1. El Concepto de Delito:
1.1. La dogmática y el sistema penal.
1.2. Evolución histórica de las teorías del delito.
1.2.1. La teoría causalista.
1.2.2. La teoría finalista.
1.2.3. La situación actual.
3. La Acción:
3.1. La evolución del concepto de acción:
3.1.1. La conceptuación ontológica de la acción.
3.1.1.1.- El concepto causal de acción.
3.1.1.2.- El concepto final de acción.
1
3.1.2. La conceptuación normativa de la acción.
3.1.2.1.- El concepto social de acción.
3.1.2.2.- Otros conceptos normativos de acción.
3.2. Las causas de exclusión de la acción:
3.2.1. La fuerza irresistible.
3.2.2. Movimientos reflejos y situaciones de inconsciencia.
2
El Concepto de Delito.
La tipicidad. El tipo Objetivo.
1. El concepto de delito.
3
de desarrollo de la dogmática: delito es el hecho típico, antijurídico,
culpable y punible.
4
vez que también se ha comprobado la antijuridicidad, todavía se estrecha más
el tamiz para comprobar que no estén presentes causas de exculpación, cuya
presencia impedirían sancionar penalmente la conducta, aunque el hecho
pudiera constituir un ilícito civil o administrativo. El último análisis es el de la
punibilidad. Sólo superado éste es cuando puede afirmarse que ha quedado
acreditada la completa subsunción del hecho en la norma penal y, por tanto,
que debe aplicarse la consecuencia jurídica correspondiente.
5
Dentro de la teoría causalista también se encuadra el sistema
neoclásico, imperante a partir de la década de los 30 del pasado siglo, cuyo
representante más influyente fue Mezger. Con esta corriente, inspirada por la
filosofía neokantiana, se comienza a prestar una mayor atención a lo normativo
y a lo valorativo. Así, manteniendo en esencia la categorización desarrollada por
el sistema clásico, sin embargo, se fue imponiendo, frente a lo puramente
descriptivo, una cierta normativización de todas las categorías del delito, que
cabe apreciar especialmente en la relación de causalidad y en el contenido de la
culpabilidad. Además, se rompió con el paradigma de la rígida bipartición entre
parte externa e interna de la conducta, asumiendo la existencia de elementos
subjetivos del tipo, pero manteniendo el dolo y la culpa como formas de la
culpabilidad.
6
1.2.3. La situación actual.
Hasta los años 70 del s. XX pervivió la defensa de la teoría causalista a la
vez que se iba consolidando y evolucionando la teoría finalista. A partir de ese
momento la doctrina mayoritaria ha venido a defender una posición de síntesis,
caracterizada esencialmente por el rechazo de un concepto final de acción, pero
una defensa de su principal consecuencia sistemática: la pertenencia del dolo al
tipo, propiciada a partir del concepto social de acción. En esta posición de
síntesis se ha llegado a un cierto consenso dogmático sobre que el injusto,
como categoría unificadora de la tipicidad y la antijuridicidad, se caracteriza por
el desvalor del hecho –acción y, en su caso, resultado- y la culpabilidad, por el
desvalor de la actitud del sujeto hacia el hecho.
7
reside la diferencia categorial entre tipo, antijuridicidad y culpabilidad. La
veo en diferentes aspectos de valoración: en el tipo el hecho se valora
bajo el punto de vista de la necesidad de pena abstracta; en el plano de la
antijuridicidad se resuelve la necesidad concreta de pena del hecho de
acuerdo a la inclusión de todas las circunstancias de la situación dada; en
el tercer nivel de la construcción del delito finalmente se trata de la
necesidad concreta de pena del autor, esto es, de la cuestión de si él debe
ser hecho responsable personalmente por el injusto realizado”.
Claus Roxin: Política criminal y estructura del delito: elementos del
delito en base a la política criminal.
