”, esto es “las ceremonias indígenas de Las Trincheras”.
¿Y cuáles habrían sido esas ceremonias indígenas? Nadie lo
sabe con precisión. Unos dicen que podrían haber sido festejos
por “un año más de resistencia al invasor español”, o luego de
alguna victoria importante. Entonces los tonocotés se habrían
entregado a la fiesta casi tal como se hace hoy, desfilando en
caballos alrededor de la pista, pues para entonces –siglo XVIII–
ya se habían convertido en avezados jinetes. (Como se sabe, los
aborígenes fueron mucho mejor obedecidos por sus caballos, ya
que en vez del brutal proceso de doma al que sometían los
españoles al equino, por medio de golpes y agobio, los
aborígenes lo convertían en su amigo, hablándole con paciencia
y suavidad, acariciando su cuerpo suavemente hasta que lo
calmaban.)
Pero deben de haberse celebrado ceremonias más antiguas en
este predio. Los hermanos Wagner nos hablan de los
innumerables indicios que hallaron en Icaño de una religión
pacífica y altamente metafísica, que se expresaba en una
simbolización artística refinada. Los Wagner aseguran que aquí
no se practicaron jamás los sanguinarios sacrificios, costumbres

- 160 -
de otros pueblos indígenas como los Aztecas o los Mayas. Esto
porque en millares y millares de representaciones artísticas
sobre las cerámicas locales no encontraron ni una sola que
aludiera a algún tipo de sacrificio. Pero deben de haberse
celebrado otras ceremonias más antiguas en este predio. **
Podríamos imaginar, de acuerdo con esto, un espacio donde
los alegres tonocotés bailaban en el medio de un incesante
desfile de hombres y mujeres portando ofrendas vegetales
alrededor, vestidos con sus mejores trajes, de las más finas telas,
ornadas con figuras de alta calidad estética, dando gracias por la
fertilidad de la tierra, o pidiendo por el fin de las guerras, a la
deidad andrógina que posiblemente los protegía.
Bellísimas muchachas y esbeltos jóvenes llevarían
posiblemente en sus manos canastas y fuentes con frutos del
lugar, algarroba, chañar, zapallitos, mandioca, mistol, mientras
otros en canastillas artesonadas con fibras vegetales,
presentarían el chañar, la sal y las espigas, así como el nutritivo
pan obtenido del maíz y el trigo macerados en sus atahonas.
Flores rojas, azules, amarillas, adornarían los cabellos de las
muchachas, finos mocasines de vitela envolverían sus pequeños
pies, danzando al son de la música jovial que ejecutaba la
orquesta, formada por timbales, sikus, pincuyos, tamboriles,
panderos y flautas.
A los costados, esparcidos alrededor del inmenso escenario,
los ancianos fumarían en rituales pipas de piedra ese antiguo
humo del cebil, destinado a abrir las puertas de la imaginación
hacia los horizontes de los dioses.
Al llegar al inmenso óvalo entre los árboles, el cortejo festivo
desfilaría durante horas y horas, renovándose cada vez pues los
bailarines relevarían a sus amigos y a su turno estos pasarían al
centro para continuar el baile.

- 161 -
Al ver esto los sacerdotes españoles, comprendieron que no
sería un rito muy fácil de erradicar. Pero tampoco podían
permitir que siguiera teniendo carácter sagrado, pues como se
sabe su misión era imponer que el mundo podía tener una sola
religión y era la de los europeos.
Entonces aplicaron una táctica milenaria de la organización
poderosísima que por entonces era ya el catolicismo: la
fagocitación de los símbolos. Esta consiste en adueñarse de las
ceremonias de importancia central para las culturas que se aspira
a dominar. Pero modificándolas en su sentido, para neutralizar
con esto su gravitación ideológica. Así fue que conservaron las
Trincheras, pero transformándolas en “Carnaval”, acentuando de
paso, con esto, su neto carácter “pagano”. ***
De esta manera perduran hoy. Una fiesta de Carnaval, pero
atípica, que dura cinco días, no siempre coincidiendo con las
fechas fijadas por el calendario.
La fiesta comienza al atardecer, cuando centenares de jinetes
–incluyendo algunas mujeres– se dirigen hacia el predio de Las
Trincheras, a tranco pausado y conversando animadamente entre
ellos. Van vestidos con sus mejores ropas: los hombres suelen
ostentar bombacha y botas, rastra, algunas veces con monedas
de plata, oro, o ambos metales combinados, sombrero –y hasta
algunos pocos años atrás, facón. El facón ha sido prohibido hoy
por las autoridades, debido a los constantes muertos y heridos
que se daban en Trincheras de antaño. Muchos –incluso
jóvenes– añoran aquellos duelos a facón y dicen “sin peleas las
trincheras ya no son las trincheras”... Entonces el gaucho que
llega hoy al portal de Las Trincheras tiene que dejar el facón en
el puesto policial, y pasar únicamente con la vaina en la cintura,
que muchas veces es también de plata.
La ropa de los gauchos suele ser generalmente azul o negra,
camisa blanca, pañuelo al cuello –blanco o rojo–, aunque

- 162 -
excepcionalmente se ven gauchos vestidos de verde, morado,
marrón, u otras combinaciones algo más exóticas.
Las mujeres ya no visten con largas polleras floreadas, como
antes, pues desde los años sesenta, una lluvia de bombitas de
goma, semiinfladas con el agua del río, las acosa desde que
empieza la fiesta hasta su final. Generalmente pequeñas bandas
de adolescentes son quienes se divierten de esa manera, pues los
jóvenes y mayores prefieren bailar o lucirse sobre los caballos.
Ahora suelen llevar vaqueros y blusas, shorts, lo más livianos
posibles, puesto que en esta época Santiago del Estero puede
presentar sus temperaturas más altas.

Jóvenes de Icaño, en la peña de Las Trincheras.

También se juega echándose unos a otros, hombres y


mujeres, al agua fresca del ancho estero en que termina un brazo
del río Salado, justo detrás de la pista. Allí los jugadores –
principalmente jóvenes y adolescentes–, se embadurnan el
cuerpo con barro mutuamente.
- 163 -
Gil Orellano, músico, Jorge Garzón, carnicero
y constructor, en las Trincheras.

Antiguos pobladores cuentan que estas fiestas se hacían un


siglo atrás en dos o tres lugares, como celebraciones
espontáneas a la que los vecinos no habían querido renunciar.
Entonces, al son de música ejecutada con arpa y violines, se
bailaba bajo las copas de añosos árboles, tomando la aloja –y
más tarde el vino o cerveza– que a falta de heladeras, se
conservaba fresca en fosos cavados en la tierra, rellenos con una
pequeña fruta silvestre, el ancochi, de características
refrescantes.****
En aquellos tiempos que hoy se recuerdan con romanticismo,
de las Trincheras, destacaba don Gil Orellano, bandoneonista,

- 164 -
quien por entonces era el único músico profesional de la de la
zona. Los que tienen más de cincuenta años recuerdan sus
interpretaciones, mentadas como sin nada para envidiar a las del
viejo Tarragó Ros. Tenía un amigo inseparable, don Jorge
Garzón, hombre emprendedor, que se inició en los negocios con
una carnicería, llegando a poseer más tarde una empresa de
construcción. Él enseñó el oficio a los albañiles de Icaño, y su
equipo hizo tradición, pues al transmitir esos conocimientos por
generaciones, elevó muy alto el prestigio de los profesionales de
este rubro en la región.
Hacia los años 80 y 90 del siglo XX hubo un decaimiento en
los festejos, como parte quizá del descreimiento general que se
abatía sobre muchos sectores sociales de la provincia. Incluso
hubo algún de los años de este fin de siglo en que el tradicional
Encuentro Anual de Las Trincheras no se realizó.
Afortunadamente, a partir de 2002, nuevos funcionarios
sensibles al sentir popular, fueron haciéndose responsables del
mantenimiento y cuidado de su principal pista, el sitio hoy
denominado precisamente Las Trincheras, por considerarla una
fiesta cuya existencia es el signo vivo más importante de la
identidad cultural de Icaño.
En los últimos años de este tercer milenio, entonces, se han
hecho trabajos de mejoramiento paulatino del inmenso predio, y
se han delimitado claramente sus límites, para evitar también la
apropiación privada de un espacio comunal.
Bajo este paraguas oficial ha ido creciendo la fiesta hasta
convertirse en una experiencia social inolvidable, en donde
participan unas cuatro o cinco mil personas cada día, desde su
inicio a las tres de la tarde hasta que se da por cerrado el ciclo a
las nueve de la noche.

- 165 -
Don Gil Orellano, durante una actuación en Las Trincheras. Acompañado
por Nino Ledesma, y Miguel Dib.

Muchos de estos participantes vienen de otras provincias,


principalmente Buenos Aires, pero suelen ser generalmente si no
icañenses, sí hijos o nietos de emigrantes, que vienen a
recuperar energías de la tierra de sus ancestros para poder seguir
con sus duras luchas cotidianas en la gran ciudad.
Los conjuntos más afamados ocupan ahora el gran escenario,
montado de tal manera como para que todos puedan verlos
desde cualquier lugar, y con los adelantos técnicos sonoros y de
iluminación más avanzados.
Recientemente se han incorporado las Peñas, que se efectúan
entre las nueve de la noche y la madrugada, durante dos noches
intermedias, en que no se habilitan los juegos carnavalescos,
dedicando el espacio únicamente a esto. Las Peñas resultaron un
éxito extraordinario, también, constituyendo un acontecimiento

- 166 -
cultural y festivo que complementa perfectamente a las
Trincheras tradicionales. Las familias, como los jóvenes y niños,
pueden ir a estas peñas con sus mejores ropas y tranquilidad,
pues como no se permiten bombitas ni se moja a la gente, nadie
corre peligro de que le arruinen algún vestido de calidad o
simplemente lo molesten. Durante las Peñas desfilan los
conjuntos de mayor refinamiento por el escenario, tanto
folklóricos como de música bailable. También se presentan las
academias folklóricas del departamento, lo cual resulta un
espectáculo magnífico, pues decenas de niños y adolescentes de
ambos sexos, exhiben en el proscenio sus ropas cuidadosamente
confeccionadas en vivos colores, y un maravilloso espectáculo
de danza que han preparado durante todo el año.
Algunas muestras de esta Fiesta principal de Icaño y
descripciones de sus últimas realizaciones, pueden hallarse en el
sitio web de la Comisión Municipal: http://www.icanio.com.ar
En los últimos años una afluencia creciente de turistas,
argentinos o extranjeros, ha hecho pensar a las autoridades
locales que Las Trincheras de Icaño están muy cerca ya de
convertirse en un acontecimiento cultural de trascendencia, cada
vez mayor, hacia fuera incluso de nuestras fronteras.
Debido a ello, se ha decidido continuar con la profundización
de la investigación sobre sus orígenes, como parte de un
proyecto de gobierno que considera que, para desarrollarse, un
pueblo debe necesariamente conocerse, y respetarse a sí mismo.
Este libro es parte de ese empeño.

* Arqueología comparada. Resumen de prehistoria. Emilio R.


Wagner, Olimpia Righetti, Buenos Aires, 1946.
** “Está permitido creer que esta gente de costumbres
aparentemente más dulces que la de cualquier otro pueblo
precolombiano, había ignorado la práctica de sacrificios humanos
pues nunca hicieron figurar en el decorado de sus alfarerías (lo que

- 167 -
constituye un hecho excepcional) esas horrorosas cabezas trofeos,
chorreando sangre, de las cuales la ideografía americana ha hecho
triste abuso.
“[…]Pastores, agricultores, tejedores de una habilidad consumada,
y como alfareros maestros entre los maestros, estos pueblos
sedentarios no vivieron por cierto una existencia miserable. Muchos
indicios nos llevan a creer que gozaron periodos de paz largamente
prolongados. No se encuentra ningún rastro de combate sangriento,
amontonamiento de armas o esqueletos abandonados, miembros
humanos destrozados y dispersados, cráneos rotos con las marcas de
mortales heridas”. Emilio y Duncan Wagner, en “El sentimiento
religioso y las costumbres en la Civilización Chaco-Santiagueña”.
Ver: Documentos.
*** “A partir del siglo III, el éxito del maniqueísmo sacude los
cimientos de la Iglesia; la influencia del maniqueísmo se mantendrá
durante toda la Edad Media. Por otra parte, algunas ideas religiosas
iranias -concretamente ciertos motivos de la Navidad, la angelología,
el tema del magus, la teología de la luz, ciertos elementos de la
teología gnóstica- terminaron por ser asimilados en el cristianismo y el
Islam; en algunos casos es posible seguirles los rastros desde la alta
Edad Media hasta el Renacimiento y la Ilustración”. Historia de las
Creencias y de las Ideas Religiosas. Mircea Eliade, Ediciones
Cristiandad, Madrid, 1979.
**** Ancochi. Arbusto. –Valleria glabra– de hojas verdes y
frutitas blancas, como perlas, a las que se compara con carabanas, un
antiguo modelo de zarcillos. (Folklore santiagueño. Recopilación de
Dn. Julián Cáceres Freyre. Inédito)

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Documentos

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Carta del Jefe Indio Seattle

En 1845 el “Gran Jefe Blanco de Washington”, hizo una


oferta por una gran extensión de tierras indias. En su
contestación, el jefe Seattle hacía notar cómo los blancos
podrán decir que el indio es un pueblo atrasado, pero en
realidad, decía “ustedes caminarán hacia su destrucción”.
Ese Jefe Indio intuía que la actitud de dominio hacia la tierra
acabaría por destruir al hombre. Al contrario, cuando sabemos
que la tierra no pertenece al hombre sino que el hombre
pertenece a la tierra, somos capaces de disfrutar con cosas que
otros no pueden ni siquiera ver.

“¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el


calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos
dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿Cómo
podrán ustedes comprarlos?. Cada parcela de esta tierra es
sagrada para mi pueblo, cada brillante mata de pino, cada grano
de arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques, cada
altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la
memoria y al pasado de mi pueblo. La savia que circula por las
venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles
rojas.
Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen
cuando emprenden sus pasos entre las estrellas; en cambio,
nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra,
puesto que es la madre de los pieles rojas. Nunca podemos
olvidarla porque ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas
son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila:
éstos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos
prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos
pertenecen a la misma familia. Por todo ello, cuando el Gran

- 170 -
Jefe Blanco de Washington nos envía el mensaje de que quiere
comprar nuestras tierras, nos está pidiendo demasiado. También
el Gran Jefe nos dice que nos reservará un lugar en el que
podamos vivir confortablemente entre nosotros. El se convertirá
en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos
su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil, ya que
esta tierra es sagrada para nosotros.
El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es
solamente el agua, sino también representa la sangre de nuestros
antepasados. Si les vendemos nuestra tierra deben recordar que
es sagrada, y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada, y
que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos
cuenta los sucesos y memoria de las vidas de nuestras gentes. El
murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos son
nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de
nuestras canoas y alimentan a nuestros Hijos. Si les vendemos
nuestra tierra, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que
los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos y, por
tanto deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un
hermano. Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro
modo de vida.
El no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que
es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que
necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga y, una vez
conquistada, sigue su camino dejando atrás la tumba de sus
padres sin importarle. Les secuestra la tierra a sus hijos.
Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el
patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la
tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se
compran, se explotan y se venden, como ovejas o cuentas de
colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un
desierto.

- 171 -
No sé pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes.
La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero
quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende
nada. No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre
blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de
los árboles en primavera o cómo aletean los insectos. Pero
quizás también esto debe de ser porque soy un salvaje que no
comprende nada. El ruido parece insultar nuestros oídos. Y,
después de todo, ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede
escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones
nocturnas de las ranas al borde de un estanque?. Soy un piel roja
y nada entiendo.
Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la
superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento
purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas
de pino. El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya
que todos los seres comparten el mismo aliento: la bestia, el
árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire.
El hombre blanco no parece consciente del aire que respira,
como un moribundo que agoniza durante muchos días es
insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben
recordar que el aire nos es inestimable, que el aire comparte su
espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros
abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos
suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben
conservarlas, como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde
el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las
flores de las praderas.
Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras.
Si decidimos aceptarla, yo pondré condiciones: el hombre
blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus
hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida.

