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Citar Lexis Nº 93200185


Tribunal: Sup. Corte Just. Mendoza, sala 1ª,
Fecha: 02/02/1993
Partes: Tecnicagua S.A. v. Guiñe, Gerardo
Publicado: JA 1993-II-572.
POSESIÓN - Carga de la prueba del "animus domini" - Eficacia de las posiciones en
rebeldía
Mendoza, febrero 2 de 1993.
1a.- ¿Es procedente el recurso de inconstitucionalidad interpuesto?
2a.- En su caso: ¿Qué solución corresponde?
3a.- Pronunciamiento sobre costas.
1ª cuestión.- El Dr. Romano dijo:
1. Se interpone recurso extraordinario de inconstitucionalidad, en contra de la resolución dictada
por la Cámara 4ª en lo Civil de esta Primera Circunscripción Judicial en los autos 31.590,
caratulados "Tecnicagua S.A. v. Gerardo Guiñez o Guiñe, ord. reivindicación", originarios del
Primer Juzgado Civil de la Tercera Circunscripción Judicial, solicitando que, al acoger el recurso
intentado, declare la nulidad de dicha sentencia en cuanto, revocando la sentencia de primer
grado, acoge la demanda reivindicatoria articulada en esta causa.
A los fines de fundamentar la tacha constitucional intentada, expresa el recurrente que la
sentencia apelada ha sido dictada en violación a su derecho de defensa al desconocer prueba
rendida en el expediente que reviste relevancia decisiva para la resolución de la cuestión, como
así considerar probado lo que no se probó y valorar arbitrariamente hechos y circunstancias del
proceso, por lo que encuadra sus agravios con fundamento en lo dispuesto por el art. 150 Ver
Texto inc. 3 CPCC. (1).
El recurrente, al respecto, estima arbitraria la sentencia porque parte de afirmaciones dogmáticas,
que lo llevan a apartarse de las constancias de la causa. Así, en el punto de partida del
razonamiento judicial, se afirma que "presentando el reivindicante título de propiedad anterior a la
posesión del demandado, que no presenta título, se presume iuris tantum la propiedad y posesión
de aquél" (art. 2790 Ver Texto CCiv.). Que ello constituye una premisa equivocada que no condice
con la prueba aportada, de la que se desprende que Guiñe es poseedor desde el año 1953 y la
titularidad del dominio de la actora recién la adquiere en 1962 y ello es la razón de la cláusula que
se inserta expresamente en la escritura, respecto a que la propiedad se transfiere en el estado
posesorio actual, lo que es aceptado por el comprador, no respondiendo el vendedor por vicios
redhibitorios, saneamiento de títulos, etcétera.
Que la construcción inicial de la sentencia, conduce a prescindir de hechos relevantes, los que
debieron ser ponderados en su conjunto, sin restarles valor a través de la discriminación que se
realiza. Sin perjuicio de admitir que los jueces no se encuentran obligados a valorar cada una de
las pruebas, entiende que ello debe serlo armónicamente, en su conjunto, de acuerdo a las reglas
de la sana crítica, ya que de lo contrario se caería en un voluntarismo de los jueces. En tal sentido
sostiene que la Cámara recurrida no analizó la inspección ocular realizada, ni las testimoniales de
Nemesio D. Palma, Duarte, Martín, Ianotti, Allaime, ni tampoco la absolución de posiciones de
Francisco Díaz Telli. Además, cuando analiza las testimoniales de Pozo y Fernández, las saca de
su contexto, al no merituarlas armónicamente y en su totalidad, sino en cuanto alguna parte de
estas declaraciones conviene a la construcción del voto.
Destaca el recurrente que la Cámara analiza la confesión ficta del demandado, llegando a la
conclusión de que como los testigos Fernández y Pozo (testigos de la demandante) han
manifestado hechos contrarios a las pretensiones de su parte, da por decaídos todos los actos
posesorios realizados por Guiñe, por considerar que los mismos fueron desvirtuados por la
absolución ficta, aseverando que se trata de actos que normalmente convienen a una tenencia.
Considera de gravedad el hacer primar la confesional ficta por sobre la prueba, tanto como el
afirmar que los actos posesorios de Guiñe convienen a una tenencia en desmedro de la prueba
rendida.
La empresa accionante se opone a la procedencia del recurso intentado, destacando la
excepcionalidad del remedio y la insuficiencia del error en la decisión, dado que ello no constituye
una tercera instancia ordinaria.
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Que en relación a la aplicación del art. 2790 Ver Texto CCiv. efectuada en la sentencia, entiende
que la ley no refiere solamente al título del directo poseedor, sino al título que resulta de unir su
posesión a la de sus causantes. Que su posesión se traslada a más de cien años lo que
descalifica la pretensión de Guiñe que dice trasladarse al año 1953 y no prueba que se hubiera
instalado por su propia voluntad, sino que lo habría hecho para trabajar a las órdenes de un Sr.
Héctor Berni y habría construido allí su vivienda juntamente con otros obreros.
Que los actos del demandado son coincidentes con los realizados por Mario Rogelio Pozo,
reconociendo este último que la tierra es de propiedad de Tecnicagua, no obstante habitar allí por
más de 40 años, por lo que reconoce razón al Tribunal para decidir que Guiñe no es poseedor
animus domini, sino simple tenedor de la cosa, ya que para atribuirse tal calidad debió realizar
actos trascendentes durante el lapso que la ley indica.
Que se ha acreditado el tendido de una línea de energía eléctrica, como también una escuela
albergue donados por la actora. Que el único acto posesorio del demandado es la ejecución de
una mensura y su manifestación de considerarse poseedor, que fuera rechazada en base a lo
dispuesto por el art. 2353 Ver Texto CCiv. y que provoca la demanda.
En igual sentido, el Procurador General entiende que el recurso intentado es improcedente.
2. Las expuestas son, sintéticamente reseñadas, las razones por las que el recurrente intenta la
nulidad del decisorio dictado en grado de apelación, y la actora dice de su improcedencia,
sosteniendo la validez del fallo criticado.
