Anda di halaman 1dari 14

RUPTURAS Y REPAROS DE LA ALIANZA TERAPÉUTICA

EN PSICOTERAPIA EXPERIENCIAL

Jeanne Watson - Universidad de Toronto


Leslie Greenberg – Universidad de York

“Alliance Ruptures and Repairs in Experiential Therapy” en JCPL/In Session:


Psychotherapy in Practice, Vol. 56(2), 175-186 (2000).

Traducción: Luis Robles Campos (*).

Resumen: La formación y la mantención de una positiva alianza de trabajo son


fundamentales para el éxito de la terapia experiencial. Los terapeutas experienciales
encaran un desafío especial en la medida que ellos deben consideran constantemente
si dirigir el proceso terapéutico más activamente o permanecer más cercanos dentro
del marco de referencia interna del cliente. Esto requiere que los terapeutas
experienciales estén agudamente concientes de la alianza de sus clientes momento a
momento durante las sesiones. En este artículo se examinan las rupturas de la alianza,
que comprenden quiebres en el acuerdo entre los clientes y los terapeutas sobre las
metas y las tareas de la terapia durante las fases iniciales y medias del tratamiento.
Ya que las rupturas a menudo son procesos encubiertos, se presentan métodos para
detectar su ocurrencia durante las sesiones. Finalmente, se discuten e ilustran técnicas
experienciales para forjar, mantener y reparar la alianza entre los clientes y los
terapeutas.

Palabras claves: Terapia experiencial, alianza de trabajo, rupturas de la alianza,


condiciones de la relación, empatía.

Una importante meta de la terapia experiencial es proveer a los clientes un


ambiente de trabajo seguro para identificar y resolver sus problemas cognitivo-
afectivos (Greenberg, Rice & Elliot, 1994; Watson & Greenberg, 1994). En terapia
experiencial las intervenciones más activas son combinadas con la empatía, la
consideración positiva incondicional, y la congruencia para facilitar los procesos de
cambio del cliente (Rogers, 1965, 1967). Por esto, los terapeutas experienciales
encaran un desafío especial en el que constantemente deben evaluar si sería de mayor
ayuda implementar intervenciones más activas o permanecer sensiblemente
sintonizados con la visión de mundo fenomenológicamente interna de los clientes, en
diferentes momentos del proceso. La perspectiva de que los clientes son agentes
activos en el proceso de exploración es fundamental para el establecimiento de una
alianza de trabajo colaborativa. A partir de esta ventaja, las intervenciones activas son
vistas como facilitadoras de la creación de una alianza en la cual los clientes son
expertos acerca de su propia experiencia y los terapeutas son expertos en facilitar
diversos tipos de exploración.

Basándose en la conceptualización de Bordin (1979), los terapeutas


experienciales enfatizan la meta, la tarea y el vínculo de la alianza (Horvath &
Greenberg, 1989, 1994). En nuestra visión, los terapeutas necesitan ser sensibles a
diversas necesidades del cliente en distintos momentos de la terapia. Tempranamente
en el tratamiento, los terapeutas están más preocupados de conectar y comprometer a
los clientes en la terapia. Las principales metas durante las primeras etapas es que los
clientes y los terapeutas formen un vínculo empáticamente armonizado, para
especificar claramente los problemas cognitivo-afectivos que han traído a los clientes al
tratamiento, y desarrollar un acuerdo sobre las tareas y las responsabilidades de cada
uno de los participantes en orden de facilitar a los clientes la resolución de sus
problemas.

Una vez que los participantes están claros acerca de las metas del cliente en el
tratamiento y han acordado una manera de trabajar para alcanzar estas metas,
entonces se pueden empezar a mover hacia la fase media de la terapia. Durante esta
fase los terapeutas se concentran en facilitar la conciencia y el entendimiento de los
clientes en su experiencia interna y los procesos específicos involucrados en su
generación para ayudarles a volverse más aceptantes de si mismos, resolver sus
problemas interpersonales, hacerse concientes acerca de sus estilos característicos de
funcionamiento, y formular cursos alternativos de acción. Así, en las últimas etapas, se
espera que los clientes y los terapeutas hayan desarrollado un sentido de confianza y
colaboración acerca de las tareas de la terapia que ayudarán a los clientes a resolver
sus problemas (Horvath & Greenberg, 1994; Horvarth & Luborsly, 1994)

Los terapeutas experienciales no dirigen el contenido, en el sentido de proveer


interpretaciones o confrontar creencias irracionales (Elliot & Greenberg, 1995; Gaston
y cols., en prensa), sino que más bien facilitan que los clientes solucionen sus propios
problemas al focalizar su atención y promover procesos cognitivo-afectivos particulares
en distintos momentos de la terapia para ayudarlos a generar nuevas formas de ver y
ser en el mundo. Para este fin, los terapeutas experienciales atienden y escuchan las
declaraciones de los clientes, llamadas indicadores, que señalan que los clientes están
entrampados en, y listos para trabajar sobre, asuntos problemáticos específicos, tales
como sentimientos negativos persistentes hacia otro significativo o hacia un conflicto
interno que pueden ser el resultado de una auto-evaluación negativa. Después de
identificar un indicador, los terapeutas intervienen activamente para ayudar a los
clientes a resolver sus problemas afectivos específicos, por ejemplo, con el trabajo de
las dos sillas para facilitar la resolución de conflictos internos, o con el uso de lenguaje
vívido y evocativo, en un despliegue evocador sistemático1 para identificar los
estímulos de las reacciones problemáticas de los clientes. Desde esta perspectiva, las
intervenciones más activas son vistas como ejemplos de las condiciones de la relación
propuestas por Rogers (1965, 1967) y otros, y como formas de promover la alianza,
en la medida que ellas comuniquen un profundo comprendimiento empático de los
problemas y estados actuales y las metas de los clientes, y facilitar su exploración
(Watson & Greenberg, 1994).

