Capítulo I - Introducción
Por lo tanto la solución de los mismos desde los tiempos más antiguos ha sido
preocupación especial de los legisladores y gobernantes.
Si todos los seres del mundo estuviesen de acuerdo con sus semejantes viviríamos en
paz y nunca veríamos el espectáculo siempre triste y penoso del desacuerdo, de la
violencia, de la reacción irracional contra el adversario. Ejemplos en el campo individual,
un problema de familia; en el campo nacional una guerra civil o una huelga; en el campo
internacional, la guerra y otras medidas de opresión tan conocidas histórica y actualmente
por nosotros.
Conflicto.
Hay conflicto cuando una persona o la ley exige de otra la ejecución de un hecho o acto o
su abstención y aquella se resiste. Como señala Carnelutti el conflicto nace cuando existe
la pretensión por una parte y la resistencia por la otra.
Este conflicto nacido por la acción u omisión de una persona en relación a otra puede
solucionarse o resolverse de distintas maneras o "formas" que el derecho procesal
denomina autocomposición; autotutela y proceso.
Desde un punto de vista general ésta es la forma normal y lógica de solución de conflicto,
y en el hecho ocurre que la mayoría, o al menos muchos de ellos, son resueltos por este
medio.
La autocomposición técnicamente está permitida cuando el conflicto gira en torno al
interés privado de las partes en discordia; en cambio está expresamente prohibida cuando
se encuentra comprometido el interés público, como ocurre en el campo penal con los
crímenes o simples delitos de acción pública y en el campo del derecho privado con los
asuntos de familia, tributarios, etc. Algunos ejemplos de la legislación nacional nos
servirán para ilustrar lo expuesto:
a) La transacción: está reglamentada como contrato en los arts. 2446 y siguientes del
Código Civil. Mediante su celebración las partes terminan extrajudicialmente un litigio
pendiente o precaven un litigio eventual.
El conflicto es requisito preliminar para que las partes puedan transigir. Así lo establece el
inciso segundo del art. 2446 al señalar "No es transacción el acto que sólo consiste en la
renuncia de un derecho que no se disputa".
Couture en un acertado concepto la define como "la reacción directa y personal de quien
se hace justicia con manos propias". Representa el imperio de la "ley del más fuerte" en
que resulta triunfador no siempre quien tiene efectivamente la razón pero sí siempre quien
cuenta con los medios coercitivos para imponer sus decisiones.
La autotutela en pugna con los conceptos más elementales de justicia, no obstante tiene
un importante campo de aplicación aún en nuestros días en que las normas jurídicas
regulan la convivencia humana. La autotutela debe examinarse por separado en tres de
sus principales formas de expresión.
a) Relaciones entre sujetos: La autodefensa está reñida en Chile con nuestro mecanismo
constitucional y legal. La igualdad ante la ley y la justicia excluyen la autotutela como
medio de solución de conflicto. Por tal razón, el derecho positivo chileno prohíbe la
autotutela y más aún, la sanciona criminal y civilmente como regla general.
En el campo criminal los ejemplos son obvios y sencillos, por lo cual no nos referiremos a
ellos. En el campo civil son más escasos pero a modo de ejemplo encontramos el art. 21
de la ley de matrimonio civil, que sanciona con el divorcio los malos tratamientos graves y
repetidos de obra o de palabra que se infieran los cónyuges.
El art. 1456 del Código Civil es la norma general y señala que la fuerza es un vicio del
consentimiento y sanciona con la nulidad los actos realizados bajo su imperio.
La confesión como medio de prueba en materia civil y penal debe ser libre y espontánea;
si se obtiene por fuerza o coacción no produce efecto alguno.
b) Relaciones entre el Estado y los particulares: se rigen por la Constitución Política y sus
leyes complementarias. La autotutela está absolutamente prohibida y sancionada. Títulos
completos del Código Penal, justicia Militar y de leyes de seguridad impiden que la fuerza
derribe gobernantes o los sustituya y rija las relaciones de derecho público. No obstante,
salvo en Chile y otros países, la autotutela es un media común de solución de conflictos y
los golpes de Estado y las disoluciones de congresos, creaciones de tribunales ad hoc
con carácter de revolucionarios son ejemplos que a diario nos hacen retroceder en el
campo de la justicia.
Debemos sí aclarar de inmediato que el proceso sólo sirve para la solución de ciertos
conflictos; en efecto, será la regla general en la solución de conflictos entre personas
cuando lo que se discute y tiene el carácter de conflictivo es un asunto de carácter
temporal para emplear el lenguaje del art. 5° del Código Orgánico de Tribunales, o sea, se
excluyen todas aquellas discusiones meramente doctrinarias o filosóficas u otras que
carezcan de relevancia jurídica. Igualmente nuestra ley es clara en cuanto elimina de la
órbita del proceso todos los conflictos de carácter religioso que, entrega a las autoridades
espirituales.
En cuanto a las relaciones entre los Estados, como no existe un derecho procesal
internacional, podemos decir que, salvo la convención especial de arbitraje, el proceso no
es el medio de solución de conflicto comúnmente empleado.