8
Autores como M.E. Mayer o Mezger pronto llamaron la atención sobre las
dificultades de sostener a ultranza la objetividad del tipo. Por un lado, se puso
de manifiesto que muchos delitos contenían elementos normativos que no eran
meramente fácticos sino que exigían una valoración por parte del Tribunal y de
los que, además, dependía la propia trascendencia penal a priori de la
conducta. Por otro, se destacó no sólo la existencia de elementos subjetivo en
las descripciones de las conductas sancionadas, de los que también dependía
desde el inicio la relevancia jurídico penal del hecho, sino, además, que si se
pretendía mantener la finalidad del tipo de incluir todos los elementos
definidores del delito de que se trate, no podía renunciarse en muchos casos a
los elementos subjetivos o el ánimo con que el sujeto activo actuaba.
9
confirmación de la antijuridicidad de la conducta, con la única excepción de que
concurriera alguna causa de justificación.
10
jurídicos, también tiene la misión de motivar, con la imposición de la pena
asociada a su comisión, para que no se realicen dichas conductas.
2.3.1.1. La conducta.
Aun hoy es discutido si la conducta debe quedar integrada como un
elemento estructural del tipo o, más bien, debe ser considerado un elemento
independiente y previo al resto de las categorías del delito. Esto es, si delito es
el hecho típico, antijurídico y culpable o, más bien, la conducta típica,
antijurídica y culpable. Sin perjuicio de ello, en la medida en que el tipo penal
se configura como una proposición lingüística, la conducta es siempre el núcleo
11
central del tipo, en tanto que realización de lo descrito en el verbo. Para cada
delito la conducta típica dependerá, lógicamente, de dicha descripción.
Junto al sujeto activo debe existir siempre un sujeto pasivo, que será
el titular del bien jurídico lesionado. El sujeto pasivo en ocasiones podrá ser una
persona física, como en los delitos de lesiones. En otras serán personas
jurídicas, como cuando se atente contra el patrimonio del que sean titulares. E,
incluso, en muchos casos será el propio Estado, como en los delitos contra la
12
Hacienda Pública, o determinados colectivos, como pueden ser los practicantes
de una determinada religión en los delitos contra el libre ejercicio de los cultos
(arts. 260 a 264 CP).
2.3.1.3. El objeto.
El objeto del delito es aquel sobre el que recae físicamente la conducta
descrita en el verbo y puede ser tanto una persona como una cosa. Puede
coincidir con el sujeto pasivo en los casos de delitos contra los particulares,
pero no siempre sucede así, como ocurre en los delitos de apoderamiento
patrimonial en que mientras el sujeto pasivo es el titular de bien sustraído, el
objeto material es dicho bien. También puede distinguirse, junto con el objeto
material, el objeto jurídico, que viene a coincidir con el bien jurídico protegido
en la norma penal.
13
determinados elementos referidos a aspectos internos del sujeto activo y que,
como tales, pertenecen al ámbito de la tipicidad y no de la culpabilidad. Como
ejemplos pueden citarse el ánimo de engañar sobre la materia del metal en el
delito de falsificación de moneda del art. 135 CP o el fin de exoneración del
servicio público en los delitos de falsificación de certificados del art. 159 CP.
14
La comprensión del significado de los elementos normativos de
valoración jurídica es más sencilla y de carácter más estático en tanto que, por
definición, su contenido queda fijado en otra norma del ordenamiento jurídico.
Así, por ejemplo, los conceptos premeditación y acechanza que califican al
asesinato (art. 296 CP) aparecen con una definición auténtica aportada por el
legislador penal en los arts. 297 y 298 CP, respectivamente, o el de casa
habitada en el art. 390 CP. En otras ocasiones, las definiciones aparecen
definidas en otros sectores del ordenamiento jurídico a los que hay que acudir
para aprehender el significado de un concreto elemento. Ese es el caso, por
ejemplo, del concepto moneda de curso legal del art. 135 CP o de escritura
pública del art. 147 CP.