Suficientemente conocida es la configuración dada por la jurisprudencia -tanto de la Corte
Suprema de la Nación, como de esta provincia respecto al concepto mismo de sentencia
arbitraria, tipificándola como aquella que no reconoce otro fundamento que la voluntad de los
jueces (LS 157-397), refiriendo a casos excepcionales en los que median graves defectos que
hacen a su razonabilidad y que, en definitiva, la descalifican como acto jurisdiccional (Corte Sup.,
15/5/1984 Ver Texto , Rep. ED 18-909-415, entre otros). En igual sentido la doctrina ha
establecido que "hay una garantía innominada a la no arbitrariedad que fluye del art. 33 Ver Texto
CN. (2) y que comprende a todo el ordenamiento jurídico. Esa garantía o protección
constitucional, se traduce para los justiciables, en una exigencia de razonabilidad (Vanossi, Jorge
Reynaldo A., "Recurso extraordinario federal", Control de constitucionalidad, 2ª parte, cap. II, p.
147, Ed. Universidad, 1984).
Es en base a este temperamento y en los límites del recurso en tratamiento que analizaré los
agravios que configurarían la supuesta lesión de la garantía constitucional de la defensa en juicio.
El primer tópico propuesto a consideración de este Tribunal, lo constituye la tacha a la afirmación
de la alzada, respecto de la presunción legal admitida en función del art. 2790 Ver Texto CCiv. en
razón de reconocer al reivindicante título de propiedad anterior a la posesión del demandado, lo
que no condice con las constancias de la causa que revelan que la titularidad del dominio por
Tecnicagua lo fue por escritura celebrada en 1962, siendo que Guiñe poseía desde 1953.
Sin perjuicio de que la afirmación involucra una cuestión fáctica, como es la constatación de la
antigüedad de ambas posesiones, en este aspecto, el agravio se nos presenta formalmente
improcedente, desde que la lesión constitucional lo sería como consecuencia mediatizada de una
determinada interpretación y aplicación al caso de la ley común, criterio éste técnico jurídico que
interesa excluyentemente al recurso normado por el art. 159 Ver Texto CPCC., también opuesto
por el interesado.
Es por ello que, por este primer aspecto, al margen del acierto o error normativo en que se
hubiera incurrido en el dictado del pronunciamiento, la censura efectuada, no puede ser acogida,
por cuanto la misma, excede del ámbito recursivo de inconstitucionalidad que, de suyo, tiende al
amparo de la Constitución, pero no a reparar cualquier equívoco en la subsunción normativa, pues
no se trata de una tercera instancia de plena jurisdicción ordinaria.
No ocurre otro tanto con los restantes agravios que, por reconocer un sustrato primordialmente
fáctico, sí resultan canalizables por el presente y reconocen entidad suficiente para autorizar el
remedio articulado. Según creo, en punto a los tópicos que integran el basamento de estos
últimos, la decisión impugnada revela defectos graves de razonamiento, omitiendo la
consideración de circunstancias decisivas en la solución del conflicto e introduciendo elementos
de mérito que no se acomodan a la prueba rendida en la causa, todo lo cual descalifica a tal
pronunciamiento con entidad suficiente para tipificar la ofensa constitucional.
Partimos, para avalar tal conclusión, del hecho mismo de la posesión invocada por el demandado
como defensa. Ella es un hecho, pero que produce efectos jurídicos, es un poder que se ejerce
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sobre la cosa en virtud de un derecho real o, simplemente con apoyo en los propios hechos, con
intención de someterla al ejercicio de un derecho de propiedad (art. 2351 Ver Texto CCiv.).
Por el contrario, el accionante, como fundamento de su pretensión reivindicatoria, sostuvo al
demandar que el Sr. Gerardo Guiñe, como su padre y hermanos, resultaban meros tenedores del
campo, por cuanto si bien radicaban como puesteros, lo hacían con autorización de la actora y
reconociéndole a ésta la propiedad del mismo (art. 2352 Ver Texto CCiv.).
Queda de tal modo planteada en tan simple descripción, la complejidad del conflicto.
Inclinándose en su convicción por la segunda hipótesis, el pronunciamiento criticado meritúa
confesión ficta del demandado, frente a la incomparecencia de éste a la audiencia fijada al efecto;
aceptando que el último, reconocería que vive en terrenos de la actora en virtud de una
autorización de ésta. Asimismo, si bien admite el valor relativo que debe otorgarle a la misma, en
razón, se dice que no puede prevalecer la ficción sobre la realidad, no encuentra elementos de
juicio que la contradigan.
Desde esta primera aproximación al mérito de la causa, no podemos compartir el criterio de la
Cámara.
Conforme lo establece el art. 188 Ver Texto CPCC., el apercibimiento por no comparecer a
absolver posiciones sin justa causa, se limita a tener por cierto los hechos contenidos en el pliego,
salvo prueba en contrario. Por consecuencia, no se puede tener por confeso ni más, ni menos que
lo que refieren las posiciones puestas en ese pliego; y, del mismo no surge, como lo refiere la
Cámara, que el demandado Gerardo Guiñez o Guiñe reconocería que vive en terrenos de la
actora en virtud de una autorización de ésta, sino su padre, don Pedro Guiñe, que vivió en el lugar
que actualmente ocupa el absolvente (ver posición 3 del pliego de f. 54).
Y bien, si su padre Pedro Guiñe, según lo admite la Cámara, ingresó al puesto por un señor Berni
según surgiría del instrumento obrante en fotocopia a fs. 8/14 -que no es otro que la escritura
traslativa de dominio a Tecnicagua- y el contrato de arrendamiento de Berni a la fecha de la
escritura, "se encuentra vencido y sin vigencia legal ni real alguna" (ver f. 11), no puede sino
concluirse que Pedro Guiñe, ingresó a ocupar el campo, con anterioridad a la adquisición del
dominio por la actora, por lo que mal pudo ésta autorizarlo como propietaria, convirtiendo a Guiñe
en tenedor, antes de adquirir la propiedad, recién en el año 1962.
Como puede advertirse, a la confesional ficta, no puede asignársele la trascendencia que le
otorga la Cámara; por el contrario, como lo afirma el recurrente, contiene afirmaciones marginadas
de las constancias de la causa.
De otro lado, el sentenciante entiende que tampoco se prueban por parte del demandado, los
extremos que debió acreditar en sustento de su defensa, en tanto en su favor, declaran testigos
que concretan la realización de actos comunes a toda ocupación, como ser el cultivo, introducción
de mejoras, teniendo en él ganado, etc., que lo único que significan es una revelación del corpus
de los puesteros, tratándose de actos que normalmente convienen a una tenencia.