Resulta así penoso observar cómo aquello que los habitantes y autoridades de un país
consideran inadecuado e indigno como forma de solución en asuntos propios no trepidan
en emplearlo cuando se trata de dar solución a conflictos de carácter internacional.
Cada autor de Derecho Procesal tiene su propia definición de proceso. Así a vía
simplemente ejemplar Chiovenda lo define como "el conjunto de acta coordinados para la
finalidad de la actuación de la voluntad concreta de la ley por parte de los tribunales de
justicia"; Couture expresa que "es una secuencia o serie de actos que se desenvuelven
progresivamente con el objeto de resolver mediante un juicio de la autoridad el conflicto
sometido a su decisión"; para Calamandrei el proceso lo constituye una serie de
actividades tendientes a la obtención de la decisión jurisdiccional. Finalmente Guasp
sostiene que "el proceso es una serie o sucesión de actos que tienden a la actuación de
una pretensión mediante la intervención de los órganos del Estado instituidos
especialmente para ello".
De lo expuesto por todos los autores citados, podemos concluir que los elementos de todo
proceso son tres: el tribunal, las partes y el conflicto que toma ya el nombre clásico de
controversia.
De ellos el tribunal es el órgano público llamado por la ley con facultad jurisdiccional
suficiente para decidir el conflicto.
Las partes son aquellas personas que estando en conflicto quedan trabadas por la
relación procesal y por lo tanto, obligadas al cumplimiento de la decisión que lo resuelva
por último. La controversia está formada por la pretensión del actor y por la excepción del
demandado.
Piero Calamandrei sostiene, con toda razón, que el Derecho Procesal se basa en el
estudio de tres conceptos fundamentales: Jurisdicción, acción y proceso. Y agrega que
aún quien esté absolutamente desprovisto de la más elemental noción de derecho
procesal se da cuenta por la sola observación empírica, de que los magistrados cuando
son llamados a juzgar un litigio, desarrollan una cierta actividad típica, dotada de sus
características propias y fines especiales que la diferencian de todos los otros tipos de
actividades ejercidas en la asociación humana por otros profesionales y por otros
funcionarios públicos".
La actividad que los jueces ejercen, en nombre del Estado, es la jurisdicción y la forma de
hacerla efectiva es mediante la realización de actos jurisdiccionales entre los cuales el
más importante es la sentencia definitiva que pone fin a la instancia resolviendo el asunto
litigioso. Pero la actividad jurisdiccional no se ejerce sin finalidad; no se juzga en abstracto
sino que se juzga porque frente a quien debe juzgar está planteada, como objeto concreto
del juicio, una controversia a dirimir, un litigio a resolver, una demanda a aceptar o
rechazar, un tema a indagar. El juez está llamado a dirimir el conflicto. Frente a ellos se
coloca como un tercero imparcial, que no crea por sí el problema, sino que lo examina y lo
resuelve.
Se presenta así como un segundo tema fundamental del derecho procesal esta facultad
de recurrir a la jurisdicción que es "la acción".
Por último la jurisdicción y la acción se ponen en contacto y se unen a través del proceso.
Sin querer restar importancia a los conceptos de acción y de proceso, podemos afirmar
que ellos giran en torno al de jurisdicción; en efecto, puede estimarse en términos muy
generales, que la acción es el derecho a la jurisdicción; la facultad que las partes tienen
para obtener la formación de un proceso y la posterior decisión de los tribunales sobre al
asunto que ellos controvierten. Es el reemplazo de la autodefensa por el proceso.
El proceso es el medio que las partes tienen para obtener la declaración judicial de su
pretensión y el tribunal para hacerlo. Es la forma lógica y adecuada que permite a las
partes expresar los fundamentos de sus pretensiones, demostrarlos y al tribunal, dictar
sentencia en la causa conforme a lo alegado y probado y hacer cumplir lo resuelto. Podrá
ser escrito, verbal, rápido, sumario o de lato conocimiento, pero siempre será efectivo
como medio de solución.
La convivencia de los seres humanos desde los tiempos más lejanos es fuente de
conflictos entre los miembros de una misma familia, país como también entre éstos.
En los problemas internacionales, como ya se dijo, se empleó la guerra, medio que aún
no logra superarse, pese a todos los avances científicos del mundo. Pero el hombre,
único ser racional de la tierra sabe que esta forma de hacerse justicia sólo lo conducirá a
su destrucción.
Hoy puede triunfar, mañana quizás no. Fue así como poco a poco fue delegando la
facultad de hacerse justicia por sí mismo en un tercero que primero fue el jefe de familia,
luego la autoridad, cualquier título que ella tuviere.
Eran verdaderos convenios en que las partes decidían llevar la solución de sus conflictos
a un tercero extraño a la litis.
Hoy día el concepto de soberanía entre cuyas funciones está la de administrar justicia,
resume todo lo expuesto.
Cada autor define y defiende su propia concepción acerca de lo que es y debe entenderse
por jurisdicción. Estimamos no obstante que la esencia del problema no reside en la
definición sino básicamente en su contenido y características.
De todos modos y por estimarlo técnicamente adecuado y 'de relevancia para la acertada
visión de la institución, precisaremos un concepto de la jurisdicción analizándolo desde
cuatro puntos de vista diferentes que fluyen al esclarecimiento de su esencia: el
etimológico, clásico, doctrinario y legal.