15
2.4.2. Según las modalidades de conducta.
Diversas son, a su vez, las clasificaciones que pueden adoptarse si se
toma como criterio referencial la modalidad de conducta.
16
que atienda a la descripción de la actuación humana sino, más propiamente, a
si la norma infringida es una prohibición o un mandato.
17
concurrentes, como el engaño, violencia o intimidación y el robo del menor en
el delito de secuestro de menores del art. 354 CP; o alternativos, como vender,
introducir, fabricar, poseer, detentar o portas bombas en el tipo del art. 435.I
CP. Por otra parte, también hay tipos penales que necesitan para su comisión
que la conducta no sea puntual sino que exista una habitualidad su realización,
como ocurre en el delio de mendicidad del art. 275 CP.
18
b) Delitos especiales propios e impropios: Los delitos especiales
pueden, a su vez, clasificarse en delitos especiales impropios, que serían
aquéllos que también pueden ser cometidos por el resto de personas, pero por
determinadas circunstancias se establece una sanción distinta si se lleva a cabo
por un ámbito concreto de sujetos activos. Por su parte, los delitos especiales
propios son aquéllos que sólo y exclusivamente pueden ser cometidos por ese
delimitado grupo de sujetos activos, de tal modo que si la conducta la
desarrolla cualquier otra persona no tendrían relevancia penal.
19
Por el contrario, los delitos de peligro se consuman con la mera
constatación del peligro para el bien jurídico. Esta técnica de tipificación es
usada para adelantar las barreras de protección dispensada por el Derecho
penal. En efecto, toda vez que la sanción de las conductas imprudentes exige la
producción de un resultado, es cada vez más frecuente en los ordenamientos
penales incluir delitos para sancionar conductas peligrosas sin necesidad de que
de las mismas deriven una lesión efectiva. A su vez, los delitos peligro pueden
ser de peligro concreto, cuando con la acción quepa apreciar un concreto
peligro de lesión inmediata del bien jurídico, como puede ser el caso de la
posesión de instrumentos para cometer robos (art. 277 CP), o de peligro
abstracto, en que el riesgo es solamente potencial o genérico como sucede,
por ejemplo, en la violación de reglamentos relativos a la calidad de los
productos que se exporten al extranjero del art 413 CP.
3. La acción:
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Por el contrario, la caracterización de la acción como un concepto
normativo implica que es una realidad social, creada por las normas sociales –y,
por tanto, también por el Derecho-, que forma parte del deber ser. De ese
modo, la definición de acción vendría aportada por las normas sociales. En
última instancia, desde una perspectiva normativa, las normas sociales, también
el derecho, construirían un concepto de acción plenamente autónomo que no
tendría porqué estar condicionado por lo que en el lenguaje ordinario o común
o desde otras perspectivas se entiende por acción.
21
relación entre decir algo y que ese algo sea una expresión injuriosa para la
víctima-.
22
el hacer- y las negativas –el no hacer-. Ahora bien, la principal objeción de que
ha sido objeto se ha desarrollado desde una perspectiva axiológica, en tanto
que en la versión clásica no era capaz de caracterizar la esencia de la conducta
humana frente a, por ejemplo, los actos de la naturaleza o de animales, que
también son causales, pero no relevantes por sí mismos para el Derecho penal,
y, en su versión neoclásica, a pesar de la corrección que supuso la idea de
voluntariedad, tampoco fue capaz de dotarla del necesario significado social
que es el relevante para el enjuiciamiento de la conducta.
23
como defendió Niese en los años 50, que la finalidad no se dirige a la
producción de un resultado –por ejemplo, matar- sino a la realización de la
propia conducta imprudente –por ejemplo, circular a una velocidad excesiva o
manipular un arma a partir de la cual se desencadena el resultado lesivo-.
24
para entrar en lo puramente normativo, ya que sólo puede definirse lo que
tiene o no relevancia social y jurídico-penal con remisión a la valoración social o
jurídica del comportamiento humano, y, por otro, que se consigue unificar bajo
una característica común a la acción, la omisión y las conductas imprudentes,
toda vez que lo esencial ya no es ni la causación ni la intención sino la
valoración social de la conducta.