Al definir nuestro codificador a la posesión en el art. 2351 Ver Texto CCiv., claramente deja ver
que en ella contempla los dos elementos esenciales: el corpus o elemento material, cuando exige
el tener una cosa bajo su poder, y el animus, o elemento psicológico o intelectual. La Cámara
niega la existencia del segundo de los elementos; veamos si ello es verdad.
Desde ya que entendemos que ambos aspectos merecen de la debida demostración, lo cual no
implica necesariamente, que deba extremarse la exigencia probatoria para constatar la intención
posesoria. Si bien de la prueba del corpus no siempre resulta la demostración del animus, más de
una vez ambas van unidas. Como sostuviera Savigny, en quien se inspirara el codificador en el
tema, el poseedor que tenía una cosa, "debía comportarse como un propietario" (Tratado de la
posesión, aparecido en 1803), tal como lo consigna el referido art. 2351 Ver Texto , en el caso
estimamos que existen sobradas razones para juzgar que la conducta del demandado se ajustó a
tal supuesto.
Ello así, en tanto, los propios actos merituados por la alzada, apreciados en conjunto y apropiados
a las características del inmueble, se han repetido durante un lapso más que suficiente para la
finalidad pretendida de usucapir, con anterioridad y posteriormente a la adquisición del dominio
por parte del reivindicante, sin interrupciones y denotando por parte de quien los ejerció una
conducta exteriorizada como dueño frente a terceros y en el propio predio por la construcción de
mejoras permanentes, de entidad suficiente que no revelan otra intencionalidad que la de sentar
un señorío sobre las mismas. Por tanto, no puede razonablemente concluirse que ello sea una
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mera manifestación del corpus, como lo interpreta la Cámara, sino la prueba misma del animus
rem sibi habendi.
La omisión de mérito de estas circunstancias, emergentes de la prueba manejada por el
pronunciamiento de alzada, entraña una inconciliable discrecionalidad, por demás rigurosa, en la
selección de los elementos de convicción, que prescinde de la finalidad última que los inspira, en
detrimento de la verdad que surge objetivamente de los mismos.
La controversia suscitada en doctrina y jurisprudencia acerca de si los actos que menciona el art.
2384 Ver Texto constituyen la materialización de una posesión o simplemente, por su carácter
enunciativo sólo reconocen una presunción de la posesión que admite prueba en contrario, no
alcanza para negar la existencia del imperativo legal. Si de la prueba rendida, sobre todo de la
inspección ocular realizada en el terreno, surge sin contradicción de parte, la evidencia de la
existencia de netos actos posesorios, como son la construcción de una vivienda, con vestigios de
la existencia de una anterior, corrales para animales, la construcción de un pozo para la extracción
de agua y, por sobre todo la ocupación con las particularidades descriptas en la norma, sin
elementos de juicio que permitan suponer que los mismos fueron realizados con autorización o
mera tolerancia del propietario, fuerza es concluir, que en el caso concreto, la materialización de
esos actos, revelan la existencia de algo más que una mera tenencia, surgiendo claramente de
ellos, una neta conducta posesoria en cabeza del excepcionante.
Por lo demás, en el gran desierto mendocino y para el común de la gente de la zona que se han
dedicado a la explotación de esos campos, como lo sostiene el juez de la instancia de origen, sin
alambrados ni límites definidos, era normal que se instalaran en esos lugares, los llamados
puesteros que explotaban esos campos en su propio beneficio, en lo poco que de ellos podían
extraer, dedicándose sobre todo a la cría de ganado agreste, adaptado a tan dura geografía.
No es extraño entonces que los testigos hayan referido que los Guiñe se comportaban como
dueños del campo (f. 273 primera ampl.), o exteriorizado actos que permitan suponer la intención
de serlo, como ser la actividad ganadera y otros tipos de explotación -extracción de madera y
venta de guano- por su cuenta y sin dependencia o contrato alguno con el reivindicante, conforme
al pliego de f. 322.
No le asiste duda a quien opina que Guiñe, durante toda la antigüedad que refieren los mismos
testigos, a más de la detentación material, él mismo se ha comportado en el predio como dueño,
es decir, haber acompañado la ocupación de la voluntad de tratar a la cosa como propia, o como
refiere la doctrina, "que, quien posee no sólo debe estar en condiciones de disponer físicamente
del objeto, sino que también debe obrar con la firme intención de comportarse como propietario,
opinio domini, no interesando si la cosa pertenece o no al poseedor o si éste tiene o no la
convicción íntima de ser el verdadero propietario" (Peña Guzmán, Luis A., "Derecho Civil.
Derechos reales", t. I, p. 205, 1973).
Incluso testigos de la actora que reconocen al declarar que tienen relación de dependencia con la
misma, por lo que sus dichos deben ser merituados con rigurosidad, nos resultan ilustrativos,
sobre todo para entender el inicio de la posesión de Guiñe y la tan mentada relación con un
presunto encargado del Banco Nacional, precedente de la titularidad de Tecnicagua. Entre ellos se
encuentra el dicho de Ángel Custodio Pozo, quien luego de reconocer una relación de
dependencia con la actora desde 12 años atrás, refiere, al contestar a la cuarta ampliación, que él
conoció al puesto como "Las Blancas", que fue campamento de hacheros de Héctor Berni. Que
hicieron el pozo para darles agua a las mulas de las tropas de carros y después vino el Sr. Pedro
Guiñe que anteriormente vivía en El Algarrobo que estaba a cargo de un señor de nombre Pedro
Stocco y desde entonces él quedó ahí e hizo casa con un señor Juan Robledo; cuando se fue don
Pedro Guiñe quedaron los hijos y le pusieron "La Chilca". Agrega al contestar a la 5ª ampliación
que "...cuando levantaron las hachadas, el Sr. Pedro Guiñe quedó en el puesto `cree' que con la
autorización del Banco o del Sr. Héctor Berni". También refiere este testigo respecto a la
continuación de la posesión de don Pedro Guiñe sosteniendo que éste no permanece en el puesto
desde hacen aproximadamente 12 a 15 años y dejó, "en primer momento a su hijo Pedro"... "de
ahí en más el Sr. Pedro Guiñe no volvió nunca más al puesto, quedando en poder del mismo el
hijo Gerardo Guiñe y los otros también Guillermo y Pedro". Como se advierte, desde el inicio de la
ocupación por el progenitor del demandado, mal puede hablarse propiamente de la existencia de
una tenencia. El Sr. Guiñe, una vez levantado el campamento de hacheros, éste "se quedó" en el
puesto, sin poder precisar en qué carácter, por cuanto el testigo no puede precisar
fehacientemente que lo fuera por autorización y, en su caso, dado que Berni no era el
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representante, sino un contratista del Banco, si ese permiso lo fue para que ocupara el terreno
como dueño, en tanto se acababa su contrato para la extracción de leña. Todo, en base a meras
hipótesis, por cuanto en autos no existen mayores precisiones respecto a tal arrendamiento del
referido Berni, fuera de lo expresado en la instrumental de f. 8 y el testigo Pozo simplemente cree
que existió dicha autorización.