En este artículo, examinaremos e ilustraremos como los terapeutas


experienciales fomentar el desarrollo de una alianza durante las fases iniciales y
medias del tratamiento. Se discutirán los problemas específicos que emergen durante
cada fase, y las formas de resolver posibles rupturas o quiebres en el acuerdo y
colaboración entre los participantes acerca de las metas y tareas de la terapia.

1
Nota del Traductor: El Despliegue Evocador Sistemático es una técnica que se utiliza para
esclarecer las reacciones problemáticas de los clientes en situaciones concretas. Con ella se
busca, a través de la visualización paso a paso de la situación particular, identificar los
activadores emocionales que han provocado la reacción problemática, así como también las
implicaciones de significado relevantes para el sí mismo en dicha situación (Greenberg, Rice &
Elliot, 1993). Cabe señalar, para los lectores no relacionados con la terapia experiencial, que las
posibilidades del Despliegue Evocador Sistemático guardan cierta similitud con la técnica de la
Moviola propuesta en la Terapia Procesal Sistémica Post-Racionalista de Vittorio Guidano (1994).
La Fase Inicial de la Terapia.

Durante las primeras etapas del tratamiento, los terapeutas experienciales se


esfuerzan en facilitar el compromiso y la colaboración en la tarea molar de la terapia,
la de experienciar. Esto consiste en que los clientes se focalicen en su experiencia
interna y que la representen simbólicamente para si mismos y para los terapeutas.
Otra tarea durante esta fase es el establecimiento de un ambiente seguro y de
sentimientos de confianza entre los participantes de manera que los clientes puedan
comprometerse en la tarea de experienciar plenamente y sin impedimentos.
(Greenberg y cols., 1994; Lietaer, 1990; Watson & Greenberg, 1994). Si el vínculo es
débil, o si el acuerdo sobre las tareas y las metas de la terapia son pobremente
negociaciones entre los participantes, entonces, pueden ocurrir rupturas en la alianza
terapéutica. Las rupturas durante la fase inicial pueden incluir la dificultad de los
clientes de prestar atención dentro de si mismos para focalizar en su experiencia
interna, sentirse inseguros con sus terapeutas, cuestionar la utilidad de la terapia, y
tener expectativas divergentes de las del terapeuta acerca del rol de éste en la terapia.

La tarea de experienciar y el desarrollo de la confianza y la seguridad pueden


alcanzarse con los terapeutas respondiendo empáticamente, usando reflejos de
sentimientos o metáforas para destilar la esencia de las experiencias de los clientes y
su sentido fenomenológico de ser en el mundo. La empatía es comunicada por los
terapeutas respondiendo hacia las partes vivas y profundas de las narrativas de los
clientes acerca de sus experiencias, y atendiendo sus sentimientos acerca de los
eventos y la significancia que éstos tienen para ellos. Ponderar

Una de las principales formas de identificar material que es particularmente vivo


y profundo para los clientes, es escuchar su estilo de relato. Rice & Wagstaff (1967)
identificaron cuatro diferentes tipos de cualidad de relato indicativos de diferentes
procesos de los clientes durante la sesión: focalizado, externalizado, limitado, y
emocional. Un estilo de relato focalizado señala un vuelco hacia adentro de la energía
atencional para seguir la experiencia interna a fin de representarla simbólicamente en
palabras. Tiene una cualidad lenta, vacilante y tentativa, como si los clientes
estuvieran tratando de encontrar su camino en un territorio desconocido y de generar
nuevas facetas de experiencia. Los momentos en que los relatos de los clientes se
vuelven más focalizados proveen a los terapeutas una señal de que sus clientes se han
tornado hacia adentro y están tratando de simbolizar su experiencia de maneras
nuevas y frescas. Estos momentos proveen ventanas hacia los paisajes internos de los
clientes y hacia áreas de su experiencia que puede ser útil que ellos exploren más
profundamente. La identificación de los momentos durante las sesiones cuando los
clientes están usando un relato focalizado permite a los terapeutas intervenir
diferenciadamente y desacelerar a cada uno de los participantes en el diálogo para
facilitar que los clientes tengan un acceso continuado hacia, y una focalización sobre,
su experiencia interna.

Un estilo externalizado de relato, por contraste, parece revelar un despliegue


exteriorizado de energía atencional del cliente como si fuera a producir algún efecto en
el mundo exterior. Tiene una cualidad ensayada y rítmica que sugiere que el material
que el cliente está simbolizando en palabras no es nuevo sino una recapitulación de la
experiencia que le es familiar y casi añeja. Un ejemplo prototípico de este estilo de
relato es alguien dando un discurso ya aprendido. Tanto el estilo de relato focalizado
como el externalizado se caracterizan por un alto nivel de energía; un estilo de relato
limitado involucra una disminución o un retiro de la energía atencional. Este patrón es
caracterizado por una cualidad de voz delgada y aguda, como si el cliente estuviera
caminando ansiosamente sobre huevos, tratando de distanciarse a si mismo de su
experiencia interna y de lo que ella está diciendo. La última categoría, un estilo de
relato emocional, identifica un patrón de discurso que es distorsionado o disgregado
por la expresión de la emoción como cuando alguien intenta hablar mientras solloza o
ríe nerviosamente (Rice & Kerr, 1986). La identificación de los patrones diferenciales de
relato de los clientes facilita el desarrollo de una buena alianza de trabajo en la medida
que esto permite a los terapeutas ser más sensitivos al procesamiento cognitivo-
afectivo de los clientes que ocurre momento a momento durante la terapia, y sirve
como medio para detectar rupturas de la alianza y períodos cuando el cliente no está
comprometido en la tarea terapéutica.