25
según las distintas corrientes dogmáticas.
Texto: “En el concepto de acción está comprendido el concepto de
resultado. Resultado del delito es la total realización típica exterior; por ello,
el resultado comprende, tanto la conducta corporal del agente como el
resultado externo causado por dicha conducta (…). Por consiguiente,
integran el resultado la totalidad de los efectos que producen en el mundo
exterior el acto de voluntad que es la base de la acción; dichos efectos
comienzan con la excitación nerviosa del agente, se manifiestan al exterior
por medio del movimiento corporal del que actúa y se continúa hasta el
infinito en las consecuencias de la cadena causal puesta en movimiento por
el primer impulso del autor”.
Edmund Mezger: Tratado de Derecho Penal.
“La acción humana es ejercicio de actividad final. La acción es, por tanto,
un acontecer final y no solamente causal. La finalidad, o el carácter final de
la acción, se basa en que el hombre, gracias a su saber causal, puede
prever, dentro de ciertos limites, las consecuencias posibles de su
conducta, asignarse, por tanto, fines diversos y dirigir su actividad,
conforme a un plan, a la consecución de estos fines. Gracias a su saber
causal previo puede dirigir sus diversos actos de modo que oriente el
suceder causal externo a un fin y lo domine finalmente”
Hans Welzel: El nuevo sistema del Derecho Penal. Una introducción
a la doctrina de la acción finalista.
“Las formas en las que tiene lugar el enfrentamiento del ser humano con
su entorno (finalidad en el hacer positivo y la posibilidad de dirigir en la
omisión) no pueden ser unificadas en un nivel ontológico, dado que la
omisión no es final en si misma por estar ausente de ella la expectativa de
la puesta en marcha de la finalidad. Sin embargo, el hacer positivo y la
omisión pueden integrarse en un concepto de acción unitario cuando se
alcanza a encontrar un punto superior de carácter valorativo que aúne en
el ámbito normativo los elementos que, por su esencia material, resultan
26
incompatibles. Esta síntesis debe ser buscada en la relación del
comportamiento humano con su entorno. Éste es el sentido del concepto
de acción social. De acuerdo con ello la acción es un comportamiento
humano con trascendencia social. Aquí el comportamiento significa toda
respuesta de la persona a la exigencia de una situación reconocida o por lo
menos reconocible, a través de la realización de una posibilidad de reacción
que se le presenta en dicha situación”.
Hans-Heinrich Jescheck y Thomas Weigend: Tratado de Derecho
Penal. Parte General.
27
ser aptas ya inicialmente para considerarse acciones sobre las que se pueda
proyectarse un juicio de responsabilidad penal. Son la llamadas causas de
exclusión de la acción y se caracterizan, en el lado positivo, por ser conductas
que tienen su origen y se desarrollan por el cuerpo humano y, en el lado
negativo, porque no pueden ser consideradas como humanas, en el sentido de
que no cuentan con las notas que, según se ha expuesto para cada teoría de la
acción, son esenciales para definirlas como resultado del comportamiento
humano, careciendo por ello de relevancia penal.
28
trate de una fuerza de carácter físico, de origen exterior y que anule totalmente
la voluntad.
29
vencible y dependiendo de las circunstancias concurrentes en el caso, cabría
apreciar atenuaciones o incluso otras excusas, en atención a la concreta
afectación que tengan sobre la capacidad de motivación del sujeto.
30
Las situaciones de inconsciencia, por su parte, también son
supuestos en que a pesar de existir movimientos corporales queda totalmente
excluida o anulada la voluntad humana, en este caso, porque el sujeto carece
de conciencia de la conducta realizada. Son los supuestos de sonambulismo,
narcosis o hipnosis. Así, por ejemplo, quien encargado del cuidado de un niño
es narcotizado por un tercero y no evita que caiga desde una ventana quedaría
excusado del homicidio imprudente (art. 319 CP). Estas situaciones deben
distinguirse de las conductas realizadas en estado de demencia, reguladas en el
art. 64 CP, en las que la consciencia no está ausente, sino alterada, ya que en
tales supuestos, como ya se dijo, lo determinante es la falta de motivación
suficiente y, por tanto, la culpabilidad.