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He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos
a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un
salvaje y no comprendo cómo una máquina humeante puede
importar más que el búfalo al que nosotros matamos sólo para
proveernos de alimento. ¿Qué sería el hombre sin los animales?.
Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una
gran soledad espiritual, porque lo que les sucede a los animales
también le sucederá al hombre. Todo va unido.
Deben enseñar a sus hijos que el suelo que pisan son las
cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra
está enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de
que sepan respetarlas. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos
enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo
que le ocurra a la tierra les ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los
hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos. Esto
sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a
la tierra. Esto sabemos: todo va unido, como la sangre que une a
una familia. Todo va unido.
El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo
que hace con la trama se lo hace a sí mismo. Ni siquiera el
hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a
amigo, queda exento del destino común. Después de todo,
quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que
quizás el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es el
mismo Dios. Ustedes pueden pensar ahora que Él les pertenece,
lo mismo que desean que nuestras tierras les pertenezcan; pero
no es así. Él es el Dios de los humanos, y su compasión la
comparten por igual el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra
tiene un valor inestimable para Él, y si se daña se provocaría la
ira del Creador. También los blancos se extinguirían, quizás
antes que las demás tribus. Contaminen los lechos de sus ríos y
una noche aparecerán ahogados en sus propios desperdicios.

- 173 -
Pero ustedes caminarán hacia su destrucción rodeados de gloria,
inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que
por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre el
piel roja. Ese designio es un misterio para nosotros, pues no
entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los
caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques
con el aliento de tantos hombres, y se atiborra el paisaje de las
exuberantes colinas con cables parlantes.
¿Dónde está el matorral?. Destruido. ¿Dónde está el águila?.
Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia”.

Jefe Indio Seattle

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Icaño

Por: Andrés A. Figueroa


Director del Archivo Histórico de la Provincia
Los Antiguos Pueblos de Indios de Santiago del Estero
Ediciones del Archivo de la Provincia, 1948.

Ubicado este pueblo en la costa del Salado, o por lo menos


bajo su influencia, en la región donde existían varios pueblos de
indios desde el tiempo de la conquista, fue descubierto
indudablemente por los restos de la expedición de Diego de
Rojas, Felipe Gutiérrez y Nicolás de Heredia, al mando de éste
último, a su regreso al Perú, en 1546 más o menos. Y esa región
estuvo habitada por los feroces lules, algunos de cuyos
individuos cayeron en manos de Diego de Álvarez, enviado en
descubierta a esa dirección, quienes le informaron dónde
podrían encontrar con qué matar el hambre que padecían los
españoles. Así descubrió algunos depósitos de maíz y se
apresuró a volver donde estaba el resto de sus compañeros
dándoles cuenta del éxito de la empresa.
Ante la grata nueva, todo el pequeño ejército se dirigió a ése
rumbo teniendo la suerte de encontrar maíz que empezaba a
madurar y frutos silvestres en sazón, retirándose con ese rumbo
al Norte así que consumieron tales víveres. También
aprovecharon la pesca abundante y variada que les ofreció el
Salado, de lo que hicieron provisiones.
Como ya se ha visto en la información citada de 1589, fue
primer encomendero de un grupo de pueblos sobre el Salado,
Juan Díaz Caballero y debió contarse el de Icaño entre ellos, a
juzgar por la circunstancia de que otro personaje de éste apellido
apareció después, también como encomendero.
La fecha más remota que hallamos el nombre de dicho
pueblo de indios es la de 1717, con motivo de los padrones que
- 175 -
levantó Dn. Alonso de Alfaro por orden del Gobernador Don
Estevan de Urizar y Arespacochaga. En 5 de abril de dicho año,
aquel funcionario, en el pueblo de Lasco, decía: “mandé parecer
en éste dicho pueblo al mandón e indios del pueblo de Icaño por
no tener pueblo en forma, ni iglesia, y le mandé juntase sus
indios en éste dicho pueblo de Lasco en mi presencia y del
licenciado Dn. Francisco Lascano, cura interino de éste partido y
el protector é intérprete nombrados por quien di a entender a
dicho mandón e indios si tenían que pedir o demandar a su
encomendero un otra persona para hacerles pagar y desagraviar
y en esta conformidad se hizo el padrón” […] “En dicho año
aparece como su encomendera Da. Josefa de la Cerda, viuda del
Capitán Diego Ramírez”.

Facciones de los tonocoté, según un grabado


europeo del siglo XVIII.

- 176 -
En otros documentos del archivo aparece en 1763, como su
encomendero en segunda vida, Dn. Agustín Díaz Caballero, hijo
de Dn. Joseph Díaz Caballero.
Al fallecimiento de Dn. Agustín debió declararse vacante la
encomienda o el pueblo se disolvió, pues no figura en padrones
posteriores.
ICAÑO – Corresponde a Chingolo, o jilguero, pajarito que
abunda en nuestros campos.

El fuerte de Mancapa

Original transcripto por Andrés A. Figueroa en la Revista


del Archivo Histórico de la Provincia (1946).

El Mtre. De Campo de Infantería española Dn. Joseph de


Aguirre y Araoz, Thente. de Gobernador Justicia Mayor y Capn.
a Guerra de esta Ciud. de Santiago del Estero, etc. Por cuanto
combiene al mejor Gobierno y reximen del fuerte nombrado La
Conzepción que esta zituado en el Paraje de Mancapa frontera
del enemigo del Rio Salado para hacer ordenanzas Militares: Por
el presente ordeno y mando. Al Capitán Juan Porcel de Peralta,
quien a de servir la guardia de dho fuerte con cincuenta hombres
de los que tiene la compañia de su cargo y diez indios amigos de
armas que tengo hordenado en dho fuerte; y asimismo a los
demas capitanes que alternativamente sirvieren dha guardia que
precisa inviolablemente guarden, cumplan y ejecuten las
siguientes, pena por de hacer omisión o contravención serán
castigados rigurosamente segun leyes militares.
Primeramente ordeno que al recibir el dho fuerte, sus armas,
gente de guerra, y demas municiones y pertrechos, el estandarte
o bandera Real que está enarbolada, hagan juramente de

- 177 -
fidelidad, de no permitir que por descuido u omisión sea
apoderado del enemigo, antes sí lo defenderan hasta perder la
vida y la de toda la gente de armas que tuvieran a su cargo.
Item. Al dicho tiempo de recivirse del fuerte, sus armas,
municiones y demas pertrechos de guerra, daran los capitanes
que entraren de guardia recibo, el que acabado su tiempo saliere,
de todo con toda expresión y claridad el cual recibo se me
entregará para que me conste.
Item. Precisa e inviolablemente todos los dias sin faltar
ninguno, rezaran a coros el Santisimo Rosario, de la Virgen
Santisima, y en saliendo a la campaña en seguimiento y alcance
del Enemigo harán lo mismo.
Item. Despacharan dos soldados i un cabo, que los tres sean
de los de maior cuidado y vijilancia y de la satisfaccion del
capitan al paraje que llaman del Paso de Alvaro para que en
dicho paraje esten de centinela avanzada reconociendo y
observando por la parte de la venida del enemigo, el camino,
para que con lo que vieren, y observaren, luego y sin dilacion, y
antes que sean sentidos del enemigo, den aviso en el Fuerte al
Capitan de la Guardia, quien luego que reciba la noticia se
pondrá en armas y a caballo dentro de dicho Fuerte, con
quarenta hombres y diez indios, todos bien instruidos de lo que
deban ejecutar, y amunicionados bien, los que ocuparen las
bocas del fuego; y si reconociere que el enemigo es en número
corto de forma que lo pueda castigar, saldrá violentamente del
dicho fuerte a operarles y castigarles con todo empeño, y si
echaren a la fuga, seguirles hasta alcanzarlos, pero la salida y
alcance sea con toda precaucion y reparo de forma que no logre
el enemigo la astucia de alguna emboscada que pueda tener
tramada, por lo que irán siempre recelando y en union formal,
sin apartarse unos de otros, para en tal caso retirarse
defendiendose a ganar el fuerte, en donde al tiempo de salir,

- 178 -
dejara diez hombres, en ellos un cabo, para que cerrada bien la
puerta, la guarden y defiendan, haciendo fuego de armas desde
los Cubos para ello que se defenderá muy bien, según su regular
disposición; y asimismo luego al punto que tuviere dicho
Capitan de la Guardia el aviso de la centinela avanzada, de que
viene el enemigo hacia el Fuerte, despachará al instante aviso al
paraje de Chincho, a dar noticia al Mtre. de Campo, Sargento
Maior o Capitan comandante Francisco Orellana para que
cualquiera de ellas acuda de socorro con la gente desta frontera a
dicho Fuerte a la disposición del castigo del Enemigo hallandolo
puesto o siguiendo su alcance; y el dicho capitan que asi
estuviere de guarda en el Fuerte, ejecutará con toda la gente de
su cargo las ordenes por cualquiera de los tres cabos mayores
nominados, se le dieren; por combenir asi al servicio y mejor
castigo del enemigo, y los tres hombres expresados que se
despacharen de centinela al paso de Alvaro, será todos los dias,
sin perder ninguno, de forma que han de ir de mañana muy
temprano, y han de volver a la oración dando razón de lo que
hubiere habido.
Item. Asimismo despacharan dos o tres hombres, todos los
dias a correr y reconocer si ha habido algunos rastros, por los
rastrojos viejos del campo de Mancapa para abajo en distancia
de dos leguas poco mas o menos y reconocido con si hubiere o
no, vuelvan luego hecha la diligencia, al Fuerte.
Item. Mantendran la caballada y ganado de la manutencion
sobre el Rio de una y otra parte, en los rincones que hay para
arriba de la situación de dicho fuerte, soltandolos de noche y
como mejor les parezca para la conservación y seguro dellos.
Item. De dia mantendrán en el Fuerte una centinela alta en el
paraje donde está la bandera, para que con todo cuidado vigie y
reconozca el territorio que alcanzare, y dé voz a la centinela que
hubiere en el cuerpo de guardia, de todo lo que reconociere de

- 179 -
gente, polvo, u otra seña de las que ofrece el campo, como de
humo, correr animales, levantarse pájaros en el bañado etc.
Item. De noche, a la oracion se retirara la centinela de arriba
bajando la bandera, y la entregará en el cuerpo de guardia y
pondrán los capitanes o sus oficiales mayores, en cada cubo de
los que tiene dicho Fuerte, una centinela para que vigien y
reconozcan con todo cuidado lo que se les ocurriere a la vista y
oido y den luego voz a la centinela del cuerpo de guardia para
que este la dé a los cabos de guardia y se ejecute lo que
combenga.
Item. De noche mandaran los capitanes de guardia, o sus
oficiales mayores ande por dentro del Fuerte una ronda de
regimiento para las centinelas, que los sujetos desta y dellas, se
mudaran a las horas regulares, segun la disposición que para ello
se diere.
Item. Que de dia claro, se provean del Rio, del agua que
necesitaren para los menesteres de la gente del Fuerte, y estos
acarreadores vayan con guardia, no embargante de estar cerca
dho Rio, dos cuadras del Fuerte; y lo mismo observaran al
acarrear la leña; aunque haga frío no haran fuego de noche las
centinelas en los cubos; y de dia y de noche tendrán los caballos
que hubiere para montar, dentro del corral que está unido con el
dho Fuerte, y defendido de dos cubos; con sola puerta para
dentro y de dia los tendrán ensillados precisamente, y de noche
sueltos, o como mejor les parezca.
Item. Prevengo, ordeno y mando que por el mes de Agosto, o
antes si combiniere, manden dhos capitanes pegar fuego a las
maciegas y espesuras de la otra banda del Rio y por sobre él, en
las cercanias de dho Fuerte y lo mismo en todos sus contornos
dél y cortarán los chilcales inmediatos, con los indios, teniendo
estos su escolta y guardia.

- 180 -
Item. Para en cuento al regimen de la providencia de carne
observarán dhos capitanes el matar un día sí, y otro no, una rez,
o cada dos dias, si se puede mediante buen gobierno para ello y
para que todos los cueros de dhas reces que se mataren no se
desperdicien, tendrán dichos capitanes de guardia el cuidado de
mandar se estaqueen, y bien secos se guarden sin disponer dellos
por ningun motivo; y para que todo lo contenido tenga el debido
cumplimiento sin contravenir a ello por pretesto alguno; menos
en aquellos cabos que salidos del Fuerte se les pueden ofrecer a
los capitanes, así en regimiento de los enemigos como en otras
circunstancias de operar contra ellos; que en tales casos
dispondrán y ejecutaren, según que hallaren por conveniente
como quien tiene la cosa presente y se les ordenare, en la
ocurrencia de los referidos cabos superiores; y quedando copia
de estas órdenes autorizadas en dho Fuerte en poder del capitan
de guardia, estas originales se pondrán en la capitanía de guerra
de mi cargo para que quede y conste; y lo firmé por ante mí y
testigos de este paraje de Chincho en veintitrés días del mes de
Junio de mil setecientos y veintisiete años. Joseph de Aguirre.
Tgo. Dn. Francisco de Luna y Cardenas. Tgo. Dn. Pedro
Joseph de Luna y Cardenas.

- 181 -
Una mujer aborigen quemada por “bruja”

El 9 de noviembre de 1716 es quemada en la hoguera una


mujer a quien se había juzgado sumariamente por “brujería”.
Firman como “testigos de la ejecución” Juan Díaz Caballero y
Juan Saavedra Gramajo.

Acta de la Sentencia.
En la causa criminal que de oficio de la Justicia que ante mi
Juzgado pende contra Juana Pasteles, India del pueblo de Tuama
por las muertes del Indio Pedro y de su marido y del Indio que
confiesa del pueblo de Guaipe natural del Salado que dichas
muertes las ejecutó con el mal arte de hechizos y encantos que
por las pruebas y su confesión consta contra la dicha Juana
Pasteles, visto los autos y méritos del proceso y que ver se debe:
Fallo que haciendo Justicia debo condenar y condeno a la
dicha Juana Pasteles en pena de muerte para la cual será sacada
de la cárcel pública y prisiones y montada sobre una bestia con
albarda con soga al cuello y llevada públicamente por las calles
públicas de esta ciudad con voz de pregonero que manifieste su
delito hasta el lugar del suplicio extramuros donde se le dará que
naturalmente muera. Y estándolo será quemada en una hoguera
que para el objeto se prenderá para ello que su dicho cuerpo
encenizado se reduzca debajo de custodia en condigna pena por
su delito.
Y por esta mi sentencia definitivamente juzgando así
pronuncio y mando y firmo.

Dn. Juan de Paz y Figueroa


(Archivo General de la Provincia. Transcripto en el libro Chaupi
P´unchaupi tutayarka, de Maximina Gorostiaga. Santiago del Estero,
2005.)
- 182 -
Original de la comunicación de Rams y Rubert, en el Archivo General de
Santa Fe.

- 183 -
Esteban Rams y Rubert al Ministro de Gobierno de Santa
Fe. Comunica que el día de mañana iniciará la
Navegación del Río Salado con el vapor Santa Fe

ARCHIVO GENERAL DE LA PROVINCIA DE SANTA


FE. A. G. T. 16. 1857

(Santa Fe, 26 de Enero de 1857)


Transcripción:

Santa Fe’, 26 de enero de 1857.

Exmo Sor. Ministro de Gobierno


Dr. Dn. Juan Francisco Segui

Exmo Sor.:
Llegado a este Puerto en el Vapor denominado Santa
Fé; tengo la honrosa satisfaccion de poner en conocimiento de
V.E. que prontos ya los elementos necesarios para el primer
viage al Rio Salado, zarparé mañana de estas aguas, para surcar
las de aquel Rio cuya navegacion debe producir resultados de
tanta consideracion é importancia para estos pueblos.
La decidida cooperacion del Exmo Gobierno
Nacional y la del Exmo. Gobierno a quien tengo el alto honor de
dirigirme me inspiran gran confianza en el buen exito de la
Empresa de tanto bien para la Republica Argentina.

Dios guarde á V.E.

Estevan Rams y Rubert


Enero 26 de 1857.
Santa Fe

- 184 -
Facsimiles del registro de la Dirección de
Estadísticas y Censos donde se consigna la Ley de
Fundación de Icaño

- 185 -
- 186 -
Leyes del Senado y Cámara de Diputados de Santiago del
Estero sobre el actual territorio de Icaño

Villa 28 de Marzo

La expropiación y trazado de una plantilla urbana para la


“Villa 28 de Marzo”, son un antecedente inmediato de la
creación posterior de la Estación de trenes y el pueblo de Icaño.
Esta ley se aprobó en sesión del 13 de agosto de 1885.