Carnelutti sostiene que los términos jurisdicción e imperium son distintos y que el primero
es una parte del último agregando que a su juicio puede haber imperium sin necesidad de
jurisdicción.
Tenemos entonces que la jurisdicción es la facultad de hacer justicia y que toma del
imperium la facultad accesoria de hacer cumplir lo juzgado por ella mediante la
declaración del derecho al caso concreto.
Al irse perfeccionando los estudios del Derecho Procesal se vio que el concepto
etimológico del vocablo no reflejaba exactamente el contenido de la institución ni lo
comprendía en toda su extensión; no obstante el nombre jurisdicción se mantuvo por ser
apropiado al concepto que estaba naciendo y consagrándose en las legislaciones del
mundo y en los estudios de derecho procesal.
Caravantes define por su parte la jurisdicción como "la potestad pública de conocer de los
asuntos civiles y criminales y de sentenciarlos con arreglo a las leyes".
Manresa la conceptúa como "la potestad de que se hayan investidos los jueces para
administrar justicia".
Las definiciones dadas por los autores citados coinciden en que es una potestad que
permite a los jueces conocer y sentenciar las causas que ante ellos se presentaren.
Es ésta la idea precisamente que consagra en el texto nuestra legislación orgánica por lo
cual destacamos su importancia.
Entre los autores nacionales podemos señalar el concepto de Manuel E. Ballesteros que
enseñaba que la palabra jurisdicción significa la potestad de conocer y fallar las causas.
En el mismo orden José Bernardo Lira afirma que la facultad y aún el deber de administrar
el poder de hacer cumplir las obligaciones, proteger los derechos y la inocencia y castigar
los delitos, en una palabra administrar justicia, es lo que se denomina jurisdicción.
c) Algunos conceptos de Derecho Procesal: todos los autores y estudiosos del derecho
procesal se han preocupado vivamente del concepto de jurisdicción precisando en forma
científica su contenido y alcance.
Señalaremos los que a nuestro juicio aportan antecedentes definitivos para el análisis de
la institución agrupándolos en extranjeros y nacionales.
Doctrina extranjera:
Giuseppe Chiovenda: Define la jurisdicción como "la función del Estado que tiene por fin
la actuación de la voluntad concreta de la ley mediante la substitución, por la actividad de
los órganos jurisdiccionales, de la actividad de los particulares o de otros órganos
públicos, sea al afirmar la existencia de la voluntad de la ley sea al hacerla prácticamente
efectiva". Del análisis de la definición se deduce en síntesis lo siguiente:
1) La jurisdicción es una función pública. Así se encarga el propio autor de recalcarlo en
uno de sus primeros títulos en que afirma "que ella es exclusivamente una función del
Estado".
Eduardo Couture: Define la jurisdicción como "la función pública realizada por órganos
competentes del Estado con las formas requeridas por la ley, en virtud de la cual, por acto
de juicio, se determina el derecho de las partes, con el objeto de dirimir sus conflictos y
controversias de relevancia jurídica mediante decisiones con autoridad de cosa juzgada,
eventualmente factibles de ejecución".
1) Distingue tres elementos propios del acto jurisdiccional que son: la forma, el contenido
y la función.
Por forma o elementos externos del acto jurisdiccional se entiende la presencia de las
partes, de jueces y de procedimientos establecidos en la ley.
Jaime Guasp: Define la jurisdicción como "la función específica estatal por la cual el poder
público satisface pretensiones".
El autor señala que deben dejarse de lado las concepciones clásicas de la jurisdicción y
que debe eliminarse toda idea que no parta de la congruencia que existe entre jurisdicción
y proceso.
Para el Derecho Procesal la jurisdicción es un requisito del proceso cuya falta impide
entrar en el examen de fondo de la pretensión formulada. Faltando ésta no puede
practicarse válidamente ninguna de las restantes actividades procesales.
Piero Calamandrei: El autor parte de la siguiente base: no es posible dar una definición
válida de jurisdicción para todos los tiempos y lugares. Agrega que ahora es posible
definirla como "la potestad o función que el Estado, cuando administra justicia, ejerce en
el proceso por medio de sus órganos judiciales".
Cuando la norma general es respetada y cumplida por los hombres, basta con la
formulación general y abstracta para que se mantenga el imperio del derecho, pero
cuando una persona no observa espontáneamente las referidas normas se produce un
quiebre del sistema al cual el Estado que formuló la norma no puede permanecer
indiferente.
Según Calamandrei la observancia del derecho, los casos en que el sujeto destinatario
del precepto se ajusta espontáneamente a él, constituyen su funcionamiento normal,
podría decirse fisiológico del derecho.
Resulta entonces que para asegurar la observancia práctica del derecho no es suficiente
la obra del legislador y se hace necesaria una ulterior actividad del Estado para
complementar la actividad legislativa y mantener la vigencia del derecho.