En todo caso, hay que señalar que a esta excusa le será también
aplicable la doctrina de la actio y la omissio libera in causa (acción y omisión
libres en la causa), que se expondrá más detenidamente al tratar la demencia
como excusa de los crímenes y delitos. Conforme a esta doctrina, tales acciones
tendrán relevancia penal cuando el sujeto se haya colocado intencional o,
incluso imprudentemente, en esa situación de plena inconsciencia. Así, por
ejemplo no quedaría excusado del delito de homicidio o lesiones imprudentes
quien, estando al cuidado de un bebé, se embriaga hasta una situación
letárgica, no pudiendo impedir que el bebé caiga desde una ventana, ya que si
bien su omisión se produjo en situación de excusa, ésta fue provocada por un
actuar libre.
31
exige que entre la conducta desarrollada y el resultado producido medie un
nexo causal que pasaría a ser, a su vez, un elemento del tipo. Es lo que se
denomina la relación de causalidad.
32
Por ejemplo, en un supuesto en que se apuñala con intención de matar,
produciendo la muerte por desangramiento, pero que se acredite que el
fallecimiento ha sobrevenido a consecuencia de la hemofilia padecida por el
sujeto, que ha impedido una normal cicatrización de la herida, la discusión
sobre si la muerte ha sido causada, en el sentido exigido por el tipo penal de
homicidio, por el sujeto activo es muy relevante para poder concluir si ha de ser
considerado reo de homicidio consumado (art. 295 CP) o reo de homicidio
intentado (art. 295, en relación con el art. 2 CP)1.
1
Podría parecer que en el CP dominicano esta distinción entre consumación y
tentativa pierde interés derivado del hecho de que el art. 2 establece la misma pena para
los crimines con independencia de su grado e ejecución. Sin embargo, ello no es así, al
menos, por dos ordenes de consideraciones: en primer lugar, porque el art. 3 sí establece
una diferencia relevante, y mucho, entre consumación y tentativa para los delitos, ya
que solo estarán sancionados los delitos intentados expresamente previstos en la ley; y,
en segundo lugar, porque incluso en relación con los crímenes el diferente grado de
ejecución necesariamente habrá de ser un criterio judicial en la individualización de la
pena.
33
4.2. Las teorías de la causalidad y su evolución histórica:
Se han formulado diversas teorías de la causalidad para determinar
cuáles son los requisitos necesarios para poder afirmar la existencia del nexo
causal. Las principales son la teoría de la equivalencia de condiciones, las
teorías individualizadoras y las teorías generalizadoras.
34
la muerte de la víctima, nunca se podría saber si, suprimida mentalmente la
conducta, desaparecería dicho resultado, si previamente no se sabe que ese
medicamento o alimento fue causa de ese resultado, que es, precisamente, lo
que se intentaba demostrar.
35
ejemplo, se puede citar el caso del francotirador que dispara a la víctima
cuando, simultáneamente, también lo esta haciendo otro, muriendo la víctima
por el impacto de las dos balas en el corazón. En tal caso, se dice que la
formula de la conditio fracasa, ya que tendría que negar la causalidad respecto
de ambos tiradores, pues la supresión mental de cualquiera de los dos disparos
no haría desaparecer la muerte de la víctima, al quedar siempre subsistente
dicho resultado a consecuencia del otro disparo.
36
La teoría de la equivalencia de condiciones, basada en una mera
concepción científica de causa, imponía una determinación de la causalidad
muy ampliada, tanto en lo relativo a las muy numerosas circunstancias que al
concurrir para que se verificara un resultado debían ser consideradas
equivalentes, como, especialmente, en la existencia de una ininterrumpida
concatenación de causas hacia el pasado que llevaba a un regreso al infinito.