En un intento de promover el experienciar del cliente y sentimientos de


seguridad dentro del amiente terapéutico, los terapeutas experienciales tratan de
asumir la perspectiva de sus clientes y obtener una sensación de que es lo es ser ellos
en momentos particulares, sin fusionarse o sobre-identificarse con ellos. Sin embargo,
no es suficiente para los terapeutas empatizar y entender las experiencias de sus
clientes pasivamente. Debe ser comunicado a los clientes de una manera activa y debe
ser recibido por ellos para que sea efectivo. El establecimiento de un ambiente seguro
es promovido por los clientes experimentando a sus terapeutas como apreciándolos y
siendo respetuoso con ellos (Elliot & Shapiro, 1990; Lietaer, 1990). Una importante
manera en que esto se comunica es con los terapeutas escuchen atentamente las
representaciones de los clientes de sus experiencias fenomenológicas internas. Esto
sirve para legitimar las experiencias de los clientes y sus sentimientos acerca de sus
situaciones, y les ayuda a desarrollar su propia y única voz y perspectiva acerca de sus
situaciones, las cuales pueden someter a un estrecho escrutinio y examinación más
tarde.

Las condiciones de seguridad se mantienen dentro del ambiente terapéutico si


los terapeutas interactúan con los clientes abierta y honestamente y negocian un
entendimiento común de las experiencias de sus clientes. Para conseguir esto
efectivamente, los terapeutas necesitan estar en contacto con su propia experiencia
interna durante la sesión. Además, ellos necesitan ser capaces de percibir claramente
qué está ocurriendo en la relación entre los participantes, y responder desde una base
de auto-conciencia, tan abierta y espontáneamente como sea posible, sin cargar al
cliente o, por otro lado, dañar la relación.

Rupturas de la Alianza Durante la Fase Inicial.

Una serie de problemas y rupturas pueden emerger en la formación de una


buena alianza de trabajo en las primeras etapas de la terapia. Estos pueden incluir,
primero, a los clientes teniendo dificultad para volcarse hacia su interior para descubrir
y representar su experiencia en nuevas formas. Esto puede ser el resultado de un
gasto continuo de energías hacia fuera, como evidenciando una cualidad de relato
externo, o debido a la disminución o constricción de la energía, evidenciado por una
cualidad de relato más limitada. Segundo, los clientes pueden cuestionar el propósito y
el valor de comprometerse en terapia, y verla como inefectiva en ayudarles a conseguir
sus metas. Tercero, clientes más sofisticados, aunque convencidos de la utilidad y el
valor de la terapia, pueden tener expectativas que difieren de las de sus terapeutas.
Estos clientes pueden dudar acerca de la pertinencia de varias técnicas. Algunos
pueden desear que sus terapeutas experiencialmente orientados pudiera interpretar su
experiencia o alertarlos sobre patrones de conducta, mientras que otros pueden desear
que sus terapeutas introduzcan intervenciones más activas para facilitar más rápida y
más fácilmente el acceso a su experiencia interna.
Si durante las primeras sesiones, el uso del terapeuta de reflejos y metáforas no
ha sido exitoso en promocionar la tarea general de la terapia (que los clientes accedan
y representen su experiencia interna) entonces ellos pueden recurrir a una serie de
intervenciones para facilitar el desarrollo y la mantención de la colaboración de los
clientes. Los terapeutas pueden asegurar la cooperación y la colaboración de sus
clientes en la tarea de la exploración interna, primero, usando la meta-comunicación, y
segundo, implementando tareas especificas para asistir a los clientes a dirigir su
atención internamente.

La meta-comunicación involucra que el terapeuta comente sobre el proceso de


una manera genuina. Esto puede incluir proveer una explicación a sus clientes sobre la
función y el propósito de la terapia y sobre como ésta puede facilitar que los clientes
alcancen sus metas en el tratamiento, discutir las preocupaciones de los clientes, y
clarificar aspectos confusos o difíciles del proceso. Así, el terapeuta puede explicar a
los clientes que una de las tareas básicas de la terapia experiencial es focalizar su
atención interiormente para discernir sus sentimientos de modo que ellas puedan llegar
a saber el impacto de su entorno sobre si mismos y determinar su significado. Al
identificar y etiquetar tanto sus observaciones de su entorno y sus sentimientos en
respuesta a aquellas observaciones, ellos pueden ganar un creciente entendimiento de
sus necesidades y metas. Esto, en consecuencia, los ayudará a resolver sus problemas
y a determinar cursos alternativos de acción.

Para ilustrar, en el siguiente ejemplo, una cliente pregunta cómo hablar acerca
de su depresión podría ser útil. Su terapeuta intenta proveer una explicación y
asegurar el acuerdo de la cliente para comprometerse en ciertas tareas.

Cliente: No veo como es que hablar contigo acerca de esto podría ayudar mucho…
Quiero decir, estoy enojada con mi esposo pero tengo que guardármelo hasta el punto
en que siento que voy a explotar.

Terapeuta: Quizás puedas usar esto como un lugar para expresar tu rabia de un
modo seguro sin que repercuta negativamente en ti. ¿Qué opinas?

Cliente: Si… Pero no estoy seguro de cómo eso podría ayudar…

Terapeuta: Bueno, te dará la oportunidad de expresar tus sentimientos y la


oportunidad de examinar qué está pasando en la relación de modo que puedas planear
maneras de actuar que no sean dañinas para ti y que te ayudarían a alcanzar tus
metas.

Cliente: Bueno, que tengo que perder… Tengo que hacer algo, se que no puedo
continuar con esto.

La meta-comunicación tiene dos importantes funciones. Primero, provee una


explicación para los clientes acerca de las tareas y las metas de la terapia de modo que
ellos puedan percibir más claramente la función y la utilidad de comprometerse en un
discurso terapéutico. Segundo, clarifica las metas y las intenciones del terapeuta de
modo que los clientes puedan discernir si éstas son congruentes con las suyas,
abriendo la posibilidad de los participantes de negociar un claro entendimiento de los
objetivos del cliente.