LA HONORABLE LEGISLATURA DE LA PROVINCIA


HA SANCIONADO CON FUERZA DE LEY:

Art. 1º: Declárase de utilidad pública la expropiación de


cuatrocientas setenta y cuatro hectáreas y doce áreas de terreno
en el Departamento Mailín, Distrito Bracho.
Art. 2º: El P. E. procederá a adquirir dicho terreno, de
conformidad a la ley general de expropiación y fundará en él
una Villa con el nombre “28 de Marzo”.
Art. 3º: El pueblo se compondrá de cien manzanas de una
hectárea divididas en ocho solares y separadas por calles de
veinte metros de ancho, y estará rodeado por una calle de
cuarenta metros de ancho.
Las quintas serán de dos hectáreas y las chacras de cuatro.
Art. 4º: El P. E. reservará el terreno que crea necesario para
establecimientos públicos, plazas y paseos, debiendo demarcarse
éstos en los planos respectivos.
Art. 5º: Los solares del pueblo y los lotes de quintas y
chacras, serán cedidos durante el primer año a los que los
solicitaren y cumplieren las condiciones exigidas en esta Ley,
pero una misma persona, familia o sociedad, no podrá obtener
gratuitamente más de dos solares y dos lotes de cada clase.

- 187 -
Art. 6º: La concesión de solares se hará en papel sellado de
dos pesos nacionales, la de quintas en papel de tres pesos y la de
chacras en papel de cuatro.
Art. 7º: Los títulos de propiedad serán extendidos por el
Escribano de Gobierno, en el papel sellado correspondiente,
previo pago al Consejo General de Educación de la suma de
cinco pesos nacionales para el fondo de las escuelas.
Art. 8º: El P. E. reglamentará la forma en que ha de proveerse
a las solicitudes de tierras y extenderse el certificado de
concesión que debe servir de título de propiedad provisional,
hasta que llenadas las condiciones de la presente Ley, puedan
otorgarse las escrituras públicas respectivas.
Art. 9º: La tierra que no haya sido solicitada hasta un año
después de promulgada esta Ley, se venderá en remate público
al mejor postor en fracciones y en la época que determine el P.
E.
Art. 10º: Todos los terrenos que se enajenen, sea por cesión
privada, sea en licitación pública, se hará bajo las siguientes
condiciones:
1º Si es solar o pueblo, que se edifique al frente de la calle
con una pieza de material y se cerque su totalidad.
2º Si es lote de chacra, que se cerque y se labre una mitad de
ella.
Art. 11º: La edificación, cercado y plantaciones empezarán
dentro de tres meses y deberán terminarse dentro de un año, a
contar desde la enajenación.
Art. 12º: Si vencidos los plazos señalados, los que hayan
obtenido terreno no hubiesen cumplido las condiciones
establecidas, el P. E. rescindirá el contrato sin indemnización
ninguna a los que hayan obtenido gratuitamente la concesión, y
devolviendo la mitad del precio a los que la hubiesen obtenido
en licitación, quedando la otra mitad a beneficio del Estado.

- 188 -
Art. 13º: Los lotes que queden vacantes por inejecución del
contrato, podrán ser solicitados por otras personas en los
términos y condiciones establecidas por esta Ley.
Art. 14º: Queda autorizado el P. E. para hacer los gastos que
demande la ejecución de la presente Ley imputándolos a la
misma.
Art. 15º: Comuníquese al P. E.-
SALA DE SESIONES, Santiago, Agosto 14 de 1885.

Ángel Guzmán Maximio Ruiz


Secretario Presidente

(Original en la Biblioteca de la Honorable Cámara de Diputados de


la provincia de Santiago del Estero.)

Estación Icaño

En sesión efectuada el día 15 de julio de 1891, y consignada


en el Libro de Actas al día siguiente, se aprueba el espacio que
ocuparía Estación Icaño, antes llamada “28 de Marzo”. En el
INDICE de TODAS las LEYES ORGANICAS y ESPECIALES de
CARÁCTER PERMANENTE, desde 1856 hasta el año 1942, el
Director General de Estadística de la provincia de Santiago del
Estero, Dn. Amado Olmos, la asienta como “Ley del 15 de julio
de 1891”, denominándola: “Fundación del pueblo de Icaño, en
la estación Icaño, departamento Avellaneda”. (Página 6.)

EL SENADO Y LA CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA


PROVINCIA DE SANTIAGO DEL ESTERO, REUNIDOS EN
ASAMBLEA LEGISLATIVA, ORDENAN CON FUERZA DE
LEY:

- 189 -
Art. 1º: La expropiación de los terrenos de propiedad
particular autorizada por la Ley de 3 de Julio de 1888, para la
fundación de la Villa “28 de Marzo”, deberá limitarse a una
extensión que no exceda las quinientas hectáreas o que no sea
menor de doscientas, la cual se erigirá en la misma Estación
Icaño del Ferro Carril Sunchales.
Art. 2º: Una vez aprobado por el P. E. el trazado del pueblo,
los solares de éste y los lotes de quintas y chacras, serán
vendidos en remate público, en la forma establecida por la Ley
de Tierras de 20 de Diciembre de 1889.
Art. 3º: El excedente del costo total de la expropiación y
gastos que se originen en el trazado de la Villa y venta de lotes,
se destinará para construcciones escolares, casa municipal o de
policía y demás obras públicas.
Art. 4º: Los diversos lotes de terrenos, se rematarán mediante
una solicitud del interesado por los lotes en los que se interesase.
Art. 5º: Nadie podrá solicitar la venta de más de tres lotes;
siendo entendido, que el solicitante tendrá derecho a la compra
por igual precio al mejor postor.
Art. 6º: Quedan derogadas todas las disposiciones legislativas
en contrario a la presente Ley.
Art. 7º: Comuníquese, etc.-
SALA DE SESIONES DE LA H. LEGISLATURA DE LA
PROVINCIA, Santiago, Julio 16 de 1891.

Manuel Beltrán M. Coronel


Angel Guzmán Abel García
Secretario del Senado Secretario H. C. de DD.

- 190 -
Carta de la señorita Trinidad Luna al Presidente del
Consejo de Educación

Icaño, 28 de febrero de 1891

Señor Presidente
Consejo General de Educación
Provincia de Santiago del Estero
Dn Agustín Sánchez

La que suscribe, vecina del Dpto.


Vuelta a Usted respetuosamente expongo: que
encontrándome sin ocupación y cuanto más el Consejo me
creyera útil según mis aptitudes cuyo informe podrá darlo la
preceptora de la escuela de Yanda, donde mis repetidas
ocasiones hice de ayudante honoraria, vengo a pedir por
intermedio del Consejo se sirva confiarme como digo algunas de
las escuelas de la Provincia. Por lo tanto a Ud. Pido que
teniéndome por presentada y previo informe que me hiciera se
digne acceder a mi pedido.
Dios guarde a Usted.

Trinidad Luna
Libro de Actas del Consejo General de Educación, Nº 45,
Folio 126.

- 191 -
Informe del inicio de clases

Icaño, Abril 29 de 1891

Señor Presidente
Consejo General de Educación
Provincia de Santiago del Estero
Dn Agustín Sánchez

Tengo el alto honor de dirigirle por su intermedio a ese


Honorable Consejo que dignamente preside la presente nota,
comunicándole haber abierto la Matrícula el Día 1º de Abril y
terminado el 29 del presente, comenzando al mismo tiempo con
mis clases con la asistencia de 51 alumnos.
Con este motivo me es muy grato saludar al Sr. Presidente.

Trinidad Luna
Libro de Actas del Consejo General de Educación, Nº 45,
Folio 329.

- 192 -
Facsimil de la carta de Pablo Lascano.

Carta del Ministro de Gobierno, Pablo Lascano, a la


presidenta de la Sociedad de Beneficencia de Icaño

Santiago, Octubre 18 de 1896

A la Sra. Presidenta de la Sociedad de Beneficencia


Dª Esilda S. de Nuttall
Icaño

He tenido la satisfacción de recibir la nota de Ud.


Comunicándome que, debiendo colocarse en esa localidad, en
esta fecha, la piedra fundamental de un edificio para escuela, he
sido designado padrino de dicho acto.
- 193 -
Al aceptar tan honrosa designación, cúmpleme manifestar a
Ud. que atribuyo al acto que va á realizarse una trascendencia
remarcable y que lamento no asociarme a él personalmente.
Una escuela que se proyecta es el futuro templo erijido al
culto de una religión sublime: la de la enseñanza, y allí donde
los vecindarios se agrupan en su óbolo para fundar esas casas de
verdadera beneficencia, debemos hallarnos presentes todos los
que fiamos el éxito de nuestras empresas a la educación de las
masas.
Vengo de recorrer, en compañía del Sr. Gobernador, largas
extensiones de las Provincias de Santa Fé y Córdoba, entregadas
a la colonización, y traemos las impresiones más gratas del
espectáculo abierto ante nuestros ojos.
Campos que hasta ayer fueron moradas incultas del salvaje,
son hoy centros de población civilizada; y al lado del templo con
sus campanas sonoras y sus torres enhiestas, hemos
contemplado la escuela común que no hace distinción de sectas
ni de creencias para iluminar las mentes y forjar el alma de las
generaciones. En ese mundo abierto a la observación, he
evocado muchas veces á nuestra querida Provincia anhelando
para ella los mismos beneficios de que veía gozando á sus
habitantes, y puede Ud. creerme que esa importante fracción de
Santiago ha estado siempre presente en mis sueños de progreso.
Tenemos el sentimiento del bien, ardiente y puro; y si, como
se ha dicho, la fé pulveriza las montañas, debemos confiar en
que esas comarcas incipientes se trocarán en breve término en
centros de abundancia y de cultura. La miseria no abate ni
perdura cuando hay una energía bregando impertérrita en la
demanda.
Los habitantes de Icaño comprometen la gratitud pública
iniciando obras como la que hoy se inaugura, y la piedra
fundamental que colocan en medio de las alegrías generales, es

- 194 -
el principio de grandes transformaciones en el órden moral,
político y social.
Hay tinieblas todavía densas en los espíritus, y necesitamos á
semejanza de uno de los personajes de Shakespeare, pedir luz,
mucha luz, para disiparlas cuanto antes. Hagamos esfuerzos por
que se produzca fulgente y vívida en las conciencias, para que el
hombre ensanche el campo de sus aspiraciones, para que sea
más feliz siendo también más útil al a patria, y para que,
multiplicando la fuerza productora del Estado, acreciente su
propio bienestar.
Ruego a la señora Presidenta hacer presente estos
sentimientos á los vecinos de Icaño y aceptar los [tachado:
sentimientos] de mi distinguida consideración.

Pablo Lascano

- 195 -
Cartas de Ricardo Rojas

- 196 -
- 197 -
- 198 -
- 199 -
- 200 -
Dos de las numerosas cartas que el escritor Ricardo Rojas envió a
pobladores de Icaño, mientras escribía su famosa obra El País de la Selva.

Firma de Ricardo Rojas.

- 201 -
Melitón Bruchmann

Baltasar Olaechea y Alcorta

- 202 -
Ubicación de Mistol Paso, la finca de los Hermanos Wagner
trabajaron para sus grandes descubrimientos.

- 203 -
La leyenda del Cacuy

Por Emilio Wagner


Traducido del Journal de la Société des Americanistes de Paris
T.VI, Fascículos I y II, 1906. (Inédito hasta ahora en castellano.)

El cacuy es un ave de costumbres esencialmente nocturnas,


de plumaje gris como la sombra en la cual se complace en vivir;
cruzan sobre su cuerpo de golondrina, largas alas de “ataja-
camino”. Su pico es chico, su boca enorme. Sus ojos grandes,
claros; llenos de una expresión humana ocupan un tercio de su
cabeza. Su nombre proviene de su grito. Jamás se lo ve volar en
las horas del día, se queda en los bosques más sombríos, pegado
al tronco de un grueso árbol, en la anfractuosidad de algunas
ramas. Sólo levanta vuelo a la entrada del sol.
En las bellas y claras noches de luna llena, se puede a veces
descubrirlo encaramado en la extremidad de una rama seca,
derecho y perfectamente inmóvil, parece una prolongación del
gajo muerto; sólo estando muy acostumbrado se lo puede
descubrir.
Su grito lo ha hecho legendario: imita exactamente el largo
llamado amoroso de una mujer de su país. Su timbre es claro, el
sonido de la voz absolutamente humano, la queja triste,
desolada, lamentosa, se arrastra largamente bajo la bóveda de
verduras. En la calma de los grandes bosques, cuando en el
silencio de la noche se oye resonar ese triste llamado humano,
no se puede evitar el sentir una profunda impresión de
melancolía, aunque uno esté advertido que sale del pico de un
pájaro.
Ese sentimiento no es extraño a los rústicos habitantes de las
lejanas tierras de Santiago. Muchas leyendas corren referentes a
ese pájaro fantasma.

- 204 -
Algunos dicen que la persona que lo ve por casualidad, muere
infaliblemente antes de acabarse el año; otros pretenden que son
las almas de los antiguos caciques que lloran sobre sus tribus
destruidas y sus ricos territorios de caza arrebatados por el
extranjero.
Pero un viejo cazador y buscador de miel de meliponas,
“melero”, me contó al respecto esta curiosa leyenda.
Para él, el cacuy no se sino una mujer del país que la
desgracia visitó en la primavera de su vida.
Antaño, me dijo, vivían en los confines de los grandes
bosques, una joven mujer con su amante y su hermano.
Quería a su amante, adoraba la criatura que había tenido con
él y era sumisa y respetuosa con su hermano mayor cuyo brazo
vigoroso y su destreza maravillosa mantenía abundante caza en
su sencilla choza hecha con troncos de palmera. Ella era tanto
más sensible a esta riqueza cuanto que era muy golosa, a decir
verdad, era para ella irresistible inclinación. Cada mañana en el
albor del día, su hermano tomaba sus armas y salía a cazar,
mientras su amante se dirigía hasta el río vecino porque era él un
hábil pescador.
Una tarde sin embargo, ni el amante ni el hermano volvían.
Ella, la morena hija de los grandes bosques, había hecho
adormecer su niño y luego masticaba lentamente un pedazo de
venado. Al fin el cazador llegó, cansado, quemado por el sol de
fuego, rasguñado todo por las espinas. La caza debía haber sido
dura, pero con seguridad fue infeliz, ya que los fuertes hombros
del cazador no se doblaban bajo el peso de un venado o de un
pecarí y sus manos estaban vacías.
La joven mujer sintió una viva contrariedad y sin levantar la
cabeza siguió comiendo en silencio su pedazo de venado. Su
hermano, habiéndose sentado sobre un tronco de árbol delante
de la puerta de la choza, le pidió algo para comer, pero ella,

- 205 -
escuchando sólo su glotonería siguió comiendo el pedazo de
venado que tenía en la mano y que era todo lo que quedaba de
su provisión.
Cuando hubo roído el último hueso se levantó llena de
disgusto y escuchando sólo el mal consejo de su gula le tiró el
hueso a su hermano y olvidando todo respeto le dijo: “Aquí está
lo que tengo para dar a un «cazador» como vos”. Y agregó al
sarcasmo el insulto diciendo: “Felizmente mi amante va a volver
cargado de pescados, pues veo que tu caza no nos va a dar nada
para comer”.
El hermano sintió vivamente la ofensa; sin embargo, se
levantó sin decir nada y tomando solamente su cuchillo se
internó en el bosque vecino.
Después de un momento, he aquí que sale del bosque y
vuelve con paso alegre hacia la choza, diciendo a la hermana,
como si hubiese olvidado todo: “Ven pronto conmigo, he
encontrado un hermoso nido de lechiguanas en la copa de un
árbol y vamos a comer miel”.
Rápida, la joven mujer siguió a su hermano al bosque hasta el
pie de un árbol en cuya cima veíase un gran nido de
“meliponas”.
Olvidándose de que “el buey manso también patea fuerte
cuando está enojado” subió ella primero queriendo comer miel,
por la cual era loca. Su hermano la siguió silenciosamente de
rama en rama, pero cuando la vio entregada a su gula en la copa
del árbol, comenzó a bajar despaciosamente cortando con su
gran cuchillo todas las ramas a ras del tronco y se fue.
Pasando cerca de la choza se agachó y levantó el hueso que
su hermana le había tirado poco antes. Se dirigió a la orilla del
río donde pescaba el amante de su hermana y habiéndosele
acercado tranquilamente mató al hombre de una puñalada en
pleno pecho con su gran cuchillo, luego le atravesó en la boca el

- 206 -
hueso que le había tirado la joven, lavó en el río sus manos y su
cuchillo, volvió a poner este en su cintura y se perdió en la
espesa floresta. El Espíritu del Mal que había guiado su
venganza dirigió para siempre sus pasos lejos de esos tristes
lugares.
Pero la noche se acercaba, la sombra invadía la tierra, sola, en
la cima de ese árbol elevado, la joven morena, inquieta,
desconsolada, dejaba escapar largos quejidos llamando a su
amante.
Pero el pescador dormía con los ojos al cielo, con un hueso
maldito a través de la boca y la arena de la playa acababa de
beber toda su sangre.
Asida a una rama, inclinada sobre la negra selva que
cebraban ya los fuegos verdes de los insectos, la joven
enloquecía. Sentía claramente llorar su criatura abandonada en
la choza y su corazón se partía cada vez que oía gritar al zorro o
rugir al puma.
Las horas pasaban, toda esperanza se desvanecía, la sed más
ardiente sucedió al dulce sabor de la miel activamente comida y
la devoraba. Entre dos últimos gritos de llamado, su pobre
corazón hizo sentir este supremo deseo: “¡Ay de mí, que no
tengo como un pájaro alas para volar hasta ustedes, ojos para
verlos en la noche y voz para llamarlos todavía!” Y sus manos
amortiguadas no pudiendo más sostenerse, inclinada hacia la
choza donde lloraba la criatura se dejó caer.
El Espíritu de los Grandes Bosques que guía al cazador en la
selva profunda y a menudo juega a la luz de la luna sobre el
liviano follaje en la cima de los grandes árboles, oyó este voto
supremo. No dejó que el cuerpo moreno y suave de la mujer se
destrozase en el suelo. Le dio alas, le dejó grandes ojos humanos
que ven en las tinieblas y le conservó su voz que llama en vano

- 207 -
a su amante. Él no le puede contestar, está muerto, con el hueso
de venado atravesado en la boca.
Ella es la que desde entonces, en las claras noches del verano,
llora en el fondo de la selva su felicidad pasada, su criaturita
abandonada y su amante perdido.