Por ejemplo, para la teoría de la equivalencia de condiciones, con
independencia de la formula que se utilizara, no se podría negar la existencia
de un nexo causal entre la conducta de llevar a un amigo al río, donde fallece
por ahogamiento al sufrir un ataque en el agua, o del operario que fabricó el
cuchillo con el que fue apuñalada la víctima.
Ello provoca que el nexo causal carezca dentro de la teoría del delito de
una función delimitadora, siendo meramente descriptiva, y, por tanto, que
cualquier conducta que quepa señalar como condición equivalente para la
producción de un determinado resultado ni siquiera pueda considerarse
indiciaria de la responsabilidad penal, al no existir ningún criterio para
discriminar su relevancia social frente a otras conductas. El remitir la
comprobación de la relevancia al dolo o la imprudencia tampoco resultaba en
algunas ocasiones suficiente, como en el ejemplo, tan reiterado en la doctrina,
del sobrino que en la esperanza de que su tío muera en un accidente de
aviación le hace viajar frecuentemente en este medio de trasporte. En este
caso, a pesar de existir una clara intencionalidad –conducta dolosa-, sin
embargo, resulta difícil poder asumir la afirmación de que el sobrino ha causado
la muerte de su tío si llegara a producirse el accidente.
37
4.2.2. Las teorías individualizadoras.
La premisa fundamental de la teoría de la equivalencia de condiciones es
que todas las condiciones necesarias para la producción de un resultado son
causa del mismo –la causa de la causa es causa del mal causado-. A partir de
ello, parecía lógico que la restricción de su formulación pudiera venir dada por
intentar individualizar de entre todas las condiciones equivalentes, algunas de
ellas. Así nace el grupo de las llamadas teorías individualizadoras, hoy
prácticamente abandonadas, pero defendida en su tiempo por autores de
relevancia como Binding.
38
condición en el resultado. Aquí caben distinguir las teorías de la causalidad
adecuada y de la relevancia.
39
conocimientos de la situación ajenos al común humano, conocía la adecuación
de su conducta para producir el resultado.
40
desenlace de que hubiera muerto por las lesiones producidas en el accidente de
tráfico posterior.
41
determinante de la relevancia jurídica de la conducta. De ahí que, actualmente,
se la considere no como una más avanzada teoría de la causalidad sino como
algo diferente a ella que, en la evolución posterior de la teoría jurídica del
delito, dio lugar a una normativización de la relación de causalidad a través de
la imputación objetiva. Sin embargo, para llegar a la doctrina de la imputación
objetiva, todavía era necesario un precursor más, el representado por la
segunda de las teorías generalizadoras: la teoría de la relevancia.
Conforme a esta teoría, por ejemplo, habría que negar la causalidad por
no existir el necesario nexo de responsabilidad en el supuesto de complejas
operaciones quirúrgicas, realizadas conforme a la lex artis médica, aunque
resulten fracasadas, en tanto que en el sentido de la norma prohibitiva del
homicidio imprudente no cabe incluir las conductas objetivamente arriesgadas
pero que tienen una finalidad de salvación.
42
normativización del concepto de causalidad penal.