Una alternativa a la meta-comunicación para fomentar y reparar quiebres en la


colaboración durante la primera fase de la terapia son tareas específicas que facilitan
que el paciente se vuelque interiormente para acceder a su experiencia interna. Si los
clientes se comprometen en tales tareas exitosamente, ellos empiezan a percibir la
utilidad y el valor de la exploración interna. Al considerar tales tareas terapéuticas, es
de ayuda mantener en mente la distinción entre clientes hecha por Leijssen (1994) en
términos de su relativa distancia de su experiencia. Algunos clientes están inundados
por sus sentimientos y son incapaces de adquirir suficiente distancia para regular y
modular sus reacciones afectivas y transacciones interpersonales. Otros clientes están
tan distantes de su experiencia interna que casi siempre están inconcientes de su
existencia, y por lo tanto, son incapaces de usarla como una importante fuente de
información y punto de referencia para sus respuestas y transacciones con su entorno.

Los clientes que están inundados por sus sentimientos y respuestas afectivas
pueden más fácilmente dirigir su atención hacia su interior y comprometerse en una
búsqueda experiencial interiormente dirigida con sus terapeutas. En contraste, aquellos
clientes que están más externamente focalizados, y que están menos concientes y
menos sintonizados con sus reacciones e interacciones con otros en su entorno,
necesitan más asistencia para dirigir su atención interiormente. Tales clientes a
menudo despliegan una cualidad de relato externalizada indicando que ellos están más
interesados en actuar en el mundo que en reflexionar y formular nueva experiencia.
Con aquellos clientes, los terapeutas pueden usar pueden usar la tarea de Focusing
(Gendlin, 1982) pidiéndoles que se sintonicen dentro de sus sensaciones corporales u
otros aspectos de su ambiente interior. Esto redirige la atención de los clientes
interiormente y les provee una fuente alternativa de información que yace dentro de si
mismos en lugar del mundo externo.

Otra tarea que les provee a los clientes un prototipo o modelo de trabajo del
tipo de actividades en las cuales comprometerse para trabajar productivamente en
psicoterapia experiencial es la exploración de reacciones problemáticas (Greenberg y
cols., 1994; Rice & Saperia, 1984). Como una ayuda para que los clientes se focalicen
en si mismos, los terapeutas pueden sugerir un ejercicio como tarea para la casa para
que los clientes se observen a si mismos entre sesiones, para determinar si se
encuentran a si mismos actuando o reaccionando de una manera que los confunda o
que los deje perplejos. Por ejemplo, una cliente puede observar que ella se pone
intensamente furiosa después de una interacción con un miembro de su familia sin
entender que la ha llevado a esa respuesta.

Las reacciones confusas del cliente pueden ser exploradas usando el despliegue
evocador sistemático para facilitar la recolección y la reexperienciación de sus
experiencias sobre la situación y sus sentimientos en el momento de la sesión.
Después que está escena ha sido evocada vividamente, se anima a los clientes a dirigir
su atención interiormente y simbolizar su sentido subjetivo interno en palabras para
proveer un entendimiento de sus sentimientos, reacciones, necesidades, y metas en
las situaciones. Como resultado de esta exploración, los clientes ganan entendimiento
de sus reacciones en situaciones particulares y empiezan a percibir vínculos entre los
eventos, sus sentimientos, y sus conductas (Greenberg y cols., 1994).

Un compromiso productivo en estas tareas tempranamente en la terapia ayuda


no solo a establecer, sino que también a reparar, la alianza de trabajo, y permite a los
participantes de adquirir una apreciación de los asuntos y los problemas de los clientes
para formular el foco específico y las metas del tratamiento. Las tareas individuales
proveen a los clientes modelos de trabajo de las actividades específicas de la terapia
experiencial, las cuales están designadas para ayudarlos a alcanzar sus metas. Al
establecer colaborativamente las metas y los acuerdos alcanzaos acerca de las tareas
de la terapia, el vínculo de la alianza de trabajo se desarrolla y se mantiene, y los
clientes aprenden a sentirse apreciados, entendidos, y confidentes que ellos tiene un
aliado que está ávido y dispuesto a asistirlos en la resolución de sus problemas.

Las Etapas Medias de la Terapia.

Una vez que un ambiente seguro de trabajo ha sido establecido y los clientes
están claros acerca de la tarea general de la terapia experiencial y han desarrollado un
foco de indagación para ayudar a explorar sus dificultades, las intervenciones activas
se implementan más frecuentemente. Durante esta fase, los terapeutas escuchan
activamente las declaraciones de los clientes que sirven como indicadores que señalan
que están luchando con problemas específicos en diferentes puntos de la sesión. Por
ejemplo, los terapeutas pueden notar que los clientes están siendo auto-críticos,
expresando persistentes malos sentimientos acerca de otros significativos, o más
generalmente cuestionando su conducta en situaciones específicas. Después de
confirmar su entendimiento de lucha de los clientes, el terapeuta les sugiere a éstos
comprometerse en intervenciones terapéuticas específicas designadas para facilitar la
resolución del problema específico que está preocupando actualmente (Greenberg y
cols., 1994; Rice & Greenberg, 1984).

Hay dos objetivos primarios en esta etapa. Lo primero es desarrollar un foco de


indagación para ayudar a los clientes a explorar problemas cognitivos-afectivos
específicos que están interfiriendo con su funcionamiento actual. El segundo objetivo
es elevar el arousal emocional para promover el acceso a, y la expresión emocional de
su experiencia interna durante la sesión. Esto es perseguido, en conjunto con el
objetivo de la primera fase de tratamiento, mantener y profundizar los sentimientos de
confianza (Greenberg y cols., 1994; Watson & Rennie, 1994). Los sentimientos de
confianza y seguridad necesitan desarrollarse tanto interpersonalmente, entre los
clientes y los terapeutas, como intra-personalmente, dentro de los clientes, si ellos han
de comprometer exitosamente en las tareas durante esta fase.

Rupturas de la Alianza en la Fase Media.