Como se advierte, no existe en autos prueba con suficiente fuerza de convicción, para poder
afirmar, como lo hace la Cámara, que Guiñe ingresó al puesto como mero tenedor. Por el
contrario, desde los términos en que se concreta la demanda, en donde se invoca una mera
tolerancia hacia la radicación de los puesteros y no la continuación de una relación contractual con
el referido Berni, pasando por los testimonios analizados y definiendo el status posesorio del
demandado por los actos materiales que exteriorizan el carácter de su ocupación, como lo hace el
pronunciamiento de 1ª instancia, estimo acabadamente probados los extremos necesarios para el
progreso de la excepción opuesta por el demandado.
Así entonces, la decisión de grado anterior, no se sostiene como acto jurisdiccional válido, ya que
la misma resulta carente de razonabilidad y apartada de las circunstancias emergentes de la
causa, por lo que juzgo como derivada de un uso irregular de las formas, en el sentido de su no
adecuación a prueba rendida la solución que de ellas se obtiene. Ello me lleva a concluir que, en
la especie, se hace procedente el recurso intentado, debiendo confirmarse la decisión de 1ª
instancia, que en lo sustancial, meritúa como determinante para discernir la procedencia de la
defensa de usucapión, la demostración de haberse operado el plazo necesario de la posesión
pública, pacífica e ininterrumpida por parte del demandado Gerardo Guiñe; todo lo cual conduce al
rechazo de la acción intentada en autos.
Por ello, propicio a mis colegas de sala, en caso de que mi criterio resulte compartido, que el
recurso intentado sea acogido. Así voto, por esta 1ª cuestión, por la afirmativa.
La Dra. Kemelmajer de Carlucci dijo:
Adhiero a la solución que propicia mi distinguido colega de sala el Dr. Fernando Romano; mi voto
está destinado a formular algunos fundamentos ampliatorios.
1. El animus posesorio y su prueba
a) Aclaración inicial
La cuestión traída a este proceso es de aquellas en que las motivaciones fácticas y jurídicas están
inescindiblemente imbricadas. En efecto, la respuesta a los agravios deducidos contra la
sentencia, exige tratar previamente un tema estrictamente normativo, cual es, a quién incumbe la
carga de probar el animus domini.
Debo ingresar en él, no obstante ser ajeno al recurso de inconstitucionalidad pues, en este caso
particular, saber si la prueba ha sido o no arbitrariamente interpretada depende del punto de
partida del tribunal a quo referido a la carga de la prueba del animus.
b) El animus o intención del poseedor
No corresponde a la tarea del juzgador sino a la del doctrinario pronunciarse sobre si el
codificador siguió o no el pensamiento savigniano a conciencia y en toda su pureza. Bien se ha
dicho que ésta es una tarea bizantina y estéril. "El intérprete, apoyándose en la ley, debe tratar de
que las soluciones sean las que mejor respondan al estado actual de nuestra sociedad" (Dassen-
Vera Villalobos, "Manual de Derechos Reales", Bs. As., TEA, 1962, p. 71).
No obstante, como la sentencia recurrida parte de la base de que el demandado ha probado el
corpus pero no el animus y la queja del recurrente califica de arbitraria a esa conclusión, es
imprescindible desarrollar, brevemente, algunos conceptos previos.
La primera advertencia es que, aun en la tesis savigniana, el elemento intencional no atiende a la
voluntad íntima, sino, por el contrario, a la voluntad exteriorizada del poseedor. "La teoría
subjetiva, que es la de nuestro Código, impone indagar el animus corporizado", pues las
voluntades, las intenciones no exteriorizadas, no cuentan (doctrina art. 913 Ver Texto CCiv.)
(López de Zavalía, Femando, "Derechos Reales", t. 1, Bs. As., Zavalía, 1989, p. 558; conf. Arata,
Rodolfo Victoriano, "La prueba del animus en la prescripción adquisitiva" , JA 1982-I-431). Por
eso, se ha dicho con gran realismo que lo que realmente decide las contiendas judiciales en
materia posesoria no es el estado de ánimo de las partes, sino las relaciones jurídicas que las
vinculan y su conducta objetiva con respecto a la cosa" (Dassen-Vera Villalobos, "Manual de
Derechos Reales", ob. cit., n. 27).
En esta línea se ha resuelto que "aunque la intención de tener una cosa para sí es un estado de
ánimo interno del sujeto, se exterioriza a través de determinados actos"; si se ahonda el análisis
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se comprueba que todo acto jurídico o todo hecho del hombre destinado a producir efectos
jurídicos, nace en su fuero interno y permanece en él hasta tanto se manifieste por alguna de las
formas establecidas por la ley; el animus domini no es una excepción a la regla general; si bien
nace en el ámbito interno del usucapiente, se exterioriza por actos idóneos (C. Civ. y Com. Lomas
de Zamora, sala 1ª, 4/11/1980, "Pellizzeri v. País" Ver Texto , JA 1982-I-427).
c) La prueba de animus
"El que no prueba, sucumbe", se ha dicho con gran patetismo. El aserto es tan cierto en materia
posesoria que fue, justamente, el que llevó a Ihering a enfrentar sus ideas a las de Savigny (ver
Ihering, R., "La voluntad en la posesión, con crítica del método jurídico reinante", trad. de Adolfo
Posadas, Madrid, 1896, ps. 31 y ss.).
Pues bien ¿Quién debe probar el animus domini? Probado el corpus, ¿el animus se presume?
¿Qué se presume, la posesión o la tenencia?