Texto: “La teoría de la equivalencia tiene el mérito de haber destacado
netamente el concepto de la causalidad y con ello el límite mínimo de la
responsabilidad penal (…), pero frente a este mérito de la teoría de la
equivalencia aparece el defecto de que mediante ella se equipara la
conexión causal y la responsabilidad (…). Conforme a una doctrina muy
difundida, es causa en Derecho penal no toda condición del resultado
concreto, sino sólo aquella que generalmente es apropiada para producir tal
resultado. Causa no es toda condición, sino sólo la condición adecuada al
resultado (teoría de la adecuación). (…) La teoría de la adecuación tiene el
merito de haber puesto de relieve que la simple conexión causal de las
condiciones no afirma, sin más, la responsabilidad penal del agente. Pero ha
dirigido su ataque a la teoría de la equivalencia en un punto falso, pues
niega la conexión causal, cuando lo que procedía era haber negado su
relevancia (importancia) jurídica. Con arreglo a la teoría correcta también es
causa en Derecho Penal, por tanto causal en orden al resultado, toda
condición que no puede ser suprimida in mente sin que al mismo tiempo
desaparezca el resultado concreto. Pero sólo una conexión casual adecuada
fundamenta la responsabilidad penal. Pues aun en los casos en los que la
acción es causal respecto al resultado, sólo podrá castigarse al agente por
dicho resultado cuando la conexión casual es relevante es decir importante
jurídicamente.
Edmund Mezger: Tratado de Derecho Penal.
43
Esta doctrina, al día de hoy, en cuanto a este concreto ámbito de la
relación conducta-resultado, se puede afirmar que está relativamente completa
y consolidada. Existe una defensa mayoritaria de que la imputación objetiva
supone una necesaria corrección normativa de las insuficiencias a las que
abocaba la mera comprobación de la relación de causalidad conforme a la
teoría de la equivalencia de condiciones. En ese sentido, se ha sustituido la
exigencia ontológica de la relación de causalidad entre conducta y resultado por
la exigencia normativa de la imputación objetiva del resultado a la conducta.
Ahora bien, la imputación objetiva, no prescinde de la relación de causalidad,
sino que se superpone a ella.
44
La imputación objetiva, por tanto, ya no cuenta con un sólo escalón -la
imputación del resultado- sino también con un escalón previo –la imputación de
la conducta-. Analicemos ambos.
45
La imputación objetiva de un resultado, como se viene señalando, exige,
como presupuesto, que procesalmente y a través de la actividad probatoria de
cargo, normalmente pericial, quede acreditada una relación de causalidad entre
la conducta enjuiciada y el resultado producido. No es posible que pueda
afirmarse la existencia de imputación objetiva respecto de una conducta que no
sea, en el sentido empírico y científico, causa del resultado. A partir de ello, sin
embargo, es necesario que la conducta del sujeto cumpla con el requisito de
que haya creado un riesgo jurídico-penalmente relevante.
46
cuenta de la relevancia que tendría en este caso el grado de reprochabilidad de
la conducta como criterio para valorar la previsibilidad. De ese modo, aunque
las posibilidades de que con la conducta activa se condicione el resultado sean
nulas o mínimas, no habría que excluir por ello la imputación objetiva. Eso es lo
que sucede en el caso ya citado del tirador inexperto.
47
ordenamiento penal tenga por intención prohibir. En definitiva su conducta ha
creado un riesgo, pero no un riesgo desaprobado por el Derecho.
48
dentro del marco de regulación establecido normativamente para controlar
dichos riesgos, sino sólo cuando desbordan ese marco.
49
directamente pretendida por el sujeto, en que no cabe negar la imputación del
resultado. Un ejemplo: el sujeto dispara a la víctima, ésta es trasladada al
hospital y allí muere días después porque la herida se ha infectado. En este
caso, la realización en el resultado sólo cabe imputarse a la única conducta
peligrosa concurrente –el disparo- que también había creado un aumento del
riesgo respecto de la manera en que efectivamente se produjo la muerte.
50
derecho de la conducta, ello sería demostrativo de que el factor que se ha
realizado en el resultado no era esa conducta.
Esta teoría utiliza para determinar cuál hubiera sido el resultado con el
comportamiento alternativo conforme a derecho la conocida formula de la
conditio sine qua non. De modo que, si suprimido mentalmente el
comportamiento incorrecto y sustituido por el diligente, no desaparece el
resultado, quedaría negada la relación de riesgo. De ahí se pasó a que, para
verificar la realización del riesgo, hubiera que constatar con una probabilidad
rayana en la certeza que la conducta alternativa hubiera evitado el resultado.