Para los clientes para los cuales las terapias de larga duración son más
apropiadas, dos distintos focos de trabajo tienden a emerger, una en la cual la relación
se vuelve una preocupación central, y la otra en la que los clientes son focalizados
internamente, persiguiendo su propia senda interna y resolviendo problemas
específicos en otros dominios con la ayuda de las intervenciones de tareas específicas
(Rennie, 1993; Watson & Greenberg, 1994). Consecuentemente, durante la fase media
de la terapia, puede haber rupturas en la alianza de trabajo respecto de la
implementación de intervenciones activas así como también de asuntos relacionales
más generales. La naturaleza de las dificultades que pueden emerger durante la fase
media de la terapia, que se relacionan o bien con las tareas o con el vínculo
terapéutico, son en parte determinadas por la relativa duración de la terapia y los
asuntos específicos con los cuales el cliente está lidiando.

Las rupturas respecto de las dificultades relacionadas con las tareas durante
esta fase pueden consistir en los clientes rehusándose a comprometerse en ciertas
actividades. Esto puede ocurrir por una serie de razones. Primero, los clientes pueden
estar inseguros de experienciar sus sentimientos en la sesión, por ejemplo, cuando se
les pide que imaginen a un otro significativo. Segundo, los clientes pueden estar
asustados de perder el control en la sesión o pueden tener una sensación de que el
proceso es demasiado rápido o abrumador. Tercero, los clientes pueden estar reacios
de comprometerse en las tareas porque ellos no las perciben como relevantes para sus
metas, tales como construir la escena donde ellos experimentan sus reacciones
problemáticas usando un lenguaje concreto y vivido; o, ellos pueden encontrar que las
actividades requeridas en ciertas de ciertas tareas son muy artificiales y planificadas, y
sentirse tontos realizándolas, por ejemplo, cuando se les pide hablar hacia una silla
vacía.

Las rupturas de la relación terapéutica que emergen durante la fase media a


menudo reflejan un quiebre en la confianza y la colaboración. Algunos clientes pueden
ser sensibles a las diferencias de poder en la situación terapéutica, por ejemplo,
algunos hombres que tienen problemas con mujeres en posiciones de autoridad y
poder, pueden tener dificultades para trabajar con terapeutas mujeres.
Alternativamente, clientes viejos pueden ver a los terapeutas jóvenes como demasiado
inexpertos, y otros clientes pueden sentir que sus terapeutas los están frustrando
deliberadamente y rehusándose a responder a sus particulares y dificultosas
situaciones de vida y necesidades. Por ejemplo, un cliente se quejó que su terapeuta
era como un gobernante de la monarquía y él, el cliente, un súbdito más bajo, por
quien el terapeuta solo simulaba preocupación. Otra cliente reprochó a su terapeuta
por ser despreocupado. Ella sentía que dejaría de existir en cualquier momento que
dejara la oficina del terapeuta y que ella no tenía ninguna importancia dentro de su
esquema de cosas. Consecuentemente, ella estaba reacia a hablar de ella misma para
no aumentar su sensación de abandono.

En algunos casos, las rupturas en la alianza son claras, cuando los clientes se
rehúsan a comprometerse en las tareas. Sin embargo, las rupturas no son siempre
inmediatamente evidentes para los terapeutas. Numerosos investigadores han
observado que las rupturas en la alianza a menudo son procesos encubiertos dentro de
los clientes, de los cuales el terapeuta está inconciente y acerca de los cuales los
clientes no hablan libremente (Rennie, 1993; Rhodes, Hill, Thompson & Elliot, 1994;
Watson & Rennie, 1994). A veces, cuando la alianza está rota, a menudo los clientes
defieren de los requerimientos del terapeuta.

Por ejemplo, en un estudio en los cuales los clientes estaban explorando


reacciones problemáticas, todos ellos reportaron en una entrevista después de sus
sesiones que mientras realizaban la tarea, ellos habían cuestionado silenciosamente los
requerimientos de sus terapeutas de pintar un dibujo de la escena en la cuales ellos
experimentaban sus reacción. Aquellos que subsecuentemente vieron la intervención
como productiva y como proveyendo a la sesión con velocidad y dirección, la juzgaron
como valiosa. Esto tuvo un impacto positivo en sus alianzas con sus terapeutas, y ellos
fueron capaces de comprometerse en su exploración más productivamente que
aquellos clientes que continuaron sintiéndose confundidos e internamente resistentes,
pero lo que no sorprende, es que este último grupo falló en resolver sus reacciones
problemáticas (Watson & Greenberg, 1994; Watson & Rennie, 1994).

Esta naturaleza invisible de muchas de estas transacciones interpersonales


subraya la necesidad para los terapeutas de ser más explícitos acerca de sus
intenciones durante las sesiones y alcanzar mayor congruencia entre sus objetivos y
los de sus clientes. Esto puede lograrse explicándoles a los clientes el propósito de
alguna de sus intervenciones, así como también el porqué ellos piensan que éstas
pueden ser útiles, y asegurándose de tener el acuerdo de sus clientes, momento a
momento, para comprometerse en diversas actividades relacionadas con las tareas.

Los terapeutas experienciales necesitan mostrar una elevada sensibilidad y


estar altamente sintonizados a posibles rupturas cuando implementan las tareas y ser
más directivos del proceso terapéutico. Cuando ellos perciben disarmonías o posibles
rupturas en la alianza, ellos tienen una serie de cursos alternativos de acción. Primero,
ellos deben volverse más empáticos y respondientes hacia sus clientes, enlenteciendo
o interrumpiendo las intervenciones activas y usar reflejos en lugar de ellas. Los
clientes deben ser animados a hablar acerca de su reticencia y a darle voz a sus
preocupaciones de modo que sus terapeutas puedan tener un mejor entendimiento de
sus metas y necesidades en diferentes puntos de la sesión. Los miedos y
preocupaciones de los clientes son reconocidos como legítimos y vistos como
proveyendo a ambos participantes información acerca de las experiencias de los
clientes en la terapia y sus maneras de experienciar en general. Los terapeutas
experienciales están preocupados de reducir la sensación de amenaza o vulnerabilidad
de los clientes en la sesión. Al responder empáticamente a las preocupaciones de los
dientes, los terapeutas pueden romper la sensación de aislamiento, a diferencia de
otros en su ambiente. Además, la reducción en la ansiedad interpersonal que sigue de
ser entendido y validado por otro lleva a la habilidad de tolerar un gran monto de
ansiedad intrapersonal.