Por supuesto que este problema sólo se presenta cuando, de la prueba producida, sólo resulta lo
que López de Zavalía ha llamado un "corpus indiferente", o sea, un corpus que puede contentar
tanto a una como a otra especie de detentación (posesión o tenencia) (López de Zavalía, ob. cit.,
t. I, p. 560). Ello es así, pues las reglas de la carga probatoria sólo revisten importancia práctica
ante la ausencia o insuficiencia de elementos probatorios susceptibles de fundar la convicción
judicial en un caso concreto; el juez busca guía y mandato en las normas sobre distribución de la
carga de la prueba cuando advierte que una circunstancia controvertida, de importancia en la
causa, ha quedado sin justificar (ver fallo de esta sala del 14/2/1990, "Spinello en Ahorro Moto
S.R.L. v. Spinello" Ver Texto , ED 139-645 y citas doctrinales y jurisp. allí contenidas [3], en esp.,
Palacio, Lino, "Derecho Procesal Civil" , Bs. As., ed. Perrot, 1972, t. 4, n. 409; Eisner, Isidoro,
"Carga de la afirmación y de la prueba en el juicio civil", LL 1989-D-105).
La jurisprudencia se encuentra dividida en dos posturas antagónicas y una intermedia, que
analizaré conjuntamente con la primera (Jurisprudencia en uno y otro sentido puede compulsarse
en Alterini, Jorge H., en Llambías-Alterini, "Código Civil anotado", t. 4, vol. A, Bs. As., Perrot, 1981,
p. 125; Arean Díaz de Vivar, Beatriz, "Juicio de usucapión", Bs. As., Hammurabi, 1984, n. 329/332;
Calegari de Grosso, Lydia, "Estudios sobre usucapión", Bs. As., Ed. Némesis, 1988, p. 117;
Highton, Elena, "Dominio y usucapión", 2ª parte, Bs. As., ed. Hammurabi, 1983, ps. 193 y 211 y
ss.; Laquis, Manuel A., "Derechos Reales", t. 1, Bs. As., Depalma, 1975, ps. 254 y 260).
1.- Para un sector, del corpus no puede deducirse o presumirse el animus.
Esta tesis, seguida por la sentencia recurrida, se funda del siguiente modo:
"Los actos mencionados por el art. 2384 Ver Texto CCiv. son equívocos; es decir, pueden ser
realizados tanto por el propietario, o el poseedor, como por un arrendatario o comodatario, o un
simple ocupante o por un acto de tolerancia del dueño; en consecuencia, nada aportan para
demostrar el animus domini de quien los realiza (es la posición tradicionalmente seguida por la
Corte de la Prov. de Bs. As., y consecuentemente por sus tribunales provinciales inferiores,
decididamente influenciada por el pensamiento de Acuña Anzorena y de Mercader) (ver, para el
análisis de estos fallos, Morello, Augusto, "El proceso de usucapión", Bs. As., A. Perrot, 1960, p.
65).
Ubico en esta posición, por ser la materia de este fallo, una tesis intermedia, que considera que la
presunción de posesión sólo puede invocarse en los juicios que canalizan acciones o interdictos
posesorios, no así en los de usucapión, en los cuales, quien pretende haber adquirido la
propiedad, debe acreditar también el animus (Ver Weinberg, Inés, "La prueba de la posesión en la
prescripción adquisitiva", ED 44-545; comparte esta posición, Alsina Atienza, según citas de
Alterini, ob. cit., t. 4, p. 124).
2.- Para otro grupo importante, doctrinalmente mayoritario, en cambio, probado el elemento
externo de la relación posesoria, en caso de duda, debe presumirse que existe posesión y no
tenencia.
Los argumentos comienzan por recordar el art. 2230 Ver Texto CCiv. francés que dispone: "Se
presume siempre que se posee para sí y a título de propietario si no se prueba que se ha
comenzado a poseer por otro". El art. 1141 del cód. italiano de 1942 contiene una norma análoga
pero menos imperfecta (ver De Matino, F., "Possesso. Denuncia di nuova opera e di danno
temuto", 4ª ed., Bologna, ed. Zanichelli, 1970, p. 15).
Esta presunción fue elogiada por Ihering, para quien, como es sabido, basta acreditar el poder de
hecho sobre la cosa para que se presuma la posesión, salvo en los casos en que el legislador ha
negado la protección posesoria, en los que sólo hay tenencia; consecuentemente, el que niega la
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posesión, debe probar la existencia de una causa jurídica de tenencia (causa detentionis). Por
eso, se ha dicho que, en realidad, toda la obra de Ihering está consagrada a determinar cuándo la
posesión queda reducida a mera tenencia; consecuentemente, su libro "La voluntad en la
posesión" está dedicado a explicar cuándo falta la posesión y no cuándo la posesión existe (ver
Hernández Gil, Antonio, "La posesión", Madrid, Civitas, 1980, p. 70).
La regla del código francés, explica Troplong, nace de considerar que el hombre es libre en el
empleo de sus facultades y dueño de la materia sobre la cual las ejerce. Para suponer que está al
servicio de otro, son necesarias las pruebas. En la duda, es por la libertad, por el derecho pleno y
absoluto, que la razón se pronuncia (Troplong, M., "Droit Civil Expliqué. De la prescription"; 3ª ed.,
París, Ed. Hingray, 1838, t. I, n. 372, p. 507).
López de Zavalía ha criticado la formulación excesivamente amplia del código francés. Dice, con
razón, que no cabe decir que siempre se presume la posesión; por el contrario, hay que afirmar
que la presunción funciona en caso de duda.
Con estos alcances, y aunque nuestro Código Civil no contiene esa presunción en favor de la
posesión, la doctrina mayoritaria la induce de varios artículos; tales son:
El art. 2363 Ver Texto , según el cual el poseedor no tiene obligación de producir su título a la
posesión; "él posee porque posee"; por eso, si alguien pretende lo contrario (o sea, que es
tenedor), debe probarlo.
El art. 2384 Ver Texto califica a los allí enumerados de actos posesorios; cómo estos actos pueden
ser cumplidos tanto por el poseedor como por el tenedor, el hecho de que la ley los califique de
posesorios suministra un argumento a favor de que, en caso de duda entre posesión y tenencia, la
ley presume la primera. En otros términos, los hechos que exteriorizan la voluntad interna del
sujeto son los del CCiv. art. 2384 Ver Texto .