Hugo Pereira en su obra "La cosa juzgada formal" da también un concepto de jurisdicción
entendiendo por ella "la facultad de ciertos órganos del Estado, los tribunales de justicia,
de dirimir los litigios surgidos entre particulares y sancionar los delitos; jurisdicción es por
lo tanto, aquella facultad abstracta que el Estado delega en los tribunales para solucionar
en forma definitiva y obligatoria las litigios que se susciten entre los particulares mediante
la sentencia, como asimismo para hacer cumplir lo resuelto en ella".
Manuel Urrutia en el campo nacional nos define la jurisdicción como "la actividad del
Estado tendiente a resolver, entre partes, los conflictos de intereses jurídicos
contrapuestos, que se promuevan en el orden temporal dentro del territorio de la
República y en forma definitiva y para siempre".
En efecto, los arts. 80, 81 y 87 en el capítulo séptimo denominado "Poder Judicial"; los
arts. 2° y 4° ubicados en el capítulo primero "Estado, Gobierno y Soberanía", de la
Constitución Política son las disposiciones básicas que sirven para elaborar la teoría y
doctrina de la jurisdicción en Chile. El art. 80 citado establece: "La facultad de juzgar las
causas civiles y criminales pertenece exclusivamente a los tribunales establecidos por la
ley. Ni el Presidente de la República, ni el Congreso, pueden, en caso alguno, ejercer
funciones judiciales, avocarse causas pendientes o hacer revivir procesos fenecidos''.
Por su parte el art. 2° de nuestra Constitución Política dispone: "La Soberanía reside
esencialmente en la Nación, la cual delega su ejercicio en las autoridades que ésta
Constitución establece".
Para dar forma y hacer operante los principios contenidos en las disposiciones transcritas,
el art. 81 de la Constitución Política ubicado como se dijo, en el capítulo referente al Poder
judicial dispone: "Una ley especial determinará la organización y atribuciones de los
tribunales que fueren necesarios para la pronta y cumplida administración de justicia en
todo el territorio de la República". La referida ley como veremos más adelante es el
Código Orgánico de Tribunales y su legislación complementaria que en virtud del precepto
citado pasan a ser leyes reglamentarias de la Constitución Política del Estado.
2} Su ejercicio corresponde a los jueces que son las autoridades encargadas por la propia
Constitución para ejercerla. Por lo tanto todos los jueces para que tengan el carácter de
tales deben tener el ejercicio de la función jurisdiccional y es precisamente lo expuesto lo
que los hace distinguirse entre las demás autoridades a que se refiere el art. 2°.
5) En uso de la jurisdicción los tribunales dictan resoluciones las que cuando sean
pertinentes producirán el efecto de cosa juzgada lo que impide su modificación posterior.
La Constitución así lo prohíbe expresamente al Presidente de la República y al Congreso
Nacional.
Por otra parte dijimos que la principal ley reglamentaria de la Constitución Política es el
actual Código Orgánico de Tribunales que se basó en la Ley de Organización y
Atribuciones de los Tribunales dictada en el año 1875 y en virtud de la facultad expresa
que le confería la Constitución de 1833 que entregaba las materias expuestas a la ley.
Según anota don Manuel Egidio Ballesteros en sus "Comentarios", el art. 1° de la ley
citada no hizo sino reproducir la primera parte del art. 99 de la Constitución de 1833,
considerado por la Comisión revisora como la base fundamental de la ley orgánica, y
agrega que con el fin de determinar las facultades que, en general, comprende la
administración de justicia se agregaren al precepto constitucional las frases que
manifiestan el numero v limitación de esas facultades, cuales son: conocer, juzgar y hacer
ejecutar lo juzgado. Según el autor en las dos primeras queda comprendida la jurisdicción
y en la última el mero imperio que a su juicio es científicamente propio del poder ejecutivo.
El proyecto de Vargas Fontecilla que fue rechazado por teórico daba una definición más
amplia de jurisdicción y decía textualmente: "la jurisdicción o la facultad de administrar
justicia, reside esencial y originariamente en la Nación, que delega su ejercicio en las
autoridades que establece esta ley".
EI Congreso como ya se dijo, aprobó en definitiva la redacción del actual art. 1° del
Código Orgánico de Tribunales.
El art. 5º del mismo Código contiene la otra disposición legal quo a nuestro juicio da forma
al concepto de jurisdicción. En su primera parte expresa: "A los Tribunales que establece
el presente Código estará sujeto el conocimiento de todos los asuntos judiciales que se
promuevan en el orden temporal dentro del territorio de la República, cualquiera que sea
su naturaleza o la calidad de las personas que en ellos intervengan, con las solas
excepciones siguientes. . ." que se refieren a las materias cuyo conocimiento entrega a
los llamados tribunales especiales.
Algunos autores han querido ver en este artículo una limitación al ejercicio de la función
jurisdiccional que estaría entregada a los tribunales que establece el Código Orgánico y
que son los que básicamente se organizan bajo el nombre de Poder judicial,
excluyéndose a los demás.
Tal aseveración es falsa ya que tienen jurisdicción todos los tribunales establecidos por la
ley cualquiera que sea la norma que los cree y no sólo los que se establecen en el Código
Orgánico. Así como se dirá más adelante los juzgados militares, de Policía Local, el
Contralor General de la República, el Director de Impuestos Internos, etc. son tribunales
en la medida en que la ley les otorga el ejercicio de la función jurisdiccional. Como se
demuestra en mi libro "La Competencia", las excepciones señaladas por el art. 5° son
excepciones a las materias de competencia de los tribunales ordinarios y no a la
jurisdicción en general.