Nota [de Julio Carreras (h)]: Esta versión abre al menos dos
grandes interrogaciones que sería interesante dilucidar.
La primera, es respecto del verdadero carácter de la leyenda, ya
que de estar constituido el grupo no por “dos hermanos”, como indica
la transcripción más difundida, sino por una pareja normal y el
hermano de ella, dejaría fuera toda posibilidad de considerar el incesto
como uno de sus componentes centrales.
La segunda, es el por qué de la escasa publicidad –si no del
ocultamiento– de esta versión, dando crédito en todas las ediciones
solamente a la otra, esto es, la que habla exclusivamente de los
hermanos. Una definición de las palabras que conforman la
onomatopeya, acerca más pistas sobre su sentido, y sustenta además,
según nuestro criterio, a la versión de Wagner como la más coherente:
Cacuy. En quichua cacu es jovencito, no el chango de cualquier
edad sino el que tira a adolescente, zagal, mancebo, efebo; la y final es
posesivo, así que cacuy es mi muchacho.
Túray. En quichua tura es el varón hermano de la mujer, ñaña es
la hermana de la mujer, pana la hermana del varón y huaucke el
hermano del varón. La y final es posesivo; mi hermano. (Folklore
santiagueño. Recopilación efectuada por Dn. Julián Cáceres Freyre.
Inédito).
Entonces la mujer estaría llamando lastimeramente a dos personas
en su auxilio, cuando repite una y otra vez “Cacuy, Turay”. Es decir,
“mi muchacho”, o “mi amante”, como traduce Wagner, y también
“hermano”, o “mi hermano”. La tradicional interpretación era que esto
significaba “Cacuy” (nombre propio del hermano) y “Turay”
(hermano, como reafirmación del vínculo).

- 208 -
El sentimiento religioso y las costumbres en la
Civilización Chaco Santiagueña

Por Emilio y Duncan Wagner

Ha sido imposible determinar exactamente la fecha de este


artículo en el diario El Liberal, dado que nos fue provisto por la
Sra. Alba Céliz de Paviolo, que lo heredó de sus mayores, sin
esa precisión a la vista. Pero gracias a otras noticias en su
anverso, puede inferirse que debió haber sido publicado entre
1936 a 1938.

“No ha habido pueblo ateo”, dice Ratzel, y el estudio


profundizado que nosotros hemos hecho del arte cerámico de los
antiguos habitantes de Santiago del Estero, no nos ha llevado a
contradecir en lo más mínimo la opinión emitida por el célebre
etnógrafo.
Los escritores que más cuidadosamente han estudiado las
ideas religiosas de los distintos pueblos del nuevo continente,
están contestes en afirmar que estos habían llegado más de una
vez a un nivel moral que nunca fue sobrepasado en las antiguas
civilizaciones del Viejo Mundo. Insisten sobre la religiosidad
muy marcada de los indígenas actuales, de la que también dan
prueba los indios precolombianos. Fue de ellos que dijo Brinton:
“En cada pecho hay un altar al Dios Desconocido”. En cuanto a
nosotros, personalmente, siempre hemos simpatizado con el
sentimiento en el que se inspiró Luis de Launay cuando escribía:
“En todas partes he visto hombres en plegaria, cualquiera que
fuese su Dios, me he sentido tentado de inclinarme con ellos, a
su modo, o al menos a comprenderlos”.

- 209 -
Así, en el primer volumen de nuestra obra, refiriéndonos al
arte religioso de los antiguos habitantes de las llanuras
santiagueñas hemos escrito lo que sigue: “Las opiniones que
acabamos de citar, de hombres que han consagrado sus vidas al
estudio de estas complejas disciplinas intelectuales, nos apoyan
en la elevada idea que hemos expresado desde el comienzo de
nuestras investigaciones, acerca de la divinidad prehistórica que
los antiguos habitantes de Santiago del Estero veneraron, al
parecer, con exclusión de toda otra. Pero no hubiéramos pensado
en hacer mérito de ello, si en el caso que nos ocupa, la copiosa
documentación reunida no hubiese venido a confirmar nuestras
primeras impresiones y proclamar con la convincente elocuencia
de los hechos, que entre pueblos “que no tuvieron historia”,
como se ha dicho, la idea religiosa había alcanzado el grado de
“desenvolvimiento espléndido” de que habló Ratzel.
Testimonios elocuentes de su fe profunda en un más allá
misterioso es el culto piadoso que tributaron a los seres queridos
de los cuales los había separado la implacable segadora que
jamás se cansa de tronchar los lazos que unen a los hombres
aquí abajo.
Necesitaríamos largas páginas si quisiéramos si quisiéramos
describiros las innumerables piezas comprobatorias, unas de
notable suntuosidad, otras de simplicidad conmovedora, que
hemos podido reunir.
Todas nos cuentan la historia de un pueblo que supo doblar
las rodillas con humildad delante del Dios de sus padres, la gran
Divinidad Alada Primordial de las primeras edades del mundo,
que, tal como lo escribió Dechelette, “velaba por el reposo de
los vivos y lloraba sobre las tumbas de los muertos”.
Todo lo que nosotros podemos hacer para reemplazar las
descripciones demasiado largas, es hacer revivir delante de
vuestros ojos un número bastante considerable de efigies de la

- 210 -
Divinidad Antropo-Ornito-Ofideana que han venerado durante
largos siglos, pueblos vueltos después de millares de años, al
reposo de la tierra. Tiernas manos femeninas moldearon y
pintaron con suma piedad y nos parece encontrar allí todavía el
rastro de sus lágrimas. Pero la falta de espacio nos priva aquí de
ese recurso, y debemos conformarnos con invitar a nuestros
lectores a visitar nuestro magnífico museo arqueológico.
Son esas hermosas piezas de cerámica funeraria las que
hicieron decir a Callegari, y nos complacemos en repetirlo una
vez más, pues eso nos consuela de tantas incomprensiones
lamentables, que pueblos que sabían honrar con tan profunda
emoción la memoria de sus hijos “son dignos de nuestro más
grande respeto, de toda nuestra admiración”.
Un sentimiento de profunda religiosidad y de notable
simpatía humana emana de este arte tan esencialmente calmo y
ponderado, de una absoluta castidad, que ha esquivado con
cuidado lo grotesco, lo obsceno y las truculentas
monstruosidades.
Está permitido creer que esta gente de costumbres
aparentemente más dulces que la de cualquier otro pueblo
precolombiano, había ignorado la práctica de sacrificios
humanos pues nunca hicieron figurar en el decorado de sus
alfarerías (lo que constituye un hecho excepcional) esas
horrorosas cabezas trofeos, chorreando sangre, de las cuales la
ideografía americana ha hecho triste abuso.
Una atmósfera de belleza espiritual muy elevada, envuelve a
este arte donde el simbolismo ha ejercido una influencia que
parece haber obrado, sobre todo, en el sentido de una
idealización muy sutilmente refinada, que parece haber sido
particularmente cara a esas Viejas Razas de la Argentina, tan
notablemente dotadas. Es ese rasgo esencial que distingue al arte
cerámico de la civilización Chaco-Santiagueña, y su

- 211 -
extraordinaria significación no podría escapar a ningún espíritu
realmente cultivado.
Desearíamos podernos formar alguna idea acerca de cuáles
fueron las condiciones de vida de esos pueblos del lejano pasado
cuyas tumbas abandonadas hollamos bajo nuestra planta.
Cuando recorremos hoy los lugares, a menudo desiertos, que
ellos tanto tiempo llenaron con los mil rumores de su vida
industriosa y apacible, nos parece sentir pasar sobre las hierbas
ondulantes de la pradera su invisible aliento y ver dibujarse
confusamente entre las brumas que flotan sobre la llanura, su
imagen borrosa, que querríamos hacer revivir en vuestro
pensamiento.
Pastores, agricultores, tejedores de una habilidad consumada,
y como alfareros maestros entre los maestros, estos pueblos
sedentarios no vivieron por cierto una existencia miserable.
Muchos indicios nos llevan a creer que gozaron periodos de paz
largamente prolongados. No se encuentra ningún rastro de
combate sangriento, amontonamiento de armas o esqueletos
abandonados, miembros humanos destrozados y dispersados,
cráneos rotos con las marcas de mortales heridas.
Entre esos pueblos que gozaron de una civilización ya muy
avanzada, todo indica que el lujo que desplegaban en la
fabricación de la cerámica debió ir a la par con el que aplicaban
a su vestido. Las 1.900 fusaiolas artísticamente trabajadas que
existen en nuestras colecciones nos suministran la prueba. Las
finas telas de las cuales una muestra ha llegado felizmente hasta
nosotros, las innumerables perlitas, verdaderas joyas, la
turquesa, lapislázuli, y otras piedras preciosas, han
proporcionado el material en que han sido hábilmente talladas,
debieron servir para adornar los vestidos confeccionados en
dichas telas.

- 212 -
Numerosos instrumentos de música, en hueso o tierra cocida,
nos hablan de danzas y fiestas en que esos hermosos vestidos
debieron ser llevados. El bello estilo de la alfarería doméstica
indica, como Ambrosetti lo explicó ya claramente, una vida
tranquila y próspera.
La fabricación de la alfarería tuvo, sin duda, un lugar de los
más importantes en sus actividades diarias. En cuanto al trabajo
en madera ellos no lo ignoraron ciertamente, pero ni el menor
rastro ha quedado de los objetos a los cuales, evidentemente,
supieron aplicarlo.
Las prácticas religiosas y las ceremonias de un carácter
probablemente muy suntuoso a juzgar por el número y la belleza
de las alfarerías rituales, debían ocupar una gran parte del día.
Según la señora Cox Stevenson Cushing, y otros autores
norteamericanos que los visitaron por largo tiempo, los Indios
Pueblos despliegan en el decorado de la cerámica y el
simbolismo que la caracteriza, un lujo que se aproxima
notablemente al que se observa entre los antiguos pueblos de
Santiago del Estero y los ejercicios religiosos absorben casi seis
meses de cada año, o sea la casi mitad de su tiempo.
Bajo aspectos, hechos a veces para sorprendernos y
desconcertarnos no poco por su rareza, las ceremonias religiosas
de los Zuní y de los Hapi, responden a conceptos animistas y
panteístas y a preocupaciones de moralidad de una notable
elevación. Los orígenes de su teogonía, de las más complicadas,
así como los de su cultura, se pierden en la noche de los
tiempos.
Es muy probable, en suma, que el modo de existencia de los
constructores de túmulos de Santiago del Estero debió
evolucionar bajo la influencia de condiciones psicológicas que
no se han apartado mucho de las de los Clif [ilegible] weller del
Arizona.

- 213 -
He aquí todo lo que nos han enseñado las reliquias del pasado
que tantas veces hemos dado vuelta entre nuestras manos y
consultado pacientemente.
Es poca cosa, diréis. Lo suficiente sin embargo para que nos
inclinemos con sentimiento de melancólica simpatía hacia esos
hombres y esas mujeres de un muy lejano pasado, que
conocieron nuestras alegrías y nuestros dolores y persiguiendo a
su manera un sueño de belleza, alimentaron sublimes esperanzas
que les ayudaban a soportar mejor las tristezas de la vida.

- 214 -
Desentrañaron el pasado de Santiago

Por: Olimpia Righetti

Olimpia Righetti, santiagueña, fue la principal colaboradora


de los hermanos Wagner en su tarea arqueológica. Libro 50º
aniversario de El Liberal, 1948.

El trabajo de Emilio y de Duncan Wagner es demasiado


múltiple y fecundo para poder describirlo en todos sus aspectos
en una reducida monografía. No haremos pues sino señalar una
parte modesta de la carrera de naturalistas y arqueólogos,
cumplida en Santiago.
Cuando el gobierno de la provincia llama a Emilio Wagner
en 1923, para organizar el Museo Arcaico, para Wagner es ya un
hecho el descubrimiento de la civilización Chaco-Santiagueña.
Al hacerse cargo aportó, con sus caudalosos conocimientos, su
hermosa colección arqueológica y otra de coleópteros.
Los trabajos personales de Wagner progresan enormemente,
pero el éxito ante los poderes públicos es nulo. Fue necesario
que en 1927 un hallazgo casual, de una ocarina, despierte el
interés de un corresponsal de El Liberal y repercuta entre los
intelectuales de La Brasa, quienes entrevistaron a don Emilio y
obtuvieron del gobernador Domingo Medina, el 5 de mayo de
1927, un subsidio de mil pesos para que el director del museo se
trasladara al terreno, estableciera el fundamento de las
informaciones del corresponsal de El Liberal y juzgara con
conocimiento de causa la importancia que tendría para la ciencia
el hallazgo denunciado. Establecieron campamento en Llajta

- 215 -
Mauca. Desde entonces las excavaciones se realizaron sin
interrupción cada año.
El museo creció aceleradamente. No había vitrinas para
conservar las colecciones. A falta de ellas, don Emilio construyó
mesas con cajones de embalaje, cuyo precio es reducido.
Duncan escribía y dibujaba sobre ellas. Sobre ellas se realizaron
las primeras exposiciones y se dictaron clases a las escuelas. La
que escribe, que ya concurría al museo, empezó sus estudios en
esas mesas. El trabajo se hizo amplio. Don Emilio buscó en el
terreno, reunió material donde se asentara la obra y lo estudió
arrancándole sus secretos. Duncan investigó en el libro, escribió
el resultado de los estudios, dibujó y pintó.
En 1932 el éxito de sus trabajos llegó a Francia, la que ha
estimado tan alto la obra de sus hijos, que condecoró como
Caballero de la Legión de Honor a don Emilio y acordó igual
distinción al gobernador que le prestó ayuda. En 1934 el museo
arqueológico cuenta con 17.000 piezas no completas, pero con
lo suficiente para que los Wagner las reconstruyeran
íntegramente. Un fragmento era suficiente para que las
interpretaran.
En esto, sólo Ameghino los iguala. Con esa base publicaron
el tomo I de la gran obra “La Civilización Chaco-Santiagueña y
sus correlaciones con las del nuevo y viejo mundo”. Los diez
años siguientes la obra experimentó un notable progreso como
consecuencia de los numerosos descubrimientos que don Emilio
realizó en el campo de la investigación, confirmando lo que
expusieron en el primer volumen. Tal los símbolos y signos
alfabetiformes de los torteros; el culto del fuego; la cerámica
negra; el hombre fósil; el culto del cono de trascendencia
mundial; el metal en América; la migración de la raza de ojos
horizontales y la de ojos oblicuos; el carácter proteiforme de la
deidad chaco-santiagueña, etcétera.