La validación y el reconocimiento de los terapeutas hacia las preocupaciones de


sus clientes es importante en términos de la tarea general de la terapia experiencial,
esto es, que los clientes atiendan y usen su propia experiencia subjetiva como una
fuente vital de información acerca de su ambiente. Más aún, es importante en términos
de mantener un ambiente de trabajo seguro y de establecer confianza interpersonal e
intrapersonal. Al representar sus preocupaciones simbólicamente en palabras, los
clientes usan sus experiencias internas como dato, y hacen sus miedos concretos y
conocidos, lo cual tiene el efecto tanto de contenerlos como de exponerlos para una
examinación y reevaluación más profunda. Las condiciones de seguridad se potencian
y mantienen si los clientes perciben a sus terapeutas como dispuestos y capaces de ver
sus preocupaciones como legítimas.

Un segundo paso correctivo que los terapeutas experienciales realizan es


indagar si hay algo en su propia conducta o interacciones con sus clientes que pueda
contribuir a que los clientes se sientan reacios o incómodos durante la sesión. Por
ejemplo, una cliente que se había comprometido con dificultad en la tarea terapéutica
al comienzo de la terapia reportó sentirse presionada al principio en una de sus
sesiones. Su terapeuta indagó si había algo que ella estuviera haciendo que hiciera que
la cliente se sintiera así.

Cliente: No se por dónde comenzar…muy siento muy presionada ahora mismo.

Terapeuta: Te sientes presionada… ¿Como si tuvieras que actuar de alguna manera


aquí? Me pregunto si hay algo que yo esté haciendo que contribuya a esos
sentimientos.

Cliente: No, a menudo me siento así justo antes de empezar. Tengo que hacerme el
tiempo para estar aquí así que no quiero perderlo.

Es especialmente importante para los terapeutas ser comprensivos y


respetuosos cuando los clientes les reprochen por fallas que ellos perciben, por
ejemplo, estar insensibles o indispuestos. Cuando los clientes develan sus descontento,
enojo, y frustración, los terapeutas experienciales intentan estar completamente
presentes y reconocer los sentimientos de sus clientes hacia ellos. Al mismo tiempo,
ellos deben reafirmar sus límites en términos de los que ellos pueden hacer por sus
clientes. Sin embargo, como expertos en sus propias experiencias y en el interés de
promocionar su crecimiento y autonomía, los sentimientos de los clientes de sentirse
malentendidos o confundidos en tareas particulares son reconocidos como genuinos.
Los puntos de vistas de los clientes tienen supremacía dentro de la relación, con los
terapeutas experienciales intentando diluir y aminorar cualquier desequilibrio de poder,
así como también tratando de ser muy cuidadosos al no criticar a sus clientes por su
reticencia a colaborar. Esto es posible, en parte, porque los terapeutas experienciales
no tienen un interés particular en ningún punto de vista, o solución para sus clientes.

Si los clientes sienten que sus terapeutas han actuado de maneras que han
exacerbado sus sentimientos de miedo y reticencia, pueden ser exploradas alternativas
para hacerlos sentir más confortables. A menudo, sencillamente estar disponible a
compartir los propios sentimientos de distrés, entenderlos y reconocerlos puede
aminorarlos, haciendo innecesarios remedios más concretos. Al lidiar honestamente
con la relación en el aquí y el ahora, y al reconocer su propia contribución a los
quiebres de la alianza, los terapeutas experienciales facilitan ampliamente a que sus
clientes encuentren su propia voz y que se sientan respetados y valorizados.

Otra manera de reajustar ambivalencias en la relación incluye al terapeuta


haciéndose vulnerable dentro del encuentro al auto-revelar apropiadamente algunos
pequeños detalles de su historia personal, o revelar sus propios sentimientos de
preocupación acerca del bienestar de sus clientes. Sin embargo, es importante
comunicar a los clientes que ellos no tienen que asumir responsabilidad por los
sentimientos de sus terapeutas. Además, el grado de auto-revelación debería ser
limitado y relevante a las preocupaciones del cliente para asegurar que es facilitativa
de la exploración de los clientes y no los distraiga de ella, al asumir un foco central
dentro de las sesiones. Una manera en que el terapeuta puede salvaguardar que su
auto-develación no ensombrecerá los asuntos de sus clientes en la sesión es dejar el
foco final de la intervención sobre los procesos internos y problemas de los clientes.

La tercera forma en que los terapeutas experienciales lidian con rupturas en la


alianza durante la fase media de la terapia es implementar intervenciones de tareas
para los miedos y las preocupaciones de los clientes. De esta manera el terapeuta
ayuda a los clientes a expresar sus miedos y a confrontar cualquier dificultad que ellos
estén experimentando en la sesión. Por lo tanto, si el cliente reporta que se está
quedando en blanco en un punto difícil de la sesión, su terapeuta le puede pedir que
permanezcan con el estar en blanco, para focalizarlo, y para hablar desde ese estado a
fin de obtener un mejor sentido de lo que le está pasando. Al focalizar al cliente sobre
su sensación de estar en blanco durante la sesión, el terapeuta le demuestra que él
está en control del proceso, así como también la utilidad de estar en contacto con su
experiencia interna. Esto provee al cliente con un insight adicional sobre sus propios
procesos internos, respuestas y conductas en varias situaciones.

La cuarta forma en que los terapeutas experienciales usan para asegurar la


colaboración de sus clientes es por medio de la meta-comunicación acerca de las
técnicas y metas de la terapia. Si los terapeutas explican el propósito de las
intervenciones especificas y cómo éstas pueden potenciar el proceso de los clientes en
la sesión, ellos pueden estar más dispuestos a proceder. Más aún, los terapeutas le
aseguran a los clientes que ellos son libres de detener el proceso en cualquier
momento, y que ellos permanecen siendo los mejores jueces de lo que es tolerable
para ellos para soporten en la sesión. Esto sitúa el locus de control en los clientes,
permitiéndoles sentirse más confiados en que el proceso no está saliéndose fuera de
control con ellos en el asiento de pasajeros.
Caso de Ilustración.