La soberanía como potestad suprema para regir a la Nación la tienen todos los habitantes
que delegan su ejercicio, en virtud del mandato e imperativo constitucional, en las
autoridades que la propia carta establece.
Para el ejercicio de la soberanía la doctrina ha señalado tres grandes avenidas que toman
el nombre de funciones, que son: la legislativa, la administrativa y la jurisdiccional,
respondiendo así al consagrado principio de la división de los poderes públicos ya
esbozado por Montesquieu.
Hugo Alsina con claridad nos precisa que la función legislativa tiene por objeto la
determinación del orden jurídico mediante la creación de normas de derecho para regular
las relaciones entre los individuos y entre ellos y el Estado; el mantenimiento de ese orden
jurídico y su restablecimiento en caso de ser alterado es la misión de la función
jurisdiccional. Por último corresponde a la función administrativa la satisfacción de las
demás necesidades generales y el cumplimiento de las normas en lo general.
Hoy en día la doctrina procesal ubica a la jurisdicción como una función propia; así lo
estiman autores como Calamandrei, Chiovenda, Couture, Guasp, Redenti, Alsina, De
Miguel, Hugo Rocco, para señalar algunos de ellos.
La soberanía para su ejercicio se divide en tres vías llamadas funciones públicas que son
la función legislativa, la función administrativa y la función jurisdiccional.
A cada poder público corresponde el preferente ejercicio de cada una de ellas, pero no
significa lo anterior que autoridades de un poder no puedan tener atribuciones que
aparentemente serían propias de otros.
Está claro entonces que una parte de la soberanía para los efectos de su ejercicio toma el
nombre de función jurisdiccional o simplemente jurisdicción. Ella radica en la Nación pero
su ejercicio corresponde a las autoridades que la propia Constitución establece. Cabe
analizar ahora cuáles son esas autoridades.
Las sentencias de las cuales se obtiene la doctrina estar en Rev. D° y Jurisp.: t. LII, secc.
3ª, pág. 57, y t. LII, secc. 1ª pág. 102.
De los arts. 80 y 87 de la Constitución Política del Estado se concluye que la jurisdicción o
función jurisdiccional es una función pública cuyo ejercicio está entregado por la
Constitución a autoridades denominadas tribunales de justicia.
Complementan las ideas anteriores en torno a esta característica los arts. 1° y 5° del
C.O.T.
Lo anterior explica por qué autoridades administrativas a las cuales la ley le ha otorgado
especialmente el ejercicio de facultades jurisdiccionales en la medida en que la tienen son
tribunales de justicia.
Esto explica que haya órganos públicos fuera del poder judicial que tengan el ejercicio de
la jurisdicción y que a su vez los tribunales agrupados en el llamado poder judicial tengan
otras funciones no jurisdiccionales y de carácter netamente administrativo.
Lo que ocurre es que de acuerdo con el principio de división de poderes ya sustituido por
el de separación e independencia de funciones, los órganos que tienen por misión el
ejercicio de la jurisdicción, se agrupan en lo que se llama el poder judicial. Más aún, su
reglamentación en el C.O.T, se refiere a ciertas categorías de tribunales que son por regla
general los ordinarios y arbitrales dejando la reglamentación de los especiales al criterio
de las respectivas leyes. Así lo expresa el art. 5° del C.O.T. En relación a si dicho precepto
consagra o no como han sostenido algunos una excepción a la regla que estamos
indicando como característica, nos remitimos a lo ya dicho sobre el particular.
El órgano público que tenga jurisdicción es tribunal de justicia en la medida que ejerce tal
función; consecuentemente la jurisdicción es privativa de los tribunales de justicia.
Todo tribunal tiene jurisdicción pero puede ser incompetente para conocer de un
determinado asunto. La jurisdicción es una función pública; la competencia una medida de
distribución de la función entre los diversos órganos con capacidad para ejercerla. Por lo
tanto es la competencia la que admite división y clasificación, no así la jurisdicción.
Los actos jurisdiccionales más importantes son las resoluciones judiciales y entre ellos las
sentencias definitivas y de casación.
El proceso es entonces el medio, como ya se dijo, que tienen los tribunales para ejercer
su función. Por tal razón De Miguel define la jurisdicción como la función pública que se
desarrolla en el proceso a través de actos procesales.
Cuando el juez realiza una función jurisdiccional ejecuta actos procesales y entre ellos
jurisdiccionales.
Los actos referidos son la forma, la manera, que el juez tiene para poder cumplir su
misión. Mediante ellos el juez queda en condiciones de conocer de un asunto y resolver
consecuentemente un conflicto de intereses o sancionar la violación de un derecho
aplicándolo al caso concreto. Es el proceso de singularización de la norma general al caso
particular y concreto que mediante una resolución judicial manifestada en un acto del
tribunal lo coloca nuevamente en vigor.