Por eso, la dificultad probatoria a la que aludía Ihering no es de gran entidad; dice Allende: "Actúo
en la cosa sin tener en cuenta para nada al propietario: luego, soy poseedor. ¿Cómo demuestro
ello? Muy fácilmente pruebo que alambré, edifiqué, cultivé por mi cuenta... Prueba, la mayoría de
las veces, fácil de producir. ¿Cómo probaría la contraria que no soy poseedor? Pues: a) probando
que soy locatario; b) que cuando mandé alambrar el campo solicité autorización al propietario, o
que éste pagó tal alambrado, etc." (Allende, Guillermo, "La posesión", Bs. As., Abeledo Perrot,
1959, ps. 24/27).
El art. 2375 Ver Texto dispone que la posesión se adquiere con la mera aprehensión, lo que debe
ser entendido, no en el sentido de que se prescinda del animus, sino en el de que, de la
exterioridad expresada resulta el animus domini con prevalencia al de tenencia.
De los arts. 2782 Ver Texto y 2783 Ver Texto resulta que quien afirma en otro la existencia de
posesión tiene una posición privilegiada en cuanto a la prueba, correspondiendo al otro, a quien la
niega, indicar el nombre del poseedor.
El art. 1817 Ver Texto y su nota ponen a cargo de quien lo alega probar que el demandado es
tenedor a título de depósito, préstamo, etc.; consecuentemente presume que la donación (que
transmite posesión) ha existido.
(He compilado todos los argumentos esgrimidos, pero la doctrina que comparte la solución, que a
continuación cito, a veces, sólo acepta algunos de estos razonamientos. Compulsar, en esta
tendencia, López de Zavalía, Fernando, ob. cit., t. I, p. 560; Salvat, R., "Tratado de Derecho Civil
argentino. Derechos Reales", t. I, Bs. As., TEA, 1961, n. 25; Lafaille, Héctor, "Derecho Civil", t. III,
"Derechos Reales", vol. 1, Bs. As., Ediar,1943, n. 150; Valdez-Orchansky, "Lecciones de Derechos
Reales", t. 1, ed. Lerner, p. 46; Papaño-Kiper-Dillon-Causse, "Derechos Reales", t. 1, Bs. As., ed.
Depalma, 1989, p. 51; Laquis, Manuel A., "Derechos Reales", ob. cit., p. 295, aunque desecha que
esta presunción surja del art. 2384 Ver Texto CCiv.; Highton, Elena, "Derechos Reales", vol. 1,
"Posesión", Bs. As., Ariel, 1979, p. 74, pero rechaza el argumento del art. 2363 Ver Texto ; Valiente
Noailles (h), Luis, "Actos Posesorios. Presunción de animus domini", LL 115-909; Garrido-
Andorno, "Código Civil anotado, Libro III. Derechos Reales", t. 1, Bs. As., ed. Zavalía, 1972, p.
234; Levitan, José, "Prescripción adquisitiva de dominio", 2ª ed., Bs. As., Astrea, 1977, p. 76;
Mariani de Vidal, Marina, "Curso de Derechos Reales", Bs. As., ed. Zavalía, 1973, p. 107; no
obstante, no está claro si para la autora esta presunción sólo rige para la possessio ad interdicta o
también para la possessio ad usucapionem. En opinión de Salvat, la presunción de posesión y el
peso de la prueba en quien pretende que la relación es de simple tenencia habría sido sostenida
por la Corte Nacional en viejos fallos, aunque sin enunciar el principio. Ver sentencia del
12/9/1918, Fallos 128:22, cit. por Salvat, ob. cit., n. 27 nota 17).
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d) Posición a la que adhiero. La prueba de la causa de la detentación
Por mi parte, adhiero a la última tesis expuesta, con la siguiente aclaración, estrechamente
vinculada a la litis en la que debo pronunciarme.
Ihering sostuvo, en una primera formulación de su teoría, que el animus no es un requisito
específico independiente que pueda servir para trazar la línea divisoria entre detentación y
posesión. El paso de una a otra no viene determinado por un criterio subjetivo, sino por un criterio
objetivo: la causa possessionis (ver evolución del pensamiento de Ihering en Hernández Gil, "La
posesión", ob. cit., p. 66).
Pero no es necesario recurrir a Ihering: el auxilio de la causa no es extraño a la teoría savigniana;
aun dentro de ella, no hay dudas que la manera más segura de probar el animus es acreditando la
causa de la detentación. Dice el profesor José Luis de Los Mozos, siguiendo a Martín Pérez, que
la búsqueda del animus no se identifica con la de la indagación interna de la voluntad del que
tiene la cosa, sino con la determinación de "la causa jurídica por la que ha surgido su relación con
ella, no reconociéndose un animus del sujeto en contradicción con el que la causa autoriza. Así,
ante un usufructuario o arrendatario, no tiene sentido preguntarse por su concreta voluntad,
porque la causa de su tenencia no le autoriza a dominar la cosa con independencia y para sí;
dicho en otros términos, la intención, como animus, o su apariencia externa, viene dado por la
causa possessionis" (De Los Mozos, José Luis, "Notas para una reconstrucción del concepto del
animus posesorio en el derecho moderno.", Madrid, ed. Reus, separata de la Revista General de
Legislación y jurisprudencia, 1965, ps. 14 y 30, y en "Estudios sobre derecho de los bienes",
Madrid, Montecorvo, 1991, ps. 319 y ss.; conf. en el derecho argentino, interpretando las fuentes
romanas, Russomano, Mario, "La posesión en el derecho romano", Bs. As., ed. Esnaola, 1964, ps.
64 y ss.; Lafaille, Héctor, "Derecho Civil", ob. cit., n. 151; Borda, Guillermo, "Tratado de Derecho
Civil, Derechos Reales" [D ], 3ª ed., Bs. As., Perrot, 1984, n. 26).
Esta tesis se funda en el art. 2353 Ver Texto CCiv., que siguiendo la regla de Paulo "neminen sibi
ipsum causam possessionem mutare potest", dispone: "Nadie puede cambiar por sí mismo, ni por
el transcurso del tiempo, la causa de su posesión. El que comenzó a poseer por sí y como
propietario de la cosa continúa poseyendo como tal, mientras no se pruebe que ha comenzado a
poseer por otro. El que ha comenzado a poseer por otro, se presume que continúa por el mismo
título, mientras no se pruebe lo contrario".
En tal sentido ha dicho el Superior Tribunal de la Rioja, el 2/11/1981, in re "Pérez, Aldo" Ver Texto
(JA 1983-I-181): "Tiene fundamental importancia la demostración del hecho originario por el cual
se entra en posesión de un inmueble, porque se aúna al hecho posesorio el animus ocupandi que
debe acompañarlo para que no sea un hecho sin consecuencias jurídicas".