El siguiente caso ilustra como un terapeuta experiencial intenta reparar y


fomentar la alianza con la cliente quien estaba ambivalente acerca de comprometerse
en la terapia debido al miedo de contactarse y experienciar sus sentimientos, así como
también preocupada por los resultados de la terapia. La cliente era una mujer de 40
años que había buscado tratamiento para la depresión después de perder su trabajo y
porque estaba teniendo dificultades en su matrimonio. Ella es graduada universitaria y
había estado en psicoterapia previamente. Estaba escéptica acerca de si la terapia
sería beneficiosa y se oponía a discutir su historia de vida ya que sentía que ella ya
había entendido sus dinámicas familiares en una experiencia previa de terapia.

La cliente presentaba dos posturas muy diferentes en el tratamiento. Una


postura era sumamente racional, analítica y demandante. Mientras que la otra era
infantil, emocional y atormentada. Ella despreciaba sus emociones considerándolas
disruptivas. Uno de los principales temas que emergió durante la terapia fue que ella
tenía dificultades para ser asertiva en sus relaciones interpersonales más cercanas y
con personas de autoridad. También encontraba que se estaba volviendo severamente
depresiva, muy frecuentemente, y sin razón aparente.

En la quinta sesión, después que la cliente dice que estaba ambivalente acerca
de asistir a la sesión, el terapeuta adopta una forma empática y reflectiva de reconocer
los sentimientos de la cliente, y luego sugiere que ellos se comprometan en la tarea de
las dos sillas para comprender y representar la ambivalencia de la cliente acerca de
estar en terapia más profundamente involucrada. La cliente expresa su incomodidad al
comienzo de la sesión.

Cliente: Oh, no quiero. Sólo quiero levantarme e irme a algún otro lugar ahora mismo.
Me siento realmente en conflicto.

Terapeuta: Es realmente difícil para ti estar aquí.

Cliente: Me siento realmente agitada.

Terapeuta: Puedes separar las dos partes, la parte que quiere estar aquí y la que
quiere salir arrancando. ¿Puede el lado agitado decirle al lado que quiere estar aquí
qué es lo que le está agitando?

La cliente ha articulado que ella está dividida entre comprometerse en la terapia


y detener el proceso. El terapeuta sugiere que se comprometan en un diálogo de las
dos sillas para desarrollar y entender los dos lados del conflicto más profundamente.

Cliente (silla 1): Esto va a cambiar las cosas y tú no vas a ser la misma. Tengo como
manejarlo de la manera en que las cosas están ahora pero no se si lo podré manejar
de la manera en que las cosas serán después de esto.

Terapeuta: Así que tienes miedo del cambio. ¿Puedes decirle a ella algunas de las
cosas que te asustan?

Cliente (silla 1): He estado trabajando para lidiar con todo esto, y ahora tengo miedo
de que vaya a desaparecer.
Terapeuta: Ven aquí… (A la silla 2). ¿Qué pasa cuando la oyes decir a ella que está
asustada…que resultará destruida destruida?

Cliente (silla 2): Bueno, pienso que lo está, y yo estoy asustada de eso también, y lo
lamento.

Terapeuta: Así que lo lamentas, también. (A la silla 1) ¿Qué es lo que sientes cuando
ella expresa tristeza de que tu desaparezcas?

Cliente (silla 1): No siento rabia, más bien molesta y resignada. Ella va a hacerlo de
todos modos.

El terapeuta anima a la cliente a chequear sus reacciones internas a las


diferentes partes del diálogo para determinar sus necesidades y el impacto de sus
diversas declaraciones.

Terapeuta (a la silla 2): ¿Qué pasa cuando oyes este lado diciendo ‘me siento
atrapada e incapaz de controlarte?

Cliente (silla 2): (Solloza) Se que es eso lo que estoy haciendo, pero algo saldrá. No
voy a destruirlo todo por completo. Desearía que ella no estuviera tan asustada de eso.

Terapeuta (a la silla 1): ¿Qué pasa cuando le oyes decir que algo saldrá?

Cliente (silla 1): Me siento un poco mejor… No me siento tan atrapada.

Terapeuta (a la silla 1): ¿Qué necesitas de ella mientras ella hace esto?

Cliente (silla 1): Necesito saber que esto valdrá la pena y que ella mantendrá
algunas cosas, como mis ideas.

Terapeuta: Así como tu visión… tu intelecto. Cambio a la otra silla… (A la silla 2) ¿Qué
pasa cuando tu oyes decir ‘salva a estas partes de mi y cuídalas’?

Cliente (silla 2): No se que decir, pero trataré… Son importantes para mí también.

Terapeuta: Así que tu valoras esos aspectos también. (A la silla 1) ¿Qué pasa cuando
le oyes decir eso?

Cliente (silla 1): Me siento más calmada... También la separación está


desapareciendo un poco.

La sesión fue un punto de giro para resolver la reticencia de la cliente a


comprometerse completamente en la terapia. Durante la sesión, la cliente percibió que
estaba en control del proceso y que era capaz de negociar las condiciones de seguridad
que le permitirían proceder más profundamente. Un asunto importante que esta cliente
estaba trabajando era la expresión de sus propias necesidades en relación con los
otros, así como también aprender a aceptar la parte más emocional de su
personalidad, la cual ella constantemente subyugaba a favor de la razón.

Siendo despreciativa de sus emociones cuando ella empezó la terapia, al


término ella había integrado estos dos aspectos en conflicto de su personalidad dentro
de un todo más funcionante. Después de esta sesión, la cliente fue capaz de
comprometerse en al terapia más fácilmente y examinar su depresión más
detenidamente. Subsecuentemente, ella fue capaz de identificar los antecedentes de
su depresión y de determinar maneras alternativas de ser en ciertas situaciones para
apropiarse sus síntomas depresivos.

Conclusión.