- 216 -
Desde el año 1928 don Emilio Wagner tomó a su cargo el
museo, aumentó su valor científico en la misma proporción que
las colecciones han pasado de 3000 piezas (cuando su
fundación) a 75.000 que poseemos actualmente. [en 1948]
Volviendo los ojos sobre ellas, don Emilio solía decir: “He
pagado mi deuda de gratitud a este país hospitalario con haber
formado este museo”.

- 217 -
En Icaño, vivió D. Emilio Roger Wagner, estudioso de la
arqueología santiagueña

Por Orestes Di Lullo

¿Quién no ha conocido a D. Emilio? Desde principios de


siglo, en persecución de propósitos vinculados con entomología
y a favor de insobornables inclinaciones naturales, establecióse
en Icaño, en el vecino lugar de Mistol Paso, sobre las barrancas
del Río Salado Y allí vivió consagrado a la ciencia durante
medio siglo.
Era D. Emilio hijo de Raúl Carlos Wagner, casado con
Adelaida Mikiewickz, de la nobleza polaca, y emparentado con
los Ratzeville y la Princesa Alexandrovich. De niño había
conocido América, por las misiones que su padre debió cumplir
como agente diplomático de Francia, de modo que al cumplir su
servicio militar en la patria D. Emilio vuelve a América,
recorriendo Brasil, Paraguay, Tucumán, Santiago del Estero.
¿Qué raro misterio influye, qué razón poderosa le ata a esta
tierra, en la que más tarde había de descubrir uno de los tesoros
arqueológicos más importantes de América? Icaño era su pasión.
Cultiva la tierra, realiza obras hidráulicas para levantar el agua
del río, que, ahí al borde de la casa que construye, se desliza,
hondo y manso, cubierto de una densa siembra de árboles. Allí,
vive.
Es ya conocido en el mundo científico. Ha publicado varios
libros: “L‫ ۥ‬Allemagne et l‫ ۥ‬Amerique latine”, “La Revanche de la
Kulture”, “A travers la fórest brésilienne”. Es un patriota.
Regresa a Francia para defenderla en la guerra del 14. Ha
obtenido títulos y distinciones oficiales, desde Miembro

- 218 -
Correspondiente del Muséum d‫ ۥ‬Histoire Naturelle de París hasta
la Legión de Honor. Y a poco de su designación de Director del
Museo Arcaico, fundado por el Dr. Alejandro Gancedo en
Santiago del Estero, sorprende al mundo con sus estudios de
arqueología, que culminan con su obra: “La Civilización Chaco-
Santiagueña”, publicada en 1934.
Desde 1927 le ha ayudado en estos trabajos su hermano
Duncán Ladislao Wagner, poeta, escritor, hombre de cultura y
de empresa. También él se soterra en Icaño. También él siente la
poderosa atracción de la naturaleza y acaso escucha la voz de los
siglos, que no pasan en vano, cuando hay un espíritu que recoge
su eco y lo devuelve, transfigurado, magnificado, a la
inmensidad del mundo del arte y de la ciencia. Duncán, del
secretariado de la Usina Central de Azúcar de Pojuca, Brasil,
pasa a la publicación de su libro “Le Banquet”. De la fundación
de múltiples ingenios y colonias a la redacción de la Revista
Franco-Brasileña. De la empresa comercial al estudio de la
arqueología, con el mismo ahínco y la misma tenacidad de su
espíritu inquieto. Y si fracasa en sus afanes industriales y se
malogran sus propósitos, triunfa en cambio en vida de sus
afectos más caros, en el mundo de la ciencia y de la cultura,
ayudando a su hermano a salvar del olvido una de las
civilizaciones más antiguas del continente.
Y luego, atraída por estos hombres, desfila una corte de
personajes interesantes, productos del refinamiento europeo, que
llegan, se aposentan y se marchan, dejando en Icaño la estela de
su boato y señorío: el Barón De Marchi, la Condesa Romani,
Emilia Lieto Bogliaro di Prato, escritora y poetisa consagrada, el
Conde Pocci y el médico Eugenio Di Giovanni. Aún se
recuerdan los años de magnificencia pasados en Mistol Paso: los
criados de pelucas y calzón corto, los festines de manjares y
bebidas importadas, la cristalería de bacarat y las vajillas de

- 219 -
plata en que eran servidos, las colgaduras y tapices, la rica
colección de armas y libros…
Nada de ello existe ahora. A tres kilómetros de Icaño,
después de cruzar algunos matorrales de arbustos raquíticos, de
seguir un camino estrecho y zigzagueante, he llegado a Mistol
Paso. He Penetrado bajo la umbría de un bosquecillo tupido de
mistoles. Y de pronto, majestuosa, sombría, imponente, emerge
la casa que fue residencia de D. Emilio y de su hermano
Duncán. El techo cae a dos aguas casi hasta el nivel del suelo.
Sus muros muestran la mordedura del tiempo. Un polvillo fino
revienta bajo la fofa capa de cal. Los vidrios de los ventanales
están empolvados. Las arañas han tejido gruesas telas polvosas
en los intersticios de los vanos, entre las maderas, bajo el alero
de tejuelas roídas y rotas.
He penetrado al largo vestíbulo que atraviesa de una a otra
parte la casa.
He sentido una gran tristeza viendo los aposentos sumidos en
el silencio y la sombra, sin vida y sin objeto, en la fría atmósfera
del aire confinado, sintiendo la muerte de todo en la nada.
Luego, me he asomado a la habitación en que D. Emilio y
Duncán trabajaban y he visto la mesa, y la lupa, y los libros, y
algunos fragmentos de urnas funerarias. Todo estaba como era,
pero ahora un manto de polvo cubre las cosas.

(Cortesía de Miguel Pajón)

- 220 -
El Imperio de las Planicies

Por: Duncan L. Wagner


(Fragmentos de la conferencia “Treinta años de arqueología
en la Mesopotamia y en el Chaco de Santiago del Estero”)

Icaño formaba parte central en el amplio territorio que los


hermanos Wagner consideraron existente hace milenios,
cohesionado por la civilización chaco-santiagueña.

[…] En el primer volumen de nuestra obra hemos descripto


los rasgos más salientes de la civilización de esos pueblos del
pasado y establecido exactamente, como por el momento es
posible hacerlo, el trazado de las fronteras del vasto territorio
que ellos colmaron de los mil rumores de sus actividades diarias
y donde su existencia nacional parece haberse desarrollado
próspera y relativamente tranquila, durante muchos años.
[…] De esta construcción del espíritu, basado sobre la solidez
de los hechos, la parte que se refiere al simbolismo muy
particularmente sutil y refinado de aquellos pueblos
desaparecidos, donde el esoterismo ha debido tener, todo mueve
a creerlo, un rol considerable, es ciertamente una de las más
interesantes de estudiar, como estando esencialmente ligada a la
idea que nosotros también nos hacemos de esos enigmáticos
habitantes prehistóricos de la planicie santiagueña.
Ese simbolismo intensivo y las fórmulas de arte religioso y
hierático a los cuales ha dado nacimiento, son dignos de ocupar
un lugar aparte, y de los más importantes por cierto, no
solamente en el estudio de los caracteres propios de las viejas
razas de la Argentina sino de las diferentes manifestaciones más
sugestivas de la inteligencia humana de que tenemos

- 221 -
conocimiento. En ningún otro lugar han sido encontrados
parecidos.
Este estudio nos ofrece la ocasión de penetrar hasta cierto
punto en los meandros infinitamente complicados de una
mentalidad donde el misticismo ha tenido una gran parte y que
no ha sido ciertamente el de los pueblos bárbaros y groseros,
compuestos de tribus errantes y miserables.
El Imperio de las Planicies ha hecho su entrada en la escena
cambiante del mundo en condiciones y una fecha que
permanecen, hasta el momento, cubiertas de un velo de misterio
impenetrable y bien parece que se hubiera retirado con la misma
desconcertante discreción.
[…] En materia absoluta, los únicos datos que conviene
aceptar como verdaderos nos son suministrados por las
correlaciones positivas y completamente indiscutibles que
existen entre los productos del arte cerámico de los antiguos
habitantes de Santiago del Estero y los de la época neolítica de
la Eurasia.
[…] Esos numerosos pueblos se mostraron, poseemos
pruebas irrecusables, agricultores. Cultivaron el maíz y por
consiguiente otras plantas alimenticias; fueron pastores
cuidadosos sin duda, de sus rebaños de guanacos u otros
auchenias, tejedores de una notable habilidad y alfareros
incomparables, maestros entre los maestros . Entre los pueblos
prehistóricos no hay ninguno que los haya aventajado en esta
rama de las actividades humanas, en ciertos aspectos de la cual
ni siquiera han sido igualados.
Pero lo que envuelve la fisonomía de esos pueblos del lejano
pasado en una atmósfera singularmente atrayente, algo
turbadora sin embargo, es la impresión de espiritualidad intensa,
de ferviente religiosidad y de esoterismo netamente indicado
que se desprende de un arte cerámico de la más extraña y

- 222 -
original belleza, cuyas concepciones no han podido ser
inspiradas sino por un sentimiento de lo divino y del más allá
notablemente desarrollado. Esas curiosas gentes habían llevado
el simbolismo a tal grado de perfección y como acabamos de
decirlo, de sutil refinamiento, que sorprende a la imaginación.
En ningún otro pueblo, en efecto, hallamos el ejemplo de un
número tan considerable de ideogramas ingeniosa y hábilmente
combinados y aplicados al arte decorativo con tanta elegancia,
precisión y seguridad.
La admirable serie de simbolizaciones, con frecuencia
extrañamente estilizadas que va a pasar ante vuestros ojos ha
sido seleccionada de un conjunto muy vasto que comprende un
estudio completo del rol tenido en la iconografía de los
constructores de túmulos en Santiago del Estero por el símbolo
de la mano unida a la serpiente.
[…] Notablemente impregnados de sentimiento religioso y de
una piadosa veneración hacia aquellos de quienes la muerte los
había separado, esos pueblos no parecen haber vivido librados a
los instintos sanguinarios que han impreso un sello de
truculencia tan poco agradable de contemplar, a las artes
plásticas de otros pueblos precolombinos. Por otra parte, las
escenas chocantes de un erotismo exasperante que hieren casi
siempre nuestras miradas en la iconografía de los antiguos
pueblos americanos, y que no siempre han respetado el augusto
estilo de las tumbas, no se encuentran jamás, ni aún débilmente
insinuadas en el arte de tan absoluta castidad de esas viejas razas
de la Argentina.
Ciertos indicios parecerían señalar que ese poderoso Imperio
de las Planicies no fue particularmente belicoso ni conquistador
pero que pudo, sin embargo, durante larga serie de años, tener
los perros de la guerra alejados de sus fronteras, lo que
explicaría su aparente prosperidad.

- 223 -
Esto permite entrever la existencia de pueblos disciplinados,
obedientes a una autoridad centralista, firmemente establecida,
probablemente teocrática y de costumbres no desprovistas de
amenidad donde debían ocupar uno de los lugares más
importantes las ceremonias religiosas, acompañadas de danzas y
juegos de los que dan fe ricamente decorados que no están
ciertamente hechos sólo para contener el agua sacada de los más
próximos receptáculos, los instrumentos de música de todo
género y las numerosas fichas encontradas en los túmulos.
Los tejidos destinados a los vestidos eran de una fineza
notable como lo prueban algunos raros fragmentos de una
hermosísima tela, encontrada adherida a los adornos de una urna
funeraria, así como impresiones de tejidos, que hemos
encontrado preservadas entre dos capas de arcilla. Las fusaiolas
* en tan gran número y el cuidado puesto en su confección,
serían suficientes por lo demás para apoyar la convicción de
hasta qué punto el arte del hilado y por consiguente el del tejido
fue tenido en honor por esos pueblos apasionados de la belleza
plástica bajo todas las formas que encontraron a su alcance.
Adornadas de perlas de nácar, de turquesa, de lapislázuli y
otras piedras semi preciosas encontradas en los túmulos y de los
cuales nuestro Museo posee una muy bella colección, las telas
con las que se vestían los antiguos habitantes de Santiago del
Estero no debían ceder un punto en suntuosidad a las magníficas
cerámicas policromas que hacen todavía ahora la admiración de
los entendidos. Esos pueblos no fueron pues bárbaros recién
escapados de los paraderos primitivos. Todo observador, aún
poco atento, convendría con nosotros que una civilización que
tiene tales rasgos, no ha podido ser la obra de pocos siglos, sino
el fruto de una serie de evoluciones sucesivas que ha debido
extenderse sobre un lapso al que es imposible asignarle un límite
pero que por fuerza tuvo que comprender muchos siglos.

- 224 -
[…] Ante nosotros se levanta, vigorosamente diseñada, la
imagen de un pueblo numeroso que estuvo muy ciertamente
dotado de cualidades mentales de una poderosa originalidad y de
un sentimiento de la belleza notablemente desarrollado. No
tememos afirmar que en ningún otro pueblo en efecto, la vida
social, política y religiosa, se ha mostrado aureolada de un
simbolismo místico tan intenso, habiéndose manifestado bajo las
formas de una suntuosa e impresionante belleza. Si es verdad
que la historia de un pueblo puede leerse en la de su cerámica,
cuan llena de emocionantes perspectivas ha debido ser la de un
pueblo donde este arte llegó a un grado de perfección tan
notable y donde estuvo al servicio de la más singular riqueza
ideográfica que sea posible imaginar.
Sobre piezas de cerámica innumerables, signos enigmáticos
han sido pintados o grabados, emblemas, símbolos, siempre los
mismos, siempre llevando el sello de la misma escuela
cualquiera que sea la distancia que separan las localidades en las
que se las ha encontrado.
[…] Nos reduciremos ahora, al final de la presente, a
reafirmar nuestra convicción ya muchas veces manifestada de
que la existencia de una Atlántida de más grande envergadura
que la de Platón, en donde había reinado una civilización
primordial, madre de todas las otras, cuya sede principal
estuviera en América, tal como el doctor Robert Henseling,
profesor de Arqueología de la Universidad de Berlín no teme
afirmar, es una suposición tan perfectamente concebible como
científicamente admisible. La conquista del Imperio
Prehistórico, cuya majestuosa imagen acabamos de evocar, ha
aportado una hipótesis semejante, un material constructivo, cuya
extraordinaria importancia sería imposible querer negar.
Es a la Arqueología Comparada universal tal como la
comprenden y la enseñan en la Escuela de Santiago del Estero,

- 225 -
que incumbe la tarea de determinar el verdadero valor de esta
nueva documentación, así como las conclusiones que conviene
sacar de ellas y a las cuales será en vano querer substraerse.

* Fusaiola: Pieza de cerámica, con forma circular y un orificio en


el centro, utilizado para pasar un huso de hilar, generalmente
fabricado con hueso.

- 226 -
La mujer en la civilización Chaco-Santiagueña

Por Olimpia L. Righetti

(Conferencia pronunciada en la Sociedad Científica


Argentina, el 15 de septiembre de 1941)

Desde esta tribuna que tengo el honor de ocupar me


propongo dirigiros algunas palabras a fin de interesaros a
examinar conmigo cierto número de documentos arqueológicos
y a considerar juntos los hechos que, surgiendo de por sí,
permiten formarnos una opinión sobre los pueblos que en un
pasado muy lejano vivieron en las tierras de América, donde con
pie indiferente profanamos muchas veces sus cenizas y los
vestigios de sus actividades pasadas.
Es de la mujer de la civilización Chaco-Santiagueña de quien
deseo hablaros.
Su rol, ciertamente importante, si no preponderante, podemos
juzgar del hecho que, las estatuillas de aquella divinidad son
mucho más numerosas bajo la forma femenina que masculina.
Circunstancia que ha llamado la atención de los arqueólogos del
Viejo Mundo, quienes la han bautizado con el nombre de “mujer
sin boca”, sin haber seguido más lejos las investigaciones que
los habrían llevado a comprender que esas efigies son antropo-
ornitomorfas (hombre-pájaro) y que la nariz, siendo a la vez
pico de pájaro, ocupa naturalmente el lugar de la boca.
Por otra parte, el trabajo tan complicado de la cerámica, que
sorprende por la variedad de sus formas y encanta los ojos por la
elegancia, la pureza y el sentido artístico de sus motivos
simbólicos decorativos, es uno de los atributos de la mujer.