El efecto del acto jurisdiccional es hacer constar con caracteres de verdad jurídica una
"situación" que las partes deben cumplir y respetar bajo sanción de hacerse exigible a
quien corresponda por la fuerza del imperio.
Para que el tribunal pueda realizar la jurisdicción mediante actos procesales se requiere
como elemento esencial la formación v sustanciación de un proceso.
El proceso debe tramitarse conforme al procedimiento que la ley señala y se le pone fin
mediante un juicio lógico en que el juez aplica el derecho a los hechos establecidos y
probados, logrando una conclusión que declara con efectos de verdad procesal que se
hace inamovible una vez que la sentencia adquiere el carácter de firme o ejecutoriada.
6. Jurisdicción y cosa juzgada: Los efectos de la cosa juzgada: los efectos de la cosa
juzgada son característicos de ciertos actos jurisdiccionales.
La solución de todos los conflictos queda en manos de los jueces, estando impedidas las
partes para poder designar otra autoridad al efecto. Las sentencias judiciales firmes son
los únicos actos que producen los efectos de cosa juzgada y por lo tanto una verdad
jurídica indiscutible e inamovible.
Se suele señalar a los árbitros como excepción a este principio ya que las partes estarían
disponiendo la persona que los va a juzgar. Mas dicha excepción en la legislación chilena
no existe, ya que conforme al art. 222 del Código Orgánico de Tribunales los árbitros son
jueces y como tales y como todos los otros tienen jurisdicción. La diferencia entre ellos y
los demás radica solamente en el sistema especial de designación que ellos tienen y por
la duración de sus funciones que obviamente se limita al asunto sometido a su
conocimiento y decisión.
8. La jurisdicción es unitaria. Ello significa que es una sola v que como tal no acepta
clasificaciones. Por el solo hecho de dividirse la jurisdicción. se pierde su concepto para
transformarse en el de competencia como quedó ya demostrado.
Todos los jueces tienen jurisdicción; si no la tuviesen dejarían de ser jueces. Por lo tanto
es una unidad, un género que debe estudiarse globalmente para poder apreciar su
contenido y alcance.
No obstante que estimamos que ésta es una de las características más claras de la
jurisdicción en obra de derecho procesal, en las leyes y en el lenguaje jurídico en general
se habla de jurisdicción contenciosa, no contenciosa, penal, civil, administrativa, del
trabajo, etc. cuando en realidad todas ellas son modalidades de la competencia. Los
autores especializados en derecho procesal penal como Leone, Manzini, Bertoloni Ferro,
aceptan el concepto unitario de la jurisdicción basados en que el hecho de resolverse un
conflicto de intereses individuales o públicos no altera en nada el concepto genérico de la
jurisdicción. Agrega Manzini en su obra de Derecho Procesal Penal que la jurisdicción en
todas sus manifestaciones es una función unitaria, toda vez que la fuente de donde
proviene y la actividad que requiere su ejercicio, son esencialmente idénticas en todos los
casos.
Redenti en una frase muy clara resume el concepto al señalar que la jurisdicción se
manifiesta sólo después de transgresiones ya verificadas.
Pero no es menos efectivo que el tribunal no está en condiciones de resolver sin conocer
la materia sobre la cual debe recaer su pronunciamiento y sin escuchar a las partes en
litigio y recibir sus pruebas. De allí que el momento de juzgar está siempre precedido de
un momento anterior que es el de conocer que por su importancia tiene no sólo un
reconocimiento doctrinario sino constitucional y legal.
La expresión "nadie puede ser condenado sin ser oído" es una clásica manifestación de lo
expuesto. Nuestra legislación procesal, civil y penal da plenas garantías y oportunidades a
los litigantes para que puedan hacer valer sus derechos ante el tribunal en forma previa al
juzgamiento. Basta abrir un código de procedimiento y examinar las disposiciones
pertinentes.
Pero aún hay más sobre este particular; al litigante no sólo interesa la solución declarativa
de su pretensión sino que desea verla traducida a la realidad; en otros términos obtener el
cumplimiento de lo resuelto. Para ello la doctrina procesal y la ley, chilena han elaborado
un tercer momento que se denomina de la ejecución o del cumplimiento del fallo y que
lógicamente es posterior al de juzgar y se hace efectivo solamente cuando la parte
perdedora no se allana buenamente al cumplimiento de la decisión judicial.
No obstante algunos autores niegan la existencia de este tercer momento, anotando que
son procedimientos administrativos que no emanan de la jurisdicción, especialmente en el
campo del derecho procesal penal donde todo el proceso de cumplimiento está a cargo
de la autoridad administrativa. Más adelante volveremos sobre el particular, estimándose
que este momento corresponde al ejercicio de la jurisdicción.
Por ahora lo que deseamos dejar en claro y a modo de resumen de lo expuesto es que el
ejercicio de la jurisdicción se manifiesta en el proceso en tres momentos o etapas, a saber
la de conocer, la de juzgar y la de cumplimiento.
Si las resoluciones están sujetas a revisión posterior por la vía de los recursos, los
momentos vuelven a repetirse total o parcialmente según la naturaleza del recurso en un
grado diverso ante el mismo tribunal, el superior jerárquico o aquel que deba conocer
según las normas de competencia.