51
contagio de enfermedades, el mero hecho de incumplirse esa normativa
determina la existencia de la relación de riesgo.
52
4.4. EL ÁMBITO DE APLICACIÓN DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA:
La imputación objetiva, como se ha señalado más arriba, nació en el
marco de la resolución de un problema muy concreto: determinar la relación
entre una conducta y un resultado. De ese modo, era una doctrina que debía
haber quedado confinada en los delitos de resultado –fueran activos o
comisivo-omisivos, dolosos o imprudentes-. Sin embargo, como también se ha
expuesto, al ser una doctrina puramente normativa sobre la cualidad de una
conducta para producir un resultado, produjo también una normativización del
concepto de conducta, exigiendo como requisito esencial que la conducta
hubiera creado un riesgo típicamente relevante o jurídico-penalmente
desaprobado –la imputación de conductas-.
53
su ámbito de aplicación también a los delitos de actividad y a los omisivos.
Incluso se propugna su ampliación a la teoría de la codelincuencia, de la
tentativa, etcétera, por considerar que “la imputación objetiva es una
exigencia general interna al sistema. Es la manifestación de un principio
metódico superior, que se disemina por todos y cada uno de los campos del
sistema penal”. En principio, no existe ningún obstáculo para intenta aplicar
los principios básicos diseñados por la doctrina de la imputación objetiva a los
delitos de actividad o a los delitos omisivos, siempre, claro está, que se
adapten a las peculiaridades de estas forma de aparición del delito. Ahora
bien, en esta tendencia se observa el peligro de confundir método o forma de
proceder con objeto de la teoría de la imputación objetiva. Esta se caracteriza
por la utilización de de un método normativo-teleológico en la averiguación de
si un resultado es o no objetivamente imputable, pero evidentemente este
método no es exclusivo de la relación acción-resultado, sino que es aplicable
en el análisis de cualquier institución, lo que no quiere decir que cualquier
institución definida normativo-teleológicamente tenga que ser objeto de la
doctrina de la imputación objetiva”.
Margarita Martínez Escamilla: La imputación objetiva del resultado.
54
preterintencional pueda sancionarse la muerte producida debe poder ser
imputada objetivamente a los golpes dolosos, en el doble sentido de que con
los golpes se cree un riesgo jurídicamente relevante para la vida -esto es,
pueda ser previsible el resultado- y de que la muerte sea la concreción del
riesgo generado por los golpes. Así, pues habría que negar el homicidio
preterintencional en los casos, por ejemplo, de que la víctima fallezca en un
accidente sufrido por la ambulancia que le traslada al hospital, tras recibir los
golpes o de que el fallecimiento sobrevenga por la infección generada por la
utilización de un bisturí deficientemente esterilizado.
2
A partir de esta definición no puede considerarse que el art. 304 CP represente
una cláusula general de cualificación por el resultado en caso de muerte, ya que,
expresamente, en dicho precepto se utiliza el concepto normativo de homicidio y no el
descriptivo de muerte. Con ello se evidencia que la finalidad de esta norma es que se
aplique sólo a aquellas conductas que ya a priori cumplan todos los requisitos objetivos
y subjetivos para ser consideradas homicidio, incluyendo, por tanto, la relación de
causalidad y la imputación objetiva.
55
Bibliografía
56
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1962.
- MENDOZA BUERGO, B.: El Derecho penal en la sociedad del riesgo, Edt.
Civitas, Madrid, 2001.
- MENDOZA BUERGO, B.: Límites dogmáticos y político-criminales de los delitos
de peligro abstracto, Edt. Comares, Granada, 2001.
- MIR PUIG, S.: Derecho Penal. Parte General. 7ª edc., Edt. Reppertor,
Barcelona, 2004.
- MOLINA FERNÁNDEZ, F.: Antijuridicidad penal y sistema del delito, Edt. J.M.
Bosch, Barcelona, 2001.
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