Diana González
Nuevas Tendencias, nº 55, junio 2004.
Instituto de Empresa y Humanismo. Universidad de Navarra
Ser humano: ser racional y libre, con independencia de su sexo, que habita el
planeta Tierra.
Sin dar fe de mi posición política, de la que poco entiendo y cada vez menos
dirigentes me ayudan a entender, qué duda cabe que las recientes elecciones han sido la
ilustración clara de la lucha de promesas, más que de objetivos concretos, que junto al
conglomerado de fatales sucesos, nos llevaron hacia el sentimentalismo. El problema ha
sido querer solucionar la desigualdad desde la imposición del poder, tanto legal como
empresarial, en lugar de atacar el problema desde la base, desde la educación.
Por otro lado, existen personas que creen que la discriminación positiva es la
consecuencia natural del feminismo, pero nada más alejado de la realidad. ¿Quien cree
en una igualdad de sexos cuando ésta va envasada en cifras? Las personas seríamos
meros porcentajes, y si buceáramos en este asunto, no encontraríamos más que pura
conveniencia. Con esto aludo a todos los empresarios que convierten sus compañías en
fábricas de descuento ante el gobierno porque contratan un porcentaje de mujeres con el
fin de encontrar ayudas económicas que no obtendrían de otro modo. Puro utilitarismo:
la persona como moneda de cambio. Además, flaco favor se nos haría a las mujeres
haciéndonos entrar por una irreal alfombra roja en lugar de dejándonos utilizar nuestras
capacidades.
En otro sentido, algo contra lo que no se puede luchar desde la máxima del 50-50
es la discriminación vertical, o lo que es lo mismo, “la posibilidad de que una mujer
ocupe un puesto directivo disminuye conforme aumenta el grado de responsabilidad”.
Este hecho es consecuencia de la escasa valoración profesional de las trabajadoras,
siendo consideradas poco más que un expediente e impidiendo el ascenso.
Con todo, el espejo del Gobierno actual no es al que debe mirar la sociedad, no
sólo por lo ya comentado, sino porque además las mujeres que están en él son una elite,
una especie diferente. Ahora bien, la elite es la cara del pueblo y el pueblo es el cuerpo
trabajador. Dos lados de una misma moneda. Dicen que las comparaciones son odiosas,
pero más que eso son injustas e incluso inmorales… ¿cómo comparar dos realidades tan
diferentes?
Realidad en cifras
Referencias:
www.mujeresdeempresa.com/genero
www.ine.es
Instituto de la Mujer