Por lo tanto, antes de entrar a ver su desarrollo en la legislación nacional, queda en claro
que los momentos de la jurisdicción se encuentran íntimamente vinculados al
procedimiento a que debe someterse la acción y pretensión intentada en sus diversas
etapas procesales.
1. Primera fase del conocimiento, cognición o notio. Con ella se abre la instancia que por
definición comprende materias de hecho y de derecho, siendo las primeras las que deben
demostrarse en esta etapa. El derecho conforme a nuestro sistema se presume conocido
por todos y por lo tanto no admite prueba.
El Mensaje del Código de Procedimiento Penal Chileno señala en una de sus partes: "los
hechos varían al infinito y con ellos los datos y antecedentes probatorios que demuestran
su existencia y cuyo mérito es esencialmente relativo". Igual razón es la que movió a
Calamandrei a escribir en su Tratado de Derecho Procesal al referirse a este momento:
"en la fase del conocimiento el tribunal recibe los antecedentes que le permitirán
posteriormente resolver si el hecho específico en litigio se ajusta a la norma reguladora de
tal situación. La tarea del conocimiento no es fácil para el juez puesto que las
innumerables y variadísimas configuraciones que puedan asumir en la realidad las
relaciones humanas, hacen dificultoso {establecer cuál es la norma que se ajusta al caso
y cuál es el comportamiento concreto que para aquel caso corresponde a la voluntad de la
ley. Agrega Calamandrei que aún cuando las disposiciones legales sean numerosas y
precisas no es posible que para cada caso que se presente en la realidad, se encuentre
va dispuesta en aquella especie de gran casillero de hipótesis típicas que es el derecho
positivo, una norma especial que se adapte exactamente a tales circunstancias".
De numerosas disposiciones constitucionales y legales podemos concluir que en todo
proceso chileno existe un período previo a la decisión el que es el del conocimiento y que
comprende dos etapas claras: la de discusión y la de prueba.
Los arts. 110, 111 y 112 repiten el concepto a propósito de la reglas generales de la
competencia. La regla del grado indica "una vez fijada con arreglo a la ley la competencia
de un tribunal inferior para conocer en primera instancia de un determinado- asunto queda
igualmente fijada la del tribunal superior que deba conocer del mismo asunto en segunda
instancia".
La regla de la extensión en el art. 111 señala "el tribunal que es competente para conocer
de un asunto lo es igualmente para conocer de todas las incidencias que en él se
promuevan. Lo es también para conocer de las cuestiones.. ."
Los arts. 14, 25, 32, 37, 39, 45, 50, 51, 52, 53, 63, 98, 99, tít. VII, párrafo 4 del Código
Orgánico entre otras muchas disposiciones reconocen en la ley la facultad de conocer.
De su análisis se desprende que todo tribunal al que la ley dé la facultad de conocer, que
asimila a su competencia, tiene posteriormente la facultad y obligación de decidir. Así lo
establece la regla de la inexcusabilidad.
Con las consideraciones expuestas podemos concluir que existen principios básicos en el
derecho procesal nacional en virtud de los cuales "nadie puede ser condenado sin ser
oído"; "bilateralidad de la audiencia"; "las sentencias se pronunciarán conforme al mérito
del proceso"; en los arts. 170 del C.P.C. y 500 del C.P.P. se señala que los considerandos
basados en el hecho y derecho sirvan de fundamento a la parte resolutiva y sanciona con
pena de nulidad a la sentencia que así no lo considerase; el art. 318 del C.P.C. señala que
el juez, si existen hechos controvertidos, deberá recibir la causa a prueba; un conjunto de
disposiciones de los Códigos de procedimiento civil y penal estructuran toda la prueba en
nuestro sistema.
De todo lo anterior se deduce que ningún juez en Chile puede juzgar sin conocer lo que
va a juzgar, de allí la necesidad reconocida expresamente por el art. 1° del C.O.T, y
reglamentada por los distintos procedimientos de que todo proceso se inicie por la etapa
del conocimiento que en el vocabulario tradicional comprende la iniciación; discusión;
prueba y discusión de la prueba.
Los procedimientos por regla general en nuestra legislación procesal están establecidos
por la ley y el hecho de no seguirlos está sancionado con la nulidad de la sentencia que
posteriormente se dicte. Excepcionalmente las partes pueden señalar al tribunal el
procedimiento como ocurre con los árbitros arbitradores -art. 636 del C.P.C.- y el juez
determinar procedimientos de cumplimiento de acuerdo al art. 238 del citada Código.
La petición de nulidad puede hacerla la parte afectada o puede el juez de oficio anular.
Las disposiciones que juegan en nuestro derecho positivo son las que configuran las
nulidades procesales en nuestros Códigos y en especial el art. 84 que trata el incidente de
nulidad y el art. 768 que se refiere a las causales de casación en concordancia al art. 776
que faculta a las Cortes para anular de oficio cuando existe un vicio de casación, o sea,
de nulidad.