A fin de que los clientes se comprometan en las tareas de la terapia, ellos


tienen que sentirse seguros tanto interpersonalmente, en la presencia de sus
terapeutas, así como también dentro de ellos, como se ha ejemplificado con la cliente
descrita aquí. Una meta importante es lograr que los clientes recuperen su fortaleza y
se vuelvan más empoderados durante las sesiones de modo que ellos puedan efectuar
los cambios necesarios para resolver sus dificultades por las cuales ellos buscaron
tratamiento, con los terapeutas actuando como aliados y guías para facilitar los
procesos efectivos de los clientes durante las sesiones.

Para alcanzar estas metas, los terapeutas experienciales no intentan localizar


las rupturas en la alianza históricamente como una función de las relaciones tempranas
de lo clientes. En lugar de eso, las rupturas son vistas como reflejos certeros de lo que
está ocurriendo en el aquí y el ahora entre los participantes. Los terapeutas
experienciales intentan ser óptimamente sensibles todo el tiempo y especialmente
cuando detectan rupturas en la alianza. En estos momentos, ellos buscan entender
cómo ellos pueden haber contribuido a que los clientes se sintieran perturbados o
reticencias durante la sesión. Ellos también pueden emplear la meta-comunicación
para explicar y revelar sus intenciones y metas, para determinar si ella encajan con las
metas y las intenciones de los clientes, y para negociar un entendimiento compartido.
Finalmente, ellos implementan tareas específicas designadas para reparar los quiebres
y las rupturas en la alianza en puntos específicos de la terapia.

Referencias Citadas - Lecturas Recomendadas.

• Bordin, E.S. (1979). The generalization of the psychoanalytic concept of the


working alliance. Psychotherapy, 16, 252-260.
• Elliot, R. & Greenberg L.S. (1995). Experiential therapy in practice: The
process. Experiential approach. In B. Bongar & L. Beutler (Eds.),
Comprehensive textbook of psychotherapy (pp.123-139). New York: Oxford
University Press.
• Elliot, R. & Shapiro, D. (1990). Client and therapist as analyst of significant
events. In S. Toukmanian & D. Rennie (Eds.), Psychotherapy process research:
Paradigmatic and narrative approaches: Newbury Park, CA: Sage.
• Gaston, L., Goldfried, M., Greenberg, L., Horvath, A., Raue, P. & Watson,
J. (In Press) The therapeutic alliance in psychodynamic, cognitive-behavioral
and experiential therapies. Journal of Psychotherapy Integration.
• Gendlin, E. (1982). Focusing. New York: Bantam Books.
• Greenberg, L.S., Rice, L.N., & Elliot, R. (1994). Process Experiential
Therapy: Facilitating emotional change. New York: Guilford Press.
• Greenberg, L.S., & Safran J.D. (1987). Emotion in psychotherapy. New York:
Guilford Press.
• Horvath, A., & Greenberg, L. (1989). Development and validation of the
working alliance inventory. Journal of Counseling Psychology, 36, 223-233.
• Horvath, A., & Greenberg, L. (Eds.). (1994). The working alliance: Theory,
research, and practice. New York: John Wiley & Sons.
• Horvath, A., & Luborsky, L. (1994). The role of the therapeutic alliance in
psychotherapy. Journal of Counseling and Clinical Psychology, 61, 561-573.
• Leijssen, M. (1994, September). Characteristic of an inner healing
relationship. Paper presented at the Third International Conference on Client-
Centered and Experiential Therapy, Gmunden, Austria.
• Lietaer, G. (1990). Helping and hindering processes in client-
centered/experiential psychotherapy: A Content analisys of client ans therapist
postsession perceptions. In S. Touykmanian & D. Rennie (Eds.). Psychotherapy
process research: Paradigmatic and narrative approaches: Newbury Park, CA:
Sage.
• Rennie, D. (1993). Clients’ deference in psychotherapy. Journal of Counseling
Psychology, 41, 427-437.
• Rhodes, R.H., Hill, C.E., Thompson, B.J., & Elliot, R. (1994). Clients
retrospective recall of resolved and unresolved misunderstanding events.
Journal of Counseling Psychology, 41, 473-483.
• Rice, L.N., & Greenberg, L.S. (1984). The new research paradigm. In L.N.
Rice & L.S. Greenberg (Eds.). Patterns of change: Intensive analysis of
psychotherapy process. New York: Guilford Press.
• Rice, L.N., & Kerr, G. (1986). Measures of client and therapist vocal quality.
In L.S. Greenberg & W.M. Pinsof (Eds.). The psychotherapeutic process: A
research handbook. New York: Guilford Press.
• Rice, L.N., & Saperia, E. (1984). Task analysis and the resolution of
problematic reactions. In L.N. Rice & L.S. Greenberg (Eds.). Patterns of change:
Intensive analysis of psychotherapy process. New York: Guilford Press.
• Rice, L.N., & Wagstaff, A. (1967). Client voice quality and expressive style
as indexes of productive psychotherapy. Journal of Counseling Psychology, 31,
557-563.
• Rogers, C.R. (1965). Client-Centered Therapy: Its current practice,
implications and theory. Boston: Houghton, Mifflin.
• Rogers, C.R. (1967). The necessary and sufficient conditions of therapeutic
personality change. Journal of Counseling Psychology, 21, 97-103.
• Watson, J.C. & Greenberg, L.S. (1994). The alliance in experiential therapy:
Enacting the relationship conditions. In A. Horvath & L. Greenberg (Eds.). The
working alliance: Theory, research, and practice. New York: John Wiley & Sons.
• Watson, J.C. & Greenberg, L.S. (1994). A qualitative analysis of clients’
reports of their subjective experience while exploring problematic problems
reactions in therapy. Journal of Counseling Psychology, 41, 500-509.

Traducción: Luis Robles Campos (2009).


Psicólogo, Universidad de Tarapacá, Arica – Chile.
Fousing Trainer acreditado, Focusing Institute, New York.
luisrobles1977@gmail.com

Anda mungkin juga menyukai