- 227 -
La impresión de sus dedos pequeños y fuseiformes se
encuentra constantemente en el modelado de las cerámicas o de
las estilizaciones ofídicas muy usadas, como las barretas en
relieve, portadoras de cúpulas dejadas por la impresión de la
yema de los dedos.
Esas impresiones provienen de dedos redondos, delgados y
terminados por uñas redondeadas y poco salientes; la costumbre
de dejar crecer las uñas como armas defensivas, no parece haber
estado de moda entre las morenas alfareras de manos livianas y
ágiles de la prehistoria, que nos han dejado tantas pruebas de su
habilidad en la fabricación de las más finas y delicadas
alfarerías, modeladas todas con maestría, muchas de las cuales
deben considerarse obras maestras del arte cerámico
prehistórico.
Entre estas últimas, se destacan las fusaiolas, provenientes de
las excavaciones del subsuelo y de los túmulos de Santiago del
Estero, de las cuales poseemos 6000 ejemplares de todas las
formas y dimensiones. La gran mayoría están grabadas o
esculpidas en bajo relieve u ornadas con motivos simbólicos
hechos por una sucesión de pequeñas impresiones practicadas en
su superficie cuando la arcilla estaba aún fresca, antes de la
cocción, o trabajadas con una punta aguda de bordes cortantes,
que dejó trazos tan netos como los que hace un grabador sobre
el metal.
No sabríamos admirar demasiado la precisión del trabajo y la
seguridad de las manos que las hacían; es evidente que eso ha
sido conseguido merced a una educación especial y a una gran
práctica.
Estos pequeños instrumentos de terracota, llamados
vulgarmente torteros, fusaiolas por los arqueólogos y muyumas
en lenguaje quichua, se colocan en la base del huso para hilar.
De este modo, mantienen el movimiento de rotación bajo el

- 228 -
impulso de los dedos de la hilandera y contribuyen a mantener la
posición vertical del huso.
La infinita variedad de formas y decorados y el cuidado que
ha presidido su fabricación, indican que servían para trabajos de
hilandería muy fina.
El empleo del hilo delgado parece haber sido común para la
fabricación de telas de igual calidad. Esta aseveración está
reforzada por la lógica de las conclusiones que surgen de los
documentos: pues, en razón del peso del tortero, está el espesor
del hilo. Vale decir, que un tortero chico debe producir hilos
delgados. Y aquí viene lo interesante de esta verdad: en la
magnífica colección que nuestro museo posee, hay un porcentaje
considerable de torteros pequeños, entre los cuales algunos sólo
alcanzan a pesar un gramo; 1,10 gramos y tienen una
circunferencia menor que la del anillo de un dedo de bebé. Los
más comunes sólo pesan 9,30 gramos.
Además, no debemos despreciar la elocuencia de los
números. Seis mil torteros ¿no sugieren la idea de 6000 mujeres
entregadas al útil arte de hilar para cubrirse? Tomamos el
número íntegro, porque si bien es cierto que una misma tejedora
podía ser dueña de varios de estos instrumentos como ocurre en
el Viejo Perú, no debemos olvidar que el tiempo, agente
destructor, ha debido hacer perecer muchísimos más, y así las
colecciones reunidas en nuestro museo constituyen una parte
ínfima del tesoro arqueológico que duerme en las entrañas de la
provincia de Santiago del Estero.
No solamente los magníficos ornamentos de los torteros, el
cuidado de su pulido, la prolijidad en su aspecto, la variación en
su forma, las elegantes combinaciones en sus decorados,
denuncian el refinamiento de aquellas hábiles artistas, alfareras
y tejedoras, sino que también hay un hecho que resalta y hace
pensar con admiración en sus gustos y costumbres; es el de

- 229 -
haberse encontrado en las excavaciones que practica la Misión
Arqueológica de Santiago del Estero, uno de estos torteros
trabajado en una piedra semipreciosa.
Las cerámicas chaco-santiagueñas, pintadas o grabadas casi
sin excepción, indican que las telas que se hacían con aquellos
hilos debían llevar también esos mismos dibujos, ya en colores o
hechos en la trama, como ocurre con los tejidos encontrados en
las tumbas peruanas.
Un tejido del Viejo Perú que forma parte de las colecciones
del Museo de Santiago, hace ver el empleo de los motivos
simbólicos-decorativos de esa provincia.
El único fragmento de tela, milagrosamente conservado hasta
nuestros días, fue encontrado adherido al fondo de esta urna
funeraria. Es sumamente delgado y evidentemente se usó para el
vestido. Su estudio, practicado por René d’Harcourt, especialista
en tejidos americanos, confirma lo que el examen cuidadoso de
los torteros sugería. Veamos lo que el especialista nos dice
después del prolijo estudio practicado en Francia sobre dicho
fragmento de vestido: “Presenta, sobre una de sus caras, líneas
paralelas de pequeñas riendas dobles incorporadas regularmente
en la tela a distancias fijas. Todo el interés del análisis del tejido
reside en la demostración del modo de la obtención de esas
riendas…”
“Por cada centímetro cuadrado, se cuentan 30 hilos de
cadena, más o menos, contra 23 hilos de trama…”
“No he encontrado hasta ahora tejidos del Viejo Perú
ofreciendo sistemáticas comparables a las que acaban de ser
descriptas. Se puede admitir una intención decorativa si el hilo
de la trama es de color diferente del hilo de la cadena; en ese
caso, siendo la trama casi invisible en las partes tejidas, el
género presentaría un fondo de color liso sobre el cual se

- 230 -
destacaban en claro o en oscuro, pequeñas líneas paralelas
constituidas por las riendas.”
No hemos de abandonar el rico tema que nos brinda el arte de
tejer sin antes hablar de los pequeños instrumentos que se
usaban en los telares. Nos referimos a las agujas de hueso,
trabajadas con sumo esmero, las que como los torteros
despiertan interesantes sugestiones. Ellas están a la altura de las
delicada manos que las usaron y del refinamiento de aquellos
instrumentos.
Para hacerlas, el material mismo parece haber sido
ennoblecido por el hombre y por magia de algún procedimiento
hoy desconocido, les dieron el aspecto de marfil. En una de
ellas, sobre una superficie finamente pulida, se ha dibujado un
reticulado, que estiliza el cuerpo de la serpiente sagrada; en otra
extiende, zigzagueante, su cuerpo ofídico. Así, los objetos de
uso práctico conservaban en su delicadeza, su carácter religioso.
Veamos lo que dice mi sabio maestro, refiriéndose a un alfiler
de hueso por él encontrado en los túmulos del Chaco-
Santiagueño, el que, según toda probabilidad, servía para
prender las mantas que llevaban las mujeres de aquella lejana
época. “Esta aguja fue obra multimilenaria de un cazador artista,
que al ver deslizarse un cisne sobre las aguas de una laguna notó
que la elegante ave dejaba tras de sí al nadar, una larga estela
sobre el espejo de las aguas dormidas, y comprendió que había
allí un motivo para hacer un alfiler para asegurar la manta de
una persona querida, o tal vez para adornar sus cabellos.”
Con una admirable paciencia y la ayuda de una astilla de
sílex cortante entre sus dedos, un fragmento de hueso cobró vida
y se transformó en el hermoso cisne nadando que aquí admiráis.
Investigando siempre sobre documentos arqueológicos que
tan generosamente nos regalan los túmulos de Santiago del
Estero, y los que nos proporcionan las provincias circunvecinas,

- 231 -
hemos podido conocer algunos peinados de la época y el
cuidado que dedicaban al arreglo del cabello.
Un vaso antropomorfo que representa a una mujer con los
brazos en jarra nos da el ejemplo de un peinado muy elegante
que hoy en día no tendríamos a menos llevar. Éste se compone
de una “banana” o rodete alargado y dos bucles que caen sobre
la nuca. Ningún cronista nos habla de peinados así, ni en
Santiago, ni en toda la región del Tucumán; y los historiadores
contemporáneos nos hacen conocer más bien algunos muy
sencillos, generalmente melenas. Todos los puntos que
acabamos de establecer con pruebas materiales,
incontrovertibles, permiten formarnos una opinión positiva
sobre lo que fueron en las lejanas edades los pueblos que
habitaban el Chaco-Santiagueño y sus regiones adyacentes, y
nada autoriza a pensar que sobrevivieron hasta la Conquista.
No es necesario hacer la aclaración de que se trata de una
reconstrucción muy modesta, basada en documentos reveladores
de que esta parte de América no estuvo en un pasado muy
lejano, cada día mejor esclarecido, poblado por tribus
semisalvajes, compuestas por individuos vestidos con plumas y
taparrabos. Por el contrario, hubo una civilización apacible y
exquisita, con un alto grado de evolución artística, que ocupó el
centro y norte de nuestro país. Los tesoros inapreciables de esa
civilización se conservan y estudian en el Museo Arqueológico
de Santiago del Estero.

* Dos conferencias sobre el imperio de las llanuras santiagueñas.


Buenos Aires, 1942.

- 232 -
Historia de Mistol Paso

Por: Haydee Wagner de Costas


(Hija de Emilio R. Wagner)

A principios del año 1.900 don Emilio R. Wagner estuvo por


Icaño. En 1904 se lo ve construyendo su casa en Mistol Paso
(hay fotos). La propiedad fue adquirida a Otto Wulff, por esos
años.
Cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, don
Emilio pensó que su lugar debía estar en Francia y se enroló
como voluntario en defensa de su Patria lejana. Todos sus bienes
quedaron bajo la tutela del abogado don Napoleón Taboada, que
se decía gran amigo y hombre de confianza.
Cuando después de la muerte de mi padre, fui a ver la casa
donde yo había nacido, pude enterarme por don Absalón
Aymeric, su ahijado, de algunos detalles de cómo don Emilio
perdió mistol paso. Cuando yo le dije que no contaba con la
cantidad de dinero que pedía la Sucesión Taboada (ahora a
cargo, luego de la muerte de Napoleón Taboada) y que papá la
había transferido por una deuda. “¡Qué deuda! –dijo don
Absalón– si mi padrino era inmensamente rico. ¡No debía un
centavo a nadie!” Lo que pasó es que Taboada le hizo una mala
jugada. Don Emilio había firmado una garantía por el alquiler de
una casa en Icaño para un médico amigo, creo que el Dr.
Eugenio de Giovanni, de noble familia italiana y huésped por
entonces de don Emilio en Mistol Paso.
El propietario era Otto Wulff, el alemán que le había vendido
Mistol Paso a don Emilio, y Napoleón Taboada no encontró
nada más conveniente que pleitear con el alemán (mi padre,
francés, estaba en guerra contra el país de Wulff) y ganar. Claro

- 233 -
que con vender un par de novillos, se habría pagado esa cuenta
que era de $ 200 (doscientos). En esa época una vaca se vendía a
$100 por la guerra europea. Pero más le convenía a Taboada
entablar y ganar el pleito. Así se presentó triunfante ante mi
padre. Había vencido al alemán con su victoria a lo Pirro (para
Wagner) y presentada en bandeja dorada…pero detrás venía la
cuenta, de $25.000 (veinticinco mil), que don Emilio arruinado
por la guerra no pudo pagar.
Según Aymeric me expresó, Taboada aprovechó muy bien la
euforia de don Emilio que volvía de ganar la guerra expulsando
a los invasores de su Patria. Entonces lo hizo transferir la
propiedad, en prenda por sus honorarios, sin más, cosa que don
Emilio hizo pensando que alguna vez la recuperaría. Nunca
pudo aunque hasta los últimos años de su vida lo deseara, según
Canal Feijóo, que estaba en esos trámites cuando don Emilio
falleció en 1949 (hay cartas).
Aunque ya dueño de Mistol Paso, Taboada permitió a mi
padre seguir viviendo en la misma casa que construyera, nunca
se comentó nada. Quedaba muy mal que un patriarca como
Napoleón Taboada, haya dejado en la ruina, y más completa
miseria a un caballero de noble estirpe, como don Emilio Roger
Wagner… Y todo se tapó para el resto de la gente.
Yo no sabía nada de eso, hasta que un día, allá por 1937,
cuando yo tendría unos once años, mi madre y yo vimos desde
un ventanal de la casa a un hombre joven y rubio, vestido con
ropa de montar de corderoy marrón observando todo. Entonces
papá dijo:
–Ese es uno de los Taboada: –era el Gringo Ramos Taboada
(un sobrino) –, no es la primera vez que anda merodeando–.
Gaspar (hijo de Napoleón) preparó un documento que está en
lo del Juez de Paz de Icaño, por el que no se permite a nadie
sacar nada de Mistol Paso ya que todo pertenece a la

- 234 -
“Sucesión”. Aún lo veo examinando una máquina de cortar
alfalfa, una Mc Cormic, inutilizada por no conseguirse
repuestos. Solía venir en compañía de algunos de la familia
Mansilla, de Icaño, en cuya casa se hospedaba. Cuando años
después de la muerte de papá, le recordé ese episodio, lo negó.
Dijo que nunca estuvo en Mistol Paso. Yo, una huérfana sin
familia, amigos ni dinero, pensé aunque no se lo dije: “Que Dios
lo anote en tu cuenta!” Cinco años después lo llamó.
En apariencia don Emilio Wagner seguía siendo el dueño de
Mistol Paso y todo se cubrió como si nada hubiera pasado a
pesar de que tuvo que hachar leña con sus propias manos y
venderla en Icaño para sobrevivir… (hay una carta de N.
Taboada reprochándole por quejarse de su suerte). Papá
comenzó a crear un colmenar… siempre decía que las abejas lo
salvaron ya que años después, por la década del treinta, tenía el
más magnífico y principal colmenar de la zona. Volvió a
cultivar alfalfa y criar ganado y “reverdecer Mistol Paso”, como
decía, con el único apoyo de mi madre y su férrea voluntad.
Cuatro años después de la muerte de ella, papá también murió.
Hacía unos dos años que declinaba, no podía atender todo desde
Santiago, ya muy anciano y sin la dirección de mi madre en
Mistol Paso.
Cuando don Emilio había ido a la guerra, Taboada dispuso
que toda la hacienda caballar y vacuna de raza y demás, fuera
llevada a la estancia que tenía en Quebrachito, cerca de Pinto,
bajo la dirección de Leandro Taboada, otro de sus hijos (según
se decía “la oveja negra” de la familia). Allí desapareció para
siempre, se pensó que don Emilio no volvería nunca de la
guerra, que había muerto, y Taboada dispuso de todo como
dueño y señor.