Sin duda que ésta es la etapa más importante de la jurisdicción y que la caracteriza. Sin
embargo ella carecería de fundamento y de eficacia si no contara con la previó del
conocimiento y con la final de la ejecución. En virtud de este momento de la jurisdicción el
tribunal declara el derecho frente al caso concreto propuesto mediante un raciocinio
mental que exterioriza y da forma en un acto procesal denominado sentencia y
generalmente definitiva. Esta declaración del tribunal cuando pasa por dos períodos de
impugnación o no hay recursos en su contra, adquiere caracteres de verdad jurídica
indiscutible e inamovible, produciéndose el efecto de cosa juzgada.
La ley procesal tiene en esta etapa diversas posibilidades; en efecto hay casos en que los
jueces deben ajustarse a derecho en su fallo como ocurre en la generalidad de los casos
en Chile y en otros que deben fallar de acuerdo a las normas de la equidad y de la sana
crítica como ocurre por ejemplo con los árbitros arbitradores, con el Senado conociendo
del juicio político, con la actividad de los jueces de letras cuando no haya ley que resuelva
el conflicto.
Podemos anotar como comentario final, que el sistema chileno es de jurisdicción legal,
salvo los casos que mencionamos a vía ejemplar hace un momento. Debemos también
comentar la tendencia actual de nuestras leyes a dejar al juez la facultad de apreciar las
pruebas en conciencia que si bien no obliga al juez a la ley en tal caso no lo excluye de su
obligación de fallar en derecho, por lo cual no limita la aplicación del sistema de
jurisdicción legal que estamos comentando. Para cerrar esta parte del desarrollo del tema
examinaremos los casos más importantes de jurisdicción de equidad en nuestra
legislación:
Esta disposición debe concordarse con el art. 640 N° 4 del C.P.C. que señala que la
sentencia del arbitrador contendrá las razones de prudencia y equidad que le sirvan de
fundamento.
2. Tribunales ordinarios. Estos jueces deben fallar en derecho por ser éste el sistema
nacional. No obstante, en virtud de la regla general de la competencia llamada "de la
inexcusabilidad" contenida en el art. 10, inc. 2° del C.O.T. reclamada su intervención en
forma legal y en negocios de su competencia, no podrán excusarse de ejercer su
autoridad ni aún por falta de ley que resuelva la contienda sometida a su decisión. Esta
disposición obedece a la necesidad procesal de contar siempre con un tribunal con
competencia suficiente para resolver conflictos sin que la falta de legislación que lo
resuelva deje a las partes en la indefensión.
Confirma lo expuesto el art. 170 N° 5 del C.P.C. que dice que "la sentencia definitiva
deberá contener la enunciación de las leyes -jurisdicción de derecho- y en su defecto de
los principios de equidad -jurisdicción de equidad- con arreglo a los cuales se pronuncia el
fallo". El carácter supletorio de las normas de equidad que puede aplicar el juez se ha
visto confirmado por la doctrina de la Excma. Corte Suprema que se resume en la
siguiente "no es aceptable aducir razones de equidad en los casos en que se formulan
peticiones fundadas en la ley, más aún cuando existe una norma legal para fallar el juicio".
(Rep. art. 18, C.P.C., pág. 214, N° XIV). En materia penal no hay jurisdicción de equidad,
no hay delito sin ley.
Esta atribución significa que el Senado como tribunal especial falla en uso de jurisdicción
de equidad siendo ésta la interpretación de la expresión jurado que emplea nuestra Carta
Fundamental. La referida sentencia produce el efecto de cosa juzgada y debe cumplirse
con lo ordenado por ella de la manera que indica el citado art. 42 de la Constitución.
Si bien es efectivo que en ciertos casos las sentencias se cumplen por vía administrativa,
como ocurre con las sentencias condenatorias criminales a penas corporales, la regla
general es que ellas se hagan cumplir por la vía jurisdiccional.
Estos auxilios pueden imanar del propio poder judicial o de fuera de él. Ejemplo del primer
caso es la acción de un receptor que practica un retiro de especies. En el segundo caso
por regla general se trata de otorgar el auxilio de la fuerza pública para que el tribunal
pueda cumplir su sentencia.
El art. 11 del C.O.T. que se explica a sí mismo y que dice: "para hacer ejecutar las
sentencias y para practicar o hacer practicar los actos de instrucción que decreten, podrán
los tribunales requerir de las demás autoridades el auxilio de la fuerza pública que de ellas
dependiere, o los otros medios de acción conducentes de que dispusieren.
"La autoridad legalmente requerida debe prestar el auxilio, sin que le corresponda calificar
el fundamento con que se pide ni la justicia o legalidad de la sentencia o decreto que se
trata de ejecutar".
No obstante durante el período de conocimiento e instrucción del proceso penal los jueces
del crimen hacen frecuente uso de la facultad de hacer ejecutar lo juzgado por lo cual no
es efectivo, como se afirma, que la tercera etapa de la jurisdicción escape de su control.
Sólo lo hace en la medida que enunciamos y en lo referente a la sentencia definitiva.
Nuestro C.P.P. está lleno de ejemplos que demuestran lo que expresamos. Los autores
especializados en el derecho procesal penal llegan. también a iguales conclusiones.
De esta manera hemos pretendido dar una visión general de lo que es la jurisdicción en
nuestro derecho y cómo en él se encuentra reglamentada.
J. C. C.