En suma, en los casos de duda sobre cuál ha sido la causa por la cual una persona comenzó su
poder de hecho sobre la cosa, quien pretende que era una causa detentionis, que sólo daba lugar
a la tenencia, debe probarlo.
e) Otras pautas probatorias. La teoría de las cargas probatorias dinámicas
1.- Decía Ihering, respecto del corpus, que su determinación se reduce a un problema de sentido
común, de sensata apreciación, en cada caso concreto, de acuerdo con el destino económico de
las cosas y no se puede reducir a la aplicación de criterios rígidos. En tal sentido explicaba: por
exterioridad del dominio entiendo el "estado normal externo de la cosa bajo el cual cumple el
destino económico de servir a los hombres. Este estado torna, según la diversidad de las cosas,
un aspecto exterior diferente: para las unas, se confunde con la detentación o posesión física de la
cosa; para las otras, no. Ciertas cosas se tienen ordinariamente bajo la vigilancia personal o real;
otras quedan sin protección ni vigilancia. El labrador deja sus mieses en pleno campo, el
arquitecto deja en sus obras los materiales destinados a la construcción; pero nadie trata así sus
objetos preciosos, sus muebles, etc.".
Estas mismas circunstancias geográficas y económico-sociales, son las que, a veces, hacen
presumir la tenencia o la posesión. Dice Zenón Martínez: "Nadie llamará poseedor de una casa al
portero que la cuida; ni de la granja, al mayordomo que la administra... Ninguno atribuirá la
posesión del palco al espectador que lo ocupa; en estos casos y en muchos otros semejantes, la
misma forma en que se ejerce el poder físico sobre la cosa revela, por sí sola, sin necesidad de
probar la causa detentionis, o bien que no se trata de una posesión, o que quien ejerce el poder
físico es sólo el agente de una posesión ajena. Pero, en la duda no despejada por la prueba de si
el que detenta la cosa lo hace nomine proprio o nomine alieno, no habrá razón lógica que
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determine la conclusión de que alguien que ha detentado la cosa un largo tiempo, realizando en
ella actos de posesión, ha de ser tenido por precarista y no por poseedor animus domini".
En tal sentido, hasta la Sup. Corte de Just. de la Prov. de Bs. As. (que, como he explicado, ha sido
la conductora de la tesis jurisprudencial que obliga a probar el animus) ha dicho: "La lógica y el
sentido común indican que quien ha sembrado, plantado árboles, cercado, alambrado, construido
una vivienda -aunque esta última lo fuere en una de las manzanas linderas- persistiendo en esa
conducta a lo largo de más de 35 años en forma pública y pacífica, lo ha hecho con ánimo de
tener la cosa para sí (arts. 2384 Ver Texto , 2375 Ver Texto CCiv.)" (Sup. Corte Bs. As., 26/4/1988,
"Dolaray de Dalpone v. Trejo" Ver Texto , LL 1988-E-137).
2.- Hay, en el fondo, un problema de equidad procesal. Es más difícil para el poseedor probar el
animus domini que para el que pretende que es tenedor acreditar la causa detentionis (Esta frase
pertenece a Manuel Argañarás, que tanto influyó en la corte bonaerense, en sus anotaciones a la
obra de Salvat, ob. cit., n. 26).
3.- Algunos fallos descartan la situación económica como elemento a tener en consideración (C.
Civ. y Com. Lomas de Zamora, sala 1ª, 4/11/1980, "Pellizzeri v. Pallas" Ver Texto , JA 1982-I-427).
No comparto esta posición; toda prueba debe ser valorada de acuerdo a las particularidades de
cada caso; en tal sentido, entiendo que las posibilidades económicas también pueden ser
ponderadas, ya sean escasas o abundantes, para robustecer o debilitar la prueba en cuestión.
Bien se ha dicho que la prueba debe ser valorada de acuerdo a las especiales particularidades de
cada caso y en atención a las circunstancias y posibilidad, aun económicas, del propio poseedor
(Lapalma Bouvier, Néstor, "El proceso de usucapión", Santa Fe, Ed. Rubinzal, 1979, p. 160). Esta
conclusión es de suma importancia, hoy que se propicia una especie de traspaso de la
concepción clásica a la usucapión como un proceso social (ver Morello, Augusto Mario y
Berizonce, Roberto, "De la usucapión clásica a la usucapión como proceso social", ED 126-935).
4.- En suma, como enseña Jorge Peyrano ("Doctrina de las cargas probatorias dinámicas", en
"Procedimiento civil y comercial", Rosario, ed. Juris, 1991, p. 75), también en esta materia habrá
que estar al orden normal de las cosas y a quien está en mejores condiciones de producir la
prueba.
2. Aplicación de estos principios a lo sucedido en esta causa
a) El punto de partida del tribunal de grado:
La Cámara de Apelaciones partió del criterio de que la posesión no se presume, que es
justamente el opuesto al que sostengo como válido.
Con ese punto de partida analizó la prueba rendida, pero se desentendió de las pautas lógicas
antes señaladas.
Explicaré, en los puntos sucesivos, por qué esa valoración es contraria a la manera como las
cosas ocurren, razonablemente, en el desierto mendocino; de qué modo el tribunal de grado puso
la carga sobre quien estaba en peores condiciones de probar y omitió constancias decisivas para
resolver el conflicto.
b) Prueba en la que se apoya la sentencia:
En definitiva, el decisorio de la Cámara, revocatorio del de 1ª instancia, se funda en la siguiente
prueba: la absolución de posiciones en rebeldía del demandado, dos testimoniales de personas
que son dependientes de la actora y un instrumento público.
1.- La absolución de posiciones de la demandada en rebeldía.
Tiene dicho esta sala que "respecto de los alcances de la confesión ficta, el juzgador no sólo debe
tener en cuenta la prueba en contrario sino el sistema probatorio que surge de la ley de fondo. Así,
las reglas procesales relativas a la carga de la prueba son inaplicables frente a las presunciones
creadas por la ley de fondo, naciendo este aserto de la unidad sistemática del derecho y del
carácter instrumental del derecho procesal, que impone su aplicación e interpretación acorde con
los principios que emanan de la ley de fondo" (14/2/1990, "Spinello, A. en Ahorro Moto S.R.L. v.
Spinello" Ver Texto , ED 139-645).