- 235 -
La curtiembre de Mistol Paso, que exportaba cueros a
Europa, sin dirección adecuada, sucumbió, así como toda la
actividad agrícola ganadera.
Pero “graciosamente” los Taboada permitieron seguir
viviendo a don Emilio en Mistol Paso, hasta su muerte, es decir,
desde que le compró la propiedad a Otto Wulff en 1900, hasta
1949. Unos cincuenta años en total.
De Mistol Paso, desde que don Emilio se hizo cargo del
Museo Arcaico, luego Arqueológico, partieron todas las
misiones de búsqueda y recolección de material científico que
luego constituiría el más rico acervo de nuestro pasado remoto.
Ahí nació el Museo Arqueológico, como él llamaba. Durante un
tiempo lo acompañó su erudito hermano Duncan, que lo
complementaba hasta que se radicó en Santiago como vice
director. Y tanto el Museo como Mistol Paso, recibieron las
visitas de los más distinguidos personajes de la ciencia y la
cultura.
Tras la muerte de don Emilio, la Sucesión comenzó a
desarmar la casa y vender todo lo vendible. Antes que esto
sucediera yo hablé con el Dr. Gaspar Taboada, quien aunque
parecía bien dispuesto ya que me conocía desde que nací, me
decía que todo dependía de la Sucesión, de la cual él era “sólo
una parte”. Me dijo que él no cobraría su parte, pero la Sucesión
no aceptaba los $7.000 (siete mil) que era lo único que tenía
como seguro. Pedían $12.000.
El Dr. Horacio Germinal Rava, que me asesoraba y se decía
amigo, pero resultó ser uno de los abogados de la Sucesión, me
aconsejó que retirara todo lo que pudiera de la casa (muebles,
libros, enseres domésticos, etcétera) porque me “iban a robar”.
Yo por ese entonces era maestra en Suncho Corral y el resto del
tiempo vivía con mi tía Cecilia, viuda de Duncan Wagner, en

- 236 -
Santiago. En Mistol Paso sólo quedaba la cuidadora y el que
fuera capataz, don Eduardo Aymeric, que vivía en las cercanías.
Cuando tiempo después volví a insistir y escribí al Dr. Gaspar
que vivía en Buenos Aires, este me dijo que tratara con el
Gringo Ramos Taboada, que era ahora el encargado. Y aunque
ya sabía quién era, fui a verlo. Este me dijo si “para qué quería
Mistol Paso, ahora que nadie se acuerda de los Wagner”, que “la
propiedad era grande”, 120 (ciento veinte) hectáreas, y que “la
dividirían en cuatro”. Entonces le pedí que me avisara y me
reservara la parte con la casa. Y aunque lo prometió, nunca lo
hizo. Ocho años después supe que la había vendido a un tal
Barrón, de La Banda y su socio de apellido Laprida.
Cuando le conté a Rava lo que me contestó Ramos Taboada,
me comentó: “Si no hubieras sacado las cosas te habríamos
podido hacer la posesión treintenal”… ¿Y no fue él mismo
quien me dijo que las sacara porque me iban a robar?... Ya
habían entrado cuando la cuidadora se había ausentado un día
para ver un familiar enfermo. Comprendí entonces que estaba
completamente sola.
La Sucesión no encontró nada mejor que establecer un
obraje. Arrasar con todos los árboles centenarios de la
propiedad, luego de vender la casa parte por parte. Estaba
levantada en ladrillo, quebracho colorado, con los dos frentes
con mamparas de vidrio labrado. Cuando fui y vi lo del obraje,
le pedí al cuidador que por favor no cortaran los árboles que
rodeaban la casa, y el hombre, cuyo nombre ignoro, tuvo la
gentileza de salvar dos mistoles, dos algarrobos, bajo uno de
ellos estaba la fragua, y un chañar al borde del río en el que se
solía atar el bote. Además, desarmaron y vendieron el enorme
galpón de pinotea y zinc, bajo el cual entraban las chatas a
descargar alfalfa y retirar los fardos.

- 237 -
Después cuando le vendieron a Barrón y Laprida, terminaron
con el alambrado de siete hilos y postes de quebracho. Los
lugareños se encargaron de no dejar ni un solo ladrillo. Ya se
llevaron los del dique, ahora están desarmando los calicantos de
la curtiembre, que estaba sobre el borde del río ahora seco desde
hace años.
Así es como la Provincia pagó la obra de los Wagner… su
entrega y sacrificio, no obstante que en su testamento mi padre
pide protección “para su hija y su madre que tanto hicieron para
ayudar a realizar las magníficas colecciones del Museo”. Nunca
conseguí siquiera audiencia, y pedir que me escucharan. Si
Santiago se conoció en el mundo, fue por el Museo y los
Wagner.
Mi intención fue que si yo no lo podía adquirir nuevamente,
pediría que pasara al Consejo General de Educación, para que
luego de refaccionar la casa, se creara una escuela infantil, con
el nombre de los Wagner. Nunca me escucharon. Más bien no
quisieron escucharme. No pudo ser. Ahora sólo unos cuántos
árboles y un pozo, que a este no pudieron llevárselo, marcan el
sitio. Leí que ahora buscan sitio para escuelas y no encuentran,
por lo que propongo a las autoridades educacionales pensar en
Mistol Paso. Pasarlo como Patrimonio Histórico de la Provincia
y crear allí una escuela granja. En especial, apicultura, por los
chañarales que hacen que la miel sea curativa.
La propiedad tenía riego a perpetuidad. Habría que habilitar
nuevamente el viejo Río Salado, el que navegara Esteban Rams
llegando justo hasta el frente de donde estaba la casa y donde mi
padre me señalaba los tocones de gigantescos árboles que se
cortaron para que pasara la embarcación.
Dejo la inquietud a las actuales del Museo Arqueológico
Wagner para gestionar esto que considero positivo para la
educación de niños y jóvenes. La UNSE podría asesorar en esto

- 238 -
ya que la educación es la base en la que se sustenta el progreso.
Quien la tiene, sabe cuidar su salud, procurarse trabajo y
construir su vivienda. Hay mucho por hacer después de
cincuenta años de postración e ineficiencia.

Nota: el manuscrito original de esta reseña y la siguiente carta


de don Emilio Wagner fueron entregados personalmente por la
Sr. Haydee Wagner de Costas al autor de este libro.

- 239 -
Una carta póstuma de Dn. Emilio R. Wagner

Al Dr. Bernardo Canal Feijóo


Para remitirlo al Dr. Gaspar Taboada, de parte mía.

Santiago del Estero, 12/46.


Caro Gaspar:
Te escribí hace pocos días para mandarte miel y remitirte la
guía, porque como no va por carga, puede ir a parar a la loma
del diablo, como pasó una vez ya y también para anunciarte que
te voy a mandar un buen cuchillo – machete de caza encabado
para vos que te prometí hace tiempo. Pero quiero conocer la
dirección más segura porque no quiero que se pueda perder, ya
que es la última hoja que me queda y no he de encontrar otra
igual. Dame pues a vuelta de correo la dirección segura. Otra
cosa, quiero que te entiendas con Canal Feijóo para ver si me
hacen condiciones y precio acomodado para que pueda
comprarles Mistol Paso, ya que deseo aprovechar el año lluvioso
y mis últimos años de actividad, y buscar resucitar mi antiguo
nido para tener en dónde descansar en paz, y dejar un hogar a mi
hijita Haydee, que es todo lo que queda de mí y de mi otra
familia*. – Vos sos archimillonario y Napoleón está muy, muy
bien. Verás si te entiendes con Bernardo, que es un buen y fiel
amigo y te arreglas para cederme esta porción de suelo
santiagueño, en donde he pasado tantos días buenos y malos y
que tenga, en mi vejez, el placer de morir en mi casa.
Bernardo y vos, tomen las disposiciones para hacer que sea
posible y que veas asegurado tu interés. Me has dado muchas
pruebas de afección, me darás todavía esta. Cuento sobre vos.
Mi salud es mejor, pero nadie conoce mi hora. Tengo tanta
experiencia adquirida, que tal vez haga reverdecer el viejo

- 240 -
Mistol Paso. Las tierras habrán descansado y pueden darme otra
vez un poco de alfalfa, en todo caso, mejoraría Mistol Paso.
Dejo esto entre Gaspar y Bernardo, que más entiende que yo
de estas transacciones y le he rogado que te escriba al propósito.
He vuelto a Santiago por algunos días o meses, esto depende
de Jorge Argañarás, que es mi Ministro hoy en día. Espero que
me ayude acordándose de los días en que cazábamos patos
juntos en los bañados del Salado. De estos días me acuerdo
siempre como del buen tiempo pasado.
Muchas cosas amistosas a Napoleón, gánalo a mi causa para
me sea favorable.
Un fraternal abrazo de tu viejo compañero.

Emilio R. Wagner

* “mi otra familia”: se refiere a la que dejara en Europa. Los


Wagner eran 7 hermanos: además de Emilio y Duncan, Andrés, Raúl,
Eduardo, Sabina y Lucía. Eduardo murió en 1900, como funcionario
de la embajada francesa en China, durante la rebelión de los boxers.
Por lo demás, eran una extensa familia, cuyas ramas se extendían,
además de Francia, por Escocia y Polonia.

- 241 -
Un tesoro desaparecido

Una periodista contemporánea se pregunta, al final de esta


nota, adónde están las 65.000 valiosísimas piezas
arqueológicas que faltan en la colección del Museo
Arqueológico, formado por los Hnos. Wagner en la ciudad
capital de Santiago del Estero.

[…] Olimpia Leandra Righetti (1910-1989), la mujer


discípula […] de los Wagner […] llegó a ser directora del ahora
denominado Museo de Ciencias Antropológicas y Naturales
Emilio y Duncan Wagner.
Mereció representar a la investigación de Santiago del Estero
en otras provincias del país y en el exterior, y como directora del
Museo realizó una gran labor de difusión y resguardo del
patrimonio cultural santiagueño.
En una nota, cuyo fragmento se incluye en estas páginas,
Olimpia declara que en 1948 la institución poseía un patrimonio
de 75.000 piezas resguardadas, lo mismo dice el propio don
Emilio Wagner para El Liberal, el 3 de noviembre de 1948:
75.000 piezas documentadas. Después de haber consultado
algunos archivos del propio museo; de haber leído textos de O.
Righetti y de E. Wagner; el último libro sobre estos científicos
publicado por Martínez, Taboada y Auat; y de haber
entrevistado al actual director del museo, quien declaró que
recibió un inventario de alrededor de 10.000 piezas, queda la
pregunta ineludible: ¿quién es el responsable del faltante del
patrimonio del Museo Arqueológico que dejaron los Wagner
hace más de 50 años?

Marta Graciela Terrera


El Liberal/Cultura. 8 de enero de 2006

- 242 -
Icaño, Ricardo Rojas y El País de la Selva

Por Cristóforo Juárez

[…] Evoco mi infancia en un pueblito gris, de calles anchas y


soleadas, polvorientas a veces, anegadas por la lluvia otras,
transitadas por hombres y bestias con un andar cansino.
Las vías del ferrocarril le daban límite por un lado; más allá
un malezal de jumes y chañares; por el otro, un riacho angosto,
brazo del río Salado, sinuoso canal que fue aprovechado por
aquel visionario civilizador que fue don Esteban Rams.
Me veo entre gente de habla e indumentaria bien distinta.
Mientras aquí una mujer dialoga en quichua, lenguaje que
conocía por haberlo oído de mi madre; más allá turcos, rusos e
italianos, platicaban con sus familiares o compatriotas en
idiomas distintos o en su media lengua ridícula, gesticulaban
mostrando sus mercaderías a los criollos, que dejando sus
cabalgaduras atadas a sendos postes, hacían acopio de telas y
comestibles, en improvisados mercados sobre las aceras o en
amplios negocios.
Ponchos y alforjas de variado colorido daban pintura a aquel
cuadro típico, que borrábase a la siesta.
Veíase a algún viejo criollo de chiripá y largo cuchillo el
cinto, cuya empuñadura de plata sobresalía cintura atrás.
Por la calleja que daba al río, rodaban bordelesas tiradas por
muchachones en busca de agua. Junto a las barrancas del riacho
había un profundo pozo de donde se extraía el agua, cuando el
lecho estaba seco.
Por portalones y zaguanes, veíase el brocal de los aljibes, con
su chirriante roldada, donde se almacenaba el agua de lluvia

- 243 -
para beber. Muchas casonas de tipo antiguo, tenían galería sobre
la calle.
Esto era Icaño, la aldea que yo ví, allá por el año 1906.
Habíame dejado mi madre en casa de una sobrina de mi
padre, esposa de don José Fernández Frías, en los primeros
meses de ese año. Allí concurrí a la escuela “Absalón Rojas” y
aprendí los primeros signos del alfabeto.
Pero lo que quiero relatar es un episodio singular que dejó en
mi alma huellas indelebles.
Una mañana fresca de otoño, divisé a alguien que llamaba
con el timbre, sobre el pequeño portón que daba acceso a la
casa, por una vereda sombreada de tarcos, árboles que en cierta
época del año se cubren de hermosas flores lilas.
Atravesando el ancho jardín, corrí hasta la puerta donde me
encontré con un elegante joven, vestido de negro, que me
preguntó por el dueño de casa, señor Fernández Frías. Ante mi
respuesta afirmativa, penetró por el sendero, apoyando su mano
sobre mi cabeza, al tiempo que me hacía diversas preguntas.
Dialogó con mi prima, a quien conocía, la que lo llamó
simplemente Ricardo. Mientras tanto, sentado en un sofá
esterillado, manteníame cariñosamente entre sus rodillas.
Años después, creo que en 1942, fui a saludar en el Plaza
Hotel, al eminente escritor don Ricardo Rojas.
Conocía su primer libro, El País de la Selva, pero tenía mis
dudas, de si aquel apuesto joven, que vi en Icaño, era Ricardo
Rojas.
Respondiendo a mi pregunta de si estuvo en Icaño en 1906,
me dijo que sí; y agregó: fui a verlo a Celso Mansilla, para que
me prestara un sulki con el que podía internarme selva adentro,
más allá de Tacañitas y Averías. Recoger de los propios
moradores de esas regiones, narraciones y leyendas, y

- 244 -
documentarme sobre diversos aspectos de mi libro en
preparación.
Comentando estos sucesos con mi prima –viejita ya– en
1943, me corroboró estas circunstancias y agregó: “Había en
Icaño un conjunto de guitarras que obsequiaron con chacareras y
aires nativos a tan ilustre personaje. A su requerimiento, es de
suponer, le transmitieron una serie de coplas, algunas de las
cuales, figuran en El País de la Selva.
Firmaba el director del conjunto con el sonoro pseudónimo
quichua, “Cachasoranco”, que traducido al castellano quiere
decir: “te lo ha mandado”, apelativo que pasó a ser su apodo,
por muchos años.
Quiero dejar constancia de que aquella villa legendaria, fue
mojón señero y punto inicial de la obra de aquel gran escritor,
que hizo de la tradición y la leyenda santiagueña un baluarte de
la argentinidad.

- 245 -
Década de los 60: clamor por el agua

A continuación reproducimos la carta de un agricultor a la


revista Así, de Buenos Aires. Esta era en aquel tiempo una
publicación de gran popularidad nacional y la incluyó con el
título de “Desamparo” en su sección Tribuna del Lector (20 de
abril de 1967).

- 246 -
Como icañense y santiagueño, elevo esta justa queja a todos
los gobiernos que se vienen sucediendo en nuestra provincia
desde un tiempo a esta parte.
El mal de nuestra zona no es reciente, es viejo y considero
que por negligencia, ineptitud o indiferencia de los señores
gobernantes aún no se ha conseguido el remedio.
La zona del departamento Avellaneda y Taboada, se
caracteriza por ser en su totalidad agrícola, cuenta con tierras
fértiles consideradas quizás una de las mejores de nuestro país;
la principal producción es la alfalfa considerada también como
la mejor de la República y de donde se extrae la mejor clorofila
para usos tan variados; asimismo, se siembra algodón cuya
calidad de fibra es superior al del Chaco y es de vital
importancia el sembrado de sandía y melón, cuya producción
consume en su mayor parte la Capital Federal y alrededores. En
resumen, es una zona inmensamente rica y productiva, pero que
los malos gobiernos la empobrecen.
El principal río que nos suministra agua para el regadío de las
tierras, es el Salado, que nace en la provincia de Salta. Es de
tanta fertilidad esta tierra, que con un solo riego al año es
suficiente dada la bondad de la misma. Pero hace ya tres años
consecutivos que estas zonas están sedientas.
En su desesperación, los colonos –por cierto numerosísimos–
realizan continuos viajes a Santiago del Estero en busca de
solución a este grave problema y regresan siempre con sus
alforjas llenas de falsas promesas.
Cansados ya y ante la indiferencia de las autoridades
competentes, se ven en la imperiosa necesidad de emigrar a
provincias vecinas en busca de trabajo, para que sus familiares
no se vean privados de lo más elemental que es la subsistencia,
haciendo abandono de sus campos y herramientas de trabajo,
que tantos años de lucha y sacrificio les costó para adquirir.

