1- “Llamó a los doce”: Jesús los asoció a su obra (v 7.13) La obra que Jesús vino a realizar le pertenece por voluntad del Padre. Él asoció a los Apóstoles de manera particular a esta obra: los amó, los eligió, los llamó, los instruyó, los envió (Mc 3,13-15), a la vez que les compartió su poder y el anuncio del Reino que ya está operando en el mundo (Mc 6,7; Mc 1,14-15.38-39; Lc 7,18-23). Los consagra en su oración en la última cena (Jn 17,1-19). En este texto aparece referido el sacramento de la unción de los enfermos (“…curaron a numeroso enfermos, ungiéndolos con óleo” v13); práctica que los Apóstoles realizaron y aconsejaban ya en su ministerio (Sant 5,13-15) “El óleo cura las fatigas, y es causa de la luz y de la alegría. El óleo de la unción significa, pues, la misericordia de Dios, el remedio de la enfermedad y la iluminación del corazón, obras todas de la oración”. Pseudo-Crisóstomo “Significa también la gracia del Espíritu Santo, por la cual descansamos de los trabajos y recibimos la luz y la alegría espiritual”. Teofilacto “Aquí se manifiesta que esta costumbre de la santa Iglesia de ungir a los endemoniados y a cualquier enfermo con óleo consagrado por la bendición pontifical, fue introducida por los mismos apóstoles”. Beda
2- “No llevaran para el camino…” (v 8-10)
En los v 8-9 Jesús hace ver que la obra es suya, no les faltará lo necesario a los que son asociados a ella, además que la eficacia a esta obra le viene del poder del que los envía, no de los medios con los que cuentan. Los invita así a un desinterés material (1Tim 6,3-10), a la confianza en la providencia (Lc 12,22-32; Jr 1,8-9) y a considerar que la gran riqueza que posee el Apóstol es Jesucristo mismo y su gracia, su poder (Hech 3,1-8). El Apóstol puede hacer suya la oración del salmo 121(120),1-4. “Tanta debe ser la confianza en Dios del que predica, que ha de estar seguro de que no ha de faltarle lo necesario a la vida, aunque él no pueda procurárselo, puesto que no debe ocuparse menos de las cosas eternas por ocuparse de las temporales”. Beda “El Señor les impuso también este precepto, para que por su parte manifestasen cuán distante de ellos estaba el deseo de riqueza”. Pseudo- Crisóstomo “Les enseña igualmente así, que no deben desear ningún presente o regalo, porque viendo que no tienen nada los apóstoles, confíen en ellos los que los oigan predicar la pobreza”. Teofilacto “Por esto San Marcos, diciendo que calcen sandalias, advierte que debe darse a este calzado una significación mística, puesto que, no dejando cubierto al pie por arriba ni por debajo desnudo, da a entender que no deben ocultar el Evangelio, ni apoyarse en las comodidades terrenas. Y por lo que hace a no tener ni llevar dos túnicas, ¿qué otra cosa les advierte, sino que deben andar sencillamente y no con doblez”. San Agustín “No es, pues, el Evangelio una cosa venal, que se predica por un salario temporal. Porque si así fuera vendible, a muy bajo precio sería vendida una cosa tan grande. Exijan, pues, del pueblo los predicadores el sustento indispensable para las necesidades de la vida y de Dios la recompensa de su ministerio. Lo que el pueblo da a los que lo evangelizan, no lo hace por caridad, sino que se lo da como un deber, a fin de que atiendan a sus necesidades y de esta manera puedan continuar evangelizando”. San Agustín
3- “Sacudan hasta el polvo de sus pies” (v 11)
Jesús les advierte del rechazo al que se someterán (Mt 10,17-33), como le pasó a Él (Mc 6,16; Lc 4,28-30 – Domingo XIV Durante el año cB), como le sucedió al precursor, Juan Bautista (Mc 6,17-29). Los Apóstoles pronto experimentaron el rechazo por parte de aquellos a quienes anunciaban el Evangelio (Hech 13,51). “…los pies de los Apóstoles señalan la obra y marcha de la predicación. El polvo de que se manchan, es una figura de la ligereza del pensamiento humano, de la que no están exentos los más grandes sabios, puesto que están continuamente preocupados e intranquilos del modo de dirigir convenientemente a sus oyentes y marchando por todas las sendas del mundo, no hacen más que recoger con sólo los pies el polvo de la tierra. Y aquellos que desprecian la enseñanza de los Apóstoles, convierten en testimonio de su propia condenación, sus trabajos, sus peligros y sus preocupaciones. Lo contrario sucede a los que reciben la palabra: sacan lecciones de humildad de las aflicciones y cuidados que sufren por ellos, quienes les evangelizan”. Rábano Sugiero la lectura espiritual de los números 763-766; 858-860; 863-864 del Catecismo de la Iglesia Católica.