Ya he explicitado por qué la ley de fondo presume la posesión y no la tenencia. La absolución de
posiciones en rebeldía, en consecuencia, sólo pudo tener un valor extremadamente debilitado,
sobre todo, porque la prueba técnico-instrumental, realizada por cuenta y orden del demandado,
desconoce absolutamente tal reconocimiento presunto, a tal punto que Tecnicagua S.A. ni siquiera
figura entre los propietarios limítrofes en el plano levantado por agrimensor a pedido del
demandado.
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Por lo demás no debe extrañar demasiado que gente de escaso nivel cultural, prácticamente
enterrada en campos inhóspitos, deje de acudir a absolver posiciones a un tribunal al que no tiene
fácil acceso. El demandado estaba, en cambio, en su casa, al momento de practicarse la
inspección ocular.
2.- La testimonial: Los testigos que declaran atribuyendo al demandado carácter de tenedor son
empleados del actor.
Si todos los puesteros ubicados en un terreno de más de 100.000 has. reconocen el carácter de
propietarios del reivindicante, no obstante que, en la zona donde se ubica el puesto del
demandado no realizó ningún tipo de obras según la testimonial de sus propios dependientes, me
pregunto cuál es la razón por la cual esos puesteros no fueron ofrecidos por la actora para
declarar en este proceso.
3.- La escritura traslativa de dominio: la escritura por la cual el actor adquiere en subasta un
inmueble de gran extensión hace mención al arrendatario Berni; pero, la relación entre Berni y el
padre del demandado sólo la mencionan los dependientes de la actora. Falta, entonces, el nexo
entre el arrendatario y el causante.
¿Quién estaba en mejores condiciones de probar?
De todo lo expuesto surge que quien estaba en mejores condiciones de probar era la actora;
según sus propios dichos, decenas de puesteros actuales le reconocen como propietaria; muchos
de ellos, seguramente, pudieron testimoniar que el padre del demandado ingresó como "hachero"
del arrendatario, pero no lo hicieron.
c) La no probada causa de la detentación:
La debilidad de la prueba aportada por la actora es absolutamente insuficiente para hacer caer la
presunción de posesión, sobre todo, que ella ha sido apoyada, como lo señala el voto del
ponente, en una inspección ocular que muestra la existencia de construcciones actuales y
vestigios de anteriores. La Corte Nacional ha dicho que "las construcciones efectuadas revelan en
forma fehaciente la realización de actos posesorios en los términos del art. 2384 Ver Texto si se
considera la naturaleza y el destino de la cosa poseída (Corte Sup., 3/4/1986, Rep. ED 20-B-1410
`Club de Comunicaciones v. Universidad Nac. de Bs. As.' Ver Texto )" (4).
Para esta conclusión tengo especialmente en cuenta circunstancias relevantes de la causa que
han sido totalmente omitidas en la sentencia recurrida.
1.- Estas grandes extensiones de terrenos desérticos (basta sobrevolar la zona para apoyar lo que
expreso), originariamente eran de propiedad de una entidad bancaria nacional; terminaron siendo
subastados, como tantos terrenos que en aquellas épocas (y también en éstas) las entidades
oficiales reciben "en pago". Es natural, entonces, que los puesteros que allí se instalaban las
consideraran, como dice el recurrente, "tierra de nadie", desde que aquellos bancos generalmente
no exteriorizaban a través de actos posesorios, el poder de hecho en que podían fundar en su
título. Tan es así, que en la escritura de venta, convienen con el comprador en una cláusula que
los exonera de reclamos de terceros ocupantes.
2.- A eso se suma que, desde su adquisición en 1962, Tecnicagua no ha realizado en los terrenos
aledaños a los del puesto del demandado, ninguna obra que muestre efectivamente su dominio
sobre la cosa (testimonial de sus propios dependientes). Durante 23 años (el juicio se inició en
1985) el demandado hasta construyó una vivienda, sin que la titular registral efectuara reclamo
alguno.
3. Conclusiones
Todas estas motivaciones me llevan a compartir la solución del voto precedente por la afirmativa.
Es obvio que habiendo sido opuesta la usucapión como excepción, esta sentencia sólo niega el
derecho del actor a reivindicar pero no otorga al demandado título que predetermine extensión ni
linderos. Así voto.
El Dr. Llorente adhirió por los fundamentos a los votos que anteceden.
2ª cuestión.- El Dr. Romano dijo:
De conformidad al resultado a que se arriba en el tratamiento de la cuestión anterior corresponde
hacer lugar al recurso de inconstitucionalidad interpuesto en autos. En consecuencia, cabe
revocar el pronunciamiento de alzada, confirmando la sentencia de 1a instancia.
Así voto.
Los Dres. Kemelmajer de Carlucci y Llorente adhirieron al voto que antecede.
3ª cuestión.- El Dr. Romano dijo:
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Atento lo resuelto en las cuestiones anteriores corresponde imponer las costas de alzada y de
esta instancia a la parte actora recurrida vencida (art. 36 Ver Texto inc. 1 CPCC.).
Así voto.
Los Dres. Kemelmajer de Carlucci y Llorente adhirieron al voto que antecede.
Por lo que resulta del acuerdo precedente, se resuelve:
1. Hacer lugar al recurso de inconstitucionalidad interpuesto a fs. 16/33. En consecuencia
corresponde revocar el fallo de fs. 437/442 de los autos 31.590, caratulados: "Tecnicagua S.A. v.
Gerardo Guiñez o Guiñe ord. reivindicación" disponiendo en su lugar lo siguiente:
"1) Rechazar el recurso de apelación deducido a fs. 411, confirmando el pronunciamiento de fs.
401/409".
"2) Imponer las costas de alzada a la parte actora".
"3) Diferir la regulación de honorarios para su oportunidad".
2. Imponer las costas de esta instancia a la parte recurrida.
3. Diferir la regulación de honorarios para su oportunidad.
4. Líbrese cheque a la orden del recurrente por la suma de $ 9, correspondiente al 50% del valor
depositado a f. 3.- Fernando Romano.- Pedro J. Llorente.- Con ampliación de fundamentos: Aída
R. Kemelmajer de Carlucci.
NOTAS:
(1) ALJA 1960-1379 - (2) ALJA (1853-1958) 1-3 - (3) JA 1990-III-338 Ver Texto - (4) JA 1987-I-238
Ver Texto .
POSESIÓN AR_JA004 JJTextoCompleto MENDOZA

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