- 247 -
La situación actual de nuestra zona, me trae el recuerdo del
éxodo de colonos en su mayoría extranjeros en el año 1930; es
lamentable cuanto está ocurriendo en uno de los lugares más
importantes de la provincia y es doblemente doloroso porque
creíamos que llegaba la hora de la justicia, de la equidad, pero
desgraciadamente, estamos sufriendo en carne propia el engaño
y la mentira.
Se ha buscado como solución a este gravísimo problema la
unión de los ríos Dulce y Salado en el dique de Jume Esquina,
ya que el río Dulce todos los años trae inmenso caudal de agua,
que se pierde inútilmente en grandes bañados que no benefician
a nadie. Los gobiernos que se sucedieron, prometieron una y mil
veces que esta obra de enlace entre el Dulce y el Salado sería
una realidad. Todo quedó en promesas. Agua y Energía de la
Nación que era la empresa que realizaba los trabajos, tuvo que
paralizar por falta de dinero.
Los colonos aún a pesar de su pobreza, realizan nuevas
reuniones y nuevos viajes a Santiago a golpear las puertas de
estos gobiernos, regresando nuevamente con promesas que
jamás se cumplen. Yo me pregunto: ¿por qué los señores
gobernantes no vienen a nuestra zona a comprobar la magnitud
de este desastre, de esta miseria, de esta orfandad y buscan los
medios de no matar una zona tan importante del país? ¿O es que
no tienen amor a la Patria o desconocen la palabra sensibilidad?
General Carlos A. Uriondo, no olvide usted señor
gobernador, que nuestro porvenir, nuestro futuro y el de nuestros
hijos están en sus manos. Como buen argentino y como hijo
dilecto de esta noble tierra santiagueña, haga justicia.

Simón Tayeh

- 248 -
Fiesta Aniversario de Icaño: se celebra por primera vez

Crónica publicada por el sitio web de la Comisión


Municipal, al celebrarse por primera vez la Fiesta Aniversario
de Icaño, el 15 de julio de 2007.

El Indio Froilán y su esposa Tere, encabezan la


Marcha de los Sulkis.

Durante la Fiesta Aniversario de la comunidad de Icaño, este


domingo tuvo lugar con singular éxito la Marcha de los Sulkis,
que se efectúa por primera vez en nuestra provincia.
Previamente se había celebrado un fogón criollo, que pese al frío
concitó gran cantidad de adherentes. Posteriormente, tuvo lugar
el acto oficial celebratorio por el cumpleaños de la población, en
un día pleno de alegría y sol. Durante toda la tarde desfilaron
por el escenario conjuntos locales y provinciales.
La Marcha de los Sulkis, que había generado gran
expectativa en toda la provincia, contó con la participación de
112 sulkis -sobre 123 inscriptos-, y fue acompañada por gran

- 249 -
número de pobladores que los siguieron a pie y en otros
vehículos.
Esta demostración de amor a la identidad adquirió visos de
gran pintoresquismo, ya que la mayoría de los tripulantes de los
sulkis, generalmente matrimonios con sus hijos, vestían variados
ropajes gauchescos. Los hombres con camisa blanca, pañuelo al
cuello, sombrero, rastra y botas, mayormente de negro, y las
mujeres con coloridos ropajes de chinas criollas. En la mayor
parte de los sulkis ondeaban banderas argentinas, de todos los
tamaños, y también provinciales.
Un completo cuerpo de baile de las academias locales de
folclore habían preparado una carroza, en cuyo ancho tablado
superior mostraba a jóvenes y niños, de ambos sexos, ataviados
con las típicas ropas gauchescas, con sus bordes sobreorlados
por banderas argentinas.
La Marcha de los Sulkis partió a las 11 de la mañana desde el
centro de la urbanización principal de Icaño. Encabezaban la
columna principal el Indio Froilán González y su esposa Tere
Castronuovo, quienes fueron aclamados por la población.
Desde tres puntos distintos confluyeron los sulkis hacia un
punto de encuentro previamente concertado, para ingresar juntos
por el camino principal de tierra que conduce a las famosas
Trincheras.
Un eficaz operativo policial había sido montado para cortar la
ruta 34, donde numerosos camioneros y vehículos de todo tipo
debieron detenerse para contemplar asombrados el pasaje del
colorido desfile.
Al llegar a las Trincheras, efectuaron su desfile triunfal
alrededor del tradicional escenario, montando entre gigantescos
árboles centenarios, para estacionarse luego a su alrededor en
espera del acto protocolar.

- 250 -
Fogón criollo

Desde las 21 de la noche anterior numerosos participantes de


un fogón criollo esperaban la fiesta. Unos 200 jóvenes se habían
congregado desde esa noche en el inmenso predio de Las
Trincheras, mientras por un improvisado escenario entre dos
árboles desfilaban conjuntos santiagueños y nacionales.
Cuatro inmensos fogones proveían de un calor inusitado en
una noche muy fría, y los empleados de la comuna prepararon
un exquisito locro, que fue repartido gratuitamente entre la
población.
Los alumnos de la escuela secundaria local habían habilitado
una cantina donde se vendían bebidas y sandwiches a precios
muy accesibles.
Varios puestos de comidas y artesanías fueron instalados para
la oportunidad, todos pertenecientes a iglesias o grupos
estudiantiles, que así obtuvieron beneficios para sus necesidades
filantrópicas.
Ya durante la mañana del domingo, un sol espléndido
acompañaba la celebración. Mientras iban llegando los sulkis a
las Trincheras, retumbaba la música criolla desde los poderosos
equipos de amplificación. Dos animadores locales, Marcela
Comán y Pedro Farías, y un recitador de coplas, improvisaban
ingeniosos aportes poéticos desde el escenario.
Rubén Páez, tradicional músico chamamecero de Icaño, fue
el encargado de abrir la lista de espectáculos, a las 12:00,
mientras se reunía una gran cantidad de público -calculado en
unas 1.500 personas- de todas las edades para el acto principal.
A las dos de la tarde el Comisionado Municipal, emitió su
discurso, rodeado por delegaciones de las escuelas de Icaño
Superior Absalón Rojas y el colegio secundario, así como de
pueblos del área de influencia, como Vacas Níoj y Tramo Nº 2.

- 251 -
Se encontraban presentes también autoridades de Desarrollo
Rural y delegaciones de Añatuya, Colonia Dora, La Costa,
Mancapa y otros. En su discurso, el Sr. Luis E. Herrera se refirió
a la necesidad de recuperar el origen indígena de la cultura
icañense.

Niños de la Academia de Danzas Folklóricas de Icaño.

Luego siguió un variado desfile de conjuntos de bailes


folclóricos, y la actuación estelar de El Mestizo, quien hizo las
delicias de los bailarines con su música donde se mezclan ritmos
locales santiagueños con otros nacionales e internacionales.
Singular resonancia tuvo la actuación del pastor evangélico
de Icaño, Beto Sánchez, quien con su grupo de rock hizo un
conmovedor llamado al cuidado y recuperación del patrimonio
ambiental y ecológico de la humanidad.
Entre la población se sortearon numerosos regalos,
destacándose principalmente un riquísimo equipo completo de

- 252 -
arneses para un sulki, que fue ganado por el Sr. Antonio
Álvarez.
Finalmente, cerró el desfile musical el famoso conjunto de
Jorge Véliz, que fue ovacionado reiteradamente por los
icañenses y toda la concurrencia.
Hacia las siete de la tarde terminó este primer cumpleaños de
la población icañense, retirándose grandes y chicos
profundamente gratificados por haber vivido un día de gran
alegría y reafirmación formidable de nuestra identidad nacional.

Una vista de la Marcha de los Sulkis.

- 253 -
Fuentes consultadas

Argentina indígena. Vísperas de la conquista. A. Rex González, J. A.


Pérez. Paidós, Buenos Aires, 1987.
Los antiguos pueblos de indios en Santiago del Estero. Andrés A.
Figueroa. Archivo General de la Provincia de Santiago del Estero, 1948.
Breve Historia de las Razas de América. Dick Edgar Ibarra Grasso.
Editorial Claridad, Buenos Aires. 1989.
La Civilización Chaco-Santiagueña. Emilio y Duncan Wagner. Cia.
Impresora Argentina, Buenos Aires, 1934.
Arqueología comparada. Emilio R. Wagner, Olimpia L. Righetti. Cia.
Impresora Argentina, Buenos Aires, 1946.
Nuestros paisanos los indios. Carlos Martínez Sarasola. Emecé, Buenos
Aires, 1992.
Historia de Santiago del Estero. José Néstor Achával. Universidad
Católica de Santiago del Estero. 1993.
Historia de América. Diego Barros Arana. Ediciones Ánfora, Buenos
Aires, 1973.
Tradiciones Peruanas. Ricardo Palma. Centro Editor de América Latina,
Buenos Aires, 1979.
Los orígenes de nuestra cultura autoritaria. José Ignacio García
Hamilton. Albino y asociados, editores. Buenos Aires, 1991.
Santiago del Estero, Madre de Ciudades. 1553-2003. Guillermo A.
Abregú. Municipalidad de la Capital, Santiago del Estero, 2003.
Índice de todas las leyes orgánicas y especiales de carácter permanente.
Desde 1856 hasta el año 1942. Amalio Olmos Castro. Director General.
Dirección General de Estadísticas de la Provincia de Santiago del Estero.
1942.
Biblioteca de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de
Santiago del Estero. Leyes desde 1856 hasta 1896.
Glosario de Topónimos. Domingo A. Bravo. (Copia mecanografiada).
La agonía de los pueblos. Orestes Di Lullo. Santiago del Estero, 1946.
Viejos Pueblos. Orestes Di Lullo. Santiago del Estero, 1954.
Los papeles de Ibarra. Andrés A. Figueroa. Santiago del Estero, 1942.
Los coroneles de Mitre. Ricardo Mercado Luna. Editorial Plus Ultra,
Buenos Aires, 1974.

- 254 -
Folklore santiagueño. Recopilación efectuada por don Julián Cáceres
Freyre. Ordenamiento y edición del Ing. Juan Manuel Aragón. 20 de
diciembre de 1999. Inédito. Cortesía de Juan Manuel Aragón (h).
El indio en la provincia de Santiago del Estero. Francisco René Santucho.
Librería Aymará, 1954.
Chaupi P´unchaupi tutayarka. Maximina Gorostiaga. Santiago del Estero,
2005.
Historia de Santiago del Estero. María Mercedes Tenti de Laitán.
Santiago del Estero, 1995.
Tribuna libre. Periódico independiente. Icaño, números 4 al 12, desde
septiembre de 1966 hasta mayo de 1968.
Cartas manuscritas. De: Ricardo Rojas, Antenor Mansilla, Saturnino
García, Esteban Rams y Rubert, Emilio R. Wagner, Bernardo Canal Feijóo,
Pablo Lascano.
Libro de Oro. Escuela superior Absalón Rojas, preparado por la Sra. Olga
Mitre de Bercoff. 1970.
Homenaje a Absalón Rojas. Comisión integrada por: Antenor Mansilla,
José M. Blanes, Manuel Mansilla, Juan E. Chazarreta, Elías Neme, Rufino E.
Cisneros, Manuel M. Luna, Celso Mansilla y Luis Contreras. Imprenta
López, Buenos Aires, 1916.
Actas. Del Centro Absalón Rojas. 1908.
Reglamento. Sociedad de Beneficencia. Pueblo Esteban Rams (Icaño).
Imprenta del Asilo de Niños Desvalidos, Buenos Aires, 1896.
Artículos numerosos y documentación, provistos por la Prof. Haydee
Wagner de Costas. Biblioteca Emilio y Duncan Wagner, Icaño, Santiago del
Estero, 2007.
El Ferrocarril en Chile. Ernesto Vargas Cádiz, José T. Bretón Jara,
Gonzalo Iglesias Hernández, Patricio Espejo Leupin, Ian Thomson, Abel
Manríquez , Pablo Valdivia Lobos, Marilyn Palma Román. Sociedad
“Amigos del Tren”.
Adaptación de la Artillería al medio americano: las guerras calchaquíes
en el siglo XVII. Francisco A. Rubio Durán. Militaria. Revista de Cultura
Militar. Madrid, 1997.
Diseños y formas cerámicas compartidas por las tradiciones culturales
Chaco-Santiagueña y Santamariana. Ponencia de Pablo Ignacio Mignone
Gambetta. UNSa. Sociedades Agropastoriles. II Congreso Nacional de
Estudiantes de Arqueología. Coordinadores: Sara M. L. López Campeny
(UNT) y Gabriel Montini (UNT). San Pedro de Colalao, Tucumán,
septiembre de 2002.

- 255 -
Sociedades indígenas y encomienda en el Tucumán Colonial. Judith
Farberman y Roxana Boixadós. Revista de Indias, 2006, Vol. LXVI, núm.
238.
Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas “Emilio y Duncan
Wagner”. Amalia Gramajo de Martínez Moreno y Hugo Martínez Moreno.
1974.
Derecho de los Pueblos Indígenas. Teodora Zamudio. Facultad de
Derecho, UBA. Equipo de Docencia e Investigación. 2005.
Testimonios. De numerosos pobladores de Icaño, jóvenes, maduros y
ancianos, de diferentes sectores sociales. Febrero a Agosto de 2007.
Revista Historia, “declarada de interés científico y cultural por la Cámara
de Senadores de la Nación”. Tomo XIV, Nº 56, diciembre de 1994, febrero
de 1995.
Biografía del Conde del Castaño. Carlos Páez de la Torre, revista First.
1960.
Un dandy en la corte del Rey Alfonso. María Esther de Miguel. Editorial
Planeta. Buenos Aires, 1998.
Historia de Polonia. Guerras e insurrecciones nacionales en el siglo XIX.
Embajada de la República de Polonia en La Habana. 2007.
Olimpiadas Nacionales de Contenidos Educativos en Internet. Instituto
Nacional de Educación Tecnológica (INET), 2007.
Historia del Chaco. Altamirano - Dellamea de Prieto - Sbardella. (Para
Internet.) 2007.

Desde la Comisión Municipal de Icaño, Editora de este libro, invitamos a


investigadores, descendientes de antiguos pobladores, u otras personas que posean
datos, documentos, fotografías, etcétera, a contactar con nosotros para enriquecer
próximas ediciones.
Comisión Municipal de Icaño
Edificio Municipal
(4334) ICAÑO
Tels.: 03844-15671683 - 03844-482061
E-mail: icanioestero@gmail.com
Web: www.icanio.com.ar

- 256 -
Solapas

Luis Eduardo Herrera, de profesión Docente, se desempeñó como tal hasta ser
elegido Comisionado Municipal de Icaño, departamento Avellaneda, Santiago
del Estero. Es presidente del Club Social y Deportivo Alumni. Dio un gran
impulso a las actividades culturales en su jurisdicción.
Le pertenece la idea de componer esta historia, tarea que encomendó a un
escritor y periodista profesional. Nació en Icaño, Santiago del Estero, el 2 de
noviembre de 1969. Las Trincheras, acontecimiento ancestral de Icaño, que se
celebra anualmente durante una semana, alcanzó un óptimo nivel organizativo,
de equipamiento y excelencia artística durante su gestión.
También impulsó por primera vez la Fiesta Aniversario de la población de
Icaño, y la Marcha de Los Sulkis, que con singular éxito se llevó a cabo el 15 de
julio de 2007, por primera vez en todo el país.
En este periodo se construyó y habilitó el edificio que hoy alberga la Biblioteca
Emilio y Duncan Wagner, la cual constituyó desde entonces un Centro Cultural
de importancia para la comunidad de Icaño.

- 257 -
Julio Carreras (h) Escritor y periodista. Nació en Guasayán, Santiago del
Estero, el 19 de agosto de 1949. Desde los 4 años estudió Música en el
Conservatorio Rossini de Paula, y desde los 10 Artes Plásticas en la Academia
Nacional de Bellas Artes Juan Yaparí. Desde los 21 años escribió como
periodista en El Liberal (Santiago del Estero), diario El Mundo (Buenos Aires),
Nuevo Hombre (Buenos Aires), Posición, Patria Nueva (Córdoba), Nuevo
Diario (Santiago del Estero), Lezama (Buenos Aires) Causa Popular, Megafón
(Buenos Aires). Pintó los 31 murales del Santuario de Mailín, en 1983. Fue
director del Museo de Bellas Artes de La Banda. Tuvo a su cargo audiciones
periodísticas y culturales en Radio Nacional y LV11. Director de la revista
Quipu de Cultura. Integra desde 1998 la Comisión Directiva del Círculo de la
Prensa de Santiago del Estero. Fue coordinador general de la Asociación de
Periodistas de Internet (API). Sus obras fueron publicadas entre otros medios
en Clepsidra (Buenos Aires), Mester (Universidad de Los Ángeles, USA),
Berenice (Universidad de Pescara, Italia), Puro Cuento (Buenos Aires), El
Punto y la Coma (Santiago del Estero), La Voz del Interior (Córdoba) El Litoral
(Santa Fe). Editor de @DIN, Agencia Digital Independiente de Noticias. Autor
de 12 libros, cinco de ellos publicados, uno traducido al italiano. Web:
www.juliocarreras.com.ar

- 258 -

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